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García, G A , _ Cruz, O [Eds ] (2018) Sociedad y violencia Sujetos, prácticas y discursos México Manual Moderno - Gonzalo Pereira

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Sociedad y violencia: sujetos, prácticas y
discursos
2
 
Sociedad y violencia: sujetos, prácticas y
discursos
 
 
 
Dr. Germán Alejandro García Lara
Doctor en Educación, Maestro en Educación Superior y Psicólogo,
con formación en psicoterapia breve individual,
Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
Integrante del Cuerpo Académico: Educación y procesos sociales contemporáneos,
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales,
Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
Perfil PRODEP, Miembro Honorífico del Sistema Estatal de Investigadores, nivel VI y
del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1.
 
Dr. Oscar Cruz Pérez
Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas,
Centro de Estudios para México y Centroamérica (CESMECA).
Maestro en Psicología Social, Maestro en Educación Superior y Psicólogo, Universidad
de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
Líder y director del Cuerpo Académico: Educación y procesos sociales contemporáneos,
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
Perfil PRODEP, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1
 
 
 
Editor responsable:
Lic. Georgina Moreno Zarco
Editorial El Manual Moderno
 
3
4
IMPORTANTE
Los autores y la Editorial de esta obra han tenido el cuidado de comprobar que las dosis y esquemas
terapéuticos sean correctos y compatibles con los estándares de aceptación general en la fecha de la
publicación. Sin embargo, es difícil estar por completo seguro que toda la información proporcionada
es totalmente adecuada en todas las circunstancias. Se aconseja al lector consultar cuidadosamente el
material de instrucciones e información incluido en el inserto del empaque de cada agente o
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aplicación de cualquier parte del contenido de la presente obra.
 
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Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V.
 
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quejas@manualmoderno.com
 
Sociedad y violencia: sujetos, prácticas y discursos
D.R. © 2018 por Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas
Libramiento Norte Poniente 1150, Col. Lajas Maciel C.P. 29018, Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas.
ISBN: 978-607-543-030-0 (versión electrónica)
Fecha de edición: 15 de enero de 2018
 
En coedición con:
Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V.
ISBN: 978-607-448-685-8 (versión electrónica)
 
Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg. núm. 39
 
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Contenido
 
 
 
Colaboradores
Prefacio
 
PARTE I
SOCIEDAD, CULTURA Y VIOLENCIA
 
Capítulo 1. El capital y su pulsión de muerte: articulaciones del marxismo con el
psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo
David Pavón Cuéllar
 
Capítulo 2. La violencia, esa absurda invitación a gozar
Freddy Ocaña Hernández
 
Capítulo 3. La sustentabilidad: una alternativa ante el estado de crisis y violencia
Jesús Ocaña Zúñiga
 
Capítulo 4. Consideraciones sobre la dimensión estructural de la violencia
Miguel Jorge Lares
 
Capítulo 5. El síntoma de la sociedad actual: agresión, violencia y su mirada a la
escuela
Soledad Hernández Solís
 
Capítulo 6. La contextualidad contemporánea en la comprensión de la violencia en
las escuelas
Óscar Cruz Pérez
 
 
PARTE II
DISCURSOS Y PRÁCTICAS
 
Capítulo 7. Violencias escolares, discursos científicos y prensa escrita: la
construcción de representaciones sociales
7
Alfredo Manuel Ghiso Cotos
 
Capítulo 8. Sentidos de la violencia y la discriminación en la sociabilidad juvenil
situada en escuelas y barrios de la ciudad de Córdoba, Argentina
Horacio Luis Paulín
Capítulo 9. Política de infancia para jóvenes en conflicto con la ley penal en
Colombia
Bárbara Yadira García Sánchez
 
Capítulo 10. Representación, testimonio y violencia
Carlos Eduardo Pérez Jiménez
 
Capítulo 11. Convivencia escolar: sus discursos y prácticas
Griselda García García, Francisco Bermúdez Jiménez, Lucila María Pérez Muñoz
 
Capítulo 12. Violencias estructurales: su narrativa en las expresiones de los
estudiantes
Francisco Bermúdez Jiménez, Lucila María Pérez Muñoz, Griselda García García
 
 
PARTE III
LOS SUJETOS DE LA VIOLENCIA
 
Capítulo 13. Pensamiento decolonial y praxis pedagógica: repensar la(s)
violencia(s) y sus modos de subalternidad para liberar la escuela
José Tranier
 
Capítulo 14. La violencia escolar desde una teoría contextual o ecológica
Isabel de la A. Valadez Figueroa, Vania Vargas Valadez, María Consuelo Ochoa
Orendáin
 
Capítulo 15. Afectos en sujetos de violencia escolar: de lo visible a lo oculto
Germán Alejandro García Lara
 
Capítulo 16. Mujeres frente a la violencia: construyendo nuevos espacios
Lizette T. Figueroa Vázquez
 
Capítulo 17. Exposición a la violencia y naturalización de la conducta agresiva
Sonia Beatriz Echeverría Castro, Javier José Vales García, Christian Oswaldo Acosta
Quiroz
 
8
Capítulo 18. Las relaciones familiares y la violencia escolar en comunidades
marginadas
José Ramiro Cortés Pon
9
 
Colaboradores
 
 
 
Christian Oswaldo Acosta Quiroz
Doctor en Psicología con especialidad en Psicología de la Salud (Medalla Alfonso Caso Generación 2006-2010).
Maestro en Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Psicólogo clínico, profesor e investigador,
Departamento de Psicología Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON). Sistema Nacional de Investigadores nivel
1. Líder del Cuerpo Académico Consolidado “Actores y Procesos Psicoeducativos”, ITSON.
Capítulo 17
 
Francisco Bermúdez Jiménez
Maestro en Psicología. Docente e investigador de tiempo completo. Pertenece al Cuerpo Académico en
Consolidación: Calidad de vida y desarrollo humano. Desarrolla la LGAC Calidad de vida, violencia y desastres.
Perfil PRODEP (2015-2021).
Capítulo 11, 12
 
José Ramiro Cortés Pon
Médico Cirujano, Especialista en Medicina Familiar. Maestro en Administración de Educación Superior y Doctor
en Educación. Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Licenciatura en Desarrollo Humano de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Perfil PRODEP.
Capítulo 18
 
Sonia Beatriz Echeverría Castro
Doctora en Educación, Maestra en Docencia e investigación educativa y Licenciada en Psicología. Profesora e
investigadora de la Facultad de Psicología del Instituto Tecnológico de Sonora. Miembro del Cuerpo Académico
consolidado Actores y procesos psicoeducativos. Perfil PRODEP, integrante del Núcleo Académico Básico de un
posgrado adscrito al PNPC. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1.
Capítulo 17
 
Lizette T. Figueroa Vázquez
Doctora en Psicología, Maestra en Desarrollo Comunitario, fundadora de la Red Internacional de investigación en
subjetividad y lazo social. Directora del Centro Marie Langer A. C. desde 1997 a la fecha. Docente de tiempo
completo en la Facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana (UV).
Capítulo 16
 
Griselda García García
Docente e investigadora de tiempo completo. Pertenece al Cuerpo Académico en Consolidación: Calidad de vida y
desarrollo humano. Desarrolla la LGAC Calidad de vida, violencia y desastres. Perfil PRODEP (2015-2021).Maestría en Administración en sistemas de salud; Maestría en Dirección y gestión de recursos humanos;
10
Maestría en Administración de recursos humanos y Maestría en Educación. Miembro del Comité de Bioética del
CRIT-Veracruz.
Capítulo 11, 12
 
Bárbara Yadira García Sánchez
Doctora en Ciencias de la Educación; Magíster en Sociología de la Cultura y Socióloga. Docente titular del
Doctorado Interinstitucional en Educación, Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá, Colombia.
Es miembro del Consejo de Administración del Observatorio Internacional de la Violencia Escolar.
Capítulo 9
 
Alfredo Manuel Ghiso Cotos
Maestro, Profesor de español y literatura, Educador popular, Mg. en Educación, Especialista en educación de
Adultos y Desarrollo social. Profesor emérito de Investigación social en pregrado y posgrados de la Facultad de
Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquía. Actualmente apoya investigaciones educativas y
cursos de investigación socioeducativa en la Universidad Católica de Oriente en Colombia. Colaborador del
CEAAL en el Programa de Sistematización de Prácticas.
Capítulo 7
 
Soledad Hernández Solís
Doctora en Educación, Maestra en Educación Especial, con Especialidad en Teoría Psicoanalítica y Psicóloga.
Diplomada en Competencias docentes, en Investigación Clínica y Epidemiológica por el IESCH y en Formación
de docentes para procesos de educación a distancia por la Universidad Vasco de Quiroga de Michoacán. Docente
de pregrado en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la UNICACH y del IESCH.
Capítulo 5
 
Miguel Jorge Lares
Psicoanalista de la Universidad de Buenos Aires, Licenciado en Psicología. Se ha desempeñado como supervisor
y docente en diversos servicios hospitalarios de la ciudad de Buenos Aires y ha formado parte, como admisor, de
equipos institucionales de crisis y externación en el área infanto-juvenil.
Coordinador del Movimiento Psicoanalítico Latinoamericano–Enlace México/Argentina (MpL-eMA).
Capítulo 4
 
Horacio Luis Paulín
Doctor en Psicología con especialidad en Psicología de la Salud (Medalla Alfonso Caso Generación 2006-2010).
Maestro en Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Psicólogo clínico, profesor e investigador,
Departamento de Psicología Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON). Sistema Nacional de Investigadores nivel
1. Líder del Cuerpo Académico Consolidado “Actores y Procesos Psicoeducativos”, ITSON.
Capítulo 8
 
