Logo Studenta

1 0515 u3 texto1 - Maleno Baez

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 1 
 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 1 
 
Kazdin, A. (1983) Historia de la Modificación de 
Conducta. Bilbao: Desclée de Brouwer. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
UU NN II DD AA DD II II II 
 
EE NN FF OO QQ UU EE SS TT RR AA DD II CC II OO NN AA LL EE SS EE NN 
LL AA EE VV AA LL UU AA CC II ÓÓ NN DD EE LL AA 
CC OO NN DD UU CC TT AA DD EE SS VV II AA DD AA 
 
 
 
Introducción .......................................................................................................... 2 
APLICACION DEL MODELO MEDICO A LA CONDUCTA ANORMAL................ 3 
Insatisfacción con el modelo psicoanalítico...................................................... 8 
DIAGNOSTICO PSIQUTATRICO....................................................................... 10 
Insatisfacción con el diagnóstico psiquiátrico ................................................. 11 
EVALUACION CLINICA...................................................................................... 13 
Insatisfacción con las técnicas proyectivas .................................................... 14 
TRATAMIENTO DE LA CONDUCTA ANORMAL............................................... 15 
LA PSICOTERAPIA............................................................................................ 16 
Insatisfacción con la psicoterapia ................................................................... 17 
TRATAMIENTO INSTITUCIONAL...................................................................... 21 
Insatisfacción con el tratamiento institucional................................................. 23 
Resumen y conclusiones .................................................................................... 25 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 2 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN 
Hasta que la modificación de conducta apareció como una alternativa 
teórica competidora tanto en el campo de la investigación como en el 
uso aplicado, hubo un modelo o enfoque general sobre la conducta 
anormal y su tratamiento que dominó las profesiones relacionadas con 
la salud mental1. Este enfoque ha venido conociéndose en general 
corno modelo «médico» o modelo «basado en el concepto de 
enfermedad». Este modelo tuvo una amplia aceptación dentro de la 
psicología y la psiquiatría como intento de explicar la conducta desviada o 
desadaptativa. La aplicación del modelo a la psicología y la psiquiatría 
representaba la extrapolación de un enfoque que había resultado 
satisfactorio dentro de la medicina a la hora de explicar los desórdenes 
físicos. En la medicina, la creencia de que los síntomas físicos son 
atribuibles a la patología física subyacente ha sido muy útil en la 
identificación correcta y en el control de las enfermedades físicas. En 
particular, los descubrimientos realizados en el campo de la patología 
han avalado la validez del modelo con respecto al diagnóstico y al 
tratamiento médicos. Y ha sido este éxito del enfoque en el área médica 
el que ha estimulado su aplicación a los problemas psicológicos. 
 
Cuando el modelo de «enfermedad» se aplica a la conducta anormal se 
está aceptando implícitamente que las conductas desadaptativas son 
síntomas provocados por procesos subyacentes análogos a la 
«enfermedad». Los procesos subyacentes podrían incluir factores 
biológicos. Siempre que se ha demostrado que los factores biológicos 
son los que provocan la conducta perturbada no ha habido problema en 
considerar como apropiada la extensión del modelo de enfermedad a la 
conducta. Pero cuando se ha intentando aplicar el modelo a conductas 
en las que no se conoce ninguna base orgánica, a continuación ha 
surgido la polémica sobre la pertinencia de la extrapolación. En este 
segundo caso, el modelo podría considerarse mejor como un modelo 
que considera a la conducta anormal como enfermedad intrapsíquica, 
 
debido a que según él son los procesos psicológicos perturbados los 
que pueden dar cuenta de las conductas desadaptativas o síntomas 
psicológicos. 
1 El desarrollo de la modificación de conducta podría encuadrarse dentro de un 
movimiento social de gran alcance, reflejado en otros aspectos del desarrollo 
cultural distintos de los propiamente relacionados con el campo de la salud mental. 
Sin embargo, el abordar el estudio de la aparición de la modificación de conducta 
partiendo de un contexto social, cultural, y quizás político, sobrepasaría los límites 
de esta monografía. 
 
Las conceptualizaciones tradicionales de la conducta anormal se han 
basado en este modelo de enfermedad intrapsíquica. Esta interpretación 
y sus implicaciones es a lo que los modificadores de conducta han 
denominado «modelo médico»2. Los proponentes de la modificación de 
conducta han criticado la fuerte orientación médica de este modelo, 
orientación que se refleja en la formulación de la conducta anormal en 
términos de «sintomatología» o «patología' por ejemplo. También han 
rechazado la suposición de que son los procesos intrapsíquicos los que 
pueden explicar la conducta desviada. 
 
La conceptualización y tratamiento de la conducta anormal ha sido 
durante mucho tiempo ámbito exclusivo de la medicina, concretamente 
de la psiquiatría. El adherirse al enfoque médico de la conducta anormal 
ha tenido consecuencias de largo alcance, debido a que una vez que el 
profesional asume una orientación, ella es la que determina la 
terminología utilizada para describir la conducta, la clase de 
procedimientos y de medios empleados para modificarla, el tipo de 
temas de investigación que se plantean, y el entrenamiento que se da a 
los profesionales para cambiar la conducta. La omnipresencia de la 
orientación médica en la psiquiatría y en la psicología clínica queda 
patente en el hecho de que no se pueden describir los temas 
 
2 En la actualidad, no existe ningún modelo dentro de la medicina que refleje 
exactamente este enfoque. Así pues, hablar de un único modelo de enfermedad 
implica una visión demasiado simplificada de lo que es la medicina y de los enfoques 
que podrían aplicarse a la conducta anormal. Pata ilustrar la complejidad de esta 
orientación basada en el concepto de enfermedad, baste con decir que se pueden 
distinguir al menos tres tipos de modelos basados en el tipo de trastorno físico que se 
trata: infecciones (como por ejemplo en las enfermedades bacterianas), disfunciones 
sistémicas (como por ejemplo en el mal funcionamiento de un órgano o de un sistema 
regulatorio), y traumas no infecciosos (como por ejemplo en las lesiones producidas por 
causas externas (Buss, 1966). Todos estos modelos de enfermedad tienen 
características diferentes y también tendrían implicaciones diferentes en el mo-
mento de extrapolarlos a áreas no médicas. 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 3 
 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
fundamentales del campo sinadoptar implícitamente el enfoque básico 
reflejado en términos tales como «enfermedad mental», «salud mental», 
«tratamiento' y «terapia». 
 
El desarrollo de la modificación de conducta puede considerarse como 
una reacción a la conceptualización tradicional de la conducta anormal y 
su tratamiento. Thomas Kuhn, el célebre historiador de la ciencia, ha 
sugerido cómo se producen las reacciones y revoluciones dentro de la 
ciencia (Kuhn, 1962). En un principio, el campo científico en cuestión 
empieza a experimentar una insatisfacción y un escepticismo crecientes 
con respecto al modelo o paradigma que hasta ese momento ha guiado 
en él la investigación. Los enfoques y métodos de estudios tradicionales 
pueden empezar a mostrar diversos problemas e insuficiencias que no 
pueden resolverse dentro del paradigma vigente. Esta insatisfacción 
creciente constituye el primer paso en la aparición de un nuevo 
paradigma que se enfrenta al enfoque tradicional. El nuevo paradigma 
aborda el objeto de estudio de forma diferente, con nuevas definiciones 
y relaciones, y parece resolver muchos problemas que resultaban 
irresolubles en el paradigma anterior. 
 
Dentro del campo de la salud mental la modificación de conducta se ha 
considerado como un paradigma nuevo (Kanfer y Phillips, 1970; 
Krasner, 1971a). La insatisfacción cada vez mayor y la crítica de 
diversos aspectos del enfoque tradicional de la enfermedad mental y su 
tratamiento constituyeron el punto de partida en el surgimiento de este 
paradigma. La aparición de la modificación de conducta llevó consigo 
una nueva conceptualización de la conducta desviada y de la forma de 
modificarla. Tal y como suele suceder con la aparición de un nuevo 
enfoque, se inició una gran cantidad de investigación en áreas difíciles 
de abordar con el paradigma anterior. En especial, la modificación de 
conducta fomentó nuevas iniciativas relacionadas con el cambio de la 
conducta. 
 
