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Sociedad y violencia: sujetos, prácticas y discursos 2 Sociedad y violencia: sujetos, prácticas y discursos Dr. Germán Alejandro García Lara Doctor en Educación, Maestro en Educación Superior y Psicólogo, con formación en psicoterapia breve individual, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Integrante del Cuerpo Académico: Educación y procesos sociales contemporáneos, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Perfil PRODEP, Miembro Honorífico del Sistema Estatal de Investigadores, nivel VI y del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1. Dr. Oscar Cruz Pérez Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas, Centro de Estudios para México y Centroamérica (CESMECA). Maestro en Psicología Social, Maestro en Educación Superior y Psicólogo, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Líder y director del Cuerpo Académico: Educación y procesos sociales contemporáneos, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Perfil PRODEP, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1 Editor responsable: Lic. Georgina Moreno Zarco Editorial El Manual Moderno 3 4 IMPORTANTE Los autores y la Editorial de esta obra han tenido el cuidado de comprobar que las dosis y esquemas terapéuticos sean correctos y compatibles con los estándares de aceptación general en la fecha de la publicación. Sin embargo, es difícil estar por completo seguro que toda la información proporcionada es totalmente adecuada en todas las circunstancias. Se aconseja al lector consultar cuidadosamente el material de instrucciones e información incluido en el inserto del empaque de cada agente o farmacoterapéutico antes de administrarlo. Es importante, en especial, cuando se utilizan medicamentos nuevos o de uso poco frecuente. La Editorial no se responsabiliza por cualquier alteración, pérdida o daño que pudiera ocurrir como consecuencia, directa o indirecta, por el uso y aplicación de cualquier parte del contenido de la presente obra. Nos interesa su opinión, comuníquese con nosotros: Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V. Av. Sonora 206, Col. Hipodromo, Deleg. Cuauhtémoc. 06100 Ciudad de México, México (52-55) 52-65-11-00 info@manualmoderno.com quejas@manualmoderno.com Sociedad y violencia: sujetos, prácticas y discursos D.R. © 2018 por Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas Libramiento Norte Poniente 1150, Col. Lajas Maciel C.P. 29018, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISBN: 978-607-543-030-0 (versión electrónica) Fecha de edición: 15 de enero de 2018 En coedición con: Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. ISBN: 978-607-448-685-8 (versión electrónica) Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg. núm. 39 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida sin permiso previo por escrito de la Editorial. Para mayor información sobre Catálogo de producto 5 mailto:info@manualmoderno.com mailto:quejas@manuamoderno.com Novedades Distribuciones y más www.manualmoderno.com Director editorial y de producción: Dr. José Luis Morales Saavedra Editora de desarrollo: Tania Flor García San Juan Diseño de portada: Lic. Luis Alejandro Valera Bermejo 6 http://www.manualmoderno.com/ Contenido Colaboradores Prefacio PARTE I SOCIEDAD, CULTURA Y VIOLENCIA Capítulo 1. El capital y su pulsión de muerte: articulaciones del marxismo con el psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo David Pavón Cuéllar Capítulo 2. La violencia, esa absurda invitación a gozar Freddy Ocaña Hernández Capítulo 3. La sustentabilidad: una alternativa ante el estado de crisis y violencia Jesús Ocaña Zúñiga Capítulo 4. Consideraciones sobre la dimensión estructural de la violencia Miguel Jorge Lares Capítulo 5. El síntoma de la sociedad actual: agresión, violencia y su mirada a la escuela Soledad Hernández Solís Capítulo 6. La contextualidad contemporánea en la comprensión de la violencia en las escuelas Óscar Cruz Pérez PARTE II DISCURSOS Y PRÁCTICAS Capítulo 7. Violencias escolares, discursos científicos y prensa escrita: la construcción de representaciones sociales 7 Alfredo Manuel Ghiso Cotos Capítulo 8. Sentidos de la violencia y la discriminación en la sociabilidad juvenil situada en escuelas y barrios de la ciudad de Córdoba, Argentina Horacio Luis Paulín Capítulo 9. Política de infancia para jóvenes en conflicto con la ley penal en Colombia Bárbara Yadira García Sánchez Capítulo 10. Representación, testimonio y violencia Carlos Eduardo Pérez Jiménez Capítulo 11. Convivencia escolar: sus discursos y prácticas Griselda García García, Francisco Bermúdez Jiménez, Lucila María Pérez Muñoz Capítulo 12. Violencias estructurales: su narrativa en las expresiones de los estudiantes Francisco Bermúdez Jiménez, Lucila María Pérez Muñoz, Griselda García García PARTE III LOS SUJETOS DE LA VIOLENCIA Capítulo 13. Pensamiento decolonial y praxis pedagógica: repensar la(s) violencia(s) y sus modos de subalternidad para liberar la escuela José Tranier Capítulo 14. La violencia escolar desde una teoría contextual o ecológica Isabel de la A. Valadez Figueroa, Vania Vargas Valadez, María Consuelo Ochoa Orendáin Capítulo 15. Afectos en sujetos de violencia escolar: de lo visible a lo oculto Germán Alejandro García Lara Capítulo 16. Mujeres frente a la violencia: construyendo nuevos espacios Lizette T. Figueroa Vázquez Capítulo 17. Exposición a la violencia y naturalización de la conducta agresiva Sonia Beatriz Echeverría Castro, Javier José Vales García, Christian Oswaldo Acosta Quiroz 8 Capítulo 18. Las relaciones familiares y la violencia escolar en comunidades marginadas José Ramiro Cortés Pon 9 Colaboradores Christian Oswaldo Acosta Quiroz Doctor en Psicología con especialidad en Psicología de la Salud (Medalla Alfonso Caso Generación 2006-2010). Maestro en Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Psicólogo clínico, profesor e investigador, Departamento de Psicología Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON). Sistema Nacional de Investigadores nivel 1. Líder del Cuerpo Académico Consolidado “Actores y Procesos Psicoeducativos”, ITSON. Capítulo 17 Francisco Bermúdez Jiménez Maestro en Psicología. Docente e investigador de tiempo completo. Pertenece al Cuerpo Académico en Consolidación: Calidad de vida y desarrollo humano. Desarrolla la LGAC Calidad de vida, violencia y desastres. Perfil PRODEP (2015-2021). Capítulo 11, 12 José Ramiro Cortés Pon Médico Cirujano, Especialista en Medicina Familiar. Maestro en Administración de Educación Superior y Doctor en Educación. Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Licenciatura en Desarrollo Humano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Perfil PRODEP. Capítulo 18 Sonia Beatriz Echeverría Castro Doctora en Educación, Maestra en Docencia e investigación educativa y Licenciada en Psicología. Profesora e investigadora de la Facultad de Psicología del Instituto Tecnológico de Sonora. Miembro del Cuerpo Académico consolidado Actores y procesos psicoeducativos. Perfil PRODEP, integrante del Núcleo Académico Básico de un posgrado adscrito al PNPC. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Capítulo 17 Lizette T. Figueroa Vázquez Doctora en Psicología, Maestra en Desarrollo Comunitario, fundadora de la Red Internacional de investigación en subjetividad y lazo social. Directora del Centro Marie Langer A. C. desde 1997 a la fecha. Docente de tiempo completo en la Facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana (UV). Capítulo 16 Griselda García García Docente e investigadora de tiempo completo. Pertenece al Cuerpo Académico en Consolidación: Calidad de vida y desarrollo humano. Desarrolla la LGAC Calidad de vida, violencia y desastres. Perfil PRODEP (2015-2021).Maestría en Administración en sistemas de salud; Maestría en Dirección y gestión de recursos humanos; 10 Maestría en Administración de recursos humanos y Maestría en Educación. Miembro del Comité de Bioética del CRIT-Veracruz. Capítulo 11, 12 Bárbara Yadira García Sánchez Doctora en Ciencias de la Educación; Magíster en Sociología de la Cultura y Socióloga. Docente titular del Doctorado Interinstitucional en Educación, Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá, Colombia. Es miembro del Consejo de Administración del Observatorio Internacional de la Violencia Escolar. Capítulo 9 Alfredo Manuel Ghiso Cotos Maestro, Profesor de español y literatura, Educador popular, Mg. en Educación, Especialista en educación de Adultos y Desarrollo social. Profesor emérito de Investigación social en pregrado y posgrados de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquía. Actualmente apoya investigaciones educativas y cursos de investigación socioeducativa en la Universidad Católica de Oriente en Colombia. Colaborador del CEAAL en el Programa de Sistematización de Prácticas. Capítulo 7 Soledad Hernández Solís Doctora en Educación, Maestra en Educación Especial, con Especialidad en Teoría Psicoanalítica y Psicóloga. Diplomada en Competencias docentes, en Investigación Clínica y Epidemiológica por el IESCH y en Formación de docentes para procesos de educación a distancia por la Universidad Vasco de Quiroga de Michoacán. Docente de pregrado en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la UNICACH y del IESCH. Capítulo 5 Miguel Jorge Lares Psicoanalista de la Universidad de Buenos Aires, Licenciado en Psicología. Se ha desempeñado como supervisor y docente en diversos servicios hospitalarios de la ciudad de Buenos Aires y ha formado parte, como admisor, de equipos institucionales de crisis y externación en el área infanto-juvenil. Coordinador del Movimiento Psicoanalítico Latinoamericano–Enlace México/Argentina (MpL-eMA). Capítulo 4 Horacio Luis Paulín Doctor en Psicología con especialidad en Psicología de la Salud (Medalla Alfonso Caso Generación 2006-2010). Maestro en Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Psicólogo clínico, profesor e investigador, Departamento de Psicología Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON). Sistema Nacional de Investigadores nivel 1. Líder del Cuerpo Académico Consolidado “Actores y Procesos Psicoeducativos”, ITSON. Capítulo 8 Freddy Ocaña Hernández Licenciado en Psicología, con especialidad en Teoría Psicoanalítica y Maestría en Psicoanálisis. Maestrante en Psicología Clínica. Docente de Tiempo Completo (PTC) de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales (FCHyS) de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), México. Coordinador de la Clínica de Atención Psicológica (CAP) de la FCHyS de la UNICACH. Docente de la Licenciatura en psicología. Miembro Fundador del Grupo Metonimia. 