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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE CIENCIAS EL MECANICISMO CARTESIANO COMO UN ESTILO DE PENSAMIENTO T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: FÍSICO P R E S E N T A : FEDERICO RICALDE SÁNCHEZ DIRECTOR DE TESIS: Mtro. Octavio Campuzano Cardona 2012 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Índice. SECCIÓN UNO. Los estilos de pensamiento de L. Fleck.……………………………………………. 3 SECCIÓN DOS. TRES TENDENCIAS ESTILÍSTICAS DEL RENACIMIENTO - Introducción………………………………………………………………….. 39 - Capítulo 1. La tendencia metodológica: la constitución de una nueva experiencia empírica………………………………………………………… 56 - Capítulo 2. La tendencia ontológica: la materia homogénea………….. 76 - Capítulo 3. La tendencia epistemológica: el escepticismo renacentista..100 SECCIÓN TRES. EL MECANICISMO CARTESIANO COMO ESTILO DE PENSAMIENTO - Capítulo 4. La unificación de las tendencias…………………………… 127 - Capítulo 5. El mecanicismo cartesiano como un estilo de pensamiento …………………………………..……………………………………………… 148 CONCLUSIONES.…………………………………………………………………... 178 BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………. 187 3 SECCIÓN UNO. LOS ESTILOS DE PENSAMIENTO DE L. FLECK 4 LOS ESTILOS DE PENSAMIENTO DE L. FLECK Introducción A lo largo de la segunda mitad del siglo XX la historia comenzó a tomar un papel activo en el estudio de la epistemología. A partir de este momento, nuestras nociones acerca del conocimiento comienzan a resquebrarse; ni la ciencia, en su cúspide, pasó exenta este examen. La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn, retira la base sobre el cual la discusión de Carnap y Popper, y todo el positivismo lógico, florecía. En este ambiente, las estructuras de conocimiento brotan de forma natural, y en ellas se reflejan los distintos órdenes empíricos que el hombre ha experimentado, desde los cuales ha abstraído sistemas de pensamientos destinados a la contingencia histórica. Las conclusiones radicales son claras: el conocimiento es un fenómeno mutable y social; la verdad es una meta inaproximable; la realidad obedece a un orden contingente. El ideal cartesiano de una ciencia fundada en la roca y la arcilla no tiene cabida bajo este orden, bajo la arena parece encontrarse más arena. Tal vez durante los siguientes años, toda pretensión de conocimiento deberá tomar en cuenta la materia histórica de la que se componen las cosas. La presente investigación se posibilita en esta imagen. Me parece que efectivamente la historia del conocimiento en general, y de la ciencia en particular, nos muestra un rostro cambiante, sobre el cual, sin embargo, se dibujan etapas de saberes y métodos homogéneos, como si hubieran crecido de una raíz común. La consecuencia es clara: si aceptamos esta idea de estructura epistemológica subyacente, no como algo que nos permita clasificar de una manera precisa la historia del conocimiento, sino como verdaderos entes que determinan: ―Los códigos fundamentales de una cultura – los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas […]‖,1 debemos aceptar que nuestras actuales técnicas, valores, percepciones y prácticas, en general todas nuestras formas de conocimiento deben encontrarse 1 Foucault, M., Las palabras y las cosas., Siglo XXI, México, 1968. p, 5. 5 igualmente sometidos a una estructura que limita nuestro pensamiento y nuestro acto. Un orden que se encuentra todo el tiempo por delante y por detrás de nuestros ojos, configurando la dimensión de lo empírico, con el fin de experimentar esta realidad coherente en la que la estructura y la identidad del grupo social que la ostenta, se reafirman. Los filósofos, en la mayoría de los casos, toman bajo esta postura dichas estructuras. Dan por hecho la coerción por parte de las mismas, exhibiendo los efectos de dicha fuerzas en toda la gama de manifestaciones culturales de una sociedad. Siendo así, el experimentar un orden epistemológico no se debe, como algunos señalan, al conocimiento de un número explicito de reglas que indican la manera correcta de ver las cosas, indicando qué actos son incorrectos, que métodos nos ofrecen inferencias válidas; más bien, de antemano se reconoce intuitivamente en la realidad empírica una coherencia y estructura ordenada que ofrece una especie de resistencia a la libertad cognoscitiva del individuo, quien no se pregunta el porqué del orden del mundo, ya que simplemente no se puede imaginar la realidad de otra forma.2 ¿Cómo es posible la experiencia de esta realidad ordenada? ¿Bajo qué mecanismos o medios se instaura un orden en la realidad empírica, tal que es posible reconocerlo intuitivamente? La coerción por parte de una configuración que caracteriza un orden pasa del todo desapercibida, inconscientemente se toma por dada en la realización de nuestras prácticas y en la resolución de nuestros juicios, conforma lo que distinguimos y podemos ver y actuar del mundo con un sentido. Desde esta perspectiva, en el momento que se posee la conciencia de un mundo externo, éste no se nos presenta como un todo caótico, por el contrario, se muestra como un mundo del todo entendible. Esto, en parte, se llega a explicar por el proceso educativo, el cual nos permite percibir casi directamente un posible sentido coherente del mundo ordenado. Sin embargo, la educación como un 2 ―Los paradigmas pueden ser previos, más coercitivos y más completos que cualquier conjunto de reglas de investigación que se pudiera extraer de ellos de manera inequívoca‖ (Kuhn, T., La estructura de las revoluciones científicas., F.C.E., México, 2006. p, 121.); ―La resistencia debe tener eficacia como tal dentro del colectivo de pensamiento y debe hacerse presente a cada elemento como coerción de pensamiento y también como forma directamente diferenciable.‖ (Fleck, L., Génesis y desarrollo de un hecho científico., Alianza Editorial, Madrid, 1986., p, 147). 6 entrenamiento y adaptación constante en esquemas perceptuales y prácticas determinadas, influye de esta manera sólo en las formas de reconocimiento, no explica por sí misma el hecho de que esta coerción, este orden, ya se presente dado. Por tanto, el mecanismo mediante el cual el orden delimita nuestro pensamiento y nuestros actos, no puede basarse por entero en el constreñimiento social que ejerce, mediante la educación y sus normas, un grupo social - aunque es susceptible de influirlo, y de hecho lo hace. De esta manera, el orden debe desplegarse desde la realidad, para que efectivamente podamos sentir y percibir el mundo coherente, independientemente de nuestro pensamiento. El orden se refleja ennuestras prácticas sociales, pero también en el mundo externo. En pocas palabras, el orden es real. Por otro lado, la historia del conocimiento ha mostrado que estos órdenes no son fijos, que se han transformado varias veces influidos por condicionamientos sociales, relacionándolos a fenómenos contingentes inherentes a un contexto socio-histórico. De hecho, este orden suele definirse como una característica inherente a la realidad que vive un grupo social, gracias al cual los sujetos que lo constituyen participan en una misma experiencia empírica, compartiendo parecidos compromisos discursivos, los cuales justamente los identifican como una colectividad. En este sentido, el orden se ha pensado como una construcción histórica y social. Ante estas circunstancias el cuestionamiento respecto a cómo es posible tener la experiencia de una realidad ordenada parece complicarse. Por un lado se exige que el orden deba desarrollarse desde un ámbito independiente a nuestras capacidades cognitivas, esto es desde la realidad. Y por otro, el orden no puede ser un ente metafísicamente independiente del colectivo social, sino que se ve influido por este último de tal manera que ambos [orden y colectivo] se fundamentan entre sí. Aparentemente aceptar uno de estos dos puntos parecería negar el otro. El problema no es trivial, pues si suponemos que las formas de conocimiento que emergen de un grupo de investigación empírica se ven del todo limitadas por una estructura epistémica subyacente, como por ejemplo Kuhn podría mantener al afirmar que la investigación científica se ve dirigida por paradigmas anteriores a todo conjunto de normas expliciticas, debemos aceptar 7 que la naturaleza del conocimiento científico mantiene en su seno esta aparente contradicción. La investigación en torno al conocimiento científico desde su perspectiva histórica, si pretende ser válida, debe dispersarla. Uno de los propósitos del presente trabajo consiste en esbozar y hacer explícita la relación entre el orden y una colectividad tal que se explique la forma en que la colectividad instaura un orden en la realidad, y la forma en que esta estructura, desde esta dimensión independiente al pensamiento del hombre, determina la experiencia y, en particular, las formas que tomará el conocimiento justificado. Una relación que, además, nos permita comprender de mejor manera los llamados quiebres en la historia del conocimiento empírico. Sin embargo, el auténtico orden es imperceptible, por ello su estudio sólo se nos puede presentar plausible como una meta reconocible en el discurso de la historia. No podemos revivir la experiencia, ni el auténtico sentido de un mundo largamente perdido, mucho menos los órdenes que lo han determinado. Pero si la suposición es correcta, un esbozo es posible. Las manifestaciones intelectuales reflejarían su realidad objetiva, y en ellas, se reafirmaría el orden que las han estructurado. Así, como Foucault ya ha señalado, se nos presentaría un rostro paralelo del orden, aquel que pretenden dibujar los filósofos y científicos bajo los rasgos del conocimiento justificado. El conocimiento, por lo tanto, se presenta históricamente como el reflejo cultural de aquel orden que instaura las relaciones entre las cosas, una representación justificada de la estructura que subyace a nuestra realidad empírica. ―Así, entre la mirada ya codificada y el conocimiento reflexivo, exige una región media que entrega al orden en su ser mismo‖.3 Pues es justamente el carácter de representación del conocimiento, su esencia inconciliable, el que permite esta distancia, el espacio dentro del cual se puede tomar conciencia de ―las configuraciones que han dado lugar a las diversas formas del conocimiento empírico‖.4 El objetivo que nos ocupa es justo el estudio de estas configuraciones, distinguir aquellas relaciones que limitan las formas que puede adoptar el 3 Foucault, M., op. cit., p.6 4 Ibídem. 