El azufre que vi en el muelle de Galveston era un subproducto de la industria petroquímica local. Me hizo pensar en las fumarolas situadas bajo el ...
El azufre que vi en el muelle de Galveston era un subproducto de la industria petroquímica local. Me hizo pensar en las fumarolas situadas bajo el golfo de México, donde bacterias marinas especializadas sintetizan azufre amarillo puro a partir de los gases liberados por las entrañas (por una vez, el cliché es adecuado) de la Tierra. Yo sabía, desde luego, que el elemento se recuperaba en realidad del sulfuro de hidrógeno del gas natural que llega a la costa desde las plataformas petrolíferas, pero en ambos casos el gas es en definitiva el producto de la descomposición de plantas paleozoicas. Incluso el «olor del mar», se ha descubierto recientemente, se debe a un gas sulfuroso, esta vez el dimetil sulfuro, liberado por microbios que viven en las aguas superficiales.
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