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Max Scheler es, junto a Edmund Husserl y Martin I leidrg|i.............. los principales representantes de la fenomenología, un lilrlnd.. filosófico de principios del siglo XX basado en la intuición nipli Moni o contemplación de las esencias de las cosas. A diferencia di lo i< filósofos citados, Scheler pone su método al servicio de la nica proponiendo un enfoque complementario del racionalismo 1 iiiilluim que quiere dar mayor relieve a los sentimientos y snpciai la ah inda separación entre la razón y la sensibilidad. De esta forma Mi la !i i construye una teoría ética a la que da el nombre de «ética malí i lili de los valores», donde se hace eco de las tesis pase,aliana .a I...... I la logique du coeur. La preocupación actual por los valores, como parte de la leía la moral, puede encontrar un antecedente en el empeño de Mclieli i pui promocional’ los valores espirituales frente a los simplemente utilitarios, otorgando un papel fundamental a la intuición espli Huid Bajo el título Gramática de los sentimientos se recogen aquí al/pilio capítulos de los libros fundamentales de Scheler, más ni rúa le\n> autónomos. El conjunto del libro da cuenta de los momentos nía i sobresalientes del pensamiento del filósofo: una fenomenología del amor y del odio, una crítica al concepto formal de razón de Kanl unas consideraciones sobre el impulso que necesita el filósofo pata hacer filosofía y un estudio sobre el sentido de lo trágico. Los capítulos de este libro son una muestra de la actualidad de la ética de Scheler, la cual subraya la importancia de las emocionen y del gusto espiritual por los valores, anteponiendo una éliea nano actitud, a la ética como pura teoría. En la sensibilización hacia Ion valores ve Scheler el fundamento de la actitud ética y la eoneepeion de la filosofía como una actividad espiritual. Gramática de los sentimientos Max Scheler Lo emocional como fundamento de la ética a o■■■ O G ram ática de los sentimientos Lo emocional como fundamento de la ética CRÍTICA/FILOSOFÍA Directora: VICTORIA CAMPS P ÁÁ Gramática de los sentimientos Lo em ocional como fundam ento Selección, edición y prólogo de P a u l G ood Traducción castellana de D an ie l G am p er 1>0 0 0 1 2 3 0 1 7 5 de la ética Max Scheler CRÍTICA Barcelona Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Título original: Grammatik der Gefühle Das Emotionale ais Grundlage der Ethik Cubierta: Joan Batallé Fotocomposición: Fotocomp/4, S. A. © 2000: Deutscher Taschenbuch Verlag GmbH & Co. KG, Munich/Germany © 2003 de la traducción castellana para España y América: Crítica, S. L„ Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona e-mail: editorial@ed-critica.es http://www.ed-critica.es ISBN: 84-8432-415-X Depósito legal: B. 48.506-2002 Impreso en España 2003. - A&M, S. L., Santa Perpetua de la Mogoda (Barcelona) LEER A MAX SCHELER SIGNIFICA I )ESPERTAR EL SENTIDO PARA LOS VALORES I ,A PERSONA Y EL CONJUNTO DE LA OBRA Max Scheler, nacido el 22 de agosto de 1874 en Munich y falle- i ido el 19 de mayo de 1928, es en la filosofía alemana un fenómeno ioialmente inusual, gigantesco. Su estilo de pensar, de escribir y de vivir no se corresponde en modo alguno con la imagen del filósofo académico que está al servicio de un sistema conceptual. Se com porta, más bien, como el artista, el genio, el visionario del espíritu. Se esforzó por devolverle un terreno a la vida emocional. Y es al terreno de la vida emocional al que libera del prejuicio de lo desor denado, de lo caótico, de lo meramente empírico-psíquico, ponien do al descubierto, mediante análisis fenoménicos detallados de la simpatía, del amor, del odio, de la vergüenza, de la alegría, del resen timiento, las regularidades de sentido de la vida emocional como algo genuinamente espiritual. En la distinción procedente de la anti güedad griega de los actos espirituales entre sentir, conocer y querer, restituye al sentir, tras haber sido excluido por el racionalismo y la Ilustración de la actividad del conocimiento, su estatuto espiritual. Sí, Scheler considera el ánimo la «madre de la razón». Y como con tenido o correlato de los actos espirituales del sentir, rehabilita los va lores en función de los cuales nolens volens nos orientamos. Lo inusual de este filósofo es que traslada al ámbito de lo espiritual, con medios del análisis fenomenológico, lo que en la psicología y el psicoanálisis a principios del siglo XX había sido expresado y expli cado en conceptos de la vida instintiva. El éxito de sus escritos durante su vida fue enorme. En los años mailto:editorial@ed-critica.es http://www.ed-critica.es Gramática de los sentimientos veinte Scheler era considerado un intelectual de primer orden, cuya influencia se extendió mucho más allá de la Universidad de Colo nia, en la que fue profesor de filosofía desde 1919 hasta 1928. Ya en 1921 escribió en una carta que recibía unos considerables ingre sos anuales de sus libros, lo que no podían afirmar de sí otros filó sofos. El motivo de esto no era acaso una escritura popular sobre filosofía. El éxito se debía más bien a la actualidad de los temas, a la amplitud de los puntos de vista, que Scheler introducía desde todas las culturas y ámbitos de conocimiento pensables; a la pro fundidad y claridad de las relaciones esenciales, que presentaba ofreciendo una orientación; a la fuerza de la evidencia, que Scheler realizaba dentro del grupo de los fenomenólogos; a la dimensión cósmica que su filosofar siempre ha adoptado. De los muchos testimonios de la época sólo basta con señalar el de Martin Heidegger, que en un artículo necrológico1 habla de Scheler como la fuerza filosófica más vigorosa de Alemania, y de la filosofía a nivel mundial de la época. Elogia la totalidad de su cues tionar, su inusual olfato para nuevas posibilidades del pensamiento, la obsesión por la filosofía así como la fidelidad de la orientación interna de su pensamiento, a pesar de la capacidad de transforma ción y de los siempre renovados impulsos, en los que debe encon trarse la fuente de la bondad infantil de su personalidad. Las grandes obras como El formalismo en la ética y la ética ma terial de los valores (GW 2), De la subversión de los valores (GW 3), De lo eterno en el hombre (GW 5), Esencia y formas de la simpatía (GW 7), son las que encontraron una difusión más amplia. A estos hay que añadir los dos volúmenes de estudios sociológicos, los Es critos sobre sociología y teoría de la concepción del mundo (GW 6) y Las formas de saber y la sociedad (GM ̂8). El volumen Escritos tar díos (GW 9) contiene el muy notable estudio antropológico «El lugar del hombre en el cosmos», importantes conferencias sobre formación política, así como un análisis de la antigua controversia 1. «Andenken an Max Scheler» («Recuerdo de Max Scheler») en P. Good (ed.), Max Scheler im Gegenwartsgeschehen der Philosophie (M. S. en el acontecer actual de la filosofía), Berna, Munich, 1975 (ahora: Bonn), p. 9. Leer a M ax Scheler 9 «Idealismo-Realismo». Contribuyeron a su buena y mala fama los tempranos libros de guerra sobre el Genio de la guerra, sobre la Guerra como vivencia total, sobre las Causas del odio a lo alemán, que se presentan bajo el título Escritospedagógico-políticos (GW 4). La mala fama no se refiere tal vez a extravíos racistas. Desde el prin cipio Scheler introdujo una dimensión cosmopolita en sus refle xiones políticas. Ésta debe de ser una de las razones por la que más tarde los nacionalsocialistas minimizaron su obra y tras la temprana muerte del filósofo impidieron su publicación. La mala fama se re fiere más bien a la euforia, que Scheler compartiócon la totalidad de la intelectualidad alemana de entonces, de esperar de la guerra la liberación y renovación de las fuerzas espirituales de Europa. Se ha ridiculizado a Scheler, no sin razón, por haber entendido por «guerra» las guerras persas y no la primera guerra mundial. Sus ideas al respecto estaban probablemente influenciadas por el him no de Friedrich Nietzsche a la lucha como elixir espiritual de los griegos, como endurecimiento espiritual y artístico. En 1927 Scheler presentó en Berlín una defensa no menos fulminante, La idea de la paz y del pacifismo, en la que confrontó la vida instintiva con la idea de la paz, pero también rechazó críticamente formas erróneas del pacifismo. Finalmente, Scheler falleció en las primeras semanas tras su tras lado a la Universidad de Frankfurt a la edad de 54 años, cuando se hallaba en medio de grandes planes de trabajo sobre una metafísica de las metaciencias y de la metahistoria que debía incluir los nue vos modelos científicos del mundo, y que ha sido finalmente pu blicada en cinco volúmenes con amplias notas y esbozos. Escritos postumos (GW 10-14). Si se quiere hacer una comparación con otros filósofos de su tiempo, los paralelismos con el filósofo francés Henri Bergson son más fuertes si prestamos atención a estas meta- ciencias, que si prestamos atención al papel desempeñado por la intuición como método verdadero del filosofar en ambos, o a la fi losofía de la vida de cada uno, o a la teoría de los instintos y el con cepto personal de espíritu. Pero el compromiso con la educación de su época era mucho más acentuado en Scheler, y más inusual para un alemán. 