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Weber Max - Economia Y Sociedad - Julio César Bustos Rangel

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MAX WEBER
ECONOMIA T 
SOCIEDAD
MAX WEBER
ECONOMIA Y SOCIEDAD
Esbozo de sociología comprensiva
Edición preparada por 
JOHANNES WiNCKELMANN
Nota preliminar de
J o s é M e d i n a E c h a v a r r í a
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA 
‘ ESTADOS UNIDOS - GUATEMALA - PERÚ - VENEZUELA
Traducción de
J o s é M e d in a E ch a v a rr ía , J u a n R o u r a Fa r e l l a , E u g e n io Í m a z , 
E d u a r d o G a r c ía MAy n e z y J o s é F e r r a t e r M o r a
Primera edición en alemán, 1922 
Cuarta edición en alemán, 1956 
Primera edición en español, 1944 
Segunda edición en español, 
de la cuarta en alemán, 1964 
Primera reimpresión en FCE-España, 1993 
Segunda reimpresión en FCE-España, 20 0 2
Título original:
Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der Verstehender Soziologie 
© 1922, I.C .B . M ohr (Paul Siebeck), Tubinga
DR. © 1944, 1964 Fondo de C ultura E conómica 
Carretera Picacho-Ajusco, 227 . 14200 M éxico, D.F. 
www.fce.com.mx
Fon do de C ultura E conómica de E spaña, S. L.
Femando el Católico, 86. 2 8 0 1 5 Madrid 
www.fcede.es
I.S .B .N : 8 4 -3 7 5 -0 3 7 4 -4 
Déposito Legal: M -6 .9 0 6 -2 0 0 2 
Impreso en España
http://www.fce.com.mx
http://www.fcede.es
En 1964 se celebra el primer centenario del nacimiento de Max W eber 
(1864-1920). Para conmemorarlo, el Fondo de Cultura Económ ica decidió 
reeditar su Economía y sociedad de acuerdo con la cuarta edición alemana 
(pòstuma) que tiene una disposición distinta e incluye una señe de trabajos 
y añadidos que no aparecían en las tres primeras ediciones alem anas* El pró­
logo de Johannes W inckelmann que reproducimos a continuación da sufi­
ciente noticia de los cambios que se han hecho a esta obra. Aquí sólo 
queremos rendir hom enaje al gran sociólogo de Erfurt, fundador de la socio­
l o g i "comprensive/’. D e él podríamos decir, citando a S. W rigfit Mills, que 
es un “clásico” “que alcanza alturas notables”. Para Mills “la apariencia del 
esfuerzo de la sociologa puede advertirse también en los muchos clásicos 
de la sociología.. . L o más importante, me parece, son las diversas obras de 
Max W eber. ¿Recuerdan ustedes la gran inclinación por leer a W ilfredo 
Pareto durante los treintas? Pues bien, com o lo revela la falta de atención 
generalizada hacia él en nuestros días, no la merecía. Max W eber sí la 
merece; su voz es la del liberal clásico en un mundo que, en el primer cuarto 
del siglo, le parecía volcado contra el liberalismo y, al mismo tiempo, es el más 
elaborado revisionista del marxismo clásico”.
NOTA A N U ESTR A SEGUNDA ED IC IÓ N EN ESPAÑOL
* La baducciÓD de añadidos y nuevos trabajos fue encomendada a Garios Geriiard. El índice 
analítico estuvo a caigo de Jasmin Reuter.
Tn
La o b r a postuma capital de Max W eber aparece aquí, desprendida del marco 
del Grundriss der Soxialokonomik (“Elementos de la economía social” ) cuya 
tercera sección formaba hasta el presente, bajo nueva forma. Esta nueva 
edición se ha hecho con sujeción a los principios expuestos por el editor en 
la Zeitschrift fiir die gesamte Staatswissemchaft} Su idea rectora es sen­
cilla. La primera parte de la gran sociología de Max W eber, que contiene 
la teoría de los conceptos, fue concebida después de la primera Guerra Mun­
dial, durante los años 1918 a 1920, La segunda parte del manuscrito, en 
cambio, fue redactada antes de dicha guerra y, esencialmente, con excepción 
de algunas adiciones posteriores, durante los años de 1911 a 1913. De la 
existencia de ese manuscrito anterior el autor sólo dio noticia por vez pri- 
jnera en la nota de introducción a su artículo sobre las categorías socioló­
gicas, del año 1913.® El plan de su contribución destinada al Grundríss der 
Sozialdkonomik, sección tercera: “Economía y sociedad”, Max W eber sólo 
lo publicó, después de aparecido ya el manuscrito anterior, en el resumen 
de a “división de la obra conjunta”, que inicialmente se adjuntó en forma de 
suplemento a los distintos volúmenes que fueron apareciendo a partir del año 
1914.® Como quiera que el manuscrito de la parte más antigua no fue objeto 
de refundición alguna, no debe sorprender que sus distintos elementos coin­
cidan con el plan originario. Así, pues, éste pone de manifiesto el pensa­
miento relativo a la composición de la obra. A continuación, el manuscrito 
más reciente amplía la primera de todas las secciones hasta una teoría clasi­
ficadora comprensiva de las categorías que, sin embargo, permaneció incom­
pleta, El propio plan de Max W eber para su Grundriss der verstehenden 
Sociologie, que se da más adelante a t tulo de ilustración y para permitir 
la comparación, es el que ha servido de base al contenido de la presente 
edición.
El hecho de haberse conservado para el libro el título de Economía v 
sociedad requiere unas palabras de justificación. La Einteilung des Ge- 
samhverkes (“Distribución de la obra conjunta” ) muestra que la sección ter­
cera llevaba la designación comprensiva de "Economía y sociedad” '* pero es-
1 “Max Webers Opus Posthuinuin” ("La obra pòstuma de Max W eber") (Z.f.d.g. SíW .) 
[■‘Revista para la ciencia conjunta del Estado”], voi. 105, 1949, pp. 368 js.).
'■i “Über einige Kategorien der verstehenden Soziologie” ("Acerca de algunas categorías de k 
sociología comprensiva” ) (Logos, voi. IV , 1913, pp. 253 ss.), impreso en GesammeJte Au/satze zur 
Wisscnschaffslehrc ("Artículos completos sobre la teoría de la ciencia” ) , 2? ed., 1951, pp, IZ ? ss.
3 Una exposición totalmente detallada de la "división de la obra conjunta”, con indicación de 
cada contribución particular y del autor previsto para ella en cada caso, la proporciona además el 
informe de publicación de la editorial J. C . B. Mohr (Paul Siebeclc), aparecido en 1915 y relativo 
al año 1914 (pp. 9-13). La disposición de la contribución de Max Weber contenida en dicho 
infonne concsponde liteialmente a la impresión de la división en los distintos volúmenes del 
Grundrjss der Sozhiolonomík o sea, pues, a aquello que con razón se puede designar como plan 
originario.
4 En forma análoga, p. ej. a la de las partes “Economía y ciencia de la economía", "Economfa 
y naturaleza", "Eccnoraía y técnica” .
PRÓLO GO A LA CUARTA ED IC IÓ N ALEMANA
taba subdividida a su vez en dos secciones principales, de las cuales sólo la pri­
mera, con el título de Die W irtschaft und die geseÚschaftlichen Ordnungen 
und M ächte ( “La economía y los ordenamientos y poderes sociales” ),® estaba 
a cargo de Max W eber. Así había de titularse en realidad la aportación de 
Max W eber al Grundriss der Sozialökonomik, que contenía su gran sociolo­
gía. No obstante, esta última obra y al propio tiempo la más comprensiva 
de Max W eber ha adquirido fama mundial con el nombre de W irtschaft und 
Gesellschaft (“Economía y sociedad” ). En efecto, con la publicación de la 
portada definitivamente cambiada de la primera edición, se había renunciado 
a la incorporación de la segunda aportación a la sección tercera, y el título reza­
ba ahora: III. Abteilung. W irtschaft und Gesellschaft. Bearbeitet von Max 
W eber (“sección tercera Economía y sociedad. Compuesta por Max W e­
ber” ). O sea que, a partir de su primera aparición en el año 1922, la contri­
bución de Max W eber llenaba el a sola toda la tercera sección con su título 
de Econom ía y sociedad.^ Así, pues, sí en el futuro se sigue conservando 
dicho título para la obra en su forma autónoma, independientemente de 
aquella obra conjunta, la razón de ello es doble. Desde el punto de vista 
objetivo es decisivo que en lo futuro el cuerpo principal de la obra, o sea la 
segunda parte entera, vuelve a llevar la designación de La economía y los 
ordenamientos y poderes sociales, a la que sólo se antepone como parte pri­
mera la S ozio lo^ ch e Kategorienlehre (“Teoria sociológica de las catego­
rías” ), de origen posterior y no nombrada por el propio Max W eber, en 
tanto que el título de Econom ía y sociedad,que abarca las dos partes del 
libro, se presenta como objetivamente más indicado para éste. Y desde el 
punto de vista práctico, ese título se halla ya introducido para la sociología 
de Max W eber desde el principio, nombrándose y citándose usual y fami­
liarmente en esta forma, con exclusión de toda otra. El plan originario se 
reproduce a continuación, bajo el título de la sección, para la sola contribu­
ción propia de Max Weber.
PRÓLOGO A LA CUARTA ED IQ ÓN ALEMANA LX
E c o n o m ía y soaEDAO
La economía y los ordenamientos y poderes sociales.
1} Categorías de los ordenamientos sociales.
Economía y derecho en su relación de principio.
Relaciones económicas de las asociaciones en general.
2) Comunidad doméstica, oikos y empresa.
3) Asociación de vecindad, parentela y comunidad.
4) Relaciones étnicas de la comunidad.
5) Comunidades religiosas.
Dependencia de las religiones con respecto a las clases; religiones avan­
zadas e ideología económica.
6 Para la segunda parte de dicha sección se había previsto como colaborador a Eugen v. Philip- 
powich. Véanse los detalles en la nota 1 del estudio indicado.
