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MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS 1 
 
 
Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
 
 
 
 
 
Lectura 2 
 
Tortosa, G. F. (1998) Una Historia de la 
Psicología Moderna. Madrid. 
McGraw Hill P.P. 293-314 
 
 
 
 
Tortosa (1998) te mostrará cómo J. B. Watson dio a la psicología el carácter 
de estudio de la conducta, y con esta lectura cubrirás la segunda unidad 
mínima de aprendizaje de la unidad V titulada La nueva era de la Psicología 
Americana. 
LLAA PPRROOPPUUEESSTTAA CCOONNDDUUCCTTIISSTTAA DDEE JJ.. BB.. WWAATTSSOONN 
 
UU NN II DD AA DD VV .. 
 
LA NUEVA ERA DE LA PSICOLOGÍA 
AMERICANA 
 
 
 
1. Introducción 
 
La primera década de nuestro siglo fue un período de transición durante el 
cual numerosos psicólogos manifestaron una generalizada sensación de 
insatisfacción con la psicología tradicional, luchando por clarificar, aunque 
fuera en forma mínima, qué es y de qué se ocupa la psicología. La psicología 
norteamericana estuvo muy marcada por una profunda revisión de los 
objetivos, métodos, alcance y concepciones fundamentales de la psicología, 
manifestándose una fuerte tendencia a incorporar el estudio de los fenómenos 
más manifiestos del proceso de adaptación, la conducta abierta de los 
organismos. El replanteamiento se centró en la naturaleza de la conciencia y 
la validez del método introspectivo. Se estaba demandando una nueva 
sistematización y Watson sería uno de los primeros investigadores en plasmar 
ese estado de cosas en un programa definido. 
«Los tiempos estaban maduros para una mayor objetividad en la 
psicología» (Boring, 1950), y, al iniciarse la segunda década de nuestro siglo, 
se habían asentado ya las fuerzas que iban a desplazar la psicología desde el 
mentalismo hasta el conductismo. El idealismo se había visto reemplazado por 
el pragmatismo, el realismo y el instrumentalismo. La conciencia había pasado 
a ser un mero postulado cada vez de menos utilidad, especialmente entre los 
psicólogos animales; además, la teoría ideomotora había acabado 
reduciéndola a un concepto relaciona]. El dominante funcionalismo se 
orientaba crecientemente hacia la determinación objetiva de la influencia de 
los ambientes sobre unos organismos que se servían de la conducta para 
intentar satisfacer sus necesidades dentro de un esquema E-O-R. La utilidad 
de la psicología era un activo social que ninguna presunta comunidad de 
expertos podía despreciar. Así, cuando Watson ofreció su propuesta, existía 
ya en la psicología norteamericana una generalizada puesta en cuestión de 
los «viejos dioses de la introspección, la conciencia y la sensación» (Dunlap, 
 
 UNIDAD V LA NUEVA ERA DE LA PSICOLOGÍA AMERICANA 
 
 
MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS 2 
 
 
Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
1932), y un decidido apoyo al modelo naturalista de ciencia, y por tanto a una 
oferta de predicción y control. 
 
 
2. Por el animal hacia el ser humano 
 
Mucho tiempo antes de que Koestler (1967) bautizase el conductismo como 
«la filosofía del ratomorfismo», diversos comentaristas de la obra de Watson y 
el propio Watson habían reconocido ya la obvia conexión entre psicología 
animal y conductismo. La experimentación animal fue el principal agente 
causal de la orientación conductualista del funcionalismo, básicamente se 
ampliaron los métodos y puntos de vista de la psicología animal a la psicología 
humana. 
Biólogos y psicólogos habían aportado su grano de arena a la constitución 
de un ámbito propio de psicología animal que había ido, con los años, 
cobrando forma y peso dentro de la psicología americana. En el tránsito al 
siglo XX, en el campo de la psicología comparada y en el de la biología, los 
estudios sobre la conducta de los seres vivos, la aplicación del método 
experimental v la preocupación por la construcción de una ciencia objetiva 
acerca de la conducta eran valores bien establecidos (Boakes, 1989). Una 
interpretación relacional de lo psíquico, como experiencia peculiar, que lo 
reducía a mera conexión de fenómenos había ido teniendo un cierto grado de 
concreción en el horizonte de ciencia natural. 
J. Loeb (1859-1924), uno de los maestros de Watson a pesar de la 
brevedad de su relación, consideraba la conciencia un término metafísico que, 
en realidad designaba fenómenos determinados por la memoria asociativa, 
siendo ésta el «mecanismo mediante el cual un estímulo provoca, no sólo los 
efectos que su naturaleza y la estructura específica del órgano irritable 
determinan, sino que provoca también los efectos de otros estímulos que 
anteriormente actuaron sobre el organismo a la vez o casi simultáneamente a 
hacerlo el estímulo en cuestión» (Loeb. 1900). Se ve, pues que la conciencia 
es aquí un mero nombre para referirse a las conexiones entre un estímulo 
actual y una huella psíquica previa. En su influyente debate con Jennings 
(Pauly, 1981), Loeb enfatizaría cada vez más la importancia explicativa, no de 
causas internas al organismo, sino de los factores situados en el exterior del 
mismo, acentuaría la simplicidad y el carácter global de la respuesta y su 
posible generalización a muy diversos tipos de organismos, e intentaría más 
que conocer cómo actuaba el organismo y cómo se automantenía en un 
entorno cambiante, lograr controlar diversos aspectos de la conducta 
modificando las condiciones externas con las que aquélla se relacionaba. Su 
postura tendría una fuerte influencia sobre los futuros planteamientos de 
Watson, pese a que sus relaciones en Chicago duraron menos que las que 
éste mantendría con Jennings en Johns Hopkins. 
En este proceso también jugaron un papel clave los investigadores 
inscritos en la corriente funcionalista de la psicología animal, caracterís-
ticamente representada por las investigaciones de Small, Thorndike, Yerkes, 
Angell y, pronto, el propio Watson. Numerosos funcionalistas practicaron 
rigurosos experimentos con animales y defendieron ardorosamente la teoría 
de la selección natural y la continuidad de las especies (Logue. 1985. Los 
funcionalistas se interesarían en la psicología animal y en la psicología 
genética porque suministraban procedimientos objetivos para observar las 
capacidades que ayudaban al organismo a tener éxito; posteriormente alguno 
de ellos se desplazaría al ámbito educativo y la psicología infantil, propiciando 
la aceptación de las ideas objetivas del conductismo (O'Donnell, 1985). 
La influencia del evolucionismo sobre los estudios de la conducta animal 
es indudable, como lo es el de algunos psicólogos británicos —Romanes, 
Morgan y Spalding—. Durante la segunda mitad del siglo XIX, aquéllos 
progresaron desde la utilización del método anecdótico hasta la del 
experimental. Las técnicas que desarrollaron en vistas a ejecutar sus 
experimentos, así como los datos que obtuvieron, ejercieron un fuerte y casi 
inmediato impacto sobre los psicólogos que, en EE.UU., estaban trabajando 
con especies subhumanas antes de la llegada del conductismo (Richards, 
1977; Logue, 1985)1. Pero Gran Bretaña no fue el único país en contar con 
 
1 «Las pretensiones de objetividad, propias de toda ciencia empírica (...) se habían 
acentuado especialmente en psicología animal, donde no cabe obtener informes introspectivos de 
los sujetos. De las observaciones naturalistas y anecdóticas de Romanes, se había pasado al 
control más riguroso de Lloyd Morgan, y a los trabajos estrictos de Thorndike y Small, en 
situaciones experimentales cada vez más simples y controladas. El psicólogo iba limitándose 
progresivamente a describir los estímulos que constituyen la situación animal —cajas 
experimentales, laberintos—, las respuestas motoras y las asociacionesregulares entre unos y 
otros que se observan de hecho en la conducta» (Yela, 1980, 152). 
 
 UNIDAD V LA NUEVA ERA DE LA PSICOLOGÍA AMERICANA 
 
 
MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS 3 
 
 
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Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
una investigación experimental sobre sujetos infrahumanos que afectase a la 
psicología estadounidense; en Rusia, los fisiólogos, más que los biólogos, 
habían iniciado un programa de investigación también experimental con ani-
males que sería conocido algo más tardíamente2. 
En aquel marco se produjo la incorporación de Watson a la investigación 
animal. Encontró en Chicago a los psicólogos Dewey y Angel], especialmente 
el segundo le orientó definitivamente hacia la psicología experimental, al 
neurólogo Donaldson y el biólogo de origen alemán Loeb. Su influencia 
directa, junto a la más lejana ejercida por la investigación sobre animales de 
Thorndike, Small y Yerkes, acabarían decantando a Watson hacia la 
psicología comparada. Centró su investigación en sujetos experimentales tan 
diversos como ratas, primates y aves. Estudió patrones conductuales simples 
y complejos en especies domésticas y no domésticas, en cautividad y en sus 
medios naturales, por lo que se vio abocado tanto a estudios de campo como 
experimentales. Sería en este campo donde labraría su reputación científica 
de la mano de un riguroso programa claramente condicionado por las pre-
ocupaciones de la psicología animal norteamericana. Subyacía el debate 
postdarwinista sobre la evolución de la mente (Boakes, 1989, 1995). 
La hipótesis general era que la comprensión y explicación de la mente 
humana podía beneficiarse mucho de las comparaciones sistemáticas entre 
las habilidades mentales de las diferentes especies, esto es lo que otorgó a la 
psicología comparada un lugar, aunque modesto, en el marco de la psicología 
experimental (Campfield, 1969; O'Donnell, 1985). 
John Broadus Watson (1878-1958) obtuvo su MA en la Universidad Fur-
man, marchando a Chicago a realizar su formación de postgrado. Se 
doctoró (190_) bajo la dirección de Donaldon y Angell, incorporándose a 
la plantilla académica de la prestigiosa Universidad de Chicago. En 1908, 
sucedía a Baldwin como director de departamento en otra de las grandes 
universidades (Johns Hopkins), encargándose editorialmente del 
 
