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Paul-Feyerabend-y-la-teoria-pragmatica-de-la-observacion--hacia-un-buen-empirismo

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1 
 
 
 Universidad Nacional Autónoma de México 
 Facultad de Filosofía y Letras 
Colegio de Filosofía 
________________________________________________ 
 
 
 
 
 Paul Feyerabend y la teoría pragmática de la observación: 
hacia un buen empirismo. 
 
 
Tesis que para obtener el grado de Licenciada en Filosofía 
 
PRESENTA 
Lourdes Mercedes Ortiz Bautista 
 
 
Asesor de tesis: 
Dr. Rasmus Grønfeldt Winther 
 
Sinodales: 
Dr. Sergio F. Martínez Muñoz 
Dra. Lourdes Valdivia Dounce 
Mtro. Ricardo Vázquez Gutiérrez 
Mtro. Fabrizzio Guerrero McManus 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 2 
AGRADECIMIENTOS 
 
En mis estudios de licenciatura y durante la elaboración de esta tesis, he recibido muchísima 
ayuda de un gran número de personas. Siendo este mi primer trabajo académico “público” me 
siento comprometida a dar amplio reconocimiento a todos aquellos que, de alguna u otra manera, 
me han brindado su mano para llegar hasta este punto de mi carrera. Desgraciadamente no podría 
hacer mención de todos los sentidos en los que me he visto enriquecida por sus respectivas 
aportaciones; de cualquier modo, aquí un intento. 
En primer lugar, quisiera agradecer la invaluable ayuda que me ha brindado el Dr. 
Rasmus G. Winther, quién incluso frente a mis recurrentes inseguridades, ha puesto su confianza 
en mí, haciéndome sentir capaz en mis peores titubeos. Sin su ayuda y apoyo moral este trabajo 
difícilmente habría sido concluido. Sin duda, es a él a quién más debo. Sus innumerables 
comentarios, sugerencias, críticas, regaños, así como su inigualable paciencia, disposición y 
compromiso, han sido una constante fuente de inspiración y entusiasmo. El me ha permitido ver 
un lado más humano de esta maravillosa profesión. ¡Gracias por todo Rasmus! 
En segundo lugar, quisiera expresar mi gratitud a los lectores de este trabajo. Al Dr. 
Sergio Martínez por su gran amabilidad y valiosas críticas, las cuales sin duda tomaré en cuenta 
en la realización de trabajos posteriores; a la Dra. Lourdes Valdivia por aceptar leer un trabajo 
como el mío, por la valiosa formación que recibí de ella en sus magnificas clases de filosofía de 
la lógica y del lenguaje, y por estar siempre dispuesta a escuchar a sus estudiantes y enseñarnos a 
clarificar nuestras, muchas veces, “torcidas” intuiciones; al Mtro. Ricardo Vázquez que mediante 
sus interesantes clases de ontología me ha permitido introducirme a varias de las ideas que trato 
en mi trabajo, su admirable capacidad para enseñar con suma claridad aun los puntos más áridos 
e intrincados de dicha disciplina han sido clave en mi entendimiento de una gran cantidad de 
problemas tanto en mis estudios de licenciatura como en la búsqueda de mis propios intereses 
filosóficos. Al Mtro. Fabrizzio Guerrero, por sus incisivos comentarios a mi trabajo, su replica a 
un trabajo previo relacionado con el tema de esta tesis, presentado ya hace algún tiempo en mi 
estancia en el Instituto de Investigaciones Filosóficas como estudiante asociado, así como por las 
diversas charlas en calidad de amigo. A todos ustedes, muchas gracias por brindarme tan valiosa 
parte de su tiempo! 
En tercer lugar agradezco la ayuda de la Dra. Ana Rosa Pérez Ransanz al inicio de este 
trabajo, su lectura y comentarios a ciertas partes de una versión previa de mi escrito, así como por 
 3 
sus formativas clases de filosofía de la ciencia, de las que surgieron mis primeras intuiciones para 
realizar este proyecto. También le agradezco que me haya considerado para recibir dos becas del 
proyecto PAPIIT No. IN400102-3, que codirigió con el Dr. León Olive, una para la conclusión de 
mis estudios de Licenciatura y otra para la elaboración de esta tesis. 
En cuarto lugar, quisiera agradecer todo el apoyo que he recibido por parte de mi familia. 
A mis padres, por todo su cariño y su esfuerzo en brindarme lo necesario para que yo pudiera 
recibir una educación formal; a mi hermana Concepción Ortiz, quien a pesar de la distancia, con 
todo su apoyo económico, sus regaños y consejos, ha sido como una segunda madre para mí; a 
Fernando, Martha y Polo por escuchar muchas de mis confusiones y estar dispuestos a 
entenderme. 
Para finalizar quisiera agradecer el apoyo brindado por parte de mis amigos. A Diana 
Contreras, Fernando González, Guillermo Torices y Jorge Castillo, quienes tuvieron que 
soportarme con mi recurrente tema de conversación y con gran disposición se sentaron conmigo a 
discutir varios puntos del trabajo. A Alondra Santamaría, Carolina Collepardo, Erandi Coutiño, 
Roberto Domero y Rodrigo Sánchez por brindarme su amistad, su apoyo moral y su invaluable 
disposición a escucharme aún en mis tantos malos ratos; sin su apoyo moral y afectivo habría 
sido mucho más difícil superar los baches con los que me he topado en mi camino. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INDICE 
 Pág. 
 
INTRODUCCIÓN 
 
6 
 
I. ANTECEDENTES 11 
 
1. Empirismo y positivismo. 12 
 
1. 1 
 
Empirismo estándar. 
 
12 
 (i) Distinción entre conocimiento a priori y a posteriori. 14 
 (ii) Compromiso anti-metafísico. 20 
 (iii) Falibilismo. 
 
1.2 
 
Positivismo lógico estándar. 
 
23 
 (i) La anti-metafísica y el criterio verificacionista del significado. 24 
 (ii) La estructura de las teorías científicas y de la ciencia. 28 
 (iii) Explicación científica y reduccionismo. 31 
 
2. Feyerabend y el positivismo. 34 
 
2.1 
 
Interpretaciones positivistas y teorías semánticas de la observación. 
 
34 
(i) Principio pragmático del significado. 38 
(ii) Principio fenomenológico del significado. 40 
 
 
2.2 Crítica al positivismo 41 
 (i) Contra las teorías semánticas de la observación 43 
 (a) Contra el principio pragmático del significado. 43 
 (b) Contra el principio fenomenológico del significado. 46 
 (ii) Contra la tesis de la estabilidad: invarianza del significado 50 
 (a) Principio de deducibilidad. 51 
 (b) Sintéticos a priori. 53 
 (c) Ontología metafísica. 57 
 
 
II. LA PROPUESTA: HACIA UN BUEN EMPIRISMO. 
 
 
61 
3. Feyerabend y el empirismo. 62 
 
3.1 
 
La teoría pragmática de la observación (TPO). 
 
 
62 
3.2 La TPO y el empirismo. 71 
 (i) Replanteamiento de la relación teoría-observación y la tesis de la carga 
teórica. 
 
73 
 (ii) Una noción alternativa de experiencia. 81 
 
 
 
 
 
 5 
 
4. El empirismo crítico de Feyerabend. 85 
 
4.1 
 
Inconmensurabilidad. 
 
85 
 (i) Creación de evidencia, contrastación y elección de teorías. 93 
 (ii) El progreso en la ciencia. 97 
 
4.2 Contrainducción. 98 
 (i) Contra hechos bien establecidos. 103 
 (ii) Contra teorías bien establecidas: principio de proliferación de teorías. 107 
 
CODA. 111 
 
 
Bibliografía 121 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
I don’t have a philosophy. I have opinions… I didn’t teach anything. I 
told stories. I never gave a systematic account of everything. I was giving 
lectures, I told stories, you know. So I do not have a philosophy, I have 
lots of opinions… a philosophy is a collection of opinions which are tied 
together by some general stuff.It’s much too rigid for my taste. 
 
[…] In the ‘thirties the people said: “There are these analytic strains in 
philosophy. They just criticize. What we want is something positive to 
hold us up.” […] I am very suspicious if someone wants something 
positive. Well, they should create it for themselves… 
 
P. K. Feyerabend1 
 
 
Paul Feyerabend, uno de los filósofos de la ciencia más polémicos del siglo XX, es bien conocido 
por sus críticas a varias propuestas filosóficas tales como el positivismo lógico y el racionalismo 
crítico. Es aún más famoso debido a su pretendida defensa del slogan “anything goes”, traducido 
al español como “todo vale,” con el cual se suele identificar a su “anarquismo metodológico” y se 
caricaturiza su postura filosófica como el extremo del relativismo. Para su ventura, en algunas 
ocasiones, también ha habido quienes han puesto atención a ciertos aspectos positivos de sus 
“opiniones” filosóficas, como él mismo gustase llamar a sus planteamientos, según el pasaje 
citado. Quienes han estudiado algunos de estos aspectos positivos, lo han hecho de manera 
aislada, sin intentar conformar una colección de opiniones unidas por algún asunto general; i.e., 
sin conformar una filosofía, según la definición que Feyerabend presenta en el epígrafe. El 
objetivo general de este trabajo es organizar algunas de las opiniones de Paul Feyerabend en 
relación a un “asunto general,” el empirismo, de tal modo que conformemos una propuesta 
filosófica positiva.
2
 
