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Carlos García Gual Introducción a la mitología griega Religión y * * * δ I . lejada tanto del repertorio de m itos co m o del m anual d ; mitograf'ía, la presente IN T R O D U C C IÓ N A LA M IT O L O G ÍA G R IE G A pretende facilitar la aproxim ación a estos antiguos relatos y ofrecer algunas reflexiones previas a su lectura o re lectura. Partiendo de un estudio de su peculiar trad i ción y transm isión, y subrayando la fun ción social y la p erviven tia de la m ito logía en su con texto h istó rico y en la cultura occidental, C A R L O S G A R C ÍA G U A I. exam ina, desde una perspectiva a la vez críti ca y d idáctica, los temas y figuras m ás representati vos de ese am p lio repertorio narrativo, rem em ora los rasgos esenciale.; de los dioses y héroes griegos y, finalm ente, analiza las interpretaciones m ás sign ifi cativas que se han fo rm u lad o desde el in icio de la Edad M oderna sobre ese co n glo m erad o de m itos. E l l ib r o d e b o ls illo H u m a n id a d e s Religión y mitología j Carlos García Gual Introducción a la mitología griega El libro de bolsillo Religion y mitología Alianza Editorial Armauirumque Armauirumque Humanidades Prim era e d itio n en «Ei l.ihro do Bolsillo»: 1992 C u arta reim presión : 1998 P rim era edición en «Arca de conocim ien to : H um anidades»: 1999 Segunda reim presión : 2004 D iseño de cubierta: Alianza Editorial Ilustración: C orreggio. Zeus y ¡o. (detalle) M usco de H istoria de l Arte. Vicna © C urios G a rd a C ual © Alianza Editorial, S. A., M adrid , 1992,1993,1994,1995,199», 1999, 2001,2004 Calle Juan Ignacio Luca de T ena, 15; 28027 M adrid; teléfono 91 393 88 88 mvw.iilianzaeditorial.es ISBN: 8-1-206-3535-9 D epósito legal: M . 10.140-2004 I 'o tocom posic ión e im presión: pfca, s. a. A modo de prólogo Tan sólo unas cuan tas líneas para indicar lo que este libro quiere ser y lo que no. Por lo p ron to , indicaré de antem ano que no es ni pretende ser un repertorio mítico ni un manual de m itología. T am poco una divagación literaria acerca de los atractivos de los m itos griegos y su proyección artística. No voy a recom endar esos relatos que se recom iendan a sí m ism os. Tan sólo pretendo facilitar la perspectiva de su es tudio y ofrecer algunas reflexiones previas a su lectura o re lectura. Somos ya sólo lectores descreídos de esos fascinantes rela tos. Penetram os en ese m undo imaginario de la mitología, un entram ado quim érico y fantasmagórico, a través de los textos más o m enos clásicos, pero siem pre antiguos, y de algunas imágenes del arte griego o rom ano. Λ través de los poetas y mitógrafos escuchamos la lejana melodía. Incluso en otra len gua, en traducciones y en alusiones truncadas, percibim os su poesía y su extraordinaria seducción y, acaso, algo de la anti gua religiosidad ligada a los personajes divinos y heroicos que los anim an. Estas páginas son tan sólo una invitación a fre cuentar esos antiguos relatos. Una introducción a ese mundo dram át ico y memorable, basada en algunas reflexiones y múl tiples lecturas. 7 A M O W ) Ι)Ι·, Ι'ΚΟ ΙΛΚ ίΟ Para osta visión do conjunto he utilizado num erosas pági nas de un librillo que publiqué hace años on Barcelona -en una editorial do cuyo nom bro no quiero acordarm e- titulado La mitología. Interpretaciones del pensamiento mítico, y unos apuntes sobro las características de los m itos griegos y sus grandes figuras, dioses y héroes m ás conspicuos. Croo que am bas partes están bien ensam bladas y se ilustran m u tu a mente. (Por adelantado pido disculpas por si ha quedado en esas páginas alguna repetición inad vertida.) Queda así el libro conform ado en tres partes: sentidos del m ito, principales temas y personajes de la mitología griega e interpretaciones do osos m itos y osa mitología. Como decía, estos apuntes surgen de numerosas lecturas, y he querido alu d ir a todas ellas. De ahí que ofrezca muchas referencias p u n tuales a libros y artículos. lisas referencias no tienen nunca un propósito erudito. Podría haberlas m ultiplicado fácilmente. T an sólo he señalado aquellos libros o ensayos que me han pa recido atract ivos o pertinentes, a riesgo do ser subjetivo e in com pleto. Espero haber indicado con precisión las d ireccio nes m ássugeren tesdelos estudios m itológicos actuales. He pretendido exponer los problem as y cuestiones con la mayor sencillez y claridad. Sigo el consejo de J. L. Borges: «No debem os buscar la confusión ya que propendem os fácilmente a ella». Y en este terreno de los estudios sobre mitología no fal lan los com entadores confusos. No sé si habró logrado evitar la oscuridad, pero lo he intentado una y otra vez. M adrid , l d e en ero d e 1992 Primera parte Definiciones 1. Propuesta de definición del término mito 1 La palabra mito, que tiene un tufillo de cultism o y una n o ta ble vaguedad en su significado, ha logrado estos añ o s una notable difusión . Se habla de «el m ito de la m ascuiinidad», «el m ito de la un idad árabe», o se d ic tam ina que «el instin to m aternal es sólo un m ito necesario». La calificación de una idea, una teoría o incluso una determ inada figura com o «un m ito» expresa lina cierta valoración, no siem pre negativa. Hay un perfum e llam ado «m ito» y la palabra aparece referi da tam bién a cierto autom óvil com o un elogio superlativo. No es tan sólo en el uso coloquial y periodístico donde apa rece el té rm ino cargado de conno tac iones varias. Hace ya tiem po E. C assirer tituló un espléndido lib ro EÍ mito del Es tado; hace años O ctavio Paz escribió que «el m odern ism o es un m ito vacío», y J. Gil de Biedm a, refiriéndose a su niñez, confesaba en u n poem a que «De m i pequeño reino a fo rtu nado / me quedó esta costum bre de calor / y una im posible propensión al mito». N o sirve de m ucho acudir al Diccionario de la Real Acade mia. (Sirve tan sólo para advertir qué anticuada ha quedado ¡¡ 12 I. P M ÏM iü O N E S la definición allí propuesta.) Porque defin ir mito com o «fá bula, ficción alegórica, especialm ente en m ateria religiosa» es rem itir a u n a acepción arqueológica» un tan to d iecio chesca, válida tan sólo p a ra ilustrados y retóricos de hace m ás d ed o s siglos. (Esa definición ya estaba anticuada cuan d o la Academia decidió recogerla palabra en su Diccionario, en su edición de 1884> hace algo más de cien años.) I ai m en ción del té rm ino «fábula» rem ite a un vocablo latino utiliza d o para trad u c ir el griego mythos; pero hoy fiibula en un sentido tan genérico resulta un latinism o. Q ue el m ito sea u na «ficción alegórica» es el resultado de una visión «ilus trada» y «racionalista», una concepción muy an tigua y de larga persistencia, pero hoy totalm ente arrum bada y en de suso. Para explicarnos el am plio uso del té rm ino en la ac tu a li d ad podem os p ensar en su s atractivas conno tac iones y en su im precisa deno tac ión . A lo que aparece com o fabuloso, ex trao rd inario , prestigioso, fascinante, pero, a la vez> com o increíble del todo , incapaz de som eterse a verificación o b jetiva, quim érico, fantástico y seductor, parece convenirle el sustantivo m ito o el adjetivo mítico. En su aspecto negativo, el m ito está m ás allá de lo real, pertenece al ám b ito de lo «fabuloso» y de la «ficción». Fulgurantes figuras del espec táculo, ca tapultadas por sus éxitos deslum brantes y la p ro paganda exagerada a sublim es a ltu ras , se conv ierten en «mitos». Ideas fundam entales o creencias de secular solidez pueden ser calificadas de «m itos», y con ello se les niega su objetividad y se las encuad ra en el ám bito ficticio y q u im é rico de lo im aginario . F.l té rm in o mito puede ser una am bi gua etiqueta. A tal propósito , no estará de más evocar el brillante epílo go de RolandRarthes en sus Mythologies ( 1957), que I leva el títu lo de «El m ito, hoy», donde trata con perspicaz agudeza de los sentidos y usos de la palab ra w/ío, en el contexto con tem poráneo. Frente a los m itos antiguos están los m itos mo- I. PROPKKMA in. IH.HNH ION DPI TfiKMINO ΛΟΓΟ 13 dem o s que Barthes analiza y de los que investiga su trasfon- do ideológico. C on su enfoque sem iótico ese ensayo de Bar thes m erece una relectura. Pero no es de esas m itologías ni de esos m itos constru idos por la m odern idad y m anipula* dos p o r la política y la propaganda de los m edios de com u nicación de lo que vam os a tra ta r en estas páginas. N uestro objetivo es acercarnos a los m itos antiguos, a la m itología griega» tal co/no está constituida en su propia t r a dición y tal com o ha sido heredada por la tradición de la cu l tu ra europea. Vamos a tratar de esos mitos» en el sentido más clásico y antiguo, no de los nuevos» renovados o m odernos m itos. De esos m itos de los que cabe preguntarse si los g rie gos creyeron en ellos y hasta d ó n d e y cuándo funcionaron com o tales, com o hace P. Veyne. Pero que están ahí, en los textos de la literatura clásica y en las im ágenes del arte g rie go, y form an un repertorio b ien delim itado: la mitología clá sica. Parece, en principio, que defin ir el té rm ino en esta acep ción ha de resultar bastante m ás fácil. Y, sin em bargo, ta m bién en este uso, m ás histórico y científico, encontram os d i ficultades. A ntropólogos, filólogos, psicólogos, sociólogos y teólogos m anejan el té rm ino con tales divergencias que se ha dicho que la palabra puede recubrir «connotaciones in fi nitas», aun cuando tuviera u n a denotación com ún a todos esos usos, h is distintas perspectivas, en sus enfoques part icu- lares, privilegian aspectos del m ito y acepciones convenien tes a su propia teorización, de m odo que no es tan evidente hallar