influyente Psychological Review. Fue propuesto como secretario del 
fallido XI Congreso Internacional de Psicología, a celebrar en EE.UU. en 
1913. Sólo diez años después de doctorarse daba a conocer su 
propuesta conductista en Columbia y a través del Review, y un año 
después, con sólo treinta y seis años era nominado como futuro 
presidente de la APA. Una trayectoria inusualmente rápida para los 
estándares incluso de nuestros años. Independientemente de coyunturas 
y factores extracientíficos, estos logros reflejan su muy considerable 
contribución al desarrollo de la disciplina, y una indudable situación de 
poder. Su control sobre revistas (y secciones editoriales) clave (por 
ejemplo, Journal of Comparative Neurology and Psychology, The Journal 
of Animal Behavior; Behavior Monographs; Psychological Review, 
Psychobiology, Journal of Experimental Psychology) le llevó a conocer 
bien y pronto los desarrollos que se iban produciendo en la psicología de 
su tiempo y le facilitó la difusión de sus propias ideas, y de quienes las 
compartían, sobre una ciencia conductual. Formó parte del Committee 
on the Clasification of Personnel in the Army. Una vez finalizada la 
2 Watson editó el número del Psvchological Bulletin en el que Yerkes y Morgulis 
presentaban la aplicación del método de Pavlov al estudio del comportamiento animal, y, desde 
luego, fueron leídas las traducciones francesas de piezas importantes de la tradición reflexológica 
rusa. Watson, por ejemplo, dedicaría un semestre entero a la traducción y discusión del libro de 
Bechterev La Psicología Objetiva, publicado por Félix Alean en 1913. 
 
guerra, en noviembre de 1918, regresa a su Universidad, pero su trabajo 
fue bruscamente interrumpido (1920) a causa de un escandaloso 
divorcio por el que se le obligó a dimitir. Participa activamente en la Scott 
Company y en la Psychological Corporation. Se incorpora a la Agencia 
de Publicidad multiservicios J. Walter Thompson Co., de la que acabaría 
siendo vicepresidente gracias a exitosas campañas publicitarias; en 1936 
se convierte en vicepresidente de la Williams Esty and Company, 
jubilándose en 1945. Meses antes de su muerte recibió el Premio de la 
APA por su labor en psicología. 
2.1. Investigación del comportamiento animal 
Guiaron su investigación doctoral el interés de Angell en el desarrollo genético 
de la función, los sujetos experimentales de Donaldson y el diseño de Small 
para experimentos psicológicos con animales (O'Donnell, 1985). Además 
influyó su fuerte relación con Loeb, representante de la materialista fisiológica 
alemana propugnadora de explicaciones reduccionistas y mecanicistas del 
comportamiento. 
 
 UNIDAD V LA NUEVA ERA DE LA PSICOLOGÍA AMERICANA 
 
 
MÓDULO 2102- LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA Y SUS SISTEMAS TEÓRICOS 4 
 
 
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Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
«En Chicago, comencé ya a realizar una formulación tentativa de mi 
punto de vista posterior. Nunca quise utilizar sujetos humanos para las 
investigaciones. Detestaba servir como sujeto experimental. No me 
gustaban las rígidas y artificiales instrucciones que se daban a estos 
sujetos. Siempre me sentí incómodo y actuaba sin naturalidad. Sin 
embargo, me sentía cómodo trabajando con animales. Sentía que, al 
estudiarlos me aproximaba a la biología manteniendo los pies en el 
suelo. Una y otra vez me asaltaba el mismo pensamiento: observando 
la conducta de los animales ¿no conseguiré descubrir eso que los 
otros estudiantes afirman descubrir en los sujetos humanos utilizando 
instrospección?» 
Watson, 1936, 275 
En su investigación doctoral (Watson, 1903) estudió la correlación entre la 
creciente complejidad de la conducta de la rata y la maduración de su sistema 
nervioso. Si bien utilizó el término «desarrollo psíquico», lo definía 
objetivamente en términos de la creciente habilidad de los animales para 
aprender a resolver tareas complejas (laberintos). Pensaba que el 
comportamiento animal se podía estudiar a través de su entramado biológico y 
cuestionaba los argumentos que proclamaban un estado consciente en los 
animales. Encontró que no existía una correlación necesaria entre el 
desarrollo neurológico y el psíquico. El éxito en recorrer el laberinto dependía 
fundamentalmente del «sentido muscular». Los éxitos de sus animales 
dependían, además considerablemente, del control del experimentador sobre 
las necesidades nutritivas y sexuales de éstos. No obstante, lo más relevante 
fue la afirmación de que la madurez psíquica no se definía sólo 
fisiológicamente, sino que se determinaba conductualmente, por el criterio 
funcional de la mente como resolutora de problemas. Al comentar la analogía 
con los seres humanos, sugería que las diferencias entre el adulto y el niño en 
madurez psíquica residen en que éste carece de las experiencias de 
aprendizaje que el adulto ha acumulado merced a su mayor edad. 
Al frente del laboratorio de Chicago, Watson continuó su investigación con 
la colaboración de Carr, posteriormente su sucesor. Utilizando procedimientos 
de deprivación sensorial, estudió el papel de las distintas sensaciones en el 
aprendizaje de laberintos. El método experimental a emplear era claro: aislar 
cada uno de los sentidos corporales de las ratas hasta encontrar aquel cuya 
pérdida provocara un grave deterioro en la resolución de la tarea. La 
destrucción quirúrgica o anestesiade los centros nerviosos de la visión, el 
olfato, la audición, etc., no mostró deterioros en la ejecución; sólo cuando se 
interfirieron las sensaciones cinestésicas, el llamado sentido muscular, se 
obtuvo el resultado hipotetizado, por lo que parecía quedar demostrado que 
era éste el sentido básico que permitía a las ratas orientarse en el laberinto 
(Watson, 1907). Dirigía su investigación, realmente, a establecer cómo una 
mente organizada reacciona frente a su entorno, determinándolo no por 
introspección, sino por medio de la observación de la conducta, con lo que po-
dría intentar establecer una comparación funcional entre los procesos 
sensoriales de animales y humanos (Buckley, 1982)3. Subyacía la creencia en 
la continuidad de las especies, hipótesis que cambiaría posteriormente, 
convirtiéndose en uno de los pocos psicólogos discontinuistas que habían 
tenido una formación comparada (Logue, 1978). 
También estudió, en primates, la conducta de imitación, tema sobre el que 
existían evidencias poco concluyentes. Siguiendo la línea de investigación 
iniciada por Thorndike y Hobhouse, se centró en la obtención de alimento 
mediante la solución de un problema perceptivo, y la manipulación para 
conseguir la entrada o la salida en la jaula. Su conclusión básica fue que 
existía un tipo rudimentario de imitación, aunque ésta no fuera el factor 
principal de aprendizaje (Watson, 1908). Comenzó también a estudiar con R. 
Yerkes (1876-1956), el más conocido divulgador del método pavloviano del 
reflejo condicionado en EE.UU. (Yerkes y Morgulis, 1909), la discriminación de 
colores4. 
 
3 Las revistas científicas de la época acogieron relativamente bien los resultados publicados 
por Watson, aunque publicaciones de carácter divulgativo como Nation o Life, haciéndose eco 
de la voz de numerosos miembros del movimiento antiviviseccionista que se mostraban reacios al 
sacrificio de animales con pro-pósitos científicos, no vieron en estos experimentos otra cosa que 
un cruel e innecesario experimento llevado a cabo con organismos vivos, y publicaron incluso 
viñetas caricaturizadas que presentaban a Watson como asesino de indefensas ratas, saliendo en 
su defensa algunos importantes psicólogos, y especialmente Baldwin (Dewsbury, 1985, 1990). 
4 Por ejemplo, acerca del espectro cromático de los pollos, comparando este espectro con el 
de los seres humanos (Watson & Watson, 1913). Además, el propio Yerkes llegó, un año después 
que Watson, a la Medical School de la Universidad de John Hopkins para trabajar sobre la 
respuesta glandular condicionada en perros. 
 
