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Política y emoción Aplicaciones de las emociones a la política - Francisco Ramirez

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Rafael Bisquerra
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Índice
Prólogo
Introducción
1. Emociones y política
¿Cómo se activan las emociones?
La valoración automática
Objeto y causa de la emoción
La emoción como respuesta compleja del organismo
La predisposición a la acción
¿Emoción o emociones?
Los fenómenos afectivos
Las emociones en la toma de decisiones
¿Por qué no hay Premio Nobel de Matemáticas?
Alexitimia política y científica
Emociones individuales y colectivas
Emoción, movimientos sociales y cambio político
El sentimiento de identidad nacional
Ira y miedo como motores de la política en la historia
Resumen y conclusiones
2. Inteligencia y emoción
La inteligencia emocional
Las competencias emocionales
La inteligencia afectiva en la política
Partidistas y deliberativos
Inteligencia y emoción en la política
Resumen y conclusiones
3. Las emociones en las tensiones políticas
Emoción y comportamiento: el caso del miedo y la cobardía
Integridad y competencia en las campañas políticas
Las emociones en las crisis
La esfera pública emocional
Extremismos y necesidad de regulación emocional
El desplazamiento social
Emociones y nacionalismos
Represión de la emoción
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Resumen y conclusiones
4. Trauma y política del miedo
El trauma en política
El trauma del terrorismo
La política del miedo
La transmisión intergeneracional del trauma
La narrativa del trauma
Significantes y emoción
Instrumentalidad emocional estructural
Resumen y conclusiones
5. Emociones colectivas y cambio social
Emociones colectivas
El miedo colectivo como fuerza política motivadora
El contagio emocional
El clima emocional
Clima emocional y comportamiento colectivo
La superación del miedo como objetivo de la política
Del miedo a la ira
Resumen y conclusiones
6. Las emociones en la protesta política
Emociones que predisponen a la protesta
Dinámicas emocionales en la protesta
Emociones basadas en el grupo
Emociones de protesta y tendencias de acción
Momentos en la protesta
Indignaos
Resumen y conclusiones
7. Emoción y transiciones políticas
El mundo como sistema
Las emociones en las transiciones de los países comunistas
Factores para la transición
Factores emocionales
La ira en las transiciones del comunismo
Transiciones y no transiciones
El efecto solidaridad: moral y emoción
Condición necesaria pero no suficiente
Las emociones en la «primavera árabe»
Origen y evolución de la primavera árabe
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Resumen y conclusiones
8. Emoción y violencia en política
Política, emoción y violencia
Vergüenza y orgullo en política
Vergüenza, humillación, ira y violencia
Historia y emoción
Humillación y violencia
El efecto mariposa
Resumen y conclusiones
9. Política y construcción del bienestar
Un sistema social y político basado en el miedo y la ira
El amor en la política
El bienestar como objetivo de la política
Tipos de bienestar
El bienestar emocional
El bienestar se construye
Educación emocional para la construcción del bienestar
Desarrollar un detector de emociones tóxicas
Resumen y conclusiones
10. Hacia un cambio de paradigma
Hacia un cambio emocional
Un cambio de paradigma
De la política a las ciencias sociales
Perspectivas de futuro
Conclusiones
Bibliografía
Créditos
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PRÓLOGO
¿Para qué sirven las emociones? La principal función de las emociones es ayudar a
las personas y a las sociedades a aumentar las probabilidades de supervivencia. La
segunda función probablemente sea el bienestar emocional, que coincide en gran
medida con la felicidad. La supervivencia depende de la convivencia en paz, que a su
vez aumenta las probabilidades de bienestar. Así pues, tenemos un nexo de unión
entre emoción, supervivencia, convivencia y bienestar.
¿Para qué sirve la política? Para gestionar la convivencia y el bienestar de la
ciudadanía. Como consecuencia, la relación entre emoción y política es tan evidente
que no necesitaría mayor justificación. Pero además de esto, las evidencias
demuestran que las emociones están presentes en los procesos políticos de todo tipo:
campañas electorales, debates políticos, resultados de las elecciones, conflictos,
protestas, transformaciones sociales y políticas, etc.
Curiosamente, en las manifestaciones de los profesionales de la política, en los
discursos políticos, en los análisis políticos, en los debates sobre política, en las
tertulias de comentaristas políticos, etc., las emociones suelen estar ausentes, al
menos explícitamente.
Este libro se propone llamar la atención sobre esta ausencia. Se necesita
sensibilizar a la clase política, a los analistas políticos, a los investigadores en
ciencias políticas y en ciencias sociales y a la sociedad en general del peso que tienen
las emociones en los procesos políticos. Consideramos que esta es una laguna en el
conocimiento que necesitamos superar.
Por todo ello, este libro va dirigido a un amplio espectro de potenciales lectores:
políticos, periodistas, comentaristas políticos, psicólogos, investigadores en ciencias
sociales, educadores y la sociedad en general. Todos pueden encontrar elementos y
claves que les ayuden a comprender mejor la importancia de las emociones en los
movimientos sociales y políticos.
Los dos primeros capítulos se proponen presentar el marco conceptual de las
emociones y de las competencias emocionales. Se explica qué son las emociones y
cómo pueden influir en el comportamiento, y, por tanto, cómo afectan a las relaciones
interpersonales, los conflictos, la convivencia, la política y muchos aspectos de la
vida. También se analiza cómo las emociones no son solamente un fenómeno
individual, sino que se producen emociones colectivas, que generan contagios
emocionales y climas emocionales que pueden ser tóxicos. Todo esto nos lleva a la
necesidad de desarrollar competencias emocionales para una mejor convivencia y
bienestar.
Del capítulo tres al ocho se analizan diversas situaciones políticas desde la
perspectiva de las emociones. En concreto, se tratan temas relacionados con las
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tensiones políticas, los traumas políticos, los cambios sociales, las protestas, las
transiciones políticas, la violencia, etc. La intención es aportar evidencias empíricas
de la importancia de las emociones en los procesos políticos.
Los dos últimos capítulos son una llamada a la política, a la educación y a la
sociedad en general para proceder a cambios significativos en las emociones
colectivas que estamos experimentando. Se propone un cambio de paradigma para
mejorar el bienestar personal y social. Este es un proyecto colectivo, con perspectiva
de futuro, en el que estamos implicadas todas las personas.
Manacor (Mallorca), verano de 2016.
RAFAEL BISQUERRA
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INTRODUCCIÓN
La política consiste en la gestión de la convivencia, la economía, la salud, la
educación y el bienestar de la ciudadanía. En este sentido nos afecta a todas las
personas y, por tanto, todos deberíamos estar interesados en que funcione lo mejor
posible.
Gestionar todos los aspectos que afectan a la política es sumamente complejo en sí
mismo, ya que se necesita tomar en consideración multitud de variables: sociales,
económicas, salud, educación, convivencia, seguridad, justicia, defensa, libertad,
solidaridad, equidad, etc. Además, todos estos aspectos permiten visiones desde
diversos enfoques, lo cual origina diversas ideologías, partidos políticos,
movimientos sociales, grupos de presión, etc., haciendo inevitables los conflictos.
Los conflictos generan emociones, y las emociones están en el origen de muchos
conflictos. Es comprensible que se queden aspectos al margen de la política, tanto en
lo que respecta a la gobernanza como al análisis situacional. Olvidar la relación entre
conflicto y emoción supone no tomar en consideración aspectos importantes en la
solución de conflictos.
En esta obra queremos llamar la atención sobre uno de los aspectos olvidados de
la política: su dimensión emocional. En general, los profesionales de la política y los
analistas políticos no toman en consideración las emociones en el origen de los
acontecimientos, en la gestión de la convivencia, en la génesisde los conflictos, en
los movimientos sociales y en todo lo que afecta directa o indirectamente a la política
y a la sociedad.
Los análisis y las interpretaciones habituales de la situación política, en general, se
basan en el mundo «externo», de carácter material, como la economía, los
presupuestos, el PIB (producto interior bruto), el IPC (índice de precios al consumo),
las oscilaciones de la bolsa, las causas y consecuencias de la crisis, la esperanza de
vida, los accidentes de tráfico, el número de muertos en un atentado, la intención de
voto, el número de votos en las elecciones, el número de diputados, etc. Al no tomar
en consideración aspectos «internos» (emocionales), muchos analistas aportan
explicaciones contradictorias, debido a la confusión sobre las causas que provocan los
acontecimientos. La gestión de la política se basa en este mismo paradigma, que
ignora sistemáticamente aspectos «internos» de las personas como las emociones.
Desde el punto de vista «externo», muchos conflictos colectivos, como el
terrorismo y las guerras, no tienen sentido. Se les aplica un análisis racional, cuando
realmente requieren una interpretación emocional. La idea de que la venganza y la
humillación no tienen suficiente fuerza para declarar una guerra, ya que solamente
son emociones, es una puesta en escena de la represión emocional que está presente
en la política, en la sociedad y en la educación.
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Tradicionalmente la ciencia y la emoción han avanzado por caminos distintos. Por
una parte había ciencia, cognición y razón; mientras por otra había emoción,
entendida como algo diametralmente opuesto. Afortunadamente se han dado pasos
importantes para superar esta dicotomía. Autores como Clough y Halley (2007),
Demertzis (2013: 2) y otros señalan un cambio de perspectiva que se nota en
psicología, filosofía, sociología, geografía, historia, economía, derecho,
organizaciones, medios de comunicación, educación, política, etc.
