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La cultura huachaca o el aporte de la television

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Pablo Huneeus 
LA CULTURA HUACHACA 
o 
EL APORTE DE LA TELEVISIÓN 
Junto con desenmascarar el 
impacto negativo de la tele, 
aquí denuncia las fuerzas 
culturales que condicionan 
la vida diaria. 
La moral, la política, la 
delincuencia, los gustos y 
el uso de la razón obedecen 
hoy a la pantalla. 
La obra va al fondo del tema; 
relaciona este invento con 
el ambiente social donde se 
aplica. 
Su autor, sociólogo y escritor 
chileno, conoce por dentro 
el medio, pues además de 
analizarlo, ha animado en 
pantalla programas de TV. 
Pablo Huneeus es uno de los escritores más 
leídos de Chile. Sus cerca de treinta libros 
destacan por su animoso estilo, su buen humor 
y sus nítidos cuadros de la vida real. 
Estudió sociología en la Universidad de 
Chile y obtuvo su doctorado de la Universidad 
de París (Sorbonne). Ha sido consultor de 
Naciones Unidas en Suiza, de la Comisión 
Económica para América Latina (CEPAL), y 
profesor de la Facultad de Ciencias Físicas y 
Matemáticas de la Universidad de Chile. Fue el 
director fundador del Servicio Nacional del 
Empleo (SENCE) y luego, como profesor titular 
de la Universidad Católica, dirigió el Instituto 
de Sociología. 
A menudo escribe en diarios y revistas de 
Chile, y artículos suyos suelen aparecer en The 
Economist de Londres, The Wall Street Journal de 
Estados Unidos y Literaturnaya Gazeta de Rusia. 
Figura seguido en la tele, y una vez tuvo su 
propio programa de conversación. 
Por su contribución a la literatura social, la 
Grand Valley State University de Michigan, 
Estados Unidos, le confirió en octubre de 1992 
la Orden al Mérito. 
Pablo Huneeus 
LA CULTURA HUACHACA 
O 
EL APORTE DE LA TELEVISIÓN 
Editora Nueva Generación 
República de Chile 
Copyright © de Pablo Huneeus Cox 
Propiedad Intelectual N° 54.004 
ISBN 956-226-014-3 
Editora Nueva Generación. 
Fono (56 2) 218 39 74. 
www.pabIo.cl 
Portada: Niños leyendo, de Nicanor González 
Méndez, pintor chileno nacido en Talca, 1864. 
Casi toda su obra se perdió al incendiarse su 
taller. Murió en 1934. 
Primera edición: diciembre de 1981. 
Edición N" 39: agosto de 2008. 
Impreso en los talleres de 
Andros Ltda. 
Santa Elena 1955 
Santiago de Chile. 
Hecho en Chile 
http://www.pabIo.cl
Viviré est cogitare (Vivir es pensar) 
Marco Tulio Cicerón 
Roma, siglo T antes de Cristo 
CONTENIDO 
I.- La dinámica cultural al llegar la tele 9 
II.- El impacto mental de la imagen 29 
III.- Los imperativos económicos 41 
IV.- Los condicionantes de la programación 51 
V.- El contexto social de lo huachaca 59 
VI.- Los siete componentes 71 
VIL- El dios huachaca 99 
VIII.- Lo huachaca en el país interior 117 
IX.- La alta cultura en la tele 125 
X.- Plan para desinfectar la televisión 143 
XL- Los videojuegos ¿qué son? 147 
XII.- Epílogo para emprendedores 155 
Capítulo I 
LA DINÁMICA CULTURAL 
AL LLEGAR LA TELE 
\\\ televisor ha engendrado en Latinoamérica una 
nueva manera colectiva de ser: la cultura huachaca. 
Hs la criatura bastarda -huacha- del mercadeo y 
de la urbe, que se abre paso entre la racionalidad 
occidental y la tradición popular. Al comienzo 
p.irecía ser apenas un aire algo ramplón, un estilo 
i.irgado a lo superficial y una moda pasajera de 
.uluar al lote. Pero pronto levanta sus ídolos y 
adquiere su propio espacio en la sociedad hasta 
implantar una verdadera cultura. 
l'ara apreciar las consecuencias de este fenómeno 
U'iigase presente que cultura vendría a ser todo lo 
.iprendido por medio de la comunicación. Es el 
conjunto de comportamientos que uno asimila de la 
sociedad. Por lo tanto, incluye el lenguaje, las cos-
tumbres, las normas morales, la ciencia, el arte, la 
religión e instituciones sociales como la familia, las 
leyes y el gobierno. 
O sea, cultura es toda acción que va más allá del 
instinto. Comer, por ejemplo, en sí mismo no es un 
lici'ho cultural, porque responde al instinto de 
alimentarse, pero la manera de hacerlo sí lo es, por-
i|ue los utensilios, recetas y modales empleados 
corresponden a hábitos socialmente adquiridos. 
Un ser humano criado sin comunicación alguna 
con sus semejantes, como los niños-lobos del 
bosque, carece enteramente de cultura. Sólo lo 
mueve el instinto y al darle una gallina, reaccionará 
como cualquier animal carnívoro en estado salvaje. 
Le clavará sus dientes caninos en el cogote y a la 
usanza del lobo o del puma, le chupará la sangre 
tibia. Si queda con hambre, arrancará a dentelladas 
la pechuga de ave, sin desplumarla ni cocerla. 
Ante una mujer arremeterá para saciar su 
impulso sexual sin poesía ni proposición 
matrimonial, porque el galanteo y las instituciones, 
como el noviazgo y la familia, c]ue regulan la 
convivencia humana, son elementos culturales que 
asimilamos de otros Homo sapiens. 
La cazuela de ave, entonces, es obra de nuestra 
cultura, porque implica un complicado aprendizaje 
de técnicas de cocción, de recetas para combinar la 
papa y el cilantro, de saber usar la cuchara metálica 
y de modales para sentarse a una mesa a degustarla. 
Lo mismo el matrimonio, tanto el ceremonial para 
celebrarlo como las normas para regularlo depen-
den de la cultura que se tenga. 
Al ser la cultura base espiritual de la conducta 
humana, lo que está en juego no es sólo la manera 
de cocinar una gallina o de redactar un contrato 
matrimonial; está en juego la manera de organizar 
la vida. La capacidad de conocerse a sí mismo, de 
entender la realidad, de cuidar el medio ambiente o 
de superar la adversidad, va todo en función del 
10 
I'squoma mental con que funcionemos. Y ése 
proviene directamente de lo aprendido, tanto en la 
i'iiiicación formal (escuela, universidad, etc.) como 
en los demás mecanismos de socialización (familia, 
Itarrio, Iglesia, radio, TV, diarios, libros, etc.). 
En palabras del sociólogo Sorokin: Ningún grupo 
l'iii'íie sobrevivir si dispone sólo de conjuntos de ideas 
ilógicas, inconsistentes o falaces. Si, por ejemplo, tal 
;^nipo le atribuye a la vaca las características del león y 
Inita de lechar al león y de matar la vaca, si trata de 
miner lo incomible, si carece de nociones adecuadas para 
medir el tiempo y el espacio, si sus normas de conducta 
son contradictorias, si sus creencias mágicas y religiosas 
son falsas y equívocas, tal grupo no durará muchoJ 
Dos culturas en pugna 
Ahora bien, la confusión, inseguridad y pobreza en 
Latinoamérica arrancan de tener como base de la 
identidad dos culturas contrapuestas que llevan 
ilemasiado tiempo en pugna una contra otra: la 
occidental y la popular. 
Por encima tenemos la cultura del conquistador. 
}ls la civilización de la racionalidad técnica, militar y 
monetaria iniciada por la burguesía europea a partir 
del siglo X, cuando en los "burgos" (ciudades) 
libres de la potestad feudal se consolida una clase 
' Pitirim Sorokin: Society, Culture and Personality. Cooper 
Square Publishers, Nueva York, 1962. 
11 
social que no es la nobleza de los hijos de papá ni el 
proletariado de "los que viven por sus manos".2 
Valiéndose de su superioridad técnica -ciencia, 
profesiones, arte- desplaza al linaje como fuente de 
ascenso social y haciendo primar el dinero -banca, 
capital, industria- se impone sobre los asomados 
por privilegios de cuna. Rescata la idea del 
individuo como ser libre y, en consecuencia, dotado 
de derechos universales por el sólo hecho de existir. 
Plantea, entonces, como iciea central el ascenso ciel 
hombre por medio del conocimiento. 
El propio Carlos V, de Francia, apoyado por la 
burguesía que ya estaba hastiada de esa nobleza de 
caballeros armados e improductivos dedicados a 
costosos juegos de guerra, hacia el año 1368 
organiza una biblioteca nacional en el palacio de El 
Louvre, hace traducir a Aristóteles y funda un 
sistema gratuito de educación pública. Cuando un 
señor feudal de armadura y coraza critica tales 
iniciativas, el rey Carlos responde con una frase que 
sigue resonando como principio orientador cié 
Occidente; Sólo prosperaráeste país en ¡a medida en que 
se respete el conocimiento. 
Pero en Latinoamérica tal civilización penetra no 
tanto por virtud de ideales humanistas superiores 
como por obra de técnicas militares de gran poder 
2 J. Manrique (1440-1479) Copias por la Muerte de su Padre: 
"allí van los señoríos derechos a se acabar... y llegados 
son iguales los que viven por sus manos y los ricos." 
12 
i lrstructivo con las cuales los españoles efectúan la 
conquista. Establecido el dominio sobre casi todo el 
continente, salvo el sur de Chile^, comienza u n 
.irduo proceso civilizador para implantar los demás 
V.llores e instituciones inherentes a dicha racionali-
if.id, como el cristianismo, la propiedad inscrita, la 
motivación profana del trabajo (en las cul turas 
.indinas se trabaja nías por espíritu comunitar io que 
(ior dinero), la hacienda feudal, la tecnología mecá-
nica, el consumo suntuario y, en fin, todo eso 
l lamado Civilización Occidental. 
Sin embargo, tal como se ha señalado en nues t ro 
estudio sobre la mental idad económica, la raciona-
lidad occidental se asienta mejor en Norteamérica 
gracias a que los peregrinos ingleses encuent ran u n 
territorio prácticamente deshabi tado donde hacer 
sus vidas, sin las taras del viejo continente ni los 
condicionantes de alguna otra civilización a la cual 
adaptarse.* Nadie les trabaja, a nadie cristianizan. 
Las escasas tribus que encuentran no son guerreras 
y los colonos anglosajones se limitan a exterminar-
las o ahuyentar las hacia el lejano oeste. 