un núcleo sem ántico com ún a todos ellos. Se podría exagerar y decir que las definiciones del m ito son casi tantas com o las perspectivas m etódicas sobre él. Ni siquiera los es tud iosos de los m itos griegos y las m itologías h istóricas coinciden en sus definiciones. Unas veces, p o r un exceso de sim plic idad , se proponen definiciones dem asiado precisas. Por ejem plo, la de Jan de Vries, que dice: «M itos son historias de dioses. Quien habla Μ ». i >i h n h :i o s i n de m itos tiene, po r tan to , que hablar d e dioses. De lo que se deduce que la m itología es una parte de la religión»1, (lis cierto que m uchos m itos tra tan de d ioses, pero no todos; m uchos y los m ayores m itos 1 ienen un fondo religioso, pero no todos; algunos se relacionan con el «cuento popular», el folktale, y no requieren la fe religiosa.) La relación en tre m i tología y religión es im portan te , pero m ás com pleja de lo que frases tan rápidas presuponen. Los antropólogos, tan to los funcionalistas com o los es- tructu ra lislas, han enfocado el m ito desde una perspectiva am plia y con una concepción pene tran te de su con figu ra ción y lunción, destacando su significado en el contexto social o su valor com o in stru m en to m ental en la representación colectiva del m u ndo de la m entalidad arcaica. Tanto unos com o otros han visto en el m ito una form a de representar la realidad, un m olde im aginario de com prender y dar sentido a la situación y actuación del hom bre en ese m u ndo com prensible y dom esticado gracias a los mitos, lisa m irada am plia de los an tropólogos es, para el es tud ioso actual, algo irrenunciable. Pero tanto contra los sim bolistas, com o contra los fundo» nalistasy losestructuralisL is -co n tra M alinowski, M. Kliade y C. Lévi-Strauss, por ejem plo-, cabe expresar una protesta crítica , com o hizo G. S. K irk en su excelente libro sobre El m ito (1970): «No hay n inguna defin ición del mito. No hay ninguna form a platónica del m ito que se ajuste a todos los casos reales. Los m itos (...) difieren eno rm em en te en su m orfología y su función social»2. Los reparos y cautelas del profesor K irk han sido aleccio nadores. Desde su perspectiva de helenista e h isto riador del pensam iento .griego, conocedor riguroso de tradición helé nica, pero tam bién com o buen lector de la m oderna biblio grafía sobre estas cuestiones, Kirk se m uestra escéptico en cu an to a d e fin ir de m o d o unívoco y preciso el vocablo m ito. A ceptar una definición sesgada supone ya decantarse I. I'KO l'U I.STA n r Μ Η Κ Κ Ί Ο Ν I)»·.!. I fR M IN D MITO IS por un enfoque definido, parcia 1, que excluye otros posibles; supone privilegiar ciertos m itos y recortar y descartar otros. Pero, ¿no resulta excesiva esa renuncia a cua lqu ier defin i ción unitaria? ¿No conlleva esto una exagerada asepsia críti ca? Sin lina cierta delim itación , y Ja defin ición no es o tra cosa, de objetos y objetivos, ¿cóm o trazar una aproxim ación m etódica a la mitología? A ndam os que el term ino mitología tam poco le parece útil a G. S. Kirk. Q uien, sin em bargo, traza una d istinción m uy clara d e sus dos acepciones básicas: repertorio de mitos y es tudio de los m itos. Pero sobre este punto volverem os niás adelante. Por de pronto , señalem os que aquí no vam os a tra tar del «mito» com o una form a de pensam iento prim itivo, com o Denkform, en esa acepción un tanto idealista que está en la visión de la cu ltu ra helénica com o u n progreso «del mito al logos», Votu Mythos zu m Logos, según el famoso títu lo de nn claro libro de W. Nestle. 2 A ñadam os a las dificultades m encionadas las que algunos estud iosos han señalado respecto de los usos del té rm ino griego mythos. Sin etim ología clara, puesto que no aparece n ingún térm ino de la mism a raíz en otras lenguas indoeuro peas, la palabra se va defin iendo en la litera tu ra griega. M. D etienne, !.. Brisson y C. C alam e han es tud iado bien \ desde una precisa observación filológica y con finos análisis, la progresiva defin ición de! té rm in o desde H om ero hasta Platón, lin oposición a lógos, la palabra m ythos pasa a desig nar el «relato tradicional, fabuloso y acaso engañador» (y ya P índaro lo em plea en tal sentido ’), en contraste con el relato razonado y objetivo. Platón inventa sus mythoi, que p re ten den encubrir alegóricam ente verdades que están más allá de lo com probable m ediante el lógos. Ks probablem ente en los 16 I. IH-WNIf.lONhS tiem pos de la Sofística cu ando m ythos - e n co n tra ste con logos- se perfila con ese significado d e «viejo relato» (ce r cano a los cuentos de vieja, tabulación fantasiosa, pero no forzosam ente falsa, 110 s iem prepseudos, aunque no garan ti ce tam poco la alétheia, la veracidad)* Los usos del vocablo m ythos en Platón son muy sin tom áticos de su evolución se m ántica y de sus varias connotaciones. Por o tro lado, Platón utiliza ya el té rm ino «mitología», mythologie, en una acep ción plenam ente m oderna, con una precisa conciencia de lo que un repertorio m ítico supone p a ra un a sociedad tra d i cional. Aunque no todos los em pleos del té rm ino en la época clá sica indiquen ese valor léxico bien definido, parece razona ble pensar que P latón ha lom ado de la época esa oposición en tre mythos y higos t y que otros coetáneos suyos eran bien conscientes de la significación de m ythos que Platón atesti gua, pero no inventa 5. Es muy interesante que Aristóteles, en su Poética, em plee la palabra en dos sentidos: com o relato tradicional y com o argum ento dram ático . (Recordemossque los argum entos trágicos eran «relatos heredados», m ytho i paradedoménoi *.) Para uno y o tro siguieron los latinos em pleando una m ism a palabra: fabula. A p artir de la Poética de Aristóteles se acentúa, pues, esta coincidencia entre esos dos aspectos del mythos: el relato tradicional y arcaico,venido de m uy atrás, y la ficción litera ria, que el d ram atu rgo crea sobre una pauta «mítica». Fabu lae son para un la tino tanto los textos de un A polodoro o un Higino, repertorios mitológicos, com o las tragedias de Eurí pides o las com edias de Aristófanes. Los poetas helenísticos y los rom anos, que utilizan los antiguos mitos en sus alusio nes y en sus recreaciones poéticas, con tribuyen tam bién a esa consideración de los m itos com o fabulae, ficciones o fa- bulaciones. Las M etamorfosis de O vidio son mitos ya recon tados com o literatura, guiada por el m ero placer de narrar, su L ustzu fabulieretr, según la frase goethiana; donde los m i I. I'ROPUfcSTA I) F DFHNK.ICVN DF.t. 1ÉRMINO M H O 17 tos son argum entos para la poesía cuyo origen y t rasfondo religioso se perciben apenas com o una gracia arcaica que late en la tram a ingenua que el poeta O vidio sutilm ente re pinta y recrea. Esa confusión entre los relatos arcaicos y las ficciones poéticas» designados unos y o tra s con el vocablo fabulae, persiste a lo largo de la trad ic ión medieval y renacentista. Sólo en el siglo xvm, gracias al descubrim iento de otras m i tologías y de las reflexiones de los sim bolistas acerca de los pueblos prim itivos, volverá a d istingu irse el «mito» de la «ficción» p o é tica7. Será C hristian G ottlob H eyne, a finales del siglo, qu ien introduzca, en su docta prosa latina, el té r m ino mythos y lo redefina -e n oposición a fa b u la - con una significación sorprendentem ente m o derna8. Su ensayo «In terpretación del lenguaje m ítico o sim bólico de acuerdo con sus orígenes y las reglas derivadas del mism o» (Sermonis mythici sivesymbolici interpretatio ad causiis ed rationes duc tas inde regulas revocata), de 1807, le acredita com o el fun dador de los estud ios de M itología con perspectiva m oder na. Es la época de Vico, los Schlegel, Herder, Schelling, etc. Los Prolegomena zu einer wisscnschaftliche M ythologie de K. O. M uller aparecen algo después» en 1824. La M itología com o d iscip lina «científica» avanza ya sobre u n cam ino firme. 3 Con todo esto se perfila el cam po de investigación. Pero el problem a de defin ir el térm ino mito sigue en pie. M antener escépticam ente el rechazo de lina definición general m ín i ma, que nos perm ita d istingu ir qué es lo que consideram os propiam ente un m ito y qué no, es decir, advertir qué usos del térm ino consideram os pertinen tes y que acepciones de sestim am os en la batahola de sus aplicaciones, nos parece 18 i. í >i :h n k :i o n i .s extrem ado. In tentem os p a r t i r de una defin ición m ín im a, que perm ita delim itar el ob je to del que vam os a t ra ta r9. Un ese sentido, p ropondré la siguiente: «M ito es un relato trad i cional que refiere la ac tuación m em orable y ejem plar de unos personajes extraord inarios en un tiem po prestigioso y lejano». lil m ito os un relato, una narrac ión , que puede contener elem entos sim bólicos, pero que, frente a los sím bolos o a las im ágenes de carácter pun tua l, se caracteriza por presen tar una «historia», liste relato viene de tiem pos atrás y es co n o cido de m uchos, y aceptado y transm itido de generación en generación. Es lo contrario de los relatos inventados o de las ficciones m om entáneas. Los m itos son «historias de la t r i bu» y viven «en el pats de la m em oria» com unitaria . La fra- dición mítica es un fenóm eno social que puede presentar va riaciones culturales notables, pero que existe siem pre, y en G recia presenta una singular libertad , com o destacarem os luego ,ü. I;l relato mítico tiene un cardctcr dramático y ejem plar. Se trata siem pre de acciones de excepcional interés para la com unidad , po rque explican aspectos im portan tes de la vida social m edian te la narrac ión de cóm o se produ jeron p o r prim era