Recordemos algunos hitos que señalan los orígenes de un nuevo paradigma en el
análisis de la política. En 1978 se fundó la International Society of Political
Psychology, que representa un intento de analizar la política desde la perspectiva
psicológica. En 1986, en el marco de la American Sociological Association, se crea
una sección de Sociología de las emociones. En 2004 la European Sociological
Association crea el Research Network on Emotions (http://socemot.com/). Estas
aportaciones darán origen a dos líneas de investigación: Sociología política de las
emociones y Psicología política de las emociones.
La Sociología política de las emociones (Berezin, 2002; Demertzis, 2013) propone
análisis de macronivel: en base a la historia, cultura, sociología y psicología. Por el
contrario, la Psicología política de las emociones se centra en el micronivel: más
centrado en lo individual, la opinión, las intenciones de voto o por qué se toman
decisiones electorales.
Estos análisis permiten observar cómo las decisiones políticas están más influidas
por las emociones que por las razones. Las dinámicas emocionales presentes en las
campañas electorales, con el impacto de la percepción afectiva de los líderes,
determinan más las decisiones políticas de qué partido va a votar una persona que el
análisis de los distintos programas políticos. En las campañas políticas, la emoción
precede a la cognición. Varios estudios con datos de la American National Election
Studies (ANES) demuestran que la percepción de liderazgo y los valores morales
explican la aversión hacia ciertos candidatos (Demertzis, 2013).
La investigación en la neurociencia política ha aportado nuevos horizontes. Hoy
en día no se puede sostener una ciencia al margen de la emoción. La demarcación de
razón y emoción en la ciencia y en los análisis políticos son cosa del pasado.
Con la intención de abrir y profundizar en estas nuevas vías de análisis y gestión
en la política se ha escrito este libro. La intención es sensibilizar a la sociedad en
general, y en particular a los profesionales de la política, analistas políticos,
historiadores, estudiosos, especialistas en ciencias sociales y educadores, de la
importancia de las emociones en los comportamientos y acontecimientos.
A lo largo de los diversos capítulos se van presentando una serie de temas y
acontecimientos que se comentan desde la perspectiva emocional. Entre estos temas
están las tensiones políticas, las campañas electorales, las crisis, los extremismos, los
nacionalismos, los traumas políticos, las protestas políticas, los procesos de cambio
político y social, las transiciones políticas, la violencia, el terrorismo, etc.
En los primeros capítulos se presenta un marco conceptual de las emociones y
otros conceptos relacionados, como la inteligencia emocional, las competencias
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http://socemot.com
emocionales y la educación emocional. La intención es ayudar a comprender cómo
funcionan las emociones para poder comprender mejor los fenómenos que se
comentan y analizan a lo largo del libro.
Este análisis permite entrever que a lo largo de la historia, e incluso desde antes
(prehistoria y filogénesis), se ha ido desarrollando un sistema social y político basado
en dos emociones básicas: ira y miedo. El reto que se plantea en el siglo XXI es
proceder a un cambio de paradigma. Necesitamos superar un sistema social y político
basado en la ira y el miedo para construir otro orientado al bienestar. No nos
referimos al bienestar material, sino al bienestar emocional, que se fundamenta en el
amor y la felicidad. Construir un sistema social con estas características requiere una
profunda sensibilización, actitud positiva, investigación, formación, educación y
presupuestos. Sin querer ser alarmistas, nos permitimos aseverar y aportar evidencias
a lo largo del libro de cómo todo esto afecta al futuro de la humanidad, y que si no
tomamos pronto cartas en el asunto podemos llegar tarde. Es una cuestión similar a la
conciencia ecológica.
Queremos ver el futuro con esperanza y confiamos en que la educación emocional
pueda contribuir a mejorar la convivencia y el bienestar de la ciudadanía. Pero se
necesita un efecto sinergia, con la participación de los elementos implicados:
políticos, periodistas, historiadores, científicos, educadores, familias y sociedad en
general. A todos ellos va destinado este libro.
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1. EMOCIONES Y POLÍTICA
Para comprender las relaciones entre política y emoción se requiere tener claro qué
son las emociones. Si al lector se le pregunta ¿qué es una emoción?, es muy probable
que tenga dificultades en responder, a no ser que se haya formado por su cuenta, a
través de cursos y lecturas, sobre qué son las emociones. Continuamente estamos
experimentando emociones, pero solamente caemos en la cuenta de la dificultad que
tenemos en expresar lo que son cuando nos vemos en la necesidad de hacerlo. Y esta
necesidad es muy difícil que aparezca, ya que no es habitual hablar de emociones.
Como consecuencia, a veces pensamos o decimos: «no sé qué me pasa». Cuando
tomamos conciencia de que «no sé qué me pasa», muchas veces se trata de
emociones que no somos capaces de identificar y regular de forma apropiada. Esto
nos pasa a la mayoría de las personas, incluso a las formadas en ciencias tan diversas
como física, ingeniería, economía, derecho, matemáticas, etc. Ello nos lleva a la
conclusión de que para entender de qué estamos hablando en este libro conviene tener
claro qué son las emociones.
¿CÓMO SE ACTIVAN LAS EMOCIONES?
Las emociones son una parte esencial de la vida personal y social. Continuamente
experimentamos emociones y fenómenos afectivos, pero pocas veces nos paramos a
reflexionar sobre ellos. ¿Qué son las emociones?, ¿cómo influyen en el pensamiento
y en el comportamiento?, ¿qué influencia tienen las emociones en la toma de
decisiones?, ¿cómo afectan las emociones en la política?
Para entender lo que es una emoción, lo mejor es experimentarla. Si el lector
puede recordar alguna emoción fuerte y la puede revivir, esto le ayudará a
comprender lo que sonlas emociones, junto con las informaciones que se
proporcionan en estas páginas.
Una emoción se activa a partir de un acontecimiento que es percibido por nuestros
sentidos. La percepción puede ser consciente o inconsciente. El acontecimiento puede
ser externo o interno, de modo que puede ser un pensamiento. Puede ser un evento
actual, pasado o futuro; real o imaginario. El acontecimiento también se denomina
objeto o estímulo que activa la emoción. Todos los acontecimientos que llegan a
nuestros sentidos son evaluados automáticamente por nuestra mente.
LA VALORACIÓN AUTOMÁTICA
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Tenemos un mecanismo innato de valoración automática de todos los estímulos
que llegan a nuestros sentidos. Es como una especie de escáner, como los que hay en
la zona de control de seguridad de los aeropuertos, que detecta cualquier información
susceptible de activar una respuesta emocional. El funcionamiento del mecanismo de
valoración automática se puede representar mediante una serie de preguntas como:
¿esto me afecta?, ¿cómo afecta a mi supervivencia?, ¿cómo afecta a mi bienestar?,
¿en qué medida me afecta? Cuando un acontecimiento es valorado como algo que
puede afectar a mi supervivencia o a mi bienestar (o al de las personas próximas), se
activa la respuesta emocional.
Se trata de una valoración tan rápida que muchas veces no somos conscientes de
ello. Es por tanto una valoración automática, a la que también se denomina
valoración primaria. En esta valoración está presente el grado en que valoramos el
acontecimiento como positivo o negativo para nuestra supervivencia o nuestro
bienestar. Ello producirá emociones distintas. Se habla de emociones positivas
cuando el acontecimiento se valora como un progreso hacia los objetivos, hacia el
bienestar. Cuando el acontecimiento se valora negativamente (un obstáculo, un
peligro, una dificultad, una ofensa, etc.) genera emociones negativas.
No hay que confundir positivo con bueno y negativo con malo. Todas las
emociones son funcionales y necesarias. Gracias a la indignación ante una injusticia
adoptamos acciones encaminadas a superarla, lo cual es bueno mientras no se caiga
en la violencia, que esta puede producir mayores injusticias. Sin embargo, siendo
buena esta indignación, cuando uno está indignado no goza de bienestar. Por esta
razón es una emoción negativa.
En la valoración del acontecimiento influyen muchos factores: significado del
acontecimiento, atribución causal, evaluación de las propias habilidades de
afrontamiento, experiencia previa, aprendizaje, contexto, creencias, etc. Esto hace que
un mismo acontecimiento pueda ser valorado de forma distinta según las personas.
Ante las declaraciones de un político, un ciudadano puede sentir solidaridad y
asentimiento, mientras otro puede sentir vergüenza, enfado, ira, tristeza o miedo.
La evaluación automática activa la emoción cuando se cumplen cuatro
condiciones (Scherer, 2001):
1. Relevancia: del objeto o de la persona.
2. Implicación: cómo afecta directamente al bienestar de la persona y a sus
objetivos.
3. Afrontamiento: cómo uno valora las propias habilidades de afrontamiento para
hacer frente a la situación.
4. Significación normativa: significación del evento respecto al autoconcepto de la
persona y a las normas sociales y valores.
Dado que estas condiciones se viven de forma diferente según las personas, dos
personas diferentes valoran el mismo acontecimiento de forma distinta. Por ejemplo,
la pérdida de una maleta en el aeropuerto a la llegada a un país extranjero se puede
valorar de forma muy distinta según cada pasajero.
