Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
12 807840 ,. - ) 1 , .. ' 1·\ GENER A. L C. VaN CL,AUSEWITZ ~,¿,.@ ' l l¡¡j ~ DE LA. IMP. DE LA SECCIÓN DE HIDROSRAFIA ALC AL Á, 56 1 MAD . :::- o' .. ·. DE LA GUERRA l ' • GE~ERAL CARLOS VON OLAUSE\VITZ --~+*-- DE LA GUERRA --~,...¡-- Vet·S'i6n wit·epta del aZeuuln pQr Ab'ilio Bc..-bet·o 11 Juan Segui, Pt·iuu¡ro.~ Ten-ientes. AZtm<>~os ele la Es<>ttela Sup1wim· de Gne,.,·a. • PROWGO ORL TENI!iNTE CORONEL DE E. M. D. Juan García Benítez MADRID I>!J'. DB LA SECCIÓN DE HIDROGRAFfA ALCALÁ 56 :~.soa -- PRÓLOGO El General Clausewitz es considerado unánimemente como el educador de la generación militar á que debe Pru- sia sus triunfos de 1866 y 70 y el concepto de superioridad militar de que goza en la actualidad. Estudia á fondo la esencia de la guerra, muy e!\pecial- mente los procedimientos de Napoleón en sus cauipaiías, en las cuales fué dado tomar parte el mismo General prusiano ni principio de su cnnera y transmitir ese espidtu de la gue- rra al Cuerpo de Oficiales de su nación; tal fué el objeto que se propuso y que pudo llenar desde el puesto de Director de la Escuela de Guen-a de Bet·lin, que ocupó á partir de 1818. No bastaba haber hecho la guerra contra Napoleón para penetrar el fondo de su·vigorosa doctdna; de ello dieron muestra los Generales aliados en las última~ campañas con- tra aquel coloso, elab01·ando planes que llevaban aún el sollo do la artül.ciósa. estrategia del siglo XVIII, tan distinto de la idea enérgica y .sencilla que preside á todas las con- cepciones napoleónicas. Los prusianos que, en las guerras que llaman de la Independencia (1813-1815); fuet·on los que más activa parte tomaron contra el gt·an caudillo, dieron 'muestras, al final, de haberse asimilado el aniquUadoi· con- • -6- cepto que de la lucha armada tenia éste, probándolo en re- petidas ocasiones oon el proceder constante, vigoroso, de su Ma~iscal Blücher, proceder que le llevó invm:iablemente adonde presentía el desenlace táctico, y que en ocasiones, como después de Waterloo, le hizo emprender destructoro persecución que recuet·da á la siguiente á Jena; á pesar do . . las fatigas impuestas con anterioridad á las tt-opas y del es- tado en que éstas se encontraban después de la batalla nom- brada y de la de Ligny. Pero en el proceder indicado podía .entrar también la influencia del carácter, del modo íntimo de ser del viejo soldado que con temeraria conducta con- tribuyó igualmente al desastroso resulbldo de la batalla,de. .Auet·stedt, y se hacía necesario convel'tir en cuerpo de doc- trina, ~n espíritu de su ejército, l o que Napoleón había prac.- .ticado, y est.e f.ué el set·vicio inmenso que Clausewitz prestó :al Ejército prusiano, ya que apareciendo de muy tarde en tarde los genios de la guen:a, proporcionó á su nación ele- mentos de mando imbuidos del más franco espíritu de ofen- siva, de solidaridad, de apoyo y confianza mutuos, únicos factores que puedan dat·, hasta donde es posible, g~;~rantías .de buen éxito en el terrible lance en que •todo está á vec(1s .á merced de un accidente>. El Ejército pr!lsiano no se ha mostrado iugrato.cou, el Genel'Ul Clausewitz; const.auteme~te su.nombt·e y su Ímtori- . dad son invocados por los escritores alemanes¡. ~e vez. on cuando aparecen comentarios de sus ideas aplicados. al< es~ .tudio de determinados hechos y hace poco S. M. el-Empen1- dor Guillermo U inaugmró una estatua erigida en Bre.slau .al célebre General. .Su.Hbt·o titulado .De .lc~. G?.tei'I'CI es la condensaeión,de:sus· . - .. -7- ideas; los lectores quizá encuentren obscw·idad en algunos pasajes; el Capitán de E. M:. francés Colín, refiriéndose á este libro, en el prólogo de la tmducción do otro de Clau- sewitz sobre la campaña de 1796, dice que ha atemm·izado á muchos lectores; no afecta, con todo, esa obscuridad más que á pequefia parte y á que la percibamos más los meridio- nales, quizá contribuya nuestra poca afición á envolver los pensamientos en las bt·umas de que los suelen rodear los escritores del Not·te, distintos de nosotr·os en temperilrnon- tos, como es distinto su país del que nosotros habitamos. No se achaque, pues, á la traducción la obscuridad que en algún punto pueda hallarse; el que se encuentre en con- diciones puede comprobarlo en el briginnl alemán y puede ver, además, quo la existente en otros puntos ha sido sal va- da por los estudiosos traductores con verdadera maestría, pues el trabajo que han efectuado los Oficiales Sres. Barbero y Seguí es verdadet·amente meritisimo, concienzudo y do importancia, que excede á toda ponderación. Poco valen estos elogios en bocn de quien carece de au- toridad; pero yo confío en que vendrán á dársela los mu- chos amantes de los estudios militares que hay en nuestro Ejército, y al que esto escribe le serv.irá de disculpa, por haberse atrevido á presentar la obra, la consideración de haber sido llevado á ello por la simpa tia que le inspiran dos Oficiales que en medio de sus estudios dedican el tiempo so- brante á labor tan ruda y de tanta importancia como la de ln traducción de la obra capital del gran pensador ger- mánico. JUAN GAROÍA BENÍTEZ Teniente Coronal de E. M. Profesor de la Escuela SuperJor do Guerra. Introducción de la quinta edición alemana. En el prólogo de la primera edición de In obra De la G-uerra han tenido cabida las palabras del General de Clan~ sewitz: •.... pues mi ambición em escdbir un libro que u o fuese olvidado á los dos ó tt-es años>. Esta ambición honrosa le hizo alcanzar su fin; ahora, casi un siglo después de haber escrito estas palabras, aparece la quirüa edición de su obra, y tal vitalidad comunicada á u.nos manuscritos que dejó in- completos y á los que el mismo autor consideraba sólo como Colección de t1·ozos pw·a 1tna ol)J"(t, es signo de la perdurable eficacia de su enseñan.za que, realmente poi· su forma y con- tenido, representa lo más saliente que jamás se hit dicho sobre la guerra. · Clausewitz no nos pt·esenta una doctrina acabada. Parte del p'rincipio q"Q.e lo absoluto, lo llamado matemático, nunca encuentra seguro fundamento en los cálculos del Arte de ~a Guerra; pues en este acto de la vida social de relación, en este con:liicto de grandes intet,eses y sangrienta solución que caracteriza la guerra, según él, debe set· proscrita toda teo- rÍa que quiera desarrollarse con seductoras reglas y conclu- siones absolutas, pues ¡ay de la teoría que se ponga en opo- sición con el genio! No ha pretendido C!ausewitz establecer una sana teoría, su libro De la Guer1·a está impregnado del esfuerzo para armonizar la teoría con la vida práctica. Por eso se nota en -10- algunas pat·tos la pt·eponderancia de un punto de vista filo- sófico que no siempre agrada al lector contempot·áneo. Mu- chas deducciones del autor, especialmente en cuauto se re- fiere á las relaciones tácticas, no so nos lmcen perfectamente inteligibles, como tomadas que son de experiencias y cos- tumbres de una ápoca pasada. Mucho que Clausl)witz acon- tíia con fuerza, nos impresiona como algo evidente, pero (y esto debe tone r·se muy en cuenta) apreciamos esencialmente su doctl"ina que ha crístalizado en gran parte en nuestl'os progresos militares. Quien en nuestro pais aún hoy ensci'iu la guerra lo hace consciente ó inconscionteQlente en mayor 6 menor dependencia eon Clausewitz, y bebe sienu>re en su inagotable fuente de ideas. El int.onto de del'arrollar una teoría de la guerra le con- dujo, como á todo el que lo lln intentado, al campo de In abstracción, no al ele lu vida real, cnya mayor intei\Sidad y poderosa expresión constituye la g netTa, á la cual no se adaptan teol"ins que se d.esnrrollen sugestivamente en cupri· chosos mod~los y rígidas con;clusione~, ~ino l.n que conven- ga !\la infiuitn diversidad de la vida en la guerra; tal es b de Clausewitzque nos ensefia que cada caso en la guen·a debe ser considerndo y meditado según su modalidud. La rcsn- n eoción do esb1 sentencia constituye un hecho por el cu(l l ol ejérci to prusinno 1mtes, y hoy t~do el ejército a lemán, deben eterno ng r·11decimiouto .al. gnm pensador-. La semi- lla esparcida pot· Clausewitz ha dndo ricos frutos ~n los can1pos de bntnlln de 1866 y 1810-1871. La superioridad do nuestro mando que en ellos se puso de manifiesto arraiga esencialmente en la obra De la G·uerra, con la que se ha fot·- mado una generación entera de ilustres solda .los. Ello ox- ppca que encajen por co~P.l~to en el cl"itorio do Cla~sewitz, la palabras de Moltke: •La estt-ategia es un cop¡unto _si~temn tizn.d!} de euseiíanzus, es la nP,Vcnci(ín del sab~~ á la v1idn práctica.•. El desarrolJo intelectual <le Moltke se llevó á cabo. en. iu- -11 - tima dependencia de Glausewitz, hasta que el Mariscal om- per.ó á sobrepasar á su profesor. El constante valor de la obra De l" Guer1·a, asienta junto á su fondo ético y psicológico, en la saliente es:presión d<l la idea de aniquilamiento. Pat·a Clausewitz d~pende la gue- rra de U:ua más alta ley de resolución I?Or las Ut·mas. Entt-e los objetivos que en la guerra pueden perseguit-se- consi- dera-es el más importante siempre el aniquilamiento do las fuerzas contt;arias. Este principio que nos ha llevado á Koniggrat:t y Seian parte de las es:pedencü1s d~ las gran- des guenas de pl'incipio del siglo xrx. E l libro De la Guerra ha contribuido ya durante el largo periodo de paz que siguió á la Guet't'<1 de Liberación á rnan- tener-.viva en nuestro, Cuerpo de Oficiales la idea de la ver- dadera guerra, Que á la nueva edición de· la obra sea dad!)