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MAX WEBER ECONOMIA T SOCIEDAD MAX WEBER ECONOMIA Y SOCIEDAD Esbozo de sociología comprensiva Edición preparada por JOHANNES WiNCKELMANN Nota preliminar de J o s é M e d i n a E c h a v a r r í a FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA ‘ ESTADOS UNIDOS - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA Traducción de J o s é M e d in a E ch a v a rr ía , J u a n R o u r a Fa r e l l a , E u g e n io Í m a z , E d u a r d o G a r c ía MAy n e z y J o s é F e r r a t e r M o r a Primera edición en alemán, 1922 Cuarta edición en alemán, 1956 Primera edición en español, 1944 Segunda edición en español, de la cuarta en alemán, 1964 Primera reimpresión en FCE-España, 1993 Segunda reimpresión en FCE-España, 20 0 2 Título original: Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der Verstehender Soziologie © 1922, I.C .B . M ohr (Paul Siebeck), Tubinga DR. © 1944, 1964 Fondo de C ultura E conómica Carretera Picacho-Ajusco, 227 . 14200 M éxico, D.F. www.fce.com.mx Fon do de C ultura E conómica de E spaña, S. L. Femando el Católico, 86. 2 8 0 1 5 Madrid www.fcede.es I.S .B .N : 8 4 -3 7 5 -0 3 7 4 -4 Déposito Legal: M -6 .9 0 6 -2 0 0 2 Impreso en España http://www.fce.com.mx http://www.fcede.es En 1964 se celebra el primer centenario del nacimiento de Max W eber (1864-1920). Para conmemorarlo, el Fondo de Cultura Económ ica decidió reeditar su Economía y sociedad de acuerdo con la cuarta edición alemana (pòstuma) que tiene una disposición distinta e incluye una señe de trabajos y añadidos que no aparecían en las tres primeras ediciones alem anas* El pró logo de Johannes W inckelmann que reproducimos a continuación da sufi ciente noticia de los cambios que se han hecho a esta obra. Aquí sólo queremos rendir hom enaje al gran sociólogo de Erfurt, fundador de la socio l o g i "comprensive/’. D e él podríamos decir, citando a S. W rigfit Mills, que es un “clásico” “que alcanza alturas notables”. Para Mills “la apariencia del esfuerzo de la sociologa puede advertirse también en los muchos clásicos de la sociología.. . L o más importante, me parece, son las diversas obras de Max W eber. ¿Recuerdan ustedes la gran inclinación por leer a W ilfredo Pareto durante los treintas? Pues bien, com o lo revela la falta de atención generalizada hacia él en nuestros días, no la merecía. Max W eber sí la merece; su voz es la del liberal clásico en un mundo que, en el primer cuarto del siglo, le parecía volcado contra el liberalismo y, al mismo tiempo, es el más elaborado revisionista del marxismo clásico”. NOTA A N U ESTR A SEGUNDA ED IC IÓ N EN ESPAÑOL * La baducciÓD de añadidos y nuevos trabajos fue encomendada a Garios Geriiard. El índice analítico estuvo a caigo de Jasmin Reuter. Tn La o b r a postuma capital de Max W eber aparece aquí, desprendida del marco del Grundriss der Soxialokonomik (“Elementos de la economía social” ) cuya tercera sección formaba hasta el presente, bajo nueva forma. Esta nueva edición se ha hecho con sujeción a los principios expuestos por el editor en la Zeitschrift fiir die gesamte Staatswissemchaft} Su idea rectora es sen cilla. La primera parte de la gran sociología de Max W eber, que contiene la teoría de los conceptos, fue concebida después de la primera Guerra Mun dial, durante los años 1918 a 1920, La segunda parte del manuscrito, en cambio, fue redactada antes de dicha guerra y, esencialmente, con excepción de algunas adiciones posteriores, durante los años de 1911 a 1913. De la existencia de ese manuscrito anterior el autor sólo dio noticia por vez pri- jnera en la nota de introducción a su artículo sobre las categorías socioló gicas, del año 1913.® El plan de su contribución destinada al Grundríss der Sozialdkonomik, sección tercera: “Economía y sociedad”, Max W eber sólo lo publicó, después de aparecido ya el manuscrito anterior, en el resumen de a “división de la obra conjunta”, que inicialmente se adjuntó en forma de suplemento a los distintos volúmenes que fueron apareciendo a partir del año 1914.® Como quiera que el manuscrito de la parte más antigua no fue objeto de refundición alguna, no debe sorprender que sus distintos elementos coin cidan con el plan originario. Así, pues, éste pone de manifiesto el pensa miento relativo a la composición de la obra. A continuación, el manuscrito más reciente amplía la primera de todas las secciones hasta una teoría clasi ficadora comprensiva de las categorías que, sin embargo, permaneció incom pleta, El propio plan de Max W eber para su Grundriss der verstehenden Sociologie, que se da más adelante a t tulo de ilustración y para permitir la comparación, es el que ha servido de base al contenido de la presente edición. El hecho de haberse conservado para el libro el título de Economía v sociedad requiere unas palabras de justificación. La Einteilung des Ge- samhverkes (“Distribución de la obra conjunta” ) muestra que la sección ter cera llevaba la designación comprensiva de "Economía y sociedad” '* pero es- 1 “Max Webers Opus Posthuinuin” ("La obra pòstuma de Max W eber") (Z.f.d.g. SíW .) [■‘Revista para la ciencia conjunta del Estado”], voi. 105, 1949, pp. 368 js.). '■i “Über einige Kategorien der verstehenden Soziologie” ("Acerca de algunas categorías de k sociología comprensiva” ) (Logos, voi. IV , 1913, pp. 253 ss.), impreso en GesammeJte Au/satze zur Wisscnschaffslehrc ("Artículos completos sobre la teoría de la ciencia” ) , 2? ed., 1951, pp, IZ ? ss. 3 Una exposición totalmente detallada de la "división de la obra conjunta”, con indicación de cada contribución particular y del autor previsto para ella en cada caso, la proporciona además el informe de publicación de la editorial J. C . B. Mohr (Paul Siebeclc), aparecido en 1915 y relativo al año 1914 (pp. 9-13). La disposición de la contribución de Max Weber contenida en dicho infonne concsponde liteialmente a la impresión de la división en los distintos volúmenes del Grundrjss der Sozhiolonomík o sea, pues, a aquello que con razón se puede designar como plan originario. 4 En forma análoga, p. ej. a la de las partes “Economía y ciencia de la economía", "Economfa y naturaleza", "Eccnoraía y técnica” . PRÓLO GO A LA CUARTA ED IC IÓ N ALEMANA taba subdividida a su vez en dos secciones principales, de las cuales sólo la pri mera, con el título de Die W irtschaft und die geseÚschaftlichen Ordnungen und M ächte ( “La economía y los ordenamientos y poderes sociales” ),® estaba a cargo de Max W eber. Así había de titularse en realidad la aportación de Max W eber al Grundriss der Sozialökonomik, que contenía su gran sociolo gía. No obstante, esta última obra y al propio tiempo la más comprensiva de Max W eber ha adquirido fama mundial con el nombre de W irtschaft und Gesellschaft (“Economía y sociedad” ). En efecto, con la publicación de la portada definitivamente cambiada de la primera edición, se había renunciado a la incorporación de la segunda aportación a la sección tercera, y el título reza ba ahora: III. Abteilung. W irtschaft und Gesellschaft. Bearbeitet von Max W eber (“sección tercera Economía y sociedad. Compuesta por Max W e ber” ). O sea que, a partir de su primera aparición en el año 1922, la contri bución de Max W eber llenaba el a sola toda la tercera sección con su título de Econom ía y sociedad.^ Así, pues, sí en el futuro se sigue conservando dicho título para la obra en su forma autónoma, independientemente de aquella obra conjunta, la razón de ello es doble. Desde el punto de vista objetivo es decisivo que en lo futuro el cuerpo principal de la obra, o sea la segunda parte entera, vuelve a llevar la designación de La economía y los ordenamientos y poderes sociales, a la que sólo se antepone como parte pri mera la S ozio lo^ ch e Kategorienlehre (“Teoria sociológica de las catego rías” ), de origen posterior y no nombrada por el propio Max W eber, en tanto que el título de Econom ía y sociedad,que abarca las dos partes del libro, se presenta como objetivamente más indicado para éste. Y desde el punto de vista práctico, ese título se halla ya introducido para la sociología de Max W eber desde el principio, nombrándose y citándose usual y fami liarmente en esta forma, con exclusión de toda otra. El plan originario se reproduce a continuación, bajo el título de la sección, para la sola contribu ción propia de Max Weber. PRÓLOGO A LA CUARTA ED IQ ÓN ALEMANA LX E c o n o m ía y soaEDAO La economía y los ordenamientos y poderes sociales. 1} Categorías de los ordenamientos sociales. Economía y derecho en su relación de principio. Relaciones económicas de las asociaciones en general. 2) Comunidad doméstica, oikos y empresa. 3) Asociación de vecindad, parentela y comunidad. 4) Relaciones étnicas de la comunidad. 5) Comunidades religiosas. Dependencia de las religiones con respecto a las clases; religiones avan zadas e ideología económica. 6 Para la segunda parte de dicha sección se había previsto como colaborador a Eugen v. Philip- powich. Véanse los detalles en la nota 1 del estudio indicado. ■ Eo relación con una eiposidón detallada remitimos a la disertación mencionada en la nota 1 de la p. vniy contenida en la Zeitschiiít füi die gesamte Staatswisscnschaft ("Revista para la ciencia conjunta del Estado” ) y, en particular, a las pp. 370-71, 373, Miy-ll. 6) La colectivización del mercado. 7) La asociación política. Las condiciones de desarrollo del derecho. Profesiones, clases, parti dos. La nación. 