Este capítulo trata sobre el paradigma o modelo frente al cual reaccionó 
la modificación de conducta. A lo largo de él describiremos la aplicación 
del enfoque médico a la conducta anormal y sus implicaciones en el 
diagnóstico, evaluación y tratamiento de la misma3. Discutiremos las 
características generales de la práctica clínica actual basada en el 
concepto de enfermedad. También es necesario que nos detengamos 
en la insatisfacción existente con la práctica clínica y la investigación 
derivada del enfoque tradicional, porque son fuentes directas de 
enfrentamiento entre ambos paradigmas, el tradicional y el conductual. 
AAPPLLIICCAACCIIOONN DDEELL MMOODDEELLOO MMEEDDIICCOO AA LLAA CCOONNDDUUCCTTAA 
AANNOORRMMAALL 
 
El desarrollo de los métodos de tratamiento dentro de la psiquiatría y de 
la psicología clínica ha estado estrechamente relacionado con las 
diferentes conceptualizaciones o modelos sobre la conducta normal y la 
conducta anormal. De los factores que se supone que explican la 
conducta desviada dependen los tratamientos que se emplean para 
modificarla. Las teorías que han intentando explicar la conducta han 
sido tantas y tan variadas a lo largo de la historia de la humanidad que 
el tratamiento también ha sido competencia de especialistas y 
disciplinas muy diferentes. Antiguamente las explicaciones 
predominantes de la conducta se basaban en la demonología. Cuando 
un individuo se comportaba de forma anormal se creía que estaba 
poseído por espíritus malignos. Se recurría a los espíritus para explicar 
muchos aspectos de la vida que no podían comprenderse, incluyendo la 
conducta desviada. Cuando se interpretaba la conducta desviada como 
una señal de la presencia de espíritus diabólicos, el tratamiento se 
basaba fundamentalmente en exorcismos. Para liberar al enfermo de 
estos espíritus se utilizaban diversas técnicas como oraciones, 
azotamientos y psicocirugía primitiva. Así pues, tanto el paciente como 
el tratamiento estaban bajo la autoridad de los sacerdotes, que se 
suponía poseían poderes para influir sobre los espíritus. 
 
 
3 El lector sólo podrá encontrar aquí el desarrollo del modelo basado en el 
concepto de enfermedad, sus implicaciones y las fuentes de crítica y de 
insatisfacción. Remitimos al lector interesado a las diversas historias de la 
psiquiatría y de la psicología clínica (Alexander y Selesnick, 1968; Deutsch, 
1946; Kraepelin, 1962; Lewis, 1941; Zilboorg y Henry, 1941). 
 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 4 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
Con el tiempo, la demonología empezó a ser sustituida por otras 
concepciones biológicas o médicas de los desórdenes mentales. 
Hipócrates descartó toda intervención de espíritus y demonios y sugirió 
una serie de causas biológicas relacionadas con las funciones 
cerebrales y los fluidos corporales para explicar la conducta anormal. 
Otros muchos griegos y romanos atribuyeron también la conducta 
anormal a causas biológicas. Una vez que se aceptó que eran factores 
biológicos los que subyacían a la conducta anormal, el tratamiento 
cambió. Se hizo más humano que cuando se pensaba que eran los 
espíritus malignos los que provocaban la conducta anómala. El 
tratamiento incluía ahora el proporcionar a los pacientes un ambiente 
agradable, ejercicio, dietas especiales, actos culturales y masajes. La 
idea de que la conducta anormal tenía raíces fisiológicas trasladó el 
tratamiento de manos de los sacerdotes a manos de los médicos, y a 
todo lo relacionado con la conducta anormal al mundo de la medicina. 
 
Durante la Edad Media la demonología volvió a convertirse en la fuente 
de explicación dominante de la conducta desadaptativa, y los clérigos 
recuperaron el control de su tratamiento. El castigo físico y la tortura 
fueron métodos habituales para arrojar del enfermo a los espíritus 
demoníacos. Se empezó a culpar cada vez más a los enfermos por su 
conducta anormal, debido a que se tomaba ésta como señal de que 
habían pecado. 
 
En el siglo XVI volvió a ponerse el acento sobre las causas biológicas 
de la conducta perturbada (Zilboorg y Henry, 1941). La reaparición de 
una interpretación más biológica, y por consiguiente más científica de la 
conducta desviada, condujo a un tratamiento más humano, menos 
punitivo, y a una importante reorganización de las instituciones 
terapéuticas. Fue en el siglo XVIIl cuando alcanzó su cénit la 
investigación científica de la conducta anormal. No sólo se aceleraron 
los avances en las ciencias biológicas y en la medicina en general, sino 
que ciertos hallazgos concretos pusieron en relación una patología 
orgánica con muchos desórdenes físicos. El éxito conseguido en la 
comprensión de las enfermedades físicas hizo pensar que la patología 
orgánica también podía dar cuenta de la conducta perturbada. De 
acuerdo con esto, se supuso que la patología cerebral podía explicar la 
enfermedad mental, y a partir de ahí empezó a construirse 
sistemáticamente un modelo de la conducta basado en el concepto de 
enfermedad. Del mismo modo que en los desórdenes fisiológicos, 
comenzó a considerarse a los desórdenes mentales como un reflejo de 
una causa patológica subyacente. Por supuesto que muchos 
desórdenes mentales tenían una clara base orgánica (p. e., los que 
normalmente se denominan «orgánicos»). Pero lo que sucedió es que el 
modelo de enfermedad se aplicó a conductas desviadas en las que no 
existía ninguna base orgánica evidente. 
 
El hecho de poder establecer una base orgánica en algunos casos de 
conducta anormal fomentó extraordinariamente las extrapolaciones del 
paradigma de enfermedad a todos los desórdenes mentales. El 
catalizador más importante e influyente fue el descubrimientode la 
causa de la paresia general, una alteración neurológica que en sus 
últimas fases puede conllevar diversos síntomas psicológicos, tales 
como deterioro intelectual, delirios de grandeza y distorsiones 
perceptivas. Una serie de descubrimientos decisivos condujo a Hideyo 
Noguchi (1876-1928) en el año 1913 a la demostración de que la 
espiroqueta sifilítica (Treponema pallidum) era la causa de la paresia 
general. No sólo eso, sino que además, al mismo tiempo que se 
descubría la causa se fueron encontrando también los tratamientos 
efectivos. El descubrimiento y tratamiento de la sífilis fueron 
especialmente significativos, puesto que era el primer caso en el que la 
ciencia médica conquistaba lo que se consideraba una enfermedad 
mental, p. e., la paresia general (Zilboorg y Henry, 1941). Este 
descubrimiento, junto con otros relacionados con otras alteraciones 
menos importantes, proporcionó un empuje fundamental a la 
identificación de los desórdenes psicológicos con una patología 
orgánica. 
 
A pesar del éxito que tuvo el modelo orgánico con respecto a la 
enfermedad mental, existía también una tendencia hacia otras líneas de 
investigación. Era un hecho el que no existiesen pruebas de patología 
orgánica en un conjunto muy amplio de trastornos mentales. A finales 
del siglo XIX, el modelo de enfermedad empezó a ser modificado por 
aquellos que intentaban encontrar los factores psicológicos, y no 
biológicos, que pudieran ser los responsables de la conducta anormal, 
respaldados por los informes en los que se describía la aplicación de 
técnicas psicológicas en el tratamiento de la conducta anormal y con 
resultados satisfactorios. En Europa, y especialmente en Francia, se 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 5 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
desarrollaron procedimientos muy elaborados que se pensaba que 
estaban basados en la sugestión (tales como el mesme¬rismo, la 
hipnosis, el método de Coué) como métodos de tratamiento 
sorprendentemente eficaces en un número bastante amplio de 
alteraciones. Se demostró con una serie de casos de personas 
hospitalizadas que los síntomas de los desórdenes mentales (e.g., la 
parálisis histérica) podían inducirse o eliminarse completamente 
utilizando la sugestión. El de sarrollo de estos métodos para tratar 
desórdenes, particularmente las neurosis, aceleró la búsqueda de 
factores psicológicos, en lugar de orgánicos, como determinantes de la 
enfermedad mental. Sin embargo, no se disponía de ninguna teoría de 
amplio espectro para dar cuenta de la forma en que los factores 
psicológicos podían provocar la enfermedad mental, y de cómo los 
tratamientos psicológicos podían aliviar las conductas sintomáticas. Esta 
carencia es la que vino a solucionar Sigmund Freud (1856-1939). 
Freud y el psicoanálisis 
 
Siempre que se discuta sobre la historia y la conceptualización de la 
enfermedad mental y su relación con la modificación de conducta 
(relación, no obstante, indirecta), es importante centrarse en Freud al 
menos por dos razones. Resulta obvio que la influencia de Freud sobre 
las conceptualizaciones y tratamiento contemporáñeos de la conducta 
anormal ha sido decisiva. Además, la modificación de conducta puede 
considerarse como una reacción frente a muchos de los principios 
básicos de la teoría y de la terapia freudiana, especialmente el de que 
los conflictos intrapsíquicos son los determinantes de la conducta. 
 
Antecedentes del psicoanálisis. Freud estudió fisiología y se interesó 
especialmente por la neuroanatomía. Fueron razones económicas las 
que le obligaron a ejercer como médico en Viena. Su interés y la 
preparación con que contaba le llevó a especializarse en las alte-
raciones «nerviosas» ante las que adoptó un enfoque orgánico. Freud 
pensaba que las conductas anormales y los síntomas psicológicos 
estaban provocados por problemas neurológicos y otras alteraciones 
fisiológicas. 
 
Freud empezó a estudiar psiquiatría, trabajando en Francia con Jean 
Charcos (1825-1893) e Hippolyte Bernheim (1837-1919). Las prácticas 
terapéuticas de estos especialistas tenían resultados satisfactorios. 
Habían desarrollado también formulaciones teóricas sobre las causas 
de los trastornos mentales. Sus tratamientos se basaban en la hipnosis, 
la cual les proporcionaba no sólo un método de tratamiento sino también 
una forma de investigar los posibles concomitantes o causas 
psicológicas de los desórdenes mentales. Cuando Freud volvió a Viena 
incorporó la hipnosis a su propia práctica clínica. 
 
