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2 Herbert, J y Nelson-Gray, R (1997) La autoobservaciÃn Manual de evaluaciÃn psicolÃgica Madrid Siglo XXI - Maleno Baez

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MÓDULO 0614 - METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 1 
 
 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 1 
Herbert, J. y Nelson-Gray, R. (1997). La 
Autobservación. En G. Buela y J. Sierra 
(dirs.). Manual de Evaluación 
Psicológica. Madrid: Siglo XXI. (Cáp. 
16). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INDICE 
 
LA AUTOOBSERVACIÓN.............................................................2 
Introducción y definiciones ........................................................2 
Funciones del autorregistro .......................................................3 
Procedimientos de autorregistro................................................4 
UU NN II DD AA DD II II II .. 
 
FF UU NN DD AA MM EE NN TT OO SS TT EE ÓÓ RR II CC OO SS YY 
PP RR ÁÁ CC TT II CC OO SS DD EE LL AA 
AA UU TT OO BB SS EE RR VV AA CC II ÓÓ NN 
 
Narraciones............................................................................5 
Registro de frecuencias .........................................................5 
Registros de la duración ........................................................5 
Muestreo en el tiempo............................................................5 
Procedimientos de autorregistro pasivos y/o mecánicos .......6 
Autorregistro informatizado....................................................6 
Gráficos..................................................................................7 
Exactitud de los datos de autorregistro .....................................7 
Exactitud de la conducta externa autorregistrada..................7 
Exactitud de la conducta interna autorregistrada...................8 
Variables que afectan a la exactitud del autorregistro...............9 
Conciencia de la evaluación de la exactitud ..........................9 
Refuerzo dependiente de la exactitud....................................9 
Naturaleza de la conducta .....................................................9 
Registro de respuestas concurrentes ....................................9 
Plan del autorregistro ...........................................................10 
Valencia de la conducta.......................................................10 
Entrenamiento en autorregistro............................................10 
Características del instrumento de autorregistro .................10 
Procedimientos para mejorar el empleo del autorregistro .......10 
Estimación de frecuencias.......................................................11 
Funciones terapéuticas del autorregistro.................................12 
Variables que afectan a la reactividad del autorregistro..........13 
Motivación para el cambio de conducta...............................13 
Valencia de la conducta.......................................................13 
Instrucciones del experimentador ........................................13 
Objetivos, refuerzo y retroalimentación................................14 
Número de conductas que se autorregistran conjuntamente
.............................................................................................14 
Naturaleza de la conducta ...................................................14 
 
 
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Momento del autorregistro................................................... 14 
Plan del autorregistro........................................................... 14 
Naturaleza de los procedimientos de autorregistro ............. 15 
Conclusiones........................................................................... 15 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LLAA AAUUTTOOOOBBSSEERRVVAACCIIÓÓNN 
Introducción y definiciones 
 
Desde el principio la evaluación conductual ha estado 
asociada al modelo conductual tanto en la teoría corno en su 
práctica. En su nivel más esencial, la evaluación conductual 
intenta proporcionar datos útiles que faciliten la mejora del 
funcionamiento del paciente por la reducción de las conductas 
problemáticas, el aumento de las conductas de adaptación, o los 
dos aspectos. La evaluación se concibe como un proceso en 
curso que informa y depende del resultado del tratamiento. 
Una de las bases de la evaluación conductual es el 
procedimiento de la autoobservación o autorregistro, el cual se 
refiere al sujeto que observa y recoge las veces que tienen lugar 
sus conductas'. La conducta se refiere a cualquier cosa que hace 
el paciente, lo que incluye acciones motoras externas y sucesos 
cognitivos internos (por ejemplo, una preocupación excesiva) que 
son objeto de tratamiento. El autorregistro se emplea con fines de 
evaluación y terapéuticos. Cuando se recogen datos de 
evaluación por medio de un autorregistro, su exactitud es una 
cuestión importante. Una parte de este capítulo proporciona 
ejemplos de la exactitud variable del autorregistro y describe 
procedimientos que la aumentan. Cuando se emplea el 
autorregistro con propósitos terapéuticos, su reactividad también 
es importante; así, otra parte de este capítulo describe las 
variables que afectan a la reactividad. 
Gran parte de la investigación básica del procedimiento de 
autorregistro se realizó en la década de los setenta. Aunque la 
investigación en esta técnica ha disminuido desde entonces, se 
ha producido una explosión en sus aplicaciones clínicas. El 
autorregistro se ha aplicado a la evaluación de una amplia gama 
de trastornos de la conducta, incluyendo la conducta antisocial 
(Becker y Heimberg, 1988), trastornos de ansiedad (Nietzel, 
Bernstein y Russell, 1988), trastornos alimenticios (Schlundt, 
Johnson y Jarrell, 1985), el síndrome de Tourette (Betel-son y 
Azrin, 1992) y el abuso de alcohol (Sarro, Tucker y Vuchinich, 
1989; Sobell y cols., 1989). Más aún, el autorregistro se ha 
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convertido en un componente más en muchos de los programas 
de terapia y evaluación conductual. 
Esta popularidad es congruente con varias líneas de la 
terapia de conducta contemporánea. Un sello característico de 
ésta es su énfasis en el empirismo. Una fuente primaria de datos 
de inferencia relativamente baja lo constituyen las observaciones 
de informadores independientes entrenados. Esto es 
especialmente cierto cuando la conducta es privada, como la 
conducta sexual. Las observaciones de informadores entrenados 
son, por supuesto, imposibles con conductas cognitivas. Una 
alternativa a los observadores es la recogida de datos por el 
propio paciente. En teoría, los auto-informadores pueden ser 
capaces de proporcionar datos más completos que los 
observadores porque son testigos de todo el conjunto de 
conductas, en contraste con la muestra que presencian los 
observadores (Kazdin, 1974a). 
Tres tendencias relacionadas de la terapia conductual 
marcan la importancia del autorregistro: el crecimiento de 
programas de autocontrol, el crecimiento de la terapia cognitiva y 
la expansión de la evaluación conductual tradicional para incluir 
focos simultáneos de varias conductas (Barrios, 1988). Con 
relación a los comienzos de la terapia de conducta, estos tres 
desarrollos representan una relativa disminución del control de 
agentes externos. El autorregistro es una característica clave de 
todos los programas de autocontrol. Como se ha observado 
antes, los procedimientos de la terapia cognitiva están 
condicionados por su propia naturaleza a basarse en las propias 
observaciones. Se está dando una tendencia en terapia 
conductual hacia la selección de las conductas más significativas 
clínicamente, más que basar la selección de conductas en lo que 
es más cómodo para el terapeuta.Esto da lugar con frecuencia a 
la atención simultánea a objetivos de tratamiento múltiples. 
Muchas conductas significativas son internas (por ejemplo, 
cogniciones autodespreciativas en el caso de la depresión), y que 
por tanto requieren algún tipo de autorregistro y autoinforme. 
El autorregistro es un proceso que incluye dos fases; en 
primer lugar, el sujeto o paciente debe observar o discriminar 
aspectos de su propia conducta, esto es, determinar que la 
conducta en efecto ha ocurrido y, en segundo lugar, debe 
responder con el autorregistro, esto es, emplear el procedimiento 
que recoge los casos de una conducta determinada. El 
autoinformador debe realizar ambas cosas para producir auto-
rregistros exactos. El hecho de realizar tan sólo la primera 
conducta ya puede provocar cambios conductuales. A efectos de 
investigación, teóricos y clínicos, es útil tener presente que el 
autorregistro tiene dos fases distintas (Simkins, 1971). 
Funciones del autorregistro 
 