8) El dominio. a) Los tres tipos del dominio legítimo. b) Dominio político y hierocrático. c) El dominio ilegítimo. Tipología de las ciudades. d) El desarrollo del Estado moderno. e) Los partidos políticos modernos. Externamente, la nueva edición se aparta en su articulación del plan ori ginario de Max W eber en varios aspectos. Los dos cuerpos de manuscritos figuran bajo temas distintos. En tanto que el manuscrito más reciente des arrolla la tipología de los conceptos, el más antiguo, en cambio, presenta una exposición de las conexiones y los desarrollos sociológicos. En el título de la primera entrega de Economía y sociedad, publicada todavía por el propio Max W eber y que daba a conocer el comienzo de las explicaciones conceptuales aún inacabadas, éstas se designan como “parte primera”, lo que se subraya tanto por la remisión frecuente de la Teoría de las categorías a la “exposición detallada” posterior, como por la observación, en la segunda parte, relativa a la “sociología general”, distinta de la exposición detallada.'' Por consiguiente, la nueva edición ha experimentado una bipartición, en la Teoría sociológica de las categorías y en la exposición del sujeto con la desig nación de La economía y los ordenamientos y poderes sociales.^ La primera parte reproduce inalterada la redacción de la primera entrega a cargo del propio Max W eber. Sólo que los subtítulos de Max Weber, que articulan el texto, se han intercalado también en el índice entre la división en parágrafos, añadiéndose además como “anexo”, después del capítulo iv, los esbozos de una tipología de las profesiones hallados entre los escritos póstumos. La segunda parte presenta el texto del manuscrito más antiguo en una disposición por materias que corresponde objetivamente al plan ori ginario de Max W eber; sin embargo, la articulación a la que se ha procedido de esta segunda parte se distingue de la primitiva en cuatro puntos. En concordancia con las ediciones anteriores, las dos subsecciones restantes del número 1 del plan se han asignado a sendos capítulos autónomos; los números 2 y 3 se han reunido en un capítulo unitario, y la sociología del derecho, que se presentaba en forma autónoma completa, se ha antepuesto como capítulo independiente al que correspondía al número 7 restante del plan. De todo ello habrá resultado la situación del manuscrito pòstumo en la edición ante rior. Una última desviación con respecto al plan originario de Max W eber consiste en que en los números 8 d y e de éste se había previsto primero un tratamiento separado del desarrollo del Estado moderno y de los partidos políticos modernos. Sin embargo, en contraste con ello, en la Teoría de las 7 Cf. p. 289. 8 Cf. también Marianne Weber, Max Weber - Ein Lebensbild ("Max Weber - Biografía”) (1? ed. 1926, pp. 425, 675, 687 s., 709). X PROLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA categorías entregada en 1922 por él mismo a la imprenta, Max W eber relegó la exposición material de la estructura y función de los partidos a la socio logía del Estado.® Además, como quiera que los parlamentos caracterizan el tipo del moderno “Estado legal de constitución representativa” — tratán dolos Max W eber por consiguiente en su peculiaridad como órgano esta tal— siendo así, por otra parte, que “no se explican a su vez sin la inter vención de los partidos”, !̂ resulta que no es posible tratar separadamente las modernas formas estructurales del Estado, de los partidos y de los parla mentos. De ahí, pues, que los comentarios relativos al Estado racional, al parlamento y a los partidos se hayan reunido aquí en una sección unificada del capítulo que trata de la sociología del dominio. En estos cuatro puntos el plan originario de Max W eber puede considerarse, en virtud de sus pro pias declaraciones, como abandonado en realidad por él mismo. En la segunda parte, modificada en su disposición de acuerdo con las propuestas desarrolladas por el editor, los títulos anteriores de los capítulos y las indicaciones relativas al contenido de éstos y de los parágrafos han sufrido algunos cambios, en la medida en que la necesidad de la nueva articulación, en adaptación al plan originario, y la exigencia de una composición más lógica del contenido lo sugerían; por otra parte su redacción se aparta tam bién parcialmente de la del plan originario, con objeto de adaptarse más es trictamente a la modalidad de expresión del texto, habiéndose formulado en ella algunos de dichos títulos, frente a las propuestas anteriores del que suscribe, con mayor precisión. Esto se aplica en particular a la sección octava del capítulo ix, cuyo título .se ha restablecido con la concisión característica de Max Weber, en concordancia con el plan originario, ya que, después de admitida en adelante en la sección novena la indicación auténtica del autor, no puede subsistir ya duda alguna con respecto a su manera de interpretar el sentido de la categoría del “dominio ilegítimo”; éste surgió, en el círculo de la civilización mediterráneo-occidental antes que en otra parle, a con secuencia de la constitución política de las ciudades como comunidades autónomas “libres” — “libres: no en el sentido de la libertad frente al domi nio violento, sino en el sentido de: ausencia del poder del príncipe, legítimo en virtud de tradición (por lo regular consagrada por la religión), como fuente exclusiva de toda autoridad”. Por lo que se refiere al tratamiento propiamente dicho del texto, pres cindiendo de las modificaciones de la articulación, de los títulos y del conte nido que se acaban de mencionar, aquél se ha tomado de las ediciones ante riores. Se lo ha sometido, con todo, a una escrupulosa revisión. Con lo que se han eliminado todas las erratas manifiestas de imprenta, así como, ocasio nalmente, descuidos del propio manuscrito, en parte después de detenido exa men de las fuentes. Las correcciones del texto propuestas por Otto Hintze^® han podido admitirse, con excepción de unas pocas. Por lo demás, aparte 9 Cf. pp. 228 ss. 10 Cf. p. 1101. 11 Cf. p. 236. 12 Cf. p. 1063. 3 3 En los comentarios a la 2? ed. de Economía y sociedad (ScbmcII. Jb. ["Anuario de Sclimoll."], año 50, 1926, pp. 87-88). PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEM ANA XI de dichas correcciones necesarias, el texto mismo no se ha modificado en nada. Sólo en la sección sexta (inacabada) del capítulo ix de la segunda parte se ha procedido, con objeto de conseguiruna articulación conclusiva, a trasposiciones del texto en tres lugares.^ ̂ El anexo músico-sociológico se comparó con la primera edición de la obra particular del año 1921, compro bándose que tampoco ésta era absolutamente segura. Diversas deficiencias del texto de la investigación de Max W eber en relación con la racionalidad y la sociología de la música pudieron en esta forma eliminarse. Por la información amablemente proporcionada en relación con una serie de modismos extranjeros en materia indológica, orientalista y etnológica, así como por las múltiples molestias que a tal objeto se han tomado, quiero expresar también aquí mi más sincero agradecimiento a los señores pastor Dr. Ernst L. Dietrich, Wiesbaden; profesor Dr. Otto Eissfeldt, Halle-Saale; profesor Dr. Helmulth von Glasenapp, Tubinga; profesor Dr. Hellmut R it ter, Francfort del Meno; y profesor Dr. Franz Termer, Hamburgo. Estoy asimismo cordialmente agradecido a los señores profesores Dr. Cari Schmitt, Plettenberg; profesor Dr. Rolf Stodter, Hamburgo; y antiguo profesor Dr. Cari Brinkmann, Tubinga, por la aclaración de algunos términos particulares. F i nalmente, el profesor Dr. W alter Gerstenberg, Tubinga, se ha encargado, en forma por la que le estoy también muy obligado, de la revisión de diversos conceptos de la teoría de la música así como de la revisión final del texto de la Sociología de la música. El concurso desinteresado de todas las perso nas citadas es el que ha permitido conseguir un texto seguro de la obra prin cipal pòstuma de Max W eber. Y por último, vaya mi agradecimiento no menos sincero al editor, señor Hans G. Siebek, quien se ha decidido a aceptar la modificación en principio por mí propuesta de la obra y me ha confiado la tarea ligada a la ejecución de la misma, prestándome además la editorial su valioso concurso en dicha realización. El manuscrito de Econom ía y sociedad no pudo ser consultado, ya que no se encuentra y es posible que haya de considerarse como perdido. Si algún día se llegara a encontrar, entonces una nueva revisión del texto habrá de revelar si las lecciones y las diversas conjeturas formuladas, así como los títulos de los capítulos, secciones y parágrafos de la segunda parte pueden mantenerse o no. Es posible que en tal caso puedan colmane asi mismo eventuales lagunas de la presente edición. Los corchetes del texto, en la medida en que no figuren ya en las ediciones anteriores, designan adiciones del refundidor de la obra. Un índice de las lecciones informa acerca de las correcciones del texto a partir de la primera edición. Se han añadido aclaraciones críticas del mismo. La tabla de materias se ha refun dido y ampliado considerablemente. Lo que precede no se aplica en modo alguno a la sección final del último capítulo añadida a la segunda parte a manera de conclusión. La socio logía del Estado que Max W eber tenía en vista no se llevó a ejecución. Se ha efectuado aqu el intento — esencialmente desde el punto de vista del interés didáctico— de colmar dicha laguna mediante adición de las ideas 14 Cf. pp. 850-56, 875 s., 882-89. xn PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA fundamentales de Max W eber en materia de sociología del Estado, a partir de su W irtschaftsgeschichte (“Historia de la economía” ) ,“ de edición pòs tuma también, así como de su tratado Parlament und Regíerung im neu geordneten Deutschland (“Parlamento y gobierno en la nueva ordenación alemana” ) y de la conferencia Politik ais Beruf ( “La política como profe sión” ).