^ La Guerra de Arauco, del pueblo mapuche, es una de 
las guerras de resistencia más largas de la historia. Se 
inicia en 1536 contra la avanzada española de Diego de 
Almagro y concluye en 1882 con los regimientos de corte 
prusiano que les manda encima la elite de Santiago. 
•* Pablo Huneeus: Nuestra Mcntaüdad Económica. Editora 
Nueva Generación, Santiago, 2002. 
13 
En cambio, al sur del Río Grande de México es 
otra la situación: el conquistador europeo penetra 
territorios densamente poblados donde hay tribus 
perdidas, pero donde lo que más encuentran son 
culturas evolucionadas, como la Azteca y la Maya. 
Al llegar los hermanos Pizarro al Perú, por ejemplo, 
se calcula que el Imperio encabezado por el Inca 
Atahualpa comprendía unos 12 millones de almas. 
Más aún, durante la Colonia y la República, el cre-
cimiento demográfico de la población indígena ciel 
continente es superior a la de origen europeo. 
De ahí que la penetración occidental en las 
distintas regiones de Latinoamérica no ocurra en 
un vacío cultural. Tampoco es cuestión de educar a 
seres con la mente en blanco, como los niños, sino 
de imponer una racionalidad aristotélica sobre otra 
desarrollada aquí durante siglos y que tiene su 
propia lógica para organizar la vida. 
Occidente se enfrenta aquí a civilizaciones que 
medidas con la vara europea carecen de elementos 
importantes como la imprenta, las armas de fuego o 
la investigación científica. Sin embargo, no se trata 
de pueblos primitivos, ya que son culturas de pro-
fundo sentido religioso, de idiomas evolucionados, 
de gran sentido estético, de avanzada organización 
social, de gran nivel técnico en ingeniería hidráulica 
y construcción civil, y de acabado conocimiento 
experimental de medicina humana y astronomía. 
14 
Según el monumenta l estudio del h is tor iador 
l ' iitánico Arnold J. Toynbee, entre la veintena de 
)',rondes civilizaciones que han jalonado el p lane ta 
Tierra, cuatro florecieron en el continente amer icano 
.intes que el navegante genovés Cristóbal Colón y 
su banda de aventureros tuvieran noticia de ellas (la 
Incásica basada en la cordillera de los Andes , la 
civilizacitín Maya en Centroamérica, el imper io 
Azteca del ant iguo México y la esplendorosa cul tura 
de Yucatán)."' 
Fácil es entonces comprender que aquí se en-
contraran culturas firmemente enraizadas y nada de 
interesadas en dejarse llevar por la menta l idad de 
los recién llegados ni de someterse a sus locas 
instituciones. 
Por eso, el proceso civilizador, lejos de ser u n a 
persuasión convincente, al comienzo adquiere u n a 
ferocidad bestial, s iendo frecuente para los reacios a 
5 Arnold 1. Toynbee: A Study of History, obra de 12 tomos 
publicados el primero en 1934 y último 1961 por Oxford 
University Press. Las otras grandes civilizaciones son: la 
del Egipto milenario que hizo las pirámides e inventó el 
pan, la de China de donde viene el arroz y el comer en 
platos de loza, la Minoica basada en Creta, la Sumeria, la 
Hindú, la Hitita, la Helénica que sentó las bases de la 
democracia y de la ciencia moderna, la Occidental que 
forjó la industria, la Cristiana Ortodoxa de Rusia, la del 
Lejano Oriente (Japón), la Cristiana medieval de Europa, 
la Oriental de Asia Central, la Iraní, la Árabe que nos 
brindó el café y los números y la Babilónica. 
15 
recibir los dones del espíritu ofrecidos por Occi-
dente terminar sentados en picanas, quemados por 
la Santa Inquisición de Lima, o bien s implemente 
dest r ipados a sablazos. Hernán de Santillán, un 
consejero del Gobernador García Hur t ado de Men-
doza, luego de volver en 1560 a España, presentó un 
informe al Consejo de Indias de Sevilla d o n d e des-
cribe así la llegada de los pr imeros occidentales al 
valle central chileno: Mataban, mutilaban y echaban los 
perros a los indios, les cortaban los pies, manos, narices y 
tetas, robaban sus tierras, violaban sus mujeres c hijas, 
los encadenaban y utilizaban como bestias de car^a, que-
maban sus casas y asentamientos y destruían sus 
sembrados/'' 
Pero aún donde se establece un dominio formal, 
se p roduce entre las dos culturas una singular 
relación en nada comparable al colonialismo euro-
peo en África y Asia, porque el español viene a 
quedarse . Al avecindarse en una realidati tan sobre-
cogedora se empapa en ella y desarrolla institucio-
nes, como la hacienda, que si bien se copia de Casti-
lla, guarda poca relación con la posterior evolución 
europea hacia una clase media agrícola. 
Tanto es así, que epopeyas como la conquista de 
México hecha por Hernán Cortés en base a 13.000 
indios Totonacas y N a h u a s que él alista contra el 
emperador azteca Moctezuma; el viaje que en 1542 
^ Citado en el libro de Brian Loveman: Chile, the legacy of 
Hispanic Capitalism. Oxford University Press, 1979. 
16 
hace desde Quito el capitán Francisco de Orellana a 
través del "río de las Amazonas" o la misma 
expedición que emprende Pedro de Valdivia desde 
Cuzco a Chile, se gestan en nuestro continente a 
pesar de la burocracia peninsular. Lejos de recibir 
apoyo gubernamental, las realizan con su propio 
empuje y capital hidalgos de origen español, sí, pero 
que se han avecindado de por vida en la región. 
El elemento de origen occidental domina la si-
tuación y la población indígena acata sus edictos, 
llegando a adoptar símbolos de modernidad como 
los jeans y la Pepsi. Pero a través de los siglos de-
muestra una capacidad asombrosa de aparentar 
modernidad y a la vez mantener los esquemas 
mentales y ritos autóctonos que le dan identidad. 
Las fuerzas culturales hasta mediados del 
siglo XX (años 1950-60) 
Lo anterior configura tres características esenciales 
de la cultura en los países latinoamericanos. 
1.- En primer lugar, destaca la presencia de la 
cultura occidental. Cuando nos visita un profesor de 
la Universidad de Cambridge. Arriba en British Air-
ways a un aeropuerto moderno, lo reciben colegas 
sin plumas ni flechas que andan vestidos como 
cualquier gringo, ve autos Jaguar por la calle, escu-
cha a los Beatles en la radio, admira rascacielos tan 
insípidos como los de Manchester, asiste a reunio-
nes que ¡oh sorpresa! se inician a la hora señalada. 
17 
encuentra un buen nivel de investigación en la uni-
versidad y hasta se entera de avances originales 
hechos aquí que pronto serán dados a conocer en 
algún "Journal" científico norteamericano. Se siente, 
pues, en medio de la racionalidad técnica 
occidental.ídem el representante de la Deutsche Grammophon 
Gesselschaft que se desplaza en breve visita a nivel 
de gerencias. Volverá convencido de haber tratado 
con ejecutivos tanto o más serios que los alemanes. 
Pero es presencia de una cultura, no existencia. 
Para entender cómo pueden las apariencias llegar a 
engañar tanto, es necesario recordar la forma en 
que hacia el año 1800 el sistema colonial español, 
junto con haberse adaptado bastante a la realidad 
latinoamericana, había levantado un muro de 
edictos imperiales y controles burocráticos que 
aislaban del devenir. En lo social había quedado 
afuera nada menos que la Revolución Francesa y en 
lo económico, la revolución industrial. Pero la 
Colonia había afatado una casta de patrones de 
fundo dedicados a vivir sin trabajar y a perpetuar 
hasta la eternidad sus retrógrados esquemas. 
De no mediar la invasión francesa a España y el 
consecuente derrocamiento del "bienamado" Fer-
nando VII, la incipiente burguesía liberal de profe-
sionales y empresarios un tanto más cultos, no 
habría tenido oportunidad de impulsar la moderni-
zación a que aspiraba el país, empezando por la 
independencia política. 
18 
Las burguesías ilustradas que logran controlar el 
caudillismo militar dejado por la guerra de la In-
dependencia de inmediato empiezan a edificar el 
estado nacional -la República señorial- imponiendo 
111 versión más moderna de la cultura occidental. En 
l'uropa el rol preponderante asignado al conoci-
miento estaba dando resultacios espectaculares y 
viene todo ese optimismo científico típico del siglo 
XIX. El inseguro velero se cambia por el barco a 
vapor, el coche a caballos por el ferrocarril, el taller-
cito artesanal por la fábrica y la farándula perpetua 
de la familia real por la república. 
El origen sobrenatural del hombre se sustituye 
por la teoría de la evolución, el sentido espiritual de 
la vida por el materialismo dialéctico o liberal y la 
revelación como fuente de autoridad que legitima 
la monarquía por la idea del ciudadano libre, con 
derecho a sacar la voz. 
La fe irrestricta en la educación, como factor 
central del progreso y en el Estado como instru-
mento civilizador, llega a engendrar un nuevo des-
potismo ilustrado para impulsar esta alta cultura 
que avanza triunfal hacia la luz. Se promueve la 
ciencia y el arte trayendo a sabios y pintores, se 
acogen a inmigrantes europeos, se becan a jóvenes 
talentosos para que estudien en Londres y Berlín, se 
crean universidades nacionales, se construyen 
escuelas y bibliotecas, se levantan escuelas de ofi-
cios técnicos y museos de bellas artes, se moderni-
zan los ejércitos y armadas para hacerlos eficientes 
19 
institutos técnicos, se edifican grandes teatros 
municipales para las artes de la representación, se 
fomenta la literatura, se discuten abiertamente los 
asuntos públicos, se organiza la prensa libre y en 
general se practica el respeto a la inteligencia. 
Es la universidad para y por la inteligencia, la 
educación pública gratuita y la democracia organi-
zada en torno a los preceptos del barón de 
Montesquieu sobre tres poderes del Estado: ejecu-
tivo (gobierno), legislativo (parlamento) y judicial 
(tribunales) que habían de garantizar progreso y 
justicia. 
Se trata, pues, del tardío arribo del espíritu li-
beral que desde el siglo décimo venía emergiendo 
en Europa. Al asumir la burguesía ilustrada el 
control del proceso político emprende una cam-
paña civilizadora para recuperar en la base el 
tiempo perdido. Sus armas para atacar la ignoran-
cia fueron la palabra impresa (libros, prensa intie-
pendiente) y la educación pública (escuelas, liceos, 
universidades). 
