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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA “EL PROCESO DE LA TERAPIA, LAS RELACIONES INTERPERSONALES Y SU INFLUENCIA EN EL FACILITADOR” T E S I N A QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G I A P R E S E N T A : A N A L L E L Y C H Á V E Z S E R R A N O DIRECTORA: LIC MARÍA ESTHER RODRÍGUEZ DE LA ROSA DICTAMINADORES: MTRO. ANGEL CORCHADO VARGAS MTRA. GUADALUPE CONCEPCIÓN MELÉNDEZ CAMPOS TLALNEPANTLA, EDO DE MEXICO 5 DE FEBRERO 2009 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. “La inteligencia no solo consiste en el conocimiento si no también en la destreza para aplicar los conocimientos a la practica” Aristoteles AGRADECIMIENTOS: Lic. María Esther Rodríguez de la Rosa: Por el apoyo dedicado y acompañamiento recibido durante el desarrollo y culminación de la presente tesina. Mtro. Ángel Corchado Vargas Por el tiempo dedicado a si como los valiosos y oportunos comentarios realizados durante el desarrollo de la tesina para mejora de la misma. Mtra. Guadalupe Concepción Meléndez Campos Por el espacio que me brindo para poder realizar las observaciones puntuales que permitieron enriquecer este trabajo. Lic. Ángeles Herrera Romero y Lic. Kenia Porras Oropeza. Por el tiempo dedicado a la revisión de esta tesina. Nunca consideres el estudio una obligación sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravillosos mundo del saber. Albert Einstein DEDICATORIA: Esta tesina representa la culminación de un ciclo en mi vida… la de estudiante por lo que me es grato dedicarlo a las personas que formaron parte de ella. Iniciare con mencionar a mis padres quienes estuvieron noche y día… mas noches que días… en la formación de cada uno de los conocimientos con los que ahora puedo contar. Representan la base de lo que soy como persona y lo que puedo ser como futuro profesionista. Ellos son los que desde el inicio den este camino me brindaron su apoyo y confianza para que pudiera concluir esta fase de mi vida. Para esa persona especial que estuvo conmigo desde el inicio y antes del mismo (y eso ya es mucho) que ha sobrellevado todos y cada uno de los cambios que se generaron en el proceso de mi formación como psicóloga, el encargado de manifestar el entusiasmo necesario para hacer mas grata esta travesía ÍNDICE RESUMEN INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………… 1 CAPÍTULO 1. HISTORIA Y ASPECTOS TEÓRICOS DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTA 1. Historia de la Psicología Humanista..………………………………………………. 3 1.1. Principios teóricos y filosóficos de la Psicología Humanista..…………..…… 7 CAPÍTULO 2. ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA, LA TEORÍA DE LA PERSONALIDAD Y LA TEORÍA DE LA TERAPIA 2. Enfoque centrado en la persona………………..…………………………………. 9 2.1. Principios teóricos y filosóficos………………..…………………………………. 9 2.2. Teoría de la terapia………………….……………………………………………. 13 2.2.1. Principios teóricos………………………..…………………………………….. 14 2.3. Teoría de la personalidad………………………………….……………………... 23 2.4. Teoría de las relaciones interpersonales...……………………………………... 29 CAPÍTULO 3. ASPECTOS FUNDAMENTALES EN EL PROCESO DE LA TERAPIA DESDE LA PERSPECTIVA DEL FACILITADOR 3. Características del facilitador………………………………………………………. 32 3.1. Counseling versus terapia………………………………………………………... 36 3.2. Empatía y simpatía…………………………………………...…………………… 42 3.3. El psicólogo como persona………………………...…………………………….. 44 3.4. La Terapia, un proceso de Inclusión para el facilitador…………...………….. 46 CONCLUSIONES…………………..………………………………………………….. 50 BIBLIOGRAFÍA……………………………………..…………………………………. 53 REFERENCIAS………………………………..………………………………………. 56 RESUMEN El presente trabajo es una tesina, el marco teórico que lo rige es el Humanista, específicamente el Enfoque Centrado en la Persona (EFC) de Carls Rogers. El objetivo es describir, si el proceso de la terapia y las Relaciones Interpersonales influyen en el facilitador. La recapitulación de información estuvo en función de artículos con un enfoque Humanista, esto con la finalidad de toda la información valla en función de una misma línea teórica. Esta tesina permite concluir que durante el proceso de terapéutico, desde el enfoque humanista, es altamente probable que se sufra influencia en el desarrollo de la personalidad del facilitador. INTRODUCCIÓN El estudio del ser humano puede ser realizado desde muy diferentes ángulos y perspectivas complementarios entre sí. Para fines del presente trabajo contemplaremos la visión de la psicología Humanista, debido a que es una de las corrientes que nos brinda libertad para el entendimiento y aceptación del comportamiento humano, ya que su visión es holística es decir ve al hombre como un todo completo, y esto es lo más importante para poder brindar un proceso de ayuda. Este enfoque busca poner un gran énfasis en la naturaleza del hombre entendida en términos de preguntas; y la principal pregunta a formularse es ¿Cuál es la meta y propósito de mi vida? Esta pregunta es fundamental dentro de la naturaleza del hombre porque bajo ella es en la que regimos la manera en cómo la iremos formando, es la pregunta que nos mantiene en la cuerda y la que irá marcando los posibles problemas en que nos podamos encontrar debido a que no podemos alcanzar esas metas, es aquí donde los problemas o desequilibrios comienzan a surgir. Rogers (1964) menciona que a veces las personas tienden a ocultar su propio sí mismo y a comportarse de acuerdo con las expectativas ajenas, y es cuando se genera un conflicto entre lo qué se es y lo qué se desea ser, contrario a cuando las personas se aceptan tal cual son, ya que esta aceptación es la que los mantiene en un plano de aceptación de sí mismo así como una aceptación de manera atenta y comprensiva a los demás, de esta manera confía en sus procesos internos, a medida que se abre a la expresión es realista en sentido creativo y creativo en sentido realista. Rogers (1958) describe el proceso de relación de ayuda como “una relación en la que por lo menos una de las dos partes tiene la intención de promover el crecimiento, el desarrollo la maduración, el mejor funcionamiento y el mejor enfrentamiento a la vida de la otra quien puede ser un individuo o un grupo” (p.102). Esta definición es bastante explícita en el sentido del trabajo que como psicólogos, desde este enfoque debemos tomar en cuenta, para de esta manera poder realizar un buen ejercicio profesional. Este enfoque ha proporcionado una alternativa a las formas psicoanalíticas tradicionales de terapia, y al hacerlo ha ofrecido otra perspectiva de autodeterminación y dirección interna, en lugar de los impulsos instintos biológicos. La persona en evolución y crecimiento sustituye a la víctima de la historia personal. La libertad de elección sustituye al conjunto mecánicamente determinado de conductas. Es de esta manera que la palabra cliente sugiere un aspecto que tiene importancia, siendo así, reemplazado el papel de paciente pasivo en el contexto de lademanda de autoridad del médico, para elegir la igualdad y la libertad. Pero finalmente la relación de ayuda centra su atención en cliente como tal, dejando sutilmente el proceso de desarrollo que sufre el facilitador a un lado, es decir su atención está enfocada en la evolución que tiene el cliente durante el transcurso de su desarrollo. Pero qué hay de la parte del facilitador, si bien es cierto que él es el intermediario entre el cliente y la realidad, este último, no deja de ser persona, que pudiera sentir y sufrir el problema, es decir pudiera ser sujeto a convertirse en cliente al mismo tiempo de ser facilitador, sin que eso demerite, su ética y profesionalismo como Psicólogo. Por lo tanto surge la pregunta ¿influirá el proceso de la terapia y las relaciones interpersonales en el facilitador? Y de esta manera enunciamos que el objetivo de la tesina es investigar ¿si influirá el proceso de la terapia y las Relaciones Interpersonales en el facilitador?, para poder llegar a la respuesta de esta incógnita, a lo largo de este escrito pondremos especial atención en los aspectos relacionados con la psicología Humanista, desde la situación política económica, en la cual se desarrolló, hasta aspectos del proceso de la terapia desde los ojos del terapeuta, por lo tanto todo lo que se escribe después de estas líneas ira enfocado al conocimiento de los aspectos teórico prácticos del Enfoque Centrado en la Persona. CAPÍTULO 1 HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTA Durante mucho tiempo el método de la psicología fue extraído del de la física. Es ciertamente increíble y lamentable que una ciencia tan joven como la psicología haya restringido, sobre todo en el pasado, su pensamiento a lo que otras han pensado, hallado elaborado u organizado en formulaciones teóricas, declaraciones programáticas o estipulaciones metodológicas. Se denomina psicología humanista a una corriente dentro de la psicología, que nace como parte de un movimiento cultural más general surgido en Estados Unidos en la década de los sesentas y que involucra planteamientos en ámbitos como la política, las artes y el movimiento social denominado contracultura. Surgió en reacción al conductismo y al psicoanálisis, dos teorías con planteamientos opuestos en muchos sentidos pero que predominaban en ese momento. Pretende la consideración global de la persona y la acentuación en sus aspectos existenciales (la libertad, el conocimiento, la responsabilidad, la historicidad), criticando a una psicología que, hasta entonces, se había inscrito exclusivamente como una ciencia natural, intentando reducir al ser humano a variables cuantificables, o que, en