vez tales o cuales hechos. Ese valor paradigm á tico de los mitos es uno de sus trazos más destacados p o r los funcionalistas (M alinowski, y tam bién M . Eliade). El d ra m atism o de los m itos los caracteriza con una alegre y feroz espontaneidad. En el ám bito narrativo desfilan fulgurantes actores y allí se cum plen las acciones m ás extraord inarias: creación y destrucción de mu ndos, aparici ón de dioses y hé roes, terrib les encuen tros con los m onstruos, etc.; todo es posible en ese m undo coloreado y mágico del mito M. Ese ca rácter d ram ático caracteriza a estos relatos frente a las tra m as verosím iles de o tras narrac iones, o frente al esquem a abstracto de las explicaciones lógicas. El m ito explica e ilus tra el m undo m ediante la narración de sucesos m aravillosos y ejem plares12. I. ΡΚΟ Ι’υ ΐύ ΊΆ i>r W T IM U r tN HI I I fH M IN O Λ Η ίο i9 Los aclorcs de los episodios m íticos son seres ex trao rd i narios, fúndam e ntalm ente seres divinos, ya sean dioses o fi guras em parentadas con ellos, com o los héroes de la m ito lo gía griega. Son m ás que hum anos y actúan en un m arco de posibilidades superio r al de la realidad natural. Ahí están los seres prim igenios, cuya acción da lugar al m undo, y los dioses que intervienen en el orden d e las cosas y de la vida hum ana, y los héroes civil i/.adores, que abren cam inos y los despejan de m onstruos y de som bras, lín fin, ahí están los seres ext ra- o rd inarios cuyas acciones han m arcado y dejado una huella perenne en ef cu rso del m undo. M ediante la rem em oración de esos sucesos prim ordiales y la evocación de esas hazañas heroicas y divinas, la narrac ión m ítica explica por qué las cosas son así y sitúa las causas de esos procesos originales en un tiem po prim ordial. I lay u nos tem as esencialm ente míti* eos, los que se refieren al com ienzo de las cosas: la cosm ogo nía y la teogonia, y los que se refieren al final de lodo, al más allá de la m uerte y del tiem po terrestre: la escalología. Hero los m itos explican tam bién la causa de m uchos usos y cos tum bres, de m ás o m onos im portancia , que so» de interés colectivo1'. Los mitos tratan del com ienzo, del arché, y d e las causas, aitíai, del universo y> en especial, de la vida hu m an a1 Kn ese interés explicativo y eliológico (aitías-légeitt) sufren luego la com petencia de la filosofía en la cu ltura griega (des de el siglo vi a .C .) l\ Pero la explicación m ítica es la m ás an tigua, y, en cierto m odo, subsiste replegándose a ciertos tem as al enfrentarse con otros tipos de explicación, más lógicos o científicos. Los hechos narrados por los m itos revisten una form a d ram á ti ca y hum anizada, de m odo que sus actores pueden tener for m a hum ana, un tanto magnificada, com o los dioses y héroes griegos, por ejemplo; o no, com o los seres m onstruosos pri m igenios de m uchas m itologías, pero ac tú an y se m ueven an im ados por im pulsos com o los de los hum anos. Así, por ejem plo, el Cielo y la T ierra, que están en los com ienzos de 20 I. U kH N IW O N FS los reíalos cosm ogónicos, se am an, se unen y se separan com o una pareja deam antes, y los poderes sobrenaturales se engendran y destruyen com o los anim ales. Kn cierto m odo, podem os decir que la configuración de las fuerzas naturales en form as próxim as a lo hum ant) es un rasgo básico en la representación m ítica. El an tropom orfis m o de los dioses es uno de los trazos mtís característicos de la mitología griega. Pero tal vez podríam os postular que ese hum anizar la naturaleza, en cuanto a represen tarla com o poblada o an im ada por seros sobrenaturales dotados de for m as, deseos, e im pulsos, próxim os a los de los hom bres, se encuen tra en la raíz de to d o el pensar m itológico. Hay d io sos con form as m onstruosas, com o los egipcios con cabeza d e anim ales, o los de la Ind ia, que m ultiplican sus brazos o aparecen com o trem endas fieras o sabios elefantes, c ie rta m ente. Pero bajo todas esas m áscarasse mueven com o seres hum anos; com o seres hum anos do tados de una inm ensa li bertad de acción y un incalculable poderío . Los m itos nos ofrecen una explicación del universo ani m ado por fuerzas y figuras de rostro hum ano, es decir, con un sentido a la altura del hom bre. Ya sea que esto se explique porque D ios h izo al hom bre a su imagen y sem ejanza, o al contrario , esta hum ana an im a ción del cosm os nos parece algo muy significativo. La inge nu idad del m ito no se p lan tea n inguna duda sob re este supuesto. La explicación filosófica significa, desde u n co m ienzo, la renuncia a él. Entre afirm ar que el fundam ento y origen del m undo, el archéd e todo, es Océano, com o dice un antiguo mito helénico, o afirm ar que es «el agua», com o afir m ó Tales de Mi leto, hay una enorm e distancia. La ac titud es piritual con que el filósofo se enfrenta a las cosas está opues ta a la del creyente en los m itos, para qu ien toda la v ida está m arcada por los efectos de una historia sagrada, que ve en la naturaleza las huellas de las divinidades creadoras y o rgani zadoras del m undo. Para <íl las cosas son así porque los dio- 1. PROPUESTA |>h IM -H N IC IO N OKI. TÉRM INO .WITÏ) 21 ses las hicieron así, y hay que vivir según unas pautas que los dioses, o los héroes, m arcaron con su acción ejemplar. Kn las cerem onias festivas, en los rito s y en la mim esis de los d ra mas sacros, el creyente revive y rem em ora esa historia sagra da, y así participa en la recreación de esos hechos. 4 La narración m ítica nos habla d e un tiem po prestigioso y le jano, el tiem po de los com ienzos, el de los dioses, o el de los héroes que aún tenían tratos con los dioses, un tiem po que es el de los orígenes de las cosas, un tiem po que es d istin to del d e la vida real, aunque p o r m edio de la rem em oración y evocación ritua l puede acaso renacer en éste. Ese O tro Tiem po, que los m itos aus tra lianos llam an «el tiem po del sueño» o alcherittga, es aquel en el que los seres sobrenatu rales, dioses o m onstruos originarios» actúan y con sus ac ciones crean las cosas, es el tiem po de los orígenes. Los ritos unidos a la recordación de tales o cuales sucesos m íticos tra tan de establecer una com unicación con ese tiem po fu n d a cional, y sagrado l<\ En muchas cu ltu ras encontram os un m ito que nos cuenta el deterio ro progresivo o sim plem ente la ru p tu ra tem poral entre el tiem po prim ordial y el de nuestra vida. Así en el P ró xim o O riente y en («recia tenem os el m ito de las lidades, de signadas con nom bre de m etales para referir esta decaden cia. Kn la versión hesiódica son las Edades de Oro, de la Plata, del Bronce, de los H éroes (un claro añadido típ ica m ente helénico al esquem a general) y del H ierro. Los hu m a nos vivim os en esta edad, la del Hierro, lam entable y oscura. Sería fácil en co n tra r ejem plos paralelos en o tros pueblos. Insistir en la función social que tienen los relatos m íticos es muy conveniente. Tanto M alinowski com o Mircea Elkade, por citar sólo dos nom bres bien conocidos, han destacado 22 i. nm W H ti>NKs este aspecto funcional de los m itos. Ahí podem os encon trar un punto de apoyo para la d istinción en tre m itos y cuentos populares. (Ya lo señaló tam bién V. Propp en su obra Ims rai- cvs históricas del cuento populor.) lil m ito es sentido com o se rio y vera/., con un halo de so lem nidad variable, pero que está un ido en m uchos casos al cariz religioso de los mitos fundam entales. A unque es un trazo más am plio que el de su carácter religioso. Pensem os, p o r ejemplo, en algunos mitos heroicos griegos. Parece d iscutib le que todos tuv ieran un trasfondo religioso, y la desproporción frecuente en tre m i tos y rito s en el m u n d o helénico apoya osla d istinción . Sin em bargo, cualquier historia m ítica conserva un valor para· digm át ico, com o ejem plo heroico, que es d istin to del cari/, de en tre tenim iento y diversión de otros relatos del folktale, sean cuentos m aravillosos o h isto rie tas de tipo novelesco. Sé bien que en algún caso concreto esa d istinción puede ser difícil de t razar, pero en la teoría general resulta úti 1 y cla ra. Y, creo> podríam os postu larla com o universal. A unque es cierto que en m uchos cuentos popu lares puede rastrearse el eco de a lgunos m itos, o que tales cuentos puedan verse com o m itos decaídos, unos y o tro s relatos pueden d is tin guirse p o r su función social. Se ha dicho que el cuento m a ravilloso, el Miircheti, es «el hijo m iniado y echado a perder» del mito; y eso vale para algunos cuentos. Pero, aunque coin cidan cuento y mito en la evocación de una atm ósfera m ara villosa y en la ac tuación de seres prod ig iosos, los m eca nism os de uno y o tro tipo de relatos trad ic ionales son, atendiendo a su función e incluso a su es truc tu ra narrativa (m ás fija, en princip io , en el cuento), diversas. La m en tali dad m ítica tiene algo en com ún con la im aginación infantil, ciertam ente, y el lector actual puede ver com o cuentos algu nos m itos de cu ltu ras y pueblos ex traños. Sin em bargo, el encanto del cuento y el del m ito son sentidos com o disi intos por los receptores habituales de am bos, en la cu ltura o rig i naria. Para el prim itivo la vana tabulación de los relatos fan- 1 l'HOl'L’B T A ni: D iJ J N N ION D I I Τ ΡΚ Μ ΙΝ Ο ;Mi/tí 23 tásticos está radicalm ente apartada de la historia real, vivaz y sacra que le d an los m itos. Al respecto, podem os señalar que los personajes del m ito son d istin tos a los protagonistas de los cuentos, que son personillas m ás cotidianas y de nom - bres poco destacados y propios, lin el decurso de la cultura esa oposición puede m