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Rafael Bisquerra 2 Índice Prólogo Introducción 1. Emociones y política ¿Cómo se activan las emociones? La valoración automática Objeto y causa de la emoción La emoción como respuesta compleja del organismo La predisposición a la acción ¿Emoción o emociones? Los fenómenos afectivos Las emociones en la toma de decisiones ¿Por qué no hay Premio Nobel de Matemáticas? Alexitimia política y científica Emociones individuales y colectivas Emoción, movimientos sociales y cambio político El sentimiento de identidad nacional Ira y miedo como motores de la política en la historia Resumen y conclusiones 2. Inteligencia y emoción La inteligencia emocional Las competencias emocionales La inteligencia afectiva en la política Partidistas y deliberativos Inteligencia y emoción en la política Resumen y conclusiones 3. Las emociones en las tensiones políticas Emoción y comportamiento: el caso del miedo y la cobardía Integridad y competencia en las campañas políticas Las emociones en las crisis La esfera pública emocional Extremismos y necesidad de regulación emocional El desplazamiento social Emociones y nacionalismos Represión de la emoción 3 Resumen y conclusiones 4. Trauma y política del miedo El trauma en política El trauma del terrorismo La política del miedo La transmisión intergeneracional del trauma La narrativa del trauma Significantes y emoción Instrumentalidad emocional estructural Resumen y conclusiones 5. Emociones colectivas y cambio social Emociones colectivas El miedo colectivo como fuerza política motivadora El contagio emocional El clima emocional Clima emocional y comportamiento colectivo La superación del miedo como objetivo de la política Del miedo a la ira Resumen y conclusiones 6. Las emociones en la protesta política Emociones que predisponen a la protesta Dinámicas emocionales en la protesta Emociones basadas en el grupo Emociones de protesta y tendencias de acción Momentos en la protesta Indignaos Resumen y conclusiones 7. Emoción y transiciones políticas El mundo como sistema Las emociones en las transiciones de los países comunistas Factores para la transición Factores emocionales La ira en las transiciones del comunismo Transiciones y no transiciones El efecto solidaridad: moral y emoción Condición necesaria pero no suficiente Las emociones en la «primavera árabe» Origen y evolución de la primavera árabe 4 Resumen y conclusiones 8. Emoción y violencia en política Política, emoción y violencia Vergüenza y orgullo en política Vergüenza, humillación, ira y violencia Historia y emoción Humillación y violencia El efecto mariposa Resumen y conclusiones 9. Política y construcción del bienestar Un sistema social y político basado en el miedo y la ira El amor en la política El bienestar como objetivo de la política Tipos de bienestar El bienestar emocional El bienestar se construye Educación emocional para la construcción del bienestar Desarrollar un detector de emociones tóxicas Resumen y conclusiones 10. Hacia un cambio de paradigma Hacia un cambio emocional Un cambio de paradigma De la política a las ciencias sociales Perspectivas de futuro Conclusiones Bibliografía Créditos 5 PRÓLOGO ¿Para qué sirven las emociones? La principal función de las emociones es ayudar a las personas y a las sociedades a aumentar las probabilidades de supervivencia. La segunda función probablemente sea el bienestar emocional, que coincide en gran medida con la felicidad. La supervivencia depende de la convivencia en paz, que a su vez aumenta las probabilidades de bienestar. Así pues, tenemos un nexo de unión entre emoción, supervivencia, convivencia y bienestar. ¿Para qué sirve la política? Para gestionar la convivencia y el bienestar de la ciudadanía. Como consecuencia, la relación entre emoción y política es tan evidente que no necesitaría mayor justificación. Pero además de esto, las evidencias demuestran que las emociones están presentes en los procesos políticos de todo tipo: campañas electorales, debates políticos, resultados de las elecciones, conflictos, protestas, transformaciones sociales y políticas, etc. Curiosamente, en las manifestaciones de los profesionales de la política, en los discursos políticos, en los análisis políticos, en los debates sobre política, en las tertulias de comentaristas políticos, etc., las emociones suelen estar ausentes, al menos explícitamente. Este libro se propone llamar la atención sobre esta ausencia. Se necesita sensibilizar a la clase política, a los analistas políticos, a los investigadores en ciencias políticas y en ciencias sociales y a la sociedad en general del peso que tienen las emociones en los procesos políticos. Consideramos que esta es una laguna en el conocimiento que necesitamos superar. Por todo ello, este libro va dirigido a un amplio espectro de potenciales lectores: políticos, periodistas, comentaristas políticos, psicólogos, investigadores en ciencias sociales, educadores y la sociedad en general. Todos pueden encontrar elementos y claves que les ayuden a comprender mejor la importancia de las emociones en los movimientos sociales y políticos. Los dos primeros capítulos se proponen presentar el marco conceptual de las emociones y de las competencias emocionales. Se explica qué son las emociones y cómo pueden influir en el comportamiento, y, por tanto, cómo afectan a las relaciones interpersonales, los conflictos, la convivencia, la política y muchos aspectos de la vida. También se analiza cómo las emociones no son solamente un fenómeno individual, sino que se producen emociones colectivas, que generan contagios emocionales y climas emocionales que pueden ser tóxicos. Todo esto nos lleva a la necesidad de desarrollar competencias emocionales para una mejor convivencia y bienestar. Del capítulo tres al ocho se analizan diversas situaciones políticas desde la perspectiva de las emociones. En concreto, se tratan temas relacionados con las 6 tensiones políticas, los traumas políticos, los cambios sociales, las protestas, las transiciones políticas, la violencia, etc. La intención es aportar evidencias empíricas de la importancia de las emociones en los procesos políticos. Los dos últimos capítulos son una llamada a la política, a la educación y a la sociedad en general para proceder a cambios significativos en las emociones colectivas que estamos experimentando. Se propone un cambio de paradigma para mejorar el bienestar personal y social. Este es un proyecto colectivo, con perspectiva de futuro, en el que estamos implicadas todas las personas. Manacor (Mallorca), verano de 2016. RAFAEL BISQUERRA 7 INTRODUCCIÓN La política consiste en la gestión de la convivencia, la economía, la salud, la educación y el bienestar de la ciudadanía. En este sentido nos afecta a todas las personas y, por tanto, todos deberíamos estar interesados en que funcione lo mejor posible. Gestionar todos los aspectos que afectan a la política es sumamente complejo en sí mismo, ya que se necesita tomar en consideración multitud de variables: sociales, económicas, salud, educación, convivencia, seguridad, justicia, defensa, libertad, solidaridad, equidad, etc. Además, todos estos aspectos permiten visiones desde diversos enfoques, lo cual origina diversas ideologías, partidos políticos, movimientos sociales, grupos de presión, etc., haciendo inevitables los conflictos. Los conflictos generan emociones, y las emociones están en el origen de muchos conflictos. Es comprensible que se queden aspectos al margen de la política, tanto en lo que respecta a la gobernanza como al análisis situacional. Olvidar la relación entre conflicto y emoción supone no tomar en consideración aspectos importantes en la solución de conflictos. En esta obra queremos llamar la atención sobre uno de los aspectos olvidados de la política: su dimensión emocional. En general, los profesionales de la política y los analistas políticos no toman en consideración las emociones en el origen de los acontecimientos, en la gestión de la convivencia, en la génesisde los conflictos, en los movimientos sociales y en todo lo que afecta directa o indirectamente a la política y a la sociedad. Los análisis y las interpretaciones habituales de la situación política, en general, se basan en el mundo «externo», de carácter material, como la economía, los presupuestos, el PIB (producto interior bruto), el IPC (índice de precios al consumo), las oscilaciones de la bolsa, las causas y consecuencias de la crisis, la esperanza de vida, los accidentes de tráfico, el número de muertos en un atentado, la intención de voto, el número de votos en las elecciones, el número de diputados, etc. Al no tomar en consideración aspectos «internos» (emocionales), muchos analistas aportan explicaciones contradictorias, debido a la confusión sobre las causas que provocan los acontecimientos. La gestión de la política se basa en este mismo paradigma, que ignora sistemáticamente aspectos «internos» de las personas como las emociones. Desde el punto de vista «externo», muchos conflictos colectivos, como el terrorismo y las guerras, no tienen sentido. Se les aplica un análisis racional, cuando realmente requieren una interpretación emocional. La idea de que la venganza y la humillación no tienen suficiente fuerza para declarar una guerra, ya que solamente son emociones, es una puesta en escena de la represión emocional que está presente en la política, en la sociedad y en la educación. 