el caso del psicoanálisis, se había centrado en los aspectos negativos y patológicos de las personas. Por esto, uno de los teóricos humanistas más importantes de la época, Abraham Maslow, denominó a este movimiento La Tercera Fuerza para mostrar lo que se proponía con esta corriente: integrar las formas (aparentemente opuestas) en que se expresaba el quehacer psicológico de la época (conductismo y psicoanálisis). La psicología humanista una nueva y más amplia filosofía de la ciencia y comparte con otras tendencias filosóficas de origen Europeo una revolución en la filosofía de la ciencia En las décadas de los cincuenta y sesenta apareció en los Estados Unidos la "psicología humanista" como "tercera fuerza", junto al psicoanálisis y al conductismo. La inmigración de muchos europeos durante el dominio nazi fue un apoyo para la renovación cultural y humanística que empezaba en los Estados Unidos; para muchas personas se hizo claro que el rápido desarrollo técnico no podía continuar imparable de esta forma, si no se quería poner en peligro la importancia del individuo o de la raza humana en su totalidad. Es así como muchas personas se sintieron desamparadas, pero esto no se trataba de una soledad como estado fundamental de la existencia humana, sino de la forma neurótica de la soledad que acompañó a la creciente alienación de los individuos respecto a sí mismos y de otros seres humanos (Martínez, 1999). De esta manera se intensificó la preocupación por las cuestiones filosóficas existiendo un gran interés por la filosofía existencialista, que en Europa estaba en sus inicios conceptuales y que los científicos inmigrantes llevaban consigo; la filosofía existencialista centra su atención en el análisis y descripción rigurosa de la existencia o modo de ser del hombre en el mundo (existencia individual), esta existencia se asigna únicamente a las personas no a las cosas. La tesis fundamental del existencialismo es que la existencia precede de la esencia, es decir, el hombre no posee una esencia como algo determinado, sino que la va construyendo durante su existencia a través de su libertad (Quitmann, 1989). Quitmann (1989) menciona que la historia de la psicología humanista abarca el periodo que comprende entre 1929, fecha en la que se acentúa una crisis económica mundial, y 1962 año de la fundación de la American Association of Humanistic Psychology. La situación política en la que se desarrolló la psicología Humanista, fue sumamente importante, dado que ésta es la que de alguna manera enmarcó la importancia y formulación de la misma. Para ello se relatará un poco acerca del contexto en el que se desarrolló se iniciara como dice Quitmann en el año de 1929 en Estados Unidos cuando se presenta una fuerte crisis económica, la cual encamina del alguna manera el rumbo que habrían de seguir muchos países. En 1929 está manifestado en el calendario de la historia como el inicio de la crisis económica que sumió en la pobreza y la desesperación a millones de personas. La catástrofe financiera se inició en Estados Unidos, se expandió luego a Europa y terminó abarcando todo el mundo. Sin embargo, en el plano económico interno, la prosperidad que se vivía en ese país no poseía fundamentos muy sólidos. Todos querían enriquecerse, cual más cual menos, especulaba en la bolsa de valores y el precio de las acciones alcanzó valores estratosféricos (Tortosa, 1998). El 19 de octubre de ese mismo año los indicadores de cotizaciones de la Bolsa de Valores de Nueva York entraron en una actividad febril. Esta crisis repercutió en Europa y el resto del mundo. Estados Unidos ya no estaba en condiciones de seguir haciendo inversiones en el extranjero y el colapso se extendió rápidamente. La consecuencia inmediata fue la miseria de millones de personas, quienes quedaron sin trabajo; aumentó el desempleo en más de dos millones de personas en menos de seis meses, el crack de Wall Street marcó el inicio de la Gran Depresión de la década de 1930, sentando las bases para la adopción del programa del New Deal por Franklin D. Roosevelt. La elección para presidente de Franklin D. Roosevelt y el establecimiento del New Deal (Nuevo Reparto o Nuevo Trato), en 1932 permitió recuperar la confianza en Estados Unidos y marcó el principio del fin de la Depresión (Tortosa, 1998). Esta era la situación económica y política que se vivía en los inicios de la Psicología Humanista, ello debido a que las nuevas leyes para la promoción de programas de trabajo estatales se mezclaban con programas de bienestar social, que debían asegurar la existencia digna a todos los ciudadanos, en especial a niños, campesinos, comerciantes y otros. Pero en el inicio de la Psicología Humanista no sólo hubo movimientos políticos, también hubo filosóficos que estuvieron presentes por más tiempo. El pensamiento que influyó en el surgimiento de esta corriente es muy amplio y podría resumirse como el que generaron todos aquellos que se han resistido a reducir la psicología y el estudio de los seres humanos a una mera ciencia natural. Sin embargo, se pueden sistematizar sus influencias en varios grupos: Matson (1984) menciona que en cuantoa la crítica al mecanicismo y reduccionismo de la psicología en tanto ciencia natural, y su propuesta de poner énfasis en la intencionalidad del ser humano como individuo total, se puede citar a Franz Brentano y su concepto de intencionalidad, a Oswald Külpe con su anti- elementalísimo, a Wilhelm Dilthey y a William James con su estudio sobre la conciencia y la introspección. En el aporte de figuras disidentes de la ortodoxia freudiana se pueden contar como influencias a Erich Fromm con su foco en la búsqueda existencial de los seres humanos, a Karen Horney, a Erik Erikson y su concepción sociocultural del desarrollo humano, a Carl Gustav Jung y su estudio de la espiritualidad humana y su lucha por auto-desarrollarse, a Alfred Adler y a Wilhelm Reich y su reivindicación del cuerpo en la psicoterapia. Las teorías de la personalidad que emergieron en esos momentos como las de Gordon Allport o Henry Murray y que intentaron mostrar al ser humano más en función de sus motivaciones y necesidades que en función de sus patologías o determinaciones ( Matson,1984). El trabajo del psicoanálisis fenomenológico existencial, con autores como Ludwig Binswanger en Europa o Rollo May en Estados Unidos El movimiento contemporáneo de la Psicología Humanista comienza a tener auge en la mitad de la década de 1950, cuando Abraham Maslow y otros colegas reaccionaron a la inhospitalidad de las revistas académicas y a la infertilidad de la literatura, e hicieron circular artículos no publicados. En poco tiempo se amplio el medio de correspondencia, lo suficiente para justificar la publicación de una revista independiente, que apareció en 1961 con el nombre de Journal of Humanistic Psychology. Otro de los acontecimientos que dieron lugar a la Psicología humanista fue la inauguración de la American Association for Humanistic Psychology. De esta manera la Psicología Humanista ha extendido sus horizontes y ha expandido su conciencia en otras direcciones. Pero no solo la historia de la Psicología Humanista es lo que hace se considere como relevante, lo que realmente la mantiene son sus principios teóricos y filosóficos. 1.1. Principios Teóricos y Filosóficos de la Psicología Humanista. Las ideas de la Psicología Existencialista llegaron a Estados unidos después de la crisis económica, cuando iniciaba un periodo de prosperidad con el programa “New Deal”. Es importante mencionar como es que se empieza a vincular el espíritu pragmático, democrático y humanista de la reforma económica del New Deal con las ideas europeas de la filosofía existencialista y de la fenomenología en el nacimiento de una nueva corriente psicológica (Quitmann, 1989). Martínez (1999), dice que la caracterización de la concepción humanista del hombre tiene por objetivo señalar la riqueza de la naturaleza del hombre, se sobreponen, se entrelazan y poseen una fuerte interacción, de tal manera que al pensar en una hay que tener siempre presente la realidad de las demás y menciona ciertas características de este como son: ≈ El hombre, como tal, sobrepasa la suma de sus partes. El hombre debe ser considerado como algo más que un resultado de la adición de varias partes y funciones. ≈ El hombre lleva a cabo su existencia en un contexto humano. Su naturaleza se expresa en su relación con los otros seres humanos. ≈ El hombre es consciente. La conciencia forma parte esencial de su ser. ≈ El hombre tiene capacidad de elección. La conciencia hace al hombre, no mero espectador, sino participe de sus experiencias. ≈ El hombre es intencional. La intencionalidad es la base sobre la cual el hombre construye su identidad. El ser humano es considerado único e irrepetible. Tenemos la tarea de desarrollar eso único y especial que somos. El ser humano es de naturaleza intrínsecamente buena y con tendencia innata a la autorrealización. La naturaleza, de la que este ser humano forma parte, expresa una sabiduría mayor. Por lo tanto, como seres humanos debemos confiar en la forma en que las cosas ocurren, evitando controlarnos o controlar nuestro entorno. La conciencia que tenemos de nosotros mismos y la forma en que nos identificamos con nuestro yo, es uno de los varios estados y niveles de conciencia a los que podemos llegar, pero no es el único. En relación al punto anterior, la tendencia en el curso de nuestra autorrealización es ir alcanzando cada vez niveles de conciencia más evolucionados, que se caracterizan por ser cada vez más integradores. La psicología humanista parte desde un reconocimiento