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Sinopsis Ella es remilgada y decente. Él es cuero y sin leyes. Nunca funcionará entre ellos. Es una mentira que ellos casi la creen. Prólogo Bear Nací un Bastard. Un soldado, en el ejército sin leyes de los Beach Bastard Motorcycle Club. Preparado para un día tomar el mazo de mi viejo. El deber vino antes que mi consciencia, antes que la familia, antes que todo. Yo no escogí esta vida, me escogió a mí, y vivirla vino con saber, y aceptar, que cada mañana que me levantaba a mear, podía ser mi último día sobre la Tierra. O, dependiendo de mis órdenes… el último de alguien más. Ser un motorista, un Bastard, no sólo estaba en mi sangre. No sólo lo vivía. Lo respiraba. Lo bebía. Jodidamente lo amaba. Era todo. Hasta que ya no lo fue. No recuerdo el momento exacto en que pasó, quizás después de mi primer asesinato, quizás el día en que fui parchado, pero pasó. Aceite de motor, cuero, violencia, y una afición por matar a los enemigos del club, reemplazó la sangre en mis venas. Me convertí más motorista que hombre. Y estaba orgulloso. Nunca pensé en ello como un problema, pero también nunca pensé que llegaría el día cuando ya no sería un Beach Bastard. Pero llegó. Y ya no lo era. Un día dejé mi chaleco y caminé hacia la puerta fuera del MC, había volteado mi reloj de arena y colocado la caducidad en mi vida. Una vez Bastard, tú eras siempre un Bastard. O estabas muerto. Ellos vendrían por mí. Pero la puta cosa era que no era el pensamiento de mis hermanos ponerme bajo tierra lo que más me molestaba, era la incertidumbre. Sabía todo sobre ser un motociclista. No sabía ni mierda sobre ser un hombre. Había sido torturado al borde de la muerte, violado por la diversión de mis captores. Después de eso nunca perdí la ventaja que me mantenía con vida. Esa lucha. La cosa dentro que te hacer latir tan rápido que se siente como que va a latir su camino fuera justo a través de tu pecho, y decirte que no importa la situación, que tú no sólo saldrás al carajo de eso, sino que vas a quemar a cada hijo de puta vivo que trató de deshacerte de ti. Había sido golpeado, pero nunca había sido quebrado. Hasta Thia… Capítulo 1 Thia Diez años de edad… No sé dónde todo fue mal. Nunca entendí ese dicho. Porque mirando hacia atrás en mi vida puedo determinar con precisión el día exacto, la hora exacta cuando todo cambió y dio un giro que nadie pudo haber predicho. Especialmente yo. Tres semanas antes de mi cumpleaños número once, había montado mi pequeña bicicleta roja por los cuatro kilómetros al Stop-n-Go. Papá quería que dejara una caja de naranjas así que la había atado a una patineta y até una cuerda desde las llantas delanteras al asiento de mi bici con una cuerda que había encontrado en el bote viejo de mi papá. – ¿Vigilaras el mostrador, Cindy? – Emma May preguntó, meneando sus caderas de lado a lado, ella hizo su camino hacia la puerta, colgando su pequeño bolso cuadrado en su mano. – Sólo voy a ir al salón de belleza de en seguida por un momento. Probablemente nadie siquiera vendrá. – agregó, recargándose sobre el mostrador ella abrió la vieja caja registradora usando una serie de botones y golpes con su puño en un lugar en el fondo. Sacó algo de efectivo y me sonrió de vuelta, empujando la puerta de cristal que sonó cuando la abrió y de nuevo cuando se cerró. Emma May tenía razón. Ella me había pedido vigilar la tienda antes y nadie nunca había entrado. Hasta ese día. No es como si estuviera ansiosa de llegar a casa. Mamá había comenzado a actuar extraño. Limpiando los pisos por horas hasta que la madera perdiera su brillo. Hablando sola en la cocina. Cada vez que le preguntaba acerca de ello, ella actuaba como si no supiera de que le estaba hablando. Papá me dijo que estaría bien y simplemente estar lejos de ella y darle su espacio. Hice lo que me dijo y me alejé tanto como pude, la mayoría del tiempo sin llegar a casa hasta sólo después de la puesta de sol. Vigilar la tienda era una buena razón como cualquiera para prolongar mi llegada a casa. Después de una hora me puse nerviosa. Enderecé la pared de cigarros detrás de la registradora, traté de poner los hot-dogs en los rodillos, eso no funcionó, y traté de leer una revista, pero no entendía que ‘Diecisiete Posiciones para Hacerlo Sufrir’ significaba. Si alguien estaba con dolor, ¿por qué no simplemente iban a ver al doctor? ¿o a un dentista? Ahí es a donde fui cuando tenía un dolor de muelas. Me había rendido con las revistas y estaba recargada en un viejo taburete que crujía cada vez que giraba en él. Con mis pies sobre el mostrador, le cambié al canal en la pequeña televisión en blanco y negro que estaba puesta sobre un directorio telefónico en la esquina del mostrador. Los únicos dos canales que llegaron fue uno de películas de vaqueros y el canal del clima. Ambas imágenes eran borrosas y el único sonido saliendo de las bocinas era el sonido de la estática y ruido blanco. Traté de apagar toda la cosa, pero nada estaba funcionando, a lo mucho sólo había logrado hacerlo más fuerte. Se hizo tan fuerte que no pude escuchar las motocicletas aparcando en el estacionamiento o el sonido de las campanas de la puerta contra el cristal. Jalé el enchufe de la toma de corriente. Todavía estaba sosteniendo el cable cuando levanté la vista a unos ojos de un velludo extraño. Y su pistola. – Todo lo que tienes. – él ordenó, apuntando con su pistola a la caja registradora. Él estaba haciéndose de lado a lado y sus ojos estaban inyectados en rojo. – No sé cómo… – empecé, pero el hombre me interrumpió. – ¡Simplemente hazlo! – ordenó, haciendo a la pistola cliquear, él saltó así que su pecho estaba descansando sobre el mostrador y la pistola estaba sólo a centímetros de mi cabeza. Me bajé del taburete y lo empujé sobre la registradora, subiéndome en él me senté sobré mis rodillas e intenté la complicada combinación de botones que Emma había usado cuando ella la había abierto. Nada. – ¡Vamos! ¡Ahora, niña! – el hombre gritó, gruñendo impaciente. – Estoy tratando, tal vez estoy golpeando el lugar equivocado. – traté de nuevo, esta vez golpeando más al final que arriba. Él hombre vino hacia mi lado de la registradora. Olía como aquella vez que mi hermanito se enfermó en el asiento trasero de la camioneta en nuestro camino a Savannah. – Escucha pequeña perra. – dijo él, levantando su arma en el aire como si él fuera a golpearme con ella. Salté de la silla y me protegí a mí misma debajo del mostrador. La puerta sonó anunciando que había sido abierta y una voz resonó a través de la habitación, sacudiendo la vitrina llena de frascos de vidrios de carne seca casera. – ¿Qué coño estás haciendo? – la voz preguntó. El hombre con la pistola se congeló con su mano todavía en el aire. – Estoy cobrando, hijo de puta. – el hombre articuló mal las palabras. Un colorido brazo llegó atravesando el mostrador y agarró al hombre del cuello jalándolo sobre el contador como si él no me pasara más que un bicho. Hubo una conmoción y las campanas anunciaron la puerta abriéndose y cerrándose. Fueron unos minutos más antes de salir de mi escondite debajo del mostrador, arrastrándome de vuelta a la silla me incliné justo