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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN MAESTRÍA Y DOCTORADO EN LETRAS FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS LITERATURA COMPARADA Canto y silencio: el cuerpo y lo femenino en la reescritura del cuento de hadas. Diálogo entre The Bloody Chamber, de Angela Carter, y Las infantas, de Lina Meruane. T E S I S que para optar por el grado de Maestra en Letras Presenta Dolores Horner Botaya Tutora: Doctora Aurora Piñeiro Carballeda Entidad de Adscripción: Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México México, D.F. diciembre de 2014 Esta tesis se realizó con el apoyo del programa de Becas Concayt Para Jesús, siempre. Índice Introducción I. Había una vez… la reescritura del cuento de hadas, panorama histórico y consideraciones………………………………………………………………….8 II. Intersecciones: crítica feminista, intertextualidad y figura femenina en la reescritura del cuento de hadas……………………………………………………………...37 III. Placeres torturados: el cuerpo y la violencia dentro de la reescritura del cuento de hadas…………………………………………………………………………….63 ¿Y vivieron infelices para siempre? A modo de conclusión……………………………112 Apéndice: entrevista con Lina Meruane………………………………………………...117 Bibliografía i Introducción “All great novels are great fairy tales” wrote Nabokov. I would argue that all great narratives are great fairy tales… whatever their shape. Kate Bernheimer Los niños abren los ojos conmocionados ante la idea del lobo que devora a la caperucita. Emilio se ríe. Laura y Pepe se asustan tanto que quieren esconderse bajo su silla. Lorena promete que nunca va a entrar sola en ningún tipo de bosque, real ni imaginario. Difícil es pensar que este grupo de niños pueda olvidar la historia. Lo sabemos porque nosotros como adultos no la hemos olvidado: llevamos dentro un sistema simbólico entretejido durante los tiempos de infancia, cuando personajes queridos decidieron instalarse en lo más profundo de nuestra conciencia. Los cuentos de hadas son referentes ineludibles de la tradición literaria occidental: difícil es encontrar un sujeto para quien sean desconocidos. ¿Qué pasaría si Lorena supiera que la Caperucita entró al bosque con el objetivo de hacerse amiga del lobo? ¿O si dijéramos a Emilio que el lobo va a terminar como abrigo de pieles para sustituir a la caperuza? ¿Qué ocurriría si Emilio, Laura y Lorena crecieran, y le contaran a sus hijos sus propias versiones de la Caperucita Roja? Las reinterpretaciones de los cuentos de hadas no hacen más que enriquecer a los lectores con mayores posibilidades de interpretación. Existen cuentos de hadas alrededor de todo el mundo. Cada cultura los adapta conforme a sus necesidades y condiciones. Los seres humanos nos vemos atraídos por relatos que nos ayuden a codificar el mundo en que vivimos y a nosotros mismos. Sin embargo, los cuentos de hadas “infantiles” o “tradicionales” son sólo una parte de un discurso más amplio que es susceptible de estudio y análisis. Dado que provienen de la tradición oral, han sido ii contados y vueltos a contar en versiones sucesivas a lo largo de toda la historia, casi siempre por mujeres: Las grandes contadoras de cuentos de hadas fueron siempre las mujeres. Fueron mujeres quienes contaron las historias que registraron los hermanos Grimm. También fueron mujeres las grandes contadoras de cuentos italianos, como lo reconoció Calvino al hacer un registro de este folklor […] Mi madre me contó historias, y yo les conté historias a mis hijas […] Y así, ad infinitum, alrededor de tantas hogueras, en tantas noches de establos y cocinas, junto a tantas camas de niños y de adultos, voces femeninas repitieron los antiguos cuentos. (Colasanti 107) Al formalizarse como género durante el siglo XVII, el cuento de hadas comienza a evolucionar hacia propósitos didácticos, y casi acaba por reducírsele al público infantil. Se le agregan pretensiones didácticas y morales. Se le convierte en género literario. Lo escriben los hombres, lo cuentan las mujeres: “Los hombres se convirtieron en dueños de los cuentos, tal como eran dueños de las mujeres” (113) explica Colasanti. A pesar de que siguieron escribiéndose cuentos de hadas para adultos a lo largo de la historia (en la Francia Ilustrada, durante la República de Weimar y la época victoriana inglesa, entre otras) no obtuvieron la difusión ni el estudio de los que sí disfrutaron las versiones “tradicionales” (Perrault, Grimm, Andersen): En nuestra sociedad, aun prioritariamente masculina, donde las mujeres tienen dificultades para afirmarse como personajes centrales, bien sea en el cine, en la televisión o en las tiras cómicas, el contenido fuertemente femenino de los cuentos de hadas no podría dejar de marcar su suerte. (Colasanti 108) iii Durante el siglo XX el interés en el cuento de hadas como discurso aumenta, y se le comienza a estudiar desde la historia, el psicoanálisis, la antropología. La crítica literaria feminista observa en él características definitorias de la cultura patriarcal (mujeres sumisas y buenas, príncipes todopoderosos, asociaciones del tipo femenino-belleza masculino- inteligencia) y al mismo tiempo escritoras alrededor del mundo comienzan a crear sus propias versiones, que pueden rescatar elementos latentes en las versiones “oficiales” o reflejar una realidad sociopolítica determinada. Autoras como A.S. Byatt, Jane Yolen, Angela Carter, Margaret Atwood, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Esther Tusquets, Marina Colasanti, Luisa Valenzuela o Ana María Shua reescriben cuentos de hadas, cada una en su estilo, con propósitos creativos, estéticos, de denuncia, irónicos. Las voces de las escritoras devuelven al cuento de hadas características que durante décadas le habían sido negadas. Los cuentos de hadas pueden estudiarse desde múltiples perspectivas y disciplinas: antropología, historia, psicología, sociología. El abordaje que se propone en el presente trabajo es literario, y de ninguna manera pretende abarcar las muchas posibilidades de interpretación que poseen los textos. Sin embargo, sí intenta estudiar la reescritura de los cuentos de hadas desde una perspectiva comparatista y una óptica feminista. De entre todas sus vertientes, este trabajo se focaliza en el cuento de hadas para adultos, reinterpretado en la segunda mitad del siglo XX por escritoras pertenecientes a la tradición occidental. Quedan fuera así el cuento de hadas para niños y las reinterpretaciones hechas por varones, porque interesa incluir la visión que las propias escritoras tienen sobre su realidad sociopolítica, y cómo hacen para reflejarla valiéndose del vehículo del cuento de hadas. Si, como sostiene Donald Haase, el cuento de hadas es un espejo en que se observa la escritora, ¿cuáles son los reflejos que éste le devuelve? iv El presente trabajo se propone investigar la correlación entre la apropiación que hace Angela Carter de los cuentos de hadas tradicionales y la de Lina Meruane (dos autoras en dos periodos de tiempo muy distintos), por medio de los siguientes temas: reescritura del discurso del cuento de hadas, las representaciones del cuerpo femenino y la violencia; todos los anteriores desde la crítica literaria feminista. “Feminist could use fairy tales to illuminate the concerns of contemporary women” explica Haase “and at the same time […] scholars of fairy tales could use feminism to understand the genre’s sociocultural meaning” (xxiii). Así pues, el feminismo y el estudio del cuento de hadas han colaborado dentro de la crítica literaria desde los años setenta del siglo XX, mayoritariamenteen los países de habla inglesa. De entre las escritoras que reinterpretan el cuento de hadas, ¿por qué escoger precisamente a Angela Carter y Lina Meruane? ¿Cuál es el propósito de establecer un diálogo entre dos tradiciones disímiles en apariencia, y por qué precisamente ellas? Esto no podría explicarse si no se toma en cuenta el estado de la cuestión en que se encuentra la crítica del género. Mientras que Carter ha sido estudiada a profundidad en el mundo anglosajón (con libros, artículos, congresos) como una de las primeras autoras que rescata a las escritoras francesas de salón del XVIII, sobre Meruane no se ha realizado aún ningún tipo de investigación. Entre los dos libros de cuentos a analizar, The Bloody Chamber (Carter 1979) y Las infantas (Meruane 1998) median veintiún años. Sobre Angela Carter se han desarrollado diversas tesis de grado y posgrado que cubren un amplio espectro de temas: teoría psicoanalítica, estudios culturales, literatura gótica y estudios de mujeres, por nombrar sólo algunos. Lina Meruane, por el contrario, al ser una autora relativamente reciente, no ha sido estudiada en profundidad, y menos en su relación con Carter, lo cual dota a este trabajo de un elemento innovador. Si se elige comparar v a Meruane con Carter, y no con otra autora que también reinterprete cuentos de hadas, es porque en su apropiación de la violencia, el tono siniestro que utilizan en sus narraciones, el cuerpo femenino y la simbología de los cuentos de hadas, Carter y Meruane coinciden. La propuesta implica entonces entablar un diálogo entre ambas autoras según las categorías de análisis expuestas: el cuento de hadas, la imagen de la mujer, el cuerpo y la violencia. En el capítulo I se buscará diferenciar el cuento de hadas oral del literario. A partir de ahí, se rastreará la historia del cuento de hadas literario y se revisará el canon, mencionando a sus principales autores: Charles Perrault, los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, E. T. A. Hoffmann y Hans Christian Andersen. Así mismo, se explorarán autoras que, si bien no pertenecen al canon, dotaron al género de características que