8 conocimiento en un momento histórico determinado, y cuya modificación permiten la transformación y el surgimiento de un nuevo orden epistemológico que dotará de sus formas características al conocimiento que de él emerja, mostrando que si el orden ejerce una coerción que condiciona la libertad del pensamiento humano, la colectividad social, por su parte, también ejerce una resistencia y ostenta una intención que de hecho puede llegar a configurar los órdenes de su experiencia. Se puede anticipar que el objetivo específico es estudiar bajo qué condiciones de posibilidad se logró cristalizar el mecanicismo cartesiano, entendido éste como una configuración característica del orden de nuestra experiencia que posibilitó y ha influido en gran medida la práctica, investigación e epistemología científica hasta nuestras fechas. Sin embargo antes debemos explicar de qué manera nos acercaremos a esta región entre el conocimiento justificado de una época y un orden epistémico, en la que encontraremos justamente las relaciones cognoscitivas a través de las cuales una colectividad configura estos dos extremos posibilitando la transformación o el quiebre del orden. Para llevar a cabo este primer objetivo, me gustaría señalar que retomaré la idea fundamental de la teoría del conocimiento desarrollada por el filósofo de la ciencia y médico L. Fleck en su obra Génesis y desarrollo de un hecho científico. Pues me parece, como intentaré mostrar en el desarrollo posterior, que la manera en que Fleck describe la relación cognoscitiva, entre un científico perteneciente a un colectivo intelectual y la realidad empírica que experimenta, sirve de fundamento básico para alcanzar el objetivo propuesto. Por otro lado, creo que la teoría de Fleck puede ser compatible con algunas otras posturas y preocupaciones epistemológicas surgidas en las últimas décadas del siglo XX, que nos permitirán diluir la aparente contradicción expuesta. Con esto me refiero a la crítica de lo Dado como una restricción extra-conceptual a nuestras pretensiones del conocimiento y la propuesta de J. McDowell para diluir esta contradicción; y al realismo ontológico en las prácticas experimentales en el sentido que sostiene I. Hacking. Creo que ambos son compatibles en general con la postura de Fleck, el primero nos ayudará a entender como el orden, inherente a un colectivo social, puede ejerce una restricción externa al pensamiento, el 9 segundo a comprender como el colectivo social logra instaurar el orden en la realidad, esto en el trasfondo de la teoría de estilos de pensamiento que ha esbozado Fleck. Introduzcamos dicha teoría y pasemos después a describir, en función de los argumentos referidos, sus rasgos definitorios. 1. El estilo de pensamiento y el pensamiento colectivo: primeras consideraciones Para Fleck la relación cognoscitiva no puede ser pensada de manera bilateral entre un objeto y un individuo. Por el contrario, siempre se da entre la realidad objetiva, un individuo y un conocimiento anterior. Este conocimiento no debe ser pensado como un conocimiento a priori formal, ni como un conocimiento individual, sino de carácter histórico, porque se desarrolla y tiene una dependencia en el tiempo; y social, porque rebasa a todo individuo e incluso generaciones de individuos que lo modifican constantemente.5 Este conjunto de preconcepciones constriñen la libertad de nuestro proceso cognoscitivo de tal forma que un individuo es capaz de distinguir en el mundo formas y figuras determinadas de manera involuntaria y pasiva, tal como si estas se mostrasen a él de manera directa en los objetos dados que percibe. Éstas constituyen una ontología característica que sirve de base para construir otras representaciones.6 Al mismo tiempo, no relacionamos aleatoriamente un objeto con otro, las preconcepcionesinstauran un criterio que nos muestra que representación se debe de relacionar con otra, de tal manera que parezca que a toda relación valida le es inherente una causa definida; en otras palabras, nuestra cognición se ve condicionada por una normatividad determinada. Esto nos dirige al papel esencial que tiene el hombre como agente activo en la intervención de la realidad. El hombre mediante las representaciones permitidas interviene en la naturaleza, el criterio de corrección de las representaciones, otorgado por las normas mediante las cuales fueron construidas, lo someterá a un compromiso 5 Fleck, L., Génesis y Desarrollo de un hecho científico. Alianza Editorial, Madrid, 1986. p. 85-86 6 Ibídem. 10 discursivo, una convicción que le da sentido a una metodología que restringe las formas coherentes con las que el hombre puede intervenir en el medio tal que se le muestre reconocible las representaciones presupuestas, reafirmándolas en la realidad. Estos tres componentes: ontología, normatividad y metodología deben de pensarse como una unidad, ningún factor está sobre el otro, y sólo cobran sentido en concordancia con los demás, determinándose entre sí, por lo que cada uno depende necesariamente de los demás. La estructura conformada por la interrelación entre estas preconcepciones define el estilo de pensamiento de una comunidad dada en un tiempo determinado; y es lo que configura el orden que experimentamos en un mundo coherente e independiente de nosotros, puesto que su producto es la realidad objetiva de una colectividad determinada: el conjunto de hechos inteligibles que experimenta el hombre. 7 ―Al portador comunitario de un estilo lo llamamos colectivo de pensamiento.‖8 Este concepto, como Fleck señala, debe entenderse de manera funcional, como si a la misma presencia de la colectividad le fuese inherente un campo de coerción que condiciona y, en este sentido, determina a la configuración característica de un estilo de pensamiento. El colectivo de personas surge ahí donde se da un constante intercambio intelectual, por ende, éste puede ser tan pequeño como dos individuos o tan grande como un partido político o una nación.9 Al pertenecer a un colectivo de pensamiento, todo individuo sufrirá una coerción en su proceso cognoscitivo debido al estilo de pensamiento colectivo, caracterizado por los tres rasgos de preconcepciones ya mencionadas. Sin embargo, el colectivo de pensamiento infringe una serie de condicionamientos al estilo de pensamiento propios de su estructura social. Estas condiciones pueden considerarse externas a la restricción que impone el estilo de pensamiento, puesto que se relacionan más con el proceso de reconocimiento que con el acto 7 Ibíd. pp.141-151. Fleck usa la frase ―armonía de ilusiones‖ para referirse a lo que hemos denominado ―orden‖: (Ibíd. p.133) o nota 23 más adelante. 8 Ibíd. p.149 9 Es importante recalcar que el colectivo de pensamiento, al que le es inherente un estilo de pensamiento, se da no en cualquier grupo social, sino en aquél donde se lleva a cabo una interacción intelectual. En este sentido, se diferencia de un simple agregado de personas y se acerca más a la estructura social de un equipo deportivo o de una comunidad de investigación científica kuhniana. 