8 Tradicionalmente la ciencia y la emoción han avanzado por caminos distintos. Por una parte había ciencia, cognición y razón; mientras por otra había emoción, entendida como algo diametralmente opuesto. Afortunadamente se han dado pasos importantes para superar esta dicotomía. Autores como Clough y Halley (2007), Demertzis (2013: 2) y otros señalan un cambio de perspectiva que se nota en psicología, filosofía, sociología, geografía, historia, economía, derecho, organizaciones, medios de comunicación, educación, política, etc. Recordemos algunos hitos que señalan los orígenes de un nuevo paradigma en el análisis de la política. En 1978 se fundó la International Society of Political Psychology, que representa un intento de analizar la política desde la perspectiva psicológica. En 1986, en el marco de la American Sociological Association, se crea una sección de Sociología de las emociones. En 2004 la European Sociological Association crea el Research Network on Emotions (http://socemot.com/). Estas aportaciones darán origen a dos líneas de investigación: Sociología política de las emociones y Psicología política de las emociones. La Sociología política de las emociones (Berezin, 2002; Demertzis, 2013) propone análisis de macronivel: en base a la historia, cultura, sociología y psicología. Por el contrario, la Psicología política de las emociones se centra en el micronivel: más centrado en lo individual, la opinión, las intenciones de voto o por qué se toman decisiones electorales. Estos análisis permiten observar cómo las decisiones políticas están más influidas por las emociones que por las razones. Las dinámicas emocionales presentes en las campañas electorales, con el impacto de la percepción afectiva de los líderes, determinan más las decisiones políticas de qué partido va a votar una persona que el análisis de los distintos programas políticos. En las campañas políticas, la emoción precede a la cognición. Varios estudios con datos de la American National Election Studies (ANES) demuestran que la percepción de liderazgo y los valores morales explican la aversión hacia ciertos candidatos (Demertzis, 2013). La investigación en la neurociencia política ha aportado nuevos horizontes. Hoy en día no se puede sostener una ciencia al margen de la emoción. La demarcación de razón y emoción en la ciencia y en los análisis políticos son cosa del pasado. Con la intención de abrir y profundizar en estas nuevas vías de análisis y gestión en la política se ha escrito este libro. La intención es sensibilizar a la sociedad en general, y en particular a los profesionales de la política, analistas políticos, historiadores, estudiosos, especialistas en ciencias sociales y educadores, de la importancia de las emociones en los comportamientos y acontecimientos. A lo largo de los diversos capítulos se van presentando una serie de temas y acontecimientos que se comentan desde la perspectiva emocional. Entre estos temas están las tensiones políticas, las campañas electorales, las crisis, los extremismos, los nacionalismos, los traumas políticos, las protestas políticas, los procesos de cambio político y social, las transiciones políticas, la violencia, el terrorismo, etc. En los primeros capítulos se presenta un marco conceptual de las emociones y otros conceptos relacionados, como la inteligencia emocional, las competencias 9 http://socemot.com emocionales y la educación emocional. La intención es ayudar a comprender cómo funcionan las emociones para poder comprender mejor los fenómenos que se comentan y analizan a lo largo del libro. Este análisis permite entrever que a lo largo de la historia, e incluso desde antes (prehistoria y filogénesis), se ha ido desarrollando un sistema social y político basado en dos emociones básicas: ira y miedo. El reto que se plantea en el siglo XXI es proceder a un cambio de paradigma. Necesitamos superar un sistema social y político basado en la ira y el miedo para construir otro orientado al bienestar. No nos referimos al bienestar material, sino al bienestar emocional, que se fundamenta en el amor y la felicidad. Construir un sistema social con estas características requiere una profunda sensibilización, actitud positiva, investigación, formación, educación y presupuestos. Sin querer ser alarmistas, nos permitimos aseverar y aportar evidencias a lo largo del libro de cómo todo esto afecta al futuro de la humanidad, y que si no tomamos pronto cartas en el asunto podemos llegar tarde. Es una cuestión similar a la conciencia ecológica. Queremos ver el futuro con esperanza y confiamos en que la educación emocional pueda contribuir a mejorar la convivencia y el bienestar de la ciudadanía. Pero se necesita un efecto sinergia, con la participación de los elementos implicados: políticos, periodistas, historiadores, científicos, educadores, familias y sociedad en general. A todos ellos va destinado este libro. 10 1. EMOCIONES Y POLÍTICA Para comprender las relaciones entre política y emoción se requiere tener claro qué son las emociones. Si al lector se le pregunta ¿qué es una emoción?, es muy probable que tenga dificultades en responder, a no ser que se haya formado por su cuenta, a través de cursos y lecturas, sobre qué son las emociones. Continuamente estamos experimentando emociones, pero solamente caemos en la cuenta de la dificultad que tenemos en expresar lo que son cuando nos vemos en la necesidad de hacerlo. Y esta necesidad es muy difícil que aparezca, ya que no es habitual hablar de emociones. Como consecuencia, a veces pensamos o decimos: «no sé qué me pasa». Cuando tomamos conciencia de que «no sé qué me pasa», muchas veces se trata de emociones que no somos capaces de identificar y regular de forma apropiada. Esto nos pasa a la mayoría de las personas, incluso a las formadas en ciencias tan diversas como física, ingeniería, economía, derecho, matemáticas, etc. Ello nos lleva a la conclusión de que para entender de qué estamos hablando en este libro conviene tener claro qué son las emociones. ¿CÓMO SE ACTIVAN LAS EMOCIONES? Las emociones son una parte esencial de la vida personal y social. Continuamente experimentamos emociones y fenómenos afectivos, pero pocas veces nos paramos a reflexionar sobre ellos. ¿Qué son las emociones?, ¿cómo influyen en el pensamiento y en el comportamiento?, ¿qué influencia tienen las emociones en la toma de decisiones?, ¿cómo afectan las emociones en la política? Para entender lo que es una emoción, lo mejor es experimentarla. Si el lector puede recordar alguna emoción fuerte y la puede revivir, esto le ayudará a comprender lo que sonlas emociones, junto con las informaciones que se proporcionan en estas páginas. Una emoción se activa a partir de un acontecimiento que es percibido por nuestros sentidos. La percepción puede ser consciente o inconsciente. El acontecimiento puede ser externo o interno, de modo que puede ser un pensamiento. Puede ser un evento actual, pasado o futuro; real o imaginario. El acontecimiento también se denomina objeto o estímulo que activa la emoción. Todos los acontecimientos que llegan a nuestros sentidos son evaluados automáticamente por nuestra mente. LA VALORACIÓN AUTOMÁTICA 11 Tenemos un mecanismo innato de valoración automática de todos los estímulos que llegan a nuestros sentidos. Es como una especie de escáner, como los que hay en la zona de control de seguridad de los aeropuertos, que detecta cualquier información susceptible de activar una respuesta emocional. El funcionamiento del mecanismo de valoración automática se puede representar mediante una serie de preguntas como: ¿esto me afecta?, ¿cómo afecta a mi supervivencia?, ¿cómo afecta a mi bienestar?, ¿en qué medida me afecta? Cuando un acontecimiento es valorado como algo que puede afectar a mi supervivencia o a mi bienestar (o al de las personas próximas), se activa la respuesta emocional. Se trata de una valoración tan rápida que muchas veces no somos conscientes de ello. Es por tanto una valoración automática, a la que también se denomina valoración primaria. En esta valoración está presente el grado en que valoramos el acontecimiento como positivo o negativo para nuestra supervivencia o nuestro bienestar. Ello producirá emociones distintas. Se habla de emociones positivas cuando el acontecimiento se valora como un progreso hacia los objetivos, hacia el bienestar. Cuando el acontecimiento se valora negativamente (un obstáculo, un peligro, una dificultad, una ofensa, etc.) genera emociones negativas. No hay que confundir positivo con bueno y negativo con malo. Todas las emociones son funcionales y necesarias. Gracias a la indignación ante una injusticia adoptamos acciones encaminadas a superarla, lo cual es bueno mientras no se caiga en la violencia, que esta puede producir mayores injusticias. Sin embargo, siendo buena esta indignación, cuando uno está indignado no goza de bienestar. Por esta razón es una emoción negativa. En la valoración del acontecimiento influyen muchos factores: significado del acontecimiento, atribución causal, evaluación de las propias habilidades de afrontamiento, experiencia previa, aprendizaje, contexto, creencias, etc. Esto hace que un mismo acontecimiento pueda ser valorado de forma distinta según las personas. Ante las declaraciones de un político, un ciudadano puede sentir solidaridad y asentimiento, mientras otro puede sentir vergüenza, enfado, ira, tristeza o miedo. La evaluación automática activa la emoción cuando se cumplen cuatro condiciones (Scherer, 2001): 1. Relevancia: del objeto o de la persona. 2. Implicación: cómo afecta directamente al bienestar de la persona y a sus objetivos. 3. Afrontamiento: cómo uno valora las propias habilidades de afrontamiento para hacer frente a la situación. 4. Significación normativa: significación del evento respecto al autoconcepto de la persona y a las normas sociales y valores. Dado que estas condiciones se viven de forma diferente según las personas, dos personas diferentes valoran el mismo acontecimiento de forma distinta. Por ejemplo, la pérdida de una maleta en el aeropuerto a la llegada a un país extranjero se puede valorar de forma muy distinta según cada pasajero. 