Freddy Ocaña Hernández
Licenciado en Psicología, con especialidad en Teoría Psicoanalítica y Maestría en Psicoanálisis. Maestrante en
Psicología Clínica. Docente de Tiempo Completo (PTC) de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales (FCHyS)
de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), México. Coordinador de la Clínica de Atención
Psicológica (CAP) de la FCHyS de la UNICACH. Docente de la Licenciatura en psicología. Miembro Fundador
del Grupo Metonimia.
11
Capítulo 2
 
María Consuelo Ochoa Orendain
Licenciada en Psicología, Universidad de Guadalajara. Auxiliar de investigación. Centro Universitario de Ciencias
de la Salud (CUCS), Departamento de Salud Pública.
Capítulo 14
 
Jesús Ocaña Zúñiga
Doctor en Ciencias en Desarrollo Sustentable por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
Docente en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, UNICACH. Colabora en el Cuerpo Académico
Educación y procesos sociales contemporáneos. Pertenece al Sistema Estatal de Investigadores de Chiapas.
Capítulo 3
 
David Pavón Cuéllar
Doctor en Filosofía, doctor en Psicología, maestro en Filosofía, DEA en Psicoanálisis y licenciado en Psicología.
Es profesor investigador en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
Forma parte de los consejos editoriales de Annual Review of Critical Psychology. Es director de la Revista Teoría
y Crítica de la Psicología, editor asociado de Psychotherapy & Politics International, miembro de la Discourse
Unit del Reino Unido y de la International Society of Theoretical Psychology (ISTP).
Capítulo 1
 
Carlos Eduardo Pérez Jiménez
Maestro en Teoría Crítica por el 17, Instituto de Estudios Críticos. Psicólogo Clínico, Universidad
Mesoamericana. Docente de tiempo completo y colaborador del Cuerpo Académico, Facultad de Ciencias
Humanas, UNICACH. Ha realizado investigaciones sobre la percepción del proceso de escolarización en
comunidades indígenas, Paternidad en adultos jóvenes, Actitudes hacia el sexo no marital, Memoria colectiva y
familia y discapacidad.
Capítulo 10
 
Lucila María Pérez Muñoz
Profesora e investigadora del Cuerpo Académico en Consolidación UV-CAEC-268: “Calidad de vida y desarrollo
humano”. Miembro del Área de Psicología organizacional. Desarrolla la LGAC: Salud laboral y Calidad de Vida en
ámbitos organizacionales, educativos y sociales: DGI: 23170201525. Docente a nivel pre y posgrado.
Capítulo 11 y 12
 
José A. Tranier
Docente e Investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Licenciado en Educación,
Profesor en Educación, Licenciado y Profesor de Música; Doctor en Ciencias de la Educación, realizó estudios
de Posdoctorado en Sociología y Filosofía, Becario Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas (CONICET) de la República Argentina, becario-investigador en la Ciudad de Montreal
(Canadá). Es Secretario Académico del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Humanidades y Artes de la
UNR; Coordinador del Centro de Investigaciones en Problemáticas Educativas Contemporáneas Michael y Rima
Apple.
Capítulo 13
12
 
Isabel de la A. Valadez Figueroa
Maestra en Educación para la Salud, Doctora en Ciencias de la Salud Pública orientación Sociomédicas por la
Universidad de Guadalajara. Profesor Investigador Titular “C” SNI II, tiempo completo en la Universidad de
Guadalajara (UG), Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Departamento de Salud Pública.
Capítulo 14
 
Javier José Vales García
Doctor en Educación con especialidad en Tecnología Instruccional y Educación a Distancia, Nova Southeastern
University de Florida, USA. Maestro en Investigación Educativa, Instituto Tecnológico de Sonora. Licenciado en
Psicología, Universidad de Monterrey. Rector, Instituto Tecnológico de Sonora. Miembro del Consejo Mexicano
de Investigación Educativa y del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT.
Capítulo 17
 
Vania Vargas Valadez
Doctora en Ciencias de la Salud Pública por la Universidad de Guadalajara. Licenciada en Medicina. Docente en la
Universidad de Guadalajara en pregrado en el área de Ciencias de la Salud. Centro Universitario de Ciencias de la
Salud (CUCS), Departamento de Salud Pública.
Capítulo 14
13
 
Prefacio
 
 
 
En el marco del proyecto de investigación Intervención psicosocial de la violencia escolar
en alumnos de primaria y secundaria, que desarrolla la red Procesos psicoeducativos,
diversidad, convivencia escolar e inclusión digital desde una perspectiva de género y
derechos humanos, integrada por docentes del cuerpo académico (CA) Educación y
procesos sociales contemporáneos (UNICACH-CA-14), de la Universidad de Ciencias y
Artes de Chiapas; del CA Estado, sociedad y educación (UNACH- CA- 142), de la
Universidad Autónoma de Chiapas; del CA Calidad de vida y desarrollo humano (UV -
CA-268), de la Universidad Veracruzana, sede Poza Rica; y del CA Actores y procesos
psicoeducativos (ITSON- CA-30), del Instituto Tecnológico de Sonora, sus integrantes
han desarrollado una serie de trabajos que exploran desde diversas perspectivas teóricas
y metodológicas la discusión y el análisis de las complejidades que supone el abordaje del
fenómeno de la violencia y su expresión en el propio sujeto.
El devenir de esta actividad generó diversos esfuerzos orientados a profundizar en el
tema de la violencia. Uno de estos esfuerzos, por parte del colegiado de la Facultad de
Ciencias Humanas y Sociales de la UNICACH, retomó el desarrollo de un seminario,
tarea utilizada en trabajosprevios con mucho éxito. El seminario denominado La
violencia: sus sujetos, discursos, prácticas, rupturas y tensiones, se convirtió
nuevamente en el espacio de encuentro, reflexión, compartimiento de ideas y la pausada
pero firme construcción de ideas definidas sobre el tema, mediante la discusión y el
análisis de las complejidades, las rupturas y tensiones que se gestan entre los discursos y
prácticas del fenómeno de la violencia.
A este trabajo se sumaron académicos de otras universidades y facultades de la propia
universidad. En su devenir fue posible abordar textos que ampliaron la comprensión
sobre el tema; el matiz de la discusión tuvo como asideros la filosofía, la perspectiva
sociológica crítica, el psicoanálisis, la perspectiva de sustentabilidad, así como la
pedagogía crítica.
En este proceso, el abordaje transitó desde la conceptualización del término, aspecto
que dio cuenta de la enorme dificultad de exponer en una palabra significaciones y
componentes tan diversos, hasta su expresión en la propia institución escolar y las
problemáticas inherentes al sujeto de la violencia, lo que llevó a profundizar en la trama
en que se genera este fenómeno multidimensional y complejo.
Su análisis permitió caracterizarla como síntoma social, con un basamento estructural
y sistémico, cuya resonancia la ha hecho cada vez más visible, y es la escuela un ámbito
14
particularmente sensible a sus manifestaciones.
En este marco, la consecución de este esfuerzo llevó a plantear la elaboración de
escritos que se integraran en una obra para lo cual se consideró, además de quienes
participan en dicho seminario, la colaboración de académicos que en Latinoamérica han
desarrollado trabajos sobre este tema.
Desde esta perspectiva, se consideraron tres grandes bloques temáticos sobre el tema.
 
I. Sociedad, cultura y violencia
Este bloque centra su análisis en los fundamentos filosóficos y sociológicos que dan
sentido y sustentan a la sociedad contemporánea, lo cual permite una reflexión más
amplia de las concepciones sobre la cultura y la violencia.
II. Discursos y prácticas
El eje de la reflexión es lo que se dice o hace en la convivencia e interacción entre
los sujetos -en particular en el contexto familiar y escolar- para la comprensión del
entorno en que se originan las tensiones y llegan a exteriorizarse las rupturas y
manifestaciones de la violencia.
III. Los sujetos de la violencia
Este eje concreta las disputas, conflictos y desencuentros que se gestan a partir de la
convivencia e interacción social y puntualiza las situaciones de oposición entre los
sujetos, así como los desacuerdos, escisiones o cambios que devienen de situaciones
de violencia.
 