11 de conocimiento mismo, aunque sin duda alguna se encuentran del todo inter- relacionadas (se hará explicita esta distinción y relación más adelante). Estas condiciones, a su vez, podrían considerarse restricciones sociales, dado que responden a necesidades, intenciones o valores característicos de un momento histórico-social determinado. Entre los ejemplos de estas restricciones podemos encontrar: necesidades ambientales, sociales, normas institucionales, criterios de publicación, de reconocimiento académico, etcétera. Estas restricciones sociales, dado que poseen un peso importante en los criterios con los que se reconoce una pretensión de conocimiento como justificada, llegan a tener una importancia significativa en nuestro proceso cognoscitivo, tales que son capaces de reconfigurar el estilo de pensamiento y con él la realidad que experimenta un colectivo. Definiremos con más precisión al colectivo de pensamiento y al estilo de pensamiento, así como sus rasgos característicos, más adelante. Por ahora, debemos notar que la teoría del conocimiento esbozada por L. Fleck nos muestra un trasfondo donde pueden trazarse las relaciones entre un individuo que pertenece a un grupo de interacción intelectual determinado y la realidad objetiva. La coerción del estilo de pensamiento como aquello que configura el orden de nuestra experiencia, se da a través de tres formas de preconcepciones: la ontología, la normatividad epistémica y la metodología. Estos aspectos del estilo aún cuando se presenten autónomos en relación a su análisis (puesto que se muestran en aspectos distintos de la cognición humana), son interdependientes mostrándose en la una unidad concreta que es la experiencia. Sin embargo, para poder mantener este trasfondo teórico como un correlato de nuestro proceso cognoscitivo, no es suficiente con describirlo y adoptar sin más las relaciones que expone. Al adoptar la teoría del conocimiento de Fleck parece que no hemos hecho nada más que cambiar de etiquetas las preguntas efectuadas. Aún debemos explicar cómo el estilo de pensamiento se muestra independiente de nuestro pensamiento tal que alguien pueda reconocerlo intuitivamente en el mundo empírico y bajo qué instancia un colectivo de pensamiento instaura un estilo de pensamiento en la realidad objetiva. La 12 importancia de esto radica en que nos puede alumbrar sobre la naturaleza de las prácticas desarrolladas en la investigación empírica, entendiendo en qué sentido un científico o un filósofo, como representante de un trabajo social, logra abstraer o mostrar ciertas relaciones en el mundo que pretendidamente reflejan el orden de la realidad empírica y como esta representación termina por ser parte de la realidad de la que emergió, ya no como una representación sino como un hecho que puede ser, por algún medio, perceptible. Por ello, debemos hacer explicitas las relaciones por las que un colectivo de pensamiento puede modificar al estilo y cómo este se ve condicionado por sus restricciones sociales. Me parece que esto se puede explicar si mostramos como se relaciona con nuestra experiencia el estilo de pensamiento; es decir, cómo un individuo hace representaciones e interviene en el mundo influido por un colectivo de pensamiento y restringido por un estilo de pensamiento. 2. Representación e intervención El creer en la veracidad de nuestras representaciones, y pensar que es una apariencia lo que los sentidos nos muestran sobre el mundo, es el punto de inicio de una experiencia científica. El actuar conforme a ellas abre la puerta a la cristalización en la realidad de estas representaciones, es hacer verdad esta experiencia, y hacerla la fuente de nuestras razones. Copérnico pensó que la Tierra se movía alrededor del sol y que ésta no era el centro del universo, a pesar de que el sentido común le mostraba como un hecho lo contrario. Sus afirmaciones no fueron reconocidas en el mismo sentido científico que nosotros ahora le damos: la tierra girando alrededor no fue un hecho hasta casi un siglo después, sino es que más, de que el astrónomo polaco lo había afirmado. No bastó con representar un universo de distinta manera, debía ser reconocido y llevado a la práctica como tal. El telescopio sin duda fue un protagonista de esta práctica copernicana. A partir del heliocentrismo se dan inferencias que permiten actuar siguiendo las relaciones que presuponen como verdadera esta representación del universo. Sonestas inferencias las que permitieron a Galileo y 13 a muchos otros llevar una práctica determinada, cuyo sentido brotaba de pensar a la Tierra girando alrededor del Sol. La práctica sistemática permitió reconocer con mayor facilidad la representación copernicana, la cual, tras esta actividad, se vio modificada por el mismo reconocimiento. Finalmente el trabajo de estos astrónomos, su experimentación, permitía reconocer con facilidad la representación, ya no como una especulación cosmológica, sino como un hecho observable. No tiene sentido preguntarse por una prioridad entre la teoría y la práctica, ambas parecen ser dos perfiles de un mismo rostro. El punto es que el heliocentrismo como representación no basta para ser un hecho, es decir, para conformar parte de la realidad objetiva. Para esto debe encontrar en las prácticas sociales un reconocimiento que lo instaure en el orden de la experiencia y de ahí logre desplegar su coerción afectándonos como parte genuina del mundo. Siendo así, la representación y la intervención son dos caras interdependientes sin las que no podríamos experimentar el mundo como representación. Actuar conforme a la realidad que percibimos es hacer verdad las razones que presuponemos; en este sentido, la realidad y la verdad tienen una conexión, pero, como el relato copernicano anticipa, ésta se encuentra más allá del límite de la representación, en el terreno de las prácticas. Como ya fue planteado, si el estilo de pensamiento pretende efectivamente ejercer una coerción que limita nuestras posibilidades de pensamiento y de nuestros actos, no podría llegar a hacerlo si se basara por entero a partir del continuo entrenamiento y educación; sino que se nos debe de presentar de manera tangible en la lógica y en las formas y figuras que realmente percibimos. Por lo tanto, no se trata de una sugestión producida por tanto escuchar que tal cosa se relaciona con tal cosa a lo largo de toda una vida formativa, como si sometiera a un lavado nuestros sentidos. Es necesario que el orden se explaye desde la realidad objetiva para que efectivamente podamos sentir y percibir que tal cosa realmente se relaciona con otra, independientemente de nuestro pensamiento. Sin embargo, el orden no es un ente metafísicamente independiente del ámbito humano, sino que se encuentra estrechamente relacionado con él, entonces ¿Cómo poder hablar de un mundo ordenado y, al mismo tiempo real? 14 ¿No el mundo ordenado sería una representación del mundo y el mundo genuinamente real es una realidad Dada del todo independiente de nuestras representaciones? Las anteriores preguntas me parece que hacen explícito un problema epistemológico que ha sido discutido durante el siglo XX: el llamado mito de lo Dado. Lo Dado - como a continuación veremos - ha fungido como un límite que restringe nuestras representaciones empíricas desde un mundo exterior e independiente a nuestro pensamiento, otorgando la confianza de que éstas versan efectivamente sobre la realidad empírica. Así, se ha acuñado la creencia de que aquello que determina la verdad de nuestras representaciones es su correcta correspondencia con este mundo Dado. Desde la perspectiva del conocimiento científico esto no es la excepción. De hecho, tradicionalmente se acostumbraba a pensar al experimento como aquella prueba en la que se verificaba o se falseaba una teoría científica con la realidad Dada.10 En esta perspectiva, si el experimento muestra un efectivo acuerdo entre la teoría y el mundo, la representación científica es considerada como verdadera y plausible de ser real. Sin embargo, como veremos, este mundo Dado, considerado como una región extra-conceptual, es ininteligible e irracional para nosotros, con lo que imposibilita una verdadera justificación. Esto obliga a encontrar una dimensión externa e independiente a nuestro pensamiento que no caiga en la esencial ininteligibilidad del mundo Dado. Lo que nos dirige a responder la siguiente pregunta: ¿sin lo dado, como restricción externa, qué relaciona con la realidad empírica a nuestras representaciones? O en otras palabras, si el mundo que causa nuestros datos sensoriales, al ser extra- conceptual, se comunica irracionalmente con nuestro entendimiento: ¿Cómo es posible a partir de nuestras representaciones abstractas tener un conocimiento empírico del mundo?11 10 Kant, en la Crítica a la razón pura, justamente define el método de la ciencia como aquél que se verifica o falsea a la luz de nuestra experimentación con la naturaleza. 11 Esta es la pregunta que fundamentalmente se hace J. McDowell en su obra Mente y Mundo, la cual dirige su investigación y critica en torno al mito de lo Dado. La siguiente sección retomará, en gran medida, esta crítica, así como su propuesta de una realidad estructurada conceptualmente. 15 La respuesta nos hará a reflexionar, en un primer momento, sobre la constitución de nuestra realidad empírica con el objetivo de mostrar las condiciones necesarias para que ésta se nos muestre como una realidad ordenada. Aquí se intentarán mostrar las características fundamentales de una realidad independiente a nuestras capacidades mentales, pero inteligible a éstas. En un segundo momento, se intentará mostrar que esta estructura conceptual que se presupone en nuestra realidad, logra instaurarse en esta última a través de las prácticas determinadas de un colectivo social, las cuales terminan por dotar de su real significado a dichas representaciones fijando una imagen de cómo debe ser el mundo. De aquí se hará explicita la relación entre nuestras representaciones y nuestras prácticas, en nuestro pensar y nuestro hacer, cuyo particular significado brota de las reglas de inferencia que señala un colectivo social determinado. 