cuando la puerta se abrió. Entró un hombre rubio usando el mismo tipo de vestimenta de cuero como el hombre de la pistola, excepto que este no estaba usando camisa debajo de ella. Tenía músculos que podías ver debajo de su piel como los luchadores en la televisión, excepto que no tan grande, su piel estaba decorada con tatuajes, uno grande cruzando de su hombro hacia debajo de su brazo. Los mismos coloridos tatuajes del brazo que acababa de jalar al tipo con la pistola. Sus brillantes ojos eran de la misma forma como la nueva piscina de Maxwell. Un profundo azulbrillante. Su cabello rubio arenoso estaba peinado hacia atrás, largo arriba y rapado a los lados. Una Mohawk, creo que así lo llaman en las películas. – ¿Eres la única aquí? – preguntó, escaneando la habitación, escrudiñando en los tres pequeños pasillos. Asentí. – Tú eres a la que Skid acaba… – no pudo terminar la oración. Inclinándose adelante él apoyó sus manos sobre el mostrador y respiró hondo. Sus coloridos tatuajes extendidos en la parte de arriba de sus manos y sus dedos. Tenía tres grandes anillos plateados en cada una de sus manos. Él tenía pelo en su rostro y hasta ese momento, cuando alguien habló de barbas, siempre me había imaginado el largo pelo de alambre blanco creciendo de las barbillas de viejos magos feos usando largas túnicas y grandes sombreros puntiagudos. La barba de este hombre era un poco más oscura que su cabello y sólo un centímetro o dos más largo. Él no era un mago. O viejo. O feo. – Tu cabello es genial. – dije. Él tenía todo genial. Más que genial él era… ¿Bonito? ¿Podía ser bonito un chico? No, él no era bonito. Él era hermoso. – Gracias, cariño. – dijo él, inclinándose sobre el mostrador. Él olía como a la camioneta de mi padre cuando él estaba cambiándole el aceite y al jabón de lila que la señora Kitchener hacía cada verano. – Tu cabello es genial también. – era la primera vez en mi vida en la que me sonrojaba. Mis mejillas se pusieron calientes cuando el hombre se dio cuenta, él sólo sonrió más alegre y se inclinó más cerca. – ¿Por qué estás aquí toda sola? ¿No creen en las leyes de trabajo infantil en Jessep? – No sé qué es eso, pero realmente nadie viene mucho aquí desde que abrieron la nueva autopista. Estaba sólo cuidando la tienda mientras Emma May iba al salón de belleza. Ella dijo que volvería enseguida, pero si ellos van a hacer a Emma May hermosa yo creo que ella va a tardar un rato. El hombre rió y levantó sus cejas. – Escucha, dulzura. Lamento lo de mi amigo. – él me dio una pequeña sonrisa. – Él está enfermo por un largo recorrido y estaba siendo realmente estúpido. – Parecía más como a borracho para mí. Tal vez con resaca, pero deberías decirle que no beba y maneje. – ¿De dónde vienes? – él parecía divertido. Quería hacer lo que fuera necesario para mantener esa mirada en su rostro. – Sí, largos viajes pueden hacerle eso a las personas. Pero, ¿tú estás bien? ¿él no te hirió en absoluto? ¿lo hizo? Sacudí mi cabeza. – No, estoy bien y tú no tienes por qué sentirlo. Estaba estirándome por la escopeta de Emma May justo cuando entraste. – levanté la escopeta de los ganchos bajo el mostrador así él podía verla y moví de arriba abajo el eje. El hombre le dio un vistazo al arma y se dobló en un ataque de risa. La puse de vuelta bajo el mostrador. – ¿Qué es tan gracioso? – pregunté. – Oh, Dios, no puedo esperar para decirle a Skid que casi lo mata una pequeña niña. – sus ojos lagrimearon mientras continuaba riendo, profundo y fuerte. – No soy una pequeña niña. – alegué. – Cumpliré once el siguiente mes. ¿Cuántos años tienes? – Tengo veintiuno. – él sonrió incluso más grande y de pronto ya no estaba enojado con él por llamarme pequeña niña. Si él seguía sonriéndome así él podía llamarme como quisiera. – ¿Cuál es tu nombre, cariño? – preguntó. – Soy Thia Andrews. – dije orgullosamente, extendiendo mi mano para él como mi papá me había enseñado a hacer cuando me presentara a mí misma. – ¿Thia? – preguntó, dándome la misma extraña mirada que las personas hicieron cuando escucharon mi nombre por primera vez. – Diminutivo de Cynthia, pero no como Cindy. Hay doce niñas en mi clase y tres de ellas son Cindy así que estoy feliz de ser Thia y no una Cindy. – saqué mi lengua e hice ademan de meterme el dedo en mi garganta. Odiaba el nombre Cindy, aunque cuando mi papá me propuso Thia como una alternativa mi mamá se rehusó a usar el nuevo apodo y se había apegado a llamarme Cindy. – ¿Cuál es tu nombre? Él puso mi mano en la suya. – Me dicen Bear, cariño. – su piel era cálida, excepto por el frío metal de sus anillos. Yo lucía muy pequeña y pálida comparada con Bear, mi mano parecía como una mano de muñeca. – Tengo un amigo que estrechaba manos de niño también. – Mi padre dice que es cortés. – Tu papi tiene razón. – Tu amigo el que estrecha manos, ¿es amable como tú? – pregunté. – No diría exactamente que soy amable. Pero, ¿mi amigo? Él es… simplemente digamos, que es diferente. – Bear dijo con una risa. – Diferente es bueno. Mi profesor dice que soy diferente porque tengo cabello rosa, aunque también dicen que tengo un problema ‘habla fuera de turno’. – dije, con todo el conocimiento prolífico de una niña de diez años. – A veces diferente es realmente bueno, niña. – Bear coincidió. – ¿Bear es tu verdadero nombre? – pregunté. - ¿Tu apellido es Pardo o algo? – Nop. – dijo él. – Bear es sólo un apodo que mi club me dio. Todos los miembros llevan apodos, excepto que nosotros los llamamos nombres de ruta. – ¿Estás en un club? – pregunté con entusiasmo. – ¡Eso es genial! Sin embargo, si tu nombre no es Bear, ¿cuál es? – ¿Puedes guardar un secreto? – él susurró, mirando alrededor para asegurarse que nadie estaba escuchando. – No le he dicho mi nombre a nadie en años. Incluso mi viejo me llama Bear. Pero, ¿mi verdadero nombre? Es Abel. Y ahora tú eres una de las pocas personas que lo saben. Abel. – Ese es realmente un buen nombre. – aunque Bear también le quedaba. Él era más alto que mi papá y tenía un montón de músculos y sus manos eran grandes como patas de oso. Él estiró su mano a su bolsillo trasero y sacó un clip con billetes doblados. Más dinero de que alguna vez había visto. Más de lo que estaba en mi alcancía del cerdito de Toy Story en mi habitación. Más de lo que estaba en la caja registradora de Emma May. Bear sacó tres de los billetes y los puso en el mostrador. – ¿Para qué es eso? – pregunté, mirando a su mano la cual estaba parcialmente cubriendo el dinero mientras él lo deslizaba hacia mí y lo soltaba. – Ahí, son trecientos dólares. – ¿Qué quieres comprar? Puedo correr hacia el salón y traer a Emma porque esta fea caja registradora… – No voy a comprar nada. Es para ti. Por tu ayuda hoy. Por no… – ¿Trecientos dólares por no llamar al alguacil? – pregunté, captando lo que estaba diciendo. Trecientos dólares para una niña de diez años podrían haber sido también un millón de dólares. – Considéralo un agradecimiento por no dispárale. – Bear corrigió. – Está bien. Emma May se habría enojado sobre la sangre de todos modos. – Emma May odiaba el desorden. Bear rio otra vez y sonrió. – Eres graciosa, niña. ¿Lo sabes? – ¿Lo soy? – había sido llamada loca, rara, extraña, parlanchina, pero