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MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 1 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA L e c t u r a 1 Kazdin, A. (1983) Historia de la Modificación de Conducta. Bilbao: Desclée de Brouwer. UU NN II DD AA DD II II II EE NN FF OO QQ UU EE SS TT RR AA DD II CC II OO NN AA LL EE SS EE NN LL AA EE VV AA LL UU AA CC II ÓÓ NN DD EE LL AA CC OO NN DD UU CC TT AA DD EE SS VV II AA DD AA Introducción .......................................................................................................... 2 APLICACION DEL MODELO MEDICO A LA CONDUCTA ANORMAL................ 3 Insatisfacción con el modelo psicoanalítico...................................................... 8 DIAGNOSTICO PSIQUTATRICO....................................................................... 10 Insatisfacción con el diagnóstico psiquiátrico ................................................. 11 EVALUACION CLINICA...................................................................................... 13 Insatisfacción con las técnicas proyectivas .................................................... 14 TRATAMIENTO DE LA CONDUCTA ANORMAL............................................... 15 LA PSICOTERAPIA............................................................................................ 16 Insatisfacción con la psicoterapia ................................................................... 17 TRATAMIENTO INSTITUCIONAL...................................................................... 21 Insatisfacción con el tratamiento institucional................................................. 23 Resumen y conclusiones .................................................................................... 25 MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 2 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN Hasta que la modificación de conducta apareció como una alternativa teórica competidora tanto en el campo de la investigación como en el uso aplicado, hubo un modelo o enfoque general sobre la conducta anormal y su tratamiento que dominó las profesiones relacionadas con la salud mental1. Este enfoque ha venido conociéndose en general corno modelo «médico» o modelo «basado en el concepto de enfermedad». Este modelo tuvo una amplia aceptación dentro de la psicología y la psiquiatría como intento de explicar la conducta desviada o desadaptativa. La aplicación del modelo a la psicología y la psiquiatría representaba la extrapolación de un enfoque que había resultado satisfactorio dentro de la medicina a la hora de explicar los desórdenes físicos. En la medicina, la creencia de que los síntomas físicos son atribuibles a la patología física subyacente ha sido muy útil en la identificación correcta y en el control de las enfermedades físicas. En particular, los descubrimientos realizados en el campo de la patología han avalado la validez del modelo con respecto al diagnóstico y al tratamiento médicos. Y ha sido este éxito del enfoque en el área médica el que ha estimulado su aplicación a los problemas psicológicos. Cuando el modelo de «enfermedad» se aplica a la conducta anormal se está aceptando implícitamente que las conductas desadaptativas son síntomas provocados por procesos subyacentes análogos a la «enfermedad». Los procesos subyacentes podrían incluir factores biológicos. Siempre que se ha demostrado que los factores biológicos son los que provocan la conducta perturbada no ha habido problema en considerar como apropiada la extensión del modelo de enfermedad a la conducta. Pero cuando se ha intentando aplicar el modelo a conductas en las que no se conoce ninguna base orgánica, a continuación ha surgido la polémica sobre la pertinencia de la extrapolación. En este segundo caso, el modelo podría considerarse mejor como un modelo que considera a la conducta anormal como enfermedad intrapsíquica, debido a que según él son los procesos psicológicos perturbados los que pueden dar cuenta de las conductas desadaptativas o síntomas psicológicos. 1 El desarrollo de la modificación de conducta podría encuadrarse dentro de un movimiento social de gran alcance, reflejado en otros aspectos del desarrollo cultural distintos de los propiamente relacionados con el campo de la salud mental. Sin embargo, el abordar el estudio de la aparición de la modificación de conducta partiendo de un contexto social, cultural, y quizás político, sobrepasaría los límites de esta monografía. Las conceptualizaciones tradicionales de la conducta anormal se han basado en este modelo de enfermedad intrapsíquica. Esta interpretación y sus implicaciones es a lo que los modificadores de conducta han denominado «modelo médico»2. Los proponentes de la modificación de conducta han criticado la fuerte orientación médica de este modelo, orientación que se refleja en la formulación de la conducta anormal en términos de «sintomatología» o «patología' por ejemplo. También han rechazado la suposición de que son los procesos intrapsíquicos los que pueden explicar la conducta desviada. La conceptualización y tratamiento de la conducta anormal ha sido durante mucho tiempo ámbito exclusivo de la medicina, concretamente de la psiquiatría. El adherirse al enfoque médico de la conducta anormal ha tenido consecuencias de largo alcance, debido a que una vez que el profesional asume una orientación, ella es la que determina la terminología utilizada para describir la conducta, la clase de procedimientos y de medios empleados para modificarla, el tipo de temas de investigación que se plantean, y el entrenamiento que se da a los profesionales para cambiar la conducta. La omnipresencia de la orientación médica en la psiquiatría y en la psicología clínica queda patente en el hecho de que no se pueden describir los temas 2 En la actualidad, no existe ningún modelo dentro de la medicina que refleje exactamente este enfoque. Así pues, hablar de un único modelo de enfermedad implica una visión demasiado simplificada de lo que es la medicina y de los enfoques que podrían aplicarse a la conducta anormal. Pata ilustrar la complejidad de esta orientación basada en el concepto de enfermedad, baste con decir que se pueden distinguir al menos tres tipos de modelos basados en el tipo de trastorno físico que se trata: infecciones (como por ejemplo en las enfermedades bacterianas), disfunciones sistémicas (como por ejemplo en el mal funcionamiento de un órgano o de un sistema regulatorio), y traumas no infecciosos (como por ejemplo en las lesiones producidas por causas externas (Buss, 1966). Todos estos modelos de enfermedad tienen características diferentes y también tendrían implicaciones diferentes en el mo- mento de extrapolarlos a áreas no médicas. MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 3 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA fundamentales del campo sinadoptar implícitamente el enfoque básico reflejado en términos tales como «enfermedad mental», «salud mental», «tratamiento' y «terapia». El desarrollo de la modificación de conducta puede considerarse como una reacción a la conceptualización tradicional de la conducta anormal y su tratamiento. Thomas Kuhn, el célebre historiador de la ciencia, ha sugerido cómo se producen las reacciones y revoluciones dentro de la ciencia (Kuhn, 1962). En un principio, el campo científico en cuestión empieza a experimentar una insatisfacción y un escepticismo crecientes con respecto al modelo o paradigma que hasta ese momento ha guiado en él la investigación. Los enfoques y métodos de estudios tradicionales pueden empezar a mostrar diversos problemas e insuficiencias que no pueden resolverse dentro del paradigma vigente. Esta insatisfacción creciente constituye el primer paso en la aparición de un nuevo paradigma que se enfrenta al enfoque tradicional. El nuevo paradigma aborda el objeto de estudio de forma diferente, con nuevas definiciones y relaciones, y parece resolver muchos problemas que resultaban irresolubles en el paradigma anterior. Dentro del campo de la salud mental la modificación de conducta se ha considerado como un paradigma nuevo (Kanfer y Phillips, 1970; Krasner, 1971a). La insatisfacción cada vez mayor y la crítica de diversos aspectos del enfoque tradicional de la enfermedad mental y su tratamiento constituyeron el punto de partida en el surgimiento de este paradigma. La aparición de la modificación de conducta llevó consigo una nueva conceptualización de la conducta desviada y de la forma de modificarla. Tal y como suele suceder con la aparición de un nuevo enfoque, se inició una gran cantidad de investigación en áreas difíciles de abordar con el paradigma anterior. En especial, la modificación de conducta fomentó nuevas iniciativas relacionadas con el cambio de la conducta. Este capítulo trata sobre el paradigma o modelo frente al cual reaccionó la modificación de conducta. A lo largo de él describiremos la aplicación del enfoque médico a la conducta anormal y sus implicaciones en el diagnóstico, evaluación y tratamiento de la misma3. Discutiremos las características generales de la práctica clínica actual basada en el concepto de enfermedad. También es necesario que nos detengamos en la