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actuar cada uno por su cuenta, de pronto, separados se habían convertido en algo demasiado débil. Lo que estaban haciendo respondía a una estructur...

actuar cada uno por su cuenta, de pronto, separados se habían convertido en algo demasiado débil. Lo que estaban haciendo respondía a una estructura tan clásica como el mismo poder, hoy aliados para poder ser mañana enemigos. —La plaza está llena. —Sí, Borja, llena. —Bueno, Marta, es la novedad, han visto cosas parecidas en otros lugares del mundo, se cansarán. —No, Ernesto, no se cansarán –era de nuevo Borja—. —Se cansen o no, tenemos que hacer algo –Dolores tenía claro que hacía falta pasar a la acción—. —Hasta ahora hemos actuado como poco más que matones de barrio –a Marta no le importaba hacer auto crítica—, no hemos sabido ver quién teníamos delante. Esa Laura parecía una mosquita muerta, pero ya habéis visto, y Víctor y Luisa nunca fueron de fiar, siempre han ido por libre. Desde luego, lo de Luis y Nieves ha sido un golpe bajo, ahora les ha dado por ser de los buenos de la película, ya ajustaremos cuentas con este par, pero ahora no podemos. —Desde luego lo que es increíble es lo de don Miguel, siempre tan beato, incluso yo diría que mojigato, y ahí está, y sé de buen tinta que le ha dicho al obispo que le parece muy bien todo lo que le pueda decir y que el día que quiera que lo traslade de párroco auxiliar a la Conchinchina, que de momento ya sabe donde lo puede encontrar, en la acampada –el comentario sobre Don Miguel era de Ernesto—. —¿Qué vamos a hacer? —Hay que estar también en la batalla de las ideas, Dolores. Como bien dice Marta, hasta ahora hemos aparecido como unos tipos violentos incapaces de hacer otra cosa que provocar peleas y navajazos. Quizás si ellos hubieran actuado menos decididamente, nos habría salido bien; yo fui el primero en diseñar una actuación así. Pero ahora tenemos que cambiar, mantener la tensión si podemos, que no lo sé, pero empezar a hacer que se den cuenta de que así no van a ninguna parte, que el mundo es mucho más complejo y sobre todo mucho menos bondadoso de lo que creen. La última intervención era de Borja, que junto con la de Marta había acabado de retratar a unos sicarios plenipotenciarios un tanto alejados del tópico. Eran el lado oscuro, sí, pero bien dispuestos a aprender de sus errores y a no repetirlos. —¿Entonces? –inquirió Ernesto—. —Entonces hay que hablar de la realidad… –Marta empezó a asumir la respuesta, pero Borja la interrumpió—. —…Disculpa Marta, quizás fuera bueno que antes viéramos como han quedado nuestras posiciones. —Creo que por los concejales no tenemos que preocuparnos, la disciplina es muy fuerte, y la mayoría también tiene fuertes dependencias. Ninguno ha movido un dedo, al menos del lado Marleta – obviamente había hablado Ernesto—. —En el lado Borlín, igual, me pasa lo mismo que a ti. No es que todos tengan intereses, y quizás alguno puede estar llegando a simpatizar con la acampada, pero no se moverán, la disciplina es la disciplina –la réplica, naturalmente, era de Dolores. —Con los armadores tenemos un problema –ahora hablaba Marta—. Esperanza no lo parece, pero es mucha Esperanza, y va a ir tan por libre como Luisa, por lo menos. No ha habido manera de frenar su ascenso a la presidencia. Se muestra siempre muy sensata, y su padre fue quién más mercados abrió para la pesca de Pueblo Verde, y en muy buena medida lo que es ahora se lo debemos a él. Esa estela ha sido imbatible. Realmente es un problema, aunque al menos ha tenido que admitir que en su junta tengamos algunos incondicionales. —La Asociación de Comerciantes está un poco más tocada. Julián, su presidente, ha vivido muy mal cada traspaso de negocio; la acampada no le parece ni bien ni mal, pero no está dispuesto a perder ni un solo establecimiento más. –sicario replicaba a sicario, y Borja lo hacía con Marta—. Borja sabía lo que decía, recordaba perfectamente los gritos de Julián, no entendía cómo había que tolerar lo que estaba pasando, algunos de los comerciantes “desalojados” llevaban decenas de años explotando sus negocios. Borja reconocía ahora que la idea del “cuanto peor mejor” había resultado un disparate. La prueba era lo que estaban haciendo en ese momento, diseñar y ejecutar algo así como una estrategia conjunta. Al