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Material para uso exclusivo de la cátedra Historia de las ideas políticas I 
CRISTIANISMO PRIMITIVO – IMPERIO ROMANO 
Selección de textos 
 
 
 
1- Pablo de Tarso y el discurso en el Areópago de Atenas. 
 
 "Atenienses, veo que vosotros sois por todos los conceptos, los más 
respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos 
sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada la inscripción «Al 
Dios desconocido». Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a 
anunciar. El Dios que hizo el mundo, y todo lo que hay en él, que es el Señor del cielo 
y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por el hombre, ni es servido por 
manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el 
aliento y todas las cosas. El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que 
habitase sobre la faz de la tierra y determinó con exactitud el tiempo y los límites del 
lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscase a Dios, para ver si a tientas 
le buscaban y le hallaban, por más que no se encuentra lejos de cada uno de 
nosotros, pues en El vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de 
vosotros: <Porque somos también de su linaje>. Si somos, pues, del linaje de Dios, no 
debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, 
modelados por el arte y el ingenio humano. Dios, pues, pasando por alto los tiempos 
de la ignorancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben 
convertirse, porque ha fijado el día en el que va a juzgar al mundo según justicia, por 
el hombre que ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los 
muertos." 
 Hechos de los Apóstoles. XVII. 22/32. 
 
 
 
2- La oración cristiana más antigua por las autoridades 
 
Así concluye la carta que Clemente Romano dirige a los corintios: 
 “Concédenos Señor, la concordia y la paz a nosotros y a todos los habitantes 
de la Tierra, tal como se las distes a nuestros padres cuando invocaban tu nombre en 
la fe y en la verdad. Y para ello haznos sumisos a tu nombre todopoderoso y 
santísimo, así como a los que nos gobiernan y nos dirigen en la tierra. Tú eres, Señor, 
el que les ha dado el poder de ejercer su autoridad, por tu fuerza magnífica e inefable, 
para que sabiendo que de Dios de quien han recibido la gloria y el honor estemos 
sometidos a ellos donde los veamos y nos hagamos nada en contra de tu voluntad. 
Dales salud, paz, concordia, estabilidad y que ejerzan sin contradicción la soberanía 
que les has dado”. 
 
 
3- Los inicios de las persecuciones 
 
 “Siguióse después en la ciudad un estrago, no se sabe hasta ahora si por 
desgracia o por maldad del príncipe, porque los autores lo cuentan de entreamabas 
maneras, el más grave y el más atroz de cuantos han sucedido en Roma por violencia 
del fuego. (...) 
 Mas ni con socorros humanos, donativos y liberalidades del príncipe, ni con las 
diligencias que se hacían para aplacar la ira de los dioses era posible borrar la infamia 
de la opinión que se tenía de que el incendio había sido voluntario. Y así, Nerón, para 
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divertir esa voz y descargarse, dio por culpados de él, y comenzó a castigar con 
exquisito géneros de tormentos, a unos hombres aborrecidos por el vulgo por sus 
excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual 
imperando Tiberio, había sido justiciado por orden de Poncio Pilato, procurador de la 
Judea; y aunque por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición, 
tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, pero 
también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas 
que hay en las demás partes. Fueron castigados al principio los que profesaban 
públicamente esta religión, y después, por indicios de aquellos, una multitud infinita, no 
tanto por el delito del incendio que se les imputaba, como por haberles convencido de 
general aborrecimiento a la humana generación. Añadióse a la justicia que se hizo de 
éstos, la burla y escarnio con que se les daba la muerte. A unos vestían de pellejos de 
fieras, para que de esta manera los despedazasen los perros; a otros ponían en 
cruces; a otros echaban sobre grandes rimeros de leña, a los que, en faltando el día, 
pegaban fuego, para que ardiendo con ellos sirviesen de alumbrar en las tinieblas de 
la noche. Había Nerón diputado para este espectáculo sus huertos, y él celebraba las 
fiestas circenses; y allí, en hábito de cochero, se mezclaba unas veces con el vulgo a 
mirar el regocijo, otras se ponía a guiar su coche, como acostumbraba. Y así, aunque 
culpables éstos y merecedores del último suplicio, movían con todo eso a compasión y 
lástima grande, como personas a quien se quitaba tan miserablemente la vida, no por 
provecho público, sino para satisfacer la crueldad de uno solo.” 
 
Tácito. Anales, XXXVIII- XLIV 
 
 
4- Carta de Plinio al emperador Trajano (111-112) 
 
 “Cosa solemne es para mí, señor, exponerte todas mis dudas: porque ¿quién 
puede decidirme o instruirme mejor? Nunca he asistido al proceso y sentencia de 
ningún cristiano. Así que ignoro sobre qué recae la información que se hace contra 
ellos, y hasta dónde puede llevarse el castigo. Vacilo mucho acerca de la diferencia de 
edades. ¿Deben ser castigados todos sin distinción de jóvenes y ancianos? ¿Debe 
perdonarse al que se arrepiente? ¿Es el nombre sólo lo que se castiga en ellos? ¿Qué 
crímenes hay unidos a este nombre? He aquí las reglas que he seguido en las 
acusaciones presentadas ante mí contra los cristianos. A los que han confesado, les 
he interrogado por segunda y tercera vez, y les he amenazado con el suplicio, y a él 
les he enviado si han persistido. Porque, fuera lo que quisiera lo que confesasen, he 
creído que debía castigarse su desobediencia e invencible obstinación (...) 
 El asunto me parece digno de tus reflexiones, por la multitud de los que se han 
puesto en peligro, porque diariamente se verán envueltas en estas acusaciones 
multitud de personas de toda edad, clase y sexo. Este mal contagioso no solamente 
ha infestado las ciudades, sino que también las aldeas y los campos. Creo, sin 
embargo, que puede ponerse remedio y detenerlo.” 
Plinio. Carta XVCII 
Rescripto de Trajano 
 “El procedimiento que has seguido, querido Plinio, al examinar las causas de 
aquellos que te fueron denunciados como cristianos es el debido. No puede 
establecerse una norma general, que tenga, por así decirlo, unos términos exactos y 
precisos. No se les debe buscar, pero si se les denuncia y se demuestra su 
culpabilidad, se les ha de castigar, con la salvedad de que, quien negase que es 
cristiano y pusiera en evidencia su afirmación con su misma conducta, es decir, 
adorando a nuestros dioses, ha de obtener perdón por su arrepentimiento, aunque su 
conducta en el pasado se sospechosa“. 
 