En Viena Freud colaboró con el clínico y neurofisiólogo Josef Breuer 
(1842-1925). Breuer también utilizaba la hipnosis. Según él era de una 
gran utilidad para ayudar a los pacientes a recordar sus experiencias 
tempranas. La hipnosis ayudaba a los pacientes a recordar traumas que 
se habían producido en épocas muy tempranas de su vida, y que 
parecían estar relacionados con sus trastornos. El recuerdo o catarsis 
del suceso traumático original era el que conducía al cambio 
terapéutico. Basándose en sus experiencias terapéuticas, Breuer y 
Freud atribuyeron el desarrollo de los desórdenes neuróticos a procesos 
inconscientes. Esta hipótesis constituyó un paso fundamental en el 
desarrollo de un enfoque psicológico de los desórdenes mentales, 
debido a que proporcionó un ejemplo claro en el que se había revelado 
la causa de un desorden mientras se intentaba tratarlo. De esta forma 
se demostró que la etiología, tratamiento y curación, pertenecían al 
ámbito de los factores psicológicos, y no al de los orgánicos (Zilboorg y 
Henry, 1941). 
 
Puesto que tanto Breuer como Freud poseían una formación 
neurofisiológica, no es raro que sus teorías mantuvieran un cierto sesgo 
orgánico a pesar de invocar a los procesos inconscientes como causas 
de los desórdenes psicológicos. Los efectos del tratamiento catártico se 
explicaron en un principio en términos neurofisiológicos, aludiendo a la 
conversión de energía y a fuerzas orgánicas. Freud y Breuer se 
separaron cuando Freud llegó a convencerse de que eran los impulsos 
sexuales los que subyacían a los problemas psicológicos y empezó a 
confiar en su propia teoría psicopatológica. Además, Freud abandonó la 
hipnosis como forma de tratamiento, debido a que sus efectos no 
parecían ser muy duraderos. Freud desarrolló otros métodos, como por 
ejemplo la asociación libre y el análisis de los sueños, con el fin de 
esclarecer los recuerdos y las experiencias tempranas que pensaba 
subyacían a los problemas del paciente. 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 6 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
 
La experiencia clínica condujo a Freud a desarrollar su propia teoría de 
la personalidad y su propio sistema terapéutico: el psicoanálisis. 
Partiendo de sus observaciones clínicas propuso una serie de procesos 
psicológicos que podían dar cuenta de la conducta. Freud revisó 
continuamente estas explicaciones a la luz del material que iba 
apareciendo en sus tratamientos. El psicoanálisis se convirtió en una 
teoría de la personalidad, una técnica de tratamiento y un método de 
investigación con el que se intentaba determinar las bases psíquicas de 
la conducta. 
 
Características generales del psicoanálisis. El psicoanálisis, como teoría 
dela personalidad, es un complejo sistema de mecanismos 
psicológicos, estructuras, impulsos y fases evolutivas que explican la 
conducta. Debido a que la descripción de las características específicas 
de la teoría sobrepasaría los límites de este capítulo, es necesario 
mencionar algunas de sus características generales4. Freud suponía 
que el desarrollo de la personalidad puede reducirse a la historia de la 
expresión de la energía biológica o sexual (líbido) y de las fuentes de 
gratificación hacia las que esa energía se dirige. El creía que los 
procesos psicológicos se desarrollan en la infancia cuando la 
gratificación instintiva está en función de las diferentes fuentes de 
estimulación. Freud explicaba el desarrollo psicológico como el paso a 
 
4 La teoría psicoanalítica ha evolucionado considerablemente. Esta evolución 
comenzó con los primeros discípulos de Freud y aún continúa con los teóricos 
actuales. Con ella, gran parte de los principios básicos del psicoanálisis 
freudiano se han visto modificados. Así por ejemplo, Freud insistía sobre los 
conflictos instintivos, los impulsos psíquicos y los procesos inconscientes como 
los determinantes de la conducta, mientras que los neofrcudianos y los 
psicólogos del Yo que han revisado su teoría, han puesto de relieve la 
importancia de las influencias sociales y de los procesos conscientes (e.g. 
Erikson, 1963; Hartmann, 1964). Estos desarrollos posteriores de la teoría 
freudiana, aunque son importantes por derecho propio, tienen sin embargo una 
importancia tangencia) con respecto a la aparición de la modificación de 
conducta. La modificación de conducta fue una reacción tanto al contenido 
sustancial y a los métodos del psicoanálisis ortodoxo, como al modelo 
intrapsíquico sobre el que se han basado sus revisiones posteriores. De aquí 
que en este capítulo sólo se discuta el psicoanálisis freudiano y las 
características principales del modelo intrapsíquico. 
 
través de una serie de etapas psicosexuales. Las etapas venían 
determinadas fundamentalmente por el lugar del cuerpo donde se 
manifestaba la energía libidinal (p. e., zonas oral, anal, genital), así 
como por los mecanismos psíquicos que él suponía que actuaban 
durante esas etapas. 
 
El primer interés de Freud fue el de explicar la conducta neurótica de los 
«síntomas». El consideraba a los síntomas neuróticos como 
gratificaciones sustitutivas de los impulsos inconscientes a los que se 
había impedido manifestarse. El objetivo de la terapia era descubrir 
estas represiones y estos procesos inconscientes. Freud encontró que 
los temas sexuales, normalmente relacionados con la infancia, estaban 
siempre implicados en los problemas del paciente. Al principio creyó que 
las experiencias sexuales de la primera infancia jugaban después un 
importante papel en la psicopatología adulta. Más tarde, Freud revisó 
este punto de vista aludiendo a las fantasías que había desarrollado el 
paciente sobre esas experiencias como determinantes de la 
psicopatología. Desarrolló una teoría sobre el desarrollo psi rtosexual 
durante la infancia que proporcionó una hipótesis explicativa de las 
etapas evolutivas concretas y de los sucesos críticos que explicaban la 
personalidad y la conducta. Freud interpretaba los desórdenes 
neuróticos como una vuelta a los primeros niveles de desarrollo 
psicosexual. El objetivo del tratamiento era conocer la evolución 
psicosexual del cliente y comprender las bases evolutivas de la 
conducta sintomática. El interés terapéutico estaba en desentrañar los 
procesos inconscientes a través de los sueños, las asociaciones libres y 
las interpretaciones de la conducta manifiesta. 
 
Junto con las etapas psicosexuales del desarrollo Freud propuso una 
serie de conceptos relacionados muy complejamente, entre los que se 
encuentran diversas estructuras de la personalidad (Ello, Yo, Superyó), 
mecanismos para desviar o expresar de otra forma los impulsos 
amenazantes (e.g., represión, sublimación, formación reactiva), y 
procesos para explicar tanto la conducta normal como la desviada (e.g., 
procesos primarios y secundarios). Muchas de estas características 
específicas del psicoanálisis fueron modificadas continuamente por 
Freud y revisadas profundamente por los neofreudianos quienes, 
aunque se han adherido al modelo general psicoanalítico, han variado 
su contenido y han trasladado su interés a aspectos diferentes. 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 7 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
 
 
Una de las razones por las que el psicoanálisis se basó en una visión 
orgánica de la psicopatología, fue la propia formación de Freud. La 
preparación original de Freud como fisiólogo le predispuso a explicar los 
fenómenos psicológicos desde el punto de vista de la la fisiología y la 
neurología. Pero la teoría psicoanalítica también refleja la influencia más 
general del enfoque orgánico, que era muy popular en su época. Por 
ejemplo, el fisiólogo Emst Brücke (1819-1892), con el que Freud había 
estudiado, llamaba la atención sobre el hecho de que la fisiología de los 
organismos podía comprenderse a partir de procesos físicos dinámicos, 
tales como las influencias de fuerzas y las relaciones energéticas. De 
forma semejante, el neurólogo inglés John Hughlings Jackson (1835-
1911), con cuyo trabajo Freud estaba familiarizado, ponía de relieve la 
organización jerárquica de las funciones físicas y psicológicas. Según su 
teoría, el bloqueo de un nivel producía una regresión y la expresión de 
otro nivel (inferior). El sistema nervioso era dinámico (almacenaba y 
gastaba la energía) lo cual constituía la base del funcionamiento físico y 
psicológico. Gran parte de las características de la teoría psicoanalítica 
se fundamentaron en la aceptación de una serie de premisas sobre el 
funcionamiento del organismo, y por consiguiente representaron una 
aplicación plausible de principios básicos de las ciencias biológicas y 
físicas a los fenómenos psíquicos. La teoría de Freud puso de relieve 
las propiedades dinámicas de la energía psicológica y la transformación 
de la energía en distintas manifestaciones (conductas y síntomas). El 
principio de la conservación de la energía formulado por los físicos a 
principios del siglo XIX ejerció su influencia al mismo tiempo que reflejó 
la idea que se tenía de ambos sistemas de energía, física y psicológica. 
La teoría psicoanalítica vino a encajar en este estado de cosas. De 
hecho, los procesos psicológicos a los que Freud se refería suelen 
denominarse «procesos psicodinámicos». 
 