̂ '̂ Semejante atrevimiento suscita reparos considerables y hubo de sopesarse cuidadosamente. En el artículo citado al principio,^® el refundidor ha señalado hasta qué punto el pensamiento y las actividades docentes y de conferenciante de la última época de Max W eber se habían dedicado a dicha Droblemática, cuya exposición en el marco de su sociología del dominio labia de ser objeto todavía de elaboración, de modo que existen inclusive impresas algunas partes aisladas de la misma, aunque esencialmente a título de trabajos preliminares. La penetración, orientada por completo hacia la claridad de visión del proceso sociológico de plasmación del "Estado” racio nal en las ilustrativas secciones y los comentarios teóricos relativos al Estado contenidos en las tres obras antes citadas, recoge en su concreción el material ideológico de los conceptos y temas de la obra principal y los anima con una visión interior, para documentar en esta forma al propio tiempo el lugar de las consideraciones sistemático-intelectuales. Las ideas fundamentales so bre la sociología del Estado elaboradas por Max W eber en los últimos años y preformadas en las obras mencionadas se adaptan en forma sorprendente, aun sin haber recibido por parte del autor su formulación definitiva de cara a la obra principal, a la concepción conjunta aparente en la nueva edición de Econom ía y sociedad, e ilustran la conexión unitaria del pensamiento de aquél a propósito del conjunto de la sociología del dominio. De la inteli gencia de dicha conexión interna resulta al propio tiempo la articulación lógica de los comentarios relativos a la sociología del Estado añadidos al final de la obra principal en la subdivisión efectuada. E l título principal de la novena sección expresa el propósito efectivamente expuesto en el mismo, en coincidencia lógica con el plan originario y con la propia terminología de Max W eber. La segunda división en parágrafos y la elección de los títulos hubo de practicarlas el refundidor. A tal disposición se han adaptado la selección y la sucesión de las partes, practicando muchas trasposiciones y dejando de lado to dos aquellos comentarios que no se refieren a los aspectos estructural y funda mental. Con excepción de una frase insignificante de transición, de la que difícilmente podía prescindirse, el texto es también aquí el de Max Weber, habiéndose eliminado únicamente los puros juicios de valor y transportándose reiteradamente la formulación del modo de elocución al de enunciado. Como quiera que las obras originarias se encuentran a disposición del público, no se formularán contra la forma de tratamiento del texto para los fines particu lares de la presente edición reparos contundentes. He de agradecer particular mente al propietario de la Editorial Ducker & Humboldt, señor Dr. Hans 15 Wiitscbaítsgeschichte. Abiiss der univeisalen Saziai - und Wirtschaftsgeschichte (“Historia de la cconomía. Compendio de ia historia universal social y económica” ) , 1̂ ed. 1923; 2* ed. 1924. Redactado en el verano de 1917, publicado en refundición en 1918. n Conferencia sustentada el invierno de 1918, impresa en otoilo de 1919. 18 Z.í.d^g. StW. ("Revista para la ciencia conjunta del Estado” ) , voi. 105, pp. 372, 376, 386. PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA XIII Broennann, editor de las obras consultadas para la selección, la amable auto rización de la reproducción de los pasajes escogidos del texto. Por supuesto, no ha de subsistir duda alguna en cuanto a que se trata en esta empresa de un sucedáneo, y que aquello que en la selección prac ticada se ha ordenado desde puntos de vista sistemáticos figura como pars pro toto, de modo que los comentarios existentes no agotan en modo alguno los temas de una sociología del Estado. Habrá que aceptar, además, cierta falta de uniformidad en materia de dicción. Ésta no se funda únicamente en el hecho de la modificación parcial del enunciado originario mediante adición y eliminación. Debe alegar en justificación de la misma que las obras póstumas, que sólo nos trasmiten la palabra de Max W eber de manem indirecta, ya están de todos modos publicadas, y que en la sección añadida nada figura que no haya sido ya impreso y documentado — en su irregula ridad estilística— con el pensamiento y la convicción de Max Weber. Añádese a ello, antes bien, el carácter cambiante del estilo del pensamiento de las digresiones esparcidas por el texto, las cuales,introducidas por el in vestigador en el respectivo lugar ocasional a título de aclaración y funda- mentación, se vuelven a colocar ahora, conforme a su origen teórico, en el “lugar tipológico” correspondiente del conjunto. Recuérdese, además, que también los distintos estratos del manuscrito de Econom ía y sociedad perte necen a periodos de tiempo distintos y que, en él, las formas de pensamiento sintético-típológica, genético-analítica y polémica figuran por doquier una al lado de otra, como corresponde a la manera de trabajar y al impulso intelec tual de Max W eber. Hay que tener en cuenta, finalmente, que la novena sección comporta (aunque en extracto) órdenes de ideas fundamentales de Max W eber a pro pósito de la sociología del Estado que han sido tomados de otras obras v, en parte, de apéndices, y que dichas ideas figuraban originariamente en otra conexión, no habiendo sido concebidas como contribución a Economía y sociedad, por lo que las partes reproducidas de Parlament und Regieran^ (“Parlamento y gobierno” ), en particular, presentan un carácter político programático. En su comentario previo a esa “critica política de la burocia- cia y los partidos”, del año 1918, subraya Max W eber que “nada dice de nuevo para un estadista, pero que tampoco coincide con la autoridad de una ciencia. Porque las últimas actitudes del querer no se pueden decidir con los medios de la ciencia”. Sus exposiciones del tratado en cuestión culminan con la elaboración de una detenninada forma de Estado y la toma de posi ción deliberada en favor de la misma, a saber: la de la democracia parla mentaria, tal como se ha desarrollado a partir de la segunda mitad del si glo X IX ; y el punto de vista desde el cual para ello se juzga no es el punto de vista estrictamente empírico de la “ciencia, neutral” frente a las acti tudes sociales confirmadas. Es de aplicación, en este sentido, la propia sentencia de Max W eber: “Para toda opinión de partido — p. ej. también para la mía— se dan hechos sumamente incómodos.” ®® Max W eber se ha bría negado decididamente a admitir en su obra, en esta forma, las opiniones '!> C f . pp . I5 8 .S . W iss c iisc lia fs ic lir c ('''Teoría de ]a cien cia '’) , 2» cd ., p. 587. XIV PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA suyas que acabamos de reproducir y que no fueron formuladas como cientí ficas en el sentido de la “sociología libre de valores”;®! manifestó claramente su punto de vista al respecto en ocasión del tratamiento crítico del gobierno parlamentario de gabinete por W ilhelm Hasbach “ Y si pese a ello aquí se hace de todos modos, aunque con las reservas expresas que se acaban de formular, es porque estas manifestaciones de principio de Max W eber ponen de relieve en forma plástica su pensamiento en materia de sociología del Estado, pudiendo atribuírseles en consecuencia un valor aclaratorio tal que, por muy fielmente que se quiera proceder no se las puede con todo sustraer, en su “lugar tipológico” correspondiente, a aquel que trata de penetrar en el pensamiento de la sociología de Max W eber como un todo. Si se admiten esos puntos de vista, entonces podrá aparecer como justi ficado el intento de proporcionar, por razones didácticas y como comple mento de la obra, una visión de la concepción y la materia conjuntas, procu rando así que las opiniones teóricas fundamentales de Max W eber en materia de sociología del Estado racional, diseminadas en diversos lugares fuera de la obra principal, no pasen inadvertidas o sean ignoradas en la conexión sistemática de significado universal en que se hallan en verdad. Estos pensamientos y la admisión en extracto de determinadas secciones parciales, a la que aquí se ha procedido, no han de conducir a pasar por alto la importancia propia de la conferencia de Max W eber sobre Politik ais Beruf (“La política como profesión” ) en su conjunto. En efecto, ésta sólo ofrece explicaciones teóricas de los supuestos sociológicos de la actividad racional del Estado y de los partidos modernos a título preparatorio, en tanto que su propósito específico, expresado en el título, está en la particular si tuación de conflicto en que, en las condiciones de existencia del siglo xx, el político profesional se encuentra inevitablemente colocado. En tanto que el peso espiritual de la conferencia misma carga en las posibilidades y conse cuencias de la vida política profesional y, ante todo, en los comentarios filo- sófico-morales acerca de los conflictos internos entre la política y la ética, desde el punto de vista de una sociología teórica, en cambio, sólo interesan las ideas básicas científico-sociales. En consecuencia, la temática peculiar de aquella obra no corresponde precisamente al ámbito de la exposición pre sentada como “sociología del Estado”. De ahí que nada se haya recogido aquí de este objeto esencial de la célebre disertación. Todos los esfuerzos dedicados a la articulación y la conformación del texto de Economía y sociedad no logran alterar el hecho de que, al morir, Max W eber dejara sin terminar su gran sociología. Esto es así tanto por lo que se refiere al plan conjunto como a todas las porciones no concluidas de las partes primera y segunda, y en esta última, en particular, a la socio logía del Estado^® y a la exposición de la teoría de las revoluciones.^ Pero es así también, y no en menor grado, en relación con el hecho de que ya no le fue dado a Max W eber incorporar al resto del manuscrito — que desde el 21 Cf.' p. 193. 22 Cf. p. 237. 23 Cf. p. 230. 24 C f p. 213. PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA XV punto de vista de la terminología reproduce todavía la posición mental del artículo contemporáneo de 1913 ^obre las categorías— el aparato conceptual adquirido por é después de 1918 en la teoría de las categorías de la parte primera.