se retomaron durante el siglo XX con propósitos específicos, tales como las narradoras francesas de salón (Mme de Aulnoy, Catherine Bernard, Chevalier de Mailly, Mme Lhéritier, Mlle de Force y Mme de Murat) y las escritoras victorianas de cuento de hadas (Christina Rosseti, Jean Ingilow). Por último se ofrecerá un panorama de la reescritura del cuento de hadas durante el siglo XX, se indagará en la noción del cuento de hadas feminista y se mencionarán obras de algunas autoras de cuentos de hadas enmarcados dentro de esta corriente, a partir de los años sesenta del siglo pasado. El capítulo II se adentrará en los terrenos de la crítica literaria feminista, se ocupará de las nociones de intertextualidad y reescritura aplicadas al cuento de hadas y esbozará un panorama teórico que permitirá vincular la obra de Carter y Meruane con dicha corriente crítica. Así mismo, profundizará en el concepto de literatura posmoderna, pues se considera que ambas obras estudiadas poseen rasgos que permiten identificarlas como reescrituras posmodernas del cuento de hadas. vi El capítulo III explorará las nociones de cuerpo y violencia dentro de la reescritura del cuento de hadas, y analizará cómo pueden aplicarse estas categorías a Las infantas y The Bloody Chamber. Se estudiarán algunas de las metáforas de las que se valen las autoras para representar el cuerpo, su correlación con la violencia extrema y los mecanismos literarios mediante los cuales evidencian una cierta realidad sociocultural al tiempo que se inscriben dentro de la tradición del género. Es interesante notar que, aunque las reescrituras de cuentos de hadas por autoras han sido una constante desde los años sesenta del siglo veinte, es un género que por sus características, así como los temas que aborda, aún sufre una discriminación sistemática por parte del sistema literario. En el año 2010 Kate Bernheimer escribía: The National Book Foundation, which administers the National Book Awards, states that “retelling of folk-tales, myths and fairy-tales are no eligible” for their awards. Imagine guidelines that state, “Retelling of salvery, incest, and genocide are not eligible”. Fairy Tales contain all of those themes, and yet the implication is that something about fairy tales is simply… not literary. Perhaps the snobbery has something to do with their association with children and women. (Bernheimer 2010) En el año 2012, en una acción atribuible o no a las críticas desarrolladas por esta autora y otros estudiosos, The National Book Foundation retiró dicha cláusula de sus condiciones. Baste el ejemplo para señalar lo problemático de la reescritura del cuento de hadas hoy en día, tanto en sus credenciales literarias como sus elementos de denuncia. Si, como afirma Bernheimer: In a fairy tale you find the most wonderful world. Yes, it is violent; and yes, there is loss. There is murder, incest, famine, and rot. All of these vii haunt the stories, as they haunt us. The fairy-tale world is a real world. Fairy tales contain a spell that is not false: an invocation to protect those most endangered on this earth. (Bernheimer 2010) En un mundo donde abundan las versiones únicas y por tanto “verdaderas”, estudiar las reescrituras del cuento de hadas es otorgar voz a discursos que históricamente han sido silenciados, y desestabilizar el concepto de “origen” junto con los privilegios que las culturas occidentales le han otorgado. En última instancia, este trabajo permite una mayor comprensión del ser humano en tanto sujeto simbólico, y nos otorga distintas perspectivas sobre nosotros mismos. 8 Capítulo I Había una vez… La reescritura del cuento de hadas, panorama histórico y consideraciones Ours is a highly individualized culture, with a great faith in the work of art as a unique one- off, and the artist as an original, a godlike and inspired creator of unique one-offs. But fairy tales are not like that, nor are their makers. Who first invented meatballs? In what country? Is there a definite recipe for potato soup? Think in terms of the domestic arts. “This is how I make potato soup.” Angela Carter El cuento de hadas: definición e historia de un género Definir un género implica delimitarlo. Según el teórico Jack Zipes, el cuento de hadas, lejos de ser una narración destinada a los niños, articula información cultural relevante para el proceso de construcción de la civilización. Como género, proviene de las narraciones orales. Debido a ello, no ha sido posible afirmar con seguridad cuál fue el primer cuento de hadas literario que se escribió, y es difícil asignar una definición abarcadora del mismo. El cuento de hadas ha comenzado a reescribirse desde que se transcribió por primera vez. Aunque el cuento de hadas se apropia de la narración oral, la expande al adaptarla a estándares literarios y hacerla susceptible de difusión en la esfera pública. Es sólo un tipo de apropiación de una narración oral particular, y se le denomina también cuento maravilloso porque su principal objetivo es provocar el asombro del espectador. Nace pues como variante genérica a partir de la tradición oral, con el componente del asombro, pues ni toda literatura maravillosa es cuento de hadas ni toda tradición folklórica se halla incluida necesariamente en éstos. Conforme se rescata de la oralidad y comienza a escribirse durante los siglos XV, XVI y XVII, se constituye, dentro de la tradición occidental, como un texto literario en un género con sus propias convenciones, motivos, temas, personajes y tramas. Debido a sus 9 orígenes, el material, estilo, tono y creencias del cuento de hadas provienen del habla popular, aunque han sufrido varias modificaciones a lo largo dela historia. Es relevante distinguir el cuento de hadas que proviene de la narración oral del cuento de hadas literario, pues éste último involucra un artificio de escritura y se asocia a procesos determinados. Lo significativo del paradigma del cuento de hadas, para Zipes, es que facilita que pueda ser recordado por el narrador (ya sea cuentacuentos o escritor) y también por la audiencia. Es decir, como proviene de un marco inscrito en la tradición oral, se vale de recursos que permiten su fácil identificación y memorización, así como múltiples variaciones. En esto coincide con Umberto Eco, quien afirma: La fábula de la Caperucita Roja es una pura secuencia de acciones, cronológicamente ordenada: la madre manda a la niña al bosque, la niña se encuentra con el lobo, el lobo va a esperarla a casa de su abuela, devora a la ancianita, adopta sus facciones… la trama puede organizar de forma distinta estos elementos… la historia de la Caperucita Roja está tan centrada en la fábula (e indirectamente en la trama), que puede transmitirse de manera satisfactoria en cualquier discurso… (Eco 323) El cuento de hadas posee connotaciones utópicas en el sentido original de la palabra utopía: nos habla de un “no-lugar” que a su vez podría ser cualquier lugar. El tiempo en el cuento de hadas también es indeterminado, pues comienza con “Érase una vez, en un país muy lejano…”. El final constituye en realidad un verdadero comienzo. La trama termina cuando la transformación acontece, pero la historia continúa, como en la vida “real”. Almacenamos, recordamos y reproducimos el espíritu utópico del cuento, enriqueciéndolo al modificarlo para que contenga nuestras experiencias y deseos. Gracias a que los personajes resultan fácilmente identificables, podemos asociarlos con escenarios y tareas particulares. 10 Lo que distingue al cuento de hadas oral de otras tradiciones orales es el asombro que pretende provocar. Ese mismo asombro distingue al cuento de hadas literario (ya escrito e institucionalizado como género) de las fábulas, las historias con moraleja, la novella y otros géneros literarios breves. El asombro genera sorpresa y maravilla. Los cuentos de hadas pretenden realzar el sentido milagroso de la vida y evocar, en un sentido religioso, sentimientos profundos de reverencia y respeto por la misma como proceso milagroso, que puede alterarse y cambiar para compensar la falta de riqueza, poder y placer que la mayoría de las personas experimentan. Los acontecimientos en los cuentos son muchas veces gratuitos, u obedecen a un destino fijado de antemano, y el personaje protagonista suele ser un oportunista, alguien que sabe situarse a tiempo frente a los acontecimientos y aprovecharlos, o pedir ayuda de forma adecuada. ¿Cómo transitó el cuento de hadas de la tradición oral al género literario? El primer cuento de hadas conocido, “Cupido y Psique” es tan antiguo como el imperio romano. Straparola (1550-1553) fue el primero que publicó cuentos de hadas como tal, con el objetivo de entretener a hombres y mujeres. Giambattista Basile utilizó la tradición oral para publicar una colección de cincuenta cuentos de hadas (1634) con connotaciones cómicas y bufonescas. El cuento italiano viajó a otros países europeos, entre ellos Inglaterra y Francia, mas fue en este último país donde recibió su nombre. Entre 1690 y 1714 los franceses utilizaron el discurso del conte de fées para reforzar los valores de la aristocracia y sentar las bases de la “civilización” francesa en un marco ilustrado. Perrault, el escritor más conocido de este periodo, pretendía ejemplificar una nueva sensibilidad a través de sus narraciones. Los cuentos eran compartidos en los salones y publicados en París, lo que constituye una ironía pues aunque las temáticas eran feudales, el público y los escritores se reconocían como citadinos. 