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Mario Bunge - Sociología de la Ciencia

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Sociología de la Ciencia!
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Mario Bunge!
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PRÓLOGO!
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La sociología de la ciencia es la rama de la sociología que estudia las 
influencias de la sociedad sobre la investigación científica, así como el 
impacto de esta última sobre la sociedad. Sus disciplinas hermanas son 
la sociología de la técnica, del arte, de las humanidades, de la moral, de 
la religión, y de las creencias populares.!
La sociología de la ciencia fue cultivada ocasionalmente por un puñado 
de sociólogos clásicos, tales como Émile Durkheim. Pero no se 
desarrolló ni fue admitida oficialmente como una rama de la sociología 
sino hacia 1940, gracias principalmente a los trabajos de Robert K. 
Merton y sus numerosos colaboradores y discípulos.!
Estas investigaciones contribuyeron a corregir el cuadro puramente 
internalista de la evolución del conocimiento científico que habían 
dibujado casi todos los historiadores y filósofos de la ciencia. Éstos 
habían sostenido con razón que el motor de la investigación científica es 
la curiosidad, pero habían descuidado los factores sociales que estimulan 
o inhiben la curiosidad, así como las condiciones sociales que favorecen 
o dificultan la recepción y difusión de nuevas ideas científicas.!
Todo parecía indicar que marchábamos hacia una síntesis del 
internalismo con el externalismo, síntesis según la cual los factores 
endógenos se combinan con los exógenos, y el investigador aparece 
como un nudo en una red social compleja y cambiante. !
Pero este tren de ideas descarriló durante la etapa americana de la guerra 
de Vietnam. Por ese entonces irrumpió una nueva escuela en la filosofía 
y en la sociología de la ciencia. Esta escuela rompió con la tradición: 
minimizó el papel de la curiosidad y del talento, y acentuó la 
importancia de la presión y la convención sociales, y negó tanto la 
continuidad del esfuerzo científico como la posibilidad de alcanzar la 
verdad. Sus profetas fueron Thomas S. Kuhn y Paul K. Feyerabend.!
Sociología de la ciencia
Desde entonces los sociólogos de la ciencia se dividen en cos campos, 
que el eminente sociólogo francés Raymond Boudon llama el moderado 
(o moderno) y el maximalista (o posmoderno). El primero se inspira en 
las ciencias duras y en la filosofía rigurosa, mientras que el segundo se 
inspira en la literatura de ficción y en la filosofía blanda. El primero es 
canto y se esmera en fundamentar lo que dice. El segundo es iconoclasta 
y se esfuerza por épater le bourgeois.!
Quien se ubica en el primer campo da por descontado que el 
investigador científico busca la verdad, y admite que la organización 
social condiciona la investigación pero niega que ella dicte los resultados 
de la pesquisa o dictamine sobre el valor de verdad de los mismos.!
El adherente del segundo partido sostiene que la verdad es una ilusión o 
convención social. Afirma que todas las proposiciones científicas, 
incluso las matemáticas, tienen un contenido social y son aceptadas o 
rechazadas después de mucho negociar y politiquear.!
¿Quiénes dirán la verdad: los que la buscan o los que niegan la 
posibilidad de encontrarla? Si no hay verdad objetiva, ¿por qué los 
investigadores se empeñan en poner a prueba sus conjeturas? Si la 
verdad no es la moneda de la república de las ciencias, ¿cómo se explica 
que su falseamiento sea equiparado a la falsificación de la moneda 
corriente y castigado con el ostracismo de la comunidad científica?!
El interés del asunto que nos ocupa va más allá de la sociología y la 
filosofía de la ciencia. También atañe al estudio de los profundos 
cambios culturales que vienen ocurriendo en el curso de las tres últimas 
décadas. Algunos acogen estos cambios con entusiasmo, porque juzgan 
que nos libran de las cadenas de la razón y de la contrastación empírica. 
(Este es el "pensamiento débil" elogiado por los apóstoles del llamado 
postmodernismo. ) Otros deploramos esos cambios porque creemos que 
sólo la racionalidad y la contrastación empírica pueden ayudarnos a 
comprender mejor el mundo y a diseñar un futuro en el que sea posible 
vivir. Como se ve, la elección entre ambos partidos no es un problema 
técnico sino parte de la elección entre dos concepciones del mundo.!
He tenido la rara fortuna de que Hernán Rodríguez Campoamor, escritor, 
filósofo y sociólogo, entrañable y leal amigo de medio siglo y excelente 
traductor de mi libro La causalidad, haya accedido a traducir este 
trabajo.!
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MARIO BUNGE Foundations and Philosophy of Science Unit!
McGill University, Montréal, Québec, Canadá!
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Sociología de la ciencia
INTRODUCCIÓN!
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La sociología de la ciencia, otrora disciplina marginal, se ha convertido 
últimamente en un próspero ramo de actividades académicas, cultivado 
por un número cada vez mayor de estudiosos. Además de la plétora 
anual de libros en la materia, se están publicando una revista trimestral, 
Social Studies of Science, fundada en 1970, y un anuario, Sociology of 
the Sciences Yearbook, editado por primera vez en 1977, para no 
referirnos a los abundantes artículos aparecidos en las revistas 
sociológicas de índole general. Por otra parte, esta disciplina ha llegado 
a transformarse en asignatura ordinaria dentro de los programas de todas 
las principales universidades. Con frecuencia, viene a constituir el 
núcleo de los programas y centros designados en los países de idioma 
inglés con la sigla STS (science, technology and society).!
Desde el decenio de 1960 han venido surgiendo nuevas orientaciones en 
la sociología de la ciencia. Si bien los estilos respectivos presentan 
múltiples diferencias, no dejan por ello de adherirse todos a una cantidad 
de dogmas compartidos. Se trata del externalismo, tesis en cuyos 
términos el contenido conceptual es determinado por el marco de 
referencia social; el constructivismo o subjetivismo, según el cual el 
sujeto investigador construye no sólo su propia versión de los hechos 
sino también los hechos mismos y eventualmente el mundo entero; el 
relativismo, para el que no existen verdades objetivas y universales; el 
pragmatismo, que destaca la acción y la interacción a expensas de las 
ideas, e identifica a la ciencia con la tecnología; el ordinarismo, que 
reduce la investigación científica a pura transpiración sin inspiración, 
negándose a reconocer a la ciencia un rango especial y a distinguirla de 
la ideología, de la seudociencia y hasta de la anticiencia; la adopción de 
doctrinas psicológicas obsoletas, como el conductismo y el 
psicoanálisis,' y la sustitución del positivismo, el racionalismo y otras 
filosofías clásicas por multitud de filosofías ajenas a La ciencia a incluso 
anticientíficas, como la filosofía lingüística, la fenomenología, el 
exis tencial ismo, la hermenéutica, la " teoría cr í t ica" , e l 
postestructuralismo, el deconstructivismo, o la escuela francesa de 
semiótica, según el caso.!
Me propongo argüir que, como consecuencia de su adhesión a esos 
dogmas, los sociólogos de la ciencia de nuevo cuño son incapaces de 
entender la ciencia: en efecto, no explican nunca qué es lo que distingue 
al hombre de ciencia de los demás mortales; cuáles son, en su caso, las 
suposiciones filosóficas tácitas y las normas metodológicas; qué 
diferencia a la investigación científica de otras actividades humanas; 
cuál es su lugar en la sociedad, y por qué la ciencia ha tenido tanto éxito 
en la comprensión de la realidad y como propulsora de la tecnología. Y 
Sociología de la ciencia
lo que es aun peor, niegan que los hombres de ciencia posean un ethos 
propio y que desarrollen una actividad cultural específica.!
Con esto no se trata de menoscabar los pocos y modestos resultados que 
han obtenido a pesar de su deficiente filosofía y gracias a la concienzuda 
atención que dedican ocasionalmente a minucias. Pero sus 
contribuciones positivas a la ciencia de la ciencia son triviales 
comparadas con la enorme regresión que han acarreado a la sociología 
de la ciencia durante estos últimos años. Esta regresión es de tal 
magnitud que cualquierpersona con preparación científica debe 
considerar necesariamente la mayor parte de la producción actual en ese 
terreno como una grotesca caricatura de la investigación científica.!
En el presente ensayo examino aquellas falacias que a mi entender 
constituyen los defectos fatales de las nuevas orientaciones de la 
sociología de la ciencia. Cada una de mis críticas se aplica por lo menos 
a una de las escuelas contemporáneas de esa tendencia, y algunas, a 
todas ellas. Empero, antes de abordar esas nuevas orientaciones, 
convendrá pasar revista sumariamente a la sociología de la ciencia 
clásica, pues por más que la denigren los "jóvenes turcos", contiene el 
embrión de muchos dislates de las nuevas corrientes, junto con tantos 
otros elementos que son, a la inversa, de valor perdurable.!
1. LAS RAÍCES MARXISTAS DE LA SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA!
La sociología de la ciencia es, desde luego, una rama de la sociología del 
conocimiento, como lo son, y también de importancia, las de la 
tecnología, la medicina, el arte y la religión. Karl Mannheim ([1929] 
1936), discípulo de Max Weber y estudioso de Marx fuertemente 
influido por George Lukács ([1923] 1971), es considerado como el padre 
fundador de la sociología del conocimiento, por haber inventado esa 
denominación (en alemán, Wissensoziologie), además de Denkstil, estilo 
de pensamiento. Pero al revés de sus predecesores Weber y Durkheim, 
Mannheim no efectuó ninguna investigación especializada, ni elaboró 
teoría detallada alguna. Básicamente, se limitó a destacar el 
condicionamiento social de las ideas, y por ende, la importancia de la 
sociología del conocimiento como anexo de la historia y de la filosofía 
del conocimiento. Puesto que nunca llegó a sostener que todas las 
ciencias tienen contenido social, es a menudo criticado por los 
exponentes de las nuevas orientaciones, quienes afirman que los hechos 
sociales son "constitutivos" de la ciencia, y no tan sólo factores 
"contingentes" que la influencien desde afuera.!