Derivado del trabajo en el seminario y la invitación que con entusiasmo acogieron
académicos de México, Argentina, Colombia y Chile, se estructuró este libro, en el cual
se presentan 18 estudios, distribuidos en cada uno de los apartados citados
anteriormente.
Un eje común es la renuncia a explicar el fenómeno de la violencia como circunscrito
al ámbito escolar; su referencia considera entidades más amplias del mundo social. El
debate invita a traspasar la producción material de la virulencia y crudeza de sus
expresiones y acomete las prácticas y significaciones que subyacen a ésta. Las
coincidencias también penetran el intrincado mundo de la cultura y organización escolar y
se advierte que a pesar de las diferencias territoriales e históricas de los distintos
contextos en que se la analiza, mantiene una perspectiva común y afín respecto de su
devenir y también de su posibilidad esperanzadora, incluso como espacio de
transformación y cambio social.
A continuación se esboza el contenido de cada uno de los trabajos que integran el
libro.
El bloque 1, Sociedad, cultura y violencia, se integra por seis ensayos que refieren la
complejidad de la sociedad contemporánea, las expresiones de violencia a través del
recorrido y aportes teóricos del psicoanálisis, el marxismo, la pedagogía crítica y la
15
sustentabilidad.
Con el título El capital y su pulsión de muerte: articulaciones del marxismo con el
psicoanálisis ante la violencia estructural del capitalismo, David Pavón Cuéllar hace
una serie de reflexiones sobre la violencia estructural del capitalismo, cuestiona las
aproximaciones psicológicas y psicoanalíticas dominantes que psicologizan el problema
de la violencia estructural y las reduce a facetas, manifestaciones y consecuencias
psíquicas o comportamentales o como actos violentos individuales o interindividuales,
objetales o intrasubjetivos o intersubjetivos. A través de la concepción metapsicológica de
la pulsión de muerte muestra que la estructura del capitalismo y la propiedad privada
precipitan situaciones de injusticia, opresión e insatisfacción de las mayorías oprimidas,
que destruye sus vidas, divide interiormente al individuo, lo vuelve contra sí mismo,
desgarra su entorno, disocia a la sociedad, resquebraja la cultura, enfrenta la civilización
consigo misma y con la naturaleza, escinde y contrapone ideas e ideologías, discursos e
instituciones, lo mismo en el exterior que en el interior de los sujetos.
El ensayo La violencia, esa estúpida invitación a gozar, de Freddy Ocaña
Hernández, plantea que pensar la violencia dentro de cualquier ámbito siempre lleva a
rechazarla como lo vergonzoso de lo humano; sin embargo, desde la teoría freudiana, se
ofrece una comprensión constitutiva de ésta, en el mismo nivel que el amor. La estúpida
atracción que ejerce la violencia sobre los mortales, lo horroroso de su manifestación, el
intento de regularla o desecharla, muestra de qué manera convive la pulsión de vida y
muerte en el sujeto cuando crea lazos sociales, un fenómeno del que nadie puede
sustraerse. Mostrar a este sujeto investido de pulsiones de vida y muerte puede llevar a
pensar que no es responsable de sus actos; ¡nada más impensable que eso!; por el
contrario, el psicoanálisis y la cultura en general esperan que se haga responsable y
responda desde su lugar de sujeto. Para ello, el psicoanálisis es una alternativa en la cual
la palabra y el malestar del sujeto pueden encontrar su sentido.
En el texto La sustentabilidad: una alternativa ante el estado de crisis y violencia,
de Jesús Ocaña Zúñiga, se ofrece una perspectiva acerca de la condición de crisis
imperante en la civilización actual y el paradigma de sustentabilidad como alternativa para
repensar la vida en sociedad que, en los últimos años, se ha tornado cada vez más
violenta. A través del texto se exponen ideas respecto de las condiciones de vida en las
que transcurre una cotidianeidad anclada en un modelo de desarrollo deshumanizante
basado en el consumo. Se explica que la competencia, propiciada por el individualismo,
ha desplazado la búsqueda del bien común y modificado los esquemas de convivencia
hacia otros mediados por distintas modalidades y expresiones de violencia. En este
escenario, el autor sugiere que la sustentabilidad representa un paradigma alternativo, de
transformación de la estructura social, para reivindicar la existencia de la especie humana
a través del sentido del otro, de genuina comunidad, de lo que al día de hoy se vislumbra
como un futuro desesperanzador.
El capítulo Consideraciones sobre la dimensión estructural de la violencia, de
16
Miguel Jorge Lares, comparte el análisis sobre el tema a través de tres anécdotas que
tratan del sueño y el dormir infantil, que describen diferentes tramas discursivas: la
magia, la ciencia moderna y el psicoanálisis, expuestas en momentos distintos —además
de sucesivos— y que coexisten en la contemporaneidad. Por una parte, la magia entraña
una significación que convoca a la comunidad; los rituales y las ceremonias otorgan
sentido al problema, a la vez que mantienen el carácter enigmático de aquélla. Por otra
parte, la ciencia moderna desplaza y opaca el discurso mágico, acompañado de un
protocolo que pondera más la medicación. En este sentido, el psicoanálisis llega a poner
en juego la posición subjetivadel infante para atender la problemática y cuestiona la
generalización que ocurre con el proyecto científico. En consecuencia, muestra la manera
en que la modernidad y la posmodernidad sistematizan el silencio, un ejercicio que
trastoca la función discursiva y singular de cada sujeto.
En el trabajo El síntoma de la sociedad actual: agresión, violencia y su mirada a la
escuela, Soledad Hernández Solís desarrolla la tesis de que la violencia es un síntoma de
la contemporaneidad, que se incrementa, expande, multiplica, respira en el aire y, aun sin
realizarse, está presente como una amenaza a la vida humana, y delinea sus contornos y
fenómenos que la configuran. Al profundizar en su significación, caracteriza a la
agresividad como innata y natural, una energía que permite mantenerse vivo, es la fuerza
emocional que permite protegerse, proteger a otros y adaptarse en el mundo. Su opuesto
es el amor, el que inhibe la agresividad; sin él, la agresividad se despliega al exterior, hacia
el semejante y diversos objetos, en actos de violencia, cuyos confines alcanzan a la
escuela, escenario en el cual alumnos, docentes, directivos y padres de familia ejercen
relaciones de poder y son sujetos de ella; sin embargo, se opone a una concepción que
los responsabiliza de dichos actos, a partir de una explicación sistémica y estructural de
ésta.
En el capítulo La contextualidad contemporánea en la comprensión de la violencia
en las escuelas, Óscar Cruz Pérez reflexiona acerca de las condiciones sociales,
económicas y estructurales que generan la violencia observada en las escuelas. Sostiene
que la escuela, como se conoce hoy, responde a un proyecto social y económico que
define la vida cotidiana escolar. Para él, la modernidad y el capitalismo como estructuras
ideológicas que caracterizan la contextualidad social hegemónica contemporánea
producen los comportamientos violentos en los diferentes espacios sociales y en
particular en las escuelas. Cuestiona la tendencia de analizar el fenómeno de la violencia
desde los propios actores, la define como forma paliativa de entender el fenómeno, ya
que son las estructuras sociales políticas y económicas surgidas de la racionalidad
instrumental del capitalismo, que se sostiene a través del individualismo y la ruptura de
los vínculos sociales, lo que irrumpe con mayor fuerza y visibilidad para la violencia en
los diferentes ámbitos de la vida cotidiana y particularmente en las escuelas.
El bloque II, Discursos y prácticas, se integra por seis trabajos, los cuales exploran de
fuentes tan disímbolas como las notas periodísticas, la música, las leyes plasmadas en los
17
decretos de Estado de un país, y de la información obtenida de registros sistemáticos de
observación, entrevistas individuales, a grupos focales y de discusión, el entramado de la
vida social y escolar por la que discurren las expresiones de violencia.
En el primer trabajo de este apartado, Violencias escolares, discursos científicos y
prensa escrita: la construcción de representaciones sociales, de Alfredo Manuel Ghiso
Cotos, se ofrece una perspectiva de la violencia escolar desde el crisol del periodismo
escrito de la Colombia natal del autor y otros países. Sugiere que la cobertura en prensa
está llena de clichés y retórica que no revelan la complejidad de la violencia que se vive
entre pares escolares y ofrece una visión reduccionista de la convivencia escolar. Hay
elementos invisibles que no se reportan, por lo que se entrega una visión limitada a la
opinión pública que genera una percepción errónea del fenómeno. Incluso el nombre para
referirse a la violencia escolar es diverso. Los constructos desde los que se abordan los
actores y entorno de la violencia tienen una alta implicación en su sentido; por ello es
necesario atender lo no nombrado, describir las situaciones eludidas y deconstruir los
clichés que lejos de abonar a su comprensión lo sumergen en un laberinto textual sin
sentido.
El capítulo Sentidos de la violencia y la discriminación en la sociabilidad juvenil
situada en escuelas y barrios de la ciudad de Córdoba, Argentina, de Horacio Luis
Paulín, aborda desde una perspectiva psicosocial interaccionista y crítica de las
violencias, las relaciones de sociabilidad juvenil que surgen de los “juegos a molestarse”,
los “verdugueos”, las prácticas discriminatorias y acciones de exclusión entre pares,
mediante la aplicación sistemática de registros de observación, entrevistas y grupos de
discusión. El análisis recupera historias en torno a las violencias ejercidas y padecidas en
el barrio y la escuela, cuyo sentido justificatorio hace referencia a las afrentas a la
identidad personal y social, de sentido de respeto impuesto como resguardo del honor; a
lo cual se añaden las deficiencias estructurales y organizativas de los docentes. Finaliza
con algunas orientaciones de intervención psicosocial de cambio de las sociabilidades, los
intereses y la producción cultural juvenil en la escuela, la deconstrucción de los sistemas
simbólicos e imaginarios que sustentan la acción violenta y la discriminación y la
articulación con equipos docentes en proyectos colaborativos.
En el texto Política de infancia para jóvenes en conflicto con la ley penal en
Colombia, de Bárbara Yadira García Sánchez, la autora reflexiona sobre algunos
elementos propuestos en la política de infancia en Colombia para jóvenes en conflicto
con la ley penal. El interés sobre el tema radica en que la población joven que incurre en