 
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5- Los cristianos en el mundo. 
 
Se ignora quién es el autor de este escrito dirigido a Diogneto. Parece haber sido 
compuesto en Alejandría por el año 200. El autor hace una vibrante apología del 
cristianismo ante un destinatario pagano 
 
 “Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por el país, ni por el 
lenguaje, no por la forma de vestir. No viven en ciudades que les sean propias, ni se 
sirven de ningún dialecto extraordinario; su género de vida no tiene nada de singular. 
(…) Se distribuyen por las ciudades griegas y bárbaras según el lote que les ha 
correspondido a cada uno; se conforman a las costumbres locales en cuestión de 
vestido, de alimentación de manera de vivir, al mismo tiempo que manifiestan las leyes 
extraordinarias y realmente paradójicas de su república espiritual. 
 Cada uno reside en su propia patria, pero como extranjeros en un domicilio. 
Cumplen con todaslas obligaciones cívicas y soportan todas las cargas como 
extranjeros. Cualquier tierra extraña es patria suya y cualquier patria es para ellos una 
tierra extraña. Se casa como todo el mundo, tienen hijos, pero no abandonan a los 
recién nacidos. Comparten todos la misma mesa, pero no la misma cama. 
 Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la tierra, 
pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes establecidas y su forma de vivir 
sobrepuja en perfección a las leyes. 
 Aman a todos los hombres y todos les persiguen. Se les desprecie y se les 
condena; se les mata y de este modo ellos consiguen la vida. Son pobres y enriquecen 
a un gran número. Les fatal de todo y les sobren todas las cosas. Se les desprecia y 
en ese desprecio ellos encuentran su gloria. Se les calumnia y así son justificados. Se 
les insulta y ellos bendicen. (…). 
 En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, eso son los cristianos en el 
mundo. El alma se extiende por todos los miembros del cuerpo como los cristianos en 
las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero sin ser del cuerpo, lo mismo 
que los cristianos habitan en el mundo, pero sin ser del mundo. (…) El alma se hace 
mortificándose por el hambre y la sed: perseguidos, los cristianos se multiplican cada 
vez más de día en día. Tan noble es el puesto que Dios les ha asignado que no les 
está permitido desertar de él”. 
 
 
6- El Edicto de Milán (313 d.C.) 
 
 
“Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente 
en Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar 
público, hemos creído nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que 
veíamos merecían nuestra atención para el bien de la mayoría, tratar, repetimos, de 
aquellos en los que radica el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los 
cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada 
cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la morada celeste nos 
sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así, pues, 
hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada 
la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido por su espíritu, sea la 
cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin de que la suprema divinidad, 
a cuya religión rendimos este homenaje, nos preste su acostumbrado favor y 
benevolencia. Por lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido 
anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente 
respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias de 
nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la 
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religión cristiana hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de 
inquietud y molestia. Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente 
estas decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los cristianos 
plena y libre facultad de practicar su religión. Y al mismo tiempo que les hemos 
concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros ciudadanos les ha 
sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan 
escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos ha impulsado a obrar así el 
deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto 
ni de religión. Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les 
sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron 
anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o 
hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por 
ellos ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos 
locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y 
si lo que los han comprado o los recibieron como donación reclaman alguna 
indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre 
de nuestra clemencia decida acerca de ello. Todos estos locales deben ser entregados 
por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad 
cristiana. (…) 
 De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan 
importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado 
constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien público. 
Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a conocimiento de todos 
convendrá que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que todos la 
conozcan y nadie pueda ignorar las decisiones de nuestra benevolencia.” 
 
Tomado de Lactancio, De la muerte de los perseguidores, XLVIII, 2-12. 
 
 
7- El EDICTO DE TESALÓNICA (380 d.C.) 
 
 
Los emperadores Graciano, Valentiniano y Teodosio Augustos: edicto al pueblo de la 
ciudad de Constantinopla. 
“Es nuestra voluntad que todos los pueblos regidos por la administración de 
nuestra clemencia practiquen esa religión que el divino apóstol Pedro transmitió a los 
romanos, en la medida en que la religión que introdujo se ha abierto camino hasta este 
día. Es evidente que esta es también la religión que profesa el pontífice Dámaso, y 
Pedro, obispo de Alejandría, hombre de apostólica santidad; esto es que, de acuerdo 
con la disciplina apostólica y la doctrina evangélica debemos creer en la divinidad una 
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con igual majestad y bajo la noción de la Santa 
Trinidad. Ordenamos que aquellas personas que siguen esta norma tomen el nombre 
de cristianos católicos. Sin embargo, el resto, que consideramos dementes e 
insensatos, asumirán la infamia de los dogmas heréticos, sus lugares de reunión no 
obtendrán el nombre de iglesias y serán castigados primeramente por la divina 
venganza, y, después, también /por justo castigo/ de nuestra propia iniciativa, que 
tomaremos en consonancia con el juicio divino”. 
Teodosio I, Cunctos populos.Código Teodosiano, Libro XVI.

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