12 OBJETO Y CAUSA DE LA EMOCIÓN Algunos autores distinguen entre la causa y el objeto de la emoción (Barbalet y Demertzis, 2013: 168-169). El objeto del miedo puede ser un evento, persona o cosa; la causa del miedo se refiere a las condiciones en que se experimenta. Veamos esto con un ejemplo. Imaginemos que el lector va caminando tranquilamente por la calle y de repente observa un perro rottweiler con la boca abierta, enseñando sus afilados dientes, que está corriendo directo hacia él. Lo lógico es que se active de inmediato un profundo miedo descontrolado ante lo que se valora como un peligro real e inminente que impulsa a huir. Sin embargo, la misma escena, experimentada por el propietario del perro, sería vivida de forma totalmente diferente: una manifestación de júbilo por parte del perro ante la llegada de su amo. El objeto del miedo es el perro. Pero la emoción es distinta en los actores. La diferencia está en la causa: la relación que el sujeto mantiene con el objeto. La causa de la emoción no es el objeto (perro), sino la relación que mantengo con el perro. La causa de las emociones reside más en las relaciones que en los objetos. En general cuesta distinguir entre objeto y causa de la emoción. El objeto es el acontecimiento en sí, mientras que la causa es la relación que mantenemos con el objeto. La causa de las emociones debe ser entendida en términos de la estructura de relaciones situacionales en que surge la emoción. Esto se ve muy claramente en las acciones y declaraciones de los políticos. Las reacciones no dependen tanto de lo que dicen o hacen, sino de las relaciones que mantienen los receptores del mensaje con el protagonista del comentario. Otra forma de verlo es que el comentario dice más de quien lo emite que de la realidad en sí. Ello pone en evidencia cómo la emoción no depende del acontecimiento en sí, sino de la forma que tenemos de valorarlo. Como dijo Epicteto en el Enchiridion, «El hombre no está perturbado por las cosas, sino por la visión que tiene de las cosas». Shakespeare también trató el mismo tema en Hamlet, acto II, escena 2: «No hay nada bueno o malo; el pensamiento lo hace así». Una emoción depende de lo que es importante para nosotros. La implicación para la práctica que de esto se deriva es la conveniencia de tomar conciencia de la diferente valoración que hago de los acontecimientos políticos en función de cómo me relaciono con sus protagonistas. Para evitar caer en la valoración sesgada puede ayudar preguntarnos: «¿Desde qué emoción me relaciono con esta persona?». Según sea la respuesta, así será la valoración que hago. LA EMOCIÓN COMO RESPUESTA COMPLEJA DEL ORGANISMO Analizar las emociones significa analizar la complejidad. El mecanismo de valoración automática activa una respuesta emocional compleja que vamos a analizar. Cuando recibo la noticia de un atentado terrorista, valoro que yo también estoy en peligro y ello activa una emoción de miedo. En esta respuesta emocional se pueden identificar tres componentes: neurofisiológico, comportamental y cognitivo. 13 El componente neurofisiológico consiste en respuestas como taquicardia, hipertensión, vasoconstricción, cambios en el tono muscular, secreciones hormonales, cambios en los niveles de ciertos neurotransmisores, etc. Ante una emoción reaccionamos con todo el cuerpo. Las emociones son una respuesta compleja que se inicia en el SNC (sistema nervioso central) y puede repercutir en todo el organismo. Esto es la experiencia emocional. Dichas reacciones pueden afectar a la salud. El componente comportamental coincide con la expresión emocional. La observación del comportamiento de un individuo permite inferir qué tipo de emociones está experimentando. El lenguaje no verbal, principalmente las expresiones del rostro y el tono de voz, aportan señales bastante precisas. Las expresiones faciales surgen de la actividad combinada de unos 23 músculos situados alrededor de la boca y otros situados en los extremos de los ojos, cuyo control voluntario es bastante difícil. Por eso, una foto hecha espontáneamente refleja las emociones que se viven en ese momento. A diferencia del componente neurofisiológico, el componente comportamental se puede disimular, de modo que podemos entrenar para disimularlo y engañar a las personas que nos observan. El componente cognitivo es la emoción hecha consciente. Cuando tomamos conciencia de las emociones que experimentamos, les podemos ponerun nombre en función de nuestro dominio del lenguaje. Por ejemplo: «Siento miedo ante un posible ataque terrorista», o «me indigna la corrupción que nos corroe». Las limitaciones del lenguaje imponen serias restricciones al conocimiento de lo que nos pasa por dentro. A veces podemos expresar: «no sé qué me pasa». Cuando somos capaces de poner palabra a lo que nos pasa, nos podemos sentir mejor. De ahí la importancia de una educación emocional encaminada, entre otros aspectos, a un mejor conocimiento de las propias emociones y denominarlas apropiadamente. Ser capaz de poner nombre a las emociones es una forma de conocernos a nosotros mismos y de conocer mejor a los demás. Este componente cognitivo coincide con lo que se denomina sentimiento. Los sentimientos se pueden alargar en el tiempo. Así como las emociones son habitualmente de duración breve, algunos sentimientos los podemos alargar durante toda la vida. La voluntad es muy importante para alargar o acortar sentimientos. La figura 1.1 es un modelo descriptivo de lo que son las emociones y sus elementos esenciales. Este cuadro ha sido recogido de Bisquerra (2009), donde se pueden encontrar más informaciones para profundizar sobre estos conceptos que aquí se presentan sucintamente. 14 Figura 1.1. Componentes de la emoción. LA PREDISPOSICIÓN A LA ACCIÓN Las emociones suelen impulsar hacia una forma definida de comportamiento, que técnicamente se denomina orexis. La expresión acuñada por Darwin para referirnos a la acción que acompaña las emociones es «fight or fly» (lucha o vuela). Estas son las dos respuestas típicas de la ira (ataque) y del miedo (huida). El comportamiento de lucha se da cuando se valora que estoy en condiciones de hacer frente a la situación, mientras que el comportamiento de huida es propio de cuando el peligro se valora como superior a las posibilidades de afrontarlo con éxito. Cuando se dice que la emoción predispone a la acción, no significa que la acción tenga que darse necesariamente. Por ejemplo, me puedo sentir ofendido por el comentario de alguien y sentir una impulsividad a responder de forma violenta. Esta predisposición a la acción se puede regular de forma apropiada, aunque para ello hace falta aprendizaje y entrenamiento. Es decir, educación. Esto es muy importante, ya que la educación emocional tiene como uno de sus objetivos entrenar para dar respuestas apropiadas y no impulsivas. La predisposición a la acción está influenciada por cuatro determinantes (Frijda, 2004): 1. Disponibilidad: debe haber un repertorio apropiado de posibilidades de acción disponibles. 2. Aceptabilidad: deben ser aceptables las posibilidades de acción. 3. Fortaleza: la emoción debe ser fuerte, para predisponer a una acción urgente e importante. 4. «Ojo social»: deben ser acciones que tengan apoyo o aprobación social. Si las acciones no cumplen este requisito es más probable que no se produzcan. El último punto es particularmente importante, en cuanto las normas sociales determinan lo que está disponible y es aceptable y relevante. Es decir, la «significación normativa», formada por normas y valores, afecta en gran medida a la 15 acción. La significación normativa» de Scherer (2001) equivale al «ojo social» de Frijda (2004); es decir, son formas distintas de referirnos al mismo fenómeno. ¿EMOCIÓN O EMOCIONES? A veces se habla de emoción en particular, y otras de emociones en plural. La realidad es que existen muchas emociones, pero todas ellas se pueden englobar en el mismo patrón. Siguiendo una cierta tradición, nos referiremos a la emoción, en singular, como un concepto genérico; y nos referiremos a las emociones, en plural, para referirnos al conjunto de las emociones discretas (ira, tristeza, alegría, etc.). El uso del lenguaje permite distinguir cuándo nos referimos a la emoción como concepto genérico, de cuándo nos referimos a una emoción en concreto. LOS FENÓMENOS AFECTIVOS La palabra «afecto» se utiliza como un gran paraguas que cobija a los fenómenos afectivos, entre los cuales están, principalmente, las emociones, sentimientos, estados emocionales y trastornos emocionales. El afecto incluye a todos ellos. Hemos visto cómo los sentimientos son las emociones hechas conscientes, y como tales las podemos alargar en función de nuestra voluntad. Así pues, las emociones son de duración breve; pueden durar segundos, minutos, a veces horas y días, pero difícilmente una emoción dura semanas o meses. Entonces se entra en los sentimientos y en los estados de ánimo, que sí pueden durar semanas, meses, años e incluso toda la vida. Los estados de ánimo son más vagos o imprecisos que las emociones agudas y suelen carecer de una provocación contextual inmediata. Se denominan estados de ánimo, estados de humor (mood) o estados emocionales. No tienen una motivación clara. A diferencia de una emoción o un sentimiento, en un estado de ánimo no tiene que haber necesariamente un objeto que lo provoque. Tal vez por esto suelen describirse más bien en términos generales: estoy deprimido, melancólico, eufórico, etc. Los estados de ánimo son de menos intensidad y de más duración que las emociones; pueden durar desde unas horas hasta varios meses. Las emociones reclaman una respuesta urgente; en cambio no es así en los estados de ánimo. Estos tienen que ver con las experiencias de la vida pasada que hacen que uno se sienta perturbado, triste, con una actitud positiva, etc. Para poner unos ejemplos, podemos decir que el miedo es una emoción, mientras que la ansiedad es un estado de ánimo; la tristeza es una emoción, la depresión es un estado de ánimo; el enamoramiento es una emoción, el amor es un sentimiento. Pero en la práctica, para no tener que matizar en cada situación si se trata de una emoción, sentimiento, estado de ánimo o fenómeno afectivo en general, se abrevia con la 16 palabra «emoción». Este es el criterio que seguimos en este texto, aunque en otros textos se utiliza la denominación de sentimientos o afectos. En la medida en que un