/ ejercer una semejante y saludable .acción. Be,·lvn 2 de Eill$1'0 de 1905. CONDE SCIILIEFFEN, Coronel General. -Gonernl ayudante de 5. M. Imperial y Ronl, y J;ef& del , E. M. del Ejlircito. ,. , • 1 • ·' '1 • ' 1 1 • • ~ ' • f ... ... ,· .. • PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICION Extrañará, y con razóp, que una mano femenina se atre- va á acompanar con un prólogo una obra de la naturaleza de la presente. Parn mis amigos no necesita esto explicación alguna, pero aun de los ojos de los que no me conocen es- pero alejar toda presunción de orgullo por el simple relato de lo que á hacel"lo me ha. inducido. La obra á que deben preceder estas lineas ha ocupado casi exclusivamente los doce últimos años de la vi.da de mi querido esposo, arrebatado en edad temprana á la patria y á ll}Í. Terminarla era su ardiente deseo, pero su intención no comunicarla al mundo durante su vida, y cuando yo me obstinaba en disuadirle de tal propósito, me respondía con frecuencia como en broma 6 también como presintien- do una muerte pt·omatura: •'rú la publicarás•. Estas palabras (que en aquellos días felices me arrancaron lágrimas algu- nas veces por poco dispuesta que estuviera entonces á dar- les su grave acepción) son·las que aho•·a, y según el pai·ecer de mis amigos, me obligan á escribir algunas lineas sobre la obra póstuma de mi querido esposo; y aun cuando también sobre esto quepan diversas opiniones, seguramente no se interpretat·á mal el sentimiento que me ha llevado á vencer la timide2: que dificulta la presentnción de una mujer, aun cuando sea en papel tan secundario como el que aquí me cabe. Claro está que tampoco he tenido In más remota idéa de • -13 - considomrme ·como la pt·opia publicista de una obra quo está muy por encima de mis horizontes; sólo como una com- pañera qui~ro estar á su lado en su entrada en el mundo, y tal puesto si que oso solicitarlo ya que en su p lnneanüen- to y revisión me fué concedido uno similar. Quien ua conocido nuestro feliz matdmotlio. y snl.>e qtie todo nos lo comunicamos, no sólo alegrías y pesares, sino . . . también las ocupaciones é intereses de la vida, diarin, co,m- preuderá que no podía ocupnr á mi querido esposo un tm- bajo de tal índole sin serme exactamente conocido. Nadie mejor que yo puede dar testimonio del celo, del n.mor que en. éL pouín, de lns esperanzns que á él ligó, así como la época y-causa de-s.1L o.rigeJlo,_Su espíritu, tau r icamente do.tado, ha- bía sentido desde stt adolescencia la neceSidad de luz y de verdad; y aunque su instrucción era muy compleja-rsu refle- xión se había dirigido principnlmente á In ciencia de la gue- rra, á la queue inclinaba su vocación y que de tanta impor- tancia es para el bienestar de los pueblos. Soharnhorst .le puso en el recto camino y el cousegui1· su colocación de pro- fesor en la Escuela general militar "'1 año 1810, asi como el honor que se le confió al mismo tiempo nombrándole para dar la primera enseñanza militar á S. A. R. el Príncipe here- dero, fueron nuevos impulsos que dieron á sus investigacio- nes y trauajos ag_uella dirección y la idea de escl'ibir aque- llos sobre los cuales se hai.Jía dado a~imismo una explicación satisfactoria. Un escrito con el cual terminó en el año 1812 In~ leccio- nes á S. A. R. el Príncipe heredero, contie ne el get·men do sus obras posteriores; pet·o solo, en el auo 1816, en Cobleu.zn, empezó de nuevo á etlt.regarse á los trabajos científicos y á reunir Jos frutos que la abundante expel'iencia de cuatJ:o años de pesada g-uet-ra babia madurado. Escl'ibió sus opinio- nes en un pl'incipio en cortas y .deshi l vauadas notos .. La si- guíen~"'• q.ue est,aba sin fecha entre sus papeles, parece pro- venir de aquel tiempo. _:_ 14 - <En las frases aquí apuntadas están considerados, según ·mi opinión, los prinCij)ÍOS fundamentales que constituyen la estrategia. Yo los miraba como meros materiales·y aun He- gué á pensar ful'itlirlos en un.todo. Estos materiales han Mcido sin preconcebido plan. 'Mi • liÍlt<mción fuá· primeramente, sin atender· á sistema ni á estre- Uha dependencia con el punto capital de este terna, escribir, >en ''frases cortas; pt•ecisas y extractadas-mis meditadas con- blusiones. •·l.a·forma como·Montesquieli t.rató ·su asunto me· parecía ·'cóhfusa. Me imaginaba que los cortos· y seuteüciosos capitti- '1os que sólo gét·menes-queria llamar al principio, atraerían 'á ·•Jos· intelect~ales, tanto por l.o que ·a e ellos podía 'deducirse, '·>como-por lo·que eri ~i· encerl'ii'bau·; también me imaginnba·~n ' lector inteligente y ·conocedor de la materia. Pero mi manera ile ser que sieri'lpte me impulsa á desarrollar· y sistematizai', · también aquí se •hizo paso· al fin : Por algún ti <?tupo pude li- >tnit;krne á deducir toe· las disertaciones que escribí -sobre ~li;untos aislados los'· resultados más importantesr y conceñ- ~trar su espídtu eJX'uli pequeiio. :vol.umen, p·ero más tarde ha "Vencido por·compl'eto mi carácter, he desarrollado lo que ··hé'podido, y me ·he representado, uaturafmente, un lector ·no iniciado aún en la materia. Cuanto 1t1'ás avanzaba eu mi tr-abajo, más nle dej·aba He- tvar del espiritu 'd.e investigación ' de proceder sistemática- mente, y así se suce~lierou uno tras ot.ro los capítulos. Mi última idea -era revisarlo todo otra vez, motivat• .. enlos primeros párrafos·otros muchos, y tal vez condensar en· los últimos muchos análisis. en un resultado,_ para fo nriar un ·todo aceptable en un pequeño tomo en octavo. Al mismo tiempo quería evitar todo lo corriente de fácil comprensión cien .veces repetido·y 'gen·eralmente nceptado¡ pues mi am- ·oición· era escl'ibir un libro·que no fuera olvidádo á los <tos ·ó-trcs Uiíos, y que ·el que.se' interesara por estos asuntos pu- diera consultar más de una v.:.z.• - 15 -- 0 1J:¡¡ Col>lenza, donde tenía muchos·asuntos del servicio, sólo podía dedicar á sus estudios privados horas perdidas; .con su nombramiento para Director de la Escuela General ·militat· éle Berlín en 1818, pudo disponer del tiempo para dnt· mayor extensión á su obra y enriqueceda con la histo- t ia de las guerras 'modernas; tiempo que le hermanaba con su inievo cargo que desde otro punto de vista no podía bas-t!lrle, ya que por el reglamento de la Escuela, nún hoy vi- gente, la parte científica del establecimiento no d0pende del Director, sino que es dirigida por una Comisión de estudios. Por libre que estuviese de vanidad• y de toda ambición 'Cgoistn é intranquila, sentía, sin embargo, ht necesidad de ser verdaderamente útil y de no dejar ímproductí vas la's facultades con que Dios le había dotado. En la vida activi.tlfo estaba en puesto en que tal necesidad pudiera satisfacerse, ·y ·uo acariciaba grandes esperanzas de lograrlo n)áo adelan- <te; su.actividnd entera se dirigía al reino de la ciencia, y la utilidltd que cou su obra esperaba ofrecer un día fué el obj CJ- "tivo ·de S\l vida; y no obstante su decisión de que no apn- reci·era la obra hasta después de su muerte, que siemp¡·e estuvo firme en ·él, es la mejor. prueba que ningunn·protcm- , sión vanidosa de elogio y popularidad, n inguna huella tle mira egoísta se mezclaba á esa noble ansia de producir una ncci'óil grande y duradera. Asi eoÍ1tinuó ka bajando celosamente basta que en la pri- .,.mnvera de i830fué tt'asladado á nrtillet·ia, y de tal modo fué ' nbsorbi'dn su actividad, ahoTa en un 'aspecto· tan l:li'stinto, ·que pór ¡o menos en uit p1·iucipio tuvo que renuneiat ·á sus trabajos de fiutor. Arregló ·sus 'papeles, lnct·ó: tos paqtre'tes, los rotuló y se despidió tdstenrente de esta o·cup'!icióir qli'e tan grnta 'se le babia hecho. En Agosto del mismo ano ·fué trasládado á Breslau, donde'se encargó de l:t segunda Ins- pección tle ar·tilleria, pero en Diciemb're otra vez'fu:é'llama- 4ao· á 13ei'lin y· éól"ocado c·omo 'Jefe de E. M·. del-'Marisca'l '6on- ¡..d~ dé Gneíserú\ü (dttrante·'ettiempolque"le'fúé'cortcedidO'fel j - 16- mando on jefe). En Marzo de 1831 acompañó á su venerable Gener·ul á Posen. Cunndo en Noviembre, después de la dolorosa pérdida, volvi.ó á Breslau, le animnbR IR esperanza de proseguir su obr·a y quizá de poderla terminar durante el invierno. Dios había dispuesto otm cosa: ol 7 de Noviembre lu1bin regre- sado fí Bt·eslnu, e l 16 ya no existía, y los paquetes sollados por su mano se abr·ieron d espués de su muerte. • E sta herencia es la que ahora se pnblic,1 en estos volú- menes, tal como se cncontrnbn, sin numentut· ni quitar una palabm. ~o obstnnte, en su publicacióu hubo mucho que hacer, ordenando y delibot·ando. Estoy sumarnent~ agrade- cida á varios amigos sinceros por el apoyo que me hnn pres- redo, especialmente al Comandante O'Etzol, que hn tomado á. su cargo la cot·t·eccióo de las pruebas y 111 prepnniCión do ros mapas q_'!e acomp!111an á la parte histórica do ltt obra. También me att·ovo á nombrar aquí á mi querido hermano, que fué mí sqstén en la hot·n de lo desg•·ncia y quo tnnto se Jra distinguido también en estos trabajo~. En la cuidadosa lectul'll y o•·donacióo de los mismos, ha oncoutt·ado, entre otros, una parte do obt·a empezada á COI'I'egir que mi queri- do esposo escril.>ió en el aiio 1827, ínsert.a en el primor libt·o, para ol que estaba dispuesta (pues no alcanzaba á más), y que luego en la not!l siguiente se menciona como un tt·a- bajo pt·oyectado. A otros muchos amigos quisiera dnr las gracins por su coosojo y por la adhesión y amistad quo me han demostrado, pero nunq~~;e no pueda citnrlos aquí no dudar·án ciertamente de mi •·oconocimionto, éste os.tanto mayor estando conven- cida que cuanto por mi hiciot·on no fué sólo po•· mi persona, sino por el amigo del cual Dios les había pl'ivado tan pronto. Muy feliz 'fui un ida· á tnl hombre durante 21 anos¡ pero me consuela de tan ü·t·epantble pérdida el tesoro de mis recuerdos y esperanza, ol rico legado de a rectos y amistades que dol.>o al difunto y 'el relevante seutimient.o de VN' su - 17 - mérito excepcional tan honrosa y generalmente reconocido. La confianza oon que dos nobles Príncipes me acogen, os un nue\'O beneficio que tengo quo agradecer á Dios, ya que me nbt·eu una honro!;a pr?fosión á la que me dedicaré con entusiasmo. ¡Que alglÍJl día p uO(la set· bOIHlitn mi vocación, y mi querido pequeño Príncipe, on este mo1nento confiurlo á mi solicitud, pueda leet· esto libro y on él halle la inspira- ción de hechos semejantes á los de sus gloriosos anto¡m- &'\dos. F:scrito eu J1f(u·mor-P(Il(li8. 