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Terapia-grupal-para-mujeres-en-proceso-de-separacion-a-causa-de-una-infidelidad

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE 
MÉXICO 
 
 
 
 
 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
TESINA 
 
“TERAPIA GRUPAL PARA MUJERES EN PROCESO DE 
SEPARACIÓN A CAUSA DE LA INFIDELIDAD” 
 
PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 
P R E S E N T A: 
 
Angélica López Gándara 
83325935 
 
 
Correo: angelicalopezgandar@yahoo.com.mx 
Tel. Cel. 
 
Directora: 
 
Margarita Molina Avilés 
 
Sinodales: 
MTRO. JORGE ÁLVAREZ MARTÍNEZ 
MTRO. RODOLFO ESPARZA 
MTRA. PATRICIA PAZ DE BUEN RODRÍGUEZ 
Revisora: 
MTRA. YOLANDA BERNAL ÁLVAREZ 
 
 
 
 
 
 
 CDMX, octubre de 2017 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
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ÍNDICE: 
Resumen………………………………………………………..………………………. 4
Introducción……………………………………………………..………….................. 5 
 
CAPITULO I 
Marco Teórico……………………..………………………………………………….… 7
Terapia Cognitivo Conductual………..……………………………………………..... 7
Terapia Cognitivo Conductual en la actualidad……………………………….……8
Terapia Grupal……………………………………………………..………................ 11
Antecedentes de la terapia grupal…………………………………..……………… 11
 
CAPITULO II 
Etimología de Fidelidad e Infidelidad…………………………………..……….….. 14
Infidelidad en la pareja……………………………………………..…….………….. 16 
Infidelidad en el varón y en la mujer……………………………………….………....16
Carencias afectivas..………………………………………………………….……….18
La toma de decisiones………… .……………………………………….................. 18
La recuperación de sí mismo….……….………………………………………….….18
Definición de infidelidad………………………………………..……………….….....19
Etapas de la infidelidad………………………...………………………………….…..21
 
CAPITULO III 
Subjetividades 
Femeninas………………………………………………….……………………….....24 
Techo de Cristal en la carrera laboral……………………………………………..... 29
Las responsabilidades domésticas……………..……………………………….......29
El nivel de exigencias…………………………………………………………….……30
Los estereotipos sociales…………………………..…………………………….......30 
La percepción que tienen de sí mismas las propias mujeres……………….……30
El principio de logros………………………………….……………………….………31
Los ideales juveniles…………………………………………….……….……...........32
 
CAPITULO IV 
Auto-Estima…………………………………………………………………………….34 
Autoconcepto…………………………………………………………………………..34 
Autoevaluación…………………………………………………………….................35 
Autorespeto…………………………………………………………………………….35 
Autoestima alta………………………………………………………………………...35 
Autoestima baja………………………………………………………………………..36 
Valía personal………………………………………………………………………….36 
¿Qué son las emociones?...................................................................................37 
Control emocional…………………………………………………………………….. 37
Ansiedad………………………………………………………………………………..38 
Inventario de ansiedad de Beck………………………………………….................38
El enojo………………………………………………………………………………....39 
 
 
3 
 
Inventario multicultural de la expresión de la cólera y hostilidad……………….. 41 
La tristeza…………………………………………………………………………… 42
Inventario de depresión de Beck…………………………………………………. 42
La culpa…………………………………………………………………………....... 43
Asertividad…………………………………………………………………………… 43
 
CAPITULO V 
METODOLOGÍA 
PROPUESTA DE TERAPIA GRUPAL PARA MUJERES EN IN PROCESO DE 
INFIDELIDAD…………………………………………………………………………. 45
OBJETIVOS……………………………………………………………………………45 
Objetivo general………………………………………………………………………. 45
Objetivos específicos…………………………………………………………............45
Población destinataria……………………………………………………………….. 46
Procedimiento…………………………………………………………………............46 
Primera sesión………………………………………………………………………… 47
Segunda sesión………………………………………………………………………. 47
Tercera sesión………………………………………………………………………… 50
Cuarta sesión…………………………………………………………………………..51 
Quinta y sexta sesión………………………………………………………………… 55
Séptima, octava y novena sesión…………………………………………………... 57
Décima, decima primera y decima segunda………………………………………. 58
Décima tercera, conclusiones del grupo (al terminar la terapia)……………….. 59
 
ANEXOS 
Anexo 1……………………………………………………………………………….. 60
Anexo 2……………………………………………………………………………….. 62
Anexo 3……………………………………………………………………………….. 66
 
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………….. 69
 
CIBERGRAFÍA……………………………………………………………………….. 70
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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RESUMEN: 
 
Siendo la infidelidad un tema tan recurrente en los últimos tiempos, el objetivo de 
este trabajo es hacer una propuesta para elaborar una terapia grupal para mujeres 
que están en proceso de separación, específicamente que la causa haya sido una 
infidelidad, ya que cuando esta ocurre, la persona engañada sufre varios 
sentimientos como: tristeza, depresión, baja auto-estima, enojo, culpa, ego 
lastimado, pérdida de confianza, etc. A través de la terapia grupal se pretende que 
las mujeres que han sufrido una infidelidad se sientan acompañadas en este 
proceso, que tomen consciencia de los recursos y fortalezas con los que cuentan, 
que se reconozcan así mismas como mujeres autónomas e independientes y hacer 
una reflexión de deber tener y seguir un tratamiento psicológico de apoyo que les 
ayude a hacer una evaluación de su relación y así se tomen decisiones asertivas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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INTRODUCCIÓN 
Aún en esta época de modernidad y “liberación femenina” existen prejuicios sociales 
(se analizaran teóricamente) donde se juzga negativamente a la mujer y se justifica 
al varón. Y en parte son estos prejuicios sociales los que afectan directa y 
negativamente a la mujer y a su entorno. 
El psicólogo estadounidense Aron T Beck señaló que la infidelidad conyugal, a 
pesar de ser bastante común, causa un efecto tan traumático en la persona afectada 
debido al significado simbólico de la aventura. Así cuando ocurre una infidelidad en 
una relación, la persona engañada en este caso la mujer se afecta de manera 
negativa tanto a esta como a otros miembros de la familia (hijos principalmente). 
Con la propuesta de este trabajo se pretende acompañar a las mujeres que estén 
pasando un proceso de infidelidad, la identificación del conflicto que ocasiona una 
infidelidad, en una terapia grupal bajo un modelo cognitivo conductual, para que a 
partir de ellas y de sus recursos logren restablecerse a sí mismas y restablecer 
también la estabilidad física, emocional y social de la familia, ya sea con un divorcio 
o que se restablezca la relación de pareja. 
Un aspecto importante será promover estrategias para la adquisición de 
herramientas que favorezcan pensamientos positivos, a manejar y controlar 
emociones, Así como propiciar que las mujeres sean capaces de tomar decisiones 
asertivas. 
En el primer capítulo del presente trabajo, se revisan los fundamentos básicos del 
enfoque cognitivo conductual, así como su aplicación en la terapia grupal y las 
características de la misma. 
En el segundo capítulo se aborda el tema de la fidelidad/infidelidad, conceptos, 
definiciones y descripción. 
El capítulo tercero, se dedica a explorar temas de género como son: subjetividades 
femeninas, ¿qué es el techo de cristal?, estereotipos sociales, y la percepción que 
tienen de sí mismas las mujeres. 
El capítulo cuarto se centra en los temas de autoestima, autoconocimiento, 
autoevaluación, autoaceptación, autorespeto, valía personal, que son las 
emociones y control emocional, ansiedad,enojo, inventario multicultural de la 
expresión de cólera y hostilidad de Moscoso y los inventarios de ansiedad y 
depresión de Beck. 
Por último, en el capítulo 5, se hace la propuesta de un trabajo de terapia grupal con 
mujeres en proceso de separación o divorcio por causa de la infidelidad. 
 
 
6 
 
Este proceso terapéutico abarca 13 sesiones en las cuales se analizará que es la 
infidelidad, sus etapas; que son emociones, que emociones se identifican en cada 
etapa de la infidelidad. 
Se tratará de sensibilizar al grupo con respecto a la importancia que tiene la valía 
personal y la autoestima, enfocándonos en los aspectos de autoconocimiento, auto 
concepto, auto evaluación, auto aceptación y auto respeto, para ello, se utilizarán 
diferentes técnicas que permitan manejar el enojo, la depresión y la ansiedad. 
En la terapia grupal también se tratará de concientizar sobre la importancia de 
adquirir una conducta asertiva, habilitar la capacidad creativa para solucionar 
problemas y tomar decisiones asertivas y se reflexionará sobre el uso de la violencia 
en la pareja con un enfoque de género, con el objetivo de que el grupo visibilice y/o 
reconozca sus recursos y cualidades, se exploraran subjetividades femeninas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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CAPÍTULO I 
MARCO TEÓRICO 
TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL 
En el campo de la psicología se ha tenido un crecimiento impactante en cuanto a 
teorías y modelos explicativos acerca del comportamiento humano se refiere, La 
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), implica diversos tipos de tratamiento en base 
a diversas problemáticas de índole biopsicosocial en el ser humano, considerándola 
parte de un conjunto funcional de entes que se desarrollan en base a sociedades y 
naturaleza biológica. Cabe destacar que es la que mayor resultado positivo ha 
arrojado en resumen de tratamiento a pacientes con trastornos más específicos y 
de mayor problemática como lo son la esquizofrenia o el trastorno límite, problemas 
qué si bien no son tan comunes como otros, si son perjudiciales en el núcleo social 
y que poco a poco van tomando papel en el desarrollo de las personas y su entorno. 
A pesar de existir distintas explicaciones acerca de lo que es la Terapia Cognitivo 
Conductual y qué tipo de técnicas y estrategias se puede incluir en su amplio 
espectro, hoy en día se puede considerar a la Terapia Cognitiva de Ellis y Beck, a 
los modelos Cognitivo-Conductuales y la perspectiva Construccionista como 
intervenciones que caben dentro de este grupo conceptual (Caro, 2002). Sin 
embargo es prudente realizar un breve esbozo histórico que nos explique cómo es 
que se originó esta modalidad terapéutica así también el cómo a lo largo del tiempo 
se fue consolidando como una de las más eficaces psicoterapias en el tratamiento 
de diversas problemáticas. 
La Psicoterapia Cognitivo-Conductual surgió desde dos sectores, por un lado 
autores que venían del Psicoanálisis y por otro representantes del sector 
conductista, pero más allá de estas dos corrientes, se destaca Kelly (1955 en 
Weishaar, 1993), como el primer teórico cognitivo, ya que presenta un enfoque de 
la persona y la terapia desde un planteo claramente cognitivo (Weishaar, 1993). 
Los principales exponentes de la Psicoterapia Cognitiva, originalmente venían del 
Psicoanálisis, entre ellos Ellis (1962) y Beck (1967), ambos se alejaron de esa 
escuela por considerar que la misma no aportaba evidencia empírica relevante ni 
resultados favorables en el trabajo clínico. Por esta razón la Psicoterapia Cognitiva 
puso un acento especial en la comprobación, validación e investigación de sus 
teorías y fundamentalmente de su práctica. Ellis desarrolló lo que se conoce como 
la Terapia Racional Emotiva Conductual o TREC, en donde todos los componentes 
eran tomados en cuenta, lo revolucionario de su aporte fue la actitud del terapeuta 
que para él debía ser activa y directiva, sustituyó la clásica escucha pasiva por un 
diálogo con el paciente, en donde se debatía y se cuestionaba sus pensamientos 
distorsionados que se creía eran los determinantes de sus síntomas. Beck en su ya 
clásico libro “Terapia Cognitiva de la Depresión” (2006), cuenta como comenzó a 
cuestionar primeramente algunos aspectos teóricos del Psicoanálisis, hasta que sus 
 
