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El exordio del texto ensayístico no se acomoda a ningún tipo de normativa retórica, es decir, no existe una sistematización a priori de principios ...

El exordio del texto ensayístico no se acomoda a ningún tipo de normativa retórica, es decir, no existe una sistematización a priori de principios teóricos a partir de los cuales se puedan aportar ejemplos de casos concretos. Hay ensayos con exordio y sin exordio y ello depende de las intenciones del autor, de sus preferencias personales, de la economía que imponga el tema o el espacio de que disponga en la publicación. La ausencia de codificación es absoluta, sin embargo, ello no quiere decir que el ensayista no conceda importancia a los preámbulos, pues es consciente de que las primeras frases de un texto determinan la continuación de la lectura y, por tanto, requieren especial atención. El exordio es la primera presentación del asunto, de ahí que suela mantener un vínculo con la argumentación que va a desarrollarse a continuación. Aunque también puede ser que el contenido semántico del exordio no mantenga una relación clara con el asunto que se va a debatir a continuación; en estos casos, los primeros párrafos del texto son una digresión o divagación inicial sobre un tema ajeno o aparentemente ajeno al asunto de la argumentación. Según la teorización clásica, el objetivo de esta parte del discurso era doble: ganarse la benevolencia del auditorio y procurar mantener despierta su atención. Para llevar a cabo ambas finalidades, tanto Aristóteles como Cicerón aconsejan que se utilicen como fuente de los enunciados del exordio los lugares o tópicos relativos al êthos del orador, es decir, aquellos que lo hacen digno de crédito ante el receptor. El emisor busca asentar una buena parte de su credibilidad, no tanto en la solidez de sus argumentos, cuanto en la confianza que sea capaz de despertar en el receptor merced a las cualidades de su carácter, de su honorabilidad, de su capacidad intelectual...En el caso del ensayo, el escritor por lo general no siente la necesidad de dedicar el inicio de su escrito exclusivamente a disponer favorablemente al receptor, aunque sí pretende captar su interés, de manera que los tópicos a través de los que se busca el contacto con el receptor (páthos) no son frecuentes en el exordio del ensayo y, cuando aparecen, han incorporado otras funciones. Existen, por tanto, otros tópicos vinculados a la propia materia que sí tienen una presencia más continuada, como los siguientes: presentar la tesis o punto de vista que va a argumentarse, exponer los motivos que han suscitado la escritura, mencionar la finalidad u objetivo que se persigue, expresar los presupuestos o premisas de la argumentación o valorar las posibilidades que existen para defender dicho punto de vista [Arenas Cruz, 1996]. En el ensayo de Ortega, encontramos dos tópicos en el exordio: -La mención de los motivos que han originado la escritura: no se hace de forma directa, sino implícita, mediante una frase de carácter general a través de la que el autor expresa una valoración subjetiva acerca de un determinado asunto, en este caso, la extrañeza que le causan esas dos mujeres: “En la morfología del ser femenino acaso no haya figuras más extrañas que las de Judit y Salomé, las dos mujeres que van con dos cabezas cada una: la suya y la cortada”. Después de la digresión en la que se asientan las premisas de la argumentación, se menciona la razón de la 'sorpresa' en la transición a la argumentación [5]: “Así, Judit y Salomé son dos variedades que hallamos en el tipo de mujer más sorprendente, por ser el más contradictorio: la mujer de presa”. -La expresión de los presupuestos básicos o premisas sobre los que se va a asentar la argumentación [2], [3] y [4]. No es frecuente que aparezcan abiertamente citadas las premisas en que se basa el acuerdo que se busca a través de la argumentación, puesto que éstas normalmente permanecen implícitas en los argumentos. Cuando se declaran en el exordio suelen tener un matiz polémico, suelen ser premisas no aceptadas por la mayoría, de ahí que se especifiquen, como sucede en el ensayo de Ortega. Si el tema de la reflexión van a ser las peculiaridades del carácter de una mujer transgresora del orden social como Salomé, en la digresión que abre el ensayo, Ortega