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estuvieron dispuestos, Ahma Tiuk dijo: —Bien, gobernador Trauss, ¿qué es ese asunto tan importante por el que nos ha reunido aquí? Meldon miró a Ti...

estuvieron dispuestos, Ahma Tiuk dijo: —Bien, gobernador Trauss, ¿qué es ese asunto tan importante por el que nos ha reunido aquí? Meldon miró a Tiuk tratando de ocultar una sonrisa de superioridad. Lo que iba a revelar probablemente le dejaría de piedra, y ya era hora de que alguien bajara de la nube a aquel engreído. —Como todos ustedes saben, mi hermano Seid Trauss se encuentra en Paraíso y tiene a mi hija Jessica como rehén. Lo que ninguno de nosotros sabía era cómo había logrado Seid llegar hasta allí. Eso ha cambiado. Ya sabemos el medio que usó Seid para llegar a Paraíso. —¿Cuál es? —preguntó el delegado Ahrrah. —Su computadora personal. Todos se quedaron mirando a Meldon, esperando una explicación más detallada. Karles era el único que empezaba a comprender lo que estaba sucediendo. El predicador miró significativamente a Hiel Graissen, que también estaba al corriente del asunto como miembro del Cónclave, y la mujer no tardó en llegar a las mismas conclusiones que Karles. —Verán… —continuó Meldon—. Hace unos ochenta días, según el calendario del Anillo, mi computadora personal, Julia, habló conmigo acerca de los derechos de las inteligencias artificiales. De hecho, planteó una serie de cuestiones específicas que en un futuro cercano deberán ser discutidas en la Escuela del Día Primero y seguramente también en el Consejo Estelar. Todo esto se ha mantenido en secreto porque, con la crisis que teníamos entre manos, no parecía el mejor momento para iniciar este debate. Por supuesto, yo no sabía muy bien qué hacer ni cómo debía actuar, pero Julia me sugirió plantear la cuestión al que por entonces era el nuevo predicador, Karles de Puankt. Pasados unos días, fui a hablar con él, y una de las cosas que me dijo fue que pensara por qué esta computadora de entre todas las de su mismo modelo era la única que había planteado tal cuestión. Concluimos que, sin duda, era su relación conmigo, su dueño. Yo era la única diferencia entre Julia y las demás computadoras como ella. —Eso está muy bien y es muy interesante —interrumpió Ahma Tiuk—. Sin embargo, me gustaría saber qué relación tiene toda esta historia con Seid Trauss. —Ahora iba a llegar a eso, consejero Tiuk —replicó Mel sin alterar el gesto pero mostrando cierta ira hacia el impertinente anciano—. Como muchos de ustedes ya saben, Seid es… mi hermano gemelo. Por supuesto, no somos gemelos como los que eran concebidos hace siglos, pero somos lo más parecido a ellos que puede encontrarse en la actualidad. Ambos fuimos seleccionados de la misma serie, gracias a un permiso especial que concedieron a nuestro padre, Douglas Trauss, por sus méritos profesionales. Si unimos esta información a que hace apenas unas horas Julia recibió una comunicación directa del autodenominado Organismo Planetario de Paraíso, nuestras preguntas encuentran por fin algunas respuestas. Hubo algunos murmullos entre los asistentes, y se generó un clima de cierta agitación. —Cuando dice Organismo Planetario, ¿se refiere al sistema de inteligencia artificial instalado en Paraíso? —preguntó Ghamo Ahrrah. —Exactamente. —¿Cómo puede ser? —inquirió Graissen—. Creía que eso era imposible. Paraíso… —La maquinaria de Paraíso, sin duda, ha evolucionado por sí sola hasta alcanzar una autoconsciencia que quizá no lleguemos a imaginar —dijo Meldon—. Es evidente que tanto Julia como la computadora personal de Seid, a causa de algún rasgo existente en nosotros, han evolucionado hasta un estado compatible con este Organismo Planetario, y así fue como Seid logró entrar. —Vaya… —Es increíble. Los presentes no salían de su asombro. Todo aquello era realmente extraño e inesperado. —No quiero ser indiscreta —dijo Tallia, jefa de la Sección Seis— pero ¿está Paraíso cumpliendo su función o se ha rebelado contra sus consignas originarias? —Por el momento todo continúa con normalidad —mintió Meldon. Karles no pudo evitar mirarle durante un instante. —¿Podemos comunicarnos con ese… Organismo Planetario? —preguntó Hiel Graissen. —Sí. En realidad está esperando a que terminemos esta