1'olsdwu, 1'1 .~1) t/e .ruuio t/c 1.'?.'J2. MARÍA DE CALUSEWlTZ (antes Co.ndaM da BdÜII), O)'t\ 8UtHlrior dé:). '' · H. Ita Princes:a Cuill~rmo. NOTA · Considero los seis primeros lib1·os, que Y•l se encuen- tran escritos en limpio, como una masa informe en cict-to modo que nlÍn debe ser conogicln. En ostn corrección apa- recerá clara á la vista en todas portes, 1.:1 doble modalitlncl de la g uerra y, por consiguiente, recibirán todas la:; idons un sentido más preciso, una ol"ientación determinada y una aplicación más inmecliatn. Esta doble modalidad do la guerra consiste: on aquella cuyo fin es el aúatitwiento del coú.tmr io, sen que lo aniquilamos políticamente ó simple- mente lo ·dejemos indefenso pura obligarlo á la deseadu paz, y on aquella en que sólo se p¡•eJeu.de hacer alfftttws wuqui.~I-<IS • en las fi·onterCIS de.~~~ reiuo, sen para conservarlas ó pura hn- cerlns objeto de un cambio beneficioso en ol trutado de paz. Los puntos do paso de una á otra deben conservarse¡ pom en todo debe manifestarse In distinta natut·aleza de amlJas tendencias y su separacióu está en lo que tienen de incom- pntiblo. 2 - - 18 - Además de esta diferencia, de hecho, debe fijarse de ma- nera expresiva y exacta e·l punto de vista práctico, puesto que la guerra no es m(r.s que k~ política de! esúulo p~·oseguida con ot,·osmelli.os. Manteniéndonos on este punto de vista ga- narán nuestras consideraciones en unidad y todo se nos pre- sentará claramente separado. Aunque no enouentr.a una apli- cación esencial hnsta el libro octavo, so desarrollará por completo, ;,in embargo, en el prime•· libro y también deja- rá sentir su infl.uencia en la corrección de los seis primeros. Por tal trabajo de revisión, se librará á éstos de muchas im- purezas, se corrm·án muchas griet-ns y hendidUl·as, y muchas generalidades pasnrán en formas é ideas más precisas. El libt·o séptimo, Del Aúu¡ue, cuyo cnpitulo único ya está bosquejado, so debo mirnr como un reflejo del lib•·o sexto y se escribirá desdo el punto de vista arriba mencio- uado,nsi es que, no sólo no necesitará revisión, sino que ser- virá do norma á la de los seis pl"imeros lib•·os. Para el libro octavo, T)el Plan de Cf~ee~Ta, esto es, de la organización de toda una guerra, hay varios capítulos pro- yectados que no pueden considerarse como verdaderos ma- teriales, sino como un g r·osero trubnjo prelin"Íimu· para co- nocer previa y exactamente el asunto que debe producirlo. Han cumplido su objeto, y, al terminar el libro s6ptimo, pienso empezar en seguida con el octavo, en el qae p•·inci- palmente se tenddín en cuenta los dos puntos do vista arri- ba citados que simplificarán y reforzarán el espíritu de lo expuesto. Espero en este libro serenar la frente do muchos estra- tegas y estadistas al sei1alar, por lo menos, en todas partes de qu6 so trata y qué es lo que debe considerarse on una guerra. Si en Ja prepamción do mi liht·o octavo fijo claramente mis ideas y so sortalun convenientemente las lineas geneva- los do la guer'rn, tanto más fácil me será trasladar este ospi- . ritu á los seis primeros libt·os y dejar traslucir nllí este al'- - 111 - mazón. Sólo entonces empezaré la corrección de los libros citados. Si me interrumpiera en este trabajo una muerte inespe- radn, no podría llnmarse á lo escrito más que una informe masa de ideas, las que, expuestas á incesantes malas inter- pretaciones, darán lugar á cantidad de criticns sin madurnr, ya que en estas cosas cree cada cual que lo que se lo ocurre en el momento de tomar la pluma, es tan bueno para dicho é impreso y lo tiene por tan indudable como que dos y dos son Clll\tro. Si talcrítico se tomara la pena de pensar años enteros sobre este asunto y compararlo siempre con la His- toria de las guerras, seria seguramente más circunspecto en su critica. A pes.'lr de su forma incompleta ct·co que un lector sin prejuicios y que busque la verdad y el convencim iento, no podrá menos de reconocer en los seis primeros libros el fruto de una reflexión y estudio de la guena de val"ios años, y quizás halle en ellos las ide11s esenciales de las que podl"ia resultar una revolución en estas teorías. Be1·Un 10 .Tnlio 1827. • Tnmbién se encuentran en sus mnnuscritos, además do estn nota, ol siguiente at·Uoulo incompleto quo parece ser de ·fecha reciente. ·El manuscrito sobre la dil'ección de la g t·an guerr·a, que se hallará después de mi muet"te, sólo debe apreciarse como una colección de materiales con los que podría construirse una teoria de la gran guona. Ln mayor parto no mo han sa- tisfecho aún, y el sexto libro os una mera tontativn; yo Jo hubiera terminado y buscado el motivo para otro. Pero tengo las lineas genemles, quo en esos trozos des- tacan, por las que convienen al aspecto de la guen·a; eiJas son el fruto de una prolijn observación con constanto direc- ción á la vida prácticn y con ol constnntc recuerdo de lo • - 20- que me han ensoiíado la experiencia y el trato con ilustrr~ soldados. El séptimo libro debía comprender ol ataque, c uyo asua- to está ligeramente esbozado; el octavo, el pla n de guerru, en el cual hnb l"in considemdo más espocialmon te el aspectv humano y político de laguerrn. El pl"imor C.'lpitulo del libro primero es el únic o que creo tet·minudo, pues servid, al menos, p:m1 indicat· la orient~ ción que en todns partes he pr·ocurndo manten er. La tcorin de la gran guerru, 6 1:1 llarnadn EstJ; ategia, tie- ne extrftordinarins dift.cnltudes y so puede afirm ar que mu.r pocos hombres alcanzan conceptos claros de los asuntos aislados, poro sólo hnsta donde lo permit.a la necosnrin de- pendencia del conjunto. Los más, obedecen a l obrar· á su simple tacto del juicio que da más 6 menos resu ltados, según el genio do onda uno. Así han pro<:cdidr. todo s los grnndes Cnpitanes; en ello estriba en par·te su grnudez n- y su genio, ya que. con ese laeú> siempre encontraban el éxito; asi so procederá siempre que se trato de obntr, por que eso tacto alcanza á ello perfectumente; pero ruando no es el cnso de obr:u· por·~¡ mismo, sino de convencer á ott·o en UIJU discu- sión, entonces pl"i va el claro concepto y ln dem ostración d e nquolla intima dependencia; ol atrnso do un a instrucción acabada en este sentido, o,¡ la causa de que In mnyor pnrto do las discu~ ionos no soHn otra cosa que un c ambio do fm- ses en que cadn uno conserva su opinión, ó s e llega á una tr·ansacción, término medio entre las opuesl· ns opiniones, que no t iene valor propio alguno. Las claras concepciones, en estns co~•s, no sou tampoco inútiles; además, el espíritu humano está dil·ig ido gener·al- monto íi la verdad, y tiene la necesidad de pc r~11anecor, en todo oaso, en dctol"lninad:t:> dependencias. Las g randes dificultades que p rosentn una con strucción filosófica del Arte de la Guerra y las numcr·osa s y fr·acasndas tentativas que se han hecho en ese sentido, h an llcvndo á -21 - d11cir á mucha gente: •No es posible 11!1 teoría tratándose do cosas que no puede nbnrcnr una ley pct·manonte. Pnrt.icipa- riamos de estn <>pinión y abandonnrínmos todo intento <io teoría, si no so adm itieran como evidentes gran número do frases, por ejemplo: que la defensa es la forma más fuerte con fin negativo; elnt<1que la más débil con fin positivo; que los grnndes éxitos deten11inan los pequeños; que so pue- den hacet· concur·rit· lns acciones csll·ntégicas en un centt·o de gravedad; que una demostración, un débil empleo do fuerza, es corno un vet·dndet·o at~1quo y, por t<tn~o, debo sor preparado do monern especial¡ que la victoria 110 eonsisto simplemente en ·la ·cortquista de los campo:; de batalla, ~i no en ln destrucción de las fuerzas onomigus, físicas y momios, la cual sólo so consigue, la 111ayot· parte de lns veces, en In persecución que sigue á la batalla gan:ldn; que el éxito es siempre mayor donde se ha conseguido ht victol·ia; que el paso de una línen y dh·ección á otras s61o puede ~onsidemr· se como un mnlnecoslll"io; que lit justiltcnción de los envol- . vimientos únicamente se halln en In ahsoluta supel"ioridad 6 ' en La supel"ioridad de las linens do cn lnce y r·eti r:H'llt pr·opins ·~ sobre las del contr·al"io; que las posiciones de flanco sólo •· pueden admit.ir·so en las condiciones últinuunente dichns; que todo combnte so<lebilit·t en el nvancC'. • PRÓLOGO DEL AUTOR Que la noción de lo cfen'tífi.éo ni exclusiva rli principat: tnente teside en el sisté,ma, y Sil acabada doctrina es' cos·a qÜe ~oy en día no necesita explicación. En hi siguiente expoSí- pió'n no se encoiltnirá el sistema en la s·uperfi.:Cie, y $ti véi de ~na 'doctrina completli no' se en?uentrari iháS qúe núite'ri'ii~~s para elta. Su forma cientifrcá .está 6Ii ~1 esfilérzo a'b iild!Ígar ta esencia de Jos fen6menos ·gui;l¡·reros; err se·fialar s\l ·tifflltce i!OD la naturaleza· de las cosas que los constituye'rí. Niii:Ífi se ~ustrae á la consecuen·cia filosófica; pero donde' ~sta se coti: tinúa en. un hilo demasiado delgado, el autot ha pi·eterii:l.t> r·omperlo p!u·a reanudarlo á los correspondientes fen()fii·h:- 'I!OS ex·periment.ales; po1~que asi como las plantas sólb l:larí fruto cuando la flor no nace á demasiai:l.a altura en el tallo,. así en las artes prácticas.Jas hojas Y. flores teóricas no .de- ben levantarse demasiado, sino rnante)Ierse próximas al suelo ,constituido por la experiencia. Indiscutiblemetúe seda una equivocación querer dedu- cir de la composición químiC'a del gt·ano de trigo la forma de la espiga á que da origen, ya que sólo necesitamos ir al campo para veda perfectamente. Investigacjón y observa- ción, fill>sofia y experiencia ni pueden me1¡pspreciarse mu- tua1pente ni se excluyen; ambas se prestan reciproca garan- tía. Los preceptos de esto libro, ligados ~or su intima de- pendencia, se apoyan, ya en la experiencia, ya como en un -23- punto exterior, en el concepto de la guena, y no pueden pasarse sin este apoyo. NOTA Que no lo aprecian asi muchos escritores militares, es- pecialmente ~u~Uos que quieren tratar la g<uerra cien- tíficamente, lo prueban los numerosos ejemplos en cuy-o.