Sin embargo, quizás por falta de perspectiva 
histórica o porque intuyeron que el campo y la 
hacienda ya estaban perdidos, esta campaña se 
concentra en la capital. Así como la hacienda fue el 
terreno propio del barroco español, la capital pasa a 
ser el territorio propio de la República señorial. Las 
instituciones claves de la campaña civilizadora se 
agrupan en un perímetro específico, cual fuertes 
temiendo un ataque bárbaro de la selva. Juntitos 
20 
están el Ministerio de Educación Pública, el Parla-
mento, la Universidad, la Biblioteca Nacional, el 
Teatro Municipal, el Museo de Bellas Artes, la 
Catedral, las librerías, la prensa independiente y los 
Tribunales de Justicia. 
Desde el centro este enclave civilizador irradia, o 
pretende irradiar, alta cultura hacia el país interior. 
Es una fuerza centrífuga que salpica racionalidad 
técnica hacia afuera y que con el tiempo se 
convierte en una fuerza centrípeta que absorbe 
energía y poder hacia el centro. 
2.- La segunda característica de nuestro entorno 
cultural es la porfiada sobrevivencia de una cultura 
popular firmemente arraigada en el campo y en los 
pueblos chicos del interior. Por siglos se ha ido 
transmitiendo de machi en machi, de toqui en toqui 
y de madre a hijo. Sólo últimamente, al aparecer la 
radio, contó con un medio masivo de comunicación. 
A pesar de la tenaz campaña civilizadora de la 
elite ilustrada, sobrevive con gran vitalidad. Más de 
veinte millones de latinoamericanos hablan sólo 
idiomas autóctonos, otros tantos no leen ni escriben 
y en vastas regiones permanecen intactas formas 
indígenas de vida. 
Oculta en ritos formalmente católicos subsiste la 
magia nativa de la religiosidad popular, fenómeno 
fácil de apreciar en festividades como la Tirana en 
el desierto de Atacama, donde los bailarines 
danzando frenéticos al ritmo del tambor y los 
promesantes arrastrándose sobre la grava del suelo 
21 
hasta sangrar, en nada parecen tener noticias del 
canto gregoriano o del sacramento de la confesión. 
Más aún, durante las últimas décadas hasta en 
los antros de modernidad, como Caracas y Sao 
Paulo, afloran con mayor ímpetu expresiones de 
cultura popular -cultos religiosos y ritmos 
musicales- que se apartan radicalmente de la 
racionalidad occidental (la macumba va por dentro, 
dear Cambridge professor). 
En vista de c]ue a menudo conceptos emanados 
de sistemas culturales foráneos se emplean para 
estudiar nuestra realidad, con el consecuente des-
calabro, es necesario aclarar que la noción de 
cultura popular no equivale a la de países europeos. 
En las distintas regiones de Europa y Norteamérica 
se da una cierta cultura popular de tipo "folk", con 
sus musiquitas y trajecitos típicos, pero sin alcanzar 
a constituir un sistema cultural aparte. Allá la 
cultura popular es un mero folklore, o sea una va-
riación estilística dentro del mismo marco societal. 
No implica esquemas mentales contrapuestos a los 
del resto de la sociedad. 
Aquí, en cambio, la cultura popular viene de 
otras civilizaciones y es el alma de otras razas. 
Tiene sus propios marcos de referencias, sus pro-
pios Adanes y sus propios pecados originales, dife-
rentes de los occidentales y aun cuando haya 
estado desintegrándose, hasta el día de hoy cons-
tituye sistemas culturales evolucionados cuya 
sabiduría recién se empieza a apreciar. 
22 
Investigaciones antropológicas, especialmente a 
partir de los trabajos de Levi-Strauss, revelan cuan 
elaborados son los esquemas filosóficos de algunas 
tribus consideradas primitivas. 
En algunos casos, como los indios Bororo, del 
Paraná o los Watunna del Orinoco, su "salvajismo" 
es una relación armónica con la naturaleza y su 
"atraso", un profundo sentido espiritual de la vida 
que los aleja de la marcha galopante de Occidente 
hacia el materialismo maquinal.^ 
Sin embargo, a las elites ilustradas de Latinoamé-
rica no les interesa la idiosincrasia originaria. A lo 
sumo, han considerado la cultura autóctona como 
un simple folklore, que debe ser filtrado para 
mostrar únicamente su aspecto turístico. El ballet 
mexicano se "sanitiza" para presentarlo en el Teatro 
Municipal y la urna zapoteca se exhibe en el museo 
nacional con lo cual tanto la danza como la escul-
tura originaria quedan reducidas a ser meras curio-
sidades arqueológicas, desprovistasde vida y sin 
referencia a la actualidad. 
Por su parte, el intelectual medio -de novelista a 
economista- ha tendido a pensar la realidad lati-
noamericana en términos europeos y hasta nuestra 
historia se presenta como animada por una 
^ Ver del antropólogo Claude Levi-Strauss: Tristes 
Trapiques. Plon, París 1955. Para apreciar la elaborada 
teología de una tribu indígena, ver de Marx de Civreux: 
An Orinoco Creation Cycle. North Point Press, Boston 1981. 
23 
racionalidad occidental. En la mayoría de las 
representaciones simbólicas de la realidad se 
advierte esta tendencia a exaltar el carácter 
occidental de Ja sociedad. Por ejemplo, la 
característica de una popular serial de televisión. La 
Madrastra, es precisamente el rascacielos más 
modernista de Santiago y toda su ambientación, 
con actrices rubias y de ojos azules, presenta una 
imagen angloamericana de la realidad. ídem, los 
avisos comerciales y la arquitectura: son elaboradas 
fabricaciones tendientes a vestir la mona de seda. 
Se ha creado así, un raro espejo cultural para 
reflejarnos distintos de como somos. Al vernos tan 
limpiamente estirados, nos sentimos halagados, 
pero nos distanciamos de nuestra realidad al punto 
de dejar de entenderla. Latinoamérica ha llegado a 
ser una realidad que no se entiende a sí misma. Y 
sólo llegará a comprenderse la dinámica sociológica 
y política de los países latinoamericanos cuando se 
conozca bien su base cultural. 
Más adelante (Cap. XII) se vuelve sobre esto al 
analizar la misión que esta peculiar configuración 
cultural ofrece al emprendedor, si la asume. 
3.- El tercer componente esencial de la cultura en 
Latinoamérica es el proceso de transe ulturación por 
el cual las dos fuerzas culturales en pugna van de 
mala gana contaminándose una de otra. Es un flujo 
en dos sentidos, siendo lo más visible el salpique de 
ítems occidentales sobre la idiosincrasia nativa. Del 
conquistador se aprende desde montar a caballo 
24 
hasta atender al gringo de Cambridge. La campaña 
civilizadora logra darle a las fachadas una mano de 
modernidad, sobre todo en la capital. 
Pero también está el flujo contrario. El sociólogo 
Hernán Godoy en su acabado estudio de la cultura 
chilena observa que en cuanto llegaron los ibéricos 
empezaron ellos a aprender usos indígenas, como 
estilos musicales, guisos de maíz y el cultivo de la 
papa, el tomate, el tabaco, el caucho y el cacao para 
el bate, bate chocolate, productos todos de consumo 
mundial, objeto de millonarias inciustrias, pero que 
fueron desarrollados por los pueblos originarios.^ 
Hoy hasta en los más elevados círculos de la mo-
dernidad vemos algunos elementos de origen 
indígena, como la ruana de las azafatas de Avianca 
que bien puede andar a esas alturas sólo para fines 
turísticos. Más hondo y mimetizado bajo pautas 
occidentales de consumo hay esquemas mentales 
que la costra "civilizada" del continente ha ido 
asimilando de la base autóctona. El patrón desde 
guagua ha ido aprendiendo del inquilino, primero a 
través de la nodriza de campo que lo cría aún en la 
ciudad, infundiéndole su fatalismo y esperanza en 
el golpe de suerte. Más tarde por otros mecanismos 
de socialización van asentando en la propia elite 
ciertas categorías mentales de origen indígena. Por 
ejemplo esa lentitud de los empresarios, que tanto 
^ Hernán Godoy Urzúa: La Cultura Chilena. Ensayo de 
síntesis c interpretación sociológica. Ed. Universitaria, 1982. 
25 
exaspera a los norteamericanos, emana de un ritmo 
cultural autóctono en el cual mañana no se traduce 
por tomorrow, sino que por eventualmente o para la 
próxima semana quizás. El rol emancipado de la 
mujer en la sociedad latinoamericana no proviene 
tanto de los movimientos liberacionistas anglos 
como de su papel en las culturas andinas donde es 
guerrera, labradora, empresaria o cualquier cosa 
menos objeto decorativo. Y la evolución política, 
que por más de un siglo siguió un curso paralelo al 
de Francia, calcando los mismos partidos radicales y 
frentes populares, en la última década parece 
haberse alejado de toda referencia con Europa 
occidental. 
Esta es, pues, la dinámica cultural hasta media-
dos del siglo XX: un proceso civilizador que va 
integrando el pueblo a la cultura occidental por 
medio de la educación pública y cuyo medio de 
comunicación de masas es el libro; una cultura 
popular que se trasmite en forma oral y que al 
aparecer la radio cuenta con un medio masivo de 
comunicación; y por último la transculturación o 
mestizaje cultural que va mezclando algunos 
elementos occidentales con otros populares. 
En la correlación de fuerzas culturales actuando 
sobre el escenario continental, la ardua campaña 
civilizadora va dominando la situación. A pesar de 
algunas contracorrientes -bandolerismo por aquí, 
holgazanería por allá-, se va imponiendo la 
racionalidad occidental. 
26 
No más ignorancia, es la consigna, industria y 
educación, nada de dictadores ladrones, como en las 
repúblicas bananeras. Nuestro país es serio, el orden 
y la justicia son sus principios orientadores. La 
inteligencia sola le va cerrando el paso a los chantas, 
muerte a los cuenta cuentos y milagreros de la 
política. Adelante ingeniería, se inicia la era de la 
razón y el entendimiento. 
Pero entonces llegó la televisión. 
27 
¿SABÍAS QUE...? 
• 95% de los hogares tiene tele y sólo 6%, biblioteca. 
• 2,5 horas diarias se pasa la gente mirando TV en 
invierno y 1,5 horas en verano. 
• Los más adictos a la tele son los niños chicos y los 
abuelos mayores. 
• En Chile hay 687.573 hogares abonados al cable y 
otros cien mil conectados ilegalmente. 
• 25 empresas que operan estaciones de TV cable a 
lo largo del país. 