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OBJETO Y CAUSA DE LA EMOCIÓN
Algunos autores distinguen entre la causa y el objeto de la emoción (Barbalet y
Demertzis, 2013: 168-169). El objeto del miedo puede ser un evento, persona o cosa;
la causa del miedo se refiere a las condiciones en que se experimenta. Veamos esto
con un ejemplo. Imaginemos que el lector va caminando tranquilamente por la calle y
de repente observa un perro rottweiler con la boca abierta, enseñando sus afilados
dientes, que está corriendo directo hacia él. Lo lógico es que se active de inmediato
un profundo miedo descontrolado ante lo que se valora como un peligro real e
inminente que impulsa a huir. Sin embargo, la misma escena, experimentada por el
propietario del perro, sería vivida de forma totalmente diferente: una manifestación
de júbilo por parte del perro ante la llegada de su amo. El objeto del miedo es el
perro. Pero la emoción es distinta en los actores. La diferencia está en la causa: la
relación que el sujeto mantiene con el objeto. La causa de la emoción no es el objeto
(perro), sino la relación que mantengo con el perro. La causa de las emociones reside
más en las relaciones que en los objetos. En general cuesta distinguir entre objeto y
causa de la emoción. El objeto es el acontecimiento en sí, mientras que la causa es la
relación que mantenemos con el objeto. La causa de las emociones debe ser entendida
en términos de la estructura de relaciones situacionales en que surge la emoción.
Esto se ve muy claramente en las acciones y declaraciones de los políticos. Las
reacciones no dependen tanto de lo que dicen o hacen, sino de las relaciones que
mantienen los receptores del mensaje con el protagonista del comentario. Otra forma
de verlo es que el comentario dice más de quien lo emite que de la realidad en sí.
Ello pone en evidencia cómo la emoción no depende del acontecimiento en sí,
sino de la forma que tenemos de valorarlo. Como dijo Epicteto en el Enchiridion, «El
hombre no está perturbado por las cosas, sino por la visión que tiene de las cosas».
Shakespeare también trató el mismo tema en Hamlet, acto II, escena 2: «No hay nada
bueno o malo; el pensamiento lo hace así». Una emoción depende de lo que es
importante para nosotros.
La implicación para la práctica que de esto se deriva es la conveniencia de tomar
conciencia de la diferente valoración que hago de los acontecimientos políticos en
función de cómo me relaciono con sus protagonistas. Para evitar caer en la valoración
sesgada puede ayudar preguntarnos: «¿Desde qué emoción me relaciono con esta
persona?». Según sea la respuesta, así será la valoración que hago.
LA EMOCIÓN COMO RESPUESTA COMPLEJA DEL ORGANISMO
Analizar las emociones significa analizar la complejidad. El mecanismo de
valoración automática activa una respuesta emocional compleja que vamos a analizar.
Cuando recibo la noticia de un atentado terrorista, valoro que yo también estoy en
peligro y ello activa una emoción de miedo. En esta respuesta emocional se pueden
identificar tres componentes: neurofisiológico, comportamental y cognitivo.
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El componente neurofisiológico consiste en respuestas como taquicardia,
hipertensión, vasoconstricción, cambios en el tono muscular, secreciones hormonales,
cambios en los niveles de ciertos neurotransmisores, etc. Ante una emoción
reaccionamos con todo el cuerpo. Las emociones son una respuesta compleja que se
inicia en el SNC (sistema nervioso central) y puede repercutir en todo el organismo.
Esto es la experiencia emocional. Dichas reacciones pueden afectar a la salud.
El componente comportamental coincide con la expresión emocional. La
observación del comportamiento de un individuo permite inferir qué tipo de
emociones está experimentando. El lenguaje no verbal, principalmente las
expresiones del rostro y el tono de voz, aportan señales bastante precisas. Las
expresiones faciales surgen de la actividad combinada de unos 23 músculos situados
alrededor de la boca y otros situados en los extremos de los ojos, cuyo control
voluntario es bastante difícil. Por eso, una foto hecha espontáneamente refleja las
emociones que se viven en ese momento. A diferencia del componente
neurofisiológico, el componente comportamental se puede disimular, de modo que
podemos entrenar para disimularlo y engañar a las personas que nos observan.
El componente cognitivo es la emoción hecha consciente. Cuando tomamos
conciencia de las emociones que experimentamos, les podemos ponerun nombre en
función de nuestro dominio del lenguaje. Por ejemplo: «Siento miedo ante un posible
ataque terrorista», o «me indigna la corrupción que nos corroe». Las limitaciones del
lenguaje imponen serias restricciones al conocimiento de lo que nos pasa por dentro.
A veces podemos expresar: «no sé qué me pasa». Cuando somos capaces de poner
palabra a lo que nos pasa, nos podemos sentir mejor. De ahí la importancia de una
educación emocional encaminada, entre otros aspectos, a un mejor conocimiento de
las propias emociones y denominarlas apropiadamente. Ser capaz de poner nombre a
las emociones es una forma de conocernos a nosotros mismos y de conocer mejor a
los demás.
Este componente cognitivo coincide con lo que se denomina sentimiento. Los
sentimientos se pueden alargar en el tiempo. Así como las emociones son
habitualmente de duración breve, algunos sentimientos los podemos alargar durante
toda la vida. La voluntad es muy importante para alargar o acortar sentimientos.
La figura 1.1 es un modelo descriptivo de lo que son las emociones y sus
elementos esenciales. Este cuadro ha sido recogido de Bisquerra (2009), donde se
pueden encontrar más informaciones para profundizar sobre estos conceptos que aquí
se presentan sucintamente.
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Figura 1.1. Componentes de la emoción.
LA PREDISPOSICIÓN A LA ACCIÓN
Las emociones suelen impulsar hacia una forma definida de comportamiento, que
técnicamente se denomina orexis. La expresión acuñada por Darwin para referirnos a
la acción que acompaña las emociones es «fight or fly» (lucha o vuela). Estas son las
dos respuestas típicas de la ira (ataque) y del miedo (huida). El comportamiento de
lucha se da cuando se valora que estoy en condiciones de hacer frente a la situación,
mientras que el comportamiento de huida es propio de cuando el peligro se valora
como superior a las posibilidades de afrontarlo con éxito.
Cuando se dice que la emoción predispone a la acción, no significa que la acción
tenga que darse necesariamente. Por ejemplo, me puedo sentir ofendido por el
comentario de alguien y sentir una impulsividad a responder de forma violenta. Esta
predisposición a la acción se puede regular de forma apropiada, aunque para ello hace
falta aprendizaje y entrenamiento. Es decir, educación. Esto es muy importante, ya
que la educación emocional tiene como uno de sus objetivos entrenar para dar
respuestas apropiadas y no impulsivas.
La predisposición a la acción está influenciada por cuatro determinantes (Frijda,
2004):
1. Disponibilidad: debe haber un repertorio apropiado de posibilidades de acción
disponibles.
2. Aceptabilidad: deben ser aceptables las posibilidades de acción.
3. Fortaleza: la emoción debe ser fuerte, para predisponer a una acción urgente e
importante.
4. «Ojo social»: deben ser acciones que tengan apoyo o aprobación social. Si las
acciones no cumplen este requisito es más probable que no se produzcan.
El último punto es particularmente importante, en cuanto las normas sociales
determinan lo que está disponible y es aceptable y relevante. Es decir, la
«significación normativa», formada por normas y valores, afecta en gran medida a la
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acción. La significación normativa» de Scherer (2001) equivale al «ojo social» de
Frijda (2004); es decir, son formas distintas de referirnos al mismo fenómeno.
¿EMOCIÓN O EMOCIONES?
A veces se habla de emoción en particular, y otras de emociones en plural. La
realidad es que existen muchas emociones, pero todas ellas se pueden englobar en el
mismo patrón.
Siguiendo una cierta tradición, nos referiremos a la emoción, en singular, como un
concepto genérico; y nos referiremos a las emociones, en plural, para referirnos al
conjunto de las emociones discretas (ira, tristeza, alegría, etc.). El uso del lenguaje
permite distinguir cuándo nos referimos a la emoción como concepto genérico, de
cuándo nos referimos a una emoción en concreto.
LOS FENÓMENOS AFECTIVOS
La palabra «afecto» se utiliza como un gran paraguas que cobija a los fenómenos
afectivos, entre los cuales están, principalmente, las emociones, sentimientos, estados
emocionales y trastornos emocionales. El afecto incluye a todos ellos.
Hemos visto cómo los sentimientos son las emociones hechas conscientes, y como
tales las podemos alargar en función de nuestra voluntad. Así pues, las emociones son
de duración breve; pueden durar segundos, minutos, a veces horas y días, pero
difícilmente una emoción dura semanas o meses. Entonces se entra en los
sentimientos y en los estados de ánimo, que sí pueden durar semanas, meses, años e
incluso toda la vida.
Los estados de ánimo son más vagos o imprecisos que las emociones agudas y
suelen carecer de una provocación contextual inmediata. Se denominan estados de
ánimo, estados de humor (mood) o estados emocionales. No tienen una motivación
clara. A diferencia de una emoción o un sentimiento, en un estado de ánimo no tiene
que haber necesariamente un objeto que lo provoque. Tal vez por esto suelen
describirse más bien en términos generales: estoy deprimido, melancólico, eufórico,
etc. Los estados de ánimo son de menos intensidad y de más duración que las
emociones; pueden durar desde unas horas hasta varios meses. Las emociones
reclaman una respuesta urgente; en cambio no es así en los estados de ánimo. Estos
tienen que ver con las experiencias de la vida pasada que hacen que uno se sienta
perturbado, triste, con una actitud positiva, etc.
Para poner unos ejemplos, podemos decir que el miedo es una emoción, mientras
que la ansiedad es un estado de ánimo; la tristeza es una emoción, la depresión es un
estado de ánimo; el enamoramiento es una emoción, el amor es un sentimiento. Pero
en la práctica, para no tener que matizar en cada situación si se trata de una emoción,
sentimiento, estado de ánimo o fenómeno afectivo en general, se abrevia con la
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palabra «emoción». Este es el criterio que seguimos en este texto, aunque en otros
textos se utiliza la denominación de sentimientos o afectos.