11 Capítulo 2 María Consuelo Ochoa Orendain Licenciada en Psicología, Universidad de Guadalajara. Auxiliar de investigación. Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Departamento de Salud Pública. Capítulo 14 Jesús Ocaña Zúñiga Doctor en Ciencias en Desarrollo Sustentable por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Docente en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, UNICACH. Colabora en el Cuerpo Académico Educación y procesos sociales contemporáneos. Pertenece al Sistema Estatal de Investigadores de Chiapas. Capítulo 3 David Pavón Cuéllar Doctor en Filosofía, doctor en Psicología, maestro en Filosofía, DEA en Psicoanálisis y licenciado en Psicología. Es profesor investigador en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Forma parte de los consejos editoriales de Annual Review of Critical Psychology. Es director de la Revista Teoría y Crítica de la Psicología, editor asociado de Psychotherapy & Politics International, miembro de la Discourse Unit del Reino Unido y de la International Society of Theoretical Psychology (ISTP). Capítulo 1 Carlos Eduardo Pérez Jiménez Maestro en Teoría Crítica por el 17, Instituto de Estudios Críticos. Psicólogo Clínico, Universidad Mesoamericana. Docente de tiempo completo y colaborador del Cuerpo Académico, Facultad de Ciencias Humanas, UNICACH. Ha realizado investigaciones sobre la percepción del proceso de escolarización en comunidades indígenas, Paternidad en adultos jóvenes, Actitudes hacia el sexo no marital, Memoria colectiva y familia y discapacidad. Capítulo 10 Lucila María Pérez Muñoz Profesora e investigadora del Cuerpo Académico en Consolidación UV-CAEC-268: “Calidad de vida y desarrollo humano”. Miembro del Área de Psicología organizacional. Desarrolla la LGAC: Salud laboral y Calidad de Vida en ámbitos organizacionales, educativos y sociales: DGI: 23170201525. Docente a nivel pre y posgrado. Capítulo 11 y 12 José A. Tranier Docente e Investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Licenciado en Educación, Profesor en Educación, Licenciado y Profesor de Música; Doctor en Ciencias de la Educación, realizó estudios de Posdoctorado en Sociología y Filosofía, Becario Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) de la República Argentina, becario-investigador en la Ciudad de Montreal (Canadá). Es Secretario Académico del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR; Coordinador del Centro de Investigaciones en Problemáticas Educativas Contemporáneas Michael y Rima Apple. Capítulo 13 12 Isabel de la A. Valadez Figueroa Maestra en Educación para la Salud, Doctora en Ciencias de la Salud Pública orientación Sociomédicas por la Universidad de Guadalajara. Profesor Investigador Titular “C” SNI II, tiempo completo en la Universidad de Guadalajara (UG), Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Departamento de Salud Pública. Capítulo 14 Javier José Vales García Doctor en Educación con especialidad en Tecnología Instruccional y Educación a Distancia, Nova Southeastern University de Florida, USA. Maestro en Investigación Educativa, Instituto Tecnológico de Sonora. Licenciado en Psicología, Universidad de Monterrey. Rector, Instituto Tecnológico de Sonora. Miembro del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT. Capítulo 17 Vania Vargas Valadez Doctora en Ciencias de la Salud Pública por la Universidad de Guadalajara. Licenciada en Medicina. Docente en la Universidad de Guadalajara en pregrado en el área de Ciencias de la Salud. Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Departamento de Salud Pública. Capítulo 14 13 Prefacio En el marco del proyecto de investigación Intervención psicosocial de la violencia escolar en alumnos de primaria y secundaria, que desarrolla la red Procesos psicoeducativos, diversidad, convivencia escolar e inclusión digital desde una perspectiva de género y derechos humanos, integrada por docentes del cuerpo académico (CA) Educación y procesos sociales contemporáneos (UNICACH-CA-14), de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas; del CA Estado, sociedad y educación (UNACH- CA- 142), de la Universidad Autónoma de Chiapas; del CA Calidad de vida y desarrollo humano (UV - CA-268), de la Universidad Veracruzana, sede Poza Rica; y del CA Actores y procesos psicoeducativos (ITSON- CA-30), del Instituto Tecnológico de Sonora, sus integrantes han desarrollado una serie de trabajos que exploran desde diversas perspectivas teóricas y metodológicas la discusión y el análisis de las complejidades que supone el abordaje del fenómeno de la violencia y su expresión en el propio sujeto. El devenir de esta actividad generó diversos esfuerzos orientados a profundizar en el tema de la violencia. Uno de estos esfuerzos, por parte del colegiado de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la UNICACH, retomó el desarrollo de un seminario, tarea utilizada en trabajosprevios con mucho éxito. El seminario denominado La violencia: sus sujetos, discursos, prácticas, rupturas y tensiones, se convirtió nuevamente en el espacio de encuentro, reflexión, compartimiento de ideas y la pausada pero firme construcción de ideas definidas sobre el tema, mediante la discusión y el análisis de las complejidades, las rupturas y tensiones que se gestan entre los discursos y prácticas del fenómeno de la violencia. A este trabajo se sumaron académicos de otras universidades y facultades de la propia universidad. En su devenir fue posible abordar textos que ampliaron la comprensión sobre el tema; el matiz de la discusión tuvo como asideros la filosofía, la perspectiva sociológica crítica, el psicoanálisis, la perspectiva de sustentabilidad, así como la pedagogía crítica. En este proceso, el abordaje transitó desde la conceptualización del término, aspecto que dio cuenta de la enorme dificultad de exponer en una palabra significaciones y componentes tan diversos, hasta su expresión en la propia institución escolar y las problemáticas inherentes al sujeto de la violencia, lo que llevó a profundizar en la trama en que se genera este fenómeno multidimensional y complejo. Su análisis permitió caracterizarla como síntoma social, con un basamento estructural y sistémico, cuya resonancia la ha hecho cada vez más visible, y es la escuela un ámbito 14 particularmente sensible a sus manifestaciones. En este marco, la consecución de este esfuerzo llevó a plantear la elaboración de escritos que se integraran en una obra para lo cual se consideró, además de quienes participan en dicho seminario, la colaboración de académicos que en Latinoamérica han desarrollado trabajos sobre este tema. Desde esta perspectiva, se consideraron tres grandes bloques temáticos sobre el tema. I. Sociedad, cultura y violencia Este bloque centra su análisis en los fundamentos filosóficos y sociológicos que dan sentido y sustentan a la sociedad contemporánea, lo cual permite una reflexión más amplia de las concepciones sobre la cultura y la violencia. II. Discursos y prácticas El eje de la reflexión es lo que se dice o hace en la convivencia e interacción entre los sujetos -en particular en el contexto familiar y escolar- para la comprensión del entorno en que se originan las tensiones y llegan a exteriorizarse las rupturas y manifestaciones de la violencia. III. Los sujetos de la violencia Este eje concreta las disputas, conflictos y desencuentros que se gestan a partir de la convivencia e interacción social y puntualiza las situaciones de oposición entre los sujetos, así como los desacuerdos, escisiones o cambios que devienen de situaciones de violencia. Derivado del trabajo en el seminario y la invitación que con entusiasmo acogieron académicos de México, Argentina, Colombia y Chile, se estructuró este libro, en el cual se presentan 18 estudios, distribuidos en cada uno de los apartados citados anteriormente. Un eje común es la renuncia a explicar el fenómeno de la violencia como circunscrito al ámbito escolar; su referencia considera entidades más amplias del mundo social. El debate invita a traspasar la producción material de la virulencia y crudeza de sus expresiones y acomete las prácticas y significaciones que subyacen a ésta. Las coincidencias también penetran el intrincado mundo de la cultura y organización escolar y se advierte que a pesar de las diferencias territoriales e históricas de los distintos contextos en que se la analiza, mantiene una perspectiva común y afín respecto de su devenir y también de su posibilidad esperanzadora, incluso como espacio de transformación y cambio social. A continuación se esboza el contenido de cada uno de los trabajos que integran el libro. El bloque 1, Sociedad, cultura y violencia, se integra por seis ensayos que refieren la complejidad de la sociedad contemporánea, las expresiones de violencia a través del recorrido y aportes teóricos del psicoanálisis, el marxismo, la pedagogía crítica y la 15 sustentabilidad. Con el título El capital y su pulsión de muerte: articulaciones del marxismo con el psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo, David Pavón Cuéllar hace una serie de reflexiones sobre la violencia estructural del capitalismo, cuestiona las aproximaciones psicológicas y psicoanalíticas dominantes que