estado de ánimo negativo e intenso se alarga más allá de lo razonablemente aceptable, se puede convertir en un trastorno emocional. Hay muchos tipos de trastornos emocionales, siendo los más habituales los que tienen que ver con la ansiedad, el estrés y la depresión. La psicoterapia es esencialmente terapia emocional para estos trastornos. Un episodio emocional es un fenómeno afectivo más duradero que una emoción. Son diversos estados emotivos que se suceden y que se ligan a un mismo acontecimiento. Un suceso determinado puede hacer sentir una multiplicidad de emociones, que a veces se confunden y son vividas como una sola. Los episodios emocionales pueden durar días o incluso semanas. LAS EMOCIONES EN LA TOMA DE DECISIONES A veces creemos ingenuamente que pensamos y decidimos lo que hacemos. Sin embargo, los estados emocionales influyen en lo que pensamos y lo que decidimos, mucho más de lo que podríamos suponer. Diversas investigaciones han puesto en evidencia la importancia de las emociones en el proceso de toma de decisiones. Grecucci y Sanfey (2015) analizan las investigaciones relacionadas con la regulación emocional en la toma de decisiones y hacen observar que habitualmente se ha considerado que las decisiones se toman de acuerdo con un modelo económico. Según este modelo, en el momento de la toma de decisiones se analizan las alternativas posibles, valorando cada una de ellas en función de los costes y ganancias que pueden reportar. La decisión se inclina hacia la opción que presente una mejor relación de coste-beneficio. La creencia en que se aplica este modelo en la toma de decisiones se fundamenta en la racionalidad de la persona que toma las decisiones. Se puede afirmar que este modelo se refiere a cómo se deberían tomar las decisiones. Pero las evidencias empíricas señalan que se toman de forma diferente, jugando las emociones un papel más importante de lo que habitualmente se cree. Cuando se trata de decisiones sociales, es decir, realizadas por grupos de personasque toman decisiones conjuntamente, el clima emocional del contexto es un factor clave. Veamos algunos ejemplos. Pensemos en la decisión de lo que voy a hacer el próximo fin de semana, qué película voy a ver, dónde quiero ir de vacaciones, etc. También puede tratarse de decisiones más importantes desde el punto de vista económico, como qué coche o qué piso nos vamos a comprar. Incluso decisiones importantes de las que van a depender aspectos esenciales de nuestra vida, como la toma de decisiones sobre qué estudios seguir por parte de un estudiante de secundaria, la elección de pareja, la decisión de separarse o divorciarse, la decisión de tener hijos, etc. Analicemos en todos estos casos la importancia de las emociones. Por lo que respecta a la política, ¿cómo se decide a quién voy a dar mi voto? Analicemos bien esta toma de decisiones, si bien tal vez no haga falta. ¿Cuántas 17 personas toman la decisión después de haber analizado de forma comparativa los programas de los distintos partidos políticos?, ¿cuántos lo deciden por tradición? Si no votan el partido que han votado siempre, lo «sentirían» (sentimiento) como una traición a sí mismo. ¿Cuántos deciden a favor del más simpático (emociones que me genera)? Es curioso observar que en las encuestas sobre intención de voto no se suele preguntar las razones por las cuales se toman las decisiones. Probablemente muchos tendrían dificultades en responder a esta pregunta, sobre todo si la respuesta se realiza a partir de un análisis profundo de lo que me induce a decidir a favor de unos o de otros. Las decisiones se toman en base a los intereses, que tienen una carga emocional muy importante. Hasta tal punto, que en la literatura científica se está produciendo un cambio de perspectiva desde los intereses hacia las emociones (Demertzis, 2013: 265). En resumen, las emociones juegan un papel en la toma de decisiones, y por tanto afectan a las decisiones políticas que toma la ciudadanía, pero también a las que toman los políticos y a las que toman los grupos políticos en un contexto con un clima emocional dado. ¿POR QUÉ NO HAY PREMIO NOBEL DE MATEMÁTICAS? ¿Qué tiene que ver el Premio Nobel con las emociones? Para la mayoría son dos temas sin ninguna relación. Sin embargo, consideramos que conocer ciertas circunstancias que acontecieron en el surgimiento de los Premios Nobel pueden servir para ilustrar el papel que las emociones juegan en la toma de decisiones. Alfred Nobel (1833-1896) tuvo ocasión de leer una noticia en la prensa cuyo titular era «Ha muerto el mercader de la muerte». Al leerla observó que se refería a él. El periodista que firmaba la gacetilla se había confundido, pues quien había muerto en realidad era un hermano suyo. Pero esta confusión sirvió para que Alfred Nobel tomara conciencia de la imagen que la sociedad podría tener de él, relacionada con la dinamita y las muertes que había causado. En este momento tomó la decisión de cambiar su imagen pública. Después de largas reflexiones y consultas llegó a la decisión de crear unos premios que honraran su nombre. Así surgió la idea del Premio Nobel. Pero, ¿de qué tipo de premios hablamos? De premios de las ciencias. Por tanto, de matemáticas, física, química, fisiología y medicina, por lo menos. Con este propósito se fue desarrollando el proyecto. Cuando se acercó el momento de entregar los primeros premios, Alfred Nobel se quiso informar de quiénes podrían ser los primeros en recibirlo. Cuando le entregaron el listado de los principales candidatos al premio de matemáticas sufrió un impacto emocional tan grande que decidió retirar el premio. Para entender lo acontecido hay que remontarse a 1876, cuando Alfred Nobel mantenía relaciones con Sofía Hess. Pero esta relación no funcionó por diversas 18 causas. Probablemente si hubiera funcionado nada de lo que comentamos hubiera sucedido. El hecho es que en 1887 le tiró los tejos a Sofía Kowalevsky, pero esta le rechazó porque mantenía relaciones con Gösta Magnus Mittag-Leffner, rector de la Stockholm Högskola, que después sería la Universidad de Estocolmo. Cuando Nobel se informó de cuáles serían los primeros candidatos al Premio Nobel de Matemáticas, en la lista de candidatos estaban en los primeros lugares Mittag-Leffner y Sofía Kowalevsky (Pazos Sierra, 2009). Desde esta perspectiva se comprende el impacto que ello le pudo provocar. Alfred Nobel nunca se llegó a casar y no tuvo descendencia. La mayoría de sus bienes fueron a parar a los Premios Nobel, instituidos en su testamento de 1895. Sacamos aquí a colación estos hechos porque resulta que en la génesis de los premios más prestigiosos de las ciencias en el mundo las emociones han jugado un papel muy importante. Aunque en general las emociones se consideran ausentes de la ciencia, vemos en este caso cómo han afectado a las altas esferas de la ciencia. Y se trata tan sólo de un ejemplo. Si a muchos Premios Nobel se les argumenta que las emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones, tal vez no lo acepten en estos momentos. Sin embargo, la supresión del Premio Nobel de Matemáticas es un ejemplo claro del peso de las emociones en la toma de decisiones. ALEXITIMIA POLÍTICA Y CIENTÍFICA En el Congreso Europeo de Investigación Psicosomática de 1976 se define y difunde el término alexitimia (Brautingamen y Rad, 1977), entendido como una dificultad para sentir y captar emociones. Sifneos (1972, 1973) es uno de los pioneros en investigar la alexitimia y el investigador que impulsó la difusión de este concepto. La palabra alexitimia procede de: a (sin), lexis (leer) y thymos (emoción). Por tanto, significa «sin poder leer las emociones». En su sentido etimológico significa por tanto la incapacidad para leer emociones; es decir, ausencia de palabras para expresar las propias emociones. Las personas que padecen alexitimia muestran una alteración caracterizada por la dificultad para identificar, describir y diferenciar emociones, sentimientos y afectos. La prevalencia de la alexitimia se estima en torno al 8 % en varones y 1,8 % en mujeres (Shipko, 1982). En cambio, en pacientes con trastornos psicopatológicos llega al 30 %. Pasando al tema que nos ocupa, se puede observar una alexitimia política, caracterizada por una incapacidad por reconocer el papel que juegan las emociones en la política. Fijémonos cómo la palabra emoción y todo lo que la rodea está ausente de los análisis políticos y del lenguaje que los envuelve. Esto no es exclusivo de la política, sino que también afecta a una parte importante de la ciencia. Con la expresión alexitimia científica nos referimos a la tradicional ignorancia de las emociones por parte de la ciencia. La superación de la alexitimia política y científica se impone como necesidad para poder explicar y comprender acontecimientos en los cuales las emociones tienen un 19 peso muy importante, aunque no seamos conscientes ni se hable de ello. EMOCIONES INDIVIDUALES Y COLECTIVAS Las emociones habitualmente se consideran un fenómeno individual y subjetivo. Como tales se han investigado y se ha escrito sobre ellas, por lo general. Sin embargo, las emociones pueden considerarse también como un fenómeno social. La mayoría de emociones se experimentan en las relaciones con otras personas. Un grupo de personas, ante un mismo acontecimiento, tiende a experimentar unas mismas emociones. Masas de gente concentradas en un espacio relativamente reducido, como un concierto de rock, un partido de fútbol, un mitin político o una manifestación pacifista, tienden a experimentar unas emociones muy similares. El contagio emocional es la transmisión de emociones por contacto personal. Es una forma de empatía que consiste en la transmisión de emociones de un emisor a un receptor, provocando en el segundo dicho sentimiento. La consecuencia del contagio emocional son los climas emocionales. Puede haber climas emocionales de alegría, euforia, tristeza, miedo, furia, indignación, etc. También puede haber climas emocionales tóxicos que dificulten