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En relación con el primer punto, el pensamiento de Agustín evolucionó. Puede decirse, de manera muy esquemática, que hasta las Quaestiones ad Simpl...

En relación con el primer punto, el pensamiento de Agustín evolucionó. Puede decirse, de manera muy esquemática, que hasta las Quaestiones ad Simplicianum(37), es ante todo en el cuerpo –en un cuerpo afectado por la muerte y dominado por el principio del mal– donde postula el punto de origen de los movimientos de la concupiscencia: su carácter involuntario está ligado al hecho de que son carnales, en el sentido de que marcan la potestad del cuerpo sobre el alma. Pero a partir de los textos siguientes –y sobre todo del De Genesi ad litteram– procura situar en el alma misma el principio de la concupiscencia y el punto de partida de la involuntariedad que la atraviesa. Un pasaje de La Ciudad de Dios, inmediatamente anterior al análisis de los movimientos sexuales, establece el marco general de la explicación(38). Agustín recuerda el principio de que no puede haber falta si no la precede una voluntad mala. Ahora bien, esa voluntad, fuente de todo pecado, origen de la primera falta y por lo tanto de la caída, consiste en un movimiento del alma que, apartándose de Dios, se consagra a sí misma y se complace en ello. Este movimiento, efectuado libremente por los dos primeros humanos, introdujo en el mundo la concupiscencia y sus movimientos involuntarios. De ese modo se depravó la naturaleza humana. Pero ¿qué sentido dar a esa «depravación»?(39). ¿El hombre pudo alterar lo que había sido modelado por Dios y acababa de salir de sus manos? ¿Cómo puede entonces una falta voluntaria de un alma libre tener por consecuencia movimientos involuntarios en un cuerpo cuya naturaleza ha fijado Dios? La explicación que propone Agustín se interesa en las dos caras del acto creador. Hubo creación de una naturaleza, pero se hizo a partir de la nada. Es decir que solo a Dios debe el hombre ser algo y no nada: a su omnipotencia y solo a ella debe su ser y, al apartarse de la voluntad de Dios, se aparta de lo mismo que lo hace existir. Por ende, en la naturaleza depravada no hay que ver la alteración de lo hecho por Dios, sino la degradación del ser que le debemos a Él, y que no deja de acentuarse conforme lo abandonamos para complacernos en nosotros mismos.

Esta pregunta también está en el material:

Historia Sexualidad IV Las confesiones de la carne
338 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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