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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
 
 
 
 
 
LA REVOLUCIÓN MEXICANA EN EL 
ESTADO DE TLAXCALA. EL ARENISMO 
AL NOROESTE 1914-1916 
 
 
 
 
TESIS 
 
 
QUE PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE LICENCIADO EN HISTORIA 
 
PRESENTA 
 
GABRIEL MARTÍNEZ CARMONA 
 
 
 
 
 
ASESORA: DRA. JOSEFINA MAC GREGOR GÁRATE 
 
 
 
 
MÉXICO D. F. MARZO 2008 
 
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UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
NOTA ACLARATORIA 
 
Por motivos puramente burocráticos, decidí no cambiar el título de la tesis pese a 
que no corresponde del todo con el contenido. Debido a que el centro de análisis 
de la tesis no es el arenismo, una mejor forma de titularla sería El movimiento 
revolucionario al noroeste de Tlaxcala 1914-1916. Aprecio la acotación del doctor 
Pedro Salmerón. 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
En el momento de los agradecimientos es cuando realmente recuerdas todo por lo 
que tuviste que pasar para sacar adelante una tesis. Muchas son las personas que 
directa o indirectamente participaron en la elaboración de este trabajo. Sin ánimo 
de dejar a nadie afuera, pido una disculpa anticipada para todos los ausentes en 
este apartado. 
 A mis padres Gabriel Martínez y Celia Carmona. Ambos trabajaron 
duramente para darme las bases de la persona que soy, y han sabido cumplir con 
la difícil tarea de sortear mi carácter a lo largo de los años. Mi padre me enseñó 
que siempre hay que encontrar algo positivo en la gente, aunque con frecuencia 
hay que andar a tientas para descubrirlo. Mi madre, siempre luchadora, me legó 
de su familia la convivencia y solidaridad, además de la constancia, que siento no 
haberle aprendido bien. A mi hermano corresponde la otra parte de mi formación, 
pues le he seguido como sombra aprendiendo de sus errores y aciertos. Le 
agradezco su eterna paciencia para escucharme y para saber lidiar con el 
hermano menor que siempre quiso ser como él, aunque felizmente supo encontrar 
su propio camino. Definitivamente yo sería otra persona si ellos no estuvieran, 
pero afortunadamente llegué hasta aquí gracias a su apoyo. Sobra decir que se 
las dedico. 
 En mi formación académica tuvieron enorme influencia las doctoras 
Josefina Mac Gregor y Josefina Vázquez. A la doctora Mac Gregor quiero 
agradecer además de las enseñanzas en el aula, la extraordinaria paciencia para 
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asesorar este trabajo y llevarlo a buen puerto, pese a mis constantes indecisiones 
y tardanzas. Aunque la doctora Vázquez no es una ferviente seguidora de la 
Revolución Mexicana siempre mostró interés y me apoyó en todo momento. Le 
agradezco los tres años que trabajé bajo su tutela, en donde aprendí más que 
historia. Además quiero agradecer a ambas que hayan creído y confiado en mí. 
 A los doctores Javier Garciadiego, Pedro Salmerón, Bernardo Ibarrola y al 
maestro Cesar Navarro agradezco los comentarios que sin duda enriquecieron 
este trabajo. 
 A mis compañeros y amigos que de un modo u otro estuvieron conmigo: 
Eric Nava, Raúl Nivón, Pillo Vázquez, Didier Beltrán, Omar Becerra, Erick 
Castañeda, Ruy Sánchez, Anuar Ortega, Francisco González, Oliver Echeagaray, 
Alejandro García, Ivonne Alcantara, Berenice González, Paulina Torres, Dante 
Cruz, Alejandro Gutiérrez, Rosa María González, Adriana Villanueva y Edith 
Calleja. Mención aparte merece Claudia Morales, pues además de compañera y 
amiga, ofreció su apoyo incondicional para culminar esta tesis. Aunque nuestros 
caminos se separaron, el agradecimiento perdurará. 
 Finalmente a la Universidad Nacional Autónoma de México, alma mater de 
tantas y tantas generaciones de mexicanos que, además de dar sustento a mi 
familia, me formó desde la niñez. El hecho de que a la fecha sea la mejor 
universidad de habla hispana en el mundo, más que darnos orgullo debe 
comprometernos a trabajar por un país que esté a su altura. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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¿Pero habrá alguien que nos recuerde dentro de mil años? ¿Se seguirá 
conservando aquel aliento antiguo en cuyo seno húmedo e íntimo relampaguee la 
sombra pasajera de nuestros actos y de nuestros sueños? ¿Acaso, en ese ser 
despojado de órganos internos, comprimido en líquidos perfectamente calculados, 
con su sabiduría y felicidad disminuidas, surgirá, sea cual sea su nombre, el deseo 
o la nostalgia de retroceder mil años para buscarnos como tú buscas ahora a tus 
héroes? ¿Pero se podrá encontrar algo? ¿Acaso el peso de los mil años que nos 
separen no será igual al peso de los mil años de hoy? Mas quién sabe si la mente 
lúcida a la que se llegue dentro de mil años no se habrá deshecho ya de su 
responsabilidad hacia nuestra historia oscura y confusa, al igual que nosotros nos 
desentendimos de la “historia” de los hombres de las cavernas. No obstante, no 
seremos olvidados así sin más. No puede ser que no quede de nosotros ni una 
sola molécula de recuerdo, como un manuscrito amarillento al fondo de un estante 
olvidado cuya catalogación en sí ya asegura su perpetuidad aunque no llegue 
nunca a las manos de un lector. ¿Pero quedará siquiera el catalogo? ¿O tal vez 
sea una clave totalmente distinta a la nuestra la que fusione y mezcle todo lo que 
pasó hasta que no puedas ya reconstruir nuestra imagen tal y como nosotros la 
imaginamos? 
[...] Es cierto que, a diferencia de nosotros, ellos no piensan en cambio alguno, 
sino que permanecen confiados y seguros de que también dentro de mil años tú y 
tus amigos seréis idénticos a ellos. ¿Pero bastará esa confianza ingenua para que 
les tiendas una mano desde la distancia? 
 
Abraham B. Yehoshúa, Viaje al fin del milenio. 
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 ÍNDICE 
 
NOTA ACLARATORIA 2 
AGRADECIMIENTOS 2 
INTRODUCCIÓN 5 
1. EL ESTADO DE LA CUESTIÓN 11 
2. EL ESCENARIO DE LA REVOLUCIÓN 25 
Ubicación 25 
Orografía 25 
Fenómenos meteorológicos 27 
Hidrografía 30 
División política y población 31 
Estructura agraria estatal 33 
3. TLAXCALA INMERSO EN EL PROCESO REVOLUCIONARIO 1910-1913 36 
La revolución en el poder 38 
El golpe huertista en el estado 42 
El noroeste en la revolución 46 
4. EL PROCESO REVOLUCIONARIO EN EL NOROESTE DEL ESTADO 1914-
1916 55 
Intervención y caída del antiguo régimen 56 
La etapa constitucionalista 62 
El arenismo revolucionario 66 
El arenismo se vuelve constitucionalista 72 
CONCLUSIÓN 82 
EPÍLOGO 86 
La reforma agraria y su problemática 86 
FUENTES 93 
 
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INTRODUCCIÓN 
 
La presente investigación tiene como fin destacar el acontecer histórico de un 
periodo breve, apenas tres años, en una región minúscula de uno de los 
estados más pequeños del país. Más aún, pretendo analizar la actividad de un 
grupo de hombres que se levantaron en armas entorno a un personaje que no 
habitaba la región, un obrero-campesino1 que el proceso de industrialización 
desarrollado durante el porfiriato produciría. Un individuo que luchó en una 
época revolucionaria tratando de reivindicar el principio agrarista que otros en 
su momento y muchos otros a lo largo de la historia de México también 
enarbolarían. 
 El arenismo, como se le conoció al movimiento revolucionario que 
Domingo Arenas dirigiría –y sus hermanos aunque de formasecundaria– es 
uno de los temas de esta investigación. Pero el arenismo no sería de interés 
aquí de no haber sido porque de 1914 a 1916 se estableció en la región 
noroeste del estado de Tlaxcala, en realidad en la llamada región de los 
volcanes, que abarca partes de los estados de Tlaxcala, Puebla y el Estado de 
México. Y ni el grupo armado, ni el periodo más álgido de la lucha 
revolucionaria a nivel nacional y local, ni la región por sí solos tendrían razón 
de ser en el presente trabajo de no ser porque todos reunidos provocaron un 
experimento agrarista al que no se le ha puesto la atención que quizá 
merecería. 
En un principio las razones de la delimitación a la parte del estado de 
Tlaxcala que pertenece a la región fueron de orden personal, de tiempo y 
recursos. No obstante, las delimitaciones temática, temporal y geográfica 
tienen una justificación razonable. Como en todas las investigaciones, la lógica 
propia me fue llevando hasta donde me encuentro ahora. 
Primero, la Revolución Mexicana es de mi interés por ser una de las 
primeras revoluciones del siglo XX, donde la lucha armada se dio de manera 
constante durante casi diez años, sin contar los múltiples levantamientos 
“posrevolucionarios”, y produjo el nuevo estado que a la fecha sigue vigente. 
 