10 Gramática de los sentimientos Max Scheler, de quien actualmente la opinión pública aun sabe que perteneció a la tríada estelar de la fenomenología alemana jun to con Edmund Husserl y Martin Heidegger, trasladó todos los te mas que trató partiendo de los datos descriptivos y empíricos, hacia lo esencial, lo «a priori», y espiritual. Así, en primer lugar, estableció un concepto propio de fenomenología, en el que la intuición espiri tual (Anschauung, contemplación de las esencias) es más importante tanto en la vertiente de los actos del sentir, conocer, querer, como en la de los correlatos objetivos de los mismos, que el constante afilar metódico de los cuchillos sin llegar nunca a la comida que hay que cortar. En segundo lugar, logró así un concepto de valor libre de bie nes y de finalidades, de placer y de validez meramente formal, cuya conexión esencial a priori, por ejemplo, según la superioridad o infe rioridad, era contemplada por él como dote material del espíritu y la empleó como nueva fundamentación del comportamiento moral de las personas. En tercer lugar, Scheler amplió el concepto filosófico de espíritu limitado al conocimiento racional, después de que Scho- penhauer y Nietzsche ya hubieran reconquistado la voluntad, hasta abarcar el sentir (valorar) como actividad espiritual intencional or denada (pero en todo momento también susceptible de desorden), que ofrece una fundamentación filosófica de la psicología y de la ética. En cuarto lugar, fundamentó una filosofía de la religión que culmina en un fundamento personal del ser, sobre una base feno- menológica, al mostrar algo eterno (espiritual) en el ser humano. No obstante, más tarde corrigió esta filosofía de la religión en favor de un fundamento panteísta anónimo de la vida, que como Ens a se, unifica en sí el deseo y el espíritu, a partir de cuya lucha y disputa en el mundo sólo se realiza a sí mismo. En quinto lugar, se consagró a estudios de filosofía de la ciencia y sociología de la ciencia, en los que relacionaba el papel desempeñado por la vida instintiva y su correspondiente valoración en la educación, el saber y el poder. Si guió con mucha atención las transformaciones de la política educa tiva de los años veinte y formuló una ley de las consecuencias de la actividad de factores reales e ideales en la sociedad. Finalmente logró, en sexto lugar, un proyecto de filosofía antropológica que de bía integrar los resultados de las ciencias de la naturaleza y las cien Leer a M ax Scheler 11 cias sociales, que, como Arnold Gehlen y Helmuth Plessner2 re trospectivamente confirman, ha ofrecido una guía para todo subsi guiente tratamiento de este tema en la filosofía. Estos seis puntos mencionan únicamente acentos importantes de la posición de Sche ler y de las transformaciones de su filosofar. Para una presentación más detallada se puede consultar la bibliografía más reciente.3 Para medir hasta cierto punto la actualidad y la riqueza de la fi losofía de Scheler hoy en día, hay que echar una ojeada, junto con las grandes cuestiones, a los pequeños y sorprendentes temas que los filósofos de su tiempo apenas trataron. Esto ya se inicia con un títu lo como Trabajo y ética de 1899 (GW 1), que delata una percepción de cuestiones sociales. Más tarde, Scheler ofreció con su estudio Conocimiento y trabajo (GW 8) la primera gran crítica alemana al pragmatismo americano. Hay que pensar que Scheler ya había pu blicado en 1913 un texto sobre «El sentido del movimiento de mu jeres», otro sobre «La psicología de la así llamada histeria de la ter cera edad y la correcta lucha contra el mal» (ambos GW 3). En 1921 dio una conferencia en Colonia sobre «Problemas de población como una cuestión de visión del mundo» (GW 6). Aunque sus in tuiciones de entonces no se puedan trasladar a situaciones actuales, nos pueden dar sin duda importantes impulsos para la reflexión y puntos de crítica. Los menciono para demostrar gran sensibilidad hacia cuestiones actuales de su modo de pensar orientado a partir del sentir espiritual. Scheler criticó la burguesía y el capitalismo, de la misma forma que desarmó el socialismo profético y marxista, y 2. Véase A. Gehlen, «Rückblick auf die Anthropologie Max Schelers» («Mirada retrospectiva a la antropología de Max Scheler), H. Plessner «Erin- nerungen an Max Scheler» (Recuerdo de Max Scheler), ambos en P. Good, ed., Max Scheler im Gegenuiartsgeschehen der Philosophie (M. S. en el acontecer actual de la filosofía), op. cit., pp. 179 ss. y pp. 19 ss. 3. En 1998 se publicaron dos libros introductorios a la vida y obra de Max Scheler: P. Good, Max Scheler. Eine Einfiihrung (M . S. Una introducción), Dussel dorf, Bonn 1998, y W. Henckmann, Max Scheler, Munich, 1998. Es muy infor mativo a nivel biográfico y por lo que se refiere a la obra la monografía fotográfi ca de W! Mader, Max Scheler in Selbstzeugnissen und Bilddokumenten {M. S.: sus propios testimonios y documentos fotográficos), Reinbek b., Hamburgo, 1980. 12 Gramática de los sentimientos defendió la renovación religiosa y la reconstrucción cultural de Europa. Hizo gala de una atención inusual y de un distanciamiento crítico frente a la filosofía y a la práctica vital indias y del Lejano Oriente, de modo especialmente detallado en «Del sentido del su frimiento» (GW 6), aunque se encuentran esparcidas en muchas alusiones en la totalidad de su obra. Frente a una cultura positivis ta del progreso y de la unidad, defendió el derecho a las diferentes formas de conocimiento: mito, religión, cosmovisión natural, filo sofía, ciencia, arte. Y se implicó con fogoso fervor a favor de la im portancia de la educación, que para él abarca igualmente la educa ción del saber, de la persona y del corazón. Y el modo como él al fin penetra filosóficamente con ininterrumpidas embestidas en los nuevos resultados de la imagen científica del mundo (biología, cos mología) y considera sus consecuencias metafísicas, no tuvo igual en la filosofía alemana de su tiempo. En todo esto se manifiesta la apertura y amplitud de una perso nalidad, que el historiador del arte Heinrich Lützeler, prominente discípulo de Scheler, no se avergonzaba de denominar como ge nio. Yo prefiero la expresión de Scheler del filósofo como persona lidad genial, porque personalidad genial es el tipode persona que rastrea en todas las cosas una dimensión espiritual, con humildad y devoción, como señalaba Scheler, esto es, sin el delirio del genio. Pero también la filósofa Edith Stein escribió que nunca le había sido dado contemplar el fenómeno de la genialidad con tanta pu reza como en Max Scheler. Igualmente el filósofo francés Alexan- dre Koyré admiraba la «fecundidad y destreza del genio de Max Scheler».4 5 Hay aún que añadir a su biografía de Scheler, que perdió en 1910 la autorización docente como profesor asociado en la Universidad de Munich a causa de una bagatela, cuando todavía vivía separado de su primera esposa Amélie, nacida Wollmann, con la que se había casado en 1899 y con la que también tenía un hijo. En 1912 se 4. «Ein Genie: Max Scheler (1874-1928)», en H. Lützeler, Personlichkeiten (■Personalidades), Friburgo en Br. 1978, pp. 82-128. 5. Ambos testimonios en W. Mader, op. cit., p. 47. Leer a M ax Scheler 13 casó con Márit Furtwángler, la hija del director Wilhelm Furtwán- gler. Tuvo éxito principalmente en Berlín como pensador free lan ce con publicaciones, pero durante la guerra se encargó de tareas tic la Cancillería de Asuntos Exteriores. Era la época de máxima productividad filosóficopublicista. Naturalmente tuvo también cri sis y críticas, las últimas sobre todo tras su renuncia a un funda mento personal y espiritual del ser. En 1924 Scheler se casó por i creerá vez, esta vez con Maria Scheu, de Colonia. Tras la tempra na muerte del filósofo, Maria Scheu inició la edición de las Obras completas, pero no la pudo llevar a la práctica hasta después de 1945. Después de que Manfred S. Frings, actualmente en Chicago, casi haya finalizado esta empresa, todos los escritos son accesibles a la discusión filosófica de corte académico, pero siguen sin abrirse a un amplio público interesado. A este público las pequeñas edicio nes concretas y las recopilaciones como la presente selección de textos le pueden ser útil. C o n c epto y selección de textos Para proporcionar una nueva experiencia de lectura de Max Scheler, hay que presentar en primer lugar el eje del ímpetu de su pensamiento, que radica en una escrupulosa rehabilitación espiri tual de la vida anímica y en la tarea respectiva de despertar el sen tido para los valores. A esto hay que añadir que a los escritos de Scheler les corresponde hoy en día una especial actualidad, la de promover en general el sentido y yo diría que incluso el gusto espiritual por las cualidades y los valores. A mi parecer su aporta ción a la actual renovación de los valores está presente en esta pro moción de los valores espirituales más elevados frente a la impo sición desenfrenada de meros valores utilitarios. Con lo que Scheler no estaría en absoluto de acuerdo es con la concepción de Kant, de que los sentimientos siempre son sensibles, siempre son meramen te empíricos, y por consiguiente deben ser descartados para funda mentar la ética. El logro filosófico básico de Scheler es demostrar que el sentir tiene una importancia espiritual, un orden apriorís- 14 Gramática de los sentimientos tico y una lógica, tanto por lo que se refiere a los actos como a los contenidos. Por ello la entrada a esta selección de textos será el análisis del sentir, acreditado como acto espiritual autónomo e intencional, fren te a todos los estados del sentimiento meramente empíricos. El texto procede de su obra central temprana El formalismo en la ética y la ética material de los valores (GW 2). En él Scheler hace referencia a la conocida frase de Pascal, que el corazón tiene razones que el entendimiento no conoce. Scheler se abre camino en esta logique du cceur con medios fenomenológicos. El segundo texto procede de la obra Esencia y formas de la sim patía (GW 7) y ofrece importantes pasos para una fenomenología del amor, del acto emocional máximo y de sus correlatos espiritua les. Nadie discutirá que el amor está relacionado con actos de las tendencias, pero el amor mismo consiste en su dimensión espiri tual no en actos de las tendencias. Max Scheler se muestra incan sable como refinado psicólogo que sabe distinguir muy bien los matices de las tendencias