^® De ahí que las disquisiciones del manuscrito acerca de los con ceptos fundamentales en él examinados se presupongan siempre, en lugar de la tipología conceptual de la primera parte, para la comprensión de la se gunda. En consecuencia, sólo puede presentarse aquí el marco de la concep ción conjunta en la medida en que ha sido llenado. Sin embargo, dentro de los límites trazados en esta forma, se espera de todos modos haber logrado obtener un texto lógicamente articulado que aclare la estructura interna de la obra y la contextura de su pensamiento como un todo coherente. En cuyo caso se habrá conseguido el objetivo perseguido por el refundidor, a saber; abrir a una comprensión mayor la obra principal de Max W eber, mediante una mayor facilidad de lectura de la nueva edición y un acceso más fácil al curso lógico de su pensamiento, en beneficio de la investigación, de la ense ñanza y la cultura. JoHANNES W i n c k e l m a n n OberuTsel, verano de 1955 XVI PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA ÍB Wissenscliaítílebre ( ‘Teoria de la ciencia” ), 2» ed.. pp. 427 ss. N OTA P R E LIM IN A R D E LA P R IM ER A ED IC IÓ N EN ESPAÑOL E l n o m b r e de W eber tiene hoy un prestigio universal. Sin embargo, algo como un destino adverso le persigue aun en su propia gloria, pues nimba las más de las veces a lo que es en realidad una figura desconocida ante la que sería tan incorrecto como delatador omitir gestos reverénciosos. Y todavía peor, lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento. Exceptuados los contados estudiosos de su obra completa, para los demás el nombre de Max W eber suele ir unido casi con exclusividad al esquema de su interpreta ción de los orígenes del capitalismo. Pero ese esquema, a fuerza de arrastrarse por los manuales, llega al público menudo convertido en un auténtico dis parate que se reitera con a desenvoltura a que convida toda simplicidad. Cierto que aquí se repiten los azares que lleva consigo la popularización de pensamientos complejos y plantea una vez más el problema de los peligros de todacultura aguada para hacerla asimilable. Pero en el caso de M . W eber la deformación se remonta a fuentes secundarias que, obra de investigadores muy estimables, surgieron, sin embargo, con un pecado de parcialidad. Y esto en el doble sentido de consideración parcial, no completa, o de visión prejuz gada por intereses polémicos. Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus (La Ética protestante y el espíritu del capitalismo), libro que le abrió a la fama universal y uno de los dos traducidos hasta hace bien poco a otros idiomas (la excelente versión inglesa de Talcott Parsons es de 1930), se prestaba por sí a interpretaciones falseadas y más si se le desligaba del resto de su obra, en particular de sus otros estudios sobre la moral económica de las religiones universales, recogidos en sus Gesammelte Aufsätze zur Religions soziologie. No pretendo ahora entrar en más detalles; me interesaba asentar un hecho y deducir para mí en estos momentos la debida lección. El hecho es deplorable; la lección, clara. E l primero consiste en la creencia vulgar que atribuye a M . W eber la "teoría” de que el protestantismo es la causa del capitalismo. La segunda aconseja me limite hoy en estas líneas a unos breves datos y eluda la posibilidad de una presentación más acabada. E l lector tiene ya abiertas las páginas del maestro y aunque a algunos pudiera serles útil una guía que les orientara en el estudio de lo que tienen ante sí y les completase la visión de lo que les falta, en la medida en que ésta tendría que ser de modo inevitable una “interpretación” sujeta a errores, juzgo irreverente ampararla con el cuerpo que guarda la propia voz del pensador. No por eso renuncio al intento, y espero realizarlo alguna vez con responsabilidad desamparada. Fuera, además, de todo escrúpulo, la complejidad y riqueza del pensamiento weberiano obligarían a una extensión tal que habría de colmar la paciencia del lector afanoso por abrir cuanto antes su camino. Por otra parte. Econo mía y sociedad, con ser todavía un libro inacabado, recoge y concentra el esfuerzo íntegro de la vida de W eber y en él se hallan todos los temas de sus preocupaciones centrales. Los datos externos de la vida de Max W eber dibujan la escueta biografía poco romántica de un profesor. Nace en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su padre, de igual nombre, fue Stadtrat de Berlín y diputado al Reichstag y al Landtag por el partido liberal nacional. Su madre, Helena Fallenstein, era mujer de religiosidad profunda y espiritualidad delicada. El joven W eber nace así en un hogar típicamente burgués, saturado de preocupaciones polí ticas e intelectuales. De sus hermanos, Alfredo había de conquistar también elevado renombre. Bachiller, Max, en 1882, comienza en seguida sus estudios en derecho, siguiendo la profesión de su padre, pero no deja de trabajar con igual ahinco la economía, la historia y la filosofía. Esos estudios los realiza con el rigor típico de aquellos días dorados de la Universidad alemana. En 1892 consigue su Habilitation para profesar los derechos mercantil y romano. En 1893 es >rofesor extraordinario de esas materias en la Universidad de Berlín. En 1894 e nombra la Universidad de Friburgo (de B .) profesor ordinario de Econo mía, y la de Heidelberg le otorga igual cátedra en 1897. En 1903 una grave crisis nerviosa le separa por muchos años de la función docente. Concluida la guerra, acepta la cátedra de Sociología en la Universidad de Viena, que aban dona en seguida por reintegrarse a su patria. En 1919 es profesor de Socio logía y Ciencias del Estado en Munich, donde le sorprende la muerte el 14 de junio de 1920. Esas secas fechas y tales acontecimientos grisáceos encierran, sin embargo, una vida estremecida y rica, gastada con fervores de alta tensión. La biografía en profundidad por ellos enmarcada la escribió con piadosa inteligencia Mariana W eber, su esposa. El libro de esta mujer admirable (Mdx W eber. Ein Lebensbild, 1926) es documento imprescindible para los que quieran saber cómo fue el hombre y la atmósfera de su tiempo. Tejido con las innu merables cartas de su marido — época en que el género epistolar era todavía manifestación de una vida íntima hoy casi perdida— , el recuerdo amoroso de Mariana no amengua la lucidez de los trazos, ni le impide pasar del plano cotidiano en que sacuden las tormentas de una existencia apasionada al nivel abstracto y sutil en donde se devanan las ideas del pensador. No hace mucho, la publicación de las cartas juveniles de W eber (Max W eber, Jugendbriefe, ed. Mohr) ha contribuido a completar la imagen que podemos formarnos de su persona. Los simples datos antes apuntados bastan ya para sugerir la trayectoria de su dedicación intelectual. Quien empezó por la enseñanza del derecho acaba, a través de la docencia económica, profesando una disciplina que es en sus manos un instrumento con que apoderarse de la historia universal. Mas, tomado a la letra el esbozo de esa trayectoria, no sólo sería insuficiente sino expuesto a una mala interpretación. Pues no se trata de un “catedrático” que varia sus intereses docentes ni de un camino recorrido por sucesivas exclu siones. El esfuerzo de W eber nada excluye; antes bien, en su titanismo, lo integra sin residuos, y su sentido total se encuentra ya preformado desde el principio. Y , sobre todo, porque nada sería más falso que destacar en él los rasgos del profesor. La actividad académica, dentro de sus artificiosas divi siones, es en W eber un aspecto tan sólo de su personalidad desbordante. xvni NOTA PRELIM IN AR DE LA PRIM ERA EDICIÓN La frecuencia con que hoy se afirma la actualidad de los escritos weberianos, o mejor dicho, el acudir a ellos como fertilizante depósito de inspiración por muchos de los que se afanan por entender los oscuros fenómenos de nuestros días, tiene su explicación en la lucidez intelectual con que Max W eber per cibió el carácter transitorio de la realidad en que vivía, y en la fuerza con que apresó, en el análisis de su propia sociedad, algunas de las tendencias que en ella se proyectaban ya hacia el futuro. Fue, de los hombres de su genera ción, uno de los que más claramente se dieron cuenta de la divisoria en que todavía estamos y que, por lo mismo que rechazó toda profecía — y más si era ésta demagógica y de milenario—, pudo señalar sin ilusiones algunos de los hechos fatales frente a los que hoy nos debatimos. Mas ¿dónde están las raíces de aquella lucidez? No basta para explicarla la pasión por el conocer, si a ésta no se une la pasión por la acción. Y la acción es lo que el hombre puede y debe hacer en una circunstancia dada con plena aceptación de su responsabilidad, es decir, con la conciencia asequible de todas sus posibles consecuencias. E l rigor con que W eber concibió la misión del hombre y la forma en que en su propia vida la actualizó, son el mejor punto de partida para entender el sentido de su tarea intelectual. Porque W eber se esforzó en todo momento por señalar lo que era posible y hacedero, la forma en que el hombre podía cooperar con inteligencia en su propio destino, tuvo que con templar lo contemporáneo con ojos de historiador y arrojarse en la historia desde sus intereses contemporáneos. Y porque tuvo tal altitud indivisa ante la vida fue con igual autenticidad un político, un filósofo y un investigador de pretensiones gigantes. Así lo presenta Jaspers; “Si Max W eber es político, investigador y filósofo, no, sin embargo, una cosa junto a otra. Es el hombre entero el que se encara con un mundo de enormes dimensiones desde el fondo de su alma, afanosa de verdad. Como filósofo es político, y como polí tico, investigador.” Si concebimos la política en su más noble