Tomando en cuenta las advertencias que Feyerabend hace en su ultima entrevista, llevada 
a cabo un par de semanas antes de morir, parecería inútil intentar unir o sistematizar sus diversas 
opiniones en torno a un punto general, ya que dicha tarea fue algo que, en primer lugar, no le 
interesó llevar a cabo a él mismo y que, además, llegó a rechazar explícitamente en más de una 
 
1 Jung Joachim [1994] “Paul Feyerabend. Last Interview.” En Preston (et al.) (Ed.) [ 2000] The Worst Enemy of 
Science. Essays in Memory of Paul Feyerabend. New York: Oxford University Press. P. 162-163. 
2 Es de remarcable desde ahora que nuestro cometido se limita a articular una interpretación de cierta parte de la obra 
de Feyerabend como un tipo de empirismo, más que evaluar si dicho empirismo. Es decir, nuestro discurso es de 
segundo nivel: una interpretación de su trabajo filosófico. Un discurso de primer orden hablaría sobre la adecuación 
de dicha interpretación en relación al curso actual del quehacer científico; tarea posterior a la articulación que aquí 
presentamos y que por motivos de brevedad no desarrollamos. 
 7 
ocasión. No obstante, tampoco cierra tal posibilidad: “If someone wants something positive” –
dice Feyerabend- “[w]ell, they should create it for themselves…” 
Ante todo tenemos que reconocer que encerrar ciertas opiniones de Feyerabend en una 
colección sistemática dejará fuera muchas otras de sus diversas opiniones, las que no puedan 
unirse de acuerdo al criterio que seleccionemos. Tenemos que advertir además que cualquier 
sistematización de sus opiniones, incluyendo la nuestra, podría terminar siendo demasiado rígida. 
No obstante, también es necesario remarcar que el hecho de que no podamos capturar todas sus 
opiniones concernientes a asuntos filosóficos con base en un conjunto de criterios y que el 
resultado de tal organización pudiera ser “demasiado rígido,” no nos priva de cumplir con nuestro 
cometido. 
Con todo nos atrevemos a decir que la organización que aquí presentaremos no será 
“demasiado rígida” en el sentido en el que Feyerabend hubiese desdeñado. Cuando Feyerabend 
dice “demasiado rígido,” se refiere al tipo de filosofías a las que ataca: aquellas que impiden el 
cambio de su objeto y que ellas mismas no cambian. Hacer de la postura filosófica de Feyerabend 
semejante cosa, no es nuestra meta. De cualquier modo en que se conciba la (o las) “filosofía” de 
Feyerabend, se tendrá que admitir que ésta permite el cambio de su objeto y de sí misma. En el 
caso de su filosofía de la ciencia general esto se instancia diciendo que ha de permitir el cambio 
de la ciencia (sus teorías, sus leyes, sus modelos, sus entidades, etc.) y de la filosofía de la ciencia 
(los modos de concebir su metodología, la explicación, las implicaciones, la realidad, la 
justificación de las teorías, las leyes, etc.). 
Motivados por el gran número de referencias críticas al empirismo que se encuentran en la 
obra de Feyerabend, hemos elegido tal “asunto” como criterio para articulación una posible 
propuesta filosófica pro-positiva, la cual consideramos que se encuentra repartida en el corpus de 
este autor. La intuición que guía nuestro trabajo es que, si bien Feyerabend criticó duramente al 
empirismo, su propósito no era únicamente destruirlo sino también fortalecerlo, una vez 
reconocidas sus debilidades. 
A nuestro parecer, la articulación de cierta propuesta positiva feyerabendiana resulta 
filosóficamente relevante en al menos dos sentidos: por una parte, nos permite formarnos una 
imagen distinta de la concepción filosófica de Feyerabend, una que va en contra de la más 
difundida de sus imágenes según la cual este filósofo defendiera una postura filosóficamente 
extrema: anti-científica, irracionalista, anti-metodológica, relativista respecto a la evidencia, 
 8 
entre otras;
3
 y, por otra parte, nos permite formarnos una imagen alternativa de cierta concepción 
epistemológica, a saber, del empirismo. 
Para cumplir con nuestro propósito, seguimos la siguiente estrategia. El trabajo se ha 
dividido en dos grandes partes: en la primera, presentamos los antecedentes y el contexto 
histórico en el que situamos nuestra interpretación acerca de las opiniones feyerebendianas. 
Tratamos de mostrar que, en cierta medida, las ideas que Feyerabend plantea surgen como una 
respuesta al positivismo y están motivadas por el intento de articular una propuesta que supere los 
fallos de éste en relación al empirismo. Esta primera parte se encuentra dividida en dos capítulos: 
el primero dedicado al empirismo y positivismo, mientras que el segundo al vínculo entre 
Feyerabend y el positivismo. 
Dado que es nuestro objetivo vincular la propuesta de Feyerabend con la epistemología 
empirista, comenzamos el capitulo 1, con un recuento general de lo que consideraremos como 
“empirismo.” Esto nos permitirá contar con un criterio para determinar en qué sentido las tesis 
que extraemos de la obra de Feyerabend nos permiten dar cuenta de tal concepción 
epistemológica. Posteriormente, presentamos el antecedente inmediato a los planteamientos de 
Feyerabend, el positivismo lógico. Este último, a nuestro parecer, constituye el primer intento por 
actualizar el empirismo del siglo XX; postura a la que Feyerabend atacaría y rechazaría 
rotundamente, de acuerdo con nuestra lectura, debido a que termina por adoptar ciertos 
compromisos que entran en conflicto con los compromisos de la epistemología que endorsa. 
Dicho fallo recae en la falta de reconocimiento de los supuestos metafísicos y ontológicos que 
asume, a saber, una ontología trascendente en tanto que supone la invariabilidad del significado 
del aspecto observacional en el que pretende hacer recaer el peso del corpus del conocimiento 
científico. 
En un segundo capitulo establecemos el vínculo entre Feyerabend y el positivismo lógico. 
En primer lugar, abordamos al positivismo según la caracterización que nuestro autor plantea de 
éste en relación al problema de la observación, presentamos en tal sitio las interpretaciones 
positivistas y las teorías semánticas de la observación. De acuerdo con Feyerabend, las 
interpretaciones positivistas se caracterizan por sostener alguna “teoría semántica de la 
observación.” La peculiaridad de tales teorías se encuentra en la defensa de que el significado de 
las teorías científicas es adquirido graciasa su conexión con su aspecto observacional, siendo la 
 
3 Elizabeth Lloyd, sin sostenerla, señala tal caracterización en: Lloyd. E. A. [1997] “Feyerabend, Mill, and 
Pluralism.” El cual se encuentra en Preston (et al.) (Ed.) [ 2000] The Worst Enemy of Science. Essays in Memory of 
Paul Feyerabend. P. 115. 
 9 
observación portadora de un significado per se. Siguiendo a Feyerabend, exponemos dos teorías 
semánticas de la observación a las que considera representativas: la teoría pragmática y la teoría 
fenomenológica del significado. Posteriormente, revisamos las críticas de Feyerabend a tales 
teorías. 
En un segundo apartado de nuestro segundo capitulo, con base en lo expuesto respecto al 
empirismo y positivismo, analizamos los motivos que conducen a Feyerabend al “rechazo del 
positivismo lógico.” En tal sección defendemos que tales motivos pueden considerarse como una 
actualización de los compromisos empiristas. En suma, adoptando el papel de un empirista 
contemporáneo, Feyerabend critica al positivismo lógico, en última instancia, por no ser 
consecuentes con el compromiso anti-metafísico y no propiciar el avance en la adquisición de 
nuevo conocimiento. 
En la segunda parte presentamos lo que consideramos el empirismo crítico de Feyerabend. 
Esta segunda parte también se encuentra dividida en dos capítulos. En el capitulo 3, “Feyerabend 
y el empirismo,” presentamos la teoría pragmática de la observación que Feyerabend defendiera 
en lugar de las teorías semánticas a las que rechaza. De acuerdo con nuestro filósofo, dicha teoría 
constituye un mejor punto de partida para el desarrollo de un empirismo crítico. En seguida, 
presentamos las consecuencias que se siguen acerca de la relación teoría-observación, y la noción 
de experiencia; dos ideas de gran relevancia para la imagen alternativa que presentaremos del 
empirismo. En primer lugar, obtenemos una inversión en el planteamiento de la relación teoría-
observación. Mientras que para las interpretaciones positivistas, las teorías científicas dependen 
semánticamente de la observación, de acuerdo con la teoría pragmática que se opone a éstas, es 
ahora la observación la que depende semánticamente de las teorías. Dicha inversión conduce al 
planteamiento de una versión de la famosa tesis de la “carga teórica.” En segundo lugar, la teoría 
pragmática de la observación nos exige la revisión de la noción de “experiencia.” La experiencia 
ya no se concibe más como los “sense-data” positivistas ni como lo directamente accesible, sino 
como un fenómeno más, que como el resto de los asuntos humanos, es esencialmente teórico. 
Aquí también se hace evidente la fuerte carga naturalista que se imprime a la filosofía misma. La 
experiencia no es un término ni un fenómeno exento al cambio, la concepción que tengamos de 
ésta dependerá del marco teórico, del estado de la ciencia y del conocimiento en general, así 
como de los motivos que tengamos para definirla de una u otra forma. 
En el cuarto capitulo, abordamos dos tesis de Feyerabend: la tesis de la 
inconmensurabilidad y la contrainducción. El primer punto nos obliga a revisar el problema de la 
 10 
contrastación empírica y la elección de teorías, dada la adopción de la idea de que las teorías al 
proveer con una semántica a sus términos observacionales constituyen su propia evidencia. Es 
decir, nos obliga a considerar el problema de la justificación y elección de teorías dada la 
inconmensurabilidad (la existencia de teorías que aun compartiendo un mismo dominio empírico 
son incompatibles entre sí). En el segundo punto presentamos la contrainducción como un 
principio general critico que se encuentra en consonancia con los problemas a los que conduce la 
inconmensurabilidad. Propuesta que, en términos generales, consiste en la creación de hipótesis 
que den cuenta de determinado fenómeno, de una manera radicalmente distinta a la 
interpretación establecida y que se encuentra comprometida con un pluralismo teórico. 
Por ultimo, cerramos nuestro trabajo vinculando las tesis feyerebendianas con el 
empirismo. En este último paso, mostramos en qué sentido, las opiniones feyerebendianas 
consideradas nos permiten formarnos una concepción alternativa del empirismo. Tal concepción, 
defendemos, puede considerarse como una propuesta filosófica viable en tanto que nos permite 
actualizar y dar una caracterización de ciertos problemas fundamentales del empirismo, según la 
caracterización que plantearemos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 11 
I. ANTECEDENTES 
 
