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SAN AGUSTÍN DE HIPONA Y SANTO TOMÁS DE AQUINO

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La obra de San Agustín de Hipona supone la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica. Llamado por algunos el último sabio antiguo y el primer hombre moderno, San Agustín tuvo la genialidad de señalar una nueva dimensión del hombre: la intimidad, donde descubre a Dios. La verdad era para San Agustín el ideal supremo al que se entregó con pasión. Esta verdad es la que se refiere al alma y a Dios.
La integración agustiniana del platonismo en la filosofía cristiana genera su metafísica ejemplarista. Metafísica de la verdad que fundamenta el ascenso a Dios como verdad eterna y se despliega en el ejemplarismo gnoseológico de la iluminación y el ejemplarismo moral de la participación por la criatura en la ley eterna.
Pero San Agustín no es un platónico cristianizado: su metafísica del espíritu descubre dimensiones inexploradas para el pensamiento antiguo y podría decirse que cumple por primera vez el llamamiento del "conócete a ti mismo". A partir de San Agustín, el platonismo quedó adherido durante siglos al cristianismo.
El pensamiento de San Agustín fue esencial para que la Iglesia no dejara de lado la visión científica y su vinculación con la Biblia. Se evita, entonces, un desarrollo independiente de la ciencia, porque tanto las observaciones astronómicas como de otra índole, esenciales en la elaboración de los calendarios, tuvieron que ser adecuados a los textos sagrados.
Tomás de Aquino también reconoció la indiscutible autoridad de San Agustín como doctor de la fe; pero, en cuanto filósofo, asumió algunas de sus teorías y rechazó otras. Concretamente, Santo Tomás aceptó tres importantes doctrinas agustinianas: el trascendentalismo causal o abismo metafísico existente entre Dios y las criaturas (que son causadas); el ejemplarismo, recogiendo la doctrina de la participación en la cumbre de su pensamiento metafísico; y la solución al problema del mal.
Santo Tomás de Aquino es probablemente el mayor exponente de la filosofía medieval y el padre de la escolástica y el tomismo. Es también el inventor de las llamadas 5 vías para demostrar la existencia de Dios: cinco caminos que, basados en la metafísica clásica de Aristóteles llevan a la conclusión de que existe un Ser Subsistente creador del mundo que lo sostiene en todo momento en la existencia.
La verdad de la razón puede coincidir con la verdad de la fe, o no. En todo caso, siendo independientes, no debe interferir una en el terreno de la otra. Santo Tomás rechazará esta teoría, insistiendo en la existencia de una única verdad, que puede ser conocida desde la razón y desde la fe. Sin embargo, reconoce la particularidad y la independencia de esos dos campos, por lo que cada una de ellas tendrá su objeto y método propio de conocimiento.
La filosofía se ocupará del conocimiento de las verdades naturales, que pueden ser alcanzadas por la luz natural de la razón; y la teología se ocupará del conocimiento de las verdades reveladas, de las verdades que sólo puede ser conocidas mediante la luz de la revelación divina. La posición de santo Tomás supondrá el fin de la sumisión de lo filosófico a lo teológico. Esta distinción e independencia entre ellas se irá aceptando en los siglos posteriores, en el mismo seno de la Escolástica, constituyéndose en uno de los elementos fundamentales para comprender el surgimiento de la filosofía moderna.

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