psicologizan el problema de la violencia estructural y las reduce a facetas, manifestaciones y consecuencias psíquicas o comportamentales o como actos violentos individuales o interindividuales, objetales o intrasubjetivos o intersubjetivos. A través de la concepción metapsicológica de la pulsión de muerte muestra que la estructura del capitalismo y la propiedad privada precipitan situaciones de injusticia, opresión e insatisfacción de las mayorías oprimidas, que destruye sus vidas, divide interiormente al individuo, lo vuelve contra sí mismo, desgarra su entorno, disocia a la sociedad, resquebraja la cultura, enfrenta la civilización consigo misma y con la naturaleza, escinde y contrapone ideas e ideologías, discursos e instituciones, lo mismo en el exterior que en el interior de los sujetos. El ensayo La violencia, esa estúpida invitación a gozar, de Freddy Ocaña Hernández, plantea que pensar la violencia dentro de cualquier ámbito siempre lleva a rechazarla como lo vergonzoso de lo humano; sin embargo, desde la teoría freudiana, se ofrece una comprensión constitutiva de ésta, en el mismo nivel que el amor. La estúpida atracción que ejerce la violencia sobre los mortales, lo horroroso de su manifestación, el intento de regularla o desecharla, muestra de qué manera convive la pulsión de vida y muerte en el sujeto cuando crea lazos sociales, un fenómeno del que nadie puede sustraerse. Mostrar a este sujeto investido de pulsiones de vida y muerte puede llevar a pensar que no es responsable de sus actos; ¡nada más impensable que eso!; por el contrario, el psicoanálisis y la cultura en general esperan que se haga responsable y responda desde su lugar de sujeto. Para ello, el psicoanálisis es una alternativa en la cual la palabra y el malestar del sujeto pueden encontrar su sentido. En el texto La sustentabilidad: una alternativa ante el estado de crisis y violencia, de Jesús Ocaña Zúñiga, se ofrece una perspectiva acerca de la condición de crisis imperante en la civilización actual y el paradigma de sustentabilidad como alternativa para repensar la vida en sociedad que, en los últimos años, se ha tornado cada vez más violenta. A través del texto se exponen ideas respecto de las condiciones de vida en las que transcurre una cotidianeidad anclada en un modelo de desarrollo deshumanizante basado en el consumo. Se explica que la competencia, propiciada por el individualismo, ha desplazado la búsqueda del bien común y modificado los esquemas de convivencia hacia otros mediados por distintas modalidades y expresiones de violencia. En este escenario, el autor sugiere que la sustentabilidad representa un paradigma alternativo, de transformación de la estructura social, para reivindicar la existencia de la especie humana a través del sentido del otro, de genuina comunidad, de lo que al día de hoy se vislumbra como un futuro desesperanzador. El capítulo Consideraciones sobre la dimensión estructural de la violencia, de 16 Miguel Jorge Lares, comparte el análisis sobre el tema a través de tres anécdotas que tratan del sueño y el dormir infantil, que describen diferentes tramas discursivas: la magia, la ciencia moderna y el psicoanálisis, expuestas en momentos distintos —además de sucesivos— y que coexisten en la contemporaneidad. Por una parte, la magia entraña una significación que convoca a la comunidad; los rituales y las ceremonias otorgan sentido al problema, a la vez que mantienen el carácter enigmático de aquélla. Por otra parte, la ciencia moderna desplaza y opaca el discurso mágico, acompañado de un protocolo que pondera más la medicación. En este sentido, el psicoanálisis llega a poner en juego la posición subjetivadel infante para atender la problemática y cuestiona la generalización que ocurre con el proyecto científico. En consecuencia, muestra la manera en que la modernidad y la posmodernidad sistematizan el silencio, un ejercicio que trastoca la función discursiva y singular de cada sujeto. En el trabajo El síntoma de la sociedad actual: agresión, violencia y su mirada a la escuela, Soledad Hernández Solís desarrolla la tesis de que la violencia es un síntoma de la contemporaneidad, que se incrementa, expande, multiplica, respira en el aire y, aun sin realizarse, está presente como una amenaza a la vida humana, y delinea sus contornos y fenómenos que la configuran. Al profundizar en su significación, caracteriza a la agresividad como innata y natural, una energía que permite mantenerse vivo, es la fuerza emocional que permite protegerse, proteger a otros y adaptarse en el mundo. Su opuesto es el amor, el que inhibe la agresividad; sin él, la agresividad se despliega al exterior, hacia el semejante y diversos objetos, en actos de violencia, cuyos confines alcanzan a la escuela, escenario en el cual alumnos, docentes, directivos y padres de familia ejercen relaciones de poder y son sujetos de ella; sin embargo, se opone a una concepción que los responsabiliza de dichos actos, a partir de una explicación sistémica y estructural de ésta. En el capítulo La contextualidad contemporánea en la comprensión de la violencia en las escuelas, Óscar Cruz Pérez reflexiona acerca de las condiciones sociales, económicas y estructurales que generan la violencia observada en las escuelas. Sostiene que la escuela, como se conoce hoy, responde a un proyecto social y económico que define la vida cotidiana escolar. Para él, la modernidad y el capitalismo como estructuras ideológicas que caracterizan la contextualidad social hegemónica contemporánea producen los comportamientos violentos en los diferentes espacios sociales y en particular en las escuelas. Cuestiona la tendencia de analizar el fenómeno de la violencia desde los propios actores, la define como forma paliativa de entender el fenómeno, ya que son las estructuras sociales políticas y económicas surgidas de la racionalidad instrumental del capitalismo, que se sostiene a través del individualismo y la ruptura de los vínculos sociales, lo que irrumpe con mayor fuerza y visibilidad para la violencia en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana y particularmente en las escuelas. El bloque II, Discursos y prácticas, se integra por seis trabajos, los cuales exploran de fuentes tan disímbolas como las notas periodísticas, la música, las leyes plasmadas en los 17 decretos de Estado de un país, y de la información obtenida de registros sistemáticos de observación, entrevistas individuales, a grupos focales y de discusión, el entramado de la vida social y escolar por la que discurren las expresiones de violencia. En el primer trabajo de este apartado, Violencias escolares, discursos científicos y prensa escrita: la construcción de representaciones sociales, de Alfredo Manuel Ghiso Cotos, se ofrece una perspectiva de la violencia escolar desde el crisol del periodismo escrito de la Colombia natal del autor y otros países. Sugiere que la cobertura en prensa está llena de clichés y retórica que no revelan la complejidad de la violencia que se vive entre pares escolares y ofrece una visión reduccionista de la convivencia escolar. Hay elementos invisibles que no se reportan, por lo que se entrega una visión limitada a la opinión pública que genera una percepción errónea del fenómeno. Incluso el nombre para referirse a la violencia escolar es diverso. Los constructos desde los que se abordan los actores y entorno de la violencia tienen una alta implicación en su sentido; por ello es necesario atender lo no nombrado, describir las situaciones eludidas y deconstruir los clichés que lejos de abonar a su comprensión lo sumergen en un laberinto textual sin sentido. El capítulo Sentidos de la violencia y la discriminación en la sociabilidad juvenil situada en escuelas y barrios de la ciudad de Córdoba, Argentina, de Horacio Luis Paulín, aborda desde una perspectiva psicosocial interaccionista y crítica de las violencias, las relaciones de sociabilidad juvenil que surgen de los “juegos a molestarse”, los “verdugueos”, las prácticas discriminatorias y acciones de exclusión entre pares, mediante la aplicación sistemática de registros de observación, entrevistas y grupos de discusión. El análisis recupera historias en torno a las violencias ejercidas y padecidas en el barrio y la escuela, cuyo sentido justificatorio hace referencia a las afrentas a la identidad personal y social, de sentido de respeto impuesto como resguardo del honor; a lo cual se añaden las deficiencias estructurales y organizativas de los docentes. Finaliza con algunas orientaciones de intervención psicosocial de cambio de las sociabilidades, los intereses y la producción cultural juvenil en la escuela, la deconstrucción de los sistemas simbólicos e imaginarios que sustentan la acción violenta y la discriminación y la articulación con equipos docentes en proyectos colaborativos. En el texto Política de infancia para jóvenes en conflicto con la ley penal en Colombia, de Bárbara Yadira García Sánchez, la autora reflexiona sobre algunos elementos propuestos en la política de infancia en Colombia para jóvenes en conflicto con la ley penal. El interés sobre el tema radica en que la población joven que incurre en este tipo de conflictos con la ley penal es en su gran mayoría población escolarizada, para la que se ha legislado sin que se logren consensos al intervenir. El trabajo es una reflexión resultado del proyecto de investigación Violencia escolar, entornos barriales e inseguridad urbana, el cual se aplicó en seis colegios de Bogotá que han presentado diferentes manifestaciones de la violencia en la escuela y en los entornos barriales, tanto contravenciones de las normas de convivencia como de infracciones a la ley, en los 18 últimos cinco años. El trabajo de investigación se apoyó en un enfoque sociopedagógico y de derechos humanos y aplicó el modelo cualitativo núcleos de educación social. En el capítulo Representación, testimonio y violencia, Carlos Eduardo Pérez Jiménez ofrece una reflexión