2.1 La Ontología 2.1.1 Los límites de la representación: el mito de lo Dado La conciencia de lo Dado, como aquello externo que conecta la realidad empírica con nuestras representaciones, ha existido a lo largo de la historia bajo distintas caras, últimamente bajo el rostro de los datos sensoriales. Los datos sensoriales han sido tradicionalmente pensados como las características que nos muestran nuestros sentidos sobre una realidad independiente de nuestro pensamiento; por ejemplo: el color, la dureza, la aspereza, el sonido u los olores, construyen sensaciones sobre las cuales se funda nuestra interacción con la fuente que los origina: el mundo. La duda en torno a nuestras sensaciones tenía como origen la siguiente pregunta: ¿Son los datos sensoriales características de los objetos reales? B. Russell resume la respuesta de esta forma: ―De hecho, casi todos los filósofos parecen convenir en que existe una mesa real; casi todos convienen en que, aunque los datos de los sentidos – color, forma, pulimiento, etc – dependan en algún modo de nosotros, sin embargo, su presencia es un signo de algo que existe independientemente de nosotros, algo que difiere, tal vez, completamente de nuestros datos de los sentidos y que, no obstante, debe ser considerado como la causa de los sentidos siempre que nos hallemos en una 16 relación adecuada con la mesa real‖. 12 Me parece que la postura de Russell ejemplifica una teoría del conocimiento en la que la veracidad de nuestras justificaciones se fundamenta en el supuesto de que existe una conexión de los datos sensoriales con el mundo real. Hemos dicho que, a pesar de que por sí solos los datos sensoriales no son una prueba contundente de un mundo real (pues, por ejemplo, podrían provenir de los objetos que se nos muestran en un sueño), desde inicios de la llamada filosofía moderna se ha terminado por consolidar la creencia de que las sensaciones que tenemos del mundo efectivamente provienen de un mundo dado y externo que, en principio,no tiene que corresponder ni a nuestra sensación, ni a nuestra idea, pero que debe ser el origen causal de nuestras experiencias.13 La consolidación de esta postura se debe en gran medida a que esta a responde a una noción del sentido común: la certeza y seguridad de que habitamos una realidad metafísicamente independiente a la cognición humana. Las teorías de conocimiento basadas en los datos sensoriales satisfacen la necesidad de este realismo, en la que lo externo al pensamiento, lo extra-conceptual, representa la restricción a nuestras imágenes indirectas del mundo o representaciones, garantizando que éstas tienen una conexión con el mundo real. Este tipo de epistemología mantiene que en lo Dado 12 Russell, B., The Problems of Philosophy, Oxford University Press, Gran Bretaña, 1952, p.15. Para Russell tener una relación adecuada consiste en tener una experiencia directa con un objeto del mundo; en este caso, si nos encontramos frente a una mesa sin que nada obstruya nuestra vista, pudiendo tocarla sin que nada altere nuestro tacto, nos encontramos en una relación adecuada. Tal vez no se pueda decir con certeza nada sobre la mesa real - pues puede diferir totalmente a lo que nuestras sensaciones nos muestran- con excepción de que debe existir para ser la causa de nuestros datos sensoriales, y esto para él ya implica una especie de conocimiento que llama conocimiento directo. Este tipo de conocimiento es independiente de toda inferencia. Es claro que para Russell el mundo dado es real, esto es, independiente del hombre, argumentando que sin él no tendríamos experiencia del mundo y sin ésta no podríamos siquiera tener una certeza de nuestra existencia. De hecho, para él todo tipo de conocimiento se fundamenta en este conocimiento directo del mundo; un ejemplo de este tipo de conocimiento son los datos sensoriales. 13 Por ejemplo: Descartes y la prueba ontológica de Dios, como garante del conocimiento del mundo externo, o la actitud de Russell, quien por economía de pensamiento considera más viable que los datos sensoriales provengan de un mundo real a que lo hagan de una ilusión. La prueba ontológica de la existencia de Dios puede encontrarse en: Descartes, R., Meditaciones Metafísicas, Terramar Ediciones, Argentina, ―Quinta Meditación‖, p.155-156. El argumento de Russell en: óp. cit. p.24-25. 17 radica la imagen verdadera del mundo y, por tanto, si nuestro conocimiento busca la certeza, nuestras representaciones tienen que tender a dicha imagen, a pesar de que por su propia naturaleza sea imposible alcanzarla. Ahondemos un poco más en esta teoría del conocimiento, pues de ella partirán las críticas que se han hecho en la última mitad del siglo a la teoría de lo Dado. Me parece que este tipo de epistemología logra ejemplificarse de mejor manera en la forma que Kant concibe nuestro conocimiento mediante representaciones. 2.1.2 Lo Dado como restricción a las representaciones kantianas Recordemos que según Kant, es imposible conocer los objetos del mundo en sí mismos. Estos se siempre se presentan ante el hombre a través de representaciones. Las representaciones surgen, en primera instancia, de la impresión que deja el objeto en el aparato sensitivo del ser humano, a través del cual, la representación, mediante la intuición humana, le es dada al hombre; en segunda instancia, dicha representación, a su vez, surge de la idea que el hombre mismo introduce en ella, es decir, del concepto espontáneo que el hombre se hace de la representación para que sea inteligible para él. Sin embargo, las intuiciones y los conceptos no deben de pensarse como dos hechos independientes y concatenados, sino que forman una sola experiencia amalgamada, mediante la cual surgirá el conocimiento empírico. Por lo tanto, los conceptos, sin corresponder a alguna intuición, ni tampoco las intuiciones, sin conceptos, podrán reproducir algún tipo de conocimiento sobre el mundo. Ya que sin las intuiciones, simplemente no se nos darían los objetos del mundo, y sin entendimiento, aun cuando se nos dieran, no podríamos decir nada de ellos, puesto que no serían pensados; o en palabras de Kant: ―Pensamientos sin contenido son vacíos, intuiciones sin conceptos son ciegas.‖14 El hecho de que para Kant los conceptos sean generados espontáneamente no es arbitrario. Gracias a esta espontaneidad somos libres de 14 Kant, I., Crítica de la Razón Pura., F.CE. México, 2009, (A52) 18 poder generar los conceptos que queramos, aún cuando estos no se refieran a alguna parte del mundo; es decir, la libertad de nuestro entendimiento es tal que nada nos condiciona a sólo crear los conceptos inspirados por algún dato sensorial. Sin embargo, sólo los conceptos que podrán jugar un papel en nuestros pensamientos empíricos, y por lo tanto constituyentes del conocimiento que tenemos de lo que nos rodea, son aquellos que provengan de algún fragmento de experiencia que el mundo, a través de la sensibilidad, ha impresionado en nosotros. Ya que de lo contrario, podríamos generarnos una representación del mundo sin ninguno lazo sustancial con el mundo que pretendemos conocer. De esta manera, logra acuñarse la creencia de que la sensibilidad toma el papel de restricción a nuestro entendimiento, calificando de posibles conceptos válidos a los que hayan sido generados, por medio de la señal que nuestra sensibilidad logró captar de un mundo Dado y externo a nosotros. Es justo en esta instaurada incisión, en la introducida brecha entre estos dos factores: la receptividad pasiva que tenemos de un mundo externo a nosotros gracias a nuestra sensibilidad, y la actividad espontánea del entendimiento, a través de la cual pensamos lo recibido, en de donde se hace explícito el surgimiento de lo Dado. Como hemos expuesto, lo Dado ofrece una perspectiva desde la cual la espontaneidad del entendimiento humano se ve restringido de tal forma que las representaciones que finalmente nos hacemos del mundo tienen la garantía de verdaderamente hablar de éste último y no terminar siendo un sistema de ilusiones coherente. La idea de lo Dado ha permitido ampliar la esfera de las razones y justificaciones más allá de la esfera de los conceptos; introduciendo la creencia de que, en última instancia, nuestros juicios empíricos se encuentran fundamentados no sólo en nuestros conceptos, sino a su vez en genuinos datos del mundo exterior – un ejemplo de una extrema justificación en lo Dado serían las definiciones ostensivas. Sin embargo, como J. McDowell ha hecho notar, lo Dado ofrece una restricción externa e independiente a nuestro pensamiento, de lo cual garantiza la existencia ontológica de una realidad independiente al hombre, pero haciéndolo sobre un área que al escapar de toda actividad conceptual es 19 ininteligible para el hombre.15 En efecto ¿tiene sentido el ejercer algún juicio sobre un espacio extra-conceptual? En otras palabras: ¿Cómo podemos pensar lo que por esencia es irrepresentable? Efectivamente, el mundo Dado pretende ser un espacio de restricciones que se encuentra en un reino impenetrable para nuestro entendimiento, introduciendo criterios existentes más allá de la representación y, por lo tanto, dibuja una dimensión incognoscible. Como consecuencia, se da la imposibilidad de poder justificar nuestros juicios, cayendo en una sistemática exculpación de los mismos, ya que al justificarlos en lo Dado, es decir, en lo desconocido, nunca seremos capaces de concientizarnos de las relaciones que estructuran el orden de nuestra experiencia. En el fondo, lo Dado no cumple con lo que pretendía hacer, – garantizar el valor empírico de nuestras representaciones – pues escapa a la experiencia humana, convirtiéndose en una ininteligible justificación que nos liberade una responsabilidad epistemológica. Por último debo señalar que la elección de estos autores responde a que considero que su exposición de las nociones planteadas ha repercutido de manera significativa en su comprensión y crítica. 