laconvivencia, y que a veces predisponen a la violencia. Paul Ekman (2004) señala nueve desencadenantes de las emociones, entre los cuales destacamos los seis siguientes por tener efectos en la dimensión social de la experiencia emocional. a) Evaluación automática, no consciente. En política valoramos automáticamente depreciaciones del bienestar, de esperanza en el futuro, de confianza en los líderes, de corrupción, crisis, amenaza, inseguridad ciudadana, etc. Todo ello contribuye a crear climas emocionales, que según las valoraciones van a ser positivos o negativos. b) Evaluación extendida. La persona es cada vez más consciente de lo que siente. Por ejemplo, cuando las noticias confirman el número de víctimas después de un accidente, un desastre natural (terremoto, volcán, inundaciones, Chernóbil, Fukushima, tsunami), una tragedia social, un atentado terrorista, malos resultados para un partido político o para el país, bajada de la bolsa, etc. Estas emociones tienen una dimensión social y predisponen a climas y contagios emocionales. c) Recordar. El recuerdo de una escena de impacto emocional tiene suficiente poder para reactivar la emoción inicial. Las personas que han vivido intensamente situaciones críticas como guerras, accidentes, desastres naturales, un campo de concentración, un atentado terrorista, etc., reviven las emociones que experimentaron a partir del recuerdo. Las personas que vivieron la misma experiencia, cuando se reúnen, tienden a experimentar las mismas emociones, lo cual crea un determinado clima emocional. d) Imaginación. Imaginar peligros puede activar emociones y es una de las causas 20 de la ansiedad. Las noticias de ataques terroristas activan la imaginación para inducir a pensar que «esto me puede pasar a mí en un futuro cercano». Los repetidos atentados terroristas en junio y julio de 2016 en Europa, principalmente en Alemania, teniendo a Múnich como referencia, crean un clima emocional que puede afectar a la política europea. e) Descripciones. Las descripciones de acontecimientos políticos, como por ejemplo crisis, terrorismo, paro, etc., activan emociones en las personas y en los grupos. f) Empatía. Las noticias de accidentes, desastres, atentados, suicidios, etc., activan emociones de empatía y solidaridad. El análisis de las emociones se ha considerado tradicionalmente como un aspecto psicológico, y en este contexto se han estudiado principalmente las emociones individuales y su psicogénesis, aunque también se está investigando la perspectiva social de las emociones y su cristalización en el contagio emocional y climas emocionales. Esto enlaza con un enfoque sociológico de las emociones que se interesa por la sociogénesis: cómo surgen las emociones colectivas (Turner, 2007), lo cual posee aplicaciones directas en las emociones presentes en los movimientos sociales y en los procesos de cambio político. El tema de las emociones colectivas y sus efectos en la política no es un tema banal. Adolf Hitler, en su conocida obra Mein Kampf (Mi lucha) recoge las frustraciones presentes en parte de la sociedad alemana como consecuencia de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y a partir de ellas estimula el resentimiento por el orgullo nacional herido. Lo utiliza para fomentar un sentimiento de pertenencia a la nación alemana, frente al cual se levanta un enemigo común que es la causa de todas las dificultades económicas: los judíos. El odio a los judíos fue fomentado desde la política y seguido por millones de personas que se podrían considerar «normales», no extremistas. Se produjo un contagio emocional que creó un clima emocional tóxico cuya consecuencia fue sembrar Europa de cadáveres. Es necesario desactivar los mecanismos automáticos de reacción emocional cuando se producen climas emocionales tóxicos. Lo importante es comprender que cuando se producen estos climas nadie está en disposición de oponerse. Nadie se atreve a oponerse al clima emocional dominante, a no ser que se trate realmente de una persona extraordinaria. En otro capítulo retomamos el tema de las emociones colectivas, para analizarlas desde la perspectiva de activadoras de cambio social. EMOCIÓN, MOVIMIENTOS SOCIALES Y CAMBIO POLÍTICO En el análisis de los movimientos sociales las emociones han sido tradicionalmente ignoradas. Afortunadamente, con la entrada en el siglo XXI se produce un incipiente interés en estudiar el papel en la formación, mantenimiento y dinámicas de los grupos sociales, que tan a menudo son los impulsores de los 21 cambios políticos. Berenzin (2002: 39) se refiere a las «comunidades de sentimientos» (communities of feelings) como grupos que a menudo se comprometen en acontecimientos que reflejan cadenas de rituales en interacción, donde la energía emocional refuerza la solidaridad grupal. De esta forma, las emociones están implicadas en las actividades de los movimientos sociales. Por extensión, las emociones son factores importantes en los cambios sociales que impulsan estos grupos. Mucho más lejos pretende ir Ost (2004: 240) al considerar que la política debe entenderse eminentemente en términos emocionales, y en concreto como «movilización de la ira». En su opinión, las emociones no deben considerarse como algo incidental en la política, sino que son un aspecto central de todas las personas que se dedican a la política, principalmente los gobiernos y partidos políticos. Los partidos políticos necesitan movilizar las emociones de las personas para lograr que les voten. La lucha por lograr el poder requiere una movilización constante de emociones para fomentar la identificación de los electores como militantes del partido y asegurar la fidelidad del voto. Una forma de intentar conseguirlo es «creando» un «enemigo», al que se define como la causa de todos los males (Ost, 2004: 237-238). De esta forma se enmarca al «otro» dentro del miedo y la ira. Esquematizando y simplificando la situación hasta la caricatura, se puede decir que al escuchar a los políticos la ciudadanía tiene la impresión de que cada uno piensa: «nosotros lo hacemos todo bien, nosotros somos los buenos, tenemos siempre la razón y nunca nos equivocamos». Los «otros partidos», en cambio, lo hacen todo mal porque son malos y siempre se equivocan. A poco juicio crítico que uno tenga, ya puede ver que esto es una exageración. Pero al observarlo con cierta constancia se puede pensar que estamos ante una distorsión en la percepción de la realidad, que, entre otros efectos, puede llevar a confundir «adversario» con «enemigo». Conviene insistir en que los distintos partidos políticos tienen los mismos objetivos, aunque tengan distintas teorías, ideologías y métodos sobre cómo conseguirlo. Las ideologías a veces hacen que se pierda de vista la finalidad, que no es otra que el bienestar de la ciudadanía. Esto explica que algunos políticos a veces digan claramente y sin ruborizarse que su objetivo es lograr el poder. No importa lo que se haga tras haberlo logrado. De esta forma nos convertimos en fanáticos. A veces se ha dicho que un fanático es el que redobla los esfuerzos cuando ha perdido de vista los objetivos. En política a veces pasa esto, redoblando los esfuerzos de oposición para impedir que el partido contrario logre sus objetivos y perdiendo de vista que el objetivo de toda política no es el propio partido sino el bienestar de la ciudadanía. Algo tan lógico y evidente se pierde de vista tan a menudo, con perjuicio de la ciudadanía, que es importante insistir en ello. Se requiere una ciudadanía crítica que no permita que manipulen sus emociones como estrategia para conseguir las acciones que van a favorecer la llegada al poder de un partido. Se requiere formación sobre dinámicas de las emociones para poder distinguir cuándo un político tiene claro su objetivo y cuándo lo confunde con llegar 22 al poder o con la política de partido. El análisis de algunos movimientos sociales y algunos cambios políticos desde la perspectiva emocional, tal como se presenta en sucesivos capítulos, permitederivar propuestas para la práctica. EL SENTIMIENTO DE IDENTIDAD NACIONAL En un mundo globalizado cada vez son más frecuentes las «identidades transnacionales». Pero esto no obsta para que sean compatibles con un sentimiento de identidad nacional. La identidad nacional es el sentimiento de pertenencia a un grupo social que vive en un determinado país, con su historia, lengua, cultura, costumbres y símbolos. El concepto de identidad nacional incluye procesos relacionales complejos, con potentes cargas emocionales. Uno se puede sentir identificado con su familia, con su barrio, pueblo, ciudad, comunidad, región, país, etc. Uno se puede sentir al mismo tiempo onubense, andaluz, español y europeo. No se trata de identidades incompatibles. Desde el punto de vista científico, el concepto de identidad nacional resulta evasivo, ya que es difícil de definir de forma operativa para poder investigarlo, y por ello ha recibido críticas como concepto de análisis científico. Como alternativa, algunos autores proponen utilizar «hábito nacional» (national habitus) en sustitución de «identidad nacional» (Heaney, 2013: 255-260). En el concepto de hábito nacional intervienen procesos emocionales y cognitivos, así como procesos conscientes e inconscientes, resultando ser el instrumento clave para la comprensión y explicación de la identificación nacional. En coherencia con este punto de vista, se ha propuesto denominar «hábitos transnacionales» (Heaney, 2013) al equivalente de «identidad transnacional». Hay que reconocer que en el lenguaje coloquial se utiliza la expresión identidad nacional y en cambio es desconocida la expresión «hábito nacional» (national habitus), tal vez por ser una propuesta muy reciente (Heaney, 2013: 255-260). Hemos considerado conveniente introducirla aquí para general conocimiento; el tiempo dirá si es una expresión con éxito o si se va a quedar como una propuesta reducida a las «revistas científicas de impacto», pero con poco «impacto real en la