Según Roche Olivar (1998), las consecuencias del comportamiento prosocial incluyen: prevenir e incluso extinguir la violencia, promover la reciprocidad positiva y solidaria en las relaciones interpersonales y grupales, suponer la valorización positiva interpersonal, incrementar la autoestima y la identidad de las personas o grupos, alimentar la empatía interpersonal y social, estimular las actitudes y habilidades para la comunicación, aumentar la sensibilidad respecto a la complejidad del otro y del grupo, promover la salud mental, estimular la creatividad y la iniciativa, y finalmente moderar las tendencias dependientes.
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