• 100.388 hogares cuentan con TV satelital. 
• Menos de la mitad (43%) de lo que emite la 
televisión abierta de Chile es nacional. 
• El 0,9% de la programación es cultural. TVN es el 
canal que más cultura emite (apenas 1,4%)). 
• La tele recibe 43% de los 307 mil millones que se 
gastan al año en publicidad; diarios y revistas 39,5%i 
radioemisoras 11%, afiches 6,5% y los hbros ni ente. 
• El 9% de la programación es infantil. En 66% de 
los programas para niños hay violencia, en 52% 
deshonestidad y en el 6%, sexualidad inapropiada. 
Fuente: Consejo Nacional de Televisión (www.cntv.cl). 
28 
http://www.cntv.cl
Capítulo II 
EL IMPACTO MENTAL DE LA 
IMAGEN EN PANTALLA 
Es habitual considerar la televisión como otro me-
dio más de comunicación masiva, algo así como un 
feliz combinado de radio con cine servido en casa. 
Pero lo que llega en un determinado momento de 
nuestra evolución cultural es más que un medio 
para mostrarnos la realidad: es una tecnología que 
impone su propia realidad y con ello implanta en la 
sociedacl una manera, telegénica digamos, de verse 
a si misma. 
Esto puede parecer extraño a quien siga cre-
yendo que la técnica está al servicio del hombre. 
Según tan candida creencia, el bien o el mal provo-
cado por un invento no yace en el invento mismo, 
sino en la forma de emplearlo. O sea, la energía nu-
clear no sería ni buena ni mala, porque todo de-
pende de si los buenos la usan para curar el cáncer o 
de si los malos, para destruir la humanidad. 
Si bien al comienzo varios estudios no prueban 
que moldee la mente, la industria no tarda en des-
cubrir que sirve para fomentar el consumo de 
leseras y los políticos, que manipula la opinión. 
Seguidamente, al estudiar el comportamiento de 
de personas expuestas a la tele por varios años, se 
descubre que a largo plazo y en forma inconsciente 
29 
cultiva en el niño conductas violentas que sólo 
emergen cuando llega a ser adulto."* 
El filósofo estadounidense Jerry Mander, fue de 
los primeros en plantear que la TV es una poderosa 
máquina de lavar cerebros que empareja y alisa la 
conciencia en todos los rincones del mundo. Pro-
pone que debe eliminarse de cuajo debido a que sus 
males son inherentes a su tecnología. 
Es típico querer ciertos inventos sin sus conse-
cuenciaslógicas. Queremos autos, pero no gases de 
escape; industria, pero no contaminación; autopis-
tas, pero no accidentes de tránsito; obras públicas, 
pero no impuestos y Estado, pero no burocracia. 
Lo mismo con la publicidad. Si uno acepta ¡a exis-
tencia de publicidad, uno acepta un sistema destinado a 
persuadir y a dominar mentes... Uno también acepta que 
el sistema será utilizado por el tipo de persona que desea 
influenciar gente y que sabe hacerlo. Nadie que no desea 
dominar a otros emplearía publicidad, o tendría éxito en 
ella. Por eso, la naturaleza básica de la publicidad, y de 
las tecnologías creadas para servirla, apuntan hacia ese 
objetivo, estimulan tal comportamiento en sociedad y 
tienden a dirigir la evolución social en esa dirección.^^^ 
'' Ver de George Gerbncr: Violence and Terror in tfie Media: 
An Annotated Bibliography. Greenwood Press, Westport, 1988. 
'" Jerry Mander: Four Arguments for the Elimination of 
Television. Marrow & Co., 1977. 
30 
Razones para no verla más 
Los cuatro argumentos de Mander para suprimir la 
televisión siguen el mismo raciocinio de considerar 
inherente al medio, las fuerzas que lo animan. 
El primero es ecológico y no se refiere a la tele-
visión misma, salvo en la medida en que forma 
parte de un sistema de vida moderno. Sostiene que 
el ambiente artificial de la vida moderna (edificios, 
ciudades, automóvil) ha llegado a convertirse en 
una barrera oculta entre los seres humanos y los 
procesos naturales. 
En ese medio ambiente estrecho un instrumento como 
la televisión puede parecer potencialmente interesante, 
sano 1/ valioso, pero al mismo tiempo acelera el proceso de 
confinamiento. El conocimiento queda supeditado a la 
recopilación y diseminación tecnológica. Eo que 
celebramos como la expansión del conocimiento humano 
es en realidad su confinamiento en un singular módulo 
cerebral, mientras que otras experiencias humanas 
comienzan a atrofiarse. 
Por ejemplo, el aura de un bosque de araucarias, 
el silencio espectral bajo el mar, o la reverencia que 
inspira la cordillera cuando se está en ella, son todas 
experiencias imposibles de envasar. Sin embargo, se 
puede llevar una cámara al bosque, bajo el agua o 
hasta la cumbre. Lo que se logra, entonces, es 
confinar esa vivencia creando una sensación 
equívoca de haberla vivido. Lo mismo con ciertas 
emociones como la ira o la soledad; la vida urbana 
31 
va limitando el contacto con la naturaleza y con la 
humanidad libre. La televisión se convierte así en 
ventana al mundo perdido, pero es también el filtro 
que deja fuera la realidad sensorial de estar ahí. 
El segundo argumento es político. Afirma que la 
televisión deja la mente expuesta a la intervención 
autocrática. Inevitablemente, entonces, llega a ser 
un instrumento de colonización psíquica y dominación 
humana por una cierta mentalidad y estilo de vida que 
sólo sirve a una forma de organización política. 
Lo anterior también podría decirse de la prensa o 
la radio si fueran únicas. Pero en la medida en que 
un medio deja de ser el único, pierde su poder 
manipulador omnímodo. Así como lo que contiene 
la expansión de un país es otro país, lo que contiene 
el poder totalitario de un canal es otro distinto. 
El tercer argumento trata de la reacción neuro-
fisiológica del organismo humano a la señal televi-
siva. La radiación electromagnética que emite un 
televisor, a igual que la del celular, puede causar 
malformaciones físicas en bebés en gestación, leu-
cemia precoz y tumores cerebrales, pero en el plano 
psicológico provoca una forma de hipnosis adictiva 
que inhibe el pensamiento consciente y atrofia la 
imaginación." Sobre esto volveremos. 
' ' Para apreciar la fíierza de la radiación electromagnética, que 
es invisible, acerca a la pantalla una radio AM sintonizada 
entre dos emisoras. Todo ese chicharreo traspasa la sangre, los 
ganglios y las células nerviosas. 
32 
El cuarto argumento se refiere a las limitaciones 
tecnológicas para mejorar la programación. Aunque 
el medio impone ciertos requisitos como es el limi-
tado ángulo visual, cuesta aceptar que eso no tenga 
remeciio. 
El proceso fisiológico de la señal 
Lo que no tiene arreglo es el efecto fisiológico de la 
televisión, porque eso es inherente a su tecnología. 
La típica pantalla consta de trescientos mil pun-
tos fosforescentes distribuidos en 525 líneas. Estos 
pequeños puntos parecen estar siempre encendidos, 
pero no lo están. Se prenden y apagan a razón de 30 
veces por segundo, frecuencia imposible de percibir 
al ojo humano porque sólo capta 10 titilaciones por 
seguncio. Una luz, por ejemplo, que se prende y 
apaga nueve veces por segundo, se ve titilar, pero a 
un secuencial superior a diez veces por segundo, ya 
se ve continuamente encendida. 
En cuatro millones de años sobre la tierra, el 
hombre jamás encontró algún fenómeno natural que 
requiriera una mayor velocidad de percepción, por-
que únicamente la electrónica ha sido capaz de crear 
vibraciones de tal rapidez. Ahora bien, el diferencial 
entre la velocidad de percepción humana (10 por 
segundo) y las posibilidades de la electrónica (30 
por segundo en el caso de la TV) ha sido explotada 
para intercalar mensajes que, sin ser percibidos 
conscientemente, pasan al cerebro. En los cines, por 
33 
ejemplo, se inserta en medio de la película una 
orden de consumir tal bebicia que permanece tan 
corto tiempo en pantalla que nadie alcanza a darse 
cuenta de su aparición, pero en el entreacto el 
público se abalanza a consumirla. 
También se ha empleado en películas de terror, 
intercalando imágenes de Satanás, para aumentar el 
miedo. Años atrás hubo gran revuelo en torno a esta 
práctica llamada propaganda subliminal a raíz de 
las revelaciones del socicilogo Vanee l'ackard, y se 
eliminó del cine. 12 
Sin embargo, en cierto modo la TV es entera-
mente subliminal porque si bien no se intercalan 
órdenes ocultas, la mecánica electrónica de la ima-
gen en pantalla se basa en la posibilidad de penetrar 
la mente por conductos distintos de la visión cons-
ciente. Es así como la imagen se define por el color 
que va tomando los puntos al prenderse, fenómeno 
tan rápido que crea la sensación de movimiento 
fluido. 
Al prenderse unos puntos y apagarse otros, la 
totalidad de la imagen no está ahí. Eso que creemos 
ver, es un agregado parcial de puntos que se 
completa en la mente con los que encienden a conti-
nuación, al instante siguiente. 
Para verificar lo anterior, basta sacar una foto a la 
12 
Vanee Packard: Tlw Hidden Persuaders. Pocket Books 
Inc. Nueva York. 1958. 
34 
velocidad de 1/100 segundo por ejemplo; aparece 
sólo un fragmento de la imagen porque el barrido 
no alcanza a completarse en ese lapso. 
O sea, en ningún momento está ante nuestros 
ojos la totalidad de la imagen, como en una foto o 
en el cine, donde se proyecta cada cuadro completo. 
¿Cómo la vemos? No la vemos, la soñamos. 
La imagen que atrofia la imaginación 
La imagen del televisor es una fabricación electro-
magnética producida al interior del cerebro. En 
lugar de verla con los ojos, resulta de una estimula-
ción tecnokígica. Ante los puntos fosforescentes de 
la pantalla se desencadena un proceso de integrar-
los, juntar los segmentos de imágenes que van 
llegando uno tras otro y componer un cuadro. 
Entonces, la imagen televisiva cobra existencia úni-
camente cuando ya ha pasado de la retina y se 
encuentra al interior de la cabeza. 
Por lo tanto, no vemos la imagen con la vista, 
sino que la componemos con los mismos mecanis-
mos cerebrales de los sueños, que tampoco los 
vemos con los ojos. Esto implica varias cosas. 