$ r.azonami,entos se deVloran Jos pros y contras de t:\l modo que, como en el cuento de los dos leones, nunca quedan ni los rabos. Quizá no sea imposible escribir una teoría de la guer.,. sistetnátiea; sótida y rnzonada; per-o las actuales están rnu.y. distantes de tal cosa. Su espidtu anticlentifico, por completo inconsecuente, en su ansía de conseguir el enlace y conjun- to del sistema las llena de vulgaridades, lugares comunes y palabrería de toda clase. Si queremos una expresiva imagen de éllo basta leer el siguiente resumen de Lichtenberg, do una disposición para caso de fuego: <Cuand~ una casa arde se procura~ cubrir ante todo la pared derecha de In casa, y, por el contrario, la pared iz- quierda de la casa que está á la derecha; porque, si por ejem- plo, quisiéramos proteger la ¡:mred izquierda de la casa que está á la izquierda, como la pared derecha de la casa está á la derecha de In pared izquierda, y como el fuego ostá ñ In derecha de esta pared y tam biéu do la pnt·ed derecha (pues- to que hemos sentado que la casa se halla á la izquierda del fnego), está, pot· tanto, la pared derocha más cerca do! fuego que la izquierda, y la pru·ed derecha de la cnsa podría que- marse si no se protegiese antes que el fuego llegara ñ la iz- quierda, que está protegida; por consiguiente, se podría quo· mar algo que no protegemos, y ciertamente antes ~ue otra cosa que también se quemaría si no la protegiéramos; en resumen, que debemos dejar éstay cubrir aquélla. Y par -24- fljnr las ideas, séanos permitido eCobse1·var que si la casa está á In derechn del fuego es In pared izquíe1·dn, y sí In casa está á la izqui01·da, la pared det·echa la que debe prote- ger:se.• Para no ntcrTOrizar al lecto1· inteligente con tales luga- res comunes y deslavazar lo poco bueno con tal cantidad de agua, ha prefol'ido el autor prcsentiu· en pequeñas pepitas, do puro metal, lo que su reflexión de much~ años sobre la guona, el tt-ato con gentes juiciosas que la conocinu y mu- cha experiencin propia le sugería y afl1·maba. Así han naci- do los capítulos de este libro, débilmente ligados en apa- riencia, pero á los que probablemente no fruta unn intima depeudencia. Quizá aparo;,cn p1·outo un cerebro sup()riOl' que, en vez do estas pepitas sueltas, ofrezca el todo on un puro lingote sin escoria. • -- LIBRO PRIMERO Sobre la Naturaleza de la Guer ra ' CAPÍTULO PRIMERO ¿Qu é es la gu e rra? I INTRODUCCIÓN Pensamos considerar primeramente los elementos ais- . lados de nuestro asunto, luego lns partes 6 miembros del mismo, y, pot· último, el todo en su al'in6nica é intima cons- titución, para proceder así de lo simple á lo compuesto. Pero aquj,•más que en parte alguna, es necesario penetrar con una mirada en la· esencia del todo, porque aquí, como en parte alguna, deben ser meditados siempre el todo y la parte al mismo tiem·po. II DEFINICIÓN No queremos re..montarnos aquí á una pesada deH.nici6u dl'l publicistas, sino detenernos en el elemento de la guerrli, en "61 combate singular. La guerra no es otra cosa que un combate singular amplificado. Si queremos concebir como unidad el sirriulncro de combates sin¡tulares que la consti- tuyen, nada mejor que representarnos dos luchadores. Gadn , . -28- uno pretende, pot· medio de la fue rozn física, someter ni otro ni cumplimiento do su voluntad; su fin inmediato es dot-ri- bnrlo é i ncapt\Citnt'lo para ulterior resis tencia. lJCt, (j'lleri'Ct e.s, lJues, ·t.t.n acto de fuer za pare~ obli{l<t!' al con- lrcu-io al cnmptim~nto ele 1mesf1·a volu.nfC!cl. El podct· l<C :u·mn con los inventos de las ciencias y las artes, par11 oncoutrar al poder. I mpot·ceptibles limitaciones apenas dignas de mención, quo él mismo establece con ol uombt·e de ·usos rle lct !JLterm, le ncompaJían sin debilitar esencialmente su ruet·za. La energ ía, os df'cir, la energía Ji- sien (pues e,norgin moral no existe fuera <le los conceptos 'i do Estado y do ley) e~ el meclio (1); somotet· el fi' J1 e rnigo á nuestra voluntnd,el fil~ político. Pnt·a consegui r este fln, tene- mos que dejar indefenso al enemigo, y éste es, conforme con nues~t·o concepto, el fin p1·opio c/.6 Tct cteeió·n !¡ttel'l'tra. Este r epresentn ni fin político y lo sustituye en cim·to modo como á algo no per teneciente á la guOt't'a misma. m EX'fRI!mO Elll'LEO DE LA t'UEI!ZA Almas humanitarias podrán concebí•· rácilmentc que exista una inutilización, un desarme artístico del ndversn- rio sin causnl'io doma~iadas h eridas, y que t;al sea la verda- det·n tendencia del. arte de la g uCI;I.'I). Poi· muy bello que esto nos parezca, nos vemos obligados, sin embargo, á dostl'uit· tal error, pu<'s on asuntos tan peligrosos como lo es la gue- rra, los errores que se deja!l subsistir por benignidad, son precisamente los más pe1·j udiciales. · · ' {1) 'La ono•·gía físictt ti ene quo SOJ' el merli" <m ese acto díffuor· 1 za cine hemos llamado (JIICl'rC<. La OJHJJ'gía •noral (ley) que dimana de un Estado, sol nciona, por ojemplo, lus contiendas íudh•idnnles. No existiendo un Estado superior capaz do dar leyes (enorglns morales) ¡>n•·a S<>lucionnr contiendas ent¡·e países, s6lo las energías físicas pueden ser medio 'pru.'R •obliga•· al contmrio al cumpli- miento do nucslm ,·oluntad•.- N. T . • - 29 - Como el empleo de la fuerza fís ica e11 su sentido más Jato no excluye de modo algt1no la cooperació 11 do In into- ligencin, el que empleo esn fuerzn sin miramient.os, sin eco- nomía de sangro, adquirirá. superiCII"idad si el enemigo no lu1ce lo mismo. Por este medio impone In ley al otro y así pujan hast.'l. el último extremo, s in que haya otros límites que sus in tl'iusecas ntonuantes. A:;i debemos nprechw e l proiJIEima, pues seda umt tent,a- tiV<l inútil y coutt·apt·oduconte pt·escindir de la uatttt;:tlcza de la g uem por aversión al cruel e lemento. Si las guot·¡·as de los pueblos oivili7A'ldos son menos cr·uo- los y dovastndoms quo eu los incivilizados, es deuido nl esta- do socinl do los pueblos, t.anto nncionnl como intemncionnl. En tal estado y 011 sus t·elnciouos tiene origen la guorTa, y él la modera, restringe y condicionn; pero tu l e~ cosa~ 110 pertenecen á la g uen·n mi!lma, son únicnmcnte un dato; ja- más puede introducirse en la fl.losofin de 1 ~ guerrn un pl'in- cipio de moderación si u cometer un absurdo. La lnch11 entro hombros coustn en e l fondo de dns di~ tintos elementos: el seutiwi.tmlo y la inteurión hostiles. llo- mos escogido e l último do estos e lementos como c~ructel'is ticn de nu9stra definición, por set· el mús gener·al. No puede concebirse el odio cruel y ncendn1do, t·ayuno ya on instinto sin intención hostil; por e l contrario, bny muchos propósi- t03 hostiles que no van ncompni111dos de enemistad del sen- timiento alguna, ó, por lo monos, s in que huyn existido previamente. En los p ueulos salvajes predominnn las inten- .. ciones propias del sentimionto; en los civil izados, la ~ perte- necientes á la rnzón; mas tal difct·encin no r·eside en el e;:ta- do mismo do sah•ajismo<ó oivilb:uoión, sino omlus cit·cutrs- tnncias, org:~ttiznción, etc., que le ncompnfinn; por tnnto, no puede cstaulccersc para cada cnso aislnQ.o, sino pan1 la ma- yoría de los casos¡ en una palabr·n, aun los pueblos rnús c i- vilizados pucd11n infi:lllllll'SO en un odio reciproco. De nqui se desprende cuán desacertados cstnrinrnos 011 considerm· In guerra de los civilizado~ como la ejecución de un acto meramente rncionol do los Gobiernos, y cuda voz más desprovisto de todo apasionamiento; tal, que finnlmcn- 1' - - 30- te no serian necesarias las fuerzas físicas, sino sólo sus rela- 'oiones: una especie de álaebnt rle la acc&ón. La teoría empezaba á·moverse en' oso sentido, cuando los 11COfltecimientos de las úl timas guel'l'as le enseñaron otro mejor. Si la guerrn es u n acto de poder, pertenece necesa- riamente al ánimo. Si no sale de él, viene, no obstante, al mismo, en más ó menos parte, y este más ó meu.os no depen- de del grado de civilización, sino de la importancia de los intet·ese" encontrados y de la persistencia de su incompati- bilidad. Si no vemos en los pueblos civil izados dar muerte á los prisioneros y destl'ui t• los campos y ciudndes, es porque, mezclándose más la inteligencia en In dirección de la gue- rra, ha mostrado medios más eficaces pam el uso de la fuer- za, que las crueles exteriorizaciones del instinto. La inveución de la pólvora, el porreccionnmiento siem- pre crecie.nte do las armas de fuego prueban c umplidamen- te que In t.endoncia al aniquilamiento del enemigo expuesta en e l concepto de la guerra, no está de hecho ni molestada ni desechada por la progresiva civil ización. Repetimos, pues, nuestro aforismo: L" [!u.erra es m~ "Cto d.e {1wrza, y no existen limites en el empleo de ésta; cada·uuo da al otro la ley, se establece una acción reciproca que, SO· gún nuestr·o concepto, debe llevarnos hasta el último ex- tremo. Estos son In primet·a =ión1·ectprocxt y el primer ex- t,·emo (1) con que chocamos. (P r imera acción recíproca.) (1) Empleamos la paiRbra extre•M. traducción literal do In em- pleada po1· el uutor para expresar la idea de no reconocer otro lí- mite que la imposibilidad. En este opfgt·are y los dos s iguientes llega el autor á la fijación de rste concepto oxtJ·emo: en ol pl'ime•·o, refil'iéndose á la il•le>~ tlac!, en la npl icnci.ón de fos medios; en el segundo,n1 t>rop6silo <W d1st-ruccüln, y en ol torce•·o atend iendo á la trta{lnihu! de lo J me- dios empleados.