del cuerpo como una fuente válida de mensajes acerca de lo que somos, hacemos y sentimos, así como medio de expresión de nuestras intenciones y pensamientos. Funcionamos como un organismo total, en que mente y cuerpo son distinciones hechas sólo para facilitar la comprensión teórica. La cultura occidental ha tendido a valorar lo racional sobre lo emocional, la acción frente a la contemplación, etc. Esto produce un desequilibrio en nuestro organismo, ya que desconoce aspectos valiosos de nosotros mismos o los subestima, relegándolos al control de otros. El cultivo de lo emocional, lo intuitivo, lo contemplativo, por parte de la psicología humanista, es un intento por reestablecer ese equilibrio. Conozcamos un poco acerca de su técnica, el Enfoque Centrado en la persona. CAPÍTULO 2 ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA TEORÍA DE LA TERAPIA PERSONALIDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES Enfoque Centrado En La Persona. La psicoterapia centrada en la persona (o en el cliente) constituye un concepto psicológico aplicado al trabajo terapéutico, es decir, clientes en búsqueda de ayuda psicológica. Ha sido creado por el psicólogo Carl R. Rogers (1902 - 1987), Profesor de Psicología a partir de los años 40. Es uno de los métodos más investigados a nivel científico desde entonces, y ha dado sus pruebas de eficacia como tratamiento psicoterapéutico. Según Rogers, el cliente es el que lleva el peso de la terapia (auto-directividad) y no el terapeuta. "El individuo tiene la capacidad suficiente para manejar en forma constructiva todos los aspectos de su vida que potencialmente pueden ser reconocidos en la conciencia", (pag. 95) por lo que en todo ser humano existe una tendencia innata, al desarrollo progresivo y a la superación constante, si se encuentran presentes las condiciones adecuadas (Rogers y Kinget, 1971). A partir de su rica y vasta experiencia clínica, descubrió que toda persona, por muy afligida que esté, tiene por naturaleza fuerzas de crecimiento y desarrollo, que le empujan a realizarse lo más posible como persona en contacto con su ambiente. Y es a lo que se conoce como la tendencia a la actualización (Rogers, 2002). 2.1. Principios Teóricos y Filosóficos. El Enfoque Centrado en el cliente se define por un mínimo de contacto establecido entre el cliente y el facilitador, el cliente debe estar en un estado de incongruencia y de una u otra manera, debe darse cuenta de la presencia del terapeuta y de la relación ofrecida. (Rogers y Kinget, 1971). De acuerdo con Rogers (1958) el facilitador no dirige con objetivos de resultados ya establecidos, para su cliente, porque eso sería decidir por él y manejarlo, pero tampoco se priva de participar, ni es indiferente al sufrimiento de una persona. Lo que hace en definitiva es acompañar en una búsqueda mutua para que quién consulte llegue ser quién es y decidir desde su individualidad. El terapeuta entonces mediante técnicas trata de reflejar la vivencia de sus clientes. Se trata de reeducar al sujeto aquejado en una atmósfera de comprensión, de confianza en si mismo descubriendo los propios valores. En un sentido filosófico, los terapeutas centrados en la persona consideran al ser humano como una persona que, durante su vida entera, vive en una interdependencia entre sus necesidades de autonomíay sus necesidades de estar relacionado con los demás. Las dos necesidades son existenciales. Uno de los objetivos del enfoque centrado en la persona es ayudar al paciente a encontrar su equilibrio en esta interdependencia y de desarrollar en ella su pleno funcionamiento social y psíquico (Rogers, 1958). González (1991) dice que el hombre es positivo por naturaleza, y por ello requiere respeto absoluto, especialmente a sus aspiraciones de superación. De ello se desprende, que está prohibido para el psicoterapeuta realizar todo tipo de conducción o dirección sobre el individuo, todo tipo de diagnóstico o interpretación, porque ello constituiría un atentado contra las posibilidades del sujeto y contra su tendencia a la actualización. Se recomienda situarse en el punto de vista del cliente, asumir su campo perceptual y trabajar con base en ello como una especie de alter ego. Incluso la palabra "cliente" es asumida de una manera especial: el cliente es aquella persona que responsablemente busca un servicio y participa del proceso terapéutico de la misma manera; aquella, consciente de su capacidad de desarrollo no utilizada, que no va "en busca de ayuda" sino que trata de ayudarse a sí misma. El Enfoque Centrado en la Persona tiene una tradición de investigación e innovación, desde su misma fundación en 1940, quizá superior a cualquier otra orientación psicológica, ya sea tratando de comprender mejor la investigación y la ciencia, desafiando su paradigma tradicional, como logrando mejorar la práctica de la psicoterapia. De esta manera, se fue estructurando la teoría, la cual se revisaba periódicamente, y se pudo desarrollar y afianzar una práctica más eficaz. Por ello, la investigación es una tradición que ha acompañado siempre a este enfoque, y el método utilizado ha sido prevalentemente el fenomenológico. Las realidades cuya naturaleza y estructura pueden ser observadas, al menos parcialmente, desde afuera, podrán ser objeto de estudio de otros métodos. Las realidades, en cambio, cuya naturaleza y estructura peculiar sólo pueden ser captadas desde el marco de referencia del sujeto que las vive y experimenta, exigen ser estudiadas mediante métodos fenomenológicos. En este caso, no se está estudiando una realidad “objetiva y externa” (como ordinariamente se califica), que parece igual para todos, sino una realidad cuya esencia depende del modo en que es vivida y percibida por el sujeto, una realidad interna y personal, única y propia de cada ser humano. Por tanto, no se le puede introducir por la fuerza en el esquema conceptual y método preestablecidos por el investigador, ya que, posiblemente, se destruiría su naturaleza y esencia peculiar (Quitmann, 1989). La fenomenología y su método nacieron y se desarrollaron para estudiar estas realidades como son en sí, dejándolas que se manifiesten por sí mismas sin constreñir su estructura dinámica desde afuera, sino respetándola en su totalidad. Husserl (1974) menciona que la fenomenología es el estudio de los fenómenos tal como son experimentados, vividos y percibidos por el ser humano. El énfasis primario de la fenomenología está puesto en el fenómeno mismo, es decir, en lo que se presenta y revela a la propia conciencia y del modo como lo hace: con toda su concreción y particularidad; y esto no sólo tendría su estructura y regularidad, sino una lógica que sería anterior a cualquier otra lógica. En el caso del Enfoque Centrado en la Persona, sería la conciencia del cliente, primero y luego la del facilitador. La fenomenología no desea excluir de su objeto de estudio nada de lo que se presenta a la conciencia; sin embargo, desea aceptar sólo lo que se presenta y, precisamente, así como se presenta; y este punto de partida es puesto como base debido a que el hombre sólo puede hablar de lo que se le presenta en su corriente de conciencia o de experiencia, y además porque, su conducta es una función de sus vivencias. El método fenomenológico respeta plenamente la relación que hace la persona de sus propias vivencias, ya que, al tratarse de algo estrictamente personal, no habría ninguna razón externa para pensar que ella no vivió, no sintió o no percibió las cosas como dice que lo hizo. Podemos conocer cómo nos sabe a nosotros el chocolate, pero nunca cómo le sabe a otra persona si ella no trata de decírnoslo; y aun cuando nos lo diga, esa experiencia no es plenamente comunicable. El Enfoque Centrado en la Persona establece y demuestra una teoría central que se apoya y refuerza en la base fundamental a que recurre todo conocimiento que quiera adjudicarse el atributo de “ciencia”, es decir, un conocimiento obtenido siguiendo los criterios de la “cientificidad”: la rigurosidad y la sistematicidad. Evidentemente, esto no indica que logremos una “verdad” determinante, válida hoy, mañana y siempre y en todo lugar; siempre será una “verdad provisional y temporal”, es decir, hasta que no sea superada por otra mejor. El referente fundamental de juicio de esta teoría es su eficiencia y eficacia práctica, y afirma que “todo ser vivo” necesita un ambiente, una atmósfera, un clima propicios y adecuados, y que, cuando se le ofrecen (en el caso humano, a través de las características de una autenticidad genuina y transparente, una aceptación incondicional respetuosa y cálida y una comprensión empática), activan su “tendencia actualizante”, como fuente interna de dirección de la vida, de la búsqueda de sentido y de valores, y despliegan su máxima potencialidad de desarrollo y creatividad, y llegan a niveles de excelencia difíciles de imaginar en esta evolución eterna de la vida, en general, y de los seres humanos, en particular. La exigencia básica y fundamental que la teoría demanda es que se den las condiciones señaladas, pues ellas constituyen la capa, la atmósfera, el clima, donde germina y se desarrolla la vida que todo organismo vivo lleva en sí mismo por su propia naturaleza. Por ello, es ahí donde debe concentrarse toda persona que quiera aplicar este enfoque. 