11 Zipes divide el desarrollo del cuento de hadas literario francés durante esa época en dos fases diferenciadas: el auge del mismo y los cuentos de hadas orientales. Durante la primera fase el cuento de hadas es retomado en los salones mayoritariamente por mujeres. Mme de Aulnoy, Catherine Bernard, Chevalier de Mailly, Mme Lhéritier, Mlle de Force y Mme de Murat fueron todas destacadas cuentistas en su época. Ninguna formaba parte del establishment literario ni se hizo de un nombre dentro de un género que, debido a sus características subversivas, estaba naciendo bajo sospecha. Muchas de ellas venían de provincias, donde habían escuchado las narraciones que luego adaptarían y reproducirían en los salones parisinos con gran éxito. Después de narrarse, dichos cuentos fueron escritos, intercambiados y sometidos a revisiones entre los mismos círculos de autores (casi siempre autoras). Dice Zipes: The fairy tale was regarded as a means to vent criticism, and, at the same time, writers began cultivating it to project some hope for a better world … The salon tales were marked by the struggles within the upper classes for recognition, sensible policies, and power. (Zipes, 2007: 43) Debido a su actividad literaria y al componente crítico de muchos de sus cuentos, algunas autoras sufrieron castigos políticos, principalmente que se las sustrajera de la corte y, en otros casos, que se las enviara a un convento o a provincias, como ocurrió respectivamente con Mme de Murat y Mlle de Force. Cabe señalar que, como su nombre lo indica, “cuento de hadas” se origina en la figura del hada, femenina y poderosa pero no asociada con ningún poder religioso ni mitológico particular. Es decir, el personaje que puede llevar a la metamorfosis o cambio presente en casi todo ejemplo del género, lo constituye una mujer movida por la compasión. Para Zipes: 12 In short, there was something subversive about the institutionalization of the fairy tale in France during the 1790s, for it enabled writers to create a dialogue about norms, manners, and power that evaded court censorship and freed the fantasy of the writers and readers, while at the same time paying tribute to the French code of civilité and the majesty of the aristocracy. (Zipes, 2007: 15) Desde entonces los autores podían demostrar su genio literario modificando, expandiendo, profundizando y jugando con las funciones de un género que había demostrado ser lo suficientemente flexible como para representar distintas creencias y valores. Todos los escritores de la época revisaron sus cuentos hasta encontrar lo que denominaban como précieux tone, un estilo único, galante, moderno, natural, astuto, inventivo y deslumbrante. Los cuentos de hadas del periodo están escritos en hipérbole para atraer la atención sobre los protagonistas y sus predicamentos, que son los mismos del escritor. Las escritoras francesas no titubearon al incluir lo macabro y sadomasoquista en sus cuentos. Por ejemplo, Mme D´Aulnoy en sus historias: “Green Serpent”, “The Ram”, “The Discreet Princess”, “The Good Woman” y “Fairer than a Fairy” introduce situaciones límite, que muchas veces incluyen la brutalidad y el sadomasoquismo. El héroe sufre para denotar nobleza o delicadeza, o para ganar la empatía del lector. En las narraciones se incluye casi siempre una crítica a la condición femenina de la época, en particular a los matrimonios arreglados, situación de la que muchas de las escritoras fueron víctimas. Los cuentos de la primera fase poseen un trasfondo serio y tienen pocos toques de humor (a diferencia, por ejemplo, de la tradición italiana). La forma utópica que adoptan los cuentos reviste una crítica social pues en la Francia de Luis XIV no existía verdadero paraíso, amor genuino, reconciliación ni ternura. Todo esto 13 se enfatizaba en los cuentos de hadas, y así el retrato simbólico de lo imposible se convirtió en una empresa racional de parte de los autores para arrojar luz sobre los aspectos destructivose irracionales de su tiempo. Cuando se publican los cuentos de Perrault, finalmente aquellos que serán mejor conocidos e incluidos en el canon de los cuentos de hadas, está ocurriendo un cambio de mentalidad respecto de la figura del niño: la permeabilización de las ideas cristianas permite que se valore a la infancia como poseedora de la inocencia y de un alma inmortal. El concepto de moralidad de Perrault incluye la sumisión femenina ante el esposo. La coquetería de la mujer (un privilegio de las clases dominantes) molesta y perturba al escritor, pues podría significar la independencia femenina. Abre las posibilidades a la conquista amorosa, que pone en jaque uno de los valores principales de la sociedad: la pareja y la familia. Las heroínas de Perrault son hermosas, leales, devotas de su marido, modestas, dóciles e incluso un poco estúpidas, ya que la inteligencia puede ser peligrosa. Para el escritor francés, la belleza es atributo femenino mientras que la inteligencia debe ser masculina. El rol femenino por el que aboga el escritor francés es aquel que irradia humildad y autodisciplina. El ideal femenino que propone es hermoso, gracioso, industrioso y sabe cómo controlarse en todo momento. Si falla en su obediencia es castigada, como en el caso de la Caperucita Roja. La tarea del personaje femenino es mostrarse reservada y paciente; debe ser pasiva hasta que el hombre indicado llegue para reconocer sus virtudes y la despose. Vive sólo a través del hombre y para el matrimonio: “the male acts, the female waits” (Zipes, 2000: 41) Los personajes masculinos obedecen a una lógica por completo distinta: se les permite cometer errores, se valora su astucia e inteligencia (por ejemplo en “El gato con botas”), así como su ambición (“Riquete el del Copete”). Dentro de este último cuento, el príncipe, feo 14 pero muy listo, se casa con la princesa, hermosa pero tontísima, quien aprende a amarlo a pesar de su fealdad, y de este modo accede a la inteligencia. Siguiendo con la comparación entre ambos roles: Unlike the fairytales dealing with women where the primary goal is marriage, these tales demonstrate that social success and achievement are more important than winning a wife. In other words, women are incidental to the fates of the male characters, whereas men endow the life of women with purpose (Zipes, 2000: 42) Es importante destacar que los valores dentro de los cuentos de Perrault corresponden a una época determinada, y dado que apoyan la lógica patriarcal vigente, no es de extrañar que hayan sido los que pasaron a la historia, pues la difusión e impresión de los cuentos en forma literaria (que no oral) correspondió siempre a manos masculinas. Perrault pretendía construir prototipos de comportamiento ideales para reforzar los estándares del proceso civilizatorio encabezado por las clases altas de la sociedad francesa de su época. Esto se refleja en las tramas, que refuerzan ciertos patrones de comportamiento mientras condenan otros, pero también en la manera de hablar de los personajes, aristocrática y burguesa, que pretendía mostrar la forma adecuada de conversar con elocuencia y civilidad. Esta dimensión aspiracional de los personajes resulta palpable por la manera en que utilizan el lenguaje: son gente bien educada, culta, que salvo excepciones, proviene de un alto rango en la escala social. Dicha dimensión aspiracional será después retomada por los hermanos Grimm e incluso, más tarde, por Walt Disney, y parodiada por Carter y Meruane. Zipes marca el comienzo de la segunda fase entre 1704 y 1717, cuando Galland traduce Las mil y una noches. Al mezclarlas con motivos del cuento de hadas francés, orientaliza al género y al mismo tiempo lo consolida como una forma aceptable de 15 representación simbólica, validada dentro de la sociedad. Jean-Paul Bignon publica entre 1712 y 1714 Les adventures d’Abdalla, fils d’Anif que se presenta como un trabajo árabe de traducción pero en realidad es una adaptación del propio Bignon, que mezcla cuentos orientales con folklore francés. Los cuentos dieron un viraje hacia Oriente debido, por un lado, a la decadencia francesa y, por otro, al creciente interés por lo exótico. Las escritoras, quienes habían muerto o habían sido desterradas, dejaron de jugar un papel dominante y los cuentos ya no se relacionan directamente con los intereses inmediatos de la aristocracia ni de la alta burguesía. Para 1720, el interés en el cuento de hadas ha disminuido y, debido a ello, los escritores empiezan a parodiar el género, desarrollándolo alrededor de tramas convencionales o utilizándolo como literatura para niños. Entre 1741 y 1743 Anne-Claude-Philippe de Caylus escribió cuentos satíricos que evidenciaban a la corte francesa, mostrándola ridícula, con un estilo caricaturesco. Sin embargo, pese a ser minoría, algunas escritoras como Mlle Lubert y Mme de Villeneuve continuaron con la tradición del cuento de hadas de salón. Mlle Lubert escribió cuentos de hadas de 1743 a 1755, algunos con claras referencias sadomasoquistas, como “Princesse Camion”. Mme de Villeneuve fue la primera escritora en desarrollar la trama de “La Bella y la Bestia”, como la conocemos hoy en día, alrededor de 1740. Añadió además una innovación formal importante con secuencias que ocurren entre sueños, lo que más tarde influiría en escritores tales como Novalis y E.T.A. Hoffmann. La naturalización del cuento de hadas dentro de la sociedad francesa nos habla de que el género entró a formar parte de una herencia cultural particular, y eso le permitió abrirse a la parodia, pero también cultivarse seriamente. Implica la inclusión de nociones morales como parte constitutiva de la esencia del cuento de hadas literario, que pretenderían reforzar 16 el proceso de socialización en Francia. Lo que comenzó siendo subversivo en el cuento de salón se naturalizó. Ahora se utilizaba como escaparate del discurso de las clases sociales dominantes, cuya discusión, como corresponde al momento histórico que se vivía, se