insatisfacción existente con la práctica clínica y la investigación derivada del enfoque tradicional, porque son fuentes directas de enfrentamiento entre ambos paradigmas, el tradicional y el conductual. AAPPLLIICCAACCIIOONN DDEELL MMOODDEELLOO MMEEDDIICCOO AA LLAA CCOONNDDUUCCTTAA AANNOORRMMAALL El desarrollo de los métodos de tratamiento dentro de la psiquiatría y de la psicología clínica ha estado estrechamente relacionado con las diferentes conceptualizaciones o modelos sobre la conducta normal y la conducta anormal. De los factores que se supone que explican la conducta desviada dependen los tratamientos que se emplean para modificarla. Las teorías que han intentando explicar la conducta han sido tantas y tan variadas a lo largo de la historia de la humanidad que el tratamiento también ha sido competencia de especialistas y disciplinas muy diferentes. Antiguamente las explicaciones predominantes de la conducta se basaban en la demonología. Cuando un individuo se comportaba de forma anormal se creía que estaba poseído por espíritus malignos. Se recurría a los espíritus para explicar muchos aspectos de la vida que no podían comprenderse, incluyendo la conducta desviada. Cuando se interpretaba la conducta desviada como una señal de la presencia de espíritus diabólicos, el tratamiento se basaba fundamentalmente en exorcismos. Para liberar al enfermo de estos espíritus se utilizaban diversas técnicas como oraciones, azotamientos y psicocirugía primitiva. Así pues, tanto el paciente como el tratamiento estaban bajo la autoridad de los sacerdotes, que se suponía poseían poderes para influir sobre los espíritus. 3 El lector sólo podrá encontrar aquí el desarrollo del modelo basado en el concepto de enfermedad, sus implicaciones y las fuentes de crítica y de insatisfacción. Remitimos al lector interesado a las diversas historias de la psiquiatría y de la psicología clínica (Alexander y Selesnick, 1968; Deutsch, 1946; Kraepelin, 1962; Lewis, 1941; Zilboorg y Henry, 1941). MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 4 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA Con el tiempo, la demonología empezó a ser sustituida por otras concepciones biológicas o médicas de los desórdenes mentales. Hipócrates descartó toda intervención de espíritus y demonios y sugirió una serie de causas biológicas relacionadas con las funciones cerebrales y los fluidos corporales para explicar la conducta anormal. Otros muchos griegos y romanos atribuyeron también la conducta anormal a causas biológicas. Una vez que se aceptó que eran factores biológicos los que subyacían a la conducta anormal, el tratamiento cambió. Se hizo más humano que cuando se pensaba que eran los espíritus malignos los que provocaban la conducta anómala. El tratamiento incluía ahora el proporcionar a los pacientes un ambiente agradable, ejercicio, dietas especiales, actos culturales y masajes. La idea de que la conducta anormal tenía raíces fisiológicas trasladó el tratamiento de manos de los sacerdotes a manos de los médicos, y a todo lo relacionado con la conducta anormal al mundo de la medicina. Durante la Edad Media la demonología volvió a convertirse en la fuente de explicación dominante de la conducta desadaptativa, y los clérigos recuperaron el control de su tratamiento. El castigo físico y la tortura fueron métodos habituales para arrojar del enfermo a los espíritus demoníacos. Se empezó a culpar cada vez más a los enfermos por su conducta anormal, debido a que se tomaba ésta como señal de que habían pecado. En el siglo XVI volvió a ponerse el acento sobre las causas biológicas de la conducta perturbada (Zilboorg y Henry, 1941). La reaparición de una interpretación más biológica, y por consiguiente más científica de la conducta desviada, condujo a un tratamiento más humano, menos punitivo, y a una importante reorganización de las instituciones terapéuticas. Fue en el siglo XVIIl cuando alcanzó su cénit la investigación científica de la conducta anormal. No sólo se aceleraron los avances en las ciencias biológicas y en la medicina en general, sino que ciertos hallazgos concretos pusieron en relación una patología orgánica con muchos desórdenes físicos. El éxito conseguido en la comprensión de las enfermedades físicas hizo pensar que la patología orgánica también podía dar cuenta de la conducta perturbada. De acuerdo con esto, se supuso que la patología cerebral podía explicar la enfermedad mental, y a partir de ahí empezó a construirse sistemáticamente un modelo de la conducta basado en el concepto de enfermedad. Del mismo modo que en los desórdenes fisiológicos, comenzó a considerarse a los desórdenes mentales como un reflejo de una causa patológica subyacente. Por supuesto que muchos desórdenes mentales tenían una clara base orgánica (p. e., los que normalmente se denominan «orgánicos»). Pero lo que sucedió es que el modelo de enfermedad se aplicó a conductas desviadas en las que no existía ninguna base orgánica evidente. El hecho de poder establecer una base orgánica en algunos casos de conducta anormal fomentó extraordinariamente las extrapolaciones del paradigma de enfermedad a todos los desórdenes mentales. El catalizador más importante e influyente fue el descubrimientode la causa de la paresia general, una alteración neurológica que en sus últimas fases puede conllevar diversos síntomas psicológicos, tales como deterioro intelectual, delirios de grandeza y distorsiones perceptivas. Una serie de descubrimientos decisivos condujo a Hideyo Noguchi (1876-1928) en el año 1913 a la demostración de que la espiroqueta sifilítica (Treponema pallidum) era la causa de la paresia general. No sólo eso, sino que además, al mismo tiempo que se descubría la causa se fueron encontrando también los tratamientos efectivos. El descubrimiento y tratamiento de la sífilis fueron especialmente significativos, puesto que era el primer caso en el que la ciencia médica conquistaba lo que se consideraba una enfermedad mental, p. e., la paresia general (Zilboorg y Henry, 1941). Este descubrimiento, junto con otros relacionados con otras alteraciones menos importantes, proporcionó un empuje fundamental a la identificación de los desórdenes psicológicos con una patología orgánica. A pesar del éxito que tuvo el modelo orgánico con respecto a la enfermedad mental, existía también una tendencia hacia otras líneas de investigación. Era un hecho el que no existiesen pruebas de patología orgánica en un conjunto muy amplio de trastornos mentales. A finales del siglo XIX, el modelo de enfermedad empezó a ser modificado por aquellos que intentaban encontrar los factores psicológicos, y no biológicos, que pudieran ser los responsables de la conducta anormal, respaldados por los informes en los que se describía la aplicación de técnicas psicológicas en el tratamiento de la conducta anormal y con resultados satisfactorios. En Europa, y especialmente en Francia, se MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 5 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA desarrollaron procedimientos muy elaborados que se pensaba que estaban basados en la sugestión (tales como el mesme¬rismo, la hipnosis, el método de Coué) como métodos de tratamiento sorprendentemente eficaces en un número bastante amplio de alteraciones. Se demostró con una serie de casos de personas hospitalizadas que los síntomas de los desórdenes mentales (e.g., la parálisis histérica) podían inducirse o eliminarse completamente utilizando la sugestión. El de sarrollo de estos métodos para tratar desórdenes, particularmente las neurosis, aceleró la búsqueda de factores psicológicos, en lugar de orgánicos, como determinantes de la enfermedad mental. Sin embargo, no se disponía de ninguna teoría de amplio espectro para dar cuenta de la forma en que los factores psicológicos podían provocar la enfermedad mental, y de cómo los tratamientos psicológicos podían aliviar las conductas sintomáticas. Esta carencia es la que vino a solucionar Sigmund Freud (1856-1939). Freud y el psicoanálisis Siempre que se discuta sobre la historia y la conceptualización de la enfermedad mental y su relación con la modificación de conducta (relación, no obstante, indirecta), es importante centrarse en Freud al menos por dos razones. Resulta obvio que la influencia de Freud sobre las conceptualizaciones y tratamiento contemporáñeos de la conducta anormal ha sido decisiva. Además, la modificación de conducta puede considerarse como una reacción frente a muchos de los principios básicos de la teoría y de la terapia freudiana, especialmente el de que los conflictos intrapsíquicos son los determinantes de la conducta. Antecedentes del psicoanálisis. Freud estudió fisiología y se interesó especialmente por la neuroanatomía. Fueron razones económicas las que le obligaron a ejercer como médico en Viena. Su interés y la preparación con que contaba le llevó a especializarse en las alte- raciones «nerviosas» ante las que adoptó un enfoque orgánico. Freud pensaba que las conductas anormales y los síntomas psicológicos estaban provocados por problemas neurológicos y otras alteraciones fisiológicas. Freud empezó a estudiar psiquiatría, trabajando en Francia con Jean Charcos (1825-1893) e