■ Eo relación con una eiposidón detallada remitimos a la disertación mencionada en la nota 1 
de la p. vniy contenida en la Zeitschiiít füi die gesamte Staatswisscnschaft ("Revista para la 
ciencia conjunta del Estado” ) y, en particular, a las pp. 370-71, 373, Miy-ll.
6) La colectivización del mercado.
7) La asociación política.
Las condiciones de desarrollo del derecho. Profesiones, clases, parti­
dos. La nación.
8) El dominio.
a) Los tres tipos del dominio legítimo.
b) Dominio político y hierocrático.
c) El dominio ilegítimo.
Tipología de las ciudades.
d) El desarrollo del Estado moderno.
e) Los partidos políticos modernos.
Externamente, la nueva edición se aparta en su articulación del plan ori­
ginario de Max W eber en varios aspectos. Los dos cuerpos de manuscritos 
figuran bajo temas distintos. En tanto que el manuscrito más reciente des­
arrolla la tipología de los conceptos, el más antiguo, en cambio, presenta 
una exposición de las conexiones y los desarrollos sociológicos. En el título 
de la primera entrega de Economía y sociedad, publicada todavía por el 
propio Max W eber y que daba a conocer el comienzo de las explicaciones 
conceptuales aún inacabadas, éstas se designan como “parte primera”, lo que 
se subraya tanto por la remisión frecuente de la Teoría de las categorías 
a la “exposición detallada” posterior, como por la observación, en la segunda 
parte, relativa a la “sociología general”, distinta de la exposición detallada.'' 
Por consiguiente, la nueva edición ha experimentado una bipartición, en la 
Teoría sociológica de las categorías y en la exposición del sujeto con la desig­
nación de La economía y los ordenamientos y poderes sociales.^
La primera parte reproduce inalterada la redacción de la primera entrega 
a cargo del propio Max W eber. Sólo que los subtítulos de Max Weber, 
que articulan el texto, se han intercalado también en el índice entre la división 
en parágrafos, añadiéndose además como “anexo”, después del capítulo iv, 
los esbozos de una tipología de las profesiones hallados entre los escritos 
póstumos. La segunda parte presenta el texto del manuscrito más antiguo 
en una disposición por materias que corresponde objetivamente al plan ori­
ginario de Max W eber; sin embargo, la articulación a la que se ha procedido 
de esta segunda parte se distingue de la primitiva en cuatro puntos. En 
concordancia con las ediciones anteriores, las dos subsecciones restantes del 
número 1 del plan se han asignado a sendos capítulos autónomos; los números 
2 y 3 se han reunido en un capítulo unitario, y la sociología del derecho, que 
se presentaba en forma autónoma completa, se ha antepuesto como capítulo 
independiente al que correspondía al número 7 restante del plan. De todo 
ello habrá resultado la situación del manuscrito pòstumo en la edición ante­
rior. Una última desviación con respecto al plan originario de Max W eber 
consiste en que en los números 8 d y e de éste se había previsto primero un 
tratamiento separado del desarrollo del Estado moderno y de los partidos 
políticos modernos. Sin embargo, en contraste con ello, en la Teoría de las
7 Cf. p. 289.
8 Cf. también Marianne Weber, Max Weber - Ein Lebensbild ("Max Weber - Biografía”) 
(1? ed. 1926, pp. 425, 675, 687 s., 709).
X PROLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA
categorías entregada en 1922 por él mismo a la imprenta, Max W eber relegó 
la exposición material de la estructura y función de los partidos a la socio­
logía del Estado.® Además, como quiera que los parlamentos caracterizan 
el tipo del moderno “Estado legal de constitución representativa” — tratán­
dolos Max W eber por consiguiente en su peculiaridad como órgano esta­
tal— siendo así, por otra parte, que “no se explican a su vez sin la inter­
vención de los partidos”, !̂ resulta que no es posible tratar separadamente las 
modernas formas estructurales del Estado, de los partidos y de los parla­
mentos. De ahí, pues, que los comentarios relativos al Estado racional, al 
parlamento y a los partidos se hayan reunido aquí en una sección unificada 
del capítulo que trata de la sociología del dominio. En estos cuatro puntos 
el plan originario de Max W eber puede considerarse, en virtud de sus pro­
pias declaraciones, como abandonado en realidad por él mismo.
En la segunda parte, modificada en su disposición de acuerdo con las 
propuestas desarrolladas por el editor, los títulos anteriores de los capítulos 
y las indicaciones relativas al contenido de éstos y de los parágrafos han sufrido 
algunos cambios, en la medida en que la necesidad de la nueva articulación, 
en adaptación al plan originario, y la exigencia de una composición más 
lógica del contenido lo sugerían; por otra parte su redacción se aparta tam­
bién parcialmente de la del plan originario, con objeto de adaptarse más es­
trictamente a la modalidad de expresión del texto, habiéndose formulado 
en ella algunos de dichos títulos, frente a las propuestas anteriores del que 
suscribe, con mayor precisión. Esto se aplica en particular a la sección octava 
del capítulo ix, cuyo título .se ha restablecido con la concisión característica 
de Max Weber, en concordancia con el plan originario, ya que, después de 
admitida en adelante en la sección novena la indicación auténtica del autor, 
no puede subsistir ya duda alguna con respecto a su manera de interpretar 
el sentido de la categoría del “dominio ilegítimo”; éste surgió, en el círculo 
de la civilización mediterráneo-occidental antes que en otra parle, a con­
secuencia de la constitución política de las ciudades como comunidades 
autónomas “libres” — “libres: no en el sentido de la libertad frente al domi­
nio violento, sino en el sentido de: ausencia del poder del príncipe, legítimo 
en virtud de tradición (por lo regular consagrada por la religión), como 
fuente exclusiva de toda autoridad”.
Por lo que se refiere al tratamiento propiamente dicho del texto, pres­
cindiendo de las modificaciones de la articulación, de los títulos y del conte­
nido que se acaban de mencionar, aquél se ha tomado de las ediciones ante­
riores. Se lo ha sometido, con todo, a una escrupulosa revisión. Con lo que 
se han eliminado todas las erratas manifiestas de imprenta, así como, ocasio­
nalmente, descuidos del propio manuscrito, en parte después de detenido exa­
men de las fuentes. Las correcciones del texto propuestas por Otto Hintze^® 
han podido admitirse, con excepción de unas pocas. Por lo demás, aparte
9 Cf. pp. 228 ss.
10 Cf. p. 1101.
11 Cf. p. 236.
12 Cf. p. 1063.
3 3 En los comentarios a la 2? ed. de Economía y sociedad (ScbmcII. Jb. ["Anuario de Sclimoll."], 
año 50, 1926, pp. 87-88).
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEM ANA XI
de dichas correcciones necesarias, el texto mismo no se ha modificado en 
nada. Sólo en la sección sexta (inacabada) del capítulo ix de la segunda 
parte se ha procedido, con objeto de conseguiruna articulación conclusiva, 
a trasposiciones del texto en tres lugares.^ ̂ El anexo músico-sociológico se 
comparó con la primera edición de la obra particular del año 1921, compro­
bándose que tampoco ésta era absolutamente segura. Diversas deficiencias 
del texto de la investigación de Max W eber en relación con la racionalidad 
y la sociología de la música pudieron en esta forma eliminarse.
Por la información amablemente proporcionada en relación con una serie 
de modismos extranjeros en materia indológica, orientalista y etnológica, así 
como por las múltiples molestias que a tal objeto se han tomado, quiero 
expresar también aquí mi más sincero agradecimiento a los señores pastor 
Dr. Ernst L. Dietrich, Wiesbaden; profesor Dr. Otto Eissfeldt, Halle-Saale; 
profesor Dr. Helmulth von Glasenapp, Tubinga; profesor Dr. Hellmut R it­
ter, Francfort del Meno; y profesor Dr. Franz Termer, Hamburgo. Estoy 
asimismo cordialmente agradecido a los señores profesores Dr. Cari Schmitt, 
Plettenberg; profesor Dr. Rolf Stodter, Hamburgo; y antiguo profesor Dr. Cari 
Brinkmann, Tubinga, por la aclaración de algunos términos particulares. F i­
nalmente, el profesor Dr. W alter Gerstenberg, Tubinga, se ha encargado, 
en forma por la que le estoy también muy obligado, de la revisión de diversos 
conceptos de la teoría de la música así como de la revisión final del texto 
de la Sociología de la música. El concurso desinteresado de todas las perso­
nas citadas es el que ha permitido conseguir un texto seguro de la obra prin­
cipal pòstuma de Max W eber. Y por último, vaya mi agradecimiento no 
menos sincero al editor, señor Hans G. Siebek, quien se ha decidido a 
aceptar la modificación en principio por mí propuesta de la obra y me 
ha confiado la tarea ligada a la ejecución de la misma, prestándome además 
la editorial su valioso concurso en dicha realización.
El manuscrito de Econom ía y sociedad no pudo ser consultado, ya que 
no se encuentra y es posible que haya de considerarse como perdido. Si 
algún día se llegara a encontrar, entonces una nueva revisión del texto 
habrá de revelar si las lecciones y las diversas conjeturas formuladas, así 
como los títulos de los capítulos, secciones y parágrafos de la segunda parte 
pueden mantenerse o no. Es posible que en tal caso puedan colmane asi­
mismo eventuales lagunas de la presente edición. Los corchetes del texto, 
en la medida en que no figuren ya en las ediciones anteriores, designan 
adiciones del refundidor de la obra. Un índice de las lecciones informa 
acerca de las correcciones del texto a partir de la primera edición. Se han 
añadido aclaraciones críticas del mismo. La tabla de materias se ha refun­
dido y ampliado considerablemente.