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En realidad, la moderna sociología del conocimiento no es creación de 
Mannheim. Fue en principio esbozada por Karl Marx y Friedrich Engels, 
y cultivada mucho después, en forma sistemática, por Emile Durkheim y 
Sociología de la ciencia
por Max Weber (quienes dedicaron principal interés a la sociología de la 
religión), Max Scheler, John D. Bernal y su círculo, Robert K. Merton y 
sus colaboradores y discípulos, y varios investigadores más. Dado que 
Merton fue el último miembro eminente de la escuela clásica, y por 
haberse atenido al método científico y no ser, en consecuencia, ni 
constructivista ni relativista, los sociólogos de la ciencia de nuevo estilo 
lo han convertido en blanco de sus saetas y han dado en llamarse 
"posmertonianos", pretendiendo haber ido mucho más allá que él.!
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Marx y Engels son los abuelos de la moderna sociología de la ciencia, 
habiendo sido los primeros en sostener las siguientes tesis, harto 
conocidas:!
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1. "No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, al 
contrario, su ser social el que determina su conciencia" (Marx 1859, en 
Marx y Engels 1986, 182; las bastardillas son mías, MB).!
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2. "Sobre las diferentes formas de propiedad, sobre las condiciones 
sociales de la existencia, se levanta toda una superestructura de distintos 
sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de la vida 
formados de manera peculiar. La clase, en su totalidad, los crea y los 
forma a partir de sus fundamentos materiales y de las correspondientes 
relaciones sociales. El individuo los recibe a partir de la tradición y de la 
educación" (Marx 1852, en Marx y Engels 1986, 118-119; las 
bastardillas son mías MB).!
3. La ciencia social tiene un compromiso ideológico. Promueve los 
intereses materiales de alguna clase social dada. En tiempos modernos, 
hay una ciencia social burguesa y otra proletaria. No obstante, mientras 
que la primera está repleta de errores y de ilusiones -al ser deformada 
por la ideología-, la segunda es objetivamente verdadera, puesto que el 
proletariado representa los intereses de la humanidad como un todo.!
Estas ideas eran por cierto audaces a mediados del siglo XIX, y cada una 
de ellas encierra un grano de verdad. En primer lugar, la psicología del 
desarrollo y la psicología social han demostrado que el ambiente social 
condiciona la mentalidad del individuo. Pero no la determina por entero, 
por cuanto el genoma y el sistema nervioso, lo mismo que la acción 
individual, que a menudo va contra la corriente, tienen, sin exagerar en 
absoluto, una gran influencia en la materia (en la sección 5 de este 
trabajo figuran otras consideraciones al respecto).!
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Sociología de la ciencia
En segundo lugar, como en una sociedad estratificada cada persona nace 
en alguna clase social, cuyos miembros comparten entre sí ciertos 
intereses, valores, creencias, expectativas, y así sucesivamente, la 
pertenencia a una clase influye desde luego sobre la actitud del 
especialista en ciencia social, pero esto no significa que el mismo no 
pueda superar tales límites, o que su clase social sea la que piensa por él. 
No deja de ser curioso que un materialista sostenga que una clase social, 
carente de cerebro, pueda pensar. Y es sencillamente falso que todas las 
ideas, hasta las de índole matemática, sean creadas a partir de las bases 
económicas de la sociedad. Volveremos a examinar este asunto en la 
sección 5.!
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En tercer lugar, es cierto que algunas ramas de la ciencia económica y 
política, particularmente las que se relacionan con la gestión de la 
economía y con el Estado, están contaminadas por los intereses de las 
clases dominantes. Basta con recordar las economías políticas 
neoclásicas, la doctrina de la disuasión recíproca y el leninismo. Sin 
embargo, desde que se ha instituido el estado de bienestar, en gran parte 
de los estudios sobre economía y politología se da por supuesto que el 
Estado, lejos de actuar como instrumento de las clases hegemónicas, 
debe hacer las veces de árbitro en la lucha de clases y distribuir parte del 
excedente en forma equitativa. Además, hasta en tiempos de Marx y 
Engels se realizaban estudios sociales objetivos, y muchos fueron 
utilizados por ambos para describir y condenar el capitalismo. En 
síntesis, la ciencia social básica o descriptiva es muy a menudo 
imparcial, por más que los estudios sociales prescriptivos o normativos 
sean con frecuencia partidarios.!
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Es notable que las opiniones de Marx y Engels sobre el 
condicionamiento social del conocimiento y la parcialidad de la ciencia 
social hayan sido tan influyentes, pues se trataba de puntos de vista 
esquemáticos, asistemáticos y no demasiado claros. ¿Qué significa 
exactamente la palabra "determina" en la frase "el ser social determina la 
conciencia"? ¿Quiere decir que la sociedad, en su conjunto, causa los 
procesos mentales, o que la posición social y el comportamiento del 
individuo ejercen una fuerte influencia sobre la forma en que piensa? Es 
obvio que la ambigüedad inherente al lenguaje ordinario se presta a 
múltiples interpretaciones.!
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Además, Marx y Engels fueron erráticos en esta materia. Por una parte, 
si bien sostenían a veces que la ciencia y la tecnología pertenecen a la 
Unterbau (infraestructura o base económica de la sociedad), en ciertas 
Sociología de la ciencia
ocasiones las colocaban en la Überbau (superestructura). Por otra, 
aunque sostuvieron esporádicamente que toda idea es creación de una 
clase social, y en consecuencia está deformada por los intereses de clase, 
a veces alegaron que la ciencia natural básica y la matemática son 
independientes de éstos, sin perjuicio de estar determinadas por las 
circunstancias sociales. A raíz de tales vacilaciones, esquematismos a 
imprecisiones, hay en el campo marxista una considerable variedad de 
puntos de vista y polémicas que no llevan a conclusión alguna en esta 
materia.!
2. EL FLORECIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA MARXISTA DE LA 
CIENCIA!
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El historiador yfilósofo de la ciencia Boris Hessen ( [1931] 1971) 
escribió un "verdadero manifiesto de la forma marxista de externalismo 
en la historia de la ciencia" (Needham 1971, viii). En su ensayo "Las 
raíces sociales y económicas de los Principia de Newton" (publicado en 
inglés bajo el título de "The Social and Economic Roots of Newton's 
Principia"), sostuvo que la obra de Newton era hija de su clase y de su 
época, y que su trabajo científico fue un intento de resolver problemas 
tecnológicos creados por el auge del capitalismo. Evidentemente, hay en 
esta tesis una pequeña porción de verdad: Newton abordó problemas 
científicos que ni siquiera se habían planteado antes de la era moderna, 
lo hizo con ayuda de métodos completamente modernos, y el éxito de su 
obra se explica en parte por su utilidad para la tecnología empleada por 
la industria capitalista en rápida expansión.!
Empero, esto no demuestra que las fórmulas mecánicas de Newton, y 
menos aún sus contribuciones al cálculo infinitesimal, tuvieran un 
contenido social. Su mecánica se refería a los cuerpos en movimiento y 
su matemática a las "fluxiones" (funciones dependientes del tiempo). 
Asimismo, ¿cómo explicar que Newton fuera el único "hijo de su clase y 
su época" que produjera esa obra monumental? ¿Por qué hubo sólo un 
libro como los Principia en vez de haber aparecido millares de otros 
similares escritos por sendos contemporáneos de Newton? Y por otra 
parte, si Newton estaba tan interesado en la industria como pretende 
Hessen, ¿por qué no diseñó ninguna máquina, ni proceso industrial 
alguno? ¿Por qué fue un físico teórico y matemático, y no un ingeniero? 
¿Y por qué la misma clase social produjo tanto al ateo Hobbes como al 
deísta Newton? ¿No es acaso posible que los cerebros de los distintos 
individuos, al igual que los grupos sociales, tengan algo que ver con la 
producción de ideas originales?!
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Sociología de la ciencia
El ensayo de Hessen ejerció una enorme influencia. Contribuyó a 
plasmar la sociología marxista de la ciencia en los países de Europa 
Occidental, que floreció entre 1935 y 1965, aproximadamente. La revista 
trimestral estadounidense Science and Society, que sigue publicándose 
con éxito en la actualidad, fue fundada en 1936. El libro de mayores 
alcances y más influyente surgido de esta escuela fue el de Bernal 
(1939): The Social Function of Science, que a criterio de Derek Price 
(1964) sentó las bases de la sociología de la ciencia. John Desmond 
Bernal, miembro de la Royal Society, fue un eminente cristalógrafo cuya 
obra resultaría de importancia decisiva para revelar la composición y la 
estructura de las proteínas, del ácido desoxirribonucleico y del ácido 
ribonucleico. Fue todo un precursor en materia de biología molecular, y 
sus colegas opinaban que sólo su militancia comunista impedía que se le 
otorgara el Premio Nóbel. Otros hombres de ciencia que colaboraron 
estrechamente con Bernal y que aportaron contribuciones a esta 
disciplina fueron los físicos P.M.S. Blacket (laureado con el Premio 
Nobel) y E.H.S. Burhop y los biólogos J.B.S. Haldane y J. Needham, 
todos ellos miembros de la Royal Society de Gran Bretaña, así como los 
matemáticos L. Hogben y H. Levy. (En Goldsmith y Mackay 1964 
figura una muestra representativa de la obra de estos investigadores, y en 
Crowther 1941 una animada reseña con fines de divulgación.)!
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Es muy interesante observar que Bernal y sus amigos eran sociólogos de 
la ciencia marxista moderados, y que les interesaba más la política de la 
ciencia que la sociología académica de la ciencia. Destacaron tanto las 
condiciones sociales de la investigación científica como los usos y los 
abusos actuales y potenciales de la ciencia en materia social, pero no 
pretendieron que la matemática y la ciencia natural tuviesen contenido 
social. Hoy en día quizás se los clasificaría como internalistas, no como 
externalistas. Deseaban fervientemente que la ciencia recibiera el debido 
apoyo en las universidades, y que fuera utilizada como corresponde en la 
industria, la salud pública y la educación, así como en la defensa de 
Gran Bretaña contra la agresión nazi. Después de la Segunda Guerra 
Mundial desarrollaron una vigorosa campaña contra la bomba nuclear.!
