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Pablo Huneeus LA CULTURA HUACHACA o EL APORTE DE LA TELEVISIÓN Junto con desenmascarar el impacto negativo de la tele, aquí denuncia las fuerzas culturales que condicionan la vida diaria. La moral, la política, la delincuencia, los gustos y el uso de la razón obedecen hoy a la pantalla. La obra va al fondo del tema; relaciona este invento con el ambiente social donde se aplica. Su autor, sociólogo y escritor chileno, conoce por dentro el medio, pues además de analizarlo, ha animado en pantalla programas de TV. Pablo Huneeus es uno de los escritores más leídos de Chile. Sus cerca de treinta libros destacan por su animoso estilo, su buen humor y sus nítidos cuadros de la vida real. Estudió sociología en la Universidad de Chile y obtuvo su doctorado de la Universidad de París (Sorbonne). Ha sido consultor de Naciones Unidas en Suiza, de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), y profesor de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Fue el director fundador del Servicio Nacional del Empleo (SENCE) y luego, como profesor titular de la Universidad Católica, dirigió el Instituto de Sociología. A menudo escribe en diarios y revistas de Chile, y artículos suyos suelen aparecer en The Economist de Londres, The Wall Street Journal de Estados Unidos y Literaturnaya Gazeta de Rusia. Figura seguido en la tele, y una vez tuvo su propio programa de conversación. Por su contribución a la literatura social, la Grand Valley State University de Michigan, Estados Unidos, le confirió en octubre de 1992 la Orden al Mérito. Pablo Huneeus LA CULTURA HUACHACA O EL APORTE DE LA TELEVISIÓN Editora Nueva Generación República de Chile Copyright © de Pablo Huneeus Cox Propiedad Intelectual N° 54.004 ISBN 956-226-014-3 Editora Nueva Generación. Fono (56 2) 218 39 74. www.pabIo.cl Portada: Niños leyendo, de Nicanor González Méndez, pintor chileno nacido en Talca, 1864. Casi toda su obra se perdió al incendiarse su taller. Murió en 1934. Primera edición: diciembre de 1981. Edición N" 39: agosto de 2008. Impreso en los talleres de Andros Ltda. Santa Elena 1955 Santiago de Chile. Hecho en Chile http://www.pabIo.cl Viviré est cogitare (Vivir es pensar) Marco Tulio Cicerón Roma, siglo T antes de Cristo CONTENIDO I.- La dinámica cultural al llegar la tele 9 II.- El impacto mental de la imagen 29 III.- Los imperativos económicos 41 IV.- Los condicionantes de la programación 51 V.- El contexto social de lo huachaca 59 VI.- Los siete componentes 71 VIL- El dios huachaca 99 VIII.- Lo huachaca en el país interior 117 IX.- La alta cultura en la tele 125 X.- Plan para desinfectar la televisión 143 XL- Los videojuegos ¿qué son? 147 XII.- Epílogo para emprendedores 155 Capítulo I LA DINÁMICA CULTURAL AL LLEGAR LA TELE \\\ televisor ha engendrado en Latinoamérica una nueva manera colectiva de ser: la cultura huachaca. Hs la criatura bastarda -huacha- del mercadeo y de la urbe, que se abre paso entre la racionalidad occidental y la tradición popular. Al comienzo p.irecía ser apenas un aire algo ramplón, un estilo i.irgado a lo superficial y una moda pasajera de .uluar al lote. Pero pronto levanta sus ídolos y adquiere su propio espacio en la sociedad hasta implantar una verdadera cultura. l'ara apreciar las consecuencias de este fenómeno U'iigase presente que cultura vendría a ser todo lo .iprendido por medio de la comunicación. Es el conjunto de comportamientos que uno asimila de la sociedad. Por lo tanto, incluye el lenguaje, las cos- tumbres, las normas morales, la ciencia, el arte, la religión e instituciones sociales como la familia, las leyes y el gobierno. O sea, cultura es toda acción que va más allá del instinto. Comer, por ejemplo, en sí mismo no es un lici'ho cultural, porque responde al instinto de alimentarse, pero la manera de hacerlo sí lo es, por- i|ue los utensilios, recetas y modales empleados corresponden a hábitos socialmente adquiridos. Un ser humano criado sin comunicación alguna con sus semejantes, como los niños-lobos del bosque, carece enteramente de cultura. Sólo lo mueve el instinto y al darle una gallina, reaccionará como cualquier animal carnívoro en estado salvaje. Le clavará sus dientes caninos en el cogote y a la usanza del lobo o del puma, le chupará la sangre tibia. Si queda con hambre, arrancará a dentelladas la pechuga de ave, sin desplumarla ni cocerla. Ante una mujer arremeterá para saciar su impulso sexual sin poesía ni proposición matrimonial, porque el galanteo y las instituciones, como el noviazgo y la familia, c]ue regulan la convivencia humana, son elementos culturales que asimilamos de otros Homo sapiens. La cazuela de ave, entonces, es obra de nuestra cultura, porque implica un complicado aprendizaje de técnicas de cocción, de recetas para combinar la papa y el cilantro, de saber usar la cuchara metálica y de modales para sentarse a una mesa a degustarla. Lo mismo el matrimonio, tanto el ceremonial para celebrarlo como las normas para regularlo depen- den de la cultura que se tenga. Al ser la cultura base espiritual de la conducta humana, lo que está en juego no es sólo la manera de cocinar una gallina o de redactar un contrato matrimonial; está en juego la manera de organizar la vida. La capacidad de conocerse a sí mismo, de entender la realidad, de cuidar el medio ambiente o de superar la adversidad, va todo en función del 10 I'squoma mental con que funcionemos. Y ése proviene directamente de lo aprendido, tanto en la i'iiiicación formal (escuela, universidad, etc.) como en los demás mecanismos de socialización (familia, Itarrio, Iglesia, radio, TV, diarios, libros, etc.). En palabras del sociólogo Sorokin: Ningún grupo l'iii'íie sobrevivir si dispone sólo de conjuntos de ideas ilógicas, inconsistentes o falaces. Si, por ejemplo, tal ;^nipo le atribuye a la vaca las características del león y Inita de lechar al león y de matar la vaca, si trata de miner lo incomible, si carece de nociones adecuadas para medir el tiempo y el espacio, si sus normas de conducta son contradictorias, si sus creencias mágicas y religiosas son falsas y equívocas, tal grupo no durará muchoJ Dos culturas en pugna Ahora bien, la confusión, inseguridad y pobreza en Latinoamérica arrancan de tener como base de la identidad dos culturas contrapuestas que llevan ilemasiado tiempo en pugna una contra otra: la occidental y la popular. Por encima tenemos la cultura del conquistador. }ls la civilización de la racionalidad técnica, militar y monetaria iniciada por la burguesía europea a partir del siglo X, cuando en los "burgos" (ciudades) libres de la potestad feudal se consolida una clase ' Pitirim Sorokin: Society, Culture and Personality. Cooper Square Publishers, Nueva York, 1962. 11 social que no es la nobleza de los hijos de papá ni el proletariado de "los que viven por sus manos".2 Valiéndose de su superioridad técnica -ciencia, profesiones, arte- desplaza al linaje como fuente de ascenso social y haciendo primar el dinero -banca, capital, industria- se impone sobre los asomados por privilegios de cuna. Rescata la idea del individuo como ser libre y, en consecuencia, dotado de derechos universales por el sólo hecho de existir. Plantea, entonces, como iciea central el ascenso ciel hombre por medio del conocimiento. El propio Carlos V, de Francia, apoyado por la burguesía que ya estaba hastiada de esa nobleza de caballeros armados e improductivos dedicados a costosos juegos de guerra, hacia el año 1368 organiza una biblioteca nacional en el palacio de El Louvre, hace traducir a Aristóteles y funda un sistema gratuito de educación pública. Cuando un señor feudal de armadura y coraza critica tales iniciativas, el rey Carlos responde con una frase que sigue resonando como principio orientador cié Occidente; Sólo prosperaráeste país en ¡a medida en que se respete el conocimiento. Pero en Latinoamérica tal civilización penetra no tanto por virtud de ideales humanistas superiores como por obra de técnicas militares de gran poder 2 J. Manrique (1440-1479) Copias por la Muerte de su Padre: "allí van los señoríos derechos a se acabar... y llegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos." 12 i lrstructivo con las cuales los españoles efectúan la conquista. Establecido el dominio sobre casi todo el continente, salvo el sur de Chile^, comienza u n .irduo proceso civilizador para implantar los demás V.llores e instituciones inherentes a dicha racionali- if.id, como el cristianismo, la propiedad inscrita, la motivación profana del trabajo (en las cul turas .indinas se trabaja nías por espíritu comunitar io que (ior dinero), la hacienda feudal, la tecnología mecá- nica, el consumo suntuario y, en fin, todo eso l lamado Civilización Occidental. Sin embargo, tal como se ha señalado en nues t ro estudio sobre la mental idad económica, la raciona- lidad occidental se asienta mejor en Norteamérica gracias a que los peregrinos ingleses encuent ran u n territorio prácticamente deshabi tado donde hacer sus vidas, sin las taras del viejo continente ni los condicionantes de alguna otra civilización a la cual adaptarse.* Nadie les trabaja, a nadie cristianizan. Las escasas tribus que encuentran no son guerreras y los colonos anglosajones se limitan a exterminar- las o ahuyentar las hacia el lejano oeste. ^ La Guerra de Arauco, del pueblo mapuche, es una de las guerras de resistencia más largas de la historia. Se inicia en 1536 contra la avanzada española de Diego de Almagro y concluye en 1882 con los regimientos de corte prusiano que les manda encima la elite de Santiago. •* Pablo Huneeus: Nuestra Mcntaüdad Económica. Editora Nueva Generación, Santiago, 2002. 