sentido, como una preocupa ción activa y sin tregua por el destino de la propia comunidad dentro de una determinada constelación de fuerzas mundiales, Max W eber fue desde siem pre y ante todo un político. Pero la política es, además,otras cosas que el pensador conocía muy bien y que comprobó duramente en su existencia. Iloy podemos contemplar las pretensiones políticas de W eber y su fracaso desde diversos ángulos. Uno, el más alejado de las consideraciones intelec tuales de estas líneas, consistiría en imaginar lo que hubiera sido la historia alemana, y, por ende, la europea y la mundial, de haber prevalecido algunas de sus opiniones y consejos. Nada más lejos de la presente barbarie que el destino cultural que W eber señalaba a su patria, intensa y noblemente querida. Otro nos tienta a ver en W eber el ejemplo patético del destino del intelec tual en la política. Sabía muy bien — y nadie como él ha dibujado la imagen del auténtico hombre de Estado— que la política lleva consigo el pragma de la fuerza, y que no bastan ni la actitud responsable, ni la fe y el conoci miento de los hechos fundamentales. Pero no sólo falló en él la voluntad de poderío sino el adelgazamiento extremado de su moral de responsabilidad. Es quizá posible despertar aquella y aceptarla con la conciencia de su instru- NOTA PREU M IN A H DE LA PRIM ERA EDICION X IX mentalidad necesaria, pero está condenada a extinguirse sin remedio si se la somete a la tremenda presión de una responsabilidad moral e intelectual de consecuencia ilimitada. El fracaso de W eber, a que está expuesto todo inte lectual verdadero, estuvo en su incapacidad de compromiso, en su negativa a pactar con las fuerzas subterráneas y demoniacas que rodean al poder, y sobre todo en su desdén por la mentira, el engaño dorado y las falsas i usiones. Lo grave es que W eber percibiera que tal situación tenía cabalmente su máximo dramatismo en la sociedad de masas de nuestros días. Pero aquello en que más debiera insistir, si me permitiera ser infiel a mis propósitos, es la conexión que tiene en W eber esta su pasión “política” con su concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se exigen recíproca mente. Es decir, la justificación de la ciencia se encuentra en las posibilida des de la acción racional, de igual manera a como sólo puede darse la acción responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto de la “ética de responsabilidad” antes aludido es el supuesto de sentido de una compleja metodología. Los estudios filosóficos de W eber, si bien surcados con profundas visiones, caen propiamente en el campo fronterizo de la metodología. Y , sin embargo, Jaspers —y no es el único— ha dicho que él fue para su tiempo “el filósofo verdadero”. El pensador existencialista nos da de ello una razón existencial; “Max W eber no tuvo filosofía alguna; él era una filosofía.” Y en este sentido fue filósofo negando a la Filosofía. En una época de decadencia y de predo minante escolástica filosófica, en la que quizá es ya imposible la aparición del gran sistema y con él la reanudación de su misión iluminadora, W eber buscaba el conocimiento del hombre y de unas cuantas verdades esenciales con medios distintos de los especulativos, con el instrumento del saber em pírico de la historia. Para ello quizá bastaba con fundamentar “la objetividad del conocimiento histórico social”. Las publicaciones de W eber abarcan temas tan dispares que en su con junto pueden dar la impresión de una completa falta de unidad. Pero si des cartamos determinados estudios rigurosamente técnicos (Zur Psychophysik der industrietten Arbeit, por ejemplo, y algunos otros) y, sobre todo, si parti mos de lo que se ha llamado su segunda fase — desde la crisis de su enfermedad (1903)—, puede sostenerse que toda la investigación de W eber está orientada por un solo motivo: el de comprender su propia época en su pleno signifi cado, actual e histórico. Su afán de comprensión, que es al mismo tiempo de orientación — o mejor, fundado en éste— , se traduce en su extremo rigor en una pregunta que abarca en sí cuajadas posibilidades de ramificación; ¿Qué es lo constitutivo y peculiar de la civilización occidental? Desde la música armónica al partido político, pasando por otros fenómenos al parecer muy heterogéneos, nos encontramos con una serie de cosas que sólo en Occidente se ofrecen en su forma cabal. ¿Por qué aquí y no en otras partes? ¿Qué con secuencias tiene para nuestra vida este hecho singular? Al cabo, de manera abstracta y como hipótesis de interpretación de nuestra historia, se impone averiguar el origen y desarrollo progresivo del predominio de lo racional en todos los aspectos del espíritu y de la cultura. El proceso de racionaliza ción, como decía Weber, que llega hasta nosotros cargado de destino. Pero XX NOTA PR EU M IN A R DE LA PRIM ERA EDICION si tratamos de captar sus manifestaciones singulares, hay alguna de entre ellas que pudiera parecer decisiva. De ahí el tema más conocido de las investiga ciones weberiaiias: el de la formación y peculiaridad de “nuestro” capitalismo. Pero es cabalmente el análisis de este problema lo que lleva a W eber a una de las dilataciones más fecundas del ámbito de sus pesquisas, al estudio socio lógico de las grandes religiones. Lo que hoy día llamamos sociología de la religión, más allá de sus expresiones “primitivas”, tiene en esos estudios su verdadero origen. Y , asimismo, puede considerarse impulsado por idén tico afán de conocimiento su trabajo sobre la situación agraria en la Anti güedad (AgTarveThaltnisse im Mtertum, Hwb. der Staatswissenschaften), que es propiamente un “análisis sociológico completo del mundo antiguo contemplado desde la perspectiva de los problemas sociales básicos del pre sente inmediato” (Salomon). La respuesta a la pregunta fundamental antes formulada no alcanzó en W eber un desarrollo sistemático y acabado. La mayor aproximación se en cuentra, sin embargo, en Economía y sociedad. El libro que el lector tiene ahora entre sus manos es para muchos la obra cumbre de la sociología alemana o, si queremos evitar polémicas, una de entre las cuatro o cinco más importantes. Y , sin embargo, W eber eludió siempre el nombre de sociólogo. De ello cabe aducir razones diversas que conviene apuntar. Sin duda alguna, está ante todo la repugnancia de todo hombre auténtico — no del personaje— en verse clasificado y maniatado por motejes y encamisado con títulos adversos a la renovación permanente del espíritu. Por otra parte, Max W eber no quería engañar a los demás. “La mayor parte — dice— de lo que por ahí circula bajo el nombre de sociología es pura patraña.” No es difícil imaginar las reacciones de su rigurosa con ciencia científica, con su extremada precisión de los hechos y los conceptos, ante el caos vagoroso de tanto escrito hecho pasar por sociológico. Lo que en él era una disciplina arraigada en sus más profundos intereses de conoci miento, era en otros una moda aprovechada en el logro de una situación o instrumento falseado con fines extracientíficos. De W eber acá las cosas han variado bastante y a ello contribuyó él mismo en buena medida. Pero queda todavía suficiente patraña — "camelo” verdadero, en lenguaje madri leño— para que muchos, muy lejos de la talla de W eber, vean con horror que alguna vez cae sobre ellos aquel imponente calificativo. Una última razón tiene particular interés. W eber se resignaba, sin duda, a ser llamado por el título de su cátedra, pero en el caso de la sociología ocunía lo siguiente: que era, según él, una disciplina que no podía enseñarse en cuanto tal. Veía con justeza que la sociología es un término y no un prin cipio de la ciencia social, y que para llegar a ella se requería una experiencia considerable en otros campos de las ciencias sociales particulares. Puede esto ser discutido. Pero no cabe duda que aquí se ofrece un problema de enseñanza en el que no se han parado nunca a meditar los ideadores de nues tros curricula universitarios, empeñados en encajar la "asignatura”, con regu laridad sorprendente, en los primeros años de las "carreras”. NOTA PRELIM IN AR DE LA PRIM ERA EDICION XXICreo poder afirmar sin error que de W eber sólo existían hasta estos momentos dos traducciones castellanas: su ensayo La decadencia de la cultura antigua (Die sozialen Gründe des Untergangs der antiken Kultiir, 1896), publicado por la Revista de Occidente (n? xxxvii, p- 25) y su Historia económica general (W irtschaftsgeschichte), traducida por Manuel Sánchez Sarto y publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1942. Tampoco creo equivocarme si digo que Economía y sociedad (W irtschaft und Gesellschaft, 1922) es la primera vez que aparece íntegramente traducida en lengua alguna. La anun ciada versión inglesa de Talcott Parsons — uno de los mejores conocedores actuales de Max W eber— sólo comprenderá la primera parte. Por eso mismo, ahora que la suerte está echada, no puedo evitar cierta aprensión de temor. Economía y sociedad es un libro pòstumo que editara Mariana W eber luego de una trabajosa compulsa, ayudada por Melchior Palyi, del manuscrito legado por su marido. De ella procede la ordenación de los capítulos. La obra se encuentra inacabada en algunas partes y habría tenido seguramente otra factura — eliminación de ciertas repeticiones, etc.