sobre el testimonio en la representación de la violencia. Su documento inicia con la descripción de dos conciertos (uno de narcocorrido y el otro del guitarrista Julio Revueltas); en las dos escenas la violencia es el tema representado en la música. La descripción da cuenta de que la violencia tiene el carácter de representar y ser representada, condición que trasciende al campo de la función testimonial. De esta forma, a través del arte, el texto se desarrolla al plantear la función de la representación y la sublimación de la violencia. Además de situar al arte como testigo del tiempo y del registro histórico de la violencia, aborda la situación actual de la violencia representada y los retos para el arte en la época contemporánea. Tales representaciones proveen a la sociedad la posibilidad de la experiencia estética y conciencia de ésta y para el sujeto la reflexión de su condición en las relaciones que mantiene y de su responsabilidad con el otro. En el estudio Convivencia escolar: sus discursos y prácticas, de Griselda García, Francisco Bermúdez Jiménez y Lucila María Pérez Muñoz, se analiza la convivencia escolar en espacios educativos de nivel básico de Veracruz, México, en específico de las percepciones, opiniones, creencias y actitudes de los adolescentes sobre el tema. Mediante la técnica focus group se explora la percepción de la violencia escolar; presencia de la violencia escolar; acciones ante la violencia escolar; acciones y medidas del personal académico ante situaciones de violencia; propuestas y opiniones de mejora para evitar situaciones de violencia. Los resultados confirman que la convivencia escolar es compleja, que la violencia es estructural, social, económica y que, construir una historiaalternativa no es un proceso rápido, fácil y sin dolor, por lo que requiere una construcción colectiva. El compromiso y responsabilidad en la construcción de una convivencia de paz es permanente y transversal en todo el proceso formativo, familiar y social–comunitario que incorpora e incluye directivos, docentes, padres y estudiantes en este proceso. El trabajo Violencias estructurales: su narrativa en las expresiones de los estudiantes, de Francisco Bermúdez Jiménez, Griselda García y Lucila María Pérez Muñoz, aproxima a la narrativa de la violencia escolar desde el punto de vista de observadores, víctimas y agresores. Para ello se llevaron a cabo sesiones de grupos focales, conformados por estudiantes de 5° y 6° grados de primaria, de Veracruz, México, y se realizó su transcripción y categorización. En los resultados se advierte que en la cotidianeidad de la institución escolar, la violencia tiene lugar, expresada de forma física y verbal. En cuanto a la violencia física, sólo tiene lugar entre hombres. En cambio, en la violencia verbal intervienen ambos géneros. Para la resolución de estos conflictos, la institución emplea reportes para los agresores, citas con los padres de ambos implicados y por último se abre el diálogo entre agresor y víctima. Se muestra así que 19 existe un clima escolar violento y falta de una convivencia basada en el respeto. La sección III, Los sujetos de la violencia, incluye un total de seis trabajos que analizan, desde diferentes vertientes teóricas, el tema de la violencia, la convivencia social y su expresión en la escuela. Temas como los afectos, el género, las relaciones familiares y la ruralidad son también abordados como parte de las amplias significaciones que abrevan en el sujeto a partir de la violencia. En el capítulo Pensamiento decolonial y praxis pedagógica: repensar la(s) violencia(s) y sus modos de subalternidad para liberar la escuela, de José Tranier, el autor reflexiona acerca de la colonialidad del poder y su expresión a través de las políticas públicas que se instituyen con la reinstauración neoliberal y neoconservadora del sistema educativo. En la escuela –señala- perviven como elementos dialécticos la esperanza y el silenciamiento; la violencia no es su condición y ésta se corresponde con elementos fundacionales y estructurales del mundo social. A la escuela se intenta dominarla, silenciarla y doblegarla; no obstante, en ella también se sucede la lucha, la acción contrahegemónica y de resistencia ante la opresión. En este sentido, le atribuye una función revitalizante y actualiza su hacer mediante la acción formativa del docente, cuyo papel insurgente y contrabandista, recibe conocimientos, los interroga, los reescribe y reinterpreta a través de la acción dialógica, condición propicia para la subalternidad, que contrapone las formas de violentación del Otro a través del desarrollo de subjetividades. En el ensayo La violencia escolar desde una teoría contextual o ecológica, de Isabel de la A. Valadez Figueroa, Vania Vargas Valadez y María Consuelo Ochoa Orendáin, las autoras exponen, desde la teoría contextual, que la violencia emerge como una manera de resolver conflictos en una sociedad altamente compleja e impredecible. La violencia entre pares escolares rebasa el espacio áulico y su comprensión debe implicar un exhaustivo estudio de lo social y el entorno, cuya influencia es aún más definitoria durante la adolescencia, en la cual los sujetos deben reconfigurarse para asumir un rol social diferente y forjar su identidad. Esto los hace propensos a interpretar de manera distinta la convivencia con sus pares y, al final, resignificar el modo en que resuelven los conflictos, lo que en un entorno global, cambiante e intempestivo ha propiciado el debilitamiento de los sistemas referenciales cercanos y de los grupos de pertenencia, y ello ha devenido en una mayor incidencia de actos violentos entre pares escolares y la severidad de éstos. El escrito De lo visible a lo oculto de los afectos en los sujetos de la violencia escolar, realizado por Germán Alejandro García Lara, intenta develar el sentido que la violencia tiene en la sociedad contemporánea y continúa su análisis hacia el entorno escolar, espacio en que asoman como síntoma las expresiones de violencia que impiden el lazo social y el reconocimiento del otro. En este proceso, se distingue entre la agresividad y la agresión. La agresividad tiene lugar entre semejantes y opera simbólicamente, mientras que la agresión representa el rechazo por el goce del otro y se relaciona con su destrucción y exterminio. La agresión es resultado de un cúmulo de afectos no exteriorizados, expresión emocional de los conflictos del sujeto, los cuales han 20 sido desplazados, metabolizados, invertidos, vinculados en sus significantes por la palabra, el lenguaje y la angustia. Por ello, los afectos no son sino manifestaciones, lo que hace necesario soslayar la apremiante zozobra que provoca su producción material y reflexionar sobre sus significaciones. Lizette T. Figueroa Vázquez, en el capítulo, Mujeres frente a la violencia: construyendo nuevos espacios, discute y analiza dos conceptos implicados en su objeto de estudio, violencia y género. Bajo la premisa de que los sujetos construyen la realidad con base en el lenguaje y lo que pueden nombrar para dar significado, presenta las diferentes nociones que se han construido para darles sentido en la comprensión de los fenómenos sociales. La autora se cuestiona ¿cómo las manifestaciones de la violencia se inscriben en la subjetividad de quienes la viven directa e indirectamente? Para dar cuenta de ello, se posiciona en el estado de Veracruz, México, territorio con alta incidencia de violencia en hombres y mujeres; sus hallazgos muestran que ser mujer es una condición que la pone en riesgo cotidianamente, pues a la violencia social se le suma la violencia sexual, mientras que el ser jóvenes representa una mayor desventaja. Ante todo esto, enfatiza que la sociedad ha perdido la capacidad de asombro ante la violencia. El capítulo Exposición a la violencia y naturalización de la conducta agresiva, de Sonia Beatriz Echeverría Castro, Javier José Vales García, Christian Oswaldo Acosta Quiroz se discute y reflexiona sobre este tópico en niños y jóvenes y sus efectos en la conducta agresiva, en particular de dos aspectos poco estudiados en México, la exposición a los videojuegos, televisión e internet, y el de la comunidad en su proceso embebido de los otros escenarios, familia y escuela. El planteamiento profundiza sobre la recreación a través de los videojuegos, programas de televisión y series e internet violentos, como reductores de los aspectos afectivo (emocionales como la empatía, reguladores de la conducta agresiva). Se analizan los efectos de mayor vulnerabilidad cuando hay exposición acumulada en diferentes escenarios del individuo y éste ha sido prolongado. Se revisan diferentes estudios que presentan sus resultados y la consistencia que tienen con otras investigaciones, así como las creencias y justificaciones que naturalizan la conducta agresiva y la violencia. Se concluye sobre el efecto de dicha exposición, su efecto cuando la persona está sometida a estas circunstancias desde diferentes contextos y la legitimación de las creencias. El texto Las relaciones familiares y la violencia escolar en comunidades marginadas, de José Ramiro Cortés Pon, intenta caracterizar al contexto rural más allá de las definiciones tradicionales, a partir de la perspectiva cultural de sus habitantes. Para ello aborda a la familia y la escuela desde la ruralidad, analizando el entramado de sus relaciones internas y pautas de socialización, así como el significado de la escuela para las familias rurales, las cuales tienen una composición distinta a la familia urbana. Se describen las condiciones precarias en que opera la institución escolar en estas regiones, lo que la vuelve proclive a manifestaciones sociales como la violencia, ante el desencanto 21 de las promesasno cumplidas. Por último, se explica la violencia escolar en el ámbito rural donde las condiciones culturales, de desigualdad y pobreza, definen los episodios y actos violentos que se presentan en las aulas, expresión cotidiana de la profunda imbricación que mantiene con el entorno familiar. Germán Alejandro García Lara Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. 