este tipo de conflictos con la ley penal es en su gran mayoría población escolarizada, para
la que se ha legislado sin que se logren consensos al intervenir. El trabajo es una reflexión
resultado del proyecto de investigación Violencia escolar, entornos barriales e
inseguridad urbana, el cual se aplicó en seis colegios de Bogotá que han presentado
diferentes manifestaciones de la violencia en la escuela y en los entornos barriales, tanto
contravenciones de las normas de convivencia como de infracciones a la ley, en los
18
últimos cinco años. El trabajo de investigación se apoyó en un enfoque sociopedagógico
y de derechos humanos y aplicó el modelo cualitativo núcleos de educación social.
En el capítulo Representación, testimonio y violencia, Carlos Eduardo Pérez Jiménez
ofrece una reflexión sobre el testimonio en la representación de la violencia. Su
documento inicia con la descripción de dos conciertos (uno de narcocorrido y el otro del
guitarrista Julio Revueltas); en las dos escenas la violencia es el tema representado en la
música. La descripción da cuenta de que la violencia tiene el carácter de representar y ser
representada, condición que trasciende al campo de la función testimonial. De esta
forma, a través del arte, el texto se desarrolla al plantear la función de la representación y
la sublimación de la violencia. Además de situar al arte como testigo del tiempo y del
registro histórico de la violencia, aborda la situación actual de la violencia representada y
los retos para el arte en la época contemporánea. Tales representaciones proveen a la
sociedad la posibilidad de la experiencia estética y conciencia de ésta y para el sujeto la
reflexión de su condición en las relaciones que mantiene y de su responsabilidad con el
otro.
En el estudio Convivencia escolar: sus discursos y prácticas, de Griselda García,
Francisco Bermúdez Jiménez y Lucila María Pérez Muñoz, se analiza la convivencia
escolar en espacios educativos de nivel básico de Veracruz, México, en específico de las
percepciones, opiniones, creencias y actitudes de los adolescentes sobre el tema.
Mediante la técnica focus group se explora la percepción de la violencia escolar;
presencia de la violencia escolar; acciones ante la violencia escolar; acciones y medidas
del personal académico ante situaciones de violencia; propuestas y opiniones de mejora
para evitar situaciones de violencia. Los resultados confirman que la convivencia escolar
es compleja, que la violencia es estructural, social, económica y que, construir una
historiaalternativa no es un proceso rápido, fácil y sin dolor, por lo que requiere una
construcción colectiva. El compromiso y responsabilidad en la construcción de una
convivencia de paz es permanente y transversal en todo el proceso formativo, familiar y
social–comunitario que incorpora e incluye directivos, docentes, padres y estudiantes en
este proceso.
El trabajo Violencias estructurales: su narrativa en las expresiones de los
estudiantes, de Francisco Bermúdez Jiménez, Griselda García y Lucila María Pérez
Muñoz, aproxima a la narrativa de la violencia escolar desde el punto de vista de
observadores, víctimas y agresores. Para ello se llevaron a cabo sesiones de grupos
focales, conformados por estudiantes de 5° y 6° grados de primaria, de Veracruz,
México, y se realizó su transcripción y categorización. En los resultados se advierte que
en la cotidianeidad de la institución escolar, la violencia tiene lugar, expresada de forma
física y verbal. En cuanto a la violencia física, sólo tiene lugar entre hombres. En cambio,
en la violencia verbal intervienen ambos géneros. Para la resolución de estos conflictos,
la institución emplea reportes para los agresores, citas con los padres de ambos
implicados y por último se abre el diálogo entre agresor y víctima. Se muestra así que
19
existe un clima escolar violento y falta de una convivencia basada en el respeto.
La sección III, Los sujetos de la violencia, incluye un total de seis trabajos que
analizan, desde diferentes vertientes teóricas, el tema de la violencia, la convivencia
social y su expresión en la escuela. Temas como los afectos, el género, las relaciones
familiares y la ruralidad son también abordados como parte de las amplias significaciones
que abrevan en el sujeto a partir de la violencia.
En el capítulo Pensamiento decolonial y praxis pedagógica: repensar la(s)
violencia(s) y sus modos de subalternidad para liberar la escuela, de José Tranier, el
autor reflexiona acerca de la colonialidad del poder y su expresión a través de las políticas
públicas que se instituyen con la reinstauración neoliberal y neoconservadora del sistema
educativo. En la escuela –señala- perviven como elementos dialécticos la esperanza y el
silenciamiento; la violencia no es su condición y ésta se corresponde con elementos
fundacionales y estructurales del mundo social. A la escuela se intenta dominarla,
silenciarla y doblegarla; no obstante, en ella también se sucede la lucha, la acción
contrahegemónica y de resistencia ante la opresión. En este sentido, le atribuye una
función revitalizante y actualiza su hacer mediante la acción formativa del docente, cuyo
papel insurgente y contrabandista, recibe conocimientos, los interroga, los reescribe y
reinterpreta a través de la acción dialógica, condición propicia para la subalternidad, que
contrapone las formas de violentación del Otro a través del desarrollo de subjetividades.
En el ensayo La violencia escolar desde una teoría contextual o ecológica, de Isabel
de la A. Valadez Figueroa, Vania Vargas Valadez y María Consuelo Ochoa Orendáin, las
autoras exponen, desde la teoría contextual, que la violencia emerge como una manera de
resolver conflictos en una sociedad altamente compleja e impredecible. La violencia entre
pares escolares rebasa el espacio áulico y su comprensión debe implicar un exhaustivo
estudio de lo social y el entorno, cuya influencia es aún más definitoria durante la
adolescencia, en la cual los sujetos deben reconfigurarse para asumir un rol social
diferente y forjar su identidad. Esto los hace propensos a interpretar de manera distinta la
convivencia con sus pares y, al final, resignificar el modo en que resuelven los conflictos,
lo que en un entorno global, cambiante e intempestivo ha propiciado el debilitamiento de
los sistemas referenciales cercanos y de los grupos de pertenencia, y ello ha devenido en
una mayor incidencia de actos violentos entre pares escolares y la severidad de éstos.
El escrito De lo visible a lo oculto de los afectos en los sujetos de la violencia
escolar, realizado por Germán Alejandro García Lara, intenta develar el sentido que la
violencia tiene en la sociedad contemporánea y continúa su análisis hacia el entorno
escolar, espacio en que asoman como síntoma las expresiones de violencia que impiden
el lazo social y el reconocimiento del otro. En este proceso, se distingue entre la
agresividad y la agresión. La agresividad tiene lugar entre semejantes y opera
simbólicamente, mientras que la agresión representa el rechazo por el goce del otro y se
relaciona con su destrucción y exterminio. La agresión es resultado de un cúmulo de
afectos no exteriorizados, expresión emocional de los conflictos del sujeto, los cuales han
20
sido desplazados, metabolizados, invertidos, vinculados en sus significantes por la
palabra, el lenguaje y la angustia. Por ello, los afectos no son sino manifestaciones, lo
que hace necesario soslayar la apremiante zozobra que provoca su producción material y
reflexionar sobre sus significaciones.
Lizette T. Figueroa Vázquez, en el capítulo, Mujeres frente a la violencia:
construyendo nuevos espacios, discute y analiza dos conceptos implicados en su objeto
de estudio, violencia y género. Bajo la premisa de que los sujetos construyen la
realidad con base en el lenguaje y lo que pueden nombrar para dar significado,
presenta las diferentes nociones que se han construido para darles sentido en la
comprensión de los fenómenos sociales. La autora se cuestiona ¿cómo las
manifestaciones de la violencia se inscriben en la subjetividad de quienes la viven directa
e indirectamente? Para dar cuenta de ello, se posiciona en el estado de Veracruz, México,
territorio con alta incidencia de violencia en hombres y mujeres; sus hallazgos muestran
que ser mujer es una condición que la pone en riesgo cotidianamente, pues a la violencia
social se le suma la violencia sexual, mientras que el ser jóvenes representa una mayor
desventaja. Ante todo esto, enfatiza que la sociedad ha perdido la capacidad de asombro
ante la violencia.
El capítulo Exposición a la violencia y naturalización de la conducta agresiva, de
Sonia Beatriz Echeverría Castro, Javier José Vales García, Christian Oswaldo Acosta
Quiroz se discute y reflexiona sobre este tópico en niños y jóvenes y sus efectos en la
conducta agresiva, en particular de dos aspectos poco estudiados en México, la
exposición a los videojuegos, televisión e internet, y el de la comunidad en su proceso
embebido de los otros escenarios, familia y escuela. El planteamiento profundiza sobre la
recreación a través de los videojuegos, programas de televisión y series e internet
violentos, como reductores de los aspectos afectivo (emocionales como la empatía,
reguladores de la conducta agresiva). Se analizan los efectos de mayor vulnerabilidad
cuando hay exposición acumulada en diferentes escenarios del individuo y éste ha sido
prolongado. Se revisan diferentes estudios que presentan sus resultados y la consistencia
que tienen con otras investigaciones, así como las creencias y justificaciones que
naturalizan la conducta agresiva y la violencia. Se concluye sobre el efecto de dicha
exposición, su efecto cuando la persona está sometida a estas circunstancias desde
diferentes contextos y la legitimación de las creencias.
El texto Las relaciones familiares y la violencia escolar en comunidades
marginadas, de José Ramiro Cortés Pon, intenta caracterizar al contexto rural más allá
de las definiciones tradicionales, a partir de la perspectiva cultural de sus habitantes. Para
ello aborda a la familia y la escuela desde la ruralidad, analizando el entramado de sus
relaciones internas y pautas de socialización, así como el significado de la escuela para las
familias rurales, las cuales tienen una composición distinta a la familia urbana. Se
describen las condiciones precarias en que opera la institución escolar en estas regiones,
lo que la vuelve proclive a manifestaciones sociales como la violencia, ante el desencanto
21
de las promesasno cumplidas. Por último, se explica la violencia escolar en el ámbito
rural donde las condiciones culturales, de desigualdad y pobreza, definen los episodios y
actos violentos que se presentan en las aulas, expresión cotidiana de la profunda
imbricación que mantiene con el entorno familiar.
 