2.2. Teoría de la Terapia A estas alturas de la exposición, un terapeuta no conocedor del enfoque rogeriano podría discutir que no se ha dicho nada nuevo hasta el momento, dado que todos los enfoques buscan en mayor o menor medida favorecer la capacidad de crecimiento, y que todo psicoterapeuta que amerite tal título debe comenzar por aceptar y tratar de comprender a sus pacientes. Sin embargo, no se trata sólo de tener piadosamente en cuenta dichos aspectos, haciendo gala de humanitarismo o de haber tenido un buen entrenamiento. Dichos aspectos son la base del enfoque y constituyen, antes que nociones volátiles, actitudes plenamente asimiladas de las que se van a desprender las técnicas. Actualmente, a pesar de que los términos “no-directiva” y “centrada en el cliente” se mantienen, la mayoría de las personas simplemente le llaman terapia rogeriana. Una de las frases que Rogers utiliza para definir su terapia es “de apoyo, no reconstructiva”. Esto es, si la independencia, autonomía, libertad con responsabilidad es lo que un cliente quiere lograr, no lo logrará si se mantiene dependiente del terapeuta. Los clientes deben experimentar sus introspecciones por sí mismos, en la vida cotidiana, fuera de la consulta de su terapeuta. Un abordaje autoritario en la terapia parece resultar fabuloso en la primera parte de la terapia, pero al final sólo crea una persona dependiente (Rogers, 2002). 2.2.1. Principios Teóricos. La Terapia Centrada en el Cliente no está conformada básicamente por técnicas, sino esencialmente, por actitudes del terapeuta. Las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta, impregnadas en las comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna de ellas. A veces esto no es comprendido plenamente y por esta razón algunos asumen quela actitud centrada en el cliente consiste en ser pasivos e indiferentes, en "no entrometerse". Pero ello es incorrecto y, más aún, es nocivo, porque la pasividad de hecho es asumida como rechazo; además, suele terminar por aburrir al cliente al ver que no recibe nada. Según González, (1991) la terapia centrada en el cliente, plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las emociones del cliente, ser un facilitador en el proceso de hacerlas conscientes, y por ello manejables y no patológicas. Pero no asumiendo un rol de sabio y todopoderoso, que lleva al cliente de la mano diciéndole "Yo te acepto" y devolviéndole "masticadito" el material que éste le proporciona. Si hay respeto sincero y absoluto, procurará más bien que sea el cliente quien dirija el proceso. En este caso las intervenciones del terapeuta se plantearán como posibilidades, casi como ecos del material expuesto, y no como juicios de valor, afirmaciones o interpretaciones. Rogers (1958) define entonces a la psicoterapia como una relación de ayuda en que el facilitador intenta que surjan en el cliente una mejor expresión de los recursos con los que cuenta. Intentando promover el desarrollo y la capacidad para enfrentar la vida de manera más adecuada. No considerando a la persona como diagnosticada y clasificada sino como en un proceso de transformación. La teoría de la Terapia atiende a las diferencias individuales y al carácter global y totalizante de la personalidad individual. Pone el énfasis sobre el mundo fenomenológico del individuo, es decir, el modo en que se percibe y experimenta a sí mismo y al mundo (Quitmann, 1989). Los conceptos estructurales más importantes de esta teoría son: 1. El "self": configuración organizada de las percepciones referentes al "mi", "yo". 2. El "self" ideal: concepto de sí mismo que a una persona le gustaría más poseer. Rogers va a poner especial atención en el estudio de las condiciones promotoras del cambio positivo y en las características del "self". Poniendo énfasis en el proceso en el cambio, indicando que la tendencia fundamental de todo individuo es el impulso a la auto-actualización, es decir, la tendencia a mantener, expansionar y actualizar al organismo experienciante. El individuo tiende a la auto- consistencia, significando congruencia entre el "self" y la experiencia. El ser humano nace con un conocimiento inmediato de sus necesidades organísmicas. A medida que se desarrolla, va empezando a construir un esquema de sí mismo con base en ese conocimiento. En los cambios de sus relaciones con el mundo y los otros, puede recibir dos clases generales de retroalimentación: consideración positiva incondicional y consideración positiva condicional. En tanto recibe esta última, el sujeto, quien tiene necesidad de aceptación, aprende a rechazar partes de su sí mismo que los demás desaprueban, con lo cual pierde parte de su proceso de satisfacción de esas necesidades que ya no reconoce de sí. La tesis central e hipótesis de trabajo terapéutico, es que al dar consideración positiva incondicional, entre otras "condiciones suficientes para el cambio terapéutico", el cliente podrá recuperar su funcionamiento organísmico óptimo. (Rogers, 2002). El estado de incongruencia se produce cuando el individuo percibe a nivel subliminal, experiencias que anteriormente han estado asociadas a la pérdida de la consideración positiva. La percepción de estas experiencias pudieran provocar tensión o ansiedad y conduce a la utilización de los mecanismos defensivos para eliminar la incongruencia y reducir la ansiedad. Básicamente se emplean dos procesos defensivos, la distorsión y la negación, los cuales generan una simbolización inexacta de la experiencia, o la no simbolización de ésta. La amenaza producida por la incongruencia entre el "self" y la experiencia y la utilización de las defensas, forman el núcleo de la psicopatología. Los individuos intentan comportarse según su concepto de sí mismo y suelen ignorar las experiencias incompatibles con éste. El Proceso De La Terapia: Rogers (1971) describe algunas características que se deben considera dentro del proceso de la terapia así como sus posibles efectos, y los describe a continuación ≈ Cliente expresa más sus sentimientos de modo verbal y no verbal. ≈ Sus sentimientos deben de referirse cada vez más a su "yo". ≈ Distingue los objetos de sus sentimientos y de sus percepciones. ≈ Sus sentimientos cada vez más se refieren al estado de desacuerdo que existe entre su experiencia y su noción del “yo”. ≈ Siente el desacuerdo interno. ≈ Experimenta ciertos sentimientos deformados o no confesados. ≈ Su imagen del “yo” cambia. ≈ Existe ya un acuerdo y una reorganización. ≈ El cliente siente una captación positiva incondicional. En la terapia centrada en el cliente, el terapeuta tiene que ofrecer al cliente una relación que se define por tres condiciones necesarias y suficientes para lograr el éxito de la misma. Estas tres condiciones relacionales son llamadas actitudes de base. Rogers subraya y aporta abundante investigación sobre ello: lo fundamental para la eficacia terapéutica, no son las técnicas, ni la valía del terapeuta como experto, sino sus actitudes, la manera de ser persona con sus clientes. El terapeuta debe saber comunicar sus actitudes de un modo indirecto, unido a lo que expresa al responder a las palabras del cliente. Dicho de otro modo, sus actitudes deben impregnar la estructura y el contenido de todas sus respuestas. González, (1987) menciona que la terapia no presupone una personalidad especial, ni talentos superiores, sin embargo se requieren ciertos atributos que son: La EMPATÍA que es la percepción correcta del marco de referencia de los demás con las cosas subjetivas y los valores personales que van unidos, además de participar en sus experiencias en medida que la comunicación verbal y no verbal lo permita; en términos más sencillos es la capacidad de ponerse verdaderamente en el lugar del otro, de ver el mundo como el otro lo ve. Es de esta manera como un terapeuta empático comunica una especie de sensibilidad hacia las necesidades, sentimientos y circunstancias, ya que refleja la significación personal del cliente. Este tipo de relación puede existir solamente si el terapeuta es capaz, de manera profunda y genuina, de adoptar estas actitudes. No es una forma sutil de guiar al cliente mientras que se pretende dejarlo que se guíe a sí mismo; ésta para ser efectiva debe de ser auténtica. La CONGRUENCIA se elabora a partir de la experiencia práctica y su representación en la conciencia del individuo; significa que los sentimientos experimentados por el terapeuta son accesibles a él y a su conciencia, que es capaz de vivirlos y en relación con otro individuo, de comunicarlos si fuese oportuno, significa que el terapeuta entra en un encuentro personal directo con su cliente, un encuentro de persona a persona, no negando su personalidad. Si bien nadie alcanza plenamente esta condición, cuanto más capaz sea el terapeuta de escuchar sin rechazo lo que ocurre dentro de sí, cuanto más capaz de vivir sin temor a la complejidad de sus sentimientos, tanto mayor será su congruencia (Rogers, 1971). Y la ACEPTACIÓN POSITIVA INCONDICIONAL que es el respeto por el cliente como ser humano, siendo un sentimiento positivo que aflora sin reservas ni evaluaciones y que implica no juzgar; cuando este aprecio se hace presente entre terapeuta y cliente hay más probabilidad de que este último cambie y se desarrolle de manera constructiva. La verdadera prueba de la aceptación positiva incondicional del terapeuta se presenta con clientes cuyas conductas y actitudes realmente desafían sus creencias. Una relación definida por las actitudes de base genera una multitud de interacciones terapéuticas cada vez adaptadas ala relación con el cliente, a su persona y su situación particular y favorece la capacidad natural e inherente en cada persona de poder desarrollarse de manera constructiva Existe sólo una técnica por la que los Rogerianos son conocidos que es el reconocimiento y aclaración de los sentimientos asociados con las afirmaciones del cliente, la respuesta característica de este enfoque se indica con el