atizarse y debilitarse, desde luego, com o ha sucedido en Grecia, po r recu rrir a un ejem plo p ró ximo. Con todo , eso no suprim e la d istinción fundam ental. I.as explicaciones del m ito rem iten siem pre a un más alld, a o tro tiem po, y a personajes, d ioses o héroes* que no son com o los seres hum anos de nuestro en torno, lisa trascen dencia del m iro está m uchas veces cargada de em otiv idad . Por eso los relatos m íticos tienen un elevado com ponente simbólico: abu ndan en sím bolos y tra tan de evocar un com plem ento ausen te de esta realidad que tenem os ante nues tros sentidos. Kn la épica hesiódica los héroes se oponen a los m ortales q u e «ahora son»» y a las cosas «tal com o ahora son». La fórm ula hoioi nytt eisiti, «tales com o son ahora»», que sirve p a ra indicar una oposición a lo que era antes, en los tiem pos del mito, resulta sugerente al respecto. Iras esta realidad, indican los m itos, hay o tra , que es m ás esencial, la Realidad fundacional, la divina y eterna Realidad. Kl pasado prestigioso es el ám bito de las actuaciones m íticas; en nues tro presente subsisten ecos y huellas de esas actuaciones. Para quien sólo atiende a la realidad em pírica, el m undo de los relatos m íticos no existe; es, a ese respecto, irreal. No puede com probarse con m étodos em píricos. Por o tro lado nuestras leyes no están vigentes en el ám bito m ítico de un m odo absoluto. A unque es cierto que el m u n do de los m itos está elaborado a im agen y sem ejanza del nuestro , y, p o r tanto, sus c ria tu ras son an tropom órficas, com o ya hem os com entado. Pero se mueven sobre un cam po muy am plio de posibilidades. I)c ahí una cierta relación en tre el ám bito m aravilloso de los m itos y el m ágico de los cuentos y de las h isto rias fantásticas. Por eso el uso vulgar califica de m íticos sucesos o figuras fascinantes e inverosí miles. Los m itos dom estican Jos prod ig ios naturales al presen tarnos una naturaleza con sentido h um ano y d irig id a al hom bre, regida p o r d ioses o poderes que tienen e n ten d i m iento y voluntad y designioscom prensibles para los h o m bres, aunque sean a veces hostiles al genero hum ano. Iodo está perm eado por un hálito d iv ino vivificador. Kl m undo platónico de las Ideas, m odelos trascendentes e inm anentes de las realidades terrenas, parece un vestigio de la im agina ción m ítica recuperada p o r un enfoque filosófico. Al relatar sucesos ex trao rd inario s, ac tuaciones d e seres sobrenaturales, obras, en fin, que están más allá de nuestro tiem po y tal vez de nuestro espacio, los m itos se refieren al ám bito de lo m aravilloso, de m anera que, com o los cuentos, son inverosímiles. Pero entendam os bien que no pretenden ser verosímiles. La verosim ilitud significa ajustarse a unas lim itaciones d e una realidad que los m itos trascienden por su m ism o im pulso y su conten ido . Son verdaderos, para quienes creen en ellos; son la Verdad m ism a an terior a la rea lidad, que se explica por ellos. Por la verosim ilitud han de preocuparse los relatos ficticios que pretenden pasar p o r rea les; así, por ejem plo, los de las novelas de aventuras. Kn cam bio, los tem as y motivos de los mitos, y sus personajes, están m ás allá de las norm as habituales y em píricas. Pertenecen a lo im aginario , un ám bito m ás am plio que el de lo real, y que llega incluso a con tenerá éste. Los m itos su m in is tran una p rim era in te rp re tac ió n del m undo. Kn tal sen tido tienen m ucho que ver con la reli g ión . Y tam bién en el se n tid o de que, al fu n c io n a r com o creencias colectivas, com o un reperto rio de relatos sabidos p o r la com unidad , v incu lan a ésta con su trad ic ión y fun d an una u n an im id ad de saber, que tran sm ite u n a cierta im agen del m undo , p rev ia a los saberes rac ionales y a las técnicas y ciencias. Un m ito está, po r lo tanto, in serto en un i. i 'R o r u iM A Dt: n m N îc ir t N »κι. ι μ μ ι ν ο λ ι /ϊ ο 25 e n tra m ad o m ítico; es una pieza en el s istem a que form a una m itología. 5. Mitología: ¿una palabra pomposa y ambigua? La palabra mitología tiene dos acepciones claram ente distin - tas: «colección de mitos» y «explicación de los mitos». La raí?, que da en griego el verbo lego y el sustantivo lógos s ign i fica tan to «reunir, recoger» com o «decir», y el térm ino com puesto ha heredado esos dos matices. Kirk, que lo advierte, prefiere renunciar al em pleo del té rm ino p o r considerarlo poco claro; pero creo que es fácil tener en cuenta esta d is tin ción y reconocerla en cua lqu ier caso. Parece claro que la «mitología» com o «estudio de los m itos», o «tratado» o in cluso «ciencia de los m itos», p resupone la existencia de la «mitología» com o colección y corpus mítico. Kl vocablo griego mythología aparece en P latón, y no es por azar que sea en él, com o ha señalado Marcel D elienne (en La invención de la mitología, París, 1983). Pero no es u n neologism o so rp renden te , puesto que el verbo co rrespon diente m ythologeiw está ya en la Odisea XII v. 450, con el sentido de «contar un relato». Platón lo enlaza (en la Repú blica, en el Político, el Timen, el Critias y Las leyes) a térm inos muy significativos, com o geneaiogía, archaiología y phén/e («rum or» o «fama» ), dándole un valor muy parecido al que tiene hoy. Kn todo caso, la mitología com o un repertorio de mitos es algo previo a su recopilación p o r escrito en la obra de un poeta com o I Icsíodo. Kn el siglo vjii a.C. éste ha expuesto ile un m odo sistem ático y ordenado la m itología de los helenos en su poem a Teogonia, de un m odo m ucho m ás com pleto que n ingún o tro poeta arcaico griego. H om ero y los líricos arcaicos se refieren y aluden a esos m ism os d ioses y héroes, pero sin esa preocupación por exponer sistem ática y orde- 26 I. OKHNK IO N I* iradamente la nóm ina de los personajes míticos. A hora bien, ya antes de H esiodo existía una relación sistem ática entre los mitos y los personajes m íticos; el poeta no la inventa, tan sólo la recoce y la expone poéticam ente. Aunque tju i/ás de m odo m enos com pleto y m enos rico , todo griego arcaico conocía, a grandes rasgos, el esquem a básico de esa o rdena ción de seres divinos, y de los mitos fundam entales. La significación de un personaje m ítico está fijada por re ferencia al con jun to de relatos que constituyen la mitología, liada uno es com o una pieza del tablero y su actuación de pende de esa posición y ese valor asignado en el juego m ito lógico. Las relaciones de parentesco, las oposiciones y las re ferendas que se form an den tro de este sistem a son lo que define a cada personaje, den tro de esa estructura sim bólica que representa la m itología entera. D ejando para m ás ade lante una reflexión a fondo sobre este punto, podem os ap u n tar aquí algún ejemplo, aunque quede sólo esbozado. La sig nificación de una diosa, pongam os p o r caso, Afrodita, está m arcada no sólo por u n a significación abstracta , com o la diosa del am o r y del deseo sexual, sino tam bién p o r su con traste con la posición d e o tras d iosas (Atenea, Artem is, Hera, etc.) y otros dioses den tro del sistem a po lite ís ta17. Hn I lesíodo tenem os un prim er in tento de exponer un sistem a m itológico con u n buen esquem a organizativo bási co, que p arte de las d iv in idades prim igenias del universo para concluir en los epígonos divinos, los héroes y heroínas, lin ese mism o orden, en el que las genealogías const ituyen la base de la secuencia narrativa, hay ya un principio de expli cación «racional», a ten to al desarro llo de los poderes divi nos desde el caos o rig in a rio hasta su conclusión. I lay por parte del poeta un princip io de ordenación «lógica», y no en vano se suele hoy ver en H esíodo un p recurso r de los filó sofos. Λ unos mil años de distancia de Hesíodo, un desconocido erudito , un tal A polodoro, recopiló los m itos griegos en un i. I 'l i o P iT s r A n i ; ι ι ι -.ι ί ν ι ο ο ν i >m t í k m i n o λ μ γ » 27 par de libros y ιιη apéndice, recogiendo cuantas noticias le lle garon do la larga literatura griega, lü título de liiblioteai que se ha dado a ese resum en m itológico no es m uy afortunado; pero está claro que alude a una tradición mítica milenaria que para Apolodoro ya no era una tradición viva ni oral (como lo fue para I Iesíodo), sino una inm ensa bibliografía, de la que él extraía y resumía los mitos. Apolodoro es, sintom áticam ente, mucho más profuso y menos sistem ático que Hesíodo. Fs un an ticuario am ante de las anécdotas y los ecos literarios, un erud ito tardío, un lector de los clásicos, com o nosotros. Un su segunda acepción, «mitología» resulla un hablar de los m itos; un d iscu rrir y teorizar sobre lo m ítico para in ten tar com prenderlo; una explicación de lo que los m itos signi fican. Fs una herm enéutica , m ás o m enos científica. Sólo para este uso se podría hablar de una «mezcla de cont rarios» o una «fusión de lo antagónico» en la palabra, form ada de m ylhos y higos, com o ha hecho A. jolies. Ahora bien, la oposición en tre am bos térm ¡nos, que se es tablece en la cu ltura griega a p a rtir de un determ inado m o m ento histórico, os una oposición secundaria, que afecta tan sóloa un sentido restringido del término/rfgns. (Kn un p r in cipio, iégeiti es «decir» o «reunir ordenadam ente». De la m is ma raíz indoeuropea el verbo la tino legcn· significa «leer», un claro derivado del sentido original.) Es en Platón donde encontram os iógo$ opuesto a mythos . Kn su diálogo Protágo- ras, el sofista del m ism o nom bre enfrenta un mythos *\ un to gas sob re el m ism o terna, com o dos form as didácticas d is tintas. «La prim era es mora narración, 110 