Varios conceptos dentro de la teoría psicoanalítica reflejan el interés por 
la energía psicológica y sus transformaciones. Un ejemplo importante es 
la noción de que los síntomas psicopatológicos constituyen la expresión 
de impulsos psíquicos (libidinales). El alivio del síntoma dependía de la 
eliminación o recanalización de la fuente de energía que se manífestaba 
en el síntoma. La mera modificación del síntoma se consideraba 
indeseable a menos que se corrigiera la supuesta causa psíquica que 
provocaba su aparición. El tratamiento de un síntoma específico sin 
tratar su causa psíquica subyacente, únicamente podría conducir a la 
aparición de conductas problema sustitutivas que serían nuevas 
manifestaciones de la energía psíquica; a este fenómeno se le conoce 
como «sustitución de síntomas»5. El modelo general del psicoanálisis 
freudiano es un modelo de enfermedad intrapsíquica en el que se 
considera que son los procesos psíquicos perturbados subyacentes 
(e.g., represión, conflicto, impulsos frustrados) los que provocan un 
síntoma determinado(conducta problemática manifiesta). Al igual que 
sucede con muchas formas de enfermedad, no debe esperarse que el 
tratamiento del síntoma, sin aliviar al mismo tiempo el trastorno 
subyacente, produzca la curación. 
 
Como ya hemos sugerido anteriormente, durante el siglo XIX se 
produjeron avances muy importantes en la identificación de factores 
específicos causantes de distintos trastornos físicos. Por analogía, el 
modelo se extendió a la «enfermedad mental» que en algunos casos 
reveló efectivamente una patología física específica a la que podían 
atribuirse los síntomas psicológicos, por ejemplo la conducta desviada. 
Sin embargo, en muchas formas de perturbación psicológica se suponía 
que el trastorno subyacente era psicológico, y el modelo general de 
enfermedad se conservó. La aportación de Freud consistió en 
proporcionar un elaborado entramado conceptual para determinar en 
qué consistían estos factores psicológicos anormales. La teoría 
psicoanalítica desarrolló un enfoque particular sobre los procesos que 
podían dar cuenta de la conducta anormal y sugirió el tratamiento que 
podía aplicarse para aliviarlos. 
 
Además de esta aportación básica a la teoría de la personalidad y a la 
psicopatología, el enfoque general propugnado por Freud trajo consigo 
 
5 La sustitución de síntomas se discutirá más adelante debido a que es un 
problema fundamental en el desarrollo de la modificación de conducta. Es 
importante poner de relieve aquí que el modelo de enfermedad y la teoría 
psicoanalítica ortodoxa no predicen necesariamente la aparición de síntomas 
sustitutivos cuando se tratan las conductas problema. El propio Freud (1936), por 
ejemplo, afirmó que los síntomas psicológicos pueden en algún momento llegar 
a liberarse de la energía psíquica de la cual se derivan. Por consiguiente, la 
eliminación del (síntoma» no tiene por qué resultar necesariamente en una 
nueva expresión de la energía. 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 8 
 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
un avance más importante. La teoría psicoanalítica suponía un 
determinismo por el que cualquier conducta, pensamiento o idea, por 
mínima que fuera, estaba provocada por mecanismos psicológicos 
subyacentes. Al subrayar la necesidad de procesos que solían 
suponerse debidos al azar (e.g. los sueños, el humor, los lapsus 
linguae) Freud introdujo a los procesos psicológicos en el ámbito de la 
investigación científica. Otra aportación fue el alcance con el que Freud 
dotó al psicoanálisis. Freud aplicó los conceptos del psicoanálisis para 
explicar el funcionamiento psicológico general, y no sólo las acciones 
anormales. Intentó demostrar que los procesos psicológicos podían 
explicar todas las conductas; de hecho, generalizó su teoría de la 
conducta individual a los procesos sociales, al desarrollo de la cultura, a 
la antropología y a la historia. 
Insatisfacción con el modelo psicoanalítico 
 
El psicoanálisis, junto con el modelo del comportamiento humano que él 
adoptó, han dominado el pensamiento sobre la naturaleza de los 
trastornos psicológicos y su tratamiento prácticamente desde su 
aparición. Sin embargo, en los últimos 25 años la insatisfacción con el 
psicoanálisis y el modelo de enfermedad intrapsíquica ha ido 
aumentando progresivamente. Una de las causas más importantes de 
esta insatisfacción ha sido la relacionada con su estatus como teoría 
científica. Una característica esencial de toda teoría científica es la de 
ser capaz de producir hipótesis fácilmente contrastables. Toda hipótesis 
científica debe ser verificable de forma que si hay que rechazarla sea a 
la luz de pruebas empíricas. La teoría psicoanalítica ha sido formulada 
de forma tal que una gran parte de sus suposiciones y afirmaciones 
básicas no se pueden comprobar fácilmente. Muchos autores han 
criticado la teoría psicoanalítica basándose precisamente en su 
inmunidad a la falsabilidad (Bailey, 1956; Ellis, 1949; Eysenck, 1960c; 
La Piere, 1948; Oberndorf, 1953; Rachman, 1963; Salter, 1952; Sears, 
1943; Shaffer, 1936). 
 
Hay una serie de características del psicoanálisis que contribuyen a su 
falta de adecuación como teoría científica. En general, la relación entre 
los procesos psicodinámicos y la conducta no está clara. La presencia o 
ausencia de cierta conducta no tiene por qué ser prueba 
necesariamente de la presencia de unos procesos psicológicos 
concretos. La conducta de un individuo puede relacionarse con los 
procesos psicológicos de una forma muy indirecta únicamente, a través 
de una compleja cadena de derivaciones simbólicas. Dos fuentes de 
ambigüedad pueden servirnos como ejemplo de las dificultades que 
presenta la teoría psicoanalítica a la hora de derivar predicciones a 
partir de ella. En primer lugar, una conducta dada puede ser señal de 
procesos psicológicos diferentes (e incluso opuestos). Así por ejemplo, 
un hábito como el de fumar puede derivarse de las fuentes de 
gratificación de la infancia, pero el hábito de consumir cigarrillos puede 
deberse tanto a una gratificación (estimulación oral) excesiva como 
insuficiente en las épocas más tempranas de la vida. La conducta 
manifiesta no proporciona pistas en favor de ninguna de estas dos 
interpretaciones. De forma semejante, los síntomas neuróticos pueden 
desarrollarse como una satisfacción sustitutiva de un impulso sexual o 
como un medio de evitar esa satisfacción. De hecho, los compromisos 
entre estas dos opciones pueden ser la causa de los síntomas 
neuróticos (Freud, 1949). 
 
Los ejemplos que acabamos de citar sugieren que una conducta dada 
puede resultar de procesos psicológicos diferentes e incompatibles. 
Recíprocamente, un proceso psicológico dado puede manifestarse en 
conductas diferentes. Por ejemplo, la represión de los impulsos 
psíquicos puede producir la conducta sintomática. Sin embargo, la 
represión también puede conducir a la expresión creativa de los 
impulsos psíquicos, si el individuo puede expresarlos a través de una 
conducta socialmente aceptable (sublimación). 
 
Por regla general, las interpretaciones psicoanalíticas de un proceso 
dado, una expresión simbólica o una conducta manifiesta, pueden variar 
drásticamente para llegar a conclusiones distintas sobre la conducta. 
Debido a que pueden derivarse inferencias contradictorias de una 
misma información sobre un individuo, resulta muy difícil conseguir 
hipótesis verificables. 
 
La teoría psicoanalítica se ha defendido de las críticas considerándose 
como una teoría científica distinta. En primer lugar, Freud subrayó que el 
psicoanálisis intenta ser fundamentalmente retrospectivo, ideado para 
describir las bases pasadas de la conducta actual (Freud, 1933). La 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 9 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
predicción no era el objetivo de las proposiciones psicoanalíticas y por 
consiguiente no necesitaban de ninguna prueba empírica. Haciendo 
hincapié en las formulaciones ex post facto, se consideraba a la teoría 
como inmune a la refutación científica. 
 
La teoría freudiana se ha protegido de la crítica de otras formas. 
Partiendo del hecho de que es difícil lograr que sea la evidencia 
empírica la que avale a la teoría psicoanalítica, sus proposiciones 
teóricas podrían criticarse con argumentos lógicos. Sin embargo, Freudafirmaba que el criticar a la teoría psicoanalítica per se sólo sirve para 
apoyar a la teoría. El observó que las críticas a la teoría psicoanalítica 
se basaban fundamentalmente en la reacción al papel que se 
adjudicaba en ella a la sexualidad. Según Freud, el propio rechazo del 
pansexualismo del psicoanálisis, se basaba en procesos neuróticos que 
habían sido explicados con sumo detalle en su teoría (Freud, 1950). 
Además, Freud resaltaba que los individuos que no se habían sometido 
a un análisis o no habían estudiado a otros a través del psicoanálisis, no 
estaban en condiciones de juzgar la validez de la teoría (Freud, 1949). 
Básicamente, sólo podían criticar la teoría psicoanalítica aquellas 
personas que ya poseían una cierta formación analítica. Estas 
personas, por supuesto, son casi con toda seguridad las defensoras 
más activas del psicoanálisis. 
 