Primero, en este proceso queda en desuso el 
mecanismo cerebral de construir su propia imagen 
(imaginar), que se utiliza para leer, acto donde un 
código inmóvil -la letra- debe ser decodificado para 
convertirlo en sensaciones e imágenes que uno 
fabrica al interior de la mente. 
35 
La palabra casa, por ejemplo, en nada se asemeja 
a una,pero al ver esos signos nos hacemos una en la 
mente. Pero en televisión, sin necesidad cié ejercitar 
la facultad mental de crearla, nos entregan digerida 
una imagen de casa. Al permitir que otros imaginen 
por uno dejamos atrofiarse el mecanismo para ver 
más allá de lo inmediato: la imaginación. Es gracias 
a la imaginación que sabemos mejorar las cosas. 
Sin dicha facultad el hombre c^ueda como el 
caballo, en un eterno presente, quizás con memoria, 
pero sin anticipar ni prever nada. 
Más aún, la lectura -el proceso de imaginar a 
partir de cierto código impreso- se efectúa al ritmo 
de la comprensión individual. Se avanza, se cietiene 
o vuelve atrás en busca de nuevos significados. Se 
lee entre líneas y se va más allá del propio escritor, o 
sea se tiene ante los ojos una mera pauta para ir 
descubriendo, todo lo cual ejercita la imaginación. 
La televisión, en cambio, entrega imágenes a su 
propio ritmo. Se está ante un proceso repetitivo de 
integrar puntos luminosos y componer con ellos 
imágenes. Al rato es fácil percibir el "efecto túnel" 
por el cual la vista se fija, el pensamiento lógico se 
apaga y la realidad exterior, sobre todo el sentido 
del tiempo, se desvanece. La conversación decae y 
se entra a un sopor parecido al de la hipnosis. 
El segundo efecto mental de la tecnología deriva 
del hecho de permanecer mucho rato con la vista 
fija. Mover los ojos activa el estado de alerta, es lo 
que hacemos ante una señal de peligro: mirar a 
36 
todos lados. Así el organismo se prepara para 
actuar, procesando toda la información disponible. 
Igual, al leer vamos recorriendo líneas que dirigen 
el pensamiento lógico lineal propio de la alta 
cultura. En cambio al detener la vista en un punto se 
entra en ese trance típico de quien se quedó 
mirando lejos, trance que sólo se interrumpe con un 
movimiento de ojos. 
Ahora bien, ante la pantalla la vista permanece 
fija, con /o cual se desactiva el estado de alerta y la 
mente cae al nivel de sonambulismo. Este fenómeno 
ha sido ratificado por mediciones de la actividad 
eléctrica cerebral y por experimentos donde ponen 
nifios a ver cine, a leer, a escuchar música y a mirar 
tele. Suena la alarma de incenciio y los últimos en 
reaccionar son siempre los que están mirando tele.i-^ 
Según los sicólogos australianos Merrelyn y Fred 
Emery, mirar tele está al nivel consciente del so-
nambulismo. La fijación continua es una especie de 
trance, no es atención, sino distracción -una forma de 
soñar despierto o de evadirse. La naturaleza del proceso 
desarrollado en el lóbulo izquierdo y particularmente en 
el área treinta y nueve (el área integrativa) es lo 
distintivo de la vida humana, comparada con la de otros 
mamíferos. Es el centro de la lógica, de la comunicación. 
1"' Para apreciar Jos efectos de \a tele en la conducta 
infantil, ver del médico pediatra Hernán Montenegro: TV 
¿Comunicación o Contaminación?, Galdoc, Santiago, 1980. 
37 
de la memoria y de la integración de componentes 
sensoriales, la base de los propósitos conscientes del 
hombre..."^* 
Sostienen que la gente se habitúa al estímulo lu-
minoso repetitivo. Si se habitúa, el cerebro decide 
que nada interesante ocurre y deja de procesar la in-
formación que entra. El área integrativa izquierda 
queda en una especie de punto muerto, desconecta-
da del resto, mientras el área derecha que elabora 
los procesos subjetivos (sueños, fantasías, o reaccio-
nes instintivas) continúa recibiendo imágenes de la 
pantalla, pero sin los filtros conscientes que las 
integran racionalmente. 
O sea, la TV pasa al inconsciente sin un procesa-
miento lógico, lo que explicaría por qué los niños 
tienen dificultad en recordar lo que acaban de ver. 
Gran parte de lo "aprendido" frente a la pantalla 
pasó al interior sin haber sido digerido por la razón 
ni estar disponible para ser utilizado, fenómeno que 
se acentúa por el carácter emotivo de los programas. 
Su efecto embotador ha sido comparado al de 
una droga. 15 Sirve de barbitúrico para blanquear la 
mente y olvidar los problemas. Si observamos las 
caras de la gente mirando tele, apreciamos o una 
i'i Ver: Emery, F. & Emery: M. Hope within walls. Centre 
for Continuing Education, Canberra, 1973. 
'-̂ M. Winn: The Plug-In Drug. Viking Press, NY, 1977. 
38 
expresión perdida en la distancia y que no varía con 
las alternativas del programa. Si en pantalla aman, 
matan o empatan, muchos siguen inalterables, ab-
sortos. Más aún, cuando concluye el programa 
muchos siguen igual y demoran en reaccionar. 
Mientras en el cine la gente se ríe por sí sola en las 
secuencias cómicas, en televisión es necesario in-
sertarle risas grabadas, "reír al televidente", para 
que tenga la sensación cié haber reído. 
Todo esto indica que no es una tecnología neutra. 
Mientras la lectura tiende a despertar, la televisión 
por sí sola adormece el espíritu. 
A la generación que desarrolló sus facultades 
mentales antes de la televisión, es posible que esto 
no les afecte mayormente, pero hay" indicios de 
efectos bastante profundos en quienes empiezan a 
estructurar su mente a la luz de la pímtalla. 
Igualmente, su efecto es menor en países 
avanzados, donde hay sólida educación píiblica 
basada en la lectura. Una educación formal enrique-
cedora ha de aminorar los efectos mentales de esta 
tecnología. Primero, por el simple expediente de 
que se le destina menos tiempo y luego debido a los 
elementos de crítica de que dispone el niño. 
Pero en Latinoamérica, en vez de dar programas 
que aminoren sus efectos nocivos, se le entrega a 
quienes idiotizan a las masas. 
39 
¿SABÍAS QUE...? 
• De 103 millones de niños que hacia 1999 no iban a 
escuela alguna, se llegó a 75 millones en 2006. 
• El país que más invierte en educación es Estados 
Unidos ($37.500 dólares por estudiante) seguido por 
Gran Bretaña ($29.600), Erancia y Japón. 
• En cosas militares (ejércitos, bombas, buques de 
guerra, aviones, uniformes, balas, etc.) los gobiernos 
del mundo gastan $1.158 trillones de dólares al año. 
• El país que más gasta en su máquina de guerra es 
Estados Unidos ($ 540,7 trillones) seguido por Gran 
Bretaña $ 58,400 millones, Francia $ 53.100 y China. 
• Brasil en el lugar 12 ($ 25.397 millones de dólares) 
gasta cinco veces más que Chile ($ 5.193) en el lugar 
29, entre Corea del Norte e Indonesia. 
• Aunque el tráfico de armas bajó 15% entre 2003 y 
2007, Estados Unidos es el principal exportador de 
pertrechos militares y policiales, seguido por Rusia, 
Alemania, Francia y Gran Bretaña. 
• Entre los importadores de armas, Venezuela saltó 
del lugar 56 en 1998-2002 al 24 en 2003-2007. El 92% 
de su flamante arsenal se lo compra a Rusia. 
Fuentes: UNESCO, Stockholm International Peace Re-
search Institute. Cifras anuales, sin contar lo policial. 
40 
Capítulo 111 
LOS IMPERATIVOS ECONÓMICOS 
Aparte de los condicionantes tecnológicos de la te-
levisión, para entender la peculiar cultura que en-
gendra, es necesario apreciar las fuerzas económicas 
que determinan sus contenidos. Para eso, lo primero 
es aclarar sus tres mayores falacias: 
Falacia primera: La televisión es barata. Prueba 
de ello es que por comprar el diario, ver una pelí-
cula o adquirir un libro, debo pagar; en cambio 
mirar tele me sale gratis. Esto, porque no requiere 
imprentas, papel, salas de cine ni librerías. 
Falacia segunda: Uno paga por la televisión sólo 
el aparato receptor y un leve gasto de electricidad. 
Falacia tercera: Los canales de televisión, su 
personal y sus programas los costean los avisadores, 
las universidades o el Fisco. Uno como simple 
ciudadano nada paga de eso. Por lo tanto, uno a lo 
sumo tiene derecho a voto negativo, vale decir a 
apagar el televisor si se siente defraudado. A caballo 
regalado no se le miran los dientes, es la idea. 
Ahora bien, si comparamos los costos de 
impresión gráfica con los de transmisión televisiva, 
observamos que cualc]uier institución y persona de 
ingresos medios tiene a su alcance imprimirun 
libro, folleto o volante. En cambio muy pocos tienen 
41 
posibilidades de valerse de la televisitín para 
comunicar porque apenas 30 segundos en horario 
punta pueden costar lo que vale un auto chico 
nuevo. Eso equivale al valor de imprimir una 
edición de 5.000 ejemplares de un libro de 200 
páginas, costura a hilo y en buen papel. 
Esto ocurre porque la televisión, si bien no 
requiere imprentas ni celulosa, requiere toda la 
parafernalia del séptimo arte, léase actores, cámaras 
de alta tecnología, focos especiales, unidades de 
edición, equipos de sonido y estudios de filmación. 
Una excepción son las transmisiones en directo 
de eventos deportivos, paradas militares u actos de 
propaganda gubernamental, donde la actuación y 
escenografía está dada por el evento mismo. Ahí es 
cuestión de llevar las cámaras y transmitir sin 
necesidad de grabar en el film ni de editar. Sin 
embargo, esto no siempre es tan barato porque el 
derecho a televisar goles también debe pagarse. 
El grueso de la programación son producciones 
donde es necesario fabricar desde el libreto hasta la 
escenografía. Aunque hay ciertas diferencias 
técnicas, desde el punto de vista económico la 
producción para televisión es similar a la del cine, 
pudiendo ir desde la cebollenta telenovela con un 
par de actores siempre en el mismo escenario y que 
puede costar unos dos mil dólares el capítulo, hasta 
la superproducción con legiones romanas a caballo, 
batallas navales y estrellas de a millones la hora. 