22 Parte I SOCIEDAD, CULTURA Y VIOLENCIA 23 CAPÍTULO 1 El capital y su pulsión de muerte: articulaciones del marxismo con el psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo David Pavón Cuéllar INTRODUCCIÓN Este capítulo se vale de recursos conceptuales marxistas y freudianos para aproximarse a la violencia estructural del capitalismo. La violencia es aprehendida teóricamente a través de una vinculación entre la referencia de Marx al impulso mortífero del capital y las indicaciones de Freud en torno de una pulsión de muerte en la cultura. La concepción freudiana de lo tanático se utiliza para profundizar en un aspecto fundamental de la descripción marxista del sistema capitalista. El capitalismo que produce y reproduce lo muerto a partir de lo vivo, el capital a partir del trabajo, se acepta como una expresión histórica particular, bien estudiada por Marx, de lo que Freud representa como un movimiento pulsional que parte de lo animado para volver a lo inanimado. Las conjeturas acerca de la intervención de la pulsión de muerte en el capitalismo, tal y como se formularán a través de una articulación entre conceptos de Marx y Freud, pretenden contribuir a la investigación metapsicológica de la violencia estructural del capitalismo. El propósito primordial es el de encuadrar y trascender la estrecha esfera especializada en la que transcurren por lo regular los acercamientos psicológicos a fenómenos violentos. Estos acercamientos, como se verá, tienden a soslayar el aspecto estructural de la violencia y su relación interna con el capitalismo. Tras cuestionar la forma en que la psicología suele psicologizar la violencia estructural del capitalismo, es preciso preguntarse cómo evitar esta psicologización y encontrar la 24 respuesta en la manera en que Freud y Lacan entendieron la metapsicología. Se retoma entonces la concepción metapsicológica freudiana de la pulsión de muerte para examinar la violencia del capitalismo, sin caer en la división intelectual del trabajo que da lugar a conocimientos especializados abstractos y desconectados entre sí, como los de la sociología y la propia psicología, que resultan inaceptables para el marxismo tanto como para el psicoanálisis. En una tentativa de articulación de las perspectivas marxista y freudiana acerca de la atribución hipotética de la pulsión de muerte al capital, se adopta el punto de vista de Luria y Vygotsky y se confronta con el de aquellos exponentes del freudomarxismo austroalemán, como Reich, Fenichel y el joven Fromm, que rechazaron la idea freudiana de lo tanático por considerar que podía impedir o debilitar el cuestionamiento del sistema capitalista. Se demostrará que puede hacerse un uso crítico de la concepción freudiana de la pulsión de muerte al situarla en el nivel general de la contradicción principal del capitalismo, aquella por la que se oponen el capital y el trabajo, tal como la concibió Marx a través de cuatro configuraciones en las que el capital aparece como ser vivo, ser mortífero, ser muriente y ser muerto-vivo. De igual modo, el capítulo prolonga y ahonda una línea de reflexión del autor en la que ha recurrido a una interpretación original de la metapsicología freudiana (Pavón-Cuéllar, 2010; Orozco-Guzmán y Pavón-Cuéllar, 2014) para incursionar críticamente en el capitalismo (Pavón-Cuéllar, 2016a) y la psicología entendida como esencia de la ideología (Pavón-Cuéllar, 2016b). Esta línea converge y se enlaza en las siguientes páginas con otras dos líneas paralelas de trabajo reflexivo del mismo autor: una centrada en la articulación del marxismo con el psicoanálisis en la historia, en la subversión del sistema capitalista y en contraposición a la psicología (Pavón-Cuéllar, 2014a, 2017); y otra en la que se emplea un dispositivo conceptual de inspiración marxista y psicoanalítica, en particular lacaniana, para el análisis de la violencia estructural del capitalismo (Pavón-Cuéllar, 2014b, 2016c; Pavón-Cuéllar y Lara-Junior, 2016). En su orientación política, las tres líneas comparten una misma oposición al capitalismo, a sus instrumentos y mecanismos ideológicos y, de manera específica, a la psicología y la psicologización. PSICOLOGIZANDO LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL DEL CAPITALISMO La psicologización es un vicio común de las aproximaciones psicológicas y psicoanalíticas a problemas culturales, sociales, políticos y económicos, entre ellos el que aquí se analiza, el de la violencia estructural del capitalismo. Al abordar esta violencia, el psicoanalista y el psicólogo tienden a fragmentarla, desorganizarla, soslayar su carácter estructural y abstraerla del sistema capitalista. Es así como consiguen hacer como si no 25 existiera; la metamorfosean en todo aquello de lo que sí pueden y saben ocuparse, es decir, todo aquello cuya existencia justifica a los especialistas del psiquismo humano. Piénsese en la manera en que la psicología dominante reduce la violencia estructural a sus más diversas facetas, manifestaciones y consecuencias psíquicas o comportamentales, todas de fácil descripción e inmediata explicación en términos redundantes y trillados: respuestas condicionadas agresivas (Buss, 1962); factores cognitivos debilitantes del control de la agresividad (Singer y Singer, 1971); insuficiente control de impulsos, baja empatía y falta de inhibiciones (Heilbrun, 1982); secuencias de experiencias tempranas determinantes de trastornos antisociales (Patterson, DeBaryshe y Ramsey, 1989); agresiones entendidas como interacciones estratégicas (Felson y Tedeschi, 1993); hostilidad resultante de ciertas distorsiones en los procesos de pensamiento (Beck, 1999); imitación en la exposición a la violencia (Guerra, Rowell Huesmann y Spindler, 2003); regulación desadaptativa del enojo; y, por ende, fallas en el autocontrol (Denson, DeWall y Finkel, 2012). En todos los casos se esfuman las estructuras y su violencia tras la manera en que inciden y resuenan en el sujeto, esto es, para cada especialista, la causa psicológica y su efecto violento: para el conductista, el condicionamiento y la respuesta conductual; para el cognitivista, la mediación afectiva- cognitiva deficiente o distorsionada y la reacción impulsiva-agresiva; para el psicólogo del desarrollo, la experiencia pretérita y el sucesivo trastorno antisocial; para el interaccionista, la interacción y la estrategia, etc. Incluso fuera de la psicología dominante y refugiados en el campo psicoanalítico, se encuentra de nueva cuenta la misma psicologización de la violencia estructural del capitalismo. Esta violencia desaparece una vez más tras fenómenos violentos individuales o interindividuales, objetales o intrasubjetivos o intersubjetivos, que hoy en día aún se describen y explican con la misma lógica de las décadas anteriores: humillación y vergüenza en configuraciones incestuosas (Benghozi, 2010), agresión ligada con el narcisismo (Navarro, 2011), regresiones a estados primitivos y efectos del trauma en la representación (Yakeley y Meloy, 2012), conflictos entre el yo y el objeto (Gheorghiev y Marty, 2014), ideologías entendidas como patologías del ideal del yo en sujetos frágiles (Duparc, 2016), y así sucesivamente. Como puede verse, los alambiques psicoanalíticos pueden servir para transmutar lo ideológico en lo ideal-patológico, la conflictividad socioeconómica en conflictos objetales, lo representado en su representación. Quizás de lo que aquí se trata, en definitiva, es de consumar el gesto clínico freudiano con el que se busca metamorfosear el inconsciente en la conciencia, el ello en el yo, lo exterior en lo interior, lo colectivo en lo individual, el individualismoburgués en el narcisismo humano, lo público en lo privado, la sociedad en la familia, el mundo en el psiquismo. Tanto en el psicoanálisis como en la psicología se observa la misma operación fundamental que nadie ha denunciado con tanta claridad como Klaus Holzkamp (1996): …se da una eliminación de los “hechos mundanos” con sus “estructuras”, una supresión del “contexto estructural” del “mundo real” con el que nos relacionamos y en el que nos encontramos y actuamos, y sólo 26 quedan los “individuos psicológicos enjaulados en su mundo psíquico privado” y a veces vinculándose unos con otros, “volviéndose unos hacia otros y dando la espalda al mundo real” (pp. 244–256). El psicoanálisis y la psicología se caracterizan, entonces, por su abstracción del mundo real y por su absolutización de un mundo psíquico interno en el que se asimila todo lo externo. Es como si la exterioridad tan sólo existiera en sus incidencias psíquicas interiores. Estas incidencias se conciben al final como el único mundo existente para la psicología. Es así como el mundo se psicologiza y se concibe como psicológico y reducido al campo de estudio propio de la psicología (De Vos, 2012). ¿CÓMO NO PSICOLOGIZAR? Es claro que los especialistas del psiquismo no dejan de psicologizar. Es un favor que se hacen. Es una manera de reproducir estrictamente sus condiciones de subsistencia, preservar el objeto que da sentido a sus vidas y ampliar su campo de investigación académica y de ejercicio profesional. Por lo demás, al verlo todo a través de los anteojos de la psicología, no hay nada raro en que todo se les muestre de color psicológico: iluminado por el tenue resplandor interno individual, atravesado por la conciencia, palpitante de afecciones y emociones, volatilizado en cogniciones y representaciones, escenificado en comportamientos e interacciones, agitado por dramas personales e interpersonales, etc. ¿Cómo no reducir el mundo al campo de la psicología cuando se lo aborda en una perspectiva psicológica? En otras palabras, ¿cómo estudiar algo psicológicamente sin condenarse a psicologizarlo?, ¿cómo no incurrir en la psicologización al utilizar dispositivos