1 El término proviene de Javier Garciadiego Dantán, y se refiere a la gente que comenzó a 
laborar en fábricas, principalmente textiles, pero continuaban trabajando como campesinos, 
con lo que adquirieron un carácter político diferente, El movimiento arenista en la Revolución 
Mexicana, Chicago, mecanoescrito, 1979-1980. 
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Por supuesto, la revolución como un momento de ruptura de ciertas 
estructuras, de formas cotidianas de comportamiento, donde los cambios se 
dan de manera abrupta y violenta, me resulta fascinante. 
El periodo es quizá el más estudiado de nuestra historia. Los estudios 
económicos, regionales, estatales, políticos, militares, sociales, de vida 
cotidiana, etc., han encontrado en la Revolución un proceso basto en materia 
prima. Las obras de síntesis tienen ya respetables representantes. No obstante 
que siempre habrá huecos que llenar y nuevas formas de analizar e interpretar 
los acontecimientos, concuerdo con Knight en que la Revolución Mexicana fue 
sobre todo popular y agraria. Esta idea me llevó a encontrar en Tlaxcala un 
movimiento agrarista parecido al zapatismo de Morelos. El estado de Tlaxcala, 
además de ser de mi interés por motivos familiares, tiene semejanzas con 
Morelos: ambos se encuentran en la zona central del país, y de un modo u otro 
se desarrollaron de manera semejante durante el porfiriato. Sin embargo, 
conforme avancé en el estado de la cuestión, las diferencias saltaban a la vista, 
y ya un investigador había desarrollado la cuestión de las semejanzas y 
diferencias de ambos estados y de los liderazgos revolucionarios propios.2 
Otras investigaciones han trabajado la cuestión de la Revolución 
Mexicana en el estado de Tlaxcala desde diferentes perspectivas. Lo que 
pretendo aquí es destacar un par de cosas que las demás investigaciones 
hicieron aunque de manera marginal: formular que la Revolución fue un 
fenómeno que se llevó a cabo en todo el territorio que comprende la entidad y 
que el clímax del proceso revolucionario en el estado, es decir, el momento 
histórico donde se llevaron a cabo las luchas decisivas y una de las prácticas 
agraristas más importantes por parte de los revolucionarios tuvieron lugar en la 
región y temporalidad que enfoco. En otras palabras, los sucesos y una de las 
repercusiones de la lucha revolucionaria, el agrarismo, tuvieron lugar y 
 
2 Raymond Buve “Del rifle al burócrata: Un estudio comparativo de las pautas de movilización 
campesina en dos estados céntricos de México: Morelos y Tlaxcala (1880-1940)”, en Raymond 
Buve, El movimiento revolucionario en Tlaxcala, México, Universidad Iberoamericana y 
Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1994. Buve afirma que pese a las similitudes de ambos 
estados en los albores de la revolución, los distintos grupos sociales (campesinos, rancheros, 
hacendados, obreros, etc.) tomaron distintas posturas que llevaron a los movimientos 
revolucionarios por caminos distintos. Es importante remarcar la participación política de, por 
ejemplo, la Liga de Agricultores en Tlaxcala, formada por los principales hacendados del 
estado, quienes tuvieron una importante participación en el proceso, mientras que en Morelos 
los hacendados prácticamente perdieron el control tanto político como de sus haciendas. 
También Garciadiego, op. cit., realiza comparaciones en su trabajo. 
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sentaron base en el noreste tlaxcalteca, cuya población también participó en el 
aspecto armado y se vio afectada y beneficiado por el proceso revolucionario. 
Prácticamente toda la investigación de la Revolución se encuentra 
enfocada en la zona centro-sur del estado, por ser ésta donde históricamente 
se estableció la población de lo que en la época prehispánica era el señorío 
tlaxcalteca, y que continuó a lo largo de la colonia y del México independiente. 
Podemos decir que el centro-sur es el corazón del estado, pues en él se 
encuentra la mayoría de la población, además de haber sido el semillero de la 
mayoría de los líderes revolucionarios así como del naciente desarrollo 
industrial. 
Las circunstancias históricas permitieron que la zona norte tlaxcalteca 
fuera también de importancia, pero las haciendas eran la base productiva de la 
región. A la fecha se conservan algunos archivos que han dado materia prima 
para investigaciones sobre el periodo, e incluso anteriores.3 Tlaxcala es un 
estado pequeño, pero como podemos ver resulta un tanto contrastante. El caso 
de la región aquí estudiada tiene su peculiaridad, pues además de ser 
colindante con tres estados (Puebla, Hidalgo y el Estado de México), pasó a 
formar parte de Tlaxcala en la segunda mitad del siglo XIX, en la época de 
Juárez. Geográficamente semejante a la histórica región norte del estado, la 
zona de los volcanes, que pasó a formar parte del distrito de Ocampo, tuvo 
asentamientos humanos en la época prehispánica, aunque tributarios del 
señorío de Texcoco. La región se desarrolló de igual modo que otras aledañas: 
las haciendas dominaban gran parte del territorio y el siglo XIX y la primera 
década del XX vieron el cambio en la tenencia de la tierra mediante la compra 
o el despojo de ésta a los campesinos de bajos recursos. 
En un primer momento de la investigación, con poco conocimiento del 
estado de la cuestión y de las fuentes primarias, había pretendido escribir una 
especie de recuento de la situación económica y social de varias de las 
haciendas más importantes de la región. Pretendía seguir la línea de 
investigaciones como las de Rendón, para un par de haciendas pulqueras del 
 
3 Me refiero a los archivos de las haciendas de Mazaquiahuac y El Rosario, resguardados por 
la Universidad Iberoamericana. 
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norte del estado en el siglo XIX,4 o de Juan Felipe Leal y Mario Huacuja sobre 
una hacienda en la vecina población de Otumba,5 Estado de México. Mas mis 
ánimos, al avanzar en la investigación, fueron mermando al no encontrar 
archivos particulares de las haciendas de la región, que debían servir de base 
para complementar los estudios sobre la zona. 
La dificultad que planteaba la falta de información, aunada a la falta de 
tiempo y de recursos para emprender una búsqueda que posteriormente sabría 
sería de poca utilidad, me llevaron a tratar de entender la razón por la cuál no 
existía tal información, e incluso en el caso de una de las haciendas, el de 
Mazapa, a duras penas se conservaba el casco derruido de una de las otrora 
más poderosas propiedades de laentidad. 
Al parecer habían ocurrido no solamente levantamientos armados en la 
región, sino que éstos habían tenido repercusiones en la vida de los habitantes, 
más allá de las que la guerra por sí misma provocaría. Ese es el punto de 
arranque de esta investigación. Prácticamente toda la historiografía de la 
Revolución en el estado afirmaba que habían ocurrido ciertas cosas en la 
región: levantamientos campesinos, oposición de los dueños de las haciendas 
–las más poderosas de la entidad, por cierto–, y que el grupo liderado por 
Arenas se había establecido en la región llevando a cabo repartos agrarios. 
Alguna información existía, en unos casos simples menciones, y en otros 
afirmaciones contundentes de repartos agrarios, como los que hace Mario 
Ramírez Rancaño.6 
Lo que básicamente estaba ausente era la explicación de por qué el 
grupo liderado por Arenas se había establecido en una zona ajena a su base 
de apoyo; y por qué había encontrado tan buena respuesta de los campesinos 
de la región al punto de fomentar la invasión de terrenos y dotar a otros de 
ellos, formando colonias agrícolas. Aunque la historiografía lo ha mencionado 
de forma secundaria, aquí ofrezco algunas interpretaciones. Estoy consciente 
que intentar explicar por qué uno o varios hombres decidieron hacer lo que 
 
4 Ricardo Rendón Garcini, Dos haciendas pulqueras en Tlaxcala, 1857-1884, Tlaxcala, 
Gobierno del Estado de Tlaxcala y Universidad Iberoamericana, 1990. 
5 Juan Felipe Leal y Mario Huacuja Rountree, Economía y sistema de haciendas en México. La 
hacienda pulquera en el cambio. Siglos XVIII, XIX y XX, México, Ediciones Era, 1982 
(Colección Problemas de México). 
6 Mario Ramírez Rancaño, El sistema de haciendas en Tlaxcala, México, Consejo Nacional 
para la Cultura y las Artes, 1990, (Colección Regiones); La revolución en los volcanes. 
Domingo y Cirilo Arenas, México, Instituto de Investigaciones Sociales UNAM, 1995. 
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hicieron en un momento de ruptura como lo fue la Revolución Mexicana, 
implica todas las reservas que el oficio de historiar se ha planteado a lo largo 
de su transformación con el paso a la profesionalización de la disciplina, por lo 
que reconozco lo inconcluso de la tesis, pues siempre harán falta datos para 
intentar completar lo más posible la pintura de la época; a la vez soy consciente 
de los huecos que falta llenar y de lo que múltiples fuentes, ausentes aquí, 
habrían enriquecido esta tesis. 
La obra se encuentra dividida de manera sencilla en cuatro partes que, 
con excepción de la primera, tienen una secuencia cronológica. El primer 
capítulo, “El estado de la cuestión”, es un balance de las investigaciones 
realizadas al respecto de la Revolución Mexicana en el estado, que pretende 
dar cuenta de lo que se ha dicho sobre los temas de interés. El segundo 
capítulo “El escenario de la Revolución”, es una presentación de cómo era el 
estado de Tlaxcala en las primeras décadas del siglo XX. La conformación 
geográfica, demográfica y económica se esboza, para posteriormente dar un 
enfoque a la región que nos interesa. 
El tercer capítulo, “Tlaxcala inmerso en el proceso revolucionario 1910-
1913”, es una explicación de la entrada del estado a la fase armada, desde las 
primeras conspiraciones con los aliados de Puebla hasta el año de 1913, 
cuando comenzó el fracaso del régimen de Huerta ante la múltiple oposición 
que se le enfrentó a lo largo y ancho del país. De igual modo, se pasa de lo 
general a lo particular, de la Revolución en el estado a la Revolución en la 
región. Por último, “El proceso revolucionario en el noroeste del estado 1914-
1916” es el nombre del cuarto capítulo que se enfoca de lleno en los rápidos y 
violentos cambios que se dieron en la región de los volcanes, correspondiente 
al estado. La importancia que el movimiento arenista toma en este apartado 
proviene de la lógica misma del movimiento, que pasó sus años de apogeo en 
la región, aunque quizá pueda decirse lo mismo de los campesinos oriundos de 
la zona. 
 Aunque el proceso tanto de los campesinos de la región por recuperar 
sus tierras, como del arenismo como movimiento armado continuaría más allá 
de 1916, decidí detenerme a finales de año cuando Arenas y sus hombres 
resuelven aliarse al constitucionalismo para poder consolidar la autonomía que 
les permitiría defender los repartos agrarios que llevaron a cabo. Los resultados 
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tanto del movimiento revolucionario como del destino de las propiedades 
repartidas por el arenismo serían tema de otra investigación, pues sus alcances 
tuvieron repercusiones cuando menos hasta mediados de siglo. 
 