Aunque el grueso de la teoría psicoanalítica no se presta fácilmente a la 
verificación científica, muchos investigadores han derivado 
proposiciones concretas para poner a prueba diversos aspectos de la 
teoría. En general, los datos no han apoyado muchas de las 
suposiciones y especulaciones sobre la conducta y sus antecedentes. 
Rober S. Sears llegó a esta conclusión en un importante estudio 
realizado en 1943. En él Sears evaluaba 166 artículos sobre los intentos 
de verificar empíricamente algunas proposiciones freudianas sobre la 
personalidad: Sears llegó a la conclusión de que no había pruebas que 
apoyaran la teoría psicoanalítica, al menos hasta ese momento. De 
hecho, Sears hizo notar que «quizás podrían encontrarse una docena 
de teorías distintas que podrían proporcionar explicaciones tan buenas 
si no mejores» de los datos (1943, p. 134). 
 
Muchas proposiciones de la teoría psicoanalítica ponen en relación el 
desarrollo y las primeras experiencias de la infancia con la conducta 
posterior. Varios investigadores han indicado que muchas conexiones 
específicas entre las primeras experiencias y la conducta adulta no han 
podido comprobarse (Caldwell, 1964; Hovey, 1959; Jasuow, 1932; 
Orlansky, 1949; Sewell, 1952). No ha podido demostrarse que ciertos 
acontecimientos evolutivos específicos, considerados como 
determinantes muy importantes de la conducta posterior (como por 
ejemplo el amamantamiento o el entrenamiento en la higiene intestinal), 
se relacionen consistentemente con rasgos específicos en la edad 
adulta (e.g., Livson y Peskin, 1967; Orlansky, 1949; Sewell, 1952). 
 
Se han hecho intentos de poner a prueba la universalidad de muchos de 
los principios psicoanalíticos sobre la personalidad y el desarrollo 
psicológico. Freud pensaba que el desarrollo de los procesos 
psicológicos estaba determinado biológicamente en el sentido de que 
los sucesos y dificultades específicas del desarrollo eran universales y 
no dependían de la cultura. Por ejemplo, Freud consideraba el paso a 
través de las diversas etapas del desarrollo psicosexual, y a fenómenos 
psíquicos específicos, como el complejo de Edipo por ejemplo, como 
aspectos básicos del crecimiento psicológico. Muchos autores han 
sugerido que aun suponiendo que se den los procesos que Freud 
describe, su presencia se restringe a los europeos occidentales y 
americanos de su época (Benedict, 1946; Malinowski, 1937; Mead, 
1928, 1935). Se ha criticado a la teoría freudiana por ignorar variables 
culturales y sociológicas que limitarían su aplicabilidad. 
 
Otro motivo importante de descontento con los postulados 
psicoanalíticos está relacionado con sus hipótesis sobre la formación y 
eliminación de los síntomas. La teoría supone que las conductas 
desadaptativas son síntomas de trastornos subyacentes. La noción de 
«síntoma» psicológico presupone una posición teórica concreta que 
determina no sólo cuál es el problema del sujeto sino también el objetivo 
adecuado del tratamiento. Si se considera a los problemas del paciente 
como síntomas de alteraciones subyacentes, el tratamiento debe 
centrarse en esos desórdenes. La «enfermedad» psicológica, y no la 
conducta problema, es lo que debe de tratarse. 
 
La teoría psicodinámica considera la formación del síntoma como un 
proceso en el cual un brote de energía psíquica busca expresarse. El 
sistema de la energía psíquica dentro de la teoría psicodinámica puede 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 10 
 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
imaginarse como un modelo hidráulico cerrado. Cuando un canal por 
donde se manifestaba la energía se cierra, puede aparecer otro. Para 
ampliar la metáfora, el modificar una conducta sintomática podría 
conducir a una nueva manifestación de la energía psíquica original bajo 
otra forma distinta. Concretamente, la teoría psicodinámica afirma que 
cuando el tratamiento se centra en los síntomas sin prestar atención al 
desorden subyacente, podrían desarrollarse síntomas sustitutivos. La 
noción de la sustitución de síntomas de la teoría psicodinámica ha sido 
objeto de arduas polémicas (e.g., Eysenck, 1959; Mowrer, 1950; Yates, 
1958b). 
 
Se han dado diversas razones del descontento con la noción de la 
sustitución de síntomas. En primer lugar, al igual que sucede con otros 
conceptos psicodinámicos no resulta fácil determinar si los síntomas 
sustitutivos aparecen después del tratamiento. Ni la naturaleza de los 
síntomas sustitutivos que pueden surgir, ni las circunstancias bajo las 
que surgen, ni el tiempo que hay que esperar para que aparezcan, 
vienen especificados en la teoría psicodinámica. Y, como ya hemos 
resaltado, la misma noción de «sustitución de síntomas», presupone un 
modelo de enfermedad intrapsíquica de la conducta anormal, al igual 
que otras nociones sobre la función de la energía psíquica y su 
expresión. Y lo más importante quizás: muchos terapeutas han 
informado de que el tratamiento de la conducta considerada 
«sintomática» (como la enuresis o el miedo por ejemplo) no desemboca 
necesariamente en la aparición de otras conductas desadaptativas (e.g., 
M. C. Jones, 1924b; Mowrer y Mowrer, 1938; Yates, 1958b). La 
ausencia de conductas desadaptativas después del tratamiento del 
problema manifiesto, pone en entredicho el modelo sobre el que se 
basa la sustitución de síntomas. 
DDIIAAGGNNOOSSTTIICCOO PPSSIIQQUUTTAATTRRIICCOO 
 
La aplicación del modelo de enfermedad a la conducta anormal ha dado 
lugar a diversos intentos de desarrollar un método para identificar 
desórdenes o entidades patológicas específicas susceptibles de 
tratamiento. Con el fin de poder realizar esta identificación se ha 
utilizado la clasificación de las enfermedades mentales y el diagnóstico 
psiquiátrico. 
 
A lo largo de la historia de la psiquiatría los investigadores se han 
esforzado en diferenciar tipos de desórdenes y en describir sus rasgos 
característicos. Según este punto de vista, la delimitación precisa de los 
desórdenes específicos contribuiría a descubrir su causa, a proporcionar 
un tratamiento, y a predecir el resultado de éste. La búsqueda de 
entidades patológicas había demostrado ser muy valiosa en la medicina, 
especialmente durante el siglo XIX, cuando los avances en el campo del 
diagnóstico empezaron a ir acompañados de importantes logros en el 
tratamiento y en la comprensión de la etiología. 
 
Aunque pueden citarse muchos intentos anteriores de distinguir tipos de 
personalidad y de desórdenes psicológicos, los fundamentos del 
diagnóstico psiquiátrico moderno se deben al psiquiatra alemán Emil 
Kraepelin (1856-1926). Kraepelin elaboró un sistema de diagnóstico que 
ejerció una influencia decisiva. Sus clasificaciones aparecieron por 
primera vez en una pequeña publicación en el año 1883, y su trabajoculminó en un grueso manual sobre psiquiatría en el que proporcionaba 
detalles concretos de un gran número de entidades patológicas, y que 
se publicó postumamente en 1927. 
 
Como muchos otros psiquiatras de su tiempo, Kraepelin se adhirió al 
enfoque orgánico de la enfermedad, enfoque que subrayaba la 
importancia de la patología cerebral y que encajaba con los 
descubrimientos que se estaban realizando y que revelaban que la 
patología orgánica era la base de ciertos desórdenes mentales. 
Kraepelin extendió este enfoque orgánico general a los trastornos 
mentales mediante la identificación de entidades patológicas 
específicas. Consiguió reunir miles de estudios de casos de pacientes 
psiquiátricos hospitalizados, y en base a ellos aisló varias de esas 
entidades. Describió la historia de cada paciente, el inicio de su 
enfermedad y la evolución de cada desorden. De todo este extenso 
material clínico extraje varios tipos de enfermedad mental. Su sistema 
se basaba en la suposición de que existían entidades patológicas 
mentales específicas, y que todas ellas seguían un curso 
predeterminado o fijo. Clasificó los desórdenes basándose en su 
pronóstico, por ejemplo, si el trastorno remitía o no, o si era o no 
curable. Además la clasificación de los desórdenes se hizo en base a su 
supuesta etiología (e.g., endógeno versus exógena). Su sistema 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 11 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
distinguía varios desórdenes psicogénicos o funcionales sin base 
biológica conocida, de los desórdenes orgánicos, provocados por una 
patología cerebral identificada y por estados tóxicos. Es importante 
resaltar, que tanto algunos puntos concretos del sistema de Kraepelin 
como el enfoque general con el que abordó la enfermedad mental aun 
se mantienen en una gran medida. 
 
El trabajo de Kraepelin introdujo la enfermedad mental (la conducta 
desviada) en el ámbito de la medicina. A partir de ese momento se 
reconoció a la enfermedad mental como muy semejante a la 
enfermedad física, con su etiología específica propia y su curso particu-
lar. Otras personas antes de Kraepelin, como también algunos 
contemporáneos suyos, habían mantenido que los desórdenes mentales 
respondían a enfermedades físicas específicas. Sin embargo, Kraepelin 
proporcionó un sistema basado en un conjunto muy amplio de datos 
clínicos en los que los desórdenes se clasificaban en base a entidades 
específicas con un pronóstico específico (Zilboorg y Henry, 1941). 
 