nunca graciosa. Decidí que me gustaba ser llamada graciosa. – Sí. – dijo él, empujando el dinero más cerca de mí. Él levantó la vista y miró alrededor del mostrador. – ¿No hay cámaras aquí? – Nunca he visto una, pero Emma es tacaña, eso es lo que mi mamá dice porque ella usó flores falsas en su boda, así que tal vez no compró cámaras. – solté, ansiosa de decir lo que sea para obtener otra sonrisa de Bear. – Asegúrate de mantener este dinero seguro. Escóndelo en algún lado. No le digas a nadie. Es un secreto entre tú y yo. – dijo él con un guiño. Traté de devolver el guiñó, pero pude pestañear ambos ojos a él como la genio en las viejas repeticiones de I Dream of Genie. Bear estiró su mano y empujó algunos de mis alborotados cabellos fuera de mi cara, metiéndolo detrás de mi oreja. Sus dedos eran ásperos, pero amables, y cuando él retiró su mano no quería nada más que mi cabello se saliera de vuelta así él podría hacerlo de nuevo. – No quiero tu dinero. – solté. Había ido a la tienda de un dólar la semana pasada con mis tres dólares y no pude encontrar una sola cosaque de verdad quisiera. Cosas de trecientos era mucho más de lo que podía querer. – Bueno, en mi mundo cuando alguien hace un favor, nosotros devolvemos el favor. – dijo Bear, descansando su barbilla en su mano. Mis ojos cayeron en el anillo de su dedo de en medio, una calavera con una piedra brillante en el centro del ojo. Bear bajó la vista siguiendo mi mirada. – ¿Te gusta? – preguntó, quitándose el anillo de su dedo. – Sí, nunca vi algo como eso. Bear lo sostuvo entre dos dedos y lo miró como si lo estuviera viendo por primera vez. Él estaba callado y su frente arrugada como si estuviera pensando algo de la misma manera en que la mía hizo cuando hice mi tarea de matemáticas. – Tengo una idea. – dijo, poniendo el anillo en el mostrador. – Este anillo, es una promesa. En mi club cuando le damos esto a alguien representa una promesa. – ¿Una promesa de qué? – pregunté, mirando fijamente el anillo, asombrada, como si estuviera suspendido en el aire. – Un favor, lo que sea que necesites. Significa que te lo debo. – ¿A mí? – Sí. – dijo él, metiendo los billetes de vuelta a su bolsillo. Él deslizó el anillo en mi pulgar, era tan grande que tuve que cerrar mis dedos alrededor de él para mantenerlo en su lugar. – Guao. ¡Genial! – levanté la vista a sus ojos y sonreí. – Gracias. Lo mantendré seguro lo prometo y no lo usaré a menos que sea súper importante. – Sé que no lo harás. – dijo Bear. Una garganta se aclaró y ambos miramos hacia el sonido. Parado por la puerta estaba otro hombre usando el mismo tipo de chaleco. – Tenemos que irnos, hombre. Chop llamó. Tenemos que regresar al MC en veinte minutos. – Tengo que irme, cariño. Asegúrate de mantener eso seguro, ¿está bien? – Bear dio golpecitos con sus dedos en mi puño. – No voy a decirle a nadie. Lo juro. – dije, haciendo una cruz sobre mi pecho, algo que sólo haces cuando estás realmente seguro sobre la promesa que estabas haciendo y quería que Bear supiera cuán segura estaba sobre mantenerme callada. Con un guiño y un tintineo de la campana contra la puerta, se había ido. Yo miraba mientras él le daba una palmada en la parte trasera de la cabeza del hombre velludo que trató de robar la tienda. Ellos intercambiaron algunas enojadas palabras antes de ponerse los cascos y dirigirse de vuelta al camino. El tercer hombre siguiendo cerró atrás. Ni treinta segundos antes de que el último motociclista se hubiese ido, Emma May entró por la puerta. – ¿Algo emocionante pasó mientras no estaba? – llamó, dirigiéndose al cuarto trasero. Puse el anillo en el bolsillo trasero de mis shorts. Luego crucé mis dedos detrás de la espalda. – No, señora. Ni una cosa. * * * Bear La luz del sol del medio día estaba deslumbrando. Skid no era el único con resaca. Habíamos estado de fiesta en Coral Pines con algunas chicas hasta que el sol salió esta mañana. Skid simplemente no ha aprendido todavía el valor de las gotas para los ojos y el café fuerte. El cabrón tiene suerte de que no lo noquera justo ahí en el estacionamiento de esa puta gasolinera. – ¿Perdiste la puta cabeza al asaltar una gasolinera? Especialmente una que está en el mismo condado igual que el club. No sé qué te dijeron cuando te parcharon, hermano, pero no somos un grupo de putos delincuentes juveniles. No montamos alrededor para asaltar gasolineras o hacer cualquier cosa más que haga correr el riesgo trayéndonos un problema. Tenemos mierda yendo justo ahora y estúpida mierda como esta podría mandarnos a todos servidos de verdad. ¿Y quién coño apunta una pistola en jodidas niñitas? Debería dispararte para enseñarte una lección. ¿Dónde está tu cerebro, hombre? – le di un manotazo atrás de su cabeza y sus lentes de sol cayeron al suelo. – Novato. – grité por encima a Gus. – ¿Por qué no hacemos mierda estúpida en este momento? ¿Por qué no apuntamos armas a niñas? – Tenemos mierda importante sucediendo. Tenemos que mantener un bajo perfil. – Gus respondió secamente. – Y porque eso simplemente está jodido en general. – Colega. – dijo Skid, frotándose los ojos. – Todavía estoy ebrio de anoche de esta mañana de lo que sea. Lo siento, fue una puta estupidez. Sólo no le digas a Chop, ¿está bien? – él se agachó para recoger sus lentes y en serio pensé en patearlo en la cabeza. Pero después me calmé un poco cuando pensé en toda la estúpida mierda que había hecho cuando recién fui parchado, mierda que podría haber traído el inferno abajo a mi viejo si él alguna vez supiera. – Sólo y únicamente esta vez. Es todo lo que tienes. Tu único pase. Empujas mierda como esta otra vez y tú lidias con Chop por tu propia cuenta y no estaré ahí para ir a tu rescate. – monté mi moto. – ¿Qué fue toda esa platica sobre el anillo? – Gus preguntó. – Esa es la primera vez que escucho de eso. ¿Me perdí de algo que se supone tengo que saber? ¿Se supone que tengo que entregar un anillo también? Porque no tengo ninguno tan estupendo como la calavera que le diste. – Gus siempre fue ansioso para aprender y la posibilidad de que él pudiese haberse perdido de algo lo hizo verse nervioso. – No, hombre, todo eso fue pura mierda. Un anillo a cambio para que ella no llamara a la puta ley o a su mami y papi para decirles lo que el gran motociclista malo hizo. – dije. – Listo. – dijo Gus, poniéndose sus guantes. – ¿Le diste a la niña tu anillo de calavera? ¿No tenía esa cosa un diamante? – Claro que lo tenía, y tú me pagaras cada puto centavo. – encendí el motor, el rugido de la moto cobrando vida entre mis muslos. Me reí todo el camino a casa ante la cara de Skid cuando le dije que me debía. Nunca pensé acerca de ese día o esa chica otra vez. Hasta siete años después, cuando todo regresó y me golpeó en el culo. Capítulo 2 Thia Siete años después Silencio. Más aterrador que cualquier explosión de armas o fuego de cañón. Más ruidoso que un trueno y diez veces más estremecedor. Cargando uno de los famosos pays de manzana de la señora Kitchener con una mano y sosteniendo el manubrio de mi bicicleta con la otra, conduje las piedras y los hoyos en el estrecho camino de tierra que dirigía a la pequeña casa de campo donde vivía con mis padres. Cada