III KANT Y LA BIBLIA IV AUTORES, TEXTOS Y TEMAS F I L O S O F Í A 60 V KANT Y LA BIBLIA Principios kantianos de exégesis bíblica Andrés Lema-Hincapié UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA UNIDAD IZTAPALAPA División de Ciencias Sociales y HumanidadesCasa abierta al tiempo Prólogo de Jean Grondin VI Kant y la Biblia : Principios kantianos de exégesis bíblica / Andrés Lema-Hincapié ; prólogo de Jean Grondin. — Rubí (Barcelona) : Anthropos Editorial ; México : Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa. División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2006 XII p. 259 p. ; 20 cm. — (Autores, Textos y Temas. Filosofía ; 60) Bibliografía p. 235-244. Índices ISBN 84-7658-768-6 1. Kant, Immanuel 2. Biblia - Crítica e interpretación I. Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa. División de Ciencias Sociales y Humanidades (México) II. Título III. Colección 1 (Kan) Lem Primera edición: 2006 © Andrés Lema-Hincapié, 2006 © Anthropos Editorial, 2006 Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona) www.anthropos-editorial.com En coedición con la División de Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, México ISBN: 84-7658-768-6 Depósito legal: B. 4.039-2006 Diseño, realización y coordinación: Plural, Servicios Editoriales (Nariño, S.L.), Rubí. Tel.: 93 697 22 96 / Fax: 93 587 26 61 Impresión: Novagràfik. Vivaldi, 5. Montcada i Reixac Impreso en España – Printed in Spain Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por foto- copia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. VII A María Ofelia y a Diego, después de estos años difíciles... Y que duran todavía IX ¿Hay una exégesis de las Escrituras Santas en la obra de Kant, o incluso una hermenéutica? Como lo recuerda el pene- trante libro de Andrés Lema-Hincapié, algunos autores lo han puesto en duda. Es cierto que Kant jamás define sus propios principios y que no es un verdadero exegeta de la Biblia en el sentido en que lo entendemos hoy. Porque fácilmente identifi- camos la exégesis con el método histórico-crítico, cuya eviden- cia tan sólo viene a reconocerse plenamente en el siglo XIX, y ello en gran parte según las huellas del mismo Kant, quien im- puso el primado del saber científico, fundado sobre datos verifi- cables, sobre toda interpretación que reposase únicamente en la autoridad, en la inspiración o en el sentimiento. Los dos tér- minos constitutivos de este método exegético, es decir, historia y crítica, ya poseen una resonancia fuertemente kantiana. Es, por supuesto, con una «Historia de la razón pura» por donde termina la primera Crítica. A pesar de ser un capítulo de una brevedad inaudita, y que constituye de facto la conclusión de la obra, ello no impide que Kant haya sido el primero en hablar de una «historia de la razón pura». La expresión es tanto más pa- radójica cuanto que la Arquitectónica de Kant acababa de diso- ciar el saber histórico del conocimiento por razón pura. Sin embargo, se trataba de reconocer que la razón pura podía, y que incluso debía, ser interpretada históricamente. Si la histo- ria formaba la última palabra de la Crítica, convendría que no se olvidara que también ella constituía la primera palabra: el prólogo de 1781 se abría evocando ya el destino muy singular (das besondere Schicksal) de nuestra razón. PRÓLOGO X Así, es entonces erróneo reprochar a Kant el no tener nin- gún sentido histórico. ¿No propuso él en su Crítica una «her- menéutica» célebre de la noción de idea en Platón, lo cual lanzó un adagio célebre («no hay nada sorprendente en el hecho de comprender a un autor mejor de lo que él mismo se compren- dió») y que quizás como ningún otro adagio marcó la historia de la hermenéutica moderna? Es en esos incisos y en esas alu- siones donde Kant hacía hermenéutica. Es sabido que le gusta- ba silenciar sus fuentes. Hay pocas obras como la Crítica de la razón pura en las que el