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1. EL ESTADO DE LA CUESTIÓN 
 
La producción historiográfica con respecto al estado de Tlaxcala en la 
Revolución Mexicana, aunque mucho menos que sobre el siglo XIX, es más 
bien escasa. Los distintos autores, tanto nacionales como extranjeros, se han 
enfocado en tres aspectos fundamentales: historia política, historia rural e 
historia económica. Aunque éste no es el lugar para discernir acerca de 
posturas historiográficas, únicamente se puede mencionar que en la actualidad 
las distintas modalidades de producción académica se encuentran cada vez 
más cercanas, pese a lo que algunos afirman. Estas palabras en realidad son 
una entrada para defender mi posición con respecto a un acercamiento a la 
historia de la Revolución Mexicana en el estado de Tlaxcala, como 
superposición de una serie de trasparencias, sean éstas políticas, económicas 
o agrarias dentro de una región en el estado de Tlaxcala, y que al relacionarse 
unas con otras nos dan un panorama más completo del proceso. 
 Los distintos problemas abordados por la anterior producción 
historiográfica llamaron mi atención hacia ciertos puntos que considero 
necesario estudiar y desarrollar. Debido a la postura que asumo con respecto a 
lo perjudicial de la parcelación del conocimiento histórico en las distintas ramas 
que componen las ciencias sociales (política, economía, sociología, etcétera), 
me ha resultado más sencillo desarrollar este escrito dando prioridad a los 
distintos autores para después analizar sus respectivas temáticas. 
 Entre 1914 y 1916, los arenistas, grupo particularmente compuesto por 
campesinos y obrero-campesinos, liderado por Domingo Arenas, se 
desplazaron del centro-sur hacia el noroeste del estado, ocupando los 
municipios de Hueyotlipan, Españita y Calpulalpan; durante estos años los 
acontecimientos en la región cambiaron de un claro descontento, manifiesto en 
la formación de grupos que apoyaban al maderismo, así como en pequeños 
grupos armados que atacaban las propiedades, a un claro movimiento con 
liderazgo y ciertos principios agraristas que repercutirían radicalmente en la 
vida de los campesinos, principalmente. El estudio de lo que podríamos llamar 
una micro región, con excepción de otras de mucha mayor trascendencia para 
el acontecer nacional, resulta complicado por sí mismo. Lo poco que se conoce 
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sobre la región son menciones de algunos autores y muchas notas a pie de 
página. 
Los primeros escritos con respecto a la Revolución Mexicana en el 
estado de Tlaxcala provienen de Porfirio del Castillo, Ezequiel M. Gracia y 
Crisanto Cuéllar Abaroa. El primero fue un importante líder y jefe revolucionario 
de Puebla y Tlaxcala quien obtuvo el grado de coronel y llegó a gobernar el 
estado de Tlaxcala. Por su parte, Ezequiel M. Gracia fue un militante agrarista 
que llegó incluso a ser diputado y senador. De Crisanto Cuéllar Abaroa se sabe 
que vivió en la época revolucionaria y posteriormente se convirtió en un asiduo 
investigador de la historia tlaxcalteca, llegando a ser el encargado del archivo 
estatal. En el año de 1953 salió a la luz Puebla y Tlaxcala en los días de la 
revolución. Apuntes para la historia,1del primero de estos autores, que tiene un 
carácter testimonial el cual destaca por reseñar los acontecimientos ocurridos 
no sólo en Tlaxcala sino también en Puebla. Además, hace un análisis de las 
personalidades de los más importantes dirigentes revolucionarios tlaxcaltecas –
Máximo Rojas y Domingo Arenas–, pretendiendo así explicar las causas de su 
comportamiento. De manera semejante, la posición de Ezequiel M. Gracia en el 
periodo revolucionario hace que su obra Los tlaxcaltecas en la etapa 
revolucionaria 1910-1917,2 publicada en 1961, se encuentre enfocada en la 
participación de los obreros y campesinos, además de hacer un reconocimiento 
a la contribución femenina en el periodo. La obra publicada en el año de 1975 
por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana de 
título La revolución en el estado de Tlaxcala3 fue el intento de Cuéllar Abaroa 
por darnos un panorama general de la revolución desde los últimos años de 
mandato del gobernador Cahuantzi, hacia 1911, hasta el año de 1918, fecha en 
que se promulgó la constitución estatal. El autor es más bien descriptivo, 
aunque continuamente coloca citas completas de documentos de primera 
mano, como comunicados, decretos, etcétera; sin embargo no menciona la 
procedencia precisa de éstos. Las tres obras son rescatables por su naturaleza 
de fuentes de primera mano y su carácter descriptivo, la riqueza de su 
 
1 Porfirio del Castillo, Puebla y Tlaxcala en los días de la revolución. Apuntes para la historia, 
México, Imprenta Zavala, 1953. 
2 Ezequiel M. Gracia, Los tlaxcaltecas en la etapa revolucionaria, 1910-1917, Tlaxcala, 
Imprenta Zavala, 1961. 
3 Crisanto Cuéllar Abaroa, La revolución en el estado de Tlaxcala, México, Instituto Nacional de 
Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1975. 
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información tanto sobre el movimiento arenista como de la columna 
comandada por Máximo Rojas, y sin duda fueron fundamentales para todas las 
publicaciones posteriores. 
La obra de Cuéllar Abaroa se encuentra inmersa ya en la etapa de 
producción historiográfica que proviene de la academia y deja detrás los 
sentimientos de arraigo tlaxcalteca o de participación en el movimiento armado. 
Las primeras publicaciones de este corte provienen de dos autores extranjeros 
que publicaron por primera vez en los años 70: el alemán Herbert Nickel y el 
holandés Raymond Buve. Herbert Nickel realizó una obra que supera los 
marcos temporales y regionales de esta investigación, y que tiene una 
trascendencia vital para los estudios agrarios en México: Morfología social de la 
hacienda mexicana.4 Nickel aborda el tema de las haciendas desde su 
fundación en la época colonial hasta su casi total desaparición en el periodo 
presidencial de Lázaro Cárdenas, intentando elaborar un concepto de hacienda 
por medio de la laboriosa recopilación de datos empíricos que la sustenten. 
El libro nos ofrece un esquema general de las haciendas mexicanas, 
para posteriormente enfocarse en diversas haciendas del altiplano de Puebla-
Tlaxcala. Además, Nickel hace un estudio de la hacienda de San José 
Ozumba, ubicada en el estado de Puebla. Su exhaustivo estudio de las 
características geográficas, económicas, temporales y políticas de las 
haciendas que estudia son de gran valor para esta investigación, pues 
sabemos que las haciendas dominaron el campo tlaxcalteca. Posteriormente, el 
autor dedicó su tiempo a investigar las relaciones de trabajo en las haciendas 
del altiplano de Puebla y Tlaxcala con el mismo marco temporal que su obra 
anterior, intentando también hacer proposiciones generales con respecto al 
universo de las haciendas y esperando nuevos datos locales que permitan 
modificarlas o consolidarlas. Sus cuatro investigaciones fueron publicadas 
conjuntamente por la Universidad Iberoamericana en 1987 con el título 
Relaciones de Trabajo en la haciendas de Puebla y Tlaxcala (1740- 1914).5 
Además, el autor editó y participó en otra obra publicada por la misma 
 
4 Herbert J. Nickel, Morfología social de la hacienda mexicana, México, Fondo de Cultura 
Económica, 1978. 
5 Herbert J. Nickel, Relaciones de trabajo en las haciendas de Puebla y Tlaxcala (1740-1914) 
Cuatro análisis sobre reclutamiento, peonaje y remuneración, México, Universidad 
Iberoamericana, 1987. 
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universidad: Paternalismo y economía moral en las haciendas mexicanas del 
porfiriato6 que, aunque no abarca nuestros límites temporales, es de gran 
apoyo porque realiza estudios de distintas haciendas con lo que contribuye a la 
construcción de proposiciones generales con respecto a la hacienda. En mi 
caso, debido a que los límites temporales de este estudio son muy cortos, me 
apoyaré en estas obra para formar un marco general de lo que era el sistema 
de haciendas en la región, el cual probablemente contribuirá a la comprensión 
de la situación que se vivía en el campo tlaxcalteca. 
 Por su parte, Raymond Buve publicó numerosos artículos en distintas 
publicaciones especializadas, enfocando los movimientos campesinos en 
Tlaxcala durante la Revolución Mexicana. Los que más destacan para nuestro 
estudio son: “Movement, caudillos and Landreform during the revolution (1910-
1917) in Tlaxcala, México”;7 “El movimiento revolucionario en Tlaxcala (1910-
1914): sus orígenes y desarrollo antes de la gran crisis de 1914 (La rebelión 
arenista)”;8 “Los gobernadores del estado y la movilización de los campesinos 
en Tlaxcala”;9 “Agricultores, dominación política y estructura agraria en la 
revolución mexicana: el caso de Tlaxcala (1910-1918)”;10 “¡Ni Carranza ni 
Zapata!: ascenso y caída de un movimiento campesino que intentó enfrentarse 
a ambos: Tlaxcala 1910-1919”;11 “La revolución mexicana: el caso de Tlaxcala 
a la luz de las recientes tesis revisionistas”;12 “Compadrazgo, parentesco, 
 