— si Max W eber hu biera podido dar cima a sus planes. E l estilo en que está escrita parece responder en sus mayores proporciones a una sola preocupación, la del rigor conceptual. Pero ello lo hace suma mente difícil, como todo aquel que pasara alguna vez por el original alemán sabe perfectamente. Pues bien, cuando el Fondo de Cultura Económica se decidió con notorio valor a emprender la tarea de esta versión, tuvo que encararse con algunos problemas. No era posible, por lo pronto, encargar la obra a una sola persona, si no se quería aplazar en algunos años su publica ción. Hubiera sido, además, improbable —aunque sólo sea por la variedad de espceializaciones científicas que en ella se contiene— que nadie hubiera aceptado para sí tan pesada carga. Se decidió, pues, entregar la traducción a distintos especialistas. Pero entonces surgía el otro problema de la unifica ción estilística y de temiinología. Creo que ambos se han resuelto de modo satisfactorio. Si a mí se me excluye, bastan los nombres de las personas que colaboraron en la traducción para que el lector pueda esperar con confianza que se haya alcanzado el nivel de seriedad requerido. Los señores Juan Roura Parella, Eduardo García Máynez, Eugenio Imaz y José Ferrater Mora, de conocidos merecimientos en el mundo intelectual, no regatearon esfuerzo alguno y a ellos van ante todo los mejores agradecimientos del editor. El pro blema de unificación aludido ha sido, por eso, mucho menor de lo que se creyó y me parece suficientemente logrado. J o s é M e d in a E c h a v a r r ía X X II NOTA PRELIM INAR DE LA PRIM ERA EDICIÓN L a i'UMLicAciÓN de esta obra postuma principal del autor presentaba lógica mente muchas dificultades. No se disponía de plan alguno para la cons- tiuccíón del todo. Sin duda, el que se halla esbozado en las páginas x j' xi del volumen primero del Grundriss der Sozialökonomik (“Elementos de la economía social” ) proporcionaba algunos puntos de refferencia, pero dejaba a un lado, en cambio, otros esenciales. Algunas secciones son incompletas y han de permanecer en tal estado. La indicación del contenido de los capí tulos sólo se había fijado para la Rechtssoziologie (“Sociología del dere cho” ). Algunos de los ejemplos utilizados para la ilustración de procesos típicos importantes se repiten varias veces, aunque siempre bajo una nueva luz. Es posible que si le hubiera sido dado refundir en forma coherente la obra conjunta, el autor habría dejado de lado algunas cosas. Sin embargo, el refundidor sólo ha podido tomarse esta libertad en unos pccos pasajes. —El descifrado de los manuscritos, cuyo mérito corresponde en gran parte al linotipista de los editores, en particular por lo que se refiere a las grafías correc tas de los numerosos vocablos especializados de origen extranjero, dio lugar a muchas dudas y encuestas, y es posible que a pesar del amable concurso de diversos especialistas se haya incurrido en algunas discrepancias. M a r ia n n e W ed iír Heidelberg, octubre de 1921 D EL PRÓLO GO A LA PRIM ERA ED IC IÓ N PllÓ LO G O A LA SEGUNDA ED IC IÓ N L a o b r a se ha depurado de las erratas de impresión y se ha dividido, para su manejo más fácil, en dos tomos. Además se ha añadido a manera de apéndice la disertación músico-sociológica, pero sin incorporar su contenido al registro de materias, cuya refundición no fue posible en aquel momento. Parecía indicado integrar dicho complicado trabajo, aparecido primero como opúsculo aislado con un prólogo del profesor Th . Kroyers, a quien corresponde el mérito de una revisión esmerada de las expresiones técnicas, en la obra sociológica de Max W eber con la que tiene mayor conexión, aunque indirecta. Constituje la primera piedra de una sociología del arte que el autor tenía en proyecto. Lo que en la primera investigación de las construcciones musicales del Oriente y del Occidente le impresionó ante todo fue el descubrir que también y precisamente en la música —el arte que al parecer fluye con mayor pureza del sentimiento— juega la ratio un papel tan importante, y que su peculiaridad occidental, lo mismo que la de la cicncia y de todas las demás instituciones estatales y sociales en dicha área, se halla condicionada por un racionalismo de naturaleza específica. Duran- te su estudio de esa esquiva materia comentaba en 1912 en una carta: “Es probable que escriba algo acerca de ciertas condiciones sociales de la música, a partir de las cuales se explica que sólo nosotros poseamos una música ‘ar mónica’, siendo así que otros círculos de cultura tienen un oído mucho más fino y una educación musical mucho más intensa. Y, ¡cosa curiosa!, es, como habremos de verlo, una obra de los monjes.” M a r ia n n e W e b e r lleidelherg. marzo de 1925 XXIV PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN A la memoria de mi madre E l e n a W e b e r d e F a l l e n s t e i n 1844-1919 Prim era Parte TEORÍA DE LAS CATEGORÍAS SOCIOLÓGICAS I. CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES Advertencia preliminar: El método de esta introductoria definición de conceptos, de la que no puede prescindirse fácilmente no obstante ser de modo inevitable abstracta y lejana, al parecer, de la realidad, no pretende novedad en modo alguno Al contrario, sólo desea formular — teniendo la esperanza de haberlo consegui do— en forma más conveniente y conecta (quizá por eso con cierta apariencia pedante), lo que toda sociología empírica entiende de hecho cuando habla de las mismas cosas. Esto aun allí donde se empleen expresiones al parecer no habitua les o nuevas. En relación con mi artículo en Logos (IV , 1913, pp. 253 ss.) la terminología ha sido simplificada en lo hacedero, y modificada muchas veces con el propósito de hacer fácil su comprensión en la mayor medida posible. Desde luego, la exigencia de una vulgarización absoluta no es siempre compatible con la de una máxima precisión conceptual y ésta debe predominar sobre aquélla. Sobre el concepto “comprender” (Verstehen) cf. la obra de K. Jaspeis: Allgeme ine Psychopatholope, “Psicopatología general” (también algunas observaciones de Rickert en la segunda edición de Grenzen der naturwissenschaftlichen Be griffsbildung, “Límites de la formación conceptual de las ciencias naturales”, y particularmente de Simmel en Probleme der Geschichsphilosophie, “Problemas de filosofía de la historia”, corresponden a la cuestión). Metodológicamente remito aquí, como se ha hecho con frecuencia, al antecedente de F. Gottl en su obra Die Herrschaft des Worts, “El imperio de la palabra", escrita ciertamente en un estilo difícil y que quizá no lleva hasta su plenitud el pensamiento en ella encerrado. Y por lo que respecta al contenido, al bello libro de F. Tonnies, Gemeinschaft und Gesellschaft, “Comunidad y sociedad”. Por último,a la equi vocada obra de R. Stammler: W irtxhaft und Recht (“Economía y Derecho”. Trad. esp. Reus) y a su crírica contenida en mi artículo del Archiv für Sozialwis senschaft (XXIV , 1907), que ofrece en gran medida los fundamentos de lo que \ a a ser expuesto. De la metodología de Simmel (en la Sociología [trad. esp. Rev. Occ. y en Filosofía del dinero) difiero en la separación que llevo a cabo, siempre que ha sido factible, entre “sentido” mentado y “sentido” objetivamente válido, los cuales Simmd no solamente no distingue siempre, sino que con frecuencia permite de modo deliberado que se deslicen confundidos. § 1. Concepto de la sociología y del “significado” en la acción social. Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Por “acción" debe entenderse una conducta hu mana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permi tir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La “acción social”, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orien tándose por ésta en su desarrollo. I. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS J. Por “sentido” entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de la acción, bien a) existente de hecho: a) en un caso históricamente dado, p) como promedio y de un modo aproximado, en una determinada masa de casos; bien b) como construido en un tipo ideal con actores de este carácter. En modo alguno se trata de un sentido “objetivamente justo” o de un sentido “verdadero" metafísicamente fundado. Aquí radica precisamente la diferencia entre las cien cias empíricas de la acción, la sociología y la historia, frente a toda ciencia dog mática, jurisprudencia, lógica, ética, estética, las cuales pretenden investigar en sus objetos el sentido “justo” y “válido”. 2. Los límites entre una acción con sentido y un modo de conducta simple mente reactivo (como aquí le denominaremos), no unido a un sentido subjeti vamente mentado, son enteramente clásticos. Una parte muy importante de los modos de conducta de interés para la sociología, especialmente la acción puramen te tradicional, se halla en la frontera entre ambos. Una acción con sentido, es decir, comprensible, no se da en muchos casos de procc“sos psicofísicos, y en otros sólo existe para los espeaalistas; los procesos místicos, no comunicables adecua damente por medio de la palabra, no pueden ser comprendidos con plenitud por los que no son accesibles a ese tipo de experiencias. Pero tampoco es necesaria la capacidad de producir uno mismo una acción semejante a la ajena para la posi bilidad de su comprensión: “no es necesario ser un César para comprender a César”. El poder “revivir” en pleno algo ajeno es importante para la evidencia de la comprensión, pero no es condición absoluta para la interpretación del sen tido. A menudo los elementos comprensibles y los no comprensibles de un pro ceso están unidos y mezclados entre si. 3. Toda interpretación, como toda cicncia en general, tiende a la “cadencia”. La e\'idencia de la comprensión puede set de carácter racional (y entonces, bien lógica, bien matemática) o de carácter endopático: afectiva, receptivo-artistica. En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que de su “conexión de sentido" se comprende intelectualmente de un modo diáfano y exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción cuando se re\'ive plenamente la “conexión de sentimientos” que se vivió en ella. Racionalmente comprensibles — es decir, en este caso; captables en su sentido intelectualmente de un modo inmediato y unívoco— son ante todo, y en grado máximo las conexiones signifi cativas, recíprocamente referidas, contenidas en las proposiciones lógicas y mate máticas, Comprendemos así de un modo unívoco lo que se da a entender cuando alguien, pensando o argumentando, hace uso de la proposición 2 x 2 = 4, o de los teoremas pitagóricos o extrae una conclusión lógica - ^ e acuerdo con nuestros hábitos mentales— de un modo “correcto”. De igual manera, cuando alguien, basándose en los datos ofrecidos por “hechos” de la experiencia que nos son “co nocidos” y en fines dados, deduce para su acción las consecuencias claramente inferibles (según nuestra experiencia) acerca de la clase de “medios” a emplear. Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de esa manera posee — para la inteligencia de los medios empleados— el grado má ximo de evidencia. Con no idéntica evidencia, pero sí suficiente para nuestras exi gencias de explicación, comprendemos también aquellos "enores” (inclusive con fusiones de problemas) en los ^ue somos capaces de incurrir o de cuyo nacimiento podríamos tener una experiencia propia. Por el contrario, muchos de los “valores” y “fines” de carácter último que parecen orientar la acción de un hombre no los podemos comprender a menudo, con plena evidencia, sino tan sólo, en ciertas 6 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES circunstancias, captarlos intelectualmente; mas tropezando con dificultades ae- cientes para poder “revivirlos” por medio de la fantasía endopática a medida en que se alejan más radicalmente de nuestras propias valoraciones últimas. Tenemos entonces que contentamos, según el caso, con su interpretación exclusivamente intelectual o, en determinadas circunstancias —si bien esto puede fallar— , con aceptar aquellos fines o valores sencillamente como datos para tratar luego de hacemos comprensible el desarrollo de la acción por ellos motivada por la mejor interpretación intelectual posible o por un revivir sus puntos de orientación lo más cercano posible. A esta clase pertenecen, por ejemplo, muchas acciones vir tuosas, religiosas y caritativas, para el insensible a ellas; de igual suerte, muchos fanatismos de racionalismo extremado (“derechos del hombre” ) para quien abo rrece de ello. Muchos afectos reales (miedo, cólera, ambición, envidia, celos, amor, entusiasmo, orgullo, venganza, piedad, devoción y apetencias de toda suerte) y las reacciones irracionales (desde el punto de vista de la acción racional con arreglo a fines) derivadas de ellos podemos "revivirlos” afectivamente de modo tanto más evidente cuanto más susceptibles seamos de esos mismos afectos; y en todo caso, aunque excedan en absoluto por su intensidad a nuestras posibilidades, po demos comprenderlos endopáticamente en sti sentido, y calcular íntelectualmente sus efectos sobre la dirección y los medios de la acción. El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, dcl comportamiento que influyen en la acción, como “desviaciones” de un desarrollo de la misma “construido” como puramente racional con arreglo a fines. Por ejem plo, para la explicación de un “pánico bursátil” será conveniente fijar primero cómo se desanollaría la acción fuera de todo influjo de afectos irracionales, para introducir después, como “perturbaciones”, aquellos componentes irracionales. De igual modo procederíamos en la explicación de una acción política o militar: ten dríamos que fijar, primero, cómo se hubiera desarrollado esa acción de haberse conocido todas las circunstancias y todas las intenciones de los protagonistas y de haberse orientado la elección de los medios — a tenor de los datos de la experien cia considerados por nosotros como existentes— de un modo rigurosamente ra cional con arreglo a fines. Sólo así sería posible la imputación de las desviaciones a las irracionalidades que las condicionaron. La constmcción de una acción rigu rosamente racional con arreglo a fines sir\'e en estos casos a la sociología — en méritos de su evidente inteligibilidady, en cuanto racional, de su univocidad- como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida por inacionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado de la acción racional. De esta suerte, pero sólo en virtud de estos fundamentos de conveniencia me todológica, puede decirse que el método de la sociología “comprensiva” es “racio nalista”. Este procedimiento no debe, pues, interpretarse como un prejuicio racionalista de la sociología, sino sólo como un recurso metódico; y mucho me nos, por tanto, como si implicara la creencia de un predominio en la vida de lo racional. Pues nada nos dice en lo más mínimo hasta qué punto en la realidad las acciones reales están o no determinadas por consideraciones racionales de fi nes. (No puede negarse la existencia del peligro de interpretaciones racionalistas en lugares inadecuados. Toda la experiencia confirma, por desgracia, este aserto.) 4. Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las ciencias de la acción como ocasión, resultado, estímulo u obstáculo de la acción humana. Ser ajeno al sentido no significa “inanimado" o "no humano”. Todo artefacto, una máquina, por ejemplo, se comprende e interpreta, en fin de cuentas, por el FUNDAMENTOS METODOLOGICOS 7 sentido que a su producción y empleo le presta (o quisiera prestar) la acción humana (con finalidades posiblemente muy diversas); sin el recurso a ese sentido permanece completamente incomprensible. Lo comprensible es, pues, su refe rencia a la acción humana, ya como “medio”, ya como el “fin” imaginado por el actor o actores y que orienta su acción. Sólo mediante estas categorías tiene lugar una comprensión de semejantes objetos. Por el contrario, permanecen ajenos al sentido todos los procesos o estados — animados, inanimados, humanos y extra- humanos— en que no se mienta un sentido, en tanto que no aparezcan en la acción en la relación de “medio” o de “fin”, y sólo sean, para la misma, ocasión, estímulo u obstáculo. La formación del Dollart en el año 1277 tiene (¡quizá!) significación “histórica” como provocadora de ciertos asentamientos de conside rable alcance histórico. El ritmo de la muerte y el ciclo orgánico de la vida; desde el desvalimiento del niño al desvalimiento del anciano, tienen naturalmente alcance sociológico de primera fuerza por los diversos modos en que la acción humana se ha orientado y orienta por esos hechos. Otra clase de categorías está constituida por ciertos conocimientos sobre el desarrollo de algunos fenómenos físicos o psicofísicos (cansancio, hábito, memoria, etc.; y también, por ejemplo, euforias típicas en determinadas formas de mortificación, diferencias típicas de los modos de reacción según ritmo, modo, claridad, etc.) que si se apoyan en la experiencia no implican comprensión. La situación es, sin embargo, la misma que la existente en otros hechos opacos a la comprensión; la “actitud comprensiva" los acepta en igual forma que lo hace cualquier actividad práctica, como “datos” con los cuales hay que contar. Cabe la posibilidad de que la investigación futura encuentre regularidades no sujetas a comprensión para determinadas conductas con sentido, por escasa que haya sido hasta ahora semejante cosa. Diferencias en la herencia biológica (de las “razas” ) por ejemplo — cuando y en la medida en que se aportara la prueba estadística de su influjo en los modos de conducta de alcance sociológico; especialmente en la acción social por lo que respecta a la manera de estar referida a su sentido— se aceptarían por la sociología como datos, ni más ni menos que los hechos fisiológicos del tipo de la necesidad de alimentación o de los efectos de la senectud sobre la acción humana. Y el reconocimiento de su significación causal para nada alteraría la tarea de la sociología (y de las ciencias de la acción en general): comprender, interpretándolas, las acciones orientadas por un sentido. No haría sino insertar en determinados puntos de sus conexiones de motivos, comprensibles e interpretables, hechos no comprensibles (así: conexiones típicas de la frecuencia de determinadas finalidades de la acción o del grado de su racio nalidad típica con el índice craneano, el color de la piel o cualesquiera otras cuali dades fisiológicas hereditarias), como ya hoy día ocurre en esa materia. 5. Puede entenderse por comprensión: ], la comprensión actual del sentido mentado en una acción (inclusive: de una manifestación). Comprendemos, por ejemplo, de un modo actual el sentido de la proposición 2 x 2 = 4, que oímos o leemos (comprensión racional, actual, de pensamientos), o un estallido de cólera manifestado en gestos faciales, interjecciones y movimientos irracionales (com prensión irracional, actual, de afectos), o la conducta de un leñador o de alguien que pone su mano en el pomo de la puerta para cerrarla o que dispara sobre un animal (comprensión racional, actual, de acciones) — pero también: 2, la com prensión explicativa. Comprendemos por sus motivos qué sentido puso en ello quien formuló o escribió la proposición 2 x 2 = 4, para qué lo hizo precisamente en ese momento y en esa conexión, cuando lo vemos ocupado en una operación mercantil, en una demostración científica, en un cálculo técnico o en otra acción 8 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES a cuya conexión total pertenece aquella proposición por el sentido que vemos vinculado a ella; es decir, esa proposición logra una “conexión de sentido” com prensible para nosotros (comprensión racional por motivos). Comprendemos al leñador o al que apunta con un arma, no sólo de un modo actual, sino por sus motivos, cuando sabemos que el primero ejecuta esa acción por ganarse un salario o para cubrir sus necesidades o por diversión (racional) o porque “reaccionó de tal modo a una excitación” (irracional), o que el que dispara el arma lo hace por una orden de ejecutar a alguien o de defensa contra el enemigo (racional) o bien por venganza (afectiva y, en este sentido, irracional). Comprendemos, por últi mo, un acto de cólera por sus motiv os cuando sabemos que detrás de él hay celos, vanidad enfermiza u honor lesionado (afectivamente condicionado: comprensión irracional por motivos). Todas éstas representan conexiones de sentido compren sibles, la comprensión de las cuales tenemos por una explicación del desarrollo real de la acción. “Explicar” significa, de esta manera, para la ciencia que se ocu pa dcl sentido de la acción, algo asi como: captación de la conexión de sentido en que se incluye una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de su sentido “subjetiramente mentado”. (Sobre la significación causal de este “expli car” cf. nP 6.) En todos estos casos, también en los procesos afectivos, entende mos por sentido subjetivo del hecho, incluso de la conexión de sentido, el sentido “mentado” (apartándonos del uso habitual, que suele hablar únicamente de “men tar”, en la significación aludida, con respecto a las acciones racionales e intencio nalmente referidas a fines). 