2.1.3 La ontología: la realidad estructurada conceptualmente Ante lo anterior, parece insostenible lo Dado como justificación epistemológica. Sin embargo, el abandonarlo ¿qué es lo que liga nuestras representaciones con el mundo? Sin una restricción externa a nuestro pensamiento que garantice su realidad empírica, pareciese que caemos en un idealismo donde se podría sostener que todo lo que nos muestra nuestra experiencia, esto es la interacción con una realidad, es por entero producto de nuestro pensamiento. Para avanzar a un plano de justificación externo a nuestro pensamiento, por tanto, abierto a una perspectiva realista, pero sin que ésta caiga en un genérico mito de lo Dado, 15 Para McDowell la teoría del conocimiento se ha movido en dos extremos. Uno de ellos estaría representado por teorías que mantienen como restricción lo Dado. El otro extremo constituyen las teorías del conocimiento coherentistas en el que el fundamento de la justificación de todo conocimiento se encuentra en la relación consistente entre nuestros juicios y creencias, es decir, confinada dentro del pensamiento. Dentro de estas posturas, la experiencia al no ser un ámbito de restricción a nuestra cognición simplemente se convierte en la fuente causal de nuestras creencias empíricas. 20 debemos observar en qué consiste esta exterioridad de lo Dado en la cual se basa para justificar su conexión con un mundo independiente al hombre. En primera instancia, debemos notar que lo Dado, como se ha mencionado, surge para cumplir una necesidad que nos muestra el sentido común: la exterioridad e independencia del mundo respecto al pensamiento del hombre; en pocas palabras, ésta se puede resumir como la necesidad de mantener al pensamiento humano como un subconjunto de un conjunto mayor: el mundo real. De esta forma, parece que lo Dado llega a consolidarse como una restricción externa al pensamiento a partir de que supone un ámbito de restricción no conceptual, de esta característica emana su independencia a toda actividad del entendimiento, y de ahí su ininteligibilidad respecto a éste. En otras palabras, de su ilusoria ininteligibilidad, arraigada al ámbito pretendidamente extra-conceptual del que proviene, es de donde surge su mayor virtud: su independencia, con la cual cumple los requisitos para ser una restricción externa al pensamiento, garantizando con esto una conexión con la realidad empírica del mundo. La crítica al mito de lo Dado, brevemente expuesta, va dirigida a que toda idea que haga referencia a un plano incognoscible, esto es, no representacional, en realidad es en un sin sentido (¿cómo es posible conocer lo que en esencia no puede ser representación, si la única forma de conocer es a través de representaciones?); el cual adquiere el mayor peligro si pretende participar en la experiencia humana como fuente de las restricciones a nuestras pretensiones de conocimiento empírico, pues en lugar de servir como justificación, lo máximo que puede lograr es permitirnos ofrecer una disculpa ―válida‖ de nuestros actos y juicios. En el fondo, la crítica concluye que lo Dado es una escapatoria que permite engañarnos, haciéndonos creer que es el garante de la efectiva relación que mantenemos con una realidad empírica independiente de nosotros, justificando desde un plano irracional nuestras pretensiones de conocimiento. Como hemos mencionado, debemos evitar caer en idealismos. El diluir lo Dado no implica abandonar la necesidad de un plano que restrinja de manera independiente y externa a nuestro pensamiento. Siendo así, la cuestión fundamental en torno a la cual debe girar la reflexión es la siguiente: hemos visto 21 que lo Dado equipara su independencia, su realidad, con provenir de un ámbito extra-conceptual, es decir, ininteligible; ante esto surge la siguiente pregunta: ¿necesariamente toda región independiente al pensamiento del hombre debe de ser ajena al entendimiento? O de otra forma: ¿el límite a nuestra capacidad conceptual lo debe marcar necesariamente una región extra-conceptual? La experiencia nos muestra un límite claro a nuestra capacidad conceptual, éste es la presencia misma de una realidad inteligible que nos afecta independientemente de nuestra voluntad individual. De hecho, como se ha insistido, la característica que hemos querido recalcar de la experiencia es justamente que ésta nos muestra una realidad ordenada tal como si se tratase de un mundo externo e independiente de nosotros, que podemos entender. De esta manera, no hay porque pensar que la esfera de las razones es mayor que la de los conceptos: ―La constricción nos llega desde fuera del pensamiento, pero no desde fuera de lo que es pensable‖.16 En efecto, el que se nos presente una comunicación, una experiencia con el mundo de manera racional, esto es que se nos muestre ordenada, tiene como consecuencia que no existe un dato sensorial como medio no conceptual a través del cual se nos muestra el mundo. De esta forma, seguir aceptando los datos sensoriales de la manera tradicional es mantener una relación con lo impensable (lo Dado) mediada a través de estos agentes sensitivos. Por lo tanto, debemos aceptar que no existe un mundo detrás de lo que nos muestran los sentidos; debemos abandonar la idea de un mundo en sí. Por tanto, la sensibilidad, en contraste a los datos sensitivos, nos muestra datos conceptuales, es decir, señales que llegan a nuestra receptividad pero que son lo suficientemente inteligibles para el pensamiento humano desde sus formas más elementales: ―En una experiencia particular, en la que uno no se esté equivocando, lo que uno capta es que las cosas son de tal y cual modo. Que las cosas sean de tal y cual modo es el contenido de la experiencia, y puede ser también el contenido de un juicio (en efecto, se convierte en el contenido de un juicio si el sujeto decide tomarse la experiencia según su valor aparente), de modo que es un contenido conceptual. Pero que las cosas sean de tal y cual modo es también, si uno no se equivoca, un aspecto de cómo está dispuesto el mundo: es así como son las cosas. Por consiguiente, la idea de operaciones de la receptividad estructuradas 16 McDowell, J., op. cit., p. 71. 22 conceptualmente nos coloca en la posición de poder hablar de la experiencia como una apertura al diseño de la realidad, pues la experiencia le hace posible el diseño mismo de la realidad el ejercer una influencia racional sobre lo que un sujeto piensa.‖17 Efectivamente, como McDowell señala, toda sensación, por más sencilla o elemental que se nos presente, logra distinguir parte del mundo porque éste de antemano ya se comunica con ella racionalmente, es decir, revistiendo conceptualmente sus objetos. No es que construyamos de una manera directa la realidad a partir de una capacidad del pensamiento humano, ni que el mundo se encuentre constituido de ideas o algún tipo de materia mental. Lo que se sostiene es que desde la más pequeña sensación que la experiencia le muestra al hombre en su conciencia, ésta es de antemano inteligible, lo que implica que su forma ya responde al entendimiento. Esto podría entenderse si suponemos que nuestra receptividad se encuentra conceptualmente estructurada, de aquí que sea posible percibir el mundo ordenado que nos muestra nuestra experiencia.18 Por consiguiente, la experiencia efectivamente nos muestra un mundo externo e independiente al pensamiento humano, pero no ininteligible. Por otro lado, la realidad tal como se está exponiendo siguesiendo independiente a nuestra mente, manteniéndose como una restricción externa, es decir, dada (con minúsculas), pero no por ello es incognoscible. En resumen, para no caer en criterios epistemológicos internos a la representación y mantener a la realidad empírica como campo de restricción de nuestro conocimiento debemos suponer que ésta se nos muestra estructurada conceptualmente, donde esta estructura conceptual es un rasgo del estilo de 17 McDowell, J., op. cit. pp.67-68. 18 Me parece interesante una observación que hace Fleck respecto al mito de lo Dado, en una nota al pie de página nos dice: ―El sistema de Carnap (Der logische Albau Der Welt) quizás sea el último intento serio de construir el <<mundo>> desde lo <<dado>> y desde las <<experiencias directas>> como elementos últimos […]. Con respecto a su punto de vista de rechazar el carácter absoluto de los enunciados protocolares, hay que desearle todavía que descubra la condicionalidad social del pensar…‖ (óp. cit., Observación, experimento, experiencia, nota 3, p. 138). Y en: ―¿No podemos arreglárnoslas sin algo fijo? Sin embargo, es evidente que tanto el pensar como los hechos son mutables, pues basta tener en cuenta que los cambios del pensamiento se manifiestan en hechos nuevos y, viceversa, que hechos fundamentalmente nuevos sólo se pueden describir por un pensar nuevo.‖(p.97) Me parece que esto muestra la postura de Fleck respecto a lo Dado como restricción a nuestras pretensiones de conocimiento y su búsqueda por un campo de restricción inteligible para el entendimiento humano. 