¿Se te ocurre alguna manera para llegar al castillo?

No, pero opino que un mago sabrá esas cosas —dijo Abdullah—. Creo que deberíamos repensar la idea que tuviste antes. En lugar de buscar a uno de los magos del rey y retorcerle el pescuezo, deberíamos preguntar cuál es el mejor mago que hay por aquí y pagarle por su ayuda.
Está bien, pero eso lo tendrás que hacer tú —dijo el soldado—. Cualquier mago que valga la pena descubrirá a simple vista que soy estrangiano y llamará a los agentes antes de que pueda moverme.
Abdullah intentó no parecer presuntuoso de nuevo: —Mil gracias, oh, los más ilustres posaderos —dijo—, le hablaré a la bruja de vuestro gran esmero.
Abdullah suspiró y le acercó su pieza más grande de plata. Pareció ser la cantidad correcta. El posadero le dio meticulosas indicaciones y cogió la moneda de plata, prometiendo que enseguida vendrían los baños y la cena.