final lo único que habían logrado los Borlines era desprestigiarse, igual que los Marleta, pero además los Borlines habían cedido territorio, y esa idea no dejaba de mortificar un tanto a Borja, que tomaba de nuevo la palabra. —Hemos repasado las alturas, respecto a lo que podríamos llamar “la base”, pues está claro que los indecisos ya se han pasado a la acampada, y me parece que incluso algunos de los convencidos también. Todos reconocieron que vista así, la situación era, cuando menos, delicada. Sí, había que actuar. Fue también Borja el que invitó a Marta a continuar con el discurso que había iniciado. —Decía que hay que hablar de la realidad, de que los recursos son siempre escasos y de que hay que pelear por ellos. Que la colaboración está muy bien, pero que al final las cosas son como son, y no hay para todos de casi nada. Yo creo que éste debe ser el argumento central: los recursos son escasos. Marletas y Borlines no hacen más que responder a algo tan evidente y cierto como eso. —Pero Borlines y Marletas llevan mucho tiempo colaborando – terció Dolores—. —Cierto – respondió Marta –. Pero la gambinarda lo permitía, ahora ya no. —O sea, que todo esto pasa porque la economía nos obliga –era nuevamente Dolores—. —Por supuesto, no hay nada personal en ninguna parte, la economía no es nunca personal. Es la pura lógica de los hechos, si los recursos disminuyen sólo el más fuerte se quedará con lo que quede. No es culpa de nadie. Pueblo Verde se enfrenta a una importante disminución de prácticamente todo, Marletas y Borlines no hacen más que responder a eso, pelearán por su parte –Borja lo razonaba de una manera que a él le parecía bastante evidente—. —Pero todos son de Pueblo Verde – apuntó Ernesto—. —Pura conveniencia, sobre todo son Marletas y Borlines, y al final, eso es lo único que cuenta y que va a contar. Los mensajes se multiplicaron, fundamentalmente a través de “Luna Verde” y de la radio local, medios que se mantuvieron impecablemente abiertos a todas las opiniones. Por allí desfilaron el alcalde, la líder de la oposición y los concejales de casi todos los ramos. La crisis económica de Pueblo Verde pasó del discreto segundo plano en el que casi se había mantenido a ser la causa de todo. El Ayuntamiento pasó también a dar una imagen —bien falsa en el fondo— de unidad institucional, pero él análisis de su discurso estaba muy lejos de llamar a la unidad. Tal y como había apuntado Marta, todos los mensajes acababan diciendo más o menos claramente lo mismo. Los recursos son escasos, el momento es muy duro, quizás ya Pueblo Verde no dé para todos, es lógico que Borlines y Marletas estén preocupados y ocupados en defender lo que creen suyo; es natural. Y luego se cargaba contra la acampada: en estos momentos difíciles no es momento para aventuras ni para acciones poco sensatas que alteran la vida ciudadana. Quizás lo que buscan esos actos sea bueno, y todos debemos tomar nota de su intención, por supuesto que todos somos de Pueblo Verde, pero algunos llevamos aquí generaciones, y otros apenas acaban de llegar, quizás debieran primero conocer a fondo dónde están. Habían discutido mucho si cargar contra Laura o no, al final se había impuesto que sí. Borja no lo tenía nada claro, no le gustaba nada contribuir a forjar una heroína, pensaba que si Laura protagonizaba un par de acciones más que se parecieran a la del inicio del la representación, ya le podían dar las llaves del Ayuntamiento. Sin embargo, algo tan presente en las mentes pequeñas como menospreciar al forastero se había impuesto, y la campaña acabó incluyendo una mención especial para Laura. La tercera semana de la acampada se inició con la conciencia clara de que no podía ser ilimitada en el tiempo. Estaba muy bien su existencia, había servido para plasmar la necesidad de hacer algo ante lo que estaba sucediendo, pero ahora había que recapitular y alcanzar resultados. La acampada había focalizado siempre su energía, inicialmente se había tratado básicamente de una cuestión: ¿Cómo pasamos de ser Borlines y Marletas a ser todos de Pueblo Verde? Y poco a poco la economía había ido tomando protagonismo. Si la economía de Pueblo Verde debe cambiar, ¿Hacia dónde? Luisa y Laura lideraban con tacto, no se rechazaba ninguna propuesta de debate, pero

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