13 En cambio, al sur del Río Grande de México es otra la situación: el conquistador europeo penetra territorios densamente poblados donde hay tribus perdidas, pero donde lo que más encuentran son culturas evolucionadas, como la Azteca y la Maya. Al llegar los hermanos Pizarro al Perú, por ejemplo, se calcula que el Imperio encabezado por el Inca Atahualpa comprendía unos 12 millones de almas. Más aún, durante la Colonia y la República, el cre- cimiento demográfico de la población indígena ciel continente es superior a la de origen europeo. De ahí que la penetración occidental en las distintas regiones de Latinoamérica no ocurra en un vacío cultural. Tampoco es cuestión de educar a seres con la mente en blanco, como los niños, sino de imponer una racionalidad aristotélica sobre otra desarrollada aquí durante siglos y que tiene su propia lógica para organizar la vida. Occidente se enfrenta aquí a civilizaciones que medidas con la vara europea carecen de elementos importantes como la imprenta, las armas de fuego o la investigación científica. Sin embargo, no se trata de pueblos primitivos, ya que son culturas de pro- fundo sentido religioso, de idiomas evolucionados, de gran sentido estético, de avanzada organización social, de gran nivel técnico en ingeniería hidráulica y construcción civil, y de acabado conocimiento experimental de medicina humana y astronomía. 14 Según el monumenta l estudio del h is tor iador l ' iitánico Arnold J. Toynbee, entre la veintena de )',rondes civilizaciones que han jalonado el p lane ta Tierra, cuatro florecieron en el continente amer icano .intes que el navegante genovés Cristóbal Colón y su banda de aventureros tuvieran noticia de ellas (la Incásica basada en la cordillera de los Andes , la civilizacitín Maya en Centroamérica, el imper io Azteca del ant iguo México y la esplendorosa cul tura de Yucatán)."' Fácil es entonces comprender que aquí se en- contraran culturas firmemente enraizadas y nada de interesadas en dejarse llevar por la menta l idad de los recién llegados ni de someterse a sus locas instituciones. Por eso, el proceso civilizador, lejos de ser u n a persuasión convincente, al comienzo adquiere u n a ferocidad bestial, s iendo frecuente para los reacios a 5 Arnold 1. Toynbee: A Study of History, obra de 12 tomos publicados el primero en 1934 y último 1961 por Oxford University Press. Las otras grandes civilizaciones son: la del Egipto milenario que hizo las pirámides e inventó el pan, la de China de donde viene el arroz y el comer en platos de loza, la Minoica basada en Creta, la Sumeria, la Hindú, la Hitita, la Helénica que sentó las bases de la democracia y de la ciencia moderna, la Occidental que forjó la industria, la Cristiana Ortodoxa de Rusia, la del Lejano Oriente (Japón), la Cristiana medieval de Europa, la Oriental de Asia Central, la Iraní, la Árabe que nos brindó el café y los números y la Babilónica. 15 recibir los dones del espíritu ofrecidos por Occi- dente terminar sentados en picanas, quemados por la Santa Inquisición de Lima, o bien s implemente dest r ipados a sablazos. Hernán de Santillán, un consejero del Gobernador García Hur t ado de Men- doza, luego de volver en 1560 a España, presentó un informe al Consejo de Indias de Sevilla d o n d e des- cribe así la llegada de los pr imeros occidentales al valle central chileno: Mataban, mutilaban y echaban los perros a los indios, les cortaban los pies, manos, narices y tetas, robaban sus tierras, violaban sus mujeres c hijas, los encadenaban y utilizaban como bestias de car^a, que- maban sus casas y asentamientos y destruían sus sembrados/'' Pero aún donde se establece un dominio formal, se p roduce entre las dos culturas una singular relación en nada comparable al colonialismo euro- peo en África y Asia, porque el español viene a quedarse . Al avecindarse en una realidati tan sobre- cogedora se empapa en ella y desarrolla institucio- nes, como la hacienda, que si bien se copia de Casti- lla, guarda poca relación con la posterior evolución europea hacia una clase media agrícola. Tanto es así, que epopeyas como la conquista de México hecha por Hernán Cortés en base a 13.000 indios Totonacas y N a h u a s que él alista contra el emperador azteca Moctezuma; el viaje que en 1542 ^ Citado en el libro de Brian Loveman: Chile, the legacy of Hispanic Capitalism. Oxford University Press, 1979. 16 hace desde Quito el capitán Francisco de Orellana a través del "río de las Amazonas" o la misma expedición que emprende Pedro de Valdivia desde Cuzco a Chile, se gestan en nuestro continente a pesar de la burocracia peninsular. Lejos de recibir apoyo gubernamental, las realizan con su propio empuje y capital hidalgos de origen español, sí, pero que se han avecindado de por vida en la región. El elemento de origen occidental domina la si- tuación y la población indígena acata sus edictos, llegando a adoptar símbolos de modernidad como los jeans y la Pepsi. Pero a través de los siglos de- muestra una capacidad asombrosa de aparentar modernidad y a la vez mantener los esquemas mentales y ritos autóctonos que le dan identidad. Las fuerzas culturales hasta mediados del siglo XX (años 1950-60) Lo anterior configura tres características esenciales de la cultura en los países latinoamericanos. 1.- En primer lugar, destaca la presencia de la cultura occidental. Cuando nos visita un profesor de la Universidad de Cambridge. Arriba en British Air- ways a un aeropuerto moderno, lo reciben colegas sin plumas ni flechas que andan vestidos como cualquier gringo, ve autos Jaguar por la calle, escu- cha a los Beatles en la radio, admira rascacielos tan insípidos como los de Manchester, asiste a reunio- nes que ¡oh sorpresa! se inician a la hora señalada. 17 encuentra un buen nivel de investigación en la uni- versidad y hasta se entera de avances originales hechos aquí que pronto serán dados a conocer en algún "Journal" científico norteamericano. Se siente, pues, en medio de la racionalidad técnica occidental.ídem el representante de la Deutsche Grammophon Gesselschaft que se desplaza en breve visita a nivel de gerencias. Volverá convencido de haber tratado con ejecutivos tanto o más serios que los alemanes. Pero es presencia de una cultura, no existencia. Para entender cómo pueden las apariencias llegar a engañar tanto, es necesario recordar la forma en que hacia el año 1800 el sistema colonial español, junto con haberse adaptado bastante a la realidad latinoamericana, había levantado un muro de edictos imperiales y controles burocráticos que aislaban del devenir. En lo social había quedado afuera nada menos que la Revolución Francesa y en lo económico, la revolución industrial. Pero la Colonia había afatado una casta de patrones de fundo dedicados a vivir sin trabajar y a perpetuar hasta la eternidad sus retrógrados esquemas. De no mediar la invasión francesa a España y el consecuente derrocamiento del "bienamado" Fer- nando VII, la incipiente burguesía liberal de profe- sionales y empresarios un tanto más cultos, no habría tenido oportunidad de impulsar la moderni- zación a que aspiraba el país, empezando por la independencia política. 18 Las burguesías ilustradas que logran controlar el caudillismo militar dejado por la guerra de la In- dependencia de inmediato empiezan a edificar el estado nacional -la República señorial- imponiendo 111 versión más moderna de la cultura occidental. En l'uropa el rol preponderante asignado al conoci- miento estaba dando resultacios espectaculares y viene todo ese optimismo científico típico del siglo XIX. El inseguro velero se cambia por el barco a vapor, el coche a caballos por el ferrocarril, el taller- cito artesanal por la fábrica y la farándula perpetua de la familia real por la república. El origen sobrenatural del hombre se sustituye por la teoría de la evolución, el sentido espiritual de la vida por el materialismo dialéctico o liberal y la revelación como fuente de autoridad que legitima la monarquía por la idea del ciudadano libre, con derecho a sacar la voz. La fe irrestricta en la educación, como factor central del progreso y en el Estado como instru- mento civilizador, llega a engendrar un nuevo des- potismo ilustrado para impulsar esta alta cultura que avanza triunfal hacia la luz. Se promueve la ciencia y el arte trayendo a sabios y pintores, se acogen a inmigrantes europeos, se becan a jóvenes talentosos para que estudien en Londres y Berlín, se crean universidades nacionales, se construyen escuelas y bibliotecas, se levantan escuelas de ofi- cios técnicos y museos de bellas artes, se moderni- zan los ejércitos y armadas para hacerlos eficientes 19 institutos técnicos, se edifican grandes teatros municipales para las artes de la representación, se fomenta la literatura, se discuten abiertamente los asuntos públicos, se organiza la prensa libre y en general se practica el respeto a la inteligencia. Es la universidad para y por la inteligencia, la educación pública gratuita y la democracia organi- zada en torno a los preceptos del barón de Montesquieu sobre tres poderes del Estado: ejecu- tivo (gobierno), legislativo (parlamento) y judicial (tribunales) que habían de garantizar progreso y justicia. Se trata, pues, del tardío arribo del espíritu li- beral que desde el siglo décimo venía emergiendo en Europa. Al asumir la burguesía ilustrada el control del proceso político emprende una cam- paña civilizadora para recuperar en la base el tiempo perdido. Sus armas para atacar la ignoran- cia fueron la palabra impresa (libros, prensa intie- pendiente) y la educación pública (escuelas, liceos, universidades). Sin embargo, quizás por falta de perspectiva histórica o porque intuyeron que el campo y la hacienda ya estaban perdidos, esta campaña se concentra en la capital. Así como la hacienda fue el terreno propio del barroco español, la capital pasa a ser el territorio propio de la República señorial. Las instituciones claves de la campaña civilizadora se agrupan en un perímetro específico, cual fuertes temiendo un ataque bárbaro de la selva. Juntitos 20 están el Ministerio de Educación Pública, el Parla- mento, la Universidad, la Biblioteca Nacional, el Teatro Municipal, el Museo de Bellas Artes, la Catedral, las librerías, la prensa independiente y los Tribunales de Justicia. Desde el centro este enclave civilizador irradia, o pretende irradiar, alta cultura hacia el país interior. Es una fuerza centrífuga que salpica racionalidad técnica hacia afuera y que con el tiempo se convierte en una fuerza centrípeta que absorbe energía y poder hacia el centro. 