psíquicas. También se muestra constante mente como noólogo y fenomenólogo, al destilar en todo momen to la dimensión espiritual de las tendencias instintivas y psíquicas. Sobre todo se pone de relieve cómo amar se vincula a valores y cómo consiste en la dirección hacia la superioridad de estos valores. Sólo a través del amar, lo amado (ya sea cosa o persona) recibe su determinación ideal, «deviene» lo que «es»t Este acto intencional se distingue de los meros actos de la tendencia, del preferir, del elegir algo valioso, por el hecho de que no busca dominar en la menor medida posible el contenido intencional, el valor, librándolo, por el contrario, de su propia limitación histórica. En este proceso se discuten naturalmente las ilusiones y los encaprichamientos. Una vez se ha determinado fenomenológicamente la estructura y la dinámica de los actos emocionales del amor, sigue un texto pos tumo de la época temprana titulado «Ordo Amoris» (GW 10), de dicado a las reglas de preferencia del amor y del odio de una per sona, porque sólo se conoce a una persona si se han reconocido las reglas emocionales de preferencia de la misma. No es en absoluto el caso que Max Scheler sólo haya reconocido las relaciones esencia Leer a M ax Scheler 15 les a priori de los actos emocionales y sus correlatos de valor y haya descubierto jerarquías de valor, de modo que, por ejemplo, un sen tir meramente sensible de útil/perjudicial o agradable/desagradable esté situado inferiormente al sentir vital de noble/común o al sen tir más espiritual de bello/feo, de justo/injusto, de verdadero/falso. Antes bien, Scheler como psicólogo, sociólogo de la ciencia y críti co del conocimiento se ha preocupado también siempre de las ex presiones de los mismos en la historia, en el presente, en el indivi duo, en la sociedad, en el Estado. En este texto que no ha pasado de fragmento, el lector se familiarizará, al hilo del análisis de actos y correlatos emocionales, con toda la amplitud de la mirada de Scheler. Además, a esto hay que añadir que al final Scheler com prueba la interpretación naturalista de las ideas innatas de los obje tos del amor, que surge de la herencia de determinadas direcciones del amor y del odio. Scheler reconoce con todo «que ciertos espacios de elección son heredados de modo innato para el Eros», sin embargo, rechaza la teoría de las ideas innatas del amor. No obstante, aquí no se ofrece más que una indicación de las posteriores investiga ciones antropológicas continuadas. De este modo se ha preparado el fundamento para profundizar en el concepto de un espíritu determinado materialmente por el sentir de valores, por las intuiciones de valores. En el cuarto texto, un fragmento clave de El formalismo en la ética y la ética material de los valores, Scheler lleva a cabo en ocho pasos una crítica al concep to formal de la razón «apriorística» de Kant. Aquí la alternativa de Scheler al rigorismo kantiano de una razón vacía, universal y legis ladora para la fundamentación de éticas de ámbitos concretos como por ejemplo la bioética, la ética médica, la ética de la investigación, la ética del comercio, logra la relevancia de una oferta de reflexión altamente digna de tomar en consideración acerca de los valores es pirituales, personales, comunitarios, históricos, culturales y naturales que no se pueden abandonar sin consecuencias negativas, sin recaer en la barbarie espiritual. Estos impulsos para la reflexión metafísica que surgen de la totalidad de la obra de Scheler se basan en su con cepto del valor material a priori del espíritu. Elay ciertos contenidos espirituales a los que no se puede renunciar, a no ser que ya se haya 16 Gramática de los sentimientos renunciado al propio espíritu. La cuestión central rezasiempre: ¿qué es lo dado de lo espiritual? Cuáles son estos contenidos sobre los que hay que reflexionar en un situación y en un peligro histó ricos, es algo que se da en cada época concreta. El reciente y agita do debate sobre las posibilidades de la antropotécnica muestra en cualquier caso de manera suficiente qué fácilmente el discurso me- tafísico de la fundamentación de los valores es abandonado en favor de lo técnicamente realizable y de lo útil a corto plazo. Lo más ur gente en la actualidad es desarrollar un sentimiento para los valo res, en especial, para los valores más elevados. Esta promoción del sentir del valor es la aportación central de Scheler a la filosofía. A esto se le añade como quinto texto una determinación de la esencia de la filosofía que ofrece sobre todo una presentación del ethos y el tipo del filósofo. ¿Qué impulso se necesita para ser des pués de todo un filósofo? Es cierto que no es suficiente con saber enjuiciar y sacar conclusiones correctas sobre las cosas. De lo que se trata es, como dice el título «Sobre la esencia de la filosofía y de la condición moral dél conocimiento filosófico» (GW 5), de que el filosofar no pueda reducirse a mera teoría del conocimiento, cuya importancia no es discutida por Scheler más allá de afirmar que es preciso algo más para que sea filosofía, a saber, cierta actitud mo ral de la totalidad de la persona para alcanzar la dimensión más elevada de una visión filosófica. Impulso espiritual es el término ele gido por Scheler. La condición moral aquí exigida es el específico ethos del conocimiento que ha de distinguir a un filósofo de, di gamos, un científico. Un ethos del conocimiento que le impulsa a llevar hasta la última dimensión metafísica las cuestiones empíricas surgidas. Scheler opera terminológicamente con las diferencias fi losóficas clásicas entre esfera relativa y esfera absoluta, entre apa riencia (Exemplum) y esencia, entre existencia y esencia. El modo de relación moral del mundo sentiente de valores, en el caso de la filosofía entendido como amor, humildad y autocontrol, está uni do de tal modo al mundo teórico, que sólo mediante una deter minada actitud del conocimiento el «objeto de la filosofía» (al cual pertenece también la evidencia de un ser absoluto) puede ser en general alcanzado. Scheler lucha con todos los medios para que la Leer a M ax Scheler 17 filosofía como actitud autónoma de conocimiento frente a la reli gión, la cosmovisión, la ciencia, la técnica, el arte, sea recuperada, para que el tipo del filósofo frente al del santo, el político, el in vestigador, el artista, sea mantenido. Si esta actitud del conoci miento desaparece de las instituciones educativas, porque las acti tudes de valor del conocimiento científico y técnico determinan todos los intereses de la educación, esto puede tener como conse cuencia para Scheler grandes pérdidas educativas. Su esfuerzo va destinado a ampliar el espectro educativo y del saber lo máximo posible, a conceder a toda actitud de conocimiento un derecho re lativo, para permitir así que entren en juego múltiples perspectivas críticas. Con esto he esbozado un panorama de sus grandes análi sis de política educativa y de sociología del conocimiento, que en este texto ejemplar, concentrado en una presentación de la actitud filosófica, sólo se apuntan a grandes rasgos. El final lo constituye la temprana consideración de Scheler con el título «Sobre el fenómeno de lo trágico» (GW 3). Su determina ción de lo trágico se opone en bloque de modo vehemente a cual quier filosofía del destino del ser trágico, que se ilumina y se oculta fatalmente y que degrada a los seres humanos a meras marionetas de este destino. No, el fenómeno de lo trágico surge por un declive temporal, necesario e inherente al dinamismo mismo de los valo res. Trágico es el crepúsculo de los valores y del genio moralmente elevados, a los que la historia retrospectivamente les ha de dar la razón, aunque ha sido justamente la ceguera para los valores propia del acontecer histórico la que ha causado su ocaso. El fenómeno de lo trágico está representado por las figuras individuales que han luchado y que, a causa del desarrollo moral de los valores y a pesar de sus elevadas actitudes valorativas, han perecido; aunque poste riormente son desagraviadas por el juicio de la historia mediante el sentimiento trágico. Que ahí donde los valores luchan histórica mente entre ellos, ahí donde los valores elevados son sometidos y destruidos por valores inferiores, es lo trágico inmanente al reino de los valores lo que se realiza temporalmente. Incluye en sí la cul pa y la responsabilidad. Se trata también de la específica tristeza que se da en contacto con lo trágico. Se critican también las opi 18 Gramática de los sentimientos niones de Aristóteles y Schopenhauer. En todos los textos de Sche- ler resplandece una cercanía a la literatura y al arte. Así, por ejem plo, aquí contempla la figura de Otelo. Y en el estilo y en la elección de las palabras se aprecia un halo artístico, cuando, en tanto que filósofo, no se avergüenza de utilizar en diversas ocasiones la ex presión «color de lo trágico». Lo trágico, inmanente al dinamismo de los valores, es también un fenómeno cósmico y universal, y no uno específicamente humano. Si es cierto que cuanto más elevado es un valor de menos poder dispone para imponerse, y es más im potente, entonces la constante amenaza y derrota de lo elevado frente a lo inferior forma parte de la ley del transcurso de la his toria. Estas ideas están conectadas con los estudios antropológicos y socioculturales de Scheler, en los que se trata de la lucha entre los impulsos de los instintos, de los valores y del intelecto, y se pre senta la urgencia de poner de nuevo en juego una vez tras otra lo superior, tanto a nivel social como individual. Por lo que se refiere a la concepción formal de la selección de textos, me he dejado llevar por la idea de presentar diversas unida des textuales sin recortes ni interrupciones. Los textos 1, 2 y 4 son capítulos completos extraídos del libro sobre el formalismo y del libro sobre la