nombre de "reflejo" (espejear al otro). Reflejar consiste en resumir, interpretan o acentuar la comunicación, manifiesta o implícita por el cliente, la finalidad de este tipo de respuesta es satisfacer las condiciones necesarias y suficientes de la terapia, además de que facilita la toma de conciencia autónoma de la experiencia vivida por el cliente, ya que los problemas psicológicos que enfrenta el cliente se deben en gran medida a una simbolización o representación defectuosa de lo que realmente siente (Rogers, 1971). El valor de la respuesta-reflejo trata únicamente de reflejar, de ninguna otra manera de valorar o de deformar sutilmente la comunicación del cliente; es así como la respuesta-reflejo puede presentar tres diferentes modalidades, esto en medida en que da luz al cliente sin instruirlo, sólo afinando su pensamiento. La reiteración (reflejo simple) es la forma elemental, sólo se dirige al contenido, es generalmente breve y consiste en resumir la comunicación del cliente al poner en manifiesto un elemento importante o reproducir las últimas palabras para facilitar la continuación del relato. Este reflejo se emplea cundo la actividad del cliente es descriptiva, es decir, cuando le falta sustancia emocional o cuando el sentimiento está amalgamado. Este tipo de reflejo prepara el terreno para una toma de conciencia cada vez mayor al cliente, además de establecer un clima de seguridad que favorecerá la disminución de las barreras defensivas del "yo"; creando un orden que suele afectar al cliente ya que proporciona una explicación cundo el terapeuta se limita a puntuar lo dicho por el terapeuta. El reflejo del sentimiento tiene un carácter más dinámico ya que trata de estabilizar y de precisar sentimiento o actitudes que le afectan al cliente, favoreciendo así a la evolución de la diferenciación o de la corrección. Implica también una mayor empatía entre terapeuta-cliente. La elucidación pone de manifiesto sentimientos y actitudes que no se derivan directamente de las palabras del cliente sino que puede deducirse razonablemente de la comunicación o de su contexto, en este reflejo el terapeuta construye una hipótesis de lo que pasara (deduce), ya que el cliente aún no dispone de ciertos elementos (Rogers y Kinget, 1967). Es típico que no se empleen ni expresiones tranquilizadoras, ni interpretaciones en la terapia centrada en el cliente ya que se supone que el reconocimiento del sentimiento y la aceptación acompañante son, en sí mismas, tranquilizadoras. Además se transmite tranquilidad mediante el tono de voz, elección de voz, expresión facial, y actitud general del terapeuta. La idea es colocar la responsabilidad del progreso terapéutico sobre los hombros del cliente más que sobre los del terapeuta (Lafarga, 1985). La prioridad concebida a las fuerzas de crecimiento y de recuperación se explica, evidentemente, por el carácter específico de la terapia Rogeriana centrada en las posibilidades internas del sujeto. La terapia exige un conjunto de disposiciones y de actividades que se prestan a la observación y a la grabación; estas condiciones engloban generalmente cosas muy diferentes, ya que algunas de ellas son o menos exteriores, claramente definibles y, por lo mismo fáciles de reconocer; otras tiene un carácter más general, más difuso e intangible y también corren el riesgo de silenciarse o ignorarse. Estas categorías se indican generalmente con el nombre de técnicas. Las características esenciales de una técnica psicoterapéutica residen en el uso esencial independiente de la personalidad del que la emplea, ésta no requiere ningún compromiso personal por parte del profesional. Sin embargo al profesional Rogeriano le importa más el factor humano que el técnico, por eso concibe las condiciones de su trabajo en términos de actitudes, como lo es la actitud de consideración positiva incondicional, esta actitud tiene que ser de autenticidad. (González, 1987). Es de esta manera que las actitudes son un primer esbozo de su puesta en práctica y una de las características generales dominantes de la situación es la atmósfera, que es la combinación de elementos que existen y son imparables que caracterizan la calidad humana de la situación terapéutica. La importancia del factor atmósfera, queda claro, sobre todo al principio de la relación, cuando el cliente es presa de una angustia que le hace hipersensible. Una atmósfera no puede ser terapéutica más que si está impregnada de seguridad y de calor, ya que sin estas condiciones, no se puede analizar, explorar, informar, enseñar, condicionar, influir y cambiar al individuo (Rogers, 1967). Según Rogers (1967) la seguridad representa la base de toda organización psíquica, la que la experiencia de amenaza excesiva debe ser sustituida por la experiencia de seguridad excepcional Esta existe cuando el sujeto se siente al abrigo de todo atentado contra la imagen que él se hace de sí mismo y cuando su necesidad de revaloración personal obtiene, de un modo realista, la satisfacción necesaria para el buen funcionamiento. Sin embargo no hay medio de crear una situación garantizada sin amenazas, pero existen medios para establecer una atmósfera en la que la percepción de amenaza es poco probable que se produzca. Existe una fuente de equívocos entre seguridad externa que se basa en el secreto profesional, en la discreción del terapeuta, ya que tiene que proteger al cliente contra las críticas, los reproches o las represalias de terceras personas y ofrecerle una seguridad de orden social y eventualmente legal, y seguridad interna es un estado psíquico propicio a la tranquilidad emocional y a la reorganización de las actitudes. Puesto que es difícil definir cómo se da la seguridad interna, existen algunos motivos que González (1987) menciona, se oponen su establecimiento: ≈ Actitudes tutelares, es cuando el terapeuta da su interpretación de las cosas al cliente y éste se encuentra ante la doble tarea de sustituir una versión ajena a la realidad que él siente y de articular su conducta sobre esta versión impuesta. ≈ Estandarización al nivel de la media, es la adaptación a la sociedad en la que tienen que vivir, es decir, el acuerdo entre sus valores y los de la mayoría de lo miembros de esta sociedad. ≈ Invitación a la dependencia, una de las razones por las que se equivoca el cliente con frecuencia, reside probablemente en la insuficiencia de la confianza que tiene de sí mismo. La confirmación profesional de su falta de juicio, no es precisamente de naturaleza tal confianza, ya que si por el contrario, la confirmación le hará más dependiente. ¿Cómo establecer la seguridad interna?, la puesta en práctica por el terapeuta de ciertas actitudes, de un cierto espíritu; estableciendo un sentimiento de tranquilidad mental emocional. ≈ Estimular la actividad de autodeterminación, poner en práctica los resortes de la actividad autónoma del cliente, por muy debilitados que estén tales resortes; la satisfacción sana es un factor esencial para el buen funcionamiento de la salud mental. Esta satisfacción protege al individuo contra los conflictos y frustraciones que resultan del conflicto psíquico. ≈ Facilitar la emergencia de los recursos, es aquí donde podemos comprobar hasta qué punto es mucho más importante lo que el terapeuta es, que lo que el terapeuta hace. ≈ Evitar la inversión de las fuerzas de crecimiento, el ataque del exterior puede alterar de diversas manerasla estructura dinámica, ya que las defensas constituyen una barrera entre el sujeto y su experiencia mientras que el espíritu abierto y el crecimiento que de él se sigue, pueden precisamente definirse como una aprehensión más plena y más eficaz de la experiencia. Por que el terapeuta debe esforzarse es por liberar al cliente, no de sus defensas, sino de su angustia. Rogers (1967) describe el calor como la calidad afectiva que impregna la situación terapéutica, esto no se trata de amistad, ni de amabilidad, ni de benevolencia, sino de una cualidad hecha de bondad, de responsabilidad y de interés desinteresado. Esta conducta está implícita en la conducta del terapeuta y toma muy pocas formas explícitas, susceptibles de dificultar la relación y, por eso, mismo, de poner trabas a lo progresos del cliente. Rogers (1967) explica algunas dificultades en las que se confunde el calor con otros aspectos. ≈ Optimización, no la masificación de calor, la creación de un clima afectivo verdaderamente terapéutico es uno de los aspectos más delicados del papel del terapeuta. No es nada fácil saber dónde se encuentra el equilibrio entre la intimidad terapéutica y la distancia terapéutica. ≈ Papel del calor, que consiste en reforzar el sentimiento de seguridad que se desprende de la actitud de no juzgar, condición esencial de esta terapia. Para poder llevar a cabo una buena y satisfactoria intervención en el trabajo de grupos es de suma importancia tomar en cuenta aspectos como, el grupo con el cual se está trabajando, en este punto me refiero a un poco de la historia mediante en la cual se han estado formando, por ejemplo qué relaciones se establecen en el grupo, las personas de cada grupo el tiempo que lleva conformado, el tiempo que lleva formado, y las demandas explicitas que hacen, considero que esta última, es de suma importancia, claro sin demeritar las demás, y considero que es de vital importancia, porque de esta manera se estarían estableciendo los temas de interés para ese grupo, y de esa forma marca la línea de trabajo que se generará para cada grupo. Una vez establecidas estas características que podemos poner en términos de primer plano, el segundo plano que hay que considerar, son los espacios