El autorregistro es útil tanto para la evaluación como para 
fines terapéuticos. Con respecto a la evaluación, el autorregistro 
puede emplearse para obtener datos durante dos fases del 
contacto terapéutico. Durante la primera fase, es importante 
determinar las conductas y sus variables dominantes. Se pide al 
paciente que realice un diario de conductas, anotando los 
sucesos problemáticos y las circunstancias que los rodean. A 
partir de esta información, se pueden establecer patrones 
consistentes que conduzcan a la selección de conductas y 
posibles técnicas de tratamiento. En la fase siguiente de contacto 
terapéutico, el autorregistro se vuelve a emplear en la línea base 
e intervención para registrar la frecuencia de las conductas 
seleccionadas para evaluar el éxito o fracaso del tratamiento. 
Además de las funciones de evaluación, el autorregistro 
tiene generalmente una función terapéutica. Cuando se emplea 
para la obtención de datos, el procedimiento de autorregistro no 
sólo proporciona la frecuencia de la conducta sino que puede dar 
lugar a cambios en la misma. En otras palabras, el hecho mismo 
de autorregistrar una conducta hace a menudo que cambie la 
frecuencia de esa conducta. Esta reactividad demuestra ser 
terapéutica porque los cambios de conducta que tienen lugar lo 
hacen en la dirección deseada. Por medio del autorregistro, las 
conductas evaluadas positivamente aumentan y, por el contrario, 
las evaluadas negativamente disminuyen (Broden, Hall y Mitts, 
1971; Kazdin, 1974a; Cavior y Marabotto, 1976; Nelson, Lipinski 
y Black, 1976; Sieck y McFall, 1976). Dado lo deseable de estos 
cambios de las conductas, el autorregistro ha sido empleado 
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principalmente con fines terapéuticos, esto es, alterar la 
frecuencia de una conducta. Aunque la reactividad del 
autorregistro puede ser útil terapéuticamente, también es un 
condicionante cuando está en juego la exactitud de los datos. Se 
hace muy difícil obtener unos datos de línea base estables 
cuando la frecuencia de la conducta es cambiante. Igualmente, 
es difícil evaluar la eficacia de una técnica de tratamiento cuando 
tanto la técnica como los procedimientos de obtención de datos 
contribuyen al cambio de la conducta. Las dos funciones del 
autorregistro, terapia y evaluación, son examinadas con más 
detalle en el resto de este capítulo. 
Procedimientos de autorregistro 
 
No hay suficientes investigaciones que proporcionen 
directrices firmes acerca de los procedimientos e instrumentos 
más útiles de autorregistro. La discusión que sigue se basa por 
tanto en prácticas frecuentes y en meditadas especulaciones. En 
primer lugar, discutiremos algunas directrices generales para la 
selección del procedimiento de autorregistro y, a continuación, 
describiremos varios métodos. 
Una de las consideraciones más importantes en la 
selección de un procedimiento de autorregistro es que se ajuste a 
la conducta que se registra. Por ejemplo, si se pide a un paciente 
que autorregistre una conducta de gran frecuencia o casi 
continua por medio de registros de frecuencia es probable que 
deje de hacerlo por lo tedioso que resulta la tarea. En este caso, 
un procedimiento de muestreo temporal probablemente sería 
más recomendable. Del mismo modo, un paciente obeso al que 
se pide que autorregistre sólo el peso diario puede desalentarse 
por las típicas fluctuaciones y el lento avance; así, la ingestión de 
calorías puede ser una conducta más apropiada para pacientes 
obesos (Romanczyk, 1974). 
Otros factores a considerar en la elección del 
procedimiento de autorregistro son la comodidad y accesibilidad. 
Como se ha observado, el autorregistro tiene dos fases 
(discriminar y registrar las veces que ocurre una conducta). Si el 
procedimiento de autorregistro es demasiado difícil, el paciente 
puede discriminar casos de la conducta pero fracasar al dar la 
respuesta del autorregistro, con el resultado de una mínima 
exactitud. Alternativamente, el paciente puede "almacenar" los 
casos de la conducta y registrarlos sólo aperiódicamente. 
Frederiksen, Epstein y Kosevsky (1975) descubrieron que los 
autorregistros inmediatos de los cigarrillos fumados eran más 
exactos y ocasionaban mayor reducción en la conducta de fumar 
que los autorregistros nocturnos o semanales. 
Finalmente, ha de considerarse el coste y lo llamativo del 
procedimiento como factores de selección del tipo de 
autorregistro. La mayoría de los instrumentos implica pocos 
costos económicos, de hecho, los medios más corrientes 
consisten simplemente en la anotación de los casos de una 
conducta en un impreso. No obstante, en otras ocasiones se 
emplean instrumentos mecánicos como contadores de pulsera o 
relojes de pulsera electrónicos que pueden resultar más 
costosos. Hay diferentes opiniones con respecto a las ventajas 
de los instrumentos de autorregistro llamativos. Thoresen y 
Mahoney (1974) recomiendan generalmente instrumentos 
pequeños y discretos. Sin embargo, un instrumento llamativo 
puede convertirse en un estímulo discriminativo para realizar un 
autorregistro exacto y provocar cambios de conducta. Así por 
ejemplo, Maletzky (1974) observó que la frecuencia de las 
conductas no deseadas autorregistradas comenzaba a disminuir 
cuando se quitaban los contadores de muñeca. Un fenómeno 
similar fue observado por Broden y cols. (1971); la presencia de 
los trozos de papel empleados para registrar la conducta de 
estudiar parecía provocar un aumento de esta conducta, incluso 
cuando el sujeto no producía la respuesta del autorregistro. 
Como se ha dicho anteriomente, un requisito para los 
procedimientos de autorregistro es que se ajusten a la conducta 
que se registra. A continuación revisamos los distintos métodos 
de autorregistro, incluyendo narraciones, cuentas de frecuencia, 
registros de duración, procedimientos de muestreo en el tiempo y 
registros mecánicos. 
 