2.- La segunda característica de nuestro entorno cultural es la porfiada sobrevivencia de una cultura popular firmemente arraigada en el campo y en los pueblos chicos del interior. Por siglos se ha ido transmitiendo de machi en machi, de toqui en toqui y de madre a hijo. Sólo últimamente, al aparecer la radio, contó con un medio masivo de comunicación. A pesar de la tenaz campaña civilizadora de la elite ilustrada, sobrevive con gran vitalidad. Más de veinte millones de latinoamericanos hablan sólo idiomas autóctonos, otros tantos no leen ni escriben y en vastas regiones permanecen intactas formas indígenas de vida. Oculta en ritos formalmente católicos subsiste la magia nativa de la religiosidad popular, fenómeno fácil de apreciar en festividades como la Tirana en el desierto de Atacama, donde los bailarines danzando frenéticos al ritmo del tambor y los promesantes arrastrándose sobre la grava del suelo 21 hasta sangrar, en nada parecen tener noticias del canto gregoriano o del sacramento de la confesión. Más aún, durante las últimas décadas hasta en los antros de modernidad, como Caracas y Sao Paulo, afloran con mayor ímpetu expresiones de cultura popular -cultos religiosos y ritmos musicales- que se apartan radicalmente de la racionalidad occidental (la macumba va por dentro, dear Cambridge professor). En vista de c]ue a menudo conceptos emanados de sistemas culturales foráneos se emplean para estudiar nuestra realidad, con el consecuente des- calabro, es necesario aclarar que la noción de cultura popular no equivale a la de países europeos. En las distintas regiones de Europa y Norteamérica se da una cierta cultura popular de tipo "folk", con sus musiquitas y trajecitos típicos, pero sin alcanzar a constituir un sistema cultural aparte. Allá la cultura popular es un mero folklore, o sea una va- riación estilística dentro del mismo marco societal. No implica esquemas mentales contrapuestos a los del resto de la sociedad. Aquí, en cambio, la cultura popular viene de otras civilizaciones y es el alma de otras razas. Tiene sus propios marcos de referencias, sus pro- pios Adanes y sus propios pecados originales, dife- rentes de los occidentales y aun cuando haya estado desintegrándose, hasta el día de hoy cons- tituye sistemas culturales evolucionados cuya sabiduría recién se empieza a apreciar. 22 Investigaciones antropológicas, especialmente a partir de los trabajos de Levi-Strauss, revelan cuan elaborados son los esquemas filosóficos de algunas tribus consideradas primitivas. En algunos casos, como los indios Bororo, del Paraná o los Watunna del Orinoco, su "salvajismo" es una relación armónica con la naturaleza y su "atraso", un profundo sentido espiritual de la vida que los aleja de la marcha galopante de Occidente hacia el materialismo maquinal.^ Sin embargo, a las elites ilustradas de Latinoamé- rica no les interesa la idiosincrasia originaria. A lo sumo, han considerado la cultura autóctona como un simple folklore, que debe ser filtrado para mostrar únicamente su aspecto turístico. El ballet mexicano se "sanitiza" para presentarlo en el Teatro Municipal y la urna zapoteca se exhibe en el museo nacional con lo cual tanto la danza como la escul- tura originaria quedan reducidas a ser meras curio- sidades arqueológicas, desprovistasde vida y sin referencia a la actualidad. Por su parte, el intelectual medio -de novelista a economista- ha tendido a pensar la realidad lati- noamericana en términos europeos y hasta nuestra historia se presenta como animada por una ^ Ver del antropólogo Claude Levi-Strauss: Tristes Trapiques. Plon, París 1955. Para apreciar la elaborada teología de una tribu indígena, ver de Marx de Civreux: An Orinoco Creation Cycle. North Point Press, Boston 1981. 23 racionalidad occidental. En la mayoría de las representaciones simbólicas de la realidad se advierte esta tendencia a exaltar el carácter occidental de Ja sociedad. Por ejemplo, la característica de una popular serial de televisión. La Madrastra, es precisamente el rascacielos más modernista de Santiago y toda su ambientación, con actrices rubias y de ojos azules, presenta una imagen angloamericana de la realidad. ídem, los avisos comerciales y la arquitectura: son elaboradas fabricaciones tendientes a vestir la mona de seda. Se ha creado así, un raro espejo cultural para reflejarnos distintos de como somos. Al vernos tan limpiamente estirados, nos sentimos halagados, pero nos distanciamos de nuestra realidad al punto de dejar de entenderla. Latinoamérica ha llegado a ser una realidad que no se entiende a sí misma. Y sólo llegará a comprenderse la dinámica sociológica y política de los países latinoamericanos cuando se conozca bien su base cultural. Más adelante (Cap. XII) se vuelve sobre esto al analizar la misión que esta peculiar configuración cultural ofrece al emprendedor, si la asume. 3.- El tercer componente esencial de la cultura en Latinoamérica es el proceso de transe ulturación por el cual las dos fuerzas culturales en pugna van de mala gana contaminándose una de otra. Es un flujo en dos sentidos, siendo lo más visible el salpique de ítems occidentales sobre la idiosincrasia nativa. Del conquistador se aprende desde montar a caballo 24 hasta atender al gringo de Cambridge. La campaña civilizadora logra darle a las fachadas una mano de modernidad, sobre todo en la capital. Pero también está el flujo contrario. El sociólogo Hernán Godoy en su acabado estudio de la cultura chilena observa que en cuanto llegaron los ibéricos empezaron ellos a aprender usos indígenas, como estilos musicales, guisos de maíz y el cultivo de la papa, el tomate, el tabaco, el caucho y el cacao para el bate, bate chocolate, productos todos de consumo mundial, objeto de millonarias inciustrias, pero que fueron desarrollados por los pueblos originarios.^ Hoy hasta en los más elevados círculos de la mo- dernidad vemos algunos elementos de origen indígena, como la ruana de las azafatas de Avianca que bien puede andar a esas alturas sólo para fines turísticos. Más hondo y mimetizado bajo pautas occidentales de consumo hay esquemas mentales que la costra "civilizada" del continente ha ido asimilando de la base autóctona. El patrón desde guagua ha ido aprendiendo del inquilino, primero a través de la nodriza de campo que lo cría aún en la ciudad, infundiéndole su fatalismo y esperanza en el golpe de suerte. Más tarde por otros mecanismos de socialización van asentando en la propia elite ciertas categorías mentales de origen indígena. Por ejemplo esa lentitud de los empresarios, que tanto ^ Hernán Godoy Urzúa: La Cultura Chilena. Ensayo de síntesis c interpretación sociológica. Ed. Universitaria, 1982. 25 exaspera a los norteamericanos, emana de un ritmo cultural autóctono en el cual mañana no se traduce por tomorrow, sino que por eventualmente o para la próxima semana quizás. El rol emancipado de la mujer en la sociedad latinoamericana no proviene tanto de los movimientos liberacionistas anglos como de su papel en las culturas andinas donde es guerrera, labradora, empresaria o cualquier cosa menos objeto decorativo. Y la evolución política, que por más de un siglo siguió un curso paralelo al de Francia, calcando los mismos partidos radicales y frentes populares, en la última década parece haberse alejado de toda referencia con Europa occidental. Esta es, pues, la dinámica cultural hasta media- dos del siglo XX: un proceso civilizador que va integrando el pueblo a la cultura occidental por medio de la educación pública y cuyo medio de comunicación de masas es el libro; una cultura popular que se trasmite en forma oral y que al aparecer la radio cuenta con un medio masivo de comunicación; y por último la transculturación o mestizaje cultural que va mezclando algunos elementos occidentales con otros populares. En la correlación de fuerzas culturales actuando sobre el escenario continental, la ardua campaña civilizadora va dominando la situación. A pesar de algunas contracorrientes -bandolerismo por aquí, holgazanería por allá-, se va imponiendo la racionalidad occidental. 26 No más ignorancia, es la consigna, industria y educación, nada de dictadores ladrones, como en las repúblicas bananeras. Nuestro país es serio, el orden y la justicia son sus principios orientadores. La inteligencia sola le va cerrando el paso a los chantas, muerte a los cuenta cuentos y milagreros de la política. Adelante ingeniería, se inicia la era de la razón y el entendimiento. Pero entonces llegó la televisión. 27 ¿SABÍAS QUE...? • 95% de los hogares tiene tele y sólo 6%, biblioteca. • 2,5 horas diarias se pasa la gente mirando TV en invierno y 1,5 horas en verano. • Los más adictos a la tele son los niños chicos y los abuelos mayores. • En Chile hay 687.573 hogares abonados al cable y otros cien mil conectados ilegalmente. • 25 empresas que operan estaciones de TV cable a lo largo del país. • 100.388 hogares cuentan con TV satelital. • Menos de la mitad (43%) de lo que emite la televisión abierta de Chile es nacional. • El 0,9% de la programación es cultural. TVN es el canal que más cultura emite (apenas 1,4%)). • La tele recibe 43% de los 307 mil millones que se gastan al año en publicidad; diarios y revistas 39,5%i radioemisoras 11%, afiches 6,5% y los hbros ni ente. • El 9% de la programación es infantil. En 66% de los programas para niños hay violencia, en 52% deshonestidad y en el 6%, sexualidad inapropiada. Fuente: Consejo Nacional de Televisión (www.cntv.cl). 