especifica cuáles considera él que son los fundamentos de este orden en el ámbito de la pareja de hombre y mujer, y cuáles son los mecanismos que lo desestabilizan. Estas aclaraciones previas constituyen la base o premisas de la argumentación. La digresión se abre con una apreciación: “es curioso que en toda especie de realidades se presentan casos extremos donde la especie parece negarse a sí misma y convertirse en su contrario”. Ejemplifica lo dicho con varios casos y lo aplica a la esencia del hombre y de la mujer. Obsérvese que los datos se presentan como una constatación objetiva de unos hechos, como si la realidad misma funcionara como el autor nos la va a describir y no de otra manera: [3] “Una meditación seriamente conducida, que no se pierda en los arrecifes de las anécdotas ni en una casuística de azar, nos revela la esencia de la feminidad en el hecho de que un ser sienta realizado plenamente su destino cuando entrega su persona a otra persona. Todo lo demás que la mujer hace o que es tiene un carácter adjetivo y derivado. Frente a ese maravilloso fenómeno, la masculinidad opone su instinto radical, que la impulsa a apoderarse de otra persona. Existe, pues una armonía preestablecida entre hombre y mujer; para ésta, vivir es entregarse; para aquél, vivir es apoderarse, y ambos sinos, precisamente por ser opuestos, vienen a perfecto acomodo. Esta argumentación basada en lo que para el autor es un hecho se introduce apelando al êthos del enunciador, en concreto, en la virtud de la phrónesis que es la cualidad de quien delibera bien y con inteligencia, y se apoya con un argumento de reciprocidad o simetría que crea una apariencia de equilibrio entre la feminidad y la masculinidad. Pero esta radical y armónica oposición entre los sexos no es nunca perfecta: los seres vivos presentan múltiples gradaciones y a menudo en cada uno participan ambos sexos. Se trata de introducir una excepción para luego confirmar una regla, la excepción se avala con un argumento de autoridad: la biología. Los datos proporcionados por ésta en el plano de la 'sexualidad corporal', se pueden ahora poner en relación con la 'sexualidad psicológica', que es la que interesa al autor. Se trata de un argumento de justicia, aquél que exige un tratamiento idéntico a seres o situaciones que se integran en una misma categoría: “Esto que acontece con la sexualidad corporal resulta aún más patente cuando observamos la sexualidad psicológica. El principio masculino y el femenino, el Ying y el Yang de los pensadores chinos, parecen disputarse una a una las almas y venir en ellas a fórmulas diversas de compromiso, que son los tipos varios de hombre y mujer”. Lo expuesto en este conjunto de premisas es lo que fundamenta el carácter particular, extraño, sorprendente, de Judit y de Salomé, definidas por Ortega como ejemplos de “la mujer presa”, motivo de reflexión del ensayo. Quedan así enlazados el primer párrafo del exordio y los dos de transición [5] y [6]. La segunda categoría de la superestructura argumentativa de base retórica es la narración/exposición. Consiste en la presentación por extenso de las circunstancias en que han tenido lugar unos hechos, precisamente los que provocan la escritura del ensayo; su función es, por tanto, la de enmarcar los puntos de partida de la argumentación, pues es indispensable que el receptor conozca los acontecimientos para que la reflexión argumentada sobre los mismos pueda llevarse a cabo. Este presentación no es aséptica o distanciada, sino que frecuentemente aparece fundida con el comentario personal del autor que, por tanto, ha de incluirse también como elemento semántico; éste no se limita a presentar con objetividad unos hechos (verdaderos o verosímiles) y a las personas que los protagonizan, sino que en todo momento los valora desde su punto de vista subjetivo. Este tipo de valoraciones y comentarios sirven para reforzar el êthos del enunciador, que persuade de su posición no sólo a través de los argumentos que va a esgrimir en la justificación razonada, sino también mediante su talante o personalidad propia. La orientación fundamentalmente informativa del

Esta pregunta también está en el material:

El_ensayo_como_clase_de_textos_del_gener
190 pag.

Literário Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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