Lo que precede no se aplica en modo alguno a la sección final del último 
capítulo añadida a la segunda parte a manera de conclusión. La socio­
logía del Estado que Max W eber tenía en vista no se llevó a ejecución. Se 
ha efectuado aqu el intento — esencialmente desde el punto de vista del 
interés didáctico— de colmar dicha laguna mediante adición de las ideas
14 Cf. pp. 850-56, 875 s., 882-89.
xn PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA
fundamentales de Max W eber en materia de sociología del Estado, a partir 
de su W irtschaftsgeschichte (“Historia de la economía” ) ,“ de edición pòs­
tuma también, así como de su tratado Parlament und Regíerung im neu­
geordneten Deutschland (“Parlamento y gobierno en la nueva ordenación 
alemana” ) y de la conferencia Politik ais Beruf ( “La política como profe­
sión” ).̂ '̂ Semejante atrevimiento suscita reparos considerables y hubo de 
sopesarse cuidadosamente. En el artículo citado al principio,^® el refundidor 
ha señalado hasta qué punto el pensamiento y las actividades docentes y de 
conferenciante de la última época de Max W eber se habían dedicado a dicha 
Droblemática, cuya exposición en el marco de su sociología del dominio 
labia de ser objeto todavía de elaboración, de modo que existen inclusive 
impresas algunas partes aisladas de la misma, aunque esencialmente a título 
de trabajos preliminares. La penetración, orientada por completo hacia la 
claridad de visión del proceso sociológico de plasmación del "Estado” racio­
nal en las ilustrativas secciones y los comentarios teóricos relativos al Estado 
contenidos en las tres obras antes citadas, recoge en su concreción el material 
ideológico de los conceptos y temas de la obra principal y los anima con 
una visión interior, para documentar en esta forma al propio tiempo el lugar 
de las consideraciones sistemático-intelectuales. Las ideas fundamentales so­
bre la sociología del Estado elaboradas por Max W eber en los últimos años 
y preformadas en las obras mencionadas se adaptan en forma sorprendente, 
aun sin haber recibido por parte del autor su formulación definitiva de cara 
a la obra principal, a la concepción conjunta aparente en la nueva edición 
de Econom ía y sociedad, e ilustran la conexión unitaria del pensamiento de 
aquél a propósito del conjunto de la sociología del dominio. De la inteli­
gencia de dicha conexión interna resulta al propio tiempo la articulación 
lógica de los comentarios relativos a la sociología del Estado añadidos al final 
de la obra principal en la subdivisión efectuada. E l título principal de la 
novena sección expresa el propósito efectivamente expuesto en el mismo, en 
coincidencia lógica con el plan originario y con la propia terminología de Max 
W eber. La segunda división en parágrafos y la elección de los títulos hubo de 
practicarlas el refundidor. A tal disposición se han adaptado la selección y la 
sucesión de las partes, practicando muchas trasposiciones y dejando de lado to­
dos aquellos comentarios que no se refieren a los aspectos estructural y funda­
mental. Con excepción de una frase insignificante de transición, de la que 
difícilmente podía prescindirse, el texto es también aquí el de Max Weber, 
habiéndose eliminado únicamente los puros juicios de valor y transportándose 
reiteradamente la formulación del modo de elocución al de enunciado. Como 
quiera que las obras originarias se encuentran a disposición del público, no 
se formularán contra la forma de tratamiento del texto para los fines particu­
lares de la presente edición reparos contundentes. He de agradecer particular­
mente al propietario de la Editorial Ducker & Humboldt, señor Dr. Hans
15 Wiitscbaítsgeschichte. Abiiss der univeisalen Saziai - und Wirtschaftsgeschichte (“Historia 
de la cconomía. Compendio de ia historia universal social y económica” ) , 1̂ ed. 1923; 2* ed. 1924.
Redactado en el verano de 1917, publicado en refundición en 1918.
n Conferencia sustentada el invierno de 1918, impresa en otoilo de 1919.
18 Z.í.d^g. StW. ("Revista para la ciencia conjunta del Estado” ) , voi. 105, pp. 372, 376, 386.
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA XIII
Broennann, editor de las obras consultadas para la selección, la amable auto­
rización de la reproducción de los pasajes escogidos del texto.
Por supuesto, no ha de subsistir duda alguna en cuanto a que se trata 
en esta empresa de un sucedáneo, y que aquello que en la selección prac­
ticada se ha ordenado desde puntos de vista sistemáticos figura como pars 
pro toto, de modo que los comentarios existentes no agotan en modo alguno 
los temas de una sociología del Estado. Habrá que aceptar, además, cierta 
falta de uniformidad en materia de dicción. Ésta no se funda únicamente 
en el hecho de la modificación parcial del enunciado originario mediante 
adición y eliminación. Debe alegar en justificación de la misma que las 
obras póstumas, que sólo nos trasmiten la palabra de Max W eber de manem 
indirecta, ya están de todos modos publicadas, y que en la sección añadida 
nada figura que no haya sido ya impreso y documentado — en su irregula­
ridad estilística— con el pensamiento y la convicción de Max Weber. 
Añádese a ello, antes bien, el carácter cambiante del estilo del pensamiento 
de las digresiones esparcidas por el texto, las cuales,introducidas por el in­
vestigador en el respectivo lugar ocasional a título de aclaración y funda- 
mentación, se vuelven a colocar ahora, conforme a su origen teórico, en el 
“lugar tipológico” correspondiente del conjunto. Recuérdese, además, que 
también los distintos estratos del manuscrito de Econom ía y sociedad perte­
necen a periodos de tiempo distintos y que, en él, las formas de pensamiento 
sintético-típológica, genético-analítica y polémica figuran por doquier una al 
lado de otra, como corresponde a la manera de trabajar y al impulso intelec­
tual de Max W eber.
Hay que tener en cuenta, finalmente, que la novena sección comporta 
(aunque en extracto) órdenes de ideas fundamentales de Max W eber a pro­
pósito de la sociología del Estado que han sido tomados de otras obras v, 
en parte, de apéndices, y que dichas ideas figuraban originariamente en otra 
conexión, no habiendo sido concebidas como contribución a Economía y 
sociedad, por lo que las partes reproducidas de Parlament und Regieran^ 
(“Parlamento y gobierno” ), en particular, presentan un carácter político 
programático. En su comentario previo a esa “critica política de la burocia- 
cia y los partidos”, del año 1918, subraya Max W eber que “nada dice de 
nuevo para un estadista, pero que tampoco coincide con la autoridad de una 
ciencia. Porque las últimas actitudes del querer no se pueden decidir con 
los medios de la ciencia”. Sus exposiciones del tratado en cuestión culminan 
con la elaboración de una detenninada forma de Estado y la toma de posi­
ción deliberada en favor de la misma, a saber: la de la democracia parla­
mentaria, tal como se ha desarrollado a partir de la segunda mitad del si­
glo X IX ; y el punto de vista desde el cual para ello se juzga no es el punto 
de vista estrictamente empírico de la “ciencia, neutral” frente a las acti­
tudes sociales confirmadas. Es de aplicación, en este sentido, la propia 
sentencia de Max W eber: “Para toda opinión de partido — p. ej. también 
para la mía— se dan hechos sumamente incómodos.” ®® Max W eber se ha­
bría negado decididamente a admitir en su obra, en esta forma, las opiniones
'!> C f . pp . I5 8 .S .
W iss c iisc lia fs ic lir c ('''Teoría de ]a cien cia '’) , 2» cd ., p. 587.
XIV PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA
suyas que acabamos de reproducir y que no fueron formuladas como cientí­
ficas en el sentido de la “sociología libre de valores”;®! manifestó claramente 
su punto de vista al respecto en ocasión del tratamiento crítico del gobierno 
parlamentario de gabinete por W ilhelm Hasbach “ Y si pese a ello aquí se 
hace de todos modos, aunque con las reservas expresas que se acaban de 
formular, es porque estas manifestaciones de principio de Max W eber ponen 
de relieve en forma plástica su pensamiento en materia de sociología del 
Estado, pudiendo atribuírseles en consecuencia un valor aclaratorio tal que, 
por muy fielmente que se quiera proceder no se las puede con todo sustraer, 
en su “lugar tipológico” correspondiente, a aquel que trata de penetrar en 
el pensamiento de la sociología de Max W eber como un todo.
Si se admiten esos puntos de vista, entonces podrá aparecer como justi­
ficado el intento de proporcionar, por razones didácticas y como comple­
mento de la obra, una visión de la concepción y la materia conjuntas, procu­
rando así que las opiniones teóricas fundamentales de Max W eber en materia 
de sociología del Estado racional, diseminadas en diversos lugares fuera de 
la obra principal, no pasen inadvertidas o sean ignoradas en la conexión 
sistemática de significado universal en que se hallan en verdad.
Estos pensamientos y la admisión en extracto de determinadas secciones 
parciales, a la que aquí se ha procedido, no han de conducir a pasar por 
alto la importancia propia de la conferencia de Max W eber sobre Politik ais 
Beruf (“La política como profesión” ) en su conjunto. En efecto, ésta sólo 
ofrece explicaciones teóricas de los supuestos sociológicos de la actividad 
racional del Estado y de los partidos modernos a título preparatorio, en tanto 
que su propósito específico, expresado en el título, está en la particular si­
tuación de conflicto en que, en las condiciones de existencia del siglo xx, el 
político profesional se encuentra inevitablemente colocado. En tanto que 
el peso espiritual de la conferencia misma carga en las posibilidades y conse­
cuencias de la vida política profesional y, ante todo, en los comentarios filo- 
sófico-morales acerca de los conflictos internos entre la política y la ética, 
desde el punto de vista de una sociología teórica, en cambio, sólo interesan 
las ideas básicas científico-sociales. En consecuencia, la temática peculiar de 
aquella obra no corresponde precisamente al ámbito de la exposición pre­
sentada como “sociología del Estado”. De ahí que nada se haya recogido 
aquí de este objeto esencial de la célebre disertación.