23 pensamiento que configura el orden de nuestra experiencia. Esto nos permite entender cómo nuestra experiencia nos muestra una realidad ordenada pero independiente a nuestras capacidades cognitivas. Así, un hombre es capaz de entenderla desde sus manifestaciones más elementales, en cuanto, inconsciente o conscientemente, reconozca el orden que dicha estructura conceptual construye, de la cual se le presenta un mundo racional sobre el que puede emitir juicios y llevar a cabo actos empíricamente justificados; los cuales, sin embargo, por sí solos no alteran la realidad empírica, pues ésta se le sigue mostrando independiente a su voluntad individual. De hecho, esta estructura reprime la libertad de pensamiento, aplicando una fuerza de coerción que nos obliga a llevar a cabo una selección involuntaria de las diversas formas y figuras que podemos con sentido distinguir del mundo empírico que nos rodea, restringiendo la posibilidad de que nuestros conceptos adquieran un contenido empírico. Es claro que no nacemos con el conocimiento particular de esta estructura. El hombre posee en sus capacidades cognoscitivas la posibilidad de una experiencia empírica en el sentido de que puede reconocer mediante sus facultades dicha estructura, pues tanto ésta como sus propias facultades revisten formas comunes. Sin embargo, la configuración determinada, las relaciones constitutivas de dicha estructura sólo se nos muestran a través de un continuo entrenamiento a lo largo de los años, inmersos en un ambiente de continuas prácticas sociales que coercitivamente nos muestran el cómo debe ser dicha estructura.19 En este sentido, como se ha mencionado y se detallará más adelante, la relación cognoscitiva que se da con el mundo, no es bilateral, entre el individuo y el objeto; más bien, siempre se da en función de la relación entre un pensamiento colectivo, la realidad objetiva y el individuo que se encuentra inmerso.20 19 Al respecto L. Fleck señala: ―El ver formativo directo exige estar experimentado en el campo del conocimiento del que se trate. Sólo después de mucha experiencia, quizás tras un entrenamiento preliminar se adquiere la capacidad de percibir inmediatamente un sentido, una forma, una unidad cerrada. Al mismo tiempo, desde luego, se pierde la capacidad de ver cualquier cosa que contradiga dicha forma. Pero es justamente, ese percibir dirigido lo que constituye el componente principal del estilo de pensamiento‖ (óp. cit., p. 138-139) 20 En este sentido, no se debe entender a la ontología como las formas que percibimos subjetivamente, en una relación individual con el mundo empírico. Sino más bien, como justo aquél trasfondo que las posibilita, el cual, como veremos, emerge del orden característico 24 Por lo tanto, el orden que nos muestra la experiencia humana se ve configurado, obteniendo un rasgo particular por el conjunto de objetos, formas y relaciones constitutivas de la estructura conceptual que adquiere nuestra realidad objetiva, gracias a la cual nos muestra un mundo inteligible a nuestras facultades cognoscitivas. Llamaremos ontología a este rasgo de la configuración particular del orden de nuestra experiencia. De este modo, para que nuestras representaciones puedan llegar a poseer un contenido empírico deben de fundarse en esta ontología que constituye la región de lo empíricamente posible - lo cual no necesariamente coincide con lo que pensamos, de ahí que sea una restricción externa al pensamiento pero en sus propios términos- pues sin esta primera condición no podremos reconocerlas en la realidad objetiva. Hemos distinguido un rasgo esencial de la configuración del orden de nuestra experiencia que mantiene una relación directa con nuestra capacidad de representar el mundo que nos rodea. A través de esta, nuestro entendimiento nos permite tener una relación racional con el mundo conceptualmente estructurado, tal que éste nos restrinja la libertad de nuestro pensamiento. Nuestro pensamiento, así restringido, nos da la posibilidad de convertirnos en genuinos espectadores de la obra humana llamada realidad objetiva. Pero el hombre no sólo contempla lo que lo rodea, de hecho, pertenece al mundo, es parte de esta realidad, la constituye y actúa en ella. Si el pensamiento modifica nuestra relación con el mundo, el acto es el que transforma lo que hay en el mundo. La intervención es la otra cara de la experiencia que nos muestra como una realidad objetiva al mundo como representación. 2.2 La Metodología y la Epistemología instaurado colectivamente. La ontología, en este sentido, se encuentra conformada por los elementos fundamentales que presuponemos en el mundo y de los que parten nuestras representaciones, de los cuales no indagamos respecto a la veracidad de su existencia, sino que inconscientemente damos por dados. Sin embargo, debemos recalcar que en la experiencia empírica, la ontología no puede separarse de aspectos epistemológicos y metodológicos de los cuales es interdependiente. Por lo que, finalmente, como se verá, a lo que reconocemos como un hecho objetivo, se encuentra conformado por estos tres rasgos y condicionado por los intereses y necesidades del colectivo del que emerge. 25 2.2.1 La realidad fundada en las prácticas sociales: la metodología En la sección anterior se ha dicho que una representación puede llegar a ofrecer un contenido empírico si se encuentra determinada, en primera instancia, bajo los términos que define una ontología, es decir, la estructura conceptual del orden que caracteriza nuestra experiencia. Por ejemplo: un científico en la actualidad puede decir: ―la materia está constituida de quarks‖, ¿esta proposición denota un conocimiento empírico? Una ontología ofrece las condiciones de posibilidad de poder distinguir en el mundo formas y nociones elementales. Nos ofrece las representaciones básicas que presuponemos y sobre las cuales construimos demás representaciones. Sin embargo, las representaciones, aun restringidas por una ontología característica, no se bastan porsí mismas para constituir un real elemento del mundo objetivo. Al estar fundadas en una ontología son plausibles de ser reconocidas en el mundo, pero esto no garantiza dicho reconocimiento. Siendo así, dentro de un orden cuya ontología característica posibilita el reconocimiento del quark como constituyente de la materia, nuestro entendimiento podrá bien representar, sin contradicción, la realidad a través de estas partículas; sin embargo, para que efectivamente dicha proposición nos ofrezca un conocimiento justificado sobre el mundo, y no una posible ilusión coherente, la configuración característica del orden de nuestra experiencia debe permitir reconocer públicamente que ―la materia está constituida de quarks‖. Sin embargo, no podemos observar a los quarks a simple vista, por tanto ¿cómo es posible tener una comunicación con la realidad tal que nos deje entrever (a un colectivo de pensamiento) a los quarks como un constituyente real de la materia? O, dicho de otro modo: ¿cómo podemos reconocer públicamente que los quarks son un constituyente real del mundo? La respuesta está relacionada directamente con nuestras formas de reconocimiento y el criterio que las valida. La pregunta en torno a la constitución de la materia no ha cobrado posibilidad únicamente bajo un orden contemporáneo; ya desde los tiempos de Demócrito existía la noción de que lo que nos rodea no es en realidad lo que aparenta. El mismo Demócrito aseveraba que la materia está constituida de 26 átomos. Al respecto I. Hacking comenta: ―Demócrito transmitió un sueño, pero no conocimiento. Los conceptos complicados necesitan un criterio de aplicación. Eso le hacía falta a Demócrito‖.21 Según Hacking no es suficiente con la representación para hacer de ésta parte de la realidad objetiva, falta ―un criterio de aplicación‖ desde el cual dicha representación sea reconocida como un conocimiento empírico. En efecto, el reconocimiento público en la realidad empírica de alguna representación, no emerge con simplemente describir una representación sobre el mundo, como si alguien dijera súbitamente: ―la tierra gira alrededor del sol‖ y la gente reconociera al instante, o tras una larga explicación, el movimiento terrestre, o si se dijese ―la luz es una onda electromagnética‖ y en seguida cayéramos en cuenta de la naturaleza de la luz y sus consecuencias. Las representaciones no se vuelven más reales tanto por sus cualidades explicativas sobre el mundo – sin embargo, estas cualidades las ayudan a ser más reconocibles - sino porque puedan ser reconocidas por un colectivo en sus prácticas, es decir, un reconocimiento que muestra (y no sólo describe) la manera en que éstas nos permiten interactuar con lo que nos rodea. De esta manera, me parece que la intervención tiene un papel de suma importancia en la constitución de nuestra realidad, pues es un medio en el que nuestras representaciones, como portadoras de un conocimiento empírico, terminan transformándose hasta que son plenamente reconocidas, ya no bajo la forma de la representación original sino bajo otro rostro plenamente reconocible por un colectivo social. Ninguna teoría, como un complejo sistema de representaciones, dicta por entero la forma en que intervenimos en el mundo. Nos ofrecen líneas de intervención, esto quiere decir, nociones fundamentales que guían en lo general, en lo inmediatamente perceptible, nuestra interacción con la realidad. Fuera de estos intentos guiados por un sentido común empírico, las intervenciones realmente novedosas no tienen más opciones que el experimentar por rodeos. Así, al ser toda primera interacción singular, inevitablemente no reconoceremos de manera totalmente inteligible en nuestras prácticas a las 21 Hacking, I., Representar e Intervenir, 1983, Versión en castellano de Sergio F. Martínez, Paidós, 1999. p. 169. 