simpatía, de modo que para ampliar la lectura habría que consultar ambos libros. Sobre todo la extensa fundamentación de la ética en el sentir sentimental y en el concepto personal del espíritu, debe ser perseguida en estos dos-libros, para familiarizarse plenamente con el debate actual en torno a los valores. Los tex tos 3, 5 y 6 son estudios autónomos que nos han sido transmitidos como tales unidades textuales, si bien en el caso de 3 se trata de un texto inacabado del autor. Las anotaciones en el texto redactadas por el autor están reproducidas sin alterar, no he transcrito todas las notas de los editores de las Gesammelte Werke (Obras completas) indicadas con un asterisco (*) y escritas entre paréntesis cuadrados, y algunas las he ampliado considerablemente. He considerado que no tema sentido en una selección de textos de Scheler frenar la in mediatez del efecto de lectura mediante demasiadas referencias cru zadas. En especial he renunciado a dejar constancia de las abun dantes confrontaciones y cambiantes valoraciones que Scheler hizo Leer a M ax Scheler 19 de autores como Spinoza o Lreud, cuyas teorías del amor y de los ufectos en un principio rechazó, pero que con el tiempo pasó a va lorar muy positivamente. La presente selección debe despertar, en un primer momento, el apetito por la lectura de este filósofo. ' I ÍTULO Y ACTUALIDAD El título Gramática de los sentimientos hace referencia a la alusión repetida de una «gramática universal de la expresión» en el libro sobre la simpatía.6 Scheler parte de una relación específicamente simbólica entre la vida (vivencia) y la expresión de la vida. Tome mos, por ejemplo, la compasión ante el sufrimiento o la alegría compartida ante la alegría del otro. ¿Qué debe estar dado en mí para que surja la compasión o la alegría compartida?La simple imitación no lo explica sino que presupone justamente algo dado, pues la imitación copia la pena o la alegría. Mi compasión no es la que me presenta como dado el sufrimiento del otro. Pero tam poco es que yo meramente tenga la vivencia del dolor del otro. La empatia, argumenta Scheler, es ya una respuesta a un dato oculto de la vivencia del otro. En mí hay un sentimiento de esta vivencia, que aún no contiene un juicio sobre el sentimiento del otro, y que, no obstante, «sabe» algo de él, aunque yo no experimento el sentimiento empírico del otro. Con base en una corresponden cia que se supone universal entre la vivencia y la expresión de la misma, existe un sentir-con-posterioridad la cualidad del senti miento del otro, sin que se provoque en mí su sentimiento real. Scheler compara este darse la cualidad del sentimiento del otro, con el darse de un paisaje o de una melodía al recuerdo, que no es ciertamente un ver o un oír reales, pero sí que representa el darse verdadero de una cualidad en el recuerdo que «siente-con- posterioridad». En el fenómeno de la expresión, las cualidades de la vivencia se dan de modo inmediato: como, por ejemplo, en el enrojecer de las 6. Véase GW 7, pp. 22, 92 y 112. 20 Gramática de los sentimientos mejillas se da la cualidad «vergüenza», en la risa la cualidad «ale gría». El otro no me es dado nunca como un mero cuerpo, sino siempre como expresión de una vivencia, como «organismo», como aquello que el francés Maurice Merleau-Ponty ha señalado más tar de en muchos análisis de la percepción de la expresión con el con cepto de «existencia».7 Naturalmente, Scheler conoce muy bien la dependencia cultural de los gestos de la expresión. Sin embargo, afirma que esta dependencia se basa en un nexo esencial entre la cualidad de las vivencias y la cualidad de los fenómenos expresivos que debe estar presente en todo lo vivo. Por eso no debo comparar el fenómeno expresivo del otro con las propias vivencias reales, de modo que una tendencia a imitar los ademanes del otro provocara en mí una comprensión de los mismos. La imagen óptica de un ademán de miedo, por ejemplo, no ocasiona aún como tal una imitación, antes bien el impulso imitativo en mí sólo puede ser ocasionado si ya he comprendido de algún modo el ademán como expresión de miedo. Cuando veo un perro que agita la cola, puedo ver en ello la expresión de alegría. Estos ejemplos demuestran que la percepción de cualidades expresivas de lo vivo no está limitada a la especie. Antes bien, una gramática universal entre la vivencia y la expresión debe estar repartida entre todo lo vivo. Con este supuesto de una gramática expresiva universal de la vivencia, que está fundamentada en una relación específicamente simbólica con lo vivo, va ligada la idea de que todos los fenómenos de la naturaleza son un cambiante campo expresivo de un organis mo mundial y de la vida toda. Scheler asocia esta gramática uni versal de la expresión con una mímica y una pantomima cósmi cas, cuyas leyes actúan secretamente sobre nuestra constitución de la naturaleza. Desde este sentido expresivo, el ser vivo que siente y que anhela, se sitúa inmediatamente en el centro vivo de las cosas y experimenta su forma, sus atributos (color, sonido, olores...) sólo como fenómenos periféricos y como límites de la vida interior de las mismas. Como dijo el escultor Auguste Rodin: «Todas las cosas 7. Véase P. Good, Maurice Merleau-Ponty, Eine Einführung (iMaurice Mer leau-Ponty, Una introducción), Düsseldorf, Bonn, 1998. Leer a M ax Scheler 21 "ii sólo el límite externo de la llama que las mantiene en la exis- ii iii iu». Según Scheler, la ciencia no presta atención a esta empatia uni- ■ H11 cosmovital, no porque esta empatia no sea una fuente de par- tlt ip.ición cognitiva con el ser y el devenir de la naturaleza, sino l'iiique el principio selectivo de la ciencia contiene también el Iniin ipio teleológico de la técnica: hay que extraer una imagen ilmbólica de la naturaleza, que debe hacer de la naturaleza algo go- Im nuble y dominable. Para esta teleología esto es un comporta miento necesario, aunque también artificial, de la naturaleza. Con ■ lio se menciona también un esencial punto de actualidad de la filosofía de Scheler. Cuando las actuales ciencias bioquímicas y urinológicas describen toda la vida sintiente y espiritual de los hu manos únicamente mediante la constitución química del cerebro, se iu lilla completamente esta faceta expresiva de todo lo vivo. Henri Hcigson en su conferencia ginebrina de 1904, «Cerebro y pensa miento: una ilusión filosófica»,8 presentó dos sistemas de anotación que no se dejan unificar. Uno es el sistema realista de la represen- i ación cuantitativo-matemática de procesos materiales, el otro es el mantenimiento idealista de los fenómenos expresivos de lo vivo. I a gramática expresiva de la vida de Scheler es actual en la medida en que siente que el hecho de retrotraer sentimientos, pensamientos v voluntades al funcionamiento de procesos atómico-neuronales y a reacciones en el cerebro, es una representación parcial, aunque necesaria, e insuficiente de estos fenómenos. En la actualidad, las i iencias cognitivas y neuronales no pueden renunciar completa mente a una gramática de la vivencia o de la expresión: tanto la mo- livación (investigar en las perturbaciones psíquicas e intelectuales la .ictividad del cerebro hasta las últimas reacciones de las células), como también el enjuiciamiento de los resultados de intervencio nes, presuponen siempre las imágenes expresivas, la percepción de la expresión de la perturbación, el enjuiciamiento de un comporta miento o de un fenómeno como enfermedad y de otro como cura. 8. Véase H. Bergson, Die seelische Energie, Aufiatze und Vortráge {La energía anímica, Ensayos y conferencias), Jena, 1928, pp. 171-188. 22 Gramática de los sentimientos Pues, a diferencia del modo como se da la naturaleza para las ciencias, la naturaleza para el «modo plenamente fenomenológico de darse las cosas» scheleriano es algo que está mucho más allá de los datos de la investigación empírico-psicológica, y que es «un todo enorme de campos expresivos de actos cosmovitales, en cuyo inte rior todos los fenómenos poseen un nexo de sentido supramecánico y amecánico comprensible mediante la mímica, la pantomima y la gramática universales de la expresión, un nexo de sentido que re fleja las estimulaciones internas de la vida toda». (GW 7.112). Esta es una concepción «emocional», esto es, sentiente de la naturaleza, que Scheler considera que está dotada de nexos esenciales a priori y de un derecho de representación propio, en la misma medida que la concepción y la representación racional y calculadora de la mis ma. Es más, la primera fundamenta a la segunda, porque la segun da sólo es posible porque la primera ya funciona de modo sublimi- nal. Además, la idea de dominio es un axioma del ethos universal específicamente occidental, que parte de la absolutización material del mecanismo natural. Scheler esperaba un ajuste entre este ethos occidental y el asiático. En este contexto también hay que remitir explícitamente a las obras completas de Max Scheler. Los textos aquí antologados no pueden documentar suficientemente la ampli tud y apertura de su modo visionario de pensamiento. Por otra parte, el título Gramática de los sentimientos, entronca con el garante más importante de Scheler, Blaise Pascal, que en su momento ya señaló las dos sendas y anotaciones (esprit de géometrie y esprit de finesse), atribuyendo a la vida anímica sus propios orden, lógica y razonabilidad (logique du cceur, ordre du coeur, des raisons que la raison ne connaitpas), y que Scheler expuso en la forma del aprio- rismo material en el ámbito del sentir valorativo. El concepto «gra mática» hace referencia en el lenguaje a estructuras previamente dadas de la conexión de las partes del habla en la frase comprensible y con sentido.Existe ahora en la teoría de la gramática desde Noam Chomsky, la tesis del carácter innato de las leyes según las cuales se conectan las partes