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Resumen Texto El Organismo, una Trama de Identidades sin Centro, F Varela - N Mahana

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La idea de organismo es definida por Varela como “un sistema viviente que se estructura a sí mismo como una entidad distinta a su medioambiente mediante un proceso que genera, a través de este mismo proceso, un mundo adecuado para él” (2002, p. 77).
Utiliza el concepto de dialéctica para describir propiedades que se relacionan de manera tal que una no puede existir sin la otra, desarrollándose como consecuencia de sus interacciones.
Plantea un “sí mismo” como punto virtual sin coordenadas localizadas, que, al mismo tiempo, es considerado como aquello que entrega identidad, a través de la cual se puede producir una interacción, sin embargo se considerará al si mismo como totalidad y no de manera fragmentada, en donde existen distintas modalidades del sí mismo con características propias, es decir, nos entenderemos con una multiplicidad de sí mismos regionales, donde todos ellos son capaces de auto constituirse y de dar origen a un organismo a través de su interacción. Al referirnos a si mismos regionales hablamos de niveles y procesos en donde emerge una identidad (no como sustancia, sino que como movimiento) articulada en el organismo.
Es así como la relación entre organismo y el sí mismo es el resultado de la superposición de dos dialécticas; una unida al mecanismo de la identidad y la otra al modo de relacionarse.
La organización vital mínima corresponde a un sistema autopoiético el cual produce continuamente los componentes que lo especifican, es decir, regenera y constituye continuamente la red que los produce, y al mismo tiempo constituye el sistema como una unidad concreta y distinguible en el dominio en el que existe.
Es así como Varela considera el concepto “viviente” como el proceso que permite la constitución de unidades distintas, y no a la materialidad que lo compone, ni sus propiedades.
Seria entonces la autopoiesis el mecanismo diferenciador entre lo que esta vivo y lo que no, intentando capturar el proceso que genera la identidad de la vida, en donde el mecanismo autopoiético será una unidad distinta mientras permanezca intacta la unión básica de los procesos ante las perturbaciones, de lo contrario deja de considerarse como tal.
Se ha tratado el tema del organismo a nivel ontológico ya que se centra en la forma en que un sistema de vida llega a ser una entidad distinguible, que mientras exista, la organización será de de carácter invariable. Aunque su constitución físico-química este en flujo, los patrones de éste permanecen. Es decir, la particularidad de la identidad reside en la clase de organización que posee.
Se rompe con la oposición entre los elementos componentes y las propiedades globales de los mecanismos, aceptando una causalidad reciproca entre las leyes locales de interacción y las propiedades globales de la entidad.
Existe también la relación entre unidades autónomas autopoiéticas y su ambiente. Los sistemas autopoiéticos dependen de su ambiente físico-químico para conservarse como entidades separadas, de lo contrario se disolvería en el ambiente.
El sistema de vida debe distinguirse de su medio, sin embargo, debe mantenerse ligado a él, y debido a que el organismo proviene del ambiente esta unión no se puede deshacer.
Al distinguir el medio ambiente de un sistema de vida (medioambiente) y un medio para el sistema (mundo) se logra ver la relación dialéctica que existe entre el sistema y el mundo de este, ya que la identidad de ambos se define en el mismo momento, es decir, se definen mutuamente.
Los sistemas autopoiéticos deben enfrentar constantemente los tropiezos con su medio ambiente, la constitución de un organismo (como proceso distributivo) determina aquello que es significativo para éste. Siempre existe algo que el sistema debe proveer desde su perspectiva de totalidad en función, puesto que todo colapso inicia una acción, de manera que el sistema mantenga su identidad, y toda acción se hará visible como un intento de modificar su mundo.
Dicha acción que funciona permanentemente sobre lo que falta, se convierte desde el punto de vista del observador en la actividad cognitiva del sistema, que es la diferencia entre el medio ambiente en cuyo interior es observado el sistema, y el mundo, en cuyo interior opera el sistema. 
Se identifican dos dimensiones constitutivas para el término cognitivo: dimensión de enlace, la conexión con su medioambiente que la posibilita de mantener su individualidad; y dimensión imaginaria, el excedente de significación que adquiere una interacción física debido a la perspectiva otorgada por la acción global del organismo.
Es también posible reconocer en un organismo multicelular su identidad autónoma con respecto al entorno, como por ejemplo, el sistema nervioso, en el cual la corriente de modulaciones sensoriales trabaja de forma circular, tal como si fuera una red. Ella es resultado de de correlaciones de percepción y acción que surgen y son moduladas por un conjunto de neuronas activas (red de interneuronas). Es así como la dinámica neuronal es un asunto de redes en donde la tarea perceptu-motora es un sistema cooperativo entre dos vías. 
Es aquí donde se hace cabida término de “cierre operacional” en el cual se destaca la cualidad autorreferencial de las redes de interneuronas y de las superficies percepto-motoras correlacionadas. Es decir, los sistemas vivientes son sistemas tales que todo lo que pasa en ellos surge determinado en su dinámica estructural, de modo que lo externo sólo produce cambios estructurales previamente determinados en él. Es así como Varela (2002, p. 97) define al ser cognitivo como 
…la manera en que el organismo, mediante su actividad auto producida, llega a ser una entidad distinta en el espacio, aunque siempre acoplada a su correspondiente medioambiente, del cual, no obstante, será siempre diferente. Un ser distinto coherente que, por el proceso mismo de constituirse (a sí mismo), configura un mundo externo de percepción y acción.
Muchos agentes simples pueden ser reunidos para dar nacimiento a un todo múltiple que se comporta como un todo ante el observador como si hubiese un agente coordinador “virtualmente” presente en el centro, esencial a nivel de interacción para la conducta de toda la unidad. De aquí nace el concepto de sí mismo no sustancial. Un vacío coherente que no se encuentra en ninguna parte, pero que sin embargo, es capaz de otorgar condiciones para una asociación.
Es aquí donde Varela introduce el tema del sí mismo como persona, en donde la considera dentro del mismo análisis realizado a los seres cognitivos y básicos, donde la naturaleza sería de carácter no sustancial y lo que podemos llamar “yo” no sería más que algo que surge de la capacidad lingüística del ser humano y su capacidad de auto describirse y narrar, por lo que el sí mismo estaría unido a la vida social, puesto que el lenguaje opera como fenómeno social. El “yo mismo” sería entendido como algo privado y publico, el puente entre el cuerpo corpóreo común a todos los seres con sistema nervioso y la dinámica social en que se desenvuelve el ser humano.
Para concluir el autor plantea una doble dialéctica de los organismos. Primero, una dialéctica de identidad, en donde la identidad se establece mediante el ensamble de dos términos, uno dinámico (componentes interactuando en red), y otro global (una totalidad que condiciona los componentes). Segundo, una dialéctica del conocimiento, en donde se conjugan dos términos, el de significación (necesaria emergencia de un excedente de significación), y el de enlace (dependencia del ser con su medio ambiente, para crear su mundo).
 “Organismos, fascinantes redes de sí mismos no sustanciales/vacíos, nada más ni nada menos que existencias circulares, de niveles múltiples y final abierto, siempre movidos por la falta de significación que ellos mismos engendran al afirmar su presencia” (Varela, 2002, p. 111)
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Departamentode Psicología
PSICOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
“EL ORGANISMO, UNA TRAMA DE IDENTIDADES SIN CENTRO”
Francisco Varela.
Natalia Mahana P.
18 de agosto de 2009

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