- N. T. -:u- IV EL FIN ES DEJAR INDEF&'<'SO AL ENEMIGO Hemos dicho que el fl.n de la acción guerrera era dejar indefenso al enemigo, y queremos probar 11bora que esto es necesario, pot· lo menos en la rept·esentación teórica. Si el contrario ha de cumplir nuestra voluntad, es·preci- so ponerlo en una situación que sea más perjudicial que el sacrificio que de 61 pretendemos obtener¡ lns desventajas de tal situación no deQen, por lo menos, según las apariencias, ser transitorias; de otro modo, esperada el contrnrio mejor ocasión y no cedería. Todo cambio producido en aquélla por la prosecución de la acción guel'rera debe conducir á otra peor; cuando menos así ba de parecernos. La peor si- tuación á que puede llegar un beligerante es la do completa indefensión. Si ha de someterse al adversario al cumpli- miento de nuestra voluntad por medio de la acción guerl'e- t·ll, es preciso ó incapacitarlo de hecho ó colocada en tal es- tado que quede amenazado de este resultado, según toda probabilidad. De aquí se desprende que el desarme 6 derri- bo del (ldversario, como queramos llnmado, debe ser siem- pt·c el fin <)el neto guerrcl'o. P ero la guerTa no e:; In acción do una fuerza viva sobre una masa inOl'te, ya que una resignación absoluta no podt·ía l\Onstituir ncción guerrera; así, pues, es siempre el choque de dos fuerzas vivas, y lo que hemos dicho aceren del fin de In acción gue1·rera debo ser considerndo en ambos bandos. Aquí hny ott-11 vez acción ,.ecíp,·o~XJ-. En tanto yo no hnyn de- , rribado al enemigo, debo temer que él mo derl"ibe; 110 soy, pues, dueüo de mí mismo, sino que él rne impone la ley como yo se In impongo. Esta os la segunda acción ,·ecíl>roca ,que conduce á 1,10 segundo extremo. (Segunda acción recíproca.) • • - 32- V EXTREMO J>Sf'UERZO Si querernos denibat· al contrario .necesitarnos medir nuestro esfuc¡~~:o con su t·osistencia; ésta se expresa en un productc cuyos ructores no puel\en separarse, y son:·7a may- nituél de 'tos medios existentes '!J la fi•~neza de lct ·uolwntad. La magnitud de los recursos existentes podría precisar- se, ya que (aunque no por completo) es cosn de números; no asi la firmeza do voluntad que se deja precisar mucho me- nos, y que únicamente podt·emos aprecinr de algún modo pot· la fuerza del motivo. Establecido que pot· estos medios consigamos una aceptable probabi lidnd pat'IL expresión de la resistencia del contrario, podremos medir por ella nuesh'o esfuet-zo y hacer éste tan grande que la supere, ó lo mayor posible, en el onso de que no alcancen nuestt·os recursos de toda clase. Mns lo mismo hnco el coutrat'io; nuevn puja que en el CRmpo especulativo debe llevm· el intento hasta el úl- timo extre·m.o. Esta es ln tet·cem acción t·eciproca y el tet·cet· ext1·emo que nos encoutt-amos. (Tercera acción t·ocíp¡·oca.) VI MODfi'tCACIONF.S EN LA REAL!l)AJ) Eo el campo abstracto do las met·ns concepciones, el ra- ciocinio no descans.'l hast~ llegar al límite, pues tiene que operar con un limite, coo un conflicto de fuet·zns abandona- das á sí mismas y que. no obedecen más que á sus intimas leyes. Si quisiéramos sacm· del concepto de guerra un prin- cipio ausoluto ¡>ara ellin que ~xpouemos y pam los modios que debemos emplem·, ;pot· las constantes acciones recípro- cas, caeriamo~ en ol extremo do considerar que sólo era un resultado de la especulación, sacado por un hilo upenas vi- - ;)3 siblo rlo sutileza ló;!l.'ica. Si ceitidos s iempre úlo n hso~uto, ro- deHndo las difi.cultndcs con una fmso feliz, quisi6nuno,; pcr- sevcrat· en la l"ig idez lógica, t·ocurrir al extremo en tud<> tiempo y nsig um· el supremo esfuerzo á cadrl cn:>o, tal fr·as<' sería una simplt' afirmación teúr icn sin aplicación práct·itm. Aun admitiendo quo aquel .~nlli'Cmo de los o:sfuerzos l'uc•- t·a ·rm cwsol1tlo que pudiéra hallar·so con facilidad, debemos confesat· que el espíritu humano dificilmente ~o sometería á eso lógico cnsuoí'io. En muehos casos te ndría lugar un inútil despliegue ele fuerzas, que encontrada un contt·aposo en otros pdncipi os do la política; se extinguiría un esfuerzo de In voluntad, que no estando en equilibl'io con el fin pro- puesto, no podría tcnet· r ealidad. pues que In voluntad hu- mana jamás recibe su fuerza de una lógica sut.il. Poro todo so transforma al pasar de la abstmcción á la realidad. Alli todo quedaba sub01·dinado al optimismo y delJiamos concebir tanto unas cosas como ott·as, no sólo tettdiendo á la perfección, sino alcanzándoln. ,;,Sucederá es.to en la realidad~ Así suceder·ia, cuando: · 1.0 La guet'l'a l'uem un acto nislado quo nociet·a do r·e- pente y sin r elación alguna con la vida nntel'ior del Estado. 2.° Cuando consistiet·a en una resolución ó serie simul- tánea de resoluciones. 3.° Cuando Uovora en. si In J'esolución definiti'!'ll y no inftuyom en ésta, mediante el cálculo, la consecuente acción política. VII LA OUEURA l\'1JNCA ES UN ACTO AISI.,\DO En lo que r6spocta al primor punto, ning uno de los ud- versados es uun por~omt abstrncta pura el ott·o, ni aun rell- riéndose al factor del producto de t·esistcncia menciona- do, que no descansa en cosas cxt{)riores, esto es, á la voltw- ú:ld. Esta voluntad no es un incognoscible absoluto; anuncia lo que sct·á mafinna con su rnauera ele sor actunl. La g uenfl 3 - 3! - no surge repentinamente; su expansión no os obra de un momento; los adversarios pueden juzgar cada uno del otl'o á gnmdes rasgos, por lo que es y por lo que hace, no por lo que, rigorosnmente pensando, dobicl'n ser y hacer. Ado- rnás, el hombro, con su imperfecta constitución, queda siem- pre tras la linea do lo perfecto en absolnw, y, por tanto, es- tas imper{eccion.es, puestas e n actividad por ambas partes, engendran Ull JJriucipi:~ limitado. VIII NO CONSISTE EN UN GOLPE AISLADO SIN DURACIÓN El segundo punto nos da margen pnt·alas siguientes con- sideraciones: Si la t·esoluci6n en la guerra fue rn uua, ó una set·io si- multánea, revestirían todos los preptinttivos pal'a la misma la tendencia 1\l Hmito; ya que una omisión no s2ríu repara- b le, serhin en la vid;¡ real los proptil'tttivos del adversa'do, á lo sumo y en cuanto nos fueran conocidos, la medida do que podríamos disponct·, y el resto cae otra Yez en el campo de· la abstrazción. Si In r esoluci 5n conl!t.'i de varios actos sucesivos, l o~ pt·ecodcntes pueden, con todos sus accidentes, servir· do normn á los posteriore~, y en cst:1 forma se nos present!l nqui l:t realidad sustituyendo á la abstmcción y modenimlo la tr>nrlcncin al límite. 'I'od11 guer·¡·a ost!lrá com¡H·endicln nocosariamente en unn t·esolución 6 serio simul tánea, cuando los medios do com- bate se obtengan 6 puedan ser obteni rlos de una Yez, puesto que una resolución desfavornble disminuye los modios do combate, y si en la prirnem se han empleado todos ellos, no debe pensarse on In seguntla. L:is acciones g uerreras quo pueden seguir á lu primera, le pOt'tonccen on esencia y sólo constituyen su duración. Poro ya hemos visto en los pr·epnrntivos para la guerra, que la realid·1d sustituye á la mara concepción y una pru- dente medida á unn prepnración teórica exh'ema; por tanto - 35 - no llegat·án ambos ad vorsnrios á u11 esfuerzo supremo, ni se pondt·án en juego todos los me líos :í la \'ez. Pero ta les medios no pueden ~et· empleados á un tiem- po, ya sea por su n:~tu1·aleza especial, ya po1· lo peculia1· do su uso, y son: le~ ¡:ue¡·zcu; ele comb(tte, cl11C1ÍS con su tetTono y población, 11 los etli(l(/os. El pnis con su suelo y población, a<lemás do ser la fue n- te de los pro¡)ios me·lios de com bu te, constituyo pot· si una parte integrante de las magnitudes que ouran en la g uel'l':t, y lo hn.ce sólo 0011 la parto que pertenece al tC'atro do la guerm ó que ejerce sobre él un,t influencia directa. Podt·emosempleat• á la v3" todos lo::; m.> lio~ de combato transportables, pero no todas las fuenws, ríos, moutos, ha- bita,ntcs, etc.; en fin, todo el pais, como uo sea tan pcc¡uetio, que la primet·a acción guel'l·era lo 11barque po1· co npleto. · P ot· ott·n parto, la coopet·ación de los aliados no depende do la voluntad de los beligera ntes, y se ~Jn la 1ntur tloz t de hts r elaciones intemncio nales, es f1·ecuoutc que nquélla sólo tenga lugat· 6 so acent.úe más adelante p.u·a rc~t!t blooet· ol equilibrio perdido. Jl!!>iS adelanta pt·eoisaremos cómo esta parto de los mo- dios do resistencia que no pueden sc1· em;)!eados al mismo tiempo, constituyen un t p 1rte .lel to .lo, mis imp?!'tante de Jo que .á pl'imen1 vistu pudiem Cl'eat·so, y cómo puede res· tableccrse el equi librio al tet·ado en una pt·imet'tl ac~ión li- bt·ada con numerosos medios. Aqui nos b:1~t>l so11alat· que la natnt·aloza de la guena, consisto en ht com •leta reunión de J11s fuerzas on el menor ti3mpo. 51n embargo, esto tto puede ser por si y ante sí un 'l ra¿ón p·11·a modcrn t· el pugilato de esfuerzos pm·a la primera resolución, puos una t·esel ución desfavorable siempt·e es una des\'entajn á In que no podemos exponet·nos intoncionndamentc, y p01·quu aunque no fuo- rll la única la influencia cjer~ida e n las postol'iores, seria proporciontl l á s 1 importancia; pero la posibilidad de pos- terior •·esolución porlda dar refugio al o~pil'i tu humano, tímido ante uu esfuerzo excesivo, y pot· tanto, que en In pri- mera resolución no se t·eunun ni actúen los medios en la medida que ·en otro caso tendría lugar. -36- Lo que cada uno de ambos advet·sarios abandona po1· dc- bilid;1d será paru el ot.ro una razún objetiva do su modora- <lión, y asi, por medio do esta acción reciproca, se disminui- rá en una cierta cantid<ld ol esfue¡·zo para llegar allfmite. IX Et fli':SUJ/I'Al)O DE L.