 
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propias investigaciones con pacientes deprimidos, los pocos éxitos que encontraba 
entre sus colegas que estaban siendo sometidos a largos e ineficaces tratamientos 
y las inconsistencias que fue encontrando en el trabajo con pacientes depresivos, 
según sus propias palabras: “Me llevaron a evaluar de un modo crítico la teoría 
psicoanalítica de la depresión y, finalmente toda la estructura del psicoanálisis”. Es 
así que comienza a desarrollar lo que posteriormente se transformaría en una de 
las psicoterapias más eficaces para el tratamiento de la Depresión (Camacho, 
2003). 
La otra línea de desarrollo que conformó los orígenes de la Terapia Cognitivo-
Conductual corresponde a los autores que provenían del Conductismo y viendo las 
limitaciones del mismo comenzaron a incorporar y ampliar sus concepciones, entre 
ellos los más destacados fueron Bandura (1969), Meichenbaum (1969) y Lazarus 
(1971). Es por eso que a veces se habla de la Terapia Cognitivo-conductual, para 
mostrar este carácter integrador de dos modelos que en aquel entonces 
comenzaban a confluir. El aporte fundamental de estos autores fue la inclusión del 
determinismo bidireccional entre el individuo y el medio y en el aspecto práctico la 
inclusión de probadas técnicas de intervención clínica, tales como la 
desensibilización sistemática (Mahoney, 1998). 
 
LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LA ACTUALIDAD. 
Cognitivo se refiere a los pensamientos. 
Conducta se refiere a nuestras acciones. 
En nuestros días se entiende a la terapia Cognitivo-Conductual como una 
psicoterapia estructurada, con límite de tiempo, orientada hacia el problema y 
dirigida a modificar las actividades incorrectas del procesamiento de la información 
evidentes en los trastornos psicológicos como la depresión, donde el terapeuta y el 
paciente colaboran en identificar cogniciones distorsionadas que se derivan de los 
supuestos o las creencias desadaptativas. Estas cogniciones y creencias están 
sujetas al análisis lógico y la comprobación empírica de hipótesis, lo que conduce a 
los individuos a realinear su pensamiento con la realidad y a modificar su conducta 
mediante técnicas sustentadas en la terapia. (Clark, 1995, citado por Caro, 2002). 
Así, la terapia cognitiva, es un procedimiento activo, directivo y estructurado y de 
tiempo limitado que se utiliza fundamentalmente para tratar diversas patologías 
(Beck, 2001), entre ellas la ansiedad, fobias, problemas referentes al dolor y la 
depresión. Esta teoría se basa principalmente en que los efectos y conducta de un 
sujeto está determinada en gran medida por la forma de conceptualizar el mundo, 
estas cogniciones se basan en las actitudes o supuestos que los sujetos han 
experimentado o vivenciado con anterioridad y que se han internalizado en su 
 
 
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estructura mental y por consiguiente reflejada en sus actos. (Beck, Emery, Rush & 
Shaw, 2002). 
La psicoterapia Cognitivo-Conductual consiste en una serie de terapias que 
incorporan, en su filosofía de salud mental e intervenciones, procedimientos tanto 
conductuales como cognitivos; los primeros pretendiendo modificar la conducta 
mediante intervenciones directas, y los segundos intentando modificar esa conducta 
y las emociones correspondientes por medio de la modificación de la evaluación y 
de las pautas automáticas del pensamiento. Se basa en el principio de aprendizaje; 
esto es, que un aprendizaje anterior ha llevado a una conducta determinada, siendo 
ésta desadaptativa para el momento y la cuestión que se vive o para el contexto en 
el cual se encuentra la persona. Así, se le enseña al sujeto a reaprender nuevas 
formas de respuesta ante lasituación apremiante o a disminuir el malestar o la 
conducta no deseada, guiándolo hacia la adquisición de conductas más adaptativas 
(Hernández, 2007 citado en Hernández & Sánchez, 2007). 
De esta manera, las terapias que se denominan “cognitivo-conductuales” comparten 
las siguientes características: 
 Los individuos responden a las representaciones cognitivas de los 
acontecimientos ambientales en lugar de responder a los acontecimientos 
mismos. 
 El aprendizaje tiene como mediador la cognición. 
 La cognición media la emoción y la conducta (actualmente se dice que se 
interrelacionan la emoción, la cognición y la conducta). 
 Algunas formas de cognición pueden evaluarse y registrarse. 
 La modificación de la cognición (forma de pensar y de interpretar los 
acontecimientos) puede modificar la conducta y la emoción. 
 Se utilizan tanto procedimientos cognitivos como conductuales para generar 
cambios. (Lega, Caballo & Ellis, 2002). 
El objetivo de la terapia cognitiva-conductual es poder delimitar y poner a prueba 
las creencias falsas y los supuestos desadaptativos. El método consiste en 
experiencias de aprendizaje específico dirigido a enseñar a los pacientes las 
siguientes operaciones: (Beck, 2006). 
 Control de los pensamientos automáticos negativos. 
 Identificación de la relación entre cognición, afecto y conducta. 
 Examinar la evidencia a favor y en contra de sus pensamientos 
distorsionados. 
 Sustitución de cogniciones desviadas por interpretaciones realistas. 
 Aprender a identificar las creencias falsas. 
Así pues, la Terapia Cognitiva-Conductual es una de las teorías que plantea su 
propio modelo terapéutico y tiene como principio fundamental la resolución de los 
 
 
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problemas actuales y con ello atenuar los síntomas mediante la intervención de 
cogniciones para poder modificar comportamientos (Yapko, 2006). 
De esta manera la TCC es como empieza a tener auge hasta nuestros días en 
cuanto a terapias psicológicas se trata, no solo por sus avances conceptuales que 
redefinen a la cognición y el estudio de las problemáticas psicológicas. 
La Terapia Cognitivo-Conductual es, quizás, el tipo de intervención psicológica que 
más aplicaciones tiene hoy en día. Numerosos trastornos se están tratando 
actualmente con esta clase de terapia y el campo de aplicación se va ampliando 
progresivamente conforme aparecen nuevas investigaciones. Hay aplicaciones 
específicas para los trastornos por ansiedad, para la depresión, para la 
esquizofrenia, para las disfunciones sexuales, para el juego patológico, para los 
trastornos de personalidad, etc. (Lega, Caballo & Ellis, 2002). Sin embargo, a pesar 
de su buena posición actual, no siempre fue así, como ya se vio, ésta paso por un 
proceso muy largo de contrastaciones en psicoterapia y de nuevos hallazgos, así 
como retrocesos en la historia para poder entender sus preceptos teóricos, pero 
también se avanzó en el campo de la Psicoterapia al generar nuevas visiones y 
actitudes hacia las personas y sus problemas. 
 
Algunas observaciones sobre la aplicación de los principios de la terapia cognitivo-
conductual a la práctica psicoterapéutica (Heman, 2007 citado en Hernández & 
Sánchez, 2007): 
 Está basada en una ciencia cognitiva, en las teorías cognitivas, en la 
psicología cognitiva, que son el marco teórico, por lo que la formulación de 
los problemas de los pacientes se hace en términos cognitivos: 
1. La actividad cognitiva afecta nuestros comportamientos. 
2. La actividad cognitiva puede ser estudiada y modificada. 
3. La modificación de la actividad cognitiva puede modificar los 
comportamientos. 
Necesita establecer y mantener una alianza terapéutica. 
 Es un procedimiento activo, colaborativo, participativo y directivo. 
 Es una terapia enfocada y orientada al logro de las metas. 
 Destaca el presente, el aquí y ahora. 
 Es educativa; enseña al paciente a ser su propio análisis para: 
 Focalizar el conocimiento de sus propias pautas de pensamiento 
 Reconocer la relación entre ciertos sentimientos, los pensamientos 
autodestructivos y la conducta. 
 
 
 
 
 
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TERAPIA GRUPAL 
 
Antecedentes de la terapia grupal 
 
A principios de los 60, con la llegada de la terapia conductista se hizo patente la 
posibilidad de utilizarla en el contexto del tratamiento. Generalmente los grupos se 
componían de miembros con problemas similares. Se podía enseñar conductas 
concretas a los pacientes y se les podía reforzar con diferentes patrones de refuerzo 
dentro del propio grupo. Aprovechando la presencia de diversos moles y fuentes de 
feedback del grupo, se podía llevar acabo fácilmente un entrenamiento en 
habilidades sociales. A finales de los años 60, el autor (Rose, 1967), apoyándose 
en ejemplos clínicos, mostró, cómo se podía aplicar los principios conductistas 
relacionados con el refuerzo, al tratamiento grupal, al tiempo que se servía del grupo 
como un recurso más para la intervención (Sansores y Espinosa 1999). 
 
Robert Liberman (1970) fue el primero en estudiar las ventajas del grupo. Aporto 
investigaciones sobre diferentes estrategias conductuales para influir en la 
cohesividad y en la hostilidad de los miembros hacia el terapeuta. El autor (Rose, 
1972) escribió un libro de texto clínico que mostraba el uso de los procesos 
conductitas en pequeños grupos con niños. A mediados de los70 aparecieron al 
menos, dos libros de texto clínicos sobre terapia conductista grupal, 
fundamentalmente para adultos de acuerdo a Rose, Heckel y Salzberg (citado en 
Sansores y Espinosa 1999). 
 
A finales de los 70 y a principios de los 80 la terapia conductista comenzó a incluir 
técnicas como la reestructuración cognitiva, el entrenamiento en habilidades de 
intervención o manejo de situaciones y la relajación; más tarde se añadieron los 
métodos de exposición a (estímulos como estrategias fundamentales en la 
intervención al refuerzo y moldeamiento, basados en los principios de la teoría del 
aprendizaje social de Albert Bandura (1977). La terapia conductista se empezó a 
denominar terapia grupal cognitivo-conductual (Sansores y Espinosa 1999). 
 
A partir de 1985 se ha incrementado el interés por la dimensión grupal, debido a las 
ventajas que implica, siempre y cuando el terapeuta grupal sepa aprovecharlas. 
 
Dado que muchos problemas que se discuten en los grupos cognitivos-
conductuales son socio-interacciónales, la presencia de otros pacientes supone, 
para el terapeuta, la oportunidad de observar y para los pacientes, la posibilidad de 
poner en práctica nuevas habilidades sociales y de interacción con otros 
compañeros en un entorno de protección. 
 
El grupo ofrece a los pacientes muchas oportunidades de aprender y practicar 
conductas y cogniciones a medida que responden a las demandas grupales en 
continua evolución. En los grupos cognitivo-conductuales los pacientes aportan a 
los pacientes feedback y consejos. Como resultado los pacientes desarrollan 
importantes habilidades de liderazgo. Ayudado a otros pacientes, generalmente, 
aprenden a ayudarse a sí mismo de forma más eficaz que cunado son receptores 
 
 
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únicos de una terapia particular. Irvin Yalom (1985) consideró este fenómeno como 
una forma de altruismo y por tanto un importante factor curativo de la terapia grupal. 
(Sansores y Espinosa 1999). 
 
Otro característica exclusiva de la terapia cognitivo-conductual en grupo es la 
oportunidad de refuerzo a través de los compañeros. A todos los pacientes se les 
ofrece la posibilidad de aprender o perfeccionar la habilidad de administrar refuerzos 
a otras personas en situaciones socio internacionales con la esposa (o), familia, 
grupo de amigos y trabajo, el terapeuta puede estructurar una situación terapéutica 
en la que cada individuo tiene oportunidades frecuentes, instrucciones refuerzos por 
reforzar él a otros miembros del grupo. El refuerzo es una habilidad muy útil en la 
sociedad; algunos autores sugieren que, a medida quelas personas aprenden a 
reforzar a los demás, son reforzados recíprocamente, y se incrementa la afinidad 
mutua de acuerdo con Goldstein, Heller, Sechrest (citando en Sansores y Espinosa 
1999). 
 
Otra contribución de dicha terapia grupal podría ser la precisión de las evaluaciones. 
Diversos aspectos de un problema, que pueden escapar la atención del terapeuta 
más sensible, a menudo se clarifican en una discusión grupal intensa, el grupo 
ofrece al paciente una fuente de información importante sobre las conductas que 
resultan molestas o la hacen atractiva ante los demás, también ofrece una 
evaluación del resto de los pacientes sobre las percepciones que el paciente 
individual tiene de las situaciones sociales. De esta manera, se puede confrontar a 
cada miembro con las percepciones distorsionadas o defensivas. Este tipo de 
confrontación se acepta con mayor facilidad cunado viene de un igual que cuando 
viene del terapeuta. (Sansores y Espinosa 1999). 
 
La terapia cognitivo-conductual en grupo no carece de limitaciones. Aunque el orden 
del día de una sesión puede servirle al terapeuta como criterio para saber impedir 
la exploración de las necesidades idiosincráticas de cualquier paciente 
determinado. Todas las personas necesitan que se asigne un tiempo encada sesión 
para discutir sus problemas específicos. Por ello, no se puede permitir que uno o 
dos participantes se apropien de la sesión. Algunos pacientes se pueden sentir muy 
cuartados por este intento de implicar a todos los demás miembros del grupo. Este 
problema, sin embrago garantiza la exploración grupal. 
 
La participación a un grupo se ofrece a personas que tienen una situación, un 
problema o un interés común en este la situación de las mujeres que han o están 
en un proceso de separación por infidelidad, para que, a través del grupo y con la 
ayuda de un profesional, en este caso un (a) Psicólogo (a), puedan conseguir 
mejorar su situación personal, y puedan también aumentar la capacidad para 
modificar aspectos sociales que consideran negativos o mejorables. 
 
 
 
Las sesiones de grupo son útiles porque ellas: 
 
 
 
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- Proporcionan tiempo para compartir sentimientos, intereses y 
preocupaciones con otros miembros del grupo 
- Proveen apoyo de otras personas en el grupo; y 
- Permiten el darse cuenta de que no están solas en tener problemas y pasar 
por tiempos difíciles. 
 
Se espera que el efecto más importante que tenga el grupo sea el de comprender, 
identificar y controlar las emociones que se viven en la experiencia de ser víctima 
de una infidelidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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CAPITULO II 
FIDELIDAD 
Etimología 
“El término castellano fidelidad proviene del latín fidelitas-atis y vendría a significar 
lealtad, cumplida adhesión, observancia de la fe que uno debe al otro, verdad, 
sinceridad, constancia en los afectos y en el cumplimiento de sus obligaciones; en 
definitiva, denota a aquel que cumple sus promesas y por ello se muestra digno de 
confianza” (Martínez Marcos, “Fidelidad”, citado en Eguiluz, 2007) 
La intimidad le permite a la pareja conocer del otro, no sólo lo que resulta evidente 
en la convivencia, sino también aquello que se guarda en un comportamiento 
privado, al que casi nadie tiene acceso. 
Sin compromiso ni fidelidad, la intimidad y la cercanía son muy endebles e inseguras 
como para aventurarse en una relación de pareja duradera. 
INFIDELIDAD 
Para hablar de infidelidad es necesario primero conocer cuáles son las premisas 
amorosas que se subyacen en el contexto de la vida de relación en pareja. Porque 
son estas las que se rompen en una infidelidad. Es importante conocer los 
fundamentos en que radica la fuerza ética de la fidelidad, para después conocer a 
su contraparte, la infidelidad.(Manrique, 2001, citado en Equiluz, 2007). 
Es por eso que en el mundo privado de la pareja, desde el momento del 
enamoramiento hasta el establecimiento de un compromiso formal, se hacen 
promesas y pactos mutuos que dan a la pareja la sensación de estabilidad y 
pertenencia. 
Con el primer acercamiento, cuando se despierta la atracción, se plantea la cuestión 
de la compatibilidad basada en las posibilidades. Se presiente y se cree lo que esa 
persona podría llegar a ser, y la emoción de haber encontrado la mitad que faltaba, 
es desbordante. Lo que en principio se planteó como posibilidad, se dé por hecho 
y ambos empiecen a considerarse a sí mismos una pareja. (Baizan, Ma. 2007, 
citado en Eguiluz, 2007) 
La convivencia y el conocimiento del otro, las posibilidades dejarán de ser tan 
emocionantes e ideales como lo eran en una etapa de enamoramiento. En el mejor 
de los casos, lo que antes se idealizaba del otro se convierte en expectativas más 
reales y serenas, para dar paso a una relación amorosa madura, tras la aceptación 
de las diferencias con el otro y establecer un compromiso mutuo. La palabra 
compromiso tiene fundamentalmente, dos significados: el de la promesa (expresión 
de la voluntad de actuar de cierto modo) y el de la obligación (vínculo que muestra 
una exigencia a la voluntad). Por un lado, hallamos pues, la referencia al verbo latino 
promitto (prometer), y por otro, al verbo ob-ligo (atar o unir). Así llegamos a una 
 
 
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síntesis preliminar de lo que puede designar el concepto compromiso: “Vínculo que 
presenta una exigencia de respuesta adecuada a la voluntad” (Martínez Hermoso. 
“Compromiso”, citado en Eguiluz, 2007). El compromiso que se establece en una 
pareja habla de las promesas mutuas que se convierten en obligación que llaman a 
la responsabilidad frente al otro. 
En ese terreno donde se hacen promesas de pertenencia, permanencia y fidelidad, 
la exclusividad se vuelve un prerrequisito para generar confianza. Así pues, la 
exclusividad se refiere a que la pareja tendrá un espacio relacional privado, donde 
no puede ingresar nadie más. Este pacto dota a la pareja de un ambiente de 
seguridad, que poco a poco se convierte en el medio de cultivo donde surge la 
intimidad. Ambos elementos, seguridad e intimidad, son necesarios para la 
evolución y supervivencia de la pareja. 
La intimidad es la posibilidad de desnudarse emocionalmente, sabiendo que no 
habrá juicios, críticas o rechazo. La intimidad se construye gradualmente a medida 
que crece la confianza y donde a pesar de ser diferentes, sigue habiendo aprecio, 
respeto y afecto por aquello que es del otro. La intimidad le permite a la pareja 
conocer del otro, no sólo lo que resulta evidente en la convivencia, sino también 
aquello que se guarda en un comportamiento privado, al que casi nadie tiene 
acceso. 
A pesar de que la pareja necesita una vida extraconyugal donde nutrir su 
individualidad (Manrique, 2001, citado en Eguiluz, 2007) ese espacio privado de 
intimidad debe permanecer vedado a relaciones amorosas que pongan en peligro 
la estabilidad del compromiso. La fidelidad al compromiso salvaguarda las 
promesas y se torna vital para la pareja. La vida extraconyugal no debe traspasar 
los límites afectivos, reservados para la pareja con la cual se establecieron votos de 
fidelidad. 
Éstos serían someramente los cimientos de una pareja ideal, donde la fidelidad es 
central. Al involucrarse uno de los dos en una relación paralela de intimidad y 
compromiso con otra pareja, con la ruptura de la promesa de fidelidad, se 
resquebraja las premisas básicas de la pareja. 
La infidelidad se vive como una fuerte traición, los votos de confianza en los que se 
cimentaba la pareja se rompen, se fragmentan y se detona una fuerte crisis personal 
y de la pareja muy complicada y dolorosa. Para intentar comprender esa crisis se 
revisará en que consiste y cuáles son sus efectos. (Eguiluz,2007) 
Una de las preguntas que más atormenta a quien descubre la infidelidad de su 
pareja es ¿Por qué sucedió esto? Aunque las infidelidades siempre tienen como 
telón de fondo una relación de pareja,la infidelidad siempre es responsabilidad del 
que decide involucrarse en ella. (Eguiluz, 2007). 
 
 
16 
 
Este es un punto muy importante porque la pareja del infiel suele sentirse muy 
culpable. Es un hecho que la dinámica relacional de la pareja puede facilitar su 
aparición, pero la infidelidad puede suceder también en parejas consideradas bien 
avenidas. Las razones del infiel pueden ir desde la necesidad de sentirse 
amorosamente conectado con alguien, hasta la influencia de la sociedad de 
consumo donde cambiar de pareja puede ser incluso envidiable (Baizan, 2007). 
La Infidelidad de la Pareja 
Después de muchos años de estudiar el funcionamiento de las parejas, (Gottman 
2004, citado en Eguiluz, 2007) describe objetivamente la dinámica relacional que 
puede llevar a la pareja hasta un estado de soledad y aislamiento; en ese estado, 
la aparición de una infidelidad se vuelve muy probable. El aislamiento y la soledad 
son los estadios finales de lo que incita con la negatividad, el mal talante y la 
indiferencia. Cuando hay algún problema entre ellos, les cuesta mucho admitir el 
error y no hay intentos de reparación de falla o, cuando los hay, el otro es incapaz 
de aceptar las disculpas. Se empieza entonces a acumular el resentimiento y la 
incapacidad de arreglar los conflictos se agudiza. La pareja se siente abrumada por 
los problemas y los pleitos cada vez más dañinos, de modo que empiezan a aislarse 
el uno del otro. El aislamiento los puede llevar hasta una verdadera desconexión 
emocional, a sentirse solos, y puede ser que alguno de los dos se embarque en una 
aventura amorosa. 
Todo el mundo tiene sus creencias respecto a las infidelidades, hay desde quien 
piensa que son necesarias, divertidas, inevitables o emocionantes, hasta quien 
considera que son inconfesables, imperdonables, intolerables o inmorales. (Baizán, 
2007). Además no se visualizan de la misma forma en hombres y en mujeres como 
se muestra a continuación: 
La infidelidad en el varón: 
Habitualmente la infidelidad se asocia más con el género masculino que con el 
femenino. Los varones en todas las culturas y en todos los tiempos fueron más 
infieles que las mujeres, eso es un hecho, a pesar de que cada vez es más común 
la infidelidad femenina. 
La infidelidad en la mujer: 
Habitualmente se cree que las mujeres son más fieles que los varones, si bien esto 
está cambiando, parece que todavía los niveles de engaños e infidelidades son 
menores en las mujeres. 
Mientras el hombre habitualmente era quien salía y debía traer el sustento mediante 
el trabajo, la mujer era la que habitualmente se quedaba en la casa ocupándose de 
las labores hogareñas y los hijos. Esta división de tareas tiene gran influencia y 
puede generar ciertas dificultades. Si la mujer no cuida de sus hijos, tarea 
socialmente esperada, es mal vista, si el varón no se ocupa no es tan señalado; y 
 
 
17 
 
al contrario si un hombre no trae el sustento a su casa suele ser mal visto, pero si 
la mujer no lo hace no se la suele acusar. Por eso la mujer sufre mucho cuando no 
puede ocuparse de sus hijos y el varón cuando no tiene trabajo y no puede llevar el 
sustento a la casa (De Cristóforis, 2009). 
Las mujeres socialmente han avanzado mucho en cuanto al reconocimiento de sus 
derechos, pero aún hoy existe una discriminación que en algunos casos es marcada 
y en otras oportunidades es más sutil. Todavía la presión social hace que las 
mujeres no se permitan vivir la sexualidad tan libremente como el hombre. Las 
mujeres habitualmente desde los valores sociales tradicionales, sólo pueden 
disfrutar de su sexualidad dentro de una relación de pareja monógama, por lo que 
las infidelidades son mal vistas (De Cristóforis, 2009). 
Para las mujeres que son infieles la principal justificación suele ser el amor y mucho 
más lejos aparece el sexo, en cambio en los varones ocurre a la inversa. Las 
mujeres suelen buscar en una relación extramatrimonial amor, contención y cariño 
y raramente una aventura pasajera. Habitualmente cuando en la pareja ha habido 
engaños, si la mujer se ha enamorado de otro hombre es probable que quiera 
terminar con su marido, en cambio los varones incluso enamorados tienden a 
perpetuar ambas relaciones y son más reacios a terminar con su matrimonio. 
Parece ser que la mujer tiene mayores dificultades de compartir su amor con dos 
personas, en cambio a los varones esto les resulta algo más fácil. (De Cristóforis, 
2009). 
Se necesita abrir un espacio en la pareja para que quepa un tercero. La 
deshonestidad (las mentiras) puede abrir grandes brechas entre la pareja y dar lugar 
a ese espacio necesario entre los dos que da cabida al tercero. La tendencia a 
mentir deteriora o imposibilita una buena relación de pareja. 
Los secretos y las mentiras pueden provocar mucha desorientación en quien las 
recibe. Impiden que haya reconocimiento del error, la obligada disculpa y la 
aceptación del desagravio. Una vez que la relación se deteriora lo suficiente, el 
mentiroso se quejará de eso mismo que ha provocado y se lamentará de sentirse 
solo, aislado y sin confianza de la pareja. (De Cristóforis, 2009). 
La infidelidad puede ser también un intento por resolver un problema personal, algo 
que ocurre dentro de la persona que no puede ser solucionado o satisfecho con su 
pareja. Tal vacío existencial que ya existía desde el principio y que en la intimidad 
de la pareja se torna insoportable. Razón por la cual, las infidelidades pueden 
proporcionar placer, diversión, variedad, afirmación, aceptación, admiración, ilusión, 
emoción o escape. Algunas sirven para terminar un matrimonio o una relación de la 
pareja de larga duración anquilosada e insatisfactoria para ambos, para la que no 
se encuentra otra salida mejor que la de involucrarse con otra persona y obtener 
que una relación sustituya a la otra. (Brown, 1999 citado en Baizan 2007). 
 
 
 
18 
 
Carencias afectivas: 
Hay situaciones que no llegan a ser tan extremas como la falta de amor, pero que 
se relacionan con este punto. Cuando existe un distanciamiento afectivo, no hay 
reconocimiento por parte del otro o no se percibe a la pareja como alguien 
atractivo/a, lindo/a o interesante. Recuerdo un paciente que le decía a su mujer 
frecuentemente que se arreglara más y le compraba ropa uno o dos talles más 
chicos de los que ella podía usar, eran formas indirectas de mostrarle que para él 
ya no estaba tan atractiva. Esto obviamente era percibido por su pareja y la hacía 
sentir poco deseada; si en ese momento hubiera aparecido alguien que le dijera lo 
atractiva que era o lo linda que estaba, podría suceder que la puerta de la infidelidad 
quedara abierta. 
La pareja también cumple la función de validar al otro, aumentar su autoestima y 
permitir cubrir las necesidades afectivas, si esto no se da la persona puede sentirse 
frustrada, insatisfecha y desvalorizada, lo que puede llevarla a buscar dicha 
validación y contención en otra persona. (Camacho, J. 2004). 
Expectativas muy altas sobre la relación de pareja: 
Muchas personas que tienen ideales muy altos respecto de las relaciones de pareja, 
pueden sufrir fuertes decepciones ya que suelen existir diferencias importantes 
entre sus expectativas y la realidad. Si esta distancia entre lo que esperaban y lo 
que realmente tienen perdura y no hay un ajuste maduro entre lo esperado y la 
realidad, existe la posibilidad de que se salgan a buscar a ese hombre o mujer ideal 
que pueda cumplir con sus expectativas (Camacho, J. 2004). 
Con esa escenografía de fondo, sólo hace falta tomar la decisión y un tercero 
dispuesto a darle a la fantasía de encontrar a alguien que pueda satisfacer todas 
las necesidades emocionales insatisfechas, especialmente de aceptación y 
admiración. 
La toma de decisiones: 
La pareja que vive una infidelidad tiene tres opciones o posibilidades claras. Una, 
dejar que el tiempo apague las cosas y continuar en una relación de pareja 
problemática que empeorará conla infidelidad. Dos separarse. Tres, seguir juntos, 
reparar el daño y aprender a relacionarse de una manera más satisfactoria para 
ambos (Baizán, 2007). 
La recuperación de sí mismo: 
El que ha sido engañado ha recibido un fuerte golpe al ego. Su autoestima está por 
los suelos, se siente confundido, lastimado y con muchísimo coraje. La recuperación 
de sí mismo consiste en recuperar su autoestima, aprender a poner límites, 
desarrollar más flexibilidad, recuperar la alegría y encontrar un propósito y dirección 
(Baizán, 2007). 
 
 
19 
 
Para el que ha sido infiel, necesita conocer la naturaleza de su vacío, trabajar con 
su tendencia a trasgredir las reglas y romper los pactos, trabajar con su negación y 
tendencia a mentir para acomodar su vida (Baizán, 2007). 
 
Definición 
Así podríamos definir a la infidelidad como un proceso complejo que se da dentro 
de la relación de pareja; es resultado de una gran cantidad de factores que la 
influyen y determinan; entre éstos se encuentran los sociales, familiares, 
individuales y sexuales, y cada uno de ellos interactúa de manera diferente en cada 
caso. Pittman, (1994) plantea que la infidelidad es una defraudación, traición y 
violación de un convenio de la relación monogámica en la que ambos integrantes 
acordaron exclusividad sexual de uno a otro (García Méndez, Rivera Aragón, Díaz 
Loving, 2008). 
Por su parte Brown (1991) en su trabajo sobre la infidelidad, plantea que son seis 
etapas en el proceso de infidelidad las que vive una pareja, en la que uno de sus 
miembros trasgrede las reglas y viola los votos de fidelidad. 
Estas etapas son: 
1ª: Circunstancias adecuadas 
2ª: Aparece alguien que representa una tabla de salvación 
3ª: Descubrimiento de la infidelidad 
4ª: Crisis 
5ª: Recuperación 
 Ruptura o reparación y reactivación de la relación 
6ª: Perdón 
Esta autora afirma el inicio y el desenlace de una infidelidad tal vez parezcan breves 
o de poca intensidad, o un proceso irremediable en todas las historias de infidelidad; 
no es así. Hay reacciones más o menos intensas y procesos inconclusos; por 
ejemplo, hay infidelidades que nunca se descubren. 
Estas etapas no representan un proceso fluido y estable, con tiempos estándar, 
aplicables a cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. Puede pasar mucho 
tiempo entre una etapa y otra o simplemente detenerse en la segunda (infidelidad) 
o tercera etapa (descubrimiento), sin que ocurra necesariamente las demás. No 
todas las parejas transitan irremediablemente por todas las etapas, ni se plantea 
como aconsejable que lo hagan. Cada caso tiene sus peculiaridades y 
particularidades. Especialmente en cuanto a lo que puede suceder del 
descubrimiento en adelante. 
 
 
20 
 
Aunque se puede hablar de un proceso lineal a una etapa determinada, siempre la 
precede la anterior, es difícil determinar la duración de cada etapa o cuándo se 
pasara a la siguiente. Una etapa puede tener una duración corta y otra 
enormemente larga. Asimismo, lo que para una pareja puede prolongarse años, 
para otra puede reducirse a días y para otras puede no presentarse nunca, como 
en el caso del perdón. Esos son los matices individuales de cada caso. 
Cada una de las etapas tiene en sí sus propias variaciones y características. Por 
ejemplo, el descubrimiento de la infidelidad tal vez sea producto del espionaje 
casero motivado por la sospecha, del informe de una investigación profesional o 
darse por la súbita e inesperada confesión voluntaria del infiel. 
Hace falta mucho valor para vivir todas las etapas de la infidelidad, especialmente 
de la segunda en adelante, cuando la infidelidad tiene ya cuerpo y nombre. Hace 
falta valentía para enfrentar el descubrimiento, ya que implica la confirmación de la 
infidelidad y la inminencia de las perdidas. Hay quienes prefieren vivir con la 
sospecha de la infidelidad, antes que enfrentar a su pareja con la confirmación y las 
consecuencias que implica. Cuando esto pasa, cuando hay sospechas fundadas, 
pero la pareja prefiere hacerse de la vista gorda, puede suceder que lo que empezó 
como una aventura circunstancial se convierta en un modo de vida. 
Una pareja puede llegar hasta la tercera etapa (descubrimiento de la infidelidad), y 
quedarse atorada ahí. La pareja puede permanecer unida, sobrevivir a la crisis del 
descubrimiento, pero ambos sentirse incapaces de repararse a sí mismos y a la 
relación, para vivir en un mar de resentimientos, dolor, desilusión, rabia y 
confrontaciones. El ciclo de promesas falsas, inestabilidad, hastío y búsqueda de 
nuevas parejas paralelas puede repetirse, para finalmente terminar una vez más, y 
jugar entonces nuevamente el juego del engaño, las mentiras y el descubrimiento, 
sin llegar nunca a un desenlace. 
El número de parejas que permanece unida con o después de una infidelidad es 
alto. Aunque lo que parece más obvio es que durante la crisis, la pareja se separe. 
Algunas se separan y se juntan de nuevo. Otras se separan irrevocablemente. En 
cualquiera de los casos, Brown (1991) aconseja que lleguen a la última fase y 
puedan perdonar la transgresión. Perdón que se elabora no para beneficio del 
transgresor, sino para la propia liberación (sexta etapa). No confundir, en este caso, 
ser capaz de elaborar el perdón con un perdón ficticio. 
A qué etapa arribe una pareja y cómo, depende más de sus propios recursos 
internos y externos, así como de hasta dónde quiere llegar cada quien, que las 
buenas intenciones del que hace la terapia. 
Este esquema (Brown, 1991) permite identificar en primer lugar, en que momento 
de la infidelidad se encuentra la usuaria; en segundo identificar el estado emocional 
en que probablemente se encuentra cada participante del grupo y tercero, prever 
cual será el reto que probablemente tendrán que enfrentar, y con la intención de 
 
 
21 
 
comprender este fenómeno a continuación se describen los puntos más 
sobresalientes de cada una de ellas: 
Etapas de la infidelidad 
1. Circunstancias adecuadas.- Empiezan a crearse las circunstancias 
adecuadas. Inhabilidad para tener intimidad y tolerar la cercanía. Conflictos 
sin resolver. Uno o los dos pueden percibir la pareja en crisis. Hay 
insatisfacción, resentimientos, diferencias y distancia. Los problemas sin 
solución pueden empezar a acumularse. Tal vez se presenten reclamos, 
pleitos y reproches constantes; a veces, provocados de manera inconsciente 
para que se vaya dando la justificación. En la pareja uno o ambos pueden 
sentirse ahogados, incomprendidos y solos. Tanto la sensación de no poder 
obtener como la de ser incapaz de proporcionar lo que se necesita para vivir 
en una relación feliz, son el terreno fértil para buscar primero amigos y luego 
suplentes amorosos de la pareja original. Se empieza a fantasear con una 
nueva conquista. 
2. Aparece en escena alguien que representa una tabla de salvación. El 
flechazo. Se toma la decisión de vivir la aventura. Empieza la construcción 
de una relación a escondidas y las mentiras a diestra y siniestra. El infiel 
niega el romance y la engañada niega las señales. El amor prohibido puede, 
mientras tanto, profundizarse, expandirse y prolongarse. Se empieza a 
fabricar la crisis. 
3. El descubrimiento de la infidelidad. Este es el momento más crítico para los 
tres del triángulo, pero en especial para quien descubre el engaño. Para él o 
ella, cambia el concepto que tenía de sí misma y de la pareja, cambia también 
la percepción del compromiso (o del matrimonio). Su pasado, presente y 
futuro se desploman. Explota la bomba y son varios los que pueden salir 
heridos. Para bien o para mal, la vida de la pareja jamás volver a ser lo que 
era. El descubrimiento supone un choque tal, provoca tanta ira, que puede 
impulsar al engañado a ser destructivo, incluso consigo mismo. Al infiel, el 
descubrimiento lo puede liberar o causar una profunda culpa. Al amante, lo 
incitará a una lucha, a veces encarnizada, por una parejaajena que 
considera le pertenece o a la dolorosa realidad de haber desempeñado un 
papel útil para uno o ambos en la pareja. 
 
4. La crisis en la pareja. Todo se derrumba. La infidelidad se magnifica como la 
causa principal de la crisis y se pierde la perspectiva para valorar otros 
problemas ya presentes en la pareja y en la personalidad del infiel como 
causales de la infidelidad. El miembro engañado se obsesiona con la 
infidelidad. El infiel se siente atrapado. La amante espera un desenlace 
favorable para ella. Esta crisis puede representar una buena oportunidad 
para la pareja de sacar y solucionar los problemas de fondo o bien significar 
la separación y el rompimiento. La posibilidad de cualquiera de estas dos 
 
 
22 
 
opciones depende de la calidad de la relación, de los recursos internos de la 
pareja, de los rasgos de la personalidad de ambos, del tipo de infidelidad, de 
la duración de ésta y de su propósito. Posteriormente se analizarán a mayor 
detalle estos puntos. La vida para la pareja jamás volverá a ser como era. 
5. La recuperación. De sí misma en primer lugar, y si la pareja puede ver una 
oportunidad de reconstruir su relación, empezará un largo y difícil período de 
curación mutua y que ambos decidan trabajar en recuperar y reactivar su 
relación. 
6. Perdón.- Después de un largo proceso, es probable que se llegue al perdón. 
En este caso, ya sea que permanezcan juntos o estén ya separados, el 
perdón les permitirá soltar las amarras para liberarse de la dolorosa 
experiencia y dejarla atrás. Perdonar, les permitirá estar listos, después de 
cerrar ese capítulo, para escribir una historia diferente en el libro de la vida. 
Este esquema nos permite identificar en que momento del evento infiel se 
encuentran las pacientes, también podemos identificar su estado emocional y 
prever cual será el siguiente reto que probablemente tengan que enfrentar. 
Diferentes tipos de infidelidad 
No se requiere la presencia de relaciones sexuales para hablar de una infidelidad. 
La infidelidad es cualquier unión secreta, emocional romántica o sexual, que viola 
el compromiso previo de exclusividad y fidelidad con la pareja. El enamoramiento 
puede ser intenso pero sin que haya necesariamente relaciones sexuales, o puede 
haber relaciones sexuales sin enamoramiento, aunque cualquiera de ambos casos 
puede significar una falta de lealtad y de fidelidad a la promesa de cuidar y alimentar 
la relación de pareja. La mayoría de las infidelidades tienden a ser, emotivas, 
afectivas y físicas (Baizán, 2005). Las relaciones extramatrimoniales más 
devastadoras suelen involucrar el corazón, la mente y el cuerpo. 
Conocer el tipo de infidelidad en que se halla involucrada la persona es un dato 
importante para, de alguna forma, predecir el futuro de la pareja. Las infidelidades 
de mayor duración y/o con mayor inversión afectiva son más difíciles de terminar. 
El abanico de posibilidades puede ir desde la actuación de un problema en la pareja 
hasta un trastorno de la personalidad del infiel. Quizá marque el rompimiento 
definitivo con la pareja o, tal vez, el punto de partida hacia un mayor crecimiento, 
comprensión y compromiso. Hay infidelidades que son una llamada de auxilio y 
otras que son una puerta de salida. 
Todas las infidelidades tienen un ciclo de vida común. Empiezan como cualquier 
otra relación. Primero hay un periodo de amistad y conocimiento mutuo 
(considerado la luna de miel). Después, una fase de transición en la que se sientan 
las reglas y las expectativas de la relación. La relación puede más tarde evolucionar 
hacia una fase de mantenimiento, en la que las relaciones se vuelven estables y 
duraderas (Manrique, 2001). Mientras más estables y duraderas, más enraizadas. 
 
 
23 
 
Las infidelidades se pueden catalogar de acuerdo con la intención, la frecuencia, la 
duración y la inversión emocional en ella. 
Para identificar el tipo de infidelidad en la que alguien está o estuvo involucrado, es 
necesario conocer la historia, el curso y el desenlace de la infidelidad en caso de 
que la “aventura” haya terminado. Y lo que se encontró o esperaba encontrar en 
ella. Esto no quiere decir que haya que conocer todos los detalles, únicamente los 
referentes a los criterios mencionados arriba (intención, frecuencia, duración e 
inversión emocional) 
De acuerdo con la inversión emocional que el infiel tiene con la o el amante y la 
consecuente duración, los affaires* pueden describirse en un continuo (Subotnik y 
Harris,1999, citado en Eguiluz,2007). Al inicio de esta línea hipotética, pueden 
encontrarse las aventuras casuales, sin mucha inversión emocional y de corta 
duración, a veces tienen muy poca vida, una noche solamente. En medio pueden 
hallarse las aventuras románticas, con un alto grado de inversión emocional y sexual 
y en las que ambos (infiel y amante) sienten entre ellos una gran conexión; son de 
mediana duración, desde unos cuantos meses hasta unos pocos años. El extremo 
estaría los amores infieles de larga duración, varios años o incluso toda la vida; 
pueden terminar en dos relaciones de pareja paralelas muy estables y con reglas 
bien definidas o en dos familias simultáneas donde incluso haya otros hijos. 
*Voz inglesa para designar una relación amorosa fuera del matrimonio. 
Para trabajar el tema de la infidelidad es importante tomar en cuenta las 
subjetividades femeninas, los pensamientos, sentimientos y las emociones, porque 
en dicho acontecimiento están presentes. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24 
 
 CAPITULO III 
 SUBJETIVIDADES FEMENINAS 
En este proceso de infidelidad, donde específicamente la mujer es la que se ha 
desvalorizado, tanto en lo personal como en lo profesional, se considera necesario 
analizar las “subjetividades femeninas” y el “techo de cristal” que se denomina así 
a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de 
traspasar, que les impide seguir avanzando. Se analizarán con la finalidad de 
concientizar estos temas que el sistema ha adjudicado a las mujeres. 
Subjetividades Femeninas 
El concepto de “identidad femenina”, tan significativa en los 80´s para comprender 
la constitución de la feminidad, pasó a ser considerado bajo el prisma de la 
construcción de las subjetividades femeninas, plurales, múltiples, variables, con lo 
cual no solo se ha complejizado el nivel de análisis sino que además se destaca la 
variabilidad social e histórica. (Burin Mabel, 2002). 
A partir de los años 60, y más acentuadamente en la década de los 70, los Estudios 
de Género han puesto en el escenario académico gran cantidad de estudios e 
investigaciones que revelan diversos modos de construcción de la subjetividad 
femenina, a partir de la ubicación social de las mujeres en la cultura descripta como 
patriarcal. Esto ha generado intensos debates sociales, políticos, económicos, 
poniendo de relieve la condición de marginación de las mujeres en tales espacios. 
A la vez se han estudiado las marcas que deja en la constitución de las 
subjetividades femeninas semejantes procesos de exclusión. Como resultado de 
tales análisis, se han ofrecido diversas hipótesis provenientes de teorías 
psicoanalíticas acerca de la constitución de la subjetividad femenina que, 
entrecruzadas con aquellas provenientes de los estudios de género, ofrecen una 
masa interesante de datos y de nuevas hipótesis para seguir avanzando en este 
campo de conocimientos. E. Gomáriz (1992) citado en Subjetividades Femeninas 
Vulnerables por Burín Mabel, 2002. 
Tal entrecruzamiento teórico y de prácticas clínicas en sus comienzos fue arduo y 
difícil, debido más bien a relaciones de tensión entre ambas corrientes disciplinarias. 
Esta situación se caracterizó al principio por enfatizar, a veces hasta un exaltado 
estado de ánimo, las relaciones críticas yconflictivas entre los estudios de género 
y las teorías psicoanalíticas. Si bien todavía persisten algunos rasgos de aquella 
situación de exasperación crítica y a menudo desestimante una de la otra, en la 
actualidad estamos intentando fertilizar mutuamente el campo con hipótesis 
provenientes de ambas disciplinas, en un esfuerzo por articular aquellos 
conocimientos que se hayan revelado como fructíferos. 
El término género circula en las ciencias sociales y en los discursos que se ocupan 
de él, con una acepción específica y una intencionalidad explicativa. Dicha acepción 
 
 
25 
 
data de 1955, cuando el investigador John Money propuso el término "papel de 
género" (gender role) para describir el conjunto de conductas atribuidas a los 
varones y a las mujeres. Pero ha sido Robert Stoller el que estableció más 
nítidamente la diferencia conceptual entre sexo y género en un libro dedicado a ello 
(Stoller, 1968), basado en sus investigaciones sobre niños y niñas que, debido a 
problemas anatómicos, habían sido educados de acuerdo a un sexo que 
fisiológicamente no era el suyo. La idea general mediante la cual se distingue sexo 
de género consiste en que el primero se refiere al hecho biológico de que la especie 
humana es una de las que se reproducen a través de la diferenciación sexual, 
mientras el segundo guarda relación con los significados que cada sociedad le 
atribuye a tal hecho. (Stoller, 1968). 
Según lo plantea E. Gomáriz (1992), de manera amplia podría aceptarse que son 
reflexiones sobre género todas aquellas que se han hecho en la historia del 
pensamiento humano acerca de las consecuencias y significados que tiene 
pertenecer a cada uno de los sexos, por cuanto, esas consecuencias, muchas veces 
entendidas como "naturales", no son sino formulaciones de género. Mediante ese 
anclaje temático, puede hablarse así de forma amplia de "estudios de género" para 
referir al segmento de la producción de conocimientos que se han ocupado de este 
ámbito de la experiencia humana: los sentidos atribuidos al hecho de ser varón o 
ser mujer en cada cultura. 
En un proceso de socialización los agentes socializadores refuerzan las definiciones 
culturales de lo que cada sociedad define y construye como ser hombre y como ser 
mujer, produciéndose una categorización y diferenciación entre ambos, que se 
remota incluso a antes del propio nacimiento. De esta forma, consciente e 
inconsciente, se van definiendo. Dotando del valor o no, llenando de significado y 
construyendo personalidades y modos de actuación a partir de lo que es 
considerado por naturaleza masculina y femenina, caracterizada históricamente por 
la oposición y la jerarquización, por ende, suele ser la raíz de la desigualdad de 
derechos y oportunidades entre hombre y mujeres. (Burin, 2002.) 
Una de las ideas centrales desde un punto de vista descriptivo, es que los modos 
de pensar, sentir, y comportarse de ambos géneros, más que tener una base natural 
e invariable, se deben a construcciones sociales que aluden a características 
culturales y psicológicas asignadas de manera diferenciada a mujeres y hombres. 
Por medio de tal asignación, a través de los recursos de la socialización temprana, 
unas y otros incorporan ciertas pautas de configuración psíquica y social que hacen 
posible la femineidad y la masculinidad. Desde este criterio, el género se define 
como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, 
conductas y actividades que diferencian a mujeres y varones. Tal diferenciación es 
producto de un largo proceso histórico de construcción social, que no sólo genera 
diferencias entre los géneros femenino y masculino, sino que, a la vez, esas 
diferencias implican desigualdades y jerarquías entre ambos. Cuando realizamos 
estudios de género, ponemos énfasis en analizar las relaciones de poder que se 
 