bajos los cuales se estaría trabajando, por ejemplo espacio físico, es decir el lugar donde se estará trabajando, y las condiciones en las cuales se encuentra este espacio, como son la amplitud, ventilación, comodidad, distancia en la que se encuentre de los participantes, horarios, etc. 2.3. Personalidad. La teoría de la personalidad de Rogers tiene por objeto poner a nuestra disposición un medio que nos permita comprender al organismo humano y la dinámica de su desarrollo es decir, comprender mejor el fenómeno representado por la persona que solicita servicios terapéuticos. Rogers (2002) describe la personalidad como una congruencia entre el campo fenomenológico de la experiencia y la estructura conceptual del sí mismo, por lo que plantea restablecer un sistema de valores individualizado y una adaptación realista a la realidad (valga la redundancia), no coincidiendo con lo vigente en la cultura sino comprometiéndose con la sociedad, por lo tanto propone ser creativo dentro y no fuera de la organización cultural. Ya el niño posee un sistema innato de motivación llamado tendencia a la actualización que es propia de todo ser viviente, y esta tendencia “actualizante” dirige el desarrollo del cualquier organismo hacia la autonomía. Este proceso para Rogers no es sólo para preservar la vida sino que es un mecanismo que tiende a la superación. Por lo tanto se basa en la idea de una potencialidad inherente a crecer (tanto en el orden personal como filogenético de la especie) (Rogers, 2002). Para Rogers (2002) el niño durante el periodo de la infancia tiene los siguientes atributos: percibe su experiencia como una realidad, su experiencia es una realidad, por lo tanto tiene mas posibilidades que cualquier otra persona de tomar conciencia de lo que es para él la realidad, ya que ningún otro individuo puede asumir totalmente su marco de referencia interno. Tiene una tendencia innata a actualizar las potencialidades de su organismo, interactúa con su realidad en función de esa tendencia fundamental a la actualización, su conducta es por lo tanto un intento orientado del organismo con miras de satisfacer las necesidades experimentadas para actualizarse en la realidad tal cual es percibida. En su interacción con la realidad, la persona se comporta como una totalidad organizada, se inicia un proceso de valoración organismica, en el que la persona valora la experiencia, tomando como criterio de referencia la tendencia actualizante. Asigna un valor positivo a las experiencias que percibe como favorables al mantenimiento y enriquecimiento del organismo, asigna un valor negativo a las experiencias que percibe como contrarias al manteniendo o enriquecimiento del organismo. Tiende a buscar las experiencias que percibe como positivas y a rechazar las que percibe como negativas. Desarrollo del “yo”. Como consecuencia de la tendencia a la diferenciación que constituye un aspecto de la tendencia actualizante, una parte de la experiencia del individuo se diferencia y se simboliza en la conciencia. Esta parte simbolizada corresponde a una conciencia de ser, actuar como individuo y puede describirse como experiencia del “yo” (Rogers, 2002). A consecuencia de la interacción entre el organismo y el medio, la conciencia del ser y del actuar como individuo, aumenta y se organiza gradualmente para formar el concepto del “yo”, que como objeto de la percepción forma parte del campo experiencial. La necesidad de consideración positiva. A medida que se exterioriza la conciencia del “yo”, el individuo desarrolla una necesidad de consideración positiva. Esta necesidad es universal por cuanto existe en todo ser humano y se hace sentir de manera continua y permanente. La teoría no se interesa en saber si se trata de una necesidad innata o adquirida. La satisfacción de esa necesidad se logra necesariamente por medio de las inferencias a partir del campo experiencial de otra persona, en consecuencia esta satisfacción es a menudo ambigua. La satisfacción de esa necesidad se relaciona con una gama muy amplia de experiencias del individuo. El proceso de satisfacción de la necesidad de consideración positiva es reciproca, ya que cuando el individuo se da cuenta de que satisface esa necesidad en otro, satisface por eso su propia necesidad de consideración positiva. De ahí entonces que sea gratificante tanto satisfacer esta necesidad en otro, como experimentar la satisfacción que siente otro, al satisfacer nuestra propia necesidad. Los efectos de esta satisfacción son intensos en el sentido de que la consideración positiva manifestada por cualquier persona, se comunica en aquel es objeto de ella, al conjunto de la consideración que él experimenta, hacia esa persona (complejo de consideración).Por consiguiente la consideración positiva de personas por las cuales el individuo experimenta una consideración positiva particular, puede ser mas poderosa que el proceso de valoración organísmica, es decir, el individuo puede llegar a preferir la consideración positiva de esas personas a las experiencias que tengan un valor positivo para la actualización del organismo (Lafarga, 1995). El desarrollo de la necesidad de consideración positiva de sí mismo. Las satisfacciones o las frustraciones que acompañan a las experiencias relativas del “yo”, pueden ser experimentadas por el individuo independientemente de toda manifestación de consideración positiva de los demás. La consideración positiva experimentada de esta forma se denomina consideración positiva de sí mismo. Se presenta como una necesidad adquirida que se desarrollaa partir de la asociación de experiencias del “yo” con la satisfacción o con la frustración de la necesidad de consideración positiva. El individuo llega entonces a experimentar la presencia o la ausencia de consideración positiva independientemente de las valoraciones de los demás, se convierte en cierta manera en su propio criterio. De igual manera que la consideración positiva, la consideración positiva de si mismo que se experimenta en relación con cualquier experiencia de “yo” o grupo de experiencia del “yo” se comunica el complejo de consideración del “yo” global (Rogers, 2002). Desarrollo de la valoración condicional. Para Rogers (2002) cuando las experiencias del “yo” del individuo son juzgadas por ciertas personas- criterio como dignas o no de de consideración positiva, la consideración positiva del individuo con respecto a si mismo, también será selectiva. Cuando una experiencia del “yo” es buscada o evitada sólo porque es reprimida como más o menos digna de consideración de sí mismo decimos que el individuo ha adquirido un modo de valoración condicional. Si el individuo experimenta una actitud de consideración positiva incondicional, entonces no se desarrollaría ninguna actitud de valoración condicional, la consideración de sí mismo sería incondicional, nunca se plantearían discrepancias entre su necesidad de consideración positiva y la valoración organísmica, y el funcionamiento psíquico sería óptimo. La presencia de una cadena de sucesos semejante es hipotéticamente posible y por lo tanto importante para la teoría, aunque es poco probable que exista en la realidad. Desarrollo de la incongruencia entre el “yo” y la experiencia. A causa de la necesidad de la consideración positiva de sí mismo, el individuo percibe su experiencia de manera selectiva, en función de la valoración condicional a la que ha llegado a someterse. Las experiencias que están de acuerdo con su valoración condicional son percibidas y simbolizadas adecuadamente en la conciencia. Las experiencias contrarias a la valoración condicional son percibidas de manera selectiva, son distorsionadas hasta hacerlas concordar con dicha valoración, o bien total o parcialmente negadas en la conciencia. Por consiguiente en el organismo se producen algunas experiencias que no son reconocidas como experiencias del “yo”, no son simbolizadas adecuadamente y no se organizan en la estructura del yo de forma adecuadamente simbolizada. Por lo tanto desde el momento en que se produce la primera percepción selectiva en función de la valoración condicional se establece cierto estado de incongruencia entre el “yo” y la experiencia y aparece cierto grado de inadaptación psicológica y de vulnerabilidad (Rogers, 2002). Desarrollo de la discrepancia en la conducta. Como consecuencia de la incongruencia entre el “yo” y la experiencia descrita anteriormente se produce una incongruencia similar en la conducta del individuo. Algunas conductas son coherentes con la concepto del “yo” y lo mantiene lo actualiza y lo enriquece. Estas conductas son adecuadamente simbolizadas en la conciencia. Algunas conductas mantienen, actualizan y enriquecen aquellos aspectos de la experiencia que no están asimilados en la estructura del “yo”. Estas conductas no son reconocidas como experiencias del “yo” o son percibidas selectiva o distorsionadamente a fin de que sean congruentes con el “yo” (Rogers, 2002). La experiencia de amenaza y el proceso de defensa. A medida que el organismo realiza una experiencia, las experiencias que no son congruentes con la estructura del “yo” se subciben como amenazantes. Si la experiencia amenazante fuera adecuadamente simbolizada en la conciencia, el concepto del “yo” perdería su carácter de gestal coherente, las condiciones de la valoración serian violadas y las necesidades de consideración de sí mismo quedarían frustradas creándose un estado de angustia. Eso es esencialmente lo que define la amenaza. El proceso de la defensa es la reacción que impide la aparición de los hechos perturbadores. El proceso de defensa consiste en la percepción selectiva o