En esta primera parte presentamos el marco en que situaremos nuestra lectura de la 
propuesta de Feyerabend: el empirismo. Planteamos los antecedentes que conducen a nuestro 
filósofo al intento por articular una propuesta que supere los fallos de sus antecesores. Esto lo 
llevamos a cabo en dos capítulos: uno dedicado al empirismo y el positivismo, y otro al vínculo 
entre Feyerabend y el positivismo. Defendemos que para entender el rechazo de Feyerabend al 
positivismo lógico es útil tener en cuenta los compromisos de la tradición empirista. La idea es 
que el positivismo lógico no es aceptable ya que en su actualización del empirismo, 
implícitamente, termina aceptando tesis incompatibles con tal concepción; específicamente, una 
metafísica trascendente que restringe de manera significativa el avance del conocimiento. 
En el primer capítulo hacemos un recuento de lo que consideramos “empirismo;” esto 
servirá para indicar el sentido en que la propuesta feyerebendiana es heredera de tal concepción 
epistemológica. Posteriormente presentamos el antecedente inmediato a la propuesta de 
Feyerabend: el positivismo lógico –primer vástago del empirismo en el siglo XX. Una postura a 
la que Feyerabend atacaría y rechazaría debido a su adopción de ciertas exigencias que entran en 
conflicto con algunos de los compromisos básicos de la epistemología que endorsa el empirismo; 
a saber, su concepción semántica de la anti-metafísica y su rechazo del falibilismo. 
En un segundo capítulo planteamos dos aspectos del vínculo entre Feyerabend y el 
positivismo. Primero presentamos al positivismo en relación a las, así llamadas por Feyerabend, 
teorías semánticas de la observación; en segundo lugar, presentamos la crítica feyerebendiana que 
conduce al rechazo del positivismo e indicamos el sentido en que tal rechazo se inspira en el 
empirismo. 
Cabe remarcar que el objetivo de esta primera parte, es establecer un marco de referencia 
para la interpretación de la propuesta filosófica de Feyerabend en relación al empirismo. 
 
 
 11 
Capítulo 1 
Empirismo y positivismo 
 
Este primer capitulo se compone de dos secciones: en 1.1 establecemos lo qué entendemos como 
una concepción “empirista;” planteamos los compromisos básicos de tal concepción 
epistemológica: su aceptación de la distinción entre dos tipos de conocimiento -el a priori y el a 
posteriori-, su compromiso anti-metafísico, y su concepción falibilista acerca del conocimiento 
empírico. Posteriormente, en 1.2, caracterizamos al positivismo lógico -primer heredero del 
empirismo en el siglo XX- considerando su actualización del compromiso empirista anti-
metafísico mediante el criterio verificacionista del significado, la concepción positivista general 
respecto a la estructura de la ciencia y sus teorías, así como su concepción de la explicación 
científica. 
 
 
1.1 Empirismo estándar 
 
When we run over libraries, persuaded of these principles, what 
havoc must we make? If we take in our hand any volume; of 
divinity or school metaphysics, for instance; let us ask, Does it 
contain any abstract reasoning concerning quantity or number? 
No. Does it contain any experimental reasoning concerning matter 
of fact and existence? No. Commit it then to the flames: for it can 
contain nothing butsophistery and illusion. 
 
David Hume1 
 
 
Es usual introducir al empirismo diciendo que es una postura epistemológica cuyo origen 
se debe a los, así llamados, “empiristas británicos” de la modernidad y es representativa de tal 
época. Posteriormente se contrasta a esta epistemología con la de sus adversarios, el racionalismo 
continental. En el recuento de los partidarios de estas dos posturas se enlistan a Hobbes, Locke, 
Berkeley, Hume, T. Reid, J. Stuart Mill, entre otros, del lado de los empiristas, y a Descartes, 
Leibniz, Spinoza, principalmente, del lado de los racionalistas. Típicamente se dice que lo que 
enlaza a estas dos concepciones filosóficas es un punto en el cual divergen: su postura respecto al 
papel y la naturaleza de la “experiencia” y la “razón” en la adquisición y/o justificación del 
conocimiento. Para los empiristas la experiencia es la piedra de toque en la adquisición y 
 
1 Hume, D. [1777] P. 164 
 12 
justificación del conocimiento empírico, en contraste, para los racionalistas la única forma de 
obtener conocimiento certero es la razón. Por ejemplo, en la entrada “Rationalism” de The 
Oxford Companion to Philosophy, leemos, “[rationalism is] any of a variety of views 
emphasizing the role or importance of reason, usually including intuition, in contrast to sensory 
experience (including introspection), the feelings, or authority. Just as an extreme empiricist tries 
to base all our knowledge on experience, so an extreme rationalist tries to base it on reason.”2 En 
términos generales, es tal la caracterización estándar más amplia del empirismo y el racionalismo. 
 Ahora bien, podemos replantear tal caracterización diciendo que el empirismo puede 
concebirse como una familia de posiciones filosóficas que comparten cierta concepción 
epistemológica acerca de (i) la naturaleza, (ii) el origen y (iii) los límites del conocimiento. (i) 
¿Qué es lo que distingue al conocimiento de una mera opinión o de un simple golpe de suerte? 
¿Cuál es la naturaleza de tal elemento distintivo?, (ii) ¿De dónde surge nuestro conocimiento? 
¿cuál es la procedencia y su límite? ¿cuáles son sus objetos asequibles? La respuesta unísona que 
un empirista daría a estas interrogantes es: ¡la experiencia! 
Según el empirismo, a diferencia de la opinión o la casualidad, la naturaleza del 
conocimiento empírico radica en que la base de éste se encuentra en la experiencia (o en la 
experiencia sensible); además dicho conocimiento se origina y se limita en la experiencia misma. 
En suma, el empirismo consiste en una familia de posturas filosóficas que comparten una 
concepción general epistemológica; postura que se puede parafrasear como sigue: el origen, los 
límites, así como la garantía del conocimiento se encuentra en la experiencia.3 
 Una tercera característica, a la que no siempre se le da el peso que merce, la consideramos 
gracias a una idea de J. S. Mill, la cual se expone en el libro de van Fraassen obre empirismo: 
“[t]here is nontrivial absolute certanty to be had.”
4
 Tal idea la leemos en el sentido de que, para 
un empirista no es viable el establecimiento de un conocimiento con el estatus de una certeza 
absoluta, todo conocimiento empírico es susceptible de ser considerado como equivoco en un 
momento posterior (i.e., el problema de la inducción). Esta tercera consideración supone la 
defensa de una concepción fuertemente falibilista del conocimiento, la cual, además, abre la 
puerta a la defensa de una concepción revisionista del conocimiento. 
 
2 Lacey, A. “Rationalism,” en Honderich T. (ed.) [1995] The Oxford Companion to Philosophy, Oxford University 
Press. NY. P. 783. 
3 Markie, Peter, "Rationalism vs. Empiricism", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2004 Edition), 
Edward N. Zalta (ed.), URL = <http://plato.stanford.edu/archives/fall2004/entries/rationalism-empiricism/>. 
4 Van Fraseen [2002] P.209. 
 13 
Ahora bien, las diferentes maneras de ser empiristas varían dependiendo del ámbito en 
que defendamos que se sostiene la concepción sobre el conocimiento en cuestión, o bien de 
acuerdo con la noción que asumamos de experiencia. Por ejemplo, podemos ser empiristas 
respecto al conocimiento biológico pero no de cierta parte del conocimiento de la física teórica; 
podemos asumir que la experiencia se limita a las sensaciones internas y sostener en tanto un 
empirismo de corte fenomenalista o bien podemos asumir que la experiencia es más que dichas 
sensaciones internas y adoptar, digamos, una concepción materialista.5 
Así pues, el empirismo no es una posición única respecto a un objeto determinado, sino 
una variedad de posiciones que se encuentran comprometidas a otorgar un papel relevante a la 
experiencia en relación a la adquisición y justificación del conocimiento (ya sea en general o en 
cierta área en específico), pero que conciben de un modo general la naturaleza del conocimiento. 
En lo que sigue, presentaremos con un poco más de cuidado las tesis que hemos señalado: 
la distinción a priori-a posteriori, la anti-metafísica y el falibilismo. Con ello damos cuenta de la 
noción del empirismo que adoptaremos para, en un momento posterior, indicar el sentido en que 
la propuesta de Paul Feyerabend que presentaremos se encuentra dentro de tal familia 
epistemológica. 
 
