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XIX Todo el mundo sabía que las elecciones municipales serían el 21 de abril, a un par de meses vista, pero la sorpresa saltó cuando una de las hab...

XIX Todo el mundo sabía que las elecciones municipales serían el 21 de abril, a un par de meses vista, pero la sorpresa saltó cuando una de las habituales crisis del gobierno del Estado se saldó con una convocatoria anticipada de elecciones generales. No había forma de recomponer el apoyo parlamentario que sustentaba el Gobierno. Maniatado por la oposición, la alternativa elegida fue anticipar elecciones. Los expertos en la Constitución tuvieron trabajo, inmediatamente alguien alertó de la imposibilidad de celebrar elecciones locales y generales el mismo día, incluso en un mismo período de tiempo. Repasada con lupa la legislación, la conclusión fue que pese a que la costumbre había evitado siempre la coincidencia electoral, nada lo impedía. No faltaron numerosas cartas al director donde muchos electores celebraban la coincidencia. Se habían ahorrado una campaña electoral y toda su parafernalia, amén de la habitual catarata de promesas, que tras las elecciones eran olvidadas en menos tiempo del que canta un gallo. No faltaron tampoco cartas que con total ingenuidad seguían reclamando algún tipo de castigo para los políticos que no cumplían sus promesas electorales. La convocatoria tenía repercusiones para Pueblo Verde, ya que inevitablemente empezarían a llegar al pueblo numerosas personas, que se repartían entre profesionales de los medios de comunicación y expertos enviados por los partidos para ver de cerca cómo respiraba el “Modelo”. Todos se quedarían un tanto sorprendidos al ver qué era lo que estaba respirando el modelo en ese momento. La llegada de estas personas ponía en marcha algo parecido a una industria de acogida, y en ese contexto, Laura había decidido invitar también a Joaquín, sabedora de la amistad que ya los unía, pero finalmente había decidido que prefería cenar a solas con Esperanza. Ésta se había sorprendido un tanto por la invitación, pero naturalmente había aceptado. Laura, en plena conexión con Luisa, había conseguido tanto en tan poco tiempo para Pueblo Verde que esa invitación era todo un honor. Esperanza no dejaba de anotar que ni una sola vez Laura se había asignado mérito alguno en lo que había pasado; ella decía que lo único que había intentado era dinamizar, generar espacios, que todas las aportaciones eran de las personas que participaban. Esperanza llego puntual, a las nueve de la noche, era su costumbre. —¡Hola, Esperanza! ¡Qué puntual! —¡Hola, Laura! Bonita casa. —Bueno, ya sabes, la escuela cuida mucho a sus profesores. ¡No me dirás que has traído algo! —No es para comer, ni para beber. Es solo que las rosas del ramo que irme, no sé si hubiera resistido seguir en la ciudad sin mi padre. —Me pareció entender que había muerto hacía muy poco. —Muy poco. No hacía ni una semana cuando llegó la asignación. —Lo siento, Laura, eso sigue siendo hace muy poco. —Sí, ahora Antonio anda por ahí velando por todos nosotros. —La que sin duda es extraordinaria es Paula, una amiga así no es fácil de encontrar. Esperanza había tenido una corta pero intensa conversación con Paula. Le bastó para ver y sentir el amor que le profesaba a Laura, un amor absolutamente incondicional. —¡Paula! Eso sí que está siendo duro, creo que estoy viva gracias a ella. Quizás te cueste creerlo, pero durante un largo tiempo yo no hice otra cosa que pisar todos los charcos que encontraba, y algunos eran realmente profundos. —Un poco, Laura, un poco, todos hemos pasado por ahí. Yo también durante una época me rebelé contra todo lo que estaba viviendo, y me parece que no elegí precisamente el mejor camino para hacerlo. Tuve suerte, tenía unos grandes padres, y después la aparición de José Luis fue providencial. —Has sabido elegir. José Luis sabe estar al lado de una gran mujer. —De grande, nada, y elegir, elegir… tuve mucha suerte, el que me eligió fue él. —¿Pasamos al comedor? Esto ya está. —De modo que las dos somos mujeres con lo que se dice un “pasado” y que ahora tenemos… —Cuarenta cumplidos y ni una semana más, Laura, ni una semana más. Se abrió paso la primera de las sonrisas de complicidad que iban a estar muy presentes en la cena. —Por supuesto…pero con un “pasado”. ¿Sabes? Supe enseguida que tenía que decir que sí a la asignación. Estaba bien en mi anterior escuela, pero antes de acabar de leer el correo, la decisión ya estaba tomada. —Pues aquí no hacemos más que celebrar que hayas venido. —Gracias, Esperanza. Tenía un trabajo por hacer, y éste era el lugar para hacerlo. Un trabajo personal. —¿Un trabajo personal? —Lo que hoy ves es nuevo, muy nuevo, tan nuevo que ni yo misma me acabo de habituar a él. Y tampoco sé si llegaré a hacerlo, pero ahora es diferente, todo tiene sentido, sé lo que hago y por qué lo hago, y eso no tiene precio. —Los charcos vienen de cuando no era así, ¿no? —Exactamente, sólo que no recuerdo cuando empezó la época de los charcos, yo diría que duró siempre. Lo único que sé es que se ha acabado, y ha sido aquí, en Pueblo Verde. Laura no lo dudó y le narró íntegramente su experiencia, Manuel hizo de puerta de entrada y de salida. La narración se inició con la primera conversación con él, y culminó con su marcha de la casa. —Es absolutamente impresion

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