¿Cómo, entonces, se explica que no cobren por 
42 
ver tele? Muy simple: antes de la TV satelital (Direct 
TV, Sky, etc.) que conlleva un decodificador que 
otorga acceso a la señal a cambio de dinero o de la 
transmisión por cable, cuya señal también se 
restringe al abonado, no había cómo hacer con la 
tele lo de las autopistas concesionadas, esto es darle 
servicio únicamente a quien pague. 
Era una señal abierta, comc^ el camino público y 
la raditi, de libre acceso para ricos y pobres. Así 
como no hay manera de cobrarle a quien ande por 
la calle o escuche tal o cual programa de radio, en la 
televisión abierta se emite una señal que la agarra 
quien quiera por el rato que se le antoje. 
En cambio la industria del cine se basa en una 
limitación técnica frente a Ja televisión: para ver una 
película es necesario concurrir a una sala especial. 
Ahí cobran lo que quieran por exhibir producciones 
del séptimo arte. 
Por este motivo la televisión primero recurre al 
expediente de considerarse servicio de utilidad 
pública digno de ser financiado por el Estado. Pero 
al seguir aumentando sus costos y cobertura, se 
descubre la fórmula mágica de intercalar avisos de 
objetos de consumo suntuario (perfumes, mails) y 
cobrar por ello. Si los diarios lo hacen, ¿por qué no 
iba a hacerlo la televisión? 
A primera vista es la misma idea, pero al 
distinguir lo propio de cada medio se capta el 
diferente significado de una similar idea aplicada a 
diferentes técnicas de difusión. En un caso el aviso 
43 
va claramente diferenciado -en ciiagramación y 
redacción- del contenido editorial; el lector puede 
leer una crónica entera sin interrupciones, y los 
avisos se le presentan como una sugerencia lateral, 
pero no se le impone dentro y encima de la lectura. 
En la prensa escrita, está diferenciado el aviso 
comercial del contenido editorial, y no se tolera 
intercalar propaganda en un artículo. Sin embargo, 
es habitual que animadores de televisión lo hagan. 
Es como si destinasen parrafadas a Falabclla. Au-
mentarían los ingresos de los plumarios, pero... 
En la televisión, en cambio, el chicle Dos cu Uno 
aparece de golpe en medio de la obra. Esto ocurre 
cuando la mente -debido al efecto cuasi hipnótico 
cié la pantalla- está abierta a estimulación no cons-
ciente. Para seguir uno la comedia, debe interiorizar 
el mensaje pubHcitario completo y a mayor volu-
men. No es, pues, una sugerencia, sino una violenta 
irrupción en medio del contenido. 
El mínimo de respeto para el televidente exi^e no inte-
rrumpir el lulo del desarrollo de un acontecimiento. Por 
eso, algunos países han establecido momentos definidos 
para transmitir avisos; por ejemplo, los cinco primeros 
minutos de la hora. De esta manera, cada persona sabe 
cuando viene la propaganda y si tiene interés, la ve.^^' 
1" Mardones, Negme, Riesco, y Valencia: bifonnc del 
Instituto de Chile para estudiar el papel de ¡a televisión en ¡a 
promoción de ¡a cultura nacional. Santiago, 1980. 
44 
El resultado de este cautiverio es una fuerte 
penetración del aviso comercial de televisión en el 
comportamiento humano. 
Su capacidad de implantar gustos y de alterar 
mentalidades la hace un importante instrumento de 
negocios, pues muchas industrias ni existirían de no 
contar con la tele. Asimismo, de no cacarearlos a 
colores, ni sabríamos de mucho político. 
La meta del programa es el comercial que lo 
corta 
Para apreciar las consecuencias de este sistema de 
financiamiento, conviene detenerse en su lógica. Es 
la siguiente: el canal transmite programas -^ gente 
se siente atraída por dichos programas y los mira —> 
al mirarlos, el canal controla una audiencia cautiva 
—> el canal vende la posibiliciad de irrumpir ante esa 
audiencia —»• empresas compran dicha posibilidad 
para sus propios intereses -^ establecen "contactos" 
con la audiencia diseñados especialmente para 
inducirla a consumir determinado producto -^ el 
costo de cucho "contacto" se carga al precio del 
producto -^ la audiencia reacciona ante el estímulo 
consumiendo el producto anunciado pero en 
cantidades tales que las utilidades de la empresa 
superan la inversión -^ así el canal recibe dinero 
para transmitir programas que cautiven audiencias. 
Por lo tanto la programación es sólo la carnada 
para atraer el anzuelo del aviso comercial. 
45 
Así ha llegado a estructurarse un mecanismo 
circular que gira en torno a un eje crítico: la sintonía 
o magnitud de esa audiencia ante la pantalla. 
Es crucial porque determina cuánto se le puede 
cobrar al avisador; a más sintonía, más billullo. 
En Latinoamérica la televisión se encuentra 
arrinconada entre gobiernos que la emplean para 
hacerse propaganda y empresas que la emplean 
para promover sus productos. En esa coyuntura 
queda poco espacio para finalidades enaltecedoras, 
y en lugar de servir para comunicar c integrar al país..., 
afirmar valores nacionales, culturales y morales, como 
dice la ley, se convierte en brazo propagandístico 
del poder político y en garra del económico. La 
instauración del autofinanciamiento, que impone el 
modelo neo liberal de economía, es la manera de 
supeditar este instrumento cultural a los intereses 
de las grandes empresas a nivel global. 
En tales circunstancias, los canales deben pri-
mero circunscribirse al marco del show evasivo, 
donde no hay más problemas que los íntimos pro-
pios de las canciones de amor (nada de cuestiones 
sociales u económicas) ni más interpretación de la 
realidad que la ideología oficial. Simultáneamente, 
se ven obligados a maximizar sus ventas buscando 
la mayor sintonía al menor costo lo que necesaria-
mente lleva a llenar la pantalla con sobras de la 
industria estadounidense. 
Es así como en Chile, por ejemplo, el año 1979 los 
canales vendieron avisos por valor de 68 millones 
46 
400 mil dólares y el año siguiente, dicha venta 
alcanzó a 127 millones 400 mil dólares.^^ O sea, vía 
publicidad los chilenos anualmente pagamos a la 
televisión el equivalente a una siderúrgica como 
Huachipato, a unas mil escuelas instaladas o a diez 
mil viviendas medianas. Es lo suficiente para tener 
televisión digna de la inteligencia, sin embargo por 
ese precio recibimos la mediocridad programada. 
Ahora bien, la concentración del poder econó-
mico en mega consorcios y cadenas, hace que la 
publicidad se apiñe en un par de grandes canales 
capaces de armar mucho barullo que concita mayor 
sintonía y por ende, publicidad. 
Se impone así la dictaciurade las mayorías, ré-
gimen de inspiración nazi en que se viola el 
precepto btísico de una democracia que es respetar 
las minorías. Dicho en términos de la industria tele-
visiva una sintonía, o rating como le dicen los ama-
nerados, de cios o tres por ciento no les interesa para 
nada. ¡Fuera con ese programa! De 15% para arriba 
o muerte, es la consigna. 
No cuenta en ese esquema que ese dos o tres por 
ciento sea medio millón o más de televidentes. 
Encima, la sintonía es tal en la medida en que se 
refleja en encuestas de dudosa conflabilidad. 
Se trata entonces, de un medio de comunicación 
'̂ Valerio Fuenzalida: Estudios sobre la teleinsión clnlcna, 
Corporación de Promoción Universitaria, Santiago 1981. 
47 
caro y concentrado, cuyo sistema de financiamiento 
lo pone al servicio de quien lucra de él, no de quien 
lo sigue y necesita. Es el caso del Transantiago, la 
educación pública, la construcción de viviendas 
sociales, la municipalidad y demás organizaciones, 
incluyendo el gobierno dictatorial, supuestamente 
destinadas a brindar bienestar. Prestan todas pési-
mos servicios a causa de la misma falla, que es no 
darle la razón cjue siempre tiene el cliente. 
Así coino la democracia es la forma menos mala 
de gobierno, la votación popular de preferencias 
culturales, sea en libros, música o teatro, sigue 
siendo mejor que la mano negra del censor o la 
chequera dorada del auspiciador. 
Dado que la codiciada torta publicitaria proviene 
de recargos a bienes cié consumo, en definitiva la 
paga cada miembro de la comunidad nacional. Pero 
ésta, en la práctica, no tiene cómo hacer valer su 
sentir. Su opinión negativa no interesa, y si alguien 
se da el trabajo de recogerla, suelen olímpicamente 
los canales sobrepasarla. Por ejemplo, la encuesta 
mensual de sintonía realizada por la Escuela de 
Administración cié la Universidad Católica revela 
que el porcentaje de informantes que consideró que 
los avisos comerciales eran demasiados fluctúa entre 
65.2% en febrero a 100% en abril. 
Igual, siguieron las tandas. 
Asimismo, las sugerencias para cada uno de los 
canales es mayor número de programas culturales y 
educacionales. Para TVN, el canal de todos los chi-
48 
leños, el 46.3% pidió más cultura, seguido del 17.1% 
que sugirió más programas musicales. Pero nada 
cambia ante la tiranía del dinero. 
La misma encuesta que usan los canales para 
medir sintonía y negociar con los avisadores, no se 
emplea para atender la demanda de la ciudadanía. 
Esto ocurre porque el cliente de la televisión no 
es el público que la ve, sino la empresa que paga 
avisos. Aunque esos millones de dólares para la te-
levisión vengan en última instancia del público, su 
control está en manos de quienes se valen de ese 
invento para promocionar mercancías. 
En consecuencia, mientras perdure tal sistema, el 
afán de lucro gravitará en forma decisiva sobre los 
contenidos de televisión. A pesar de las estructuras 
formales, de los consejos nacionales y de las buenas 
intenciones, su mecanismo de financiamiento hace 
primar la ley de oro: el que pone el oro hace la ley. 
Madre, yo al oro me humillo; 
él es mi amante y mi amado, 
pues de puro enamorado, 
de continuo anda amarillo;^^ 
Por este camino llegamos a que cuando se da una 
obra de magnífico nivel cultural, como Yo, Claudio, 
sobre el imperio romano, su presentación sea una 
verdadera tanda comercial interrumpida por gajos 
de arte dramático. Cada diez minutos reventaba la 
'" Francisco de Quevedo: Letrilla Satírica, N° 142. 
49 
publicidad, sin consideración alguna a las palabras 
de Caligula, a las intrigas de Mesalina, ni al buen 
gusto. Por eso, en torno a la sintonía queda una 
duda de fondo. ¿Cuándo la gente mira un programa 
banal es porque lo considera bueno o es porque se 
conforma con lo que hay? 