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El principal interés que movía a los primeros sociólogos de la ciencia 
marxistas era práctico, no teórico. Lo que más les preocupaba eran las 
aplicaciones de la ciencia, que querían ver orientadas hacia los intereses 
del pueblo, y la organización de la ciencia y la tecnología. Ninguno de 
ellos contaba con una formación en materia de ciencias sociales. Eran 
todos aficionados en este terreno, se dejaron desorientar a menudo por 
dogmas marxistas, y pocas veces buscaron contraejemplos para poner a 
prueba sus precipitadas generalizaciones. (Sólo Needham llegó a 
Sociología de la ciencia
convertirse en historiador profesional de la ciencia -y lo que es más, en 
el principal experto en historia de la ciencia y la tecnología chinas- y 
Price pasó de la física a la sociología y la historia de la ciencia. Pero ni 
uno ni otro habían sido marxistas ortodoxos.)!
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Con todo, el "colegio invisible" que rodeaba a Bernal produjo una 
cantidad de nuevas a importantes aportaciones conceptuales a la 
sociología de la ciencia; gracias a que sus miembros poseían una 
rigurosa formación científica, habían efectuado investigaciones 
originales en las ciencias "duras" y habían participado en la 
administración del quehacer científico, en su carácter de miembros de 
departamentos científicos universitarios y, durante la Segunda Guerra 
Mundial, también en reparticiones del Estado. A diferencia de los 
partidarios de la nueva sociología de la ciencia, que en el mejor de los 
casos han pasado un año como visitantes en un laboratorio, se trataba de 
hombres de ciencia distinguidos que sabían de qué estaban hablando y 
sobre qué estaban escribiendo, por más que a veces enfocaran sus 
propias especialidades con la óptica del materialismo dialéctico a 
histórico, filosofía más bien burda y anticuada.!
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Aproximadamente en esa misma época, un número apreciable de 
hombres de ciencia y de filósofos franceses se interesaron en la 
concepción marxista de la sociología, la historia y la filosofía de la 
ciencia. Cuando el Frente Popular salió triunfante en las elecciones de 
1935, el nuevo gobierno de la República Francesa confió a varios de 
ellos la misión de organizar la investigación científica, actividad que 
venía padeciendo serias penurias de recursos materiales y humanos 
desde tiempos de la Primera Guerra Mundial. Irene Joliot-Curie, 
Fréderic Joliot y Jean Perrin -los tres laureados con el Premio Nobel-, así 
como Paul Langevin y otros eminentes hombres de ciencia, participaron 
en esta tarea. Los hubo a su vez que escribieron una cantidad de libros, 
en muchos casos publicados por la editorial comunista Éditions Sociales 
Internationales, la cual, dicho sea en su honor, publicó también 
antologías anotadas de distintos filósofos clásicos franceses que habían 
sido ignorados por el establecimiento filosófico -el cual se hallaba 
entonces, como ahora, en manos de idealistas a irracionalistas-. La 
principal revista de este grupo, que se editaba mensualmente, era La 
pensée, cuya publicación fue interrumpida por la ocupación alemana, 
pero que luego de haber resucitado al finalizar la guerra parece 
encontrarse ahora en sus postrimerías.!
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Sociología de la ciencia
¿Cuál es el saldo de todos esos entusiastas esfuerzos? Muy poca cosa, si 
se exceptúan ideas generales, hoy aceptadas por casi todo estudioso de la 
ciencia, a saber, que ésta no funciona en un vacío social, que desempeña 
una importante función en la sociedad, y que debería asumir otra todavía 
más importante. La principal contribución de estos trabajadores 
científicos fue la que aportaron a la política de la ciencia. Pero en lo que 
se refiere a su propuesta de planificar todas las investigaciones en la 
misma forma en que se hacía en la URSS, provocaronuna reacción 
contraria. En particular, el distinguido químico Michael Polanyi (1958) 
destacó la necesidad de la libertad de investigación y de la 
independencia respecto de toda ideología. Lamentablemente, exageró al 
mismo tiempo el aspecto tácito e irracional de la investigación científica, 
al sostener que el conocimiento tácito es superior al explícito. (Con 
respecto a esta tesis, y en general a la distinción entre el saber cómo y el 
saber por qué, véase Bunge 1983).!
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3. ORÍGENES CIENTÍFICOS: LA ESCUELA DE MERTON!
La principal influencia del materialismo histórico sobre la historiografía 
ha sido indirecta, ya que en él se reconoce uno de los principales 
orígenes de la escuela francesa de los Annales, cuyo exponente más 
conocido fue Fernand Braudel. Los miembros de esa escuela, en vez de 
limitarse a repetir consignas marxistas, efectuaron importantes 
investigaciones acerca de aspectos materiales (tanto ambientales como 
económicos) de distintas sociedades. Análogamente, el principal efecto 
del marxismo sobre la sociología de la ciencia fue también aquí 
indirecto: Marx es uno de los dos autores más influyentes en la obra de 
Roberto K. Merton y su escuela -el otro es Durkheim-. En ambos casos, 
el marxismo, para poder prestar alguna utilidad, tuvo que ser aguado y 
activado (en vez de ser recitado) -aguado, o sea, despojado de su tesis 
radical externalista según la cual el marco de referencia determina el 
contenido, y activado, es decir, transformado, de retórica, en 
investigación-.!
Merton, sociólogo que adquirió su formación como tal en el ámbito 
universitario, y que ha trabajado en múltiples aspectos de la sociología -
no sólo teórica, sino también empírica-, es el verdadero fundador de la 
sociología de la ciencia en tanto que ciencia y como profesión: sus 
predecesores habían sido aficionados. Cuando Merton inició su carrera 
universitaria, en el decenio de 1930, todos los estudiosos de la ciencia, 
con excepción de los marxistas, eran internalistas estrictos. Esto reza en 
particular para George Sarton, Alexandre Koyré, Aldo Mieli, Charles 
Singer y Albert Butterfield. Es cierto que Sarton se refirió 
ocasionalmente al "trasfondo social" de la ciencia, pero no estableció 
vínculos entre el mismo y la problemática y la perspectiva general del 
Sociología de la ciencia
conocimiento científico. Además, se opuso vigorosamente a todo intento 
de explicar en principio la historia de la ciencia a partir de aspectos 
sociales o económicos. A su entender, "tal explicación sería válida, a lo 
sumo, para trabajadores rutinarios, pero muy difícilmente para los 
entusiastas ni para los excéntricos" (Sarton 1952, l:xiii).!
La tesis doctoral de Merton, presentada en 1935 y publicada tres años 
después, se intitulaba "Science, Technology and Society in Seventeenth-
Century England" (véase Merton [1938] 1970). (Las primeras cuatro 
palabras de este título son actualmente la denominación de un sector de 
estudios superiores con reconocimiento oficial.) La hipótesis central del 
libro se resume en lo que Merton mismo, con una arrogancia que por 
cierto no es característica de su personalidad, denominaría "la revolución 
copernicana en la sociología de la ciencia", a saber, que "no sólo el error 
o la ilusión o las creencias sin verificar, sino también el descubrimiento 
de la verdad, están social a históricamente condicionados". La hipótesis 
específica era que la ética puritana había promovido el florecimiento de 
la ciencia en Inglaterra (véase la antología de estudios sobre esta tesis 
que figura en Cohen 1990).!
Ahora bien, un sociólogo especializado en sociología de la ciencia 
podría sostener, con razón, que la idea "estaba en el aire", 
particularmente si se toman en cuenta tres experiencias contemporáneas. 
Una de ellas fue la popularidad del marxismo entre los intelectuales de 
Occidente en el decenio de 1930, y la entusiasta recepción que éstos 
tributaron a las tesis externalistas radicales formuladas por los delegados 
rusos, y en particular por Boris Hessen, en el Congreso Internacional de 
Historia de la Ciencia y de la Tecnología, celebrado en Londres en 1931 
(véase la sección 2). Otra fue el vigoroso apoyo a la investigación 
científica proporcionado por el gobierno soviético -antes de que éste 
emprendiera el desastroso camino del partinosty (partidismo) y de la 
caza de brujas en el ámbito de la ciencia-, apoyo tanto más notable si se 
recuerda el subdesarrollo económico de la Unión Soviética y si se lo 
compara con los míseros presupuestos do investigación científica que se 
aplicaban por entonces en países como Gran Bretaña y Francia. En tercer 
lugar, el surgimiento de la llamada "ciencia aria" (Rassenhunde, física 
alemana, y así por el estilo) y la persecución contra la llamada "ciencia 
judía" en la Alemania nazi, así como, en particular, el papel 
desempeñado por rectores universitarios y comparsas políticos, entre 
ellos Martin Heidegger y Ernst Krieck, en la formación de la nueva 
atmósfera antiintelectual (véase, por ejemplo, Kolnai 1938; Farías 1990).!
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En 1938 Merton escribió sobre el tema un brillante ensayo intitulado 
"Science and the Social Order" (véase Merton 1973). En él resumía el 
ethos de la ciencia como "honradez intelectual, integridad, escepticismo 
Sociología de la ciencia
organizado, desinterés, impersonalidad", todo lo cual era "ultrajado por 
la sarta de nuevas convicciones que el Estado nazi pretende imponer en 
la esfera de la investigación científica" (pág. 259). No podía adivinar 
Merton en aquellos tiempos que la existencia misma de ese ethos sería 
desafiada treinta años después por los sociólogos de la ciencia 
posmertonianos, muchos de los cuales se consideran izquierdistas y por 
tanto se sentirían insultados si se les dijera que, aunque fuese 
inocentemente, han abrazado una porción principal del credo nazi, a 
saber, el desprecio por la ciencia pura y por las ideas en general.!
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No tendría mayor objeto resumir aquí las contribuciones de Merton a la 
sociología de la ciencia porque son bien conocidas, y porque su prosa, a 
diferencia de la de tantos sociólogos de la ciencia de nuevo cuño, es 
transparente, elegante, y por ello, todo un deleite para el lector.!
