Schore (7) explica que la criatura mantenida separada de la madre, tras el estado de desesperación pasa a un estado ‘de desconexión’. Para dejar de...
Schore (7) explica que la criatura mantenida separada de la madre, tras el estado de desesperación pasa a un estado ‘de desconexión’. Para dejar de sufrir, las criaturas ponemos en marcha un mecanismo de insensibilización, segregamos endorfinas, nos replegamos y entramos en un estado de desconexión que tiene que ver con futuros diferentes diagnósticos autistas. Así que lo que se considera un aprendizaje cultural normalizado (que el bebé ‘aprenda’ a estar sólo), en realidad desde el punto de vista de nuestra salud, es un hecho patológico, que forma parte de la patología normalizada: el bebé lleva adelante el proceso de desconexión, se calla y se daña. Es la desvitalización que requiere la dominación. La consecuencia y el significado real de este ’aprendizaje’ es la construcción de un blindaje y de una armadura psicosomática. En realidad, mucho de lo que llamamos ‘autismo’, es una designación genérica de ciertos estados límites a los que se empuja a las criaturas humanas en este modelo de crianza, y digo ‘estado límite’ porque de algún modo, casi todos y casi todas, somos autistas en alguna medida, porque el acorazamiento supone un determinado repliegue anímico.
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