6. Comprensión equivale en todos estos casos a: captación interpretativa del sentido o conexión de sentido: a) mentado realmente en la acción particular (en la consideración histórica); b) mentado en promedio y de modo aproximativo (en la consideración sociológica en masa); c) construido científicamente (por el método tipológico) para la elaboración del tipo ideal de un fenómeno frecuento. Semejantes construcciones típico-ideales se dan, por ejemplo, en los concep tos y leyes de la teoría económica pura. Exponen cómo se desanollaría una forma especial de conducta humana, si lo hiciera con todo rigor con arreglo al fin, sin perturbación alguna de errores y afectos, y de estar orientada de un modo unívoco por un solo fin (el económico). Pero la acción real sólo en casos raros (Bolsa), y eso de manera aproximada, transcurre tal como fue construida en el tipo ideal (respecto a la finalidadde tales construcciones, cf. Archiv. f. Sozialmiss., XIX, pp. 64 ss., e infra, el n? 8). Toda interpretación persigue la e\'idencia. Pero ninguna interpretación de sentido, por e\'¡dente que sea, puede pretender, en méritos de ese carácter de evi dencia, ser también la interpretación causal válida. En sí no es otra cosa que una hipótesis causal particularmente evidente, a) Con frecuencia “motivos” pre textados y “represiones" (es decir, motivos no aceptados) encubren, aun para el mismo actor, la conexión real de la trama de su acción, de maneta que el pro pio testimonio subjetivo, aun sincero, sólo tiene un valor relativo. En este caso la tarea que incumbe a la sociología es averiguar e interpretar esa conexión, aun que no haya sido elevada a conciencia o, lo que ocurre las más de las veces, no lo haya sido con toda la plenitud con que fue mentada en concreto: un caso lí mite de la interpretación de sentido, b) Manifestaciones externas dé la acción tenidas por nosotros como “iguales” o “semejantes” pueden apoyarse en conexio nes de sentido muy diversas en el actor o actores; y “comprendemos” también un actuar fuertemente diverso, a menudo de sentido cabalmente opuesto, frente a situaciones que juzgamos “semejantes” entre sí. (Ejemplos en Simmel: Probl. der Geschichtaphil.) c) En situaciones dadas los hombres están sometidos en su FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS 9 acción a la pugna de impulsos contrarios, todos ellos “comprensibles”. Cuál sea la intensidad relativa con que se manifiestan en la acción las distintas referencias significativas subyacentes en la “lucha de motivos", para nosotros igualmente comprensibles, es cosa que, según la experiencia, no se puede apreciar nunca con toda seguridad y en la mayor parte de los casos ni siquiera de un modo aproxi mado. Sólo el resultado efectivo de la lucha de motivos nos ilustra sobre ello. Como en toda hipótesis es indispensable el control de la interpretación compren siva de sentidos por los resultados: la dirección que manifieste la realidad. Sólo en los escasos y especialmente adecuados casos de la experimentación psicològici puede lograrse un control de precisión relativa. También por medio de la esbidís- tica, y con extraordinarias diferencias en la aproximación, en los casos (también limitados) de fenómenos en masa susceptibles de cuantificación y correlación. En los demás casos, y como tarea importante de la sociología comparada, sólo queda la posibilidad de comparar el mayor número posible de hechos de la vida histó rica o cotidiana que, semejantes entre sí, sólo difieran en un punto decisivo: el “motivo” u “ocasión", que precisamente por su importancia práctica tratamos de investigar. A menudo sólo queda, desgraciadamente, el medio inseguro del “experimento ideal", es decir, pensar como no presentes ciertos elementos cons titutivos de la cadena causal y “construir” entonces el curso probable que tendría la acción para alcanzar así una imputación causal. La llamada “ley de Cresham”, por ejemplo, es una interpretación racion.il evidente de la conducta humana en determinadas condiciones y desde el supues to típico-ideal de una acción estrictamente racional con arreglo a fines. Hasta qué punto la conducta real concuerda con la construcción es cosa que sólo puede enseñarnos una experiencia (expresable, en principio, en alguna forma estadística) que compruebe en las relaciones económicas la desaparición efectiva de la mone da de más valor; ello nos instruye sobre la amplia validez de la ley. En realidad, la marcha del conocimiento es ésta: primero existieron las observaciones de la experiencia y luego vino la fórmula interpretativa. Sin esta interpretación conse guida por nosotros hubiera quedado insatisfecha nuestra necesidad causal. Pero sin la prueba, por otra parte, de que el desarrollo idealmente construido de los modos de conducta encarna en alguna medida también en la realidad, una ley semejante, tan evidente en sí como se quiera, hubiera sido una construcción sin \alor alguno para el conocimiento de la acción real. En este qemplo es conclu yente la concordancia entre adecuación de sentido y prueba empírica, y los casos son lo suficientemente numerosos para tener la prueba como suficientemente segura. La hipótesis de Eduard Mayer sobre la significación causal de las bata llas de Maratón, Salamina y Platea respecto de la peculiaridad del desarrol la cultura helénica (y, con ella, de la occidental) — hipótesis inferida por a< ción de sentido y apoyada ingeniosamente en hechos sintomáticos (actit los oráculos y de los profetas helénicos para con los persas — sólo puede forta lecerse con la prueba obtenida de los ejemplos de la conducta seguida por los persas en los casos de victoria (Jerusalén, Egipto, Asia Menor) y, por tanto, en muchos aspectos tiene que permanecer incompleta. La evidencia racional inter pretativa de la hipótesis tiene aquí que serv ir forzosamente como apoyo. En otros muchos casos de imputación histórica, al parecer de gran evidencia, ni siquiera cabe la prueba del caso citado. Por consiguiente, la imputación queda definitiva mente como una simple hipótesis. 7. Llamamos “motivo" a la conexión de sentido que para el actor o el obser vador aparece como el “fundamento” con sentido de una conducta. Decimos que una conducta que se desarrolla como un todo coherente es “adecuada por el 1 0 CONCEPTX)S SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES sentido”, en la medida en que afirmamos que la relación entre sus elementos constituye una “conexión de sentido" típica (o, como solemos decir, "conecta”) a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios. Decimos por el contrario, que una sucesión de hechos es “causalmente adecuada” en la medida en que, st- gún reglas de experiencia, exista esta probabilidad; que siempre transcurra de igual manera. (Adecuada por su sentido es, por ejemplo, la solución correcta de u¡i problema aritmético, de acuerdo con las normas habituales del pensamiento y dcl cálculo. Es causalmente adecuada — en el ámbito del acontecer estadístico— la probabilidad existente, de acuerdo con reglas comprobadas de la experiencia, de una solución “correcta” o “falsa” — desde el punto de vista de nuestras normas habituales— y también de un “error de cálculo” típico o de una confusión de problemas también típica.) La explicación causal significa, pues, esta afirmación; que, de acuerdo con una determinada regla de probabilidad —cualquiera que se;\ el modo de calcularla y sólo en casos raros e ideales puede ser según datos men surables— , a un determinado proceso (interno o externo) obser\-ado sigue otro proceso determinado (o aparece juntamente con él). Una interpretación causal correcta de una acción concreta significa: que el desarrollo externo y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo tiempo comprendidos con sentido en su conexión. Una interpretación causal correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y puede también ser comprobado como causalmente adecuado (en algún grado). Si falta la adecuación de sentido nos encontramos meramente ante una probabilidad estadística no susceptible de comprensión (o comprensible en forma incompleta); y esto aunque conozcamos la regularidad en el desarrollo del hecho (tanto exte rior como psíquico) con el máximo de precisión y sea dcterminablc cuantitatí\\i- mente. Por otra parte, aun la más evidente adecuación de sentido sólo puede considerarse como una proposición causal correcta para el conocimiento socioló gico en la medida en que se pruebe la existencia de una probabilidad (determina ble de alguna manera) de que la acción concreta tomará de hecho, con dctermi- nable frecuencia o aproximación (por término medio o en el caso “puro” ), la forma que fue considerada como adecuada por el sentido. Tan sólo aquellas regularidades estadísticas que corresponden al sentido mentado
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