6 Herbert J. Nickel (ed.), Paternalismo y economía moral en las haciendas mexicanas del 
porfiriato, México, Universidad Iberoamericana, 1989. 
7 Raymond Buve “Peasant movements, Caudillos and landreform during the revolution (1810-
1917) in Tlaxcala, México”, en Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, Ámsterdam, 
Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, núm. 18, diciembre de 1975 
8 Raymond Buve, "El movimiento revolucionario de Tlaxcala (1910-1914). Sus orígenes y 
desarrollo antes de la gran crisis de 1914. (La rebelión arenista)", en Humanidades. Anuario, 
México, Universidad Iberoamericana, VII, 1981-1983. 
9 Raymond Buve, "Los gobernadores del estado y la movilización de los campesinos en 
Tlaxcala", en David A. Brading, Caudillos y campesinos en la Revolución Mexicana, México, 
Fondo de Cultura Económica, 1985. 
10 Raymond Buve, “Agricultores, dominación política y estructura agraria en la revolución 
mexicana, el caso de Tlaxcala (1910-1918)”, en Haciendas in Central México from late colonial 
times to the Revolution. Labour conditions, Hacienda Managemant and its relation to the State, 
Amsterdam, Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, 1984. 
11 Raymond Buve, “¡Ni Carranza ni Zapata!: ascenso y caída de un movimiento campesino que 
intentó enfrentarse a ambos: Tlaxcala, 1910-1919” en Friedrich Katz (comp.), Revuelta, 
rebelión y revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al XX, México Ediciones Era, 1990, 
2 vols. 
12 Raymond Buve, “La revolución mexicana: el caso de Tlaxcala a la luz de las recientes tesis 
revisionistas”, en Historia y sociedad en Tlaxcala. Memorias del primer Simposio Internacional 
de Investigaciones Socio-históricas sobre Tlaxcala, octubre de 1985, Tlaxcala, Gobierno del 
Estado, 1986. 
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políticas locales y revolución en Tlaxcala (1910-1917): algunas preguntas, 
hipótesis y comentarios”;13 y “Del rifle al burócrata: un estudiocomparativo de 
las pautas de movilización campesina en dos estados céntricos de México: 
Morelos y Tlaxcala (1880-1940)”.14 Con excepción del primer artículo, todos 
fueron recopilados en una coedición de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y 
la Universidad Iberoamericana.15 
El autor abordó el tema de la Revolución Mexicana en el estado desde 
un punto de vista sociológico, debido a que se formó en esa disciplina, 
basándose teóricamente en autores que han tratado de buscar regularidades 
acerca de los movimientos campesinos en América Latina y en México, como 
son Eric Wolf, Henry Landsberger y Rodolfo Stavenhagen. Al tratar el tema de 
los movimientos campesinos, Buve hace referencia a temáticas como la 
estructura agraria, los grupos de poder político y económico en el estado, pero 
dándoles una importancia subordinada al de sus principales tópicos de estudio: 
los niveles de autonomía de los grupos campesinos, su capacidad de 
movilización, la forma en que actúan frente al poder político y económico y, en 
el movimiento revolucionario, su capacidad de organización para enfrentarse a 
la lucha militar. 
 Todos los artículos mencionados aportan información, tanto del 
movimiento arenista en la zona de Calpulalpan como de las acciones de varios 
hacendados de la región en la política del estado. Rescatamos aquí una parte 
teórica que nos será de apoyo en cuanto al movimiento campesino: 
 
En términos políticos, los campesinos deben considerarse 
virtualmente impotentes. Su status político y económico es bajo y lo 
controlan los extraños. Esta situación fundamental de impotencia tiene 
consecuencias significativas para cualquier movilización de campesinos 
[...] 
Los campesinos se mueven colectivamente, a veces por una 
evidente desesperación, en repentinas rebeliones, a veces después de 
 
13 Apareció por primera vez como Raymond Buve, “Compadrazgo, Kinship, local politics and 
the revolution in Tlaxcala (1910-1917). Some questions, hypotesis and comments”, en Coloquio 
internacional: Los indígenas de México en la época prehispánica y en la actualidad, Leiden, 
Museo Nacional de Antropología, 1982. 
14 Raymond Buve, "Del rifle al burócrata: Un estudio comparativo de las pautas de movilización 
campesina en dos estados céntricos de México: Morelos y Tlaxcala (1880-1940)" en Historia y 
sociedad. Memorias del cuarto Simposio Internacional de Investigaciones Socio-históricas 
sobre Tlaxcala, octubre de 1988, Tlaxcala, Gobierno del Estado, 1991. 
15 Buve, El movimiento…, op. cit. 
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planear deliberadamente una acción conjunta, pero normalmente no 
pueden lograr sus metas por sí mismos. Los campesinos necesitan 
aliados y a menudo los encuentran en los grupos con intereses no 
campesinos. Sin embargo, es conocido el hecho de que el resultado de 
esta alianza deja a los campesinos en el mejor de los casos, en una 
situación de “dependencia negociada”.16 
 
En el caso de los campesinos de la zona de los volcanes, mencionaré su 
alianza con el grupo liderado por Arenas. Pero incluso en el caso del 
movimiento arenista, estas proposiciones dejan ver la necesidad de ciertas 
alianzas, ya sea con el zapatismo o el constitucionalismo, para lograr llevar a 
cabo repartos agrarios, que actuando sin este apoyo difícilmente hubieran 
conseguido. 
Esta es una forma común de Buve para iniciar sus escritos: suele 
colocar el esquema teórico con el que trabajará a lo largo del texto, donde 
presenta las pruebas históricas que sustentan su afirmación para, al final, dar 
cuenta de que la hipótesis con la que inició su escrito puede confirmarse con 
los ejemplos históricos. El gran problema que arroja la forma de trabajar de 
este autor es principalmente su carácter de escritos conclusivos, lo que 
provoca, como afirma Mac Gregor, “[que] no siempre basa sus estudios en una 
explicación fáctica minuciosa, suficientemente avalada por las fuentes que 
conoce al detalle”.17 Además, resulta lamentable que al enfocarse en 
problemas tan específicos de los movimientos campesinos, en nuestro caso el 
movimiento arenista, no logre conformar una totalidad con la suma de sus 
escritos, por lo que para el lector es difícil poder concluir algo sobre algún tema, 
por ejemplo, el movimiento arenista en la Revolución Mexicana. 
 Tanto Buve como Nickel son, por así decirlo, los pioneros en los estudios 
académicos sobre los dos principales puntos de mi investigación: la revolución 
Mexicana en Tlaxcala y el comportamiento de los campesinos integrados al 
sistema de haciendas. Estos dos autores pusieron la primera piedra de una 
serie de estudios sobre ambos temas que, por cierto, han sido los más 
estudiados de la historia regional del estado. Lamentablemente, ambos han 
 
16 Buve, “Los gobernadores del estado...”, en Ibíd., p. 186-187. 
17 Josefina Mac Gregor, “Tlaxcala: presencia historiográfica”, en Pablo Serrano Álvarez 
(coord.), Pasado, presente y futuro de la historiografía regional de México. Memorias del 
Congreso de Historiografía Regional, México, Instituto de Investigaciones Históricas/UNAM, 
1998. 
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abandonado actualmente estas tareas para dedicarse a otras problemáticas y a 
otra temporalidad. 
 La siguiente generación de estudios pretendió dar continuidad a las 
temáticas estudiadas por Buve y Nickel; en realidad no se encuentra alejada en 
cuanto a tiempo más que por un lapso de cinco a diez años. Hacia finales de 
1970 y a lo largo de los años ochenta, este tipo de estudios tuvo su mayor 
apogeo. 
Javier Garciadiego Dantán, en un estudio inédito que realizó en la 
Universidad de Chicago, dio cuenta del movimiento arenista.18 Desde una 
perspectiva política, el autor estudia las distintas acciones del movimiento 
campesino con respecto a las posiciones que fue tomando. Con base en un 
abundante estudio de documentos, fuentes hemerográficas y testimoniales que 
existen, propone que Domingo Arenas “jugaba a dos cartas” al cambiar de 
bando en 1916 del zapatismo hacia el constitucionalismo, pero teniendo amplio 
acuerdo con las ideas agraristas del Ejercito Libertador del Sur, lo que en 
realidad le costó la vida al líder tlaxcalteca. Esta propuesta fue retomada, por 
ejemplo, por Buve en uno de sus escritos. De Garciadiego es necesario valorar 
el intento de abordar la totalidad del movimiento arenista, visto 
fundamentalmente desde una perspectiva política. 
 A principios de los ochenta Juan Felipe Leal ofreció a la academia varios 
estudios sobre la región. De manera conjunta con Mario Huacuja publicaron 
Economía y sistema de hacienda en México. La hacienda pulquera en el 
cambio. Siglo XVIII, XIX y XX.19 Esta obra la integran una serie de artículos 
acerca de la hacienda de Xala en el Estado de México, desde el siglo XVIII 
hasta 1914. Particularmente son de interés los últimos dos capítulos que 
hablan acerca de la hacienda de 1910 a 1914 y de la Compañía Expendedora 
de Pulques, como monopolizadora del mercado urbano; por cierto, en este 
capítulo tiene una importante participación Marco Bellingeri, quien publicó una 
investigación sobre la hacienda de San Antonio Tochatlaco, en el estado de 
Hidalgo.20 De la obra de Leal, Huacuja y la participación de Bellingeri, se 
 