apo rta pruebas, se declara libre do todo com prom iso. La segunda, si bien puede ser tam bién narración o discurso, consiste esencialm ente en argum entar y probar» (K. Kerényi). Poro tro lado, el mito es un relato trad icional, lo que se cuenta de siem pre, parecido a un «cuento de vieja», según dice alguna vez Platón. M ientras que el fógos es lo razonable, que se discute y se ofrece com o argum ento racional y com - I. D K H N K 'IO N FS probable, sin o tra au to ridad que esa capacidad de su propia dem ostración em pírica. Del m ito no cabe tal cosa, d e él no se puede ciar razón, logon ilidóirai. La m itología como d isc u rr ir sobre los m itos se plantea desde una perspectiva cultural o histórica determ inada. Ln tal sentido, la crítica al m ito de los ilustrados, es decir, den tro de la cu ltu ra griega, de un Jenófanes, los sofistas, o el m ism o P latón, form a parte del largo coloquio m itológico característico del m undo helénico. Las in te rp re tac iones de los mitos, desde Teágenes de Regio, ya del siglo vi a.C.» hasta las de los sim bolistas y los psicólogos de nuestro siglo, se ocupan de* la m itología en esta m ism a vertiente . Ul estud io de los m itos se constituye en una «ciencia» de su in te rp re ta ción, una ciencia herm enéutica un tanto insegura y variable según los tiem pos. 2. La tradición mitológica. Cómo fue en Grecia ¿Quién cuenta los mitos? ¿Quién rem em ora esos relatos in m em oriales d e in terés co m u n ita rio que v ienen de m ucho a trá s y se refieren a un pasado fabuloso y que, de algún m odo, tienen una función ejem plar para la colectiv idad y para el individuo, que los aceptan com o paradigm as? ¿Quién se constituye en custodio de esos m itos, narraciones orales o textos que, herencia de todos, se transm iten com o un legado de generación en generación? ¿Quién defiende de la d isper sión , del desorden fantástico y del olvido esas viejas h isto rias de la tr ib u , que viajan por las sendas de la mem oria? P e algún m odo es la com unidad entera del pueblo quien guarda y alberga en su m em oria esos relatos. Los mitos circu lan por doquier. Las inst ituciones se apoyan en los m itos; se recurre a ellos para to m ar decisiones; se in te rp re tan los h e chos de acuerdo con ellos. Los m ás viejos se los cuen tan a los más jóvenes, y éstos se inician en los saberes trad ic iona les de su pueblo m ediante los grandes relatos de los dioses y los héroes fundadores. Las nodrizas les cuentan a los n iños los fascinantes sucesos de un tiem po lejano y divino. Los abuelos y las abuelas recuentan a los pequeños lo que a ellos les contaron tiem po atrás sus propios abuelos. Y en las fi.es- 29 JO i. η εη Ν ία ο Ν ·» ;* las com unita rias se reitera, a través de rituales m im élieos y de narraciones escogidas, las palabras de los m itos. Pero, jun io a esa circu lación fam iliar y colectiva, en cada sociedad suele h ab e r u n o s ind ividuos especialm ente d o ta dos o priv ilegiados para asum ir la tarea específica de referir esos relatos trad icionales. Son los sabios de la iribú , los m ás versados en el a r le de na rrar, los profesionales de la m em o ria o la escritu ra , qu ienes están designados hab itualm en te para tan ardua labor. Los m itos in co rp o ran una ancestra l experiencia y un a explicación sim bólica de ios fu n d am e n tos de la vida social. De ah í que su conservación y tran sm i sión sea una ta rca generalm ente respetable y estim ada, lisa transm isión m itológica tiene m ucho qu e ver con la educa ción, pero tam bién con la religión y el cu lio, com o ya in d i cam os. Así que m uchas veces so n los sacerdotes qu ienes v e lan po r Ja transm isión d e esc acervo de d o ctrin as . Kn o tras ocasiones qu ienes asum en tan nob le papel son personas do tadas con una especial capacidad para com unicarse con el m undo div ino , com o los profetas o vates, que ven más le jos que los d em ás y ex tienden su saber hacia el pasado y quizás hacia el fu turo . Kn alguna cu ltu ra el recitado y la evo cación de los m itos están encom endados a los profesionales de la m em oria y del can to , sin una clara conex ión con los sacerdotes, tfse es el caso de la an tigua G recia, d o n d e los aedos, los rapsoclos y los poetas e n general asum en esa fu n ción. Kn la G reda an tigua fueron , en efecto, los poetas, ad ies trados en la m em orización y en la com posición ora 1, quienes desde los com ienzos de la épica han form ado y I ransm itido el saber m itológico, l.a trad ic ió n m ítica fue aquí, com o en los dem ás pueblos, un rep e rto rio de transm isión oral. I lo m ero y lle s ío d o son ep ígonos de una trad ic ión d e bardos que com ponen form ulariam ente, y que solicitan de la M usa o las M usas la conexión con ese saber m em orizado que estas divin idades, las hijas de la M em oria, M nem ósine, transm i- I A IIM IMClON' MtTOMfciICA IN (¡HJ.CIA .3/ ten al poeta verdadero , l.a secu lar I rad ic ión oral ép ica que desem boca en estos dos grandes poetas del siglo vin, a poco de in troducirse el alfabeto en Grecia, se rem ansa en los poem as épicos q u e guardan las huellas de la com posición an terio r oral. El poeta, guard ián de un saber tradicional, no inventa, sino que rep ite tem as y evoca figuras d iv inas y heroicas de todos conocidas, a) tiem po que reitera fórm ulas épicas y se acoge al patrocin io de las Musas, para que ellas garant icen la veracidad de sus palabras. R ecordem os cóm o H om ero co rn icn/.a invocando a la M usa, y cóm o 1 lesíodo nos cuenta que fueron las M usas qu ienes se le aparecieron en el m onte Helicón para confiarle la m isión de tran sm itir el verídico y o rdenado m ensaje m ítico de la Teogonia y de Trabajos y días. l.a considerac ión de qu iénes son los encargados de la transm isión y preservación de los m itos, y la reflexión sobre las condiciones socioculturales en cjue esta tarea se cum ple, son déla m ayor im portancia para explicar las características pecu liares de una m itología, l.os m itos reflejan siem pre la sociedad cjue los creó y los m antiene. Por ot ro lado, a pesar de su afán po r m antenerse inalterados, a pesar de su anhelo de rehuir lo histórico, los m itos se van a lterando a través de los sucesivos recuentos. Ahora bien, la transm isión y el paulati no alterarse de los m itos se han v isto afectados en la socie dad helénica po r tres factores determ inan tes: el p rim ero es que fueran los poetas los guard ianes de los m itos; esta rela ción entre la m itología y la poesía ha conferido a aquélla una inusitada l ibertad. En segundo lugar, la aparición de la escri tu ra alfabética ha sign ificado una revolución en la cu ltu ra griega; con ello la m itología q ueda un ida a la litera tu ra y expuesta a la crítica y la ironía, com o no lo e*stá en ot ras cu l tu ras don d e la transm isión es oral υ bien está ligada a un li bro canónico o un canon dogm ático . En tcrccr lugar, está la aparición de la filosofía y el racionalism o en la Jonia del si glo vi a.C. y su prolongación en la ilustración sofística y la fi 32 I. D H JN IC IO N KS losofía posterior, qu e in ten ta d a r un a explicación del m u n do y la vida h um ana m ediante la razón , en un proceso c r íti co do enfren tam ien to al saber m ítico, lisa larga dispu ta en tre el lógosye I m ythos resulta característica d e la cu ltu ra grícgu, y ha sido objeto de b rillan tes y p ro fundos estudios. C reo que en este m om en to p odem os de jar d e lado este punto para enfocar el o tro , el de la aparición de la escritu ra, y lo que este hecho decisivo cu ltu ra lm en te significa en rela ción con la m ito logía. Subrayem os que es decisivo qu e se trate de un sistem a de escritu ra alfabético, no de υη sistem a gráfico com plicado com o el que había existido en el m undo m icénico y m inoico unos siglos antes, fundado en un silaba rio de uso restring ido y que se perd ió fácilm ente. La ap a rició n de la escritu ra significa u n en o rm e avance cultural, y no vam os a insistir en los aspee tos m ás obvios de este progreso . Tan só lo querernos aqu í subrayar que, e n lo que respecta a la m ito log ía , la fijación y recogida en un re perto rio escrito del acervo que la m em oria colectiva tra n s m itía ora lm en te significa un a q u ieb ra en la trad ic ión . No sólo es el fin d e la palabra viva com o base del recuerdo, sino el com ienzo d e la crítica y d e la disolución de lo m ít ico. Kn el caso griego ese p roceso se p resen ta muy claram ente . Hasta que la civilización d e la escritu ra acaba im pon iéndose com o m edio cu ltural po r excelencia tran scu rren unos siglos. Knel siglo vin se in tro d u ce la escritu ra alfabética en G recia, con un alfabeto de abolengo fenicio que los griegos perfecciona ron, al añ ad ir los signos para no tar las vocales (que faltaban en el sistem a utilizado para un lenguaje sem ítico ), pero no es hasta finales del siglo v cuando la m entalidad griega ab a n dona la cu ltu ra de la oralidad . F.n ese proceso cu ltu ra l, que ha sido bien estud iado (por J. Goody, con carácter m ás gene* ral, en The D om estication o f the Savage M ind, C am bridge 1977, trad , esp., 1985; K. Havelock, en Preface to Plato, 1963, y en A u x origines de la civilisation écrite en Occident, 1974, en trad , franc., Paris» 1981, y M. D etienne, en L'invention de la mythologie, París, 1981), se forja un a nueva m anera do en focar todo el pasado y el presente. La poesía m ism a adquiere una renovada libertad y un anhelo de originalidad» que no es incom patible con su afán de tran sm itir el reperto rio mítico. Pero, p o r po n er un ejemplo» el poeta lírico F.stesícoro pudo inventarse una nueva versión del rap to do 1 M ena (según