En la medida en que un estado de ánimo negativo e intenso se alarga más allá de
lo razonablemente aceptable, se puede convertir en un trastorno emocional. Hay
muchos tipos de trastornos emocionales, siendo los más habituales los que tienen que
ver con la ansiedad, el estrés y la depresión. La psicoterapia es esencialmente terapia
emocional para estos trastornos.
Un episodio emocional es un fenómeno afectivo más duradero que una emoción.
Son diversos estados emotivos que se suceden y que se ligan a un mismo
acontecimiento. Un suceso determinado puede hacer sentir una multiplicidad de
emociones, que a veces se confunden y son vividas como una sola. Los episodios
emocionales pueden durar días o incluso semanas.
LAS EMOCIONES EN LA TOMA DE DECISIONES
A veces creemos ingenuamente que pensamos y decidimos lo que hacemos. Sin
embargo, los estados emocionales influyen en lo que pensamos y lo que decidimos,
mucho más de lo que podríamos suponer. Diversas investigaciones han puesto en
evidencia la importancia de las emociones en el proceso de toma de decisiones.
Grecucci y Sanfey (2015) analizan las investigaciones relacionadas con la
regulación emocional en la toma de decisiones y hacen observar que habitualmente se
ha considerado que las decisiones se toman de acuerdo con un modelo económico.
Según este modelo, en el momento de la toma de decisiones se analizan las
alternativas posibles, valorando cada una de ellas en función de los costes y ganancias
que pueden reportar. La decisión se inclina hacia la opción que presente una mejor
relación de coste-beneficio. La creencia en que se aplica este modelo en la toma de
decisiones se fundamenta en la racionalidad de la persona que toma las decisiones. Se
puede afirmar que este modelo se refiere a cómo se deberían tomar las decisiones.
Pero las evidencias empíricas señalan que se toman de forma diferente, jugando las
emociones un papel más importante de lo que habitualmente se cree. Cuando se trata
de decisiones sociales, es decir, realizadas por grupos de personasque toman
decisiones conjuntamente, el clima emocional del contexto es un factor clave.
Veamos algunos ejemplos. Pensemos en la decisión de lo que voy a hacer el
próximo fin de semana, qué película voy a ver, dónde quiero ir de vacaciones, etc.
También puede tratarse de decisiones más importantes desde el punto de vista
económico, como qué coche o qué piso nos vamos a comprar. Incluso decisiones
importantes de las que van a depender aspectos esenciales de nuestra vida, como la
toma de decisiones sobre qué estudios seguir por parte de un estudiante de
secundaria, la elección de pareja, la decisión de separarse o divorciarse, la decisión de
tener hijos, etc. Analicemos en todos estos casos la importancia de las emociones.
Por lo que respecta a la política, ¿cómo se decide a quién voy a dar mi voto?
Analicemos bien esta toma de decisiones, si bien tal vez no haga falta. ¿Cuántas
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personas toman la decisión después de haber analizado de forma comparativa los
programas de los distintos partidos políticos?, ¿cuántos lo deciden por tradición? Si
no votan el partido que han votado siempre, lo «sentirían» (sentimiento) como una
traición a sí mismo. ¿Cuántos deciden a favor del más simpático (emociones que me
genera)?
Es curioso observar que en las encuestas sobre intención de voto no se suele
preguntar las razones por las cuales se toman las decisiones. Probablemente muchos
tendrían dificultades en responder a esta pregunta, sobre todo si la respuesta se realiza
a partir de un análisis profundo de lo que me induce a decidir a favor de unos o de
otros.
Las decisiones se toman en base a los intereses, que tienen una carga emocional
muy importante. Hasta tal punto, que en la literatura científica se está produciendo un
cambio de perspectiva desde los intereses hacia las emociones (Demertzis, 2013:
265).
En resumen, las emociones juegan un papel en la toma de decisiones, y por tanto
afectan a las decisiones políticas que toma la ciudadanía, pero también a las que
toman los políticos y a las que toman los grupos políticos en un contexto con un
clima emocional dado.
¿POR QUÉ NO HAY PREMIO NOBEL DE MATEMÁTICAS?
¿Qué tiene que ver el Premio Nobel con las emociones? Para la mayoría son dos
temas sin ninguna relación. Sin embargo, consideramos que conocer ciertas
circunstancias que acontecieron en el surgimiento de los Premios Nobel pueden servir
para ilustrar el papel que las emociones juegan en la toma de decisiones.
Alfred Nobel (1833-1896) tuvo ocasión de leer una noticia en la prensa cuyo
titular era «Ha muerto el mercader de la muerte». Al leerla observó que se refería a él.
El periodista que firmaba la gacetilla se había confundido, pues quien había muerto
en realidad era un hermano suyo. Pero esta confusión sirvió para que Alfred Nobel
tomara conciencia de la imagen que la sociedad podría tener de él, relacionada con la
dinamita y las muertes que había causado. En este momento tomó la decisión de
cambiar su imagen pública. Después de largas reflexiones y consultas llegó a la
decisión de crear unos premios que honraran su nombre. Así surgió la idea del
Premio Nobel. Pero, ¿de qué tipo de premios hablamos? De premios de las ciencias.
Por tanto, de matemáticas, física, química, fisiología y medicina, por lo menos. Con
este propósito se fue desarrollando el proyecto. Cuando se acercó el momento de
entregar los primeros premios, Alfred Nobel se quiso informar de quiénes podrían ser
los primeros en recibirlo. Cuando le entregaron el listado de los principales
candidatos al premio de matemáticas sufrió un impacto emocional tan grande que
decidió retirar el premio.
Para entender lo acontecido hay que remontarse a 1876, cuando Alfred Nobel
mantenía relaciones con Sofía Hess. Pero esta relación no funcionó por diversas
18
causas. Probablemente si hubiera funcionado nada de lo que comentamos hubiera
sucedido. El hecho es que en 1887 le tiró los tejos a Sofía Kowalevsky, pero esta le
rechazó porque mantenía relaciones con Gösta Magnus Mittag-Leffner, rector de la
Stockholm Högskola, que después sería la Universidad de Estocolmo.
Cuando Nobel se informó de cuáles serían los primeros candidatos al Premio
Nobel de Matemáticas, en la lista de candidatos estaban en los primeros lugares
Mittag-Leffner y Sofía Kowalevsky (Pazos Sierra, 2009). Desde esta perspectiva se
comprende el impacto que ello le pudo provocar.
Alfred Nobel nunca se llegó a casar y no tuvo descendencia. La mayoría de sus
bienes fueron a parar a los Premios Nobel, instituidos en su testamento de 1895.
Sacamos aquí a colación estos hechos porque resulta que en la génesis de los
premios más prestigiosos de las ciencias en el mundo las emociones han jugado un
papel muy importante. Aunque en general las emociones se consideran ausentes de la
ciencia, vemos en este caso cómo han afectado a las altas esferas de la ciencia. Y se
trata tan sólo de un ejemplo. Si a muchos Premios Nobel se les argumenta que las
emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones, tal vez no lo acepten
en estos momentos. Sin embargo, la supresión del Premio Nobel de Matemáticas es
un ejemplo claro del peso de las emociones en la toma de decisiones.
ALEXITIMIA POLÍTICA Y CIENTÍFICA
En el Congreso Europeo de Investigación Psicosomática de 1976 se define y
difunde el término alexitimia (Brautingamen y Rad, 1977), entendido como una
dificultad para sentir y captar emociones. Sifneos (1972, 1973) es uno de los pioneros
en investigar la alexitimia y el investigador que impulsó la difusión de este concepto.
La palabra alexitimia procede de: a (sin), lexis (leer) y thymos (emoción). Por
tanto, significa «sin poder leer las emociones». En su sentido etimológico significa
por tanto la incapacidad para leer emociones; es decir, ausencia de palabras para
expresar las propias emociones. Las personas que padecen alexitimia muestran una
alteración caracterizada por la dificultad para identificar, describir y diferenciar
emociones, sentimientos y afectos. La prevalencia de la alexitimia se estima en torno
al 8 % en varones y 1,8 % en mujeres (Shipko, 1982). En cambio, en pacientes con
trastornos psicopatológicos llega al 30 %.
Pasando al tema que nos ocupa, se puede observar una alexitimia política,
caracterizada por una incapacidad por reconocer el papel que juegan las emociones en
la política. Fijémonos cómo la palabra emoción y todo lo que la rodea está ausente de
los análisis políticos y del lenguaje que los envuelve. Esto no es exclusivo de la
política, sino que también afecta a una parte importante de la ciencia. Con la
expresión alexitimia científica nos referimos a la tradicional ignorancia de las
emociones por parte de la ciencia.
La superación de la alexitimia política y científica se impone como necesidad para
poder explicar y comprender acontecimientos en los cuales las emociones tienen un
19
peso muy importante, aunque no seamos conscientes ni se hable de ello.
EMOCIONES INDIVIDUALES Y COLECTIVAS
Las emociones habitualmente se consideran un fenómeno individual y subjetivo.
Como tales se han investigado y se ha escrito sobre ellas, por lo general. Sin
embargo, las emociones pueden considerarse también como un fenómeno social. La
mayoría de emociones se experimentan en las relaciones con otras personas. Un
grupo de personas, ante un mismo acontecimiento, tiende a experimentar unas
mismas emociones. Masas de gente concentradas en un espacio relativamente
reducido, como un concierto de rock, un partido de fútbol, un mitin político o una
manifestación pacifista, tienden a experimentar unas emociones muy similares.