Germán Alejandro García Lara
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México.
22
 
 
Parte I
SOCIEDAD, CULTURA Y VIOLENCIA
 
23
 
CAPÍTULO
1
 
El capital y su pulsión de muerte:
articulaciones del marxismo con el
psicoanálisis ante la violencia estructural del
capitalismo
 
 
David Pavón Cuéllar
 
INTRODUCCIÓN
 
 
Este capítulo se vale de recursos conceptuales marxistas y freudianos para aproximarse a
la violencia estructural del capitalismo. La violencia es aprehendida teóricamente a través
de una vinculación entre la referencia de Marx al impulso mortífero del capital y las
indicaciones de Freud en torno de una pulsión de muerte en la cultura. La concepción
freudiana de lo tanático se utiliza para profundizar en un aspecto fundamental de la
descripción marxista del sistema capitalista. El capitalismo que produce y reproduce lo
muerto a partir de lo vivo, el capital a partir del trabajo, se acepta como una expresión
histórica particular, bien estudiada por Marx, de lo que Freud representa como un
movimiento pulsional que parte de lo animado para volver a lo inanimado.
Las conjeturas acerca de la intervención de la pulsión de muerte en el capitalismo, tal y
como se formularán a través de una articulación entre conceptos de Marx y Freud,
pretenden contribuir a la investigación metapsicológica de la violencia estructural del
capitalismo. El propósito primordial es el de encuadrar y trascender la estrecha esfera
especializada en la que transcurren por lo regular los acercamientos psicológicos a
fenómenos violentos. Estos acercamientos, como se verá, tienden a soslayar el aspecto
estructural de la violencia y su relación interna con el capitalismo.
Tras cuestionar la forma en que la psicología suele psicologizar la violencia estructural
del capitalismo, es preciso preguntarse cómo evitar esta psicologización y encontrar la
24
respuesta en la manera en que Freud y Lacan entendieron la metapsicología. Se retoma
entonces la concepción metapsicológica freudiana de la pulsión de muerte para examinar
la violencia del capitalismo, sin caer en la división intelectual del trabajo que da lugar a
conocimientos especializados abstractos y desconectados entre sí, como los de la
sociología y la propia psicología, que resultan inaceptables para el marxismo tanto como
para el psicoanálisis. En una tentativa de articulación de las perspectivas marxista y
freudiana acerca de la atribución hipotética de la pulsión de muerte al capital, se adopta el
punto de vista de Luria y Vygotsky y se confronta con el de aquellos exponentes del
freudomarxismo austroalemán, como Reich, Fenichel y el joven Fromm, que rechazaron
la idea freudiana de lo tanático por considerar que podía impedir o debilitar el
cuestionamiento del sistema capitalista. Se demostrará que puede hacerse un uso crítico
de la concepción freudiana de la pulsión de muerte al situarla en el nivel general de la
contradicción principal del capitalismo, aquella por la que se oponen el capital y el
trabajo, tal como la concibió Marx a través de cuatro configuraciones en las que el capital
aparece como ser vivo, ser mortífero, ser muriente y ser muerto-vivo.
De igual modo, el capítulo prolonga y ahonda una línea de reflexión del autor en la que
ha recurrido a una interpretación original de la metapsicología freudiana (Pavón-Cuéllar,
2010; Orozco-Guzmán y Pavón-Cuéllar, 2014) para incursionar críticamente en el
capitalismo (Pavón-Cuéllar, 2016a) y la psicología entendida como esencia de la
ideología (Pavón-Cuéllar, 2016b). Esta línea converge y se enlaza en las siguientes
páginas con otras dos líneas paralelas de trabajo reflexivo del mismo autor: una centrada
en la articulación del marxismo con el psicoanálisis en la historia, en la subversión del
sistema capitalista y en contraposición a la psicología (Pavón-Cuéllar, 2014a, 2017); y
otra en la que se emplea un dispositivo conceptual de inspiración marxista y
psicoanalítica, en particular lacaniana, para el análisis de la violencia estructural del
capitalismo (Pavón-Cuéllar, 2014b, 2016c; Pavón-Cuéllar y Lara-Junior, 2016). En su
orientación política, las tres líneas comparten una misma oposición al capitalismo, a sus
instrumentos y mecanismos ideológicos y, de manera específica, a la psicología y la
psicologización.
 
 
PSICOLOGIZANDO LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL
DEL CAPITALISMO
 
 
La psicologización es un vicio común de las aproximaciones psicológicas y psicoanalíticas
a problemas culturales, sociales, políticos y económicos, entre ellos el que aquí se
analiza, el de la violencia estructural del capitalismo. Al abordar esta violencia, el
psicoanalista y el psicólogo tienden a fragmentarla, desorganizarla, soslayar su carácter
estructural y abstraerla del sistema capitalista. Es así como consiguen hacer como si no
25
existiera; la metamorfosean en todo aquello de lo que sí pueden y saben ocuparse, es
decir, todo aquello cuya existencia justifica a los especialistas del psiquismo humano.
Piénsese en la manera en que la psicología dominante reduce la violencia estructural a
sus más diversas facetas, manifestaciones y consecuencias psíquicas o
comportamentales, todas de fácil descripción e inmediata explicación en términos
redundantes y trillados: respuestas condicionadas agresivas (Buss, 1962); factores
cognitivos debilitantes del control de la agresividad (Singer y Singer, 1971); insuficiente
control de impulsos, baja empatía y falta de inhibiciones (Heilbrun, 1982); secuencias de
experiencias tempranas determinantes de trastornos antisociales (Patterson, DeBaryshe y
Ramsey, 1989); agresiones entendidas como interacciones estratégicas (Felson y
Tedeschi, 1993); hostilidad resultante de ciertas distorsiones en los procesos de
pensamiento (Beck, 1999); imitación en la exposición a la violencia (Guerra, Rowell
Huesmann y Spindler, 2003); regulación desadaptativa del enojo; y, por ende, fallas en el
autocontrol (Denson, DeWall y Finkel, 2012). En todos los casos se esfuman las
estructuras y su violencia tras la manera en que inciden y resuenan en el sujeto, esto es,
para cada especialista, la causa psicológica y su efecto violento: para el conductista, el
condicionamiento y la respuesta conductual; para el cognitivista, la mediación afectiva-
cognitiva deficiente o distorsionada y la reacción impulsiva-agresiva; para el psicólogo del
desarrollo, la experiencia pretérita y el sucesivo trastorno antisocial; para el
interaccionista, la interacción y la estrategia, etc.
Incluso fuera de la psicología dominante y refugiados en el campo psicoanalítico, se
encuentra de nueva cuenta la misma psicologización de la violencia estructural del
capitalismo. Esta violencia desaparece una vez más tras fenómenos violentos individuales
o interindividuales, objetales o intrasubjetivos o intersubjetivos, que hoy en día aún se
describen y explican con la misma lógica de las décadas anteriores: humillación y
vergüenza en configuraciones incestuosas (Benghozi, 2010), agresión ligada con el
narcisismo (Navarro, 2011), regresiones a estados primitivos y efectos del trauma en la
representación (Yakeley y Meloy, 2012), conflictos entre el yo y el objeto (Gheorghiev y
Marty, 2014), ideologías entendidas como patologías del ideal del yo en sujetos frágiles
(Duparc, 2016), y así sucesivamente. Como puede verse, los alambiques psicoanalíticos
pueden servir para transmutar lo ideológico en lo ideal-patológico, la conflictividad
socioeconómica en conflictos objetales, lo representado en su representación. Quizás de
lo que aquí se trata, en definitiva, es de consumar el gesto clínico freudiano con el que se
busca metamorfosear el inconsciente en la conciencia, el ello en el yo, lo exterior en lo
interior, lo colectivo en lo individual, el individualismoburgués en el narcisismo humano,
lo público en lo privado, la sociedad en la familia, el mundo en el psiquismo.
Tanto en el psicoanálisis como en la psicología se observa la misma operación
fundamental que nadie ha denunciado con tanta claridad como Klaus Holzkamp (1996):
 
…se da una eliminación de los “hechos mundanos” con sus “estructuras”, una supresión del “contexto
estructural” del “mundo real” con el que nos relacionamos y en el que nos encontramos y actuamos, y sólo
26
quedan los “individuos psicológicos enjaulados en su mundo psíquico privado” y a veces vinculándose
unos con otros, “volviéndose unos hacia otros y dando la espalda al mundo real” (pp. 244–256).
 
El psicoanálisis y la psicología se caracterizan, entonces, por su abstracción del mundo
real y por su absolutización de un mundo psíquico interno en el que se asimila todo lo
externo. Es como si la exterioridad tan sólo existiera en sus incidencias psíquicas
interiores. Estas incidencias se conciben al final como el único mundo existente para la
psicología. Es así como el mundo se psicologiza y se concibe como psicológico y
reducido al campo de estudio propio de la psicología (De Vos, 2012).
 
 
¿CÓMO NO PSICOLOGIZAR?
 