Hippolyte Bernheim (1837-1919). Las prácticas terapéuticas de estos especialistas tenían resultados satisfactorios. Habían desarrollado también formulaciones teóricas sobre las causas de los trastornos mentales. Sus tratamientos se basaban en la hipnosis, la cual les proporcionaba no sólo un método de tratamiento sino también una forma de investigar los posibles concomitantes o causas psicológicas de los desórdenes mentales. Cuando Freud volvió a Viena incorporó la hipnosis a su propia práctica clínica. En Viena Freud colaboró con el clínico y neurofisiólogo Josef Breuer (1842-1925). Breuer también utilizaba la hipnosis. Según él era de una gran utilidad para ayudar a los pacientes a recordar sus experiencias tempranas. La hipnosis ayudaba a los pacientes a recordar traumas que se habían producido en épocas muy tempranas de su vida, y que parecían estar relacionados con sus trastornos. El recuerdo o catarsis del suceso traumático original era el que conducía al cambio terapéutico. Basándose en sus experiencias terapéuticas, Breuer y Freud atribuyeron el desarrollo de los desórdenes neuróticos a procesos inconscientes. Esta hipótesis constituyó un paso fundamental en el desarrollo de un enfoque psicológico de los desórdenes mentales, debido a que proporcionó un ejemplo claro en el que se había revelado la causa de un desorden mientras se intentaba tratarlo. De esta forma se demostró que la etiología, tratamiento y curación, pertenecían al ámbito de los factores psicológicos, y no al de los orgánicos (Zilboorg y Henry, 1941). Puesto que tanto Breuer como Freud poseían una formación neurofisiológica, no es raro que sus teorías mantuvieran un cierto sesgo orgánico a pesar de invocar a los procesos inconscientes como causas de los desórdenes psicológicos. Los efectos del tratamiento catártico se explicaron en un principio en términos neurofisiológicos, aludiendo a la conversión de energía y a fuerzas orgánicas. Freud y Breuer se separaron cuando Freud llegó a convencerse de que eran los impulsos sexuales los que subyacían a los problemas psicológicos y empezó a confiar en su propia teoría psicopatológica. Además, Freud abandonó la hipnosis como forma de tratamiento, debido a que sus efectos no parecían ser muy duraderos. Freud desarrolló otros métodos, como por ejemplo la asociación libre y el análisis de los sueños, con el fin de esclarecer los recuerdos y las experiencias tempranas que pensaba subyacían a los problemas del paciente. MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 6 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA La experiencia clínica condujo a Freud a desarrollar su propia teoría de la personalidad y su propio sistema terapéutico: el psicoanálisis. Partiendo de sus observaciones clínicas propuso una serie de procesos psicológicos que podían dar cuenta de la conducta. Freud revisó continuamente estas explicaciones a la luz del material que iba apareciendo en sus tratamientos. El psicoanálisis se convirtió en una teoría de la personalidad, una técnica de tratamiento y un método de investigación con el que se intentaba determinar las bases psíquicas de la conducta. Características generales del psicoanálisis. El psicoanálisis, como teoría dela personalidad, es un complejo sistema de mecanismos psicológicos, estructuras, impulsos y fases evolutivas que explican la conducta. Debido a que la descripción de las características específicas de la teoría sobrepasaría los límites de este capítulo, es necesario mencionar algunas de sus características generales4. Freud suponía que el desarrollo de la personalidad puede reducirse a la historia de la expresión de la energía biológica o sexual (líbido) y de las fuentes de gratificación hacia las que esa energía se dirige. El creía que los procesos psicológicos se desarrollan en la infancia cuando la gratificación instintiva está en función de las diferentes fuentes de estimulación. Freud explicaba el desarrollo psicológico como el paso a 4 La teoría psicoanalítica ha evolucionado considerablemente. Esta evolución comenzó con los primeros discípulos de Freud y aún continúa con los teóricos actuales. Con ella, gran parte de los principios básicos del psicoanálisis freudiano se han visto modificados. Así por ejemplo, Freud insistía sobre los conflictos instintivos, los impulsos psíquicos y los procesos inconscientes como los determinantes de la conducta, mientras que los neofrcudianos y los psicólogos del Yo que han revisado su teoría, han puesto de relieve la importancia de las influencias sociales y de los procesos conscientes (e.g. Erikson, 1963; Hartmann, 1964). Estos desarrollos posteriores de la teoría freudiana, aunque son importantes por derecho propio, tienen sin embargo una importancia tangencia) con respecto a la aparición de la modificación de conducta. La modificación de conducta fue una reacción tanto al contenido sustancial y a los métodos del psicoanálisis ortodoxo, como al modelo intrapsíquico sobre el que se han basado sus revisiones posteriores. De aquí que en este capítulo sólo se discuta el psicoanálisis freudiano y las características principales del modelo intrapsíquico. través de una serie de etapas psicosexuales. Las etapas venían determinadas fundamentalmente por el lugar del cuerpo donde se manifestaba la energía libidinal (p. e., zonas oral, anal, genital), así como por los mecanismos psíquicos que él suponía que actuaban durante esas etapas. El primer interés de Freud fue el de explicar la conducta neurótica de los «síntomas». El consideraba a los síntomas neuróticos como gratificaciones sustitutivas de los impulsos inconscientes a los que se había impedido manifestarse. El objetivo de la terapia era descubrir estas represiones y estos procesos inconscientes. Freud encontró que los temas sexuales, normalmente relacionados con la infancia, estaban siempre implicados en los problemas del paciente. Al principio creyó que las experiencias sexuales de la primera infancia jugaban después un importante papel en la psicopatología adulta. Más tarde, Freud revisó este punto de vista aludiendo a las fantasías que había desarrollado el paciente sobre esas experiencias como determinantes de la psicopatología. Desarrolló una teoría sobre el desarrollo psi rtosexual durante la infancia que proporcionó una hipótesis explicativa de las etapas evolutivas concretas y de los sucesos críticos que explicaban la personalidad y la conducta. Freud interpretaba los desórdenes neuróticos como una vuelta a los primeros niveles de desarrollo psicosexual. El objetivo del tratamiento era conocer la evolución psicosexual del cliente y comprender las bases evolutivas de la conducta sintomática. El interés terapéutico estaba en desentrañar los procesos inconscientes a través de los sueños, las asociaciones libres y las interpretaciones de la conducta manifiesta. Junto con las etapas psicosexuales del desarrollo Freud propuso una serie de conceptos relacionados muy complejamente, entre los que se encuentran diversas estructuras de la personalidad (Ello, Yo, Superyó), mecanismos para desviar o expresar de otra forma los impulsos amenazantes (e.g., represión, sublimación, formación reactiva), y procesos para explicar tanto la conducta normal como la desviada (e.g., procesos primarios y secundarios). Muchas de estas características específicas del psicoanálisis fueron modificadas continuamente por Freud y revisadas profundamente por los neofreudianos quienes, aunque se han adherido al modelo general psicoanalítico, han variado su contenido y han trasladado su interés a aspectos diferentes. MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 7 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA Una de las razones por las que el psicoanálisis se basó en una visión orgánica de la psicopatología, fue la propia formación de Freud. La preparación original de Freud como fisiólogo le predispuso a explicar los fenómenos psicológicos desde el punto de vista de la la fisiología y la neurología. Pero la teoría psicoanalítica también refleja la influencia más general del enfoque orgánico, que era muy popular en su época. Por ejemplo, el fisiólogo Emst Brücke (1819-1892), con el que Freud había estudiado, llamaba la atención sobre el hecho de que la fisiología de los organismos podía comprenderse a partir de procesos físicos dinámicos, tales como las influencias de fuerzas y las relaciones energéticas. De forma semejante, el neurólogo inglés John Hughlings Jackson (1835- 1911), con cuyo trabajo Freud estaba familiarizado, ponía de relieve la organización jerárquica de las funciones físicas y psicológicas. Según su teoría, el bloqueo de un nivel producía una regresión y la expresión de otro nivel (inferior). El sistema nervioso era dinámico (almacenaba y gastaba la energía) lo cual constituía la base del funcionamiento físico y psicológico. Gran parte de las características de la teoría psicoanalítica se fundamentaron en la aceptación de una serie de premisas sobre el funcionamiento del organismo, y por consiguiente representaron una aplicación plausible de principios básicos de las ciencias biológicas y físicas a los fenómenos psíquicos. La teoría de Freud puso de relieve las propiedades dinámicas de la energía