El contagio emocional es la transmisión de emociones por contacto personal. Es
una forma de empatía que consiste en la transmisión de emociones de un emisor a un
receptor, provocando en el segundo dicho sentimiento. La consecuencia del contagio
emocional son los climas emocionales. Puede haber climas emocionales de alegría,
euforia, tristeza, miedo, furia, indignación, etc. También puede haber climas
emocionales tóxicos que dificulten laconvivencia, y que a veces predisponen a la
violencia.
Paul Ekman (2004) señala nueve desencadenantes de las emociones, entre los
cuales destacamos los seis siguientes por tener efectos en la dimensión social de la
experiencia emocional.
a) Evaluación automática, no consciente. En política valoramos automáticamente
depreciaciones del bienestar, de esperanza en el futuro, de confianza en los
líderes, de corrupción, crisis, amenaza, inseguridad ciudadana, etc. Todo ello
contribuye a crear climas emocionales, que según las valoraciones van a ser
positivos o negativos.
b) Evaluación extendida. La persona es cada vez más consciente de lo que siente.
Por ejemplo, cuando las noticias confirman el número de víctimas después de
un accidente, un desastre natural (terremoto, volcán, inundaciones, Chernóbil,
Fukushima, tsunami), una tragedia social, un atentado terrorista, malos
resultados para un partido político o para el país, bajada de la bolsa, etc. Estas
emociones tienen una dimensión social y predisponen a climas y contagios
emocionales.
c) Recordar. El recuerdo de una escena de impacto emocional tiene suficiente
poder para reactivar la emoción inicial. Las personas que han vivido
intensamente situaciones críticas como guerras, accidentes, desastres naturales,
un campo de concentración, un atentado terrorista, etc., reviven las emociones
que experimentaron a partir del recuerdo. Las personas que vivieron la misma
experiencia, cuando se reúnen, tienden a experimentar las mismas emociones,
lo cual crea un determinado clima emocional.
d) Imaginación. Imaginar peligros puede activar emociones y es una de las causas
20
de la ansiedad. Las noticias de ataques terroristas activan la imaginación para
inducir a pensar que «esto me puede pasar a mí en un futuro cercano». Los
repetidos atentados terroristas en junio y julio de 2016 en Europa,
principalmente en Alemania, teniendo a Múnich como referencia, crean un
clima emocional que puede afectar a la política europea.
e) Descripciones. Las descripciones de acontecimientos políticos, como por
ejemplo crisis, terrorismo, paro, etc., activan emociones en las personas y en
los grupos.
f) Empatía. Las noticias de accidentes, desastres, atentados, suicidios, etc., activan
emociones de empatía y solidaridad.
El análisis de las emociones se ha considerado tradicionalmente como un aspecto
psicológico, y en este contexto se han estudiado principalmente las emociones
individuales y su psicogénesis, aunque también se está investigando la perspectiva
social de las emociones y su cristalización en el contagio emocional y climas
emocionales. Esto enlaza con un enfoque sociológico de las emociones que se
interesa por la sociogénesis: cómo surgen las emociones colectivas (Turner, 2007), lo
cual posee aplicaciones directas en las emociones presentes en los movimientos
sociales y en los procesos de cambio político.
El tema de las emociones colectivas y sus efectos en la política no es un tema
banal. Adolf Hitler, en su conocida obra Mein Kampf (Mi lucha) recoge las
frustraciones presentes en parte de la sociedad alemana como consecuencia de la
derrota en la Primera Guerra Mundial, y a partir de ellas estimula el resentimiento por
el orgullo nacional herido. Lo utiliza para fomentar un sentimiento de pertenencia a la
nación alemana, frente al cual se levanta un enemigo común que es la causa de todas
las dificultades económicas: los judíos. El odio a los judíos fue fomentado desde la
política y seguido por millones de personas que se podrían considerar «normales», no
extremistas. Se produjo un contagio emocional que creó un clima emocional tóxico
cuya consecuencia fue sembrar Europa de cadáveres.
Es necesario desactivar los mecanismos automáticos de reacción emocional
cuando se producen climas emocionales tóxicos. Lo importante es comprender que
cuando se producen estos climas nadie está en disposición de oponerse. Nadie se
atreve a oponerse al clima emocional dominante, a no ser que se trate realmente de
una persona extraordinaria. En otro capítulo retomamos el tema de las emociones
colectivas, para analizarlas desde la perspectiva de activadoras de cambio social.
EMOCIÓN, MOVIMIENTOS SOCIALES Y CAMBIO POLÍTICO
En el análisis de los movimientos sociales las emociones han sido
tradicionalmente ignoradas. Afortunadamente, con la entrada en el siglo XXI se
produce un incipiente interés en estudiar el papel en la formación, mantenimiento y
dinámicas de los grupos sociales, que tan a menudo son los impulsores de los
21
cambios políticos.
Berenzin (2002: 39) se refiere a las «comunidades de sentimientos» (communities
of feelings) como grupos que a menudo se comprometen en acontecimientos que
reflejan cadenas de rituales en interacción, donde la energía emocional refuerza la
solidaridad grupal. De esta forma, las emociones están implicadas en las actividades
de los movimientos sociales. Por extensión, las emociones son factores importantes
en los cambios sociales que impulsan estos grupos.
Mucho más lejos pretende ir Ost (2004: 240) al considerar que la política debe
entenderse eminentemente en términos emocionales, y en concreto como
«movilización de la ira». En su opinión, las emociones no deben considerarse como
algo incidental en la política, sino que son un aspecto central de todas las personas
que se dedican a la política, principalmente los gobiernos y partidos políticos. Los
partidos políticos necesitan movilizar las emociones de las personas para lograr que
les voten. La lucha por lograr el poder requiere una movilización constante de
emociones para fomentar la identificación de los electores como militantes del
partido y asegurar la fidelidad del voto. Una forma de intentar conseguirlo es
«creando» un «enemigo», al que se define como la causa de todos los males (Ost,
2004: 237-238). De esta forma se enmarca al «otro» dentro del miedo y la ira.
Esquematizando y simplificando la situación hasta la caricatura, se puede decir
que al escuchar a los políticos la ciudadanía tiene la impresión de que cada uno
piensa: «nosotros lo hacemos todo bien, nosotros somos los buenos, tenemos siempre
la razón y nunca nos equivocamos». Los «otros partidos», en cambio, lo hacen todo
mal porque son malos y siempre se equivocan. A poco juicio crítico que uno tenga,
ya puede ver que esto es una exageración. Pero al observarlo con cierta constancia se
puede pensar que estamos ante una distorsión en la percepción de la realidad, que,
entre otros efectos, puede llevar a confundir «adversario» con «enemigo».
Conviene insistir en que los distintos partidos políticos tienen los mismos
objetivos, aunque tengan distintas teorías, ideologías y métodos sobre cómo
conseguirlo. Las ideologías a veces hacen que se pierda de vista la finalidad, que no
es otra que el bienestar de la ciudadanía. Esto explica que algunos políticos a veces
digan claramente y sin ruborizarse que su objetivo es lograr el poder. No importa lo
que se haga tras haberlo logrado.
De esta forma nos convertimos en fanáticos. A veces se ha dicho que un fanático
es el que redobla los esfuerzos cuando ha perdido de vista los objetivos. En política a
veces pasa esto, redoblando los esfuerzos de oposición para impedir que el partido
contrario logre sus objetivos y perdiendo de vista que el objetivo de toda política no
es el propio partido sino el bienestar de la ciudadanía. Algo tan lógico y evidente se
pierde de vista tan a menudo, con perjuicio de la ciudadanía, que es importante
insistir en ello.
Se requiere una ciudadanía crítica que no permita que manipulen sus emociones
como estrategia para conseguir las acciones que van a favorecer la llegada al poder de
un partido. Se requiere formación sobre dinámicas de las emociones para poder
distinguir cuándo un político tiene claro su objetivo y cuándo lo confunde con llegar
22
al poder o con la política de partido.
El análisis de algunos movimientos sociales y algunos cambios políticos desde la
perspectiva emocional, tal como se presenta en sucesivos capítulos, permitederivar
propuestas para la práctica.
EL SENTIMIENTO DE IDENTIDAD NACIONAL
En un mundo globalizado cada vez son más frecuentes las «identidades
transnacionales». Pero esto no obsta para que sean compatibles con un sentimiento de
identidad nacional.
La identidad nacional es el sentimiento de pertenencia a un grupo social que vive
en un determinado país, con su historia, lengua, cultura, costumbres y símbolos. El
concepto de identidad nacional incluye procesos relacionales complejos, con potentes
cargas emocionales. Uno se puede sentir identificado con su familia, con su barrio,
pueblo, ciudad, comunidad, región, país, etc. Uno se puede sentir al mismo tiempo
onubense, andaluz, español y europeo. No se trata de identidades incompatibles.
Desde el punto de vista científico, el concepto de identidad nacional resulta
evasivo, ya que es difícil de definir de forma operativa para poder investigarlo, y por
ello ha recibido críticas como concepto de análisis científico. Como alternativa,
algunos autores proponen utilizar «hábito nacional» (national habitus) en sustitución
de «identidad nacional» (Heaney, 2013: 255-260). En el concepto de hábito nacional
intervienen procesos emocionales y cognitivos, así como procesos conscientes e
inconscientes, resultando ser el instrumento clave para la comprensión y explicación
de la identificación nacional. En coherencia con este punto de vista, se ha propuesto
denominar «hábitos transnacionales» (Heaney, 2013) al equivalente de «identidad
transnacional».