27 representaciones que hemos presupuesto en el mundo. Sin embargo, tras numerosas intervenciones, las experiencias se hacen más claras, tal que es posible que la representación se transforme de tal forma que se hace reconocible y se descubre casi como si perteneciese al mundo objetivo.22 En este proceso no sólo se adapta nuestra forma de percepción a la representación que supuestamente ―guía‖ nuestra intervención, sino que la representación se ve, de igual manera, transformada en función de estos reconocimientos, tal como si, desde el otro extremo, la intervención la dirigiera: ―El conocer cambia al cognoscente adaptándolo armónicamente a lo conocido y esta situación asegura la armonía acerca del origen del conocimiento dentro de la visión dominante. […] Esto es un ejemplo de la eficacia de la armonía de las ilusiones (o, como lo podemos denominar ya, de la intrínseca armonía del estilo de pensamiento) que consigue la aplicabilidad de los resultados científicos y la fe firme en una realidad existente, independientemente de nosotros.23 En efecto, tal como se ha expuesto, es en las prácticas donde se logra reconocer una representación públicamente, un proceso de reconocimiento que inevitablemente transforma su significado - en función del uso de dicha representación en la práctica que la muestra en el mundo.24 De esta forma, a través de la práctica, el conocimiento empírico que la representación ostenta, termina por ser reconocida como justificada, sirviendo de base para conocimiento posteriores, lo que, con el paso del tiempo, el reconocimiento de dicho conocimiento se da de manera tan directa y tangible como si fuese parte de la realidad objetiva; en pocas palabras: ―...nuestras nociones de realidad se forman a 22 Fleck, L., óp. cit. p, 133. 23 Ibídem. 24 La aprehensión del significado de una representación, no tanto por una definición teórica (una norma explicita), sino por una aplicación práctica, es algo que Kuhn también señalará años más adelante: ―Si, por ejemplo, el estudiante de dinámica newtoniana llega a descubrir alguna vez el significado de términos como ―fuerza‖, ―masa‖ , ―espacio‖ y ―tiempo‖, no lo hace tanto por las definiciones incompletas, aunque a veces útiles, de su libro de texto, cuanto por participar en la aplicación de dichos conceptos a la solución de problemas‖ (Ibíd., p, 122) Como Kuhn nota, una educación especifica le permitirá a un individuo reconocer un concepto a través de su aplicación práctica; la cual le ofrecerá un significado particular del mismo. En este sentido, una educación específica ya toma por dada estos conceptos ofreciéndonos una forma determinada de reconocerlos, no nos ofrece una explicación del porqué o del cómo es que el mundo empírico se encuentra estructurado bajo ellos, algo que sólo podría llegar a responderse considerando a la ontología. 28 través de nuestras habilidades para cambiar al mundo‖.25 Esto necesariamente implica una transformación en el estilo de pensamiento y, por ende, en el orden de nuestra experiencia empírica. El conjunto de prácticas características que llevan a cabo un colectivo determinado para mostrar, en su interacción, la realidad de su mundo como representación, es llamado metodología. Sin duda la ontología y la metodología, como dos caras de la experiencia, constituyen rasgos inter- relacionados y dependientes entre sí, que particularizan el orden que nos muestra la misma. Es a través de ellos, junto a la normatividad inherente, de donde surge el rasgo definitorio de dicho orden, un estilo que configura el orden que nos hace experimentar una realidad objetiva, determinada y coherente. 2.2.2 La normatividad implícita en las prácticas Al mismo tiempo, la prácticas implícitamente muestran cómo se debe de pensar o de actuar para tener una experiencia común; en otras palabras, instaura la dimensión normativa inherente a nuestros juicios. Por lotanto, si el orden que experimentamos en el mundo somete, a través de la realidad, nuestro pensamiento y nuestro actuar estableciendo un conjunto de relaciones empíricas posibles; la normatividad implícita en nuestras prácticas sociales, de igual manera, termina por someter a través del conocimiento justificado, el significado de nuestro pensar y nuestro hacer. En este sentido, nuestra idea de lo correcto y lo incorrecto, lo verdadero y lo falso no proviene de la realidad empírica, sino son nociones normativas.26 Anteriormente hemos sostenido que las prácticas nos permiten reconocer públicamente nuestras representaciones. Sin embargo, ¿bajo qué criterio elijo una práctica correcta? La normatividad constituye la serie de preconcepciones que poseemos, al pertenecer a un colectivo de pensamiento, sobre las cuales descansan la corrección de nuestros juicios. Estas nos muestran cómo debe ser el 25 Hacking, I., op. cit. p, 173. 26 Brandom, R., “Hacerlo explícito” p. 47: ―<Un fantasma no entra en mayor contradicción con otro fantasma que un remolino de agua con otro en el agua>>. Las nociones de contradicción, inferencia correcta, juicio correcto no son naturales sino que todas ellas son nociones normativas.‖ La frase entre <<>> es una cita de Frege. 29 mundo coherente. En este sentido, dibujan el espacio de razones comunes al colectivo de pensamiento, que dotan de validez y sentido a las relaciones que hacemos entre las representaciones y actos que llevamos a la experiencia. Sin embargo, aunque sepamos cómo debe ser el mundo, esto no nos lleva siempre a actuar de esta determinada manera; en este sentido, las normas impuestas por toda normatividad no son reglas que nos obliguen inevitablemente a llevar a cabo un juicio o un acto determinado; es decir, las normas nos dirigen a interactuar de una manera determinada, no nos obligan a no romper con la norma: a pesar de que un individuo sabe lo que debe hacer, esto no implica a que lo haga. Esto se debe a que el pertenecer a un colectivo de pensamiento y, por ende, a su estilo de pensamiento no es algo que se aprenda a través de sus normas, sino que se reconocen en la experiencia, como normas implícitas en la práctica. En pocas palabras, las normas no se describen sino que se viven. Sólo después de que un individuo haya reconocido la norma podrá no cumplirla, no por error o por un efecto del azar, sino porque es capaz de juzgarla. Esta capacidad, que sólo puede adquirirse con la experiencia, es la que permite modificar la normatividad y consigo trae nuevas maneras de pensar y de actuar. Es lo que diferencia a un verdadero conocedor de las relaciones que subyacen en el estilo de la realidad ordenada, con otro miembro más inexperto del colectivo.27 La estrecha relación que tiene la normatividad con la ontología y la metodología de un estilo, implica que todo estilo de pensamiento introduzca su propio criterio de veracidad. En otras palabras: ―Tal solución conforme al estilo, sólo es posible en singular, se denomina verdad. Esta verdad no es <<relativa>> ni <<subjetiva>>, en el sentido popular del término. Esta siempre, o casi siempre, completamente determinada por el estilo de pensamiento”.28 La normatividad junto con la ontología y la metodología conforma el conjunto de preconcepciones, un estilo de pensamiento que todo individuo posee al ser parte de una colectividad de pensamiento determinada. Hemos visto que el estilo de 27 Fleck, L., óp. cit., p. 142 28 Ibíd. p. 146. 30 pensamiento, como característica inherente a todo colectivo de pensamiento, garantiza una restricción independiente y racional a nuestras capacidades cognoscitivas; estructurando conceptualmente la realidad a través de una ontología característica. A su vez, la caracteriza una metodología determinada la cual restringe nuestras prácticas de tal manera que sólo permite aquellas que permitan el reconocimiento público de las representaciones. Estas prácticas son las que finalmente muestran las representaciones como parte de la realidad objetiva, ya no como originalmente fueron concebidas sino con el rostro de representaciones públicas. Por último, tanto la ontología, como la metodología se encuentran relacionadas a través de una normatividad que nos permite juzgar bajo un criterio de corrección nuestras percepciones y nuestros actos. Sin embargo, al ser inherentes estos rasgos al estilo de pensamiento propio de una colectividad de pensamiento, se encuentran condicionados por las restricciones histórico- sociales que dicha colectividad impone a las cuales nos referiremos a continuación. 2.3 Estilo de pensamiento y colectivo de pensamiento: segunda consideración. Nos encontramos ya en posición de definir al estilo de pensamiento como una construcción que determina el orden que posee la relación empírica de una comunidad a partir de la cual el mundo que experimenta posee una forma y un contenido determinado. El poseer un estilo de pensamiento implica la introducción inconsciente de ciertos objetos característicos del estilo; es decir, una estructura conceptual inherente a la realidad. Por otro lado, cada estilo tiene su propio criterio de verdad establecido por el estilo de pensamiento. De la misma manera, el estilo indica las prácticas y métodos válidos de la comunidad para intervenir en la investigación del conocimiento. Paralelamente se debe considerar a la literatura, el estilo técnico y toda expresión grafica de los miembros de una comunidad con un pensamiento colectivo, como condicionados por el estilo29. Dentro de una comunidad, dada su naturaleza histórica, no existe un solo estilo de pensamiento 29 Ibid. p. 145. 