 
Es claro que los especialistas del psiquismo no dejan de psicologizar. Es un favor que se
hacen. Es una manera de reproducir estrictamente sus condiciones de subsistencia,
preservar el objeto que da sentido a sus vidas y ampliar su campo de investigación
académica y de ejercicio profesional. Por lo demás, al verlo todo a través de los anteojos
de la psicología, no hay nada raro en que todo se les muestre de color psicológico:
iluminado por el tenue resplandor interno individual, atravesado por la conciencia,
palpitante de afecciones y emociones, volatilizado en cogniciones y representaciones,
escenificado en comportamientos e interacciones, agitado por dramas personales e
interpersonales, etc.
¿Cómo no reducir el mundo al campo de la psicología cuando se lo aborda en una
perspectiva psicológica? En otras palabras, ¿cómo estudiar algo psicológicamente sin
condenarse a psicologizarlo?, ¿cómo no incurrir en la psicologización al utilizar
dispositivos teóricos psicológicos, entre ellos los del psicoanálisis, para penetrar en
aspectos del mundo exterior que suelen pasar inadvertidos para la sociología, la
economía, la antropología y otras ciencias humanas o sociales? Derek Hook (2008)
ofrece aquí una respuesta convincente y sugerente al plantear la posibilidad, ya realizada
en algunas críticas poscoloniales de inspiración freudiana, de emplear el psicoanálisis no
para conducir lo exterior a lo interior, sino para mantenerse en la exterioridad y ahí captar
la “economía libidinal” y otras “pautas y operaciones sistemáticas” de índole
indudablemente psíquica, pero no por ello reductibles a la interioridad subjetiva individual
(p. 399). La premisa teórica subyacente a la posibilidad recién mencionada es la
existencia de un psiquismo discursivo transindividual, político o económico, social o
cultural, que ya no se encuentra únicamente ni dentro de un individuo ni en sus vínculos
interindividuales. Esta concepción del psiquismo resulta desde luego inadmisible para la
psicología dominante y para las corrientes psicoanalíticas más psicológicas o más
27
aferradas a la interioridad psíquica individual promovida por la tradición occidental
judeocristiana y capitalista. Sin embargo, en otras orientaciones del psicoanálisis, entre
ellas la fundada por Jacques Lacan, hay condiciones para reconducir los conceptos
freudianos a una exterioridad sin interioridad, lenguaje sin metalenguaje u Otro sin Otro
del Otro, en la que sencillamente no hay manera de aislar un objeto de estudio como el
de los conocimientos convencionales psicológicos o psicoanalíticos psicologizados. Al
reintegrar el objeto de la psicología en todo aquello concreto de lo que se abstrae, se
conjura el peligro de una psicologización que se queda literalmente sin objeto. Aquello
psicológico en lo que podría intentarse encerrarlo todo estará ya, de entrada, imbricado
con el todo, abierto al todo, abierto de par en par, de tal modo que nada podrá encerrarse
en él. No será ya un espacio de reclusión, especialización del conocimiento y abstracción
disciplinaria del objeto el que definirá un trabajo reflexivo como el psicoanalítico. El
temor a la psicologización ya no podrá ser una razón para privarse de los recursos
teóricos y conceptuales del psicoanálisis al aproximarse a fenómenos culturales, sociales,
políticos y económicos. Al ocuparse de la violencia estructural del capitalismo, como en
este capítulo, puede recurrirse a un concepto como el de la pulsión de muerte, pero
liberado de la interioridad individual psicológica y resituado ahí en donde fue
originalmente situado por el propio Freud: en una exterioridad transindividual que tal vez
deba denominarse “metapsicológica”, entendida la metapsicología como ese
enroscamiento reflexivo de la teoría freudiana que le permite pensar la psicología y por el
mismo gesto distanciarse de ella, trascenderla, abrir su espacio de reclusión e ir “más
allá” de ella y de sus “prejuicios” (Lacan, 1953-1954, pp. 173-180, 259; Orozco-
Guzmán y Pavón-Cuéllar, 2014).
 
 
CONCEPCIÓN METAPSICOLÓGICA DE LA
PULSIÓN DE MUERTE
 
 
La metapsicología es la teoría con la que Freud pone en su lugar a la psicología. ¿Y cómo
lo consigue? Hace ascender a un plano de teorización en el que la esfera psicológica ya
no es ni el universo lógico absoluto que cierra el horizonte de lo existente ni la única
perspectiva de consideración de lo conocido. Para ayudar a prevenir el riesgo de la
psicologización, la metapsicología hace pensar en la psicología como lo que es: un simple
aspecto relativo del universo de la existencia y uno solo de los factores que deben
considerarse en la ecuación teórica del conocimiento. Lo que existe y lo que se conoce,
tal y como se concibe en la teoría metapsicológica freudiana, es mucho más que lo
abarcado por la psicología: es también su negatividad y su exterioridad más radical,
transindividualidad y no sólo individualidad, ello y no sólo yo, inconsciente y no sólo
conciencia, mediación cultural y no sólo inmediatez de la experiencia, naturaleza y no
28
sólo cultura, pulsión y no sólo instinto natural, vida pulsional y no sólo psíquica, muerte y
no sólo vida, materia inanimada y no sólo seres vivos y mortales. Cada limitación
constitutiva de la psicología, cada una de sus restricciones impuestas a la teorización, es
abolida por la metapsicología de Freud y por cada una de sus nociones teóricas. Tal
abolición puede identificarse de modo particularmente nítido en la pulsión de muerte, la
cual, por esto y por más, quizás sea el mejor ejemplo de lo que significa un concepto
metapsicológico en la teoría freudiana. Efectuado hasta las últimas consecuencias el
movimiento reflexivo englobador y trascendente de la metapsicología, el reconocimiento
de la pulsión de muerte resitúa primero la vida psíquica en el fenómeno general de la
vida, en la “materia viva” u “orgánica”, y luego reconduce este fenómeno al de la materia
en sí misma, la “materialidad inanimada” o “inorgánica” (Freud, 1920, p. 38). Esta
materialidad, espacio prácticamente ilimitado en el que se desenvuelve la metapsicología,
comprende las esferas de la vida y del psiquismo, la biología y la psicología. En una
perspectiva metapsicológica materialista que se distingue por ir más allá de cualquier
esfera psicológica, todo lo vivo, incluido lo vivo en términos psíquicos, emana de algo
material esencialmente muerto, inanimado, inorgánico.
Freud (1920) presenta la materia inerte como un “estado antiguo, inicial, que lo vivo
abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la evolución” a
través de la pulsión de muerte, “la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado” (p.
38). Además de ser la pulsión más primitiva y originaria, la pulsión de muerte aparece así
como la pulsión por excelencia, la paradigmática, la pulsión de las pulsiones,dirigidas
todas éstas “a la regresión, al restablecimiento de lo anterior”, es decir, en última
instancia, el “regreso a lo inanimado” (pp. 37-38). El reino de la muerte, la materia
inanimada, es entonces el fin al que tiende la vida y no sólo el origen del que proviene la
vida. Por más que Freud insista después en que su concepción es “dualista” y no
“monista” como la de Jung (pp. 51-52), lo cierto es que tan sólo consigue representarse
la pulsión de vida como algo que conduce a la muerte por el camino más largo, por las
ramas o por los cerros de Úbeda, retrocediendo y dando vueltas, paseando y así
“prolongando la duración del trayecto” (p. 40). La pulsión de vida es como un
pasatiempo, una digresión, un circunloquio, una diversión, una borrachera de la pulsión
de muerte. Esta pulsión tanática es el impulso más fundamental de una vida que Freud
no duda en representar como una “tensión” que “pugna por nivelarse”, de tal modo que
“la meta de toda vida es la muerte” y las más diversas experiencias vitales no son más
que “rodeos hacia la muerte” (pp. 38-39).
 
 
MARXISMO Y PSICOANÁLISIS ANTE LA DIVISIÓN
DEL TRABAJO INTELECTUAL EN EL
CAPITALISMO
 
29
 
Como su nombre lo indica, la pulsión de muerte no es tan sólo una pulsión hacia la
muerte, sino una pulsión de muerte, de la muerte, de lo muerto, de lo inorgánico, de la
materia inanimada. Podría decirse, pues, que la pulsión de muerte es un impulso físico y
no exactamente biológico ni mucho menos psicológico. De ahí que su concepción, tal
como se formula en Freud, sea por completo metapsicológica. La teoría de la pulsión de
muerte debe ser una metapsicología y no una psicología porque tiene que situarse más
allá de cualquier psicología, porque su objeto está más allá del psiquismo, porque la
pulsión de muerte no es una expresión de la vida psíquica y ni siquiera de la vida, sino
que las trasciende. Como se ha visto, son más bien ellas, la vida y la vida psíquica, las
que son expresiones de la pulsión de muerte.
Al salir del encerramiento en las esferas de la biología y la psicología, la concepción
metapsicológica freudiana de la pulsión de muerte propicia la ocasión de explicar lo que
ocurre dentro de esas esferas, la vida y la vida psíquica, y explica cómo debe hacerse
para evitar cualquier explicación biológica o psicológica tautológica o circular: sin
psicologizar o biologizar, sin explicar el interior por el interior, más bien abrir el interior y
explicarlo por su exterior, situar el adentro en su afuera, dilucidar el elemento a través de
su posición en un espacio lógico. Es así como la metapsicología de Freud permite
restablecer los vínculos internos y sustanciales entre los objetos de unas ciencias que aún
suelen creerse independientes: primero, en el nivel de mayor especificidad, al revelar el
correlato ontológico de la identidad epistemológica estudiada por Foucault (1966), el
objeto de la biología y el de la psicología; en segundo lugar, en el nivel de mayor
generalidad, al hacer un descubrimiento que al parecer no se ha tenido ni tiempo ni
disposición de asimilar, el objeto de la biología y el de una especie de necrología
constituida por la física en el sentido más amplio del término. En el materialismo de la
metapsicología freudiana, la materialidad inanimada reaparece por fin en la materia viva
que a su vez puede reconocerse de nuevo en la vida psíquica. Lo que Freud consigue,
como bien lo vieron Vygotsky y Luria (1925), no es tan sólo reincorporar el psiquismo a
la vida, sino reintegrar la vida, la “vida orgánica”, en la “materia inorgánica” (pp. 14-15).
De este modo, al reunificar todo en una sola materialidad, Freud ofrece una respuesta
“monista” y “materialista” que sería perfectamente consonante con el monismo y el
materialismo de Marx y de la tradición marxista (p. 16).
El marxismo podría servirse del psicoanálisis, y de forma específica de la concepción
metapsicológica de la pulsión de muerte, para superar una división del trabajo intelectual
que sería inducida por el sistema capitalista. Esta división del trabajo debería superarse,
desde el punto de vista del marxismo y sobre todo del marxismo occidental, porque hace
perder una capacidad de conocimiento global de la realidad que es lógicamente una
condición indispensable para la crítica del sistema y para cualquier lucha contra él
(Korsch, 1923; Lukács, 1923). Condenados al desconocimiento de la totalidad real y a la
especialización en áreas como la psicología, el capitalismo con su división del trabajo
30
trataría a las personas como a esos animales de tiro a los que se les obliga a “portar
anteojeras” para no distraerse de su actividad explotada, como bien lo denunció Tristan
Tzara (1935, p. 211). No está de más recordar que Tzara hizo esta denuncia en un
momento de adhesión al surrealismo en el que se dedicaba de manera impetuosa al
anudamiento entre las perspectivas marxista y psicoanalítica, las cuales, por cierto,
permitían liberarse de anteojeras como las de la psicología y así deshacer la estrategia
capitalista de la división de trabajo intelectual: una estrategia cuyo propósito principal es y
ha sido siempre el de “dividir para reinar”, como lo señaló, con su acostumbrada
perspicacia, el más freudiano y marxista de los surrealistas, el genial René Crevel (1932,
p. 67).
 