constitutivas de las proposiciones, el supuesto de una gramática profunda universal, que está en la base biológico- mental de las gramáticas históricas de los lenguajes naturales, para Leer a M ax Scheler 23 que las complejas operaciones lingüísticas puedan ocurrir automáti- t ámente, sin tener que ser adquiridas una a una empíricamente. La l'iamática expresiva universal de Scheler postula para la actividad tlrl sentir una correspondencia semejante, aunque materialmente innata dentro de todo lo vivo. Esta tesis supone una ampliación y enriquecimiento considerables del concepto filosófico de espíritu. I lasta la actualidad ha sido sobre todo continuada, y también cri- i n ada y corregida, aunque siempre confirmada, por las teorías psi- i oanalíticas, a diferencia de la filosofía alemana (no así la francesa) que ha desatendido la oportunidad de recuperarla y de integrarla en su concepto de espíritu. En este sentido, lo que debe ser sometido a una nueva consideración no son tanto los contenidos concretos t orno el eje general del filosofar de Scheler. Finalmente, el subtítulo «Lo emocional como fundamento de la ética» hace referencia a la contribución específica de Scheler a los discursos éticos actuales. Scheler no se dedica tanto a ofrecer una ética detallada de los valores, cuanto a poner una nueva base filosófica de ésta, en tanto que antepone a la ética como teoría un ethos como actitud. En la actualidad no se carece en modo alguno ile discursos y de teorías éticas, sólo que ninguna de éstas, como también afirma Scheler, han hecho mejor a nadie. Para que el com portamiento se modifique efectivamente se precisa la incentivación de un ethos. Esto tiene que ver con un sentir los valores, con un ex perimentar los valores, con una percepción para los valores, con una sensibilización general para los valores y las cualidades. En un mundo unívoco y orientado en función de los valores utilitarios, en el que el progreso de la investigación técnica manipula los códigos genéticos de la naturaleza, en el que el comercio explota los últi mos recursos de la tierra, en el que la industria alimentaria conta mina toda la cadena nutritiva con conservantes y otros productos, y en el que la mentalidad del tránsito destruye el medio ambiente, iodo el mundo tiene en una sociedad globalizada de la informa ción el mismo saber, las mismas metas, pero, sin embargo, todo el mundo renuncia a reflexionar sobre los grandes contextos de valor y de cualidades entre lo superior y lo inferior, a no ser que sg vuel va a agudizar el sentido para ello. El ético siempre llega tarde a las 24 Gramática de los sentimientos cuestiones acerca de si algo se debe hacer, cuando se puede hacer técnicamente. No puede imponerle a la ciencia, sobre cuestiones concretas, ninguna prohibición. Pero, si en un determinado lugar debe realizarse la solución factible científicamente, porque junto a los intereses inmediatos y subjetivos están en juego otros intereses objetivos y superiores, esto depende de cómo experimenta los va lores y las cualidades el investigador individual afectado. En la me dida en que se despierte el sentido para contextos de sentido y de esencia mayores, se plantearán de otro modo ciertos problemas y se introducirán otras soluciones.9 Al liberar lo emocional del prejuicio de lo meramente sensible, subjetivo, pasional y caótico, Max Scheler introdujo de nuevo el sentimiento de valores como actividad espiritual en la filosofía. Si se logra encontrar una regularidad de sentido de la vida emocio nal, y justamente esto es lo que demuestra Scheler en el análisis preciso de los actos del amor y del odio, de la simpatía y del sen timiento de la vergüenza, de la alegría, del respeto, del arrepenti miento, del resentimiento, entonces esta comprensión del orden del sentir será fundamentalmente relevante para mi comporta miento moral. El desarrollo de un gusto espiritual, como también se podría designar al ethos, ya no puede ser recluido por la filosofía y la ética en la psicología. En adelante forma parte de la misión educativa de toda la cultura del saber. Nos engañamos tan fácil mente a nosotros mismos sobre los contextos de los actos y de los objetos, que ahí donde amamos o creemos amar, de hecho sólo es tamos llevando a cabo un acto de la tendencia hacia la propia segu ridad, hacia la protección y el recogimiento, o deseamos poseer, dominar al otro. El acto superior espiritualmente precisa siempre, frente a los actos vitales relativos, una disposición emocional supe rior a retraer ciertas preferencias y fuerzas instintivas en favor de la realización de otro valor. En algunos pasajes de su obra, Max Sche ler ha reflexionado pormenorizadamente sobre este intercambio central entre espíritu e impulso en el sentimiento de valores. 9. Véase sobre el ethos del saber P. Good, ed., Von der Verantwortung des Wissens (Sobre la responsabilidad del saber), Frankfurt a. M., 1982. Leer a M ax Scheler 25 Ahí donde se lleva a cabo la tarea del análisis fenoménico de los actos y de sus correlatos, aparece un ethos del sentimiento de valo res, un ethos del sentido para algo superior a los meros valores de lo agradable, lo útil, lo vital, justamente del sentido para valores per sonales y espirituales, como presupuesto eminente de todo compor tamiento ético extensivo. Promover el ethos es previo a toda ética reglamentaria, porque dispone y moviliza las potencias que discri minan entre lo que debe ser captado, comprendido y concebido como bueno y como malo. Esto no significa un apartamiento de lo que en la actualidad sucede en el nivel del juicio, del concepto, del discurso, de la teoría del deber moral como clarificación necesaria de los conceptos, de los juicios y de las argumentaciones. Sólo muestra el sentimiento de los valores como una actividad espiritual también importante. La simple ética de la simpatía así como la éti ca del mérito y de la felicidad son excluidas de esto. Si en la actua lidad la teoría aristotélica de las virtudes recibe más crédito frente a la kantiana ética normativa de la razón, se debe10 a que la primera sitúa el kairós histórico en el centro de la decisión ética, consisten te en descubrir en la situación histórica el medio exacto entre los extremos (la valentía como la forma de comportamiento exigida en cada caso entre la temeridad y la cobardía), que incluye en sí la eva luación correcta de la totalidad de la situación así como la empatia en los contextos superiores de valores. Pienso que la psicología y la lenomenología de Scheler contienen en este respecto sobre todo una continuación, conceptualización y crítica irrenunciables para reconocer los ídolos, las ilusiones y los errores en el comporta miento de valores y de virtudes. Así, esta antología de textos pone de nuevo a la filosofía y a un público que busca orientación frente a una dimensión del sentir es- 10. En esto hizo hincapié en muchas ocasiones mi maestro filosófico Max Müller. Al imperativo categórico universal de Kant, le contraponía un imperativo individual histórico, que, en la misma medida que el sentimiento de los valores de Scheler, no puede ser simplemente subjetivo. Que la personalidad histórica actúe en la responsabilidad, la grandeza y la sabiduría, presupone que ha desarrollado una sensibilidad despierta para todos los contextos de valor y de esencias. 26 Gramática de los sentimientos piritual que Max Scheler, pronto hará cien años, conquistó para el pensamiento. Es deseable que el filósofo que una vez fue tan leído, encuentre de nuevo un gran número de lectores en una época que ha cambiado y para una conciencia que ha pasado a ser más sensi ble para la importancia del valor.* Paul G o o d > * Para facilitar la lectura seguida del texto que ahora se presenta se traducen al castellanolos títulos de las obras de Scheler, si bien el lector debe entender que éstos remiten a las obras completas del filósofo publicadas recientemente en su lengua original (véase la p. 13). A esas Gesammelte Werke (Obras completas) hace referencia la sigla GW, así como las páginas citadas. De otra parte, la informa ción completa sobre los textos originales que constituyen los capítulos de esta selección puede hallarse en la sección final correspondiente. (N. del t.) SENTIR Y SENTIMIENTOS Hasta el presente la filosofía tiende a un prejuicio que tiene su origen histórico en el modo antiguo de pensamiento. Consiste en lina división, completamente inadecuada a la estructura del espíri- lti, entre «razón» y «sensibilidad». Esta separación exige, en cierto modo, que se atribuya todo aquello que no es razón (orden, ley y semejantes) a la sensibilidad. La totalidad de nuestra vida emocional (y para la mayoría de los filósofos de la modernidad también nues- (ras tendencias) debe formar parte de la «sensibilidad», también el amor y el odio. Al mismo tiempo, según esta separación todo lo alógico en el espíritu: intuir, sentir, tender, amar y odiar, depende de la «organización psicofísica» del ser humano; y su formación pasa a ser una función de la transformación real de la organización en la evolución de la vida y de la historia, y depende de la singularidad del entorno y de sus efectos. La cuestión acerca de si a partir de lo alógico de nuestra vida espiritual podrían darse diferencias jerár quicas originarias y esenciales en el conjunto de los actos o de las funciones (y también la jerarquía de una «originariedad» equiva lente a la de los actos, mediante los que concebimos los objetos vinculados por la lógica pura), a saber, si hay un intuir puro, un sen tir, un puro amar y odiar, un puro tender y querer, que en su totalidad son tan independientes de la organización psicofísica del género humano como el pensamiento puro, y que participan simultánea mente de una regularidad originaria que no puede ser retrotraída a las reglas de la vida espiritual empírica, esta cuestión