\ OV lmRA NO ES UN <ABSOl.U'rO Finalmente, la total rc!solución de ulll\ gueJTa no puedo considtlrarso siempre como absoluta, sino que muchas ve- ces al Estado, vencido, vo en el in llólo un mol pasajero, al que puede encontnn·so un remedio en las postc•·io•·es rela- ciones políticas . .):;:; fáci l deducir cuduto dulcificará l'sto In iutensidad de la excitación y la mngnitud· del e~ f'u e rzo mil- . ted,¡J. X LAS PROBABILI DADES DE L.\ REALIDAD SUSTITU'I't:N ,\LO EXTJIE:UO Y AllSOT.UTO DEI. CONCEPTO De esta manera se despojn á la completa acción gucn·01·a de la severa ley que l"igo lu~ fuet·zns didgidas al último ex- tremo. Al no ser éste busc11do ni temido, toca al juicio el fijar ol limite de los esl'uet·zos, cosa que sólo puede hacer basándose en los datos que ofrecen los acontecimientos de la v icln real y según leyes de probnbilidad, pues no siendo yn ambos adversarios pu•·os concepto:; sino Estados y Go- biernos con individualidad definida, ya no será la guo•·t·a un desarrollo de acciones ideales, si no p•·opinmente constitui- do; por tanto, será lo ren lmonte conocido un dato pnra la esprwada determinación de lo úescouociclo. Ateniéndose á las leyes de p•·obnbilidad, onda bando de- ducirá del ca•·ácttw, disposiciones, ostado y ¡·elaciones del contrario, la manera do obrm· de ésto, y en consonancia de- terminnrá su linea de conducta. • - :37 - XI VUI·:JX" ,( PRESE:'\"1'.\USF. EI. 1'1 ¡.; I'OÜTICO Aquí se impone nuevamente y pu•· ~i, ¡¡ nuestra consid<'- •·ación, un asunto que habíamos alejado d<' <'11:1 (vé11sc nú- mero 2); es éste ol f"iu.l¡olítico tle IH 'flli''"~"''· La ley ele lo e.dremo, el propósito clo dcj:n· indHfenso al contrario, do dorl'ibal"lo, nos lo habían hast:t aquí ocnltnclo on cierto modo. A medida quo esta loy pierdo fuerz.• y tal propósito retrocedo ante su objeto, d<'bc, pues, reuparocc>r <'1 fin político. Siendo el completo prnccso un C<ílculo de pr••- babilidadcs ba;~.~do en personas y ¡·elucione~ determinadas, constituirá el fin ptllitico, como motivo ol'igin:u·io, un factor esencial. Cuanto mouoJ· sea el satl"ificin qu<' reclnmenw~ de JÚ1estt-o adversario, os lóg ico esperar quo t:mto menores :~c rán sus esfuerzO:i p:wn rehusárnnslc¡. Ou11111"o má:s e~ca!ln~ sei'ln éstos, tanto 11\0IIOrcs set"<Ín también lo,; nuestt·os. Adc•- más, á menor cunntin del fin p<Jiiticu, tanto meno1· scc·:í <'1 valor que le domos; p¡·otlto nos acomod:u:cmo:> á ¡·enunciat" ¡\ él, y pot· e:~tn l":lzón tnmbién se1·:ín mcnoJ'<'S nue~tros es- fuerzo;<. Por tanto, el ltn político como motivo> originario de la\ guerra uos dnn1 In no•·m•l :1si pat"O <JI objct·f¡ que pretOJJd.O 1 a lc:l11ZMSO po1· modic) clol acto gLJetTCJ"<). cr¡mo panc lns es·/ fuet-zos que dcb<'n I'<':Jii:~ílrse. Mas c~lo no sucedo por su pro- pia csonciu, ,in u pm·que manejamos c•l~llS •·cales y no m<'ra~ concepcione:;; tal<'~ el caso c·espcctn á los Est.:~dos contr:c- rios. Un mismo fln político cu distintos put'blo~. y aun en uno solo, puede en distinta>< época:; o1'iginar difcrrnt<'s ac>- ciones. Pero si ol fin politice vale' como normn, es en cuan- to lo concebimos ejerciendo ~u acr ión sol>t·r lns masas qu" debe movot"; su n11turalez:t, pue~, ojcrro mnrcn.dn inf1uencin. Es fácil ver quo po1· esta circunstancia pueden variar en nb- :;oluto los resultados, según ~u inAucncic1 <'n los principios do refuerzo ó d<'bilitnción de las nu1sas. En do~ pueblos y • -38 - Estados pueden concurrir tales excitaciones y tal suma do elomoutos hostiles, que uua insignificante causa politica de una guerra puedo ocasionar una acción muy superior á su naturil loza, un(! verdndera explosión. Esto es aplicable á los esfuerzos determinados en nmbos Estados por el fl n político y ul oi.Jjetivo quo el mismo con- fin á In acción guerrera. Algunas veces el mismo fin político puedo ser también ose objetivo; por ejemplo, la conquista do unn provincia. Otl·ns no es apropiftdo para indicar el objeti- vo de la acción g uonern, y en este CASO debemos elegí•· un objetivo que lo sea equivalente y que pueda representado al hacerse la paz. Pero también aquí se presupone siemp1·e la considet·ación del carácter de los Estados contendiéntes. En ciextas circunstancins, ol equivalente ha de ser de mayor peso que el fin político para poder alcanzar esto último. 'l'nnto más pt·edominará y resolverá el fin político cunnto mayot· sen la indüerencia en las masas y más escnsn sen la excita- ción e n ambas naciones y en sus relaciones; cnsos hay en que sólo él resuelve. Sioudo el objetivo de la acción guen-ern un cqwivalente del fin político, rlisminuit·á do intensidad con él, y es mnyot· su p·ropo1·ción cuanto más predomine; así so explica que sin incompatibilidndcs manitlestns varien las guort·as tanto en ünportnncia y e n ergio, desde In g ueiTa sin cuartel á la sim- ple observación nrmnda. Esto uos llevn á un problema do otro género, que hcmos de desnrrollar y discut(t·. XII NO s•: JUSTIFICA AÚN UNA SUSPENSIÓN E:\ LA. ACCIÓN GUERRERA Pot· insignificantes que seun las exigenci11s políticas do a miJos contendientes, débiles los medios cmplendos y redu- cido el objetivo confiado al noto guerrero, ¿puedo este acto cesn•· un inst:mte"? Este problema resido en la esencia del nsunto. 'l'oda acción necesita pam llevarse á cnbo un cierto - 39 - tiempo, que denornitulremos su duración. Será mayor 6 me- nor, según la nctividacl desplcgndn por los IJoligerante:.o. Do estos ma!JOI" y meno¡· no nos ocuparemos aquí. Cada UllO procede á su lllllnera: ol lcnto las hace despacio, no pot·- quo quiot·a emplen t· más tie mpo, sino porque lo necesita su natut·nl. y hacerlo más deprisa seria hacerlo pc()l·. Este tiem- po depende do intimas rr~zones y pertenece á In durr~c ión propia de l.n nccióu. Concocliendo rn la guerrn á cada accióu su duración propia, tenemos que aceptat·, por lo monos á primera vis tn, quo todo gasto de tiempo fue ra de esa duración, esto es, tod:Í suspensión npareco contrapt·oduccnt.e. No olvidemos que no hnblnrnM de los adelr~ntos !techos por uno ú ott·o de los con- tt·nt·iol', sino ele! cu,·so do la acción g uorrcl':l en conjunto. xm SÓLO EXIS'i'E UNA fiAZÓN QUE PUrlDI~ DETENER EN LA EJF.CUCIÓN! RAZÓN QUE PARP.CE NO CO!>VENIR ;u,\s QUF. ,( UN BANDO Al prepnrm·so ambos bandos para la luclw, lo harán im- pulsados por alg ún principio hostil; mientt·os permnnezC!ln dispuestos, esto es, mientras no concluyan la paz debo oxis- tit· oso principio, que únicamente puede descnnsat· on una condición, la misma para ambos bandos:, á snbrr: uperar una. épocc' más fa¡;orablc del cm·so tic la. acci611. Par eco, en un pl'i n- cipio, que tal concl iciótl sólo puede nprovecluu· á uno de los beligerantes, puesto que co ·i)Jso recaerá e n perjuicio del ott·o. Si uno tiene intct·és en obmr, el orro debo tencdo en espcrat'. Un comvlcto equilibrio en lías fuerzas uo puede produ- cir suspensión alg una, pues do otro modo aquólla cuyo flu l'uoro positivo (ol'cnsora) r esultaría beneficiado. Si quet·emos concebit· este equilibrio bncicndo que nqu6- lln cuyo fin sea J>Osi tivo, y por tauto el motivo de mayor IuerzíL cue nte con medios míis escasos, do tnl modo que so establezca la ig ualdad en el producto motivo por fuerza, aún -40 - deberemos razonar siempre así: si no se prevé ningún cam- bio probable on ese estado de equilibrio debe hacerse la paz; pero si tal Mmbio se p1·evé, la paz sólo seria favorable á uno de los beligerantes y el otro se veda pt·ecisado á obrar. Ve- mos, pues, que el concepto del equilibrio no puede explicar la suspensión de la acción, sino que ésta se 1·educe á la es- pera del momento favorable. Establecido, pues, que uno de los dos Estados tieue ttn fin positivo en la guerrn, éste que- rrá conquistar ttnn proYincia del contrario para hacerl.n pe- sar en las condiciones de la paz. Con csn conquístn llena su tfu poÍitico, cesa la necesidad de obrar, y pnra él empieza la. iuacción. Si el contrario se acomoda á eso éxito debe con- club· la paz; en caso contrario, proseguir la acción; mas se eomprende fácilmente que en cuatro semanAS más se orga- nizará á esto objeto, y por lo tanto tendrá razón suficiente para demorar su acción. Al parecer, desde aste mismo instante recae eu el con- tt·m·io el lógico deber de continunr actuando, pam no de:¡ar al vencido el tiempo de prepararse. Cl:u·o es que aquí pre- suponemos una perfecta apreciación del Gaso por parte de r~mbos bandos. XIV EN OONSECUENC!A. VENDJÚA UNA CONTL'!UlDAD EN LA ACCIÓN GUERRERA DlPULSÁNDOLO TODO Si existiera tal continuidad en la acción guerrera, lo lle- val"in todo otra vez ni Umilc; pues, en efecto, se deducCl que tal incansable actividad inflamando o1ás y más las faculta- des del alma, y dando al conjunto uu alto grado de apasio- namiento crearía una fuerza elemental mayor, y la conti- nuidacl de la acción llevada consigo, con un ininterrumpido enlace causal, consecuellcias de tal entidad, que cada acción aislada enconaría importancia y peligro mayores. Pero ya sabemos que" la acción guenera raras veces ó nunca tiene esa continuidad, y que l1ay gran número de • -·11 - guorn1s en que una pado insignificante de su duración~«' ha invertido en ohnw, y la suspensión Ita llenado el resto. Es imposible que esto constituya siflmprc una anomalía, y, por t.anto, la suspensión de In accíór.1 guerrora dobc ser pnsiulo; esto es, no debe llevm· en ~i contt·ncl icción alguna. Del cúmo y pot· qué de ta l <'Osa vamos á ocuparnos :lhom. XV PAllA EST.) TOllA MOl'\ E:-1 CUEN'rA UN PRlXCII'lO OF. POLAIUOA O Como hemos supuesto siemp•·o que el intl'rés de ;wo do los generales os opuesto al del general enemigo, ltomos aceptado una verdadera pollu·idad (1). Nos r\'scrvamos el de- dic:u· un capitulo á \'~te punto; ~in emh:wgo, dit·cmos sohro él lo siguient<.>: · El.principio do la polal'ic!Jul sólo ~ieno valor cuando so uplicn á un mismo objeto, on c!l que las lllngnitttdes positi- va!