Sobre este mismo tema, Figueroa y Franzoni (2014), plantean que en el marco de los logros e impacto en la cultura del movimiento feminista y las acciones afirmativas, cambios legislativos y creación de programas sociales y políticas públicas destinadas a reparar desigualdades y disminuir e idealmente erradicar la discriminación contra las mujeres, algunas personas se han dado a la tarea de revisar si los hombres también viven algún tipo de enajenación que les dificulte reconocer tanto las desigualdades legitimadas hacia las mujeres como las vividas por ellos. Sostienen que el obstáculo principal para problematizar la idea más común de ser hombre –identificarla como un problema social-, es el no reconocer la propia vulnerabilidad, ya que dificulta construir acciones sociales para resolverla, como lo puede ser diseñar políticas públicas para responder a las necesidades de la población masculina. Identifican que el funcionamiento de las políticas públicas en México no considera los cambios que están sucediendo en las relaciones de género en la familia, y mantienen estereotipos que permean las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, y en este sentido, los cambios culturales necesarios para que haya relaciones más equitativas no están siendo acompañados por políticas públicas.