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Simultaneó durante años la investigación experimental con la de campo. 
Así, desde 1906, estudió, durante varios veranos, en una estación biológica 
dependiente de la Institución Carnegie, la génesis y el desarrollo de patrones 
de conducta innatos y adquiridos (por ejemplo, intercambio de señales, 
hábitos migratorios, sistema de anidamiento, incubación de huevos, puesta, 
crianza, alimentación. defensa territorial, miedos, discriminación visual)5, a 
través de la observación continua de generaciones sucesivas. En general, sus 
observaciones parecían apoyar la hipótesis, mantenida por autores como 
Morgan o James, de que los instintos presentes al nacer son imperfectos, pero 
van perfeccionándose, progresivamente, a través de la formación de hábitos, 
o lo que es lo mismo, por intermedio del aprendizaje por ensayo y error, ya 
que el papel de la imitación era prácticamente inexistente. 
Casi simultáneamente a su traslado a Baltimore, para ocupar la cátedra de 
psicología experimental y comparada de la Universidad de Johns Hopkins 
(curso 1908-1909)6, comenzó a defender públicamente (Watson, 1909) que la 
psicología experimental humana debía utilizar los métodos de la comparada, y 
poco después (1910), abiertamente, hablaba sobre una nueva ciencia del 
comportamiento animal. En la misma forma en que la generación previa de 
psicólogos había reemplazado una filosofía «especulativa o metafísica» con 
una «nueva psicología» basada sobre investigaciones experimentales 
realizadas en laboratorio, ahora los métodos e hipótesis de la psicología 
experimental comenzaban a verse modificados por la llamada nueva ciencia 
de la conducta animal7. Ésta, basada en la observación de conductas, se 
vincula con las respetables ciencias biológicas. Apunta el valor práctico de su 
 
5 Incluso (cfr. Dewsbury, 1994) observó y describió el fenómeno del imprinting en aves 
jóvenes: «(...) la aves han desarrollado una fuerte vinculación conmigo. Me siguen alrededor de 
toda la habitación» (Watson, 1908, 240). 
6 Acabaría supliendo a Baldwin, obligado a abandonar la Universidad al verse mezclado en 
un turbio escándalo público, al frente del departamento y laboratorio de psicología (Pauly, 1979). 
7 Watson se encontraba ya en el camino hacia el conductismo. En una comunicación 
presentada a la Southern Society pregonaba la analogía entre conducta humana y animal y 
declaraba abiertamente que «explicar la conducta humana en términos de "conciencia" es un 
absurdo» (Watson, 1909). 
 
propuesta al afirmar que el problema central de la psicología, animal y 
humana, lo constituye el aprendizaje, que tiene lugar básicamente por ensayo 
y error. Datos obtenidos a partir de la investigación animal podrían ex-
trapolarse al reino humano, ayudando a mejorar la eficacia en las aulas. Era 
una calculada apelación a los educadores, a los que estaba ofreciendo una 
promesa de control. Latía en el fondo el problema de los instintos y la 
educabilidad. Watson reclamaba mayor control experimental en la 
investigación respecto al tópico, tanto en la vida animal como en la primera 
infancia del bebé, abogando por rigurosos estudios longitudinales (genéticos), 
utilizando instrumentos de registro visual (por ejemplo, cámaras), siempre 
dentro de su preocupación general por dotar de rigor la observación (Harris, 
1984). 
«¿Cómo realizar una investigación de laboratorio sobre la mente de 
un animal? Resulta imposible entrar en su mente y ver por nosotros 
mismos el drama de los eventos mentales que están teniendo lugar 
allí; por consiguiente. ¿cómo será posible conseguir alguna vez 
conocimientos claros respecto a cómo trabaja la mente? (...) llevamos 
a nuestros sujetos experimentales al laboratorio, preferiblemente 
cuando son jóvenes (muy a menudo al nacer), y observamos cómo se 
va desarrollando su vida instintiva. Esto nos ofrece una clave sobre lo 
que todos los animales de una misma especie hacen natural e 
instintivamente, por ejemplo, los actos que ejecutan sin 
entrenamiento, enseñanza o contacto social con sus congéneres. 
Además. esto enseña al psicólogo el camino a seguir en la educación 
del animal (...). El psicólogo no enfrentaría a una estrella de mar con 
el mismo problema que a un pájaro, ni a una ameba (la forma más 
simple de vida animal) con el mismo problema que a un mono. Por 
ello, antes de iniciar el laborioso trabajo de la educación de cualquier 
animal, resulta muy deseable conocer algo sobre la forma en la que 
trabajan sus órganos sensoriales. Debemos conocer las avenidas por 
las cuales podríamos atraerlo. ¿Nuestro animal tiene una visión 
normal del color? Si no es así, ¿cuáles son los defectos? (...) ¿Es tan 
aguda su capacidad para discriminar entre dos círculos iluminados 
como cuando difieren sólo en su tamaño? (...) Ya lo he dicho "mirando 
lo que hace"» (Watson, 1910, 348-349). «El hombre da sus primeros 
pasos exactamente de la misma forma que lo hace el animal (...). Sin 
embargo, la continuidad entre la mente del hombre y el bruto, la idea 
de los primerosinvestigadores, se mostrará que existe, no exaltando 
 
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la mente del bruto, sino más bien por el proceso inverso de mostrar 
los defectos en la mente humana.» 
 
Ibíd., 352-353 
El marco científico inmediato de su programa procedía de la reducción de 
Thorndike de la inteligencia animal a un desarrollo de hábitos motores, y en la 
introducción de la rata y el laberinto en los laboratorios en un intento por 
establecer las habilidades sensoriales de las especies infrahumanas 
(Macphail, 1982). Más que intentar comprender os procesos psicológicos por 
medio de comparaciones sistemáticas entre especies, objetivo estricto de los 
psicólogos comparados, cambió de sujetos persiguiendo fines diversos. 
Subyace siempre la idea de que los animales son más adecuados para dotar 
a la investigación de cientificidad, dada la problemática que entrañaba 
interpretar los resultados de os experimentos con humanos, donde la 
variabilidad de la experiencia aportada dificulta la formulación de afirmaciones 
incontestables. Se mostró como un experimentador riguroso que trabajaba en 
problemas empíricos bien definidos, siendo el desarrollo y el estudio de la 
relación entre instinto y aprendizaje lo que más le atrajo8.
Su primer manual, Conducta: Una Introducción a la Psicología Comparada 
(Watson, 1914), constituyó un punto y final a casi quince años de investigación 
experimental con animales. Las ideas vertidas reflejan un estado de cosas 
sentido por muchos otros investigadores de su tiempo: biólogos, fisiólogos, 
neurólogos y psicólogos explicaban en términos mecanicistas la conducta. Se 
estaba produciendo, en las ciencias naturales y en las sociales, un fuerte 
movimiento crítico contra los restrictivos planteamientos de la psicología 
introspectiva, que circunscribía el objeto de la psicología al estudio de la 
mente. 
 
 
8 En cambio, no estuvo experimentalmente implicado en otros problemas característicos de su época: 
tardó en entrar en el desarrollo de tareas complejas de aprendizaje, en especial las que exigían una 
reacción demorada, y !as de discriminación múltiple (Boakes, 1989). Conoció, incluso reconoció, su valor 
potencial (Watson, 1914, 224-227), pero sólo tangencialmente entró en ellos. No ofreció ninguna 
contribución substancial a las teorías del aprendizaje, ya que su explicación del proceso en términos de los 
clásicos principios asociativos de frecuencia y recencia sería desarrollada con cierta sistematicidad por su 
estudiante H. Carr (Carr, 1914). 
 
Ofrecía una psicología cuasireflexológica: la conducta debía analizarse en 
términos de conexiones mecánicas entre estímulos y respuestas; en 
ocasiones mostraba la presencia de reflejos aislados simples, en oteas, 
cuando discutía los instintos, señalaba que los reflejos podían llegar a 
concatenarse en largas secuencias para producir ajustes complejos, y, cuando 
hablaba del hábito, lo reducía a redes de reflejos interconectados, que diferían 
del instinto sólo en la génesis del patrón y en el orden de los movimientos 
individuales, pero no en los propios movimientos. En el libro aparece alguna 
de sus radicales ideas posteriores: elimina la conciencia y la introspección; 
entiende la conducta como una actividad de ajuste de un organismo 
globalmente considerado; descalifica el estudio de las imágenes —«no existen 
procesos iniciados centralmente»—; reduce la diferencia entre bestias y 
humanos a la existencia del lenguaje; identifica el lenguaje con el hábito; 
relega el pensamiento a hábitos en pequeña escala cuyos movimientos implí-
citos deberían ser detectables y medibles con instrumentos adecuados; 
identifica la emoción con la estimulación sobre las zonas erógenas..., aunque 
todavía están ausentes otros de lo que luego serian aspectos definitorios de 
su conductismo, como el radical ambientalismo y la idea de que con un 
entrenamiento adecuado se puede llegar a hacer virtualmente cualquier cosa. 
Aquellas ausencias y la escasa elaboración de algunas de sus ideas 
originales facilitó una relativamente buena crítica. No se le valora como 
proponente de un sistema diferente de la dominante tendencia funcionalista, 
pese a algunos de sus juicios extremos. Quizás por ello el libro se percibió 
como una obra importante, pero no substancialmente diferente de otras que, 
en rápida progresión, estaban apareciendo dentro del laxo marco teórico 
americano9. Watson compartía con muchos contemporáneos, incluso con 
algunos de sus predecesores, la esperanza de que la psicología se 
 
9 «Cada profesor de psicología que reconozca la necesidad de proporcionar cono-cimientos relativos a 
la psicología animal está en deuda con Watson (...) Se capta el celo del investigador por fundamentar la 
investigación y la confianza del científico en el tema del control y la predicción como justificación de la ciencia (...) 
he hecho constar estas objeciones a los puntos de vista de Watson fundamentalmente porque me pa-rece 
deseable mantener las finalidades y los métodos generales de la psicología objetiva separados de las 
hipótesis explicativas concretas de cualquiera de los que como nosotros está estudiándola» 
(Thorndike, 1915). 
 