 
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Narraciones 
Un objetivo de las primeras fases de la evaluación 
conductual de un paciente no es sólo seleccionar las conductas 
sino determinar las variables asociadas con su presencia, 
proceso que se conoce como análisis funcional. Por ello, una de 
las formas más frecuentes de autorregistro, especialmente 
durante las primeras fases de la evaluación, es un diario de 
conducta en el que se registran los casos de conductas potencia-
les de análisis junto con las circunstancias que rodean a estos 
sucesos (antecedentes y consecuentes). Los diarios 
conductuales pueden hacerse sin estructura o proporcionarse 
directrices estructuradas. Quizá el ejemplo más conocido de 
diario conductual estructuradosea el autorregistro de 
pensamientos automáticos empleado en la terapia cognitiva de la 
depresión (Beck y cols., 1979; Burns, 1980). Aunque hay 
variaciones de este formato, la práctica común es que los 
pacientes atiendan primero a las fluctuaciones de su estado de 
ánimo. Tras experimentar un sentido creciente de disforia en 
relación con la línea base, el paciente atiende y registra sucesos 
ambientales externos que preceden al cambio y pensamientos 
acerca de estos sucesos. Otro ejemplo del uso de un diario de 
autorregistro lo proporcionan Barlow y cols. (1984); en este caso, 
pacientes con trastorno de pánico o trastorno de ansiedad 
generalizado estiman su grado de ansiedad y número de ataques 
de pánico en varios momentos a lo largo del día. Por su parte, 
más recientemente, Beidel, Neal y Laderer (1991) han empleado 
un diario para evaluar el ámbito y frecuencia de sucesos de 
ansiedad en niños pequeños. 
Registro de frecuencias 
El registro de frecuencias es un procedimiento adecuado 
cuando la conducta es discreta, esto es, cuando las duraciones 
de cada caso de la conducta no varían mucho. Para que un 
registro de frecuencias pueda compararse con otro debe 
emplearse la misma unidad de tiempo. Una forma común de 
autorregistrar es hacer marcas en un trozo de papel; por ejemplo, 
en un papel dentro del celofán de un paquete de cigarrillos en el 
que se registra la frecuencia de los cigarrillos fumados al día. 
Watson y Tharp (1972) presentaron varios procedimientos 
simples de autórregistro; por ejemplo, pasar un palillo de dientes 
o una moneda de un compartimento de su monedero a otro cada 
vez que una conducta ocurre. Las frecuencias de la conducta 
también se han registrado con una serie de instrumentos 
(Lindsley, 1968; Mattos, 1968; Mahoney, 1974a; Sheehan y 
Casey, 1974). 
Registros de la duración 
Mientras que los registros de frecuencias se emplean con 
conductas discretas, el tiempo de duración de cada ocurrencia de 
alguna conducta puede variar considerablemente. Ejemplos de 
tales conductas pueden ser la duración del tiempo en que se ve 
la televisión o que se estudia. Un registro de duración es más 
sensible a estos intervalos variables de tiempo que los registros 
de frecuencia. La duración puede autorregistrarse por medio de 
un cronómetro. Muchos relojes de pulsera comerciales incluyen 
cronómetro y su precio se ha reducido considerablemente en los 
últimos años. 
Muestreo en el tiempo 
Como alternativa al registro de la duración, el muestreo en 
el tiempo puede usarse para registrar conductas no discretas en 
aquellos casos en los que registrar cada vez que ocurre la 
conducta sería tedioso. En el muestreo de intervalos de tiempo, 
un. unidad mayor (por ejemplo, un día) se subdivide en unidades 
más pequeñas (por ejemplo, intervalos de media hora). El 
autoinformador simplemente anota si la conducta tuvo lugar o no 
en este intervalo. Aunque el muestreo es adecuado, su 
inconveniente es que cada intervalo marcado como positivo 
puede no contener frecuencias o intensidades de la conducta 
comparables. Una forma más refinada de muestreo temporal es 
el descrito por Stumphauzer (1974); se usa una escala de 
estimación de 4 puntos, donde cada intervalo se marca como 0, 
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1, 2 ó 3, dependiendo d, si la conducta no ha ocurrido, ha 
ocurrido ocasionalmente, a menudo, o muy a menudo en ese 
intervalo. 
Otra forma de muestreo temporal es un muestreo 
momentáneo (Kubany Sloggett, 1973). Un instrumento de 
cronometraje se ajusta para varios intervalos d, tiempo. Cuando 
suena, el autoinformador anota simplemente si la conducta est. 
ocurriendo en ese momento. En el muestreo momentáneo se 
registra el porcentaje el número de comprobaciones en las que 
ocurrió la conducta dividido por el número total de 
comprobaciones realizadas. Los instrumentos de cronometraje 
incluyen despertadores, relojes de pulsera con alarma y relojes 
de cocina. Si es posible, el instrumento de cronometraje debería 
ajustarse a un intervalo variable. El muestreo momentáneo fue 
usado en un estudio de Williams y Rappoport (1983) para 
registrar los pensamientos de pacientes con agorafobia 
sometidos a terapia de exposición y terapia cognitiva. 
Procedimientos de autorregistro pasivos y/o mecánicos 
Varios procedimientos mecánicos de autorregistro no 
tienen otra respuesta del informador más que el compromiso de 
usar el instrumento de autorregistro. Por ejemplo, Azrin y Powell 
(1968) desarrollaron una pitillera que registraba automáticamente 
el número de veces que era abierta. Si un sujeto cogía sólo un 
cigarrillo cada vez, y sólo fumaba cigarrillos de esta pitillera, se 
obtenía un registro automático de los cigarrillos fumados. 
Igualmente, Azrin y cols. (1968) desarrollaron un aparato que 
contabilizaba el número de veces que una persona adoptaba una 
postura inadecuada. Schwitzgebel y Kolb (1974) describen una 
variedad de otros instrumentos automáticos que, dada la 
cooperación del sujeto, registran aspectos específicos de su 
conducta. 
Otra forma de autorregistro pasivo es el registro de 
productos de conducta u otros derivados conductuales (McFall, 
1976). Por ejemplo, un sujeto puede contabilizar el número de 
cigarrillos que ha fumado contando el número de colillas del 
cenicero. En estudios de control de peso, los cambios del peso 
corporal reflejan indirectamente los cambios en las conductas 
alimenticias. De forma similar, la longitud de las uñas puede 
emplearse como un índice de medida en la onicofagia (Mc-
Namara, 1972), la longitud del pelo como una medida en la 
tricotilomanía (McLaughlin y Nay, 1975) y las calificaciones 
escolares como resultado de la conducta de estudio (Johnson y 
White, 1971). Las medidas del resultado fisiológico también 
pueden usarse; por ejemplo, el nivel de alcohol en la sangre 
puede constituir una medida del consumo de alcohol (Miller y 
cols., 1974), el análisis de orina sirve para detectar el consumo 
de drogas (Goldstein y Brown, 1970) y el monóxido de carbono 
en el aliento permite evaluar la conducta de fumar (Lando, 1975). 
McFall (1976) sugirió como forma de autorregistro pasivo los 
informes de archivo; por ejemplo, las facturas del teléfono, los 
estados de cuentas o cheques bancarios, etcétera. 
Todas estas modalidades de autorregistro, procedimientos 
mecánicos, productos de conducta e informes de archivo son 
pasivos en tanto que el paciente no necesita registrar una 
respuesta tras cada ocurrencia de la conducta concreta. No se 
sabe si tales procedimientos pasivos producen reactividad. Sin 
embargo, puede conjeturar-se que habría una menor reactividad 
que con el autorregistro activo. Otra característica común de los 
procedimientos pasivos es que permiten retrasar la 
retroalimentación. Un lapso de tiempo considerable puede 
transcurrir entre la conducta y su registro. Este retraso puede 
también atenuar la reactividad que generalmente produce el 
autorregistro. 
Autorregistro informatizado 
Una tendencia reciente de la evaluación conductual es el 
uso de pequeños ordenado-res personales para el autorregistro. 
Tombari, Fitzpatrick y Childress (1985) emplearon con éxito un 
sistema de autorregistro informatizado de la conducta de 
levantarse del asiento de un niño de sexto curso. Agras y cols. 
(1990) hicieron que pacientes obesos autorregistraran su ingesta 
de comida y conducta de ejercicio en un pequeño ordenador 
manual. Además de registrar cada conducta, los ordenadores se 
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están empleando también para resumir y analizar datos 