28 http://www.cntv.cl Capítulo II EL IMPACTO MENTAL DE LA IMAGEN EN PANTALLA Es habitual considerar la televisión como otro me- dio más de comunicación masiva, algo así como un feliz combinado de radio con cine servido en casa. Pero lo que llega en un determinado momento de nuestra evolución cultural es más que un medio para mostrarnos la realidad: es una tecnología que impone su propia realidad y con ello implanta en la sociedacl una manera, telegénica digamos, de verse a si misma. Esto puede parecer extraño a quien siga cre- yendo que la técnica está al servicio del hombre. Según tan candida creencia, el bien o el mal provo- cado por un invento no yace en el invento mismo, sino en la forma de emplearlo. O sea, la energía nu- clear no sería ni buena ni mala, porque todo de- pende de si los buenos la usan para curar el cáncer o de si los malos, para destruir la humanidad. Si bien al comienzo varios estudios no prueban que moldee la mente, la industria no tarda en des- cubrir que sirve para fomentar el consumo de leseras y los políticos, que manipula la opinión. Seguidamente, al estudiar el comportamiento de de personas expuestas a la tele por varios años, se descubre que a largo plazo y en forma inconsciente 29 cultiva en el niño conductas violentas que sólo emergen cuando llega a ser adulto."* El filósofo estadounidense Jerry Mander, fue de los primeros en plantear que la TV es una poderosa máquina de lavar cerebros que empareja y alisa la conciencia en todos los rincones del mundo. Pro- pone que debe eliminarse de cuajo debido a que sus males son inherentes a su tecnología. Es típico querer ciertos inventos sin sus conse- cuenciaslógicas. Queremos autos, pero no gases de escape; industria, pero no contaminación; autopis- tas, pero no accidentes de tránsito; obras públicas, pero no impuestos y Estado, pero no burocracia. Lo mismo con la publicidad. Si uno acepta ¡a exis- tencia de publicidad, uno acepta un sistema destinado a persuadir y a dominar mentes... Uno también acepta que el sistema será utilizado por el tipo de persona que desea influenciar gente y que sabe hacerlo. Nadie que no desea dominar a otros emplearía publicidad, o tendría éxito en ella. Por eso, la naturaleza básica de la publicidad, y de las tecnologías creadas para servirla, apuntan hacia ese objetivo, estimulan tal comportamiento en sociedad y tienden a dirigir la evolución social en esa dirección.^^^ '' Ver de George Gerbncr: Violence and Terror in tfie Media: An Annotated Bibliography. Greenwood Press, Westport, 1988. '" Jerry Mander: Four Arguments for the Elimination of Television. Marrow & Co., 1977. 30 Razones para no verla más Los cuatro argumentos de Mander para suprimir la televisión siguen el mismo raciocinio de considerar inherente al medio, las fuerzas que lo animan. El primero es ecológico y no se refiere a la tele- visión misma, salvo en la medida en que forma parte de un sistema de vida moderno. Sostiene que el ambiente artificial de la vida moderna (edificios, ciudades, automóvil) ha llegado a convertirse en una barrera oculta entre los seres humanos y los procesos naturales. En ese medio ambiente estrecho un instrumento como la televisión puede parecer potencialmente interesante, sano 1/ valioso, pero al mismo tiempo acelera el proceso de confinamiento. El conocimiento queda supeditado a la recopilación y diseminación tecnológica. Eo que celebramos como la expansión del conocimiento humano es en realidad su confinamiento en un singular módulo cerebral, mientras que otras experiencias humanas comienzan a atrofiarse. Por ejemplo, el aura de un bosque de araucarias, el silencio espectral bajo el mar, o la reverencia que inspira la cordillera cuando se está en ella, son todas experiencias imposibles de envasar. Sin embargo, se puede llevar una cámara al bosque, bajo el agua o hasta la cumbre. Lo que se logra, entonces, es confinar esa vivencia creando una sensación equívoca de haberla vivido. Lo mismo con ciertas emociones como la ira o la soledad; la vida urbana 31 va limitando el contacto con la naturaleza y con la humanidad libre. La televisión se convierte así en ventana al mundo perdido, pero es también el filtro que deja fuera la realidad sensorial de estar ahí. El segundo argumento es político. Afirma que la televisión deja la mente expuesta a la intervención autocrática. Inevitablemente, entonces, llega a ser un instrumento de colonización psíquica y dominación humana por una cierta mentalidad y estilo de vida que sólo sirve a una forma de organización política. Lo anterior también podría decirse de la prensa o la radio si fueran únicas. Pero en la medida en que un medio deja de ser el único, pierde su poder manipulador omnímodo. Así como lo que contiene la expansión de un país es otro país, lo que contiene el poder totalitario de un canal es otro distinto. El tercer argumento trata de la reacción neuro- fisiológica del organismo humano a la señal televi- siva. La radiación electromagnética que emite un televisor, a igual que la del celular, puede causar malformaciones físicas en bebés en gestación, leu- cemia precoz y tumores cerebrales, pero en el plano psicológico provoca una forma de hipnosis adictiva que inhibe el pensamiento consciente y atrofia la imaginación." Sobre esto volveremos. ' ' Para apreciar la fíierza de la radiación electromagnética, que es invisible, acerca a la pantalla una radio AM sintonizada entre dos emisoras. Todo ese chicharreo traspasa la sangre, los ganglios y las células nerviosas. 32 El cuarto argumento se refiere a las limitaciones tecnológicas para mejorar la programación. Aunque el medio impone ciertos requisitos como es el limi- tado ángulo visual, cuesta aceptar que eso no tenga remeciio. El proceso fisiológico de la señal Lo que no tiene arreglo es el efecto fisiológico de la televisión, porque eso es inherente a su tecnología. La típica pantalla consta de trescientos mil pun- tos fosforescentes distribuidos en 525 líneas. Estos pequeños puntos parecen estar siempre encendidos, pero no lo están. Se prenden y apagan a razón de 30 veces por segundo, frecuencia imposible de percibir al ojo humano porque sólo capta 10 titilaciones por seguncio. Una luz, por ejemplo, que se prende y apaga nueve veces por segundo, se ve titilar, pero a un secuencial superior a diez veces por segundo, ya se ve continuamente encendida. En cuatro millones de años sobre la tierra, el hombre jamás encontró algún fenómeno natural que requiriera una mayor velocidad de percepción, por- que únicamente la electrónica ha sido capaz de crear vibraciones de tal rapidez. Ahora bien, el diferencial entre la velocidad de percepción humana (10 por segundo) y las posibilidades de la electrónica (30 por segundo en el caso de la TV) ha sido explotada para intercalar mensajes que, sin ser percibidos conscientemente, pasan al cerebro. En los cines, por 33 ejemplo, se inserta en medio de la película una orden de consumir tal bebicia que permanece tan corto tiempo en pantalla que nadie alcanza a darse cuenta de su aparición, pero en el entreacto el público se abalanza a consumirla. También se ha empleado en películas de terror, intercalando imágenes de Satanás, para aumentar el miedo. Años atrás hubo gran revuelo en torno a esta práctica llamada propaganda subliminal a raíz de las revelaciones del socicilogo Vanee l'ackard, y se eliminó del cine. 12 Sin embargo, en cierto modo la TV es entera- mente subliminal porque si bien no se intercalan órdenes ocultas, la mecánica electrónica de la ima- gen en pantalla se basa en la posibilidad de penetrar la mente por conductos distintos de la visión cons- ciente. Es así como la imagen se define por el color que va tomando los puntos al prenderse, fenómeno tan rápido que crea la sensación de movimiento fluido. Al prenderse unos puntos y apagarse otros, la totalidad de la imagen no está ahí. Eso que creemos ver, es un agregado parcial de puntos que se completa en la mente con los que encienden a conti- nuación, al instante siguiente. Para verificar lo anterior, basta sacar una foto a la 12 Vanee Packard: Tlw Hidden Persuaders. Pocket Books Inc. Nueva York. 1958. 34 velocidad de 1/100 segundo por ejemplo; aparece sólo un fragmento de la imagen porque el barrido no alcanza a completarse en ese lapso. O sea, en ningún momento está ante nuestros ojos la totalidad de la imagen, como en una foto o en el cine, donde se proyecta cada cuadro completo. ¿Cómo la vemos? No la vemos, la soñamos. La imagen que atrofia la imaginación La imagen del televisor es una fabricación electro- magnética producida al interior del cerebro. En lugar de verla con los ojos, resulta de una estimula- ción tecnokígica. Ante los puntos fosforescentes de la pantalla se desencadena un proceso de integrar- los, juntar los segmentos de imágenes que van llegando uno tras otro y componer un cuadro. Entonces, la imagen televisiva cobra existencia úni- camente cuando ya ha pasado de la retina y se encuentra al interior de la cabeza. Por lo tanto, no vemos la imagen con la vista, sino que la componemos con los mismos mecanis- mos cerebrales de los sueños, que tampoco los vemos con los ojos. Esto implica varias cosas. Primero, en este proceso queda en desuso el mecanismo cerebral de construir su propia imagen (imaginar), que se utiliza para leer, acto donde un código inmóvil -la letra- debe ser decodificado para convertirlo en sensaciones e imágenes que uno fabrica al interior de la mente. 