sociedad». IRA Y MIEDO COMO MOTORES DE LA POLÍTICA EN LA HISTORIA La ira es una emoción básica que constituye una familia de emociones, entre las que se encuentran rabia, cólera, furia, enojo, odio, etc. Se cuenta que «Aníbal juró odio eterno a los romanos». Aquí se puede observar cómo de emociones como rabia, enfado, cólera o furia, se puede pasar al sentimiento de odio voluntariamente alargado durante toda la vida. Desgraciadamente esto ha sido una constante a lo largo de la 23 historia de la humanidad: los odios prolongados durante toda la vida y transmitidos de generación en generación. Aunque no se explica en los libros de historia, muchas veces el discurso de los líderes políticos se ha basado en el miedo y el odio. Las consecuencias inevitables han sido las grandes guerras, con gloriosas batallas o con generales que se han cubierto de honor y cuyas efigies presiden las grandes plazas y avenidas de las grandes ciudades como manifestación de honor y gloria. Pero todo ello a costa de millones de heridas, sangre, amputaciones, sufrimientos, dolor interminable y muerte, que ha asolado la humanidad a lo largo de la historia. Cuando el miedo ha sido mayor que el odio a veces se ha frenado el ataque. Por ello, Maquiavelo, en El Príncipe, señala que «para un príncipe es preferible ser temido que ser amado». El odio y el miedo han sido los grandes motores de la historia y de la política. El amor ha quedado como algo más particular, privado, «de andar por casa», desgraciadamente. Y sin embargo, ¿qué sentido tiene la política sino potenciar el amor que haga posible la convivencia y el bienestar? Es evidente que se requiere un cambio de paradigma en la política en un mundo globalizado y con escasez de recursos. Este libro se propone aportar un grano de arena a la reflexión y toma de conciencia en este sentido. Fijémonos en los efectos que puede tener para la convivencia y la paz, es decir, en la política, el potenciar el miedo y el odio o cambiarlo por el respeto, el amor y el bienestar. El reto que se plantea en el siglo XXI es cómo cambiar un sistema político y social que gira en torno al odio y el miedo, por otro sistema que se fundamente en el respeto, la aceptación de la diferencia, la tolerancia, la inclusión, la solución pacífica de conflictos, la empatía, la compasión y, en definitiva, el amor y el perdón, todos ellos como elementos esenciales para poder convivir en paz y en democracia en un mundo caracterizado por la diversidad. RESUMEN Y CONCLUSIONES Las emociones son una respuesta compleja del organismo. Analizar las emociones es adentrarnos en la complejidad del ser humano. Continuamente estamos percibiendo estímulos que activan nuestras emociones. Las emociones predisponen a la acción, a veces con urgencia. Si no ponemos inteligencia entre los estímulos y las respuestas podemos comportarnos de forma impulsiva, lo cual puede ocasionar consecuencias imprevisibles de largo alcance. Conviene tomar conciencia de ello para prevenir. Las emociones afectan, entre muchos aspectos, a la toma de decisiones. Continuamente estamos tomando decisiones que pensamos que son estrictamente racionales, sin tener en cuenta cómo influyen las emociones en las decisiones que estamos tomando. Esto también pasa en las decisiones políticas, tanto en el momento de depositar un voto como en el momento de decidir por parte de un gobierno qué medidas se van a adoptar ante determinados acontecimientos. Las consecuencias de ciertas decisiones, con demasiada frecuencia a lo largo de la historia, han sido una 24 guerra. Las emociones no solamente son un fenómeno personal y subjetivo, sino que se experimentan en las relaciones interpersonales y sociales. Se producen contagios emocionales que crean determinados climas emocionales, de los cuales derivan decisiones que están afectadas por el clima emocional circundante. Las emociones han jugado un papel importante en la génesis de muchos movimientos sociales. Según cuáles sean las emociones por las cuales se moviliza la gente, las acciones y consecuencias pueden ser muy diferentes. Una de las emociones sociales de gran repercusión social y política es el sentimiento de identidad nacional. Este sentimiento es compatible con una cosmovisión de aceptación de la diversidad, de normalización e integración de la diferencia. Pero también puede vivirse desde la exclusión, e incluso desde la ira y el odio a lo que sean formas distintas de ser. Desgraciadamente, a lo largo de la historia se ha ido construyendo un sistema social y político basado en el miedo y el odio. Las consecuencias obvias han sido continuos conflictos, enfrentamientos, guerra, violencia, terrorismo, sufrimiento, dolor y muerte. Cada vez hay más poder de destrucción concentrado en manos que pueden tomar decisiones de efectos catastróficos. Puede llegar un momento en que esto pueda poner en peligro la supervivencia de la especie. Hemos de adelantarnos a este momento creando un contexto social y político con una cultura diferente. Hemos de pasar de un sistema social y político que se rige por el miedo y la ira, a un sistema que se fundamente en el respeto, la aceptación, el amor y el bienestar como objetivos de la política. Este es uno de los retos del futuro en el siglo XXI. Para avanzar en la dirección correcta convendrá distinguir entre propuestas y acciones centradas en el antiguo paradigma (miedo y odio) y las que se orientan al nuevo paradigma (respeto, amor y bienestar). Este cambio empieza por uno mismo. No lo podemos esperar de los demás si no lo pone en práctica cada uno personalmente. Una de las formas de proceder a este cambio puede ser preguntarnos: ¿Cuando hago algo, lo hago movido por el miedo y la ira, o por el amor y el bienestar de los demás? ¿Cuando esta persona decide y hace esto, desde qué emoción lo está haciendo? ¿Lo hace desde el miedo y la ira, o lo hace desde la perspectiva del bienestar de todos? Cuando decimos el bienestar de todas las personas nos referimos también a «las demás», es decir, a las que no piensan comonosotros o a las que son de otro partido y poseen otros proyectos y programas. 25 2. INTELIGENCIA Y EMOCIÓN Tradicionalmente se ha considerado que inteligencia y emoción son dos cosas diametralmente opuestas. Por una parte está la inteligencia, entendida como cognición, conocimiento, razón y profesión. Y por otra parte está la emoción, entendida como pasión, irracionalidad, impulsividad y descontrol. Las investigaciones científicas recientes, principalmente en neurociencia, inteligencia emocional y psicología positiva, han puesto de manifiesto una relación mucho más profunda de lo que se pensaba entre emoción y razón. El reto que se plantea es poner inteligencia a las emociones y poner emoción consciente a las cogniciones, decisiones y acciones. Para avanzar hacia este horizonte conviene conocer lo que es la inteligencia emocional, las competencias emocionales y la inteligencia afectiva en la política. La distinción entre espectadores y comprometidos, por una parte, y entre partidistas y deliberativos, por otra, puede aportar un marco de referencia sobre el cual construir una ciudadanía participativa, consciente y responsable. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL El antagonismo entre razón y emoción ha sido constante a lo largo de la historia y en la ciencia. En la primera mitad de los años noventa se producen avances importantes en favor de la importancia de la emoción en el campo de la neurociencia, lo que fundamenta lo que será un cambio de paradigma en la forma de pensar sobre las emociones. Los avances en neurociencia facilitan la aparición del horizonte de la inteligencia emocional. La inteligencia emocional es un constructo que surge con Salovey y Mayer (1990) y se difunde de forma espectacular a partir del libro Emotional Intelligence de Daniel Goleman (1995). Según la versión original de Salovey y Mayer (1990), la inteligencia emocional consiste en la habilidad para tomar conciencia de las emociones, propias y ajenas, manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones. Todo ello repercute en unas mejores relaciones interpersonales y sociales. En versiones posteriores se va delimitando el concepto, pero también aparecen otros enfoques por parte de otros autores que van configurando los distintos modelos de inteligencia emocional y el debate en torno a este constructo, surgiendo los defensores y detractores de la inteligencia emocional. Más allá de este debate, hay un acuerdo generalizado de que hay algunas competencias emocionales que son básicas para la vida. Nadie nace con competencias; una característica de las competencias es 26 que deben ser aprendidas. En otro trabajo (Bisquerra, 2009) hemos desarrollado el concepto de inteligencia emocional, el contexto social en que aparece, los distintos modelos, las competencias emocionales y sus repercusiones en la educación y otros aspectos de la vida y la sociedad. Remitimos a este trabajo para más detalles de lo que aquí solamente se presenta con una muy breve síntesis. LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES El constructo de inteligencia emocional es objeto de interés y debate en la investigación científica. Más allá de este debate hay un acuerdo generalizado en que existen unas competencias emocionales que deben entenderse como competencias básicas para la vida y que, por tanto, deberían ser enseñadas a todas las personas. Entendemos las competencias emocionales como el conjunto de capacidades, conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales. Las competencias emocionales favorecen un afrontamiento a las circunstancias de la vida con mayores probabilidades de éxito. Existen diversos modelos de competencias emocionales. A continuación se presentan algunas de las competencias más representativas, siguiendo el modelo del GROP (Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica) de la Universitat de Barcelona (Bisquerra y Pérez Escoda, 2007; Bisquerra, 2009). Este modelo incluye los siguientes bloques de competencias