Index nominum sea tan limitado. Ex- humar las fuentes históricas del trabajo exegético de Kant no es el menor mérito del libro del señor Lema-Hincapié. Él las encuentra con justeza en el protestantismo (cuyos represen- tantes principales casi jamás evoca Kant), el pietismo y los manuales de la metafísica escolar de Wolff, Meier y Baumgar- ten. Bien se sabe que estos autores también desarrollaron im- portantes tratados de hermenéutica, los que Kant nunca cita pero que con seguridad debió conocer. Aunque como ellos él sea el heredero de la Bibelkritik, se tiene un poco la sensación de que Kant quiso excluir la hermenéutica del horizonte de una crítica de la razón pura. Cuando define el propósito de su crítica, Kant precisa en efecto que por ella no entenderá «una crítica de libros y de sistemas, sino una crítica del poder de la razón en general» (A XII). Ahora bien, que él se tome la molestia de subrayarlo significa, como lo ha recordado Hans Blumenberg, que el sentido del término «crí- tica», esto es, entendida como crítica de libros, seguía siendo el sentido más corriente en su época. El ars critica buscaba produ- cir ediciones fiables, las que todavía nosotros continuamos lla- mando «críticas» —escritos antiguos a los que se les rectifica el texto transmitido por la tradición (sentido que de modo muy natural presuponía Schleiermacher cuando daba cursos bajo el título «Hermenéutica y crítica», por demás el título con el que su alumno Lücke publicó la hermenéutica de su maestro en 1838). No obstante, cuando circunscribe el proyecto de su crítica (B 25), Kant dice también que su propósito consistirá en «recti- ficar» (Berichtigung) la razón, como si se tratara de restablecer el «texto original» de la razón pura misma. Pero si él la presupo- ne, Kant busca entonces defender su proyecto de una crítica de la razón pura a contrapelo de la tradición del ars critica. XI Véase esta única pregunta: ¿puede la razón pura conocerse a sí misma directamente? Al igual que Descartes, Kant parece pre- suponer una respuesta positiva a lo largo de su obra, pero ésta es una evidencia que las dos vertientes de su filosofía crítica, la teó- rica y la práctica, ponen en duda y de manera muy fundamental. De hecho, los Paralogismos muestran que la razón pura sucum- be a sofismas cuando pretende conocerse a sí misma. Todo aque- llo que con certeza puede decirse de nuestro pensamiento es que piensa —dice Kant. Todos conocen su cáustica conclusión: el «yo pienso» constituye el «único texto» de la psicología racional. El pensamiento es pues un texto, a la espera de hermenéutica. Ese límite hermenéutico de la razón será subrayado de otro modo en la filosofía práctica, la cual funda, como lo recuerda el señor Lema-Hincapié, toda su práctica exegética. Kant reco- noce a menudo que la razón humana no está ella misma en capacidad de sondear la moralidad de sus propias acciones. Aunque el imperativo categórico se nos dé íntimamente con una evidencia irrecusable por medio de nuestra razón, nos es imposible saber si alguna vez hemos obrado moralmente, es decir, por puro respeto para con la ley moral. De allí la necesi- dad, según Kant, de admitir, o de «postular», un ser omniscien- te que sería el único capaz de sopesar la moralidad de nuestro obrar y de otorgarnos una felicidad proporcional a dicho obrar. Se trata, es claro, de un postulado de la razón misma: es la razón práctica la que en cierto modo exige la existencia de un ser que la conociese mejor de lo que ella misma se conoce (y esto no deja de recordar otra vez el adagio hermenéutico de Kant). Como lo recuerda el señor Lema-Hincapié, a pesar de que Kant intenta atenuar el alcance de la doctrina protestante de la justificación, aquí él sigue siendo luterano. La razón práctica se da a entender a sí misma en un texto, el del imperativo categórico —del cual Kant propone varias
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