35 La palabra casa, por ejemplo, en nada se asemeja a una,pero al ver esos signos nos hacemos una en la mente. Pero en televisión, sin necesidad cié ejercitar la facultad mental de crearla, nos entregan digerida una imagen de casa. Al permitir que otros imaginen por uno dejamos atrofiarse el mecanismo para ver más allá de lo inmediato: la imaginación. Es gracias a la imaginación que sabemos mejorar las cosas. Sin dicha facultad el hombre c^ueda como el caballo, en un eterno presente, quizás con memoria, pero sin anticipar ni prever nada. Más aún, la lectura -el proceso de imaginar a partir de cierto código impreso- se efectúa al ritmo de la comprensión individual. Se avanza, se cietiene o vuelve atrás en busca de nuevos significados. Se lee entre líneas y se va más allá del propio escritor, o sea se tiene ante los ojos una mera pauta para ir descubriendo, todo lo cual ejercita la imaginación. La televisión, en cambio, entrega imágenes a su propio ritmo. Se está ante un proceso repetitivo de integrar puntos luminosos y componer con ellos imágenes. Al rato es fácil percibir el "efecto túnel" por el cual la vista se fija, el pensamiento lógico se apaga y la realidad exterior, sobre todo el sentido del tiempo, se desvanece. La conversación decae y se entra a un sopor parecido al de la hipnosis. El segundo efecto mental de la tecnología deriva del hecho de permanecer mucho rato con la vista fija. Mover los ojos activa el estado de alerta, es lo que hacemos ante una señal de peligro: mirar a 36 todos lados. Así el organismo se prepara para actuar, procesando toda la información disponible. Igual, al leer vamos recorriendo líneas que dirigen el pensamiento lógico lineal propio de la alta cultura. En cambio al detener la vista en un punto se entra en ese trance típico de quien se quedó mirando lejos, trance que sólo se interrumpe con un movimiento de ojos. Ahora bien, ante la pantalla la vista permanece fija, con /o cual se desactiva el estado de alerta y la mente cae al nivel de sonambulismo. Este fenómeno ha sido ratificado por mediciones de la actividad eléctrica cerebral y por experimentos donde ponen nifios a ver cine, a leer, a escuchar música y a mirar tele. Suena la alarma de incenciio y los últimos en reaccionar son siempre los que están mirando tele.i-^ Según los sicólogos australianos Merrelyn y Fred Emery, mirar tele está al nivel consciente del so- nambulismo. La fijación continua es una especie de trance, no es atención, sino distracción -una forma de soñar despierto o de evadirse. La naturaleza del proceso desarrollado en el lóbulo izquierdo y particularmente en el área treinta y nueve (el área integrativa) es lo distintivo de la vida humana, comparada con la de otros mamíferos. Es el centro de la lógica, de la comunicación. 1"' Para apreciar Jos efectos de \a tele en la conducta infantil, ver del médico pediatra Hernán Montenegro: TV ¿Comunicación o Contaminación?, Galdoc, Santiago, 1980. 37 de la memoria y de la integración de componentes sensoriales, la base de los propósitos conscientes del hombre..."^* Sostienen que la gente se habitúa al estímulo lu- minoso repetitivo. Si se habitúa, el cerebro decide que nada interesante ocurre y deja de procesar la in- formación que entra. El área integrativa izquierda queda en una especie de punto muerto, desconecta- da del resto, mientras el área derecha que elabora los procesos subjetivos (sueños, fantasías, o reaccio- nes instintivas) continúa recibiendo imágenes de la pantalla, pero sin los filtros conscientes que las integran racionalmente. O sea, la TV pasa al inconsciente sin un procesa- miento lógico, lo que explicaría por qué los niños tienen dificultad en recordar lo que acaban de ver. Gran parte de lo "aprendido" frente a la pantalla pasó al interior sin haber sido digerido por la razón ni estar disponible para ser utilizado, fenómeno que se acentúa por el carácter emotivo de los programas. Su efecto embotador ha sido comparado al de una droga. 15 Sirve de barbitúrico para blanquear la mente y olvidar los problemas. Si observamos las caras de la gente mirando tele, apreciamos o una i'i Ver: Emery, F. & Emery: M. Hope within walls. Centre for Continuing Education, Canberra, 1973. '-̂ M. Winn: The Plug-In Drug. Viking Press, NY, 1977. 38 expresión perdida en la distancia y que no varía con las alternativas del programa. Si en pantalla aman, matan o empatan, muchos siguen inalterables, ab- sortos. Más aún, cuando concluye el programa muchos siguen igual y demoran en reaccionar. Mientras en el cine la gente se ríe por sí sola en las secuencias cómicas, en televisión es necesario in- sertarle risas grabadas, "reír al televidente", para que tenga la sensación cié haber reído. Todo esto indica que no es una tecnología neutra. Mientras la lectura tiende a despertar, la televisión por sí sola adormece el espíritu. A la generación que desarrolló sus facultades mentales antes de la televisión, es posible que esto no les afecte mayormente, pero hay" indicios de efectos bastante profundos en quienes empiezan a estructurar su mente a la luz de la pímtalla. Igualmente, su efecto es menor en países avanzados, donde hay sólida educación píiblica basada en la lectura. Una educación formal enrique- cedora ha de aminorar los efectos mentales de esta tecnología. Primero, por el simple expediente de que se le destina menos tiempo y luego debido a los elementos de crítica de que dispone el niño. Pero en Latinoamérica, en vez de dar programas que aminoren sus efectos nocivos, se le entrega a quienes idiotizan a las masas. 39 ¿SABÍAS QUE...? • De 103 millones de niños que hacia 1999 no iban a escuela alguna, se llegó a 75 millones en 2006. • El país que más invierte en educación es Estados Unidos ($37.500 dólares por estudiante) seguido por Gran Bretaña ($29.600), Erancia y Japón. • En cosas militares (ejércitos, bombas, buques de guerra, aviones, uniformes, balas, etc.) los gobiernos del mundo gastan $1.158 trillones de dólares al año. • El país que más gasta en su máquina de guerra es Estados Unidos ($ 540,7 trillones) seguido por Gran Bretaña $ 58,400 millones, Francia $ 53.100 y China. • Brasil en el lugar 12 ($ 25.397 millones de dólares) gasta cinco veces más que Chile ($ 5.193) en el lugar 29, entre Corea del Norte e Indonesia. • Aunque el tráfico de armas bajó 15% entre 2003 y 2007, Estados Unidos es el principal exportador de pertrechos militares y policiales, seguido por Rusia, Alemania, Francia y Gran Bretaña. • Entre los importadores de armas, Venezuela saltó del lugar 56 en 1998-2002 al 24 en 2003-2007. El 92% de su flamante arsenal se lo compra a Rusia. Fuentes: UNESCO, Stockholm International Peace Re- search Institute. Cifras anuales, sin contar lo policial. 40 Capítulo 111 LOS IMPERATIVOS ECONÓMICOS Aparte de los condicionantes tecnológicos de la te- levisión, para entender la peculiar cultura que en- gendra, es necesario apreciar las fuerzas económicas que determinan sus contenidos. Para eso, lo primero es aclarar sus tres mayores falacias: Falacia primera: La televisión es barata. Prueba de ello es que por comprar el diario, ver una pelí- cula o adquirir un libro, debo pagar; en cambio mirar tele me sale gratis. Esto, porque no requiere imprentas, papel, salas de cine ni librerías. Falacia segunda: Uno paga por la televisión sólo el aparato receptor y un leve gasto de electricidad. Falacia tercera: Los canales de televisión, su personal y sus programas los costean los avisadores, las universidades o el Fisco. Uno como simple ciudadano nada paga de eso. Por lo tanto, uno a lo sumo tiene derecho a voto negativo, vale decir a apagar el televisor si se siente defraudado. A caballo regalado no se le miran los dientes, es la idea. Ahora bien, si comparamos los costos de impresión gráfica con los de transmisión televisiva, observamos que cualc]uier institución y persona de ingresos medios tiene a su alcance imprimirun libro, folleto o volante. En cambio muy pocos tienen 41 posibilidades de valerse de la televisitín para comunicar porque apenas 30 segundos en horario punta pueden costar lo que vale un auto chico nuevo. Eso equivale al valor de imprimir una edición de 5.000 ejemplares de un libro de 200 páginas, costura a hilo y en buen papel. Esto ocurre porque la televisión, si bien no requiere imprentas ni celulosa, requiere toda la parafernalia del séptimo arte, léase actores, cámaras de alta tecnología, focos especiales, unidades de edición, equipos de sonido y estudios de filmación. Una excepción son las transmisiones en directo de eventos deportivos, paradas militares u actos de propaganda gubernamental, donde la actuación y escenografía está dada por el evento mismo. Ahí es cuestión de llevar las cámaras y transmitir sin necesidad de grabar en el film ni de editar. Sin embargo, esto no siempre es tan barato porque el derecho a televisar goles también debe pagarse. El grueso de la programación son producciones donde es necesario fabricar desde el libreto hasta la escenografía. Aunque hay ciertas diferencias técnicas, desde el punto de vista económico la producción para televisión es similar a la del cine, pudiendo ir desde la cebollenta telenovela con un par de actores siempre en el mismo escenario y que puede costar unos dos mil dólares el capítulo, hasta la superproducción con legiones romanas a caballo, batallas navales y estrellas de a millones la hora. ¿Cómo, entonces, se explica que no cobren por 42 ver tele? Muy simple: antes de la TV satelital (Direct TV, Sky, etc.) que conlleva un decodificador que otorga acceso a la señal a cambio de dinero o de la transmisión por cable, cuya señal también se restringe al abonado, no había cómo hacer con la tele lo de las autopistas concesionadas, esto es darle servicio únicamente a quien pague. Era una señal abierta, comc^ el camino público y la raditi, de libre acceso para ricos y pobres. Así como no hay manera de