(i) Distinción entre conocimiento a priori (formal) y conocimiento a posteriori (empírico). 
El primer punto en nuestra caracterización del empirismo es su adopción de la distinción entre 
dos tipos de conocimiento: el conocimiento a priori (formal) y el conocimiento a posteriori 
(empírico). Para el empirismo únicamente estos dos tipos bien definidos de conocimiento son 
admisibles como tales. El conocimiento a priori tiene que ver únicamente con la relación que 
guardan entre sí las proposiciones, mientras que el conocimiento a posteriori tiene que ver con lo 
que sucede en nuestra experiencia. Aunque tal distinción no es privativa del empirismo (los 
mismos adversarios del empirismo clásico, los racionalistas, la sostenían), ésta ha llegado a 
convertirse en una característica indispensable de esta postura, según nuestra caracterización. 
 De acuerdo con el empirismo, la distinción en cuestión es epistemológica, es decir, tiene 
que ver con el tipo de justificación del conocimiento. En tal sentido, lo que se sostiene es que hay 
dos procedimientos distintos para justificar el conocimiento: en un caso, el a priori, la 
justificación se lleva a cabo mediante el uso de ciertos principios de racionalidad y sin la 
 
5 Por ejemplo, un positivista como Ayer es empirista respecto a las ciencias naturales, pero no de la lógica y la 
matemática; contrariamente, un filósofo de la ciencia post-positivista como I. Lakatos es empirista incluso respecto a 
las matemáticas. Ver Ayer [1936] y Lakatos [1978] 
 14 
necesidad de voltear la vista al mundo para ver si lo que el conocimiento juzgado establece se da 
realmente en él; y en el otro caso, el a posteriori, es necesario acudir al curso de la experiencia 
para observar si es que lo que se dice que es el caso se da de hecho o no. Así pues, el 
establecimiento del conocimiento a priori es anterior, o más bien independiente, de la 
experiencia, mientras que el establecimiento del conocimiento a posteriori se lleva a cabo 
después de haber corroborado lo que se dice que ocurre en las proposiciones. En la justificación 
del conocimiento, en el primer caso nos podemos adelantar al curso de la experiencia mientras 
que en el segundo dependemos completamente de ella. Ejemplos de esta distinción los 
encontramos en la propuesta de John Locke y su gradación del conocimiento en tres clases, 
conocimiento intuitivo, conocimiento demostrativo y conocimiento sensible,6 así como de Hume 
y su diferenciaciónentre cuestiones de hecho y relaciones de ideas. Para ilustrar con mayor 
detalle esta distinción permítasenos presentar el modo en que este último filósofo la plantea. 
 De acuerdo con la propuesta de Hume la mente humana forma ideas de acuerdo con tres 
principios de asociación: semejanza, contigüidad en el tiempo y el espacio y causa-efecto.7 Estos 
principios se consideran inherentes a la naturaleza humana, con independencia de que su uso sea 
o no justificado. Son simplemente tres capacidades mediante las cuales se forman ideas en la 
mente. Por otra parte, Hume considera también que hay ciertas relaciones filosóficas a las que 
considera como ciertos mecanismos mediante los que además de asociar ideas justificamos tales 
asociaciones dependiendo del tipo de ideas que se trate; tales relaciones se establecen al 
 
6 “Resulta, pues, que […] podemos añadir a las dos anteriores clases de conocimiento este otro: el de la existencia de 
objetos externos particulares, en virtud de esa percepción y de esa conciencia que tenemos de la efectiva entrada de 
ideas procedentes de ellos, y de ese modo admitir estos tres grados del conocimiento, a saber: intuitivo, demostrativo 
y sensible, cada uno de los cuales tiene un diferente grado y modo de evidencia y certidumbre.” Locke, J. [1690] 
P.536. 
7 El primero, la semejanza (resemblance), tiene lugar cuando cierta idea debido a su parecido con otra idea nos trae a 
ésta segunda a la mente; por ejemplo, cuando el tono de voz de una persona nos hace recordar a un amigo que tiene 
un tono de voz semejante. El segundo, la contigüidad (contiguity) en el tiempo y el espacio, ocurre cuando la 
presencia de cierta idea en nuestra mente hace surgir otra idea de algo que sucedió o de algún objeto que se 
encontraba en seguida al objeto de esta; en el caso de la contigüidad espacial, por ejemplo, la idea de una cancha de 
tenis en un club deportivo, puede traernos a la mente una segunda idea tal como la de una alberca, dado que estas se 
encuentra una tras la otra según la construcción de tal centro; tal caso sería uno de contigüidad espacial. El tercer y 
ultimo principio que Hume menciona es la causa o efecto, éste se da cuando se asocian dos ideas, una de las cuales 
pensamos que fue el producto de que se ocurriese la primera; por ejemplo, asociamos mediante este principio la idea 
de un vidrio roto con el lanzamiento de una piedra. Cito a Hume: “To me there appear to be only three principles of 
connexion among ideas, namely, Resemblance, Contiguity in time or place, and Cause or Effect.” Hume, D. [1777] 
P. 19. 
 15 
distinguir las diferentes comparaciones que admiten entre sí las ideas.8 De acuerdo con Hume, 
estas relaciones que así se siguen son siete: (i) semejanza (resemblance), (ii) identidad, (iii) 
espacio y tiempo, (iv) cantidad o número, (v) grados de cualidad, (v) contrariedad (contrariety), y 
(vii) causa y efecto. Y es aquí en donde introduce su distinción de lo que llama relaciones de 
ideas (relation of ideas) y cuestiones de hecho (matters of fact). Mientras que las relaciones de 
ideas se establecen mediante las relaciones filosóficas de semejanza, contrariedad, grados de 
cualidad, y cantidad o número, las cuestiones de hecho se establecen mediante las relaciones 
filosóficas de identidad, relaciones en el tiempo y el espacio, así como la causalidad o causa y 
efecto. 
 Según la clasificación del papel de las relaciones filosóficas en la formación y 
justificación de las ideas, la distinción entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho queda de la 
siguiente forma. Las relaciones de ideas se justifican con independencia de la experiencia en 
tanto que para esto basta con la mera operación del pensamiento; son propias del razonamiento 
intuitivo y demostrativo. Entre éstas se incluyen a las tautologías y las contradicciones, así como 
las relaciones entre números. De acuerdo con Hume el ámbito de las relaciones de ideas es el de 
las ciencias formales, en donde incluye a la geometría, el álgebra, y la aritmética. Según este 
filosofo, tales tipos de ciencias tienen como resultado conocimientos constituidos por 
proposiciones que no podemos pensar como falsas sin que al hacerlo anulemos la proposición 
misma. 
 Por ejemplo, al pensar la idea de un triángulo siempre lo concebimos teniendo tres 
ángulos y, si pensáramos en un triángulo que tuviese un ángulo más, nuestra idea ya no 
correspondería a la de un triángulo, la idea de este “triángulo” de cuatro ángulos se auto-
anularía.9 También es el caso que cuando pensamos la relación interna que hay en una 
 
8 “THE word RELATION is commonly used in two senses considerably different from each other. Either for that 
quality, by which two ideas are connected together in the imagination, and the one naturally introduces the other, 
after the manner, above-explained; or for that particular circumstance in which, even upon the arbitrary union of two 
ideas in the fancy, we may think proper to compare them. In common language the former is always the sense, in 
which we use the word, relation; and ‘tis only in philosophy, that we extend it to mean any particular subject of 
comparison, without connecting principle.” Hume, D. [1739-40] P.61. 
9 “All objects of human reason or enquiry may naturally be divided into two kinds, to wit, Relations of Ideas, and 
Matters of Fact. Of the first kind are the sciences of Geometry, Algebra, and Arithmetic; and in short, every 
affirmation which is either intuitively or demonstratively certain. That the square of the hypotenuse is equal to the 
square of the two sides, is a proposition which express a relation between these figures. […] Propositions of this kind 
are discoverable by the mere operation of thought, without dependence on what is anywhere existent in the universe. 
 16 
proposición que tenga la estructura “A o no A” (digamos, “o lees esta tesis o no la lees”), o bien 
la contradicción “A y no A” (“lees esta tesis y no la lees”), no hace falta acudir al mundo y ver 
que de hecho éstas leyendo esta tesis, estas proposiciones son o no el caso en virtud de la relación 
lógica interna que guardan entre sí los elementos que las integran. 
 Por su parte, las cuestiones de hecho dependen totalmente de lo que nuestra experiencia 
nos indica que ocurre en el mundo, admiten la posibilidad de que tanto su afirmación como su 
negación sean el caso según el tiempo y el lugar en el que éstas se den; además, la evidencia en 
favor de su verdad nunca nos resultaría suficiente para establecerlas permanentemente dentro del 
cuerpo del conocimiento: sin importar que tan grande pueda ser la evidencia a su favor su valor 
veritativo podría cambiar en nuevos contextos, convirtiéndose en una falsedad en algún contexto 
futuro.10 En otras palabras, la verdad de las proposiciones de este tipo, se establece solo de 
manera contingente y, en tanto, la forma en la que a ellas llegamos no puede ser por medio de un 
razonamiento demostrativo, sino más bien por un razonamiento probabilístico que en el contexto 
de Hume se traduce en un compromiso falibilista. Es decir, una concepción del conocimiento 
empírico abierta al cambio según nos lo indique el curso de nuestra experiencia, de la cual 
hablaremos tras presentar el compromiso empirista anti-metafísico.11 
 