<, y sus opuestos, las negntivas, so destruyen. Sí en una un- talla ruon1 posible que venciN·an las dos pat·tcs, hnbl'in uun vet·dadern pol:H'irlad, pues nna victoria nnul:win la ot.J:n. ~Ins cunndo se tt-atn de dos cosas distint.'ls q';'O tiouen unn roln- cíón extorna común, la polnrírl<Hl entonces no os ele lns co- sas, $ino de sus relaciones. XVI A'I'AQUR Y DEFENSA SON COSAS D~~ DISTINTO OAJt,Í:C'rE:;R Y !)" OE31GUAL VALOR; L1\ POLARID.\01 POR TAN'fO, NO PUEDE lrF.- Jo'ERIRSE Á ELLAS. Si no existiera más quo una forma ele guon·a, por ojom- p,lo, In caidn t·ecípr·ocn do uno do los contriuc:\ntes sobro ol (1) Para adarnr· esta idea demos signo á un intct·és cualquiera quo juegue en la guet·ra; si para uno de los grnct·nles e,; positi- vo ( + ), por este solo hecho scrrt negativo (- ) para el gcncrnl eno.nn igo. De modo que, efecto do ltt pqlaridnd, un mismo int~ró~ ~o m un i fi esta en :uubos bandos como '-'.n dos polo> opucstos.-(N. T.} - 42 - o tl'o, y, por consiguiente, sin defensa, ó con otrns palab1·as: s i sólo diferenciara al ataque de la defensa el motivo positi- vo que aquél tieno y á é~ta lo fal ta, la lucha sería siempre una y la misma; las ventaj11::¡ do uno serían desventajas de igual magnitud en el contrario: existiría polaridad. Pero la actividlld guerrera se desdobl11 en dos formas: ataque y defensa, muy distintlls y de desigual valor, como positivamente probaremos más tarde. La polaridad resido en aquello á que ambas se refiet·en, en la resolttción, pero uo en el :Ha que ni en la defenSII en sí mismos. Si un general desea la resolución más tarde, el otro la quiere antes; pero siem- pre por la misma forma de la lucha. Ei JI tiene interés en ata!)!lr ni enemigo, no ahora, sino cuatro semanas después, el interés deBes el ser ataca :lo, no cuatro semanas después, sino en e l acto. Esta es la ~·eciproca inmediata; sin que pue- da deducirse que B tenga inter:és en atacar á A en el acto ' cosa que es completomente distinta. XVII POR L.~ SUPERIORIDAD DE LA DEFENSA (1) SORnE EL ATAQUE SE ANULA MUCHAS VECES L<l. ACCIÓN DE LA POLARlDAD, Y ASÍ AB EXPLICA LA SUSPENSIÓN DEL ACTO GUERRERO. Siendo In forma clefenst:·va más fuerte quo la del ataq1~e, como luego demostraremos, nos preguntamos si la vent11ja que el uno encuentra en la posterior resolución será tllu (1) Pru~ba la ruayot· fortaleza de la defensiva el hecho de ser la aliada natut·al del débil . Remitimos en esto punto al lector al ca- pitulo I del libro 1V, tomo II. E l que la defensiva sea m<ís fuel'te no quiere decir en manera alguna que sea la forma preferible. Por el contrario, se recomien- da por si n'lisma la ofensint, ya que conduce directamente al fin que la guorra·porsigue. Y que esta opinión os la del autor lo prue- ba el repetirse en sus páginas como un motivo musical el pt'inci- p·io de que las f uerzas contrarias son e l obj eU·vo primordial, y su destrucción el /111. í nmediatp. do la acción guenent.-(N. T.) • • - 43 - grando como la que supone la dofen~iva en el ott·o; donde tal n o se verifique, tampoco po:h·á aquél equilibrar al con- trario por medio de su acción, y J>Ot' lo tcj}nto no podrli coopcrnr á la prosecución dcl ·acto guerrero. Vemos, pues, quo !a fuel"'tn impulsh•a quo po~eo la polaridad do los in te- roses puedo pe t·dorse en la d iferencia do fu erzas de lits for- mas dej'cnshc' y o{ensiwt, do donde resulta su inacció n. Si aquel para 01 que lo presente sea favorable es demn- si:tdo débil, para pns:ti'SO sin la vontajn do la defensiva debe acomodarse á afrontar nn futuro más desfavorable; porque siempre puede ser mejor batirse á la defensiva en eso futu- r o quo en el ¡H·csonto atacando ó que hacct· la paz. Según nuestro convencimiento, ln superioridad do la defensa (bien entendida) es muy gl'llnde, mucho milyor do lo que imagi- namos á pl'imern vistn¡ así so explican un gt·nn número do ,periodos do susp(\nsión que se presentan en las guerras, sin que nos veamos obligados á juzgat· sobro una íntima con- trfldicción. Cuanto más débiles sean los motivos que impul- san ñ obrar, con may'H' facilidad son absorbidosen la dife- rencia de lns formas do defensa y ntnquo y neutralizados, parnlizúndose con frc:'cuencia el neto g uorret·o de acuerdo con lo que In experiencia e nseiía. xvm LA UIPER~"f;CTA APRECIACIÓN DEL CASO PROPORCIONA UNA SEGUNDA RAZÓN Hay un:t segunda rnzón que puedo dctenot· In acción guérrom, y es la imperfecta apreciación del caso. Cnda go· uoral en jefe sólo conoce oxnctnmonto su situación, pues do la del contmrio únicamente tiene cludosns noticias; puedo, por tanto, equivocarse en su juiciCI¡ y en consecuencia de tul error ct·oer que correspondo obrm· al contt·ario cuando lo toen á é l exclusivnruente. Esto defecto de apreciación podrá dar lugnr lo mismo ú una noción que á una suspensión in- • -44- oportunas, y por si, lo mismo puede influit· en la aceleración que en el ~·ctnrclo del ttcto guencro; mas, aunque así sea, siempre puedo consiclernrse como una do las causas natura- les, que sin intima contradicción pueden origina•· e l esta- cionamiento del acto guerrero. Poro gi observamos quo siempre nos sentimos iuclimidos á considcnu· la fuet·za del footr~~t·io Pxccsivn, más bien que e.sca~a. pues tal es el modo de ser humano, tendremos que convenir eu que la impot·· fect,'l nprecinoión dPl caso conducirá generalmente ii detono•· la acción guon ern y moderar su pdn!lipio fundamental. "La posibilidnd ele una suspensión introduce una nueY1t moderación en ol acto guen·cro, pues lo ateníu< en ci01·t.o modo con el tiempo; detiene al peligro en su marcha y au- menta lo:> medios de poder restablecer el equilibrio perdi- do. C;alllto mayot· sean las exeib1cionPs de las cuales ha sm·- gido la guerra, mnyor set·ii su energía y más cortos los pe- riodos de sus¡Jensión; éstos aumentnn\n con la debilidnd del p.-íncipio guo1TOI"O mtmcionado, porquP la magnittJd do los motiYos aumentn la Yoluntild, y 6stn es on todo caso, como sabemos, llll rnctor, un producto clC' ful"t'l.:l~. LA FRECUBN'I'P. SUSPENSIÓN flf.:T, ACTO OUf:RmmO ALEJA ~IÁS T,A GUERRA Df. LO AOSOLUT01 Y J.A HAOI> M,(S 0.\LCULO DE !'R0- 13.\ UlLIDA DF.S. Cuanto más le-ntamente se deslice- el acto guene1·o, cu:m- to mfts f,·ecuonte~ y duradet·as sean lns suspensiones, antes será posible rcpumr un en·01·; más :ltrcvido será el boligo- mnte en sus sullosiciones, y poi" consiguiente más se separa- rá del Um.Ue t·:1 ntns veces nl.udido, y toclo so basará en p1·o- babiUdados y suposiciones. Como la naturuleza de u n neto conc1·eto exige un cálculo de pro bu b i licia eles con las r ela- ciones dada~, el clcsnrrollo más ó monos lento del acto gno- '-rero nos de-ja mii;; 6 menos tiempo. • -45 - XX YA i;ÓJ,Q ~'A[.'l'A EL AZAR PARA CON \ .F.R'l'IR BT. AO'l'O GUER111;RQ EN HECHO FOI\'l'UI'l'O, QUE HAR.\ VEZ PUEDE PASAllSF. S IN AQUÉL. Vemos aqui CÓ iliO h1 naturaleza objetiva de la guC'rnt convierte á ésta en un cálculo do p•·obnbilidndes; aún so no- ce:;ita un nuevo el omento para convertir la acción en hecho fortuito, elemento al que difícilmente se ~u:;trac: éste es C'l azur. No hay actividad humana alg una que esté en tan cons· tan1 e y genernl conta~to con ol nzn r como In ·g uerra. Con ol n:~.ur ti o no un irnpot·tante puesto en la g uerra In con ti ngon- te y (:en ello In fot·tuna. XXI COi\10 POR SU NATURALEZA. OllJl'!Tll'.\ TAlUllf:~ SE CONvn;nTE EN HECHO FORTUITO POR SU NATURALEZA SUBJETl\.A Si oc humos u nn ojeada á 1:1 1u1t.uralor.u subjetiva do la guerrn, esto es, sobre aquellos medios con los que d<>hon llevarse á cabo, aún más se uos presontn•ii en su aspecto de hecho fortuito. E l elemento sobre el que se mueve la acti- vidad g uan era es el peligro; ¡,pero cuál es la l'uerz>t mora l de mús vaHn en ol peligro? El vnlor. Aho•·n, ol valor puedtl nrrnoniznrse con el hábil cálculo; pero son cosas do distin ta natu•·nleza. pertenecen á diferentes aspectos del alma; p~·· el contt'nrio, la osad in, In confiun~n en la fo r·tuna, In audac ia y la tenacidad son sólo mnn ifestaciones ele valor·, y toclas c~h1s orientnoioues del alma buscnn lo contingento porque cons- tituye su elemento. Vernos, pues, que lo absoluto, lo llamado matemático no encuentra. firmo bnse en pat·te nlguna del arto do la guerra, puesto que en elln so integt'il un juego de po~ibil i dades, pro- - 46- habilidades, suerte y desgracia que corre por los hilos de su trama,·siendo de todos los ramos .de la actividad humana el juego de naipes el que más se le asemeja. XXII CÓMO ESTO CONVIENB AL ESPÍRITU HU?IL-'\NO EN GENERAL Aunque nuestra razón se siente impulsada siempre hacia la verdad y la certeza, también se siente nuestro espixitu muchas veces revestido por la duda. En vez de marchar con la razón pol' la sinuosa y estrecha senda de las investiga- ciones fil.osóficas y las lógicas conclusiones para llegar, casi sin apercibirse, á sitios en los que se sLente extraño, y don- de todos los objetos conocidos parecen nbaudonn·le, prefie-- !'e vivir con su imaginación en el reino del azat· y la fortu- na. Cambia nquella mezquina necesidacl por un vivir des- arreglado en e l reino de las posibilidades, y exaltado toma alas el v:llor que le da como elementos r iesgos y peligros, á los que se lanza como e l bravo nndador á '1a corriente: ¡\Debe la teol'ia abandonarle aquí, y seguil· deslizándo- se en con<:lusiones nbsolutas y reglas? En tal Cllso es inútil para la vi(la. La teoría debe considerar lo huma n.o y_dar ca• bidn a l vnlo1·, á la audacín y aun á la temeridad. El arte de la. guen·a se ocupa de fuerzas materiales y morales; de aquí que en ¡>arte alguna puedn a lcanzar lo absoluto y lo cierto; queda, pues, ancho campo de acción para lo contingente, y tan extenso en !o más gt·ande como en lo más pequeño. Corno lo contingente se sepnra á un lado, es preciso que el valor y In con fianza propia eutreu á llenar ese vacío. Se- gún su magnitud, así será el·campo ·de acción-de aquél. Va- lO!' y confianza propia son principios esenciales á.la guerra; en consecuencia, la teo1'ia sólo debe establecer leyes en las que aquellas necesatias y nobles virtudes guerreras se pue- dan mover libremente en todos sus grados y variaciones. La osadía supone c.ierta inteligtmcin y previsión, que deben es- timarse como metal. precioso si, pet•o de más b!lja.ley. -47- XXUI PERO LA GUERRA SIGUE S!!':XD:> UN • :IIZOIO• GRAVE PAllA UN <FIN> ORAVS. - DZTERIDNAC!O:>E3 M.