desarrollaba alrededor de las ideas de la Ilustración, y concretamente del concepto francés de civilité. No es casualidad que comenzara a constituirse como herramienta dentro de la literatura infantil, de la pluma de Mme Leprince de Beaumont. El objetivo del cuento de Beaumont estaba enfocado en mostrar a las niñas cómo debían comportarse. De alguna forma el intento de Beaumont y los que le siguieron despojaron a los cuentos de su carácter utópico y subversivo, pero al mismo tiempo institucionalizaron el género como uno que admitía toda clase de edades y lectores. Dicha institucionalización permitió a otros escritores jugar con el topoi, los motivos y personajes, para componer nuevas ideas y formas de recontar las mismas historias, lo que ha sido una de las características capitales de los cuentos de hadas desde entonces. Los contes de fées franceses fueron publicados en ediciones accesibles y se expandieron por Europa. Muchos tuvieron que abreviarse y simplificarse. Conforme el cuento de hadas se extendía en Francia sin respetar edades ni clases sociales, empezó a desempeñar distintas funciones, dependiendo de los intereses del escritor: representar la gloria e ideología de la aristocracia francesa, criticar en términos simbólicos a dicha aristocracia (principalmente desde el punto de vista femenino), introducir las normas y valores burgueses en contraposición con los valores feudales, distraer la atención de aristócratas y burgueses de los problemas políticos imperantes, parodiar como mecanismo de burla y crítica social, y desarrollar el cuento de hadas para niños. Estas funciones pueden rastrearse a lo largo de la historia del género hasta nuestros días. 17 El signo definitivo de la institucionalización del cuento de hadas es la publicación entre 1785 y 1789 de Le Cabinet des Fées, recopilaciónhecha por Charles Mayer que incluye todo tipo de cuentos de hadas (cómicos, infantiles y de salón), escritos durante el siglo XVIII en Francia. Estos volúmenes se tradujeron a lo ancho de todo el mundo occidental, lo que contribuyó con su conocimiento y difusión, y a que su influencia perviva hasta nuestros días. No sólo marcaron a escritores de cuento de hadas posteriores, tales como los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, sino también a algunos escritores contemporáneos entre los que se cuentan Michael Ende, Margaret Atwood, A.S. Byatt, Jane Yolen y, por supuesto, Angela Carter y Lina Meruane, como se pretende demostrar. En Alemania la tradición del cuento de hadas arraigó y fructificó con variaciones. Los románticos (E.T.A. Hoffman, Clemens Brentano, Adelbert von Chamisso) lo utilizaron con la intención de incluir al lector en un diálogo sobre arte, filosofía, educación y amor. Es decir, el cuento de hadas constituyó un vehículo para explorar discursos ideológicos particulares. Los hermanos Grimm (1785-1852) recolectaron y modificaron cuentos provenientes de la tradición oral (y en muchas ocasiones de los salones franceses) para público infantil, lo que conllevó la censura de pasajes considerados no aptos para niños y que sí se incluían en los cuentos originales. La colección de cuentos de los Grimm ha llegado a ser la mejor conocida y, en muchos casos, el paradigma de lo que se considera como cuento de hadas. Hijos de un juez en Alemania, los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm recibieron una educación clásica, escribieron más de cuarenta y tres libros en conjunto y colaboraron en el proceso de institucionalizar la literatura alemana. Es importante destacar que el método utilizado por los Grimm para recabar sus cuentos incluía invitar a su casa a personas, casi siempre mujeres jóvenes y educadas de la clase media o la aristocracia, para que relataran los cuentos de hadas 18 que conocieran. Estas mujeres habían escuchado las historias, en la mayoría de los casos, de boca de sus nodrizas, institutrices o sirvientas. Si bien la creencia es que los Grimm rescataron los relatos del folklore, hoy sabemos que muchos de ellos provenían de ediciones francesas baratas importadas en Alemania. Esto es importante, pues a lo largo de todo el estudio del cuento de hadas se observa la tensión entre lo oral y lo escrito, lo que viene de la colectividad y el cuentista traduce, agrega, obvia; modifica al cuento para crear una versión propia. Los hermanos pretendían encontrar las raíces comunes, etimológicas y lingüísticas, que unían a los pueblos germánicos, expresadas dentro de la tradición oral. También tomaron cuentos de almanaques o periódicos y los adaptaron a su gusto. Es importante observar que el trabajo de los Grimm poseía un componente político, pues ellos creían firmemente en la unificación de Alemania. Los Grimm alteraron y estilizaron los cuentos para su publicación, añadiendo adjetivos, un “tono tierno”, viejos proverbios y diálogo directo. Así mismo incluyeron motivos psicológicos y eliminaron los elementos que no mostraran una “atmósfera rústica”. Para aportar viveza reforzaron la cantidad de acciones en la trama, pues ellos creían en un “tipo ideal” de cuento de hadas, que aunque se pretendiera cerca de la tradición oral incorporaba cambios estilísticos, formales y temáticos que lo hicieran atractivo para una audiencia de clase media. En 1819, la antología de cuentos infantiles de los Grimm, titulada Children’s and Household Tales, había sido revisada y estaba lista. Los textos sufrieron modificaciones gracias al empeño de Wilhelm de adaptarlos, volviéndolos más “prudentes” y apropiados para un público burgués. Aunque en un inicio los Grimm no se proponían escribir para niños, fue este volumen el que atrajo más la atención y el que revisaron una y otra vez para reeditarlo. Algunas de las modificaciones efectuadas (esta vez a nivel temático) consistieron en eliminar 19 los elementos sexuales o eróticos, añadir valores cristianos, así como enfatizar los roles masculinos y femeninos según el canon patriarcal imperante. Para principios del siglo XX el libro de los Grimm era el segundo más vendido en Alemania, sólo después de la Biblia. La importancia de los Grimm, atendiendo a Zipes, se puede resumir en que: Their tales reflect their concerns and the contradictions of their age. Today we have inherited their concerns and contradictions, and their tales still read like innovative strategies for survival. Most of all they provide hope that there is more to life than mastering the art of survival. Their “once upon a time” keeps alive our utopial longing for a better world that can be created out of our dreams and actions. (2007: 83) El otro referente obligado en Alemania al hablar de historia del cuento de hadas es E.T.A. Hoffmann (1776-1822). Su importancia radica no sólo en la evolución que implicó para el género, sino en la postura ideológica que adoptó frente a sus lectores. Hoffmann pretendía revolucionar el cuento de hadas, dotar a su público con otras perspectivas para ver el mundo. Pugnaba por despertar la imaginación del lector, para que dicha imaginación abriera las fronteras de su mente, y de este modo pudiera encontrar sentido a su deseo dentro de un mundo impositivo y siniestro. Romántico por época y vocación literaria, supo utilizar el vehículo del cuento de hadas, en narraciones como “The Golden Pot”, “The Nutcracker” o “The Sandman”, para ejercer la crítica social y política, ya fuera a través del tono, los personajes o la trama. Envolvió sus cuentos en atmósferas contrastantes y opresivas, que realzan el claroscuro en que se debaten sus protagonistas: To a certain degree, Hoffmann carried the romantic experiments of Wilhelm Heinrich Wackenroder, Ludwig Tieck, Novalis, Brentano and 20 Chamisso to their logical end with his intricate tales of magic realism […] Both reader and protagonist must find their way through a labyrinth of events, and in the course of the narrative, they must also learn to position themselves to see anew, to perceive their worlds with greater sensitivity and acumen, and to delight in their imaginations (2007: 98) El escritor alemán ridiculizó la educación de su época por medio de sus escritos, y se burlaba del materialismo y la severidad que percibía a su alrededor. Tomando como ejemplo “The Nutcracker”, algunos de los cambios a la estructura del cuento de hadas que Hoffmann introduce son: mezcla de modos y géneros narrativos (utilizando características de la crónica, por ejemplo), creación de una estructura narrativa laberíntica, desdoblamiento de personajes, narrador omnisciente e irónico, así como el inicio, que en lugar de utilizar el “Había una vez…” recurre a la estrategia de la descripción realista. Estos cambios influirán en narradores posteriores, así como en las autoras estudiadas en este trabajo. En especial, el uso de atmósferas opresivas y la irrupción sorpresiva de elementos siniestros, será un elemento que Carter y Meruane retomarán, como se detallará más adelante. Los cuentos de Hoffmann, excepcionalmente bien recibidos en las revistas femeninas de la época, incluyen elementos románticos pero los llevan más allá al borrar las fronteras entre realidad y ficción. Podrían denominarse “anticuentos” en el sentido de que son “antitradicionales”, si tradicional es el paradigma propuesto por los Grimm. Hoffmann parodia la vida de la corte de su tiempo, se aparta aún más de los finales felices y enfatiza ciertos elementos violentos. Sus personajes son ambivalentes, no respetan los roles asignados ni se adaptan al mundo reinante. La imaginación como forma de rebeldía queda así expuesta, lo que dota a la obra de este narrador con un atractivo único. 