Hay que reconocer que en el lenguaje coloquial se utiliza la expresión identidad
nacional y en cambio es desconocida la expresión «hábito nacional» (national
habitus), tal vez por ser una propuesta muy reciente (Heaney, 2013: 255-260). Hemos
considerado conveniente introducirla aquí para general conocimiento; el tiempo dirá
si es una expresión con éxito o si se va a quedar como una propuesta reducida a las
«revistas científicas de impacto», pero con poco «impacto real en la sociedad».
IRA Y MIEDO COMO MOTORES DE LA POLÍTICA EN LA
HISTORIA
La ira es una emoción básica que constituye una familia de emociones, entre las
que se encuentran rabia, cólera, furia, enojo, odio, etc. Se cuenta que «Aníbal juró
odio eterno a los romanos». Aquí se puede observar cómo de emociones como rabia,
enfado, cólera o furia, se puede pasar al sentimiento de odio voluntariamente alargado
durante toda la vida. Desgraciadamente esto ha sido una constante a lo largo de la
23
historia de la humanidad: los odios prolongados durante toda la vida y transmitidos
de generación en generación. Aunque no se explica en los libros de historia, muchas
veces el discurso de los líderes políticos se ha basado en el miedo y el odio. Las
consecuencias inevitables han sido las grandes guerras, con gloriosas batallas o con
generales que se han cubierto de honor y cuyas efigies presiden las grandes plazas y
avenidas de las grandes ciudades como manifestación de honor y gloria. Pero todo
ello a costa de millones de heridas, sangre, amputaciones, sufrimientos, dolor
interminable y muerte, que ha asolado la humanidad a lo largo de la historia.
Cuando el miedo ha sido mayor que el odio a veces se ha frenado el ataque. Por
ello, Maquiavelo, en El Príncipe, señala que «para un príncipe es preferible ser
temido que ser amado». El odio y el miedo han sido los grandes motores de la
historia y de la política. El amor ha quedado como algo más particular, privado, «de
andar por casa», desgraciadamente. Y sin embargo, ¿qué sentido tiene la política sino
potenciar el amor que haga posible la convivencia y el bienestar?
Es evidente que se requiere un cambio de paradigma en la política en un mundo
globalizado y con escasez de recursos. Este libro se propone aportar un grano de
arena a la reflexión y toma de conciencia en este sentido. Fijémonos en los efectos
que puede tener para la convivencia y la paz, es decir, en la política, el potenciar el
miedo y el odio o cambiarlo por el respeto, el amor y el bienestar.
El reto que se plantea en el siglo XXI es cómo cambiar un sistema político y social
que gira en torno al odio y el miedo, por otro sistema que se fundamente en el
respeto, la aceptación de la diferencia, la tolerancia, la inclusión, la solución pacífica
de conflictos, la empatía, la compasión y, en definitiva, el amor y el perdón, todos
ellos como elementos esenciales para poder convivir en paz y en democracia en un
mundo caracterizado por la diversidad.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Las emociones son una respuesta compleja del organismo. Analizar las emociones
es adentrarnos en la complejidad del ser humano. Continuamente estamos
percibiendo estímulos que activan nuestras emociones. Las emociones predisponen a
la acción, a veces con urgencia. Si no ponemos inteligencia entre los estímulos y las
respuestas podemos comportarnos de forma impulsiva, lo cual puede ocasionar
consecuencias imprevisibles de largo alcance. Conviene tomar conciencia de ello
para prevenir.
Las emociones afectan, entre muchos aspectos, a la toma de decisiones.
Continuamente estamos tomando decisiones que pensamos que son estrictamente
racionales, sin tener en cuenta cómo influyen las emociones en las decisiones que
estamos tomando. Esto también pasa en las decisiones políticas, tanto en el momento
de depositar un voto como en el momento de decidir por parte de un gobierno qué
medidas se van a adoptar ante determinados acontecimientos. Las consecuencias de
ciertas decisiones, con demasiada frecuencia a lo largo de la historia, han sido una
24
guerra.
Las emociones no solamente son un fenómeno personal y subjetivo, sino que se
experimentan en las relaciones interpersonales y sociales. Se producen contagios
emocionales que crean determinados climas emocionales, de los cuales derivan
decisiones que están afectadas por el clima emocional circundante.
Las emociones han jugado un papel importante en la génesis de muchos
movimientos sociales. Según cuáles sean las emociones por las cuales se moviliza la
gente, las acciones y consecuencias pueden ser muy diferentes. Una de las emociones
sociales de gran repercusión social y política es el sentimiento de identidad nacional.
Este sentimiento es compatible con una cosmovisión de aceptación de la diversidad,
de normalización e integración de la diferencia. Pero también puede vivirse desde la
exclusión, e incluso desde la ira y el odio a lo que sean formas distintas de ser.
Desgraciadamente, a lo largo de la historia se ha ido construyendo un sistema
social y político basado en el miedo y el odio. Las consecuencias obvias han sido
continuos conflictos, enfrentamientos, guerra, violencia, terrorismo, sufrimiento,
dolor y muerte.
Cada vez hay más poder de destrucción concentrado en manos que pueden tomar
decisiones de efectos catastróficos. Puede llegar un momento en que esto pueda poner
en peligro la supervivencia de la especie. Hemos de adelantarnos a este momento
creando un contexto social y político con una cultura diferente. Hemos de pasar de un
sistema social y político que se rige por el miedo y la ira, a un sistema que se
fundamente en el respeto, la aceptación, el amor y el bienestar como objetivos de la
política. Este es uno de los retos del futuro en el siglo XXI.
Para avanzar en la dirección correcta convendrá distinguir entre propuestas y
acciones centradas en el antiguo paradigma (miedo y odio) y las que se orientan al
nuevo paradigma (respeto, amor y bienestar).
Este cambio empieza por uno mismo. No lo podemos esperar de los demás si no lo
pone en práctica cada uno personalmente. Una de las formas de proceder a este
cambio puede ser preguntarnos: ¿Cuando hago algo, lo hago movido por el miedo y
la ira, o por el amor y el bienestar de los demás? ¿Cuando esta persona decide y hace
esto, desde qué emoción lo está haciendo? ¿Lo hace desde el miedo y la ira, o lo hace
desde la perspectiva del bienestar de todos? Cuando decimos el bienestar de todas las
personas nos referimos también a «las demás», es decir, a las que no piensan comonosotros o a las que son de otro partido y poseen otros proyectos y programas.
25
2. INTELIGENCIA Y EMOCIÓN
Tradicionalmente se ha considerado que inteligencia y emoción son dos cosas
diametralmente opuestas. Por una parte está la inteligencia, entendida como
cognición, conocimiento, razón y profesión. Y por otra parte está la emoción,
entendida como pasión, irracionalidad, impulsividad y descontrol. Las
investigaciones científicas recientes, principalmente en neurociencia, inteligencia
emocional y psicología positiva, han puesto de manifiesto una relación mucho más
profunda de lo que se pensaba entre emoción y razón. El reto que se plantea es poner
inteligencia a las emociones y poner emoción consciente a las cogniciones, decisiones
y acciones. Para avanzar hacia este horizonte conviene conocer lo que es la
inteligencia emocional, las competencias emocionales y la inteligencia afectiva en la
política. La distinción entre espectadores y comprometidos, por una parte, y entre
partidistas y deliberativos, por otra, puede aportar un marco de referencia sobre el
cual construir una ciudadanía participativa, consciente y responsable.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
El antagonismo entre razón y emoción ha sido constante a lo largo de la historia y
en la ciencia. En la primera mitad de los años noventa se producen avances
importantes en favor de la importancia de la emoción en el campo de la neurociencia,
lo que fundamenta lo que será un cambio de paradigma en la forma de pensar sobre
las emociones. Los avances en neurociencia facilitan la aparición del horizonte de la
inteligencia emocional.
La inteligencia emocional es un constructo que surge con Salovey y Mayer (1990)
y se difunde de forma espectacular a partir del libro Emotional Intelligence de Daniel
Goleman (1995).
Según la versión original de Salovey y Mayer (1990), la inteligencia emocional
consiste en la habilidad para tomar conciencia de las emociones, propias y ajenas,
manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos
conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones. Todo ello repercute
en unas mejores relaciones interpersonales y sociales.
En versiones posteriores se va delimitando el concepto, pero también aparecen
otros enfoques por parte de otros autores que van configurando los distintos modelos
de inteligencia emocional y el debate en torno a este constructo, surgiendo los
defensores y detractores de la inteligencia emocional. Más allá de este debate, hay un
acuerdo generalizado de que hay algunas competencias emocionales que son básicas
para la vida. Nadie nace con competencias; una característica de las competencias es
26
que deben ser aprendidas.
En otro trabajo (Bisquerra, 2009) hemos desarrollado el concepto de inteligencia
emocional, el contexto social en que aparece, los distintos modelos, las competencias
emocionales y sus repercusiones en la educación y otros aspectos de la vida y la
sociedad. Remitimos a este trabajo para más detalles de lo que aquí solamente se
presenta con una muy breve síntesis.
LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES
El constructo de inteligencia emocional es objeto de interés y debate en la
investigación científica. Más allá de este debate hay un acuerdo generalizado en que
existen unas competencias emocionales que deben entenderse como competencias
básicas para la vida y que, por tanto, deberían ser enseñadas a todas las personas.
Entendemos las competencias emocionales como el conjunto de capacidades,
conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y
regular de forma apropiada los fenómenos emocionales. Las competencias
emocionales favorecen un afrontamiento a las circunstancias de la vida con mayores
probabilidades de éxito.