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Con todo, debemos formular dos observaciones. Una de ellas es que 
Merton parece haber sido el primero en declarar que la ciencia tiene un 
ethos propio, el cual comprende cuatro "imperativos institucionales": 
universalismo, o sea, no-relativismo; comunismo, es decir, participación 
sin restricciones en el conocimiento científico; desinterés, entendido 
como la exclusión de motivos o restricciones de índole política o 
económica; y escepticismo organizado, a saber, rigurosa observancia de 
la duda metódica, el libre examen y la comprobación (Merton 1957, 
1973). Este aspecto de la cuestión fue desarrollado más tarde por 
Bronowski (1959) y por el autor del presente trabajo (Bunge 1961).!
La segunda observación es que la labor de Merton y estudiosos afines se 
denominaría actualmente análisis del discurso: efectivamente, consistía 
en el análisis de documentos científicos, especialmente de publicaciones, 
y casi no implicaba investigación empírica alguna, fuera de cuestionarios 
ocasionales. Ninguno de esos hombres de ciencia tuvo la impertinencia 
de pasarse un año en un laboratorio científico contemplando y 
registrando el comportamiento ostensible y las "inscripciones" 
producidas por investigadores cuyos actos no podían de ningún modo 
entender, dada su falta de formación especializada (un ejemplo 
representativo de esa labor aparece en Barber y Hirsch 1962).!
!
El análisis del discurso, en manos de estudiosos que entendían 
correctamente la índole y el objeto de la investigación científica, produjo 
una cantidad de obras clásicas, como los artículos de Merton "Singletons 
and Multiples in Science" (1961), "The Matthew Effect in 
Science" (1968), y, en colaboración con su esposa, Harriet Zuckerman 
Sociología de la ciencia
(1972), "Age, Aging andAge Structure in Science". Otras valiosas 
contribuciones de la misma escuela son "The Case of the FloppyEared 
Rabbits: An Instance of Serendipity Gained and Serendipity Lost", por 
B. Barber y R.C. Fox (1958), "The Exponential Curve of Science", por 
D.J. Price (1956) y "Resistance to Scientific Discovery", por B. Barber 
(1961). (Estos trabajos aparecen reunidos en Barber y Hirsch 1962 o en 
Merton 1973).!
!
En todos estos estudios se daba por supuesta la unicidad de la ciencia 
básica, proveniente de su universalismo, comunismo, desinterés y 
escepticismo organizado -unicidad que es negada por la nueva sociología 
de la ciencia-. No se trata, claro está, de que todos aquellos estudios 
fueran impecables. A mi entender, algunos de ellos fueron 
excesivamente externalistas, y han minimizado indebidamente la 
contribución, única en cada caso, de hombres de ciencia como 
Arquímedes, Newton, Darwin y Einstein. Por ejemplo, en su estudio 
justamente célebre sobre descubrimientos únicos y simultáneos, Merton 
(1973) escribía lo siguiente:!
!
"Los hombres de ciencia geniales son precisamente aquellos cuyos 
descubrimientos, a la larga, terminarían por volver a producirse. Y no se 
trataría de redescubrimientos por investigadores a título individual, sino 
por todo un conjunto de hombres de ciencia. Desde este punto de vista, 
la persona dotada de genio científico es el equivalente funcional de un 
grupo considerable de otros investigadores con diversos grados de 
talento" (pág. 366).!
!
¿Pero cómo podemos cerciorarnos de que así ocurre en efecto? En 
realidad, no podemos. Sólo sabemos que en muchos casos la obra de un 
genio sólo ha sido reconocida al cabo de largo tiempo, y que en el caso 
de algunas revelaciones sensacionales, como sucedió en la génesis de la 
teoría de los quanta, de la teoría sintética de la evolución, de la 
psicología fisiológica y de la biología molecular, equipos enteros de 
hombres geniales trabajaron en la edificación de una nueva disciplina. 
Desde luego, hay casos -los estudiados por Merton- que confirman esta 
hipótesis, pero rara vez se trataba precisamente de descubrimientos 
científicos trascendentales.!
!
En síntesis, la escuela de Merton pecó al suponer que la cantidad pueda 
compensar la calidad y, siendo estructuralista, exageró a veces el poder 
de la matriz social. Pero practicó una especie de síntesis del externalismo 
Sociología de la ciencia
y el internalismo, nunca adoptó el constructivismo ni el relativismo, y no 
menospreció la importancia de las ideas. Es por ello que ha producido 
una cantidad de estudios serios sobre la ciencia como institución. A mi 
entender, la escuela de Merton sigue siendo hasta hoy el máximo 
exponente de la sociología de la ciencia. En el momento en que empezó 
a ser desplazada por la nueva sociología de la ciencia, a mediados del 
decenio de 1960, esta disciplina comenzó a rodar cuesta abajo, como se 
sostendrá en las páginas siguientes.!
!
4. EL "PROGRAMA FUERTE"!
!
Durante los decenios de 1960 y 1970 surgieron en la sociología de la 
ciencia una cantidad de nuevas corrientes posmertonianas (véanse, por 
ejemplo, Knorr-Cetina y Mulkay 1983). Una de las más articuladas entre 
ellas es el llamado "programa fuerte", acometido por Barry Barnes, 
David Bloor y Steve Shapin, de la Sección de Estudios de la Ciencia en 
la Universidad de Edimburgo. Vamos a dedicarle una breve ojeada 
preliminar antes de entrar en detalles.!
Tanto los sociólogos a historiadores de la ciencia marxistas occidentales 
como los mertonianos que trabajaron a partir de 1930 distinguieron el 
contenido conceptual de la ciencia de su marco de referencia social, y 
sostuvieron que este último influye sobre el primero, pero sin 
determinarlo plenamente. Además, eximieron a la matemática y a la 
ciencia natural de la acusación de ser ramas del conocimiento 
ideológicamente comprometidas. En cambio, la nueva sociología de la 
ciencia, y en particular el "programa fuerte", pretenden que todo el 
conocimiento es moldeado por la sociedad y que además tiene que ver 
en alguna forma con ésta, o sea, que posee un contenido social -por 
ende, en definitiva, no habría distinción entre contenido y contexto-.!
!
Esto valdría incluso para la matemática:!
!
"Si la matemática trata del número y de sus relaciones y si éstas son 
creaciones y convenciones sociales, entonces, evidentemente, es de 
índole social. En sentido indirecto es, por lo tanto, `referente' a la 
sociedad. Lo es en el mismo sentido en que Durkheim sostenía que la 
religión es referente a la sociedad. La realidad de la cual trata, al parecer, 
representa una intelección transfigurada del trabajo social que se ha 
invertido en ella" (Bloor 1976, 93).!
Sociología de la ciencia
!
Y Restivo (1992) asegura que la matemática es social "por donde quiera 
que se la mire".!
!
Estas extraordinarias afirmaciones son, desde luego, meramente 
programáticas. No se ha desplegado ningún esfuerzo por reunir pruebas 
en su favor (en Restivo 1983, 1992, aparece una reseña completa de las 
fuentes). Pero no hay necesidad de buscar pruebas positivas cuando las 
negativas son tan abrumadoras. Para empezar, la matemática no se 
refiere solamente "al número y sus relaciones". Sólo la teoría de los 
números se refiere a los números (enteros) o mejor dicho a sistemas de 
números, y dicha teoría es una porción bastante reducida de la 
matemática contemporánea; ésta, a su vez, contiene muchos sectores' no 
numéricos, como la lógica, el álgebra abstracta, la teoría de las 
categorías y la topología. Sin embargo, ésta es nada más que una 
cuestión secundaria, la cual sólo contribuye a sugerir que nuestro 
sociólogo de la ciencia no está familiarizado con la disciplina acerca de 
la que escribe.!
!
Lo importante es la afirmación de que toda ciencia, hasta la matemática 
pura, se refiere a la sociedad. Aunque se admita el hecho trivial de que la 
matemática es creación social, en el sentido de ser construida por 
personas que se relacionan entre sí y que aprenden unas de otras, no por 
ello se deduce que los axiomas, definiciones o teoremas matemáticos se 
refieran a la sociedad, y menos aún que la describan. Supongamos, por 
ejemplo, que una teoría de la referencia -una rama de la semántica 
filosófica- determine cuál es el objeto de un concepto o proposición 
matemática en particular; éste es un asunto que no se decide por decreto. 
Pues bien, cualquier teoría razonable de la referencia nos dirá que la 
afirmación "el número 2 es par" se refiere al número 2, que la 
declaración "los paréntesis de Poisson no son asociativos" se refiere a 
los paréntesis de Poisson, y que "la derivada de una función lineal es una 
constante" se refiere a una función lineal arbitraria (en Bunge 1974, 
figura una teoría exacta de la referencia, que se resume en el Apéndice 
del presente trabajo).!
Si se procede a aplicar una teoría razonable de la referencia a la 
matemática de los matemáticos -no a la matemática imaginada por los 
partidarios de la nueva sociología de la ciencia se obtendrá el resultado 
nada sorprendente de que la teoría de los conjuntos se refiere a los 
conjuntos, el álgebra abstracta a los sistemas algebraicos, la topología a 
los espacios topológicos, la geometría a las variedades, el análisis a las 
funciones, y así sucesivamente. Si la matemática se refiriese a la 
Sociología de la ciencia
sociedad, sería una ciencia social, y por lo tanto: 1) no podría aplicarse a 
la física, la química, la biología o la psicología; 2) sería puesta a prueba 
empíricamente, lo mismo que en principio deben serlo las hipótesis de la 
ciencia social; y 3) la ciencia social propiamente dicha resultaría 
superflua.!
Pero en definitiva, una afirmación de la forma "x se refiere a y" debe 
formularse con ayuda de una teoría de la referencia, y sucede que los 
sociólogos de la ciencia de la nueva cosecha no han propuesto ni 
utilizado ninguna teoría por el estilo, sino que proceden en un asunto tan 
decisivo de manera dogmática, y porende, sin base científica. Esto es de 
mal agüero para el "programa fuerte". Pero ha llegado el momento de 
referirnos precisamente a él.!