18 Garciadiego, op. cit. 
19 Leal y Huacuja Rountree, op. cit. 
20 Marco Bellingeri, Las haciendas en México: El caso de San Antonio Tochatlaco, México, 
INAH, 1980. El autor es uno más de los que ha incursionado en el estudio de haciendas 
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rescata la importancia de la hacienda, que colindaba con la de San Antonio 
Ometusco, propiedad de Ignacio Torres Adalid, quien era además dueño de 
San Bartolomé del Monte y el mayor accionista de la Compañía Expendedora 
de Pulques, por lo que este trabajo da bases para el análisis de la problemáticaque Torres Adalid y otros hacendados tuvieron que afrontar. También aportan 
importantes datos para continuar observando la acción de los hacendados y su 
ejercicio político a partir de la formación de esta sociedad. 
Posteriormente, bajo los auspicios de la Fundación Ford, Leal trabajó 
con Margarita Menegus en el proyecto de investigación “Los Llanos de Apan. 
Economía y movimientos sociales de una región pulquera: 1910-1940” de 
donde salieron publicados, en principio, tres artículos: “Las haciendas de 
Mazaquiahuac y El Rosario en los albores de la revolución agraria 1910-
1914”;21 “Inflación y Revolución: el caso de los trabajadores de las haciendas 
de Mazaquiahuac y El Rosario, Tlaxcala, 1915-1918”;22 y “La violencia armada 
y su impacto en la economía agrícola del estado de Tlaxcala, 1915-1920”.23 
Con base en un importante acervo documental acerca de las dos haciendas, 
estos autores dan continuidad en sus artículos a lo que resulta ser lo más 
básico e importante en una hacienda, es decir, su producción, pero este tema 
se vuelve algo secundario para ellos, porque su interés se encuentra en la 
ruptura y no en la continuidad: la baja de la producción, los distintos factores 
que causaron inflación y desabasto para los trabajadores; la violencia armada y 
sus repercusiones en los distintos grupos de trabajadores de las haciendas; las 
diferentes acciones políticas, tanto de los administradores de cada hacienda 
como de los mismos hacendados y los gobiernos que se sucedieron. 
Posteriormente, estos tres estudios fueron recopilados en el libro 
Hacendados y campesinos en la Revolución Mexicana. El caso de Tlaxcala: 
 
mexicanas, desde sus orígenes hasta los años treinta del siglo XX, pero es importante su 
aportación por ser San Antonio Tochatlaco una hacienda pulquera. 
21 Juan Felipe Leal y Margarita Menegus, “Las haciendas de Mazaquiahuac y El Rosario en los 
albores de la revolución agraria1910-1914”, en Historia Mexicana, vol. 31, núm. 2, 1981, p. 
233-277. 
22 Juan Felipe Leal y Margarita Menegus, “Inflación y Revolución: el caso de los trabajadores 
de las haciendas de Mazaquiahuac y El Rosario, Tlaxcala, 1915-1918”, en Revista Mexicana 
de Ciencias Políticas y Sociales, núm. 122, 1985, p. 57-80. 
23 Juan Felipe Leal y Margarita Menegus, “La violencia armada y su impacto en la economía 
agrícola del estado de Tlaxcala, 1915-1920”, en Historia Mexicana, vol. 36, núm. 4, 1987, p. 
595-642. 
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1910-1920,24 al que se le agregaron dos capítulos más: “La producción de las 
haciendas entre 1915 y 1920” y “La Compañía Expendedora de Pulques, 
Sociedad Cooperativa Limitada: 1909-1914”, dándole así un carácter más 
redondo a su estudio. 
Un punto importante que estos autores ofrecen, es que con base en 
datos empíricos obtenidos de sus estudios, tanto de la hacienda de Xala como 
sobre las de Mazaquiahuac y El Rosario, afirman que el sistema productivo 
estaba en una fase de paso al sistema capitalista en lo que se refiere a su 
fuerza de trabajo, y ya totalmente inmersos en él en sus formas de 
abastecimiento y medios de circulación. La misma tesis sostiene Maria Eugenia 
Ponce Alcocer en “La modernización en algunas haciendas mexicanas: el fin 
del sistema tradicional 1867-1920”,25 al sostener que la modernización de las 
técnica de producción trajo consigo un cambio en las relaciones laborales, 
pasando de unas de tipo paternalista, basado en pago monetario y en especie, 
a unas relaciones puramente salariales, con base en contratos libres, sueldos 
elevados y posibilidades reducidas de endeudamiento. 
Gracias a la abundancia de los archivos de las haciendas de 
Mazaquiahuac y El Rosario, se sumó a los estudiosos de estas haciendas 
Ricardo Rendón Garcini, pero desgraciadamente sólo escribió un artículo que 
corresponde al periodo revolucionario. “La revolución armada vista por el 
administrador de dos haciendas tlaxcaltecas (1910-1921)”,26 basa su estudio 
en la correspondencia del administrador de las dos haciendas para dar cuenta 
del periodo revolucionario; los distintos movimientos cercanos al norte de 
Tlaxcala; los avatares para mantener firme la producción y exhibir a un 
administrador particularmente hábil para relacionarse con los grupos armados 
que asolaron la región. Casi a la par de la publicación de este trabajo, el autor 
se abocó a estudiar estas haciendas en la segunda mitad del siglo XIX, y 
 
24 Juan Felipe Leal y Margarita Menegus, Hacendados y campesinos en la Revolución 
Mexicana. El caso de Tlaxcala: 1910-1920, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales 
UNAM y Editorial Eón, 1995. 
25 María Eugenia Ponce Alcocer, “La modernización en algunas haciendas mexicanas: el fin del 
sistema tradicional 1867-1920”, en Historia y grafía, núm. 13, 1999, p. 93-112. 
26 Ricardo Rendón Garcini, “La revolución armada vista por el administrador de dos haciendas 
tlaxcaltecas (1910-1921)”, en Humanidades. Anuario, México, Universidad Iberoamericana, VII, 
1981-1983, p. 183-211. 
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posteriormente, trabajó el periodo del gobernador Próspero Cahuantzi.27 
Ambos estudios proporcionan cuantiosa información, tanto del sistema de dos 
haciendas pulqueras, como de los distintos actores del teatro político 
tlaxcalteca hasta la caída de Cahuantzi. Sin duda su estudio sobre el periodo 
del gobernador porfirista es el más completo que existe y el que mayor 
información proporciona acerca de la problemática agraria del estado a fines 
del siglo XIX y principios del XX, fundamental para mi estudio. 
 
En la segunda mitad de los años ochenta, Mario Ramírez Rancaño 
comenzó a trabajar diversos temas de la historia tlaxcalteca, desde grupos de 
poder, hasta huelgas de peones. Publicó “Haciendas y hacendados en Tlaxcala 
durante el porfiriato”28 en 1986, posteriormente “Próspero Cahuantzi: el 
gobernador porfirista de Tlaxcala”29 y Burguesía textil y política en la 
Revolución Mexicana30 en 1987. Para 1989 vio la luz su artículo “Huelgas de 
peones del campo en las haciendas de Tlaxcala”.31 En este grupo de artículos, 
el autor trabaja el problema de las relaciones de poder, visto desde la 
perspectiva de poseedores y desposeídos; así, intenta dar cuenta de los más 
importantes grupos de poder en el estado: los hacendados y la naciente 
burguesía industrial. Esta visión muestra deficiencias, debido a que al intentar 
ofrecer una visión de conjunto, su modelo resulta insuficiente. 
Ya para principios de los años noventa, se dio un abandono de los 
estudios sobre la Revolución en Tlaxcala, con excepción de Ramírez Rancaño 
y Buve, quien los dejó hacia 1992. En el año de 1990 Ramírez Rancaño publicó 
El sistema de haciendas en Tlaxcala,32 libro que da continuidad a su artículo 
anterior sobre haciendas, abarcando el tema hasta el periodo cardenista, 
cuando la propiedad de la tierra cambió su fisonomía; aquí, como en sus 
 
27 Véase Rendón, Dos haciendas…, op. cit.; El prosperato. El juego de equilibrios de un 
gobierno estatal (Tlaxcala de 1885 a 1911), México, Universidad Iberoamericana y Siglo 
Veintiuno Editores, 1993. 
28 Mario Ramírez Rancaño, “Haciendas y hacendados en Tlaxcala durante el porfiriato”, en 
Deslinde. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, Monterrey, núm. 14, 1986, p. 
61-74. 
29 Mario Ramírez Rancaño, “Prospero Cahuantzi: el gobernador porfirista de Tlaxcala”, en 
Historias, núm. 16, 1987, p. 99-115. 
30 Mario Ramírez Rancaño, Burguesía textil y política en la Revolución Mexicana, México, 
Instituto de Investigaciones Sociales UNAM, 1987. 
31 Mario Ramírez Rancaño, "Huelgas de los peones del campo en las haciendas de Tlaxcala", 
en Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, 10, enero-abril1988, p. 5-32. 
32 Ramirez Rancaño, El sistema de…, op. cit. 
Neevia docConverter 5.1
artículos anteriores, el autor nos muestra su capacidad para recolectar datos 
que parecieran difíciles de localizar, lo que constituye un mérito. 
Posteriormente, Ramírez Rancaño participó con el capítulo “Ignacio 
Torres Adalid: un hacendado pulquero”33 en un libro sobre empresarios 
mexicanos. Aquí nos deja ver su interés por los grupos económicos poderosos, 
y es más específico al concentrarse en un solo personaje, el cual es de vital 
importancia para esta investigación; el texto parece un tanto apresurado ya que 
se pueden localizar una serie de huecos que el autor no sabe o no tiene aún 
como resanar, pero nos ofrece interesantes informes sobre la vida de este 
empresario pulquero. 
En 1995 publicó La revolución en los volcanes. Domingo y Cirilo 
Arenas34 obra que es el intento más ambiciosos de abordar la revolución en el 
estado de Tlaxcala desde el trabajo de Crisanto Cuéllar Abaroa, ya que Buve y 
Garciadiego enfocan problemas específicos. Ramírez Rancaño sigue la tesis 
de Garciadiego acerca de la postura arenista, pero le da mucha mayor amplitud 
a su estudio tratando temas económicos, sociales y agrarios, como es el caso 
de la formación de colonias agrícolas. Aquí amplía su modelo de análisis, sin 
embargo, no logra superar sus deficiencias de formación que lo llevan a ver en 
Domingo Arenas a una especie de héroe que luchó por defender a la raza de 
bronce a la que pertenecía, por lo que casi nunca reconoce los errores del líder 
tlaxcalteca, afirmando que siempre meditaba las cosas antes de actuar. Pero 
de aquí nuevamente el mérito es la impresionante cantidad de datos que nos 
ofrece, fruto de un intenso trabajo de investigación en archivos, y de donde 
podemos rastrear las incursiones arenistas en Calpulalpan, Españita y 
Hueyotlipan, así como la labor agrarista de Arenas en el noroeste del estado y 
suroeste de Puebla. Por último, en el año 2000 publicó Ignacio Torres Adalid y 
la industria pulquera35 obra en la que retoma su participación en el libro sobre 
empresarios para hacer una especie de biografía sobre el hacendado, su 
importancia y la de su familia en la industria del pulque, además de abordar la 
problemática alrededor de esta bebida. Nuevamente hace un importante 
 