 
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Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
convirtiera en una ciencia natural, sujeta a comprobación experimental, y 
capaz de establecer sus leyes en términos de lo que puede observarse. La 
guerra contra la utilización acrítica de la introspección prácticamente estaba 
ganada antes de empezar, las revistas veían sus páginas llenas de 
discusiones sobre la validez de aquel método, y de investigaciones en las que 
el término conducta era habitual. El importante papel que desempeñaba la 
investigación dé la conducta animal quedaba fuera de discusión. Las 
relaciones entre psicología y biología se aceptaban prácticamente sin voces 
discordantes. La dimensión tecnológica y profesional de la psicología era algo 
compartido por quienes luchaban por definir su rol en un ambiente 
generalmente hostil (por ejemplo, Birnbaum, 1965; Joncich, 1968; O'Donnell, 
1979, 1985). 
Desde entonces, la aportación de Watson al campo de la psicología 
comparada iría haciéndose más escasa, hasta desaparecer por completo. Su 
Introducción se puede considerar como un puente entre su inicial trayectoria 
de investigación y la nueva, centrada en seres humanos. En febrero de 1916, 
Watson comenzó a estudiar la conducta infantil en la Clínica Psiquiátrica 
Phipps (Samelson, 1980), y, poco después (Watson. 1917), anunciaba que 
había decidido abandonar el trabajo con animales, para comenzar un amplio 
programa de investigación sobre «la naturaleza instintiva hereditaria del 
niño». 
No es fácil saber cuál fue el porqué del cambio, pero sí ha habido 
diversos intentos explicativos. Samelson (1994) sugiere que puede haberse 
debido a una especie de burnout, como consecuencia, bien de la laboriosidad 
de unos experimentos que permitían obtener sólo magros resultados, bien de 
que el programa hubiese llegado a un punto muerto. Otros autores (por 
ejemplo, Cohen, 1979; Buckley, 1989; Boakes, 1989) arguyen que hubo dos 
determinantes: la presión de su elevado estatus, que le llevó a intentar 
demostrar la validez de sus puntos de vista para toda la psicología, y la 
oportunidad que se le ofreció de estudiar el desarrollo (y la relación instinto-
aprendizaje) en un sujeto experimental de otra especie. Desde esta última 
perspectiva,lo que suele presentarse con una abrupta ruptura aparece como 
una continuidad lógica en su programa investigador. Sus nuevos datos 
hicieron emerger un tema que había estado larvado ya en su trabajo, el 
marcado efecto que las experiencias tempranas tienen sobre el desarrollo 
posterior, un efecto que varía ampliamente entre las diversas especies, 
siendo los seres humanos los que exhiben la forma más extrema de 
plasticidad (Pérez-Garrido, 1996). 
«Las ideas conductistas son idóneas para predecir y controlar la "má-
quina orgánica" que es el hombre, lo mismo que podemos hacer con 
otras máquinas. (...) Si se adopta la perspectiva general de que no 
existe nada en una persona salvo lo que puede observarse, y si se 
piensa en esa persona como en una máquina —una máquina 
orgánica—, entonces no existe razón alguna en el mundo por la que no 
podamos aprender tanto sobre los seres humanos como sobre 
cualquier otra máquina. La única diferencia es que la máquina humana 
es más complicada y requiere más estudio (...).» 
Watson, 1935 
3. El ser humano, un mecano 
«La psicología, tal como la ve un conductista, es una rama experimental 
puramente objetiva de la ciencia natural. Su meta teórica es la predicción y 
el control de la conducta. La introspección no constituye una parte esencial 
de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de cuán 
fácilmente sean interpretables éstos en términos de conciencia. El 
conductista, en sus esfuerzos por lograr un esquema unitario de la 
respuesta animal, no reconoce línea divisoria alguna entre el ser humano y 
el animal. La conducta del ser humano, con toda su sofisticación y 
complejidad, tan sólo forma parte del esquema total de investigación del 
conductista.» 
 
Watson, 1913, en Pérez-Garrido y Tortosa, 1993, 367 
 
Es un grito de protesta contra las interpretaciones antropomórficas de la 
conducta animal y el desprecio hacia los hechos objetivos de ésta. Pero 
además es una crítica contra la tradicional psicología de la conciencia, 
principal causante de ese estado de cosas al haber fracasado en su tarea de 
conseguir un estatus científico entre las ciencias de la naturaleza. «Parece 
haber llegado el tiempo de que la psicología elimine cualquier referencia a la 
conciencia; no debe continuar engañándose considerando los fenómenos 
mentales objeto de observación» (ibíd., 368). Atribuye el fracaso a las 
 
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limitaciones impuestas por su objeto, la conciencia, y, correlativamente, por su 
método, la introspección —«La psicología, tal y como suele ser considerada, 
tiene algo de esotérico en sus métodos. Si no consigues reproducir mis 
resultados, ello no puede achacarse a fallos en el aparato o en el control del 
estímulo, sino a que la persona que se introspecciona no ha sido 
suficientemente entrenada (...) en física y química estos fallos serían 
atribuidos a las condiciones experimentales» (ibíd., 368)—. Ni la psicología 
estructuralista, sumida en un caos de opiniones contrarias, ni la funcionalista, 
que en el fondo se distinguía poco de aquélla, habían logrado alcanzar 
respetabilidad científica. 
La segunda parte del artículo esboza un programa de psicología 
conductista que prescinde de la conciencia y de la introspección. Ofrece una 
ciencia de la conducta, cuya meta es la predicción y el control, y cuyos 
métodos son estrictamente experimentales. Esta psicología parte del estudio 
del estímulo y la respuesta, y no establece línea divisoria alguna entre la 
conducta humana y animal. Es una psicología práctica, enraizada en la vida y 
útil para la sociedad. No entra en el problema mente-cuerpo, evitando así «la 
Scilla del paralelismo y el Caribdis de la interacción» (ibíd., 369), con lo que, 
de hecho, elude pronunciarse respecto al problema metafísico de la 
conciencia, quedándose en un nivel puramente metodológico. La última nota 
del texto contiene el germen de una teoría motora del pensamiento concebido 
como movimiento muscular, y, por ello, accesible al método experimental. 
Si la psicología tiene que ser una ciencia, debe emular a las que estudian 
eventos públicamente observables frente a estados privados. Debe 
abandonarse la «ilusión» de que es posible estudiar la conciencia, puesto que 
no es ni un término definible ni un concepto utilizable. No hay necesidad de la 
introspección, ésta conduce únicamente a interminables argumentaciones y 
debates sobre «pseudoproblemas» tales como la naturaleza de la atención y 
la aprehensión, los tiempos de reacción sensoriales y motores, el pensamiento 
con o sin imágenes y el error del estímulo. Los psicólogos tienen que estudiar 
la conducta con el método de la ciencia: «el mundo del físico, del biólogo y del 
psicólogo es el mismo, un mundo consistente de objetos (...) observables con 
un método que no es substancialmente diferente en ninguna de las tres ramas 
de la ciencia» (Watson, 1913). Defiende la unificación epistemológica entre 
todas las ciencias en torno a un solo método10.
«Creo que podemos escribir una psicología (...) no haciendo uso en ningu-
na ocasión de términos como los de conciencia, estados mentales, mente, 
contenido, verificable por introspección, imaginería, etc. (...) Podemos 
hacerlo recurriendo a términos como estímulo y respuesta, formación e 
integración de hábitos y otros similares (...) La psicología que yo 
pretendería elaborar tomaría como primer punto de partida el hecho 
observable de que cualquier organismo, tanto animal como humano, se 
adapta al medio gracias a su dotación hereditaria y hábitos. Puede tratarse 
de ajustes adecuados o tan inadecuados que el organismo apenas pueda 
conservar su vida: y, en segundo lugar, el hecho de que ciertos estímulos 
empujan a los organismos a emitir determinadas respuestas. En un 
sistema psicológico totalmente elaborado, dada la respuesta, pueden 
predecirse los estímulos', y dados los estímulos, es posible predecir la 
respuesta. (...) Mi objetivo último al realizar todo este trabajo es aprender 
métodos generales y particulares mediante los cuales podamos controlar la 
conducta.» 
Watson, 1913, en Pérez-Garrido y Tortosa, 1993, 370 
Otro motivo de insatisfacción se unía a esa escasa cientificidad del 
enfoque tradicional, la nula preocupación mostrada por la aplicabilidad de los 
conocimientos psicológicos —«Una de las primeras cosas que me hizo 
sentirme insatisfecho con la psicología actual fue la carencia de ámbitos de 
aplicación para los principios elaborados en términos de contenidos» (ibíd., 
370)—. Erigiéndose en portavoz de muchos insatisfechos, declaró que la 
psicología por la que abogaba —«el único funcionalismo consistente y lógico» 
(ibíd., 369)— era una psicología del uso, una tecnología: «Si la psicología 
siguiera el plan que estoy proponiendo, nuestros datos podrían, una vez 
 
10 «Era pragmática en el sentido de que insistía en que el objeto de estudio propio de la psicología no era 
la mente, sino la conducta. Era naturalista puesto que procedía directamente de la psicología animal. Era 
positivista porque no admitiría estudiar nada que no pudiera observarse y verificarse a partir de la conducta 
abierta. En síntesis, Watson do-taba a la psicología de una teoría y una metodología que satisfacían los requisitos 
exigibles por aquel entonces para convertir un cuerpo de conocimientos en una ciencia. Además, el 
conductismo satisfacía también los requisitos contemporáneos para los usos de la ciencia. Es decir: la 
predicción y el control de los fenómenos naturales (en este caso, la conducta humana) en vistas a la 
eficacia, el orden y el progreso» (Buckley, 1982). 
 
