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Los programas cooperativos resultan fácilmente adaptables a las tareas docentes que pretenden mejorar la convivencia y prevenir la violencia (Díaz ...

Los programas cooperativos resultan fácilmente adaptables a las tareas docentes que pretenden mejorar la convivencia y prevenir la violencia (Díaz Aguado, 2002). Por un lado, las agrupaciones heterogéneas y la redistribución del poder permiten al maestro solventar los problemas de segregación y de exclusión (Siedentop, Hastie & Van der Mars, 2004). Por otro lado, las tareas, en las que los alumnos se comunican y negocian, generan unas actitudes más positivas entre los miembros del grupo que les induce a colaborar mejorándose el clima afectivo (Ortega, Mora-Merchán & Lara, 1999). Por ello, el Programa cooperativo ha resultado satisfactorio en la adquisición de la buena relación con los demás; como un procedimiento capaz de incrementar la toma de perspectiva, la ayuda, la cooperación, así como la disminución de los conflictos y de las tensiones, de la violencia y una mejora de la cohesión del grupo entre el alumnado (e.g., Educar las relaciones interpersonales a través de la educación física en primaria ~ 60 ~ Echeita, 1995; Johnson, Johnson & Holubec, 1999; León, Gozalo & Polo, 2012; Ntoumanis, 2001; Sureda, García-Bacete & Monjas, 2009; Trianes, 1998; Urbain & Kendall, 1980). Algunos autores diferencian dos tendencias en la cooperación: el alumno dispuesto a cooperar de forma incondicional, y el alumno que coopera de forma condicionada (García-Mas, Olmedilla, Morilla, Rivas, García-Quinteiro & Ortega, 2006). En cuanto a la Atención a la diversidad, los programas cooperativos han sido utilizados con frecuencia en el área de EF para favorecer la inclusión de alumnos con discapacidad (Cervantes, Cohen, Hersman & Barrett, 2007; Grenier, Dyson & Yeaton, 2005), e incentivar las conductas prosociales entre los alumnos de diferentes culturas, desencadenando una mejora las relaciones interpersonales del alumnado (Barba, 2010; Dyson, 2001; Fernández-Río, 2003; Goudas & Magotsiou, 2009; Polvi & Telama, 2000; Velázquez, 2012). A pesar de las potencialidades que el programa cooperativo ha manifestado en innumerables ocasiones, los maestros de EF tienden a descuidar el aprendizaje por medio de la cooperación, tal y como lo muestra Grineski en un estudio con 500 alumnos de Educación primaria y secundaria, en dónde concluyó que más del 90% de las experiencias vividas relacionadas con la EF se caracterizaron por la presencia de un componente competitivo (Grineski, 1996). 1.3.3.2. Programa de Ayuda entre iguales. El programa de Ayuda entre iguales se presenta como una variante del programa de aprendizaje cooperativo. Este tipo de programa se ha mostrado efectivo cuando unos alumnos más capacitados colaboran (ayudantes) en el aprendizaje de otros alumnos que tienen más dificultades (Cowie & col, 2002; Cowie, Boardman, Dawkins & Jennifer, 2004; Cowie & Fernández, 2006; Naylor & Cowie, 1999). En ocasiones, los programas de ayuda se han utilizado como formas de intervención para combatir la violencia y la exclusión social (Díaz Aguado, 2002; Garaigordobil, 2007; Pujolàs, 2013; Velázquez, 2008). Los beneficios obtenidos por estos programas atañen tanto a los alumnos ayudantes (la autoestima, la seguridad en sí mismos, la empatía y la responsabilidad) como a los alumnos ayudados (la percepción de maltrato), favoreciendo con ello el bienestar a lo largo de la etapa educativa (Cowie & Fernández, 2006; Cowie & Olafsson, 2000; Fernández-García, 2008; Naylor & Cowie, 1999). El desarrollo de los Programas de Ayuda exige que los alumnos estén capacitados para el cuidado y la ayuda. Tradicionalmente, el concepto de ayuda ha sido asignado al género femenino, si bien en algunos estudios se ha observado que los chicos pueden adoptar el rol de ayudantes cuando su masculinidad se ve amenazada (Naylor & Cowie, 1999) –ver figura 3-.