Todos los esfuerzos dedicados a la articulación y la conformación del 
texto de Economía y sociedad no logran alterar el hecho de que, al morir, 
Max W eber dejara sin terminar su gran sociología. Esto es así tanto por lo 
que se refiere al plan conjunto como a todas las porciones no concluidas 
de las partes primera y segunda, y en esta última, en particular, a la socio­
logía del Estado^® y a la exposición de la teoría de las revoluciones.^ Pero 
es así también, y no en menor grado, en relación con el hecho de que ya no 
le fue dado a Max W eber incorporar al resto del manuscrito — que desde el
21 Cf.' p. 193.
22 Cf. p. 237.
23 Cf. p. 230.
24 C f p. 213.
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN ALEMANA XV
punto de vista de la terminología reproduce todavía la posición mental del 
artículo contemporáneo de 1913 ^obre las categorías— el aparato conceptual 
adquirido por é después de 1918 en la teoría de las categorías de la parte 
primera.^® De ahí que las disquisiciones del manuscrito acerca de los con­
ceptos fundamentales en él examinados se presupongan siempre, en lugar de 
la tipología conceptual de la primera parte, para la comprensión de la se­
gunda. En consecuencia, sólo puede presentarse aquí el marco de la concep­
ción conjunta en la medida en que ha sido llenado. Sin embargo, dentro de 
los límites trazados en esta forma, se espera de todos modos haber logrado 
obtener un texto lógicamente articulado que aclare la estructura interna de la 
obra y la contextura de su pensamiento como un todo coherente. En cuyo 
caso se habrá conseguido el objetivo perseguido por el refundidor, a saber; 
abrir a una comprensión mayor la obra principal de Max W eber, mediante 
una mayor facilidad de lectura de la nueva edición y un acceso más fácil al 
curso lógico de su pensamiento, en beneficio de la investigación, de la ense­
ñanza y la cultura.
JoHANNES W i n c k e l m a n n
OberuTsel, verano de 1955
XVI PRÓLOGO A LA CUARTA EDICION ALEMANA
ÍB Wissenscliaítílebre ( ‘Teoria de la ciencia” ), 2» ed.. pp. 427 ss.
N OTA P R E LIM IN A R D E LA P R IM ER A ED IC IÓ N 
EN ESPAÑOL
E l n o m b r e de W eber tiene hoy un prestigio universal. Sin embargo, algo 
como un destino adverso le persigue aun en su propia gloria, pues nimba las 
más de las veces a lo que es en realidad una figura desconocida ante la que 
sería tan incorrecto como delatador omitir gestos reverénciosos. Y todavía 
peor, lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja 
de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento. Exceptuados 
los contados estudiosos de su obra completa, para los demás el nombre de 
Max W eber suele ir unido casi con exclusividad al esquema de su interpreta­
ción de los orígenes del capitalismo. Pero ese esquema, a fuerza de arrastrarse 
por los manuales, llega al público menudo convertido en un auténtico dis­
parate que se reitera con a desenvoltura a que convida toda simplicidad. 
Cierto que aquí se repiten los azares que lleva consigo la popularización de 
pensamientos complejos y plantea una vez más el problema de los peligros 
de todacultura aguada para hacerla asimilable. Pero en el caso de M . W eber 
la deformación se remonta a fuentes secundarias que, obra de investigadores 
muy estimables, surgieron, sin embargo, con un pecado de parcialidad. Y esto 
en el doble sentido de consideración parcial, no completa, o de visión prejuz­
gada por intereses polémicos. Die protestantische Ethik und der Geist des 
Kapitalismus (La Ética protestante y el espíritu del capitalismo), libro que 
le abrió a la fama universal y uno de los dos traducidos hasta hace bien poco 
a otros idiomas (la excelente versión inglesa de Talcott Parsons es de 1930), se 
prestaba por sí a interpretaciones falseadas y más si se le desligaba del resto 
de su obra, en particular de sus otros estudios sobre la moral económica de las 
religiones universales, recogidos en sus Gesammelte Aufsätze zur Religions­
soziologie. No pretendo ahora entrar en más detalles; me interesaba asentar 
un hecho y deducir para mí en estos momentos la debida lección. El hecho es 
deplorable; la lección, clara. E l primero consiste en la creencia vulgar que 
atribuye a M . W eber la "teoría” de que el protestantismo es la causa del 
capitalismo. La segunda aconseja me limite hoy en estas líneas a unos breves 
datos y eluda la posibilidad de una presentación más acabada. E l lector tiene 
ya abiertas las páginas del maestro y aunque a algunos pudiera serles útil una 
guía que les orientara en el estudio de lo que tienen ante sí y les completase 
la visión de lo que les falta, en la medida en que ésta tendría que ser de modo 
inevitable una “interpretación” sujeta a errores, juzgo irreverente ampararla 
con el cuerpo que guarda la propia voz del pensador. No por eso renuncio 
al intento, y espero realizarlo alguna vez con responsabilidad desamparada. 
Fuera, además, de todo escrúpulo, la complejidad y riqueza del pensamiento 
weberiano obligarían a una extensión tal que habría de colmar la paciencia 
del lector afanoso por abrir cuanto antes su camino. Por otra parte. Econo­
mía y sociedad, con ser todavía un libro inacabado, recoge y concentra el 
esfuerzo íntegro de la vida de W eber y en él se hallan todos los temas de sus 
preocupaciones centrales.
Los datos externos de la vida de Max W eber dibujan la escueta biografía 
poco romántica de un profesor. Nace en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su 
padre, de igual nombre, fue Stadtrat de Berlín y diputado al Reichstag y al 
Landtag por el partido liberal nacional. Su madre, Helena Fallenstein, era 
mujer de religiosidad profunda y espiritualidad delicada. El joven W eber 
nace así en un hogar típicamente burgués, saturado de preocupaciones polí­
ticas e intelectuales. De sus hermanos, Alfredo había de conquistar también 
elevado renombre.
Bachiller, Max, en 1882, comienza en seguida sus estudios en derecho, 
siguiendo la profesión de su padre, pero no deja de trabajar con igual ahinco 
la economía, la historia y la filosofía. Esos estudios los realiza con el rigor 
típico de aquellos días dorados de la Universidad alemana. En 1892 consigue 
su Habilitation para profesar los derechos mercantil y romano. En 1893 es 
>rofesor extraordinario de esas materias en la Universidad de Berlín. En 1894 
e nombra la Universidad de Friburgo (de B .) profesor ordinario de Econo­
mía, y la de Heidelberg le otorga igual cátedra en 1897. En 1903 una grave 
crisis nerviosa le separa por muchos años de la función docente. Concluida la 
guerra, acepta la cátedra de Sociología en la Universidad de Viena, que aban­
dona en seguida por reintegrarse a su patria. En 1919 es profesor de Socio­
logía y Ciencias del Estado en Munich, donde le sorprende la muerte el 14 
de junio de 1920.
Esas secas fechas y tales acontecimientos grisáceos encierran, sin embargo, 
una vida estremecida y rica, gastada con fervores de alta tensión. La biografía 
en profundidad por ellos enmarcada la escribió con piadosa inteligencia 
Mariana W eber, su esposa. El libro de esta mujer admirable (Mdx W eber. 
Ein Lebensbild, 1926) es documento imprescindible para los que quieran 
saber cómo fue el hombre y la atmósfera de su tiempo. Tejido con las innu­
merables cartas de su marido — época en que el género epistolar era todavía 
manifestación de una vida íntima hoy casi perdida— , el recuerdo amoroso 
de Mariana no amengua la lucidez de los trazos, ni le impide pasar del plano 
cotidiano en que sacuden las tormentas de una existencia apasionada al nivel 
abstracto y sutil en donde se devanan las ideas del pensador. No hace mucho, 
la publicación de las cartas juveniles de W eber (Max W eber, Jugendbriefe, 
ed. Mohr) ha contribuido a completar la imagen que podemos formarnos 
de su persona.
Los simples datos antes apuntados bastan ya para sugerir la trayectoria 
de su dedicación intelectual. Quien empezó por la enseñanza del derecho 
acaba, a través de la docencia económica, profesando una disciplina que es en 
sus manos un instrumento con que apoderarse de la historia universal. Mas, 
tomado a la letra el esbozo de esa trayectoria, no sólo sería insuficiente sino 
expuesto a una mala interpretación. Pues no se trata de un “catedrático” que 
varia sus intereses docentes ni de un camino recorrido por sucesivas exclu­
siones. El esfuerzo de W eber nada excluye; antes bien, en su titanismo, lo 
integra sin residuos, y su sentido total se encuentra ya preformado desde 
el principio. Y , sobre todo, porque nada sería más falso que destacar en él los 
rasgos del profesor. La actividad académica, dentro de sus artificiosas divi­
siones, es en W eber un aspecto tan sólo de su personalidad desbordante.
xvni NOTA PRELIM IN AR DE LA PRIM ERA EDICIÓN
La frecuencia con que hoy se afirma la actualidad de los escritos weberianos, 
o mejor dicho, el acudir a ellos como fertilizante depósito de inspiración por 
muchos de los que se afanan por entender los oscuros fenómenos de nuestros 
días, tiene su explicación en la lucidez intelectual con que Max W eber per­
cibió el carácter transitorio de la realidad en que vivía, y en la fuerza con 
que apresó, en el análisis de su propia sociedad, algunas de las tendencias que 
en ella se proyectaban ya hacia el futuro. Fue, de los hombres de su genera­
ción, uno de los que más claramente se dieron cuenta de la divisoria en que 
todavía estamos y que, por lo mismo que rechazó toda profecía — y más si 
era ésta demagógica y de milenario—, pudo señalar sin ilusiones algunos de 
los hechos fatales frente a los que hoy nos debatimos. Mas ¿dónde están las 
raíces de aquella lucidez? No basta para explicarla la pasión por el conocer, 
si a ésta no se une la pasión por la acción. Y la acción es lo que el hombre 
puede y debe hacer en una circunstancia dada con plena aceptación de su 
responsabilidad, es decir, con la conciencia asequible de todas sus posibles 
consecuencias. E l rigor con que W eber concibió la misión del hombre y la 
forma en que en su propia vida la actualizó, son el mejor punto de partida 
para entender el sentido de su tarea intelectual. Porque W eber se esforzó en 
todo momento por señalar lo que era posible y hacedero, la forma en que 
el hombre podía cooperar con inteligencia en su propio destino, tuvo que con­
templar lo contemporáneo con ojos de historiador y arrojarse en la historia 
desde sus intereses contemporáneos. Y porque tuvo tal altitud indivisa ante 
la vida fue con igual autenticidad un político, un filósofo y un investigador 
de pretensiones gigantes. Así lo presenta Jaspers; “Si Max W eber es político, 
investigador y filósofo, no, sin embargo, una cosa junto a otra. Es el hombre 
entero el que se encara con un mundo de enormes dimensiones desde el 
fondo de su alma, afanosa de verdad. Como filósofo es político, y como polí­
tico, investigador.”