21 Hans Christian Andersen (1805-1875) comenzó a publicar cuentos de hadas para niñosen 1835, y obtuvo un éxito notable. En palabras de Zipes, “one of the greatest mythomaniacs, hypocondriacs, and narcissists of the nineteenth century” (2007: 109) Andersen mezcló dentro de sus narraciones la autobiografía con la anécdota fantástica. Pese a que ha pasado a la historia como escritor infantil, muchas de sus narraciones no son cuentos para niños, cuentos de hadas en absoluto, ni poseen un final feliz. Sin embargo, aquellos que sí cumplen con las características del género resultan extremadamente imaginativos, lo que nos continúa maravillando y contribuyendo a su leyenda. Andersen incorporó en sus cuentos folklore y proverbios daneses, añadiendo motivos del cuento de hadas oral. Zipes afirma que el estilo de Andersen se aleja de pretensiones infantiles y retoma “lo folklórico” refiriéndose al tono popular de sus narraciones. Los cuentos de Andersen, si bien beben de la tradición, poseen un componente de originalidad que los hace únicos. Buenos ejemplos de esto son “La sirenita” y “La sombra”. Los temas recurrentes de Andersen giran alrededor de la búsqueda de una identidad propia, pero también de la preocupación del autor por revelar las contradicciones sociales. En cuentos como “El traje nuevo del emperador”, expone de un modo metafórico la hipocresía social, y en muchos de sus relatos deja al lector con un final sorpresivo y diferente que lo induce a reflexionar acerca del comportamiento ético y moral de la sociedad. Andersen abrazó la moraleja didáctica conforme trepaba escaños en la clasista sociedad de su época; sin embargo, sus mejores cuentos son aquellos que revelan, envueltas en un lenguaje simbólico, las tensiones existentes entre el narrador y la sociedad de su tiempo. Durante la Revolución Industrial se escribieron cuentos de hadas que parodiaban o cuestionaban la automatización y los valores de la ética protestante predominantes en la época. Dentro del rígido sistema de valores de la Inglaterra victoriana, Lewis Carroll se apropia del 22 discurso del cuento de hadas para escribir Alice in Wonderland. Charles Dickens y George MacDonald, así como una serie de mujeres escritoras expuestas a continuación, también se apropian del género y lo reinventan. ¿Por qué el desarrollo del cuento de hadas en Gran Bretaña debe esperar hasta el siglo XX, cuando la riqueza que existe en términos de leyendas folklóricas medievales es considerable? Una explicación, la preferida por Zipes, habla del rígido código puritano que se establece en Inglaterra después de la revolución de 1688. Los puritanos, encabezados por Oliver Cromwell, prohibieron el desarrollo de las artes, argumentando que todos los valores humanos debían fundarse en la fe y el trabajo. Más tarde los utilitaristas, surgidos a raíz de la Revolución Industrial, también mirarán al cuento de hadas con desconfianza y lo acusarán de promover actitudes fantasiosas, inútiles y directamente peligrosas. Los cuentos para niños escritos en Inglaterra eran solamente religiosos o instructivos, enmarcados dentro de una rígida tradición realista. Si se publicaba algún cuento de hadas literario, se le convertía en historia didáctica para alabar el trabajo duro y el comportamiento devoto. Casi todos los cuentos de hadas que circulaban en Inglaterra lo hacían de boca en boca, entre las clases bajas, o en forma de libros de bolsillo importados de Francia, Dinamarca o Alemania. No se le consideraba un género adecuado para niños ni para adultos. El cuento de hadas en Inglaterra, entonces, conserva su forma oral hasta que el Romanticismo revalora la fantasía y la imaginación, lo que permite su institucionalización literaria. Afirma Zipes: The questioning spirit of the romantics enabled them to play a key role in fostering the rise of the literary fairy tale in Great Britain, for the symbolism of the tales gave them great freedom to experiment and express their doubts 23 about the restricted view of the utilitarians and traditional religion. (2007: 145) Robert Southey, Charles Lamb, Thomas Hood, Samuel Coleridge y Hartley Coleridge escribieron cuentos de hadas en esa línea. Blake, Wordsworth, Keats, Byron y Shelley allanaron el camino para el establecimiento del género y crearon una atmósfera más receptiva para todo tipo de narraciones literarias no miméticas. Dentro del contexto sociohistórico de la revolución industrial, el cuento de hadas literario se insertó en el debate de los sufrimientos y desmejoras de la calidad de vida que trajo consigo dicha revolución. Escritores como Dickens o Thackeray cuestionaron activamente los valores que el cambio social traía consigo, entre los que se contaban pésimas condiciones laborales, maltrato infantil y contaminación ambiental. La forma del cuento de hadas en sí misma fue motivo de discusión durante la época, pues conllevaba una disputa sobre la infancia que en el caso de sus defensores se posicionaba a favor de la imaginación, en parte gracias a la influencia de los cuentos de hadas daneses, franceses y alemanes. A finales del siglo XVIII, la moral victoriana (encabezada por escritores como Mrs Trimmer y Mrs Mortimer) sostenía que los cuentos de hadas dañaban a los niños, convirtiéndolos en seres depravados y predisponiéndolos contra las sagradas instituciones de la sociedad. Para contrarrestar este modo de pensar, primero se tradujeron textos de los países citados como si fueran obras de arte exóticas. Por mencionar algunos ejemplos, en 1802 Edgar Taylor publicó su propia selección y traducción de los cuentos de los Grimm, con el nombre de German Popular Stories. Dado el éxito alcanzado, en 1846 Mary Howitt traduce del danés algunos cuentos de Andersen. 24 Poco a poco el cuento de hadas fue ganando aceptación entre la clase media en contra de la idea puritana y burguesa que se oponía a su reproducción. Más que educativo, en Inglaterra se pensó en el cuento de hadas como un medio de recreación y un estímulo para la imaginación: … various english writers began to explore the potential of the fairy tale as a form of literary communication that might convey both individual and social protest, as well as personal conceptions of alternative, if not utopial, worlds. To write a fairy tale was considered by many writers a social symbolical act that could have implications for the education of children and the future of society. (When Dreams Came True 150) Un tema recurrente dentro del cuento de hadas victoriano es la infancia como paraíso perdido, y la tensión entre el niño y el adulto, quienes en el mejor de los casos encuentran la forma de coexistir. Las autoras, como Jean Ingilow y Christina Rossetti, comienzan a reclamar un lugar en el cuento de hadas con proyecciones particulares de la feminidad. Los escritores victorianos tenían dos lectores ideales en mente: el padre de clase media y su hijo, quienes en un futuro quizás podrían adoptar una postura ética y noble contra las fuerzas de la intolerancia y el autoritarismo. Los cuentos de hadas escritos entre 1840 y 1850 enfatizan casi siempre los valores cristianos y humanistas en contraste con la codicia y el materialismo que parecían ser los más peligrosos vicios de la sociedad inglesa de la época. En ocasiones la pretensión estética sucumbe frente al afán didáctico de las historias, pues los cuentos de hadas pretendían ser un manifiesto sociopolítico y religioso. Sin embargo, escritores tales como Lewis Carroll, Charles Dickens y George MacDonald lograron utilizar el cuento de hadas exitosamente para reflejar tanto su rebelión contra las normas imperantes 25 en la sociedad inglesa de su tiempo como para sembrar expectativas de cambio en sus lectores sin ceder ante el didacticismo. A partir de 1860 se observan dos tendencias dentro del cuento de hadas británico: la convencional y la utópica, ya sea que se utilice para mantener el statusquo de la sociedad victoriana, con los personajes integrándose a ella, o que busque criticar y revertir el orden imperante, muchas veces inspirado por la vena satírica de Carroll. Como en Francia y Alemania, se manifiesta en Gran Bretaña el fenómeno de la institucionalización del cuento de hadas como género, lo que le permite constituirse como elemento de crítica pero también como parte del discurso dominante. Resulta interesante mencionar que muchos cuentos con tendencia utópica se publicaron en diarios con tendencias socialistas que circulaban en la época, tales como el Labour Prophet, criticando abiertamente al capitalismo. Esta misma tendencia alcanzaría luego a escritores tan diversos como C. S. Lewis, A. A. Milne, J. R. R. Tolkien y T. H. White. Existe indudablemente una fuerte influencia femenina (Zipes se atreve incluso a llamarla feminista) dentro de la escritura de los autores de la época, independientemente de su sexo. A diferencia de otras tradiciones como la alemana, los autores de los cuentos de hadas ingleses crearon personajes femeninos fuertes y otorgaron gran importancia a la fusión de las cualidades masculina y femenina dentro del mismo personaje, sea hombre o mujer. Debido a ello, sus personajes suelen ser complejos, y toman en cuenta la interdependencia entre los dos géneros sin favorecer abiertamente a ninguno. No se establece un esquema de valores rígido según roles predeterminados en función del sexo de los personajes, y el valor del individuo se determina por su capacidad para explorar la naturaleza y adaptarse al cambio según los deseos de su corazón. La magia para estos autores no consiste sino en la realización plena de los poderes creativos que uno mismo posee. George MacDonald, por ejemplo, se desmarca de las 26 convenciones victorianas al mostrar en muchos de sus cuentos el libre albedrío de la mujer. Algunas escritoras que siguen este mismo camino, creando protagonistas femeninas fuertes, son Mary De Morgan, Juliana Horatia Ewing, Mary Louisa