no es ni si quiera planteada a causa de ese prejuicio. Obviamente, tampoco se pregunta si existen nexos y contradicciones a priori entre los obje tos y las cualidades hacia los que se dirigen los actos alógicos, y las 28 Gramática de los sentimientos regularidades a priori de estos mismos actos que se corresponden con ellos. La consecuencia que esto ha tenido para la ética es que en su historia ha adoptado o bien la forma de una ética absoluta a priori, y después, racional, o bien una ética relativa empírica y emocional. Apenas se cuestionó si podría y debería haber una ética absoluta y emocional. Sólo unos pocos pensadores se han sacudido este prejuicio, pero no han pasado de esto, ya que no han alcanzado la configuración de una teoría propia. Entre ellos nombro a san Agustín1 y a Blaise Pascal. En los escritos de Pascal encontramos un hilo conductor, la idea que denomina en algunas ocasiones «ordre du cceur» y en otras ocasiones «logique du coeur». Pascal escribe: «Le coeur a ses raisons». Con esto entiende una regularidad eterna y absoluta del sentir, del amar y del odiar, tan absoluta como la de la lógica pura, pero absolutamente irreductible a una regularidad existencial. Pas cal habla en grandes y sublimes términos de los hombres que fue ron partícipes intuitivos de este orden, que lo expresaron en su vida y en sus enseñanzas. Dice que fueron mucho más raros que los ge nios del conocimiento científico, y sostiene que su rango mantie ne con estos genios una relación análoga a la que éstos mantienen con el hombre medio. La persona que concibió y vivió más y de modo más completo según este «ordre du coeur» es, para él, Jesu cristo. ¡Curiosamente estas palabras de Pascal fueron malentendidas por muchos de sus intérpretes! Se le entendió como si dijera: «¡El corazón también tiene algo que decir cuando ha hablado el enten dimiento!». Ésta es una opinión conocida que aparece también en tre los filósofos: así, por ejemplo, cuando se dice que «la filosofía tiene la tarea de ofrecer una concepción del mundo que satisfaga en igual medida al entendimiento y al ánimo». A saber, se entendió el término «razón» (raisons) en una especie de sentido irónico. Se cree que Pascal no quiere decir que el corazón tenga «razones», que 1. Sobre san Agustín véase La historia de los dogmas de A. von Harnack y Die Ethik des hl. Augustinus {La ética de san Agustín) de J. Mausbach. 29 naya algo que sea verdaderamente equivalente a las «razones» en ran go y sentido, justamente «ses raisons», sus propias razones, que no pueden ser rescatadas por el entendimiento; sino que lo que quiere decir es: no hay que buscar en todos los lugares «razones» o «equi valentes» de éstas, a veces también hay que dejar hablar «al cora zón», ¡al sentimiento ciego! Pero esto es justamente lo contrario de lo que quiere decir Pascal. El acento de su frase cae sobre ses raisons y ses raisons. No es una complacencia de la escrupulosidad del pen samiento frente a las así llamadas «necesidades del corazón y del ánimo», o un «suplemento» posterior de la así llamada «concepción del mundo» mediante suposiciones que nos son sugeridas por los sentimientos y los «postulados» (aunque sean «postulados de la ra zón») cuando la razón no posee más respuestas. ¡En verdad que éste no es el sentido de su sentencia! Sino que el sentido es: hay un tipo de experiencia cuyos objetos se cierran completamente al «enten dimiento»; para los que éste es tan ciego como lo son las orejas y el oído para los colores. Un tipo de experiencia, no obstante, que nos proporciona objetos auténticamente objetivos y un orden eterno entre ellos, a saber, los valores y un orden jerárquico entre ellos. Y este orden y las leyes de esta experiencia son tan determinados, exactos y razonables como los de la lógica y la matemática, es decir, hay nexos y oposiciones evidentes entre, de una parte, los valores y las actitudes valorativas, y, de la otra, los actos de preferencia, etcétera, que se siguen de ellos y en virtud de los cuales es posible y nece saria una verdadera fundamentación de las decisiones y sus leyes morales.2* Aquí retomamos esta idea de Pascal. En primer lugar separamos el «sentir algo» intencional de todos los meros estados del sentimiento. Esta separación no guarda aún ninguna relación con lo que significan los sentimientos intencio nales para los valores, esto es, en qué medida son órganos de la com prensión de los mismos. En primer lugar: hay un sentir originario intencional. Tal vez esto se muestre mejor cuando los sentimientos y el sentir son simultáneos, cuando el sentimiento es el lugar hacia Sentir y sentimientos 2* [Véase más adelante «Ordo Amoris» y «Formalismo y Apriorismo».] 30 Gramática de los sentimientos el que se dirige el sentir. Percibo un estado del sentimiento induda blemente sensible, algo como un dolor sensible, un estado de pla cer sensible, el estado que se corresponde con lo agradable de un manjar, de un olor, de un leve roce, etcétera. Con este hecho, esto es, el estado del sentimiento, no se ha determinado en absoluto el tipo y el modo del sentir de ese sentimiento. Son más bien hechos cambiantes, cuando «sufro ese dolor», lo «soporto», lo «aguanto», o en algunos casos lo «disfruto». Lo que varía aquí en la cualidad funcional del sentir (lo que también puede variar, por ejemplo, gra dualmente) no es con toda seguridad el estado de dolor. Pero tam poco no es algo como la atención general con sus grados de «darse cuenta», «prestar atención», «atender», «observar» o «comprender». Un dolor observado es casi lo contrario de un dolor sufrido. Ade más todos estos tipos y grados de la atención y de la comprensión pueden variar también libremente en cada una de estas cualidades del sentir, tanto como absolutamente puedan, sin afectar al senti miento. En estos casos, el umbralde las variaciones perceptibles de los datos del dolor se encuentra en un lugar completamente distin to al umbral y las condiciones de aumento del estado de dolor en relación con el estímulo. Por ello la capacidad de sufrir y de gozar no tiene nada que ver con la sensibilidad para el placer y el dolor sensibles. Un individuo puede sufrir más o menos que otro indivi duo ante el mismo grado de dolor. Por tanto, los estados del sentimiento y el sentir son fundamen talmente distintos: aquéllos forman parte de los contenidos y de los fenómenos, éstos forman parte de las funciones de recepción de contenidos y fenómenos. Esto es también claro a la vista de las diferencias que obviamente existen aquí. Todos los sentimientos específicamente sensibles tienen la natu raleza de estado. De ahí que puedan estar de algún modo «rela cionados» mediante contenidos simples de la sensación, o de la re presentación o de la percepción con objetos, o pueden ser más o menos «carentes de objetos». Esta relación siempre es, ahí donde ocurre, de naturaleza mediada. Los sentimientos se relacionan con el objeto siempre mediante actos de relación posteriores a lo que le es dado al sentimiento. Así, cuando por ejemplo me pregunto: ¿Por 31 qué (cngo hoy este o aquel estado de ánimo? ¿Qué ha causado en mí esta tristeza o esta alegría? El objeto causante y el estado pueden ni primer lugar acceder a la percepción o al recuerdo mediante ii roí completamente distintos. En este caso los relaciono con pos- iri íoridad mediante el «pensamiento». Pero en este caso el senti miento no se halla vinculado de suyo con algo objetivo, como cuan do, por ejemplo, «siento la belleza de las montañas nevadas a la luz riel crepúsculo». O también: un sentimiento se encuentra vincu lado con un objeto a través de la asociación, a través de una per- i rpción o de una representación. Con seguridad hay estados del .(■iiiimiento que en un principio no parecen estar vinculados a nin gún objeto, entonces debo primero encontrar la causa que los ha producido. Pero en ninguno de estos casos el sentimiento se rela ciona inherentemente con el objeto. El sentimiento no «recibe» nada, nuda se «mueve» hacia él y nada en él se dirige «hacia mí». En él no liuy ningún «opinar» ni ninguna direccionalidad inmanentes. Fi nalmente, un sentimiento puede pasar a ser un «indicio» de este cambio que yo reconstruyo con posterioridad, tras haber aparecido con frecuencia junto con objetos y situaciones exteriores, con expe riencias de cambio en mi cuerpo. Así, por ejemplo, cuando se me anuncia el inicio de una enfermedad mediante ciertos dolores, los i nales anteriormente me habían hecho experimentar que estaban relacionados con esa enfermedad incipiente. También aquí la rela ción simbólica viene mediada en primer lugar por la experiencia y el pensamiento. Completamente distinta a éstas es la relación del sentir intencio nal con lo que en él es sentido. Esta relación está presente en todo sentir de valores.3 Aquí existe un referirse, un dirigirse originario 3. Distinguimos por lo tanto entre: 1. El sentir del sentimiento en el sentido de estados, y sus modos, por ejemplo, sufrir, gozar. Hago notar que, con inde pendencia del cambio de los modos en estados idénticos del sentimiento, el sen- tir de sentimientos se puede acercar al punto 0. Afectos de espanto muy intensos (por ejemplo, en los terremotos) provocan usualmente una ausencia casi total del sentimiento. (Jaspers ofrece algunas buenas ilustraciones de ello en su In troducción a la psicopatología.) La sensibilidad en estos casos está plenamente intacta. No hay ninguna razón para suponer en estos casos que el estado del senti- Sentir y sentimientos 32 Gramática de los sentimientos del sentir hacia algo objetivo, hacia valores. Este sentir no es un estado muerto o un hecho que pueda iniciar o entablar vinculacio nes asociativas, o que pueda ser «indicio», sino que es movimiento con una finalidad determinada, si bien no es en absoluto una acti vidad que proceda del centro (y ningún movimiento que se