 
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obtenidos con el método experimental, ser utilizados en su actividad cotidiana 
por educadores, médicos, juristas, hombres de negocios» (ibíd., 370). 
Utilizando la retórica propia de cualquier manifiesto programático, 
reconoce la continuidad con su trabajo previo y le augura, aun reconociendo la 
fragilidad de su propuesta, un influyente futuro. En los siguientes diez años fue 
conformando, ahora con escasa apoyatura experimental, un sistema teórico y 
una tecnología11. La reacción en los medios académicos ante su propuesta 
fue positiva, pero desde luego no entusiástica, muchos se consideraban a sí 
mismos ya como conductistas conformando esa «mayoría silenciosa» de 
psicólogos, que más que aceptar ideas específicas de Watson, compartían 
«su conceptualización general del propósito y ámbito de la psicología» 
(O'Donnell, 1985)12
 
«La psicología, tal como la ve un conductista, es una rama experimental 
puramente objetiva de la ciencia natural. Su objetivo teórico es la predic-
ción y el control de la conducta. La introspección no forma parte esencial 
de sus métodos, ni el valor científico de sus datos depende de la facilidad 
con que se prestan a interpretaciones en términos de conciencia. El con-
ductista intenta ofrecer un esquema unitario de la respuesta animal. No 
 
reconoce línea divisoria alguna entre el hombre y el bruto. La conducta del 
hombre, con todo su refinamiento y complejidad constituye tan sólo una 
parte de su campo total de investigación.» 
11 «Una de las motivaciones más fuertes que he mantenido al intentar ofrecer un punto de 
vista simple e incontrovertido en psicología es la de lograr que los estudian-tes que entran en 
nuestro campo no se estropeen con un esquema lógico antes de que sean capaces de hacer 
algo. Mucho de ellos llegan a convertirse en psicólogos artistas de la palabra, psicólogos 
lógicos, psicólogos pseudo-filósofos y psicólogos pseudo-clínicos. por no tener la oportunidad 
de hacer algo sin verse bloqueados por un sistema. Ésta es la razón del influjo en el campo de 
los tests mentales. los tests de selección y cosas similares. Estamos agotando nuestra reserva 
de material, el mundo de la ciencia continúa avanzando y la psicología como ciencia debe 
mantener su contacto con otras ciencias, pero también debe realizar avances en los ámbitos 
peculiarmente suyos. Por ello, si nosotros debemos formar a nuestros estudiantes, debemos 
tener una introducción a la psicolgía más simple y más práctica. Si no hacemos esto ahora, 
nunca dispondremos de aplicaciones prácticas y sociales de la psicología para su futura 
utilización. En otras palabras, la psicología técnica o aplicada, como la química aplicada, no 
puede avanzar más sin investigación de laboratorio» (Watson a Rusell, 21 de febrero de 1917, 
en Russell, 1968). 
 
12 El conductismo era, en realidad, «una gran empresa inclusiva» en la que muchos podían 
reclamar con justicia la patente del término conductismo, y como tal no podía reducirse en 
exclusiva a la «neuromecanicista interpretación de la psicología asociada al nombre de 
Watson» (Woodworth, 1924) 
Watson, 1914, 1 
«El presente volumen violenta un poco la clasificación tradicional de los 
tópicos psicológicos, así como su tratamiento convencional. Por ejemplo, el 
lector no encontrará discusión alguna sobre la conciencia, ni referencias a 
términos tales como sensación, percepción, atención, voluntad, imagen y 
cosas similares. Esos términos gozan de buena reputación, pero yo he en-
contrado que soy capaz de avanzar sin recurrir a ellos, tanto en mis inves-
tigaciones como al presentar la psicología como un sistema a mis 
estudiantes. Francamente no sé lo que significan, ni creo que nadie pueda 
utilizarlos consistentemente. En cambio, he retenido términos tales como 
pensamiento y memoria, pero redefiniéndolos cuidadosamente de acuerdo 
con la psicología conductista.» 
Watson, 1919, viii 
 
«La psicología es aquella división de la ciencia natural que toma la actividad 
humana y la conducta como su objeto de estudio. Intenta formular a través de 
la observación sistemática y la experimentación las leyes y principios que 
subyacen a las reacciones humanas (...) En vistas a formular tales leyes 
debemos estudiar al hombre en acción —sus ajustes a las situaciones 
cotidianas de su vida, y a las inusuales que deba afrontar—. Cuando se haya 
trabajado suficientemente en ello. los principios obtenidos permitirán dos 
generalizaciones:1)Predecir la actividad humana con un nivel razonable de 
certeza (...) 2) Un resultado igualmente importante que se desprende de 
nuestro estudio psicológico es nuestra formulación de leyes y principios por 
los que las acciones de los hombres pueden ser controladas por la sociedad 
organizada.» 
 Ibíd..,1-2 
 
 
«El conductismo —según intenté explicarlo en mis conferencias en Columbia 
 
 
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(1912) y en mis primeros escritos— proponíase lo siguiente: aplicar al 
estudio experimental del hombre iguales procedimientos y el mismo lenguaje 
descriptivo que muchos investigadores habían empleado con éxito durante 
largos años en el examen de animales inferiores al hombre. Creíamos 
entonces, como creemos todavía, que el hombre es un animal distinto de los 
demás únicamente en las formas de comportarse.» 
Watson, 1930, 16 
Watson, influido por el doctorando de Jennings K. Lashley (1890-1958)13, 
acabaría haciendo del condicionamiento la piedra angular de su propuesta. 
considerándolo una metodología adecuada para el estudio de la conducta 
humana y explicativo del proceso de formación de hábitos. «En una carta que 
yo recibí de Watson en 1937, aquél atribuía su interés en los reflejos 
condicionados como unidad del hábito a su estudio de la edición francesa de 
la psicología objetiva de Bechterev, titulada La Psvhologie Objective (1913) 
(...) yo había trabajado ya en términos de formación de hábitos. Sería más 
tarde, cuando comencé a profundizar en la vaga palabra hábito, que descubrí 
la enorme contribución realizada por Pavlov y comprendí cuán fácilmente la 
respuesta condicionada podía considerarse como la unidad de lo que yo había 
estado llamando hábito. Ciertamente desde este punto de vista, le ofrezco al 
maestro el crédito debido» (Watson a Hilgard, 18-2-1937). Aunque los 
métodos utilizados fueron básicamente los de Bechterev, la terminología fue la 
 
13 «Al inicio de 1914, creo, Watson llamó la atención de su seminario hacia la edición 
francesa de Bechterev [publicado en 1913] y dedicamos nuestro seminario, durante todo el 
invierno, a traducir y discutir dicho libro. En primavera actué como una especie de ayudante sin 
sueldo y construimos aparatos y planificamos experimen tos juntos. Simplemente planeamos repetir los 
experimentos de Bechterev. Trabajamos sobre reflejos de retracción, patelares, pupilares. Watson tomó la 
iniciativa en todo ello (...) Pero yo hice mucho de su trabajo experimental. Construí tubos de drenaje para 
los conductos y planifique el trabajo salivar que más tarde publiqué» (Lashley a Hilgard, 14 de mayo de 1935; 
en Bruce, 1982). «Lashley, que llegó a mi siendo ya un biólogo perfectamente formado por Jennings, 
contribuyó a mi planteamiento más de lo que su propia modestia le permitirá expresar. Gran parte del material 
que sinteticé en mi conferencia como presidente de la American Psychological Association, en 1915, fue 
contribución suya. Estoy seguro al recordar que fue el primero en utilizarel término reflejo emocional 
condicionado en uno de mis seminarios» (Watson, 1936). 
 
de Pavlov. 
Desde los mismos presupuestos explicó la «enfermedad mental». La tesis 
básica de Watson es que ésta es en realidad un conflicto entre distintos 
sistemas de reacción —innatos y/o adquiridos—, siendo los síntomas externos 
conductas desajustadas adquiridas. Así, un trastorno puede explicarse y 
describirse «en términos conductuales», en términos de «perturbaciones del 
hábito». El condicionamiento permite explicar los síntomas emocionales que 
caracterizan la «enfermedad mental». e incluso abre la puerta a un nuevo 
concepto de terapéutica: «(...) el organismo humano es instintivamente capaz 
de desarrollarse a lo largo de muchas líneas diferentes, pero que debido a la 
presión de la civilización algunas de esas capacidades instintivas deben 
frustrarse. Además de esos impulsos que son instintivos, y por tanto 
hereditarios, hay muchos impulsos aprendidos que son también fuertes y que 
por razones similares no pueden realizarse (...) Algunas de las tendencias 
instintivas nacidas con nosotros constituyen una pobre herencia, algunos de 
los hábitos que desarrollamos tempranamente son igualmente pobres pose-
siones (...) tales sistemas de hábitos no necesitan haber sido "conscientes" (y 
aquí todo lo que yo entiendo por ser "consciente" —y todo lo que creo que 
deben entender los psicopatólogos— es que el paciente no puede expresar en 
términos de palabras el paciente no puede expresar en términos de palabras 
habito desajustado que se ha convertido en parte de su equipamiento 
biológico). La implicación es clara en el caso de las psiconeurosis. Buscaría 
trastornos de los hábitos —desadaptaciones— e intentaría describir mis 
hallazgos en términos de inadecuación de las respuestas, de respuestas 
equivocadas, y de completa ausencia de respuestas a los objetos y 
situaciones de la vida cotidiana del paciente. De igual forma, intentaría 
averiguar las condiciones que llevaron al desajuste y las causas que 
condujeron a su continuación» (Watson, 1916). 
Conductismo (1924-1930) es la última versión global de su sistema. 
Radicaliza algunos de sus planteamientos, pero continúa manteniendo la 
propuesta de una psicología reducida a ciencia natural (experimental y 
aplicada) de la conducta, a costa de eliminar la conciencia la introspección y la 
mente. Acentúa todavía más el énfasis positivista sobre la objetividad, el valor 
de lo empírico, el rigor y el control, llegando a unas explicaciones 
ambientalistas y periferalistas, ancladas en el condicionamiento, que justifican 
intervenciones tecnológicas. Considera al ser humano como una «totalidad 
 
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animal» que responde ante las exigencias del medio físico «con cada una de 
todas las partes de su cuerpo». 
 