día cuando llego a casa de mi trabajo de medio tiempo en el Stop-n- Go era recibida por las voces discutiendo de mis padres. Con ninguna otra casa alrededor sus voces llegaban por encima de los árboles y las escuchaba bien antes de ver la luz en la ventana. Antes de que mi hermano menor muriera nunca los había escuchado pelear en absoluto. Cuando Sunlandio Coorporation decidió importar sus naranjas, cancelando sus contractos de largo plazo con el huerto de mi familia, los dimes y diretes se volvieron en toda regla gritos llenos de odio. Puse mi bicicleta en la tierra, cuidadosamente cambiando el pie de una mano a la otra. Incapaz de agacharme a atarme la agujeta de mi zapato que se había deshecho en el camino, sacudí mi pie mientras caminaba, asegurándome de no tropezar sobre las agujetas sueltas. Escalofríos corrieron por mi piel húmeda causándome picazón con pequeñas protuberancias, haciendo los pequeños vellos en la parte trasera de mi cuello y brazos erizarse como si estuviera a segundos de ser golpeada por un rayo. Es cuando lo noto. El silencio. – ¿Mamá? – llamé, pero no hubo respuesta. – ¿Papá? – pregunté mientras abría la puerta de malla. La lámpara a un lado de la mesa estaba encendida, la pantalla de la lámpara estaba inclinada de lado como si estuviera también preguntándose qué demonios estaba sucediendo. Escuché una pelea en el cuarto trasero. – ¿Están allá atrás? – pregunté, poniendo el pay en la barra. Hice mi caminó hacia el pasillo, empujando la puerta de la habitación de mis padres para abrirla, pero estaba vacía. Lo mismo en el único baño y en mi habitación.Al final del pasillo, la puerta de la vieja habitación de mi hermano estaba resquebrajada. Mi madre, había mantenido la habitación de Jesse como un santuario desde que él había fallecido, había siempre mantenido la puerta cerrada y susurrado cuando ella estaba en el pasillo como si él estuviera ahí tomando una siesta y ella no quisiera despertarlo. – ¿Mamá? – pregunté de nuevo, lentamente empujando la puerta. – Pasa, Cindy. Estamos aquí adentro. – dijo ella alegremente. Era la primera vez que había escuchado la voz de mi madre tomar un tono feliz en años, aunque odié que ella me llamara Cindy. Hizo que mi estómago se revolviera. Algo estaba muy mal que casi no quería ver lo que me estaba esperando del otro lado de la habitación. Y tenía razón. No quise. Porque ahí estaba mi madre, sentada en la vieja mecedora que ella usaba para leerle a Jesse, agarrando su dinosaurio favorito, meciéndose para adelante y para atrás y para adelante y para atrás, apretando el muñeco de peluche en su pecho y frotándolo contra éste. Sus ojos estaban enrojecidos con oscuros círculos debajo de ellos, y aun así tenía una sonrisa en su rostro. – Estoy tan feliz de que estés en casa Cindy-loo-hoo. – dijo ella, usando el apodo del Dr. Seuss el cual ella había dejado de usar hace años. – ¿Estás lista para irte? – ella preguntó. – ¿A dónde? ¿Ir a donde, mamá? ¿Dónde está papá? – Tu padre no quiso esperar así que él ya se fue, pero quería que vinieras con nosotros así que esperé por ti. – su sonrisa era grande, pero sus ojos estaban brillando y estaban completamente vacíos de cualquier emoción. – ¿A dónde fue? – pregunté otra vez, entrando más en la habitación. – No te preocupes, nos reuniremos con él pronto. Sólo quería hablar con Jesse primero. – dijo ella, acariciando el dinosaurio. – Mamá, Jesse está muerto. – le recordé. – Murió hace años. Mamá asintió y sus ojos se movieron al poster de Star Wars y luego a la pila de Legos en la esquina. – Lo sé, tontita. – Bien, porque pensé por un segundo que estabas diciendo que… – Sólo quería hacerle saber que vamos a reunirnos con él pronto. – dijo mamá. Fue entonces, cuando ella cambió el peluche de un brazo al otro, que noté la pistola en su regazo. – ¿Mamá? – pregunté, mi cuerpo entero empezando a temblar con conocimiento de lo que ella realmente estaba diciendo. – Dime dónde está mi papá. – susurré. – Ya te dije. Se ha ido. Se fue sin nosotros porque no podía esperar más. Él siempre fue un hombre impaciente. – ella sacudió su cabeza y rodó sus ojos. – Tú eres un montón como él en tantas maneras. – ella cantó. – ¿Por qué tienes una pistola, mamá? – Tontita, ¿de qué otra forma vamos a reunirnos con Jesse y tu padre? Quiero decir, ya sé que existen otras maneras, pero creo que esta es la más rápida y la más eficiente. Después de todo, no queremos mantenerlos esperando demasiado tiempo. – ella dijo, dándole palmaditas la espalda del dinosaurio como si ella estuviera sacándole el aire. De atrás a adelante ella continuó meciendo, nunca rompiendo el lento y estable ritmo. La silla crujiendo con cada movimiento sobre el piso laminado. Di otro paso hacia ella esperando arrebatarle la pistola de la mano, pero ella vio a donde yo estaba mirando y levantó el arma, ondeándola en el aire. – No-oh. Tu padre quería ser el que la sostuviera, pero yo insistí. Este es un trabajo para mami y para nadie más. Ya es tiempo de que tomara control y cuidado de esta familia. Teniéndonos a todos en el mismo lugar para empezar. Mi pie sobre los entarimados sonando tan silencioso como un tambor. – Ahora, Cindy. Tú nunca fuiste buena esperando por tu turno, pero la buena noticia es que tú serás la primera. – ¿A dónde mandaste a papá a encontrarse con Jesse? – pregunté, lágrimas punzando detrás de mis ojos, pero la adrenalina corriendo a través de mis venas previno que se derramaran. – No veo por qué eso importa. – dijo mamá, soplando un mechón de rizos negros que había caído sobre sus ojos. – Pero si debes saber que él se fue en nuestra habitación. Tal vez deje un poco de blanqueador para el alguacil, las manchas rojas son lo peor, especialmente en los azulejos blancos. – dijo ella con la misma inquietante voz alegre con la que me había saludado. Di un paso hacia atrás y mamá continuó viéndome, sonriendo una sonrisa llena de dientes de oreja a oreja. Ella no me siguió cuando me giré y abrí la habitación de su recámara. Estaba vacía. Mi mamá se ha vuelto loca. Eso no significa que papá esté muerto. Ella podía estar mintiendo. Ella podía estar inventándolo. Rodeé la cama. Por favor que esté vivo, por favor que esté vivo. En el suelo a un lado de la cama contra la pared estaba el cuerpo de mi padre sin vida, sus ojos y su boca ambos abiertos, congelados en sorpresa. Jadeé y cubrí mi boca. – No, no, no, no, ¡no! – grité Me alejé de mi padre del pasillo y cuando miré al cuarto mi mamá ya no estaba en la mecedora. Corrí para salir por la puerta, pero corrí directamente a la suave bata de satín rosa de mi madre. – ¿Estás lista, cariño? – ella preguntó, inclinando la cabeza de lado. La pistola estaba en sus manos, pero no estaba levantada. – Yo, yo, yo necesito decirle algunas cosas a Jesse también. – dije, corriendo rápidamente hacia a la habitación Ella se golpeó a sí mima en la frente con el cañón de la pistola. – Tonta yo, claro que sí. Estaré esperando justo aquí y entonces después de reunirnos tendremos helado. – Sí, sí, sííííííí, helado está bien, mamá. – dije, arrastrando los pies. Pasándola de lado y fingí que estaba dando vuelta a la habitación de Jesse, ella movió sus hombros para hacerme