 
26 
 
dan entre varones y mujeres. Hasta ahora, los estudios se han centrado en la 
predominancia del ejercicio del poder de los afectos en el género femenino, y del 
poder racional y económico en el género masculino, y en las implicaciones que tal 
ejercicio del poder tiene sobre la construcción de la subjetividad femenina y 
masculina. (Burin, 2002). 
La noción de género suele ofrecer dificultades, en particular cuando se lo toma como 
un concepto totalizador, que invisibiliza a la variedad de determinaciones con las 
que nos construimos como sujetos: raza, religión, clase social, nivel educativo, etc. 
Todos estos son factores que se entrecruzan en la constitución de nuestra 
subjetividad. Estamos sugiriendo, entonces, que el género jamás aparece en su 
forma pura, sino entrecruzado con otros aspectos determinantes de la vida de las 
personas: su historia familiar, sus oportunidades educativas, su nivel socio-
económico, etc. Sin embargo, consideramos necesario mantener la categoría de 
género como instrumento de análisis de algunas problemáticas específicas de 
mujeres y varones que nos permita ampliar la comprensión tradicional. Así, desde 
las teorías del género se enfatizan los rasgos con que nuestra cultura patriarcal deja 
sus marcas en la constitución de la subjetividad femenina o masculina. (Burin, 
2002). 
En el campo de la salud mental de mujeres (Burin, 1987; 1990) nos ha interesado 
describir los procesos que han llevado a la generación de subjetividades femeninas 
vulnerables. Hemos intentado articular modelos teórico-clínicos de comprensión de 
las patologías de género femenino en relación con las áreas de poder 
predominantes en las cuales desarrollan sus vidas cotidianas gran cantidad de 
mujeres en la cultura patriarcal. Tal como lo hemos desarrollado en otros trabajos 
(Burin, 1992; 1990), nuestra cultura ha identificado a las mujeres un tanto sujetas 
con la maternidad. Con esto les ha asignado un lugar y un papel social considerado 
como garante de su salud mental. Nuestra cultura patriarcal ha utilizado diversos 
recursos materiales y simbólicos para mantener dicha identificación, tales como los 
conceptos y prácticas del rol maternal, la función materna, el ejercicio de la 
maternidad, el deseo maternal, el ideal maternal, etc. 
También podríamos describir cómo se ha producido, a partir de la Revolución 
Industrial, en los países occidentales, la gestación y puesta en marcha de estos 
dispositivos de poder materiales y simbólicos, a la vez que su profunda y compleja 
imbricación con la división de dos ámbitos de producción y de representación social 
diferenciados: el ámbito doméstico y el ámbito extradoméstico. Junto con ellos, dos 
áreas para varones y mujeres: para los varones, el poder racional y poder 
económico; para las mujeres, el poder de los afectos. (Burin, 2002). 
Esta distribución de áreas de poder entre los géneros femenino y masculino ha 
tenido efectos de largo alcance sobre la salud mental de varones y mujeres. En el 
caso de las mujeres, la centración en el poder de afectos les representó un recurso 
y un espacio de poder específico, dentro del ámbito doméstico y mediante la 
 
 
27 
 
regulación y el control de las emociones que circulaban dentro de la familia. Sin 
embargo, el ejercicio de tal poder, también les significó modos específicos de 
enfermar y de expresar su malestar. (Burin, 2002) 
Las familias nucleares comenzaron a constituirse fundamentalmente a partir de la 
Revolución Industrial, con todos los procesos socioeconómicos asociados a ella, en 
particular los fenómenos de urbanización y de industrialización creciente. Las 
familias nucleares fueron estrechando sus límites de intimidad personal y ampliando 
la especificidad de sus funciones emocionales. Junto con el estrechamiento del 
escenario doméstico, también el contexto social de las mujeres se redujo en tamaño 
y perdió perspectivas: su subjetividad quedó centrada en los roles familiares y 
domésticos, que pasaron a ser paradigmáticos del género femenino. (Burin, 2002). 
El rol familiar de las mujeres fue centrándose cada vez más en el cuidado de losniños y de los hombres (sus padres, hermanos, maridos). Junto con este proceso, 
como ya se ha descrito, se fue configurando una serie de prescripciones respecto 
de la "moral familiar y maternal", que suponía subjetividades femeninas con 
características emocionales de receptividad, capacidad de contención y de 
nutrición, no sólo de los niños sino también de los hombres que volvían a sus 
hogares luego de su trabajo cotidiano en el ámbito extradoméstico. A la circulación 
de afectos "inmorales" del mundo del trabajo extradoméstico pleno de rivalidades, 
egoísta e individualista se le opuso una "moral" del mundo doméstico, donde las 
emociones prevalecientes eran la de ser amorosa, la generosa, altruista. A la 
eficacia en el cumplimiento de estos afectos les garantizaba a las mujeres un lugar 
y un papel en la cultura, con claras definiciones sobre cómo pensar, actuar y 
desarrollar sus afectos en el desempeño de sus roles familiares (Bernard, 1971; 
Burin y Bonder, 1982). 
Siguiendo con los mismos autores, se fueron configurando así ciertos roles de 
género específicamente femeninos: el rol maternal, el rol de esposa, el rol de ama 
de casa. Estos roles suponían condiciones afectivas a su vez específicas para poder 
desempeñarlos con eficacia: para el rol de esposa, la docilidad, la comprensión, la 
generosidad; para el rol maternal, la amorosidad, el altruismo, la capacidad de 
contención emocional; para el rol de ama de casa, la disposición sumisa para servir, 
la receptividad, y ciertos modos inhibidos, controlables y aceptables de agresividad 
y de dominación para el manejo de la vida doméstica. 
Pero con el correr de la experiencia acumulada históricamente por las mujeres en 
estos roles de género, paulatinamente se fue produciendo el fenómeno inverso. Se 
trataba de roles de género femenino que, en lugar de garantizar la salud mental de 
las mujeres, les proporcionaba en cambio numerosas condiciones de malestar 
psíquico que las ponían en riesgo. ¿Qué ocurrió? Que hacia fines del siglo pasado 
y principio de este siglo, con la multiplicación de escuelas y otros espacios 
educativos y recreativos para niños, fuera del hogar; y con el avance de nuevas 
tecnologías que invisibilizaron la producción doméstica como fruto del esfuerzo 
 
 
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personal de las mujeres; más adelante con el aumento y la difusión de los 
anticonceptivos que otorgaron mayor libertad a la sexualidad femenina, de modo 
que ésta ya podía no circunscribirse obligatoriamente al escenario doméstico, ni ser 
sólo para la reproducción; y también con la experiencia acumulada por las mujeres 
en el trabajo extradoméstico, mujeres que comenzaron a ganar su propio dinero, 
especialmente como resultado de las necesidades apremiantes impuestas por la 
primera y la segunda guerra mundial; en fin, con éstos y otros hechos sociales y 
económicos que se produjeron a lo largo de este siglo, se multiplicaron los factores 
que hicieron que los roles de género femeninos tradicionales dejaran de tener valor 
y el sentido social que se les asignaba anteriormente. (Mabel, 2002). 
Esta puesta en crisis de los sentidos tradicionales sobre los roles de género 
femenino, también implicó una puesta en crisis de la subjetividad femenina que 
habían estado construyendo las mujeres hasta entonces. En particular comenzaron 
a poner en crisis el sentido que habían de otorgarle a su liderazgo emocional. Las 
mujeres comenzaron a sentir que su poder afectivo iba perdiendo significación 
histórica y social, especialmente a medida que numerosas teorías y prácticas 
psicológicas lo cuestionaban, dando cuenta de las fallas, abusos e incumplimiento 
de las mujeres en el ejercicio de tal poder. En este aspecto, comenzaron a surgir 
variadas hipótesis psicológicas y psicosociales que adjudicaban a las "madres 
patógenas" (Sáez Buenaventura, 1988) - descriptas mediante conceptos tales como 
las "madres esquizofrenizantes", las "madres abandónicas", las "madres 
simbiotizantes", etc.- diversos trastornos en la salud mental de sus hijos. Se 
produjeron así numerosas teorías psicológicas que comenzaron a restar poder al 
rol materno, intentando combinarlo y relativizarlo (¿neutralizarlo?) al poder paterno. 
Diversas hipótesis se combinaron entre sí para tal fin, desde variados marcos 
teóricos, tales como las de "la ley del padre" o "la ley fálica", de corte psicoanalítico, 
así como las hipótesis sobre los contextos familiares enfermantes o disfuncionales, 
desde las perspectivas sistémicas. En cuanto a las mujeres, la decepción resultante 
de tal pérdida de poder fue configurándose en determinados grupos etarios, tal 
como las de mujeres de mediana edad cuando sus hijos crecían y se alejaban del 
hogar, bajo la forma de preguntas tales como "¿y ahora qué?", y "¿y esto es todo?". 
Ambas preguntas se configuraron como expresión de una puesta en crisis de los 
sentidos que habían otorgado en sus vidas a la centralidad de los roles de madre, 
esposa y ama de casa (Burin, 2002). 
En el campo de la salud mental de las mujeres se han descripto verdaderos cuadros 
clínicos, asociados a los estados depresivos, caracterizados como "neurosis del 
ama de casa", "síndrome del nido vacío", "depresión de mujeres de mediana edad", 
"crisis de la edad media de la vida", etc. Así como en el campo de la salud mental 
de las mujeres la histeria surgió como la enfermedad paradigmática femenina de 
fines de siglo pasado, asociada a las condiciones de la represión sexual de las 
mujeres de esa época, actualmente se considera que los estados depresivos son 
los modos paradigmáticos de expresar su malestar las mujeres de este fin de siglo. 
 
 
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Estaríamos ante la finalización de aquel proyecto de la modernidad en cuanto a la 
composición subjetiva de las mujeres, que les ofrecía garantías de salud mental en 
el cumplimiento exitoso de los roles de género maternos, conyugales y domésticos. 
 
Una hipótesis de género: el "techo de cristal" en la carrera laboral. 
¿Qué es el "techo de cristal"?. Se denomina así a una superficie superior invisible 
en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir 
avanzando. Su carácter de invisibilidad está dado por el hecho de que no existen 
leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos visibles que impongan a las 
mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros 
rasgos que, por su invisibilidad, son difíciles de detectar. Debido a esta particular 
conformación del techo de cristal, para estudiarlo debemos buscar sus rasgos en 
los intersticios que deja el entramado visible de la carrera laboral de este grupo de 
mujeres. Entre ellos, he hallado rasgos cuya comprensión nos la ofrecen las 
hipótesis de género y otras que podemos comprender mediante hipótesis 
psicoanalíticas. (Mabel, 2002). 
Género y subjetividad femenina. 
Algunos de los rasgos que nuestra cultura ha construido para configurar esa 
estructura superior invisible denominada "techo de cristal" para las mujeres se basa 
en: 
a. Las responsabilidades domésticas: La dedicación horaria de los puestos 
más altos en la mayoría de los espacios laborales están diseñados por lo 
general dentro de un universo de trabajo masculino, e incluye horarios que 
habitualmente no están disponibles para las mujeres, por ejemplo, horarios 
vespertinos o nocturnos dado que, por lo general, este grupo de mujeres 
también desempeñan roles domésticos como madres, esposas y amas de 
casa. Entre el grupo de mujeres definidas como Transicionales en su 
desempeño laboral, han aceptado los límites del "techo de cristal" y realizado 
enormes esfuerzos tratando de superar tales limitaciones, utilizando recursos 
muy diversos; en su mayoría, uno de los efectos de tal esfuerzo consiste en 
padecer de estrés laboral. 
 
 
El entrenamiento predominante de las mujeres de este grupo etario (varias 
personas con el mismo problema) en el ámbito doméstico, en los vínculos 
humanos con predominio de la afectividad, con relacionesde intimidad, con 
el acento puesto en las emociones cálidas (ternura, cariño, odio, etc.) estaría 
en contraposición con el mundo del trabajo masculino, donde los vínculos 
humanos se caracterizarían por un máximo de racionalidad, y con afectos 
puestos en juego mediante emociones frías (distancia afectiva, indiferencia, 
 
 
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etc.). En el grupo de mujeres caracterizadas como tradicionales, suelen 
encontrar muy dificultoso el pasaje de un tipo de vinculación al otro; por lo 
general, consideran inaceptable cambiar sus modos clásicos de vinculación, 
y renuncian a seguir avanzando en sus carreras. Entre las mujeres 
caracterizadas como innovadores, suelen identificarse con el modo de 
vinculación masculina requerida para seguir adelante en sus carreras 
laborales, estableciendo una dicotomía entre sus vínculos en el ámbito 
doméstico y los del ámbito laboral. El grupo mayoritario está localizado entre 
las mujeres caracterizadas como transicionales, que padecen las tensiones 
y conflictos de intentar compatibilizar los dos tipos de vinculación -a 
predominio afectivo y a predominio racional- dentro del ámbito laboral. 
 
 
b. El nivel de exigencias: este grupo generacional ha encontrado que en sus 
carreras laborales se les exige el doble que a sus pares masculinos para 
demostrar su valía. En su mayoría, perciben que en tanto a ellas se les exige 
un nivel de excelencia en sus desempeños, a sus pares varones se les 
acepta un nivel mediano o bueno a la hora de evaluar sus desempeños. En 
estos casos, en los criterios de evaluación utilizados, se califica por igual el 
nivel de excelencia obtenido como cualificación por las mujeres, con el nivel 
de bueno obtenido por los varones. Esto constituiría un ejercicio de 
discriminación laboral en perjuicio de las mujeres. 
 
c. Los estereotipos sociales: algunos estereotipos que configuran el "techo 
de cristal" se formulan de la siguiente manera: "las mujeres temen ocupar 
posiciones de poder", "a las mujeres no les interesa ocupar puestos de 
responsabilidad", "las mujeres no pueden afrontar situaciones difíciles que 
requieren actitudes de autoridad y poder". Estos estereotipos sociales inciden 
en la carrera laboral de las mujeres, haciendo que se vuelvan inteligibles para 
puestos que requieren autoridad y ejercicio del poder. En el grupo de mujeres 
estudiadas, tal estereotipo ha sido internalizado de tal modo por ellas 
mismas, que casi sin cuestionarlos, los repiten como si fueran resultado de 
elecciones propias. Sin embargo, afirmaciones tales como "a mí no me 
interesa ocupar posiciones de poder" se ven confrontadas con otras actitudes 
en las que, contradictoriamente, desean asumir trabajos que les representan 
poder, autoridad, prestigio, reconocimiento social, etc. En tanto el grupo de 
mujeres tradicionales parece refugiarse más en aquellas afirmaciones, las 
mujeres agrupadas como innovadoras admiten sus conflictos y tratan de 
enfrentarlos con recursos variados cada vez que ocupan tales puestos de 
trabajo. 
 
 
 
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d. La percepción que tienen de sí mismas las propias mujeres: la falta de 
modelos femeninos con los cuales identificarse lleva a este grupo 
generacional a sentir inseguridad y temor por su eficacia cuando acceden a 
lugares de trabajo tradicionalmente ocupados por varones. Uno de los 
temores que suele surgir en ellas es el miedo a perder su identidad sexual. 
La necesidad de identificarse con modelos masculinos, preferentemente 
camisas y faldas largas, maletín o portafolios- como así también cambios en 
el timbre de su voz, impostando sonidos más graves y hablando en tonos 
más altos que su voz habitual. 
 
Las mujeres que en su carrera laboral desean ocupar puestos hasta ahora 
caracterizados como típicamente masculinos deben enfrentar el doble de 
exigencias que sus pares varones, afrontar más riesgos por ejemplo de 
acoso sexual- soportar un mayor escrutinio de sus vidas privadas, a la vez 
que se le perdonan menos equivocaciones. Cuando cometen errores, no se 
los atribuyen, a la parte correspondiente a su entrenamiento, o a su 
experiencia previa, o a su formación profesional, sino al hecho de ser mujer; 
su pertenencia al género femenino operaría como categoría que explicaría 
su incapacidad. 
 
e. El principio de logro: otro factor que incide en la composición del "techo de 
cristal" y que resulta discriminatorio contra el género femenino es el así 
llamado "principio de logro". Al evaluar la valía de las personas miembros de 
una empresa u organización tradicionalmente masculina, en que compiten 
hombres y mujeres por igual, algunos estudios describen cómo funciona un 
tipo de adscripción que precede al desempeño en el cargo, aun cuando esto 
ocurra en forma velada e imperceptible la mayoría de las veces. En el caso 
de las mujeres de este grupo etáreo, esto ha llevado a muchas de ellas no 
sólo a ser orientadas hacia el mercado de trabajo secundario, sino también 
a la "división secundaria" casi universal dentro de las profesiones y las 
ocupaciones lucrativas. Como resultado de este proceso, incluso mujeres 
profesionalmente muy cualificadas se ven orientadas sistemáticamente hacia 
ramas de estas ocupaciones menos atractivas, poco creativas y 
generalmente peor pagadas. 
 
Este fenómeno, que ha sido descripto como parte de la división sexual del 
trabajo, es bien conocido por la mayoría de los estudios que se realizan sobre 
la participación de las mujeres de este grupo etáreo en el mercado de trabajo. 
Sin embargo, su alcance no es fácil de medir y además, está sometido a 
diferentes interpretaciones. Lo que sí ha sido bien analizado es que esta 
situación poco tiene que ver con el desempeño concreto del trabajo de las 
mujeres, sino que más bien está conectada con los sustitutos simbólicos 
 
 
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antes descriptos, que sirven de base para la evaluación. Ocurre que no sólo 
se suele valorar inicialmente a las mujeres como si tuvieran un potencial más 
bajo para determinados puestos de trabajo y por lo tanto menor valía para 
quienes las empleen, sino que además suelen mostrar ellas mismas un grado 
inferior de "habilidades extrafuncionales" tales como planificar su carrera, 
demostrar intereses ambiciosos, capacitarse dirigiéndose a determinados 
fines. Por el contrario, las habilidades extrafuncionales de las mujeres de este 
grupo etáreo se han orientado más bien hacia cierto "laissez-faire" respecto 
de su carrera laboral -entendida como complementaria o secundaria a su 
carrera principal que sería la carrera maternal y/o matrimonial- y cultivar 
rasgos de personalidad tales como demostrar intereses ambiciosos parecían 
contrarios a la configuración de una subjetividad definida como femenina. 
 
Entonces no es accidental que muchas de las mujeres de nuestro estudio se 
sientan en una "impasse" -un callejón sin salida- cuando se refieren a sus 
carreras laborales. Se les hace evidente que el talento, la capacidad y la 
dedicación a sus trabajos, incluso con una legislación orientada en contra de 
diversas formas de discriminación directa, no les garantiza un éxito laboral 
equitativo. La exigencia de igualdad, e incluso las garantías formales de 
tratamiento igualitario para todos, por una parte, y por otra parte, las 
renegociaciones individuales de las relaciones privadas, la distribución de 
tareas y responsabilidades domésticas, la elaboración de normas aceptables 
para convivir con alguien, sólo constituyen condiciones límites de la 
necesaria reestructuración de las instituciones laborales y de las relaciones 
de poder entre los géneros femenino y masculino. 
Los ideales juveniles: otro factor que opera en la configuración del "techo 
de cristal" son los ideales juveniles cultivados por estas mujeres mientras se 
estaban forjando una carrera laboral. Muchas de las mujeres de esta 
generación convalidaron los ideales sociales y familiares que les indicarían 
"asegúrense de hacer lo correcto", y sobre esta base afirmaron una ética 
femenina propia de las mujeres de éste

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