El diagnóstico actual se basa en un sistema que intenta clasificar a los 
pacientes en base a categorías nosológicas específicas. Este sistema 
se describe en el Diagnostic and Statirtical Manual of the Mental 
Disorders, publicado y revisado periódicamente por la American 
Psychiatric Association (1952, 1968, en preparación). Hay tres 
categorías fundamentales dentro de este sistema: los síndromes 
orgánicos, los desórdenes psicogénicos y el retraso mental. Dentro de 
las clasificaciones principales existen varias subcateogrías y tipos de de-
sórdenes. Los diferentes desórdenes incluidos en el sistema de 
diagnóstico se identifican por su etiología real o supuesta, por sus 
pautas de conducta sintomática, por su desviación de las normas 
sociales, y por otras dimensiones. El sistema es fundamentalmente 
descriptivo, y más que ampliar información sobre los desórdenes lo que 
hace es identificarlos y ponerlos un nombre. Más importante que el 
contenido específico del sistema de diagnóstico es su clara orientación 
médica. En la mayor parte de los desórdenes los problemas 
psicológicos y conductuales se consideran como evidencia de un 
trastorno psicológico subyacente («enfermedad mental»). 
 
 
 
Insatisfacción con el diagnóstico psiquiátrico 
 
El diagnóstico psiquiátrico ha sido un eje alrededor del cual ha girado 
una gran cantidad de investigación. Realizar una revisión exhaustiva de 
ella va más allá de la intención de este trabajo. Dos han sido las críticas 
generales que se han hecho al diagnóstico psiquiátrico. Una de ellas se 
ha centrado en características específicas del sistema y en su utilidad. 
La otra se ha centrado en la evaluación del sistema psiquiátrico per se y 
en las suposiciones que lleva implícitas el «etiquetar» a las personas 
como enfermos mentales en base a su conducta. 
 
Han sido varias las características específicas del sistema de 
diagnóstico que se han criticado. La primera de ellas se refiere a la 
fiabilidad del diagnóstico, aspecto que se relaciona con la medida en 
que un diagnóstico dado se repite consistentemente con 
diagnosticadores diferentes en un momento concreto, y también con la 
medida en la que un diagnóstico inicial es consistente con uno posterior. 
En general, lo que la investigación ha demostrado es que el grado de 
acuerdo entre diagnosticadores diferentes de un mismo paciente suele 
ser relativamente bajo. Aunque los porcentajes de acuerdo varían según 
los estudios, las discrepancias entre observadores distintos aparecen 
incluso con las categorías más amplias de ' diagnóstico. Cuanto más 
específico es el diagnóstico, menos acuerdo existe entre los dos 
diagnosticadores (e.g., Ash, 1949; Hunt, Wittson y Hunt, 1953; Schmidt 
y Fonda, 1956). Estos resultados obtenidos en los diferentes estudios 
han cuestionado la utilidad del sistema: los diagnosticadores no se 
ponen de acuerdo en los diagnósticos que asignan a sus pacientes. 
Joseph Zubin (1967), después de revisar la literatura relacionada con el 
diagnóstico psiquiátrico, concluía que «...el grado de acuerdo absoluto 
entre observadores diferentes en lo que se refiere a diagnósticos 
específicos es demasiado bajo en el diagnóstico individual. El acuerdo 
absoluto en categorías generales de diagnóstico, aunque algo superior, 
deja todavía mucho que desear» (p. 383). 
 
Además de la falta de acuerdo entre observadores, la consistencia entre 
dos diagnósticos consecutivos de un mismo paciente, ha sido también 
una fuente de problemas. Aunque los datos obtenidos al respecto varían 
según las categorías diagnósticas, se ha demostrado por lo general que 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 12 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
los pacientes que reciben un diagnóstico dado en un momento concreto, 
no es probable que reciban el mismo diagnóstico en uno posterior 
(Masserman y Carmichael, 1938). 
 
Al igual que su fiabilidad, la validez del diagnóstico psiquiátrico también 
ha sido puesta en tela de juicio. La validez se refiere a la medida en que 
el diagnóstico logra sus propósitos. Esta cuestión es intrínsecamente 
difícil de abordar debido a los múltiples propósitos (e.g., decisión del 
tratamiento, pronóstico) con los que se utiliza el diagnóstico. Un método 
para evaluar la validez es determinar si las características sintomáticas 
del paciente puede detectarse a través de diferentes medios de 
evaluación de la conducta. Algunos estudios han comparado los 
resultados obtenidos a partir de la evaluación psicométrica con la 
aplicación clínica de las clasificaciones diagnósticas (véase Mischel, 
1968). Se ha encontrado poca correspondencia entre la evaluación del 
diagnóstico (e.g. a través de tests psicológicos) y el diagnóstico clínico 
(e.g. a través de entrevistas). Otra forma de evaluar la validez del diag-nórtico es mediante el grado en que predice la evolución del desorden. 
En general, se ha demostrado la existencia de una cierta asociación 
entre diagnósticos específicos y las predicciones de la evolución del 
trastorno (e.g., Zubin, Sutton, Salzinger, Salzinger, Burdock y Peretz, 
1961). 
 
La validez del diagnóstico también se ha estudiado examinando el grado 
en que el conocimiento de uno o unos cuantos síntomas predice otras 
características de un grupo diagnóstico dado. La investigación ha 
demostrado la existencia de una superposición entre grupos 
diagnósticos, suficiente como para hacer ver que el conocimiento de un 
síntoma específico no predice por sí solo un síndrome concreto (grupo o 
patrones de síntomas) (Freudenberg y Robertson, 1956; Phillips y 
Rabinovitch, 1958). Por lo general, hay suficiente homogeneidad de 
síntomas entre gran parte de las categorías diagnósticas, y hetero-
geneidad dentro de una categoría diagnóstica dada, como para 
cuestionar seriamente el fundamento de muchas de estas categorías 
(e.g., Katz, Cole y Lower, 1964). 
 
A partir del estudio de la fiabilidad y la validez del diagnóstico 
psiquiátrico ha llegado a ponerse en duda la utilidad del propio 
diagnóstico. Por lo que respecta al diagnóstico médico de las 
enfermedades físicas, la clasificación de desórdenes específicos ha sido 
productiva para el descubrimiento de etiologías, en el tratamiento, y en 
el pronóstico. Sin embargo, la utilidad del diagnóstico psiquiátrico a lo 
largo de estas dimensiones ha sido menos notable. El diagnóstico 
psiquiátrico ha sido importante como ayuda en el estudio de pacientes 
con diagnósticos o síntomas similares. El diagnóstico psiquiátrico ha 
sido fuente de investigación de la que se han obtenido hipótesis 
etiológicas y formas específicas de tratamiento. Sin embargo, las 
implicaciones directas del diagnóstico en la mejoría del estado del 
paciente han sido mínimas. Para muchos investigadores el diagnóstico 
proporciona simplemente una «etiqueta»; no aporta una información 
clara sobre qué sucederá en el curso del desorden o del tratamiento. 
 
Gran parte de las objeciones que acabamos de citar se centran en los 
fallos o insuficiencias del sistema de clasificación. Se han hecho otras 
críticas más generales a la clasificación de la conducta anormal como 
enfermedad, especialmente desde finales de los años 50 y durante los 
60. Las críticas procedían de diversos campos, entre ellos la psiquiatría, 
la psicología clínica y la sociología, cuestionándose los principios sobre 
los que se basa el diagnóstico psiquiátrico, es decir, su origen en un 
modelo basado en el concepto de enfermedad. Por ejemplo, el 
psiquiatra Thomas Szasz ha sido un exponente destacado de esta pos-
tura de rechazo del modelo médico. Szasz sugiere que las llamadas 
enfermedades mentales psicogénicas son en realidad problemas que 
las personas experimentan como consecuencia del stress. También 
afirma que el tratamiento de la conducta desviada dentro de un modelo 
de enfermedad fomenta el «mito de la enfermedad mental» (Szasz, 
1961). La conducta desviada, según Szasz, refleja un alejamiento de la 
conducta de un individuo de las normas éticas, legales y sociales, y no 
un mal funcionamiento orgánico. El que la conducta desviada y la 
disfunción psicológica son consecuencia del contexto social y no de un 
proceso de enfermedad, ya ha sido mantenido por otros autores (e.g„ 
Ellis, 1967; Ferster, 1965; Laing, 1967; Mowrer, 1960c; Scheff, 1966; 
Ullmann y Krasner, 1969). Además, el diagnóstico psiquiátrico y el 
modelo sobre el que se basa son muy engañosos debido a que implican 
que las personas tienen handicaps específicos y discretos que pueden 
tratarse de manera análoga a los desórdenes físicos (Ellis, 1967). 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 13 
 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
Muchos han sido los autores que han criticado el proceso de 
diagnóstico, como también el modelo básico de enfermedad que 
presupone el diagnóstico psiquiátrico. Las críticas al hecho de etiquetar 
a ciertos individuos como «enfermos mentales» y de proporcionar un 
diagnóstico específico, han surgido por varias razones. Entre otras 
están la de que el individuo diagnosticado puede sufrir críticas y 
discriminación social, puede entrar en un círculo de conducta desviada 
como resultado de la forma en que se ve a sí mismo o de la forma en 
que ve a las demás personas, y puede verse privado de muchas 
posibilidades sociales, vocacionales y educativas que podrían influir 
sobre su vida de una forma constructiva (Ellis, 1967; Sarbin, 1967; 
Scheff, 1966). 
 
