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En este capítulo se trata de hacer una breve descripción de las presiones consideradas más importantes de los ríos españoles en el momento actual, ...

En este capítulo se trata de hacer una breve descripción de las presiones consideradas más importantes de los ríos españoles en el momento actual, y comentar los impactos y efectos que generan en cada caso sobre los distintos componentes del ecosistema fluvial. En el ámbito de la restauración ecológica es interesante recordar que las medidas que se deben tomar para el logro de sus objetivos deben ir enfocadas, en primer término, a disminuir las presiones y los impactos que tienen los sistemas naturales. En nuestro caso, para que las medidas propuestas para la restauración, protección y conservación de los ríos sean eficaces deben ir precedidas de una revisión del uso y gestión de los recursos hídricos, y de una ordenación de los usos y ocupaciones de los suelos de las riberas, siendo en estos ámbitos donde a menudo se encuentra la raíz de muchos problemas que causan el deterioro ambiental de los ecosistemas fluviales. 5.2. AGRICULTURA Tradicionalmente en España la agricultura ha representado una actividad que ha creado lazos afectivos con el territorio y permitido el asentamiento permanente de las poblaciones rurales. En la actualidad, la importancia económica del sector agrícola no es tan grande como la de otros sectores productivos de nuestro país, pero sigue teniendo una gran importancia geográfica y social, configurando la “matriz o trama” más frecuente del paisaje español. Las prácticas agrícolas tienen una gran influencia en el estado ecológico de los ríos y sus riberas, ocupando una proporción muy elevada de territorio español que afecta a una gran longitud de la red fluvial. La mayor parte de los terrenos llanos situados en altitudes inferiores a 500 m están ocupados por cultivos agrícolas de secano o regadío, correspondiendo estos últimos a las vegas y zonas más próximas a los cauces fluviales. En la figura 5.2 se muestra la superficie que ocupan los cultivos agrícolas en diferentes cuencas españolas, que representa casi la totalidad de los terrenos llanos de menor altitud y relieve. Son muchos los trabajos científicos que se han publicado sobre los efectos de la agricultura en los ecosistemas fluviales (ej. González del Tánago, 1996; Allan, 2004; Shields et al., 2006; Kyriakeas y Watzin, 2006, etc.). A continuación se describen de forma resumida algunos de estos efectos, destacando los de mayor repercusión en los ríos españoles. 1º.- Consumo de agua: Regulación de los caudales y Sobreexplotación de acuíferos El regadío en España y la oferta de agua para su expansión. En las regiones mediterráneas o de menor pluviosidad, como es el caso de gran parte de la Península Ibérica, el regadío incrementa notablemente la producción de muchos cultivos (ej. el olivar), y es indispensable para el cultivo de frutas y hortalizas, pero representa quizás el origen del principal impacto de la agricultura en los ríos, requiriendo la regulación de los caudales circulantes por los ríos y el aprovechamiento intensivo de los acuíferos. A escala global el desarrollo del regadío se expande con la denominada “revolución verde” (mejora genética y utilización intensiva de fertilizantes y fitosanitarios químicos) acontecida en la década de los 60, y con el auge, iniciado también en esa época, de la utilización del cemento y del hormigón en las obras hidráulicas. Es indudable que esta expansión del regadío ha permitido un gran aumento de la producción agrícola mundial, produciendo grandes beneficios económicos a los principales países productores y repercusiones muy beneficiosas de índole social y de salud a muchas poblaciones deprimidas, pero también ha supuesto un fuerte impacto en los ríos a escala global, debido a la infraestructura hidráulica que ha sido necesario construir en los cauces para atender la demanda de agua agrícola. Refiriéndonos a España, la historia del regadío es muy antigua, existiendo vestigios de su uso en el neolítico (Segura, 2002), y ha estado presente a lo largo de su desarrollo histórico económico y social, como demuestran las construcciones todavía existentes procedentes de la cultura árabe en nuestro país y las políticas de desarrollo de la población rural planteadas posteriormente según se resume en el Libro Blanco del Agua (MMA, 1998). Hasta fechas muy recientes gran parte del desarrollo rural en España ha estado basado en las políticas de regadío, dada su mayor productividad frente a los cultivos tradicionales de secano. Esta estrategia para el desarrollo rural, basada en las ideas de la corriente regeneracionista representada principalmente por Joaquín Costa, ha estado muy presente y justificada en las políticas agrarias de la primera mitad del siglo XX, y todavía se mantiene hoy día en los fundamentos que justifican las propuestas de nuevos regadíos e infraestructuras hidráulicas. En el Plan Nacional de Regadíos se indica que en el año 2001 se regaban en España más de 3,34 millones de ha, representando el 7 % de la superficie nacional y el 13 % de la superficie agrícola útil. El Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural (MAPA, 2003) suministra unos datos de gran interés en relación a las dimensiones del regadío, formas de riego y distribución de superficies regadas en España. De los 3,34 millones de ha de regadío, casi un tercio (1,07millones de ha) corresponde a regadíos tradicionales o históricos, existentes antes de 1900, mientras que el resto se ha creado a lo largo de los últimos 50 años, como se refleja en la figura 5.3. Según los datos suministrados por el Ministerio de Agricultura, hasta el año 2003 se estaban regando 1,98 millones de ha por gravedad, 0,80 millones de ha por aspersión y 0,56 millones de ha con riego localizado. Atendiendo al origen predominante del agua, 2,26 millones de ha. se riegan con aguas superficiales, 0,94 millones de ha utilizan agua subterránea y 0,14 millones de ha son regadas con aguas de trasvases u otras fuentes (MAPA, 2003). En la actualidad se está produciendo un gran esfuerzo para la modernización de los regadíos, existiendo en las fechas más recientes más de un millón y medio de hectáreas regadas por goteo, y sólo algo más del 50 % de la superficie regada por métodos tradicionales. El incremento de la superficie de regadío previo a 1950, en torno a un millón y medio de hectáreas, hasta conseguir más que duplicar dicha superficie con más de tres millones y medio de hectáreas regadas en la actualidad, ha ido precedida por una política de oferta de agua llevada a cabo por la administración hidráulica a través de la construcción de un número muy elevado de presas y embalses, canales de riego y sistemas de trasvases, tal y como se refleja en la figura 5.4.

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