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El cerebro humano es un órgano complejo y es el responsable de multitud de funciones corporales que necesitamos para sobrevivir. Toda maquinaria necesita de combustible para funcionar, y nuestro cerebro no iba a ser diferente. Aunque representa poco más del 2% del peso corporal, consume una sexta parte del gasto cardíaco y un 20% del oxígeno que nuestro organismo necesita en reposo. El cerebro está constantemente activo (incluso cuando dormimos), de ahí que la vascularización o irrigación sanguínea sea un proceso tan importante para un órgano como este. El encéfalo al completo es irrigado por cuatro grandes arterias, que emergen desde la arteria aorta y ascienden por el cuello hasta penetrar el cráneo. La circulación de la sangre en el cerebro se produce a través de dos sistemas simétricos, a ambos lados del cuello: por la parte anterior, las arterias carótidas comunes; y por la parte posterior, las arterias vertebrales, que hacen gran parte de su recorrido dentro de las vértebras cervicales. Las arterias carótidas comunes se dividen en dos ramas, la carótida externa, que nutre principalmente estructuras extracraneales (lengua, faringe, cara, músculos cervicales, etc.) y la carótida interna, que penetra en el cráneo y aporta sangre a la mayor parte de la porción anterior del encéfalo, que llamamos cerebro. Las arterias vertebrales penetran en el cráneo y se unen formando un tronco común que conocemos como arteria basilar, que se encarga de irrigar el cerebelo y el tronco cerebral. Las arterias carótidas internas y la arteria basilar se dividen, a su vez, en ramas cada vez más pequeñas, y se distribuyen por toda la superficie cerebral. El sistema carotídeo es el responsable de la circulación anterior de la sangre en el cerebro y aporta prácticamente el 80% del flujo sanguíneo que recibe el encéfalo. Está formado por las carótidas comunes (derecha e izquierda) que, una vez han penetrado el cráneo, forman las carótidas internas, ramificándose en las arterias cerebrales anteriores y medias. Éstas llegan a la corteza cerebral, alcanzando los lóbulos frontales, parietales y temporales. 1. Arteria cerebral anterior La arteria cerebral anterior se origina en la arteria carótida interna. Las arterias de cada lado están conectadas por la arteria comunicante anterior y ambas forman parte del círculo arterial cerebral o polígono de Willis, del que hablaremos más adelantes Al llegar a la corteza, esta arteria se divide en las arterias parietoccipital y calcarina. La arteria parietooccipital continúa por el surco parietooccipital y se encarga de irrigar sangre a la porción medial de los lóbulos parietal y occipital; y, por su parte, la arteria calcarina sigue su curso por la cisura calcarina, realizando funciones de irrigación de la corteza visual en el lóbulo occipital. 2. El polígono de Willis El círculo arterial cerebral o polígono de Willis (llamado así en honor al médico inglés Thomas Willis, pionero en el estudio de la anatomía comparada), es una estructura con forma de heptágono y localizada en la parte inferior del cerebro, rodeando el tallo de la glándula pituitaria, el quiasma óptico y el hipotálamo. Este sistema de circulación de la sangre está formado por la unión de los dos sistemas que hemos visto anteriormente: el sistema carotídeo y el sistema vertebrobasilar. Es lo que se denomina un sistema de anastomosis, esto es, una red de interconexión de arterias en forma de polígono arterial encargado de irrigar de sangre al cerebro y a las áreas adyacentes. Al igual que el resto de sistemas, el polígono de Willis puede dividirse en su parte anterior y posterior. La anterior está formada por la arteria carótida interna y abastece de sangre a la parte anterior del cerebro, irrigando la mayor parte de los hemisferios cerebrales, así como algunas áreas profundas como el núcleo caudado y putamen. La zona posterior del polígono arterial se compone de las arterias vertebrales y se encarga, principalmente, de irrigar de sangre al cerebelo, el tronco y la zona posterior de los hemisferios cerebrales. La función principal del polígono de Willis es la de permitir que exista una vía alternativa en caso de que ocurra una oclusión o se detenga el riego sanguíneo en su ruta habitual. Además, también permite que se iguale el flujo de sangre entre los dos lados del cerebro (hemisferio derecho e izquierdo). En definitiva, este entramado de arterias facilita que haya una distribución correcta del flujo sanguíneo en nuestro cerebro, sobre todo en caso de que suframos cualquier tipo de daño o accidente cerebrovascular que implique una disminución o una parálisis de la irrigación y la vascularización cerebral.
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