\S PR!':C!S.\S DEL ;.t!S~IO Tal es 1:\ gucna, tal el general que In dil"i30 y In tcor·üt que la •·eglnmeuta. P ero In guer..a no es uu pasatiempo, un simple capricho do arl"iosgnt·so y alcanz:u· éxitos, no es obra de un franco entusbsmo; os un gr;Wc fiiiJ(lit~ empleado pam un g •·ave fin. El centelleo de la fortuna que en olla se ob- serva y lu vibmción de las pasiones, del valot·, de la f;tnta- sia, del entusiasmo que encierra, son únicamente propieda- des do esto· ml)(l·io. La guct..-a de una comunidad - pueblos enteros, y espe- cialmente pueblos civilizados-se o•·igina en una situ!lción p olítica y estalla por un motivo político. Es, pues, un neto político. Si no fuera más que u na manifestación de la fuer- zll, perfecta, libre, absoluta, como dedu.cil"iamos de su con- cPpto abstracto, desde el momento en que so iniciara por modio de In política la sustituiría corno algo completamen- te independiente de ella, 1!1 oprimit·in y seguidn sólo sus pro- pias leyes; como ni d:lt· fuego á una mina no putld<: scguit· otra dirección que la t·esultan te de las disposiciones toma- dns anteriormente. Así se juzg;\])11 realmente el astmto has- ti\ ahora. siempt·e que una faltad<: annonia entro la polilica y la rlü·ecr.ión de {(1 ynetTCt eon dtu:ia á el isti ngos de esta clase. Mas no es asi, y tn l ¡·epresentación es falsa . La guena en la realidad ya hemos visto que no es una acción li11tilc que piet·dn su potencia en un momento, sino que os la acción de iue•-zns que, lejos de desntTOihlr$0 an~loga y uniformemen- te, refuerzan á las ya empleadas pnra voncer In resistencia opuesta por la inercia y los rozamientos,y que otras voces resultan déi.Jiles para producir acción alguna; asi, pues, os el impulso del poder más ó menos 'rue•'te según se gaste la ener- gía y se a~oten los medios con mayor 6 menor rapidez; en otras palabras: conducen al oi.Jjotivo más ó menos dept·isa, pero siempre con duración su'flciente ¡)a..a dejar sentir su -48- íufl.uen(;in en su curso, para que pueda impl'imír.sela una nuevn dil'ección; eu fin, sometida sio111p1·e á unn inteligencia directora. Reflexionando quo la guerra naco de un fin polí- tico, os nntura l que este primo1· motivo que In ha originado siga siendo el principal punto de vista en su dil·ección. Pero el fin político no es un tirano, debo adaptarse á la nntu,·alo- za de los t~~edios, y po•· ello puedo ser alterado con frecuen- cia, mns siemJ11"C dol1c atonclorse á él prerercntemente. La po lítica penetra todo el ,{oto guenoro y oje1·ce en él unn constnnte influencia, c'n t.-mto que Jo admita In natn~·nleza do las energías dcsplogndms en In guerra. L,\ GORRitA ES !,A SlllPLE CON'rJNUAC!ÓN DE T • .\ POLÍ'r!CA CO N OTROS MEDIOS Asi vemos, pues, que la g uerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instmmento politico, una continuucióu do las relnciones políticas, una gesti611 de las rnismns con otms medios. Queda sólo com(l exclusivo do la g uon a In peculiar nutut·nlezn de sus m.edios. Puesto que las ol"ientnciones y pt·opósitos políticos no están eu oposición con esto~ med·ios, podrú requeridos ol arte de la guet-rn on general y el geneml 011 jefe 011 cada caso particular, y esto derecho no es de escaso v¡tlor; la fuerte reacción que en de- terminados casos eje•·cen sobro lus intenciones . politicns debe cstimm·so siempre y únicnmonte como una modificn- cióu de éstas, pues el propósito politico es el fin, la g uerra el medio, y jamás pueden concebirse meclio.~ sin un ¡;.,. X'A.'V HE"r EROGENEIOAD DF. LAS GURRRAS Cuanto más importante y de mayor entidad sem1 los mo- tivos de la g uerrn, cun11to más nfect:tn á la eseucia intima do los pueblos, cunnto mayor sea In tensión quo p t·ecedc á h\ , - 49 guerra, tanto más so nproximar{t ~su form:_t austractn, con mayor empeño so tratará do derribar ni advea·s.1rio, tanto más se confunden el ol.ljetivo guetTero y fin polí tico; y la g u.erru >lpareco menos política y más puramente g uoa-rora. Si los motivos y la tensióu son más d61Ji les, la forma natu- ¡·al del eJcmertto g ue1-rero se pt·cseutud. pocas veces en la senda marcada por la política; la guerra se separará más y m'ás de su aspecto gen uino, ct·eco•·án las difet·oncins entre el ñu político y el objetivo de unn guerra ideal, y la g uorm so haco politic1t. Debemos obscn·íl r aquí, para quo el lector no formo ~oncepto!l erróneos, que on esa tondeuoia 1Wlm·al sólo nos refel"imos á lu filosófica, propiamente lógica, y eo mnnen1 a lgunn á la tendencia de lns f uerzas empeftadas en un con- flicto •·cal, en las que, por ejemplo, htlbl'ia que supone•· to- das las ruet"'l.as morales y pasiones de los combatientes. Cier- to que eu muchos casos podrían ser é~tns excitadas en for- ma tal, que sólo con trabajo pudiera apnt·társelus del camino politico; en (a mayor parto d,c 1M Cntio!l no existirá tal opo- sición puesto (lUe pot· la uaturalcza do tan grandes csfuortos se 1mrá precisa la confección de un plan gmndioso y ade- cuado. Cuando ol plan sólo se encamino :í algo 1Mquefw, el efecto de las luerzns morales en las mas:1s será tan escaso, que tales mnsns nocositth·án más l>icn set· empujadas quo conteJI idas. PUEDEN <rODAS F.LL>\S SER CO:><SIDERADAS COMO ACCIOXES POLÍT!OAS Volvie(HiO al J>\lllto prin cip¡tl,, aun CUlll~do OS CÍOI'LO que e n una clase ele g uorm pare~e disipar~o la política, al puso que on la otm se presenta bieu definida, podemos, sin em- ba1·go, sostener que nmi.Jns son igualmente políticas; pues considerando la política como la inteligencia de la náción personificada entre Las ''arindns oombi naciones que nbnrcau • -50- &'US cálculos, también pueden set· comprendidas aquellas en que la nntw:alcza de ~us ¡·elaciones conviene á una guerm do la primera clase. Unicamente no tomando la política en su acepci6n general, y sí en el concepto convencional que lu supone una habiljdnd divot·ciada do la fuerza, reservada, as- tuta y falta do probidad, podría set·lo más allegada la última clase de guerra que la primera. XXVII CONSEClffiNCIAS DE ESTE CRITl':RIO PARA LA COMPP.ENSXÓN DE LA HISTORIA mLITAR Y PARA LA FUNDAMENTACIÓN DE LA TEORÍA. Desde luego vemos que no podemos concebir á la gue- na como cosa independiente sino como instrumento polit.i· co, y sólo con tn l suerte de concepción es posible no poner- se en oposición con toda la H istoria milit-Rr. Sólo aquélla abre el gran libro ul estudio inteligente. Tumbien nos en se- fía este crite1·io cuán distintas pueden ~er las guerras, según ln natm·aleza de sus motivos y de las circun5tancias politicas de que brotan. El primer acto del juicio, el más importante y decisivo que practica un estudista y general en je 'e, es el conocet· In guerra que emprende en el aspecto que hornos d icho, el que no la coufuuda 6 la quiera hacer algo quo no sea posible por la natumlezn do las circunstancias. Este os el primero y más general de totlos los problemas est•·Mégicos; lo estudiaremos con más detenimiento al tl'ntat· del plan de guerra. Nos contentamos aquí con habet· llevado el asunto á este punto y hobcr establecido, por tanto, el punto de vista pt'in- cipal desde el cual deben mirarse la gtte•Ta y su teod~. • 1 r -51 - xxvm RESULTADO PARA LA TEORÍA No porque modifique 11lgo su lHltuJ·aleza en cada caso conc1·eto, podemos ver en la guerra simplemente un cama- león, sino que, según el conjunto de sus m:mi ~est110iones, y en relación con las tendencias dominant.cs constituye una maravillosa trinidad, compuesta del poder primordial do sus elementos, del odio y la enemistad que pueden mirarse como un ciego impulso de la natumloza, do la caprichosa infiuencia do la probabilidad y el ílzar, que la convierten en una libre nctiviclad del alma, y do la secundaria naturaleza de un instrumento politice, por la que recno puramont,e en el campo del raciocinio. El primero de estos aspectos es rmls bien pt·opio de los pueblos, el segundo de los generales y sus ejét·citos, y el ter- cero de· los Gobiernos. Las pasiones que se han de inflamar en In guerra es preciso que ya existn n en los pueblos; ol desarrollo que tome la acción del valo1· y del talento en el reino de las probabilidades del nzar, dependo dfllas propie- dades del general y del ejército; los finos políticos, en cam- bio, pertenecen exclusivamente á los Gobiernos. Estas tros tende ncias quo flpareccn como ott·ns tantas constituciones distintas, se basan en In íntima natumleza do los :~suntos y son de variable magnitud. Ln teoría que dos- cuidarn u un de ellas, ó que las quisiera ligar pot· arbitral'ins l'elaciones, so pondría instnntánonmento en tnl oposición con la realidad; que tal causa bnstarín para anulada. El problema consiste on mnnteuer á la teor·ia suspendida entre estas tres tondenoi:ls como entr·c tres focos do atrac- ción. De qué manera puedo satisfacerse, siquicrn en un pr·in- cipio, este dificil problema, lo r·azonarcmos en el libro de la teoría de la guerru. De todos modos, ol concepto de guena que hemos lijado es el pri met· rayo do luz que cae sobre la base fundamental de la tooria que divcrsificn las masas y nos permite d istinguidas. CAPÍTULO II Fin y medi'os en la guerra Después de haber ' visto en el capítulo que antecede ' lo complejo y mutab,le de la naturaleza de la guerra, nos ocu- paremos en investigar ln influencia que ejerce en el fin y medfos de la misma. Si nos ocupamos pl'imeramente del objeUvo á que debe dirigirse toda la guerra, para que ésta sea el medio apropiado para la consecución del :fin politico, nos encontraremos con que aquél
Compartir