El hecho de que tantos, al volver agotacfos de su 
trabajo, prendan el televisor es más un indicador de 
las esperanzas cifradas en dicho medio, que uno de 
satisfacción con la oferta ciel día. 
50 
Capítulo IV 
LOS CONDICIONANTES DE LA 
PROGRAMACIÓN 
Tanto la tecnología de la televisión como los impe-
rativos económicos a que está sometida encajonan 
su programación en una empalizada. Cual bestia en 
el corral, corcovea para quedar siempre donde 
mismo. Los límites del ruedo en que se mueve son: 
Tendencia oligárquica. Los programas los híJcen 
casi exclusivamente funcionarios de los organismos 
que han monopolizado este novel medio, situación 
comparable a que los libros fueran escritos sólo por 
quienes trabajan en una alguna imprenta, sin dejar a 
nadie más aportar a la creación literaria. ¡Qué fome 
es el cumpleaños cionde unos cuántos matones se 
reparten entre ellos la torta! 
Al dejar fuera de la gestión programática al 
ingenio juvenil, a la chispa campesina o al hombre 
aparentemente común, es el país entero que pierde. 
Quedan soterradas las vetas de creatividad que 
laten bajo la superficie. Los cara pálida de siempre, 
se acaparan el espacio televisivo -la gran fiesta-
donde podríamos conocernos todos. 
Tendencia consumista. Sus contenidos han de 
exaltar las actitudes y formas de vida propias de la 
sociedad de consumo: nuevos productos, ricos 
felices, lindos destinos turísticos. Si estuviera 
51 
centrada en alfabetizar o exaltar la espiritualidad, el 
medio tendría el escaso interés publicitario del 
pupitre o del pulpito. ¿Qué sentido tendría un 
comercial de whisky seguido de un programa sobre 
los estragos del alcoholismo? ¿Podría un programa 
sobre el cáncer pulmonar en los fumaciores ser 
auspiciado por la Cotiipañín Chüena de Tabacos? 
Por eso, a medida c]ue los valores sociales 
difundidos por la programación coinciden con los 
de mensajes publicitarios, su efecto manipulador 
aumenta. Avisos y programas tienden, pues, a 
aunarse en una misma filosofía de vida. Los 
imperativos económicos presionan hacia una 
programación extranjerizante, tanto en sus formas 
lingüísticas como en su contenido ideológico. Para 
que los símbolos claves ofertados por la publicidad 
pasen a desempeñar roles centrales en la existencia, 
se comienza a distorsionar la noción de familia, de 
valores existenciales y de identidad nacional. 
Si de vender se trata, no han de aparecer 
referencias negativas a la ingesta de alcohol, la 
droga más consumida y dañina del mundo. Al 
contrario, en boca de un eminente cardiólogo del 
hospital clínico de la Universidad Católica, nos da la 
noticia, que resultó infundatfa, de que el vino tinto, 
el vulgar tintolio del cureque, disminuye el riesgo 
efe infarto al miocardio. Regocijo para los viñateros, 
quienes se abalanzaron a pagar lo tjue fuera por 
lavar su perfil de traficantes de droga embotellada. 
En lugar de valorar cosas simples como el mote 
52 
con huesillos o la yerba mate, el medio afirma que el 
amor es jabón Le Sancy; la amistad, cerveza morena 
y lo máximo, un Renault Fuego. 
Tendencia a la violencia. Debe haber constante 
movimiento y por tener la tele un extraño sentido 
del tiempo (medio minuto se hace una hora y una 
hora, eterna) la velocidad de animación es muy alta. 
Lo inmóvil -la blanca montaña, el aromático bosque 
o la solemne escultura de piedra- sencillamente no 
resulta y para televisarlo debe imprimírsele artifi-
cialmente movimiento. Por eso, obvia todo cuanto 
sea por encima inmóvil, como el raciocinio, la me-
ditación o el amor de alma, para suplantarlo por lo 
que conlleve acción visible, como deporte, crimen y 
sexo. Esta tendencia lleva a la máxima forma de 
acción que es la violencia, ingrediente capital hasta 
de los dibujos animados para niños. 
Tendencia a la fragmentación. Los encuadres 
amplios, posibles en el cine, pierden definición en 
televisión. El ángulo visual del hombre, de 180°, le 
permite formarse una idea global de la realidad 
frente suyo. También la continuiciad del cine le 
permite seguir el desarrollo dramático de una 
situación a un ritmo afín con el de su mente. 
En televisión, en cambio, el ángulo visuales muy 
estrecho, ocupando sólo una porción del campo fo-
cal. Como al abarcar un panorama amplio pierde 
definición (se empasta) debe recurrirse al encuadre 
reducido: el primer plano del rostro u otro detalle. 
Son siempre enfoques sin perspectiva de conjunto. 
53 
Las imágenes fragmentadas, para peor cortadas 
por las consabidas interrupciones comerciales, no 
dejan ir al fondo de las cosas, situación comparable 
a la literatura si sólo existiese el cuento corto, no la 
novela. Hay temas, desarrollos dramáticos e inda-
gaciones profundas del alma, que sencillamente no 
caben en formatos breves, motivo por el cual existe 
el libro, la enciclopedia y el diccionario. En el meciio 
audio visual, en cambio, no hciy su equivalente para 
ahondar un tema. Así la mente se fragmenta en gran 
cantidad de elementos desconectados que buscan 
una integración, dejando esa sensacicín de vacío t|ue 
caracteriza al hombre moderno. 
Tendencia a la superficialidad. La presión de la 
sintonía obliga a orientarse hacia la masa en su 
punto más fácil cié equilibrio: lo liviano. Todo lo c|ue 
implique ejercitar la inteligencia tiende a descartarse 
por elitista. Sobre esto volveremos. 
Tendencia a suplantar la realidad. Hasta aquí 
nos hemos refericfo a la televisión como un medio 
de comunicación, llegando a compararla con otros. 
Ahora bien, un medio -sea de comunicación o de 
transporte- traslada algo sin alterar su naturaleza. 
La imprenta, entonces, comunica vivencias Uterarias 
que van más allá de los signéis o del papel empleado 
y la radio transmite canciones sin alterarlas. Salvo 
escasos intentos de hacer arte con tipografía y mú-
sica con computador, no se pretende c|ue cuchos 
medios artificiales sustituyan la realidad. 
54 
Sin embargo, en el caso de la televisión, estamos 
ante otra cosa. Si sopesamos lo recién señalado so-
bre la mecánica mental de su tecnología se aprecia 
que esa representación electrónica de la realidad 
tiende a constituirse en la realidad propiamente tal, 
y en mucos casos de mayor impacto persuasivo que 
las percepciones directas cié nuestros sentidos. 
La primera vez que observamos este fenómeno 
fue durante Semana Santa en Sevilla. Por una 
estrecha calle avanza la Cofradía de los Gitanos, sus 
miembros encapuchados van cubiertos con el 
vistoso hábito moracio. Unos cuarenta costaíeros 
cargan el pesado paso, una especie de altar con 
estatuas de la Virgen y de Cristo en tamaño natural. 
Al fondo de la calle hay un camión estorbando el 
paso. Se produce tal apretazón de gentes que es 
necesario refugiarse en el zaguán cié una casa y ahí, 
entre los visillos, se alcanza a divisar a una dama de 
negro en el salón. Está mirando tele y en la pantalla 
aparece nacia menos que la Cofraciía de los Gitanos, 
la misma que en esos instantes desfila frente a su 
casa. El camión que estorbaba a media cuadra era 
nada menos que el de la tele española (TVE). 
¿Por qué esa dama de negro en Sevilla, en lugar 
de asomarse al balcón a ver la procesión, prefiere 
verla en televisión? Descartada la flojera como 
motivo de su actuar (tiene la procesión tan a mano 
como el televisor) queda una causa más profunda, 
observable también en teleadictos criollos: es más 
convincente la representación de la realidad en 
55 
pantalla, que la percepción directa de esa realidad. 
La procesión se ve más "clarita" en pantalla que 
desfilando de verdad, la telenovela parece más real 
que el drama vivido en nuestra familia y conocemos 
mejor la cara del animador que la propia. 
Figuras de la tele suelen quedar encasilladas por 
la imagen que proyectan en pantalla. Si alguien 
actúa de bobo en un teatro, en cuanto se baja del 
escenario sus amigos olvidan el papel que 
representaba y vuelven a tratarlo como persona 
real. Pero si dicho actor actúa de bobo en la 
televisión, será tal la penetración mental efe su 
imagen en pantalla que tencferán a verlo como bobo 
para siempre. Nissim Sharim, por ejemplo, un actor 
que ha representado magistralmente los más 
variados papeles, ha quedado marcado por su 
actuación en un comercial de banco y cuando está 
actuando en teatro, igual la gente lo ve como el 
protagonista del cómprate un auto Perico. 
Del mismo modo, un producto que se muestra 
atractivo en televisión, lo consicferamos atractivo 
aun cuando nuestra idea anterior de él, derivada de 
cómo lo percibimos directamente, nos incficara no 
ser de nuestro gusto. 
Si probamos un determinado brebaje negro, 
seguramente lo encontramos malo, o por lo menos 
inferior a una limonada natural. Pero si nos 
muestran jóvenes alegres deleitándose con la Coca-
Cola y volvemos a probar el mentado brebaje, lo 
encontramos rico. 
56 
Nuestros sentidos están, pues, reaccionando más 
a la información electrónica que a la percibida de 
manera directa en terreno. 
Las consecuencias de esto son aún insondables. 
Basta considerar que durante miles de años, la 
especie humana ha sido condicionada a considerar 
la percepción visual de un hecho como la prueba 
definitiva de su existencia. Podrá haber olor a león y 
escucharse rugidos, pero lo que nos convence de su 
proximidad es verlo con nuestros propios ojos. 
En cambio en televisión vemos cosas que no 
están ahí, que nunca estuvieron ahí, que no st^n 
verdaderas y que son procesadas a gusto por otros. 
Ante los ojos aparecen hechos de lugares remotos y 
tiempos ciistantes. El ritmo natural de un evento se 
interrumpe, abrevia o acelera hasta que aparezcan 
como reales hechos que jamás ocurrieron. Pero 
estamos tan acostumbracios al "ver para creer" que 
esa percepción ocular termina siendo el epíteto de 
realidad, sobre todo a niveles bajos de conciencia. 
Aliom con los medios electrónicos nuestros sentidos 
han sido alejados otro paso de su fuente. Pueden alterar 
las imágenes que vemos. Las enmarcan, desprenden de su 
contexto, editan, recrean e interrumpen con otras 
imágenes. Llegan de distintos lugares del mundo donde 
no estamos. Más aún, muchas imágenes son dusorias. Lo 
que estamos viendo no ocurrió jamás. O sea ocurrieron, 
pero sólo la actuación ocurrió, el hecho no.^^ 
'"̂ Manden op. cit. 
57 
Por eso cuando pasan teleseries como El Dr. 
Marcus Welhy, que es una parodia sobre un doctor 
imaginario, le llegan al actor que lo encarna, Robert 
Young, 15.000 correos consultando asuntos médicos 
personales. La gente lo ve como médico de verdad, 
a igual que el niño cree que Ultranián es cié verdad. 
ídenrv con las telenovelas. Esas representaciones 
ficticias son vistas en un estado de pasiviciad mental 
y de cercanía al protagonista en que jamás se han 
presenciado acontecimientos de tal intimidad. Se 
llega a creer, entonces, que así es la vida. Por eso, las 
fabricaciones pasan a ser el modelo que se tiene cié 
relaciones interpersonales por lo que constituyen las 
pautas de conducta a seguir. 
Se torna difusa la distinción entre lo real y lo 
ficticio. Tampoco se distingue entre el medio y el 
contenido. Los sentidos se han alejacio de su fuente, 
pero debido a la penetración sicológica de la imagen 
visual, el mensaje en pantalla comienza a absorberse 
como realidad. Un medio para comunicar cultura 
comienza, entonces, a convertirse en una cultura. En 
lugar de ser la televisión el reflejo de la sociedad, 
será la sociedaci el reflejo de la televisión. 
58 
Capítulo V 
EL CONTEXTO SOCIAL DONDE SE 
ORIGINA LO HUACHACA 
La migración del campo a la ciudad 
Cuando aparece esta maravilla electrónica, junto a 
la dinámica cultural esbozada en el primer capítulo, 
está en pleno proceso la urbanización del país. 
En realidad, la emigración masiva a la ciudad 
empieza mucho antes con la insensata desarticula-
ción de la vida rural, en particular del villorrio o 
poblado a escala humana, que se le deja morir sin 
dotarlo de servicios mínimos como agua potable, 
escuela buena y policlínica. En vez de ser reservorio 
de buenas costumbres y célula viviente de la nación, 
se le abandona por las luces de la ciudad. 
Debido a que lo más visible deFrancia es París y 
no la comunidad local en la cual se sustenta dicha 
nacitin, la elite criolla concentra su acción civiliza-
dora en la ciudad. Copia las brillantes instituciones 
que afloran en capitales europeas -Rc:)ma, Londres, 
etc.- pero sin calcar la evolución del país interior 
sobre las cuales se basan. Pretenden industrializar el 
país antes de tener asentada la base real del pro-
greso cjue es la agricultura, o sea la alimentación. 
Fundan por doquier vistosas universidades sin 
antes haber completado la tarea fundamental de 
59 
br indar a todos buena educación primaria. Soslayan 
así el laburo de hacer los cimientos culturales del 
desarrollo. 
De este modo, el principal resul tado del proceso 
civilizador no es tanto la educación del pueblo al 
cual supues tamente va ciirigido, sino la propagación 
de la clase media culta encargada de llevarla a cabo. 
La mayor par te de la creacitín intelectual lat inoame-
ricana proviene, precisamente, de esta clase media 
vinculada al sistema educacional. 
Debido a la función decisiva de la palabra escrita 
en la cultura occidental, podemos considerar el 
hábito de lectura como un inciicador del nivel de in-
tegración a dicha cultura. Una reciente investigación 
al respecto indica, justamente, que leen libros sólo 
los profesc:)res secundarios, los estuciiantes universi-
tarios y los profesionales, s iendo casi nula la capaci-
dad cié la educación básica y media por sí solas de 
formar tal hábito.2" O sea, e¡ sistema educacional 
sólo logra educar a los educadores . 
Entretanto el país interior -el campo, los pobres -
le interesa a la aristocracia sólo en cuánto fuente de 
dinero y de servidumbre . La hacienda no irradia 
prácticas democráticas. Arrebata a las comuniclades 
sus mejores tierras y a bajo precio extrae sus más 
dulces frutos. 
2" Universidad Católica de Chile: La Situación del Libro en 
Chile. DIBAM, Santiago, 1980. 
60 
Los productos de la ciudad, como arados y 
abogados, suben incesantemente de precio en rela-
ción a los del campo, desde el trigo a la papa. Por su 
parte. Ja inversión pública -hospitales, colegios- se 
concentra en la capital, creando así una atracción 
fatal hacia los tacos. 
Es tan aplastante la explotación que hace la urbe 
del campo que la vida rural empieza a perecer y a 
sus sobrevivientes sólo les queda rendirse ante el 
poderío de la metrópoli. Primero es la aristocracia 
terrateniente que se va a vivir a la ciudad, luego sus 
hijos se tornan políticos o banqueros y más tarde los 
de abajo también parten. 
Diariamente miles de personas abandonan su 
imposible condición de castigo en el campo para 
emigrar a la ciudad. (A Lima solamente llegan 200 
personas diarias a instalarse de por vida). Este pro-
ceso galopante de urbanización implica que miles y 
miles van arrancando sus raíces culturales de donde 
las tenían asentadas por siglos. 
Ahora bien, la migración rural-urbana es más 
que un cambio de domicilio, es ser desterrado de su 
propia cultura para ser lanzado a los márgenes del 
frío mundo de la moderniciad. Y sin que dicho tras-
plante se efectúe con mecanismos de socialización 
que faciliten una integración armónica. En Australia 
por ejemplo, a los inniigrantes españoles o rusos 
que llegan, a pesar de pertenecer a la misma cultura 
occidental de Australia, los someten a un elaborado 
proceso de adaptación, debiendo el adulto asistir a 
61 
cursos de inglés hechos con el método situacional 
que, en el fondo, es un método de incorporar a 
alguien a la mentalidad australiana. El niño, por su 
parte, en cuanto llega empieza a asistir a escuelas 
públicas de alto nivel y al poco tiempo es probable 
c[ue ni siquiera hable el idioma de su casa, tan fuerte 
es la educación que recibe. Es lo mismo con el 
famoso crisol o melting pot de culturas que es 
Estacios Unidos: en el public scliool funden todo, 
desde prejuicios raciales hasta taras ancestrales. 
La insuficiencia de la campaña civilizadora 
Acá, en cambio, ante el desajuste que es pasar desde 
una cultura a otra, virtual salto con garrocha sobre 
el muro del hambre, nadie pone colchonetas para 
amortiguar la caícla. La campaña civilizadora, de 
cara a la avalancha migratoria y demográfica, no es 
capaz de ofrecer suficiente educación al pueblo. Los 
programas asistenciales -paliativos de emergencia-
se diluyen cual sal en el mar a medida que se alejan 
del centro. Al llegar a la población marginal los 
elevados principios pedagógicos que han de animar 
la educación pública son apenas un galponcito 
sobre el tierral, donde una heroica maestra espanta 
las moscas mientras trata que la cincuentena de 
niños de su curso aprendan un día a escribir ma-
má. 
"...la prevalecía de la desnutrición de grados 11 y 111 en 
muestras de menores de 5 años en el decenio 1965-75 ha 
62 
tenido un aumento importante, tantP en ¡as tasas que 
suben de 24.9% a 32.9%, como en (¡ número total de 
desnutridos estimados, que suben de 668.000 en J965 a 
1.114.000 en 1975; vale decir, un auniento de 66.87o con 
446.000 niños desnutridos más que atc'nder.-^ 
Por lo tanto, en América Latina la desnutrición 
por sí sola, debido a su efecto en e'l aprendizaje y a 
sus consecuencias en el posterior cuociente de 
inteligencia, inhibe la racionalidad. A lo anterior 
súmese un sistema educacional incapaz de asimilar 
debidamente a las cant idades cada vez mayores de 
niños en ciemanda de aprender . Pdi" cada cien niños 
en edad escolar, hay st^lo uno en la educación 
superior o universitaria. 
Suponiendo, con bastante generosidad, que el 
sólo hecho de llegar a la educación universitaria 
signifique acceder a un nivel edu¿acional d igno de 
la cultura occidental, tendr íamos que los jóvenes 
1% de la población, desequilibrio que debido al 
crecimiento demográfico no estaría var iando para 
mejor. 
El reducido n ú m e r o de personas educadas a un 
nivel de país asiático o europeo, junto a lo señalado 
respecto al hábi to de leer libros, da una idea de cuan 
delgada es la capa de barniz civilizado. 
'̂ UNICEF: Situación de la infancia en América Latina y El 
Caribe. Oficina Regional para las Americas, 1979. 
63 
La elevación cultural, la universidad, los asuntos 
religiosos y sobre todo la educación, fueron temas 
básicos de la república, l legando un profesor de 
castellano que planteaba que gobernar es educar, ser 
elegido presidente22. Luego el tema económico, 
como si la plata fuera lo único que cuenta, desplaza 
esa visión humanis ta de país. Que la economía, la 
delincuencia o la seguridad, como si pudiera haber 
prosper idad en una sociedad de ignorantes. 
El estrato de mayores holgura económica se salva 
de la gradual decadencia de la educación pública 
colocando a sus retoños en colegios particulares, 
pero la mayoría queda sometida a escuelas públicas 
de bajísimo nivel que consti tuyen para el niño expe-
riencias repetit ivas m u y poco est imulantes o a liceos 
que se van empobreciendo junto con un inexorable 
aumen to de la matrícula hasta llegar a la doble jor-
nada , que en real idad es media educación porque 
reduce a la mitad la formación del niño. 
El proceso civilizador queda, entonces, sin sufi-
ciente energía para asimilar a los nuevos contin-
gentes arr ibados a la c iudad en cant idades cada vez 
mayores . Deja la gran masa a medio camino, des-
arraigada de su cultura originaria y sin integrar 
adecuadamente a la alta cultura. 
22 Don Pedro Aguirre Cerda (1879-1941) quien a pesar de 
las intrigas políticas, del terremoto de Chillan (1939) y de 
la Segunda Guerra Mundial, aumentó las escuelas prima-
rias de 110.000 en 1938 a 616.000 en 1941, cuando murió. 
64 
Del siútico al huachaca 
En un comienzo esto no es muy notorio, porque el 
adul to emigrado a la capital, como Jesús Sánchez en 
Ciudad de México, llega con su estructura mental 
establecida.23 Es básicamente u n campesino que en 
lugar de trabajar en la hacienda, lava platos en un 
restaurante. Del mismo modo^ los mapuches 
venidos a Santiago se reunían el domingo

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