Si concebimos la política en su más noble sentido, como una preocupa­
ción activa y sin tregua por el destino de la propia comunidad dentro de una 
determinada constelación de fuerzas mundiales, Max W eber fue desde siem­
pre y ante todo un político. Pero la política es, además,otras cosas que el 
pensador conocía muy bien y que comprobó duramente en su existencia. 
Iloy podemos contemplar las pretensiones políticas de W eber y su fracaso 
desde diversos ángulos. Uno, el más alejado de las consideraciones intelec­
tuales de estas líneas, consistiría en imaginar lo que hubiera sido la historia 
alemana, y, por ende, la europea y la mundial, de haber prevalecido algunas 
de sus opiniones y consejos. Nada más lejos de la presente barbarie que 
el destino cultural que W eber señalaba a su patria, intensa y noblemente 
querida.
Otro nos tienta a ver en W eber el ejemplo patético del destino del intelec­
tual en la política. Sabía muy bien — y nadie como él ha dibujado la imagen 
del auténtico hombre de Estado— que la política lleva consigo el pragma de 
la fuerza, y que no bastan ni la actitud responsable, ni la fe y el conoci­
miento de los hechos fundamentales. Pero no sólo falló en él la voluntad 
de poderío sino el adelgazamiento extremado de su moral de responsabilidad. 
Es quizá posible despertar aquella y aceptarla con la conciencia de su instru-
NOTA PREU M IN A H DE LA PRIM ERA EDICION X IX
mentalidad necesaria, pero está condenada a extinguirse sin remedio si se la 
somete a la tremenda presión de una responsabilidad moral e intelectual de 
consecuencia ilimitada. El fracaso de W eber, a que está expuesto todo inte­
lectual verdadero, estuvo en su incapacidad de compromiso, en su negativa 
a pactar con las fuerzas subterráneas y demoniacas que rodean al poder, y 
sobre todo en su desdén por la mentira, el engaño dorado y las falsas i usiones. 
Lo grave es que W eber percibiera que tal situación tenía cabalmente su 
máximo dramatismo en la sociedad de masas de nuestros días.
Pero aquello en que más debiera insistir, si me permitiera ser infiel a mis 
propósitos, es la conexión que tiene en W eber esta su pasión “política” con 
su concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se exigen recíproca­
mente. Es decir, la justificación de la ciencia se encuentra en las posibilida­
des de la acción racional, de igual manera a como sólo puede darse la acción 
responsable si consideramos posible el conocimiento racional. Su concepto 
de la “ética de responsabilidad” antes aludido es el supuesto de sentido de 
una compleja metodología.
Los estudios filosóficos de W eber, si bien surcados con profundas visiones, 
caen propiamente en el campo fronterizo de la metodología. Y , sin embargo, 
Jaspers —y no es el único— ha dicho que él fue para su tiempo “el filósofo 
verdadero”. El pensador existencialista nos da de ello una razón existencial; 
“Max W eber no tuvo filosofía alguna; él era una filosofía.” Y en este sentido 
fue filósofo negando a la Filosofía. En una época de decadencia y de predo­
minante escolástica filosófica, en la que quizá es ya imposible la aparición 
del gran sistema y con él la reanudación de su misión iluminadora, W eber 
buscaba el conocimiento del hombre y de unas cuantas verdades esenciales 
con medios distintos de los especulativos, con el instrumento del saber em­
pírico de la historia. Para ello quizá bastaba con fundamentar “la objetividad 
del conocimiento histórico social”.
Las publicaciones de W eber abarcan temas tan dispares que en su con­
junto pueden dar la impresión de una completa falta de unidad. Pero si des­
cartamos determinados estudios rigurosamente técnicos (Zur Psychophysik 
der industrietten Arbeit, por ejemplo, y algunos otros) y, sobre todo, si parti­
mos de lo que se ha llamado su segunda fase — desde la crisis de su enfermedad 
(1903)—, puede sostenerse que toda la investigación de W eber está orientada 
por un solo motivo: el de comprender su propia época en su pleno signifi­
cado, actual e histórico. Su afán de comprensión, que es al mismo tiempo 
de orientación — o mejor, fundado en éste— , se traduce en su extremo rigor 
en una pregunta que abarca en sí cuajadas posibilidades de ramificación; ¿Qué 
es lo constitutivo y peculiar de la civilización occidental? Desde la música 
armónica al partido político, pasando por otros fenómenos al parecer muy 
heterogéneos, nos encontramos con una serie de cosas que sólo en Occidente 
se ofrecen en su forma cabal. ¿Por qué aquí y no en otras partes? ¿Qué con­
secuencias tiene para nuestra vida este hecho singular? Al cabo, de manera 
abstracta y como hipótesis de interpretación de nuestra historia, se impone 
averiguar el origen y desarrollo progresivo del predominio de lo racional 
en todos los aspectos del espíritu y de la cultura. El proceso de racionaliza­
ción, como decía Weber, que llega hasta nosotros cargado de destino. Pero
XX NOTA PR EU M IN A R DE LA PRIM ERA EDICION
si tratamos de captar sus manifestaciones singulares, hay alguna de entre ellas 
que pudiera parecer decisiva. De ahí el tema más conocido de las investiga­
ciones weberiaiias: el de la formación y peculiaridad de “nuestro” capitalismo. 
Pero es cabalmente el análisis de este problema lo que lleva a W eber a una 
de las dilataciones más fecundas del ámbito de sus pesquisas, al estudio socio­
lógico de las grandes religiones. Lo que hoy día llamamos sociología de la 
religión, más allá de sus expresiones “primitivas”, tiene en esos estudios 
su verdadero origen. Y , asimismo, puede considerarse impulsado por idén­
tico afán de conocimiento su trabajo sobre la situación agraria en la Anti­
güedad (AgTarveThaltnisse im Mtertum, Hwb. der Staatswissenschaften), 
que es propiamente un “análisis sociológico completo del mundo antiguo 
contemplado desde la perspectiva de los problemas sociales básicos del pre­
sente inmediato” (Salomon).
La respuesta a la pregunta fundamental antes formulada no alcanzó en 
W eber un desarrollo sistemático y acabado. La mayor aproximación se en­
cuentra, sin embargo, en Economía y sociedad.
El libro que el lector tiene ahora entre sus manos es para muchos la obra 
cumbre de la sociología alemana o, si queremos evitar polémicas, una de 
entre las cuatro o cinco más importantes. Y , sin embargo, W eber eludió 
siempre el nombre de sociólogo. De ello cabe aducir razones diversas que 
conviene apuntar. Sin duda alguna, está ante todo la repugnancia de todo 
hombre auténtico — no del personaje— en verse clasificado y maniatado por 
motejes y encamisado con títulos adversos a la renovación permanente del 
espíritu. Por otra parte, Max W eber no quería engañar a los demás. “La 
mayor parte — dice— de lo que por ahí circula bajo el nombre de sociología 
es pura patraña.” No es difícil imaginar las reacciones de su rigurosa con­
ciencia científica, con su extremada precisión de los hechos y los conceptos, 
ante el caos vagoroso de tanto escrito hecho pasar por sociológico. Lo que 
en él era una disciplina arraigada en sus más profundos intereses de conoci­
miento, era en otros una moda aprovechada en el logro de una situación 
o instrumento falseado con fines extracientíficos. De W eber acá las cosas 
han variado bastante y a ello contribuyó él mismo en buena medida. Pero 
queda todavía suficiente patraña — "camelo” verdadero, en lenguaje madri­
leño— para que muchos, muy lejos de la talla de W eber, vean con horror que 
alguna vez cae sobre ellos aquel imponente calificativo.
Una última razón tiene particular interés. W eber se resignaba, sin duda, 
a ser llamado por el título de su cátedra, pero en el caso de la sociología 
ocunía lo siguiente: que era, según él, una disciplina que no podía enseñarse 
en cuanto tal. Veía con justeza que la sociología es un término y no un prin­
cipio de la ciencia social, y que para llegar a ella se requería una experiencia 
considerable en otros campos de las ciencias sociales particulares. Puede 
esto ser discutido. Pero no cabe duda que aquí se ofrece un problema de 
enseñanza en el que no se han parado nunca a meditar los ideadores de nues­
tros curricula universitarios, empeñados en encajar la "asignatura”, con regu­
laridad sorprendente, en los primeros años de las "carreras”.
NOTA PRELIM IN AR DE LA PRIM ERA EDICION XXICreo poder afirmar sin error que de W eber sólo existían hasta estos momentos 
dos traducciones castellanas: su ensayo La decadencia de la cultura antigua 
(Die sozialen Gründe des Untergangs der antiken Kultiir, 1896), publicado 
por la Revista de Occidente (n? xxxvii, p- 25) y su Historia económica general 
(W irtschaftsgeschichte), traducida por Manuel Sánchez Sarto y publicada 
por el Fondo de Cultura Económica en 1942. Tampoco creo equivocarme 
si digo que Economía y sociedad (W irtschaft und Gesellschaft, 1922) es la 
primera vez que aparece íntegramente traducida en lengua alguna. La anun 
ciada versión inglesa de Talcott Parsons — uno de los mejores conocedores 
actuales de Max W eber— sólo comprenderá la primera parte. Por eso mismo, 
ahora que la suerte está echada, no puedo evitar cierta aprensión de temor. 
Economía y sociedad es un libro pòstumo que editara Mariana W eber luego 
de una trabajosa compulsa, ayudada por Melchior Palyi, del manuscrito 
legado por su marido. De ella procede la ordenación de los capítulos. La obra 
se encuentra inacabada en algunas partes y habría tenido seguramente otra 
factura — eliminación de ciertas repeticiones, etc.— si Max W eber hu­
biera podido dar cima a sus planes.