emocionales. La conciencia emocional consiste en conocer las propias emociones y las emociones de los demás. Esto supone distinguir entre pensamientos, acciones y emociones; comprender las causas y consecuencias de las emociones; reconocer y utilizar un lenguaje emocional apropiado, etc. La regulación emocional significa dar una respuesta apropiada a las emociones que experimentamos. Incluye el control de la impulsividad, la tolerancia a la frustración, el manejo de la ira, la capacidad para retrasar gratificaciones, las habilidades de afrontamiento en situaciones de riesgo, la canalización apropiada de los impulsos violentos, el desarrollo de la empatía, etc. La autonomía emocional es la capacidad de no verse seriamente afectado por los estímulos del entorno. Esto requiere de un autoconcepto ajustado, una sana autoestima, autoconfianza, percepción de autoeficacia, automotivación y responsabilidad. La autonomía emocional es el equilibrio entre la dependencia emocional y la desvinculación. Las relaciones sociales están entretejidas de emociones. Las habilidades socioemocionales constituyen un conjunto de competencias que facilitan las relaciones interpersonales y sociales. La escucha y la capacidad de empatía abren la puerta a actitudes prosociales, que se sitúan en las antípodas de actitudes excluyentes, racistas, xenófobas o machistas, que tantos problemas sociales ocasionan. Estas 27 competencias predisponen a la construcción de un clima social favorable a la convivencia. Las competencias para la vida y el bienestar son un conjunto de habilidades, actitudes y valores que promueven la construcción del bienestar personal y social. Nos referimos al bienestar emocional, que es lo más parecido a la felicidad, que en gran medida consiste en la experiencia de emociones positivas. Conviene tener presente que una de las finalidades importantes de la política consiste, precisamente, en la construcción del bienestar personal y social. LA INTELIGENCIA AFECTIVA EN LA POLÍTICA No hay que confundir la inteligencia afectiva con la inteligencia emocional. En este apartado nos ocupamos de la inteligencia afectiva y sus efectos en la política, a partir de la teoría de Marcus (2013). Comprender el rol de las emociones en la política requiere tomar en consideración la importancia central que tiene la razón y el progreso en las sociedades liberales modernas a partir de la Ilustración, cuando se desarrolla una visión de la política centrada en la razón. El racionalismo originario del siglo XVIII pone el énfasis en la razón, que debe dominar a las pasiones, ya que estas son fuerzas destructivas. La religión refuerza esta forma de pensar negativa respecto a las pasiones humanas como causa de condenación eterna. Han tenido que pasar muchos años para que la neurociencia aporte unos conocimientos que van a replantear ciertos presupuestos propios del racionalismo, donde se presume que la cognición precede a la acción. Sin embargo, con la neurociencia se ha descubierto la automaticidad de muchas acciones, lo que compromete el origen de nuestras preferencias, motivaciones y otras «razones». Lógicamente no todas las acciones se realizan fuera del control de la conciencia. Los cambios de la automaticidad a la conciencia y al revés, que se producen con mucha frecuencia, no han sido tomados en consideración en la política y en gran parte de la ciencia en general. Sin embargo, conviene tener presente que los procesos automáticos favorecen el comportamiento aprendido y los hábitos automatizados, mientras que la conciencia favorece deliberaciones mentales explícitas. La teoría de la inteligencia afectiva sugiere que los sentimientos de ira y frustración son activados en contextos familiares de castigo. Es decir, son respuestas automatizadas ante ciertas situaciones. De forma paralela, el entusiasmo y la satisfacción se generarían en contextos familiares de recompensa. Esto tiene unos efectosen el comportamiento de la ciudadanía y en sus juicios y decisiones. La dinámica de los sistemas afectivos preconscientes configura el cómo y el cuándo se pasa de partidario a deliberativo. Cuando hablamos de partidario nos referimos también a «partidista», es decir, seguidor de un partido político, a veces «con los ojos vendados». En contraposición está la ciudadanía deliberativa, que pone en tela de juicio cualquier situación o comentario que provenga de cualquier partido, 28 ya sea el que pueda considerar como propio o el que pueda considerar como adversario. Por otra parte, también se puede pasar de espectador a comprometido. Los espectadores simplemente se limitan a observar los acontecimientos, a veces de forma alienada. Los espectadores no siempre votan, y cuando lo hacen no siempre es con clara información de lo que votan y de forma comprometida con una opción; lo hacen más bien desde un escepticismo político y falta de información. Por el contrario, los comprometidos se implican en algún tipo de acción, que puede ir desde votar a un partido por fidelidad, manifestarse en favor o en contra de algo, o ser militante de un partido político. Es principalmente en los comprometidos donde se sitúan tanto los partidarios como los deliberativos; esto permite establecer las diferencias reflejadas en la tabla siguiente. CONCEPCIONES DE CIUDADANÍA Partidaria Deliberativa Enfoque estratégico Dependencia de los hábitos: defensa de las convicciones y alianzas con los partidarios. Aprendizaje explícito: deliberar sobre nuevas respuestas estratégicas. Dependencia de las evaluaciones Inhibición. Aumenta. Dependencia de las propias convicciones Aumenta. Inhibición. Compromiso con nuevas informaciones Limitado: reforzar las propias creencias y desacreditar al adversario, buscar chismes para atacar al adversario. Aumenta la búsqueda de información útil para generar una respuesta efectiva. Orientación hacia los amigos y adversarios Solidaridad con los amigos, fuerza para derrotar a los adversarios. Abierto a trabajar con todas las partes. FUENTE: Basado en Marcus (2013: 30). Analizando esta tabla se puede llegar a la conclusión de que los partidos políticos necesitan sus partidarios, o partidistas, que de forma acrítica aceptan todo lo que emana de la dirección del partido. En los años sesenta y setenta, cuando ya se disponía de claras evidencias de los estragos del comunismo estalinista, la mayoría de los comunistas de fuera de la URSS se negaban a aceptar una realidad que era evidente. Eran partidistas acríticos de las directrices que emanaban del partido. De forma similar, después de los atentados del 11 de marzo en Madrid muchos partidarios del PP aceptaron acríticamente las informaciones emanadas del gobierno señalando a ETA como autora del atentado. En 2016 los partidarios del brexit en el Reino Unido difundieron informaciones en favor de la salida de la Unión Europea, que inmediatamente después del referéndum ellos mismos aceptaron que eran falsas. 29 En todos estos ejemplos se pone de manifiesto la importancia de una masa crítica deliberativa que ponga en cuestión las informaciones partidistas que hacen circular voces interesadas. PARTIDISTAS Y DELIBERATIVOS Los partidos políticos necesitan partidistas que les voten y estén de acuerdo con su ideología y sus decisiones, muchas veces acríticamente. Los partidistas son necesarios para el progreso del partido. Sin embargo, un país necesita una ciudadanía deliberativa y crítica que vaya más allá de la política de partido. Si los partidistas son necesarios para el partido, la ciudadanía deliberativa es necesaria para el progreso del país. Esto supone tener una inteligencia afectiva que permita superar el apego al partido (partidista) para llegar a una autonomía emocional con juicio crítico y criterio propio, lo cual tiene mucho que ver con la inteligencia emocional y las competencias emocionales. Conviene tener claro que los climas emocionales favorecen el partidismo de los seguidores, aunque no sean militantes del partido; para ello no se requieren grandes esfuerzos, pues el clima emocional lo favorece. Por el contrario, para llegar a una ciudadanía deliberativa se requiere de educación emocional que favorezca la introspección, deliberación y razón dialógica. Pero curiosamente esto es lo que, en general, no interesa a los partidos, ya que puede poner en cuestión algunas de sus propuestas. Entonces tenemos un problema. ¿Cómo podemos conseguir que haya una educación emocional que favorezca el progreso del país, si esto puede ir en contra de los partidos que suelen gobernar? Hará falta amplitud de miras para ir más allá de los intereses partidistas, con generosidad, para que los dirigentes se impliquen en el progreso del país, más allá de los intereses del partido. Este es uno de los grandes retos de la política del futuro: cómo pasar de una política de partido a una política de Estado. La política de partido es «partidista», centrada en la ideología y en los intereses de un partido. Cuando este partido tiene mayoría absoluta, o como mínimo mayoría simple, puede gobernar llevando a cabo «su política». Pero cuando se produce una clara diversidad (ideológica y de partidos), junto con una masa crítica con inteligencia afectiva y compromiso independiente de los partidos, se requiere una política de Estado que haga posible el diálogo, la negociación, a veces ceder y sobre todo aceptar que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Esta situación es la que se ha vivido en España en 2016 cuando no había forma de que un partido lograse mayoría para gobernar y tuvieron que repetirse las elecciones. Esto representa un cambio de paradigma en política. Significa pasar de unas estructuras políticas propias del siglo XIX, surgidas a partir de la Revolución francesa, a unas estructuras políticas propias del siglo XXI, caracterizadas por la diversidad, la sociedad de la información, el compromiso documentado, el diálogo entre puntos de vista opuestos y la necesidad 30 de llegar a acuerdos. Es de desear que la ciudadanía deliberativa, en número cada