la cual no fue a ella, s ino a un doble fan tasm al, un engaño de los dioses, a qu ien llevó Paris a Troya, y fue por este fan tas ma por lo que com batieron griegos y troyanos en la fam osa guerra du ran te diez años), po rque ya la versión tradicional, can tada p o r o tros, p od ía adm itir la com petencia con o tras, en una poesía que se escribe. El poeta no es só lo un recorda d o s sino un creador m ás que un cantor, ao'uiós, es un poeta, poietés, y la insp iración es m ucho m ás que m e m o ria ,8. Mitología y literatura ΛΙ en fren ta rn o s con la trad ic ión m ito lógica de la an tigua (¡recia carecem os, com o es obv io resaltar, de esa p rox im i dad que B. M alinowski señalaba com o un privilegio y venta ja del antropólogo que viaja a la región de u n pueblo p rim iti vo y allí es tud ia los m itos ind ígenas sobre el terreno . N o tenem os a m ano , com o creía tenor M alinow ski, al m ism o «hacedor de mitos». Los m ythopoto ídel viejo m undo helén i co nos caen m uy lejanos, y tenem os que con ten ta rnos con lo que nos han legado, gracias al refinado a r te literario propio, y tal com o nos lo han legado, con una represen tación poco ingenua. Junto a los g ran d e s textos do H esíodo y H om ero, tenem os m uchos o tro s que nos hablan de los m itos - to d a la literatura clásica habla incesantem ente d e ellos-» pero m u chas veces con alusiones y con fragm en tos de un d iscurso in te rrum pido . Ks un a ta rea a rdua descifrar este m ensaje trunco y poético . Las no tic ias pueden com pletarse con las imágenes que nos sum in is tra la arqueología, y esos (estim o- i. U T R A t> li: ió N M m > 1 .0 t ílC A HN C R H 'IA . U 34 I. OH HNU IO N I* nios plásticos del a r te an tig u o son d e un in terés m uy alto para nuestro conocim iento d e la m itología. Pero M alinow ski tenía razón . Carecem os de un tra to d i recto con la narrac ión mítica originaria . M ediatizado por la tradición poética y la plástica* en el m arco de una civilización de la escritura, el repertorio m ítico de los griegos se nos p re senta con una singular aureola de libertad y d e ironía, una li bertad y variabilidad que es consecuencia de lo ya apuntado, fundam entalm ente p o r su relación con el m undo de la poe sía. lis, por o tro lado, bien no torio que la literatura selecciona entre las variantes m íticas y, en un país fragm entado política m ente com o era (¡recia, escoge tam bién en tre las variantes locales de las tradiciones, p refiriendo, cuando se trata de un p oeta del A tica, las varian tes atenienses, pongo po r caso, o dejando en la som bra c iertos aspectos de los relatos que el poeta prefiere, por razones m om entáneas o en atención a su público, silenciar, o llegando en algún caso a censurar y m o dificar un m ito tradicional p o r razones de m oralidad. Pode m os encon trar ejemplos de todo esto. M encionarem os, como caso bien conocido, cóm o los autores trágicos prefieren ver siones atenienses, o cóm o en los poem as hom éricos han qu e dado m arginados dioses tan de p rim era fila com o D ioniso o Deméter, porque el poeta consideró qu e no interesaban a un púb lico a r is to c rá tico , o b ien p o rq u e eran m ás p rop ios de un ám bito cam pesino que del belicoso escenario donde actú an los héroes y los o tro s olím picos. I tornero h a m odificado sus relatos ajustándo los al gusto de sus auditores, com o los tragediógrafos expon ían su versión cívica d e los ep isodios heroicos, venidos de un m undo arcaico al teatro ateniense. Y un poeta tan conservador y p iadoso com o P índaro puede m odificar un ep isod io m ítico, com o hace en la í, para ajustarlo a una versión m oralizada. (A P índaro le escan daliza que una diosa com o D em éter se zam para un bocado del hom bro d e Pélope; prefiere suponer que el d ios Poseidón, enam oriscado del jovencito, lo raptó.) 2. ΙΛ rU ADK .lO N .M IIO L ft ilC A I N (iK IiC lA 35 Ahora bien, quizás algunos lectores piensen, com o C. I.évi- Strauss, qu e la es tru c tu ra ele un m ito perm anece invariable a lo largo de sus versiones y que el esquem a fundam ental se m antiene siem pre idéntico . Sospecho qu e en la d e m o s tra ción de esa tesis se incu rre en un círculo vicioso, ya que se llama esquem a fundam ental a lo qu e efectivam ente p e rm a nece. Pero, bueno , dejém oslo com o un problem a. ¿Es que la trama del mito de iidipo, desde la épica a las versiones l râgicus, y luego al fam oso «complejo» (que, desde luego, no pudo c o nocer el héroe del mito, n iño expósito y exiliado voluntario), está inalterada e n las repe tidas evocaciones literarias g r ie gas? ¿Son las v ariaciones de un m ito tan sólo alteraciones marginales? lin todo caso, queda claro qu e la litera tu ra an tigua se construye sobre el hum us fértil d e la m itología, y lodos los géneros poéticos an tiguos (la épica, la lírica coral y la trage dia) fundan en ese substra to sus argum entos. Frente a la t r a dición m ítica se han constitu ido luego la filosofía, la historia y las investigaciones científicas to m o saberes críticos y ra cionales. Se han creado frente a los m itos, en oposic ión a ellos, en busca d e una nueva explicación, fundada en la r a zón, no en la trad ición . C om o decía Heraclito, «los ojos son testim onios m ás firm es que los oídos». Los géneros de la li teratura de ficción, desv inculados del acervo m ítico, son, en general (d e jan d o a un lado el cuen to popu lar), posteriores. Iin la C om edia Nueva, en la lírica bucólica, y en la novela he lenística y ta rd ía , ya se inventan los con ten idos. Pero estos géneros son ya postclásicos en la cultura griega. N o es casual que el té rm ino griego usual para «argum ento» (de una obra teatral) sea m ythos (así, p o r ejem plo, en 1« Poética de A ristó teles). Por lo dem ás, la ta rd ía ap a ric ió n de la literatu ra de ficción es un rasgo característico del m undo griego, en o p o sición al m u ndo m oderno. La literatura griega clásica y a r caica estaba dirig ida a un público am plio, a un auditorio c iu dadano, y tuvo siem pre un a vertiente educativa; la literal ura 36 I. DH M Nint >NhS fue, e n G recia, paideía y m ousiké; es decir, «form ación» y «arte de las m usas» (en el sen tido antes ind icado). Literatu ra es u n té rm ino latino , que en griego encu en tra un p ara le lo en gram tnatiké , qu e significa «gram ática», y tam bién « lectu ra e in te rp re tac ió n d e textos»; es decir, un sen tid o m uy lim itado. Los poetas fueron entonces los educadores del pueblo, y la paideía tradicional se fundaba en un buen conocim iento de la poesía, la hom érica an te todo. La poesía, a su vez, se en ra i zaba en el recuerdo de los m itos. También las tragedias e s ta ban hechas sobre ellos, a veces a través d e versiones épicas representadas p o r episodios. Esquilo decía que sus d ram as era «rebanadas del festín de llo inero» . Q uerem os insistir en la función colectiva del teatro trágico, que fue, no se olvide, un teatro cívico y popular. Las tragedias se represen taban en un m arco ciudadano , el teatro de D ioniso al p ie de la A crópolis, y en un as fiestas cívicas, las d ion isíacas, ante u n au d ito rio que era to d a la ciudad. La represen tación conservaba, en su m arco festivo, m uchos elem entos religiosos. Y es interesante que fue ju s ta m ente una polis dem ocrática com o Atenas la qu e velaba o fi cialm ente por esas representaciones teatrales. M ientras que no se p reocupaba por facilitar el aprendizaje de la lectura y la escritura, es decir, las grdm m ata , ni siquiera a un nivel ele m enta], p ro p o rc io n an d o una enseñanza general y g ra tu ita (com o sí se hizo en la colonia panhelém ca de Turios), sino que tal cosa quedaba al a rb itrio y conven iencia particu la r de los c iu d ad an o s, el E stado aten iense velaba p o r el teatro , com o si éste fuera un fundam ento de la cu ltura y la sociabili dad, com o algo fundam ental en la paideía com unita ria . El Estado proveía a todos los gastos de las representaciones tea trales, en el m arco de la fiesta d ion is íaca , m ed ian te el im puesto de las corcgías, qu e rccaía sobre los ciudadanos m ás ricos, cada año. Tam bién p o r encargo estatal, en el m arco de las fiestas de las Panateneas, se rec itaban los poem as h o m é Z. I .A T R A P K IIO K M ITOLÓfitCA K \ «R EC IA 37 ricos. Q u é e x tru ñ o caso es tc :e ld e una dem ocracia que recu pera y reclam a com o base educativa la rem em oración de los m itos heroicos» de claro origen aristocrático, y trata de enfo carlos desde la óp tica cívica, en un am biente dem ocrático e igualitario . I.a épica y la traged ia - y tam bién la lírica coral d o r ia - fueron no sólo form as de arte , sino tam bién in stitu ciones sociales con valor educativo. I.os m itos hablaban de héroes y de dioses, que habían ac tuado en un tiem po rem oto , pero en sus dram áticas escenas plantean conflictos de valores en los que se m uestra parad ig m áticam ente la trágica condición del hom bre. Ese cruce de dos tiem pos -el del m ito y el presente c iu d ad an o - y la im bri cación de lo h u m a n o en lo heroico , y viceversa, sirven a la educación m ed ian te la reflexión y la pu rificación afectiva, que A ristó teles su p o reconocer tan adm irab lem ente . Esa kdtharsis, o purificación, es u n o de los efectos del arte trági co siem pre. La fiesta y el dram a, m ediante la m im esis teatral o litú rg ica, evocan los m itos, con un au ra religiosa m ás o m enos acentuada. La fiesta en que se representa la tragedia conserva m ucho de ritual. Está p resid ida p o r el sacerdo te de D ioniso, que ocupa un asiento especial en la p rim era fila del aud ito rio , com ienza con un sacrificio sobre el a lta r que esta en el cen tro de la orchestra, delante de la escena, tiene unos orígenes en ritos sagrados (sean cuales fu e ran ) y m antiene elem entos arcaicos com o las m áscaras, los coros, la presencia de los dioses, etc. Conviene no o lv idar esto, ni tam poco, en co n tra partid a , qu e todo eso se va co nv irtiendo en reliquias, al tiem po qu e aum enta la crítica a los m itos, especialm ente en Eurípides. Es cierto que la literatu ra , con ese carácter crítico y lúdico que le es p rop io , con su ten d en c ia a buscar lo nuevo, lo so rp renden te, lo o rig inal (den tro d e ciertos m árgenes) y su progresiva ironía, va desgastando el fondo m ilico. Pero los m itos son evocados com o base de la representación y m an i. m a iN iu o s T s tienen una función social -s im ila r a esa en que tanto han in sistido antropólogos com o Malinowski- hasta los finales del si glo IV, cuando se da la crisis del sent ido t rágico, que tiene en Eurípides a su nuis c laro expolíente. Los an tiguos fueron hien conscientes deesa significación del tea tro .