Así pues, prácticamente todas las facetas del diagnóstico psiquiátrico 
han sido puestas en entredicho: desde las insuficiencias del sistema 
utilizado habitualmente, hasta el propio diagnóstico per se basado en el 
modelo de enfermedad. Muchos autores creen que es inapropiado 
considerar a la conducta anormal, definida e identificada en el contexto 
social, desde el punto de vista del concepto de enfermedad. Por 
consiguiente, incluso aunque el diagnóstico psiquiátrico no adoleciera 
de problemas tan fundamentales como el de la fiabilidad y la validez, no 
desaparecería gran parte de la insatisfacción actual con respecto a él. 
EEVVAALLUUAACCIIOONN CCLLIINNIICCAA 
 
En los primeros tiempos de la psicología clínica se desarrollaron 
instrumentos de evaluación destinados a medir las capacidades 
intelectuales y el rendimiento educativo. En Francia, en la última década 
del siglo pasado, Alfred Binet (1857-1911) intentó distinguir a los niños 
«inteligentes» de los niños «torpes» haciéndoles realizar diversas tareas 
relacionadas con habilidades sensoriomotoras, memoria, imaginación, 
percepción y comprensión. Binet consiguió diferenciar a los niños según 
su actuación académica. Los resultados de su trabajo dieron un empuje 
decisivo al desarrollo de tests psicológicos para la evaluación de la 
personalidad y la psicopatología. 
 
En los Estados Unidos, la llegada de la Segunda Guerra Mundial obligó 
al ejército a iniciar una evaluación psicológica generalizada del personal 
reclutado y de las víctimas de daños originados por la guerra, motivo por 
el que se fomentó la investigación referente a la personalidad y a la 
psicopatología. Muchos psicólogos entraron a formar parte del ejército 
participando en la eliminación de reclutas con algún handicap 
psicológico que pudiera hacerle no apto para la vida militar. También se 
utilizaron tests para seleccionar individuos con habilidades especiales 
útiles al ejército. Además, los psicólogos trataban a los individuos con 
trastornos psicológicos como consecuencia de la guerra. De esta 
manera los profesionales de la psicología empezaron a relacionarse 
más claramente con la práctica clínica. 
 
Junto con las necesidades prácticas del ejército, hubo naturalmente 
desarrollos teóricos que contribuyeron al perfeccionamiento de la 
medición psicológica. La teoría psicoanalítica en particular proporcionó 
un entramado conceptual para explicar la conducta, fundamentado en la 
existencia de procesos psicológicos subyacentes. Estos procesos no 
podían distinguirse de la conducta manifiesta porque los individuos o 
bien los ocultaban o bien los expresaban únicamente de forma 
simbólica. Por lo tanto, tuvo que realizarse un gran esfuerzo para poder 
evaluar la personalidad subyacente. 
 
La teoría psicoanalítica aceleró la búsqueda y el uso de procedimientos 
de evaluación que pudieran poner de manifiesto los procesos 
inconscientes. Gran parte de esta influencia del psicoanálisis fue 
indirecta. Por ejemplo, el psicoanálisis estimuló la formulación de teorías 
de lapersonalidad que desarrollaron sus propios métodos de evaluación 
de ésta. Además, el psicoanálisis ayudó a unificar otros métodos de 
evaluación de la personalidad desarrollados independientemente, sin 
relación con ningún marco teórico concreto. 
 
El psicoanálisis y el modelo de enfermedad intrapsíquica fomentaron la 
investigación sobre la evaluación de la personalidad. Lo que esta 
evaluación pretende es poner al descubierto los impulsos, rasgos y 
atributos psicológicos del individuo que subyacen a su conducta. En los 
usos clínicos de la evaluación, como por ejemplo en el examen de 
pacientes psiquiátricos, el objetivo de la evaluación es reconstruir los 
rasgos o dinámica de la personalidad que podrían ayudar a explicar los 
motivos o conflictos que dan cuenta de la conducta. Para conseguir este 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 14 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
objetivo, es decir, para medir los atributos y procesos relacionados con 
la psicopatología, se administra una batería de inventarios y de tests6. 
 
De todos los métodos disponibles, hay que señalar especialmente las 
técnicas proyectivas debido a que estas técnicas constituyen un 
producto genuino del modelo de enfermedad en la psicología clínica. 
Las técnicas proyectivas son un conjunto de métodos diferentes de 
evaluar el funcionamiento psicológico. Aunque no se desarrollaron a 
partir de una teoría unificada tal como el psicoanálisis, sin embargo 
estos tests muestran una enorme influencia de la teoría psicoanalítica 
de la personalidad. A medida que la teoría psicodinámica empezó a 
dominar la psicología clínica, los investigadores intentaron encontrar 
técnicas que permitieran el estudio de la personalidad y de los motivos 
inconscientes. El test de Rorschach, que ya se utilizaba en el estudio de 
la personalidad, fue un método que se incorporó a la evaluación 
psicodinámica (cf. Reisman, 1966). Muchas otras técnicas proyectivas 
se han desarrollado a partir de teorías concretas o con el expreso 
propósito de evaluar los procesos psicodinámicos (cf. Klopfer y Taulbee, 
1976). 
 
La característica principal de las técnicas proyectivas es que en ellas se 
enfrenta al sujeto con una tarea ambigua. La ambigüedad de la tarea 
tiene por objeto reducir al mínimo las pistas que puedan inducir al sujeto 
a dar una respuesta determinada. Lo que se supone es que el individuo 
proyectará en la situación sus propios contenidos e interpretaciones. Si 
los estímulos externos no inducen al sujeto a responder de una forma 
concreta, se supone que serán los procesos psicológicos internos los 
responsables de las respuestas que dé. Si al mismo tiempo se 
administran muchos tests diferentes, podrá ocultarse el propósito de 
descubrir los procesos psicológicos subyacentes y se puede decir a la 
persona que responda libremente. 
 
El test de Rorschach es el representante por excelencia de las técnicas 
proyectivas. En él se muestran al sujeto láminas con manchas de tinta 
 
bilateralmente simétricas (Rorschach, 1942). El sujeto describe lo que 
ve y responde a las preguntas generales que le hace el examinador. En 
el Thematic Apperception Test (Murray, 1943) se presentan dibujos de 
escenas con un contenido ambiguo pero que en realidad representan 
temas importantes en el desarrollo de la personalidad (e.g., necesidad 
de logro, agresión y sexualidad, relaciones con los miembros de la 
familia). Como los dibujos son ambiguos, el sujeto puede interpretar lo 
que está sucediendo en la escena de forma muy diferente. Las 
respuestas al test de Rorschach y al test de Apercepción Temática se 
analizan como reflejos de la personalidad del sujeto que responde. 
6 En el Mental Measurement Yearbook, publicado cada pocos años, puede 
encontrarse una lista bastante exhaustiva de los tests existentes y de las 
revisiones críticas sobre ellos (e.g. Euros, 1972). 
 
Insatisfacción con las técnicas proyectivas 
 
El examen diagnóstico y el uso de las técnicas proyectivas alcanzó su 
auge durante las décadas de los 40 y los 50. Las críticas a la fiabilidad y 
la validez de las técnicas proyectivas comenzaron en los años 50 y aún 
continúan (Davenport, 1952; Garfield, 1974; Mischel, 1968; Zubin, 
1954). Los estudios sobre la fiabilidad han demostrado que es frecuente 
que no exista acuerdo entre los examinadores con respecto a los 
procesos de personalidad reflejados en una respuesta concreta a un 
test proyectivo, o a través de varios tests (e.g., Datel y Gengerelli, 1955; 
Howard, 1962; Little y Shneidman, 1959). Las interpretaciones 
conseguidas a partir de procesos idénticos son diferentes. Además, en 
los estudios de validez se ha visto que es muy raro que medidas 
diferentes del mismo proceso, atributo o rasgo psicológico, muestren 
una correlación positiva, lo que sugeriría la utilidad del constructor que 
se supone que explica las conductas en cuestión (e.g., Goldberg y 
Werts, 1966; Holland y Nichols, 1964). Así pues, con gran parte de las 
medidas no está claro precisamente ni lo que se está midiendo ni qué 
inferencias pueden hacerse partiendo de la actuación del sujeto en el 
test. 
 
Por otra parte, la evaluación psicológica suele tener poca o ninguna 
influencia en el tratamiento o en la disposición de los pacientes. Por 
ejemplo, en los hospitales psiquiátricos, los psicólogos suelen emplear 
muchas horas administrando medidas psicológicas, incluyendo técnicas 
proyectivas e inventarios de rasgos y condiciones específicas. La 
puntuación final y la interpretación de estos tests lleva una cantidad de 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 15 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
 
 
 
tiempo semejante. Una vez concluido, el informe psicológico suele 
incidir muy poco sobre el diagnóstico del paciente o sobre el tratamiento 
administrado (Peterson, 1968). Diversos estudios han revelado que la 
mayoría de los terapeutas no creen que la evaluación psicológica de la 
personalidad del cliente sea relevante para el tratamiento (Meeh1, 
1960). Así pues, la importancia práctica y la utilidad de evaluar la 
personalidad del paciente han sido puestas en entredicho (Mischel, 
1968; Peterson, 1968). 
 