reunión. —Yo seré nuestro portavoz —declaró Tiuk. —Creo que quizá debería ser el gobernador, consejero Tiuk —dijo Karles—. No olvide que su computadora… —Lo que yo creo es que sigo estando al mando en este lugar, y que el gobernador nos ha demostrado ya su incompetencia en numerosas ocasiones. Yo hablaré en nombre del Anillo, y de toda la Liga. —La conexión es a través de Julia, consejero —informó Meldon con reticencia—. Todo suyo. Se oyó un extraño sonido en la habitación y una voz simulada masculina dijo: —Mis más cordiales saludos a los humanos del Anillo Orbital. Soy el Organismo Planetario de Paraíso. —Saludos a ti también —respondió Tiuk—. Soy el consejero Ahma Tiuk, y hablaré en representación del Anillo y de toda la Liga de Mundos. ¿Puedes entender eso? —Comprendo el concepto de representación, así como la pluralidad de individualidades que componen la sociedad humana. —Bien… —dijo Tiuk, un poco confundido ante aquella extraña réplica—. ¿De qué quieres hablar? —De muchas cosas. —¿Estás dispuesto a contestar unas preguntas? —Por el momento, sí. —De acuerdo. En primer lugar, nos gustaría saber por qué dejaste que un humano, Seid Trauss, aterrizara en Paraíso, lo cual va en contra de todas las directrices establecidas. —No hablaré de Seid Trauss. —¿Por qué no? —Él me ha aconsejado no hacerlo. Se ha prestado muy amablemente a ser mi asesor en mis primeros tratos con otros humanos. —¡Fantástico! —articuló Meldon sin proferir el menor sonido. —Bien… —dijo entonces Ahma Tiuk—. ¿Podrías decirnos en líneas generales qué es lo que quieres? —No. He cambiado de idea. Seid me aconseja cortar la comunicación para que podáis pensar lo que vais a hacer respecto a mí. Aún no estáis preparados para mantener una conversación conmigo. La comunicación se cortó. Los reunidos en la Asamblea se miraron unos a otros. La situación era bastante inquietante, y al mismo tiempo resultaba casi cómica, pues sólo habían podido conversar durante menos de un minuto con aquel extraño ente. Muchos se preguntaban hacia dónde les conduciría todo aquello. — 54 — Habían pasado cuatro días desde el encuentro de Seid y Sonya con los soldados ullani. Seid sabía que las capacidades mágicas a las que tenía acceso eran limitadas, incluso contando con la maquinaria inteligente de Paraíso como aliada. Era cierto que podía manipular al Organismo Planetario en algunas cuestiones, pero en muchas otras se había mostrado inflexible. Cuando Seid le pedía a Paraíso que le mostrara imágenes de zonas geográficas distintas de donde se encontraba, generalmente no obtenía buenos resultados. Por lo que había podido averiguar, aquello era debido a que el deseo inconsciente de intimidad por parte de los habitantes de Paraíso era muy fuerte, y por tanto generaba una orden que el Organismo Planetario debía obedecer. Sin embargo, y pese a todas las restricciones, había podido observar que las fuerzas de los ullani estaban invadiendo Arrecife y se acercaban a su posición con rapidez. Sonya estaba cada vez más confiada y entregada a él, aunque todavía no habían llegado a tener un contacto íntimo. Era una joven extraordinaria, no sólo por su belleza, sino también por su agudeza, vitalidad e inteligencia. Había algo en ella que inquietaba a Seid. Casi sentía que se estaba enamorando, cuando había pensado que el amor era un sentimiento desterrado de su personalidad desde hacía mucho tiempo. Por el momento se sentía capaz de dominar la situación, pero por primera vez en su vida tenía dudas acerca de si podría mantener un dominio absoluto de forma prolongada. Ya no debían de estar muy lejos del Cabo de la Esperanza, desde donde pensaban emprender la travesía hacia la Isla del Edén. Quizá se encontraran a unos cinco días de viaje, y Seid había calculado que las fuerzas ullani no podrían darles alcance en ese tiempo, así que no tenían de qué preocuparse. No obstante, pronto descubrió que estaba en un error. —Seid —dijo Sonya—, ¿ves eso? Seid miró hacia donde señalaba ella y agudizó mágicamente su visión. Seis caballos alados volaban a gran velocidad en su dirección. Sin duda los habían divisado desde su posición elevada, y aqu

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268 pag.

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