espacio, y yo tomé la única oportunidad que tenía y corrí a toda velocidad, esquivándola mientras hacía una carrera en la dirección opuesta hacia la puerta. La pared junto a la puerta explotó mientras una bala desagarraba en el yeso de cien años. Mi madre estaba riéndose mientras yo saltaba los escalones del porche. Uno de los cordones de mis zapatos se atoró en la barandilla y volé adelante través del aire, aterrizando sobre mi pecho. El aire salió de mis pulmones y me giré sobre mi espalda, desesperadamente boqueando por aire. – Tú hablaste tu salida del viaje a la casa de Nana el año pasado, no vas a salirte de esto. – mi madre dijo mientras ella miraba abajo hacia mí frente al porche. De reojo ubiqué el viejo rifle de mi padre contra el frente de la casa. Él solía usarlo para asustar a los bichos de comerse las naranjas. No creo que haya sido usado desde la cosecha anterior. He estado fuera en los elementos por meses. Las posibilidades eran que la cosa no funcionara. – No estoy saliéndome de ello, mamá. – dije, mientras pude finalmente extraer un respiro. Lentamente, caminé-arrastré sobre mis pies y manos, de costado hacia la casa. Hacia la única oportunidad que tenía de sobrevivir. – Simplemente pensé que podríamos hacerlo juntas, ya sabes, irnos al mismo tiempo. – dije, imitando su alegre voz lo mejor que pude. – Oh, Cindy, esa es una encantadora idea. Siempre fuiste la dulce, ya sabes. Voluntariosa. Y un terror a veces, pero también podías ser muy dulce. Me encantaba la manera en que solías jugar con mis collares y mis pendientes cuando eras una bebé. – mamá puso la pistola contra su pecho y suspiró. – ¿Puedes hacerme un favor, mamá? ¿puedes usar el viejo rifle de papá? De esa manera tengo algo de qué hablarle a él cuando lleguemos ahí. Y yo puedo usar la pistola con la que lo mandaste con Jesse. Será divertido y ya sabes es difícil para mí encontrar cosas para hablar con papá. – Sabes. – dijo ella, recogiendo el rifle. Escalé sobre mis pies y flaqueé, sosteniéndome del revestimiento así no me caería. – Deseo que tu padre hubiera pensado en algo lindo como esto. Habría sido mucho más fácil. Deberías haberlo oído suplicandoy gritando. – ella dejó salir una breve carcajada. – Suplicando. – ella inspeccionó el arma para asegurarse que estaba cargada y luego me la arrojó. La atrapé y me aseguré que estaba cargada justo como ella lo hizo. – ¿Puedes creerlo? Tu padre… suplicando. Fue bastante ridículo. Debajo de la luz de la luna la piel de marfil de mi madre brilló. Siempre había envidiado sus largos rizos negros y sus naturales labios rosados. Para mí ella siempre se había parecido a Blancanieves. Solía mirarla escoger naranjas en el huerto para su famosa mermelada de naranja, y preguntarme por qué quedé atascada con cabello rosáceo, ojos verdes, y pecas, en lugar de su buena apariencia. Blancanieves de pie alta en su bata de satín manchada de sangre apuntó el rifle hacia mí. Con mi corazón martilleando en mi pecho levanté la pistola hacia ella. – Te amo, bebé. Te veo en el otro lado. – dijo ella. Lágrimas se acumularon en mis ojos. Sólo tendría una fracción de segundo. Incluso si el arma se atascaba como a menudo en el primer jalón del gatillo, no lo haría en el segundo. Mi madre sonrió mecánicamente con ensanchados ojos. Luego Blancanieves jaló el gatillo. Sostuve mi respiración, pero nada sucedió. Ella golpeó a un costado del rifle como ella había visto a mi padre hacerlo un millón de veces antes y justo antes de que ella fuera capaz de poner su dedo alrededor del gatillo otra vez, disparé. Sangre se esparció contra el revestimiento, volviendo a la pintura pelada blanca en rojo brillante. Mamá había tenido razón en una cosa. Fue rápido. Me tiré sobre mis rodillas y agarré mi pecho. Mi mente en blanco. No podía formar un pensamiento coherente. Mis dos padres estaban muertos y no sabía que debía hacer. A quien debería llamar. Mis dos padres estaban muertos. Mataste a tu madre. Lloré en la noche; perdida, asustada, y absolutamente sola. Estiré mi mano bajo mi camisa y busqué consuelo en la manera en que a menudo hacía cuando mis padres habían estado peleando, en apretar el anillo que usaba en una cadena debajo de mi camisa. Froté el frio metal entre mis dedos. Un rayo golpeó la torre de agua y fue en ese momento cuando la respuesta llego a mí. Sabía a donde tenía que ir. A quien tenía que ir. Capítulo 3 Thia Estaba lloviendo. Era verano en Florida. Estaba siempre lloviendo. En algún lugar durante los cuarenta minutos del viaje en bicicleta de la casa de campo en Jessep a Long Beach había perdido toda sensación en mis pies mientras pedaleaba a lo loco contra la fuerza de la inclinada lluvia. Había tratado de tomar la vieja Ford de mi papá. El colgador de llaves frente a la puerta estaba vacío, el cual dejaba sólo otro lugar donde ellas pudieron haber estado. Obligué a mis piernas a avanzar a la habitación que tenía al cuerpo sin vida de mi padre. Viéndolo antes no aminoró el impacto de caminar alrededor de la cama y encontrar a mi padre extendido en un incómodo ángulo contra la pared, su cabello todavía húmedo con su sangre. – Papi. – lloré, parándome sobre el río de sangre que empezó como un charco detrás de su cabeza y se hizo más y más delgado hasta que dejó la habitación de mis padres, esparcido y filtrado en el espacio entre la pared y el piso, expandiéndose a la izquierda y derecha, recubriendo los blancos bordes en rojo fresco. Mi familia entera estaba muerta, pero no tenía tiempo de pensar en ello y estaba agradecida porque el peso de lo que pasó estaba amenazándome con aplastarme donde estaba. Algo dentro de mí, un final rayo de luz, me dijo que, si podía simplemente llegar a Bear, entonces todo estaría bien. Él no podía hacer que todo esto se fuera. Pero él podía hacerlo bueno. Él te hizo una promesa. Él te ayudará. Él puede hacer el pensamiento por ti. Simplemente tienes que llegar ahí. No pude acercarme a mirar en los bolsillos de mi papá. Tocarlo simplemente lo haría más real. Sin otra opción más, recogí mi bici de la tierra e hice mi camino. Cada rotación de mis piernas hacía que los músculos de mis muslos se sintieran más y más pesados. La única cosa que me impulsaba adelante era la salvación que esperaba encontrar cuando alcanzara la casa club de Beach Bastards. Cuando alcanzara a Bear. Capítulo 4 Thia La lluvia no había cesado para cuando llegué a la puerta. Un delgado chico de guardia afuera en un taburete. A través de su transparente poncho de plástico podía ver el parche en su chaleco que decía NOVATO. Él me miró mientras acostaba mi bici y cojeaba hacia él, los músculos de mis piernas todavía no recibían el mensaje de que ya no estaba pedaleando. – Necesito ver a Bear. – dije. – Por favor. ¿Puedes decirle que Thia está aquí para verlo? Thia de la gasolinera. Necesito hablar con él. Es muy importante. – ¿Qué tan importante? – el novato preguntó, moviendo el palillo de dientes que colgaba de sus labios un lado al otro con su lengua. Quitándome mi cadena y sosteniéndola en alto así él podía ver el anillo de calavera de Bear colgando de ella. – Así de importante. El novato miró el anillo escépticamente antes de bajarse del asiento. Él tomó