teóricos psicológicos, entre ellos los del psicoanálisis, para penetrar en aspectos del mundo exterior que suelen pasar inadvertidos para la sociología, la economía, la antropología y otras ciencias humanas o sociales? Derek Hook (2008) ofrece aquí una respuesta convincente y sugerente al plantear la posibilidad, ya realizada en algunas críticas poscoloniales de inspiración freudiana, de emplear el psicoanálisis no para conducir lo exterior a lo interior, sino para mantenerse en la exterioridad y ahí captar la “economía libidinal” y otras “pautas y operaciones sistemáticas” de índole indudablemente psíquica, pero no por ello reductibles a la interioridad subjetiva individual (p. 399). La premisa teórica subyacente a la posibilidad recién mencionada es la existencia de un psiquismo discursivo transindividual, político o económico, social o cultural, que ya no se encuentra únicamente ni dentro de un individuo ni en sus vínculos interindividuales. Esta concepción del psiquismo resulta desde luego inadmisible para la psicología dominante y para las corrientes psicoanalíticas más psicológicas o más 27 aferradas a la interioridad psíquica individual promovida por la tradición occidental judeocristiana y capitalista. Sin embargo, en otras orientaciones del psicoanálisis, entre ellas la fundada por Jacques Lacan, hay condiciones para reconducir los conceptos freudianos a una exterioridad sin interioridad, lenguaje sin metalenguaje u Otro sin Otro del Otro, en la que sencillamente no hay manera de aislar un objeto de estudio como el de los conocimientos convencionales psicológicos o psicoanalíticos psicologizados. Al reintegrar el objeto de la psicología en todo aquello concreto de lo que se abstrae, se conjura el peligro de una psicologización que se queda literalmente sin objeto. Aquello psicológico en lo que podría intentarse encerrarlo todo estará ya, de entrada, imbricado con el todo, abierto al todo, abierto de par en par, de tal modo que nada podrá encerrarse en él. No será ya un espacio de reclusión, especialización del conocimiento y abstracción disciplinaria del objeto el que definirá un trabajo reflexivo como el psicoanalítico. El temor a la psicologización ya no podrá ser una razón para privarse de los recursos teóricos y conceptuales del psicoanálisis al aproximarse a fenómenos culturales, sociales, políticos y económicos. Al ocuparse de la violencia estructural del capitalismo, como en este capítulo, puede recurrirse a un concepto como el de la pulsión de muerte, pero liberado de la interioridad individual psicológica y resituado ahí en donde fue originalmente situado por el propio Freud: en una exterioridad transindividual que tal vez deba denominarse “metapsicológica”, entendida la metapsicología como ese enroscamiento reflexivo de la teoría freudiana que le permite pensar la psicología y por el mismo gesto distanciarse de ella, trascenderla, abrir su espacio de reclusión e ir “más allá” de ella y de sus “prejuicios” (Lacan, 1953-1954, pp. 173-180, 259; Orozco- Guzmán y Pavón-Cuéllar, 2014). CONCEPCIÓN METAPSICOLÓGICA DE LA PULSIÓN DE MUERTE La metapsicología es la teoría con la que Freud pone en su lugar a la psicología. ¿Y cómo lo consigue? Hace ascender a un plano de teorización en el que la esfera psicológica ya no es ni el universo lógico absoluto que cierra el horizonte de lo existente ni la única perspectiva de consideración de lo conocido. Para ayudar a prevenir el riesgo de la psicologización, la metapsicología hace pensar en la psicología como lo que es: un simple aspecto relativo del universo de la existencia y uno solo de los factores que deben considerarse en la ecuación teórica del conocimiento. Lo que existe y lo que se conoce, tal y como se concibe en la teoría metapsicológica freudiana, es mucho más que lo abarcado por la psicología: es también su negatividad y su exterioridad más radical, transindividualidad y no sólo individualidad, ello y no sólo yo, inconsciente y no sólo conciencia, mediación cultural y no sólo inmediatez de la experiencia, naturaleza y no 28 sólo cultura, pulsión y no sólo instinto natural, vida pulsional y no sólo psíquica, muerte y no sólo vida, materia inanimada y no sólo seres vivos y mortales. Cada limitación constitutiva de la psicología, cada una de sus restricciones impuestas a la teorización, es abolida por la metapsicología de Freud y por cada una de sus nociones teóricas. Tal abolición puede identificarse de modo particularmente nítido en la pulsión de muerte, la cual, por esto y por más, quizás sea el mejor ejemplo de lo que significa un concepto metapsicológico en la teoría freudiana. Efectuado hasta las últimas consecuencias el movimiento reflexivo englobador y trascendente de la metapsicología, el reconocimiento de la pulsión de muerte resitúa primero la vida psíquica en el fenómeno general de la vida, en la “materia viva” u “orgánica”, y luego reconduce este fenómeno al de la materia en sí misma, la “materialidad inanimada” o “inorgánica” (Freud, 1920, p. 38). Esta materialidad, espacio prácticamente ilimitado en el que se desenvuelve la metapsicología, comprende las esferas de la vida y del psiquismo, la biología y la psicología. En una perspectiva metapsicológica materialista que se distingue por ir más allá de cualquier esfera psicológica, todo lo vivo, incluido lo vivo en términos psíquicos, emana de algo material esencialmente muerto, inanimado, inorgánico. Freud (1920) presenta la materia inerte como un “estado antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la evolución” a través de la pulsión de muerte, “la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado” (p. 38). Además de ser la pulsión más primitiva y originaria, la pulsión de muerte aparece así como la pulsión por excelencia, la paradigmática, la pulsión de las pulsiones,dirigidas todas éstas “a la regresión, al restablecimiento de lo anterior”, es decir, en última instancia, el “regreso a lo inanimado” (pp. 37-38). El reino de la muerte, la materia inanimada, es entonces el fin al que tiende la vida y no sólo el origen del que proviene la vida. Por más que Freud insista después en que su concepción es “dualista” y no “monista” como la de Jung (pp. 51-52), lo cierto es que tan sólo consigue representarse la pulsión de vida como algo que conduce a la muerte por el camino más largo, por las ramas o por los cerros de Úbeda, retrocediendo y dando vueltas, paseando y así “prolongando la duración del trayecto” (p. 40). La pulsión de vida es como un pasatiempo, una digresión, un circunloquio, una diversión, una borrachera de la pulsión de muerte. Esta pulsión tanática es el impulso más fundamental de una vida que Freud no duda en representar como una “tensión” que “pugna por nivelarse”, de tal modo que “la meta de toda vida es la muerte” y las más diversas experiencias vitales no son más que “rodeos hacia la muerte” (pp. 38-39). MARXISMO Y PSICOANÁLISIS ANTE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO INTELECTUAL EN EL CAPITALISMO 29 Como su nombre lo indica, la pulsión de muerte no es tan sólo una pulsión hacia la muerte, sino una pulsión de muerte, de la muerte, de lo muerto, de lo inorgánico, de la materia inanimada. Podría decirse, pues, que la pulsión de muerte es un impulso físico y no exactamente biológico ni mucho menos psicológico. De ahí que su concepción, tal como se formula en Freud, sea por completo metapsicológica. La teoría de la pulsión de muerte debe ser una metapsicología y no una psicología porque tiene que situarse más allá de cualquier psicología, porque su objeto está más allá del psiquismo, porque la pulsión de muerte no es una expresión de la vida psíquica y ni siquiera de la vida, sino que las trasciende. Como se ha visto, son más bien ellas, la vida y la vida psíquica, las que son expresiones de la pulsión de muerte. Al salir del encerramiento en las esferas de la biología y la psicología, la concepción metapsicológica freudiana de la pulsión de muerte propicia la ocasión de explicar lo que ocurre dentro de esas esferas, la vida y la vida psíquica, y explica cómo debe hacerse para evitar cualquier explicación biológica o psicológica tautológica o circular: sin psicologizar o biologizar, sin explicar el interior por el interior, más bien abrir el interior y explicarlo por su exterior, situar el adentro en su afuera, dilucidar el elemento a través de su posición en un espacio lógico. Es así como la metapsicología de Freud permite restablecer los vínculos internos y sustanciales entre los objetos de unas ciencias que aún suelen creerse independientes: primero, en el nivel de mayor especificidad, al revelar el correlato ontológico de la identidad epistemológica estudiada por Foucault (1966), el objeto de la biología y el de la psicología; en segundo lugar, en el nivel de mayor generalidad, al hacer un descubrimiento que al parecer no se ha tenido ni tiempo ni disposición de asimilar, el objeto de la biología y el de una especie de necrología constituida por la física en el sentido más amplio del término. En el materialismo de la metapsicología freudiana, la materialidad inanimada reaparece por fin en la materia viva que a su vez puede reconocerse de nuevo en la vida psíquica. Lo que Freud consigue, como bien lo vieron Vygotsky y Luria (1925), no es tan sólo reincorporar el psiquismo a la vida, sino reintegrar la vida, la “vida orgánica”, en la “materia inorgánica” (pp. 14-15). De este modo, al reunificar todo en una sola materialidad, Freud ofrece una respuesta “monista” y “materialista” que sería perfectamente consonante con el monismo y el materialismo de Marx y de la tradición marxista (p. 16). El marxismo podría servirse del psicoanálisis, y de forma específica de la concepción metapsicológica de la pulsión de muerte, para superar una división del trabajo intelectual que sería inducida por el sistema capitalista. Esta división del trabajo debería superarse, desde el punto de vista del marxismo y sobre todo del marxismo