Antes del bautismo, la ley del pecado puede llamarse, en cada alma, pecado actual, y en virtud de ello merece el castigo que aguarda a quienes no p...
Antes del bautismo, la ley del pecado puede llamarse, en cada alma, pecado actual, y en virtud de ello merece el castigo que aguarda a quienes no pudieron ser bautizados. Agustín propone varios esquemas para explicar esa actualidad. Uno puede calificarse de originario y sincrónico: en Adán «todos los hombres existen en el estado de simiente»; en tanto obras de Dios, esas simientes no entrañan mal alguno, pero han tomado parte en el acto de la falta y, por consiguiente, no han sido ajenas a la condena. Nacen, pues, portadoras de ese pecado, en cuyo acto y castigo han desempeñado un papel. Otro esquema es el del resurgimiento permanente. Agustín lo expone mediante el ejemplo del olivo, que cita a menudo. Incluso si los cuidados del jardinero permiten obtener un olivo sin injertos, no dejará de producir olivos silvestres cuyos frutos serán tan amargos como si nada hubiera pasado. Sucede lo mismo con la humanidad: pese a que el bautismo bien pueda haber regenerado a los individuos, quienes nacen de él están aún bajo la ley del pecado: están siempre marcados por la actualidad de la falta primigenia.
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