Logo Studenta

Por décadas, el turismo ha sido analizado solo marginalmente por la geografía humana. Esta herencia proveniente de prejuicios morales que han amput...

Por décadas, el turismo ha sido analizado solo marginalmente por la geografía humana. Esta herencia proveniente de prejuicios morales que han amputado a la geografía de la posibilidad de analizar un segmento de las actividades humanas de singular relevancia, en una época en la cual el mundo del ocio se hace cada vez más presente y trasparece en buen número de comportamientos sociales. Los estudios de la posmodernidad han entendido esta situación desde tiempo atrás, al grado de que el sociólogo inglés Zygmunt Bauman, usa al turista como metáfora del hombre posmoderno (Bauman, 2003). En este trabajo, nos centraremos sobre las facetas “oscuras” del turismo –oscuras por no haber sido divulgadas o analizadas- que cobran mayor importancia en la actualidad. En este recorrido, se hará evidente que para este tipo de análisis, no son aplicables los análisis estructurales del turismo, propios de una geografía pretérita, ya que no son susceptibles de aportar conceptos o métodos para la revisión de estas nuevas facetas. Por lo mismo, haremos, una vez más, un llamado de auxilio a las demás ciencias sociales, las cuales no han reparado en aproximarse a esas dimensiones poco analizadas del turismo, usando conceptos y aproximaciones metodológicas innovadoras. Lo anterior, como lo ha señalado Milton Santos (1971), bien puede aplicarse en la geografía humana, la cual, sin duda, saldrá cambiada del encuentro pero también reforzada y no disminuida como ciertas corrientes paseistas quisieran hacerlo creer. Los límites de los análisis geográficos estructurales del turismo Con Walter Christaller, la geografía humana inició un abordaje del turismo basado en una falsedad –o al menos una limitación- que pocas veces se ha puesto en tela de juicio: el punto de partida ha sido -conforme al Zeitgeist de la época- que el turismo es esencialmente una actividad económica (Christaller, 1963). Con tal punto de arranque, el fenómeno turismo se volvió preso de la batería de enfoques que se han dedicado a determinar su localización, su “ciclo de vida” como “producto” económico, la formación de clusters turísticos y el análisis de los tan mencionados impactos del turismo, entre otros en el resto de la economía, como la creación de empleos directos, la generación de efectos multiplicadores de los mismos, o la formación de polos de “desarrollo turístico” (véase entre otros, Miossec, 1976; Pearce, 1987, 1999). Ahora bien, estos enfoques, por racionales y coherentes que puedan parecer en su estructuración conceptual, no dejan de partir de una falsedad o por lo menos, de un planteamiento incompleto. Este “error de nacimiento” de la geografía humana aplicada al turismo es simple y evidente, pero no por eso ha sido comprendido en la comunidad geográfica: el acto turístico es un acto individual, ejecutado en un contexto social. Esto permite afirmar que el turismo es un acto societario, y como tal responde, primero que nada, a toda una serie de procesos que se derivan del funcionamiento mismo de la sociedad (Hiernaux, 1996; 2006). Entre estos procesos pueden mencionarse aquellos que son más evidentes y por ello, los más tradicionalmente reconocidos como son: la legalidad de la movilidad internacional de los individuos, es decir la cerrazón o apertura de las fronteras; el eventual miedo a explorar otros espacios (entre otros y en fechas recientes, por el miedo a ataques terroristas); la estructuración social y los ingresos personales (que definen la disponibilidad de tiempo y recursos, dos sustentos imprescindibles para el viaje), entre otros factores. Al lado de estos procesos tradicionalmente reconocidos, intervienen otros procesos societarios -no menos significativos- tales como los imaginarios sociales o el Zeitgeist de una sociedad dada que influye sobre la valoración social de la movilidad, entre otras cuestiones. Para ejemplificar brevemente, podemos señalar que una sociedad tradicional aun fuertemente rural, no sea un gran demandante de viajes, mientras que una sociedad metropolitana, globalizada y fuertemente marcada por la (post) modernidad, será, sin lugar a duda, una gran consumidora de viajes y desplazamientos. En otros términos, es una sociedad móvil, lo que de paso, conviene subrayar que va mucho más allá que la simple referencia al viaje turístico: es frecuente que se esté frente a sociedades “enamoradas” de la movilidad espacial bajo todas las formas, desde las que se fundan en el vehículo, el acceso a las NTIC (teléfonos móviles, correo electrónico en el móvil, internet de alta velocidad de “desplazamiento” en el espacio virtual, etc.) y todos aquellos instrumentos de la movilidad tecnológica que pretenden suplantar la movilidad física (Jaureguiberry, 2003). Entre los imaginarios sociales más relevantes de la época actual, podemos mencionar la “multi-residencia”, como valorización de la posibilidad de residencia en diversos lugares del mundo, sea a nivel internacional como nacional, que ha provocado que en la Unión Europea, por ejemplo, una décima parte de las viviendas sean propiedades de personas que no residen habitualmente en ellas, sino que las usan como residencia “secundaria”, o “terciaria” o “cuaternaria” según el nivel de ingresos del propietario. Obvio que ello se asocia al estatus social, y por ende, debe ser analizado con esa referencia sociológica tanto como la geográfica. Finalmente, al ser suplantado el fordismo activo y dominante por una suerte de posfordismo flexible, las actividades no productivas de los individuos se han trastornado de igual manera. En efecto, en la época más “intensa” de la producción masiva de grande series, los tiempos de no trabajo (es decir aquellos susceptibles de ser destinados a las actividades recreativas y turísticas) eran perfectamente delimitados en duración y calendarizados. Esta circunstancia generaba el vaciamiento de las ciudades en agosto cuando cerraban las fábricas y las escuelas, y una actividad casi nula en turismo fuera de las llamadas “temporadas altas”. Hoy, los tiempos sociales se han modificado: uno de los efectos de la desindustrialización, por lo pronto en países desarrollados y semi-industrializados, es el traslape de los tiempos, la fragmentación de los mismos, una flexibilidad mayor aunque no total para definir los periodos vacacionales

Esta pregunta también está en el material:

Una_decada_de_cambios_la_Geografia_Human
9 pag.

Geografia Avancemos Universidad De IbagueAvancemos Universidad De Ibague

Todavía no tenemos respuestas

¿Sabes cómo responder a esa pregunta?

¡Crea una cuenta y ayuda a otros compartiendo tus conocimientos!


✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales