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Regulacion-emocional-en-las-fases-del-amor-pasional

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 REGULACIÓN EMOCIONAL EN LAS FASES DEL AMOR PASIONAL 
 
 T E S I S 
 QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 PRESENTA: 
 
 MAGALI MARTÍNEZ PÉREZ 
 
 DIRECTORA DE TESIS: 
 DRA. ROZZANA SÁNCHEZ ARAGÓN 
 
 REVISOR DE TESIS: 
 DR. ROLANDO DÍAZ LOVING 
 
 JURADO 
 DR. SAMUEL JURADO CÁRDENAS 
 LIC. DALILA YUSSIF ROFFE 
 LIC. LIDIA AURORA FERREIRA NUÑO 
 
 
PROYECTO PAPIIT NO. IN301307 MÉXICO, D.F., 2009
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A Ramón y Aurora, mis papás… 
 
Quienes me dieron la oportunidad de existir 
y con ilusión y anhelo me vieron crecer 
y guiaron mis pasos. 
 
Quienes a pesar de mis deslices 
 han estado y están junto a mí. 
 
Quienes con su sacrificio y esfuerzo 
me han dado la mejor herencia que 
pude haber recibido, el acceso al saber. 
 
 A quienes nunca podré pagarles todos sus 
desvelos, preocupaciones y el tiempo de 
su vida que me han dedicado. 
 
Esto es una forma de demostrarles mi gratitud y 
el inmenso amor que siento por ustedes. 
Así que quiero que este logro que en apariencia 
es mío lo sientan como suyo porque mi esfuerzo 
siempre ha estado inspirado en ustedes. 
 
A Jany y Gus, mis hermanos… 
 
A quienes agradezco las experiencias que 
pasamos juntos cuando fuimos niños. 
 
Quienes a su manera siempre han estado 
conmigo y me han demostrado su amor y apoyo. 
 
A quienes admiro por su gran nobleza 
y amo profundamente. 
 
 A quienes deseo encuentran su felicidad y 
realicen sus sueños, jamás se rindan. 
 
A Dany, mi princesa… 
 
Que con su carita de ángel, su inocencia, 
su chispa… en fin, quien con su sólo existir 
renovó nuestras almas y me hizo volver a ser niña. 
 Amor… 
A ti por darle un nuevo sentido a mi vida, 
 por lo grato de las experiencias vividas en tu 
compañía, por apoyarme cuando lo he 
necesitado y por todos tus cuidados. 
Pero sobre todo Luis, por sentir por mí eso que 
llamamos “amor” e inspirarme la correspondencia 
de ese hermoso sentimiento. 
 
A Rozzana, mi maestra y amiga, 
Por ser para mi un ejemplo a seguir no sólo 
por su constancia, dedicación, entrega y pasión a 
la investigación; sino también por su optimismo 
ante la vida, su sencillez, su chispa y su buen 
sentido del humor. Gracias por todo el 
conocimiento que ha compartido conmigo, pero 
sobre por su apoyo y amistad en momentos 
difíciles. 
 
A las orugas (Blanky, Edy, Chepy y Anita) 
Por ser no sólo buenas compañeras de trabajo 
sino por su amistad incondicional. 
Las quiero mucho y albero en el corazón los 
mejores deseos para ustedes. 
 
A los mueganito (Mary, San, Lore, Liz, Gus…) 
 
A quienes a pesar de la distancia continúo 
recordando y queriendo mucho. Gracias por su 
amistad y mucha suerte con sus proyectos. 
 
A los revisores de esta tesis. 
Quienes con su conocimiento y experiencia 
contribuyeron al enriquecimiento de este trabajo. 
Gracias. 
 
Con todo mi afecto para ustedes... Magy. 
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ÍNDICE 
 
 
Introducción 4 
 
Capítulo I. Emoción 
- Conceptualización y estructura de la emoción 8 
- Caracterización de las emociones: su diferenciación con otros términos 10 
- Aspectos funcionales de la emoción 10 
- Teorías de la emoción 12 
- Taxonomías de las emociones 14 
- Caracterización de las emociones básicas 17 
 
Capítulo II. Pasión 
- La pasión: sus diferentes acepciones y matices 24 
- Las fases del amor pasional 27 
- Medición de la pasión 31 
- Implicaciones de la pasión y la necesidad de su regulación 35 
 
Capítulo III. Regulación Emocional 
- La Regulación Emocional: sus sentidos y acepciones 40 
- Recursos regulatorios: 
� Percepción emocional 42 
� Expresión emocional 46 
� Entendimiento emocional 55 
� Auto-monitoreo 60 
� Estrategias de Regulación Emocional 61 
� Auto-Eficacia 65 
 
Método 69 
 
Resultados 86 
 
Discusión 111 
 
Conclusiones, Limitaciones y Sugerencias 141 
 
Referencias 146 
 
Anexos 155 
 
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 4 
INTRODUCCIÓN 
 
Dentro de la infinitud de relaciones que el ser humano entabla a lo largo de su vida, aquellas que se 
enmarcan dentro del contexto romántico son de las más significativas. Entre las emociones que 
agregan un toque muy particular a este tipo de relaciones se encuentra la pasión romántica (Yela, 
2001 en Sánchez-Aragón, 2007a) también llamado amor pasional (Alberoni, 1996; Hatfield y Rapson, 
1993) o sexual (Richins, 1997). 
 La pasión, se caracteriza por una mezcla de sentimientos subjetivos y de procesos fisiológicos 
intensos (Hatfield, 1988) que se mueven de lo positivo hacia la negativo, haciendo de la experiencia 
amorosa algo inestable y ambivalente. Es en este sentido que, Hatfield y Rapson (1996) definen a la 
pasión como un estado de intenso anhelo de unión con el otro, que remite a quien la experimenta a 
una confusión de sentimientos de ternura y sexualidad, alegría y pena, ansiedad y alivio, altruismo y 
celos. De manera similar, Ubillos et al. (1997) puntualizan que la pasión puede asociarse tanto con 
sentimientos incontrolables de atracción hacia la persona deseada como con ansiedad y malestar 
en su ausencia; con una fuerte activación fisiológica y deseo sexual pero también con pensamientos 
obsesivos o rumiación sobre el objeto amado. 
 Pareciera se entonces que la pasión posee dos matices, uno claro y otro oscuro. Al respecto, 
Hatfield y Rapson (1996) señalan que, la prominencia de una parte sobre la otra depende de la 
reciprocidad que el amante percibe de su amado. Si se siente correspondido experimentará 
satisfacción, realización y éxtasis; si no lo es sentirá vacío, ansiedad, sufrimiento y desesperanza. 
 Siguiendo estos matices del amor pasional, Sánchez-Aragón (2007) plantea que este no es una 
experiencia unidimensional sino que abarca una serie de tonalidades continuas de positividad y 
negatividad que van de la Atracción al Amor Desesperado, pasando por el Enamoramiento y el 
Amor Obsesivo. En el caso de la Atracción, se vive felicidad, goce, ilusión y plenitud ante el 
pensamiento o la presencia de la persona por la cual se siente amor. El Enamoramiento, por su parte, 
se caracteriza por el deseo intenso de tocar al ser amado y relacionarse sexualmente con este. El 
Amor Obsesivo se manifiesta en un sentimiento de invalidez ante la ausencia del objeto de amor, 
además de sentir ansiedad, urgencia de ver a la persona, agonía, inseguridad, miedo y deseos de no 
vivir cuando esta no está. Finalmente, en el Amor Desesperado se observa una búsqueda persistente 
y desesperada de interacción con el ser amado aún cuando este no lo desea; se le acosa, obliga, 
acorrala y presiona con el propósito de lograr su atención y correspondencia. 
Como puede apreciarse en estas definiciones, la pasiónes una emoción muy intensa que puede 
provocar en el individuo cierto desorden y falta de control (Yela, 2000) llevándolo a dar el salto de lo 
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positivo de la pasión a lo negativo de ésta, es decir, a pasar de lo armónico a lo obsesivo (Vallerand 
et al., 2003) e inclusive, usar la fuerza y la violencia con el propósito de lograr la correspondencia del 
ser amado (Kú Hernández y Sánchez Aragón, 2006). De ahí, la relevancia de regular las emociones –
positivas y negativas– vinculadas a la experiencia pasional. 
Ahora bien, para regular sus diferentes estados emocionales, la persona requiere –entre otras 
cosas– de una serie de recursos regulatorios o capacidades básicas que le faculten en el ejercicio del 
monitoreo, inhibición, mantenimiento, modulación o incremento de la forma, intensidad o duración 
de las emociones que experimenta (Sánchez Aragón, 2007b). 
 De acuerdo con esta última autora, entre los principales recursos regulatorios están: 1) la 
percepción emocional que, tienen que ver con la habilidad que posee la persona para identificar 
emociones en su propio estado físico y psicológico, y la habilidad para identificar emociones en los 
demás (Ciarrochi, Forgas y Mayer, 2001); 2) la expresión emocional que, consiste en la habilidad para 
expresar emociones en forma precisa así como las necesidades correspondientes a estas, está 
vinculada con el nivel de intensidad o reactividad emocional y la habilidad para engancharse, 
prolongar o deshacerse de los diferentes estados emocionales (Martínez Pérez y Sánchez Aragón, 
2008); 3) el entendimiento emocional que, abarca la capacidad para comprender el contexto ideal 
de cada emoción, sus causas y consecuencias, y la habilidad para entender emociones complejas y 
contradictorias (Sánchez Aragón, Retana Franco y Carrasco Chávez, en prensa); 4) las estrategias de 
regulación emocional, es decir, la o las maneras en las que la excitación emocional es redirigida, 
controlada, modulada y modificada con el fin de funcionar adaptativamente (Cicchetti, Ganiban y 
Barnett,1991); 5) el auto-monitoreo que, le permite al individuo cuidar y controlar la conducta 
expresiva de sus emociones en función del contexto en el que estas se presentan, con el propósito de 
“lucir bien” ante los demás (Kimble et al., 2002) y; 6) la auto-eficacia que, se refiere a los juicios que 
realizan las personas acerca de sus capacidades para ejecutar las acciones necesarias que los lleven 
a lograr con éxito determinado tipo de desempeño (Bandura, 1986), en este caso para regular 
exitosamente diferentes estados emocionales. 
Con base en los hallazgos reportados en el área de la pasión y la regulación emocional, el 
objetivo general del presente trabajo fue estimar los recursos regulatorios que las personas en distintas 
fases del amor pasional (Atracción, Enamoramiento, Amor Obsesivo y Amor Desesperado) emplean 
para regular sus emociones básicas, tanto positivas como negativas. Para ello, se trabajo con una 
muestra no probabilística compuesta por un total de 328 sujetos adultos de la Cd. de México que 
reportaron estar experimentando pasión al momento de participar en el estudio. 
Lo primero que se hizo fue aplicar a los participantes la Escala Multifásica del Amor Pasional 
(Sánchez-Aragón, 2007a) con el propósito de dividirlos en función del puntaje que obtuvieran en 
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 6 
dicha escala en cuatro grupos: Atracción, Enamoramiento, Amor Obsesivo y Amor Desesperado. 
Posteriormente, se les aplicó a cada uno de los grupos la Batería: Evaluación de Recursos Regulatorios 
de las Emociones (Sánchez Aragón, 2007b) que consta de seis pruebas de habilidad y auto-reporte 
en formatos distintos que evalúan: la percepción, la expresión y el entendimiento emocional, el auto-
monitoreo, las estrategias de regulación emocional rasgo-estado y la auto-eficacia en el uso de 
dichas estrategias. 
 Posteriormente, se procedió a obtener la validez y confiabilidad de los instrumentos 
empleados en la muestra objeto de estudio. Para ello se corrieron varios Análisis de Confiabilidad 
Alpha de Cronbach, encontrándose que estos son válidos y confiables para realizar estimaciones 
dentro del contexto amoroso. Después se corrió un Análisis de Frecuencias por grupo (fases de la 
pasión) para obtener los principales estadísticos descriptivos (Media, Moda y Desviación Estándar) 
correspondientes a cada uno de los recursos regulatorios (percepción, expresión y entendimiento 
emocional, auto-monitoreo, estrategias de regulación emocional y auto-eficacia). Los resultados 
sugieren que las personas que se encuentran en las fases más positivas del amor pasional (Atracción y 
Enamoramiento) poseen perfiles de regulación emocional similares en los que se observa un mejor 
ajuste a los contextos emocionales y un mejor desempeño en los recursos regulatorios, en 
comparación con sus contrapartes negativas (Amor Obsesivo y Amor Desesperado). Finalmente, se 
realizó una Análisis de Varianza (ANOVA) para explorar las posibles diferencias entre los grupos 
(Atracción, Enamoramiento, Amor Obsesivo y Amor Desesperado) al respecto de los recursos 
regulatorios. Los resultados obtenidos señalan diferencias estadísticamente entre los grupos en 
prácticamente todos los recursos regulatorios, a excepción del auto-monitoreo. 
 
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Capítulo I 
Emoción 
 
 
 
 
 
 
 
 
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"Las emociones son fenómenos psicológicos que 
 le dan a la vida su sabor y sus sinsabores, 
 su energía y sentido...” 
 Reidl (2005). 
 
 
En un momento u otro todas las personas han experimentado emociones más o menos intensas que 
acompañan tanto a sus experiencias más gratas como a las muy negativas (Feldman, 2002). De ahí 
que, el día de hoy puedan verse una gran cantidad de investigaciones encauzadas a la compresión 
de las emociones, en la manera en la que éstas se experimentan, perciben y expresan, así como en el 
modo en el que se manejan o controlan. 
Como resultado de dichas indagaciones, las emociones han dejado de ser concebidas como 
un resabio evolutivo indeseable de la herencia animal del ser humano, para dar paso a una noción en 
la que juegan un papel central, tanto en el pensamiento racional como en la interacción social 
(González, 2005). Así, aunque en un inicio, la palabra emoción (emovere = moverse hacia fuera) hacía 
referencia exclusivamente al movimiento, al cambio, al impulso involuntario de hacer algo (Märtin y 
Boeck, 1998); progresivamente se ha ido dejando atrás su raíz etimológica para integrar a su definición 
elementos que van desde aspectos fisiológicos hasta aquellos con un tinte social. 
1. Conceptualización y estructura de la emoción 
Las emociones han sido abordadas a través de la historia y la literatura desde distintos enfoques, dando 
pie a diferentes conceptos del término que ponen de relieve algún aspecto importante de éstas 
(Plutchik, 1987). 
Desde una perspectiva evolutiva se considera que, las emociones son patrones conductuales 
instintivos elegidos por presiones de la selección natural, que orientan generalmente una conducta 
hacia la adaptación (Darwin, 1872 en Reidl, 2005). 
Basándose en el papel funcional de las emociones, Märtin y Boeck (1998) las definen como 
mecanismos que ayudan a reaccionar con rapidez ante acontecimientos inesperados, a tomar 
decisiones con prontitud, seguridad y a comunicarse de forma no verbal con otras personas. En esta 
misma línea de pensamiento, Cole (2004 en Reidl, 2005) señala que las emociones son capacidades 
formadas biológicamente, que perduraron y evolucionaron a causa de su extraordinario valor para la 
sobrevivencia. Así las emociones son sistemas de radar que prepara al organismopara actuar sobre las 
situaciones. 
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Partiendo de la dimensión fisiológica de la emoción, esta ha sido definida como un patrón de 
reacción hereditario que involucra cambios profundos del mecanismo corporal total, pero sobre todo 
de los sistemas visceral y glandular (Watson, 1924 en Plutchik, 1987). Desde esta perspectiva, la emoción 
es la actividad y reactividad de los tejidos y órganos inervados por el sistema nervioso autónomo 
(Wenger, 1956 en Plutchik, 1987). 
 Acentuando los procesos cognoscitivos o evaluativos de la emoción esta es visualizada como 
una tendencia a acercarse hacia algo evaluado como bueno y a alejarse de cualquier cosa evaluada 
como mala; dicha atracción o aversión va acompañada por un patrón de cambios fisiológicos 
organizados para el acercamiento o la evasión, por consiguiente, los patrones son distintos para cada 
emoción (Arnold, 1969 en Plutchik, 1987). 
 Como puede observarse no existe un consenso en la conceptualización de la emoción ni una 
propuesta que integre las distintas facetas de la experiencia emocional. Aspecto que es señalado por 
algunos teóricos (p.e. R. Lazarus y B. Lazarus, 1994; Moltó,1995 en Barrón y Bazán, 2004; Reeve,1994) 
quienes consideran que las emociones deben ser vistas como fenómenos multidimensionales ya que 
describen la respuesta de una persona en distintos niveles. 
 Al respecto, Reeve (1994) sugiere que, una emoción tiene por lo menos tres componentes: la 
cognición y pensamiento, que se refiere a los juicios y pensamientos que surgen de un estado concreto 
de sentimiento; una experiencia que se puede sentir en el cuerpo, es decir, las reacciones fisiológicas 
que se manifiestan a partir de un sentimiento; y una reacción expresiva, como los movimientos 
corporales que realiza cada persona, tales como un gesto o un tono de voz. En consecuencia, las 
emociones son, en parte, estados afectivos ya que hacen que las personas se sientan de una manera 
en concreto (p.e. alegre o enojada); son respuestas biológicas, reacciones fisiológicas que preparan al 
cuerpo para la acción adaptativa, y finalmente; son fenómenos sociales, ya que permiten transmitir las 
experiencias emocionales a los demás por medio de expresiones faciales y corporales. 
 Apoyando esta concepción estructural de la emoción, R. Lazarus y B. Lazarus (1994) indican que 
esta incluye: un estado mental subjetivo, tal como el sentimiento de ira o de amor; un impulso a actuar, 
tal como huir o atacar, ya sea que se exprese abiertamente o no; y cambios profundos en el cuerpo, 
tales como un incremento en la tasa cardiaca o en la presión sanguínea que preparan o sostienen al 
individuo para realizar acciones de afrontamiento, y otros tales como la postura, los gestos y las 
expresiones faciales que comunican a los demás lo que se está sintiendo o lo que se quiere que los 
otros crean que se está sintiendo. 
 Moltó (1995 en Barrón y Bazán, 2004), además de conisderar los elementos hasta el momento 
señalados, sugiere que las emociones son fenómenos complejos multifactoriales que encierran no sólo 
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tres sino cinco dimensiones importantes: una evaluación cognitiva de las situaciones, un conjunto 
diverso de cambios fisiológicos, una serie de expresiones visibles o manifiestas, un componente 
motivacional que se refleja en una intención o tendencia a la acción y, por último, un estado subjetivo 
experiencial o de sentimiento. 
2. Caracterización de las emociones: su diferenciación con otros términos 
Además de suponer que, las emociones se caracterizan principalmente por un estado de perturbación 
y/o excitación (Ben- Ze´ev, 2000; Bizquerra, 2000) y que entre sus propiedades básicas está el que son 
desencadenadas por un estado cognitivo, poseen una sensación cualitativa singular, están dirigidas 
hacia un objeto intencional, inducen cambios fisiológicos, tienen expresiones fisiológicas y fisonómicas, 
e inducen tendencias de acción (Elster, 2001); existen otras características que las hacen ser únicas. 
Algunos estudiosos de las emociones (p.e. Ben- Ze´ev, 2000; Reidl, 2005) coinciden en que éstas 
se diferencian de otros procesos psicológicos por: su espontaneidad, inestabilidad, brevedad o 
duración limitada y su intensidad. Aspectos que según Ben- Ze´ev (2000) les han valido ser igualadas 
con fenómenos tales como las tempestades o el fuego mismo. 
 Pese a estas peculiaridades, es necesario hacer una distinción entre las emociones y dos 
términos con los que habitualmente se le confunde, a saber: 
� Los estados de ánimo, son estados afectivos o psicológicos actuales ya sean positivos o 
negativos de carácter transitorio, son menos intensos y perturbadores que las emociones y a 
diferencia de estas son producidos por hechos ordinarios (Kimble et al., 2002). 
� Los sentimientos, que se caracterizan por moverse en extremos opuestos (placer-dolor), son 
perdurables en el tiempo, pueden ser profundos o superficiales, son de estimación propia o 
egocéntrica (orgullo) y también de estimación ajena (simpatía). La principal diferencia que 
existe entre éstos y las emociones tiene que ver con la intensidad de estas últimas (Young, 1979). 
 Independientemente de la discusión sobre la naturaleza de las emociones, éstas son altamente 
funcionales para el sujeto ya que lo preparan biológicamente y lo predisponen para realizar las 
conductas más adecuadas en situaciones particulares (Plutchik, 1987). 
3. Aspectos funcionales de la emoción 
Resulta difícil imaginar la manera en la que serian las cosas si las personas carecieran de la capacidad 
de experimentar y expresar emociones. Es evidente que la vida sería menos satisfactoria y hasta 
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aburrida. Pero ¿sirven para algo las emociones más haya de hacer que la vida sea interesante? Por 
supuesto que sí. 
 Desde 1872 Darwin enfatizó la función adaptativa de las emociones al observar como los 
animales (especialmente los primates) tenían un extenso repertorio de emociones, y que la manera de 
expresarlas tenía una función social pues colaboraba para la supervivencia de la especie. 
 Más recientemente se ha propuesto además que, las emociones sirven de defensa ante 
estímulos nocivos y de aproximación a aquellos que son placenteros, generando indicadores somáticos 
que identifican de inmediato los elementos de la situación que son relevantes para la persona (Lazarus, 
1991 en Negrete, 2006). Ayudándole de esta manera a, relacionarse con otros individuos y a elegir la 
estrategia más adecuada para el cumplimiento de metas individuales (Mora, 2000). 
 Cacioppo, Gardner y Bernston (1999 en Gross, 2007) refuerzan la existencia de las funciones 
antes descritas al señalar que, las emociones le son de gran ayuda al individuo ya que guían la toma 
de decisiones, estimulan el aprendizaje y disparan la conducta. Al respecto de este último aspecto, 
Fernández y Palmero (1999 en González, 2005) plantean que las emociones tienen la difícil tarea de 
organizar diversos recursos psicológicos (p.e. la percepción, la atención y la memoria) en un lapso muy 
breve de tiempo, con la finalidad de anticiparse a las consecuencias y dar una respuesta puntual y 
rápida a una situación determinada. 
Feldman (2002), por su parte, ha sintetizado las distintas tareas que las emociones desempeñan 
en la vida del individuo en tres grandes áreas: 1) Preparar para la acción. Las emociones actúan como 
nexo entre los sucesos del ambiente externo y las respuestas conductuales que presenta un individuo. 
Por lo tanto, las emociones son estímulos que ayudan a producir respuestas efectivas ante diversas 
situaciones. 2) Dar forma al comportamiento futuro. Las emociones sirven para promover el aprendizaje 
de información que ayudará a elaborar respuestas adecuadas en el futuro. Por ejemplo, la respuesta 
emocional que se produce cuando la persona experimenta algo desagradable,le enseña a evitar 
estímulos de este tipo en el futuro. Mientras tanto, las emociones placenteras actúan como 
reforzamiento para los comportamientos previos motivando al individuo a buscar situaciones similares 
en el futuro. 3) Regular la interacción social. Las emociones funcionan como una señal para los 
observadores permitiéndoles comprender de manera más adecuada lo que el otro está 
experimentando y predecir así su comportamiento futuro. Lo cual promueve a una interacción social 
más eficaz y adecuada. 
 Hasta el momento se ha señalado que las emociones poseen distintas funciones adaptativas, no 
obstante, cada estado emocional provee de formas particulares para reaccionar ante distintos 
contextos. Así, cuando el individuo experimenta miedo, tiende hacia la protección; cuando se 
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sorprende, se orienta frente a la nueva situación; cuando siente ira se inclina hacia la destrucción; 
cuando experimenta amor, se le facilita la cooperación y el acercamiento; cuando está feliz, busca la 
reproducción de aquel suceso que lo hizo sentir bien, y finalmente; cuanto se encuentra triste, tiende a 
la reintegración personal (Goleman, 1997; Reeve, 1994). 
Como puede observarse, una discriminación eficiente de las tendencias de acción 
especificadas para los diferentes estados emocionales, resulta central en la regulación de las relaciones 
interpersonales ya que permite ajustar la conducta en función de las posibles respuestas del otro (Izard, 
1994 en Feldman, 2002). 
4. Teorías de la emoción 
Dado que las emociones son fenómenos muy complejos, no existe ninguna teoría capaz de explicar 
por completo todas las facetas de la experiencia emocional. Sin embargo, Feldman (2002) asienta que 
algunas aproximaciones son constantemente citadas en la literatura sobre emociones por su relevancia 
en la explicación de estos fenómenos, a saber: 
 4.1. Teoría de James-Lange. 
De acuerdo con sus autores, James y Lange (s/a en Feldman, 2002), la experiencia emocional es una 
reacción ante sucesos corporales instintivos que ocurren como respuesta a alguna situación o 
acontecimiento en el entorno. Así, las fases del proceso se producen en: situación emotiva, percepción 
de la misma por el sujeto, reacciones orgánicas y emoción propiamente dicha (Gross, 1998). En 
resumen, se experimenta tristeza porque se llora, enojo porque se golpea algo y miedo porque el 
cuerpo tiembla (James, 1890 en Feldman, 2002). 
 Es importante mencionar que James y Lange (s/a en Feldman, 2002) sugirieron que para cada 
emoción existe una reacción fisiológica de los órganos internos (experiencia visceral), la cual lleva al 
individuo a clasificar su experiencia emocional. En resumen, se experimenta una emoción como 
resultado de los cambios fisiológicos producidos por sensaciones específicas, las cuales, a su vez, son 
interpretadas por el cerebro como tipos particulares de experiencias emocionales. 
 La teoría de James-Lange presenta, de acuerdo con Feldman (2002), algunas desventajas: a) 
para que sea válida, los cambios viscerales tendrían que producirse a un ritmo relativamente rápido, 
puesto que algunas emociones se experimentan casi al instante; b) la excitación fisiológica no siempre 
produce una experiencia emocional; y c) por último, los órganos internos de una persona generan una 
gama relativamente limitada de sensaciones para la gran variedad de emociones que las personas son 
capaces de experimentar. 
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 4.2. Teoría de Cannon- Bard. 
El principal postulado de esta teoría es rechazar la idea de que la sola excitación fisiológica conduce a 
la percepción de emociones. En lugar de ello, se propone que la excitación fisiología y experiencia 
emocional son producidas de manera simultanea por el mismo impulso nervioso, el cual según Cannon 
y Bard, procede del tálamo del cerebro. 
 De acuerdo con esta teoría, después de que se percibe un estímulo que induce una emoción, 
el tálamo es el sitio inicial de la respuesta emocional. A su vez, esté envía una señal al sistema nervioso 
autónomo, produciendo por consiguiente un respuesta visceral. Al mismo tiempo, el tálamo comunica 
un mensaje a la corteza cerebral con relación a la naturaleza de la emoción que se experimenta. Por 
tanto, no es preciso que distintas emociones tengan patrones fisiológicos únicos relacionados con ellos, 
siempre y cuando el mensaje enviado a la corteza cerebral difiera de acuerdo con la emoción 
especifica. 
 La teoría de Cannon-Bard parece estar en lo correcto al rechazar la idea de que la excitación 
fisiológica por si misma puede explicar las emociones, sin embargo, investigaciones recientes han 
conducido a modificaciones importantes en la teoría ya que ahora se sabe que el hipotálamo y el 
sistema límbico, y no el tálamo, desempeñan una función importante en la experiencia emocional y 
aún no se comprueba la simultaneidad de las respuestas fisiológica y emocional, lo cual es un supuesto 
fundamental de la teoría (Pribram, 1984 en Feldman 2002). 
 4.3. Teoría de Schachter-Singer. 
Esta explicación teórica se centra en la función de la cognición para explicar las emociones. Así el ser 
humano identifica la emoción que experimenta mediante la observación de su entorno y la 
comparación que hace de él mismo con los demás (Schachter y Singer, 1962 en Feldman, 2002). De 
esta manera, las emociones se encuentran determinadas, en su conjunto, por un tipo de excitación 
fisiológica relativamente inespecífica y por la catalogación de la excitación con base en claves 
obtenidas del entorno. En resumen, la teoría de Schachter-Singer sugiere que, al menos bajo 
determinadas circunstancias, las experiencias emocionales son una función conjunta de la excitación 
fisiológica y la etiquetación de ésta. 
 Desafortunadamente esta teoría tiene algunas limitaciones ya que, algunas investigaciones 
sugieren que la excitación fisiológica no siempre es esencial para que ocurra la experiencia emocional 
y que los factores fisiológicos por si mismos pueden dar cuenta del estado emocional en otros casos 
(Feldman, 2002). 
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5. Taxonomías de las emociones 
De acuerdo con Chóliz y Tejero (1994), en la actualidad, se pueden distinguir –básicamente– dos 
acercamientos teóricos para clasificar a las emociones. El primero, donde se ubican los 
"neodarwinistas", defiende la idea de que los patrones que han mostrado su adaptación al medio son 
los que se han transmitido y estos corresponden a emociones básicas, universales, presentes en todos 
los individuos de una misma especie, cuya expresión y reconocimiento son innatos. La segunda 
perspectiva, creada por los "antidarwinistas", asegura que no existe tal universalidad en las emociones y 
que, desde luego, no existen emociones que pudieran ser consideradas básicas. Este último argumento 
se hace evidente al revisar la literatura sobre emociones donde no existe un consenso respecto a 
cuáles serían los estados emocionales universales. 
Descartes (s/a en Plutchik, 1987), por ejemplo, en su clasificación de las emociones básicas, a las 
que denominó pasiones, incluyó al amor, el odio, el deseo, el júbilo, la tristeza y la admiración. Por su 
parte, Darwin (1872) señaló ocho emociones básicas diferentes a las planteadas por Descartes (s/a en 
Plutchik, 1987), según las cuales pueden observarse tanto en los animales como en los hombres desde 
la infancia, a saber: alegría, malestar psicológico (distress), interés, sorpresa, miedo, enojo/rabia, 
disgusto y vergüenza. 
Años más tarde, Tomkins (1962 en Plutchik, 1987) propone una clasificación en la cual retoma al 
júbilo planteado por Descartes (s/a en Plutchik, 1987), al interés, la sorpresa, la vergüenza y la ira 
señaladas por Darwin (1872) y agrega a su taxonomía las emociones de angustia, temor y 
repugnancia. 
Ekman (1972), por otro lado, sugiere que las emociones que pueden ser pensadascomo 
universales son aquellas cuyas expresiones faciales son reconocidas en todo el mundo 
independientemente de la cultura a la cual se pertenece. Así, retoma como emociones básicas a la 
sorpresa, el disgusto, el enojo y el miedo que ya habían sido señaladas por Darwin (1872), a la tristeza 
mencionada por Descartes (s/a en Plutchik, 1987), y agrega a la felicidad. 
Planteando una categorización emocional más elaborada, Plutchik (1980,1987 en Aguilar, 2005) 
señala que existen ocho estados emocionales básicos de los cuales se deriven ocho complejos (Ver Fig. 
1): 
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Fig. 1. Esquema de las emociones planteadas por Plutchik (1980, 1987 en Aguilar, 2005). En 
el centro se ubican las emociones básicas, mientras que, hacía el exterior se presentan las 
emociones complejas que resultan de la mezcla de las primeras. 
Lo anterior sugiere que, de las emociones básicas se desprenden otras que son secundarias. Las 
primeras, consisten en mecanismos evolutivamente antiguos que aparecen muy pronto en el desarrollo 
individual; se expresan mediante movimientos faciales que se pueden reconocer universalmente. Las 
segundas, por su parte, aparecen más tarde en el desarrollo del individuo, se activan de una manera 
relativamente lenta y parecen construidas por las personas; pueden ser difíciles de conocer a partir de 
la expresión facial o de otras conductas no verbales y pueden estar asociadas con un amplio rango de 
estímulos (Molto, 1995 en Aguilar, 2005). Bajo este esquema de pensamiento, Aguilar (2005), al realizar 
un análisis de diversas clasificaciones de las emociones, concluye que la gran mayoría están divididas 
en primarias y secundarias, siendo ejemplos de ello las siguientes: 
Primarias Secundarias 
Ira 
Furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, 
fastidio, irritabilidad, hostilidad e incluso, violencia y odio patológico. 
Tristeza 
Congoja, pesar, melancolía, pesimismo, autocompasión, pena, soledad, 
abatimiento, desesperación o depresión grave. 
Temor 
Ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, 
inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, terror, miedo, fobia o pánico. 
Felicidad Alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión, orgullo, placer, 
Repugnancia Tristeza 
Enojo Sorpresa 
Esperanza 
Alegría Aceptación 
Temor 
Resentimiento 
Decepción Desprecio 
Agresividad 
Temor 
reverente 
Optimismo Sumisión 
Amor 
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gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia, éxtasis o manía. 
Amor 
Aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, devoción, 
adoración o amor espiritual. 
Sorpresa Conmoción, asombro, desconcierto. 
Disgusto Desdén, desprecio, menosprecio, aversión, repulsión y aborrecimiento. 
Vergüenza Culpa, molestia, disgusto, remordimiento. 
 
 Finalmente, (Wulkimir, 1967 en Goleman, 1997) hace hincapié en que las emociones pueden 
agruparse en dos vertientes: positivas y negativas, en función de sus implicaciones en la experiencia 
subjetiva, así como en su impacto interpersonal. Aquellas que motivan a los individuos a aproximarse al 
objeto de la emoción son consideradas positivas; mientras que, aquellas que motivan a evitarlo entran 
en el rango de las negativas. 
Bajo esta visión, Fischer, Shaver y Carnochan (1990 en Camacho, 2004), trazan una jerarquía de 
emociones, dos positivas: amor y felicidad; y tres negativas: enojo, tristeza y miedo, de las que a su vez 
se desprenden varias emociones secundarias que cubren un amplio espectro emotivo (Ver Fig. 2). 
 
Fig. 2. Jerarquía de emociones primarias y secundarias 
propuesta por Fischer et al (1990 en Feldman, 2002) 
Ambos tipos de emociones –positivas y negativas– son útiles ya que cumplen una función 
adaptativa favoreciendo la autodefensa y la supervivencia, pues si bien las emociones positivas 
producen bienestar, las negativas motivan el alejamiento o la modificación de la situación (Märtin y 
Boeck, 1998). A continuación se describe más detalladamente las características propias de cada una 
POSITIVAS 
Felicidad Amor 
Ternura 
Pasión 
Disfrute Orgullo 
Contento 
NEGATIVAS 
Enojo Tristeza Miedo 
Molestia 
Hostilidad 
Desprecio 
Celos 
Agonía 
Culpa 
Dolor 
Soledad 
Horror 
Preocupación 
EMOCIONES 
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de las emociones básicas positivas y negativas, así como sus implicaciones en las relaciones 
interpersonales. 
6. Caracterización de las emociones básicas 
 6.1. Amor 
El amor ha sido concebido a través del tiempo y del conocimiento como la emoción más profunda y 
significativa que, nace de la necesidad de vinculación, de intimidad y trascendencia del ser humano 
(Fisher, 1989 en Martínez, 2005). El amor es fruto del cuidado, la responsabilidad, el respeto y el 
conocimiento de la pareja (Fromm, 1966 en Martínez, 2005) y da lugar a un involucramiento emocional 
espontáneo y dinámico entre quienes lo experimentan que se caracteriza por el altruismo, la intimidad, 
la admiración, la confianza, la aceptación, la unidad (Sánchez-Aragón, 2007a), la vinculación sexual, la 
ternura, la valoración y el compañerismo (Fisher, 1989 en Martínez, 2005). 
Stenberg (2000 en Martínez, 2005) señala que el amor posee tres principales ingredientes: 1) 
intimidad, se refiere a los sentimientos que conllevan a la proximidad, el vínculo y la conexión en una 
relación, por ejemplo, potenciar el bienestar del ser amado, considerarlo, valorarlo, comprenderse 
mutuamente, compartir todo, comunicarse positivamente, recibir y dar apoyo emocional; 2) pasión, 
hace referencia a un estado de intensa nostalgia por la unión con la pareja, es la expresión de deseos y 
necesidades como la autoestima, la afiliación, el dominio, la sumisión y la satisfacción sexual, y; 3) 
compromiso, tiene que ver con la firme intención de continuar con la pareja y mantiene la relación a 
pesar de los altibajos que se den en la intimidad y la pasión. 
Como puede observarse el amor ha sido visto como una constelación de conductas, 
cogniciones y sentimientos asociados con el deseo de empezar y mantener una relación cercana con 
una persona en específico (Aron y Aron, 1991 en Zarco, 2005). A nivel conductual, el amor se traduce 
en la expresión de afecto físico, cuidados o cualquier tipo de conducta que acerque a las personas 
física, emocional, cognoscitiva, social y espiritualmente (Díaz Guerrero, 1994 en Zarco, 2005). Desde el 
punto de vista cognoscitivo el amor implica la estimación de la propia experiencia así como la 
valoración del ser amado (Zarco, 2005); lo que se manifiesta en la preocupación por el otro, el deseo 
de estar juntos, la identificación, el sentimiento de pérdida o tristeza cuando el otro está ausente y el 
querer reciprocidad en cuanto al sentimiento (Storm y Store, 1984 en Sánchez Aragón, 2007a). El amor 
como un sentimiento induce respuestas fisiológicas que surgen ante la presencia del ser amado y que 
van integradas con una atribución de actitud favorable ante la persona estímulo (Sánchez Aragón, 
1995). Así el amor da lugar a un conjunto de reacciones en todo el organismo haciendo que haya un 
estado de relajación, calma y satisfacción, que facilita la cooperación (Fischer et al., 1990 en 
Camacho, 2004). 
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En general, estas nociones del amor lo representan como una experiencia placentera y positiva; 
sin embargo, Stenberg (2000 en Martínez, 2005) señala que dicha emoción también puede provocar 
estados displacenteros. De tal manera que, el amor se torna una experiencia paradójica que implica 
tanto gozo como frustración, entrega y desaliento, coraje y ternura. 
 6.2. Felicidad 
La felicidad ha sido visualizada como una emoción básica positiva (Carlson, 1991; Fischer et al., 1990 en 
Feldman, 2002) ya que le proporciona al individuo sensaciones placenteras respecto de sí mismo y de su 
entorno (Salmurri,2004). 
Al respecto de los sucesos que la producen, Aristóteles argumentaba al igual que Platón que, la 
felicidad depende de una vida virtuosa y una actitud apropiada (Carlson, 1991). No obstante, hoy se 
sabe que cada cultura ha establecido cánones distintos al respecto. Así, la felicidad puede 
experimentarse al realizar una buena acción, por estar en compañía de los amigos o por cualquier 
situación o evento agradable para la persona (Camacho, 2004). 
A nivel cognitivo, la felicidad produce pensamientos positivos, un mayor recuerdo de 
acontecimientos felices y modula de manera positiva la recepción e interpretación de los estímulos 
ambientales (Carrasco Chávez y Sánchez Aragón, 2008), lo cual favorece el rendimiento, la creatividad 
y el aprendizaje, así como la aparición de conductas altruistas (Camacho, 2004). Esta emoción, 
además, le ofrece al individuo una sensación de bienestar y tranquilidad, brindándole un mayor disfrute 
de las cosas, alegría y optimismo, lo revitaliza y llena de energía para realizar un mayor numero de 
actividades, en general, lo impulsa a ser una mejor persona. 
Pese a las implicaciones positivas de la felicidad, esta puede llegar a generarle problemas 
interpersonales al individuo o afectar su producción laboral cuando ésta se desborda (Carrasco 
Chávez y Sánchez Aragón, 2008); de ahí la importancia de su regulación. 
6.3. Enojo 
Al igual que otras emociones, el enojo constituye una manera habitual de reaccionar ante una variada 
gama de situaciones con las cuales las personas se enfrentan cotidianamente. Así, el enojo puede 
surgir como una respuesta inmediata ante lo que el individuo evalúa como: una ofensa, sin importar si 
ésta fue deliberada o justificada; una amenaza al auto-valor (Grieger, 1986) o un trato injusto (Ben – 
Ze´ev, 2000). Asimismo el enojo surge ante situaciones en las que la persona se siente herida, 
traicionada o engañada (Reeve, 1994). 
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 El enojo envuelve una evaluación negativa de una situación o persona en específico y no una 
actitud global hacia las cosas o personas (Ben–Ze´ev, 2000). Así, el enojo esta esencialmente dirigido a 
la persona que realizó la acción específica que lo provocó (Grieger, 1986). 
Ahora bien, el enojo suele considerarse como un estado emocional que incluye sentimientos que 
varían en intensidad, desde una leve molestia o irritación hasta la furia o la ira (Spielberger et al., 1985). 
Es en este sentido que, el enojo en un nivel adecuado puede ayudar al individuo a resolver un 
desacuerdo, reclamar sus derechos o simplemente establecer límites. No así en los casos en los que su 
intensidad se convierte en un problema que deriva en serias consecuencias para la salud y la calidad 
de vida del individuo (Rivadeneira, Dahab y Minici, s/a). Si bien no existen criterios unívocos para 
diferenciar el enojo saludable del patológico, se ha señalado que este es menos adaptativo cuando: se 
presenta mucha veces en un período determinado (frecuencia), se experimenta subjetivamente con 
demasiada fuerza (intensidad) y se prolonga por largos períodos de tiempo (duración) (Rivadeneira, 
Dahab y Minici, s/a) 1. 
En lo que respecta al análisis de su expresión, Rivadeneira, Dahab y Minici, s/a) distinguen al 
menos tres grandes formas en que el enojo puede ser manifestado, cada una de ellas con un impacto 
diferencial sobre la salud y el bienestar subjetivo de la persona: 1) supresión, la persona puede rumiar 
sobre la provocación del enojo, proferir internamente insultos o maldiciones, más no expresar 
abiertamente ningún malestar, esta modalidad resulta sumamente dañina para la salud física (p.e. 
problemas cardiovasculares, gastrointestinales o inmunitarios); 2) expresión explosiva, a través de 
insultos, gritos, e incluso, agresiones físicas, aunque en menor medida que la supresión, se asocia con 
problemas de salud física, no obstante, sus repercusiones se hacen más evidentes en problemas 
interpersonales, y; 3) expresión asertiva, verbalizaciones, gestos, tonos de voz y, en general, 
comportamientos que marquen claramente la molestia de la persona pero de manera socialmente 
aceptable, esta tiene un menor impacto negativo sobre la salud y un impacto positivo en las relaciones 
interpersonales ya que mejora la calidad de los vínculos al ser una vía de resolución de conflictos. 
6.4. Tristeza 
La tristeza ha sido definida como una reacción de nostalgia que se produce en respuesta a sucesos 
evaluados como displacenteros, por ejemplo: alguna desgracia que afecta a alguien o al mismo 
individuo, dejar ir a un ser amado, perder una posesión querida, la separación física o psicológica de 
alguien importante, el fracaso, la decepción, la soledad, entre otros (Camacho, 2004). Al respecto, 
Oatley (1987) sugiere que dichos eventos no tienen que ser experimentados en la actualidad para 
sentir tristeza ya que el recuerdo de estos o la posibilidad de que ocurran desencadena dicho estado 
 
1 Información obtenida de la página electrónica del Centro de Terapia Cognitivo Conductual y Ciencias del 
Comportamiento http://www.cognitivoconductual.org/articles/enojo.htm 
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emocional. De esta manera, la estructura temporal de la tristeza puede ubicarse en el pasado, el 
presente o el futuro. 
En lo que respecta a la manifestación expresiva de dicho estado emocional se ha señalado 
que este se traduce, más comúnmente, en llanto (Camacho, 2004). Mientras que su expresión facial se 
caracteriza por la posición oblicua las cejas y el abatimiento de las comisuras de los labios (Dylan, 
2002). Dichas señales facilitan que la persona que está triste reciba apoyo y consejo de aquellos que le 
rodean (Mejía Loza y Sánchez Aragón, 2008). 
Asimismo, es importante señalar que la tristeza viene acompañada de sentimientos de 
desaliento y pérdida de la energía, lo cual da lugar a pesimismo, desesperación y sentimientos de 
autocompasión y culpa (Camacho, 2004). 
6.5. Miedo 
El Miedo es considerado una emoción básica negativa que cuenta con el mayor valor funcional en la 
supervivencia de una gran variedad de especies a lo largo del proceso evolutivo; lo cual se refleja en 
su permanencia en -prácticamente todos- los organismos vivos y en la interpretación correcta que 
estos hacen de las manifestaciones expresivas de dicha emoción en otras especies y en la propia 
(Dylan, 2002). 
 Según Méndez (2006), el miedo habitualmente es ligado con el riesgo y la incertidumbre; no 
obstante, existe un amplio rango de eventos que pueden detonarlo. Gray (1979 en Boissy, 1995) señala 
cinco diferentes tipos de estímulos que producen miedo: peligros que son parte de la historia evolutiva 
de la especie, la novedad, el aprendizaje, la intensidad de un estímulo y la interacción con individuos 
de la misma especie. Más recientemente Lelord (2001) confirma a la percepción de peligro como un 
detonante del miedo. Mientras que López (2001 en Camacho, 2004) agrega que, este se presenta no 
sólo ante la percepción de un daño o peligro –ya sea físico o psicológico– sino también ante 
situaciones en las que la persona se siente incapaz de desempeñar con éxito alguna función o papel. 
 Independientemente de los eventos que lo desencadenan, el miedo al igual que el resto de las 
emociones es una respuesta que se presenta en diferentes niveles. La valoración cognoscitiva que 
precede al miedo está vinculada con la sensación de incertidumbre y amenaza (Lazarus, 2000). A nivel 
subjetivo el miedo es considerado una emoción displacentera ya que se hace acompañar de un 
intenso malestar en caso de no poder evitar la situación (Orgilés, Méndez y Espada, 2005). A nivel 
fisiológico el impacto del miedo es de los más intensos y se traduce en: aceleración del ritmo cardiaco 
y la respiración, contracción muscular, temblor de piernas y manos (Lelord, 2001), aumento enla 
actividad del sistema neuroendócrino disparando los niveles de adrenalina y noradrenalina, incremento 
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de la presión arterial, náuseas y sudoración (Méndez, 2006), entre otras reacciones. Como resultado, el 
miedo es considerado uno de los estados emocionales más expresivos (Heller, 1989 en Álvarez, 2006) lo 
que, permite etiquetarlo con facilidad en función de ciertos indicadores como son: la expresión facial, 
las vocalizaciones (Boissy, 1995), la palidez del rostro (Berastegi, 2007; López, 2001 en Camacho, 2004) y 
la piloerección (Boissy, 1995; López, 2001 en Camacho, 2004). Manifestaciones todas estas con un alto 
valor funcional ya que actúan como señales de alarma y constituyen las principales fuentes de 
comunicación social sobre algún tipo de peligro (Boissy, 1995). 
En lo que se refiere a las tendencias de acción del miedo, los organismos parecen tener varias 
opciones: paralizarse y no hacer nada (Álvarez, 2006; López, 2001 en Camacho, 2004), escapar de ese 
miedo o evitarlo (Álvarez, 2006; Hamm y Weike, 2006; Kuchel, 1991 en Boissy, 1995; López, 2001 en 
Camacho, 2004) y enfrentarlo o atacar (Álvarez, 2006; Kuchel, 1991 en Boissy, 1995). La paralización es 
una reacción que se da de forma involuntaria y que se presenta comúnmente cuando el organismo se 
encuentra frente a un objeto que evalúa como terrible. Mientras que, la huida y el ataque funcionan 
como medios de protección para mantener al organismo a salvo de aquello que lo acecha y pone en 
riesgo su existencia (Álvarez, 2006). 
 Sin embargo, cuando la emoción de miedo es experimentada de manera muy intensa se corre 
el riesgo de caer en un bloqueo emocional o de actuar de un modo ineficaz, como sucede 
generalmente en los ataques de pánico (Berastegi, 2007). De esta manera el valor funcional y 
adaptativo que posee esta emoción se pierde, convirtiéndose como apunta Boissy (1995) en un estado 
indeseable que puede reducir el bienestar de quien lo experimenta. 
 
 
 
 
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Capítulo II. 
Pasión 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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 23 
“El amor es simplemente una desordenada 
 pasión con un bello nombre”. 
Wilde, O. 
 
A través del vivir y del relacionarse el individuo va creando vínculos amorosos de distintos tipos: el 
amor materno, el de padres e hijos, el fraternal, el amor a sí mismo, el amor a Dios y el amor erótico. 
No obstante, este último es quizá uno de los más significativos en la edad adulta ya que, en la 
mayoría de los individuos el logro de la intimidad con una persona del sexo opuesto, es una meta 
principal en la vida que indica madurez, así como realización y logro personal (Rage, 1995, 1997 en 
Martínez, 2005). 
De esta manera, dentro del amplio espectro emotivo que el ser humano es capaz de 
experimentar, el amor en el contexto romántico se realza como una de las emociones humanas más 
anheladas y perseguidas por el individuo, y también entre aquellas que se experimentan con gran 
ímpetu. Así, las personas en nombre de esta emoción son capaces de hacer casi cualquier cosa para 
tratar de conseguirlo y/o conservarlo. De ahí que, diversos teóricos encaminen sus esfuerzos para 
tratar de comprender mejor el fenómeno amoroso. 
Como resultado, algunos autores (p.e. Fischer et al., 1990 en Camacho, 2004; Hatfield y 
Rapson, 1993) señalan al amor como una emoción básica positiva que puede tener dos visos: la 
ternura y la pasión (Hatfield y Rapson, 1993); dando origen a dos tipos de amor, el romántico o de 
compañía (Hendrick y Hendrick, 1992) y el amor pasional o sexual (Richins, 1997 en Ubillos et al., 1997) 
respectivamente. 
 El amor romántico o de compañía brinda a la relación de pareja un matiz de tranquilidad y 
gran intimidad (Hendrick y Hendrick, 1992). Este tipo de amor se caracteriza –entre otras cosas– por su 
perdurabilidad (Jankowiak y Fischer, 1992) y por centrarse más en la idealización del otro que en la 
sexualidad (R. Lazarus y B. Lazarus, 1994). Además, el amor romántico está compuesto por 
pensamientos de necesidad hacia la pareja, deseos de cuidarla y de depositar la confianza en ella, 
sentimientos de bienestar, dificultad de concentración y la sensación de "flotar en las nubes", 
conductas de apoyo y tolerancia hacia el otro y, en menor medida, de reacciones físicas intensas 
(Taylor, Peplau y Sears, 1994 en Ubillos et al., 1997). 
 Por su parte, el amor pasional o también llamado amor sexual por considerar al sexo un 
componente esencial de esta experiencia (Richins, 1997 en Ubillos et al., 1997), incluye tanto 
sentimientos subjetivos como procesos fisiológicos intensos (Hatfield, 1988). Este tipo de amor se 
caracteriza según Taylor et al. (1994 en Ubillos et al., 1997) por fuertes e incontrolables sentimientos de 
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atracción hacia la persona deseada y, de ansiedad y malestar en su ausencia; por una fuerte 
activación fisiológica y deseo sexual; por pensamientos obsesivos o rumiación sobre el objeto amado, 
y; por cierto patrón de conductas como la expresión abierta de afectos hacia la persona deseada, el 
apoyo físico y emocional, y la aceptación incondicional. 
 Es de esta manera que, la pasión puede ser vista como una de las emociones con mayores 
matices y paradojas, aspectos que se reflejan en prácticamente todos las definiciones que hacen 
referencia a dicho constructo. 
1. La pasión: sus diferentes acepciones y matices 
La palabra pasión proviene, por un lado, del verbo latino passio-passionis cuyo infinitivo es pati y 
significa padecer o sufrir; y por otro, se deriva del griego pathos, que se empleaba para referirse a 
todas aquellas fatalidades o padecimientos de origen sobrenatural que eran producidas por 
demonios o espíritus. En la actualidad se ha dejado atrás el origen etimológico de la palabra pasión, y 
ahora se le emplea de manera indiscriminada para referirse a estados afectivos, a cualquier acción 
cargada de emotividad e impulsividad o a algo deseable que impulsa al individuo a iniciar grandes 
proezas (Durand y Rosas, 2005). 
No obstante, los estudiosos de la pasión se han dado a la tarea de ir afinando la definición de 
dicho constructo, ubicándolo así dentro del contexto amoroso. 
Lee (1973) dentro de su tipología del amor compuesta por tres estilos básicos: Eros, Ludus y 
Storge; define al Eros como el amor pasional que comienza súbitamente y está basado en una fuerte 
atracción física. Al respecto de este amor, Ojeda García (1998) señala que existe una búsqueda 
constante de nuevas formas de coquetear y seducir a la pareja, pues lo que más se desea es llegar al 
goce y la consumación sexual. De acuerdo con Ubillos et al. (1997), el amante Eros valora mucho el 
amor pero no está obsesionado por él ni presiona a su pareja sino que más bien permite que las cosas 
se desarrollen mutuamente. 
De forma similar, Sternberg (1986, 1998 en García, 2006) define a la pasión como un estado de 
intensa nostalgia por la unión con la pareja, donde se presenta una gran carga emocional que guía 
la atracción y la consumación sexual en una relación romántica. 
Siguiendo esta mima línea de pensamiento Fletcher y Kininmont (1991 en García Cerón, 
Retana Franco y Sánchez Aragón, 2004) visualizan al amor pasional como un elixir mágico que hace 
que el ser humano se sienta realizado en la vida, implica cierta prisa y precipitación por el placer y un 
anhelo por la consumación erótica. 
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De acuerdo con Hatfield y Rapson (1993) la pasión posee distintas dimensiones: un 
componente cognoscitivo que se refiere a los pensamientos que se caracterizan por una 
preocupación e idealización de la pareja, y el deseo de conocer y ser conocido por esta; un 
componente emocional, que hacer referencia a las emociones y sensaciones que guían la atracción 
sexual hacia otra persona, el anhelo de reciprocidad, la excitación fisiológica,el deseo de unión 
permanente y completa con la pareja, y finalmente; un componente conductual, que incluye 
respuestas como besar, la cercanía física y el compartir con el otro. 
Pese a las características aparentemente positivas del amor pasional, algunos autores (p.e. 
Hendrick y Hendrick, 1986; Sperling, 1985; Yela, 2000) señalan que dado su carácter intenso y 
emocionalmente turbador puede llevar al individuo a difuminar las fronteras de su ego, caer en la 
idealización del objeto de amor, disminuir su sentido de realidad, experimentar ansiedad ante la 
separación y sensación de urgencia. No obstante, existe una clara tendencia a estudiar y 
conceptualizar a la experiencia pasional de forma parcial, inclinándose más hacia la parte positiva y 
dejando de lado lo negativo, parte innegable y compleja de la pasión. 
 Tratando de desentrañar la mezcla de estas dos vertientes, Hatfield y Rapson (1993, 1996) 
sugieren que, la prominencia de una parte sobre la otra va a depender básicamente de la 
reciprocidad que el amante percibe de su amado. Siendo precisamente la unión con el otro la que 
se asocia con la satisfacción, la realización, el éxtasis y el bienestar subjetivo; mientras que, la no 
correspondencia se vincula con la desesperanza, el vacío, la desesperación, la ansiedad y el 
sufrimiento. Como resultado, la pasión remite a quien la experimenta a una confusión de sentimientos: 
ternura y sexualidad, alegría y pena, ansiedad y alivio, altruismo y celos (Hatfield y Rapson, 1996). 
Quien se encuentra inmerso en la experiencia pasional puede estar sujeto a una gran variedad de 
cambios vertiginosos de humor, que van desde la euforia cuando recupera a su objeto de amor, 
hasta la ansiedad, la desesperación y la ira cuando su amor es ignorado o rechazado (Fisher, 2004 en 
Martínez, 2005). 
En consecuencia, se piensa que los amantes pasionales son narcisistas, egoístas, mentalmente 
inestables, locos, insensatos, inmorales, y desleales. Sin embargo, muchas personas en todo el mundo 
buscan de forma incesante experimentar esta emoción y han arriesgado y están dispuestos a 
arriesgar todo por estar con sus amantes (Jankowiak, 1995). 
Dada la intensidad de la experiencia pasional esta es visualizada como una emoción 
inestable y arrebatada (Viederman, 1988 en Sánchez Aragón, 2007a) que puede provocar en el 
individuo cierto desorden y falta de control (Yela, 2000) o pérdida del mismo que, a su vez, lo lleva dar 
el salto de lo positivo de la pasión a lo negativo de ésta, es decir, a pasar de lo armónico a lo 
obsesivo (Vallerand et al., 2003). 
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 1.1 El Modelo Dualista de la Pasión 
En el Modelo Dualista de la Pasión propuesto por Vallerand et al. (2003), se define a la pasión como 
una fuerte inclinación que posee el individuo hacia una actividad que le gusta, considera importante, 
y en la que invierte tiempo y energía. Asimismo se aluden a la existencia de dos tipos de pasión: la 
armónica y la obsesiva, en función del tipo de control que se tiene sobre dicha actividad y la forma 
en la que esta se ha internalizado en la identidad de la persona (en forma automática o controlada). 
La internalización controlada de la actividad apasionada se produce cuando la persona 
puede elegir libremente la práctica de dicha actividad y tener control sobre su participación en esta; 
dando origen a una pasión armoniosa. Aquí, la actividad que despierta la pasión de la persona 
ocupa un lugar importante, pero no lo es todo para ella, así que pueden organizar su vida de tal 
manera que, el conflicto entre su actividad apasionada y el resto de sus obligaciones es mínimo o 
ausente. En consecuencia, experimentan la mayor parte del tiempo emociones positivas durante y 
después de realizar dicha actividad (Vallerand et al., 2003). 
Ahora bien, en caso de que la internalización de la actividad apasionada en la identidad de 
un individuo se dé de manera automática, tendrá una naturaleza obsesiva. Este tipo de pasión sitúa a 
las personas en la paradójica posición de sentirse obligados o presionados a participar en una 
actividad que se supone disfrutan. Como resultado, la pasión puede llegar a ocupar un espacio 
desproporcionada en la vida de la persona, dando lugar a conflictos derivados por el deseo de 
participar en la actividad que le apasiona y las obligaciones que tienen que realizar en otros ámbitos. 
En consecuencia, los individuos con una pasión obsesiva son más propensos a experimentar 
emociones negativas durante y después de realizar la actividad que les apasiona (Vallerand et al., 
2003). 
De esta forma, las personas con una pasión armoniosa tienen la capacidad de controlar la 
actividad que les apasiona, mientras que, las personas con una pasión obsesiva son controladas por 
esta volviéndose emocionalmente dependientes. Así, estos dos tipos de pasión conducen a 
resultados diferentes. La pasión armoniosa, se vincula con respuestas adaptativas para el individuo; 
mientras que, la obsesiva está asociada con respuestas poco funcionales e inadaptativas. 
 Pese a que estas nociones de la pasión permiten comprender mejor el fenómeno, Ubillos et al. 
(1997) indican que este tipo de amor se construye por el discurso social en un momento histórico y 
culturalmente dados. 
 
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 1. 2. Conceptualización de la pasión en la cultura mexicana 
Jankowiak (1995) asienta que, el significado concreto del amor pasional puede variar notablemente 
de una cultura a otra en diferentes épocas. Así, aunque la pasión parezca ser un fenómeno universal 
la manera en la que las sociedades ven a la pasión romántica difiere notablemente. 
En el caso de la cultura mexicana se ha encontrado que, la pasión se asocia con el arrebato, 
el sexo, el deseo, la ternura y el amor (Díaz Loving, Canales y Gamboa, 1986); así como con la 
búsqueda voluntaria del objeto o persona que se desea intensamente (Gúrmendez, 1989). No 
obstante, existen algunas diferencias entre los hombres y las mujeres mexicanos al respecto de los 
descriptores empleados para definir a la pasión. Para ellos ésta emoción representa amor, deseo, 
sexo, entrega, cariño, romance y respeto; mientras que, para ellas la pasión se traduce en amor, 
deseo, atracción, cariño, besos, entrega, caricias y ternura (Díaz Loving et al., 1986). 
 Recientemente, Sánchez Aragón (2007a) al solicitar a 230 mexicanos (110 hombres y 120 
mujeres) que describieran tanto los aspectos positivos como negativos de alguna experiencia 
pasional, halló que existe mucha similitud entre las características asociadas por los mexicanos a este 
fenómeno y las reportadas en la literatura. Entre los aspectos positivos de la pasión, los mexicanos 
señalaron: felicidad, intimidad, éxtasis, motivación, optimismo, satisfacción-placer, amor, deseo, 
realización personal, sensualidad, autoestima, dar, mantenimiento o prolongación, relajación, ilusión, 
exclusividad, cercanía y misterio. Mientras que, entre los aspectos negativos se encuentran: obsesión, 
ansiedad, tristeza, decepción, enojo y agresión, temor, indiferencia, culpabilidad y remordimiento, 
soledad, terminación, insaciabilidad y ahogo. 
 Esto confirma que en toda relación pasional, existe una continuidad y traslape entre lo positivo 
y lo negativo. Lo cual sugiere que, en la experiencia amorosa la línea que separa lo normal de lo 
patológico es escalofriantemente delgada, pues la protección puede convertirse fácilmente en 
posesión, la preocupación en control y el interés en obsesión (Goldberg, 1996). 
2. Las fases del amor pasional 
Con base en esta concepción ambivalente del amor pasional, Sánchez Aragón (2007a) propone que 
este abarca una serie de tonalidades continuas de positividad y negatividad que hacen que su 
experiencia se torne excepcional, y que van desde la Atracción hasta el Amor Desesperado, 
pasando por el Enamoramiento y el Amor Obsesivo. 
 Para esta autora, al inicio de la experienciapasional se encuentra la Atracción, equiparable 
con el deseo y el antojo que para algunos autores (p.e. Díaz Loving, 1996; Rubin, 1973; Tennos, 1979; 
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Tzeng, 1992;) aparecen como precursores del amor. La segunda fase de este continuo es el 
Enamoramiento, comparable con la noción de pasión que proponen autores como Lee (1976) y 
Sternberg (1986 en Martínez, 2005), quienes la describieron como un sentimiento de tremenda 
felicidad y consumación sexual. Posteriormente, se encuentra el Amor Obsesivo que es muy parecido 
a la vertiente perturbadora de la pasión propuesta por Vallerand et al. (2003) en la que esta interfiere 
con las actividades que se tienen que realizar en otros ámbitos de la vida. Finalmente, está el Amor 
Desesperado donde, como señalan Hatfield y Rapson (1996), la no correspondencia del ser amado y 
la contemplación de su pérdida guían al individuo a un estado de desesperación y sufrimiento que se 
traduce en la búsqueda persistente y exasperada del objeto de amor. 
La breve descripción de las dimensiones del amor pasional deja entrever que entre sus fases 
más positivas están la Atracción y el Enamoramiento; mientras que, en el lado negativo se sitúan el 
Amor Obsesivo y el Amor Desesperado (Kú Hernández y Sánchez Aragón, 2006). En seguida se 
profundiza en cada una de estas dimensiones con el propósito de que su esclarecimiento facilite la 
comprensión de la dinámica pasional. 
 2.1. Atracción 
La fase de atracción es la primera etapa del amor pasional, en ésta aparece la unión como motivo y 
con él la locomoción de acercamiento afectivo hacia el otro (Kú Hernández y Sánchez Aragón, 
2006). De ahí que la atracción sea vista como la orientación o predisposición cognoscitiva y afectiva 
positiva de parte de una persona hacia otra (Villanueva, 2004) 
Para que una persona puede ser atraída por otra es necesario que esta: refuerce sus 
conductas de acercamiento, le parezca atractiva físicamente, sea similar en atributos psicológicos 
tales como las actitudes o la personalidad, le complemente o llene ciertas necesidades, le sea 
familiar o interactúen frecuentemente, o represente una fuente de equilibrio o recompensa 
(Villanueva, 2004). 
Desde un punto de vista cognoscitivo se ha planteado que, la etapa de atracción es la 
primera etapa del amor durante la cual hay interés en alguien que atrae física e intelectualmente. 
Por consiguiente, las personas fijan los sentidos en quien les despierta pensamiento continuos y el 
deseo de involucrarse; así comienza la búsqueda de coincidencias, la idealización del otro y la 
admiración por este, pero siempre enmarcado en lo sexual (Díaz Loving y Sánchez Aragón, 2002). 
En lo que respecta a lo afectivo, la atracción induce la experiencia de emociones intensas 
que van desde el agrado y la necesidad de acercamiento físico, pasando por el cuidado y la 
atención, hasta la locura pasional y el placer (Kú Hernández y Sánchez Aragón, 2006). Al mismo 
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tiempo la atracción produce en el individuo felicidad, goce, ilusión, plenitud sentida ante el 
pensamiento o la presencia de la persona por la cual se siente amor; pero también plantea la 
posibilidad de que los amantes satisfagan sus necesidades mutuas, compartan actividades y deseen 
conocerse más (Sánchez Aragón, 2007a). Lo cual puede llevar al surgimiento de sentimientos más 
profundos, tales como: el cariño y la intimidad; no obstante puede presentarse también cierto miedo 
al rechazo (Díaz Loving y Sánchez Aragón, 2002). 
En términos conductuales, durante la atracción, la persona hace todo por llamar la atención 
del otro, utilizando la coquetería y la seducción como recursos para ello; además se observa una 
comunicación más íntima, se es respetuoso, atento y cordial, se comparten actividades y se cuida a 
la persona (Díaz Loving y Sánchez Aragón, 2002). 
Particularmente en la cultura mexicana, los hombres con pareja señalan que la atracción se 
refiere al gusto por la belleza física, lo que favorece la comprensión y el deseo sexual, así como la 
experiencia de sentimientos más profundos: pasión y amor. Mientras tanto, para las mujeres con 
pareja la atracción tiene que ver con al gusto por lo físico que puede transformarse en amor, deseo, 
sexo, cariño y pasión (Díaz Loving et al., 1986). 
 2.2. Enamoramiento 
Esta dimensión del amor pasional ha sido definida como un fenómeno en el que dos personas se 
encuentran completamente cautivadas por una variedad de factores, tales como la atracción física, 
la proximidad, el afecto y la intimidad (Martínez, 2005). 
El enamoramiento, también ha sido concebido como una experiencia única, un trastorno 
radical de la sensibilidad, de la mente y el corazón que, funde la personalidad y la historia de dos 
personas. Transfigurando así, el mundo en el que viven y manteniéndolos en una especie de ebriedad 
y éxtasis que va en contra del intelecto (Alberoni, 1996). Lo que se traduce en el deseo intenso de 
tocar al ser amado y relacionarse sexualmente con este, dado que se estimulan la sensualidad y el 
antojo a través del fantasear e inquietarse ante la posibilidad de ver o estar cerca del objeto de amor 
(Sánchez Aragón, 2007a). 
Como se observa, el enamoramiento está basado en la excitación y en una intensa emoción, 
que se distingue por sus altas y bajas y no precisamente por ser un sentimiento consistente de calidez 
interpersonal. Debido a esto, el enamoramiento se propaga rápidamente y tiende a decrementar 
con el tiempo (Sternberg, 2000 en Martínez, 2005). 
 