cobrarle a quien ande por la calle o escuche tal o cual programa de radio, en la televisión abierta se emite una señal que la agarra quien quiera por el rato que se le antoje. En cambio la industria del cine se basa en una limitación técnica frente a Ja televisión: para ver una película es necesario concurrir a una sala especial. Ahí cobran lo que quieran por exhibir producciones del séptimo arte. Por este motivo la televisión primero recurre al expediente de considerarse servicio de utilidad pública digno de ser financiado por el Estado. Pero al seguir aumentando sus costos y cobertura, se descubre la fórmula mágica de intercalar avisos de objetos de consumo suntuario (perfumes, mails) y cobrar por ello. Si los diarios lo hacen, ¿por qué no iba a hacerlo la televisión? A primera vista es la misma idea, pero al distinguir lo propio de cada medio se capta el diferente significado de una similar idea aplicada a diferentes técnicas de difusión. En un caso el aviso 43 va claramente diferenciado -en ciiagramación y redacción- del contenido editorial; el lector puede leer una crónica entera sin interrupciones, y los avisos se le presentan como una sugerencia lateral, pero no se le impone dentro y encima de la lectura. En la prensa escrita, está diferenciado el aviso comercial del contenido editorial, y no se tolera intercalar propaganda en un artículo. Sin embargo, es habitual que animadores de televisión lo hagan. Es como si destinasen parrafadas a Falabclla. Au- mentarían los ingresos de los plumarios, pero... En la televisión, en cambio, el chicle Dos cu Uno aparece de golpe en medio de la obra. Esto ocurre cuando la mente -debido al efecto cuasi hipnótico cié la pantalla- está abierta a estimulación no cons- ciente. Para seguir uno la comedia, debe interiorizar el mensaje pubHcitario completo y a mayor volu- men. No es, pues, una sugerencia, sino una violenta irrupción en medio del contenido. El mínimo de respeto para el televidente exi^e no inte- rrumpir el lulo del desarrollo de un acontecimiento. Por eso, algunos países han establecido momentos definidos para transmitir avisos; por ejemplo, los cinco primeros minutos de la hora. De esta manera, cada persona sabe cuando viene la propaganda y si tiene interés, la ve.^^' 1" Mardones, Negme, Riesco, y Valencia: bifonnc del Instituto de Chile para estudiar el papel de ¡a televisión en ¡a promoción de ¡a cultura nacional. Santiago, 1980. 44 El resultado de este cautiverio es una fuerte penetración del aviso comercial de televisión en el comportamiento humano. Su capacidad de implantar gustos y de alterar mentalidades la hace un importante instrumento de negocios, pues muchas industrias ni existirían de no contar con la tele. Asimismo, de no cacarearlos a colores, ni sabríamos de mucho político. La meta del programa es el comercial que lo corta Para apreciar las consecuencias de este sistema de financiamiento, conviene detenerse en su lógica. Es la siguiente: el canal transmite programas -^ gente se siente atraída por dichos programas y los mira —> al mirarlos, el canal controla una audiencia cautiva —> el canal vende la posibiliciad de irrumpir ante esa audiencia —»• empresas compran dicha posibilidad para sus propios intereses -^ establecen "contactos" con la audiencia diseñados especialmente para inducirla a consumir determinado producto -^ el costo de cucho "contacto" se carga al precio del producto -^ la audiencia reacciona ante el estímulo consumiendo el producto anunciado pero en cantidades tales que las utilidades de la empresa superan la inversión -^ así el canal recibe dinero para transmitir programas que cautiven audiencias. Por lo tanto la programación es sólo la carnada para atraer el anzuelo del aviso comercial. 45 Así ha llegado a estructurarse un mecanismo circular que gira en torno a un eje crítico: la sintonía o magnitud de esa audiencia ante la pantalla. Es crucial porque determina cuánto se le puede cobrar al avisador; a más sintonía, más billullo. En Latinoamérica la televisión se encuentra arrinconada entre gobiernos que la emplean para hacerse propaganda y empresas que la emplean para promover sus productos. En esa coyuntura queda poco espacio para finalidades enaltecedoras, y en lugar de servir para comunicar c integrar al país..., afirmar valores nacionales, culturales y morales, como dice la ley, se convierte en brazo propagandístico del poder político y en garra del económico. La instauración del autofinanciamiento, que impone el modelo neo liberal de economía, es la manera de supeditar este instrumento cultural a los intereses de las grandes empresas a nivel global. En tales circunstancias, los canales deben pri- mero circunscribirse al marco del show evasivo, donde no hay más problemas que los íntimos pro- pios de las canciones de amor (nada de cuestiones sociales u económicas) ni más interpretación de la realidad que la ideología oficial. Simultáneamente, se ven obligados a maximizar sus ventas buscando la mayor sintonía al menor costo lo que necesaria- mente lleva a llenar la pantalla con sobras de la industria estadounidense. Es así como en Chile, por ejemplo, el año 1979 los canales vendieron avisos por valor de 68 millones 46 400 mil dólares y el año siguiente, dicha venta alcanzó a 127 millones 400 mil dólares.^^ O sea, vía publicidad los chilenos anualmente pagamos a la televisión el equivalente a una siderúrgica como Huachipato, a unas mil escuelas instaladas o a diez mil viviendas medianas. Es lo suficiente para tener televisión digna de la inteligencia, sin embargo por ese precio recibimos la mediocridad programada. Ahora bien, la concentración del poder econó- mico en mega consorcios y cadenas, hace que la publicidad se apiñe en un par de grandes canales capaces de armar mucho barullo que concita mayor sintonía y por ende, publicidad. Se impone así la dictaciurade las mayorías, ré- gimen de inspiración nazi en que se viola el precepto btísico de una democracia que es respetar las minorías. Dicho en términos de la industria tele- visiva una sintonía, o rating como le dicen los ama- nerados, de cios o tres por ciento no les interesa para nada. ¡Fuera con ese programa! De 15% para arriba o muerte, es la consigna. No cuenta en ese esquema que ese dos o tres por ciento sea medio millón o más de televidentes. Encima, la sintonía es tal en la medida en que se refleja en encuestas de dudosa conflabilidad. Se trata entonces, de un medio de comunicación '̂ Valerio Fuenzalida: Estudios sobre la teleinsión clnlcna, Corporación de Promoción Universitaria, Santiago 1981. 47 caro y concentrado, cuyo sistema de financiamiento lo pone al servicio de quien lucra de él, no de quien lo sigue y necesita. Es el caso del Transantiago, la educación pública, la construcción de viviendas sociales, la municipalidad y demás organizaciones, incluyendo el gobierno dictatorial, supuestamente destinadas a brindar bienestar. Prestan todas pési- mos servicios a causa de la misma falla, que es no darle la razón cjue siempre tiene el cliente. Así coino la democracia es la forma menos mala de gobierno, la votación popular de preferencias culturales, sea en libros, música o teatro, sigue siendo mejor que la mano negra del censor o la chequera dorada del auspiciador. Dado que la codiciada torta publicitaria proviene de recargos a bienes cié consumo, en definitiva la paga cada miembro de la comunidad nacional. Pero ésta, en la práctica, no tiene cómo hacer valer su sentir. Su opinión negativa no interesa, y si alguien se da el trabajo de recogerla, suelen olímpicamente los canales sobrepasarla. Por ejemplo, la encuesta mensual de sintonía realizada por la Escuela de Administración cié la Universidad Católica revela que el porcentaje de informantes que consideró que los avisos comerciales eran demasiados fluctúa entre 65.2% en febrero a 100% en abril. Igual, siguieron las tandas. Asimismo, las sugerencias para cada uno de los canales es mayor número de programas culturales y educacionales. Para TVN, el canal de todos los chi- 48 leños, el 46.3% pidió más cultura, seguido del 17.1% que sugirió más programas musicales. Pero nada cambia ante la tiranía del dinero. La misma encuesta que usan los canales para medir sintonía y negociar con los avisadores, no se emplea para atender la demanda de la ciudadanía. Esto ocurre porque el cliente de la televisión no es el público que la ve, sino la empresa que paga avisos. Aunque esos millones de dólares para la te- levisión vengan en última instancia del público, su control está en manos de quienes se valen de ese invento para promocionar mercancías. En consecuencia, mientras perdure tal sistema, el afán de lucro gravitará en forma decisiva sobre los contenidos de televisión. A pesar de las estructuras formales, de los consejos nacionales y de las buenas intenciones, su mecanismo de financiamiento hace primar la ley de oro: el que pone el oro hace la ley. Madre, yo al oro me humillo; él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, de continuo anda amarillo;^^ Por este camino llegamos a que cuando se da una obra de magnífico nivel cultural, como Yo, Claudio, sobre el imperio romano, su presentación sea una verdadera tanda comercial interrumpida por gajos de arte dramático. Cada diez minutos reventaba la '" Francisco de Quevedo: Letrilla Satírica, N° 142. 