Siempre que reaccionamos frente a cualquier objeto (por ejemplo. S1). No 
sólo lo hacemos con los músculos estriados de los brazos (RK1), sino 
también verbalmente (RV1) y visceralmente (RG1)» (Watson, 1930, 242). 
 
El punto de partida lo constituye el conjunto de reacciones globalmente 
identificado como «conducta no aprendida». Estas reacciones son 
posibilitadas porque se «nace con ciertos tipos definidos de estructura. Y dado 
que posee tales estructuras, ya desde su nacimiento necesariamente 
responde a los estímulos en forma determinada (...) Tal conjunto de 
respuestas es, en general, el mismo para todos nosotros. No obstante, en 
cierto grado, en cada uno se dan variaciones, las cuales probablemente sean 
proporcionales a las diferencias que existen en la estructura (desde luego, en 
esta última incluimos la constitución química)» (ibíd., 100). En franca 
continuidad con el funcionalismo, admite la herencia de estructuras y 
conexiones que posibilitan el inicial repertorio de respuestas que le permiten al 
animal sobrevivir hasta que la conducta aprendida vaya adueñándose del 
proceso, pero no sitúa en ese repertorio los instintos. 
«El conductista pregunta: ¿por qué no hacer de lo que podemos observar 
el verdadero campo de la psicología? Limitémonos a lo observable, y for-
mulemos leyes sólo relativas a estas cosas. Ahora bien: ¿qué es lo que 
podemos observar? Podemos observar la conducta —lo que el organismo 
hace o dice—. Y apresurémonos a señalar que hablar es hacer, esto es, 
comportarse. El hablar explícito con nosotros mismos (pensar) representa 
un tipo de conducta exactamente tan objetivo como el béisbol (23). El 
conductismo ( _.) es, pues, una ciencia natural que se arroga todo el 
campo de las adaptaciones humanas (...) al conductismo le importa 
intrínsecamente lo que el animal —como un todo— hace desde la mañana 
hasta la noche y desde la noche hasta la mañana El interés del conductista 
en las acciones humanas significa algo más que el del mero espectador: 
desea controlar las reacciones del hombre, del mismo modo como en la 
física los hombres de ciencia desean examinar y manejar otros fenómenos 
naturales. Corresponde a la psicología conductista poder anticipar y 
fiscalizar la actividad humana. A fin de conseguirlo, debe reunir datos 
científicos mediante procedimientos experimentales. Sólo entonces al 
conductista experto le será posible inferir, dados los estímulos, cuál será la 
reacción; o, dada la reacción, cuál ha sido la situación o estímulo que la ha 
provocado (27-28).» 
Watson, 1930 
Este planteamiento le obliga a ofrecer una definición refleja de ser humano: 
«(...) existen miles de respuestas no aprendidas e incondicionadas (...) Estos 
son los elementos con los cuales se integrarán nuestras respuestas 
organizadas, aprendidas, evidentemente por el proceso de condicionamiento. 
Estas respuestas simples, incondicionadas, embriológicas, en virtud de la 
presentación de estímulos apropiados (la sociedad lo hace por nosotros), 
pueden agruparse e integrarse en respuestas condicionadas complejas, o 
hábitos (...)» (Watson, 1930, 41). Una tesis central de su propuesta es, pues, 
«que todo comportamiento complejo es un crecimiento o desarrollo de 
respuestas simples» (ibíd., 137), un aspecto que gráficamente plasma en la 
noción de «corriente de actividad»14 Parte del comienzo no aprendido de los 
principales sistemas de actividad, o de hábitos (viscerales, manuales y 
laríngeos), para pasar a indicar que cada uno de esos sistemas se va 
complicando por condicionamiento: «Todos los problemas que trata el 
conductista encajan de alguna manera en esta corriente de acontecimientos 
definidos, tangibles y realmente observables. Presenta, asimismo, el criterio 
fundamental del conductista: a fin de comprender al hombre hemos de 
conocer la historia vital de sus actividades. También demuestra, en forma muy 
convincente, que la psicología es una ciencia natural, una parte delimitada de 
la biología» (ibíd., 139). 
El primer sistema de hábitos que analiza es el que regula la vida 
emocional, nos referimos al sistema visceral. Clasifica las no aprendidas 
formas de respuesta emocional en tres tipos básicos, ligados a series de 
estímulos concretos: miedo (provocado por los ruidos fuertes o la pérdida de 
 
14 El propio Watson escribe que la corriente de actividad reemplaza a la corriente de 
conciencia que James convirtió en punto seminal de su propuesta (véase 
Watson, 137-139). 
 
 
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la base de sustentación), ira (por la obstaculización o restricción de los 
movimientos corporales) y amor (la cariciay estimulación de zonas erógenas) 
—«pero debemos agregar que empleamos estas palabras despojándolas de 
todas sus antiguas connotaciones. Hemos de considerar las reacciones que 
con estos nombres designamos del mismo modo como hemos considerado 
(...) la respiración, los latidos del corazón, el agarrarse y otras respuestas 
innatas» (ibíd., 150)—. Aunque no está seguro de que estos tres tipos de 
respuesta emocional sean los únicos de base hereditaria, sí lo está de que 
«constituyen el núcleo del cual proceden toda las futuras reacciones 
emocionales» (ibíd., 154). Sostiene que la compleja conducta emocional del 
adulto está constituida por cadenas de hábitos, convirtiendo el 
condicionamiento de las respuestas emocionales en el núcleo de su propuesta 
sobre la adquisición y modificación de respuestas y hábitos. Mediante la 
acción de los factores ambientales, situaciones que originalmente no 
provocaban una respuesta emocional lo harán a partir de determinado 
momento debido a la influencia de hábitos o a la sustitución de estímulos: «La 
vida emocional crece y se desarrolla como los demás equipos de hábitos» 
(ibíd., 163) (...) estímulos incondicionados, con sus respuestas incondi-
cionadas relativamente simples, son nuestros puntos de partida en el 
establecimiento de las complicadas pautas de hábitos condicionados que más 
tarde denominamos emociones. En otras palabras, las reacciones 
emocionales se forman como la mayor parte de nuestras otras pautas de 
reacción y siguiendo un orden parecido. No sólo aumenta el número de los 
estímulos que provocan la respuesta (sustitución) por condicionamiento 
directo y transferencia (ampliándose así enormemente el campo de estímulo). 
sino que además se introducen pronunciadas adiciones y otras modificaciones 
de las respuestas» (ibíd., 162). 
El segundo sistema de hábitos es el de los manuales. «La organización 
manual [hace referencia al] control de los brazos, piernas y tronco (...) el 
armazón muscular de esta organización está constituido, en su mayor parte 
por los músculos estriados del cuerpo» (ibíd., 189-190). El ambiente interno 
(no compartido por otros) y el externo (compartido) someten a los animales a 
una continua estimulación frente a la que se ve obligado a reaccionar y, por 
tanto, a moverse. Como en los otros sistemas, el organismo comienza a 
intentar adaptarse con sus reacciones básicas no aprendidas, que van 
perfeccionándose por aprendizaje hasta conformar hábitos. Para explicar el 
proceso sitúa frente al efecto la frecuencia y recencia de las respuestas, 
planteando ya desde el principio una separación de las influyentes ideas de 
Thorndike. Supongamos, decía Watson, a una rata motivada enfrentada a la 
resolución de una caja-problema; la secuencia de movimientos es refleja y 
aleatoria, pero esa actividad termina artificialmente cuando se produce el 
movimiento crítico, y, a partir de ahí, ese movimiento ocurrirá más a menudo 
que cualquier otro, con lo que el patrón de movimientos irá evolucionando 
hacia la configuración más económica y eficaz. También discutió la 
importancia de la «recencia», otro de los temas favoritos de los psicólogos 
clásicos de la memoria, que sostiene, sencillamente. que, permaneciendo todo 
lo demás igual, la respuesta más reciente resulta más probable que se repita 
que otra menos reciente. De nuevo aquí aplica los frutos de su investigación 
previa, y señala una serie de factores que influyen en la formación de los 
hábitos, destacando el efecto de la edad, la distribución de la práctica, el 
ejercicio de las funciones adquiridas y el efecto de las drogas. 
Tal y como había encontrado en su investigación sobre el papel del 
equipamiento sensorial en la adquisición de hábitos, hace del llamado sentido 
muscular —las sensaciones cinestésicas procedentes de los movimientos 
musculares— el principal responsable de la integración automática de los 
hábitos. Efectivamente, una vez bien establecido un hábito, no necesita ya de 
los distintos estímulos físicos (visuales, auditivos, táctiles) que ayudaron a 
establecerlo. «¿Qué ha ocurrido? Ha tenido lugar una segunda etapa de 
condicionamiento. En los primeros períodos del proceso de aprendizaje, toda 
vez que se da un estímulo visual respondemos a dicho estímulo 
muscularmente (sobre todo con los músculos estriados). En muy breve 
tiempo, la respuesta muscular misma podrá servir de estímulo para movilizar 
la respuesta motriz que le sigue en orden, y de la misma manera esta última 
es susceptible de despertar la respuesta motriz siguiente (...) Los estímulos 
musculares provenientes de los movimientos de los propios músculos es todo 
lo que necesitamos para que nuestras respuestas manuales se produzcan en 
el debido orden de sucesión» (ibíd., 208-209). 
Indica que parece «existir una fuerte tendencia de todos nuestros hábitos 
a alcanzar este segundo estadio» al que denomina hábito cinestésico o 
muscular, siendo «unos ejemplos muy apropiados de tales hábitos (...) 
Nuestros hábitos del lenguaje interior (pensar)» (ibíd., 210). Así llega al tercer 
sistema de hábitos, el de los laríngeos. Como en los casos anteriores a su 
 