Molesworth, Evelyn Sharp y Edith Nesbit. Los personajes protagónicos de sus cuentos reivindican su derecho a elegir libremente, incluso en contra del mandato social. La narrativa de estas autoras: … allow for women´s voices and needs to be heard. The narrative strategies of these tales strongly suggest that utopia will not be just another men’s world. What is significant about the “feminist” utopian tales is not so much the strength shown by the female protagonists, but the manner in which the expose oppression and hypocrisy and challenge fixed categories of gender. (Zipes, 2007: 161) Estos cuentos expresaban la necesidad de las narradoras de desarrollarse psicológicamente así como el deseo de un nuevo gobierno y sociedad. Todos los cambios estéticos y las estrategias narrativas de estas historias se relacionan con la insistencia en proclamar que la sustancia de la vida puede y debe ser transformada, pues de otro modo se desatarán la alienación, la petrificación y la muerte. Mención aparte dentro de los narradores victorianos merece Oscar Wilde (1854-1900), quien en sus libros The Happy Prince and Other Tales (1888) y A House of Pomegranates (1891) criticó la hipocresía y codicia de su época, inscribiéndose por derecho propio en la tradición del cuento de hadas literario. Wilde creó en sus cuentos, tales como “The Happy Prince” o “The Nightingale and the Rose” todo un tejido simbólico de analogías que mostraba las contradicciones reales existentes en su época entre la figura del artista y las reglas morales de la sociedad. Reveló enfáticamente en sus libros cómo la decadencia moral se encuentra muchas veces entre aquellos que tienen de su lado el poder y el orden, insensibles ante las 27 necesidades del oprimido. El juego de poder y represión que se muestra en Carter y Meruane posee semejanzas con el que expone Wilde. Puede afirmarse, entonces, que la reinterpretación del cuento de hadas es casi tan antigua como el cuento de hadas mismo. Cada reescritura posee sus propios motivos y características; ya en los salones franceses se transformaba el género y observamos ejemplos de parodias a lo largo de los siglos XIX y XX. F. L. Baum lo hace con The Wizar of Oz (1900), reinterpretado a su vez, entre otros, por Gregory McGuire en la saga Wicked (1995) y, al finalizar el siglo XX, el cuento de hadas se halla presente en forma de películas, ópera, obras de teatro y representaciones literarias. Uno de los ejemplos más recientes lo constituye la película Shrek (2001), que cuestiona al cuento de hadas “tradicional” al incorporar un discurso satírico. Al mismo tiempo la politización del género se incrementó durante el siglo pasado, y sirvió para denunciar los efectos de ambas guerras mundiales, tanto en forma de cuentos fascistas como de denuncia. Ciertos estudiosos como Italo Calvino y Henri Pourrat decidieron regresar a la tradición oral para rastrear los orígenes de los cuentos en el folklore, y el cuento de hadas comenzó a estudiarse como género en sí mismo, con implicaciones psicológicas, antropológicas y educativas. Se enfatiza la carga ideológica que el cuento de hadas carga como metáfora de la vida social o intrapsíquica. La tensión que se observa a lo largo de toda la historia del género vuelve a ser evidente: se construyen cuentos de hadas destinados a promover y establecer el sistema capitalista, principalmente de la mano de Walt Disney, junto a quien los cuentos de los Grimm parecen transgresores, y se retoma la posibilidad de crítica ideológica que el cuento de hadas ha desarrollado casi desde su nacimiento, de parte mayoritariamente de escritoras de la segunda mitad del siglo XX que lo utilizan para reflexionar sobre la situación de la mujer frente al modelo patriarcal imperante. 28 Lectura formalista del cuento de hadas El teórico ruso Vladimir Propp realizó un estudio morfológico del cuento de hadas o cuento maravilloso, como él lo llamó, encontrando patrones dentro de las acciones y el desarrollo de los personajes a lo largo de las narraciones. Propp logró identificar hasta treinta y un funciones en el cuento, las cuales se combinan de una u otra manera para constituir secuencias, y también realizó un estudio sobre la tipología del personaje, identificando hasta siete clases: héroe, agresor, donante, auxiliar, princesa y su padre, mandatario y falso héroe. Para Propp: “el estudio de las formas y el establecimiento de las leyes que rigen la estructura es posible, con tanta precisión como la morfología de las formaciones orgánicas”. (13) Es importante destacar que no todos los cuentos admiten las treinta y un funciones, ni tampoco contienen todos los personajes. Lo que hacen los autores que retoman los cuentos de hadas de los Grimm o Perrault para reinterpretarlos es jugar con la estructura de Propp, familiar para el lector, y con la tipología de los personajes, dotando a éstos de funciones extra, otorgándoles una dimensión distinta de la que les correspondería, o alterando su momento de aparición en el cuento. Tanto Meruane como Carter utilizan estos recursos para escribir su propia obra. Tomando como ejemplo el cuento de Charles Perrault “Little Red Ridding Hood”, y comparándolo con los relatos “The Werewolf” (Carter) y “la pensión, cualquier noche (De cómo Blanca sueña)” de Meruane, pueden observarse las estrategias anteriormente descritas. En cuanto a personajes, el héroe, la Caperucita roja, como la llamaríamos en español, es la misma en las tres historias. Sin embargo, en la de Meruane la protagonista que adopta la función de la Caperucita es la princesa Blanca, quien en lugar de capucha tiene los cabellos de un rojo intenso. La primera función descrita por Propp es “uno de los miembros se aleja de la casa” (38). En el caso de la historia de Carter, “the child” (pues no se le llama 29 explícitamente LittleRed Ridding Hood, aunque menciona que lleva una capa de oveja que se tiñe posteriormente de rojo) es enviada a visitar a su abuela, como en el cuento original de Perrault. En la historia de Meruane, la princesa Blanca, después de huir de su padre, se pierde dentro del bosque y es conducida por el cazador hasta la casa de “la vieja” (Meruane 43). En este caso no se menciona a la abuela, aunque siguiendo el mismo juego de sustitución de personajes, “la vieja” podría tomar el rol de la abuela del cuento de Perrault (en adelante, el cuento “original”). En los tres cuentos aparece un lobo, quien representa la función del agresor. El lobo intenta obtener noticias preguntando a la caperucita hacia dónde se dirige, en el cuento “original” (funciones IV y V: el agresor intenta obtener noticias, el agresor recibe informaciones sobre su víctima) (Propp 40). En el cuento de Meruane, dado que todo es un sueño imaginado por Blanca, el agresor se encuentra en la misma casa, esperándola sobre el sillón: Y él me espera en la sala, recostado sobre el sillón. Estará despierto… Este candil alumbra sus párpados enormes, como todas sus facciones… Soy la caperucita de sus sueños, que aparece en su minúsculo pijama de niña. Mi traje nocturno silba con la brisa. El aire me levanta los pezones. (Meruane 44) En el cuento de Carter, Caperucita no le da tiempo al lobo de preguntarle nada. Saca un cuchillo que lleva con ella y le corta una pata: When she heard that freezing howl of a wolf, she dropped her gifts, seized her knife and turne don the beast… she made great swipe at it with her father´s knife and slashed off its right forepaw. (Carter 109) Puede observarse un tono manifiestamente erótico en el fragmento de Meruane, mientras que en el de Carter la tipología de personaje de la Caperucita, quien en el cuento 30 “original” es una chiquilla desprevenida, a “poor child, who did not know that it is dangerous to stop and listen to a wolf” (Zipes, 2001: 745), se transforma y es capaz de defenderse de su agresor. Tanto en el cuento de Carter como en el de Meruane se mantienen los personajes principales originales: Caperucita y el lobo, en funciones de héroe y agresor, imitando al cuento “original”. Sin embargo, en el caso de Meruane la agresión se torna simbólica, pues resulta en un acto sexual, y en el de Carter Caperucita se defiende del lobo, agrediéndolo a su vez. En ambas historias el papel de la abuela es distinto del “original”, pues si bien en este cuento la abuela sirve como referencia, en el texto de las autoras estudiadas se convierte en la antagonista: la princesa Blanca se siente intimidada y reprimida por “la vieja”, en la historia de Meruane, y el lobo y la abuela son el mismo personaje , descubierto por Caperucita cuando se entera que la abuela tiene una mano amputada, después de haberle cortado la pata al lobo, en la de Carter. Puede afirmarse que ambas autoras conocen el cuento “original” en algunas de sus versiones (pues además de la de Perrault existe la de los hermanos Grimm, e innumerables adaptaciones), ya que forma parte de la tradición occidental a la que pertenecen. Puede también afirmarse que están retomando la simbología propia de la historia (la capa roja, que se equipara con los cabellos rojos para Meruane y el abrigo de piel de oveja que se tiñe de rojo con la sangre del lobo para Carter), generando un pacto ficcional con el lector, como si le dijeran “Te vamos a contar un cuento que has escuchado antes, pero nunca lo has escuchado de este modo”. Es decir, los personajes y las acciones resultan reconocibles, pero han sido modificados, para reflejar las preocupaciones e intenciones de sus autoras. La reescritura del género durante el siglo XX 31 El cuento de hadas como género atraerá la atención de estudiosos y escritores por igual, y a lo largo del siglo XX se le estudiará en su dimensión psicológica, antropológica y literaria. Su uso como herramienta de adoctrinamiento