33 Mario Ramírez Rancaño, “Ignacio Torres Adalid: un hacendado pulquero”, en Cristina Puga y 
Ricardo Tirado (coord.), Los empresarios mexicanos, ayer y hoy, México, Editorial El Caballito, 
UNAM y COMECSO, 1992, p. 29-45. 
34 Ramírez Rancaño, La revolución…, op. cit. 
35 Mario Ramírez Rancaño, Ignacio Torres Adalid y la industria pulquera, México, Plaza y 
Valdés Editores e Instituto de Investigaciones Sociales UNAM, 2000. 
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trabajo de investigación para descifrar los variados nexos, tanto de la familia 
Torres como de los Adalid con las altas esferas de la política y la economía 
mexicanas. En cuanto al pulque, el estado de la cuestión está poco 
desarrollado, y el autor prácticamente no agrega nada nuevo. En suma, los 
trabajos de Ramírez Rancaño aportan numerosos datos importantes, pero 
ofrecen explicaciones poco novedosas. 
Un caso peculiar es la investigación de un arqueólogo de formación, 
Fernando Cortés de Brasdefer, egresado de la Escuela Nacional de 
Antropología e Historia con una tesis sobre los asentamientos humanos en 
Calpulalpan. El autor publicó, con el auspicio del Gobierno del Estado de 
Tlaxcala, La magueyera. El movimiento revolucionario en Calpulalpan, en sus 
pueblos y en sus haciendas 1910-1920.36 El trabajo de Cortés es el único que 
se enfoca directamente en Calpulalpan y algunas zonas aledañas durante la 
Revolución Mexicana. La originalidad de la obra reside en la afirmación de que 
investigó en el archivo municipal de Calpulalpan, antes de que éste sufriera un 
incendio; sin embargo carece de aparato crítico, no incluye una sola nota al pie 
para sostener críticamente su investigación, e incluso utiliza fuentes orales sin 
mencionar de dónde las obtuvo. Pese a esto su investigación, utilizada de 
manera crítica, permite darse una idea del acontecer en la región por aquellos 
años. 
El último estudio acerca de la temática que aquí abordaré proviene de 
una investigación que la toca de manera tangencial. El trabajo de David 
LaFrance acerca de la Revolución en el estado de Puebla titulado Revolution in 
Mexico’s Heartland. Politics, War, and State Building in Puebla 1913-1920, es 
una ambiciosa investigación que pretende explicar lo sucedido en Puebla, uno 
de los estados más importantes del país, el cual jugó un papel fundamental en 
el periodo revolucionario. LaFrance considera que pese a que el estado fue de 
vital importancia durante el proceso, los poblanos nunca tuvieron un liderazgo 
unificado, ni siquiera en época de las conspiraciones de Serdán y otros clubes 
antirreeleccionistas. Por tanto, el autor se avoca a darle forma a los distintos 
grupos que combatieron en el amplio y variado territorio poblano. Entre estos 
 
36 Fernando Cortés de Brasdefer, La magueyera. El movimiento revolucionario en Calpulalpan, 
en sus pueblos y en sus haciendas 1910-1920, Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala y 
Consejo Estatal de Cultura, 1992. 
Neevia docConverter 5.1
grupos, el liderado por Domingo Arenas es estudiado en su relación con los 
poblanos del suroeste de la entidad, además de considerar sus constantes 
relaciones de confrontación con los líderes zapatistas locales. Aquí LaFrance 
documenta la conexión que Arenas tuvo con Zapata y sus hombres a través del 
estado, lo que será de utilidad para explicar tanto la relación de Arenas con un 
movimiento semejante, el zapatismo, como su relación con los campesinos de 
la región suroeste de Puebla. 
Finalmente, un balance general. Tras el estudio de Nickel, el cual no es 
el primero acerca de haciendas, pero sí el que más aportaciones hace al 
respecto, distintos autores de varias disciplinas se dieron a la tarea de recopilar 
más fuentes al volcarse a los archivos de haciendas específicas, y Tlaxcala no 
fue la excepción. Los trabajos de Buve abrieron a la historia académica la 
temática de los movimientos campesinos durante el periodo revolucionario en 
Tlaxcala, pero en realidad, con excepción del artículo de Garciadiego, de unos 
artículos de Leal y Menegus y Ramírez Rancaño, nadie ha seguido su obra, al 
contrario, dicho tópico ha sido abandonado; y el caso es similar para los 
estudios sobre haciendas en el estado. Sólo Ramírez Rancaño aportó nuevos 
datos fácticos en los últimos años. Sin embargo, todas estas obras dan 
innumerables pistas, indicios, para seguir el rastro en cuanto a métodos, 
fuentes, posturas, que serán de apoyo para quizá aportar en este trabajo más 
información que haga posible consolidar o cuestionar las afirmaciones de 
Nickel sobre la hacienda mexicana, y permita dar a conocer muchas de las 
pistas o fuentes que Buve no mostró sobre la situación de Tlaxcala durante el 
periodo revolucionario. Asimismo, los trabajos de Garciadiego, Ramírez 
Rancaño y LaFrance, que contienen información sobre el movimiento arenista, 
me darán un apoyo de manera conjunta para contrastarlos con la información 
proveniente de los archivos que consulté. 
 
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2. EL ESCENARIO DE LA REVOLUCIÓN 
 
El estado de Tlaxcala es un espacio delimitado políticamente donde los actores 
se encuentran profundamente vinculados con la geografía del lugar que 
habitan. El espacio es fundamental para la sociedad tlaxcalteca, y en el periodo 
revolucionario jugó un papel trascendente, aunque las fronteras políticas nunca 
significaron un límite para el movimiento armado, que vio en las barreras 
naturales los límites de sus acciones. Veamos sus características. 
 
Ubicación 
Al formar parte del altiplanocentral del país, el estado se encuentra atravesado 
por el Eje neovolcánico, razón por la que la entidad tiene una geografía 
accidentada. El estado de Tlaxcala se sitúa en la parte central del país, al 
poniente de la Sierra Nevada y al Oriente de la Sierra Madre Oriental. Su 
ubicación geográfica comprende los paralelos 19° 06’ 10” y 19° 44’ de latitud 
norte y los meridianos 97°37’30” y 98°43’35” de longitud oeste. Se encuentra 
limitado al norte, este y sur por el estado de Puebla; al noroeste por el de 
Hidalgo y al oeste por el de México. La extensión territorial del estado de 
Tlaxcala es de 3 914 kilómetros cuadrados, porción que equivale al 0.2% del 
territorio nacional.1 
 
Orografía 
En el aspecto orográfico, Tlaxcala cuenta con tres sistemas montañosos y 
cuatro zonas de planicies. Entre los primeros se encuentran, en los límites con 
Puebla, por el norte, las sierras de la Caldera y Tlaxco. Después tenemos parte 
de la Sierra Volcánica Transversal y por último, el doble sistema montañoso 
que da cauce al río Zahuapan, situado al centro. 
 Entre las planicies, el valle de Pie Grande, que es la prolongación de los 
Llanos de Apan, se localiza al noroeste; el de Huamantla, al oriente, unido a las 
planicies de San Juan de los Llanos y al Oriental en el estado de Puebla; al sur, 
 
1 Sonia Largo Valcárcel, Estudio geográfico del estado de Tlaxcala, Tesis de Licenciatura en 
Geografía, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 1976, p. 24-29. 
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las planicies del triángulo delimitado por los ríos Zahuapan y Atoyac; al centro 
los pequeños valles de Tlaxco, Apizaco, Chiautempan, Tlaxcala, Panotla y San 
Martín Texmelucan. 
 El valle de Apizaco está rodeado por la sierra de Tlaxco en la parte 
norte; el de Huamantla está comprendido entre la Sierra de Terrenate y la 
Sierra Madre Oriental; la planicie de Calpulalpan está en las estribaciones 
orientales de la Sierra Nevada y el Valle de Atoyac-Zahuapan. 
 Las sierras de Tlaxco y de la Caldera tienen una longitud de 80 
kilómetros con una altura mayor de 2 800 metros y un área de 1 400 kilómetros 
cuadrados que representan el 33% de la superficie total del Estado. Sus 
principales elevaciones son el Peñón del Rosario y el Cerro de la Luz. 
 La Malintzi, con una altura de 4 461 metros sobre el nivel del mar, tiene 
una superficie circular de 646 kilómetros cuadrados y un diámetro de 36 
kilómetros, abarcando el 16% del área total del estado. El espolón de la Sierra 
Nevada corre a lo largo de 20 kilómetros con una altitud de 3 000 metros y 
abarca 280 kilómetros cuadrados, o sea el 7% de la misma superficie total. 
 Para completar el sistema, las sierras del norte y del sur están unidas 
por una serie de pequeñas cadenas de cerros que ligan a la montaña de la 
Malintzi con la Sierra de Tlaxco. 
Las tres partes montañosas más importantes, por lo tanto, corresponden 
a casi el 60% del territorio del estado que tiene una topografía muy 
accidentada. La Malintzi y la cresta de los lomeríos que la circundan, forman la 
gran porción del Tocha Irolo, con un área de 250 kilómetros cuadrados. Al 
sureste del estado se escalonan las planicies de Taxco, de Texcalac y 
Huamantla con una extensión en conjunto de 200 kilómetros cuadrados. En el 
extremo oriental de la sierra de Tlaxco se forman otras planicies que cubren 
una superficie de 57 kilómetros cuadrados. Finalmente, la zona de Tlaxcala y 
Panotla tiene una extensión de 288 kilómetros cuadrados.2 
 Como podemos observar, la mayor parte del territorio de la entidad se 
compone de zonas montañosas, que están distribuidas a lo largo y ancho de 
Tlaxcala. Los valles se encuentran formados principalmente por las propias 
cadenas montañosas que el estado posee y que los delimita. Sin duda la 
 
2 Ibíd. 
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compleja topografía del estado ha traído dificultades de primer orden, 
comenzando por la dificultad para la producción agrícola; con excepción de una 
pequeña zona muy fértil, la mayor parte del territorio tiene dificultades para la 
producción. Por otro lado, la complejidad topográfica planteó serios problemas 
de comunicación entre los distintas localidades; incluso la zona centro-sur, 
donde se concentra buen número de la población, no posee modos eficaces de 
comunicación, debido a que, por ejemplo, entre Tlaxcala y Chiautempan la 
comunicación se encuentra frente a la problemática de los desniveles, los 
cuales afectan todo el territorio de la entidad. Hasta la llegada del ferrocarril, en 
tiempos del porfiriato, las principales vías de comunicación eran los antiguos 
caminos que conectaban, de manera general, el este con el oeste y el norte 
con el sur, cuyo punto de encuentro era Apizaco. 
 