(ii) Compromiso anti-metafísico. 
El segundo punto en nuestra caracterización del empirismo tiene que ver estrechamente con 
nuestra distinción entre conocimiento a priori y a posteriori. Si solo hemos de aceptar dos tipos 
de conocimiento, el formal y el empírico, entonces cualquier otra proposición que no caiga bajo 
tales rubros ha de rechazarse rotundamente. Ya en el tiempo de Hume se hablaba sobre la 
fundamentación de la ciencia, así que esto debe acotarse a tal ámbito. En tal sentido, elThought there never were a circle or triangle in nature, the truths demonstrated by Euclid would for ever retain their 
certainty and evidence.” Hume, D. [1777] P. 20. 
10 Por esta razón, Hume divide el conocimiento en tres tipos: a) conocimiento, b) pruebas y c) probabilidades. Una 
división que, aunque debido a los fines que perseguimos en este trabajo hemos preferido dejar de lado, vale la pena 
mencionarla puesto que es una división del conocimiento que el mismo Hume sostiene. Agradezco al Mtro. Ricardo 
Vazquez por hacerme notar este punto. 
11 “Matters of fact, which are the second objects of human reason, are not ascertained in the same manner; nor is our 
evidence of their truth, however great, of a like nature with the forgoing. The contrary of every matter of fact is still 
possible; because it can never imply a contradiction, and is conceived by the mind with the same facility as if ever so 
conformable to reality. That the sun will not rise to-morrow is no less intelligible a proposition, and implies no more 
contradiction, that the affirmation, that it will rise. We should in vain, therefore, attempt to demonstrate its 
falsehood.” Hume, D. [1777] P. 21 
 17 
compromiso anti-metafísico empirista12 ha de reformularse diciendo que toda proposición que 
nos pretenda decir algo respecto a cosas que no sean fenómenos o proposiciones formales, ha de 
considerarse fuera del corpus del conocimiento científico. 
 En realidad, la intuición que motiva este rechazo es bastante simple: si a lo que queremos 
llegar es a tener cierto conocimiento sobre lo que ocurre en nuestro mundo circundante; este 
conocimiento tendrá que limitarse a aquello que nuestra propia experiencia nos enseña. No 
podemos suponer que conoceremos tales fenómenos por medio de aquello que está más allá de 
ese ámbito, conocer aquello que ésta fuera de la experiencia no es, en principio, el objetivo que se 
persigue en la edificación del conocimiento empírico. Para llegar a este último, debemos 
mantenernos dentro del margen de la experiencia fenoménica. Así pues, dado que la metafísica 
trata justamente de aquello que esta más allá de nuestro mundo de fenómenos, hay que excluirla 
por principio de cuentas. 
Por ejemplo, no podemos introducir dentro del corpus del conocimiento empírico alguna 
proposición que pretenda decir algo acerca de la transmutación del alma una vez llegada la 
muerte, como ocurre en ciertas tradiciones no occidentales tal como el hinduismo, ni tampoco 
podemos considerar conocimiento empírico una proposición que hable sobre el papel que juega 
alguna entidad metafísica, llámese Alá, Krsna o Dios, en la formación o el mantenimiento del 
orden del mundo. Lo que interesa en la búsqueda de conocimiento empírico es el establecimiento 
de relaciones entre eventos de índole fenoménica. 
Ejemplos de este compromiso anti-metafísico por parte de dos empiristas clásicos los 
podemos apreciar tanto en la defensa de cierta concepción respecto a las ideas abstractas por 
parte de Berkeley como en la defensa de la limitación del principio de causalidad a cuestiones de 
índole empírica por parte de Hume. 
De acuerdo con Berkeley, las ideas abstractas no pueden ser más que o el producto de 
varias ideas particulares o bien de la separación mental de la idea de un todo particular. Nos basta 
con revisar una de estos dos casos, tomaremos el primero. Según éste, una idea abstracta, tal 
como “odio,” se forma en alguien gracias a que ha habido ciertas circunstancias en las que ha 
visto repetidamente cómo es que dicha idea se instancia en otras personas, o bien debido a que se 
 
12 Hay que hacer cierto hincapié en que nos estamos refiriendo únicamente al empirismo. Otras tradiciones 
filosóficas bien podrían hacer lo contrario (por ejemplo, un racionalista como Leibniz concedía a la metafísica 
–sostenida mediante proposiciones formales- un estatus semejante al de las matemáticas o el álgebra). Dicha 
exclusión, como veremos al presentar al positivismo, no siempre se ha logrado. No obstante, este punto se ha 
considerado por los empiristas como un, digamos, “principio programático;” es decir, un objetivo a cumplir. 
 18 
ha vivido por sí mismo lo que es tal idea en diversas ocasiones, digamos, odiar un mal día, odiar 
a una ex-pareja, a una institución, a un político, etc. Así, de acuerdo con Berkeley, cuando 
pensamos en una idea abstracta no la pensamos como separada de algún fenómeno particular, 
como si este tipo de ideas tuvieran una existencia trascendente, es decir, independientemente de 
sus instancias. Cuando pensamos, por ejemplo, en el término abstracto “casa” no pensamos sólo 
en la idea “casa” sin algún atributo, sino en una casa de determinado tipo, con o sin ático, con 
jardín o sin él, de un piso o de varios niveles, de madera o de concreto, etc. A este respecto, 
Berkeley dice: 
 
[U]na palabra deviene general cuando se hace de ella el signo, no de una idea general 
abstracta, sino de varias ideas particulares, cualquiera de las cuales, indiferentemente, es 
sugerida por la mente por dicho signo. Por ejemplo, cuando se dice que el cambio de 
movimiento es proporcional a la fuerza impresa, o que todo aquello que tiene extensión 
es divisible, estas proposiciones han de entenderse del movimiento y de la extensión en 
general; y, sin embargo, no se asegura de ello que estén sugiriendo en mis pensamientos 
una idea de movimiento sin un cuerpo que se mueve y sin una determinada dirección y 
velocidad.13 
 
Por su parte, David Hume adquiere este compromiso anti-metafísico a través de su crítica al 
principio de causalidad, tal como la entendían sus adversarios racionalistas. Para el filósofo 
escoses, la causalidad es un principio que debe de restringirse al ámbito de lo que llamaba 
cuestiones de hecho, independientemente de que la mente humana, según él mismo, cuente con 
un principio de asociación que le permite suponer relaciones causales de diferente orden. Aún 
más, de acuerdo con Hume, el principio de causalidad tiene un origen a posteriori. 
Para este filósofo la causalidad tiene que ver con el acaecimiento de ciertas regularidades 
de las que nos percatamos mediante nuestra experiencia sensible. Por ejemplo, hemos visto que 
cuando se avientan bombas molotov éstas estallan; de modo que podemos suponer que en un 
evento futuro si aventáramos una bomba molotov frente al palacio legislativo, ésta estallaría. 
Vista de tal modo, la relación que hay entre el lanzamiento de la bomba molotov y su estallar es 
una relación causal. La establecemos al considerar la unión de dos eventos que hemos visto que 
ocurren juntos constantemente en las protestas sociales. 
Pero el que supongamos que la bomba que aventaremos estallará debido a que así ha 
sucedido en el pasado, no nos autoriza a afirmar que de hecho así será. Las relaciones causales se 
limitan únicamente a lo que hasta ahora hemos presenciado. Estas no imprimen necesidad alguna 
 
13 Berkeley, G. [1710-1734] P.40. 
 19 
a lo que habrá de suceder en el futuro. Es decir, no podemos establecer con certeza que así será 
el caso. El futuro, al igual que las entidades metafísicas, está más allá de lo que podemos conocer 
en tanto que no podemos adelantarnos a la experiencia. Lo único que podemos decir es que, dado 
que así ha venido sucediendo, es altamente probable que en el futuro suceda de nuevo. De 
acuerdo con esto, aunque creyéramos tener la certeza de que la próxima semana vamos a lanzar 
una bomba molotov en el palacio legislativo, no podríamos estar seguros de que ésta habrá de 
estallar. 
Del mismo modo que mediante la causalidad no podemos conocer con certeza el futuro, 
tampoco podemos conocer con certeza cosas que estuvieron afuera de nuestra experiencia 
sensible en el pasado. Es decir, tampoco podemos por un razonamiento causal llegar a 
conclusionesde índole metafísica. Por ejemplo, no podemos demostrar mediante una cadena de 
razonamientos causales la necesidad de que el origen del universo se haya debido a un primer 
motor inmóvil o de una primera causa incausada. Tampoco podemos demostrar de tal modo la 
existencia de Dios. Tanto la primera causa como Dios son entidades que están más allá de lo que 
acontece en nuestra experiencia sensible y, debido a que las relaciones causales se establecen 
mediante el acaecimiento constante de al menos dos eventos seguidos uno del otro, no podemos 
establecer como conocimiento algo acerca de tales entidades metafísicas de tal modo. No 
tenemos experiencia sensible de la causa primera, ni tampoco de Dios, mucho menos de algún 
tipo constancia entre éstos y otros eventos de índole fenoménica (o metafísica). Luego, este tipo 
de supuestos metafísicos no son susceptibles de relacionarse de con eventos fenoménicos de 
manera causal y punto. 
Una vez que hemos presentado estas ejemplificaciones del compromiso anti-metafísico 
del empirismo, seguimos nuestra presentación. Toca ahora presentar el tercer y último aspecto 
que consideraremos en nuestra caracterización del empirismo: su concepción falibilista acerca del 
conocimiento empírico y el revisionismo al que tal falibilismo da pauta. 
 