extien da en el tiempo). Se trata de un movimiento puntual que, depen diendo del caso, está dirigido hacia los objetos partiendo del yo, o se dirige hacia el yo, movimiento en el que me es dado algo y es lle vado «a la aparición». Por ello este sentir guarda la misma relación con su correlato de valor que la «representación» guarda con su «objeto», a saber, la relación intencional. Aquí el sentir no se halla reunido exteriormente ya sea de modo inmediato con un objeto o con un objeto a través de una representación (que se vinculó me cánicamente con el sentimiento de modo casual o por un mero re lacionar del pensamiento), sino que el sentir está originariamente unido con un tipo propio de objetos, a saber, los «valores». El «sen tir» es así un acontecer con sentido y por ello susceptible de ser miento no está presente. Aquí sólo hay un caso aumentado de esos fenómenos en los que la magnitud de un sentimiento y su plena saturación nos hacen momen táneamente «insensibles» frente al mismo, y nos transponen en un estado de «in diferencia» rígida y penosa frente a él. Sólo después, cuando el sentimiento se ha calmado, cuando lentamente desaparece nuestra plena saturación por el mismo, el sentimiento pasa a ser el objeto de un verdadero sentir. La rígida «indiferencia» se «disuelve» y sentimos el sentimiento. En este sentido, el sentir un sentimien to «alivia» y hace desaparecer el estado de presión. En otro lugar [véase Wesen und Formen der Sympathie {Esencia y formas de la simpatía), GW 7, A II 3, «Die Gefühlsansteckung» («El contagio de los sentimientos»)] había llamado la aten ción sobre el hecho de que, de modo semejante, la verdadera empatia con el su frimiento de otra persona nos libra del contagio por dolor. 2. Distinguimos, en segundo lugar, el sentir de los carácteres de ánimo objetivos y emocionales (la calma de un río, la serenidad del cielo, la tristeza de un paisaje), en los que hay presentes caracteres cualitativos emocionales, que también pueden venir da dos como cualidades del sentimiento, pero que nunca pueden venir dados como «sentimientos», esto es, son vividos por referencia al yo. 3. El sentir valo res. como agradable, bello, bueno; sólo en este caso el sentir obtiene junto a su na turaleza intencional también una función cognitiva, que no posee en los dos primeros casos. Sentir y sentimientos 33 «satisfecho» o «insatisfecho».4 Piénsese en cambio en un afecto. Un afecto de ira «surge en mí» y «transcurre luego en mí». Aquí la re lación entre la ira y aquello «a causa de lo cual» siento ira no es ni intencional ni originaria. La representación, la idea, o, mejor, los objetos que aquí se dan, que yo primero «percibí», «me representé», «pensé», «provocan mi ira», y sólo después (si bien en casos nor males de modo muy rápido) relaciono mi ira con estos objetos, siempre a través de la representación. Seguramente no «concibo» nada con esta ira. Más bien deben ser «concebidos» sintiendo previa mente cierto mal, para que provoquen ira. Es muy distinto cuando «me alegro por algo y de algo, o me apena algo». O cuando «estoy entusiasmado con algo», o me alegra o me desespera. Las palabras «de» y «por» muestran ya aquí lingüísticamente que en este ale grarse y apenarse los objetos, «sobre» los que me alegro, etcétera, no son primero concebidos, sino que más bien se encuentran previa mente ante mí, no sólo los he percibido, sino que ya están presen tes en los predicados de valor que se dan al sentir. Las cualidades de valor que se encuentran en las respectivas relaciones de valor, exigen inherentemente ciertas cualidades de semejantes «reacciones de res puesta» emocionales (al igual que, por otra parte, en cierto sentido también en ellas «alcanzan su finalidad»). Construyen nexos de comprensión y de sentido, nexos de una índole propia, que no son puramente causales empíricamente, y que son independientes dela causalidad anímica individual de los individuos.5 Si parece que no se satisfacen las exigencias de los valores, entonces sufrimos por 4. Por ello todo «sentir de» es también por principio «comprensible», mien tras que en cambio los estados de sentimiento puro sólo son constatables y ex plicables de modo causal. 5. Estos nexos de sentido de relaciones de valor y de reacciones emocionales de respuesta son presupuestos de todo comprender empírico (también comprender social e histórico), tanto en el comprender de los otros seres humanos como también en el comprender de nuestras propias vivencias empíricas. Son, pues, al mismo tiempo leyes de comprensión de la vida anímica de los otros seres, que se hacen presentes en las «leyes de la gramática universal de la expresión» (véase «sentimiento de simpatía», 1913, p. 7) [véase Wesen und Formen der Sympathie (Esencia y formas de la simpatía), GW 7, A II]) para posibilitar la comprensión. 34 Gramática de los sentimientos ello, es decir, estamos, por ejemplo, tristes, de no poder alegrarnos de un acontecimiento, tal y como se lo merece su valor sentido; o no podemos apenarnos, tal y como por ejemplo lo «exige» el falleci miento de una persona querida. Estos extraños «modos de com portamiento» (no los queremos llamar ni actos ni funciones) poseen en común con el sentir intencional la «dirección». Pero no son in tencionales en sentido estricto, si por ello entendemos sólo las vi vencias que pueden significar un objeto y en cuya ejecución puede aparecer algo objetivo. Esto sólo tiene lugar en las vivencias emocio nales, que justamente constituyen el sentir de valores en sentido es tricto. Aquí no sentimos «sobre algo», sino que sentimos inmedia tamente algo, una determinada cualidad de valor. En este caso, es decir, en la ejecución del sentir no somos conscientes objetivamen te del sentir: tan solo nos vemos «confrontados» desde el exterior o desde el interior con una cualidad de valor. Es preciso un nuevo acto de reflexión, para que el «sentir de» nos parezca objetivo, y para que con ello podamos ver posteriormente y reflexionando sobre ello, qué «sentimos» en el valor que nos es dado objetivamente. Denominamos este sentir receptor de valores a la clase de las funciones intencionales del sentir. Luego para estas funciones no es vá lido en modo alguno que solo entren en relación con la esfera obje tiva a través de la mediación de los así llamados «actos objetiva- dores» de la representación, del juicio, etcétera. Una mediación tal precisa únicamente del estado de sentimiento, y no del sentir autén ticamente intencional. Con el transcurrir del sentir intencional se nos «abre» mas bien el mundo de los propios objetos, sólo que jus tamente desde su vertiente de valor. Justo la frecuente carencia de objetos-imagen en el sentir intencional demuestra que el sentir es inherentemente un «acto objetivador», que no precisa de ninguna representación como mediadora. Una investigación, que aquí no se puede llevar a cabo, sobre la disposición de la percepción y con cepción del mundo naturales, sobre las leyes generales del devenir de las unidades de significación del lenguaje infantil, sobre la varie dad de las articulaciones de sentido de los grandes grupos lingüísticos y sobre el devenir de los desplazamientos de significado de las pala bras y su articulación sintáctica en las lenguas positivas, nos ense- lliiría que las unidades de sentir y las unidades de valor desempeñan lili papel conductor y fiundamentador de las concepciones del mundo i|iic se expresan en cada lenguaje. Ciertamente hay que pasar de largo por principio ante estos hechos y, como no, ante la tarea ilt demostrarlos si se atribuye la totalidad de la esfera de los senti mientos de buen principio sólo a la psicología. Nunca se logrará ver qué mundo y qué contenido de valor del mundo se nos abre en el vrnlir, en el preferir, en el amar y el odiar, sino que únicamente se i entrará la visión en lo que previamente ya hemos encontrado en la | in cepción interna, es decir, en el relacionarnos «de modo represen- lucional», cuando sentimos, cuando preferimos, cuando amamos, cuando gozamos de una obra de arte, cuando rezamos a Dios. Hay que separar de las funciones emocionales las vivencias que ve constituyen sobre el funcionamiento de éstas como un escalón \uperior de la vida emocional e intencional: son el «preferir» y el «idetestar» en los que concebimos los estadios jerárquicos de los va lores, su ser superiores o inferiores. «Preferir» y «detestar» no son actividades conativas como por ejemplo «elegir», que siempre se basa ya en actos de preferencia, pero tampoco son comportamien tos puramente del sentir, sino una clase especial de vivencias-acto emocionales. Esto se sigue ya del hecho de que sólo podemos «ele gir» entre acciones en sentido estricto, en cambio «preferimos» un bien a otro, el buen tiempo al mal tiempo, una comida a otra, et cétera. Además el «preferir» tiene lugar de modo inmediato en el material de valor sentido, independientemente de sus portadores efectivos, y no presupone ni contenidos finales plásticos, ni conte nidos de finalidad, como sucede con el elegir. Más bien se forman contenidos finales de la tendencia (que no son a su vez contenidos de finalidad que, como ya vimos,6* presuponen una reflexión sobre contenidos finales previos, y que sólo son característicos del querer dentro de la tendencia) bajo la condición concomitante del pre ferir. El «preferir» aún pertenece, pues, a la esfera del conocimiento del valor, no a la esfera de la tendencia. Estas clases, la experiencia 6* [Véase Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, GW2, 1, 3, «Zweck und Werte» («Finalidad y valores»).] Sentir y sentimientos 35 36 Gramática de los sentimientos de la preferencia, son a su vez intencionales en sentido estricto, po seen una «dirección» y conceden sentido; pero las reunimos con la clase del amar y del odiar como «actos emocionales» en contraposi ción con las funciones