Uno puede conocer también lo mismo a partir de las siguientes consideraciones, si contempla la vida humana bajo una clarificadora luz. Descubrirá, ...
Uno puede conocer también lo mismo a partir de las siguientes consideraciones, si contempla la vida humana bajo una clarificadora luz. Descubrirá, en efecto, que todas aquellas cosas que les parecen grandes a los hombres son mera apariencia; de ahí que se diga con justicia que el hombre no es nada y que ninguna de las cosas humanas es permanente. Y es que, ciertamente, la fuerza, la envergadura y la belleza son ridículas y de ningún valor, pues parece que son tales sólo porque no vemos nada con exactitud. Pues si alguien pudiera ver de forma tan aguda como le atribuyen a Linceo, que veía a través de los muros y los árboles, ¿podría parecerle soportable entonces la visión de una persona, si viera de qué vicios está compuesto? Honores y fama, cosas que envidiamos más que las demás, rebosan de una futilidad indescriptible, pues para el que observa algo de las cosas eternas resulta necio interesarse por aquellas cosas. ¿Y qué es perdurable y duradero entre las cosas humanas? Es a causa de nuestra debilidad, pienso, y de la brevedad de la vida, por lo que incluso ésta parezca importante.
Compartir