49 publicidad, sin consideración alguna a las palabras de Caligula, a las intrigas de Mesalina, ni al buen gusto. Por eso, en torno a la sintonía queda una duda de fondo. ¿Cuándo la gente mira un programa banal es porque lo considera bueno o es porque se conforma con lo que hay? El hecho de que tantos, al volver agotacfos de su trabajo, prendan el televisor es más un indicador de las esperanzas cifradas en dicho medio, que uno de satisfacción con la oferta ciel día. 50 Capítulo IV LOS CONDICIONANTES DE LA PROGRAMACIÓN Tanto la tecnología de la televisión como los impe- rativos económicos a que está sometida encajonan su programación en una empalizada. Cual bestia en el corral, corcovea para quedar siempre donde mismo. Los límites del ruedo en que se mueve son: Tendencia oligárquica. Los programas los híJcen casi exclusivamente funcionarios de los organismos que han monopolizado este novel medio, situación comparable a que los libros fueran escritos sólo por quienes trabajan en una alguna imprenta, sin dejar a nadie más aportar a la creación literaria. ¡Qué fome es el cumpleaños cionde unos cuántos matones se reparten entre ellos la torta! Al dejar fuera de la gestión programática al ingenio juvenil, a la chispa campesina o al hombre aparentemente común, es el país entero que pierde. Quedan soterradas las vetas de creatividad que laten bajo la superficie. Los cara pálida de siempre, se acaparan el espacio televisivo -la gran fiesta- donde podríamos conocernos todos. Tendencia consumista. Sus contenidos han de exaltar las actitudes y formas de vida propias de la sociedad de consumo: nuevos productos, ricos felices, lindos destinos turísticos. Si estuviera 51 centrada en alfabetizar o exaltar la espiritualidad, el medio tendría el escaso interés publicitario del pupitre o del pulpito. ¿Qué sentido tendría un comercial de whisky seguido de un programa sobre los estragos del alcoholismo? ¿Podría un programa sobre el cáncer pulmonar en los fumaciores ser auspiciado por la Cotiipañín Chüena de Tabacos? Por eso, a medida c]ue los valores sociales difundidos por la programación coinciden con los de mensajes publicitarios, su efecto manipulador aumenta. Avisos y programas tienden, pues, a aunarse en una misma filosofía de vida. Los imperativos económicos presionan hacia una programación extranjerizante, tanto en sus formas lingüísticas como en su contenido ideológico. Para que los símbolos claves ofertados por la publicidad pasen a desempeñar roles centrales en la existencia, se comienza a distorsionar la noción de familia, de valores existenciales y de identidad nacional. Si de vender se trata, no han de aparecer referencias negativas a la ingesta de alcohol, la droga más consumida y dañina del mundo. Al contrario, en boca de un eminente cardiólogo del hospital clínico de la Universidad Católica, nos da la noticia, que resultó infundatfa, de que el vino tinto, el vulgar tintolio del cureque, disminuye el riesgo efe infarto al miocardio. Regocijo para los viñateros, quienes se abalanzaron a pagar lo tjue fuera por lavar su perfil de traficantes de droga embotellada. En lugar de valorar cosas simples como el mote 52 con huesillos o la yerba mate, el medio afirma que el amor es jabón Le Sancy; la amistad, cerveza morena y lo máximo, un Renault Fuego. Tendencia a la violencia. Debe haber constante movimiento y por tener la tele un extraño sentido del tiempo (medio minuto se hace una hora y una hora, eterna) la velocidad de animación es muy alta. Lo inmóvil -la blanca montaña, el aromático bosque o la solemne escultura de piedra- sencillamente no resulta y para televisarlo debe imprimírsele artifi- cialmente movimiento. Por eso, obvia todo cuanto sea por encima inmóvil, como el raciocinio, la me- ditación o el amor de alma, para suplantarlo por lo que conlleve acción visible, como deporte, crimen y sexo. Esta tendencia lleva a la máxima forma de acción que es la violencia, ingrediente capital hasta de los dibujos animados para niños. Tendencia a la fragmentación. Los encuadres amplios, posibles en el cine, pierden definición en televisión. El ángulo visual del hombre, de 180°, le permite formarse una idea global de la realidad frente suyo. También la continuiciad del cine le permite seguir el desarrollo dramático de una situación a un ritmo afín con el de su mente. En televisión, en cambio, el ángulo visuales muy estrecho, ocupando sólo una porción del campo fo- cal. Como al abarcar un panorama amplio pierde definición (se empasta) debe recurrirse al encuadre reducido: el primer plano del rostro u otro detalle. Son siempre enfoques sin perspectiva de conjunto. 53 Las imágenes fragmentadas, para peor cortadas por las consabidas interrupciones comerciales, no dejan ir al fondo de las cosas, situación comparable a la literatura si sólo existiese el cuento corto, no la novela. Hay temas, desarrollos dramáticos e inda- gaciones profundas del alma, que sencillamente no caben en formatos breves, motivo por el cual existe el libro, la enciclopedia y el diccionario. En el meciio audio visual, en cambio, no hciy su equivalente para ahondar un tema. Así la mente se fragmenta en gran cantidad de elementos desconectados que buscan una integración, dejando esa sensacicín de vacío t|ue caracteriza al hombre moderno. Tendencia a la superficialidad. La presión de la sintonía obliga a orientarse hacia la masa en su punto más fácil cié equilibrio: lo liviano. Todo lo c|ue implique ejercitar la inteligencia tiende a descartarse por elitista. Sobre esto volveremos. Tendencia a suplantar la realidad. Hasta aquí nos hemos refericfo a la televisión como un medio de comunicación, llegando a compararla con otros. Ahora bien, un medio -sea de comunicación o de transporte- traslada algo sin alterar su naturaleza. La imprenta, entonces, comunica vivencias Uterarias que van más allá de los signéis o del papel empleado y la radio transmite canciones sin alterarlas. Salvo escasos intentos de hacer arte con tipografía y mú- sica con computador, no se pretende c|ue cuchos medios artificiales sustituyan la realidad. 54 Sin embargo, en el caso de la televisión, estamos ante otra cosa. Si sopesamos lo recién señalado so- bre la mecánica mental de su tecnología se aprecia que esa representación electrónica de la realidad tiende a constituirse en la realidad propiamente tal, y en mucos casos de mayor impacto persuasivo que las percepciones directas cié nuestros sentidos. La primera vez que observamos este fenómeno fue durante Semana Santa en Sevilla. Por una estrecha calle avanza la Cofradía de los Gitanos, sus miembros encapuchados van cubiertos con el vistoso hábito moracio. Unos cuarenta costaíeros cargan el pesado paso, una especie de altar con estatuas de la Virgen y de Cristo en tamaño natural. Al fondo de la calle hay un camión estorbando el paso. Se produce tal apretazón de gentes que es necesario refugiarse en el zaguán cié una casa y ahí, entre los visillos, se alcanza a divisar a una dama de negro en el salón. Está mirando tele y en la pantalla aparece nacia menos que la Cofraciía de los Gitanos, la misma que en esos instantes desfila frente a su casa. El camión que estorbaba a media cuadra era nada menos que el de la tele española (TVE). ¿Por qué esa dama de negro en Sevilla, en lugar de asomarse al balcón a ver la procesión, prefiere verla en televisión? Descartada la flojera como motivo de su actuar (tiene la procesión tan a mano como el televisor) queda una causa más profunda, observable también en teleadictos criollos: es más convincente la representación de la realidad en 55 pantalla, que la percepción directa de esa realidad. La procesión se ve más "clarita" en pantalla que desfilando de verdad, la telenovela parece más real que el drama vivido en nuestra familia y conocemos mejor la cara del animador que la propia. Figuras de la tele suelen quedar encasilladas por la imagen que proyectan en pantalla. Si alguien actúa de bobo en un teatro, en cuanto se baja del escenario sus amigos olvidan el papel que representaba y vuelven a tratarlo como persona real. Pero si dicho actor actúa de bobo en la televisión, será tal la penetración mental efe su imagen en pantalla que tencferán a verlo como bobo para siempre. Nissim Sharim, por ejemplo, un actor que ha representado magistralmente los más variados papeles, ha quedado marcado por su actuación en un comercial de banco y cuando está actuando en teatro, igual la gente lo ve como el protagonista del cómprate un auto Perico. Del mismo modo, un producto que se muestra atractivo en televisión, lo consicferamos atractivo aun cuando nuestra idea anterior de él, derivada de cómo lo percibimos directamente, nos incficara no ser de nuestro gusto. Si probamos un determinado brebaje negro, seguramente lo encontramos malo, o por lo menos inferior a una limonada natural. Pero si nos muestran jóvenes alegres deleitándose con la Coca- Cola y volvemos a probar el mentado brebaje, lo encontramos rico. 56 Nuestros sentidos están, pues, reaccionando más a la información electrónica que a la percibida de manera directa en terreno. Las consecuencias de esto son aún insondables. Basta considerar que durante miles de años, la especie humana ha sido condicionada a considerar la percepción visual de un hecho como la prueba definitiva de su existencia. Podrá haber olor a león y escucharse rugidos, pero lo que nos convence de su proximidad es verlo con nuestros propios ojos. En cambio en televisión vemos cosas que no están ahí, que nunca estuvieron ahí, que no st^n verdaderas y que son procesadas a gusto por otros. Ante los ojos aparecen hechos de lugares remotos y tiempos ciistantes. El ritmo natural de un evento se interrumpe, abrevia o acelera hasta que aparezcan como reales hechos que jamás ocurrieron. Pero estamos tan acostumbracios al "ver para creer" que esa percepción ocular termina siendo el epíteto de realidad, sobre todo a niveles bajos de conciencia. Aliom con los medios electrónicos nuestros sentidos han sido alejados otro paso de su fuente. Pueden alterar las imágenes que vemos. Las enmarcan, desprenden de su contexto, editan, recrean e interrumpen con otras imágenes. Llegan de distintos lugares del mundo donde no estamos. Más aún, muchas imágenes son dusorias. Lo que estamos viendo no ocurrió jamás. O sea ocurrieron, pero sólo la actuación ocurrió, el hecho no.