producidos por los procedimientos tradicionales de autorregistro 
(Schlundt, 1988).Farrell (1991) observa que los ordenadores 
tienen una serie de ventajas sobre los procedimientos 
tradicionales de autorregistro de lápiz y papel. El tiempo de 
registro de los datos se graba automáticamente asegurando que 
los pacientes no completan el trabajo de autorregistro justo antes 
de la sesión de terapia. Los ordenadores también pueden 
programarse para que indiquen a qué intervalos deben realizar 
los pacientes el autorregistro. Finalmente, los ordenadores 
pueden mejorar la exactitud. 
Gráficos 
Con independencia del procedimiento de autorregistro 
empleado, una forma adecuada de resumir los datos del 
autorregistro es un gráfico de la conducta. Generalmente, las 
unidades de tiempo aparecen en la abscisa, mientras que la 
ordenada refleja unidades de medida de la conducta (por 
ejemplo, frecuencia, porcentaje o tiempo). 
Exactitud de los datos de autorregistro 
Exactitud de la conducta externa autorregistrada 
La exactitud de los datos del autorregistro se determina 
con uno de los tres procedimientos siguientes. El primero, y más 
frecuente, es comparar los registros simultáneos hechos por 
autoinformadores y otros observadores. Por ejemplo, Herbert y 
Baer (1972) compararon los datos de un observador con los de 
dos madres para determinar la exactitud de sus autorregistros de 
atención a conductas infantiles apropiadas. El segundo 
procedimiento es comparar los registros simultáneos hechos por 
autoinformadores y por procedimientos mecánicos. Por ejemplo, 
una máquina empleada por Mahoney y cols. (1973) anotaba 
automáticamente las respuestas de los alumnos mientras que 
éstos registraban sus propias respuestas correctas; la exactitud 
del autorregistro se determinaba comparando sus respuestas con 
las de la máquina. El tercer procedimiento consiste en comparar 
los datos de los autorregistros con un producto de conducta. Por 
ejemplo, cambios de peso reflejan de forma indirecta cambios de 
hábitos alimenticios; cuando los hábitos alimenticios son 
autorregistrados, el peso corporal puede emplearse como 
comprobación de la exactitud. 
Como se observó anteriormente, los procedimientos más 
frecuentes para evaluar la exactitud de datos de un autorregistro 
son comparar sus datos con registros hechos por uno o más 
observadores externos. Sin embargo, es importante tener en 
cuenta que dos observadores pueden estar de acuerdo y sus 
registros pueden no reflejar verdaderamente la frecuencia actual 
de la conducta (Lipinski y Nelson, 1974). Además, cl acuerdo 
entre autorregistro y datos proporcionados por observadores 
puede depender de quién es el observador. Por ejemplo, Fixsen, 
Phillips y Woif (1972) descubrieron que los autorregistros hechos 
por niños de conductas de limpieza de sus habitaciones coincidía 
en un 76% con los informes de sus compañeros. Sin embargo, 
sus autorregistros y los registros de las habitaciones de sus 
compañeros coincidían con los registros de observadores adultos 
sólo en un 50%. Aunque los índices verdaderos de exactitud 
requieren que los datos autorregistrados sean comparados con 
registros mecánicos o de criterio, tales registros son a menudo 
poco prácticos o imposibles de obtener. En la literatura sobre la 
técnica de autorregistro, la exactitud se infiere generalmente del 
acuerdo entre informadores. Además, se presupone 
normalmente que los datos de los observadores son más exactos 
que los de los autoinformadores, una concepción que requiere 
más investigaciones. 
Una serie de estudios ha examinado el grado de acuerdo 
entre datos de autorregistro y de registros de observadores. 
Algunos estudios han encontrado un gran acuerdo (Azrin y 
Powell, 1969; Mahoney y cols., 1973; McKenzie y Rushall, 1974; 
Shaw, Peterson y Conc, 1974; Samo y cols., 1989), mientras que 
otros han hallado un escaso acuerdo (McFall, 1970; Herbert y 
Baer, 1972; Hendricks, Thoresen y Hubbard, 1973; Cavior y 
Marabotto, 1976). Aunque Kazdin (1974b) concluye que los 
pacientes tienden a minimizar los casos de conductas no 
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deseables y sobrevalorar las deseables con respecto a los 
observadores, este patrón no es el resultado de otros estudios 
(Nelson y cols., 1977; Nelson, Lipinski y Boykin, 1978). En el 
apartado siguiente examinamos algunas de las variables que 
afectan a la exactitud de los datos del autorregistro. 
Exactitud de la conducta interna autorregistrada 
Como se ha hecho notar, los datos directos de la 
frecuencia de los sucesos internos dependen por definición de 
algún tipo de autorregistro. Como consecuencia de la creciente 
expansión de la terapia cognitiva, los procedimientos de 
autorregistro se emplean con frecuencia para registrar 
cogniciones. Se instruye a los pacientes para que registren una 
clase de cogniciones (por ejemplo, pensamientos de autocrítica 
en casos de depresión, preocupaciones obsesivas en los 
trastornos de ansiedad...) más que la frecuencia de una sola 
cognición. Al igual que sucedía con las conductas externas, el 
autorregistro de cogniciones se emplea tanto en la fase de 
evaluación inicial como durante el tratamiento. 
Existen dos problemas relacionados con el uso del 
autorregistro para obtener datos de la frecuencia de sucesos 
cognitivas. El primero es la reactividad; no se ha establecido 
empíricamente que las conductas cognitivas sean reactivas al 
autorregistro del mismo modo que lo son las conductas externas. 
Sin embargo, la experiencia clínica sugiere que ésta es una 
realidad. Esta reactividad hace difícil establecer una línea base 
estable de la clase de conducta. Además, la eficacia de la técnica 
de tratamiento sola no puede establecerse puesto que los 
cambios de la frecuencia de las cognición registradas sólo 
pueden atribuirse a la interacción de la técnica de tratamiento y 
autorregistro. Estas cuestiones serán discutidas con detalle más 
adelante. El segundo problema es establecer la exactitud del 
autorregistro de las cogniciones. Los suceso internos son por 
definición observables sólo por el propio sujeto. Los intentos de 
corroborar indirectamente el autorregistro de cogniciones se han 
centrado en las correlaciones entre la cognición y sucesos 
observables potencialmente relacionado. Varios estudios que 
correlacionan las frecuencias de sucesos internos y externos 
potencialmente relacionados han tenido diferentes resultados. 
Williams (1976) encontró una óptima correspondencia entre 
autorregistros de pensamientos paranoides episodios de 
esofagitis, y Bariow, Leitenberg y Agras (1969) entre los 
autorregistros de impulsos sexuales específicos y una medida de 
tipos de cartas. Una reacción in versa esperada entre 
autorregistros de depresión y autorrefuerzo fue demostrada por 
Jackson (1972). No obstante, Hannum, Thoresen y Hubbard 
(1974) sólo encontraron una reacción mínima entre autocríticas 
positivas y negativas de profesores y su conducta en clase 
registrada por observadores. Por su parte, Horan y Johnson 
(1971) encontraron una correlación de 0,27 entre pérdida de 
peso y frecuencia de cogniciones relacionadas con el peso. 
Nelson, Hay y Hay (1977) encontraron sólo una relación 
moderada entre pensamientos de estudio autorregistrados y 
tiempo de estudio autorregistrado. 
La baja correlación entre la frecuencia de cogniciones 
autorregistrados y la frecuencia de sucesos externos 
supuestamente relacionados tiene dos explicaciones posibles. 
Una es que la relación entre las dos es realmente débil; esta 
opinión es consistente con la formulación de Lang (1968) de la 
relativa independencia entre conductas interna, autónoma y 
externa. Una segunda explicación de las bajas correlaciones es 
que las conductas están de hecho muy correlacionadas pero que 
las frecuencias registradas por los autoinformadores de sus 
conductas internas son inexactas, dando lugar así a la baja 
correlación.En conclusión, una alta correlación entre la 
frecuencia autorregistrada de un suceso interno y la frecuencia 
observada de un suceso externo puede dar algún crédito a los 
datos autorregistrados. Sin embargo, una baja correlación no 
puede tomarse como evidencia de un autorregistro inexacto 
puesto que se puede asumir que los dos grupos de conductas 
estén estrechamente relacionados. 
 
