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Allí, la disciplina de vida colectiva que imponía a cada quien se completaba con relaciones mucho más individualizadas. El maestro era un guía perm...

Allí, la disciplina de vida colectiva que imponía a cada quien se completaba con relaciones mucho más individualizadas. El maestro era un guía permanente para el discípulo: le enseñaba poco a poco la verdad, lo ayudaba a avanzar por el camino de la virtud, el dominio de sí y la tranquilidad del espíritu, a la vez que ponía a prueba su avance y, llegado el momento, le daba consejos de vida. Así, entre los epicúreos, se organizaban conversaciones individuales y se imponía a los miembros de la escuela una regla de franqueza, que los incitaba a develar su alma y no ocultar nada, de modo que fuera posible guiarlos con eficacia. Solo los maestros más sabios podían ocuparse de esta dirección individual de los alumnos, en tanto que los demás tenían la responsabilidad colectiva de un grupo(6). Para ejercer la dirección se apelaba a una serie de prácticas diversas(7). Una de las más importantes era el examen de conciencia, que, desde los pitagóricos, aparece como elemento crucial en numerosas reglas de vida. Pero no siempre tenía la misma forma, ni se refería a los mismos objetos ni se esperaban de él los mismos efectos(8). Es poco lo que se sabe del examen pitagórico, al margen de los célebres versos del Carmen aureum, del que solo los dos primeros representarían la tradición más antigua: «No permitas que el dulce sueño se deslice bajo tus ojos antes de haber examinado cada uno de los actos de tu jornada»(9). Además de su papel de prueba respecto del progreso moral, este examen era quizá uno de los ejercicios de mnemotécnica que cultivaban los pitagóricos; sin duda valía también como ritual de purificación para inducir sueños favorables y preparar un dormir en el cual la escuela veía una prefiguración de la muerte(10). En el gran desarrollo de la filosofía helenística como dirección de conciencia, el examen del alma desempeña un papel considerable. Constituye en ese ámbito una suerte de intercambiador: relevo entre el dirigido y el director, bisagra entre el periodo en que uno es dirigido y el momento en que ya no lo será. Gracias al examen, el discípulo o quien consultaba podía ponerse en situación de revelar el estado de su alma a su director, a fin de que este pudiese emitir un juicio y determinar el remedio apropiado. Así comienza el examen de Sereno cuando pide la ayuda de Séneca: Me es menos fácil hacerte conocer en resumen que en detalle este achaque de mi alma. […] Te contaré las peripecias que experimento: tú has de encontrarle un nombre a la enfermedad(11). También gracias al examen, el dirigido puede percibir por sí mismo el modo en que los consejos de su director actúan sobre su alma y le permiten perfeccionarse, así como verificar de manera permanente si los sigue como es debido y si es capaz, entonces, de conquistar su autonomía. Y es una vez más el examen el que, cuando termina el tiempo de la dirección, permite prolongar los efectos y ejercer sobre la propia alma una actividad directriz permanente. Este cuádruple papel del examen como apertura del alma a otro, interiorización de las reglas de dirección, prueba de su éxito y ejercicio de control sobre uno mismo cuando se ha conquistado la autonomía aparece con claridad en el tratado de Galeno sobre Las pasiones del alma: Hay que poner en manos de los otros, y no de nosotros mismos, su discernimiento; a continuación, no hay que encargar esa tarea, como vigilante, al primero que aparezca, sino a ancianos considerados unánimemente como sabios, quienes nosotros mismos hayamos comprobado en diversas ocasiones encontrarse exentos de esas afecciones […]. Hay que volver a pensar en ellas todos los días (de ser posible, varias veces y al menos desde el alba), antes de comenzar con nuestras actividades, y al anochecer, antes de dormir. Por mi parte, he tomado la costumbre de meditar en primer lugar, y a continuación pronunciar en voz alta, dos veces por día, los consejos que se nos han transmitido como procedentes de Pitágoras, dado que no basta con obtener la ecuanimidad, también es necesario curar la gula y el desenfreno. […] En medio de quienes son sus propios guías, es preciso apelar a los otros: que observen, que nos señalen nuestras faltas; más tarde, observémonos sin pedagogo(12). En ese papel de relevo y bisagra, el examen de conciencia se orienta hacia una meta y plantea de manera privilegiada una cuestión: el dominio de sí mismo. Si el dirigido se examina, si señala cada una de sus debilidades, lo hace en verdad para algún día llegar a ser plenamente dueño de sí mismo y ya no tener que recurrir, en un momento difícil, a la ayuda de otro. Esta finalidad del examen de sí surge con claridad en la comparación de dos textos correspondientes a la práctica estoica. El primero muestra lo que puede ser el examen dentro del marco de una relación de dirección, y el segundo, cómo la realiza en casa quien ha alcanzado la autonomía filosófica. En primer lugar, vemos la carta de Sereno a Séneca. Al adentrarse paso a paso en la filosofía estoica, Sereno pide la ayuda del filósofo en un momento en que siente algo semejante a un malestar: la sensación de haber dejado de avanzar, el temor de que el apego a lo que está mal y a lo que está bien no se haya instalado de manera definitiva, el sentimiento de estar inmovilizado en un estado que no termina de ser la liberación ni la esclavitud. En síntesis, Sereno no está ni enfermo ni sano(13). El examen al que se entrega entonces para que Séneca pueda intervenir, diagnosticar y proponer remedios consiste en trazar una suerte de balance de las fuerzas: ¿cuáles son las que aseguran la estabilidad del alma, su calma, su independencia? ¿Y cuáles las que, al contrario, la exponen a la perturbación exterior y la ponen bajo la dependencia de lo que no le pertenece? El examen se refiere luego al problema de la riqueza, los deberes públicos y la preocupación por la gloria póstuma. Respecto de esos t

Esta pregunta también está en el material:

Historia Sexualidad IV Las confesiones de la carne
338 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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