!
David Bloor (1976) propuso los cuatro principios siguientes del 
"programa fuerte" en la sociología de la ciencia:!
!
1. Causalidad. La sociología de la ciencia debería "ocuparse de las 
condiciones que originan creencias o estados de conocimiento"; el 
conocimiento "emana de la sociedad", es el "producto de influencias y 
recursos colectivos, y es peculiar de una cultura dada".!
!
2. Imparcialidad "con respecto a la verdad y la falsedad, la racionalidad 
o la irracionalidad; el éxito o el fracaso".!
!
3. Simetría con respecto a la explicación: "Los mismos tipos de causas 
explicarían, por ejemplo, las creencias verdaderas y las falsas".!
!
4. Reflexividad: "En principio, sus pautas de explicación deberían ser 
aplicables a la sociología misma".!
!
Limitémonos por el momento a las siguientes observaciones críticas:!
!
EL análisis causal no es suficiente y, además, es a veces inadecuado 
porque 1) se atiene a las condiciones exteriores, ignorando los motivos y 
los problemas cognitivos del investigador, o los atribuye en su totalidad 
a factores externos, presentando así al investigador como un mero 
Sociología de la ciencia
instrumento y no como un creador, y 2) pasa por alto el azar, que está 
presente en todos los casos, tanto dentro como fuera del cerebro.!
La imparcialidad es por supuesto necesaria mientras no se la interprete 
como una indiferencia entre la verdad y el error, como una tolerancia 
con la anticiencia o la seudociencia, o como una confusión de éstas con 
la ciencia, lo cual ya ha sucedido en cuanto a las tesis de algunos 
miembros de la escuela respecto al cociente de inteligencia y la polémica 
sobre la eugenesia, así como con el pretendido carácter científico de la 
parapsicología, de las especulaciones de Velikovsky y de la astrología 
(véase la sección 2). Una cosa es la imparcialidad, y otra la 
despreocupación por la verdad.!
La simetría con respecto a las explicaciones es obviamente errónea en 
una perspectiva externalista y relativista, la cual requiere que los 
intereses creados disfracen la realidad, conduciendo más frecuentemente 
a errores que a verdades. También está equivocada dentro de la 
perspectiva clásica, particularmente cuando se la apareja con el requisito 
de la causalidad, con lo cual resulta o bien imposible, o bien fútil 
distinguir entre las "causas" de la creencia verdadera y las de la creencia 
falsa. En uno y otro caso, la sociología de la ciencia vendría a constituir 
un mero ejercicio académico en vez de uno de los tres medios a nuestro 
alcance para entender la ciencia y fomentar su progreso.!
La reflexividad es un requisito honrado pero suicida. Si se observa el 
"programa fuerte" a la luz de sus propias tesis, debe ser interpretado 
como una respuesta a alguna clase de intereses no científicos, y por tanto 
no más fidedigna que una ideología. Pero de todos modos no parece que 
este principio haya sido aplicado.!
Empero, este programa presenta otro problema aun más importante, a 
saber, que su mismo primer principio (la causalidad) es una petición de 
principios, en cuanto a determinar si en realidad las ideas científicas son 
causadas por circunstancias sociales. ¿No sería cosa de dejar esta 
cuestión librada a una investigación sin prejuicios, o se incurre acaso en 
ingenuidad al exigir que la nueva sociología de la ciencia se atenga al 
ethos científico esbozado por Merton? ¿Qué pasaría si un psicólogo de la 
ciencia demostrara que un estímulo social dado evoca la idea a en la 
persona A, la idea b en la persona B, y así sucesivamente hasta la 
persona N, mientras que no evoca idea alguna en las demás personas que 
integran su grupo experimental? (Después de todo, esto es lo que nos 
induce a esperar la llamada Ley Cero de la psicología experimental, 
hasta en el caso de las ratas.) ¿Y qué sucedería si un antropólogo de la 
ciencia, especializado en observar a los investigadores durante sus tareas 
cotidianas (y entendiendo lo que hacen sus sujetos de observación), 
llegara a demostrar que éstos unas veces son beneficiados y otras se ven 
estorbados por sus intercambios con colaboradores y colegas, pero que 
Sociología de la ciencia
en cambio toman conciencia de muchos de sus problemas y conciben 
gran parte de sus ideas y de sus planes cuando trabajan por sí solos y en 
circunstancias inusitadas, como en la proverbial playa de Río de Janeiro?!
!
Un ideólogo o un político tratan de demostrar que hay tal o cual 
situación, mientras que un hombre de ciencia investiga si en efecto la 
hay, y procura ser objetivo, aunque por alguna razón o sinrazón pueda 
desear que tal cosa ocurra (o que no ocurra). Un programa ideológico es 
una profesión de fe y un plan para reforzar y propagar la fe. Un 
programa científico es un proyecto de investigación a partir de ciertos 
problemas, y no de principios, con excepción de los principios 
filosóficos generales subyacentes en toda pesquisa científica -por 
ejemplo, que el mundo exterior es real, legal y cognoscible-.!
En vista de todas estas consideraciones, es sumamente dudoso que el 
"programa fuerte" en sociología de la ciencia sea más científico que 
ideológico. No obstante, como se verá en breve, hay algo peor todavía: 
otras tendencias de la nueva sociología de la ciencia se alejan aun más 
de la ciencia auténtica al rechazar el realismo gnoseológico. Pero antes 
de examinarlas debemos inspeccionar más de cerca el externalismo y la 
forma en que la nueva sociología de la ciencia aborda el problema 
denominado "de micro y macro".!
!
5. EL EXTERNALISMO!
La tesis externalista en sociología de la ciencia es que el marco de 
referencia determina el contenido, a incluso que no hay diferencia entre 
uno y otro: que las ideas, los procedimientos y las acciones de cada 
hombre de ciencia son determinados por su ámbito social, pudiendo 
llegarse al punto de afirmar que el mismo los "constituye". Como las 
expresiones "marco de referencia social", "determina" y "constituye" son 
vagas de por sí, la tesis externalista puede ser interpretada de diversas 
formas. En rigor, es dado distinguir al respecto las siguientes versiones:!
5. EL EXTERNALISMO!
La tesis externalista en sociología de la ciencia es que el marco de 
referencia determina el contenido, a incluso que no hay diferencia entre 
uno y otro: que las ideas, los procedimientos y las acciones de cada 
hombre de ciencia son determinados por su ámbito social, pudiendo 
llegarse al punto de afirmar que el mismo los "constituye". Como las 
expresiones "marco de referencia social", "determina" y "constituye" son 
vagas de por sí, la tesis externalista puede ser interpretada de diversas 
formas. En rigor, es dado distinguir al respecto las siguientes versiones:!
Sociología de la ciencia
!
Externalismo moderado o débil: el conocimiento es socialmente 
condicionado!
!
M1 (Local). La comunidad científica influencia el trabajo de sus 
integrantes.!
!
M2 (Global). La sociedad, en términos generales, influencia el trabajo de 
sus miembros.!
!
Externalismo radical o fuerte: el conocimiento es social!
!
RI (Local). La comunidad científica emana o construye ideas científicas, 
todas las cuales tienen, en última instancia, contenido social.!
!
R2 (Global). La sociedad, en términos generales, emana o construye 
ideas científicas, por lo tanto, no hay distinciones de interior-exterior, 
marco de referencia-contenido, discurso-praxis.!
!
La tesis moderada local M1 presupone que la comunidad científica se 
autorregula; que establece su propio plan de acción y tramita sus propios 
asuntos. Esta tesis es tan templada que apenas puede distinguirse de la 
tesis internalista. La diferencia -entre las tesis M1 y M2 es que, a 
diferencia del internalismo radical inherente en la historia tradicional de 
la ciencia, que es individualista, el externalismo moderado global (M2) 
postula que los hombres de ciencia, atítulo individual, no actúan por su 
propia cuenta, sino como miembros de sus respectivas comunidades 
científicas, respetando las normas y las reglas imperantes en dichos 
sistemas, esperando que sus pares les otorguen reconocimiento y 
distinciones, y siguiendo, en la mayoría de los casos, a las modas 
contemporáneas en el medio científico. En general, los sociólogos de la 
ciencia vinculados con la escuela de Merton (sección 3) se han 
pronunciado por el externalismo moderado local, perfectamente 
compatible con la tesis internalista según la cual la investigación 
científica tiene sus propias normas y reglas y es impulsada 
principalmente por la curiosidad, como enseñaba Aristóteles. Además, es 
el complemento necesario del internalismo (véase Agassi 1981; Bunge 
1983, cap. 3).!
Sociología de la ciencia
!
Algunos sociólogos de la ciencia de nuevo estilo afirman que Thomas S. 
Kuhn es un externalista radical, llegando hasta a clasificarlo como 
sociólogo de la ciencia externalista y padre de la nueva sociología de la 
ciencia (véase, por ejemplo, Barnes 1982; Collins 1981). Pero, en 
realidad, Kuhn es un historiador externalista global moderado, mucho 
más interesado en las ideas que en las circunstancias sociales de éstas. 
Lo cierto es que no aborda en absoluto los detalles al estudiar la 
estructura social y que se refiere a las comunidades científicas tan sólo 
como entidades que consagran o descartan ideas científicas. Además, 
nunca ha estudiado ninguna comunidad científica en particular y, como 
destaca Mendelson (1977, 7), nunca llegó a plantearse siquiera el 
problema de las posibles relaciones entre el conocimiento y las 
estructuras institucionales o las estructuras y procesos sociales más 
amplios.!
!
Entonces, ¿por qué se ha saludado ocasionalmente a Kuhn como 
fundador de la nueva sociología de la ciencia? Pues por distintas 
razones, a saber: porque es relativista y convencionalista; porque se 
inclina a favorecer el irracionalismo con preferencia ya sea al empirismo 
o al racionalismo, y porque rechaza la idea de que la lógica y el método 
sean más fuertes que la intuición, la analogía, la metáfora, la convención 
social, o la moda.!
!