psicológica y la transformación de la energía en distintas manifestaciones (conductas y síntomas). El principio de la conservación de la energía formulado por los físicos a principios del siglo XIX ejerció su influencia al mismo tiempo que reflejó la idea que se tenía de ambos sistemas de energía, física y psicológica. La teoría psicoanalítica vino a encajar en este estado de cosas. De hecho, los procesos psicológicos a los que Freud se refería suelen denominarse «procesos psicodinámicos». Varios conceptos dentro de la teoría psicoanalítica reflejan el interés por la energía psicológica y sus transformaciones. Un ejemplo importante es la noción de que los síntomas psicopatológicos constituyen la expresión de impulsos psíquicos (libidinales). El alivio del síntoma dependía de la eliminación o recanalización de la fuente de energía que se manífestaba en el síntoma. La mera modificación del síntoma se consideraba indeseable a menos que se corrigiera la supuesta causa psíquica que provocaba su aparición. El tratamiento de un síntoma específico sin tratar su causa psíquica subyacente, únicamente podría conducir a la aparición de conductas problema sustitutivas que serían nuevas manifestaciones de la energía psíquica; a este fenómeno se le conoce como «sustitución de síntomas»5. El modelo general del psicoanálisis freudiano es un modelo de enfermedad intrapsíquica en el que se considera que son los procesos psíquicos perturbados subyacentes (e.g., represión, conflicto, impulsos frustrados) los que provocan un síntoma determinado(conducta problemática manifiesta). Al igual que sucede con muchas formas de enfermedad, no debe esperarse que el tratamiento del síntoma, sin aliviar al mismo tiempo el trastorno subyacente, produzca la curación. Como ya hemos sugerido anteriormente, durante el siglo XIX se produjeron avances muy importantes en la identificación de factores específicos causantes de distintos trastornos físicos. Por analogía, el modelo se extendió a la «enfermedad mental» que en algunos casos reveló efectivamente una patología física específica a la que podían atribuirse los síntomas psicológicos, por ejemplo la conducta desviada. Sin embargo, en muchas formas de perturbación psicológica se suponía que el trastorno subyacente era psicológico, y el modelo general de enfermedad se conservó. La aportación de Freud consistió en proporcionar un elaborado entramado conceptual para determinar en qué consistían estos factores psicológicos anormales. La teoría psicoanalítica desarrolló un enfoque particular sobre los procesos que podían dar cuenta de la conducta anormal y sugirió el tratamiento que podía aplicarse para aliviarlos. Además de esta aportación básica a la teoría de la personalidad y a la psicopatología, el enfoque general propugnado por Freud trajo consigo 5 La sustitución de síntomas se discutirá más adelante debido a que es un problema fundamental en el desarrollo de la modificación de conducta. Es importante poner de relieve aquí que el modelo de enfermedad y la teoría psicoanalítica ortodoxa no predicen necesariamente la aparición de síntomas sustitutivos cuando se tratan las conductas problema. El propio Freud (1936), por ejemplo, afirmó que los síntomas psicológicos pueden en algún momento llegar a liberarse de la energía psíquica de la cual se derivan. Por consiguiente, la eliminación del (síntoma» no tiene por qué resultar necesariamente en una nueva expresión de la energía. MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 8 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA un avance más importante. La teoría psicoanalítica suponía un determinismo por el que cualquier conducta, pensamiento o idea, por mínima que fuera, estaba provocada por mecanismos psicológicos subyacentes. Al subrayar la necesidad de procesos que solían suponerse debidos al azar (e.g. los sueños, el humor, los lapsus linguae) Freud introdujo a los procesos psicológicos en el ámbito de la investigación científica. Otra aportación fue el alcance con el que Freud dotó al psicoanálisis. Freud aplicó los conceptos del psicoanálisis para explicar el funcionamiento psicológico general, y no sólo las acciones anormales. Intentó demostrar que los procesos psicológicos podían explicar todas las conductas; de hecho, generalizó su teoría de la conducta individual a los procesos sociales, al desarrollo de la cultura, a la antropología y a la historia. Insatisfacción con el modelo psicoanalítico El psicoanálisis, junto con el modelo del comportamiento humano que él adoptó, han dominado el pensamiento sobre la naturaleza de los trastornos psicológicos y su tratamiento prácticamente desde su aparición. Sin embargo, en los últimos 25 años la insatisfacción con el psicoanálisis y el modelo de enfermedad intrapsíquica ha ido aumentando progresivamente. Una de las causas más importantes de esta insatisfacción ha sido la relacionada con su estatus como teoría científica. Una característica esencial de toda teoría científica es la de ser capaz de producir hipótesis fácilmente contrastables. Toda hipótesis científica debe ser verificable de forma que si hay que rechazarla sea a la luz de pruebas empíricas. La teoría psicoanalítica ha sido formulada de forma tal que una gran parte de sus suposiciones y afirmaciones básicas no se pueden comprobar fácilmente. Muchos autores han criticado la teoría psicoanalítica basándose precisamente en su inmunidad a la falsabilidad (Bailey, 1956; Ellis, 1949; Eysenck, 1960c; La Piere, 1948; Oberndorf, 1953; Rachman, 1963; Salter, 1952; Sears, 1943; Shaffer, 1936). Hay una serie de características del psicoanálisis que contribuyen a su falta de adecuación como teoría científica. En general, la relación entre los procesos psicodinámicos y la conducta no está clara. La presencia o ausencia de cierta conducta no tiene por qué ser prueba necesariamente de la presencia de unos procesos psicológicos concretos. La conducta de un individuo puede relacionarse con los procesos psicológicos de una forma muy indirecta únicamente, a través de una compleja cadena de derivaciones simbólicas. Dos fuentes de ambigüedad pueden servirnos como ejemplo de las dificultades que presenta la teoría psicoanalítica a la hora de derivar predicciones a partir de ella. En primer lugar, una conducta dada puede ser señal de procesos psicológicos diferentes (e incluso opuestos). Así por ejemplo, un hábito como el de fumar puede derivarse de las fuentes de gratificación de la infancia, pero el hábito de consumir cigarrillos puede deberse tanto a una gratificación (estimulación oral) excesiva como insuficiente en las épocas más tempranas de la vida. La conducta manifiesta no proporciona pistas en favor de ninguna de estas dos interpretaciones. De forma semejante, los síntomas neuróticos pueden desarrollarse como una satisfacción sustitutiva de un impulso sexual o como un medio de evitar esa satisfacción. De hecho, los compromisos entre estas dos opciones pueden ser la causa de los síntomas neuróticos (Freud, 1949). Los ejemplos que acabamos de citar sugieren que una conducta dada puede resultar de procesos psicológicos diferentes e incompatibles. Recíprocamente, un proceso psicológico dado puede manifestarse en conductas diferentes. Por ejemplo, la represión de los impulsos psíquicos puede producir la conducta sintomática. Sin embargo, la represión también puede conducir a la expresión creativa de los impulsos psíquicos, si el individuo puede expresarlos a través de una conducta socialmente aceptable (sublimación). Por regla general, las interpretaciones psicoanalíticas de un proceso dado, una expresión simbólica o una conducta manifiesta, pueden variar drásticamente para llegar a conclusiones distintas sobre la conducta. Debido a que pueden derivarse inferencias contradictorias de una misma información sobre un individuo, resulta muy difícil conseguir hipótesis verificables. La teoría psicoanalítica se ha defendido de las críticas considerándose como una teoría científica distinta. En primer lugar, Freud subrayó que el psicoanálisis intenta ser fundamentalmente retrospectivo, ideado para describir las bases pasadas de la conducta actual (Freud, 1933). La MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 9 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA predicción no era el objetivo de las proposiciones psicoanalíticas y por consiguiente no necesitaban de ninguna prueba empírica. Haciendo hincapié en las formulaciones ex post facto, se consideraba a la teoría como inmune a la refutación científica. La teoría freudiana se ha protegido de la crítica de otras formas. Partiendo del hecho de que es difícil lograr que sea la evidencia empírica la que avale a la teoría psicoanalítica, sus proposiciones teóricas podrían criticarse con argumentos lógicos. Sin embargo, Freudafirmaba que el criticar a la teoría psicoanalítica per se sólo sirve para apoyar a la teoría. El observó que las críticas a la teoría psicoanalítica se basaban fundamentalmente en la reacción al papel que se adjudicaba en ella a la sexualidad. Según Freud, el propio rechazo del pansexualismo del psicoanálisis, se basaba en procesos neuróticos que habían sido explicados con sumo detalle en su teoría (Freud, 