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raíz, la corriente de actividad, de las primeras reacciones no aprendidas, en 
este caso sonidos vocales, se llega, por condicionamiento, al habla y al habla 
silenciosa (pensamiento): «Establecidas parcialmente las respuestas 
monopalábricas condicionadas, empiezan a formarse los hábitos de la frase y 
de la oración. Naturalmente, no se detiene el condicionamiento de la palabra 
aislada. Todos los tipos de hábitos de palabras, frases y oraciones 
desarróllanse así simultáneamente» (ibíd., 218). 
Defiende que cada vez que el ser humano forma un hábito corporal, 
simultáneamente forma un hábito verbal paralelo, pero «puesto que muchos 
millones de ajustes del "hombre" son verbales, la organización verbal pronto 
se convierte en dominante»; así pues, de las tres organizaciones paralelas de 
hábitos, la verbal controla15. Teóricamente, pues, «el ser humano pronto llega 
 
15 Este planteamiento le permite reducir el inconsciente freudiano a lo no verbalizado de la 
conducta humana. La organización emocional que, por condicionamiento, está formándose desde 
la misma infancia, carece de paralelo verbal no sólo en la parte adquirida en los tres primeros 
años, sino también en buena medida en la adquirida posteriormente, como consecuencia de la 
presión social, «por 10 que una gran parte de nuestra organización visceral se adquiere desde la 
infancia hasta la vejez sin la corres pondiente verbalización». Todo ello le lleva a establecer varios 
aspectos: «1. Que un enorme número de hábitos manuales se forman, especialmente durante la 
infancia. sin los correspondientes hábitos verbales paralelos. 2. Que una todavía grande cantidad 
de la organización visceral (...) se está formando constantemente sin organización verbal, no sólo 
durante la infancia, sino a lo largo de toda la vida. 3. Parece razonablemente bien asentada la 
suposición de que esta organización no-verbalizada constituye el "in-consciente" freudiano. Otra 
posible fuente del así llamado "inconsciente", en línea con la ciencia natural, podría encontrarse 
en casos en los que por una u otra razón la organización verbal es bloqueada. Por ejemplo, 
cuando en un caso amoroso se encuentra simultáneamente presente un estímulo para pronunciar 
el nombre de la amada y otro para callarlo. En tales casos, sólo aparece la organización visceral, 
bajo la forma de sonidos inarticulados, sonrojamiento, etc.) (...) 4. Que la regla genética, cuando 
llega la edad apropiada, es adquirir simultáneamente palabra y organización manual. 5. Que 
cuando comienzala verbalización de lo manual, la organización de palabras pronto se convierte 
en dominante porque el hombre tiene que resolver sus problemas verbalmente. Desde entonces 
el estímulo verbal podrá provocar cualquier respuesta organizada en el organismo o modificar 
cualquier actividad en marcha... 6. Que ese aspecto de la "memoria" que suponen los 
introspeccionistas que es dificil de afrontar por los conductistas, es sencillamente la provocación 
del paralelo verbal de los hábitos previamente adquiridos. La memoria en sentido conductista es 
cualquier exhibición de la organización manual, verbal o visceral adquirida con anterioridad a la 
prueba» (Watson, 1920). 
 
 
a poseer en sí mismo un sustituto verbal para todo objeto existente. Merced a 
esta organización desde entonces lleva el mundo consigo, y puede manejar 
este mundo verbal en el aislamiento de su cuarto o cuando yace en su cama a 
oscuras. Muchos de nuestros descubrimientos se deben en gran parte a esta 
aptitud para manejar un mundo de objetos en verdad no presente en nuestros 
sentidos» (ibíd., 222). Para él, estos hábitos del lenguaje constituyen «un 
vasto campo de actividades aprendidas donde el bruto ni siquiera puede en-
trar y mucho menos competir» (ibíd., 215). 
El lenguaje se reduce a conductas serialmente ordenadas. Los hábitos 
verbales se forman exactamente igual que los manuales, por lo que también 
ahora el estadio final de la organización verbal de cualquier animal humano es 
el de un hábito cinestésico, los estímulos musculares toman el lugar de los 
físicos externos: «Supongamos que usted está leyendo en un folleto (su 
madre presenta generalmente un modelo auditivo): "Ángel-de-la-Guarda-
dulce-compañía". La visión de la palabra "Ángel" suscita la pronunciación de 
"ángel (respuesta 1); la visión de "de", la respuesta verbal "de" (respuesta 2), y 
así continúa la serie. Pronto la mera pronunciación de "ángel" se convierte en 
él estímulo motriz (kinestésico) para decir "de". Ello explica por qué podemos 
prescindir del mundo de los estímulos y hablar libremente acerca de cosas 
vistas y oídas en lugares distantes, así como de cosas que acontecieron años 
atrás» (ibíd., 223). 
«(...) el pensamiento comprendería el uso subvocal de cualquier lenguaje 
o todo material relacionado con aquél, tal como la repetición implícita de 
poesías, las ensoñaciones, la reformulación de procesos verbales en términos 
lógicos, el repaso verbal de los acontecimientos del día o la planificación 
implícita del mañana y la elaboración verbal de situaciones cotidianas com-
plicadas. El término "verbal" aquí debe ser lo suficientemente amplio como 
para incluir a procesos sustituibles por la actividad verbal, tales como el fruncir 
el ceño o el encogerse de hombros. Debe incluir los movimientos implicados 
en la escritura o los movimientos implícitos exigidos en el lenguaje manual de 
los sordomudos que son, en su esencia, actividad lingüística. Entonces, el 
pensamiento podría llegar a convenirse en un término general que cubriese 
toda la conducta subvocal. Resulta obvio que esta definición puede explicar 
desde los más mecánicos y profundamente enraizados hábitos de nuestro 
lenguaje, tales como los utilizados en la repetición subvocal de versos durante 
la infancia. la repetición de estrofas de una poesía, o de chanzas jocosas, etc.; 
 
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Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
aquellos que dependen más concretamente de estímulos emocionales como 
las ensoñaciones, así como aquellos procesos verbales no muy habituales 
tales como el preparar una conferencia, o planificar un libro; y finalmente 
aquellos en los que debe afrontarse nuevos datos (...) En nuestra opinión este 
proceso representa una unidad de conducta por parte del animal humano que 
cuando se la despoja de lo accidental, es exactamente igual que la unidad de 
conducta que la rata muestra cuando es introducida por primera vez en un 
laberinto complicado (...).» 
Watson, 1920 
 
Desde estos planteamientos le resultaba sencillo explicar el pensamiento, 
puesto que no podía ser otra cosa que '«un hablar con nosotros mismos»», o 
como el propio Watson destaca: «Nuestra tesis sostiene que los hábitos 
musculares aprendidos en el lenguaje explícito son los causantes del lenguaje 
implícito o interior (pensamiento)» (ibíd., 226), así: «El término "pensar" 
debería abarcar toda conducta verbal, o de cualquier índole, que se desarrolle 
subvocalmente» (ibíd., 230)16 
El producto final de nuestros tres sistemas de hábitos es eso que 
habitualmente se llama personalidad. En realidad, no podía haber otra 
interpretación, la corriente de actividad, como para James la de pensamiento, 
es, antes que nada, personal, propia de cada cual, que se manifiesta a los 
ojos de los demás en lo que podría denominarse las constancias 
conductuales. «Los legos piensan en la personalidad como en algún vago y 
misterioso poder nacido con el hombre (...) es probablemente el tema 
psicológico sobre el que se han dicho y escrito un mayor número de tonterías 
(...) El conductista, observando cuidadosamente cómo crecen y se desarrollan 
los seres humanos desde la infancia a la edad adulta, no encuentra ningún 
 
16 Ni siquiera tiene problemas para explicar el proceso de creación de lo nuevo: «La 
contestación es: manejando palabras, mezclándolas hasta hallar una nueva pauta» (Watson, 
1930, 233). 
 
misterio en este tema (...) Esta perspectiva nos enseña que el ser humano se 
construye, no nace. Se nace con dos piernas, dos ojos. dos brazos, un tronco 
y con un conjunto de movimientos muy simples y desorganizados. La 
sociedad toma este material sin refinar y sin ayuda de arriba o de abajo y sin 
ayuda de la herencia (el conductista no cree en la herencia de los rasgos 
mentales, las habilidades especiales, las inclinaciones vocacionales, la 
moralidad o la inmoralidad) construye a John Jones y Paul Smith (...) En otras 
palabras, la personalidad no es sino el producto final de nuestro sistema de 
hábitos, de nuestro condicionamiento.» (Watson, 1927). 
4. El ser humano, armable y desarmable 
Watson, desde el principio de su propuesta, tuvo muy presente que un 
sistema científico, además de un cuerpo de conocimientos y métodos (una 
actividad teórico-investigadora), es, o al menos puede ser, una actividad 
tecnológico-investigadora dirigida a elaborar y optimizar instrumentos 
técnicos y/o tecnologías sociales. El mejor ejemplar de esta dimensión de su 
obra es una de sus últimas investigaciones, publicada cuando ya se 
encontraba fuera del marco universitario, la que se conoce como «caso 
Alberto». Su situación segó cualquier posible desarrollo de un programa de 
investigación propio, pero no le impidió aplicar el condicionamiento de las 
reacciones emocionales al campo de la planificación familiar y social y la 
publicidad. 
 