 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 9 
 
Variables que afectan a la exactitud del autorregistro 
Conciencia de la evaluación de la exactitud 
Una variable que influye en la exactitud del autorregistro 
es la conciencia de la evaluación de la exactitud. El autorregistro 
es más exacto cuando los autoinformadores son conscientes de 
que su exactitud está siendo registrada más que cuando lo es de 
forma encubierta. Este hallazgo ha sido refutado en varios 
estudios (Lipinski y Ncl. son, 1974; Santogrossi, 1974; Lipinski, 
Black, Nelson y Ciminero, 1975; Nelson. Pinski y Black, 1975). 
Refuerzo dependiente de la exactitud 
Otra variable que se ha demostrado que influye en la 
exactitud de los datos de autorregistro es el refuerzo dependiente 
de la exactitud. Fixsen y cols. (1972) hallaron que un coeficiente 
de 0,76 de acuerdo entre autoinformes e informes de 
compañeros acerca de la conducta de la limpieza podía 
mejorarse hasta un 0,86 por medio de re-fuerzo dependiente. 
Otros estudios han encontrado efectos similares del refuerzo de 
la exactitud del autorregistro (Flowers, 1972; Lipinski y cols., 
1975; Peterson, House y Alford, 1975; Nelson y cols., 1976). 
Además, del mismo modo en que se ha de-mostrado que el 
refuerzo positivo aumenta la exactitud de los datos del 
autorregistro, se ha demostrado que el castigo reduce la 
discrepancia de los autorregistros (Seymour y Stokes, 1976). 
Dado que las consecuencias dependientes alteran la 
exactitud del autorregistro, otra cuestión es si estas 
consecuencias pueden eliminarse gradualmente manteniendo 
una gran exactitud. Drabman, Spitalnik y O'Leary (1973) y 
Turkewitz, O'Leary y Ironsmith (1975) presentan intentos 
fracasados de mantener una gran exactitud de las 
autoestimaciones de conductas de clase eliminando 
gradualmente las comprobaciones de exactitud y refuerzo. En 
estos dos estudios, se fue reduciendo el número de niños cuyas 
autoestimaciones se examinaban. No obstante, cuando el 
número de días en que se comprobaba la exactitud del 
autoinforme y consiguientemente se reducía empleando un 
programa de proporción variable, la exactitud del autorregistro se 
mantenía (Layne y cols., 1976). 
Naturaleza de la conducta 
Mientras que se ha demostrado que la conciencia de la 
evaluación de la exactitud y el refuerzo a los datos 
autorregistrados incrementan la exactitud del autorregistro, las 
restantes variables discutidas tienen mucho menor apoyo 
empírico. Una de estas variables es la naturaleza de la conducta 
autorregistrada. Bailey y Peterson (1977) propusieron que las 
respuestas verbales pueden ser más difíciles de autorregistrar 
con exactitud que las respuestas motoras. El apoyo preliminar a 
esta hipótesis fue dado por los estudios de Peterson y cols. 
(1975), Cavior y Marabotto (1976), y Hayes y Cavior (1977). Por 
el contrario, Willis y Nelson (1982) no encontraron diferencias de 
exactitud en el autorregistro entre conductas verbales y motoras 
en un estudio análogo. Sin duda, se necesitan más 
investigaciones para determinar la dificultad relativa de 
autorregistrar otros tipos de conductas. 
Registro de respuestas concurrentes 
Cavior y Marabotto (1976) demostraron que la exactitud 
del autorregistro era de 0,37 cuando los sujetos autorregistraban 
sus conductas verbales mientras entablaban una interacción 
entre dos participantes, elevándose a 0,89 cuando se les daba la 
oportunidad de autorregistrar sus conductas verbales en cintas 
de vídeo. Es posible que los sujetos no pudieran realizar el 
autorregistro en la interacción de dos participantes por la 
interferencia de conductas concurrentes. Los efectos 
perjudiciales de la respuesta concurrente en la exactitud del 
autorregistro fueron confirmados por los experimentos de 
Epstein, Webster y Miller (1975) y Epstein, Miller y Webster 
(1976). Los sujetos cometían menos errores en su autorregistro 
de la respiración cuando estaban atareados sólo con el 
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MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 10 
 
autorregistro que cuando realizaban una tarea concurrente 
consistente en presionar una palanca. 
Plan del autorregistro 
Frederiksen y cols. (1975) demostraron que cuando los 
sujetos autorregistraban cada cigarrillo fumado, su exactitud de 
autorregistro era mayor (93,59%) que cuando autorregistraban el 
número de cigarrillos fumados al final del día (85,77%) o al final 
de la semana (87,32%). 
Valencia de la conducta 
Kanfer (1976) sugirió a los sujetos realizar autorregistros 
menos exactos de conductas con valencia negativa que de 
conductas con valencia positiva. Puesto que la atención a 
conductas negativas puede producir una autoevaluación 
negativa, los pacientes pueden evitar atender a conductas no 
deseadas, produciendo entonces datos inexactos. La sugerencia 
de Kanfer ha recibido algún apoyo científico. Por ejemplo, Nelson 
y cols. (1976) encontraron un mayor índice de acuerdo entre 
auto-informadores adultos retardados y observadores en la 
conducta positiva de la conversación social que en la conducta 
negativa de tocarse la cara. Resultados similares obtuvieron 
Nelson y cols. (1977) y Nelson y cols. (1980). En cambio, Willis y 
Nel son (1982) encontraron que las conductas con valencia 
negativa se autorregistraban con mayor exactitud que las de 
valencia positiva en el caso de estudiantes universitarias. 
Entrenamiento en autorregistro 
En un intento por aumentar la escasa exactitud con la que 
sus sujetos registraban la frase you know, Peterson y cols. (1975) 
les pidieron que practicaran el autorregistro en vídeo. Mientras 
que este procedimiento era eficaz para elevar la exactitud a un 
62% en el autorregistro, el entrenamiento no se extendió a la 
conversación en vivo, donde la exactitud descendió al 20%. Para 
el entrenamiento de sujetos adolescentes retardados, Nelson y 
cols. (1978) emplearon tanto práctica de vídeo como práctica en 
situación de clase; cuatro sujetos entrenados autorregistraron 
con mayor exactitud sus intervenciones de clase apropiadas 
(0,91) que cinco sujetos menos entrena dos (0,78). Hamilton y 
Bornstein (1977) también encontraron que la práctica en el 
autorregistro de faltas de fluidez en el habla de cinta de audio y 
situaciones en vivo producía mayor exactitud del autorregistro 
que una condición de control. Sin embargo, se requiere más 
investigación para delimitar los componentes de procedimientos 
eficaces de entrenamiento. 
Características del instrumento de autorregistro 
Como se ha descrito anteriormente, hay una gran 
variedad de instrumentos de autorregistro. Sin embargo, las 
características de estos instrumentos que pueden afectar a la 
exactitud del autorregistro casi no han recibido atención empírica. 
Aunque se ha sugerido que lo llamativo del instrumento de 
autorregistro afecta a la exactitud, Nelson y cols. (1978) no 
encontraron diferencias en la exactitud entre un llamativo 
contador manual y otro más discreto llevado en el cinturón. Es 
necesaria mayor investigación para proporcionar directrices 
establecidas experimentalmente para que la selección de los 
instrumentos de autorregistro aumente la exactitud de los datos 
resultantes. 
En resumen, la exactitud de los datos del autorregistro es 
desigual. Se han definido algunas variables que afectan a la 
exactitud de los datos delautorregistro. Existe un amplio apoyo 
empírico para los efectos de algunas de estas variables (por 
ejemplo, la conciencia de la evaluación de la exactitud y el 
refuerzo de la exactitud). Sin embargo, hace falta más 
investigación para estudiar otras variables que puedan mejorar la 
exactitud de esta técnica de evaluación psicológica. 
Procedimientos para mejorar el empleo del autorregistro 
 