Existen diversos modelos de competencias emocionales. A continuación se
presentan algunas de las competencias más representativas, siguiendo el modelo del
GROP (Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica) de la Universitat de
Barcelona (Bisquerra y Pérez Escoda, 2007; Bisquerra, 2009). Este modelo incluye
los siguientes bloques de competencias emocionales.
La conciencia emocional consiste en conocer las propias emociones y las
emociones de los demás. Esto supone distinguir entre pensamientos, acciones y
emociones; comprender las causas y consecuencias de las emociones; reconocer y
utilizar un lenguaje emocional apropiado, etc.
La regulación emocional significa dar una respuesta apropiada a las emociones
que experimentamos. Incluye el control de la impulsividad, la tolerancia a la
frustración, el manejo de la ira, la capacidad para retrasar gratificaciones, las
habilidades de afrontamiento en situaciones de riesgo, la canalización apropiada de
los impulsos violentos, el desarrollo de la empatía, etc.
La autonomía emocional es la capacidad de no verse seriamente afectado por los
estímulos del entorno. Esto requiere de un autoconcepto ajustado, una sana
autoestima, autoconfianza, percepción de autoeficacia, automotivación y
responsabilidad. La autonomía emocional es el equilibrio entre la dependencia
emocional y la desvinculación.
Las relaciones sociales están entretejidas de emociones. Las habilidades
socioemocionales constituyen un conjunto de competencias que facilitan las
relaciones interpersonales y sociales. La escucha y la capacidad de empatía abren la
puerta a actitudes prosociales, que se sitúan en las antípodas de actitudes excluyentes,
racistas, xenófobas o machistas, que tantos problemas sociales ocasionan. Estas
27
competencias predisponen a la construcción de un clima social favorable a la
convivencia.
Las competencias para la vida y el bienestar son un conjunto de habilidades,
actitudes y valores que promueven la construcción del bienestar personal y social.
Nos referimos al bienestar emocional, que es lo más parecido a la felicidad, que en
gran medida consiste en la experiencia de emociones positivas. Conviene tener
presente que una de las finalidades importantes de la política consiste, precisamente,
en la construcción del bienestar personal y social.
LA INTELIGENCIA AFECTIVA EN LA POLÍTICA
No hay que confundir la inteligencia afectiva con la inteligencia emocional. En
este apartado nos ocupamos de la inteligencia afectiva y sus efectos en la política, a
partir de la teoría de Marcus (2013).
Comprender el rol de las emociones en la política requiere tomar en consideración
la importancia central que tiene la razón y el progreso en las sociedades liberales
modernas a partir de la Ilustración, cuando se desarrolla una visión de la política
centrada en la razón. El racionalismo originario del siglo XVIII pone el énfasis en la
razón, que debe dominar a las pasiones, ya que estas son fuerzas destructivas. La
religión refuerza esta forma de pensar negativa respecto a las pasiones humanas como
causa de condenación eterna.
Han tenido que pasar muchos años para que la neurociencia aporte unos
conocimientos que van a replantear ciertos presupuestos propios del racionalismo,
donde se presume que la cognición precede a la acción. Sin embargo, con la
neurociencia se ha descubierto la automaticidad de muchas acciones, lo que
compromete el origen de nuestras preferencias, motivaciones y otras «razones».
Lógicamente no todas las acciones se realizan fuera del control de la conciencia.
Los cambios de la automaticidad a la conciencia y al revés, que se producen con
mucha frecuencia, no han sido tomados en consideración en la política y en gran
parte de la ciencia en general. Sin embargo, conviene tener presente que los procesos
automáticos favorecen el comportamiento aprendido y los hábitos automatizados,
mientras que la conciencia favorece deliberaciones mentales explícitas.
La teoría de la inteligencia afectiva sugiere que los sentimientos de ira y
frustración son activados en contextos familiares de castigo. Es decir, son respuestas
automatizadas ante ciertas situaciones. De forma paralela, el entusiasmo y la
satisfacción se generarían en contextos familiares de recompensa.
Esto tiene unos efectosen el comportamiento de la ciudadanía y en sus juicios y
decisiones. La dinámica de los sistemas afectivos preconscientes configura el cómo y
el cuándo se pasa de partidario a deliberativo. Cuando hablamos de partidario nos
referimos también a «partidista», es decir, seguidor de un partido político, a veces
«con los ojos vendados». En contraposición está la ciudadanía deliberativa, que pone
en tela de juicio cualquier situación o comentario que provenga de cualquier partido,
28
ya sea el que pueda considerar como propio o el que pueda considerar como
adversario.
Por otra parte, también se puede pasar de espectador a comprometido. Los
espectadores simplemente se limitan a observar los acontecimientos, a veces de forma
alienada. Los espectadores no siempre votan, y cuando lo hacen no siempre es con
clara información de lo que votan y de forma comprometida con una opción; lo hacen
más bien desde un escepticismo político y falta de información. Por el contrario, los
comprometidos se implican en algún tipo de acción, que puede ir desde votar a un
partido por fidelidad, manifestarse en favor o en contra de algo, o ser militante de un
partido político. Es principalmente en los comprometidos donde se sitúan tanto los
partidarios como los deliberativos; esto permite establecer las diferencias reflejadas
en la tabla siguiente.
CONCEPCIONES DE CIUDADANÍA
Partidaria Deliberativa
Enfoque
estratégico
Dependencia de los hábitos: defensa de las
convicciones y alianzas con los partidarios.
Aprendizaje explícito: deliberar
sobre nuevas respuestas
estratégicas.
Dependencia de
las evaluaciones
Inhibición. Aumenta.
Dependencia de
las propias
convicciones
Aumenta. Inhibición.
Compromiso con
nuevas
informaciones
Limitado: reforzar las propias creencias y
desacreditar al adversario, buscar chismes para
atacar al adversario.
Aumenta la búsqueda de
información útil para generar una
respuesta efectiva.
Orientación hacia
los amigos y
adversarios
Solidaridad con los amigos, fuerza para derrotar
a los adversarios.
Abierto a trabajar con todas las
partes.
FUENTE: Basado en Marcus (2013: 30).
Analizando esta tabla se puede llegar a la conclusión de que los partidos políticos
necesitan sus partidarios, o partidistas, que de forma acrítica aceptan todo lo que
emana de la dirección del partido. En los años sesenta y setenta, cuando ya se
disponía de claras evidencias de los estragos del comunismo estalinista, la mayoría de
los comunistas de fuera de la URSS se negaban a aceptar una realidad que era
evidente. Eran partidistas acríticos de las directrices que emanaban del partido. De
forma similar, después de los atentados del 11 de marzo en Madrid muchos
partidarios del PP aceptaron acríticamente las informaciones emanadas del gobierno
señalando a ETA como autora del atentado. En 2016 los partidarios del brexit en el
Reino Unido difundieron informaciones en favor de la salida de la Unión Europea,
que inmediatamente después del referéndum ellos mismos aceptaron que eran falsas.
29
En todos estos ejemplos se pone de manifiesto la importancia de una masa crítica
deliberativa que ponga en cuestión las informaciones partidistas que hacen circular
voces interesadas.
PARTIDISTAS Y DELIBERATIVOS
Los partidos políticos necesitan partidistas que les voten y estén de acuerdo con su
ideología y sus decisiones, muchas veces acríticamente. Los partidistas son
necesarios para el progreso del partido.
Sin embargo, un país necesita una ciudadanía deliberativa y crítica que vaya más
allá de la política de partido. Si los partidistas son necesarios para el partido, la
ciudadanía deliberativa es necesaria para el progreso del país. Esto supone tener una
inteligencia afectiva que permita superar el apego al partido (partidista) para llegar a
una autonomía emocional con juicio crítico y criterio propio, lo cual tiene mucho que
ver con la inteligencia emocional y las competencias emocionales.
Conviene tener claro que los climas emocionales favorecen el partidismo de los
seguidores, aunque no sean militantes del partido; para ello no se requieren grandes
esfuerzos, pues el clima emocional lo favorece. Por el contrario, para llegar a una
ciudadanía deliberativa se requiere de educación emocional que favorezca la
introspección, deliberación y razón dialógica. Pero curiosamente esto es lo que, en
general, no interesa a los partidos, ya que puede poner en cuestión algunas de sus
propuestas.
Entonces tenemos un problema. ¿Cómo podemos conseguir que haya una
educación emocional que favorezca el progreso del país, si esto puede ir en contra de
los partidos que suelen gobernar? Hará falta amplitud de miras para ir más allá de los
intereses partidistas, con generosidad, para que los dirigentes se impliquen en el
progreso del país, más allá de los intereses del partido. Este es uno de los grandes
retos de la política del futuro: cómo pasar de una política de partido a una política de
Estado.
La política de partido es «partidista», centrada en la ideología y en los intereses de
un partido. Cuando este partido tiene mayoría absoluta, o como mínimo mayoría
simple, puede gobernar llevando a cabo «su política». Pero cuando se produce una
clara diversidad (ideológica y de partidos), junto con una masa crítica con
inteligencia afectiva y compromiso independiente de los partidos, se requiere una
política de Estado que haga posible el diálogo, la negociación, a veces ceder y sobre
todo aceptar que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Esta situación es la que
se ha vivido en España en 2016 cuando no había forma de que un partido lograse
mayoría para gobernar y tuvieron que repetirse las elecciones. Esto representa un
cambio de paradigma en política. Significa pasar de unas estructuras políticas propias
del siglo XIX, surgidas a partir de la Revolución francesa, a unas estructuras políticas
propias del siglo XXI, caracterizadas por la diversidad, la sociedad de la información,
el compromiso documentado, el diálogo entre puntos de vista opuestos y la necesidad
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de llegar a acuerdos.