distorsión de la experiencia y o en la negación –parcial o total- del acceso de la experiencia entre experiencia total y la estructura del “yo” y las condiciones impuestas a la valoración. Las consecuencias generales del proceso de defensa además de las incongruencias señaladas, son las siguientes: rigidez perceptual causada por la necesidad de distorsionar las percepciones; apreciación inadecuada de la realidad causada por la distorsión y la omisión de ciertos datos, falta o ausencia de discriminación o discriminación perceptual insuficiente (Lafarga, 1995). El proceso de crisis y desorganización psíquica. La teoría de la personalidad que hemos formulado puede aplicarse en grados diversos a cualquier individuo. En cambio, los procesos descritos en esta sección se producen únicamente en presencia de las condiciones que enumeramos a continuación. Si existe un acentuado estado de incongruencia entre el “yo” y la experiencia, y si a causa de alguna experiencia significativa, esa incongruencia se pone de manifiesto de manera indiscutible, entonces el proceso de defensa, ser impotente. El individuo experimenta ese estado de incongruencia en el plano de la suscepción y siente angustia. La intensidad de la angustia es proporcional a la extensión del sector del “yo” afectado por la amenaza. Cuando el proceso de defensa demuestra su importancia, la experiencia es adecuadamente simbolizada en la conciencia. Ante el impacto de esta toma de conciencia, se produce un estado de desorganización psíquica. En este estado de desorganización, el individuo manifiesta a menudo un comportamiento extraño e inestable, determinado sea por experiencias que forman parte de la estructura del “yo”, sea por experiencias que no forman parte de ella. En ciertos momentos la conducta está determinada por el organismo que expresa abiertamente las experiencias distorsionadas o negadas por los procesos de defensa; en otros momentos el “yo” se recobra e impone al organismo un comportamiento conforme a su estructura. Bajo condiciones de desorganización, la tensión entre el concepto del “yo” (con las distorsiones de su percepción) y las experiencias inadecuadamente simbolizadas o asimiladas en el concepto del “yo”, se traduce por un estado de confusión abasteciendo alternativamente uno y otras “la retroalimentación” por medio de la cual el organismo regula la conducta (Rogers, 2002). El proceso de reintegración. En las situaciones descritas en cuanto al desarrollo de las discrepancias en la conducta y la experiencia de amenaza y el proceso de defensa, puede producirse un proceso de reintegración que conduzca al restablecimiento de la congruencia entre el yo y la experiencia. El proceso puede describirse de la siguiente manera: Para que una experiencia que la persona percibe generalmente como amenazante pueda ser adecuadamente simbolizada en la conciencia y asimilada en la estructura del yo, es necesario que la persona valore su experiencia de manera menos condicional, que el nivel de consideración positiva incondicional de si mismo se eleve, y esta última se eleva cuando es demostrada y efectivamente demostrada al cliente por una persona criterio. Para que se pueda comunicar, debe existir un contexto de comprensión empática. Cuando la persona percibe la consideración positiva incondicional se debilitan o se anulan las condiciones que afectan su función de valoración, por lo tanto aumenta la consideración positiva incondicional de sí mismo. Por lo tanto cuando se logran estas condiciones, el proceso de defensa se revierte y las experiencias generalmente sentidas como amenazantes son adecuadamente simbolizadas e integradas en el concepto del yo. 2.4. Teoría de lasRelaciones Interpersonales. En una sociedad cada vez más cambiante, acelerada y despersonalizada, el encuentro con el otro y, por extensión, el encuentro de uno mismo a través del otro no es tarea fácil. Todas las personas establecemos numerosas relaciones a lo largo de nuestra vida, como las que se dan con nuestros padres, nuestros hijos e hijas, con amistades o con compañeros y compañeras de trabajo y estudio. A través de ellas, intercambiamos formas de sentir y de ver la vida; también compartimos necesidades, intereses y afectos. A estas relaciones se les conoce como relaciones interpersonales. Lo que resulta increíble es que día a día, podamos relacionarnos con tantas personas considerando que, como dice el refrán, "cada cabeza es un mundo", con sus propias experiencias, sentimientos, valores, conocimientos y formas de vida. Precisamente, en esa diferencia, reside la gran riqueza de las relaciones humanas, ya que al ponernos en contacto intercambiamos y construimos nuevas experiencias y conocimientos; pero en esa diferencia está también la dificultad para relacionarnos, pues tenemos que hacer un esfuerzo para lograr comprendernos y llegar a acuerdos. Esto último no resulta tan complicado, si tomamos en cuenta que la mayor parte de las personas compartimos algunas ideas, necesidades e intereses comunes; por eso, decimos que las relaciones interpersonales son una búsqueda permanente de convivencia positiva entre hombres y mujeres, entre personas de diferente edad, cultura, religión o raza. (Marroquín, 1995). De acuerdo a Scolt y Powers (1985, citados por Marroquín y Villa 1995), los principios de la comunicación interpersonal son los siguientes: Las personas se comunican porque esa comunicación es totalmente necesaria para su bienestar psicológico. La comunicación no es sólo una necesidad humana sino el medio de satisfacer otras muchas. La capacidad de comunicación interpersonal no debe medirse exclusivamente por el grado en que la conducta comunitaria ayuda a satisfacer las propias necesidades, sino también por el grado en que facilite a los otros la satisfacción de las suyas. Las relaciones interpersonales constituyen, pues, un aspecto básico en nuestras vidas, funcionando no sólo como un medio para alcanzar determinados objetivos sino como un fin en sí mismo (Jiménez, 1999). Por tanto, la primera conclusión a la que podemos llegar es que la promoción de las relaciones interpersonales no es una tarea optativa o que pueda dejarse al azar. La relación terapéutica no es más que un caso particular de las relaciones interpersonales, y la podríamos describir de la siguiente manera: la existencia entre las partes de entrar en contacto y en un proceso de comunicación, en donde se puede afirmar que cuanto más elevado sea el grado de congruencia realizado por la experiencia, la percepción y la conducta de una de las partes, la relación se caracterizara en mayor grado por una tendencia a la comunicación recíproca, una comprensión mutua más adecuada del objeto de la comunicación, un funcionamiento psicológico mejor de ambas partes; un aumento de la satisfacción procurada por la relación (Rogers, 2002).| En cambio cuanto mayor sea el estado de incongruencia entre la experiencia, la percepción y la conducta, la comunicación entre las partes se caracterizará por ser menos adecuada la comprensión, descenderá más el nivel de funcionamiento en ambas partes, la satisfacción que se reporte será menor de ambas partes. Esto se podría explicarse por medio de teorías relativas al desarrollo de una relación, clasificadas como relación en vías de desarrollo y relación en vías de mejoramiento. CAPÍTULO 3 ASPECTOS FUNDAMENTALES EN EL PROCESO DE LA TERAPIA DESDE LA PERSPECTIVA DEL FACILITADOR Características del Facilitador. Coderch (2001) sintetiza brillantemente la participación y el rol del terapeuta en el proceso antes mencionado: El terapeuta es la verdadera persona que realmente comprende las vacilaciones y debilidades del cliente y las acepta, sin intentar negarlas o corregirlas. Acepta, aprecia y valora al individuo íntegro, dándole, incondicionalmente, seguridad y estabilidad en las relaciones que necesita para correr el riesgo de explorar nuevos sentimientos, actitudes y conductas. El terapeuta respeta a la persona tal como es, con sus ansiedades y sus miedos, por lo que no le impone criterio alguno sobre cómo debe ser. La acompaña por el camino que ella misma se traza, y participa como elemento presente y activo en este proceso de auto creación, facilitando en todo momento la percepción de los recursos personales, y de los rumbos seguidos en el camino, tal y como la persona los vivencia Las características personales que Rogers (1972) considera necesarias en todo buen terapeuta que intente instrumentalizar su enfoque son las siguientes: a) Capacidad empática; b) Autenticidad; c) Consideración positiva incondicional. Ello induce a pensar que el terapeuta centrado en el cliente no puede ser una persona común y corriente, sino alguien especial, que cuenta con la tranquilidad y la coherencia internas propias de la persona autorrealizada, autorrealización que intentará contagiar al cliente. Sin embargo, no debe verse al terapeuta como una persona superior; es alguien que sencillamente ha logrado dar libre paso a su capacidad de actualización, y que por lo mismo puede manejar con más eficacia y productividad su campo experiencial y ayudar a que los otros también lo hagan. Los rasgos mencionados no son innatos o imposibles de aprender. Rogers y Kinget (1971) consideran que hasta una persona autoritaria puede desarrollar actitudes no directivas; lo principal, el inicio digamos, es el deseo real de querer adoptarlas. El proceso restante viene solo y se adquiere en la práctica terapéutica, aunque puede ser catalizado a través del entrenamiento. González (1987) menciona que estas características son necesarias y suficientes: si el terapeuta muestra estas tres cualidades, el cliente