‘lbdavía en la com edia de A ristófanes, Las ranas» que es del añ o 404 a,C., cuando en la escena discuten sus m éritos respectivos E squi lo y Eurípides an te el d ios del teatro , D ioniso, qu e ha bajado al I iades para resucitar al más valioso de ellos, es el carácter de «educador del pueblo» lo que decide el pleito, a favor de Ksquiio. Por eso la crisis de la tragedia, que es la crisis del sen tido milico, com o subrayó F. N ietzsche, es una crisis de lo colec tivo, en laque todo un m odo d e en tender el m undo, atacado por la crítica racionalista de la Sofística, queda en e n tre d i cho. I.a ruina del saber m ítico, es decir, la pérd ida de te en los mitos, provoca una qu iebra en la conciencia colectiva; pero el individualism o crítico y el op tim ism o de la ilustración so fística ob tienen una victoria endeble, ya que sus logros d ifí cilm ente pueden satisfacer las ansias d e los c iu d ad an o s en esa crisis de los valores que coincide con la agonía de la polis com o com unidad libreyautosu llcien te . También P latón, con su perspicacia habitual, revela su re conocim iento de que la educación popu lar estaba en m anos de los poetas, al p roponer la expulsión d e éstos de la ciudad ideal, tal com o se postu la en la República. HI filósofo es m uy consciente de los riesgos que esa trad ic ión poética supone para un Estado que pretende alcanzar una norm ativa nueva, m ediante una racionalidad to tal. Los poetas, relatores im p e nitentes de las v iejas historias de la m itología, de esas n a rra ciones que son escandalosas a la luz de I a m oral y p e r tu rb a doras desde la óp tica d e la pedagogía racional, deben ser censurados. Kn vina c iudad que será gobernada por sabios, los poetas y sus m itos lian de se r evacuados, p o rque com o com petidores de los filósofos en la ta rea educativa son peli- i. 1Λ « R A M IO S M ITO I.O l.ICA F-N liltU U A .39 grosos c inútiles, a los ojos del ¡lustrado Platón. No hay ta m poco lugar n i papel educativo p a ra los viejos y fantásticos m itos en esa ciudad ideal. Anos nuts tarde, ya ei i m i vejez, vuelve Plutón a esbozar un cuadro de la c iudad ó p tim a , poro esta ve?, es m ás cau to en sus propuestas, tal vez porque no cree ya en el triun fo de la utopía radical, y aquí en las Leyes, en lugar de la supresión por destierro de los poetas, hace la p ropuesta de que se es ta blezca un control y una censura de la m itología tradicional. Kl viejo filósofo parece advertir bien la función social de esas narraciones m íticas que los ancianos transm iten , jun to a los poetas, a las generaciones más jóvenes, que im pregnan toda una explicación del m undo y la vida colectiva, yes bien cons ciente d e la fuerza de ese saber d itu n d id o a travos de la piló me, el rum or, tan p o d ero so en la vida com un ita ria . Platón no tra ta ya de e rrad icar por com pleto ese legadomítico, sino tan sólo p re tende que el lis tado lo contro le y lo oriento, un tanto, d iría m o s noso tros, m aquiavélicam ente, para su me- jo rap rovecham ien toeducativo P latón sugiere que el lis tado puede crear y d ifu n d ir sus propios m itos -com o el fam oso m ito d e las varias clases de c iu d ad an o s con n a tu ra lezas d is tin ta s , unos d e oro, o tro s de plata y o tro s de bronce, que expone en el libro III tic la /<*’- pública^ al servicio de la propaganda de su propia constitu ción, que sin em bargo no esta fundada en m itos de n inguna clase. (Resulta curioso recordar que m ucho antes, su parien te, el sofista C ritias, había sostenido la tesis de que la figura de un dios qu e todo lo ve y lo oye era una hábil invención de un legislador an tig u o que se lo inventó con una finalidad m oral, la de in fu n d ir tem or a ese d ios, v igilante y ubicuo guardián de la o ralidad y la justicia. Ya C ritias pensó, pues, en la difusión y confección de m itos con intención política.) P latón es u n g ran n a r ra d o r de m itos, que son , en c ierto m odo, de su propia creación. lisas ficciones qu e llam am os, según el propio Platón hace, «mitos» son una especie de re 40 I. n iiM N IC IO N H S creaciones según un a pau ta poética trad ic iona l, C uando Platón nos refiere el viaje do las alm as ni Más Allá -on el Fe rian, ol Fetlro y la República- está con tando un m ito, que, en bueno m edida, es de su propio invención; lo es, sí, on m u chos detalles; poro, no obstan te , os tam bién un relato que cum ple toda un a serie de requisitos p ropios del género. Po dríam os decir que osos relatos p latónicos son com o v arian tes de un toma m ítico que, en su es truc tu ra básica, es m ucho más an tiguo que Platón. Un tem a m ítico que recobrará nue vas m atizaciones on ol Cristian ismo, d o n d e aparece en m u chos autores y con nuevos detalles en cuanto al viaje y el cic lo yo l in fierno y toda la am bien tación u ltram undana , pero que tiene unas raíces m uy h ondas en la trad ición helénica. Y que tam bién hab ían explotad o en su proselitism o m istéri co o tras sectas, com o la do los ó rficos20. M ediatizada por la escritu ra y por una literatura m uy for m alizada en d iversos géneros poéticos -d e m odo qu e un m ito puede ser «'vorado según el m odo épico, lírico o trág ico , con estilo vario y varia in tención - ,ia m itología griega cuen ta con una condición singular: la de p resen tarnos una trad i ción que podem os estud iar d iacrón icam ente21. En eso p are ce aventajar a las de o íro s pueblos. E ncon tram os un m ito narrado en épocas y p o r autores distin tos, con varian tes sig nificativas, y podem os, por decirlo así, ra s trea rlas huellas de un m ito a lo largo de unos siglos. Me parece que esto es pecu liar de la tradición que acostum bram os a llam ar clásica -q u e incluye tam bién la latina, com o prolongación d e ia h e lén ic a - , m ientras que no se da en la recolección m itológica que puede hacer un antropólogo en una encuesta qu e recoge un d e te r m inado m om ento de una transm isión oral. Y es un a posib ili dad que se encuentra m uy em botada en o tras cu ltu ras h istó ricas cuya tradición religiosa ha fijado los m itos sagrados en una escritu ra canónica, que evita cualquier alteración, com o es el caso, pienso, de la trad ición h indú y, m ucho m ás m arca dam ente, de la trad ición hebrea bíblica. 2. I.Λ J 'RA IMCIÛN M lTO lrtt lIC A KN Ü K U ’.IA 41 Hn (¡recia podem os percib ir cóm o un a determ inada figu ra m ítica pervive a través de variaciones literarias m uy sin tom áticas de este proceso. 'lom em os, p o r ejem plo, el p e rso naje div ino que es Prom eteo, el Titán filántropo, el robador del fuego celeste, el p a tró n d e las a r te s y técn icas a rte sa - nas del m etal y la arcilla. C on tado po r 1 lesíodo» por Ksquilo después, m ás ta rde p o r Platón (que en el Protegerás p one en boca del gran sofista su relato m ítico), y luego recontado en son de sascarm o p o r Luciano d e Sam ósata, el m ito tie P ro m eteo resurge con u n a vivaz versa tilidad . La in tenc ión de los narradores y el contexto histórico y I iterario dejan su im pronta en la ilum inación del p ro tagon ista . P rom eteo es en H esíodo un d io s as tu to , un trickster, que qu iere en vano triun far con sus engaños frente a Zeus; en Esquilo es el dios rebelde contra el reciente déspota del O lim po, que por am or a los h um anos desafía la cólera del lirai jo C rónida. Kn cam bio, en el Protágoras de Platón, los dones de Prom eteo se in terpret an com o un elem ento civilizador que, p a ra la existen cia de un progreso social, han d e s e r com plem entados con el sentido de la justic ia y el sen tido m oral, que son regalos de Zeus, repartidos por igual a tocios los hom bres. Prom eteo, el m agnán im o rebelde, qu ed a s itu ad o en un segundo piano, subord inado al designio suprem o de Zeus, fundador del o r den y la ju stic ia22. O tros héroes -co m o Ulises, Heracles, jasón , Teseo, etc .