 
CAPITALISMO Y PULSIÓN DE MUERTE
 
 
Ante la división del trabajo intelectual en el capitalismo, los marxistas disponen de un
arma tan poderosa como la concepción metapsicológica freudiana de la pulsión de
muerte; ésta, desafiando cualquier división, restituye lo psicológico a lo biológico y lo
biológico a lo físico y necrológico. La metapsicología de Freud consigue abolir así
cualquier barrera dualista entre lo espiritual y lo material y, de manera más precisa,
cualquier diferenciación ontológica insuperable entre lo mineral, lo vegetal, lo animal y lo
mental propiamente humano y, asimismo, de modo aún más preciso, cualquier distinción
tajante entre las diferentes facetas de lo humano, entre lo económico, lo social, lo
histórico y lo cultural, como lo muestra ulteriormente Freud (1927, 1929) al ahondar en
la incidencia de lo tanático en la civilización. Se presencia entonces el derrumbamiento de
la clásica jerarquía de los seres. Polvo eran y en polvo se convierten. Se transforman así
en lo que ya eran aun antes de precipitarse en el suelo de la materialidad inanimada que
los constituye, que nunca dejó de constituirlos, al menos en la perspectiva materialista y
monista en la que coinciden el psicoanálisis y el marxismo.
Si la teoría freudiana coincide efectivamente con la marxista en su materialismo y en
su monismo, como lo ha considerado Luria (1925), y si este materialismo y este
monismo son opciones teóricas y prácticas políticamente consonantes con el comunismo
y disonantes con el capitalismo y con la sociedad de clases, como lo han supuesto
Plejánov (1907) y Lenin (1908), entonces el psicoanálisis consecuente debe tener un
carácter intrínsecamente comunista, anticapitalista y anticlasista, en especial a través de
sus ideas más acentuadamente monistas y materialistas, como es el caso de la concepción
metapsicológica de la pulsión de muerte. Esta concepción, en efecto, parece contrariar al
sistema capitalista en al menos dos aspectos cruciales: por un lado, como ya se ha visto,
reúne de nuevo lo estratégicamente dividido por el capitalismo en el nivel ideológico-
31
científico del trabajo intelectual; por otro lado, en un sentido aún más radical, descubre lo
deliberadamente oculto por el mismo capitalismo en todos los niveles, esto es, la fuerza
letal y devastadora de la que se vale el capital para ejecutar de modo sistemático todas
sus operaciones.
La admisión del razonamiento anterior, al parecer admisible en la óptica del marxismo
freudiano soviético de los jóvenes Luria y Vygotsky, opone de manera diametral a la
posición freudomarxista austroalemana de Reich (1933), Fromm (1932) y Fenichel
(1935), quienes rechazaron la pulsión de muerte por considerar que desviaba la atenciónde lo en verdad destructivo, el sistema capitalista, y lo disculpaba en cierto modo al
atribuir su destructividad a un impulso mortífero ineliminable de la vida orgánica. Con su
concepción de la pulsión de muerte, Freud naturaliza la destructividad histórica del
capitalismo y así descarga la culpa del capital en la naturaleza. El conflicto psíquico entre
las pulsiones de vida y de muerte reemplazaría el conflicto social entre los individuos
humanos vibrantes de vida y su entorno capitalista rebosante de muerte.
¿Pero acaso no es posible representar el conflicto entre el capital y la humanidad como
una expresión de aquella lucha más fundamental entre la pulsión de muerte y la de vida?,
¿por qué esta lucha debería suplantar al conflicto social?, ¿y por qué la misma lucha
debería entenderse sólo en términos biológicos o psicológicos y no en términos
metapsicológicos?, ¿por qué una lucha como la que opone la muerte a la vida sería
exclusivamente natural y no cultural-histórica, sólo interna y no externa, sólo psíquica y
no social?, ¿acaso el mismo Freud no situó la oposición entre las pulsiones de vida y de
muerte en el exterior, en el seno de la sociedad, la historia y la cultura? Fue lo que hizo
en el Porvenir de una ilusión y en El malestar en la cultura (Freud, 1927, 1929). Y hay
que decir que aquí, en estas dos obras, la pulsión de muerte no sirvió de ningún modo,
como lo temía Reich (1933), para exonerar al capitalismo y las demás formaciones
socioeconómicas opresivas de la civilización, la cual, según los términos del propio Freud
(1927), “deja insatisfechos a un número muy grande de sus miembros y los empuja a la
revuelta”, y es justo por esto que “no tiene perspectivas de conservarse de manera
duradera ni lo merece” (p. 12).
 
 
CRÍTICA MARXISTA Y CONCEPCIÓN FREUDIANA
DE LA PULSIÓN DE MUERTE
 
 
La civilización, tal y como la representa Freud (1927), no merece dudar por ser injusta y
en extremo insatisfactoria para muchos, para las “clases relegadas”, para quienes sufren
un “plus de privación”, para los “oprimidos”, es decir, para aquellos cuya opresión es la
“premisa” de la satisfacción de los demás, de los “estratos favorecidos” (p. 12). Es
entonces la injusticia, la opresión de los de abajo y su resultante insatisfacción, lo que
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termina por comprometer la civilización a los ojos de un Freud casi marxista. Con
posterioridad, el mismo Freud (1929) insistió en el lado negativo de la civilización, en su
precio, el malestar que provoca, y reconoció, al intentar en vano deslindarse del
marxismo, que la “propiedad privada”, aunque no sea el instrumento “más poderoso” del
“gusto humano por la agresión”, es un instrumento “poderoso, sin duda” (p. 110). Si se
vincula este pasaje con el anterior y si se leen ambos en el conjunto de la reflexión
freudiana, se comprende que es la pulsión de muerte la que se vale de la propiedad
privada y otros medios para ejercerse, y que su ejercicio implica una situación de
injusticia, opresión y insatisfacción excedente de las mayorías, por la que sencillamente
debe concluirse que la civilización moderna, clasista y capitalista no merece durar. La
crítica de Freud no deja de ser demoledora y compatible con el marxismo por el hecho
de servirse de la concepción metapsicológica de la pulsión de muerte. En realidad, esta
concepción permite profundizar y radicalizar la crítica de la civilización, así como
enriquecer y vigorizar la descripción marxista de la destructividad capitalista. La misma
concepción freudiana de la pulsión de muerte y su oposición a la pulsión de vida puede
ayudar a escapar del simplista y poco marxista esquema reichiano de conflicto social
entre los individuos que desean vivir y el entorno capitalista que destruye sus vidas, de tal
modo que se reinterpreta este conflicto como un combate permanente que no sólo opone
al individuo a su entorno, sino que también divide al individuo en su interior, lo vuelve
contra sí mismo en un combate incesante y despiadado, desgarra su entorno, disocia la
sociedad, se traduce de forma directa en luchas de clases e indirecta en pugnas políticas,
resquebraja la cultura, enfrenta la civilización consigo misma y con la naturaleza, escinde
y contrapone ideas e ideologías, discursos e instituciones, lo mismo en el exterior que en
el interior de los sujetos.
Todo en el mundo humano se ve atravesado por aquello que Freud se representa
como una lucha encarnizada entre la pulsión de vida y la de muerte. Esta lucha se
expresa por innumerables contradicciones que, de modo alternativo, estructuran,
desestructuran y restructuran todo aquello a lo que se refiere la reflexión freudiana.
¿Cómo orientarse y posicionarse ante semejante abundancia y densidad de
contradicciones? En una situación como ésta, como bien lo advirtió Mao Tse-Tung
(1937), se corre el riesgo de “perdernos en un mar de humo” y de “no llegar a la médula
de los problemas” (p. 115). De ahí que Mao recomiende hacer una distinción entre las
múltiples “contradicciones secundarias” circundantes y la que él mismo denominó
“contradicción principal”, que definió como aquella contradicción que “desempeña el
papel dirigente y decisivo”, y “cuya existencia y desarrollo determina o influye en la
existencia y desarrollo de las demás contradicciones”, las cuales, por lo tanto, “ocupan
una posición secundaria y subordinada” (pp. 113-115).
Al ocuparse del mundo humano, es posible afirmar tan sólo que la contradicción
principal es la que opone la pulsión de vida y la de muerte, mientras que todas las demás
contradicciones quedarían subordinadas a ella y determinadas por ella, pero entonces se
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incurriría en una cierta naturalización y eternización ahistórica de los principios que rigen
la sociedad y la cultura, y no sería posible ver la manera en que las contradicciones
principales y secundarias “cambian de posición” en el curso de la historia (Tse-Tung,
1937, p. 114). Tan sólo se puede evitar esto al considerar la lucha entre la pulsión de vida
y la de muerte como un dispositivo teórico útil para elucidar y cuestionar un aspecto
fundamental de lo que está en juego en diversas contradicciones históricas, pero no como
una realidad objetiva natural y eterna que subyace a todas esas contradicciones y que las
determina tal como una contradicción principal determina a las secundarias.
 