Lo que he llamado la tesis moderada externalista global va mucho más 
allá: según ella, la ciencia está sujeta al dominio social externo más bien 
que a la regulación interna ejercida por la comunidad científica. Ésta es 
una concepción neomarxista; en realidad, Marx y Engels habían sido a 
veces bastante más radicales (véase la sección 1). Según la misma, la 
ciencia es una fuerza productiva y, por lo tanto, una parte de la 
infraestructura económica de la sociedad. Más precisamente, de acuerdo 
con esta escuela, todo problema científico es un problema de producción 
o de intercambio,* y la ciencia en general, por su parte, sólo es un 
instrumento para resolver problemas económicos; en tanto que la 
investigación científica es orientada por la ideología dominante, que 
expresa los intereses materiales de la clase hegemónica.!
!
La obra modelo de esta escuela es el famoso ensayo de Hessen ([1931] 
1971), intitulado "Las raíces económicas y sociales de los Principia de 
Newton" ("The Social and Economic Roots o Newton's Principia"), al 
cual se ha aludido en la segunda sección. Hessen formuló la siguiente 
Sociología de la ciencia
pregunta: ¿Dónde ha de buscarse la fuente de genio creador de Newton? 
¿Qué fue lo que determinó el contenido y la orientación de sus 
actividades? (pág. 151). A su entender, dicha fuente había de 
encontrarse, no en el cerebro de Newton, impregnado por la cultura de 
su época, sino en el capitalismo, la navegación y la guerra 
contemporáneos, que planteaban por igual problemas mecánicos. Estos 
problemas técnicos, relativos a las máquinas, la minería, el transporte, la 
artillería y otros análogos, vendrían a constituir el "núcleo terrenal" de 
los Principia de Newton (pág. 171). Hasta la pasión de éste por la 
alquimia, en los últimos años de su vida, sería resultado de su interés por 
la industria, particularmente por la metalurgia (págs. 172 y ss.). Sin 
embargo, Hessen no es del todo un determinista económico, pues 
reconoce la influencia de la ideología (en particular, de la religión), 
aunque, lo mismo que Marx, sólo en carácter de elemento deformante 
(págs. 82 y ss.).!
Ahora bien, por más que Hessen fuera externalista, era moderado en 
comparación con los externalistas á la mode, porque después de todo 
reconoció que la investigación científica es una actividad intelectual, 
ejercida por personas individuales. Sostuvo que la ciencia tiene insumos 
y productos económicos (y secundariamente, también ideológicos), pero 
no que sea en sí social o que "emane" de grupos sociales. En 
consecuencia, no habría aceptado ninguna de las tesis externalistas 
radicales que examinaremos a continuación.!
El externalismo radical es aquella tesis según la cual todo conocimiento 
es social, tanto en su contenido como en su origen. En otras palabras, 
dime en qué clase de sociedad vives y te diré lo que piensas. Esta 
concepción se parece bastante a una generalización de la notoria tesis de 
Feuerbach-Durkheim según la cual todas las religiones son 
transcripciones simbólicas de estructuras sociales reales -la cual fue 
confirmada por una serie de estudios (por ejemplo, Frankfort y otros 
[1946] 1949)-. Si eso mismo pudiera afirmarse de la ciencia, podríamos 
conocer a una sociedad con sólo haber conocido sus teorías científicas, 
así como Durkheim (1972) pretendía que "es mediante la religión como 
podemos averiguar la estructura de una sociedad" (pág. 189).!
!
Pero, desde luego, nadie ha descubierto jamás nada acerca de la 
estructura social estudiando, pongamos por caso, las ecuaciones de 
Maxwell o la forma en que se miden las intensidades del campo 
electromagnético. Ello sucede porque la ciencia natural no está 
constituida a imagen y semejanza de la sociedad ni con el objeto de 
reforzar el orden social; su objetivo es investigar y representarse la 
naturaleza (para verificarlo, basta con remitirse a la bibliografía 
científica en su conjunto).!
Sociología de la ciencia
Hemos dicho anteriormente que el externalismo radical se da en dos 
formas: la local y la global. La tesis externalista radical local R1 sostiene 
que toda ciencia, y todo objeto de las ciencias, son creados literalmente 
por la respectiva comunidad científica. Esta tesis fue expuesta, en su 
forma clásica, por Ludwik Fleck ( [1935] 1979) en Genesis and 
Development of a Scientific Fact, oscuro libro rescatado del olvido por 
Thomas Kuhn. Al parecer, Fleck, bacteriólogo competente, fue el 
primero que investigó la sociogénesis del pensamiento médico. El tema 
de la obra en cuestión es la historia de las concepciones médicas y 
populares acerca de la sífilis, enfermedad a la cual califica de "hecho 
científico" (en Bunge 1981 figura una reseña sobre el particular).!
Fleck era un constructivista, y como tal negaba que la ciencia estudiara 
cosas dotadas de existencia independiente. En particular, sostenía que "la 
sífilis, como tal, no existe". Examinaremos este aspecto de su obra en las 
secciones 7 y 8. Lo que aquí nos interesa es su tesis de que todo "hecho 
científico" es producto de una "colectividad de pensamiento", o 
comunidad de personas unidas por un "estilo de pensar". Rechaza la idea 
de que una persona pueda pensar y cita, aprobándola, la afirmación de 
Ludwig Gumplowicz según la cual "lo que en realidad piensa dentro de 
una persona no es el individuo mismo, sino su comunidad social" (págs. 
4 6 - 4 7 ) . D e e l l o s e d e s p r e n d e q u e t o d o " h e c h o 
científico" (descubrimiento o invención) vendría a ser un hecho social. 
Además, lo mismo podría sostenerse a la inversa. Según Fleck, no 
existiría mundo exterior alguno. "Exterior" vendría a ser lo mismo que 
"interior". A su vez, "la realidad objetiva puede resolverse en secuencias 
históricas de ideas pertenecientes a la colectividad" (pág. 41). Esta forma 
colectivistadel subjetivismo, presagiada por el Husserl de los últimos 
años ([1931], 1960), ha sido adoptada por una cantidad de sociólogos 
(por ejemplo, Berger y Luckmann 1966), en particular de sociólogos de 
la ciencia (por ejemplo, Latour y Woolgar 1979). ¿Pero dónde están las 
pruebas de su veracidad? Aplazaremos la respuesta hasta la sección 7.!
Producto más reciente de esta misma escuela de pensamiento, citado a 
menudo como una proeza de la nueva sociología de la ciencia, es el 
largo ensayo de Paul Forman (1971), "Weimar Culture, Causality and 
Quantum Theory, 1918-1927: Adaptation by German Physicists and 
Mathematicians to a Hostile Intellectual Environment" ("La cultura de 
Weimar, la causalidad y la teoría cuántica, 1918-1927: Adaptación de los 
físicos y matemáticos a un ambiente intelectual hostil"). El título lo dice 
todo: los inventores de la mecánica cuántica no superaron la ideología 
antiintelectualista que hacía estragos en la Alemania de posguerra; al 
contrario, se adaptaron a ella. En particular, "la tendencia a prescindir de 
la causalidad en física, que surgió tan repentinamente y floreció de 
manera tan lujuriante en Alemania después de 1918, fue ante todo un 
Sociología de la ciencia
esfuerzo de los físicos alemanes por adaptar el contenido de su ciencia a 
los valores de su medio ambiente intelectual" (pág. 7).!
!
Este trabajo de Forman, tan citado, presento unos cuantos defectos 
fatales. En primer lugar, es cierto que la filosofía predominante en 
Alemania durante la gestación de la teoría de lo quanta era anticientífica, 
vitalista a irracionalista. Basta para ello con recordar la filosofía de 
Husserl en su última época, y la de su discípulo Heidegger (dicho sea de 
paso, uno y otro son héroes de la nueva sociología de la ciencia). Pero 
ésta no era, en modo alguno, la filosofía aceptada entre los físicos. Éstos 
eran en su inmensa mayoría positivistas, y por lo tanto, procientíficos. 
Hasta Pasqual Jordan lo era, pese a tratarse de un nazi militante. (Hubo, 
desde luego, algunas excepciones: Einstein y Planck eran realistas, y 
Bohr no se convirtió al positivismo hasta 1935 aproximadamente). Tanto 
es así, que la interpretación ortodoxa, o de Copenhague, de la 
formulación de la mecánica cuántica, que prevaleció desde 1935 hasta 
hace poco tiempo, es universalmente tenida por positivista. Es posible, 
eso sí, demostrar que esta interpretación es incompatible con la 
formulación matemática de la teoría y que puede ser ventajosamente 
sustituida por una interpretación estrictamente realista (Bunge 1967, 
1973, 1985a). Y por otra parte, cuando se originó la mecánica cuántica, 
el positivismo era una filosofía ilustrada, no oscurantista como la 
fenomenología, el existencialismo o el hegelismo.!
!
En segundo lugar, al centrar la atención sobre Alemania, Forman olvida 
que la teoría de los quanta fue elaborada no sólo por los alemanes 
Heisenberg, Born y Jordan, sino también por el danés Bohr, el austríaco 
Schrödinger, el francés de Broglie, el inglés Dirac, y el ciudadano del 
mundo Einstein. Después de todo, el lugar adonde acudían en 
peregrinación físicos cuánticos de aquella época, y que recibió el 
nombre "Meca de la teoría de los quanta" fue Copenhague, no Gotinga, 
Berlín, Leipzig ni Munich. (Varios de los peregrinos, entre ellos mi 
maestro Guido Beck, hasta llegaron a casarse con dinamarquesas.)!
!
En tercer lugar, la mecánica cuántica fue inventada no como un 
"esfuerzo para adaptarse al ambiente intelectual", como pretende 
Forman, sino para resolver problemas de larga data que habían venido 
intrigando a los físicos desde casi veinte años antes del nacimiento de la 
república de Weimar. ¿Cómo podría alguien haber inventado la 
mecánica de matrices, la mecánica ondulatoria, o la electrodinámica 
cuántica, tan sólo para dar gusto a unos cuantos filósofos oscurantistas? 