vez mayor, tenga criterio para distinguir entre los políticos que tengan claro que la finalidad de la política es el bienestar de la ciudadanía, de toda la ciudadanía, no solamente de los «nuestros». La capacidad de establecer esta distinción es claramente una característica que distingue a una ciudadanía deliberativa de una ciudadanía partidista. Lógicamente esto tiene efectos directos en los votos. Afortunadamente, en democracia la ciudadanía tiene la última palabra. El reto que se plantea es cómo formar una ciudadanía deliberativa. Esto requiere una educación que va más allá del contenido habitual de las materias académicas ordinarias. Implica educar en capacidad deliberativa, lo que significa introspección, interioridad, empatía, gestión emocional, competencias emocionales y educación emocional. ¿Está el país predispuesto para una educación deliberativa? ¿Están los partidos políticos dispuestos a fomentar una educación emocional que puede ser crítica con su política de partido? INTELIGENCIA Y EMOCIÓN EN LA POLÍTICA Las emociones en política han sido obviadas o ignoradas. Se ha pretendido que la política se rige por la razón ejercida por personas inteligentes. Sin embargo, a poco que se observe la realidad se puede constatar el gran peso que juegan las emociones en la política. Queremos llamar la atención y aportar evidencias sobre la importancia de las emociones en la política. Es importante llamar la atención sobre ello para no sentirnos manipulados por procesos emocionales que nos pueden llevar a tomar decisiones equivocadas. Poner a disposición de la ciudadanía las aportaciones de las investigaciones sobre neurociencia, inteligencia emocional, competencias emocionales y sus repercusiones en la política puede contribuir al desarrollo de una ciudadanía más consciente, responsable y comprometida en el bienestar general. Este es un objetivo que merece la pena y es a lo que nos proponemoscontribuir con este trabajo. El desarrollo de la inteligencia emocional y las competencias emocionales puede contribuir significativamente a formar una ciudadanía deliberativa y comprometida, más allá de los espectadores pasivos o los partidistas acríticos. En una sociedad cada vez con más diversidad, se impone la necesidad de diálogo entre puntos de vista que pueden llegar a ser diametralmente opuestos. Tomar conciencia de cómo nuestros pensamientos afectan a las emociones, y estas a los comportamientos, puede ayudar a mantener un diálogo más sosegado y alejado de la impulsividad propia de posturas intransigentes que se sienten poseedoras de la verdad absoluta. El futuro de la política va a requerir mucha inteligencia emocional y competencias emocionales si no queremos paralizar el progreso hacia el bienestar general. En los capítulos siguientes se aportan evidencias de la importancia de las 31 emociones en la política, con la intención de contribuir a sensibilizar sobre este tema. Tomar conciencia de ello debe llevar a la toma de decisiones conscientes y responsables. Aspectos esenciales son, por ejemplo: ¿Cómo podemos desarrollar competencias emocionales que faciliten la convivencia y la gobernabilidad en una sociedad caracterizada por la diversidad? ¿Cómo podemos educar mejor en la regulación de la ira para prevenir la violencia? ¿Cómo podemos contribuir a crear climas emocionales que favorezcan el bienestar general? RESUMEN Y CONCLUSIONES Conviene superar el tradicional antagonismo entre razón y emoción. Hay sobradas evidencias empíricas, aportadas por las ciencias, de que aprovechar las emociones para facilitar el pensamiento y las acciones puede contribuir a la convivencia y el bienestar. Se trata de tomar conciencia de ello y regular las emociones de forma apropiada. Esto exige el desarrollo de competencias emocionales en toda la ciudadanía. Hay que pasar de espectador a comprometido. Cada uno se puede comprometer en la medida de sus circunstancias. En todo caso, todas las personas se pueden comprometer en una toma de decisiones consciente y responsable. Esto significa tomar conciencia del peso de las emociones en la toma de decisiones. Un paso más es pasar de partidista a deliberativo. El partidista se deja llevar por las directrices del partido de forma acrítica, en un contexto emocional que dificulta la conciencia crítica. El deliberativo toma conciencia del clima emocional del contexto y del peligro de dejarse llevar por él; esta toma de conciencia es el paso previo para ejercer un juicio crítico para la toma de decisiones con criterio, en libertad y con responsabilidad. Una sociedad deliberativa tiene como consecuencia una gran diversidad de criterios y opiniones. Entonces se requieren argumentaciones para fundamentar la toma de decisiones que vayan más allá de las respuestas automáticas en un clima emocional concreto. Pasar de una sociedad de espectadores y partidistas, que toman decisiones en función del clima emocional del contexto, a una sociedad de comprometidos deliberativos, requiere el desarrollo de competencias emocionales que permitan ejercer la libertad desde la conciencia y la responsabilidad. Esto significa aunar inteligencia y emoción para implicarse emocionalmente en proyectos sociales desde la autonomía y la diversidad. Una sociedad caracterizada por la autonomía y la diversidad requiere la toma de decisiones conjunta, con criterios democráticos, para la construcción del bienestar de la ciudadanía. 32 3. LAS EMOCIONES EN LAS TENSIONES POLÍTICAS La convivencia puede crear situaciones de tensión política. Son ejemplos de tensión política las campañas electorales, las crisis, la esfera pública en acción, los extremismos, el desplazamiento social y los nacionalismos. En este capítulo se hace referencia a algunos aspectos concretos de las tensiones políticas, en los que se puede observar la importancia de las emociones y sus repercusiones en el comportamiento personal y social. Existe una relación entre tensión y emoción. Las tensiones políticas crean emociones, y a veces se han creado climas emocionales que predisponen a actitudes y valores que van a facilitar la tensión. Integridad y competencia son requisitos básicos que se esperan de los dirigentes. En situaciones de tensión política estos requisitos son todavía más valorados. Los líderes con integridad y competencia inspiran confianza. Si los líderes políticos son percibidos con falta de integridad y bajas competencias, se genera desconfianza. Confianza y desconfianza colectivas constituyen climas emocionales diametralmente opuestos. Cada uno de ellos mantiene una cierta estabilidad, pero son asimétricos. En las tensiones políticas se puede crear un clima de desconfianza mutua que hace muy difícil superarlas. EMOCIÓN Y COMPORTAMIENTO: EL CASO DEL MIEDO Y LA COBARDÍA Muchos hombres han aprendido a identificar miedo con cobardía a través de repetir afirmaciones erróneas como: «Si tienes miedo es porque eres un cobarde». El miedo es una emoción; la cobardía es un comportamiento. La valentía no significa no tener miedo, sino superarlo conscientemente para afrontar retos y peligros que merecen la pena; por ejemplo, arriesgar la propia vida por salvar a una persona en un incendio, accidente o desastre natural. Afrontar el peligro y ponerse en riesgo sin necesidad no es valentía, sino imprudencia o temeridad. La confusión entre miedo, cobardía, valentía, imprudencia y temeridad cuesta muchas vidas de adolescentes que adoptan comportamientos de riesgo para demostrar su valentía cuando lo que demuestran es su imprudencia o temeridad. Confusiones similares pueden darse en personas adultas, incluso bien formadas. Por tanto, también pueden darse entre la clase política. Esto es consecuencia de la ausencia de una auténtica educación emocional. Conocer las emociones, identificarlas, distinguir entre ellas y regularlas de forma apropiada significa conocerse mejor a sí mismo, estar en mejores condiciones para mantener buenas 33 relaciones con otras personas, prevenir la violencia y potenciar la convivencia en paz y en democracia. INTEGRIDAD Y COMPETENCIA EN LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS Las actitudes son predisposiciones en favor o en contra de algo o de alguien. Las actitudes se desarrollan, en general, a partir de emociones. Cuando un político se pone a hablar ante un público, todas las personas ya han desarrollado unas actitudes previas a la primera palabra que va a pronunciar el político, y por tanto ya tienen una predisposición a favor o en contra de lo que va a decir, independientemente del contenido sustancial de su mensaje. Las emociones y actitudes actúan como una lente de aumento que permite interpretar las situaciones; sin embargo, estas interpretaciones están influidas por la distorsión de la realidad producida por el enfoque de las lentes de aumento. El estudio sistemático de la bidireccionalidad relacional entre lo afectivo y lo cognitivo en la ciudadanía en el momento de la toma de decisiones políticas, como por ejemplo en el momento de ir a votar, ha generado investigaciones de interés desde el punto de vista teórico y práctico (Capelos, 2013). La aversión y la preocupación frente a los líderes políticos se originan a partir de la evaluación de la personalidad y de los lazos relacionales que uno mantiene con el partido. Esto aporta luz sobre la forma en que la ciudadanía llega a sus decisiones políticas, en especial en el momento de depositar su voto. La ciudadanía reacciona con preocupación ante la percepción de baja competencia y poca integridad de los líderes políticos. Ante esto puede utilizar sesgos emocionales basados en el apego partidista, tal vez para aliviar la preocupación. Es decir, se puede producir un pensamiento que podría ser expresado así: «No confío en los líderes políticos actuales, pero confío en el partido XX, al que he votado siempre». Esta afirmación es más una expresión de la fidelidad a sí mismo que de la confianza real en el partido que se va a votar. En todas las
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