la cadena de mi mano y desapareció detrás de la chirriante puerta de metal. Cuando él volvió diez minutos después fue como si fuera otra persona. – Soy Pecker. – anunció, parándose a un lado así yo podía entrar. – ¿Cuál dijiste que era tu nombre otra vez? – una sonrisa reemplazó su ceño fruncido anterior. – Thia. – dije, entrando en la casa club de los Beach Bastards, aunque yo lo hubiera llamado más como un recinto. Era un viejo motel o un complejo de apartamentos. Tres pisos de altura con habitaciones abiertas a los miembros rodeaban un patio abierto debajo donde una vacía piscina yacía en el centro. A un lado estaba una puerta de cristal que lucía como si hubiera sido un viejo bar o restaurante y lucía como si los Bastards todavía lo utilizaran para su original propósito. El bar estaba completamente abastecido y varios hombres, todos usando chalecos, jugando billar en unas de las tres mesas. – ¿Dónde está Bear? – pregunté otra vez. Fuera de la lluvia y bajo la protección de una serie de voladizos, mi mandíbula comenzó a temblar y mis dientes castañeaban. Mi húmeda camiseta sin mangas y mis shorts se pegaban a mi cuerpo. Mi cabello yacía liso y sin vida contra mi frente y mejillas, goteando agua en mis ojos. – Bear está ocupado ahora mismo, pero me dijo que puedes esperar por él en su habitación. – dijo Pecker mientras lo seguía arriba por un tramo de escaleras al segundo piso, sosteniéndome del barandal de aluminio por apoyo. Me corté el dedo de en medio en un punto puntiagudo, chupando la gota de sangre que se juntó en la superficie. – Lo siento, debería haberte advertido sobre eso. La lluvia caía sobre el patio con tal ferocidad que los Bastards no necesitarían una manguera para llenar su vacía piscina. El pequeño voladizo no era protección de la lluvia ladeada. Pecker se detuvo frente una puerta verde oscura y la abrió, indicándome que entrara. – Él te verá aquí. – él dijo con una risa. Entré en la oscura habitación, pero me di la vuelta cuando escuché a la puerta azotarse detrás de mí. – ¿Dónde conseguiste esto? – una amenazadora voz preguntó. Mi garganta se apretó y lentamente me giré para encarar al poseedor de la voz. En la esquina de la cama estaba sentado un hombre que se parecía demasiado a lo que recordaba de Bear, excepto que este hombre tenía cabello canoso y su rostro lleno de gruesas líneas. Él sostenía en alto el anillo de Bear. – ¿Dónde está Bear? ¿Es usted su papá? – pregunté, abrazando mis brazos alrededor de mi cintura. El hombre se puso de pie y se rió, cerrando la distancia entre nosotros. Retrocedí para evitar el contacto, mi cabeza se golpeó contra la puerta. – No estoy seguro de que me escucharas, cariño. – dijoél con fingida sinceridad. – Pero te hice una puta pregunta y no sé quién te crees que eres o dónde crees que estás, pero te diré. – él se inclinó hacia abajo para mirarme con familiares ojos azules. – Soy Chop. De Chop Chop porque… – él se rió y corrió un calloso dedo por mi mejilla, me retiré y él agarró mi cara tan fuerte que mi boca se abrió y apretó mis mejillas hasta que ellas se tocaron en medio. – Bueno, tú no tienes necesidad de saber esa historia ahora, ¿o sí? Yo manejo esta mierda. El parche en mi chaleco lo dice. Tú estás en mi casa así que dime de donde coño sacaste eso antes de meterlo en tu puta garganta y ahogarte con él. – Chop levantó la cadena otra vez, la luz de la lámpara se reflejaba en el diamante en el ojo de la calavera. Chop podía tener el mismo color que los ojos de Bear, pero ellos no sostenían ninguna belleza. Los de Chop quemaban con inestabilidad, rabia, y violencia. Esto fue un error. Había ido al recinto buscando… ¿qué exactamente estaba buscando? ¿ayuda? ¿protección? ¿seguridad? Todo lo que sabía era que, en esa habitación, con el padre de Bear a unos cuantos centímetros de mi cara, sentía todo menos seguridad. Cuando no contesté enseguida, Chop se encogió de hombros. – Está bien tenlo a tu manera. – fue cuando presionó el anillo a mis labios que de repente encontré mi voz. – Bear me lo dio. – solté. – ¡Mentira! ¿Dónde lo conseguiste? – él rugió, otra vez tratando de forzar el anillo entre mis labios. – ¡Yo tenía diez años! – grité y cuando abrí mi boca el anillo se deslizó adentro y golpeó contra mi garganta. Me atraganté y Chop dio un paso atrás, examinando el anillo en la luz de la lámpara. No sabía si él quería que continuara, pero lo hice de todas formas. – Él me lo dio en Jessep cuando tenía diez años porque le hice un favor. – no sabía si metería en problemas a Bear diciéndole a Chop lo que exactamente había sucedido así que lo mantuve ambiguo. – Me dijo que si alguna vez necesitaba su ayuda que viniera aquí y le mostrara el anillo y él me ayudaría. Chop me calló con la mano. – Cierra la boca. – mandó, todavía girando el anillo alrededor de su mano como si él no creyera que estaba allí. Una retorcida sonrisa tomó lugar en su cara y dejó salir una carcajada. – Él es un puto hombre muerto andante, pero el chico ha sido siempre gracioso. – ¿Qué significa eso? – pregunté, insegura de que si la nueva ronda que castañeo de dientes era por estar congelada o asustada. – Significa que mi chico te entregó esto porque nunca esperó que aparecieras. – dijo Chop, poniendo el anillo en un bolsillo cosido en el interior del chaleco. – Él no habría hecho ni mierda por ti, excepto quizás mostrarte su verga. – ¡No! Él dijo que era una promesa de motociclista. Es su manera… – Cariño, nosotros no tenemos tales códigos y lo sé porque todos nuestros códigos tienen que ver con matar. Como, qué, dónde, a quién, y cuándo. ¿Bear me mintió? Sí, Bear mintió y yo fui una estúpida niñita que se lo creyó. Él nunca quiso ayudarme. Él simplemente no quería que lo delatara. – ¿Puedo al menos hablar con él? – pregunté con una última pizca de esperanza. No importaba que el anillo que había estado cargando por siete años fuera una broma. Todavía necesitaba ayuda. – Sólo necesito… – Bear ya no es un Beach Bastard. Él se quitó su chaleco como el marica que es y salió por la puerta porque es un cobarde. Él ya no es un motociclista. Él no es un amigo. Él no es ni siquiera un puto hombre. ¿Sabes lo que es él? – Chop preguntó, parándose otra vez frente a mí. Sacudí mi cabeza, congelada en el lugar por su mirada. – Él. Está. Muerto. Un puto muerto quien acaba de pasar a estar todavía respirando. – Él presionó su nariz en el espacio entre mi cuello y mi hombro e inhaló. Me encogí y traté de alejarme, pero su musculoso cuerpo me mantuvo atrapada. – Pero voy a arreglar eso realmente pronto. – él susurró, su aliento caliente contra mi oreja me hizo sentir que estaba a punto de vomitar. – Si él no está aquí, entonces debería simplemente irme. – dije, cada alarma interna que tenía alcanzando ensordecedores volúmenes dentro de mi cabeza. Corre. Corre. Corre. Busqué detrás de mí por la perilla de la puerta y cuando la encontré le di un giro, pero no cedió. – Cerraduras exteriores. – dijo perversamente, sus cejas saltando sugestivamente. Agarrándome de los hombros él me arrojó sobre el suelo, aterricé de lado y dolor rasgó a través de mis costillas. Chop se arrodilló y se puso a horcajadas sobre mí, sus muslos manteniéndome prisionera sobre la sucia alfombra. – Él escogió a ese puto King sobre sus hermanos. Y él va jodidamente a pagarlo. – ¡Déjame ir! – gimoteé, retorciéndome debajo de él, tratando de liberarme, pero él estaba atascado en su lugar como la perilla de la puerta. Traté de golpear mis puños contra su pecho, pero él agarró mis muñecas y las retorció dolorosamente. – ¡Por favor! ¡Sólo déjame ir! – chillé. – No te preocupes, pequeña. No voy a matarte. De hecho, voy a asegurarme que uno de los chicos te dé un aventón. – ¿Lo harás? – pregunté, sabiendo que él no estaría encima de mi cortándome la circulación de las manos si su único plan fuera dejarme en otro lugar. – Lo haré. Los chicos van a dejarte a primera hora de la mañana. – ¿De la mañana? – pregunté, sólo la mitad de la palabra audible, el resto vino en un susurro sin respiración. – Sí, en la mañana. Porque primero queremos asegurarnos que si Bear te ve sabrá que es hombre muerto, pero él quiere seguir respirando, mejor que no sea lo suficientemente estúpido para pararse en este lado de la calzada. – Está bien, déjame ir. Si lo veo le daré el mensaje. – prometí. – No, chica estúpida. Tú eres el mensaje. – Chop empujó mis manos por encima de mi cabeza con una mano y se inclinó, mordiendo mi pezón a través de la camiseta. Fuerte. Chillé y Chop se incorporó y rió, admirando la fresca mancha de sangre en mi camiseta donde sus dientes acababan de estar. – Los hermanos y yo vamos a divertirnos contigo, perra. – ¿Hermanos? – pregunté, o al menos pensé que pregunté porque Chop levantó su puño y lo golpeó contra mi mandíbula, haciéndome ver estrellas. Su imagen sonriente sobre mí parpadeó como si alguien estuviera encendiendo y apagando las luces. Un segundo lo veía y al siguiente estaba todo negro, aunque sabía que estaba ahí porque el aplastante peso arriba de mí nunca se fue. – Él no me conoce. No le importara. No hagas esto. ¡Por favor no lo hagas! Chop me ignoró. – Espera a que Murphy tenga una probada tuya. Le gusta romper a jovencitas como tú. – Chop suspiró. – Cuando te vimos entrar, ya le había prometido que guardaría tu coño para él, aunque supongo que una probada no hará daño. – Él sentó se vuelta sobre sus rodillas y justo cuando pensé que iba a solarme, me dio la vuelta con un brazo, mi cabeza golpeándose contra el vestidor. Me quito mis húmedos shorts y mi ropa interior con un rudo tirón. – ¡No! – grité, pateando mis piernas. Chop usó su rodilla para separar mis piernas, y usando uno de sus dedos él toscamente lo forzó dentro de mí. Sentí su larga uña arañar mis paredes internas. Sentí cada cresta de su dedo hasta que su anillo le impidió de seguir más allá. – Tan jodidamente apretada. Realmente es una pena que sea un Bastard que mantiene sus promesas a sus hermanos. Tú tendrás que recordarle eso a Bear cuando lo veas. – sacó su dedo de mí y mi interior pulsó por la lesión. Levanté mi mejilla de la alfombra y volteé para mirar a Chop quien me guiñó antes de meterse su dedo en su boca. – Sabes tan jodidamente bien, cariño. Es una pena que vayamos a arruinar este cuerpecito tuyo, porque nosotros podríamos usar algún nuevo coño por aquí. Chop desabrochó su cinturón y bajó sus pantalones con una mano, todavía inclinándose sobre mí, una mano todavíame mantenía prisionera. Su enorme erección se liberó de sus pantalones y giré mi cabeza hacia el piso no queriendo ver lo que estaba a punto de sentir. Apreté mis muslos y traté de empujar mis piernas juntas, pero otro golpe más al lado de mi cara me despojó de la voluntad de pelear. Reemplazándolo con la vertiginosa imagen de la habitación girando mientras mi cabeza aterrizaba contra la alfombra. Traté de levantar mi cabeza otra vez, pero mi cuello no pudo soportarlo. Mi cabeza estaba muy pesada. Era demasiado. Todo era demasiado. Chop liberó mis brazos cuando sintió la lucha en mí extinguirse, empujando mis piernas abiertas más amplias con su rodilla. Sentí su caliente y pesada erección sobre mi espalda. Él susurró en mi oreja, sus palabras más allá de frías. – Voy a estropear este lindo ano tuyo. Voy en seco así que esto va jodidamente a doler. – él corrió sus dientes por mi oreja, mordiendo mi lóbulo. – Pero primero una prueba para ver cuán apretado este culo realmente está. Presionó su pulgar dentro de mí y el dolor disparó en mi columna una y otra vez como si estuviera siendo apuñalada. Entre más hondo presionaba más sentía dolor. Más dentado el cuchillo de convertía. Usé toda la fuerza que me quedaba para hablar. – Y tú decías que Bear ya no es un hombre. – ¿Qué fue eso, niña? – Chop preguntó, presionando más lejos dentro de mí hasta que colapsé contra el brazo sosteniéndome. – Tú me dijiste que Bear no es un hombre. Eres tú el que no es un hombre. Tú eres nada. ¡Eres una puta basura! – gemí mientras el dolor se intensificaba. – Fui lo suficientemente amable para darte un calentamiento. – Chop removió su pulgar, pero cualquier alivio que sentí fue temporal porque él agarró su eje y lo presionó firmemente contra el apretado manojo de niervos que él acababa de lesionar. – No más de eso. – traté de prepararme mentalmente a mí misma para el dolor, pero no había cantidad de preparación que pudiera prepararme para lo que estaba por venir. Él iba a partirme a la mitad. Lo sentí comenzar a empujar, aguda y punzante sensación. Entonces se fue. Chop se fue. Cristal voló a través del aire mientras la ventana explotaba, rompiéndose en millones de trozos, recubriendo cada superficie en la habitación, incluyendo mi piel, con diminutos fragmentos espinosos que se clavaron a mí como pequeñas estrellas Chinas. Girando. La habitación. Todo estaba girando. Griterío, pisadas y golpes sonaron afuera de la habitación. La puerta se abrió y se cerró de golpe varias veces. El sólido piso debajo de mí desapareció y fue reemplazado con balanceo, sacudidas y una ligera vibración de un vehículo. Abrí uno de mis hinchados ojos. – ¿Quién eres tú? – pregunté. Sombras ocultaban al conductor. La lluvia acribillaba el parabrisas más rápido de lo que el limpiaparabrisas podía limpiarla. – Soy Gus. – dijo secamente, con cero emoción en su voz. – Hola, Gus. – canté deliriosamente, mientras las vueltas regresaban. Mi cabeza cayó otra vez contra la ventana del pasajero. Gus, la lluvia, la casa club, Chop, mis padres, todo comenzó a desvanecerse. Más y más lejos hasta que estaba rodeada de nada. Deliciosa nada. Quería existir en ella tanto como pudiera tenerme. Viviendo en un estado permanente de nada sonaba como una buena idea. Quizás, ¿así es como se siente la muerte? ¿Estaba muriendo? No sabía, y con toda honestidad, en ese momento… Me importaba un carajo. Oscuridad vino por mí. No la combatí. Cerrando mis ojos le permití tragarme entera, dándole la bienvenida de tomarme. Una parte de mí esperando que pudiera mantenerme ahí por siempre. No quería despertar jamás para enfrentar la realidad de lo que mi vida se había convertido en tan corto tiempo. No era una vida en absoluto. Era una pesadilla. Capítulo 5 Bear No estaba borracho. Estaba más allá de borracho. Una nueva palabra necesitaba ser inventada para el nivel de jodido que estaba. Retorciendo cabello negro en mi mano, lo jalé hacia atrás fuerte, provocando