Lo cierto es que el positivismo -y no la Lebensphilosophie que se estaba 
Sociología de la ciencia
popularizando y, favorecida por Husserl y Heidegger, entre otros, sugirió 
la interpretación (operacionalista) de la mecánica cuántica a la que 
acabamos de referirnos. También es verdad que Bohr padeció 
inicialmente la influencia de sus compatriotas Kierkegaard y Höffding, 
al concebir su oscuro "principio" de la complementariedad -pero en, 
realidad no se trata de un principio, pues no tiene ninguna implicación y 
de todos modos no desempeñó papel alguno en los cálculos-.!
!
En cuarto y último lugar, ¿qué hay de oscurantista en la hipótesis de que 
el azar se entrelaza con la causalidad, en vez de reducirse meramente a 
nuestra ignorancia de ésta? ¿Por qué habríamos de desconfiar del azar? -
¿tan sólo por la confusión vulgar entre causas y razones?-. ¿Y qué tiene 
de oscurantista el primer intento fructífero de explicar la existencia 
misma y las principales propiedades de átomos, moléculas, fotones, 
sólidos, reacciones nucleares y químicas, y tantas otras cosas?!
!
Lo mismo que Fleck antes de él, Forman es un externalista y relativista 
radical, aunque no un constructivista. Pero ambos han conservado la 
distinción entre lo interno y lo externo: Fleck con referencia a las 
comunidades científicas, y Forman en lo relativo a la intelligentsia en su 
conjunto, dentro de un país determinado y en un momento dado. Muy 
distinto es el caso de los externalistas radicales globales. Para ellos, 
precisamente porque los laboratorios científicos son instituciones 
públicas abiertas a los profanos (hasta a aquellos antropólogos y 
sociólogos de la ciencia ignorantes de las ciencias naturales), se trata de 
ámbitos sin muros, interpenetrados con la sociedad en general, y cuanto 
sucede en su interior es de lo más corriente (Latour, 1983).!
!
Esto sucede porque en el laboratorio "el contenido se funde con el 
contexto" (Latour 1987) y no hay distinción entre discurso y praxis 
(Woolgar 1985). Por el mero hecho de que la investigación científica 
implica cierto grado de politiquería, y porque se la confunde a veces con 
la tecnología, puede llegar a ser concebida como la máxima fuente de 
poder en la sociedad moderna: "La ciencia es la política desarrollada por 
otros medios" (Latour 1983,168). En esta forma, también la distinción 
entre micro y macro termina por disolverse en el gran magma que la 
nueva sociología de la ciencia llama "ciencia" (a lo cual nos referiremos 
nuevamente en la próxima sección).!
!
La tesis externalista radical, para la que todo conocimiento es social, 
hasta el punto de no poder formularse distinción alguna entre su 
Sociología de la ciencia
contenido y su contexto, es falsa por las razones que se enumeran a 
continuación. En primer lugar, el hecho de que el contenido sea influido 
por el contexto no prueba que sean indiferenciables entre sí, del mismo 
modo que el hecho de que un organismo no pueda vivir si se cortan 
todos sus vínculos con su medio ambiente no refuta la distinción ente 
organismo y ambiente. (Por otra parte, en general, no puede haber 
interacción sino en tres cosas distintas.) Los biólogos especializado en 
citología y en el estudio de los organismos, si bien no niegan la 
existencia ni la importancia del medio ambiente, dedican su principal 
atención a los primeros, y no al segundo. En término semánticos, los 
referentes centrales de los enunciados biológicos son los organismos, 
mientras que el medio ambiente es su referente periférico. 
Análogamente, para el estudioso serio de la ciencia, ésta es el referente 
central de sus enunciados, y la sociedad, su referente periférico.!
El externalista radical no establece tal distinción semántica: para él, 
tanto el centro como la periferia se confunden en una gran papilla dentro 
de la cual se ahogan las ideas científicas. Esta fusión es una treta 
conveniente para eludir cuestiones "técnicas", como la construcción y 
verificación de teorías científicas; de este modo, el estudioso puede 
prescindir de los elementos básicos de la investigación y dedicarse a sus 
instrumentos, aspectos exteriores ycontingencias diversas. Gracias a ese 
procedimiento el profano en la materia puede burlarse de los filósofos de 
la ciencia que ignoran la "ciencia en proceso", y hasta lisonjearse con la 
ilusión de que puede "explicar totalmente al experto su 
funcionamiento" (Latour 1987, 15). ¡Qué caso ejemplar de modestia 
científica!!
En la sección 4 se había ya mencionado una segunda razón por la cual la 
tesis externalista radical es falsa, a saber, que cualquier teoría razonable 
de la referencia ha de indicar que los referentes de los enunciados 
matemáticos son objetos matemáticos, y los de los enunciados físicos, 
objetos físicos -no hechos sociales-. ¿Cuál es el contenido social de una 
función matemática, cuál el de una fórmula de reacción química? El 
externalista no da respuestas precisas a estos interrogantes. La 
circunstancia de que la creación de esos constructos exija aprender de 
otras personas y comunicarse con ellas, y de que algunos de ellos se 
utilicen en la industria y en el comercio mediante la tecnología, no 
transforma dichos constructos en hechos sociales, así como la naturaleza 
social de la producción y la venta de una caja de cereal para el desayuno 
no convierte tampoco en procesos sociales ni el cereal, ni nuestra 
ingestión y digestión del mismo.!
Para resumir, los externalistas tienen razón; al sostener que los hombres 
de ciencia no viven en un vacío social. Y que, en consecuencia, la 
separación entre las ideas y prácticas científicas de los hombres de 
Sociología de la ciencia
ciencia y de sus circunstancias sociales es puramente analítica, por más 
que sea indispensable para entenderlas y evaluarlas en tanto que ideas y 
prácticas. Pero afirmar que las contingencias sociales constituyen ideas y 
prácticas científicas es como sostener que, por vernos en la necesidad de 
respirar para vivir, estamos completamente determinados por la 
atmósfera, bien, según el externalismo radical, que estamos hechos de 
aire; y en este caso, del aire caliente que, como si se tratara de un globo, 
infla tal argumentación. (Otras críticas al externalismo pueden 
encontrarse en Shils, 1982).!
6. EL TEMA DE LA RELACIÓN ENTRE MACRONIVELES Y 
MICRONIVELES, O ENTRE ESTRUCTURAS Y AGENTES, EN LA 
SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA!
Toda ciencia debe necesariamente encarar el problema de las relaciones 
entre microniveles y macroniveles, o sea, entre la parte (por ejemplo, el 
individuo y el todo (por ejemplo, la sociedad). Este problema reviste 
particular seriedad en la ciencia social (véase, vg. Knorr-Cetina y 
Cicourel 1981; Alexander et al. 1987). Los dos intentos clásicos de 
resolver (o eludir) este problema son el individualismo y el holismo, 
cada uno de los cuales presenta a su vez un aspecto ontológico y otro 
metodológico (véase, vg., Krimerman 1969; O'Neill 1973; Bunge 1979, 
1995). Los holistas sostienen que el individuo es un peón de la sociedad, 
y por ello prefieren el enfoque descendente (o sea, del macronivel hacia 
el micronivel), de modo que son macrorreduccionistas. En cambio, los 
individualistas sostienen que todo acontecer social es resultado de actor 
individuales, y por tanto prefieren el enfoque ascendente (o sea, del 
micronivel hacia el macronivel), de modo que son microrreduccionistas. 
Mientras que Marx y Durkheim fueron en gran medida holistas, Weber y 
Schutz fueron predominantemente individualistas.!
Con todo, puede alegarse que el holismo y el individualismo son tipos 
ideales. Por ejemplo, Marx no negó, sino que, al revés, realzó la acción 
individual (aunque concertada), particularmente cuando ésta tendía a 
modificar el orden social existente. Hasta los individualistas más 
radicales reconocen que el individuo tiende a comportarse de modo 
diferente en distintas situaciones sociales, pero no por ello intentan 
siquiera analizar el concepto macrosociológico de una situación en 
términos de actos individuales.!
En síntesis, un especialista en ciencias sociales no puede ser, en la 
práctica, ni holista ni individualista en todos los casos. Ya sea que tenga 
o no conciencia de ello, todo hombre de ciencia es sistemista, es decir, se 
trata de alguien que estudia los sistemas sociales -como por ejemplo, las 
comunidades científicas- y la forma en que éstos son originados, 
conservados, reformados, revolucionados o desmantelados por medio de 
acciones individuales, así como la manera en que las mismas son a su 
Sociología de la ciencia
vez condicionadas (y en particular, estimuladas o inhibidas) por la 
estructura social. El sistemista reconoce las distinciones y relaciones 
entre micro y macroniveles, y acepta la legitimidad de algunas 
reducciones (ascendentes o descendentes), pero a la vez destaca los 
límites que se oponen a la reducción, originados en el hecho mismo de 
que los sistemas sociales están compuestos de individuos y las acciones 
de éstos serán condicionadas por el medio ambiente social (véase Bunge 
1979, cap. 5; 1985b, cap. 4; 1995, 1996, 1998).!
¿Cuál es la posición de las distintas escuelas de la sociología de la 
ciencia respecto del trilema individualismo-holismo-sistemismo? 
Evidentemente, Marx y Engels, en sus enunciados generales, eran 
holistas (recuérdese la sección 2), pero cuando juzgaban a algún hombre 
de ciencia en particular, al cual profesaban respeto, como Ricardo o 
Darwin, no lo trataban como a un mero portavoz de la burguesía ni 
afirmaban que sus ideas hubieran estado integradas con elementos de la 
infraestructura material. En cuanto a los hombres de ciencia marxistas 
occidentales, como por ejemplo Bernal, eran todavía menos holistas que 
Marx y Engels, pues no negaban la creatividad individual ni pretendían 
que todo enunciado científico tuviera contenido social. Se caracterizaban 
por destacar la influencia del contexto sobre el contenido social, sin 
desconocer la distinción entre uno y otro (véase la sección 3).!