E l estilo en que está escrita parece responder en sus mayores proporciones 
a una sola preocupación, la del rigor conceptual. Pero ello lo hace suma­
mente difícil, como todo aquel que pasara alguna vez por el original alemán 
sabe perfectamente. Pues bien, cuando el Fondo de Cultura Económica se 
decidió con notorio valor a emprender la tarea de esta versión, tuvo que 
encararse con algunos problemas. No era posible, por lo pronto, encargar 
la obra a una sola persona, si no se quería aplazar en algunos años su publica­
ción. Hubiera sido, además, improbable —aunque sólo sea por la variedad 
de espceializaciones científicas que en ella se contiene— que nadie hubiera 
aceptado para sí tan pesada carga. Se decidió, pues, entregar la traducción a 
distintos especialistas. Pero entonces surgía el otro problema de la unifica­
ción estilística y de temiinología. Creo que ambos se han resuelto de modo 
satisfactorio. Si a mí se me excluye, bastan los nombres de las personas que 
colaboraron en la traducción para que el lector pueda esperar con confianza 
que se haya alcanzado el nivel de seriedad requerido. Los señores Juan Roura 
Parella, Eduardo García Máynez, Eugenio Imaz y José Ferrater Mora, de 
conocidos merecimientos en el mundo intelectual, no regatearon esfuerzo 
alguno y a ellos van ante todo los mejores agradecimientos del editor. El pro­
blema de unificación aludido ha sido, por eso, mucho menor de lo que se 
creyó y me parece suficientemente logrado.
J o s é M e d in a E c h a v a r r ía
X X II NOTA PRELIM INAR DE LA PRIM ERA EDICIÓN
L a i'UMLicAciÓN de esta obra postuma principal del autor presentaba lógica­
mente muchas dificultades. No se disponía de plan alguno para la cons- 
tiuccíón del todo. Sin duda, el que se halla esbozado en las páginas x j' xi 
del volumen primero del Grundriss der Sozialökonomik (“Elementos de 
la economía social” ) proporcionaba algunos puntos de refferencia, pero dejaba 
a un lado, en cambio, otros esenciales. Algunas secciones son incompletas y 
han de permanecer en tal estado. La indicación del contenido de los capí­
tulos sólo se había fijado para la Rechtssoziologie (“Sociología del dere­
cho” ). Algunos de los ejemplos utilizados para la ilustración de procesos 
típicos importantes se repiten varias veces, aunque siempre bajo una nueva 
luz. Es posible que si le hubiera sido dado refundir en forma coherente la 
obra conjunta, el autor habría dejado de lado algunas cosas. Sin embargo, 
el refundidor sólo ha podido tomarse esta libertad en unos pccos pasajes. 
—El descifrado de los manuscritos, cuyo mérito corresponde en gran parte al 
linotipista de los editores, en particular por lo que se refiere a las grafías correc­
tas de los numerosos vocablos especializados de origen extranjero, dio lugar 
a muchas dudas y encuestas, y es posible que a pesar del amable concurso 
de diversos especialistas se haya incurrido en algunas discrepancias.
M a r ia n n e W ed iír
Heidelberg, octubre de 1921
D EL PRÓLO GO A LA PRIM ERA ED IC IÓ N
PllÓ LO G O A LA SEGUNDA ED IC IÓ N
L a o b r a se ha depurado de las erratas de impresión y se ha dividido, para 
su manejo más fácil, en dos tomos. Además se ha añadido a manera de 
apéndice la disertación músico-sociológica, pero sin incorporar su contenido 
al registro de materias, cuya refundición no fue posible en aquel momento.
Parecía indicado integrar dicho complicado trabajo, aparecido primero 
como opúsculo aislado con un prólogo del profesor Th . Kroyers, a quien 
corresponde el mérito de una revisión esmerada de las expresiones técnicas, 
en la obra sociológica de Max W eber con la que tiene mayor conexión, 
aunque indirecta. Constituje la primera piedra de una sociología del arte 
que el autor tenía en proyecto. Lo que en la primera investigación de las 
construcciones musicales del Oriente y del Occidente le impresionó ante 
todo fue el descubrir que también y precisamente en la música —el arte que 
al parecer fluye con mayor pureza del sentimiento— juega la ratio un papel 
tan importante, y que su peculiaridad occidental, lo mismo que la de la 
cicncia y de todas las demás instituciones estatales y sociales en dicha área, 
se halla condicionada por un racionalismo de naturaleza específica. Duran-
te su estudio de esa esquiva materia comentaba en 1912 en una carta: “Es 
probable que escriba algo acerca de ciertas condiciones sociales de la música, 
a partir de las cuales se explica que sólo nosotros poseamos una música ‘ar­
mónica’, siendo así que otros círculos de cultura tienen un oído mucho más 
fino y una educación musical mucho más intensa. Y, ¡cosa curiosa!, es, 
como habremos de verlo, una obra de los monjes.”
M a r ia n n e W e b e r
lleidelherg. marzo de 1925
XXIV PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
A la memoria 
de mi madre
E l e n a W e b e r d e F a l l e n s t e i n 
1844-1919
Prim era Parte
TEORÍA DE LAS CATEGORÍAS SOCIOLÓGICAS
I. CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
Advertencia preliminar: El método de esta introductoria definición de conceptos, 
de la que no puede prescindirse fácilmente no obstante ser de modo inevitable 
abstracta y lejana, al parecer, de la realidad, no pretende novedad en modo alguno 
Al contrario, sólo desea formular — teniendo la esperanza de haberlo consegui­
do— en forma más conveniente y conecta (quizá por eso con cierta apariencia 
pedante), lo que toda sociología empírica entiende de hecho cuando habla de las 
mismas cosas. Esto aun allí donde se empleen expresiones al parecer no habitua­
les o nuevas. En relación con mi artículo en Logos (IV , 1913, pp. 253 ss.) la 
terminología ha sido simplificada en lo hacedero, y modificada muchas veces con 
el propósito de hacer fácil su comprensión en la mayor medida posible. Desde 
luego, la exigencia de una vulgarización absoluta no es siempre compatible con la 
de una máxima precisión conceptual y ésta debe predominar sobre aquélla.
Sobre el concepto “comprender” (Verstehen) cf. la obra de K. Jaspeis: Allgeme­
ine Psychopatholope, “Psicopatología general” (también algunas observaciones 
de Rickert en la segunda edición de Grenzen der naturwissenschaftlichen Be­
griffsbildung, “Límites de la formación conceptual de las ciencias naturales”, y 
particularmente de Simmel en Probleme der Geschichsphilosophie, “Problemas 
de filosofía de la historia”, corresponden a la cuestión). Metodológicamente 
remito aquí, como se ha hecho con frecuencia, al antecedente de F. Gottl en su 
obra Die Herrschaft des Worts, “El imperio de la palabra", escrita ciertamente 
en un estilo difícil y que quizá no lleva hasta su plenitud el pensamiento en ella 
encerrado. Y por lo que respecta al contenido, al bello libro de F. Tonnies, 
Gemeinschaft und Gesellschaft, “Comunidad y sociedad”. Por último,a la equi­
vocada obra de R. Stammler: W irtxhaft und Recht (“Economía y Derecho”. 
Trad. esp. Reus) y a su crírica contenida en mi artículo del Archiv für Sozialwis­
senschaft (XXIV , 1907), que ofrece en gran medida los fundamentos de lo que 
\ a a ser expuesto. De la metodología de Simmel (en la Sociología [trad. esp. Rev. 
Occ. y en Filosofía del dinero) difiero en la separación que llevo a cabo, siempre 
que ha sido factible, entre “sentido” mentado y “sentido” objetivamente válido, 
los cuales Simmd no solamente no distingue siempre, sino que con frecuencia 
permite de modo deliberado que se deslicen confundidos.
§ 1. Concepto de la sociología y del “significado” en la acción social. 
Debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, 
empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender, 
interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente 
en su desarrollo y efectos. Por “acción" debe entenderse una conducta hu­
mana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permi­
tir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido 
subjetivo. La “acción social”, por tanto, es una acción en donde el sentido 
mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orien­
tándose por ésta en su desarrollo.
I. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS
J. Por “sentido” entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de 
la acción, bien a) existente de hecho: a) en un caso históricamente dado, p) 
como promedio y de un modo aproximado, en una determinada masa de casos; 
bien b) como construido en un tipo ideal con actores de este carácter. En modo 
alguno se trata de un sentido “objetivamente justo” o de un sentido “verdadero" 
metafísicamente fundado. Aquí radica precisamente la diferencia entre las cien­
cias empíricas de la acción, la sociología y la historia, frente a toda ciencia dog­
mática, jurisprudencia, lógica, ética, estética, las cuales pretenden investigar en 
sus objetos el sentido “justo” y “válido”.
2. Los límites entre una acción con sentido y un modo de conducta simple­
mente reactivo (como aquí le denominaremos), no unido a un sentido subjeti­
vamente mentado, son enteramente clásticos. Una parte muy importante de los 
modos de conducta de interés para la sociología, especialmente la acción puramen­
te tradicional, se halla en la frontera entre ambos. Una acción con sentido, es 
decir, comprensible, no se da en muchos casos de procc“sos psicofísicos, y en otros 
sólo existe para los espeaalistas; los procesos místicos, no comunicables adecua­
damente por medio de la palabra, no pueden ser comprendidos con plenitud por 
los que no son accesibles a ese tipo de experiencias. Pero tampoco es necesaria la 
capacidad de producir uno mismo una acción semejante a la ajena para la posi­
bilidad de su comprensión: “no es necesario ser un César para comprender a 
César”. El poder “revivir” en pleno algo ajeno es importante para la evidencia 
de la comprensión, pero no es condición absoluta para la interpretación del sen­
tido. A menudo los elementos comprensibles y los no comprensibles de un pro­
ceso están unidos y mezclados entre si.
3. Toda interpretación, como toda cicncia en general, tiende a la “cadencia”. 
La e\'idencia de la comprensión puede set de carácter racional (y entonces, bien 
lógica, bien matemática) o de carácter endopático: afectiva, receptivo-artistica. 