(iii) Falibilismo respecto al conocimiento empírico. 
El tercer punto en el establecimiento de nuestro criterio para determinar lo que hemos de 
considerar como empirismo es la adopción de una concepción falibilista respecto del 
conocimiento empírico. Lo que es accesible a nuestro conocimiento respecto a los fenómenos 
empíricos es únicamente aquello que nos enseña el curso de nuestra experiencia y, por tanto, no 
podemos dar un salto de tal aprendizaje al establecimiento de principios trascendentes que den 
 20 
cuenta de ellos. No podemos presumir haber llegado al conocimiento de los principios últimos 
que permiten, por ejemplo, la asociación entre dos fenómenos. No podemos imprimir mediante 
ningún mecanismo alguna necesidad en la repetición del curso de los fenómenos que han 
mostrado cierta regularidad hasta ahora. El conocimiento empírico adquirido bien podría cambiar 
con el paso de nuestra experiencia, éste es sólo probable y por lo tanto falible.14 
Ahora bien, dado que el empirismo sostiene que el conocimiento empírico es falible, abre 
la puerta a una concepción revisionista respecto al conocimiento empírico. Es decir, permite 
sostener que el conocimiento está permanentemente en construcción y, en tanto, que todo 
conocimiento que hayamos adquirido por experiencia no puede considerarse como necesario; por 
el contrario, más nos vale revisar constantemente nuestras proposiciones empíricas ya que éstas 
podrían mostrarse como falsas en la experiencia futura. Ninguna proposición empírica tiene el 
grado de certeza, por el contrario, todas son susceptibles de cambio. 
Como ya se ha adelantado de manera implícita, las dos características ya presentadas del 
empirismo conducen a la defensa de una concepción falibilista del conocimiento, así como 
también abren la puerta a la defensa de una concepción que promueva la revisión constante de las 
proposiciones empíricas. Esto es así, incluso en los niveles más simples, tal como la salida del sol 
cada día o la caída de los objetos hacia la tierra al lazarlos desde cierta altura. Aunque 
efectivamente podemos alcanzar cierto conocimiento respecto de los fenómenos, este no puede 
considerarse como una certeza absoluta. Recordemos de nuevo la frase ya mencionada de S. Mill: 
“[t]here is nontrivial absolute certanty to be had.”
15
 
 Este punto se encuentra de manera implícita en varios empiristas clásicos cuando adoptan 
la máxima de atenerse a lo que nos muestre la experiencia, pero la mejor muestra quizá 
nuevamente se encuentre en la obra del gigante escocés, D. Hume. El punto se puede presentar 
desde diversos lugares, algunos de éstos ya mencionados anteriormente, tal como es el caso de la 
concepción sobre la relación causa-efecto. En este momento queremos hacerlo con ayuda de lo 
que se ha etiquetado como “el problema de la inducción,” el cual, no obstante, se encuentra 
estrechamente relacionado con la crítica a la causalidad y su replanteamiento como la sucesión 
 
14 Cabe señalarse que este falibilismo se encuentra en relación con los otros dos puntos en tanto que, al dividir el 
conocimiento en dos partes, uno a priori y uno a posteriori se adopta también una concepción sobre la justificación 
de éstos. En el caso del conocimiento a priori dicha justificación es demostrativa e independiente de la experiencia, 
en el segundo caso es “probable” y con base en la experiencia. El estatus de probabilidad abre la puerta a el 
falibilismo. 
15 Van Fraseen [2002] P.209. 
 21 
constante entre dos fenómenos de determinado tipo. Consideremos uno de los ejemplos clásicos: 
la salida del sol cada mañana. 
 El patrón inferencial inductivo, como es bien sabido, no nos ofrece una garantía 
epistémica contundente cuando de cuestiones empíricas se trata. De que el sol haya salido todos 
los días según el registro que se lleva hasta ahora de tal fenómeno, no se sigue que 
necesariamente ha de salir mañana. Lo que podemos afirmar es que, dado que en todos los días 
registrados hasta ahora ha salido, lo más probable es que el día de mañana salga de nueva cuenta. 
Seguramente, la proposición sobre la salida del sol el día de mañana será verdadera, pero no 
tenemos la autoridad para establecer que siempre será así. Cabe la muy remota posibilidad de que 
las condiciones climáticas futuras sufran variaciones tales que en algunos cientos de años, nuestro 
astro luminoso comenzara a ausentarse de nuestro mundo, y todas los procesos que se llevan a 
cabo gracias a él comenzaran su extinción, incluyendo nuestra insignificante existencia humana.16 
 Si tomamos en serio tal idea, todas las proposiciones que consideramos verdaderas 
actualmente con base en el curso de la experiencia pasada, podrían ser falsas el día de mañana. Si 
bien es poco probable, cabe la posibilidad de que las condiciones que permiten establecer el día 
de hoy su verdad cambien, o bien que descubramos que en realidad estábamos equivocados; lo 
cual además recibe apoyo de la historia de la ciencia. Sobre esto último tenemos un ejemplo claro 
y bastante utilizado, el cambio de concepción sobre nuestro sistema planetario de la tolemaica a 
la copernicana. Durante muchos años se creyó que la Tierra era el centro del universo, tras varios 
siglos, el curso de la experiencia llevó a caer en cuenta de tal error. 
 La moraleja que podemos extraer de la concepción empirista es entonces esa: nunca 
estamos parados en tierra firme. Tenemos conocimiento pero este bien podría cambiar ya sea por 
la constitución de la experiencia misma o por el desarrollo de nuestro mismo conocimiento. La 
pretención de haber llegado a tierra firme, es decir, a verdades empíricas permanentes, por auto-
evidentes que parezcan, sería pretender haber logrado un conocimiento cuasi-metafísico, esto es, 
un conocimiento de lo que no está en el ámbito de nuestra experiencia actual. 
 
 
 
16 Cabe matizar que, si bien es lógicamente posible de igual manera que el sol salga o no el día de mañana, para 
preservar la racionalidad de nuestro conocimiento, Hume apela a la suposición de un “principio de uniformidad de la 
naturaleza.” De acuerdo con este, debemos suponer que el curso de la experiencia seguirá un mismo patrón según lo 
ha venido haciendo. Dicha suposición es de vital importancia en la búsqueda de conocimiento puesto que, sin ella 
simplemente no tendíamos manera de establecer nada, la realidad sería un completo caos y el “conocimiento” podría 
variar a cada instante. 
 22 
 1.2 Positivismo lógico “estándar” 
 
Una vez que hemos presentado al empirismo,es tiempo de abordar el antecedente inmediato a la 
propuesta feyerebendiana: el positivismo lógico. En las siguientes líneas llevamos a cabo un breve 
recuento de ciertas ideas generales del “positivismo lógico.” El positivismo lógico, siendo la 
primera concepción filosófica del siglo XX que reconociera abiertamente su adherencia al 
empirismo, constituye el nodo de enlace idóneo entre el empirismo y Feyerabend. Hay que 
remarcar que nuestro propósito no es llevar a cabo un recuento acabado y rico en detalle respecto 
a tal corriente filosófica,17 sino únicamente presentar las ideas indispensables que, posteriormente, 
nos permitan apreciar claramente cómo es que esta concepción constituye el punto de partida de 
la concepción filosófica de nuestro filósofo bajo lupa. 
 Conformado por un grupo de intelectuales provenientes de diferentes áreas del 
conocimiento −principalmente de la física y la matemática− que se reunían periódicamente para 
discutir diversos temas de interés filosófico y científico, el origen del positivismo lógico, se suele 
ubicar en torno a ciertos encuentros periódicos entre Moritz Schlick, Otto Neurath, Hans Hann, 
Philip Frank y Friedrich Waissman, en la primera década del siglo XX. No obstante, esta corriente 
filosófica no se cohesionó como tal sino hasta la fundación del así llamado Círculo de Viena, el 
cual fuera encabezado por Schlick. 
 De acuerdo con la interpretación que aquí hacemos de cierta parte de la postura filosófica 
de Feyerabend, el positivismo lógico puede concebirse como el punto de partida de su empirismo 
de dos maneras diametralmente distintas: como el enemigo a combatir y como la “base” para la 
conformación de un “buen empirismo.” En este segmento, nos ocuparemos sólo de la primera de 
estas maneras, la cual se representa muy bien en la caracterización “estándar” del positivismo 
 
17 Por ejemplo, haremos caso omiso de las no pocas diferencias de opiniones entre sus miembros. Tampoco 
tomaremos en cuenta los análisis que se han llevado acabo en la ultima década respecto a una debida reconsideración 
del positivismo, tal como la que editan Ronald Giere y A. Richardson, en donde incluso se defiende que: “...the 
logical empiricist cannot even be said to share among themselves more than a very general scientific orientiation (in 
their own words, eine wissenchaftliche Weltauffassung) in their philosphy...” A. Richardson, “Introduction,” en 
Giere, R. et al, ed. [1997] o el estudio dedicado a Neurath: Cartwright, N. (et al) [1996] Otto Neurath: Philosophy 
between Science and Politics. New York: Cambridge University Press 
En tanto que nuestro propósito es más una “construcción” de una propuesta positiva a partir de las ideas de 
Feyerabend, que una reconstrucción de las críticas de Feyerabend a sus antecesores, podemos hacer caso omiso de 
tales diferencias y simplemente presentar el “monstruo” que del positivismo se hace. Incluso en este lugar no es 
posible presentar el monstruo entero, sino sólo los elementos relevantes (y, posteriormente, sus respectivas críticas) 
para la “construcción” de una tal propuesta positiva. Hay que remarcar que, si bien la imagen que presentaremos del 
positivismo es una sobre-simplificación, para nuestro propósito general con esto nos basta. 
 23 
lógico. No abordaremos completamente tal caracterización, sino sólo los aspectos de ésta que 
Feyerabend ataca. 
 A pesar de que, en términos estrictos, la etiqueta “positivismo lógico” debería reservarse 
para el Circulo de Viena,18 por mor de la brevedad, en nuestro recuento del positivismo lógico 
incluimos también ciertas ideas que proceden tanto de la escuela de Berlín (de la cual formaran 
parte Richard von Misses y Carl G. Hempel y cuya cabeza fuera Hans Reichenbach), como del 
“empirismo lógico.”19 
 Una vez que hemos señalado lo anterior, damos paso a nuestro recuento mínimo de lo que 
identificaremos como “positivismo lógico.” Los puntos que tomaremos en cuenta son los tres 
siguientes: (i) su rechazo a la metafísica mediante la adopción de un principio verificacionista de 
significación formal y empírica, (ii) una concepción piramidal respecto a la estructura tanto de las 
teorías científicas como de la ciencia en general, y (iii) una concepción reduccionista respecto a la 
explicación científica. 
 