Es de desear que la ciudadanía deliberativa, en número cada vez mayor, tenga
criterio para distinguir entre los políticos que tengan claro que la finalidad de la
política es el bienestar de la ciudadanía, de toda la ciudadanía, no solamente de los
«nuestros». La capacidad de establecer esta distinción es claramente una
característica que distingue a una ciudadanía deliberativa de una ciudadanía
partidista. Lógicamente esto tiene efectos directos en los votos. Afortunadamente, en
democracia la ciudadanía tiene la última palabra.
El reto que se plantea es cómo formar una ciudadanía deliberativa. Esto requiere
una educación que va más allá del contenido habitual de las materias académicas
ordinarias. Implica educar en capacidad deliberativa, lo que significa introspección,
interioridad, empatía, gestión emocional, competencias emocionales y educación
emocional. ¿Está el país predispuesto para una educación deliberativa? ¿Están los
partidos políticos dispuestos a fomentar una educación emocional que puede ser
crítica con su política de partido?
INTELIGENCIA Y EMOCIÓN EN LA POLÍTICA
Las emociones en política han sido obviadas o ignoradas. Se ha pretendido que la
política se rige por la razón ejercida por personas inteligentes. Sin embargo, a poco
que se observe la realidad se puede constatar el gran peso que juegan las emociones
en la política. Queremos llamar la atención y aportar evidencias sobre la importancia
de las emociones en la política. Es importante llamar la atención sobre ello para no
sentirnos manipulados por procesos emocionales que nos pueden llevar a tomar
decisiones equivocadas.
Poner a disposición de la ciudadanía las aportaciones de las investigaciones sobre
neurociencia, inteligencia emocional, competencias emocionales y sus repercusiones
en la política puede contribuir al desarrollo de una ciudadanía más consciente,
responsable y comprometida en el bienestar general. Este es un objetivo que merece
la pena y es a lo que nos proponemoscontribuir con este trabajo.
El desarrollo de la inteligencia emocional y las competencias emocionales puede
contribuir significativamente a formar una ciudadanía deliberativa y comprometida,
más allá de los espectadores pasivos o los partidistas acríticos.
En una sociedad cada vez con más diversidad, se impone la necesidad de diálogo
entre puntos de vista que pueden llegar a ser diametralmente opuestos. Tomar
conciencia de cómo nuestros pensamientos afectan a las emociones, y estas a los
comportamientos, puede ayudar a mantener un diálogo más sosegado y alejado de la
impulsividad propia de posturas intransigentes que se sienten poseedoras de la verdad
absoluta. El futuro de la política va a requerir mucha inteligencia emocional y
competencias emocionales si no queremos paralizar el progreso hacia el bienestar
general.
En los capítulos siguientes se aportan evidencias de la importancia de las
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emociones en la política, con la intención de contribuir a sensibilizar sobre este tema.
Tomar conciencia de ello debe llevar a la toma de decisiones conscientes y
responsables. Aspectos esenciales son, por ejemplo: ¿Cómo podemos desarrollar
competencias emocionales que faciliten la convivencia y la gobernabilidad en una
sociedad caracterizada por la diversidad? ¿Cómo podemos educar mejor en la
regulación de la ira para prevenir la violencia? ¿Cómo podemos contribuir a crear
climas emocionales que favorezcan el bienestar general?
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Conviene superar el tradicional antagonismo entre razón y emoción. Hay sobradas
evidencias empíricas, aportadas por las ciencias, de que aprovechar las emociones
para facilitar el pensamiento y las acciones puede contribuir a la convivencia y el
bienestar. Se trata de tomar conciencia de ello y regular las emociones de forma
apropiada. Esto exige el desarrollo de competencias emocionales en toda la
ciudadanía.
Hay que pasar de espectador a comprometido. Cada uno se puede comprometer en
la medida de sus circunstancias. En todo caso, todas las personas se pueden
comprometer en una toma de decisiones consciente y responsable. Esto significa
tomar conciencia del peso de las emociones en la toma de decisiones.
Un paso más es pasar de partidista a deliberativo. El partidista se deja llevar por
las directrices del partido de forma acrítica, en un contexto emocional que dificulta la
conciencia crítica. El deliberativo toma conciencia del clima emocional del contexto
y del peligro de dejarse llevar por él; esta toma de conciencia es el paso previo para
ejercer un juicio crítico para la toma de decisiones con criterio, en libertad y con
responsabilidad.
Una sociedad deliberativa tiene como consecuencia una gran diversidad de
criterios y opiniones. Entonces se requieren argumentaciones para fundamentar la
toma de decisiones que vayan más allá de las respuestas automáticas en un clima
emocional concreto.
Pasar de una sociedad de espectadores y partidistas, que toman decisiones en
función del clima emocional del contexto, a una sociedad de comprometidos
deliberativos, requiere el desarrollo de competencias emocionales que permitan
ejercer la libertad desde la conciencia y la responsabilidad. Esto significa aunar
inteligencia y emoción para implicarse emocionalmente en proyectos sociales desde
la autonomía y la diversidad.
Una sociedad caracterizada por la autonomía y la diversidad requiere la toma de
decisiones conjunta, con criterios democráticos, para la construcción del bienestar de
la ciudadanía.
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3. LAS EMOCIONES EN LAS TENSIONES
POLÍTICAS
La convivencia puede crear situaciones de tensión política. Son ejemplos de
tensión política las campañas electorales, las crisis, la esfera pública en acción, los
extremismos, el desplazamiento social y los nacionalismos. En este capítulo se hace
referencia a algunos aspectos concretos de las tensiones políticas, en los que se puede
observar la importancia de las emociones y sus repercusiones en el comportamiento
personal y social. Existe una relación entre tensión y emoción. Las tensiones políticas
crean emociones, y a veces se han creado climas emocionales que predisponen a
actitudes y valores que van a facilitar la tensión.
Integridad y competencia son requisitos básicos que se esperan de los dirigentes.
En situaciones de tensión política estos requisitos son todavía más valorados. Los
líderes con integridad y competencia inspiran confianza. Si los líderes políticos son
percibidos con falta de integridad y bajas competencias, se genera desconfianza.
Confianza y desconfianza colectivas constituyen climas emocionales
diametralmente opuestos. Cada uno de ellos mantiene una cierta estabilidad, pero son
asimétricos. En las tensiones políticas se puede crear un clima de desconfianza mutua
que hace muy difícil superarlas.
EMOCIÓN Y COMPORTAMIENTO: EL CASO DEL MIEDO Y LA
COBARDÍA
Muchos hombres han aprendido a identificar miedo con cobardía a través de
repetir afirmaciones erróneas como: «Si tienes miedo es porque eres un cobarde». El
miedo es una emoción; la cobardía es un comportamiento. La valentía no significa no
tener miedo, sino superarlo conscientemente para afrontar retos y peligros que
merecen la pena; por ejemplo, arriesgar la propia vida por salvar a una persona en un
incendio, accidente o desastre natural. Afrontar el peligro y ponerse en riesgo sin
necesidad no es valentía, sino imprudencia o temeridad. La confusión entre miedo,
cobardía, valentía, imprudencia y temeridad cuesta muchas vidas de adolescentes que
adoptan comportamientos de riesgo para demostrar su valentía cuando lo que
demuestran es su imprudencia o temeridad.
Confusiones similares pueden darse en personas adultas, incluso bien formadas.
Por tanto, también pueden darse entre la clase política. Esto es consecuencia de la
ausencia de una auténtica educación emocional. Conocer las emociones,
identificarlas, distinguir entre ellas y regularlas de forma apropiada significa
conocerse mejor a sí mismo, estar en mejores condiciones para mantener buenas
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relaciones con otras personas, prevenir la violencia y potenciar la convivencia en paz
y en democracia.
INTEGRIDAD Y COMPETENCIA EN LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS
Las actitudes son predisposiciones en favor o en contra de algo o de alguien. Las
actitudes se desarrollan, en general, a partir de emociones. Cuando un político se
pone a hablar ante un público, todas las personas ya han desarrollado unas actitudes
previas a la primera palabra que va a pronunciar el político, y por tanto ya tienen una
predisposición a favor o en contra de lo que va a decir, independientemente del
contenido sustancial de su mensaje. Las emociones y actitudes actúan como una lente
de aumento que permite interpretar las situaciones; sin embargo, estas
interpretaciones están influidas por la distorsión de la realidad producida por el
enfoque de las lentes de aumento.
El estudio sistemático de la bidireccionalidad relacional entre lo afectivo y lo
cognitivo en la ciudadanía en el momento de la toma de decisiones políticas, como
por ejemplo en el momento de ir a votar, ha generado investigaciones de interés
desde el punto de vista teórico y práctico (Capelos, 2013). La aversión y la
preocupación frente a los líderes políticos se originan a partir de la evaluación de la
personalidad y de los lazos relacionales que uno mantiene con el partido. Esto aporta
luz sobre la forma en que la ciudadanía llega a sus decisiones políticas, en especial en
el momento de depositar su voto.
La ciudadanía reacciona con preocupación ante la percepción de baja competencia
y poca integridad de los líderes políticos. Ante esto puede utilizar sesgos emocionales
basados en el apego partidista, tal vez para aliviar la preocupación. Es decir, se puede
producir un pensamiento que podría ser expresado así: «No confío en los líderes
políticos actuales, pero confío en el partido XX, al que he votado siempre». Esta
afirmación es más una expresión de la fidelidad a sí mismo que de la confianza real
en el partido que se va a votar.
En todas las

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