- han sido tam bién p resen tados con m atices nuevos en esa larga trad ic ión literaria . Y algo parecido sucede con algunos dioses, aunque, naturalm ente, den tro de ciertos lím ites, que perm iten la estab ilidad fundam ental de un esquem a básico en los relatos m íticos. Por o tro lado, al m argen de esta tradición literaria 2\h u b o las versiones locales, y los cu ltos, asociados a rituales, que conocem os bastan te mal. M uchas vcccs ah í se m anten ían os pectos m ás arcaicos que la trad ición literaria no habrá reco gido. Hay, com o Kirk y o tros han señalado, una enorm e des 42 I. H K F IN ia O N E S proporc ión entre los m itos y los ritos en cl «Imbito griego. (Y a la inversa, en el ám bito rom ano , parece que, fren te a una cierta pobreza m ítica propia, h u b o un g ran desarro llo de los rito s religiosos sin írasfondo m ítico o literario.) En esas rein terpretaciones un tan to irónicas a veces de los m itos, la literatura griega preludia el trato que algunos escri tores m o d ern o s h an d ado a esos relatos de dioses y héroes helénicos. Al aum entarse la distancia, convirtiéndose la m i tología en un reperto rio d e lem as sólo literarios, el escrito r m o d ern o puede jugar a presen tar esas figuras an tiguas bajo una nueva luz, irónica y u n tanto frívola. Pensem os en obras de G oethe y R acine y, inris cerca de n oso tro s, en textos do Gide y G iraudoux, de Joyce y de K atsantsakis, por ejemplo. Y en m uchos, m uchos o tro s. En este sen tido la m ito logía griega evs nuestra m itología familiar. Segunda parto Figuras y motivos 1. Mitología y tradición poética 1 «Éstos -H e sío d o y H o m ero - son los que crearon po ética m ente una teogonia p a ra los griegos, d an d o a los dioses sus epítetos, d istribuyendo sus honores y com petencias e ind i cando sus figuras.» As£ dice H cródo to en un pasaje bien conocido de su Historia (II, 53). HI texto del h isto riador jo- nio testim on ia claram ente que los griegos ilu strados del si glo V a.C. eran bien conscientes del papel asum ido en la tra dición m itológica griega po r los dos g randes poetas épicos -q u e H eródo to sitúa u n o s cua trocien tos añ o s an tes de su propia época, es decir hacia el siglo ix 24- . Hilos hab ían fija do en sus poem as los rasgos m ás característicos de los d io ses, sus figuras distin tivas y sus atribu tos culturales. Aunque en líneas an terio res sugiere que los nom bres (ottóm ata) de los d ioses proceden do una trad ic ión an te rio r -d e aquellos an tiguos pelasgos que an tes h ab ita ro n G rec ia-, deja claro que los poetas citados hab ían realizado un a adm irab le tarea ordenadora en el conglom erado mítico pol ¡teísta, al fijar los epítetos (epotiym(ai), los honores o prerrogativas (ritnaí) y las habilidades o com petencias (téchnai) d é c a d a divinidad, 45 46 II. F k ít íR A S V M O T IV O S así com o sus aspectos o figuras (eidea). Los aedos, hábiles demiurgos* habían im puesto un o rden perdurable en el pan- león helénico y habían consagrado u n a es truc tu ra arm ónica en el con jun to de seres d ivinos que recibían culto a lo largo y ancho de (.¡recia. Por encim a de las tradiciones locales, de los m itos y ritos de los diversos santuarios y múltiples c iudades, los poem as de Hesíodo y de H om ero (no sólo la Uùtda y la Odisea, sino tam bién los Himnos homéricos atribu idos a él en su co n ju n to) eran los textos de referencia hab itual en la configuración dé la m itología helénica. 1 labían instaurado y d ifund ido una nom enclatura estable y un código m itológico acep tado po r todos. La palabra theogonia que utiliza H eródoto resulta un térm ino m uy bien em pleado a q u í25. Q ue el h isto riador m en cione an tes a H esíodo que a H om ero no es, probablem ente, indicio de que lo considere m ás an tiguo, sino de que aprecia especialm ente el carácter m ás sistem ático y com pleto de* su inform ación sobre el m u n d o divino en vsu conjunto. Λ1 afirm ar tan ro tundam en te la trascendencia de los p o e tas ép icos en la configurac ión defin itiva de las creencias y cultos, no p retende H eródo to des taca r la o rig ina lidad de uno y o tro , sino el valor perm anen te d e sus obras en la fija ción del co rpus mitológico. No com o inventores, sino corno responsables de haber reorganizado y precisado en sus p o e mas, can tadosan le un aud ito rio sin fronteras, el saber tra d i cional acerca de los dioses -q u izás podem os agregar: y acer ca de los héroes-, m erecían a m bos respeto y veneración. Por eso se convirtieron en los g randes educadores d e los griegos en m ateria de religión y teología, porque habían plasm ado en sus versos con singular destreza y claridad el legado de una larga trad ición o ra l, que v ino a fijarse p o r escrito en sus poe- m asa finales del siglo vm o com ienzos del vn. Kl paso de la transm isión o ral a la redacción escrita -y en una escritu ra alfabética, con la ap e rtu ra y libertad de m ane jo que esta form a su p o n e - es, sin duda , un hecho cultural d e i. μ ι ιο ί <H>(A y i k a i>u :iO n rorru '.A enorm e trascendencia para la m itología an tigua. Kl avance cultural ciel siglo vin, el final ele la llam ada «época oscura», encuentra en la adopción del alfabeto de Fenicia y su d ifu sión posterio r una de sus no las m ás relevantes. Ahí se inau gura un a nueva e tapa d é la civilización helén ica26. Los p o e mas de H om ero y H esíodo, que son el té rm ino de un secular proceso de la poesía de com posición oral, con sus fórm ulas y procedim ientos característicos, significan el fundam ento de toda la m itología chLsicai7. Si bien es c ierto que tras el descifram iento d e las tablillas m icénicas -esc rita s m ed ian te el sistem a del silabario lineal B- tenem os notic ias acerca de los d ioses venerados en los palacios de C nosso en ( 're ta y de Pilo en el Peloponeso, la in form ación que esos docum entos nos proporcionan es n o ta blemente lim itada. Kn una buena m edida los nom bres d e sus dioses coinciden con los d e los olím picos (ahí están ya /e u s , divinidad principal en C nosso, Poseidón, m uy venerado en Pilo, lle ra , A tenea, A rtem is, Hefesto, Ares y D ioniso), y en parte podem os sospechar una serie de cultos palaciegos peculiares (por ejem plo, las num erosas invocaciones a figu· ras fem eninas d e diosas con el ep íte to de ¡}ófniai, « sobera nas») *K. Pero las inscripciones sob re las tablillas de b arro nos dan unos cuan tos nom bres y unos pocos detalles sobre cultos locales, nada más; no tenem os relatos m itológicos ni figuras d ivinas bien identificadas. Podem os sospechar que algunos m itos son de origen m ícénico m ediante alguna su til indagación arqueológica o etim ológica, pero aun aho ra la mitología griega sigue com enzando con los textos de H om e ro y 1 Iesíodo. Conviene no olvidar, p o r o tro lado , que tan to H om ero como H esíodo com ponen sus poem as con u n determ inado objetivo e in tención . No todas las representaciones d e los dioses encuen tran un espacio co rrespond ien te a su relieve autént ico en la poesía d e H om ero. C om o se ha destacado con frecuencia, el poeta épico com pone sus cantos p ara una 4H II, lU illR A S Y M O T lV O J sociedad jó n ica aristocrática , in teresada en d e term in ad as representaciones y valores heroicos. De ah í que dioses com o D ioniso o D em éter queden en el silencio, y que la vida de los o lím picos se p resen te com o la de g ran d es señores g u e rre ro s2y. (Hay, sin em bargo, curiosas diferencias al respecto en la Odisea Kn cuan to a 1 lesíodo, se tra ta de u n pensador de acusada persona lidad , y sus p reocupaciones personales se reflejan en sus poem as. Por o tro lado, los estilos son n o ta b lem ente d iversos: m ien tras qu e 1 lesíodo usa a b u n d a n te m ente de los ca tá logos y esquem as genealóg icos, siem pre H om ero es m ucho m ás d ram ático y an im a d o 31. 2 Kl ca rác te r trad ic ional del rela to es un trazo esencial en el mito. Es uno d e los rasgos de term in an tes del té rm in o m is m o m ythos , en con traposic ión al vocablo lógos, en el co n traste que se va perfilando en el siglo v, en la época de la S o fística y de los p rim ero s h isto riado res32. Es entonces cuando la desconfianza en lo trad icional adquiere una form a ca rac terística del v igor crítico de los pensadores de este tiem po. Pero ya antes, en el siglo vi, en co n tram o s duras censuras a H om ero y a H esíodo - e n Jcnófancs y e n H eraclito , desde una perspectiva m oral y filosófica- y el sabio Solón afirm a, con frase lap idaria , qu e «m ucho m ienten los poetas» (polla pseúdotttai aottioi), un a crítica que hay q ue referi r a los p o e tas p o r excelencia, los dos grandes épicos. En resum en, des de el siglo vin hay una transm isión oral de los poem as que son la base textual de esta m itología, y ya en el siglo vi a p a recen las p rim eras críticas y censuras a las au to ridades de esta trad ición C onviene subrayar este aspecto p o rque es u n o de los que singularizan la trad ic ión m ítica en Grecia. Son los grandes poetas quienes custod ian y configuran el repertorio narrati- I. M IT O U X Ü A Y IK A im iON m f.T IC A vo trad icional y es en la difusión de los poem as épicos donde la m itología adqu iere un perfil canón ico a Iravés de las va riadas regiones de (¡recia. Sin d u d a subsisten m últiples variantes locales» y m uchos relatos son v inculados p o r una tradición oral» pero quedan ensom brecidos y recortados en su circulación frente a los g randes textos de 1 lom ero y Hesí odo que se ap renden de m em oria en las escuelas y que se re citan en los g randes festivales públicos. Kn los cultos locales -e n san tu ario s y ciudades d iv e rsa s- persis ten en contacto con ritos y cerem onias varias otros m itos de alcance lim ita d o 34. Pero la transm isión de los grandes m itos, del rep e rto rio panhelénico, está ligada a la poesía que recrea y d ifunde los ritos y que, m ediante la escritu ra, presta a las «aladas pa labras» una perdurab le autoridad . A la vez, ese saber poético del m undo divino y heroico está sujeto a una cierta libertad -su p erio r a la que tienen o tras m itologías guardadas p o r un clero celoso de sus priv ileg ios y convencido de su carácter revelado-. Tam bién está expuesto a un as críticas renovadas, tanto de los filósofos com o d e los m ism os poetas, que se por m iten d isc repar
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