intencionales del sentir. Amar y odiar, finalmente, constituyen el estadio superior de nuestra vida intencional emocional. Aquí nos encontramos lo más lejos posible de todo lo que tiene condición de estado. El lenguaje y a Io expresa (separándolo de las reacciones de respuesta), al no de cir que amamos y odiamos «sobre algo» o «de algo» sino que ama mos y odiamos algo. El hecho de que oigamos con frecuencia que el amor y el odio forman parte, junto con la ira, la cólera y el enfado, de los «afectos» o también de los «estados de sentimiento», sólo puede ser explicado a causa de la característica deformación de nuestra época y la absoluta inexistencia de investigaciones fenome- nológicas sobre estos asuntos. Se podría creer que amor y odio son ellos mismos un preferir o detestar. No es así. En el preferir siem pre se tiende a una mayoría de valores sentidos. No es así con el amor y el odio. Aquí puede darse también un valor. Sobre cómo deben ser ulteriormente caracterizados el amor y el odio, sobre cómo se relacionan con el preferir y el detestar, de una parte, y con el anhelar y sus modos, de la otra, he tratado ampliamente en otro lugar. Baste aquí con rechazar que amor y odio sean una especie de «reacción de respuesta» a la superioridad o inferioridad de valores sentidos dados en el preferir. Frente a las reacciones de respuesta (por ejemplo, venganza) designamos el amor y el odio como actos «espontáneos». En el amor y el odio nuestro espíritu hace algo ma yor que «responder» a valores ya sentidos y eventualmente preferi dos. El amor y el odio son más bien actos en los que el reino de los valores (a cuya existencia se halla ligado también el preferir), que en cada caso es accesible al sentir de un ser, sufre una ampliación o un estrechamiento (y esto obviamente de modo totalmente indepen diente del mundo de bienes existente, de las cosas reales valiosas, 7 * * 7. Véase Zur Phanomenologieund Theorie der Sympathiegefiihle und van Liebe and Hap (Sobre la fenomenología y teoría de los sentimientos de simpatía, y del amor y del odio) (1913). [Versión ampliada: Wesen und Formen der Sympathie, GW 7.] 37 que no son presupuestas para la multiplicidad, plenitud y diferen ciación de los valores sentidos). Cuando hablo de «ampliación» y «estrechamiento» del reino del valor, que es ofrecido a un ser, ob viamente no quiero decir en modo alguno crear, hacer, o aniquilar los valores mediante el amor y el odio. Los valores no pueden ser creados y aniquilados. Existen con independencia de la organiza ción de determinados seres espirituales. Lo que quiero decir es que no es consustancial al acto del amor que se oriente hacia este valor «respondiendo» en función del valor sentido o en función del va lor preferido, sino que este acto desempeña el papel verdadera mente descubridor en nuestro percibir los valores, y que sólo él lo desempeña, que es como si representara un movimiento, en el transcurso del cual relampaguean y resplandecen valores nuevos y superiores, es decir, completamente desconocidos para el ser del que se trata. Este acto no sigue al sentir de los valores y al preferir, sino que los precede como su zapador y conductor. Por ello le corres ponde una función «creadora», no respecto a los valores en general existentes, sino para el ámbito y el conjunto de los valores sensibles y preferibles, en cada caso, por un ser. Toda ética, por ello, se per feccionaría en el descubrimiento de las leyes del amor y del odio, que aun superan, por lo que se refiere a los estadios de lo absoluto, lo a priori y lo originario,8 a las leyes del preferir y a las leyes de las cualidades de los valores correspondientes. Pero volvamos al sentir intencional. Permítanseme aquí algunas observaciones históricas. Por lo que se refiere a nuestra cuestión hay dos grandes períodos en la historia de la filosofía en los que, se gún nuestra opinión, se sentaron teorías erróneas,9 aunque erróneas por motivos muy distintos. Un período abarca hasta el inicio del siglo XIX. Hasta ese momento encontramos universalmente exten- 8. Sobre el concepto de a priori absoluto y relativo véase mi escrito sobre Phanomenologie und Erkenntnistheorie (Fenomenología y epistemología). [En: Schriften aus dem Nachlaf (Escritospostumos), vol. I, GW 10, pp. 377-430.] 9. Puesto que Dietrich von Hildebrand en su escrito: Die Idee der sittlichen Flandlung (La idea de la acción moral) (véase Jahrbuch fiir Philosophie und pháno- menologische Forschung, vol. III) describe en detalle el despliegue histórico de la teoría del sentimiento y el valor; tan sólo hago alusión aquí al estado de cosas. Sentir y sentimientos 38 Gramática de los sentimientos dida la teoría de los sentimientos intencionales. Spinoza, Descartes eibmz la comparten con distintas modificaciones. Ninguno de es- pensadores o de sus discípulos ha puesto a un mismo nivel el odo como nos es dada la totalidad de la vida emocional y, per- táseme la expresión, la pesadez de estómago. Si se hace esto es seguro que no se encontrará valor alguno. No se habría ejercido ja lias til “ " SI SC hubT “ t0mad° ^ So1’ la luna Y las «tre- üas tal y como aparecen en el cielo nocturno como «complejos de estados sensoriales», es decir, como fenómenos que se e n e j a n por principio en una línea de lo que nos es dado junto con la pe sadez de estomago, y que son «dependientes» de la aparición d f la pesadez de estómago sólo que de otra manera a c o J s o n interde- pendientes reciprocamente. Tomar la totalidad de la vida emocio- de arroTlanUsna ^ ^ “ m °vimien«> causal, que se dad de 7 Sentld° \ Smj meta “ n° SOtros’ C a e r le a la totali z o sólo lo Dodm 0a°i t0d° <<SemÍd0>> 7 <<COntenido» intencional, esto solo lo podía realizar una época en la que la confusión de los corazones, el desondre du cceur, había alcanzado un grado como el ~ ep0“ ' H .“ “ — pensador! en la ^ o con de que el sentir en general, igualmente el amar, «liar, etcete- su Z T n f f ' 0r,gmari°; “ el y que '<* valores, por por eiemnír I 1 • fenómenosfinales e indivisibles. Creían, como P 1 pío, Leibmz, que el sentir intencional es un mero concebir y pensar «oscuro», «embrollado», aunque el objeto de este pensar lado, consistía para eU en relaciones ' T e,empl° ’ d am° r « 1 “ con-cepcion embrollada, que es bueno amar al niño. Pero explicaban el modo” t t i ' ”13 * P°” eferencia a grados de la perfección del ser. De am btos7e Tó T S° “ Pensado- concibieron lo nos P l I CUaJldadeS !ntultIvas> Por ejemplo, los colores o los to te ef J í1 OSOf° S d" esa éP°Ca son> concebido metafísicamen- te efectos de las cosas sobre la así llamada «alma», que sobre la base de «capacidades» completamente incomprensibles (cualidades ver daderamente «ocultistas») a partir de determinados procesos repre- r e f i o T ' S t : : " " " ^ P? ,Ueg° < ' * ' « » > p ro y e c j lZ IIior. Esta teoría, especialmente remarcable en el pensamiento de Sentir y sentimientos 39 j mi lir, sólo es una posterior construcción metafísica. Para estos pen- Milnicl estas cualidades son, epistemológicamente, un saber «embro llado» y «oscuro» (poco claro) sobre estos mismos procesos. Así, no tilín existe una relación causal, sino también una relación cognitiva . nitt* cualidad y movimiento. A esto se corresponde justamente en d iiiin ámbito fundamental de los problemas filosóficos, las cuestiones ,lt valor, el intento de disolver los valores de algún modo en meros •irados del ser», mostrándose el concepto de «perfección» como el medio. El «mejor» mundo es para Spinoza aquel en el que hay un máximo de ser: Dios, dice, ha permitido que surjan de él el mal y la desgracia porque un mundo sin ellos habría sido un mundo me nos «perfecto» y no habría contenido «todo lo posible». Leibniz, que di esto se enfrenta a Spinoza, no retrotrae la perfección a una idea de valor considerada fundamental, sino que la explica, de modo indi na to, por referencia de nuevo al concepto de ser. Lo que para «Dios» ton necesidades del ser, son para nosotros necesidades sentimenta les del valor (de modo análogo a como lo que para Dios son vérités de raison, son para nosotros vérités de fait). Ciertamente Dios no lia hecho que «todo lo posible» esté presente en el ser, como había afirmado Spinoza, sino sólo ha elegido en esta esfera aquello que apar- ir de su «posibilidad en sí» también sea «composible» con las otras cosas posibles. Pues no sólo la posibilidad es para Leibniz una con dición del ser, sino también la «composibilidad». Pero cuando Leib niz dice que Dios ha creado entre los «mundos posibles» según un «principe du meilleur» el «mejor» (es decir, el más perfecto), lo expli ca más adelante de nuevo así: El más perfecto es aquel entre los mun dos posibles en el que «un máximo de cosas es composible». Siguiendo una serie de rodeos se alcanza de nuevo la reducción del valor al ser. Esta teoría se corresponde exactamente con esa teoría del sentir, según la cual el sentir sólo es un conocer embrollado en el sentido de conocimiento racional. A principios del siglo XIX (desde Tetens y Kant)10 se hizo lenta- 10. Véase los lugares señalados por Hildebrand (op. cité) de las obras de juventud de Kant, según las cuales se encuentran rasgos de la suposición de un sentir intencional en Kant. 40 Gramática de los sentimientos mente manifiesta la irreductibilidad de la vida emocional. Pero al mantenerse con todo la disposición intelectualista del siglo XVIII, todo lo emocional fue reducido a estados. Si se comparan estas dos concepciones fundamentales con las desarrolladas más arriba, se hace patente que ambas contienen algo correcto y algo falso: la primera concepción contiene la idea correcta de que existe un «sentir de» intencional en general, de que junto con el sentimiento como estado también hay funciones y actos emocionales en los que algo viene dado y que se hallan
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