y educación será puesta en cuestión cuando se le acuse de ser un discurso que promueve las estructuras patriarcales imperantes. Como metáfora de una realidad social determinada, distintos escritores utilizarán el topoi del cuento de hadas con fines creativos, de crítica social y política. Es interesante observar el papel que el género juega en países que se encuentran inmersos en regímenes dictatoriales. En Alemania, los cuentos de hadas fueron utilizados consciente e inconscientemente durante el empoderamiento de la burguesía para indicar roles aceptables a los niños y para dotarlos de cultura, la versión alemana de la civilité francesa. Los cuentos de hadas revisten tal importancia dentro de la configuración cultural germana, que los nazis crearon una política específica para lidiar con ellos. Utilizaron el cuento de hadas con fines ideológicos; realzaban los aspectos “arios” y nórdicos de los cuentos, aquellos que permitían adoctrinar a los niños. Los textos en sí no fueron modificados sustancialmente, pero la interpretación de los adultos y sus reflexiones pedagógicas para trabajar “el mensaje de los cuentos” con los infantes, sí. Las reinterpretaciones nacionalsocialistas de los cuentos enfatizaban la lucha entre dos mundos: el mundo “ario” puro, contra el mundo externo contaminado. Incluso se escribieron cuentos con temática específica e intencionalmente nazi, y se enfatizaron los aspectos antisemitas de algunas de las narraciones populares o tradicionales. Sin embargo, la lectura de los cuentos de hadas también representaba un escape para los lectores, ya que los cuentos no fueron modificados en su totalidad. Como podían ser leídos en soledad y no sólo en presencia de maestros o autoridades del régimen, resultaban 32 (irónicamente) una alternativa a la propaganda más evidente con que el gobierno bombardeaba de forma permanente a los ciudadanos. Es importante destacar el movimiento de reescritura de los cuentos de hadas para adultos que ocurrió durante la República de Weimar (1919-1933) de la mano de autores tales como Theodor Däubler, Klabund y Alfred Mombert. Estos escritores continuaron la tradición romántica y la extrapolaron en forma de cuentos pesimistas, que criticaban duramente la sociedad de su época. La razón por la cual estos nombres no son reconocidos al día de hoy es que los nazis desaparecieron, encarcelaron y prohibieron los “cuentos de hadas expresionistas” como fueron denominados por los propios autores. El régimen nacionalsocialista abolió el cuento de hadas para adultos, persiguió a quienes lo practicaban y prohibió, mediante la censura, que se leyeran reinterpretaciones posteriores a 1920, si mostraban una versión ligeramente distinta de la “oficial” concerniente a la estructura y temática de los cuentos. A partir de los años sesenta, muchos escritores alemanes contemporáneos han reescrito los cuentos de los Grimm, transformándolos para que su perspectiva, estilo y motivos expongan las contradicciones de la sociedad capitalista y muestren a los niños otras alternativas para alcanzar sus metas y lograr la autonomía. La tradición del cuento de hadas para adultos en Alemania no ha terminado de recuperarse de los años de censura, si bien algunos autores retoman aspectos del género dentro de su obra, como Michael Ende. Procesos similares se observan en España, durante el franquismo (1939-1976), y en Argentina, con el gobierno de la junta militar (1976-1983). En el caso español, autoras como Carmen Martín Gaite y Ana María Matute se valieron de los cuentos de hadas para reflejar la condición por la que atravesaba la mujer. Según Odber de Baubeta: 33 Much has been written about the relationship between fairy tales and the novel of female development, where the fairy tale may suggest “ideal” models of behavior and their subsequent rewards. However, research has demonstrated thatcontemporary women writers tend to use fairy-tale motifs to deconstruct certain discourses. (Obder de Baubeta en Haase 132) Durante la dictadura de Francisco Franco la condición de la mujer en España se redujo a sus funciones como ama de casa y sostén del hogar. Las escritoras españolas utilizaron el cuento de hadas como uno de los recursos para hacer evidente la situación de su género en la época. En Argentina, con una situación sociopolítica similar (Gobierno de la junta militar) la escritora Luisa Valenzuela publica la serie “Cuentos de Hades” en 1993, dentro de su libro Simetrías, y Ana María Shua explora el terreno de la microficción reinterpretando cuentos de hadas en los relatos contenidos en su libro Casa de Geishas, publicado en 1992. Al respecto, Fiona Mackintosh asevera: Certainly these Argentinian writers believe in the continuing power of fairy stories as a loaded cultural force and springboard for expression. For these writers, the restrictive female roles enshrined by Perrault become the lifeblood of subversive new versions, which have yet to be fully recognized and explored by fairy-tale scholarship […] their versions are informed by an overview of the whole cultural process whereby meaning is generated through an Argentinian appropriation and subversion of the European heritage of fairy tales and their constituent element. (Mackintosh en Haase 166) Zipes afirma que quizás quienes más han explotado la crítica sociopolítica que constituye una de las funciones del cuento de hadas son las escritoras feministas, pues lo han reestructurado y reformado. Retoman así características del género que habían sido 34 sumergidas: se vuelve a la reescritura del cuento de hadas para adultos (en los poemas de Anne Sexton o los cuentos de la misma Carter) y se hacen evidentes los elementos abiertamente sexuales o violentos dejados de lado por otras versiones. Algunas de las autoras más importantes en esta corriente dentro del panorama anglosajón incluyen a Margaret Atwood, A.S. Byatt, Joyce Carol Oates y Angela Carter. A pesar de la disneyficación que ha sufrido el género, todavía sirve como vehículo para representar preocupaciones ideológicas y políticas determinadas, aunadas a una intención estética: If it’s true that the social and political development in the nineteenth century set art free so that the fairytale as genre became autonomous on the free market and in the public sphere; then it appears that there is a return, at least in theatre, television, and cinema, to the representative function of the fairy tale. (Zipes, 2007: 27) Si Zipes sostiene que el cuento de hadas recupera presencia dentro del discurso popular para fortalecer los valores del libre mercado capitalista, entonces sería justo deducir también que el uso del cuento de hadas como parodia del propio género o crítica sociopolítica cobrará así mismo relevancia dentro del panorama cultural reinante. Aquí es donde el autor introduce lo que él llama la paradoja del cuento de hadas: pretende influir en la realidad circundante sin explicar cómo crea los efectos de asombro y maravilla que le otorgaron nombre e identidad. Los cuentos de hadas feministas: línea de investigación y creación Durante los años sesenta la segunda ola del feminismo irrumpe dentro del panorama cultural y sociopolítico. Se le llama “segunda ola” a la época de dicho movimiento social (1960-1979) que trató de reivindicar los derechos privados de las mujeres, referentes a la sexualidad, la familia y los derechos reproductivos, a diferencia de la primera ola, que se concentró en que 35 las mujeres pudieran votar y fueran iguales que los hombres ante la ley. Es entonces que los cuentos de hadas comienzan a ser analizados como reflejos del discurso patriarcal imperante. Para Zipes, “it is no longer possible to ignore the connection between the aesthetic components of the fairy tales, whether they be old or new, and their historical function within a socialization process which forms taste, mores, values, and habits” (2). Al mismo tiempo, escritoras de todo el mundo occidental, desde Inglaterra (Byatt, Carter), hasta Portugal (Botelho), pasando por España (Martín-Gaite, Matute, Tusquets) y Argentina (Valenzuela, Shua), gradualmente comienzan a ofrecer sus propias versiones sobre los cuentos que conforman parte de la tradición, casi siempre partiendo de los Grimm o Perrault. Para Christina Bacchilega: Postmodern revision is often two-fold, seeking to expose, make visible, the fairy tale’s complicity with “exhausted” narrative and gender ideologies, and, by working from the fairy tale’s multiple versions, seeking to expose, bring out, what the institutionalization of such tales for children has forgotten or left unexploited. This kind of rereading does more than interpret anew or shake the genre’s ground rules. It listens to the many “voices” of fairy tales as well. (50) Las escritoras analizadas para este trabajo forman parte de una tradición que reescribe los cuentos de hadas desde una óptica femenina, con pretensiones estéticas adaptadas a su propio estilo. Puntualizan las características del género que permiten ejercer una crítica sobre la situación de la mujer, y al mismo tiempo reflejar preocupaciones estilísticas determinadas. Los dos libros de cuentos a comparar son cuentos de hadas para adultos, reescritos por mujeres, que aportan una visión personal al panorama del género. La situación del cuento de hadas en Latinoamérica: crítica y producción 36 A Latinoamérica los cuentos de hadas heredados de Occidente llegan de la mano de los conquistadores. Las mujeres que los reescriben, o que utilizan rasgos del género en su producción, los reciben como un producto de su historia mestiza. Le agregan al “discurso oficial”, representado por los cuentos de Perrault o los Grimm, su propia visión como mujeres y como latinoamericanas. A pesar de la falta de estudios que existen al respecto, podemos nombrar a las escritoras argentinas antes mencionadas, a Marina Colasanti en Brasil y a María Luisa Bombal en Chile como ejemplos de reescritura del cuento de hadas. En este trabajo nos interesa además incluir dentro de esa lista a la chilena Lina Meruane. Si bien dentro del mundo anglosajón existe un número importante de estudios publicados acerca del cuento de hadas como género para la crítica literaria, en Latinoamérica no es sino hasta recientemente que comienza a tomarse en cuenta como perspectiva para estudiar: With the exception of notable studies by Stephen M. Hart, Janet Pérez, and Fiona Mackintosh (in this volume), there has been no attempt to discern any pattern or trend, nor has anyone sketched in the broader picture of fairy-tale intertextualities in twentieth-century Iberian or Latin American women’s writing. (Obder de Baubeta en Haase 129) Incluso suponiendo que desde el 2004 (año de publicación del libro de Haase) se hubieran desarrollado estudios críticos sobre la perspectiva feminista en los cuentos de hadas iberoamericanos, el material es escaso, y los autores que lo abordan enlistan algunos nombres a tomar en cuenta para futuras investigaciones. Eso dota a esta tesis de pertinencia, en la medida que no existen artículos referidos a Meruane, quien bien podría ser agregada a la tradición reescritural del cuento de hadas. 