En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que de su 
“conexión de sentido" se comprende intelectualmente de un modo diáfano y 
exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción cuando se re\'ive plenamente 
la “conexión de sentimientos” que se vivió en ella. Racionalmente comprensibles 
— es decir, en este caso; captables en su sentido intelectualmente de un modo 
inmediato y unívoco— son ante todo, y en grado máximo las conexiones signifi­
cativas, recíprocamente referidas, contenidas en las proposiciones lógicas y mate­
máticas, Comprendemos así de un modo unívoco lo que se da a entender cuando 
alguien, pensando o argumentando, hace uso de la proposición 2 x 2 = 4, o de 
los teoremas pitagóricos o extrae una conclusión lógica - ^ e acuerdo con nuestros 
hábitos mentales— de un modo “correcto”. De igual manera, cuando alguien, 
basándose en los datos ofrecidos por “hechos” de la experiencia que nos son “co­
nocidos” y en fines dados, deduce para su acción las consecuencias claramente 
inferibles (según nuestra experiencia) acerca de la clase de “medios” a emplear. 
Toda interpretación de una acción con arreglo a fines orientada racionalmente de 
esa manera posee — para la inteligencia de los medios empleados— el grado má­
ximo de evidencia. Con no idéntica evidencia, pero sí suficiente para nuestras exi­
gencias de explicación, comprendemos también aquellos "enores” (inclusive con­
fusiones de problemas) en los ^ue somos capaces de incurrir o de cuyo nacimiento 
podríamos tener una experiencia propia. Por el contrario, muchos de los “valores” 
y “fines” de carácter último que parecen orientar la acción de un hombre no los 
podemos comprender a menudo, con plena evidencia, sino tan sólo, en ciertas
6 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
circunstancias, captarlos intelectualmente; mas tropezando con dificultades ae- 
cientes para poder “revivirlos” por medio de la fantasía endopática a medida en 
que se alejan más radicalmente de nuestras propias valoraciones últimas. Tenemos 
entonces que contentamos, según el caso, con su interpretación exclusivamente 
intelectual o, en determinadas circunstancias —si bien esto puede fallar— , con 
aceptar aquellos fines o valores sencillamente como datos para tratar luego de 
hacemos comprensible el desarrollo de la acción por ellos motivada por la mejor 
interpretación intelectual posible o por un revivir sus puntos de orientación lo 
más cercano posible. A esta clase pertenecen, por ejemplo, muchas acciones vir­
tuosas, religiosas y caritativas, para el insensible a ellas; de igual suerte, muchos 
fanatismos de racionalismo extremado (“derechos del hombre” ) para quien abo­
rrece de ello. Muchos afectos reales (miedo, cólera, ambición, envidia, celos, amor, 
entusiasmo, orgullo, venganza, piedad, devoción y apetencias de toda suerte) y las 
reacciones irracionales (desde el punto de vista de la acción racional con arreglo 
a fines) derivadas de ellos podemos "revivirlos” afectivamente de modo tanto 
más evidente cuanto más susceptibles seamos de esos mismos afectos; y en todo 
caso, aunque excedan en absoluto por su intensidad a nuestras posibilidades, po­
demos comprenderlos endopáticamente en sti sentido, y calcular íntelectualmente 
sus efectos sobre la dirección y los medios de la acción.
El método científico consistente en la construcción de tipos investiga y expone 
todas las conexiones de sentido irracionales, afectivamente condicionadas, dcl 
comportamiento que influyen en la acción, como “desviaciones” de un desarrollo 
de la misma “construido” como puramente racional con arreglo a fines. Por ejem­
plo, para la explicación de un “pánico bursátil” será conveniente fijar primero 
cómo se desanollaría la acción fuera de todo influjo de afectos irracionales, para 
introducir después, como “perturbaciones”, aquellos componentes irracionales. De 
igual modo procederíamos en la explicación de una acción política o militar: ten­
dríamos que fijar, primero, cómo se hubiera desarrollado esa acción de haberse 
conocido todas las circunstancias y todas las intenciones de los protagonistas y de 
haberse orientado la elección de los medios — a tenor de los datos de la experien­
cia considerados por nosotros como existentes— de un modo rigurosamente ra­
cional con arreglo a fines. Sólo así sería posible la imputación de las desviaciones 
a las irracionalidades que las condicionaron. La constmcción de una acción rigu­
rosamente racional con arreglo a fines sir\'e en estos casos a la sociología — en 
méritos de su evidente inteligibilidady, en cuanto racional, de su univocidad- 
como un tipo (tipo ideal), mediante el cual comprender la acción real, influida 
por inacionalidades de toda especie (afectos, errores), como una desviación del 
desarrollo esperado de la acción racional.
De esta suerte, pero sólo en virtud de estos fundamentos de conveniencia me­
todológica, puede decirse que el método de la sociología “comprensiva” es “racio­
nalista”. Este procedimiento no debe, pues, interpretarse como un prejuicio 
racionalista de la sociología, sino sólo como un recurso metódico; y mucho me­
nos, por tanto, como si implicara la creencia de un predominio en la vida de lo 
racional. Pues nada nos dice en lo más mínimo hasta qué punto en la realidad 
las acciones reales están o no determinadas por consideraciones racionales de fi­
nes. (No puede negarse la existencia del peligro de interpretaciones racionalistas 
en lugares inadecuados. Toda la experiencia confirma, por desgracia, este aserto.)
4. Los procesos y objetos ajenos al sentido entran en el ámbito de las ciencias 
de la acción como ocasión, resultado, estímulo u obstáculo de la acción humana. 
Ser ajeno al sentido no significa “inanimado" o "no humano”. Todo artefacto, 
una máquina, por ejemplo, se comprende e interpreta, en fin de cuentas, por el
FUNDAMENTOS METODOLOGICOS 7
sentido que a su producción y empleo le presta (o quisiera prestar) la acción 
humana (con finalidades posiblemente muy diversas); sin el recurso a ese sentido 
permanece completamente incomprensible. Lo comprensible es, pues, su refe­
rencia a la acción humana, ya como “medio”, ya como el “fin” imaginado por el 
actor o actores y que orienta su acción. Sólo mediante estas categorías tiene lugar 
una comprensión de semejantes objetos. Por el contrario, permanecen ajenos al 
sentido todos los procesos o estados — animados, inanimados, humanos y extra- 
humanos— en que no se mienta un sentido, en tanto que no aparezcan en la 
acción en la relación de “medio” o de “fin”, y sólo sean, para la misma, ocasión, 
estímulo u obstáculo. La formación del Dollart en el año 1277 tiene (¡quizá!) 
significación “histórica” como provocadora de ciertos asentamientos de conside­
rable alcance histórico. El ritmo de la muerte y el ciclo orgánico de la vida; desde 
el desvalimiento del niño al desvalimiento del anciano, tienen naturalmente 
alcance sociológico de primera fuerza por los diversos modos en que la acción 
humana se ha orientado y orienta por esos hechos. Otra clase de categorías está 
constituida por ciertos conocimientos sobre el desarrollo de algunos fenómenos 
físicos o psicofísicos (cansancio, hábito, memoria, etc.; y también, por ejemplo, 
euforias típicas en determinadas formas de mortificación, diferencias típicas de 
los modos de reacción según ritmo, modo, claridad, etc.) que si se apoyan en la 
experiencia no implican comprensión. La situación es, sin embargo, la misma que 
la existente en otros hechos opacos a la comprensión; la “actitud comprensiva" 
los acepta en igual forma que lo hace cualquier actividad práctica, como “datos” 
con los cuales hay que contar.
Cabe la posibilidad de que la investigación futura encuentre regularidades 
no sujetas a comprensión para determinadas conductas con sentido, por escasa 
que haya sido hasta ahora semejante cosa. Diferencias en la herencia biológica 
(de las “razas” ) por ejemplo — cuando y en la medida en que se aportara la 
prueba estadística de su influjo en los modos de conducta de alcance sociológico; 
especialmente en la acción social por lo que respecta a la manera de estar referida 
a su sentido— se aceptarían por la sociología como datos, ni más ni menos que 
los hechos fisiológicos del tipo de la necesidad de alimentación o de los efectos 
de la senectud sobre la acción humana. Y el reconocimiento de su significación 
causal para nada alteraría la tarea de la sociología (y de las ciencias de la acción 
en general): comprender, interpretándolas, las acciones orientadas por un sentido. 
No haría sino insertar en determinados puntos de sus conexiones de motivos, 
comprensibles e interpretables, hechos no comprensibles (así: conexiones típicas 
de la frecuencia de determinadas finalidades de la acción o del grado de su racio­
nalidad típica con el índice craneano, el color de la piel o cualesquiera otras cuali­
dades fisiológicas hereditarias), como ya hoy día ocurre en esa materia.