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 2.3. Amor Obsesivo 
Muchos amores se desvanecen inevitablemente, convirtiéndose en desdicha y dolor para el 
rechazado y en sentimiento de culpa para el que rechaza. Pero en ocasiones el resultado es más 
penoso, porque el ansia de unión se puede transformar en obsesión por mantener un amor no 
correspondido, aunque la relación sea atormentante y destructiva (Retana Franco, 2004). 
Es así como aparece el amor obsesivo, considerado como una etapa en la que se idealiza 
tanto al ser amado que cuando no se le tiene, se experimentan sentimientos de inseguridad y 
ansiedad (Sperling y Berman, 1991). Propiedades que le han valido ser vinculado con un apego 
ansioso, un estilo que incorpora dimensiones conductuales y afectivas del amor pasional con una 
extraordinaria necesidad de interdependencia (Sperling, 1985). 
Dada su insaciable fusión con el ser amado, el amor obsesivo ha sido definido también como 
una invasión a la privacidad física o simbólica de una persona, que puede ser un extraño, un 
conocido, o hasta un antiguo amor con el que aún se cree que se tiene una relación íntima (Cupach 
y Spitzberg, 1998). Lo anterior, sugiere una falta de mutualidad ya que el que victimiza presiona 
buscando más contacto, intimidad o interdependencia; mientras que, la víctima desea autonomía y 
libertad ante esa imposición. Al mismo tiempo en que experimenta emociones como el enojo, la 
impotencia y la culpa por no poder corresponder como lo espera el otro (Baumeister y Wotman, 1992 
en Sánchez Aragón, 2007a). 
Sperling (1985) menciona que, quien siente este tipo de amor tiene dificultad para hacer 
compatibles la realidad y la idealización propias de la relación, ya que se enganchar fácilmente en 
fantasías, experimenta extremos de felicidad y tristeza, expresa amor con mucha facilidad y, en 
muchas ocasiones, desea mucho más amor del otro de lo que usualmente recibe y tiene. 
Resumiendo, el amor obsesivo implica pasar de un anhelo normal por el objeto de amor a una 
obsesión disfuncional por poseerlo, lo cual lleva a la persona que no logra sobrellevarlo a 
experimentar dolor y una disminución de su autoestima, un sentimiento de invalidez ante la ausencia 
de la persona amada que se manifiesta en ansiedad, urgencia de ver a la persona, agonía, 
inseguridad, miedo y deseos de no vivir (Sánchez Aragón,2007a). 
 2.4. Amor Desesperado 
Este tipo de amor, representa la búsqueda por la interacción con el ser amado a pesar de que se 
sabe que el sentimiento ya no es o nunca fue mutuo; lo que lo diferencia del amor obsesivo es que, 
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para cumplir este propósito la persona recurre al uso de la fuerza (Kú Hernández y Sánchez Aragón, 
2006). 
La persona que experimenta un Amor Desesperado realiza una búsqueda persistente y 
desesperada de interacción con su objeto de pasión, incluyendo aspectos como la persecución, 
obligar al otro a hacerle compañía, acorralarle, imponerle su presencia, comprometiéndole a 
compartir espacios, presionándole; todo ello para lograr su atención o correspondencia que ya 
siente perdida (Sánchez Aragón, 2007a). 
De ahí que el amor desesperado sea considerado como una forma severa de intrusión 
obsesiva dado que involucra la persecución del objeto de pasión en forma amenazante, maliciosa, 
repetida y hostigante que puede poner en peligro su seguridad (Cupach y Spitzberg, 1998), y la de 
todo aquel que se le acerque si el acosador los percibe como una amenaza (Sánchez-Aragón, 
2007a). 
3. Medición de la pasión 
Una vez que se ha definido conceptualmente el fenómeno pasional y se conocen sus antecedentes, 
es necesario medirlo. Hecho que no ha resultado nada fácil para muchos teóricos de la pasión dada 
la versatilidad, ambivalencia y complejidad en su experiencia (Sánchez Aragón, 2007a). No obstante, 
entre las medidas más sobresalientes que se han obtenido al emprender esta tarea, están las 
siguientes (Sánchez Aragón, 2007a): 
 3.1. Escala de Gusto y Amor de Rubin 
A partir de los estudios iniciales sobre atracción, Rubin (1970) creó una prueba de 26 oraciones que 
evalúa los aspectos de atracción-enamoramiento y amor romántico. El primer factor incluye la 
evaluación positiva, respeto y similitud percibida del otro; y el segundo, versa sobre las necesidades 
personales de dependencia y afiliación con el otro, predisposición a la ayuda y exclusividad y 
absorción. Esta escala es uno de los primeros esfuerzos por medir el amor romántico y mostró desde 
sus aplicaciones iniciales coeficientes de consistencia interna altos (Alpha de Cronbach=. 81 a .86). 
 3.2. Forma de Estimación de las Relaciones de Davis y Latty-Mann 
Davis y Latty-Mann (1985) crearon esta escala con el propósito de evaluar el amor romántico 
partiendo de la idea de que el amor entre dos personas posee muchas características similares al 
arquetipo de la amistad sólo que difieren en la intensidad de ciertas emociones. De los 68 reactivos 
que conforman la escala, diez evalúan a la pasión romántica en donde se consideran aspectos 
como la fascinación (¿esta persona domina tus pensamientos?), la intimidad sexual (¿es esta persona 
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sexualmente atractiva para ti?) y la exclusividad (¿tienes sentimientos hacia esta persona que no 
podías tener con alguien más?). Sus coeficientes de estabilidad Alpha de Cronbach oscilan entre .59 
a .90 y su formato es tipo Likert. 
 3.3. Temas de Enriquecimiento y Cuidado de las Relaciones, Comunicación y Felicidad 
(ENRICH) de Olson, Fournier y Druckman 
Olson, Fournier y Druckman (1985) diseñaron una escala compuesta por 125 reactivos con cinco 
opciones de respuesta, en donde identificaron factores personales, interpersonales y externos como 
áreas clave en el buen funcionamiento de las relaciones. Por tanto, la escala incluye como 
elementos base a la distorsión idealista (si mi pareja tiene faltas, no soy conciente de ellas) y las 
relaciones sexuales (trato de encontrar las formas de mantener nuestra relación sexual interesante y 
disfrutable). Factores, que muestran concordancia conceptual con definiciones e investigación que 
han ahondado en la experiencia pasional. Entre sus características psicométricas sobresalientes está 
que la prueba muestra un Alpha promedio de .74. 
 3.4. La Escala de Amor Pasional de Hatfield y Rapson 
Hatfield y Rapson (1996) crearon esta escala para medir el amor pasional tomando en cuenta sus 
dimensiones: cognoscitiva, emocional y conductual. El primer factor se compone de aspectos que 
tienen que ver con: pensamientos intrusivos o preocupación por el compañero, idealización del otro o 
de la relación, deseo por conocer al otro y que él te conozca. El factor emocional abarca aspectos 
como: atracción sexual hacia alguien, sentimientos positivos cuando las cosas van bien, sentimientos 
negativos cuando las cosas van mal, anhelo por reciprocidad, deseo por una unión completa y 
eterna, y excitación fisiológica. Finalmente, el tercer factor que hace referencia a la parte 
conductual del amor pasional engloba respuestas como: acciones dirigidas a la determinación de lo 
sentimientos del otro, estudiar al otro, servir al otro y mantener cercanía física. Esta escala ha 
mostrado ser altamente confiable (∝=.94) y se encuentra correlacionada positiva y fuertemente con 
otras medidas de amor e intimidad (p.e. Sprecher, 1986). 
 3.5. Escala de Estilos de Amor de Hendrick y Hendrick 
Basándose en la tipología de amor de Lee (1976), Hendrick y Hendrick (1986) desarrollaron una escala 
en la que se evalúa un amor básicamente físico y pasional (Eros) a uno basado en la obsesión 
(Mania). El amor erótico surge del llamado “amor a primera vista” iniciando con la atracción 
inmediata y poderosa hacia el otro, seguida de un periodo de miedo, anticipación y tensión; después 
surge un periodo de conocimiento, disfrute y éxtasis, y al final declina hacia el desencantamiento. En 
el estilo maniaco la persona se preocupa excesivamente por la otra persona, siente que necesita de 
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su amor al grado de pensar que no podría vivir sin él, desea e insiste en ver a la persona diario y se 
molesta cuando esta se retrasa o cancela alguna cita. El amante maniaco es posesivo, 
constantemente vigila a su pareja, trata continuamente de calmarse y controlarse, pero no lo logra, 
trata de forzar a la pareja para que le demuestre más afecto y compromiso puesto y no es capaz de 
terminar la relación él mismo. 
En términos de sus características psicométricas la escala cuenta con 42 reactivos (7 reactivos 
por factor), posee buena estabilidad (coeficientes de .62 a .84). Esta misma perspectiva teórica, dio la 
pauta a Ojeda García (1998) para medir los mismos estilos en México, obteniendo un instrumento de 
82 reactivos que se agruparon en 6 factores con alta congruencia conceptual con la propuesta y 
con coeficientes de confiabilidad de entre .81 a .94. 
 3.6. Escala de Amor Apasionado de Hatfield y Sprecher 
La Escala de Amor Apasionado fue creada por Hatfield y Sprecher (1986) partiendo de la idea de 
que existen diferencias radicales entre el amor romántico y cualquier otra forma de amor. Estas 
diferencias se centran fundamentalmente en el inicio súbito y la fragilidad que, desde su punto de 
vista, caracterizan a las formas más románticas, frente a la estabilidad y el desarrollo lento y gradual 
de otras formas de amor. En consecuencia, esta escala se limita al amor apasionado y, aunque 
incluyen en la misma escala elementos cognoscitivos, emocionales y conductuales, se refieren a 
todos ellos mediante la expresión pasional de los sentimientos. En términos de sus características 
psicométricas, su estabilidad –calculada a través del Alpha de Cronbach- es de .94 y muestra alta 
congruencia con sus definiciones teóricas. 
 3.7. Escala de la Teoría Triangular del Amor de Sternberg 
Esta escala, diseñada por Sternberg (1990), se fundamenta en la teoría enraizada de la psicología 
cognoscitiva que hace énfasis en tres componentes del amor: intimidad en la emoción, pasión en las 
reacciones físicas y decisión-compromiso en la cognición. De los 45 reactivos en formato de respuesta 
tipo Likert, 15 fueron diseñados para evaluar a la pasión (p.e. Ver a ____ me excita;

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