37 Capítulo II Intersecciones: crítica literaria feminista, intertextualidad y figura femenina en la reescritura del cuento de hadas Las mujeres repitieron y repitieron. Y, de tanto repetir, se adueñaron del repertorio. Los cuentos de hadas escritos por los hombres se convirtieron en conversación de mujeres. Entonces lo hombres volvieron a apoderarse de los cuentos, los reescribieron, agregaron algunos y con su pluma le dieron valor viril, el único que la sociedad reconoce (…) Pero la distancia entre hombres y mujeresno era ya inerme. Marina Colasanti Definición y panorama de la crítica literaria feminista aplicada al cuento de hadas La crítica literaria feminista es diversa y conlleva la interdisciplinariedad. Dado que el texto literario no puede ser despojado de su contexto (ni en el que se lee ni en el que se produce), lo que la crítica literaria feminista pretende exponer es el papel de la mujer como escritora, receptora y personaje dentro de los estudios literarios. En palabras de Nattie Golubov: Para el feminismo ha sido importante reconstruir una historia de las mujeres porque contribuye a la conformación de identidades colectivas valiosas para la organización política y fortalece el argumento de que el sistema sexo/género es un complejo entramado de prácticas culturales y materiales históricamente variables que ha estructurado y todavía estructura a muchas sociedades. (Golubov 10) Atendiendo a la investigadora Rosa Rossi, los códigos respectivos a la sexualidad se transmiten y estipulan por medio del carácter histórico-natural de la lengua, que de ningún modo es neutral. Así, las formas y relaciones de poder son enmarcadas dentro del lenguaje (Díaz-Diocaretz y Zavala 19). En el caso de los cuentos de hadas, se observan dos relaciones de tensión dentro de su historia: el cuento de hadas oral y el literario, así como el estudio del cuento de hadas y la creación de los mismos. Las categorías se influyen entre sí y la historia 38 del cuento de hadas como género oscila entre un polo y otro. Mientras que la primera tensión existe desde el siglo XVII, cuando se comienza a transcribir los cuentos, la segunda tensión gana importancia a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, cuando la investigación del cuento de hadas y la creación del mismo se influyen mutuamente, pues los escritores comienzan a reescribir los cuentos desde la óptica de las corrientes teóricas y los movimientos sociales imperantes. Es relevante mencionar la intersección entre crítica literaria feminista y el postestructuralismo, corriente de teoría crítica derivada y opuesta al estructuralismo que aboga, entre otras cuestiones, por un enfoque subjetivo y escéptico con respecto al concepto de “verdad” dentro de las ciencias sociales. Según los teóricos postestructuralistas, la verdad absoluta o la certeza dentro de la labor crítica o científica es un objetivo engañoso y poco menos que imposible. El lenguaje como constructo vivo muta y evoluciona de manera constante, pues depende del lector tanto como del escritor. Entre sus principales exponentes se cuentan los teóricos Jacques Derrida, Michel Foucault y Gilles Deleuze (Oxford Dictionary of Critical Theory). Aunque postestructuralismo es un término que se utiliza para abarcar pensamientos de índole intelectual muy diversa, la “postura de sospecha” que sus exponentes reivindicaron como elemento constitutivo de su aproximación al objeto de estudio se mantiene en todos los casos. Para la investigadora Iris M. Zavala, Lo que el postestructuralismo (en sus variantes) nos ha dejado en herencia es la duda sobre las verdades definitivas, entre ellas, lo que puedan ser subjetividad o sujeto en situaciones de marginación. Si el discurso dominante es genérico e históricamente ha dejado <<sin voz>> a la mujer, imponiendo normas, cánones y valores, y por tanto silenciando o reprimiendo la propia 39 narratividad, es primordial teorizar sobre aquellos géneros que permiten hablar por cuenta propia, dentro de los propios cánones y normas. (Díaz- Diocaretz y Zavala 68) La hipótesis que se defiende en este trabajo es que el cuento de hadas es uno de los géneros que podrían proponerse como aquellos que permiten “hablar por cuenta propia” a la mujer. Durante los años setenta del siglo pasado se comenzaron a estudiar los cuentos de hadas desde una perspectiva feminista. Alison Lurie sostenía que los personajes femeninos de los cuentos de hadas podían servir como modelo para que nuevas generaciones encontraran otras imágenes de la mujer, mientras que Marcia R. Lieberman respondía que los cuentos a los que se refería Lurie eran poco menos que desconocidos, y que las versiones “institucionalizadas” de los cuentos eran aquellas editadas y aprobadas por el patriarcado, representado por los hermanos Grimm, Perrault o Disney. Karen E. Rowe marcó un precedente al escribir el artículo “Feminism and Fairy Tales” (1979) para Women’s Studies. Según Donald Haase, That pivotal article illustrated how feminists could use fairy tales to illuminate the concerns of contemporary women. At the same time, it demonstrated how scholars of fairy tales could use feminism to understand the genre’s cultural meaning. Since then, both feminism and the study of fairy tales have emerged as growth industries and have become institutionalized1. (Haase xiii) La interacción entre los textos críticos, el estudio psicológico, antropológico y lingüístico de los cuentos de hadas no había hecho más que comenzar. Haase prosigue: There would be the development of an increased nuanced view of the relation between gender and fairy tale, a view that avoids insupportable 1 Lo cual no deja de resultar inquietante, pues sorprende la enorme capacidad que posee el sistema para absorber y utilizar en provecho propio aquellos discursos que originalmente pretendían desafiarlo. 40 generalizations about the genre as a whole and does justice to the complexity and diversity of the fairy-tale corpus and the responses it elicits. (2) Mientras se rescataban y antologaban versiones de los cuentos provenientes de todo el mundo, los críticos intentaban encontrar dentro de éstos la voz de las mujeres. Dado que se trata de un género doméstico, el cuento de hadas constituía un espacio privilegiado de estudio, y por eso en un principio se visualizaba la voz femenina como una voz histórica, que había transmitido los cuentos oralmente, devolviéndolos a las versiones escritas en un ejercicio de alternancia, pues tanto los Grimm como Perrault recurrieron a las mujeres para que les relataran los cuentos. Estudiosos como Heide Göttner-Abendroth y Ruth Bottigheimer intentaron rastrear las operaciones de censura que los cuentos habían sufrido, en qué medida habían sido editados para adaptarse a las intenciones morales de los recopiladores, y cómo los personajes femeninos se habían tipificado hasta convertirse en mujeres “adecuadas” y sumisas. Jack Zipes analizó versiones francesas de varios cuentos, en las que pudo mostrar las transformaciones a las que habían sido sometidos para reformular temas concernientes al género y la sexualidad, que se abordaban de forma muy distinta en las versiones orales. Para Haase: “The history of the male appropriation of folktales is the history of the male’s attempt to control this female power, to co-opt the female art of storytelling” (16). Al tiempo que se ahondaba en la perspectiva histórica, escritoras de diversos países de occidente utilizaban los cuentos de hadas como vehículo para abordar cuestiones de género y preocupaciones particulares. No es casual que The Bloody Chamber se haya publicado en 1979, el mismo año que el artículo de Rowe. Críticos como Claudine Herrmann y Alicia Ostriker estudiaron la reelaboración de mitos que dichas escritoras llevaban a cabo, por ejemplo, en el poemario 41 Transformations de Anne Sexton2, escrito en 1971. “The fairy tale”, advierte Haase, “constitutes one of these sanctuaries of cultural myth –the space where gender identity is constructed” (22). ¿Cómo se reflejan las escritoras en los mitos masculinos que han dado forma a la herencia cultural del cuento de hadas? ¿Cómo reelaboran esos mitos para que los reflejos que les arrojan no sean siempre el de la mujer hermosa, abnegada y obediente, sometida a las leyes del patriarcado? Todas
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