 (i) La anti-metafísica y el criterio verificacionista del significado. 
La primera característica que consideraremos del positivismo lógico es su compromiso por dejar 
fuera del corpus del conocimiento científico a la metafísica. Al igual que los empiristas clásicos, 
el empirismo de los positivistas lógicos reconoce únicamente dos tipos de conocimiento, el 
formal y el empírico. Acorde con esto, todas las proposiciones que han de contar como 
conocimiento, deben de ser justificadas de una de dos formas: en el caso de las proposiciones 
formales de manera a priori, y en el caso de las empíricas de manera a posteriori. Pero, a 
diferencia del empirismo clásico, el positivismo lógico vincula estrechamente el rechazo de la 
 
18 Por ejemplo, Ayer dice: “Hace unos treinta años se acuñó el término “positivismo lógico” para caracterizar el 
punto de vista de un grupo de filósofos, hombres de ciencia y matemáticos que se dominaron a sí mismos, el Círculo 
de Viena. Desde entonces, su significado se ha extendido hasta abarcar otras formas de la filosofía analítica; de esta 
manera, los discípulos de Bertrand Russell, G.E. Moore o Ludwig Wittgenstein en Cambridge, o los miembros del 
movimiento contemporáneo de Oxford sobre análisis lingüísticos, pueden hallarse caracterizados también como 
positivistas lógicos. Este uso más amplio del término resulta favorecido, especialmente por quienes son hostiles a 
todo el moderno desarrollo de la filosofía especulativa, los que desearían incluir a todos sus adversarios en un mismo 
saco. Esto exacerba a los mismos analistas, quienes son bastante más delicados en cuanto a sus diferencias; ellos 
preferirían que se reservara la denominación de “positivismo lógico” a quienes comparten el punto de vista 
específico del Círculo de Viena.” Ayer, A. J. [1959]. 9. 
19 El cual refiere a la filosofía que se estableciera, principalmente, en universidades de los Estados Unidos tras la 
disolución del positivismo lógico y la escuela de Berlín, motivada por el conflicto bélico en territorio de habla 
alemana, el cual dio lugar a la emigración de muchos intelectuales bien entrada la década de los 30’s 
 24 
metafísica20 con cierta concepción acerca del significado.21 Tal vínculo se recoge en su defensa 
(de alguna versión) del criterio verificacionista del significado.22 Al realizar tal movimiento, se 
imprime un sello particular a tal versión del empirismo. Veamos en qué consiste dicho criterio. 
Habiendo recibido la influencia de los avances de la lógica moderna, a través de Russell y 
Withead, e inspirados en cierta lectura del Tractactus de Wittgenstein, el positivismo considera 
que el rechazo a la metafísica se encuentra estrechamente vinculado con el lenguaje. De acuerdo 
con la lectura positivista del Tractactus, los límites del sentido se encuentran dados por lo que es 
expresable significativamente dentro del lenguaje y, además, toda proposición con sentido ha de 
ser susceptible de adoptar una condición de verdad. Es decir, toda proposición significativa, 
refiere a un estado de cosas del que se pueda establecer su verdad o falsedad. 
Si una proposición es o no genuina (lo cual se podría parafraseas intercambiando 
“genuina” por “metafísica”) se determina mediante el establecimiento de las condiciones bajo las 
que dicha proposición habría de ser verdadera o falsa. Las condiciones de verdad de las 
proposiciones formales se establecen según los principio de la lógica, i.e., según las relaciones 
entre proposiciones (y así se dividen en dos clases:tautologías, cuyo valor es la verdad en 
cualquier disposición, y contradicciones, cuyo valor es la falsedad en cualquier disposición). Por 
 
20 De acuerdo con Schlick, dado que el positivismo pretendería rechazar completamente a la metafísica, más que 
anti-metafísico el compromiso positivista era a-metafísico. Dice Schlick: “The man who continues unceasingly to 
fight against metaphysics, who thinks himself an anti-metaphysician rather a non-metaphysician, who uses the 
adjective ‘metaphysical’, not merely to designate a particular error, but as an expression of disdain, who seeks in 
every opinion different from his own a hidden metaphysics, not in order to prove it false, but to be able to stigmatize 
it as inferior –such a man has not yet conquered the metaphysics in himself, nor risen above it: his arrogant gestures 
and sounding words betray only fear of metaphysics” Schlick, M. “The Vienna School and Traditional Philosophy,” 
en Schlick, M. [1882-1936] P. 494. 
21 “Like Hume, I divide all genuine propositions into two classes; those which, in his terminology concern “relation 
of ideas”, and those which concern “matters of fact”. The former class comprises the a priori propositions of logic 
and pure mathematics, and these I allow to be necessary and certain only because they are analytic. [...] To test 
whether a sentence expresses a genuine empirical hypothesis, I adopt […] a modified verification principle. For I 
require of an empirical hypothesis […] that some possible sense-experience should be relevant to the determination 
of its truth or falsehood. If a putative proposition fails to satisfy this principle, and is not a tautology, then I hold that 
it is metaphysical, and that, being metaphysical, it is neither true nor false but literally senseless, It will be found that 
much of what ordinarily passes for philosophy is metaphysical according to this criterion…” Ayer, A. J. [1936] P. 
31. 
22 Nuevamente hay que señalar que, este no es un lugar pertinente para presentar las diferentes variantes de este 
criterio. Nos limitaremos a presentar su versión mínima. Al presentar dicho criterio, tenemos dos propósitos 
generales por cumplir: el primero consiste en ver cómo es que la defensa de tal criterio constituye una actualización 
del empirismo por parte del positivismo lógico, la lucha por la metafísica y, el segundo, consiste en mostrar cómo es 
que tal actualización introduce cuestiones concernientes al significado. 
 25 
su parte, las condiciones de verdad de las proposiciones empíricas se establecen con base en la 
experiencia, es decir, según su correspondencia con los hechos en sus posibles escenarios; dado 
que en algunos escenarios su valor de verdad es la verdad mientras que en otros es la falsedad, se 
las considera contingentes. Toda proposición genuina (es decir, no metafísica) ha de poder 
adquirir un valor de verdad ya sea mediante un procedimiento formal o uno empírico. 
Ahora bien, todas las “proposiciones” que no puedan acceder a tal establecimiento no se 
las considera falsas sino carentes de sentido, i.e., carentes de significado. La idea conductora es 
que las “proposiciones” metafísicas no son susceptibles de ser verdaderas o falsas, éstas no 
constituyen algún estado de cosas en el mundo, ni tampoco es el caso de que sean verdad en 
virtud exclusivamente de su forma lógica. Al no poseer un valor de verdad, no pueden expresarse 
significativamente dentro del lenguaje y, por ende, no constituyen proposiciones genuinas; se las 
considera pseudoproposiciones. En palabras de Ayer: 
 
[O]ur charge against the metaphysician is not that he attempts to employ the 
understanding in a field where it cannot profitably venture, but that he produces 
sentences which fail to conform the conditions under which alone a sentence can be 
literally significant. Nor are we ourselves obliged to talk nonsense in order to show 
that all sentences of a certain type are necessarily devoid of literal significance. We 
need only formulate the criterion which enable us to test whether a sentence express a 
genuine proposition about a matter of fact, and then point out that the sentences under 
consideration fail to satisfy it.23 
 
Tal es la idea que se recoge en la formulación del criterio verificacionista del significado. Tal 
principio constituye el mecanismo que permite determinar el significado literal de las 
proposiciones expresadas con fines cognoscitivos. Permite discriminar pseudo-proposiciones 
(aquellas carentes de significado) de proposiciones genuinas. Siendo así, se convierte en la piedra 
toque del compromiso anti-metafísico de los positivistas lógicos. Consideremos ahora, en 
palabras de Schlick, una de las formulaciones de este principio: 
 
[S]tating the meaning of a sentence amounts to stating the rules according to which the 
sentence is to be used, and this is the same as stating the way in which it can be verified 
(or falsified). The meaning of a proposition is the method of its verification.24 
 
De acuerdo con este fragmento, el método de verificación de una proposición es equivalente a la 
determinación de las condiciones en las que una proposición habría de ser verificada. Es decir, a 
la especificación de las condiciones en que tal proposición habría de adoptar un valor de verdad, 
 