 
4.1. Planificación y control social 
 
Separar la conducta instintiva del hábito resultaba de importancia crucial para 
Watson, dado que el objetivo último de su sistema, tal y corno lo había 
expresado, era facilitar el control social sobre individuos y grupos. La acción 
social exigiría una remodelación de ciertas conductas, por lo que el 
conocimiento del repertorio de conductas inconscientes (reflejos, instintos, 
emociones) y de los mecanismos de formación de hábitos, era parte 
substancial de su programa. La forma más científica de comprobar ese 
desarrollo era la investigación evolutiva —genética o longitudinal— de 
 
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cuantos más niños humanos mejor. Eligió para el estudio patrones simples de 
conducta motora, como los reflejos motores y respuestas emocionales 
simples. 
Así, en 1916, Watson iniciaba, en la Clínica Universitaria Phips, un 
ambicioso estudio longitudinal del desarrollo psicofísico de los niños17. El 
programa se centró en una serie de observaciones sistemáticas sobre recién 
nacidos, y en la aplicación de una serie de tests conductuales a bebés hasta 
la edad de un año. Puesto que todas las respuestas humanas eran, o bien 
instintivas, o bien hábitos, su enfoque genético le permitió establecer un 
catálogo de respuestas en el infante, así como pautas en el proceso de 
desarrollo durante ese primer año de vida. El objetivo último no era otro que 
llegar a establecer las leyes que regulan la conducta humana: un 
planteamiento consonante con su idea de la psicología como ciencia 
predictiva: «Esta muestra prácticamente aleatoria de nuestros estudios de 
laboratorio sobre las actividades instintivas y las resultantes de la formación 
de hábitos en los niños nos enseña primero que existe una gran abundancia 
de material a observar y estudiar en el niño en cada edad, y que cuando este 
material se haya investigado será útil, tanto desde un punto de vista 
científico como práctico» (Watson y Rayner, 1921 ). Se situaba del lado de 
quienes abogaban por la reforma del sistema educativo, y vinculando este 
afán reformista e innovador a la investigación universitaria, abogó por la 
creación de instituciones experimentales donde científicos naturales y 
sociales ayudasen a formar niños socialmente útiles. 
«Nuestra propia perspectiva después de estudiar muchos cientos de niños 
es que se puede formar o deformar al niño en lo que a su personalidad 
hace referencia mucho antes de que cumpla los cinco años. Estamos 
convencidos de que hacia el final del segundo año de vida el patrón de 
 
17 Su programa de investigación en Baltimore (1917-1920) se vio posibilitado por una beca 
de la American Association for the Advancement of Science. 
 
comportamiento del futuro individuo está ya formado (...) La pregunta de si 
el niño poseerá una personalidad estable o inestable, si será tímido y se 
verá acosado por muchos temores y sujeto a explosiones de cólera y 
rabietas, de si mostrará tendencias hacia la sensiblería o la frialdad, y 
cosas similares, ya ha sido respondida hacia el final de los primeros dos 
años» (Watson y Rayner, 1921). Puesto que los patrones emocionales de 
los niños son bastante simples, la complejidad de la vida emocional de la 
que se hace gala en la edad adulta es fruto de la educación. Pero, y ahí 
está el meollo de su propuesta, «esta educación ha tenido ya un carácter 
accidental y no ha estado sometida al control ni de la persona en la que se 
construyó la emoción, ni de sus padres ni de otras personas afines. [Por 
ello] Nos pareció útil y valioso someter a prueba experimental esta 
hipótesis, ya que era importante someter la vida emocional a algún tipo de 
control científico y práctico, y para lograr esto debíamos estudiar cómo el 
primer ambiente del niño genera estados emocionales en él. Esperábamos 
que este tipo de estudio pudiera darnos un procedimiento práctico por 
medio del cual se pudiera moldear la vida de los niños de tal forma que no 
llegasen a implantarse emociones indeseables» (ibíd.). «Gastamos una 
enorme suma de dinero anualmente para la educación de nuestros jóvenes 
en institutos y universidades. El hecho de que se esté considerando 
actualmente al College, esa institución en la que se enseña al adolescente 
a convenirse en un hombre, en una forma muy crítica, y el que además a 
las universidades llega un porcentaje extremadamente pequeño de la 
población (...), nos lleva a preguntarnos si no sería un experimento valioso 
para el Gobierno o cualquier otra institución el emplear una pequeña 
cantidad de los enormes fondos dedicados a educación, en enseñar al 
bebé a convertirse en niño. Cuando uno comprueba que probablemente 
varios millones de dólares se gastan cada año en diversas instituciones 
biológicas marinas para estudiar formas muy bajas de vida marina (...) no 
parece irrazonable apuntar que no sería una mala inversión económica 
tener una o más instituciones donde pudieran realizarse investigaciones en 
forma continua sobre la progenie humana. Una institución donde los bebés 
humanos pudiesen estudiarse desde su nacimiento hasta al menos los tres 
años de edad sería una de las más provechosas inversiones que podrían 
realizarse actualmente. Llevaría a una inédita abundancia de nuevas 
conclusiones científicas y a un conjunto de datos prácticos y de sentido 
 
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Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Tortosa, G.F. (1998) Una Historia de la Psicología Moderna. Madrid. McGraw Hill 
común sobre el cuidado psicológico del niño.» 
 
Ibíd. 
En el otoño de 1919, llevó a cabo una serie de seminarios en Hopkins 
dirigidos a docentes de guarderías y parvularios, cuyo tema fundamental era 
el desarrollo de la vida emocional de los niños, conferencias que despertaron 
un gran interés en todo el país (Samelson, 1982). Durante aquellos meses, 
uno de los niños de la Clínica fue trasladado al laboratorio. Su nombre era 
Alberto. Watson le sometió a una serie programada de experimentos 
encaminados a demostrar la naturaleza aprendida de los miedos infantiles y 
las técnicas de condicionamiento en las que se apoyaban. Se publicaron los 
resultados en el conocido Reacciones emocionales condicionadas. 
Los experimentos tenían como objetivo demostrar «la posibilidad de 
condicionar diversos tipos de respuesta emocional» (Watson y Rayner, 1920), 
algo sobre lo que se había especulado pero que carecía de evidencia 
experimental directa. Puesto que los patrones emocionales básicos son 
escasos, «debe existir algún método simple por medio del cual el rango de 
estímulos que puede elicitar esas emociones y sus compuestos pueda 
incrementarse considerablemente. De otra forma no podría explicarse la 
complejidad observable en la respuesta adulta». 
La descripción de este método (el condicionamiento de respuestas 
emocionales) constituye el cuerpo de un artículo que se divide en cuatro 
etapas: 1) Establecimiento de una respuesta emocional condicionada de 
temor a un objeto, en este caso una rata blanca. 2) Verificación de la 
existencia de transferencia a otros objetos. 3) Análisis del efecto que tiene el 
tiempo sobre tales respuestas emocionales condicionadas. 4) Descubrir cómo 
puede lograrse la «rotura del vínculo» o la supresión de las respuestas 
emocionales condicionadas. El trabajo experimental comenzó con un bebé de 
nueve meses, al que se habían realizado, previamente algunas pruebas de 
tipo emocional. Se le presentaron, súbitamente, y sin preparación alguna, una 
serie de objetos y animales (una rata blanca. un conejo, un perro, un mono, 
máscaras con y sin pelo, un paquete de algodón desecho, papel quemado). 
En ningún caso la reacción fue de miedo o ansiedad, si no más bien de 
manipulación y juego; no obstante constataron que podía inducirse una 
reacción de miedo natural incondicionada, presentando sonidos intensos fuera 
de la vista del bebé. Tras un período de dos meses, con el fin de no provocar 
respuestas desadaptativas, el bebé regresó al laboratorio, sin mostrar 
reacciones de sobresalto. Una vez allí, le acercaron una rata blanca; cuando 
el bebé la vio, pretendió cogerla, momento en el cual se presentó el ruido, el 
niño retiró la mano cayendo hacia adelante; se realizaron varios ensayos cada 
vez que iba a tocar la rata, hasta provocar una respuesta intensa de 
sobresalto y llanto. Tras una semana con el fin de no perturbar al niño, en una 
nueva sesión se hicieron nuevos ensayos experimentales (presentación

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