31 y, aunque generalmente se encuentre uno dominante, siempre coexistirán con éste vestigios de pasados estilos. Sin embargo, ya que un estilo logró permear dentro de la estructura de pensamiento de una comunidad, dicha comunidad siempre ofrecerá una resistencia que salvaguarde la estabilidad lograda. Por lo que, en este sentido, siempre intentará encajar en su estructura estilizada todo tipo de anormalidad que experimente con el contacto del mundo que lo rodea30; de la misma manera, puesto que cada estilo contiene su propio criterio de verdad, la comunicación entre distintos pensamientos colectivos puede verse imposibilitada, implicando una inconmensurabilidad en sus formas de ver el mundo. Por otro lado, el estilo de pensamiento se encuentra en incesante cambio. En primer lugar, en el proceso cognoscitivo los objetos ontológicos fungirán como proto-ideas sobre las cuales se construyen los nuevos hechos, generando una nueva ontología y con ella una cierta dependencia histórica entre los estilos de pensamiento. En segundo lugar, los diversos fenómenos sociales infringen cambios en el colectivo de pensamiento, los cuales indirectamente repercuten en las restricciones que impongan al conocimiento. En consecuencia, no todas las ideas emergidas de un colectivo lograrán ser aceptadas como conocimiento, sólo las que en cierto grado estén de acuerdo con lo restringido por el pensamiento colectivo estilizado de una comunidad particular. El sentido del nuevo conocimiento está marcado por el colectivo de pensamiento, fuera de éste, dicho conocimiento carece de significado sustancial. Por ello todo trabajo intelectual debe considerarse como una generación social del colectivo de pensamiento del que proviene. Al denominar un pensamiento como ―cartesiano‖, ―kantiano‖ o ―newtoniano‖, lo que se hace es expresar un punto álgido en la historia del conocimiento para este colectivo, que refleja en gran medida el estilo de pensamiento y los intereses particulares que en ese momento encuentran, en eltrabajo de dichos pensadores, el reconocimiento público y la cristalización en la realidad de una experiencia colectiva. De igual manera, paralela a la normatividad epistémica inherente a todo estilo de pensamiento, existe un criterio epistemológico externo que responde a 30 Ibid. Pp. 74-80. 32 necesidades, intereses y(o) valores característicos del momento histórico-social que vive el colectivo, el cual determina, en gran medida, las formas de reconocimiento público más ―convincentes‖ o más ―aceptadas‖ dependiendo de los valores epistémicos en boga.31Siendo así, se puede apreciar que aun cuando un individuo obtenga un resultado estilizado, no necesariamente llegará a repercutir su trabajo como parte del conocimiento admitido, éste deberá pasar las restricciones sociales del colectivo.32 Por lo tanto, como se ha expuesto, el acto de cognición de un individuo estará socialmente condicionado por la relación que mantenga entre las restricciones impuestas por el colectivo de pensamiento al cual pertenece y al estilo de pensamiento característico de dicho pensamiento colectivo. La historia constituye el trasfondo que dota de posibilidad y sentido a las relaciones entre el estilo de pensamiento y un colectivo de pensamiento determinado. El estilo de pensamiento puede pensarse como un abanico de posibilidades que serán cristalizadas en función de las restricciones e intereses que mantengan, en un momento determinado, un colectivo de pensamiento; por ende: ―todo descubrimiento empírico sólo puede concebirse como un complemento, como un desarrollo o como una transformación del estilo de pensamiento‖33. En este sentido, no se puede hacer juicios atemporales sobre una idea, esta debe de pensarse la mayoría de las veces como un esbozo histórico-evolutivo de los conceptos actuales34. Los estilos de pensamiento nos permiten una investigación en torno a las configuraciones características de la realidad empírica de un colectivo de pensamiento en un momento histórico determinado; estudiando las transformaciones en el tiempo de sus rasgos 31 Con esta clase de criterios me refiero a ciertas virtudes epistémicas que algún colectivo de pensamiento, en particular, puede considerar como necesarias de todo conocimiento justificado. Por ejemplo, el poder predictivo de una teoría, la coherencia interna, el factor estético. En ciertos casos el reconocimiento del colectivo de pensamiento se orillará en favor de las pretensiones de conocimiento que cumplan estas características. Y en ocasiones, cuando alguna virtud es muy reconocida, pasa a constituir parte de la epistemología propia del estilo de pensamiento. 32 Ante esta última situación la ciencia no queda en absoluto exenta, simplemente las llamadas líneas de investigación que adoptan los diversos centros de investigación, las cuales marcan en cierto grado lo que vale la pena investigar y lo que no, han seguido en ocasiones fines impuestos por situaciones políticas externas determinadas (por ej. el proyecto Manhattan). 33 Ibíd. Pp. 139. 34 Ibíd. 72 33 característicos junto con el contexto social que las delimita es posible rastrear el surgimiento de los distintos ordenes epistémicos que condicionan nuestra realidad objetiva. De igual manera, los estilos de pensamiento hacen explicitas las relaciones a través de las cuales el orden logra restringir nuestra cognición desde un ámbito independiente, pero entendible bajo los mismos términos de estas facultades; así como logra verse condicionado y manipulado por las condiciones propias del colectivo social que experimenta dicha realidad estructurada. Para concluir, debemos definir un hecho como las representaciones públicas más arraigadas en un estilo de pensamiento, tal que su carácter de verdad o falsedad generalmente no es cuestionable, siendo que dicho valor sólo puede ser realmente aprehensible dentro del pensamiento colectivo estilizado del cual surgió, apreciándose su inherente contingencia histórica en la realidad que nos rodea. Los hechos deben ser entendidos en función de los tres rasgos característicos de un estilo y deben reflejar los intereses y necesidades del colectivo de pensamiento al que pertenecen.35 3. El mecanicismo cartesiano como un estilo de pensamiento científico El conocimiento científico se ha considerado a lo largo de la historia del conocimiento como el grado más alto al que una pretensión de conocimiento puede alcanzar, de hecho se ha llegado a considerar a la ciencia como un conjunto de conocimientos ciertos y evidentes. Me parece que en la actualidad se comparte, de manera matizada, este sentimiento. En cierto sentido, se tiene una confianza desmedida en que la ciencia nos ofrece una imagen del mundo con un alto acuerdo con la realidad. Esta imagen sólo cobra sentido presuponiendo que nuestra relación cognoscitiva del mundo es a través de representaciones; en este sentido, el discurso científico sería una representación – tal vez la mejor - que tenemos de la naturaleza. Desde la antigüedad, como ya fue mencionado, el ser humano representa cosas. En Grecia nació el atomismo, así como otras ―doctrinas‖ que pretendían ofrecernos una verdad más allá de la apariencia del 35 Ibíd. p. 147-148. 34 mundo. En cierto sentido, en estas posturas la verdad habitaba en nuestras representaciones y no en las apariencias que nos muestran los sentidos. Era el inicio de la experiencia científica del mundo, y así como los griegos antiguos, podemos encontrar a lo largo de la historia momentos en que surge una forma de representar la realidad contraria a lo que nos marca el sentido común de nuestra sensibilidad. Sin embargo, fue a partir de la llamada modernidad, cuando, me parece, se dio un giro en el orden de nuestra experiencia que seguimos sufriendo a la fecha. En éste orden el mundo como representación encontró las posibilidades de cobrar realidad objetiva, viéndose cristalizado el viejo sueño de los físicos griegos. Desde este momento la ciencia comenzó a elevarse hasta alcanzar una altura pudiendo cubrir con su mirada un territorio cada vez más grande y profundo del mundo. El discurso científico no permite espacios ni acepta fisuras; por el contrario, es capaz de cubrir la realidad con otra realidad supuestamente más veraz que la primera. En esta segunda realidad, encontramos los fundamentos de nuestra tecnología, nuestra medicina occidental, nuestra comodidad, las explicaciones a los fenómenos únicos que generamos en los laboratorios y, en ocasiones, hasta las raíces de nuestras ficciones. En la sociedad occidental, los hechos del mundo se han convertido esencialmente en hechos científicos. Si Fleck tiene razón, estos hechos no solo reflejan lo que es el caso, sino que esconden intereses y necesidades propias de la comunidad que los engendró. Como él mismo ha indicado: un hecho es una señal de resistencia, pero ahí donde hay resistencia, siempre hay convicciones. ¿Qué convicciones, intereses y necesidades posibilitan el surgimiento de un orden científico? ¿A qué condiciones históricas y sociales responden? El trasfondo teórico anteriormente expuesto tiene la finalidad de contestar estas preguntas. Y sobre ésta óptica estudiare el orden empírico emergente a inicios del siglo XVII, representado por el mecanicismo cartesiano. ¿Por qué el mecanicismo de Descartes? La ciencia como la conocemos no siempre ha existido, y no siempre ha podido existir. Por ejemplo, en un orden configurado a través de un estilo aristotélico, nuestra idea de ciencia era imposible. Recordemos que para el 35 pensamiento aristotélico entre los objetos del mundo y el conocimiento que el hombre tiene de éstos, no existe alguna diferencia, ambos
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