Una cuestión más importante aún que inducir a los 
pacientes para que produzcan datos de autorregistro exactos es 
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persuadirlos para el autorregistro mismo. Algunas sugerencias 
prácticas para asegurar la recogida consistente de datos han sido 
aportadas por Mahoney (1977). Una de sus sugerencias es 
proporcionar al sujeto un instrumento simple y fiable que sea 
compatible con la conducta. igualmente, el procedimiento de 
medida, esto es, registro de frecuencias o de duración, debe ser 
adecuado para la conducta. Un paciente puede dejar el 
autorregistro si el procedimiento de medida no es apropiado para 
la conducta o si no se adecua al procedimiento de medida y la 
conducta. Los terapeutas han de ser creativos e ingeniosos para 
hacer frente a las necesidades de los pacientes. Por ejemplo, un 
magnetófono puede emplearse para mejorar el autorregistro de 
pacientes a los que disgusta escribir. 
Otra cuestión es determinar qué pacientes son adecuados 
para los procedimientos de autorregistro. En nuestra experiencia, 
la mayoría de los pacientes es capaz de proporcionar datos útiles 
por medio de algún tipo de autorregistro, en tanto que se adapte 
la estrategia cíe evaluación al paciente. A algunos pacientes hay 
que analizarlos cuidadosamente antes de iniciar el autorregistro. 
Por ejemplo, puede ser poco acertado prescribir el autoinforme 
en pacientes cuya cuantificación es sospechosa. Igualmente, 
algunos pacientes con trastornos obsesivo-compulsivos pueden 
emplear demasiado tiempo en el autorregistro, hasta el punto de 
que la tarea se convierta en un problema. Tras determinar que un 
paciente es apto para el autorregistro, debe entrenársele para 
discriminar las ocurrencias de la conducta y usar el instrumento 
de autorregistro. Mahoney (1977) proporciona unos pasos para 
este entrenamiento: 
 
1. Dar definiciones explícitas y ejemplos de las conductas a 
registrar. 
2. Proporcionar instrucciones de autorregistro explícitas. 
3. Mostrar el uso adecuado del instrumento de autorregistro. 
4. Pedir al paciente que repita las definiciones e instrucciones 
del autorregistro. 
5. Hacer que el paciente autorregistre varios casos de la 
conducta tal como lo describió el terapeuta. 
 
Mahoney (1977) también propuso que se autorregistraran 
conductas positivas en vez de negativas cuando fuera posible y 
que el terapeuta motivara y reforzara al paciente para la 
producción de datos de autorregistro. La motivación del terapeuta 
puede llevar consigo la afirmación de la importancia del 
autorregistro o el ejemplo del propio uso de la estrategia por 
parte del terapeuta. 
Estimación de frecuencias 
 
Un presupuesto tácito de los procedimientos de 
autorregistro es que producen datos más exactos que los que 
resultarían de las meras preguntas al paciente sobre la 
estimación de la frecuencia de una conducta en un período de 
tiempo específico. Sin embargo, existen dudas sobre este 
presupuesto por el fenómeno conocido como "procesamiento 
automático", descrito en la literatura de psicología cognitiva 
(Hasher y Zacks, 1984). El procesamiento automático se refiere a 
que la frecuencia de ciertos datos es registrada automáticamente 
sin la conciencia del individuo. La investigación básica 
empleando paradigmas experimentales análogos ha demostrado 
que los sujetos son sorprendentemente exactos cuando se les 
pide que estimen la frecuencia de distintos sujetos que no han 
contado (Hasher y Zacks, 1979, 1984). Aplicando este trabajo a 
la evaluación conductual, Nelson-taray y cols. (1990) hicieron que 
un grupo de sujetos autorregistraran la frecuencia de una 
conducta verbal durante una conversación con un pariente, 
mientras que otro grupo simplemente estimó la frecuencia de la 
conducta tras la conversación. Aunque el grupo del autorregistro 
produjo datos más fiables que el de la estimación, las 
estimaciones de estos últimos no se desviaban mucho de la 
frecuencia real de la conducta. No obstante, en otro estudio, 
Farmer y Nelson-Gray (1990) hallaron que las estimaciones de 
los sujetos se desviaban sustancialmente de la frecuencia real y 
que las conductas de baja frecuencia se estimaban con menor 
exactitud que las de frecuencia moderada o alta. En conjunto, 
estos estudios sugieren que la estimación de frecuencia puede 
proporcionar datos suficientemente exactos para fines clínicos, 
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MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 12 
 
pero sólo bajo ciertas condiciones. La estimación de la frecuencia 
es obviamente un trabajo menos intenso que el autorregistro y 
elimina las dificultades asociadas con la obediencia del paciente 
al autorregistro. Sin embargo, se requiere mucha más 
investigación para delimitar las condiciones bajo las que la 
estimación de la frecuencia puede ser una alternativa viable al 
autorregistro. 
Funciones terapéuticas del autorregistro 
 