1950). Además, Freud resaltaba que los individuos que no se habían sometido a un análisis o no habían estudiado a otros a través del psicoanálisis, no estaban en condiciones de juzgar la validez de la teoría (Freud, 1949). Básicamente, sólo podían criticar la teoría psicoanalítica aquellas personas que ya poseían una cierta formación analítica. Estas personas, por supuesto, son casi con toda seguridad las defensoras más activas del psicoanálisis. Aunque el grueso de la teoría psicoanalítica no se presta fácilmente a la verificación científica, muchos investigadores han derivado proposiciones concretas para poner a prueba diversos aspectos de la teoría. En general, los datos no han apoyado muchas de las suposiciones y especulaciones sobre la conducta y sus antecedentes. Rober S. Sears llegó a esta conclusión en un importante estudio realizado en 1943. En él Sears evaluaba 166 artículos sobre los intentos de verificar empíricamente algunas proposiciones freudianas sobre la personalidad: Sears llegó a la conclusión de que no había pruebas que apoyaran la teoría psicoanalítica, al menos hasta ese momento. De hecho, Sears hizo notar que «quizás podrían encontrarse una docena de teorías distintas que podrían proporcionar explicaciones tan buenas si no mejores» de los datos (1943, p. 134). Muchas proposiciones de la teoría psicoanalítica ponen en relación el desarrollo y las primeras experiencias de la infancia con la conducta posterior. Varios investigadores han indicado que muchas conexiones específicas entre las primeras experiencias y la conducta adulta no han podido comprobarse (Caldwell, 1964; Hovey, 1959; Jasuow, 1932; Orlansky, 1949; Sewell, 1952). No ha podido demostrarse que ciertos acontecimientos evolutivos específicos, considerados como determinantes muy importantes de la conducta posterior (como por ejemplo el amamantamiento o el entrenamiento en la higiene intestinal), se relacionen consistentemente con rasgos específicos en la edad adulta (e.g., Livson y Peskin, 1967; Orlansky, 1949; Sewell, 1952). Se han hecho intentos de poner a prueba la universalidad de muchos de los principios psicoanalíticos sobre la personalidad y el desarrollo psicológico. Freud pensaba que el desarrollo de los procesos psicológicos estaba determinado biológicamente en el sentido de que los sucesos y dificultades específicas del desarrollo eran universales y no dependían de la cultura. Por ejemplo, Freud consideraba el paso a través de las diversas etapas del desarrollo psicosexual, y a fenómenos psíquicos específicos, como el complejo de Edipo por ejemplo, como aspectos básicos del crecimiento psicológico. Muchos autores han sugerido que aun suponiendo que se den los procesos que Freud describe, su presencia se restringe a los europeos occidentales y americanos de su época (Benedict, 1946; Malinowski, 1937; Mead, 1928, 1935). Se ha criticado a la teoría freudiana por ignorar variables culturales y sociológicas que limitarían su aplicabilidad. Otro motivo importante de descontento con los postulados psicoanalíticos está relacionado con sus hipótesis sobre la formación y eliminación de los síntomas. La teoría supone que las conductas desadaptativas son síntomas de trastornos subyacentes. La noción de «síntoma» psicológico presupone una posición teórica concreta que determina no sólo cuál es el problema del sujeto sino también el objetivo adecuado del tratamiento. Si se considera a los problemas del paciente como síntomas de alteraciones subyacentes, el tratamiento debe centrarse en esos desórdenes. La «enfermedad» psicológica, y no la conducta problema, es lo que debe de tratarse. La teoría psicodinámica considera la formación del síntoma como un proceso en el cual un brote de energía psíquica busca expresarse. El sistema de la energía psíquica dentro de la teoría psicodinámica puede MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 10 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA imaginarse como un modelo hidráulico cerrado. Cuando un canal por donde se manifestaba la energía se cierra, puede aparecer otro. Para ampliar la metáfora, el modificar una conducta sintomática podría conducir a una nueva manifestación de la energía psíquica original bajo otra forma distinta. Concretamente, la teoría psicodinámica afirma que cuando el tratamiento se centra en los síntomas sin prestar atención al desorden subyacente, podrían desarrollarse síntomas sustitutivos. La noción de la sustitución de síntomas de la teoría psicodinámica ha sido objeto de arduas polémicas (e.g., Eysenck, 1959; Mowrer, 1950; Yates, 1958b). Se han dado diversas razones del descontento con la noción de la sustitución de síntomas. En primer lugar, al igual que sucede con otros conceptos psicodinámicos no resulta fácil determinar si los síntomas sustitutivos aparecen después del tratamiento. Ni la naturaleza de los síntomas sustitutivos que pueden surgir, ni las circunstancias bajo las que surgen, ni el tiempo que hay que esperar para que aparezcan, vienen especificados en la teoría psicodinámica. Y, como ya hemos resaltado, la misma noción de «sustitución de síntomas», presupone un modelo de enfermedad intrapsíquica de la conducta anormal, al igual que otras nociones sobre la función de la energía psíquica y su expresión. Y lo más importante quizás: muchos terapeutas han informado de que el tratamiento de la conducta considerada «sintomática» (como la enuresis o el miedo por ejemplo) no desemboca necesariamente en la aparición de otras conductas desadaptativas (e.g., M. C. Jones, 1924b; Mowrer y Mowrer, 1938; Yates, 1958b). La ausencia de conductas desadaptativas después del tratamiento del problema manifiesto, pone en entredicho el modelo sobre el que se basa la sustitución de síntomas. DDIIAAGGNNOOSSTTIICCOO PPSSIIQQUUTTAATTRRIICCOO La aplicación del modelo de enfermedad a la conducta anormal ha dado lugar a diversos intentos de desarrollar un método para identificar desórdenes o entidades patológicas específicas susceptibles de tratamiento. Con el fin de poder realizar esta identificación se ha utilizado la clasificación de las enfermedades mentales y el diagnóstico psiquiátrico. A lo largo de la historia de la psiquiatría los investigadores se han esforzado en diferenciar tipos de desórdenes y en describir sus rasgos característicos. Según este punto de vista, la delimitación precisa de los desórdenes específicos contribuiría a descubrir su causa, a proporcionar un tratamiento, y a predecir el resultado de éste. La búsqueda de entidades patológicas había demostrado ser muy valiosa en la medicina, especialmente durante el siglo XIX, cuando los avances en el campo del diagnóstico empezaron a ir acompañados de importantes logros en el tratamiento y en la comprensión de la etiología. Aunque pueden citarse muchos intentos anteriores de distinguir tipos de personalidad y de desórdenes psicológicos, los fundamentos del diagnóstico psiquiátrico moderno se deben al psiquiatra alemán Emil Kraepelin (1856-1926). Kraepelin elaboró un sistema de diagnóstico que ejerció una influencia decisiva. Sus clasificaciones aparecieron por primera vez en una pequeña publicación en el año 1883, y su trabajoculminó en un grueso manual sobre psiquiatría en el que proporcionaba detalles concretos de un gran número de entidades patológicas, y que se publicó postumamente en 1927. Como muchos otros psiquiatras de su tiempo, Kraepelin se adhirió al enfoque orgánico de la enfermedad, enfoque que subrayaba la importancia de la patología cerebral y que encajaba con los descubrimientos que se estaban realizando y que revelaban que la patología orgánica era la base de ciertos desórdenes mentales. Kraepelin extendió este enfoque orgánico general a los trastornos mentales mediante la identificación de entidades patológicas específicas. Consiguió reunir miles de estudios de casos de pacientes psiquiátricos hospitalizados, y en base a ellos aisló varias de esas entidades. Describió la historia de cada paciente, el inicio de su enfermedad y la evolución de cada desorden. De todo este extenso material clínico extraje varios tipos de enfermedad mental. Su sistema se basaba en la suposición de que existían entidades patológicas mentales específicas, y que todas ellas seguían un curso predeterminado o fijo. Clasificó los desórdenes basándose en su pronóstico, por ejemplo, si el trastorno remitía o no, o si era o no curable. Además la clasificación de los desórdenes se hizo en base a su supuesta etiología (e.g., endógeno versus exógena). Su sistema MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 11 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA distinguía varios desórdenes psicogénicos o funcionales sin base biológica conocida, de los desórdenes orgánicos, provocados por una patología cerebral identificada y por estados tóxicos. Es importante resaltar, que tanto algunos puntos concretos del sistema de Kraepelin como el enfoque general con el que abordó la enfermedad mental aun se mantienen en una gran medida. El trabajo de Kraepelin introdujo la enfermedad mental (la conducta desviada) en el ámbito de la medicina. A partir de ese momento se reconoció a la enfermedad mental como muy semejante a la enfermedad física, con su