Fenómenos meteorológicos3 
Las grandes alturas y la latitud intertropical entre las cuales se encuentra la 
entidad determinan su tipo de clima, el cual va de templado a húmedo y de 
semiárido a moderadamente húmedo. La mayor parte del estado se caracteriza 
por tener una temperatura con poca variación a lo largo del año (entre los 12 y 
los 17° C), aunque algunos días en ciertas zonas puede descender varios 
grados bajo cero durante las heladas, o llegar arriba de los 30° en las 
canículas. 
El periodo de lluvias dura aproximadamente seis meses, concentrándose 
la parte más intensa entre junio y septiembre; el resto del año las 
precipitaciones son eventuales y muy escasas. El promedio de precipitación 
anual va de 700 a 1 000 mm, según las regiones y los años más secos o más 
húmedos. Entre los primeros puede haber algunos que apenas rebasen los 400 
mm anuales, lo cual resulta 
 
3 Los siguientes dos apartados están basados en Rendón Garcini, El Prosperato, op. cit., p. 69-
96. 
Neevia docConverter 5.1
muy limitado para producir la agricultura de temporal, que es la más común, 
salvo en las zonas cercanas a los ríos Atoyac y Zahuapan donde la hay 
también de regadío. Estos lugares del centro sur de la entidad son templados y 
Neevia docConverter 5.1
semihúmedos y llueve un poco más que en los llanos del norte y oriente, donde 
el clima es frío y árido. La precipitación pluvial es mayor en las zonas de las 
serranías y sus laderas, pero disminuye de intensidad conforme crece la 
distancia con respecto a ellas. Estos contrastes resaltan la importancia que 
para la agricultura tienen los terrenos de riego y de mayor humedad, dado que 
son lugares en los cuales no se interrumpe el desarrollo de los cultivos aunque 
las lluvias sean escasas e irregulares, además de que ahí pueden realizarse 
las siembras antes de que principie el periodo de lluvias. Los terrenos de 
humedad permanente tienen niveles freáticos a poca profundidad, por lo que se 
puede extraer agua de pozos de unos cuantos metros. Estos terrenos húmedos 
se localizan en las vegas de los ríos y en las zonas lacustres y pantanosas, 
esto es, en las regiones sur y suroeste del estado. 
En el estado suceden tres fenómenos naturales de alto impacto en la 
agricultura: las heladas, las granizadas y las canículas. Los dos primeros de 
estos fenómenos ocurren en numerosas partes del estado aunque con menor 
intensidad en la región más baja, o sea el valle de Panotla-Nativitas. Las 
heladas se presentan sobre todo durante el invierno cuando la temperatura 
desciende a grados bajo cero, pero pueden caer en cualquier momento del 
año. El término medio anual de heladas es de 65, pero en algunas ciudades 
alcanza cifras superiores a las 100, como en Calpulalpan y en Apizaco. En 
esas circunstancias, apenas los magueyes sobreviven, pues otros cultivos son 
muy difíciles de lograr, llegando a perderse más del 50% de las cosechas o 
hasta su totalidad. 
Las granizadas son uno de los fenómenos más destructivos, suceden 
con mayor frecuencia en las serranías ydisminuyen conforme se desciende de 
éstas. Las granizadas acompañan las lluvias torrenciales durante el verano, 
pero no están ausentes en otras estaciones, provocando también los primeros 
perjuicios a la agricultura. Tanto las heladas como las granizadas afectan la 
parte norte del estado, por lo que ahí el número de cultivos es restringido. La 
parte central es menos dañada pero de todos modos la agricultura está sujeta a 
eventualidades. Sólo la zona suroeste tiene suficientes meses libres para el 
cultivo. De semejante agresividad es la canícula, que es el periodo de calor 
más intenso a lo largo del año. Puede prolongarse hasta por veinte días, con lo 
cual se evapora gran cantidad de agua. 
Neevia docConverter 5.1
 
Hidrografía 
En lo correspondiente al sistema hidrológico, Tlaxcala tiene una cuenca 
relevante y otras tres de mucha menor importancia, además de algunos vasos 
interiores que dan origen a reducidas lagunas y ciénagas. La primera de las 
cuencas es la que forman los ríos Zahuapan y Atoyac. El Zahuapan nace en el 
norte de Tlaxcala, en la sierra de Tlaxco, alimentado por pequeños 
manantiales. Debido a que éstos son muy aprovechados por la agricultura, en 
los periodos de sequía se reduce mucho la corriente principal del río. Desde 
esa zona desciende el Zahuapan en dirección sur, recibiendo a su paso las 
aguas de numerosos afluentes, muchos de ellos de temporal. Luego 
desemboca en el río Atoyac y entra con él en el estado de Puebla, para 
continuar su curso a través del sistema del Balsas hasta el océano Pacífico. 
Mientras tanto, el Atoyac nace en la vertiente oriental de la sierra Nevada, en el 
Estado de México, y se introduce en Tlaxcala por su parte sureste. Un poco 
más adelante sirve de línea divisoria a los estados de Puebla y Tlaxcala, hasta 
unirse al Zahuapan en el extremo sur del estado. 
De las otras tres cuencas hidrológicas de menor importancia, una de 
ellas se encuentra en el oriente de la entidad; es la llamada cuenca de 
Huamantla en el distrito de Juárez. Es una cuenca interior formada por 
pequeños arroyos de temporal que bajan por la parte noreste de la Malinche y 
desaguan en los depósitos naturales y artificiales de las llanuras de esa región. 
Otra pequeña cuenca se ubica en la zona noroeste, en los rumbos de 
Calpulalpan, distrito de Ocampo, y la forman algunas corrientes que provienen 
de la sierra Nevada, que se unen a unos cuantos manantiales y arroyos de 
temporal dentro del estado para pronto salir rumbo a Hidalgo. Se trata de una 
zona que no perteneció a Tlaxcala sino hasta la segunda mitad del siglo XIX. 
La última de las cuencas está en el noreste; la conforman tres ríos que 
desembocan a una cañada en el municipio de Terrenate y luego cruzan hacia 
el estado de Puebla bajo el nombre de río Xalnene. No obstante lo antes 
mencionado, es conocido que Tlaxcala carece de los suficientes recursos 
hidrológicos, debido a la escasez de lluvias. La mayoría de los recursos 
hidrológicos se encuentran en la parte centro-sur de la entidad, razón por la 
Neevia docConverter 5.1
que la mayoría de la población se encuentra concentrada allí; además, el 
trabajo para conseguir y conservar el agua ha provocado numerosos 
enfrentamientos a lo largo de la historia tlaxcalteca. 
 
División política y población 
Para 1910 el estado se encontraba dividido políticamente en seis distritos: 
Morelos, con cabecera en Tlaxco, Juárez con cabecera en Huamantla, Hidalgo 
con cabecera en la ciudad de Tlaxcala, Zaragoza con cabecera en Zacatelco, 
Cuauhtémoc, formado a finales del siglo XIX y con cabecera en Apizaco, por 
último el distrito de Ocampo, con cabecera en Calpulalpan, municipalidad que 
fue integrada al estado en enero de 1863 y que perteneció anteriormente al 
Estado de México.4 Ocampo es el distrito que corresponde a la región. Éste se 
formó con tres municipalidades: Calpulalpan, Hueyotlipan y Españita, está 
situado en la parte occidental de la entidad. Por su extensión ocupaba el tercer 
lugar con 768.69 kilómetros cuadrados. Tenía una densidad de población de 21 
habitantes por kilómetro cuadrado. El municipio de Calpulalpan contaba con el 
mayor número de habitantes en el distrito, con 10 978 habitantes,5 mientras 
que el total de habitantes del distrito era de 21 081 en el año de 1910.6 El 
pueblo del mismo nombre tenía, para el año del estallido de la revolución, 2 
858 habitantes, casi la mitad de personas que San Pablo del Monte, la 
localidad con más habitantes para esos años. Haciendo una comparación, 
tenemos que para 1910, año del último censo antes del levantamiento 
armado, el estado de Tlaxcala tenía 184 171 
 
4 Cruz María Ochoa Paredes, Geografía histórica de las divisiones territoriales del estado de 
Tlaxcala 1519-1980, Tesis de Licenciatura en Geografía, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 
1984, p. 77-81. 
5 Ibíd., p. 80-81. 
6 Ramírez Rancaño, La revolución…, op. cit., p. 18. 
Neevia docConverter 5.1
 habitantes, distribuidos en sus seis distritos, mientras que el total de habitantes 
del país era de 15 160 369 habitantes. Tlaxcala era el sexto de los estados 
menos poblados, por número de habitantes; le antecedían Quintana Roo, Baja 
Neevia docConverter 5.1
California, Colima, Aguascalientes, el departamento de Tepic y Morelos.7 
Respecto de los demás distritos del estado, el de Ocampo era uno de los tres 
distritos del norte, los cuales tenían menor población que los del centro y 
centro-sur. En contraste, algunos distritos pertenecientes a estados vecinos 
poseían mayor población; tal es el caso de Otumba, al noroeste, que tenía 35 
155 habitantes, mientras al suroeste, Texcoco tenía 56 547, ambos en el 
Estado de México. Al norte del distrito de Ocampo, el distrito de Apam poseía 
29 308 habitantes, pertenecientes al estado de Hidalgo. Finalmente, 
inmediatamente al sur, el distrito de Huejotzingo, en Puebla, poseía 51 150 
pobladores. Así, con excepción del distrito de Apam y de su vecino distrito de 
Morelos, otros distritos poseían más habitantes, aunque habría que tomar con 
reserva las diferencias geográficas e incluso históricas de los asentamientos 
humanos.8 
 
Estructura agraria estatal 
A grandes rasgos, Tlaxcala poseía tres formas distintas de estructura agraria 
alrededor de la entidad. En la zona centro-sur, existían casi las dos terceras 
partes de la población estatal, y solamente un tercio del territorio. Buve afirma 
que para 1910 cerca de 60 mil hectáreas de barrancas, pastizales y montes de 
la Malintzi se encontraban aún en manos de campesinos,9 a pesar de su poca 
productividad. La mayoría de los terrenos comunales fue fraccionada para ser 
explotada individualmente, aunque existían terrenos de uso común que no se 
explotaban agrícolamente y podían utilizarse para recoger leña, entre otras 
cosas. Además, la zona centro-sur recibió la modernización de fábricas, en su 
mayoría textiles, que aprovecharon la tradición de las comunidades en la 
elaboración de vestidos y cobijas, a la vez que la necesidad de estas 
comunidades de hacerse de recursos adicionales. 
 