Tal como hemos visto, la acción misma del autorregistro 
tiende a producir cambios en la conducta misma, proceso 
conocido como reactividad. Aunque este fenómeno presenta 
evidentes problemas cuando la exactitud de los datos está en 
juego, la reactividad del autorregistro es útil en terapia puesto 
que la dirección del cambio es normalmente positiva, esto es, las 
conductas deseables tienden a aumentar en frecuencia cuando 
se autorregistran, mientras que las no deseables tienden a 
disminuir. En este apartado revisaremos brevemente varios 
estudios que muestran el fenómeno de la reactividad y a 
continuación examinaremos las variables que influyen en ella. 
Los efectos de reactividad del autorregistro han sido 
refutados en numerosas ocasiones por medio de estudios de 
casos, en diseños experimentales intra e intersujeto. Las 
siguientes conductas relevantes clínicamente han sido alteradas 
por el autorregistro: alucinaciones (Rutner y Bugle, 1969), 
tricotilomanía (Bayer, 1972), morderse los labios (Ernst, 1973), 
consumo de alcohol (Sobell y Sobell, 1973), conductas motoras 
repetitivas (Maletzky, 1974), pensamientos obsesivos 
(Frederiksen, 1975), insomnio (Jason, 1975), ideas paranoides 
(Williams, 1976) y consumo de anfetaminas y pensamientos 
relacionados con las drogas (Hay, Hay y Angle, 1977). 
Los diseños experimentales de N = 1 incluyen la 
demostración B-A-B de Leitenber y cols. (1968) en la que un 
paciente con claustrofobia aumentaba el tiempo que estaba en 
una pequeña habitación cuando usaba un cronómetro para 
determinar el tiempo transcurrido en cada prueba. Usando un 
diseño inverso, Herbert y Baer (1972) hallaron que el 
autorregistro aumentaba la atención materna dependiente y 
conductas infantiles apropiadas. Por su parte, McKenzie y 
Rushall (1974) informan de dos experimentos, uno empleando un 
diseño de línea base múltiple y otro un diseño inverso; ambos 
estudios demostraron que los nadadores podían emplear 
autorregistros para mejorar varios aspectos de la natación. 
Usando diseños de línea de base múltiple en varias conductas de 
dos personas con tics motores, Thomas, Abrams y Johnson 
(1971) y Hutzell, Platzek y Logue (1974) demostraron que la fre-
cuencia cíe éstos se reducía eficazmente por medio de su 
autorregistro. Finalmente, un diseño de línea base múltiple en 
distintas situaciones fue empleado por Seymour y Stokes (1976) 
para demostrarque el autorregistro aumentaba la frecuencia de 
las conductas de trabajo en chicas delincuentes. 
Los diseños experimentales entresujeto han demostrado 
también los efectos re-activos del autorregistro. Así, estudiantes 
universitarios que autorregistraron sus actividades de estudio 
obtenían mejores calificaciones que los sujetos de un grupo 
control y los sujetos que autorregistraban sus salidas (Johnson y 
White, 1971). Vargas y Adesso (1976) encontraron una longitud 
de uñas mayor en onicófagos que autorregistraban el comerse 
las uñas que en aquellos que no se autorregistraban. 
Finalmente, una serie de estudios ha comparado los 
efectos reactivos del autorregistro con cambios de conducta 
producidos por otras técnicas terapéuticas. Nelson y cols. (1976) 
hallaron que el autorregistro de adultos retardados era más eficaz 
que la economía de fichas para incrementar la frecuencia de tres 
conductas deseables: conversación social, limpieza de la 
habitación y participación en actividades recreativas. En otro 
diseño entresujeto, se demostró que el autorregistro en pacientes 
con agorafobia producía tanto tiempo en el exterior como el 
refuerzo diferencial para excursiones largas (Emmelkamp y Ultee, 
1974) y como la inundación en imaginación y en vivo 
(Emmelkamp, 1974). Se ha demostrado que una combinación de 
autorregistro y autorrefuerzo produce una mayor pérdida de peso 
que el autorregistro sólo (Mahoney, Moura y Wade, 1973; 
Mahoney, 1974b; Bellack, 1976). Igual-mente, Silber y Haynes 
(1992) han encontrado que el autorregistro combinado con una 
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modificación de hábitos produce reducciones significativas de la 
onicofagia, mientras que el autorregistro sólo no lo hace. 
Aunque todos los estudios anteriores demostraron los 
efectos reactivos del autorregistro, en otros estudios no se 
produjo dicho efecto (Mahoney, 1971; Jackson, 1972; 
McNamara, 1972; Sobell y cols., 1989). Los resultados variables 
del autorregistro fueron tipificados por Zimmerman y Levitt 
(1975); de veintidós pacientes a los que catorce terapeutas 
distintos pidieron que se autorregistraran, se produjeron cambios 
reactivos en ocho de ellos dirigidos por siete terapeutas distintos. 
McFall (1976) comentó que contabilizar el número de estudios en 
los que el autorregistro es reactivo o no es probablemente algo 
poco productivo en términos de comprensión de efectos 
inconsistentes. Un enfoque más fructífero es examinar las 
variables específicas que parecen controlar la reactividad del 
autorregistro. 
Variables que afectan a la reactividad del autorregistro 
Motivación para el cambio de conducta 
La sugerencia de que la motivación para un cambio de 
conducta influye en la reactividad del autorregistro se basa en 
gran medida en estudios de tabaquismo. Los sujetos 
seleccionados por McFall y Hammen (1971) fueron estudiantes 
que informaron estar muy motivados para dejar de fumar. Bajo 
estas condiciones, los cuatro grupos de sujetos redujeron la 
cantidad de cigarrillos con independencia del procedimiento 
específico de autorregistro empleado. Por cl contrario, los sujetos 
de McFall (1970) eran fumadores que cuando no estaban 
motivados para dejar de fumar realizaban un autorregistro del 
número de cigarrillos fumados superior al real, aunque el 
autorregistro de impulsos resistidos hacía disminuir la frecuencia 
de fumar. Una compara ción específica de fumadores motivados 
y no motivados fue realizada por Lipinski y cols. (1975); el 
autorregistro reducía la conducta de fumar sólo en los fumadores 
motivados. La influencia de la motivación en la reactividad del 
autorregistro fue verificada con una conducta distinta por Komaki 
y Dore-Boyce (1978); el autorregistro aumentaba la participación 
verbal sólo de los estudiantes que habían expresado su interés 
en modificar esta conducta. 
Valencia de la conducta 
Mientras que la motivación de los pacientes puede 
determinar si cambios reactivos tienen lugar con el autorregistro, 
la valencia de la conducta puede determinar la dirección de 
dichos cambios. El autorregistro aumenta normalmente la 
frecuencia de las conductas deseables y disminuye la de las no 
deseables. Esta conclusión se confirmó en dos estudios de 
laboratorio donde se asignaron valencias positivas o negativas a 
la misma conducta. El autorregistro aumentó las autocríticas 
cuando se les asignaba una valencia positiva y las reducía 
cuando se les asignaba una valencia negativa (Kazdin, 1974a). 
Resultados similares fueron obtenidos por Siecek y McFall (1976) 
cuando se asignaban valencias positivas o negativas al número 
de parpadeos. Un tercer estudio de Cavior y Marabotto (1976) 
también obtuvo resultados consistentes cuando los sujetos 
mismos seleccionaban una conducta verbal que consideraban 
positiva o negativa. En un entorno natural, Broden y cols. (1971) 
hallaron que el autorregistro aumentaba la conducta de estudio 
de una niña de doce años y, contrariamente, reducía las 
intervenciones inadecuadas de su compañera en clase. 
Igualmente, con adultos retardados, Nelson y cols. (1976) 
demostraron que el autorregistro de una conducta positiva (la 
conversación social) aumentaba su frecuencia y, por el contrario, 
el de una negativa (tocarse la cara) disminuía. 
Instrucciones del experimentador 
Además de las instrucciones concernientes a la valencia 
de las conductas descritas arriba, se han examinado otros dos 
tipos de instrucciones del experimentador: la expectativa acerca 
de la dirección del cambio de conducta y la demanda de cambio 
de conducta diferencial. No se ha demostrado que estos dos 
tipos de instrucciones produzcan un cambio de conducta 
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diferencial en los sujetos. Ya se dijera a los sujetos que cl 
autorregistro disminuiría, aumentaría o dejaría igual la frecuencia 
con que se tocaban la cara, cl autorregistro claramente redujo la 
frecuencia en todos los grupos (Nelson y cols., 1975). Por su 
parte, Orne (1970) y Kazdin (1974b) sugirieron que la demanda 
implícita o explícita para producir un cambio de conducta 
diferencial puede contribuir a la reactividad del autorregistro. De 
todas las instrucciones investigadas hasta ahora, sólo la 
inducción de la valencia ha tenido éxito en la producción de cam-
bios de conducta diferenciales durante el autorregistro. 
Objetivos, refuerzo y retroalimentación 
Otro grupo de variables que contribuyen a la reactividad 
del autorregistro es el en-torno de los objetivos de actuación y el 
refuerzo o retroalimentación dependiente de la actuación del 
autoinformador. En un estudio de Kazdín (1974a), los sujetos a 
los que se dio un objetivo específico de entre las autocríticas 
posibles durante el autorregistro produjeron más afirmaciones 
que un grupo de registro al que no se le instruyó. Kazdin (1974a) 
también alteró la cantidad de retroalimentación dada a sus suje-
tos autoinformadores; los autoinformadores a los que se permitió 
ver el contador con que se autorregistraban hicieron más 
autocríticas que los que tenían tapados los contadores. Cuando 
los autoinformadores adultos retardados creían que los refuerzos 
comestibles dependían de los cambios de frecuencia de la 
respuesta, aumentaban la frecuencia de las veces que hablaban 
y que tocaban objetos del entorno y normal-mente disminuían las 
veces que se tocaban la cara (Nelson y cols., 1976). Igualmente, 
el refuerzo monetario dependiente de la disminución de tocarse 
la cara produjo reducciones por debajo de los niveles de la línea 
base en estudiantes universitarios (Lipinski y cok., 1975). 
Número de conductas que se autorregistran conjuntamente 
Hayes y Cavior(1977) pidieron a un grupo de sujetos que 
autorregistraran una, dos o tres conductas a la vez; usando la 
proporción de cambio como medida dependiente, encontraron 
que los efectos reactivos del autorregistro eran mayores cuando 
sólo se autorregistraba una sola conducta; el autorregistro de dos 
o tres conductas no producía una reactividad significativa. 
Naturaleza de la conducta 
Peterson y cols. (1975) sugirieron que el autorregistro es 
más reactivo cuando la conducta es no verbal que cuando es 
verbal. En su estudio, el autorregistro produjo mayores cambios 
en la frecuencia de tocarse la cara que en la frecuencia de dos 
expresiones verbales. Similares resultados fueron obtenidos 
posteriormente por Hayes y Cavior (1977). Otros estudios han 
demostrado que la reactividad depende de la conducta específica 
que se asigne para el autorregistro. Romanczyk (1974) encontró 
que el registro del peso diario y de la ingestión de calorías 
producía mayor pérdida de peso que únicamente el registro del 
peso. Por su parte, Gottman y McFall (1972) de-mostraron que el 
autorregistro de la participación en clase aumentaba la frecuencia 
de la conducta, mientras que cl autorregistro de impulsos no 
realizados de participa) disminuía su frecuencia. 
Momento del autorregistro 
La reactividad del autorregistro también parece estar 
afectada por el momento en t que se realiza el autorregistro en 
relación a la conducta registrada. Kanfer (1976) señaló que 
registrar antes de la aparición de la conducta en vez de hacerlo 
después conducía una mayor reactividad porque la respuesta del 
autorregistro interrumpe su cadena de conducta y proporciona 
una alternativa a ésta. Sin embargo, con niños pequeños, Nelson 
y cols. (1977) hallaron que el autorregistro previo o posterior a las 
intervenciones en clase no afectaba diferencialmente a la 
reactividad de las intervenciones apropiadas o inapropiadas. 
Plan del autorregistro 
Mahoncy y cols. (1973) hallaron que un autorregistro 
continuo de respuestas correctas producía sesiones de estudio 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 15 
 