etiología específica propia y su curso particu- lar. Otras personas antes de Kraepelin, como también algunos contemporáneos suyos, habían mantenido que los desórdenes mentales respondían a enfermedades físicas específicas. Sin embargo, Kraepelin proporcionó un sistema basado en un conjunto muy amplio de datos clínicos en los que los desórdenes se clasificaban en base a entidades específicas con un pronóstico específico (Zilboorg y Henry, 1941). El diagnóstico actual se basa en un sistema que intenta clasificar a los pacientes en base a categorías nosológicas específicas. Este sistema se describe en el Diagnostic and Statirtical Manual of the Mental Disorders, publicado y revisado periódicamente por la American Psychiatric Association (1952, 1968, en preparación). Hay tres categorías fundamentales dentro de este sistema: los síndromes orgánicos, los desórdenes psicogénicos y el retraso mental. Dentro de las clasificaciones principales existen varias subcateogrías y tipos de de- sórdenes. Los diferentes desórdenes incluidos en el sistema de diagnóstico se identifican por su etiología real o supuesta, por sus pautas de conducta sintomática, por su desviación de las normas sociales, y por otras dimensiones. El sistema es fundamentalmente descriptivo, y más que ampliar información sobre los desórdenes lo que hace es identificarlos y ponerlos un nombre. Más importante que el contenido específico del sistema de diagnóstico es su clara orientación médica. En la mayor parte de los desórdenes los problemas psicológicos y conductuales se consideran como evidencia de un trastorno psicológico subyacente («enfermedad mental»). Insatisfacción con el diagnóstico psiquiátrico El diagnóstico psiquiátrico ha sido un eje alrededor del cual ha girado una gran cantidad de investigación. Realizar una revisión exhaustiva de ella va más allá de la intención de este trabajo. Dos han sido las críticas generales que se han hecho al diagnóstico psiquiátrico. Una de ellas se ha centrado en características específicas del sistema y en su utilidad. La otra se ha centrado en la evaluación del sistema psiquiátrico per se y en las suposiciones que lleva implícitas el «etiquetar» a las personas como enfermos mentales en base a su conducta. Han sido varias las características específicas del sistema de diagnóstico que se han criticado. La primera de ellas se refiere a la fiabilidad del diagnóstico, aspecto que se relaciona con la medida en que un diagnóstico dado se repite consistentemente con diagnosticadores diferentes en un momento concreto, y también con la medida en la que un diagnóstico inicial es consistente con uno posterior. En general, lo que la investigación ha demostrado es que el grado de acuerdo entre diagnosticadores diferentes de un mismo paciente suele ser relativamente bajo. Aunque los porcentajes de acuerdo varían según los estudios, las discrepancias entre observadores distintos aparecen incluso con las categorías más amplias de ' diagnóstico. Cuanto más específico es el diagnóstico, menos acuerdo existe entre los dos diagnosticadores (e.g., Ash, 1949; Hunt, Wittson y Hunt, 1953; Schmidt y Fonda, 1956). Estos resultados obtenidos en los diferentes estudios han cuestionado la utilidad del sistema: los diagnosticadores no se ponen de acuerdo en los diagnósticos que asignan a sus pacientes. Joseph Zubin (1967), después de revisar la literatura relacionada con el diagnóstico psiquiátrico, concluía que «...el grado de acuerdo absoluto entre observadores diferentes en lo que se refiere a diagnósticos específicos es demasiado bajo en el diagnóstico individual. El acuerdo absoluto en categorías generales de diagnóstico, aunque algo superior, deja todavía mucho que desear» (p. 383). Además de la falta de acuerdo entre observadores, la consistencia entre dos diagnósticos consecutivos de un mismo paciente, ha sido también una fuente de problemas. Aunque los datos obtenidos al respecto varían según las categorías diagnósticas, se ha demostrado por lo general que MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 12 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA los pacientes que reciben un diagnóstico dado en un momento concreto, no es probable que reciban el mismo diagnóstico en uno posterior (Masserman y Carmichael, 1938). Al igual que su fiabilidad, la validez del diagnóstico psiquiátrico también ha sido puesta en tela de juicio. La validez se refiere a la medida en que el diagnóstico logra sus propósitos. Esta cuestión es intrínsecamente difícil de abordar debido a los múltiples propósitos (e.g., decisión del tratamiento, pronóstico) con los que se utiliza el diagnóstico. Un método para evaluar la validez es determinar si las características sintomáticas del paciente puede detectarse a través de diferentes medios de evaluación de la conducta. Algunos estudios han comparado los resultados obtenidos a partir de la evaluación psicométrica con la aplicación clínica de las clasificaciones diagnósticas (véase Mischel, 1968). Se ha encontrado poca correspondencia entre la evaluación del diagnóstico (e.g. a través de tests psicológicos) y el diagnóstico clínico (e.g. a través de entrevistas). Otra forma de evaluar la validez del diag-nórtico es mediante el grado en que predice la evolución del desorden. En general, se ha demostrado la existencia de una cierta asociación entre diagnósticos específicos y las predicciones de la evolución del trastorno (e.g., Zubin, Sutton, Salzinger, Salzinger, Burdock y Peretz, 1961). La validez del diagnóstico también se ha estudiado examinando el grado en que el conocimiento de uno o unos cuantos síntomas predice otras características de un grupo diagnóstico dado. La investigación ha demostrado la existencia de una superposición entre grupos diagnósticos, suficiente como para hacer ver que el conocimiento de un síntoma específico no predice por sí solo un síndrome concreto (grupo o patrones de síntomas) (Freudenberg y Robertson, 1956; Phillips y Rabinovitch, 1958). Por lo general, hay suficiente homogeneidad de síntomas entre gran parte de las categorías diagnósticas, y hetero- geneidad dentro de una categoría diagnóstica dada, como para cuestionar seriamente el fundamento de muchas de estas categorías (e.g., Katz, Cole y Lower, 1964). A partir del estudio de la fiabilidad y la validez del diagnóstico psiquiátrico ha llegado a ponerse en duda la utilidad del propio diagnóstico. Por lo que respecta al diagnóstico médico de las enfermedades físicas, la clasificación de desórdenes específicos ha sido productiva para el descubrimiento de etiologías, en el tratamiento, y en el pronóstico. Sin embargo, la utilidad del diagnóstico psiquiátrico a lo largo de estas dimensiones ha sido menos notable. El diagnóstico psiquiátrico ha sido importante como ayuda en el estudio de pacientes con diagnósticos o síntomas similares. El diagnóstico psiquiátrico ha sido fuente de investigación de la que se han obtenido hipótesis etiológicas y formas específicas de tratamiento. Sin embargo, las implicaciones directas del diagnóstico en la mejoría del estado del paciente han sido mínimas. Para muchos investigadores el diagnóstico proporciona simplemente una «etiqueta»; no aporta una información clara sobre qué sucederá en el curso del desorden o del tratamiento. Gran parte de las objeciones que acabamos de citar se centran en los fallos o insuficiencias del sistema de clasificación. Se han hecho otras críticas más generales a la clasificación de la conducta anormal como enfermedad, especialmente desde finales de los años 50 y durante los 60. Las críticas procedían de diversos campos, entre ellos la psiquiatría, la psicología clínica y la sociología, cuestionándose los principios sobre los que se basa el diagnóstico psiquiátrico, es decir, su origen en un modelo basado en el concepto de enfermedad. Por ejemplo, el psiquiatra Thomas Szasz ha sido un exponente destacado de esta pos- tura de rechazo del modelo médico. Szasz sugiere que las llamadas enfermedades mentales psicogénicas son en realidad problemas que las personas experimentan como consecuencia del stress. También afirma que el tratamiento de la conducta desviada dentro de un modelo de enfermedad fomenta el «mito de la enfermedad mental» (Szasz, 1961). La conducta desviada, según Szasz, refleja un alejamiento de la conducta de un individuo de las normas éticas, legales y sociales, y no un mal funcionamiento orgánico. El que la conducta desviada y la disfunción psicológica son consecuencia del contexto social y no de un proceso de enfermedad, ya ha sido mantenido por otros autores (e.g„ Ellis, 1967; Ferster, 1965; Laing, 1967; Mowrer, 1960c; Scheff, 1966; Ullmann y Krasner, 1969). Además, el diagnóstico psiquiátrico y el modelo sobre el que se basa son muy engañosos debido a que implican que las personas tienen handicaps específicos y discretos que pueden tratarse de manera análoga a los desórdenes físicos (Ellis, 1967). MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 13 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA Muchos han sido los autores que han criticado el proceso de diagnóstico, como también el modelo básico de enfermedad que presupone el diagnóstico psiquiátrico. Las críticas al hecho de