 
CONTRADICCIÓN PRINCIPAL EN EL SISTEMA
CAPITALISTA
 
 
Lo cierto es que la contradicción principal, como bien lo sabía Mao, es una diferente en
cada situación histórica. ¿Significa esto que no es posible generalizar de ningún modo y
que el análisis debe circunscribirse a una situación histórica tan particular como la de
cierta coyuntura en cierto lugar del planeta?, ¿es preciso condenarse, entonces, a sólo
formular hipótesis acerca de acontecimientos o escenarios puntuales como tal régimen o
tal revolución o tal crisis económica? No necesariamente. Si no se desea limitar el análisis
a la contradicción principal de cierta situación coyuntural, entonces debe intentar
ascenderse lo más posible en el nivel de generalidad histórica hasta llegar a la
contradicción principal definitoria del sistema capitalista como situación estructural
constitutiva del mundo moderno e hipermoderno. ¿Y cuál es esta contradicción principal
del capitalismo? Gracias a todo lo descubierto por Marx (1844, 1858, 1863, 1866, 1867),
se sabe que es la contradicción entre el capital y la fuerza de trabajo, esto es,
respectivamente, en los distintos niveles en los que tal contradicción opera y se despliega:
entre los burgueses y los obreros, entre la fortuna de los primeros y la vida laboriosa que
es el único patrimonio de los segundos, entre la esencia del sistema y la existencia de los
trabajadores, entre el trabajo ya transmutado en riqueza y el que se convierte en riqueza,
entre el trabajo muerto (materializado en su producto) y el trabajo vivo (que se
materializa al producir lo que produce), entre el capital fijo que no se expande (el
ahorrado y acumulado o invertido en máquinas o materias primas) y el capitalvariable
que se expande (el invertido en mano de obra).
No hay que forzar la lectura de Marx, no es preciso leer ni más ni menos de lo que
dice, para percatarse de que la contradicción entre el capital y la fuerza de trabajo
constituye una configuración estructural histórica específica de la contradicción general
que se halla en el centro de la reflexión de Freud en el decenio de 1920: contradicción
entre la cosa y la persona, entre lo inorgánico y lo orgánico, entre la materia física
inanimada y el cuerpo humano animado, entre lo mineral y lo animal humano, entre el
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oro y el alma, entre la bolsa y la vida, es decir, en el contexto histórico del mundo
moderno investigado por Marx, entre el sistema y los explotados por el sistema, entre la
destrucción capitalista y sus víctimas, entre el capitalismo que acaba con las vidas
transmutadas en dinero y estas vidas que se consumen al transformarse en dinero, entre
el impulso mortífero del capitalismo y la fuerza vital de aquellos a los que explota, entre
la pulsión de muerte del capital y la pulsión de vida en sus explotados.
Para no recaer en la dicotomía reichiana en la que se opone el individuo explotado a su
entorno capitalista explotador, hay que entender bien que la contradicción entre el capital
mortífero y la fuerza vital de trabajo cruza transversalmente al individuo, lo mismo que a
su entorno. La contradicción, en efecto, no es entre el entorno y el individuo, sino que es
precisamente aquello por lo cual se diferencia y distancia el entorno del individuo, como
bien lo vislumbró Adorno (1955) al servirse de sus instrumentos conceptuales de
inspiración marxista y freudiana para problematizar la distinción entre la psicología y la
sociología. Sin embargo, además de separar al entorno del individuo, la contradicción
principal del capitalismo, como ya se ha señalado, desgarra en su interior al individuo y
también a su entorno. Esto hace que el capital con su pulsión de muerte no se despliegue
tan sólo en el entorno, sino que, tal y como interviene en la dialéctica de Marx, pueda
revestir la forma de fuerzas psíquicas o impulsos subjetivos, que se encarna en un sujeto,
en una clase como la burguesa, en un individuo como el capitalista, pero también, de
manera desconcertante, en uno como el trabajador. En sentido correlativo, el trabajo
explotado, como exteriorización de la pulsión de vida, no es tan sólo el de la fuerza de
trabajo del individuo, sino que, una vez adquirido por el capital, se transforma en aquello
por lo que se anima el entorno, es decir, aquello mismo con lo que el sistema capitalista
explota, con su pulsión de muerte, la fuerza vital del individuo. Hay al menos cuatro
configuraciones paradójicas en las cuales, en lugar de individuos trabajadores explotados
por su entorno capitalista, vemos: a) a trabajadores explotados a través de los cuales vive
el mismo capital que los explota; b) capitalistas que deben destruir a los trabajadores y
destruirse a sí mismos al personificar el capital mortífero que los destruye al explotarlos;
c) materia inanimada que se anima con el impulso vital agonizante arrancado a los
trabajadores explotados; y d) capital muerto que sólo vive de matar, al matar y por matar.
Es preciso ahora detenerse de manera breve en estas cuatro configuraciones del capital:
como ser vivo, como ser mortífero, como ser muriente y como ser muerto-vivo. En los
cuatro casos, tal y como se presentan en Marx, se intentará enfatizar el papel jugado por
lo que Freud concibe como pulsión de muerte.
 
 
EL PROLETARIO Y EL CAPITALISTA: CAPITAL
COMO SER VIVO Y MORTÍFERO
 
 
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El capital con su pulsión de muerte no sólo se despliega en el sistema impersonal por el
que explota a las personas, sino también a través de los individuos que lo representan y
que hacen posible que explote. La representación puede ser aquí directa o indirecta.
Entre los representantes indirectos del capital se hallan empleados concienzudos
identificados con sus empresas, así como “lobistas”, abogados y publicistas, y desde
luego dóciles gobernantes y policías represivos. Todos estos personajes no representan
directamente al capital, sino a sus representantes directos, a los capitalistas, a los que
Marx (1867) describió, con mucha razón, como “capital personificado, dotado de
conciencia y voluntad” (p. 109).
Es el capital el que piensa y quiere, el que adquiere conciencia y voluntad, a través del
psiquismo del capitalista. Es como si el capitalista estuviera poseído por el capital. Desde
luego que el capital requiere la cabeza de un ser humano para poder tener conciencia y
voluntad, pero una vez que dispone de una, un cerebro y una mente, su portador ya no
es capaz de pensar y querer sino aquello que piensa y quiere el capital. Será el capital el
que piense y quiera en su lugar, con sus neuronas y con sus facultades mentales, con su
conciencia y con su voluntad. Habrá entonces un capitalista en lugar de un ser humano.
En lugar de una persona existirá la personificación del capital con su pulsión de muerte.
La fuerza mortífera del capital hará que los capitalistas, al explotar, se conviertan en
asesinos de los trabajadores explotados, a los que robará toda su vida y todas sus ganas
de vivir, los consumirá y desgastará para después deshacerse de sus restos, hasta
extenuarlos y envenenarlos; los enfermará de cánceres y otros males terminales, hasta
morir de forma prematura, “desrealizándolos” hasta conducirlos a “la muerte por
inanición” (Marx, 1844, pp. 105-106).
Al explotar a sus trabajadores, el capitalista es literalmente un asesino que los mata,
pues convierte sus vidas explotadas como fuerza de trabajo, en algo inanimado, muerto,
como es el plusvalor, el suplemento dinerario que viene a sumarse al capital. La
explotación, la “autovalorización” del capital por el trabajo, es un proceso en el que la
vida explotada se consume como fuerza de trabajo para convertirse en algo tan muerto
como el capital explotador: este capital inanimado crece a costa del ser vivo explotado; la
vida orgánica se vuelve dinero inorgánico; “el trabajo pasado sustituye al trabajo vivo”
(Marx, 1866, p. 24). En lugar de los obreros que trabajan con todo el vigor de sus vidas,
tan sólo quedan las cosas muertas que producen, así como lo más importante, aquello
por lo que se producen las cosas y por lo que se consumen las existencias de los obreros,
esto es, las cuentas, los números, esas cifras inmóviles que son el propósito de todo lo
que ocurre en el sistema capitalista.
El capitalismo existe para producir lo muerto a partir de lo vivo. Es para matar la vida
que opera el capital con su pulsión de muerte. Es para lo mismo que el capital requiere su
personificación en el capitalista que le da su voluntad y su conciencia. Gracias a la cabeza
del capitalista, el capital puede querer matar mediante la explotación y puede también
saber cómo hacerlo. Es la mente criminal del capitalista la que le permite al capital
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realizar ese inmenso crimen que amenaza hoy día a la humanidad entera. Desde luego
que aquí el capitalista, poseído por el capital como por un demonio, es más víctima que
verdugo: su vida es tan explotada por el capital como la del trabajador. Por lo demás, al
trabajar para el capital, el propio trabajador es tan responsable del crimen del capitalismo
como el mismo capitalista. Si el capitalista le da su conciencia y su voluntad al capital, el
obrero le proporciona su vida misma, su “alma” y su “nervio”, que radican en el “trabajo
vivo” (Marx, 1866, p. 40).El trabajo hace vivir al capital cuya vida es la muerte de la
vida. El capital con su pulsión de muerte no sólo vive del obrero, sino que vive la vida
misma del obrero. Esta vida es la del capital. Es por esto que Marx puede llegar a
describir al trabajador como “capital viviente” (Marx, 1844, p. 123). Si el capital puede
vivir para matar la vida, es gracias al proletariado que vive para mantener vivo al capital.
Es con la vida misma de los obreros con la que el capital destruye sus vidas. Esta vida se
la quitan

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