más largas que el autorregistro intermitente (por ejemplo, 
registrar cada tres respuestas correctas). Igualmente, 
Frederiksen y cols. (1975) encontraron mayores reducciones en 
la conducta de fumar cuando se registraba cada cigarrillo que 
cuando se hacían registros totales diarios o semanales. 
Naturaleza de los procedimientos de autorregistro 
El procedimiento mismo de autorregistro puede servir 
como estímulo discriminativo que controla la frecuencia de la 
respuesta registrada. Los resultados presentados por Nelson y 
cols. (1978) sugerían que un instrumento más llamativo puede 
producir mayor reactividad que otro menos llamativo. Asimismo, 
Kirby, Fowler y Baer (1991) han hallado recientemente mayor 
reactividad en la actuación de niños en matemáticas cuando se 
empleaba un instrumento más llamativo de autorregistro. 
Puesto que el autorregistro produce cambios de conducta 
en direcciones deseables, el objetivo en situaciones terapéuticas 
debería ser incrementar la reactividad. Las siguientes 
sugerencias para mejorar la reactividad están basadas en la 
investigación descrita anteriormente: 
a. La reactividad es más probable cuando los pacientes 
están muy motivados para cambiar la conducta y cuando se les 
dan objetivos de actuación específicos con retroalimentación y 
refuerzo para cumplir esos objetivos. 
b. El instrumento de autorregistro debería ser 
relativamente llamativo y seleccionar sólo una conducta de 
autorregistro en un intervalo. 
c. Debe registrarse cada ocurrencia de la conducta y el 
registro de conductas no deseables debería hacerse antes de la 
conducta en vez de después. 
Como resulta obvio de la discusión anterior, muchos de 
los factores que afectan a la exactitud del autorregistro también 
influyen en el grado de reactividad producido por el 
procedimiento. Esto plantea la cuestión de si la reactividad es 
estrictamente dependiente de la exactitud. Nelson y McReynolds 
(1971) sugieren que aunque el autorregistro pueda ser inexacto, 
puede no obstante producir efectos reactivos consistentes. Esta 
sugerencia fue confirmada experimentalmente por Broden y cols. 
(1971), Fixsen y cols. (1972), Herbert y Baer (1972) y Lipinski y 
Nelson (1974), de-mostrando todos ellos que el autorregistro 
producía efectos reactivos aunque fuera inexacto con respecto a 
las observaciones externas. Además, Hayes y Cavior (1977) 
concluyeron que la exactitud del autorregistro no se 
correlacionaba con la magnitud de sus efectos reactivos. Así, a 
pesar de la superposición de variables que contribuyen a la 
exactitud y reactividad de los datos autorregistrados, los dos 
aspectos parecen ser independientes en gran medida. No se 
sabe si esta discrepancia se debe a errores de discriminacion de 
la conducta o a la respuesta de registro. 
Conclusiones 
 
El autorregistro sigue siendo uno de los pilares del 
enfoque conductual de la evaluación y tratamiento de una amplia 
gama de fenómenos conductuales y clínicos. Se ha identificado 
una serie de variables que afecta a la exactitud y reactividad de 
los datos autorregistrados, pero es necesaria más investigación a 
este respecto. Aunque la investigación básica de los mecanismos 
que subyacen al autorregistro ha ido disminuyendo en la última 
década, las aplicaciones clínicas del autorregistro se han 
extendido ampliamente. En relación con los comienzos de la 
evaluación conductual, en los que el autorregistro se aplicaba 
principalmente a conductas discretas y observables, ha habido 
una tendencia a la aplicación del procedimiento a una amplia 
gama de conductas que son importantes clínicamente aunque 
difíciles de evaluar. Por ejemplo, el autorregistro se emplea cada 
vez con más frecuencia para evaluar simultáneamente conductas 
múltiples que covarían (por ejemplo, síndromes clínicos), así 
como para evaluar cogniciones. La llegada del ordenador 
personal ha comenzado a dejar su marca en el procedimiento a 
medida que se desarrollan procedimientos de autorregistro. Es 
probable que éstos y otros avances den lugar al aumento cíe 
popularidad del autorregistro como importante instrumento clínico 
y de investigación. 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
	LA AUTOOBSERVACIÓN
	Introducción y definiciones
	Funciones del autorregistro
	Procedimientos de autorregistro
	Narraciones
	Registro de frecuencias
	Registros de la duración
	Muestreo en el tiempo
	Procedimientos de autorregistro pasivos y/o mecánicos
	Autorregistro informatizado
	Gráficos
	Exactitud de los datos de autorregistro
	Exactitud de la conducta externa autorregistrada
	Exactitud de la conducta interna autorregistrada
	Variables que afectan a la exactitud del autorregistro
	Conciencia de la evaluación de la exactitud
	Refuerzo dependiente de la exactitud
	Naturaleza de la conducta
	Registro de respuestas concurrentes
	Plan del autorregistro
	Valencia de la conducta
	Entrenamiento en autorregistro
	Características del instrumento de autorregistro
	Procedimientos para mejorar el empleo del autorregistro
	Estimación de frecuencias
	Funciones terapéuticas del autorregistro
	Variables que afectan a la reactividad del autorregistro
	Motivación para el cambio de conducta
	Valencia de la conducta
	Instrucciones del experimentador
	Objetivos, refuerzo y retroalimentación
	Número de conductas que se autorregistran conjuntamente
	Naturaleza de la conducta
	Momento del autorregistro
	Plan del autorregistro
	Naturaleza de los procedimientos de autorregistro
	Conclusiones

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