En cuanto a Merton, si bien se trata de un funcionalista-estructuralista, y 
por tanto, en cierto modo, de un holista, sus contribuciones y las de sus 
discípulos a la sociología de la ciencia no pueden catalogarse ni como 
holistas, ni como individualistas. En realidad, todas ellas tratan de 
hombres de ciencia a título individual, o de equipos de éstos que 
comparten una misma ética y un mismo fondo de conocimientos. Dado 
que esas contribuciones se refieren a individuos en el marco de una 
sociedad, así como a los insumos y productos sociales (en particular, 
económicos e ideológicos) de la labor desarrollada por hombres de 
ciencia individuales o por equipos de investigación, establecen vínculos 
entre macro y microniveles, en vez de intentar macrorreducciones 
(característica del holismo) o microrreducciones (inherentes al 
individualismo). En resumen, la escuela mertoniana de sociología de la 
ciencia puede caracterizarse como sistemista, aunque no puede 
asegurarse en modo alguno que el propio Merton hubiere de aceptar esta 
caracterización.!
Pero, ¿qué decir de la nueva sociología de la ciencia? Pues bien, por 
unida que ésta se presente en otros aspectos, está dividida en cuanto al 
tema de los micro y macroniveles. Mientras que una minoría de sus 
cultores, particularmente los etnometodólogos, es individualista, la 
mayoría, y en especial los partidarios del "nuevo programa", es 
colectivista o, al menos, cripto-holista. En contraste con otras ramas de 
Sociología de la ciencia
la sociología, no parece haber sistemistas entre los secuaces de la nueva 
sociología de la ciencia -mala señal-.!
La principal filosofía en la cual se funda la etnometodología es la 
fenomenología, escuela fundamentalmente subjetivista y por ende 
individualista. Husserl, padre de la misma, exigía que el sujeto se 
contemplase a sí mismo para observar el flujo de su propia conciencia, y 
que colocase la realidad "entre paréntesis", o sea, que hiciese de cuenta 
como si no existiera. Además, de conformidad con esta doctrina, el 
sujeto se crea su propia realidad en torno a sí, particularmente su propia 
realidad cotidianao Lebenswelt. Es cierto que posteriormente (en 1931) 
Husserl encomendó esta tarea a "comunidades intersubjetivas de 
individuos". Pero aun así la idea básica es que la realidad carece por 
entero de existencia autónoma. El mundo real es "inseparable de la 
subjetividad trascendental", y además, constituye "una idea in finita, 
relacionada con infinidad de experiencias armoniosamente 
combinadas" (Husserl 1960, 62; las itálicas son del original). Es por ello 
que la fenomenología encarna "el más extremo contraste con las ciencias 
en el sentido hasta ahora aceptado de ciencias positivas, 
'objetivas"' (Husserl [1931] 1960, 30; las bastardillas son del original).!
En síntesis, el propio Husserl destacó que la fenomenología implica un 
enérgico rechazo del realismo gnoseológico peculiar de la ciencia y la 
tecnología y que caracteriza también la obra de los fundadores de la 
sociología. ¿Es realmente necesario explicar por qué una disciplina que 
ni siquiera intenta proporcionar una concepción objetiva de la realidad 
no puede ser considerada como científica por más que se otorgue esa 
denominación?!
Berger y Luckmann (1967) -a la zaga de Schutz ([1932, 1967), quien 
siguió a Husserl, que a su vez siguió a Dilthey, seguidor por su parte de 
Kant y de Hegel- escriben, por lo tanto, sobre la construcción de la 
realidad, y no sobre el estudio de la misma (véase Outhwaite 1986, con 
respecto al linaje de la sociología fenomenológica), lo mismo que 
Harold Garfinkel (1967) y otros miembros de la escuela 
etnometodológica. Pero si bien los padrinos putativos de la 
etnometodología son el Husserl tardío y hasta el propio Heidegger, 
sucede que, a diferencia de estos filósofos, los etnometodólogos no son 
aprioristas, sino que efectúan investigaciones empíricas, aunque éstas se 
refieran a minucias. Es indudable que Husserl y Heidegger, quienes 
despreciaban la ciencia, habrían desaprobado enérgicamente dichas 
investigaciones empíricas por más que se hubieran deleitado con la jerga 
hermética que las acompaña.!
!
Sociología de la ciencia
La etnometodología se opone al externalismo radical porque, en su 
mayoría, los partidarios de éste dan por supuesta la realidad del mundo 
exterior, considerando además todos ellos que el individuo es por entero 
producto de su medio ambiente social. Este rechazo del externalismo 
sería acertado si no ignorase por completo la existencia de los grandes 
sistemas sociales y de las principales cuestiones de la sociedad, y si 
fuera acompañado por un estudio en profundidad de las actividades 
peculiares de los hombres de ciencia a título individual y de los equipos 
que ellos integran. Lamentablemente no es así.!
En verdad, lo característico de los estudios etnometodológicos es el 
registro (en cintas magnetofónicas o de video) de minucias relativas a las 
actividades de la vida cotidiana (es decir, de lo familiar, no de lo 
extraordinario) y la asignación arbitraria a los sujetos o actores de un 
"sistema general de significado" otorgado por éstos a cada nueva 
situación que van enfrentando -en cuyo proceso el término clave, 
"significado" (o su equivalente pragmático, "interpretación") queda sin 
definir, conforme a la tradición de Dilthey y de Weber-.!
Aquel etnometodólogo que estudia la ciencia sólo se interesa en los 
"objetos mundanos" (por ejemplo, los instrumentos de medición) que los 
hombres de ciencia utilizan en su "práctica concretada" (¿podría haber 
acaso una práctica no concretada?) y en los signos que emplean al hablar 
y al escribir, y no en las ideas científicas que confieren "significado" a 
dicha práctica y a las interacciones de los propios hombres de ciencia. Y 
no puede interesarse en ellas, porque no las entiende. El etnometodólogo 
es un forastero, y por ello, un externalista metodológico, aunque no 
ontológico. Tampoco se interesa en la acción recíproca entre ciencia y 
tecnología ni en las limitaciones y oportunidades que presentan la 
industria y el Estado. Volveremos a referirnos a la etnometodología en la 
sección 7.!
Y sin embargo, muchos de los partidarios de la nueva sociología de la 
ciencia son holistas. Para ellos, el grupo precede y domina al individuo, 
y es quien concibe y aun quien profesa todas las creencias. Pero la tesis 
de que los sistemas de creencias pueden imputarse a grupos de la 
sociedad, y en particular a las clases sociales, tropieza con dos 
dificultades. Una de ellas, como lo destacara Barnes (1977), miembro 
fundador de la nueva sociología de la ciencia, es que pudo comprobarse 
que las creencias que al parecer eran las indicadas racionalmente por los 
intereses de una clase resultaban, con molesta frecuencia, comunes entre 
los miembros de otra; que las creencias dominantes de una clase eran a 
veces extraordinariamente reacias a una formulación racionalmente 
inteligible en términos de cualquier versión plausible de intereses 
objetivos; y a veces se encontraba en una clase tal diversidad de 
Sociología de la ciencia
creencias y de pensamientos que era imposible proceder a un análisis 
para verificar las formas dominantes (pág. 45).!
Para sintetizar, ocurre que las clases sociales no son ideológicamente 
homogéneas. Pero esto loo sabíamos mucho antes de que apareciera la 
nueva sociología de la ciencia. Por ejemplo, sabíamos que la Revolución 
Francesa, cuyo carácter burgués era reconocido, fue en parte efecto de 
los escritos y la acción de muchas personas que pertenecían a las 
categorías menos encumbradas de la nobleza o del clero. El caso de la 
Revolución Rusa fue análogo: entre sus promotores hubo numerosos 
integrantes de las clases privilegiadas, entre ellos, Lenin y Trotsky. 
Además, es dudoso que cualquier revolución sea posible a menos que se 
produzca una división en el seno de la clase dominante.!
Sin embargo, la principal dificultad que presentan las tesis holísticas en 
cuanto a la atribución de las creencias reside en su presunción de que 
éstas pueden ser profesadas por grupos sociales, y no meramente por sus 
miembros. Pero una creencia es un estado o proceso mental, y por lo 
tanto sólo puede ser concebida, nutrida, sostenida o abandonada por una 
mente individual, o mejor dicho, por un cerebro. De modo que la 
atribución de creencias a grupos sociales sólo puede tener lugar en aras 
de la brevedad; por ejemplo, la expresión "el grupo social X profesa la 
creencia Y" debería interpretarse como una forma resumida de expresar: 
"Todos (o la mayoría de) los miembros (adultos) de X creen en Y". Éste 
es, desde luego, uno de los dogmas válidos del individualismo 
metodológico.)!
Como hemos visto en la sección 5, Fleck ( [1935] 1979) fue quizás el 
primero en afirmar que "las comunidades de pensamiento", y no los 
individuos, construyen la ciencia, y no sólo ésta, sino también los 
hechos, como por ejemplo, la infección sifilítica. (La idea de que sólo las 
personas, naturales o sobrenaturales, crean los hechos, es, por supuesto, 
mucho más antigua. Recuérdese no sólo a George Berkeley, sino 
también a Ernst Mach y a Edouard Le Roy, el filósofo convencionalista 
a quien se debe la famosa frase le savant crée le fait). Según Fleck, cada 
Denkkollectiv tiene su propio Denkstil, y los diversos estilos de 
pensamiento son -como algunos dirían hoy- mutuamente 
"inconmensurables".!
¿Cómo llegó Fleck a concebir estas ideas? Probablemente tomó su 
principio básico del marxismo, que por ese entonces era bastante popular 
en Europa. ¿Y cómo llegó a confirmarlas? Concentrando su estudio en la 
historia de la prueba de Wasserman para descubrir los casos de sífilis, y, 
aun dentro de este tema, limitándose únicamente a un par de casos de 
trabajo en equipo de índole relativamente rutinaria, a ignorando por 
completo la labor individual. No comprendió que, si bien los 
descubrimientos y las invenciones pueden ser anónimos y están 
Sociología de la ciencia
expuestos a las influencias de la sociedad, nunca son colectivos por la 
sencilla razón de que se trata de procesos mentales, que sólo ocurren

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