23 Ayer, A.J. [1936] P.35 
24 Schlick, M. “Meaning and verification,” en Schlick, M. [1882-1936] P. 458 
 26 
ya sea la verdad o la falsedad. De acuerdo con el criterio verificacionista, dar cuenta de tales 
condiciones equivale a dar cuenta del significado. 
 Ahora bien, siguiendo a Schlick, el procedimiento clave en la verificación de una 
proposición de carácter empírico puede ser de dos modos: el establecimiento de (i) definiciones 
ordinarias, o bien, de (ii) definiciones ostensivas. En el primer caso, el significado se establece 
con ayuda de otras palabras, entre las que se encuentran algunos términos definidos 
ostensivamente. En el segundo caso, el significado se determina refiriendo los términos utilizados 
en la proposición a su “uso actual,” es decir, a la experiencia. Un ejemplo de este segundo caso es 
el modo en que se les enseña a los niños a usar ciertas palabras, digamos, “jirafa” al indicar el 
objeto al que tal palabra refiere en una visita al zoológico. Las definiciones de este tipo, según 
Schlick, constituyen el punto de partida de todo el sistema conceptual, tanto del ordinario como 
del científico. Su importancia radica en que su significado es adquirido directamente de la 
experiencia, éste se encuentra garantizado inmediatamente. Sólo basta con mirar al mundo para 
saber que son genuinamente significativas. La proposición “las jirafas tienen el cuello largo” se 
verifica al observar en la experiencia que, efectivamente, el cuello de las jirafas es largo. Su 
significado se recoge de tal contacto con el mundo. A este respecto, Schlick dice: 
 
[I]t is clear that in order to understand a verbal definition we must know the signification 
of the words beforehand, and that the only explanation which can work without any 
previous knowledge is the ostensive definition. We conclude that there is no way of 
understanding any meaning without ultimate reference to ostensive definitions, and this 
means, in an obvious sense, reference to ‘experience’ or ‘possibility of verification’. 
 This is the situation, and nothing seems simpler or less questionable. It is this 
situation and nothing else that we describe when we affirm that the meaning of a 
proposition can be given only by giving the rule of its verification in experience.25 
 
Así pues, el criterio verificacionista del significación admite dos tipos de procedimiento para 
establecer las condiciones de verdad de proposiciones empíricas: uno inmediato, en el que las 
proposiciones se puede afirmar o negar por referencia directa,y el otro mediato, en el que las 
condiciones de verdad de las proposiciones sólo pueden establecerse debido a su relación con 
otras proposiciones básicas, cuyo valor de verdad ha de establecerse de manera directa. 
En última instancia, el significado de las proposiciones empíricas proviene de la 
experiencia. Las proposiciones que no guardan tal relación directa pero que, con todo, se las 
considera empíricas, han de conectarse de algún modo con las proposiciones que si guardan tal 
 
25 Schlick, M. “Meaning and verification,” en Schlick, M. [1882-1936]P.458 
 27 
vínculo. La base del significado y, en tanto, la exclusión de la metafísica depende de la relación 
que guardan las proposiciones, y los términos que en éstas se encuentran, con la experiencia. 
Damos ahora paso a la segunda de las características que consideraremos en este recuento 
del positivismo lógico: su concepción piramidal respecto a la estructura tanto de las teorías 
científicas como de la ciencia en general. 
 
 (ii) La estructura de las teorías científicas y de la ciencia. 
El segundo punto que consideraremos en nuestra caracterización del positivismo lógico es su 
concepción de las teorías científicas y de la ciencia en general. Presentamos ambas concepciones 
juntas debido a que éstas guardan ciertos rasgos en común. Específicamente, las dos coinciden en 
su concepción formalista y su jerarquización, algunas veces llamada, piramidal que va de lo 
inmediato, lo observable (concreto) a lo mediato, lo inobservable (teórico, abstracto). Es decir, de 
los fenómenos que se encuentran más cerca de “la experiencia” (fenómenos observables como el 
comportamiento de los felinos o de los humanos) a los principios más teóricos (tal como las 
entidades y mecanismos inobservables, leyes universales, etc), en el caso de las teorías; o bien, de 
las ciencias más concretas, como la psicología o la biología26 a las más teóricas como la física o 
la matemática, en el caso de la ciencia. En lo que sigue presentaremos tales concepciones, 
primero respecto a las teorías, y posteriormente respecto a la ciencia. 
 En “El dilema del teórico,” C. G. Hempel caracteriza de la siguiente forma a una teoría 
científica: 
 
[D]esde el punto de vista formal se puede considerar a una teoría científica como un 
conjunto de oraciones expresadas en términos de un vocabulario específico; […] se puede 
suponer que V está dividido en dos subconjuntos: términos primitivos −aquellos para los 
que no se especifica una definición− y términos definitivos. Análogamente, muchas de las 
oraciones de una teoría son derivables de otras por medio de los principios de la lógica 
deductiva (y de las definiciones de los términos definidos); pero, so pena de incurrir en 
circulo vicioso o regreso al infinito en la deducción, no pueden fundamentarse así todas las 
oraciones de la teoría. En consecuencia, el conjunto de oraciones que componen T se 
divide en dos subconjuntos: oraciones primitivas o postulados (también llamados axiomas) 
y oraciones derivadas o teoremas. […] las teorías se presentan en la forma de sistemas 
axiomatizados […] consideramos que están formuladas dentro de un marco lingüístico 
cuya estructura lógica claramente especificada determina, en particular, las reglas de la 
inferencia deductiva.27 
 
26 No se trata de afirmar que estas disciplinas no tengan un aspecto altamente teórico, sino simplemente que no han 
sido sistematizadas de una manera tan abstracta como el caso de otras disciplinas. 
27 Hempel, C.G. [1958] “El dilema del teórico: un estudio sobre la lógica de la construcción de teorías.” En Hempel, 
C.G. [1965] La explicación científica. Estudios sobre la filosofía de la ciencia. Tr. M. Frassineti de Gallo. Paidós: 
Barcelona. 1996. P.186-7. 
 28 
 
Es decir, desde el punto de vista del positivismo que se presenta en la caracterización anterior, 
una teoría científica se concibe como un conjunto de enunciados que conforma un sistema 
axiomático interpretado, adoptando como maquinaria inferencial la deducción −específicamente 
el cálculo de predicado de primer orden más la identidad−28 y se integra por los siguientes 
componentes: 
 Vocabulario. Éste especifica los términos del lenguaje. Tales términos se subdividen dos 
clases: términos lógicos y términos no-lógicos. Entre los términos lógicos se incluyen los 
símbolos que permiten unir o agrupar los términos no-lógicos del sistema. Por su parte, los 
términos no-lógicos se dividen en dos subconjuntos: uno de términos teóricos y otro de términos 
observacionales. Al poner en relación entre sí estos términos se forman enunciados. En 
concordancia con la anterior distinción, el conjunto de enunciados que conforma la teoría, se 
subdividen en dos: enunciados teóricos y enunciados de observación. 
 Axiomas. Los axiomas de una teoría científica son sus leyes teóricas. Éstas se integran por 
formulas matemáticas generales que especifican cierta relación de un orden muy general. Es 
decir, se identifican con los principios o leyes más generales de la teoría. Por ejemplo, las tres 
leyes del movimiento de Newton, constituyen los axiomas de la mecánica clásica. 
 Reglas. Como los sistemas axiomáticos, las teorías contienen dos conjuntos de reglas: de 
formación y de transformación. Las reglas de formación especifican “las sucesiones finitas de 
símbolos “gramaticalmente correctas,”29 llamadas formulas bien formadas, fbf. Las reglas de 
transformación especifican las inferencias validas; i.e., cómo pasar de una fbf a otra fbf. Las 
primeras se establecen según cada teoría, las segundas se adoptan de la lógica deductiva (reglas 
de inferencia e identidad). 
 Teoremas. Se considera teorema a ciertas derivaciones de los axiomas. Éstos pueden ser 
de dos tipos: leyes experimentales o enunciados fenoménicos. Estos segundos son aquellos cuya 
interpretación es dada por su conexión inmediata con la experiencia. Por su parte, las leyes 
experimentales tienen una generalidad menor que las consideradas axiomas, pero no la suficiente 
particularidad para referir sólo a un fenómeno concreto, aunque si a un tipo de fenómeno. P. ej., 
la segunda ley de Newton, F=ma, en relación a la fuerza de gravitación, un tipo de fenómeno 
 
28 Sería injusto no señalar el amplio esfuerzo de Carnap y Reichenbach por desarrollar una lógica inductiva. En la 
conformación ascendente de una teoría científica, los positivistas confían en cierta medida en la inducción. No 
obstante, hay que remarcar, que el la justificación deductiva la que ellos privilegiaran. 
29 Enderton, H. B.[2004] P. 29. 
 29 
particular (no la fuerza de fricción, ni la de tensión, ni alguna otra fuerza fundamental como la 
electrodébil), se transforma en F=Gm1m2/ r
2.30 La cual constituye otra conocida ley newtoniana: 
la ley de la gravitación universal. Ésta se aplica (en principio) a cualquier objeto en el universo. 
Ahora bien, de la misma ley, F=ma, se puede derivar otra ley de menor generalidad que de cuenta 
del peso, a saber, W=G MTm/r
2.31 Esto es así, en tanto que el peso de un objeto en la Tierra se 
define como “la fuerza de gravitación que la Tierra ejerce sobre el objeto.”32 Y con esta ultima 
ley, se puede dar cuenta de un fenómeno concreto tal como el peso de una persona al interior de 
un ascensor en descenso, cuya aceleración no es constante. 
 De acuerdo con lo dicho anteriormente, dejando de lado las reglas y el vocabulario, la 
concepción de las teorías guarda una jerarquía clara que podemos puntualizar, en orden 
descendente, de la siguiente manera: 
1. Leyes teóricas (como F=ma). 
2. Leyes experimentales (como F=G m1m2/ r
2 o W=G MTm/r
2). 
3. Enunciados de fenómenos concretos u observacionales (p. ej., el que expresa el peso de 
una persona en un ascensor en descenso).

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