mejorará. Si el terapeuta no muestra estas tres cualidades, la mejoría será mínima, sin importar la cantidad de técnicas que se utilicen. Coderch (2001) menciona que el facilitador debe poseer ciertas habilidades fundamentales para un adecuado funcionamiento de las dinámicas: a) Habilidad para decir las cosas en forma precisa, concisa, clara y directa: esto incluye la utilización de un lenguaje refrescante y claro, ser comprendido fácilmente por los otros, uso de metáforas y otras formas poéticas, utilización del color y la fuerza en las oraciones, congruencia entre las palabras, el movimiento corporal y los gestos, ser breve y conciso, hacer observaciones sobre el tema b) Destreza para enfocar en la orientación del "aquí y el ahora", quedándose en el presente: esto hace referencia a "darse cuenta" del presente y sus inmediatas cualidades transaccionales darse cuenta de la conducta defectiva propia y la de los otros (distracción, cambiar de tema, contar historias), darse cuenta de los resultados, en el contexto grupal, cuando se trabaja con el individuo del grupo; capacidad para utilizar el grupo o relacionar el trabajo de grupo. c) Sensibilidad sensorial y funcionamiento grupal: se refiere a la capacidad discriminativa sensorial, darse cuenta de las zonas sensoriales ciegas o de las facultades subdesarrolladas, aceptación del funcionamiento de su cuerpo, darse cuenta de gestos, posturas y pensamientos. d) Contacto con las emociones propias y habilidad para servirse de la toma de conciencia, en forma directa y abierta con los otros: incluye el hacer contacto con sus propias emociones, darse cuenta de los puntos ciegos emocionales (emociones subdesarrolladas y las áreas de negación), expresar las emociones de forma auténtica sin caer en un juego intelectual, evitarel sarcasmo y el ridículo como forma de evitar verdaderas emociones. e) Astucia para diferenciar los datos fenomenológicos observados y la interpretación: hay que estar abiertos a la experiencia del sujeto, dejar que las cosas fluyan sin establecer juicios, capacidad para diferenciar entre la observación descriptiva y evaluativa, en sí mismo en los otros, capacidad para expresar diferentes puntos de vista. f) Darse cuenta de sus intenciones, de que es lo que quiere hacer o decir, unido a la habilidad de ser claro haciendo ver a los otros que es lo que quiere de ellos: implica claridad para dar las instrucciones, darse cuenta de lo que se está haciendo, capacidad para plantear las metas de forma clara, habilidad para ayudar a los otros a obtener algún significado de su experiencia. g) Pericia para darse cuenta en dónde la gente está situada en un momento dado, respetando donde se encuentran cuando se está trabajando con ellos: habilidad para oír, sentir, etc. lo que la gente le pregunta en un momento dado, habilidad para edificar sobre los "quiero", toma de conciencia, tensiones, etc., sin llegar a ser violento ni maltratar, sensibilidad y habilidad para avanzar al mismo paso que los otros, con la misma velocidad o fuerza, habilidad para retener las necesidades propias con el fin de dejarse ir con los otros, evitar la conducta competitiva con los clientes, los miembros del grupo o los colíderes. h) Centrarse en el continuo del proceso, de tal forma que sus capacidades y creencias sigan su propio camino de la experiencia, con la expectativa de que algo importante se desarrollará y se llegará al cierre, capacidad para tolerar el sentirse confundido sin acelerarse para eliminar la confusión de la existencia, habilidad para confiar en la fuerza y potencial disponible en las personas que dan a entender que no están dispuestas a trabajar, capacidad para ver y considerar su trabajo como un proceso educativo, más que como un proceso curativo de enfermedades. i) Capacidad para expresar o manifestar sentimientos afectivos calurosos, facultad para tocar a la gente cuando este contacto físico pueda ayudar, para expresar reconocimiento o aprecio por lo que los otros han hecho. j) Destreza para enfrentar y aceptar situaciones emocionales que se dan entre él y los otros: al mismo tiempo para enfrentar situaciones afectivas, así como para soportar el silencio y tolerar la tensión. k) Darse cuenta de los aspectos trascendentales y creativos de su trabajo: incluye el poseer cierto sentido de reverencia y respeto hacia lo que está ocurriendo, estimular la curiosidad frente a la vida, habilidad para utilizar paradojas, metáforas, enigmas y humor, así como para integrar algo de misticismo con un enfoque cognitivo o racional, capacidad para apreciar y verbalizar las semejanzas entre el arte, la música, el teatro, etc. Es decir, un orientador antes que nada está comprometido con su propio crecimiento: físico, intelectual, emocional, social, ya que se da cuenta que debe modelar la conducta que él espera que otros alcancen. Sabe que puede ayudar solamente sí, en sentido pleno del término, él es un ser humano "potente", una persona con voluntad y recursos para actuar. Un buen orientador sabe que el ayudar pide mucho trabajo. Atiende a la otra persona tanto física como psicológicamente. Sabe lo que su propio cuerpo está diciendo y puede leer los mensajes no verbales de su cliente. Escucha atentamente al otro, conociendo que la acertada orientación es un proceso intenso en el cual se puede conseguir mucho si las dos personas están dispuestas a colaborar. Responde frecuentemente al otro, ya que está trabajando para comprenderlo. Responde desde el marco de referencia de su cliente, porque él puede ver el mundo a través de los ojos de su cliente. Respeta a su cliente y expresa su respeto al estar disponible para él, trabajando con él, no juzgándole, confiando en las fuerzas constructivas encontradas en él y finalmente con la esperanza de que viva la vida tan efectivamente como pueda. Como podemos ver, ser psicólogo implica tener, desarrollar y adquirir un conjunto de habilidades, con la cuales se pueda brindan un buen servicio, por lo tanto no es tarea fácil. 3.1. Counseling versus Terapia. La relación de ayuda puede manifestarse de muchas maneras, pero para los fines que perseguimos resaltaremos las dos principales: el counseling, y la psicoterapia. La psicoterapia es un tipo de ayuda en el cual un profesional entrenado (exclusivamente psiquiatras y psicólogos con formación), utilizando determinados enfoques teóricos y técnicas, trata de inducir cambios importantes en la personalidad y la conducta del cliente. Este cliente carece de dificultades que trascienden lo meramente adaptativo o coyuntural, y hacen suponer trastornos de personalidad o enfermedad mental. Sus problemas se manifiestan a través de signos y síntomas estructurales. La psicoterapia es una forma de tratamiento y tiene un carácter curativo. Mientras que el counseling es preventivo, dirigido a personas sanas que atraviesan por dificultades situacionales que implican el escoger o el ejecutar, y que requieren apoyo emocional. Básicamente el counseling surge para subsanar ciertas carencias de apoyo que toda persona necesita en momentos claves de su vida, y que lamentablemente la sociedad y la familia proporcionan cada vez menos (Sánchez, 2003). Curiosamente lo que menos se recomienda a un "consejero" es aconsejar. Si partimos del principio básico del counseling, el cual dice que la persona es capaz de resolver sus propios conflictos si se le dan las condiciones psicológicas adecuadas, dar consejos puede ser innecesario y hasta contraproducente, pues decirle a la persona lo que debe hacer violaría este principio básico, ya que implicaría que nosotros, los "facilitadores", sabemos mejor que él lo que debe hacer con su vida. Además, casi siempre, de todo el tiempo que estemos con el cliente, seguramente no se va a acordar de lo que le hayamos dicho pero sí que se acordará de cómo se sintió con ese profesional (Sánchez, 2003). En el counseling no se pregunta nunca (o casi nunca) por qué. La vía regia para la superación de los conflictos y problemas es la toma de contacto y la exploración de las emociones y sentimientos; esto lleva al auto-conocimiento y al cambio positivo. La búsqueda de "por ques" nos aleja de esta meta y nos lleva automáticamente a la racionalización y al autoengaño. El por qué nos empuja a buscar la causa, para eso el facilitador no es necesario. Si necesitamos hacer preguntas, más útil resulta el "cómo". Preguntar cómo suceden las cosas nos lleva a centrarnos en los procesos y a una mayor toma de conciencia. El por qué, además, lleva también a buscar culpables y/o responsables, y a evadir nuestra propia responsabilidad por lo que nos sucede (Okun, 2001). El facilitador no debe tomar la responsabilidad del problema del otro, un fenómeno que recién se empieza a estudiar y que aqueja a las personas que ejercen profesiones de ayuda (entre ellas los maestros y consejeros) es el llamado "síndrome del quemado". Esto es, un estado de estrés permanente y desgastador que acarrea trastornos psicosomáticos y puede llegar a dejar fuera de combate a quien lo padece. Por ello es necesario aprender a no llevarse el trabajo y sus problemas a casa; no querer vivir por los demás ni solucionar los problemas ajenos a como de lugar. Un principio básico del counseling dice que la ayuda no puede ser obligatoria; no se puede ni se debe forzar a nadie a recibir nuestro auxilio, porque de ser así más nos estaríamos ayudando a nosotros mismos al sentirnos "útiles", que a la persona aquejada. El verdadero profesional de la ayuda sabe que ésta tiene su momento, y que muchas personas que parecen necesitarla no siempre están maduras para recibirla
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