occidental, porque hace perder una capacidad de conocimiento global de la realidad que es lógicamente una condición indispensable para la crítica del sistema y para cualquier lucha contra él (Korsch, 1923; Lukács, 1923). Condenados al desconocimiento de la totalidad real y a la especialización en áreas como la psicología, el capitalismo con su división del trabajo 30 trataría a las personas como a esos animales de tiro a los que se les obliga a “portar anteojeras” para no distraerse de su actividad explotada, como bien lo denunció Tristan Tzara (1935, p. 211). No está de más recordar que Tzara hizo esta denuncia en un momento de adhesión al surrealismo en el que se dedicaba de manera impetuosa al anudamiento entre las perspectivas marxista y psicoanalítica, las cuales, por cierto, permitían liberarse de anteojeras como las de la psicología y así deshacer la estrategia capitalista de la división de trabajo intelectual: una estrategia cuyo propósito principal es y ha sido siempre el de “dividir para reinar”, como lo señaló, con su acostumbrada perspicacia, el más freudiano y marxista de los surrealistas, el genial René Crevel (1932, p. 67). CAPITALISMO Y PULSIÓN DE MUERTE Ante la división del trabajo intelectual en el capitalismo, los marxistas disponen de un arma tan poderosa como la concepción metapsicológica freudiana de la pulsión de muerte; ésta, desafiando cualquier división, restituye lo psicológico a lo biológico y lo biológico a lo físico y necrológico. La metapsicología de Freud consigue abolir así cualquier barrera dualista entre lo espiritual y lo material y, de manera más precisa, cualquier diferenciación ontológica insuperable entre lo mineral, lo vegetal, lo animal y lo mental propiamente humano y, asimismo, de modo aún más preciso, cualquier distinción tajante entre las diferentes facetas de lo humano, entre lo económico, lo social, lo histórico y lo cultural, como lo muestra ulteriormente Freud (1927, 1929) al ahondar en la incidencia de lo tanático en la civilización. Se presencia entonces el derrumbamiento de la clásica jerarquía de los seres. Polvo eran y en polvo se convierten. Se transforman así en lo que ya eran aun antes de precipitarse en el suelo de la materialidad inanimada que los constituye, que nunca dejó de constituirlos, al menos en la perspectiva materialista y monista en la que coinciden el psicoanálisis y el marxismo. Si la teoría freudiana coincide efectivamente con la marxista en su materialismo y en su monismo, como lo ha considerado Luria (1925), y si este materialismo y este monismo son opciones teóricas y prácticas políticamente consonantes con el comunismo y disonantes con el capitalismo y con la sociedad de clases, como lo han supuesto Plejánov (1907) y Lenin (1908), entonces el psicoanálisis consecuente debe tener un carácter intrínsecamente comunista, anticapitalista y anticlasista, en especial a través de sus ideas más acentuadamente monistas y materialistas, como es el caso de la concepción metapsicológica de la pulsión de muerte. Esta concepción, en efecto, parece contrariar al sistema capitalista en al menos dos aspectos cruciales: por un lado, como ya se ha visto, reúne de nuevo lo estratégicamente dividido por el capitalismo en el nivel ideológico- 31 científico del trabajo intelectual; por otro lado, en un sentido aún más radical, descubre lo deliberadamente oculto por el mismo capitalismo en todos los niveles, esto es, la fuerza letal y devastadora de la que se vale el capital para ejecutar de modo sistemático todas sus operaciones. La admisión del razonamiento anterior, al parecer admisible en la óptica del marxismo freudiano soviético de los jóvenes Luria y Vygotsky, opone de manera diametral a la posición freudomarxista austroalemana de Reich (1933), Fromm (1932) y Fenichel (1935), quienes rechazaron la pulsión de muerte por considerar que desviaba la atenciónde lo en verdad destructivo, el sistema capitalista, y lo disculpaba en cierto modo al atribuir su destructividad a un impulso mortífero ineliminable de la vida orgánica. Con su concepción de la pulsión de muerte, Freud naturaliza la destructividad histórica del capitalismo y así descarga la culpa del capital en la naturaleza. El conflicto psíquico entre las pulsiones de vida y de muerte reemplazaría el conflicto social entre los individuos humanos vibrantes de vida y su entorno capitalista rebosante de muerte. ¿Pero acaso no es posible representar el conflicto entre el capital y la humanidad como una expresión de aquella lucha más fundamental entre la pulsión de muerte y la de vida?, ¿por qué esta lucha debería suplantar al conflicto social?, ¿y por qué la misma lucha debería entenderse sólo en términos biológicos o psicológicos y no en términos metapsicológicos?, ¿por qué una lucha como la que opone la muerte a la vida sería exclusivamente natural y no cultural-histórica, sólo interna y no externa, sólo psíquica y no social?, ¿acaso el mismo Freud no situó la oposición entre las pulsiones de vida y de muerte en el exterior, en el seno de la sociedad, la historia y la cultura? Fue lo que hizo en el Porvenir de una ilusión y en El malestar en la cultura (Freud, 1927, 1929). Y hay que decir que aquí, en estas dos obras, la pulsión de muerte no sirvió de ningún modo, como lo temía Reich (1933), para exonerar al capitalismo y las demás formaciones socioeconómicas opresivas de la civilización, la cual, según los términos del propio Freud (1927), “deja insatisfechos a un número muy grande de sus miembros y los empuja a la revuelta”, y es justo por esto que “no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece” (p. 12). CRÍTICA MARXISTA Y CONCEPCIÓN FREUDIANA DE LA PULSIÓN DE MUERTE La civilización, tal y como la representa Freud (1927), no merece dudar por ser injusta y en extremo insatisfactoria para muchos, para las “clases relegadas”, para quienes sufren un “plus de privación”, para los “oprimidos”, es decir, para aquellos cuya opresión es la “premisa” de la satisfacción de los demás, de los “estratos favorecidos” (p. 12). Es entonces la injusticia, la opresión de los de abajo y su resultante insatisfacción, lo que 32 termina por comprometer la civilización a los ojos de un Freud casi marxista. Con posterioridad, el mismo Freud (1929) insistió en el lado negativo de la civilización, en su precio, el malestar que provoca, y reconoció, al intentar en vano deslindarse del marxismo, que la “propiedad privada”, aunque no sea el instrumento “más poderoso” del “gusto humano por la agresión”, es un instrumento “poderoso, sin duda” (p. 110). Si se vincula este pasaje con el anterior y si se leen ambos en el conjunto de la reflexión freudiana, se comprende que es la pulsión de muerte la que se vale de la propiedad privada y otros medios para ejercerse, y que su ejercicio implica una situación de injusticia, opresión y insatisfacción excedente de las mayorías, por la que sencillamente debe concluirse que la civilización moderna, clasista y capitalista no merece durar. La crítica de Freud no deja de ser demoledora y compatible con el marxismo por el hecho de servirse de la concepción metapsicológica de la pulsión de muerte. En realidad, esta concepción permite profundizar y radicalizar la crítica de la civilización, así como enriquecer y vigorizar la descripción marxista de la destructividad capitalista. La misma concepción freudiana de la pulsión de muerte y su oposición a la pulsión de vida puede ayudar a escapar del simplista y poco marxista esquema reichiano de conflicto social entre los individuos que desean vivir y el entorno capitalista que destruye sus vidas, de tal modo que se reinterpreta este conflicto como un combate permanente que no sólo opone al individuo a su entorno, sino que también divide al individuo en su interior, lo vuelve contra sí mismo en un combate incesante y despiadado, desgarra su entorno, disocia la sociedad, se traduce de forma directa en luchas de clases e indirecta en pugnas políticas, resquebraja la cultura, enfrenta la civilización consigo misma y con la naturaleza, escinde y contrapone ideas e ideologías, discursos e instituciones, lo mismo en el exterior que en el interior de los sujetos. Todo en el mundo humano se ve atravesado por aquello que Freud se representa como una lucha encarnizada entre la pulsión de vida y la de muerte. Esta lucha se expresa por innumerables contradicciones que, de modo alternativo, estructuran, desestructuran y restructuran todo aquello a lo que se refiere la reflexión freudiana. ¿Cómo orientarse y posicionarse ante semejante abundancia y densidad de contradicciones? En una situación como ésta, como bien lo advirtió Mao Tse-Tung (1937), se corre el riesgo de “perdernos en un mar de humo” y de “no llegar a la médula de los problemas” (p. 115). De ahí que Mao recomiende hacer una distinción entre las múltiples “contradicciones secundarias” circundantes y la que él mismo denominó “contradicción principal”, que definió como aquella contradicción que “desempeña el papel dirigente y decisivo”, y “cuya existencia y desarrollo determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones”, las cuales, por lo tanto, “ocupan una posición secundaria y subordinada” (pp. 113-115). Al ocuparse del mundo humano, es posible afirmar tan sólo que la contradicción principal es la que opone la pulsión de vida y la de muerte, mientras que todas las demás contradicciones quedarían subordinadas a ella y determinadas por ella, pero entonces se 33 incurriría en una cierta naturalización y eternización ahistórica de los principios que rigen la sociedad y la cultura, y no sería posible ver la manera en que las contradicciones principales y secundarias “cambian de posición” en el curso de la historia (Tse-Tung, 1937, p. 114). Tan sólo se puede evitar esto al considerar la lucha entre la pulsión de vida y la de muerte como un dispositivo teórico útil para elucidar y cuestionar un aspecto fundamental de lo que está en juego en diversas contradicciones