Los procedimientos complejos de evaluación psicológica no predicen 
mejor la forma en que se comportará un individuo que otras medidas 
que pueden obtenerse más fácilmente, como por ejemplo el autoinforme 
proporcionado por la propia persona, o la posición en variables 
demográficas o del sujeto, como por ejemplo la clase socioeconómica 
(e.g., Eschenbach y Borgatta, 1955; Mischel, 1965; Peterson, 1965). De 
hecho, las predicciones sobre la conducta suelen estar por debajo del 
nivel de confianza que puede lograrse tomando en cuenta tasas base de 
la conducta (Meehl y Rosen, 1955). 
 
Una crítica fundamental a las técnicas proyectivas es la que se refiere a 
su confianza prácticamente total en el juicio clínico. Sobre las 
interpretaciones del psicólogo descansan la predicción de la conducta o 
la descripción de características del sujeto que no han aparecido 
directamente en las respuestas al test. La confianza en las 
interpretaciones del terapeuta procede de la influencia de la teoría 
psicodinámica, en la que las conductas manifiestas del cliente se toman 
únicamente como señales desu personalidad subyacente. Las 
interpretadones se realizan después de tomar en cuenta diversas 
respuestas, quizás procedentes de tests diferentes y también de 
detalles de la conducta de la persona durante la administración del test. 
El clínico combina toda la información disponible y con ella elabora una 
conclusión o una predicción sobre el paciente. 
 
Se ha demostrado que los juicios y las interpretaciones clínicas son 
bastante insuficientes en lo que a la predicción de la conducta se refiere; 
el juicio clínico no suele funcionar mejor que aplicar predicciones 
estereotipadas sobre la conducta basadas en una información general, 
como puede ser la edad o el sexo (Mischel, 1968). De hecho, la medida 
en que el clínico se desvía de conclusiones estereotipadas de ese tipo y 
toma en cuenta matices de la actuación del cliente en el test, está 
relacionada con disminuciones en la exactitud de las predicciones o 
conclusiones sobre el cliente (Soskin, 1959; Taft, 1955). Con frecuencia, 
individúos que no son clínicos profesionales ni están entrenados en la 
interpretación de los tests, ni en entrevista ni en terapia, hacen juicios 
clínicos que son más exactos que los que hacen los clínicos entrenados 
(Crow, 1957; Goldberg, 1959; Horowitz, 1962; Sarbin, Taft y Bailey, 
1960). 
 
Por otra parte, el juicio clínico tiende a estar muy orientado a la 
interpretación de la conducta en términos psicopatológicos. Es muy 
probable que un clínico interprete las respuestas a un test proyectivo en 
términos de procesos psicológicos perturbados y de problemas 
psiquiátricos. Incluso respuestas de sujetos «normales», bien ajustados, 
se interpretan como deterioradas o como características de pacientes 
psiquiátricos (Little y Shneidman, 1959). 
 
El descontento con el juicio clínico como forma de predecir la conducta, 
ha dado pie a nuevas ideas en busca de métodos más válidos y fiables. 
Una de las alternativas propuestas se deriva de los métodos actuariales 
de combinación de datos para predecir la conducta (Meehl, 1954), y que 
consiste en la toma de decisiones basándose en la forma en que los 
datos (normalmente la actuación de un test) aparecen relacionados 
empíricamente con la conducta posterior. Una vez que se demuestre 
esta relación, la actuación en el test puede interpretarse 
automáticamente sin necesidad de recurrir a ningún juicio. Los métodos 
actuariales o empíricos de combinación de datos han demostrado que 
conducen a predicciones más exactas que los juicios clínicos (Gough, 
1962; Meehl, 1954, 1955). La superioridad de los métodos de predicción 
empíricos sobre los intuitivos provocó varias discusiones sobre el futuro 
del propio juicio clínico (Holt, 1958; Meehl, 1956, 1957; Sawyer, 1966). 
 
TTRRAATTAAMMIIEENNTTOO DDEE LLAA CCOONNDDUUCCTTAA AANNOORRMMAALL 
 
Dos categorías generales de tratamiento se han derivado del modelo de 
enfermedad en la práctica clínica actual: la psicoterapia y la 
institucionalización. Aunque existen muchas formas de terapia y de 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 16 
 
 
 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA 
 
 
tratamiento institucional, el contexto a partir del que se desarrolló la 
modificación de conducta puede ilustrarse con una discusión general 
sobre el psicoanálisis (o psicoterapia de orientación psicoanalítica) 
tradicional, y el tratamiento hospitalario psiquiátrico. La psicoterapia y la 
institucionalización han monopolizado el tratamiento de los pacientes 
externos e internos u hospitalizados, respectivamente. 
LLAA PPSSIICCOOTTEERRAAPPIIAA 
 
La llegada del psicoanálisis tuvo una gran influencia sobre la práctica de 
la psicoterapia. Antes del psicoanálisis la psicoterapia utilizaba 
fundamentalmente métodos basados explícitamente en aconsejar al 
paciente o en la sugestión (e.g. hipnosis y mesmerismo). El 
psicoanálisis sin embargo situó al tratamiento dentro de un complejo 
marco teórico que explicaba el desarrollo de la psicopatología y 
proporcionaba unas directrices terapéuticas. 
 
En la primera década de este siglo la terapia de orientación 
psicoanalítica dominaba el tratamiento en la psiquiatría y en la 
psicología clínica. Aunque había relativamente pocas personas 
entrenadas en psicoanálisis o que se hubieran sometido al análisis ellos 
mismos, la mayoría de los clínicos utilizaban la teoría freudiana para 
conceptualizar la conducta y el tratamiento de sus clientes. El lenguaje 
psicoanalítico se convirtió en la jerga del mundo de la terapia. Además, 
los clínicos empezaron a asumir el esquema psicoanalítico básico para 
abordar el tratamiento. 
 
El objetivo del tratamiento psicoanalítico es proporcionar al paciente un 
conocimiento comprensivos de los procesos inconscientes que motivan 
su conducta. Se utilizan varias técnicas para poner al descubierto los 
procesos psicodinámicos inconscientes, entre los que se encuentran la 
interpretación de los sueños y la asociación libre. El cambio terapéutico 
es un proceso complejo que se produce como resultado de la resolución 
de conflictos infantiles, de haber vencido las fuentes de resistencia a la 
terapia y del descubrimiento del material reprimido que se manifiesta en 
la formación de los síntomas o influyendo sobre el funcionamiento 
psicodinámico. La tarea de la terapia es modificar los procesos 
psicológicos a los que se atribuyen las causas de la conducta. 
 
El centrarse sobre los procesos psicológicos subyacentes, y no sobre 
los propios problemas o conductas sintomáticas, es una postura que 
también adoptan muchas otras técnicas psicoterapéuticas verbales. 
Muchas técnicas terapéuticas se basan en suposiciones diferentes 
sobre cuáles son los procesos psicológicos que explican la conducta, y 
sin embargo pueden encuadrarse dentro del enfoque general 
intrapsíquico del tratamiento. Un ejemplo muy importante de este tipo de 
tratamiento, y que ha sido enormemente influyente, es la psicoterapia no 
directiva o centrada en el cliente. Esta técnica fue propuesta por Carl 
Rogers, un psicólogo clínico que desarrolló una teoría fenomenológica 
del yo de la personalidad (Rogers, 1942, 1951). La teoría de la 
personalidad y la práctica terapéutica defendida por Rogers puede 
distinguirse fácilmente del psicoanálisis. La terapia de Rogers se centra 
en acontecimientos de la vida actual del sujeto más que en las fuentes 
históricas del conflicto, evita las interpretaciones sobre los procesos 
psicodinámicos y rechaza la mayor parte de las nociones freudianas 
sobre el desarrollo de la personalidad. El concepto que tiene una 
persona de sí misma y la forma en que percibe el ambiente, puede 
explicar la ayuda sintomática. La tarea de tratamiento es ayudar al 
cliente a aceptarse a sí mismo y a asimilar aquellos aspectos de la 
realidad que rechaza, niega o distorsiona. El tratamiento se dirige a 
alterar las autopercepciones y no se centra en la conducta problemática 
(Rogers, 1951). 
 
La mayor parte de la psicoterapia que se practicaba durante los años 50 
y 60 se basaba en la terapia psicoanalítica o en la no directiva. La 
terapia no directiva fue una fuerte rival de la terapia de orientación 
psicoanalítica en popularidad entre los psicólogos, debido a que 
procedía de la psicología y no del ámbito médico. Dentro de la 
psicología, hubo otras técnicas terapéuticas basadas en teorías 
elaboradas de la personalidad. Además, en el seno del psicoanálisis 
aparecieron escisiones, de las que fueron pioneros psicoanalistas que 
abandonaron el psicoanálisis freudiano ortodoxo para aplicar sus 
propias interpretaciones. Entre estos pioneros hay que destacar a Carl 
Jung y Alfred Adler. 
 
A pesar de las diferencias, la mayoría de las

Continuar navegando