etiquetar a ciertos individuos como «enfermos mentales» y de proporcionar un diagnóstico específico, han surgido por varias razones. Entre otras están la de que el individuo diagnosticado puede sufrir críticas y discriminación social, puede entrar en un círculo de conducta desviada como resultado de la forma en que se ve a sí mismo o de la forma en que ve a las demás personas, y puede verse privado de muchas posibilidades sociales, vocacionales y educativas que podrían influir sobre su vida de una forma constructiva (Ellis, 1967; Sarbin, 1967; Scheff, 1966). Así pues, prácticamente todas las facetas del diagnóstico psiquiátrico han sido puestas en entredicho: desde las insuficiencias del sistema utilizado habitualmente, hasta el propio diagnóstico per se basado en el modelo de enfermedad. Muchos autores creen que es inapropiado considerar a la conducta anormal, definida e identificada en el contexto social, desde el punto de vista del concepto de enfermedad. Por consiguiente, incluso aunque el diagnóstico psiquiátrico no adoleciera de problemas tan fundamentales como el de la fiabilidad y la validez, no desaparecería gran parte de la insatisfacción actual con respecto a él. EEVVAALLUUAACCIIOONN CCLLIINNIICCAA En los primeros tiempos de la psicología clínica se desarrollaron instrumentos de evaluación destinados a medir las capacidades intelectuales y el rendimiento educativo. En Francia, en la última década del siglo pasado, Alfred Binet (1857-1911) intentó distinguir a los niños «inteligentes» de los niños «torpes» haciéndoles realizar diversas tareas relacionadas con habilidades sensoriomotoras, memoria, imaginación, percepción y comprensión. Binet consiguió diferenciar a los niños según su actuación académica. Los resultados de su trabajo dieron un empuje decisivo al desarrollo de tests psicológicos para la evaluación de la personalidad y la psicopatología. En los Estados Unidos, la llegada de la Segunda Guerra Mundial obligó al ejército a iniciar una evaluación psicológica generalizada del personal reclutado y de las víctimas de daños originados por la guerra, motivo por el que se fomentó la investigación referente a la personalidad y a la psicopatología. Muchos psicólogos entraron a formar parte del ejército participando en la eliminación de reclutas con algún handicap psicológico que pudiera hacerle no apto para la vida militar. También se utilizaron tests para seleccionar individuos con habilidades especiales útiles al ejército. Además, los psicólogos trataban a los individuos con trastornos psicológicos como consecuencia de la guerra. De esta manera los profesionales de la psicología empezaron a relacionarse más claramente con la práctica clínica. Junto con las necesidades prácticas del ejército, hubo naturalmente desarrollos teóricos que contribuyeron al perfeccionamiento de la medición psicológica. La teoría psicoanalítica en particular proporcionó un entramado conceptual para explicar la conducta, fundamentado en la existencia de procesos psicológicos subyacentes. Estos procesos no podían distinguirse de la conducta manifiesta porque los individuos o bien los ocultaban o bien los expresaban únicamente de forma simbólica. Por lo tanto, tuvo que realizarse un gran esfuerzo para poder evaluar la personalidad subyacente. La teoría psicoanalítica aceleró la búsqueda y el uso de procedimientos de evaluación que pudieran poner de manifiesto los procesos inconscientes. Gran parte de esta influencia del psicoanálisis fue indirecta. Por ejemplo, el psicoanálisis estimuló la formulación de teorías de lapersonalidad que desarrollaron sus propios métodos de evaluación de ésta. Además, el psicoanálisis ayudó a unificar otros métodos de evaluación de la personalidad desarrollados independientemente, sin relación con ningún marco teórico concreto. El psicoanálisis y el modelo de enfermedad intrapsíquica fomentaron la investigación sobre la evaluación de la personalidad. Lo que esta evaluación pretende es poner al descubierto los impulsos, rasgos y atributos psicológicos del individuo que subyacen a su conducta. En los usos clínicos de la evaluación, como por ejemplo en el examen de pacientes psiquiátricos, el objetivo de la evaluación es reconstruir los rasgos o dinámica de la personalidad que podrían ayudar a explicar los motivos o conflictos que dan cuenta de la conducta. Para conseguir este MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 14 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA objetivo, es decir, para medir los atributos y procesos relacionados con la psicopatología, se administra una batería de inventarios y de tests6. De todos los métodos disponibles, hay que señalar especialmente las técnicas proyectivas debido a que estas técnicas constituyen un producto genuino del modelo de enfermedad en la psicología clínica. Las técnicas proyectivas son un conjunto de métodos diferentes de evaluar el funcionamiento psicológico. Aunque no se desarrollaron a partir de una teoría unificada tal como el psicoanálisis, sin embargo estos tests muestran una enorme influencia de la teoría psicoanalítica de la personalidad. A medida que la teoría psicodinámica empezó a dominar la psicología clínica, los investigadores intentaron encontrar técnicas que permitieran el estudio de la personalidad y de los motivos inconscientes. El test de Rorschach, que ya se utilizaba en el estudio de la personalidad, fue un método que se incorporó a la evaluación psicodinámica (cf. Reisman, 1966). Muchas otras técnicas proyectivas se han desarrollado a partir de teorías concretas o con el expreso propósito de evaluar los procesos psicodinámicos (cf. Klopfer y Taulbee, 1976). La característica principal de las técnicas proyectivas es que en ellas se enfrenta al sujeto con una tarea ambigua. La ambigüedad de la tarea tiene por objeto reducir al mínimo las pistas que puedan inducir al sujeto a dar una respuesta determinada. Lo que se supone es que el individuo proyectará en la situación sus propios contenidos e interpretaciones. Si los estímulos externos no inducen al sujeto a responder de una forma concreta, se supone que serán los procesos psicológicos internos los responsables de las respuestas que dé. Si al mismo tiempo se administran muchos tests diferentes, podrá ocultarse el propósito de descubrir los procesos psicológicos subyacentes y se puede decir a la persona que responda libremente. El test de Rorschach es el representante por excelencia de las técnicas proyectivas. En él se muestran al sujeto láminas con manchas de tinta bilateralmente simétricas (Rorschach, 1942). El sujeto describe lo que ve y responde a las preguntas generales que le hace el examinador. En el Thematic Apperception Test (Murray, 1943) se presentan dibujos de escenas con un contenido ambiguo pero que en realidad representan temas importantes en el desarrollo de la personalidad (e.g., necesidad de logro, agresión y sexualidad, relaciones con los miembros de la familia). Como los dibujos son ambiguos, el sujeto puede interpretar lo que está sucediendo en la escena de forma muy diferente. Las respuestas al test de Rorschach y al test de Apercepción Temática se analizan como reflejos de la personalidad del sujeto que responde. 6 En el Mental Measurement Yearbook, publicado cada pocos años, puede encontrarse una lista bastante exhaustiva de los tests existentes y de las revisiones críticas sobre ellos (e.g. Euros, 1972). Insatisfacción con las técnicas proyectivas El examen diagnóstico y el uso de las técnicas proyectivas alcanzó su auge durante las décadas de los 40 y los 50. Las críticas a la fiabilidad y la validez de las técnicas proyectivas comenzaron en los años 50 y aún continúan (Davenport, 1952; Garfield, 1974; Mischel, 1968; Zubin, 1954). Los estudios sobre la fiabilidad han demostrado que es frecuente que no exista acuerdo entre los examinadores con respecto a los procesos de personalidad reflejados en una respuesta concreta a un test proyectivo, o a través de varios tests (e.g., Datel y Gengerelli, 1955; Howard, 1962; Little y Shneidman, 1959). Las interpretaciones conseguidas a partir de procesos idénticos son diferentes. Además, en los estudios de validez se ha visto que es muy raro que medidas diferentes del mismo proceso, atributo o rasgo psicológico, muestren una correlación positiva, lo que sugeriría la utilidad del constructor que se supone que explica las conductas en cuestión (e.g., Goldberg y Werts, 1966; Holland y Nichols, 1964). Así pues, con gran parte de las medidas no está claro precisamente ni lo que se está midiendo ni qué inferencias pueden hacerse partiendo de la actuación del sujeto en el test. Por otra parte, la evaluación psicológica suele tener poca o ninguna influencia en el tratamiento o en la disposición de los pacientes. Por ejemplo, en los hospitales psiquiátricos, los psicólogos suelen emplear muchas horas administrando medidas psicológicas, incluyendo técnicas proyectivas e inventarios de rasgos y condiciones específicas. La puntuación final y la interpretación de estos tests lleva una cantidad de MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 15 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA tiempo semejante. Una vez concluido, el informe