5. Puede entenderse por comprensión: ], la comprensión actual del sentido 
mentado en una acción (inclusive: de una manifestación). Comprendemos, por 
ejemplo, de un modo actual el sentido de la proposición 2 x 2 = 4, que oímos o 
leemos (comprensión racional, actual, de pensamientos), o un estallido de cólera 
manifestado en gestos faciales, interjecciones y movimientos irracionales (com­
prensión irracional, actual, de afectos), o la conducta de un leñador o de alguien 
que pone su mano en el pomo de la puerta para cerrarla o que dispara sobre un 
animal (comprensión racional, actual, de acciones) — pero también: 2, la com­
prensión explicativa. Comprendemos por sus motivos qué sentido puso en ello 
quien formuló o escribió la proposición 2 x 2 = 4, para qué lo hizo precisamente 
en ese momento y en esa conexión, cuando lo vemos ocupado en una operación 
mercantil, en una demostración científica, en un cálculo técnico o en otra acción
8 CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
a cuya conexión total pertenece aquella proposición por el sentido que vemos 
vinculado a ella; es decir, esa proposición logra una “conexión de sentido” com­
prensible para nosotros (comprensión racional por motivos). Comprendemos al 
leñador o al que apunta con un arma, no sólo de un modo actual, sino por sus 
motivos, cuando sabemos que el primero ejecuta esa acción por ganarse un salario 
o para cubrir sus necesidades o por diversión (racional) o porque “reaccionó de 
tal modo a una excitación” (irracional), o que el que dispara el arma lo hace por 
una orden de ejecutar a alguien o de defensa contra el enemigo (racional) o bien 
por venganza (afectiva y, en este sentido, irracional). Comprendemos, por últi­
mo, un acto de cólera por sus motiv os cuando sabemos que detrás de él hay celos, 
vanidad enfermiza u honor lesionado (afectivamente condicionado: comprensión 
irracional por motivos). Todas éstas representan conexiones de sentido compren­
sibles, la comprensión de las cuales tenemos por una explicación del desarrollo 
real de la acción. “Explicar” significa, de esta manera, para la ciencia que se ocu­
pa dcl sentido de la acción, algo asi como: captación de la conexión de sentido 
en que se incluye una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de su 
sentido “subjetiramente mentado”. (Sobre la significación causal de este “expli­
car” cf. nP 6.) En todos estos casos, también en los procesos afectivos, entende­
mos por sentido subjetivo del hecho, incluso de la conexión de sentido, el sentido 
“mentado” (apartándonos del uso habitual, que suele hablar únicamente de “men­
tar”, en la significación aludida, con respecto a las acciones racionales e intencio­
nalmente referidas a fines).
6. Comprensión equivale en todos estos casos a: captación interpretativa del 
sentido o conexión de sentido: a) mentado realmente en la acción particular (en 
la consideración histórica); b) mentado en promedio y de modo aproximativo 
(en la consideración sociológica en masa); c) construido científicamente (por el 
método tipológico) para la elaboración del tipo ideal de un fenómeno frecuento. 
Semejantes construcciones típico-ideales se dan, por ejemplo, en los concep­
tos y leyes de la teoría económica pura. Exponen cómo se desanollaría una 
forma especial de conducta humana, si lo hiciera con todo rigor con arreglo 
al fin, sin perturbación alguna de errores y afectos, y de estar orientada de un 
modo unívoco por un solo fin (el económico). Pero la acción real sólo en casos 
raros (Bolsa), y eso de manera aproximada, transcurre tal como fue construida 
en el tipo ideal (respecto a la finalidadde tales construcciones, cf. Archiv. f. 
Sozialmiss., XIX, pp. 64 ss., e infra, el n? 8).
Toda interpretación persigue la e\'idencia. Pero ninguna interpretación de 
sentido, por e\'¡dente que sea, puede pretender, en méritos de ese carácter de evi­
dencia, ser también la interpretación causal válida. En sí no es otra cosa que 
una hipótesis causal particularmente evidente, a) Con frecuencia “motivos” pre­
textados y “represiones" (es decir, motivos no aceptados) encubren, aun para el 
mismo actor, la conexión real de la trama de su acción, de maneta que el pro­
pio testimonio subjetivo, aun sincero, sólo tiene un valor relativo. En este caso 
la tarea que incumbe a la sociología es averiguar e interpretar esa conexión, aun­
que no haya sido elevada a conciencia o, lo que ocurre las más de las veces, no 
lo haya sido con toda la plenitud con que fue mentada en concreto: un caso lí­
mite de la interpretación de sentido, b) Manifestaciones externas dé la acción 
tenidas por nosotros como “iguales” o “semejantes” pueden apoyarse en conexio­
nes de sentido muy diversas en el actor o actores; y “comprendemos” también 
un actuar fuertemente diverso, a menudo de sentido cabalmente opuesto, frente 
a situaciones que juzgamos “semejantes” entre sí. (Ejemplos en Simmel: Probl. 
der Geschichtaphil.) c) En situaciones dadas los hombres están sometidos en su
FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS 9
acción a la pugna de impulsos contrarios, todos ellos “comprensibles”. Cuál sea 
la intensidad relativa con que se manifiestan en la acción las distintas referencias 
significativas subyacentes en la “lucha de motivos", para nosotros igualmente 
comprensibles, es cosa que, según la experiencia, no se puede apreciar nunca con 
toda seguridad y en la mayor parte de los casos ni siquiera de un modo aproxi­
mado. Sólo el resultado efectivo de la lucha de motivos nos ilustra sobre ello. 
Como en toda hipótesis es indispensable el control de la interpretación compren­
siva de sentidos por los resultados: la dirección que manifieste la realidad. Sólo 
en los escasos y especialmente adecuados casos de la experimentación psicològici 
puede lograrse un control de precisión relativa. También por medio de la esbidís- 
tica, y con extraordinarias diferencias en la aproximación, en los casos (también 
limitados) de fenómenos en masa susceptibles de cuantificación y correlación. En 
los demás casos, y como tarea importante de la sociología comparada, sólo queda 
la posibilidad de comparar el mayor número posible de hechos de la vida histó­
rica o cotidiana que, semejantes entre sí, sólo difieran en un punto decisivo: el 
“motivo” u “ocasión", que precisamente por su importancia práctica tratamos 
de investigar. A menudo sólo queda, desgraciadamente, el medio inseguro del 
“experimento ideal", es decir, pensar como no presentes ciertos elementos cons­
titutivos de la cadena causal y “construir” entonces el curso probable que tendría 
la acción para alcanzar así una imputación causal.
La llamada “ley de Cresham”, por ejemplo, es una interpretación racion.il 
evidente de la conducta humana en determinadas condiciones y desde el supues­
to típico-ideal de una acción estrictamente racional con arreglo a fines. Hasta 
qué punto la conducta real concuerda con la construcción es cosa que sólo puede 
enseñarnos una experiencia (expresable, en principio, en alguna forma estadística) 
que compruebe en las relaciones económicas la desaparición efectiva de la mone­
da de más valor; ello nos instruye sobre la amplia validez de la ley. En realidad, 
la marcha del conocimiento es ésta: primero existieron las observaciones de la 
experiencia y luego vino la fórmula interpretativa. Sin esta interpretación conse­
guida por nosotros hubiera quedado insatisfecha nuestra necesidad causal. Pero 
sin la prueba, por otra parte, de que el desarrollo idealmente construido de los 
modos de conducta encarna en alguna medida también en la realidad, una ley 
semejante, tan evidente en sí como se quiera, hubiera sido una construcción sin 
\alor alguno para el conocimiento de la acción real. En este qemplo es conclu­
yente la concordancia entre adecuación de sentido y prueba empírica, y los casos 
son lo suficientemente numerosos para tener la prueba como suficientemente 
segura. La hipótesis de Eduard Mayer sobre la significación causal de las bata­
llas de Maratón, Salamina y Platea respecto de la peculiaridad del desarrol 
la cultura helénica (y, con ella, de la occidental) — hipótesis inferida por a< 
ción de sentido y apoyada ingeniosamente en hechos sintomáticos (actit 
los oráculos y de los profetas helénicos para con los persas — sólo puede forta­
lecerse con la prueba obtenida de los ejemplos de la conducta seguida por los 
persas en los casos de victoria (Jerusalén, Egipto, Asia Menor) y, por tanto, en 
muchos aspectos tiene que permanecer incompleta. La evidencia racional inter­
pretativa de la hipótesis tiene aquí que serv ir forzosamente como apoyo. En otros 
muchos casos de imputación histórica, al parecer de gran evidencia, ni siquiera 
cabe la prueba del caso citado. Por consiguiente, la imputación queda definitiva­
mente como una simple hipótesis.
7. Llamamos “motivo" a la conexión de sentido que para el actor o el obser­
vador aparece como el “fundamento” con sentido de una conducta. Decimos 
que una conducta que se desarrolla como un todo coherente es “adecuada por el
1 0 CONCEPTX)S SOCIOLÓGICOS FUNDAMENTALES
sentido”, en la medida en que afirmamos que la relación entre sus elementos 
constituye una “conexión de sentido" típica (o, como solemos decir, "conecta”) 
a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios. Decimos por el contrario, 
que una sucesión de hechos es “causalmente adecuada” en la medida en que, st- 
gún reglas de experiencia, exista esta probabilidad; que siempre transcurra de 
igual manera. (Adecuada por su sentido es, por ejemplo, la solución correcta de u¡i 
problema aritmético, de acuerdo con las normas habituales del pensamiento y dcl 
cálculo. Es causalmente adecuada — en el ámbito del acontecer estadístico— la 
probabilidad existente, de acuerdo con reglas comprobadas de la experiencia, de 
una solución “correcta” o “falsa” — desde el punto de vista de nuestras normas 
habituales— y también de un “error de cálculo” típico o de una confusión de 
problemas también típica.) La explicación causal significa, pues, esta afirmación; 
que, de acuerdo con una determinada regla de probabilidad —cualquiera que se;\ 
el modo de calcularla y sólo en casos raros e ideales puede ser según datos men­
surables— , a un determinado proceso (interno o externo) obser\-ado sigue otro 
proceso determinado (o aparece juntamente con él).
Una interpretación causal correcta de una acción concreta significa: que el 
desarrollo externo y el motivo han sido conocidos de un modo certero y al mismo 
tiempo comprendidos con sentido en su conexión. Una interpretación causal 
correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el 
acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y 
puede también ser comprobado como causalmente adecuado (en algún grado). Si 
falta la adecuación de sentido nos encontramos meramente ante una probabilidad 
estadística no susceptible de comprensión (o comprensible en forma incompleta); 
y esto aunque conozcamos la regularidad en el desarrollo del hecho (tanto exte­
rior como psíquico) con el máximo de precisión y sea dcterminablc cuantitatí\\i- 
mente. Por otra parte, aun la más evidente adecuación de sentido sólo puede 
considerarse como una proposición causal correcta para el conocimiento socioló­
gico en la medida en que se pruebe la existencia de una probabilidad (determina­
ble de alguna manera) de que la acción concreta tomará de hecho, con dctermi- 
nable frecuencia o aproximación (por término medio o en el caso “puro” ), la 
forma que fue considerada como adecuada por el sentido. Tan sólo aquellas 
regularidades estadísticas que corresponden al sentido mentado

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