^^ '"̂ Manden op. cit. 57 Por eso cuando pasan teleseries como El Dr. Marcus Welhy, que es una parodia sobre un doctor imaginario, le llegan al actor que lo encarna, Robert Young, 15.000 correos consultando asuntos médicos personales. La gente lo ve como médico de verdad, a igual que el niño cree que Ultranián es cié verdad. ídenrv con las telenovelas. Esas representaciones ficticias son vistas en un estado de pasiviciad mental y de cercanía al protagonista en que jamás se han presenciado acontecimientos de tal intimidad. Se llega a creer, entonces, que así es la vida. Por eso, las fabricaciones pasan a ser el modelo que se tiene cié relaciones interpersonales por lo que constituyen las pautas de conducta a seguir. Se torna difusa la distinción entre lo real y lo ficticio. Tampoco se distingue entre el medio y el contenido. Los sentidos se han alejacio de su fuente, pero debido a la penetración sicológica de la imagen visual, el mensaje en pantalla comienza a absorberse como realidad. Un medio para comunicar cultura comienza, entonces, a convertirse en una cultura. En lugar de ser la televisión el reflejo de la sociedad, será la sociedaci el reflejo de la televisión. 58 Capítulo V EL CONTEXTO SOCIAL DONDE SE ORIGINA LO HUACHACA La migración del campo a la ciudad Cuando aparece esta maravilla electrónica, junto a la dinámica cultural esbozada en el primer capítulo, está en pleno proceso la urbanización del país. En realidad, la emigración masiva a la ciudad empieza mucho antes con la insensata desarticula- ción de la vida rural, en particular del villorrio o poblado a escala humana, que se le deja morir sin dotarlo de servicios mínimos como agua potable, escuela buena y policlínica. En vez de ser reservorio de buenas costumbres y célula viviente de la nación, se le abandona por las luces de la ciudad. Debido a que lo más visible deFrancia es París y no la comunidad local en la cual se sustenta dicha nacitin, la elite criolla concentra su acción civiliza- dora en la ciudad. Copia las brillantes instituciones que afloran en capitales europeas -Rc:)ma, Londres, etc.- pero sin calcar la evolución del país interior sobre las cuales se basan. Pretenden industrializar el país antes de tener asentada la base real del pro- greso cjue es la agricultura, o sea la alimentación. Fundan por doquier vistosas universidades sin antes haber completado la tarea fundamental de 59 br indar a todos buena educación primaria. Soslayan así el laburo de hacer los cimientos culturales del desarrollo. De este modo, el principal resul tado del proceso civilizador no es tanto la educación del pueblo al cual supues tamente va ciirigido, sino la propagación de la clase media culta encargada de llevarla a cabo. La mayor par te de la creacitín intelectual lat inoame- ricana proviene, precisamente, de esta clase media vinculada al sistema educacional. Debido a la función decisiva de la palabra escrita en la cultura occidental, podemos considerar el hábito de lectura como un inciicador del nivel de in- tegración a dicha cultura. Una reciente investigación al respecto indica, justamente, que leen libros sólo los profesc:)res secundarios, los estuciiantes universi- tarios y los profesionales, s iendo casi nula la capaci- dad cié la educación básica y media por sí solas de formar tal hábito.2" O sea, e¡ sistema educacional sólo logra educar a los educadores . Entretanto el país interior -el campo, los pobres - le interesa a la aristocracia sólo en cuánto fuente de dinero y de servidumbre . La hacienda no irradia prácticas democráticas. Arrebata a las comuniclades sus mejores tierras y a bajo precio extrae sus más dulces frutos. 2" Universidad Católica de Chile: La Situación del Libro en Chile. DIBAM, Santiago, 1980. 60 Los productos de la ciudad, como arados y abogados, suben incesantemente de precio en rela- ción a los del campo, desde el trigo a la papa. Por su parte. Ja inversión pública -hospitales, colegios- se concentra en la capital, creando así una atracción fatal hacia los tacos. Es tan aplastante la explotación que hace la urbe del campo que la vida rural empieza a perecer y a sus sobrevivientes sólo les queda rendirse ante el poderío de la metrópoli. Primero es la aristocracia terrateniente que se va a vivir a la ciudad, luego sus hijos se tornan políticos o banqueros y más tarde los de abajo también parten. Diariamente miles de personas abandonan su imposible condición de castigo en el campo para emigrar a la ciudad. (A Lima solamente llegan 200 personas diarias a instalarse de por vida). Este pro- ceso galopante de urbanización implica que miles y miles van arrancando sus raíces culturales de donde las tenían asentadas por siglos. Ahora bien, la migración rural-urbana es más que un cambio de domicilio, es ser desterrado de su propia cultura para ser lanzado a los márgenes del frío mundo de la moderniciad. Y sin que dicho tras- plante se efectúe con mecanismos de socialización que faciliten una integración armónica. En Australia por ejemplo, a los inniigrantes españoles o rusos que llegan, a pesar de pertenecer a la misma cultura occidental de Australia, los someten a un elaborado proceso de adaptación, debiendo el adulto asistir a 61 cursos de inglés hechos con el método situacional que, en el fondo, es un método de incorporar a alguien a la mentalidad australiana. El niño, por su parte, en cuanto llega empieza a asistir a escuelas públicas de alto nivel y al poco tiempo es probable c[ue ni siquiera hable el idioma de su casa, tan fuerte es la educación que recibe. Es lo mismo con el famoso crisol o melting pot de culturas que es Estacios Unidos: en el public scliool funden todo, desde prejuicios raciales hasta taras ancestrales. La insuficiencia de la campaña civilizadora Acá, en cambio, ante el desajuste que es pasar desde una cultura a otra, virtual salto con garrocha sobre el muro del hambre, nadie pone colchonetas para amortiguar la caícla. La campaña civilizadora, de cara a la avalancha migratoria y demográfica, no es capaz de ofrecer suficiente educación al pueblo. Los programas asistenciales -paliativos de emergencia- se diluyen cual sal en el mar a medida que se alejan del centro. Al llegar a la población marginal los elevados principios pedagógicos que han de animar la educación pública son apenas un galponcito sobre el tierral, donde una heroica maestra espanta las moscas mientras trata que la cincuentena de niños de su curso aprendan un día a escribir ma- má. "...la prevalecía de la desnutrición de grados 11 y 111 en muestras de menores de 5 años en el decenio 1965-75 ha 62 tenido un aumento importante, tantP en ¡as tasas que suben de 24.9% a 32.9%, como en (¡ número total de desnutridos estimados, que suben de 668.000 en J965 a 1.114.000 en 1975; vale decir, un auniento de 66.87o con 446.000 niños desnutridos más que atc'nder.-^ Por lo tanto, en América Latina la desnutrición por sí sola, debido a su efecto en e'l aprendizaje y a sus consecuencias en el posterior cuociente de inteligencia, inhibe la racionalidad. A lo anterior súmese un sistema educacional incapaz de asimilar debidamente a las cant idades cada vez mayores de niños en ciemanda de aprender . Pdi" cada cien niños en edad escolar, hay st^lo uno en la educación superior o universitaria. Suponiendo, con bastante generosidad, que el sólo hecho de llegar a la educación universitaria signifique acceder a un nivel edu¿acional d igno de la cultura occidental, tendr íamos que los jóvenes 1% de la población, desequilibrio que debido al crecimiento demográfico no estaría var iando para mejor. El reducido n ú m e r o de personas educadas a un nivel de país asiático o europeo, junto a lo señalado respecto al hábi to de leer libros, da una idea de cuan delgada es la capa de barniz civilizado. '̂ UNICEF: Situación de la infancia en América Latina y El Caribe. Oficina Regional para las Americas, 1979. 63 La elevación cultural, la universidad, los asuntos religiosos y sobre todo la educación, fueron temas básicos de la república, l legando un profesor de castellano que planteaba que gobernar es educar, ser elegido presidente22. Luego el tema económico, como si la plata fuera lo único que cuenta, desplaza esa visión humanis ta de país. Que la economía, la delincuencia o la seguridad, como si pudiera haber prosper idad en una sociedad de ignorantes. El estrato de mayores holgura económica se salva de la gradual decadencia de la educación pública colocando a sus retoños en colegios particulares, pero la mayoría queda sometida a escuelas públicas de bajísimo nivel que consti tuyen para el niño expe- riencias repetit ivas m u y poco est imulantes o a liceos que se van empobreciendo junto con un inexorable aumen to de la matrícula hasta llegar a la doble jor- nada , que en real idad es media educación porque reduce a la mitad la formación del niño. El proceso civilizador queda, entonces, sin sufi- ciente energía para asimilar a los nuevos contin- gentes arr ibados a la c iudad en cant idades cada vez mayores . Deja la gran masa a medio camino, des- arraigada de su cultura originaria y sin integrar adecuadamente a la alta cultura. 22 Don Pedro Aguirre Cerda (1879-1941) quien a pesar de las intrigas políticas, del terremoto de Chillan (1939) y de la Segunda Guerra Mundial, aumentó las escuelas prima- rias de 110.000 en 1938 a 616.000 en 1941, cuando murió. 64 Del siútico al huachaca En un comienzo esto no es muy notorio, porque el adul to emigrado a la capital, como Jesús Sánchez en Ciudad de México, llega con su estructura mental establecida.23 Es básicamente u n campesino que en lugar de trabajar en la hacienda, lava platos en un restaurante. Del mismo modo^ los mapuches venidos a Santiago se reunían el domingo
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