psicológico suele incidir muy poco sobre el diagnóstico del paciente o sobre el tratamiento administrado (Peterson, 1968). Diversos estudios han revelado que la mayoría de los terapeutas no creen que la evaluación psicológica de la personalidad del cliente sea relevante para el tratamiento (Meeh1, 1960). Así pues, la importancia práctica y la utilidad de evaluar la personalidad del paciente han sido puestas en entredicho (Mischel, 1968; Peterson, 1968). Los procedimientos complejos de evaluación psicológica no predicen mejor la forma en que se comportará un individuo que otras medidas que pueden obtenerse más fácilmente, como por ejemplo el autoinforme proporcionado por la propia persona, o la posición en variables demográficas o del sujeto, como por ejemplo la clase socioeconómica (e.g., Eschenbach y Borgatta, 1955; Mischel, 1965; Peterson, 1965). De hecho, las predicciones sobre la conducta suelen estar por debajo del nivel de confianza que puede lograrse tomando en cuenta tasas base de la conducta (Meehl y Rosen, 1955). Una crítica fundamental a las técnicas proyectivas es la que se refiere a su confianza prácticamente total en el juicio clínico. Sobre las interpretaciones del psicólogo descansan la predicción de la conducta o la descripción de características del sujeto que no han aparecido directamente en las respuestas al test. La confianza en las interpretaciones del terapeuta procede de la influencia de la teoría psicodinámica, en la que las conductas manifiestas del cliente se toman únicamente como señales desu personalidad subyacente. Las interpretadones se realizan después de tomar en cuenta diversas respuestas, quizás procedentes de tests diferentes y también de detalles de la conducta de la persona durante la administración del test. El clínico combina toda la información disponible y con ella elabora una conclusión o una predicción sobre el paciente. Se ha demostrado que los juicios y las interpretaciones clínicas son bastante insuficientes en lo que a la predicción de la conducta se refiere; el juicio clínico no suele funcionar mejor que aplicar predicciones estereotipadas sobre la conducta basadas en una información general, como puede ser la edad o el sexo (Mischel, 1968). De hecho, la medida en que el clínico se desvía de conclusiones estereotipadas de ese tipo y toma en cuenta matices de la actuación del cliente en el test, está relacionada con disminuciones en la exactitud de las predicciones o conclusiones sobre el cliente (Soskin, 1959; Taft, 1955). Con frecuencia, individúos que no son clínicos profesionales ni están entrenados en la interpretación de los tests, ni en entrevista ni en terapia, hacen juicios clínicos que son más exactos que los que hacen los clínicos entrenados (Crow, 1957; Goldberg, 1959; Horowitz, 1962; Sarbin, Taft y Bailey, 1960). Por otra parte, el juicio clínico tiende a estar muy orientado a la interpretación de la conducta en términos psicopatológicos. Es muy probable que un clínico interprete las respuestas a un test proyectivo en términos de procesos psicológicos perturbados y de problemas psiquiátricos. Incluso respuestas de sujetos «normales», bien ajustados, se interpretan como deterioradas o como características de pacientes psiquiátricos (Little y Shneidman, 1959). El descontento con el juicio clínico como forma de predecir la conducta, ha dado pie a nuevas ideas en busca de métodos más válidos y fiables. Una de las alternativas propuestas se deriva de los métodos actuariales de combinación de datos para predecir la conducta (Meehl, 1954), y que consiste en la toma de decisiones basándose en la forma en que los datos (normalmente la actuación de un test) aparecen relacionados empíricamente con la conducta posterior. Una vez que se demuestre esta relación, la actuación en el test puede interpretarse automáticamente sin necesidad de recurrir a ningún juicio. Los métodos actuariales o empíricos de combinación de datos han demostrado que conducen a predicciones más exactas que los juicios clínicos (Gough, 1962; Meehl, 1954, 1955). La superioridad de los métodos de predicción empíricos sobre los intuitivos provocó varias discusiones sobre el futuro del propio juicio clínico (Holt, 1958; Meehl, 1956, 1957; Sawyer, 1966). TTRRAATTAAMMIIEENNTTOO DDEE LLAA CCOONNDDUUCCTTAA AANNOORRMMAALL Dos categorías generales de tratamiento se han derivado del modelo de enfermedad en la práctica clínica actual: la psicoterapia y la institucionalización. Aunque existen muchas formas de terapia y de MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 16 UNIDAD III. ENFOQUES TRADICIONALES EN LA EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA DESVIADA tratamiento institucional, el contexto a partir del que se desarrolló la modificación de conducta puede ilustrarse con una discusión general sobre el psicoanálisis (o psicoterapia de orientación psicoanalítica) tradicional, y el tratamiento hospitalario psiquiátrico. La psicoterapia y la institucionalización han monopolizado el tratamiento de los pacientes externos e internos u hospitalizados, respectivamente. LLAA PPSSIICCOOTTEERRAAPPIIAA La llegada del psicoanálisis tuvo una gran influencia sobre la práctica de la psicoterapia. Antes del psicoanálisis la psicoterapia utilizaba fundamentalmente métodos basados explícitamente en aconsejar al paciente o en la sugestión (e.g. hipnosis y mesmerismo). El psicoanálisis sin embargo situó al tratamiento dentro de un complejo marco teórico que explicaba el desarrollo de la psicopatología y proporcionaba unas directrices terapéuticas. En la primera década de este siglo la terapia de orientación psicoanalítica dominaba el tratamiento en la psiquiatría y en la psicología clínica. Aunque había relativamente pocas personas entrenadas en psicoanálisis o que se hubieran sometido al análisis ellos mismos, la mayoría de los clínicos utilizaban la teoría freudiana para conceptualizar la conducta y el tratamiento de sus clientes. El lenguaje psicoanalítico se convirtió en la jerga del mundo de la terapia. Además, los clínicos empezaron a asumir el esquema psicoanalítico básico para abordar el tratamiento. El objetivo del tratamiento psicoanalítico es proporcionar al paciente un conocimiento comprensivos de los procesos inconscientes que motivan su conducta. Se utilizan varias técnicas para poner al descubierto los procesos psicodinámicos inconscientes, entre los que se encuentran la interpretación de los sueños y la asociación libre. El cambio terapéutico es un proceso complejo que se produce como resultado de la resolución de conflictos infantiles, de haber vencido las fuentes de resistencia a la terapia y del descubrimiento del material reprimido que se manifiesta en la formación de los síntomas o influyendo sobre el funcionamiento psicodinámico. La tarea de la terapia es modificar los procesos psicológicos a los que se atribuyen las causas de la conducta. El centrarse sobre los procesos psicológicos subyacentes, y no sobre los propios problemas o conductas sintomáticas, es una postura que también adoptan muchas otras técnicas psicoterapéuticas verbales. Muchas técnicas terapéuticas se basan en suposiciones diferentes sobre cuáles son los procesos psicológicos que explican la conducta, y sin embargo pueden encuadrarse dentro del enfoque general intrapsíquico del tratamiento. Un ejemplo muy importante de este tipo de tratamiento, y que ha sido enormemente influyente, es la psicoterapia no directiva o centrada en el cliente. Esta técnica fue propuesta por Carl Rogers, un psicólogo clínico que desarrolló una teoría fenomenológica del yo de la personalidad (Rogers, 1942, 1951). La teoría de la personalidad y la práctica terapéutica defendida por Rogers puede distinguirse fácilmente del psicoanálisis. La terapia de Rogers se centra en acontecimientos de la vida actual del sujeto más que en las fuentes históricas del conflicto, evita las interpretaciones sobre los procesos psicodinámicos y rechaza la mayor parte de las nociones freudianas sobre el desarrollo de la personalidad. El concepto que tiene una persona de sí misma y la forma en que percibe el ambiente, puede explicar la ayuda sintomática. La tarea de tratamiento es ayudar al cliente a aceptarse a sí mismo y a asimilar aquellos aspectos de la realidad que rechaza, niega o distorsiona. El tratamiento se dirige a alterar las autopercepciones y no se centra en la conducta problemática (Rogers, 1951). La mayor parte de la psicoterapia que se practicaba durante los años 50 y 60 se basaba en la terapia psicoanalítica o en la no directiva. La terapia no directiva fue una fuerte rival de la terapia de orientación psicoanalítica en popularidad entre los psicólogos, debido a que procedía de la psicología y no del ámbito médico. Dentro de la psicología, hubo otras técnicas terapéuticas basadas en teorías elaboradas de la personalidad. Además, en el seno del psicoanálisis aparecieron escisiones, de las que fueron pioneros psicoanalistas que abandonaron el psicoanálisis freudiano ortodoxo para aplicar sus propias interpretaciones. Entre estos pioneros hay que destacar a Carl Jung y Alfred Adler. A pesar de las diferencias, la mayoría de las
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