históricas, pero no como una realidad objetiva natural y eterna que subyace a todas esas contradicciones y que las determina tal como una contradicción principal determina a las secundarias. CONTRADICCIÓN PRINCIPAL EN EL SISTEMA CAPITALISTA Lo cierto es que la contradicción principal, como bien lo sabía Mao, es una diferente en cada situación histórica. ¿Significa esto que no es posible generalizar de ningún modo y que el análisis debe circunscribirse a una situación histórica tan particular como la de cierta coyuntura en cierto lugar del planeta?, ¿es preciso condenarse, entonces, a sólo formular hipótesis acerca de acontecimientos o escenarios puntuales como tal régimen o tal revolución o tal crisis económica? No necesariamente. Si no se desea limitar el análisis a la contradicción principal de cierta situación coyuntural, entonces debe intentar ascenderse lo más posible en el nivel de generalidad histórica hasta llegar a la contradicción principal definitoria del sistema capitalista como situación estructural constitutiva del mundo moderno e hipermoderno. ¿Y cuál es esta contradicción principal del capitalismo? Gracias a todo lo descubierto por Marx (1844, 1858, 1863, 1866, 1867), se sabe que es la contradicción entre el capital y la fuerza de trabajo, esto es, respectivamente, en los distintos niveles en los que tal contradicción opera y se despliega: entre los burgueses y los obreros, entre la fortuna de los primeros y la vida laboriosa que es el único patrimonio de los segundos, entre la esencia del sistema y la existencia de los trabajadores, entre el trabajo ya transmutado en riqueza y el que se convierte en riqueza, entre el trabajo muerto (materializado en su producto) y el trabajo vivo (que se materializa al producir lo que produce), entre el capital fijo que no se expande (el ahorrado y acumulado o invertido en máquinas o materias primas) y el capitalvariable que se expande (el invertido en mano de obra). No hay que forzar la lectura de Marx, no es preciso leer ni más ni menos de lo que dice, para percatarse de que la contradicción entre el capital y la fuerza de trabajo constituye una configuración estructural histórica específica de la contradicción general que se halla en el centro de la reflexión de Freud en el decenio de 1920: contradicción entre la cosa y la persona, entre lo inorgánico y lo orgánico, entre la materia física inanimada y el cuerpo humano animado, entre lo mineral y lo animal humano, entre el 34 oro y el alma, entre la bolsa y la vida, es decir, en el contexto histórico del mundo moderno investigado por Marx, entre el sistema y los explotados por el sistema, entre la destrucción capitalista y sus víctimas, entre el capitalismo que acaba con las vidas transmutadas en dinero y estas vidas que se consumen al transformarse en dinero, entre el impulso mortífero del capitalismo y la fuerza vital de aquellos a los que explota, entre la pulsión de muerte del capital y la pulsión de vida en sus explotados. Para no recaer en la dicotomía reichiana en la que se opone el individuo explotado a su entorno capitalista explotador, hay que entender bien que la contradicción entre el capital mortífero y la fuerza vital de trabajo cruza transversalmente al individuo, lo mismo que a su entorno. La contradicción, en efecto, no es entre el entorno y el individuo, sino que es precisamente aquello por lo cual se diferencia y distancia el entorno del individuo, como bien lo vislumbró Adorno (1955) al servirse de sus instrumentos conceptuales de inspiración marxista y freudiana para problematizar la distinción entre la psicología y la sociología. Sin embargo, además de separar al entorno del individuo, la contradicción principal del capitalismo, como ya se ha señalado, desgarra en su interior al individuo y también a su entorno. Esto hace que el capital con su pulsión de muerte no se despliegue tan sólo en el entorno, sino que, tal y como interviene en la dialéctica de Marx, pueda revestir la forma de fuerzas psíquicas o impulsos subjetivos, que se encarna en un sujeto, en una clase como la burguesa, en un individuo como el capitalista, pero también, de manera desconcertante, en uno como el trabajador. En sentido correlativo, el trabajo explotado, como exteriorización de la pulsión de vida, no es tan sólo el de la fuerza de trabajo del individuo, sino que, una vez adquirido por el capital, se transforma en aquello por lo que se anima el entorno, es decir, aquello mismo con lo que el sistema capitalista explota, con su pulsión de muerte, la fuerza vital del individuo. Hay al menos cuatro configuraciones paradójicas en las cuales, en lugar de individuos trabajadores explotados por su entorno capitalista, vemos: a) a trabajadores explotados a través de los cuales vive el mismo capital que los explota; b) capitalistas que deben destruir a los trabajadores y destruirse a sí mismos al personificar el capital mortífero que los destruye al explotarlos; c) materia inanimada que se anima con el impulso vital agonizante arrancado a los trabajadores explotados; y d) capital muerto que sólo vive de matar, al matar y por matar. Es preciso ahora detenerse de manera breve en estas cuatro configuraciones del capital: como ser vivo, como ser mortífero, como ser muriente y como ser muerto-vivo. En los cuatro casos, tal y como se presentan en Marx, se intentará enfatizar el papel jugado por lo que Freud concibe como pulsión de muerte. EL PROLETARIO Y EL CAPITALISTA: CAPITAL COMO SER VIVO Y MORTÍFERO 35 El capital con su pulsión de muerte no sólo se despliega en el sistema impersonal por el que explota a las personas, sino también a través de los individuos que lo representan y que hacen posible que explote. La representación puede ser aquí directa o indirecta. Entre los representantes indirectos del capital se hallan empleados concienzudos identificados con sus empresas, así como “lobistas”, abogados y publicistas, y desde luego dóciles gobernantes y policías represivos. Todos estos personajes no representan directamente al capital, sino a sus representantes directos, a los capitalistas, a los que Marx (1867) describió, con mucha razón, como “capital personificado, dotado de conciencia y voluntad” (p. 109). Es el capital el que piensa y quiere, el que adquiere conciencia y voluntad, a través del psiquismo del capitalista. Es como si el capitalista estuviera poseído por el capital. Desde luego que el capital requiere la cabeza de un ser humano para poder tener conciencia y voluntad, pero una vez que dispone de una, un cerebro y una mente, su portador ya no es capaz de pensar y querer sino aquello que piensa y quiere el capital. Será el capital el que piense y quiera en su lugar, con sus neuronas y con sus facultades mentales, con su conciencia y con su voluntad. Habrá entonces un capitalista en lugar de un ser humano. En lugar de una persona existirá la personificación del capital con su pulsión de muerte. La fuerza mortífera del capital hará que los capitalistas, al explotar, se conviertan en asesinos de los trabajadores explotados, a los que robará toda su vida y todas sus ganas de vivir, los consumirá y desgastará para después deshacerse de sus restos, hasta extenuarlos y envenenarlos; los enfermará de cánceres y otros males terminales, hasta morir de forma prematura, “desrealizándolos” hasta conducirlos a “la muerte por inanición” (Marx, 1844, pp. 105-106). Al explotar a sus trabajadores, el capitalista es literalmente un asesino que los mata, pues convierte sus vidas explotadas como fuerza de trabajo, en algo inanimado, muerto, como es el plusvalor, el suplemento dinerario que viene a sumarse al capital. La explotación, la “autovalorización” del capital por el trabajo, es un proceso en el que la vida explotada se consume como fuerza de trabajo para convertirse en algo tan muerto como el capital explotador: este capital inanimado crece a costa del ser vivo explotado; la vida orgánica se vuelve dinero inorgánico; “el trabajo pasado sustituye al trabajo vivo” (Marx, 1866, p. 24). En lugar de los obreros que trabajan con todo el vigor de sus vidas, tan sólo quedan las cosas muertas que producen, así como lo más importante, aquello por lo que se producen las cosas y por lo que se consumen las existencias de los obreros, esto es, las cuentas, los números, esas cifras inmóviles que son el propósito de todo lo que ocurre en el sistema capitalista. El capitalismo existe para producir lo muerto a partir de lo vivo. Es para matar la vida que opera el capital con su pulsión de muerte. Es para lo mismo que el capital requiere su personificación en el capitalista que le da su voluntad y su conciencia. Gracias a la cabeza del capitalista, el capital puede querer matar mediante la explotación y puede también saber cómo hacerlo. Es la mente criminal del capitalista la que le permite al capital 36 realizar ese inmenso crimen que amenaza hoy día a la humanidad entera. Desde luego que aquí el capitalista, poseído por el capital como por un demonio, es más víctima que verdugo: su vida es tan explotada por el capital como la del trabajador. Por lo demás, al trabajar para el capital, el propio trabajador es tan responsable del crimen del capitalismo como el mismo capitalista. Si el capitalista le da su conciencia y su voluntad al capital, el obrero le proporciona su vida misma, su “alma” y su “nervio”, que radican en el “trabajo vivo” (Marx, 1866, p. 40).El trabajo hace vivir al capital cuya vida es la muerte de la vida. El capital con su pulsión de muerte no sólo vive del obrero, sino que vive la vida misma del obrero. Esta vida es la del capital. Es por esto que Marx puede llegar a describir al trabajador como “capital viviente” (Marx, 1844, p. 123). Si el capital puede vivir para matar la vida, es gracias al proletariado que vive para mantener vivo al capital. Es con la vida misma de los obreros con la que el capital destruye sus vidas. Esta vida se la quitan
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