7 Quintana Roo: 9 109; Baja California: 54 272; Colima: 77 794; Aguascalientes: 120 511; 
Tepic: 171 173; y Morelos: 179 594. Tercer censo de población de los Estados Unidos 
Mexicanos 1910, tomo III, Secretaría de Agricultura y Fomento, Dirección de Estadística, 1920. 
8 Por ejemplo, los asentamientos del histórico Texcoco, o los llanos del distrito de Apam. Y, con 
sus debidas reservas, podemos comparar la municipalidad de Mixcoac, en el Distrito Federal, 
que tenía 21 812 habitantes o la de Ixtapalapa, que para 1910 tenía 24 507 habitantes. En 
suma, el distrito de Ocampo, asentado en un espacio no muy propicio para el desarrollo 
económico, se desarrolló demográficamente de manera regular. 
9 Buve, “Agricultores, dominación política…”,en El movimiento…, op. cit., p. 232. 
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 En el suroeste, la cuenca entre los ríos Atoyac y Zahuapan, 
predominaban las pequeñas y medias propiedades, aunque para 1910 la 
mayoría de ellas se encontraban desplazadas hacia los cerros debido al 
crecimiento de las haciendas y ranchos. Del mismo modo que los campesinos 
del centro-sur, los campesinos del suroeste necesitaban un ingreso adicional al 
de su agricultura pueblerina, por lo que muchos de ellos laboraban para las 
haciendas y los ranchos como semaneros, aparceros o trabajadores 
temporales. La mayoría de las haciendas de la zona practicaban una 
explotación de tipo intensivo, con sistemas de riego y desagüe. A pesar de la 
mediana dependencia de los campesinos de la zona del trabajo en las 
haciendas y ranchos, éstos continuaban viviendo en pequeños pueblos con 
terrenos comunales.10 
 En el caso de la zona norte del estado, de manera general, 
predominaban las grandes propiedades. Los distritos de Ocampo, Juárez y 
Morelos abarcaban dos tercios del territorio estatal, pero estaban habitados en 
conjunto únicamente por cerca de un tercio de la población. Las grandes 
haciendas de la zona dominaban la producción, que fue dando un giro hacia el 
mercado urbano y nacional conforme el ferrocarril entró en la zona, 
adelantando el proceso capitalista de producción en esas propiedades. La 
mayor parte de los pueblos de esta vasta zona ya no poseían propiedades que 
pudieran explotar, por lo que gran parte de la mano de obra en los tres distritos 
servía a las grandes haciendas, ya sea como acasillados o como trabajadores 
ocasionales. Es conocido que las relaciones de trabajo en las haciendas de la 
zona, incluyendo los estados de México e Hidalgo, comenzaron a cambiar del 
paternalismo acasillado a formas de tipo asalariado.11 
Mientras que las haciendas del distrito de Juárez se enfocaron mucho 
más al cultivo de cereales, las de los distritos de Ocampo y Morelos se 
dedicaron a la explotación de magueyes pulqueros y en mucha menor medida 
a la ganadería. En la zona, la explotación de los montes cercanos a las 
grandes propiedades, por ejemplo para la elaboración de durmientes para el 
 
10 Ibíd., p. 233. 
11 Véase por ejemplo el trabajo de María Eugenia Ponce Alcocer, op. cit.; y las obras de 
Herbert J. Nickel, Morfología…, op. cit.; Relaciones…, op. cit.; (ed.), Paternalismo…, op. cit. 
Neevia docConverter 5.1
ferrocarril y la producción de cultivos de autoconsumo también tenían su 
importancia.12 
 Tal como queda manifiesto, los tlaxcaltecas han tenido una necesaria 
relación con su entorno físico. Debido a lo accidentado de su geografía, los 
modos de vida de los habitantes son variados. Desde la posibilidad, y la 
necesidad, de algunos de trabajar en el campo y en las fábricas textiles del 
centro-sur del estado, hasta el peonaje fijo o temporal de las haciendas 
pulqueras del norte y noroeste, o las cerealeras del noreste. La poca o mucha 
competencia laboral incluso tenía relación con la zona del estado. En algunas 
haciendas del norte predominaba el peonaje acasillado por no tener poblados 
cercanos, mientras que las del centro-sur tenían una gran reserva de mano de 
obra en los históricos pueblos de la zona. 
 Tanto el entorno físico como el económico de los distintos pueblos 
caracterizarían el proceso revolucionario en Tlaxcala. Los liderazgos, 
enfrentamientos, zonas de combate y resguardo, y demás particularidades, 
tendrían un buen número de variaciones en uno de los estados más pequeños 
del país. 
 
 
12 Buve, “Agricultores, dominación política…”, op. cit., p. 231-232. 
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3. TLAXCALA INMERSO EN EL PROCESO REVOLUCIONARIO 1910-1913 
 
El estado de Tlaxcala, a diferencia de otros estados, vivió un proceso 
revolucionario bastante involucrado al acontecer nacional, incluso se considera 
que comenzó la lucha contra el antiguo régimen antes que Madero fijara el 20 
de noviembre de 1910 como fecha para el levantamiento armado. 
Los activistas políticos del estado colaboraron junto con los activistas del 
estado de Puebla. Comenzaron a participar en las conspiraciones dentro del 
Club “Regeneración” que dirigían los hermanos Andrés y Melitón Campos. 
Cuando, tanto los activistas de Tlaxcala como los de Puebla decidieron llevar a 
cabo un levantamiento armado en mayo de 1910, el líder del movimiento en 
Tlaxcala era Juan Cuamatzi, quien había sido primer regidor del ayuntamiento 
de Contla. El movimiento fue súbitamente cancelado, pero los activistas de 
Tlaxcala ya lo habían puesto en marcha, por consiguiente el resultado no fue 
favorable. Cuamatzi ya era conocido por la fuerza estatal, debido a su 
participación como líder de un movimiento que acusaba al gobernador 
Próspero Cahuantzi –quien se había desempeñado en el cargo desde 1885–1 
de haber despojado a los habitantes de San Bernardino Contla de unos 
terrenos para la creación de su hacienda La Concepción.2 
Pero el descontento en el estado llevaba tiempo desarrollándose. A 
finales del siglo XIX varias de las fábricas textileras pertenecientes al estado se 
declararon en huelga, como es el caso del Valor y la Magdalena.3 Por su parte, 
en 1905 se llevó a cabo el mayor descontento por parte de propietarios del 
centro-sur del estado, que protestaron ante una reforma que aumentaba los 
impuestos a los propietarios de menos de 5 a 10 hectáreas. El movimiento fue 
liderado por Andrés García, de San Lucas Tecopilco, e Isidro Ortiz de Santo 
Toribio Xicohtzingo, quienes fueron arrestados e incluso García fue asesinado 
–se dice– “mientras trataba de escapar”.4 
 
1 El único estudio que intenta cubrir el periodo de Próspero Cahuantzi en el gobierno del estado 
de Tlaxcala es la completa investigación de Rendón, El prosperato..., op. cit. 
2 Garciadiego, op. cit., p. 4. 
3 Lía García Verástegui y María Esther Pérez Salas, “La Revolución en Tlaxcala”, en Mario 
Ramírez Rancaño, Tlaxcala una historia compartida. Siglo XX, México, CONACULTA y 
Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1991, v, 16, p. 22. Cf. Corina Gutiérrez, Experiencias 
contrastadas: industrialización y conflicto en los textiles del centro-oriente de México, 1884-
1917, México, El Colegio de México y BUAP, 2000. 
4 Buve, “El movimiento revolucionario…”, en op. cit., p. 123. 
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 Para 1910, el movimiento sufrió un duro golpe con la muerte de Serdán y 
la oleada de represión en ambos estados. Cuamatzi, quien se encontraba en 
San Pablo del Monte con sus fuerzas –entre las que se encontraba gente como 
el posterior líder Máximo Rojas–, al conocer la noticia se remontó a la Malintzi, 
que estableció como resguardo, mientras bajaba a realizar acciones fugaces, 
como la toma de la fábrica Los Molinos, cercana a Atlixco. De igual modo que 
en Puebla, el movimiento armado en Tlaxcala se vería fuertemente golpeado 
con la captura y fusilamiento de Cuamatzi en febrero de 1911. 
 
Con estos hechos queda de manifiesto que el estado de Tlaxcala fue 
uno de los primeros en la república en unirse a la lucha decretada por 
Madero y que, desde el principio, su participación en el movimiento 
revolucionario tuvo un carácter localista, dado que, aun cuando la 
organización revolucionaria estuvo vinculada, en cierto modo, al 
movimiento poblano, la guerrilla tlaxcalteca operaba independientemente 
y, en resumen, no contó con la ayuda financiera de la junta poblana, 
puesto que ésta no estuvo en condiciones de suministrarle apoyo.5 
 
 A la muerte de Cuamatzi el liderazgo revolucionario cayó en hombres 
como Benigno Zenteno, Isidro Ortiz y Felipe Villegas, quienes también tenían a 
la Malintzi como su zona de resguardo, y sus alrededores como sus lugares de 
actividad revolucionaria. El movimiento fue ganando terreno progresivamente, 
de

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