un gemido de cualquiera que su nombre fuera que estaba lamiendo mis bolas. Su amiga, tenía el mismo color de cabello, sólo que más corto, enrolló un condón sobre mi verga y se hundió sobre éste. La habitación del motel estaba oscura, las cortinas tan gruesas que podía ser medio día y no lo habría sabido. Día, noche. Todo se había mezclado. El lugar apestaba a semen, sudor y mariguana. No había preguntas de lo que había estado haciendo por los últimos varios días que había estado aquí. Dormir era inútil porque siempre que me quedaba dormido no había nada de paz en eso. Lo cual era debido a los recurrentes sueños que había estado tratando de evitar, y un bastante poquito que ver con la cantidad de masa de coca que estaba esnifando por mis fosas nasales. ¿Me vine? ¿Qué tan jodidamente triste es eso? ¿Incluso lamentable? No me importaba ni un carajo. No importaba que ahí hubiera dos de ellas, pudieron haber sido dos mil, todas húmedas y listas para doblarse y esperar, y no hubiera cambiando ni una puta cosa. Lo que sea que había pasado, al menos había terminado. Ni siquiera recordaba donde conocí a las chicas o incluso cuando, y no sabía sus nombres porque nunca me molesté en preguntar. Por la mirada de ellas este no era su primer rodeo. Puede que ellas no hubieran sido putas de club, pero podía detectar su tipo desde la cima de una montaña, y estas chicas tenían BBB escrito en toda su cara. Tenía la repentina e inmediata urgencia de estar solo. Ahora. Encendí un cigarro y aventé el encendedor de vuelta a la mesita de noche, mirándolo girar y girar hasta que se cayó del borde. – ¡Váyanse al carajo! – solté, ondeando mi mano en la dirección de la puerta, entrecerrando los ojos para asegurarme que estaba indicando a la salida y no al baño. Sip. Salida. Di en el clavo. Corriendo alrededor de la habitación como una cucaracha después de prender las luces, la del cabello corto buscaba por su ropa y zapatos. Una vez que ella encontró lo que estaba buscando sacudió el hombro de la otra chica que estaba todavía en la cama, desnuda y sobre su estómago. – Clarissa, tenemos que irnos. – ella volteó a verme y mi expresión le recordó fuerte. – Ahora, Clarissa, tenemos que irnos, ¡AHORA! Clarissa gruñó y se volteó de lado, apretando las sabanas a su amplio pecho. – Estoy durmiendo, Julie. Déjame en paz. La abuela no va a recogernos de la iglesia hasta las doce. Puedo dormir hoy. Julie siguió tratando de despertar a su amiga, sin suerte. Con cada tica tac del viejo reloj en la pared sentí mi sangre hervir. Mientras la segunda manecilla hizo clic en el número diez fue como un estruendo en mis oídos. Levanté un pesado cenicero de cristal de un lado de la mesa y lo lancé contra la pared, creando un hoyo del tamaño de una pelota de basquetbol en la placa de yeso y un sonido que explotó a través del silenciado espacio como que un tornado acabara de estrellarse a través de la ventana. Cenizas volaron del agujero en la pared, nublando el pequeño espacio con el hedor de cigarros rancios. Clarissa saltó de la cama, alerta y despierta como si ella hubiera estado levantada por horas. Ella agarró su bolso, y su triste excusa de vestido del piso en su camino afuera–dejando sus zapatos detrás, y la puerta abierta. Julie estaba cerca de sus tacones mientras las dos corrieron desnudas a la luz del día, la cual era cegadoramente brillante que todo lo que podía ver era blanco. Supongo que eso contesta a mi pregunta sobre si es de noche o de día. Balanceándome sobre mis pies me levanté de la cama, protegiéndome los ojos de la luz, me tropecé sobre la puerta y la cerré de golpe girándome de nuevo y cayendo sobre el duro colchón. Apagué mi cigarro en el piso, y por el estado de agujeros en la alfombra podía decir que no era la primeravez. La botella media vacía de JD me llama desde el lado de la cama. Agarrándola del cuello, incliné mi cabeza hacia atrás y vertí el líquido color ámbar dentro de mi boca. No me molesté en envolver mis labios a la botella por miedo a disminuir el flujo del whiskey. Lo bebí en grandes tragos hasta que mi garganta quemó como si estuviera en llamas, y la botella estaba vacía. Dejé caer mi cabeza de nuevo, esta vez sobre la almohada que olía a coño. La arrojé al piso y presioné mi cara en el puro colchón. Bueno, estás manejando esta mierda jodidamente bien, querido Bear. Mi amigo muerto dijo en mi cabeza. Preppy era tan claro en mi mente como él lo hubiera sido si estuviera sentado en la esquina de la cama. Soy un fiestero, pero esto no es una puta fiesta. Aquí es donde las fiestas mueren. Este hijo de puta está a punto de necesitar uno de esos disparos al corazón de Pulp Fiction. – Cierra la puta boca, Prep. ¿No se supone que la gente muerta esté callada? Porque si es así, tú, mi amigo sin vida, estás fracasando en esta cosa de la muerte. – dije en voz alta. – Es tan tierno que pienses que estar muerto podía hacerme cerrar la puta boca. Y no he terminado todavía, querido Bear. Fuiste muy malo con esas putas y las putas son mis personas favoritas siempre. Nada genial, hombre. Genial en absoluto. – Haré una nota de eso. – dije, mientras la habitación comenzaba a girar. Cerré mis ojos en un esfuerzo por hacer que las vueltas se detuvieran, pero no funcionó. Pateé una de mis piernas fuera de la cama y anclé mi pie al piso, pero mi nivel de sobriedad estaba más allá de que el viejo truco funcionara. Cuando abrí mis ojos otra vez no solamente la habitación giraba incluso más rápido, sino que podía casi jurar que vi a Preppy de pie cerca de mí, mirándome con un ceño fruncido en su usual rostro alegre, su corbata de moño arremolinándose alrededor creciendo más y más oscura mientras oscuros halos llenaban mi visión. Estaba viendo a mi fallecido mejor amigo. Yo tenía razón. Un completo nuevo nivel de embriaguez. – ¡Esto de revolcarse en tu propia mierda está comenzando a deprimirme y estoy jodidamente muerto! Fue la última cosa que escuché, o pensé, o como quiera que esta rara comunicación entre mi jodido cerebro funcionara antes de que mi visión se convirtiera completamente negra y la oscuridad me tragara. Pero incluso copiosas cantidades de whiskey no pudieron salvarme de los sueños. Siento calor contra mi costado tan cerca que quema. Escucho el crepitar del fuego y cuando abro mis ojos puedo ver las ascuas del fuego explotar en el aire. Siento la chamusquina de mi piel cuando una aterriza en la parte de atrás de mi cuello. Trato de levantarme, pero no puedo. No puedo mover mis brazos tampoco. Estoy sobre mi estómago, acostado a través de un conjunto de baratas sillas de plástico. Estoy atado. Hombres, varios de ellos alrededor de mí. Se están riendo. Empujándome. Golpeándome en la cara. Pateándome a los costados. En un momento las sillas se caen de lado y yo me voy con ellas, seguro me fracturé una costilla contra el ladrillo de la hoguera en el proceso. Hay una orden para que me enderecen, y es hecho inmediatamente. Cuando ellos colocan de nuevo las sillas levanto mi cabeza para ver a Eli, el hombre responsable de mi estado actual, sentado con las piernas cruzadas y un cigarro en su boca. Cuando el humo se despeja de su cara revela su divertida sonrisa. La que voy a borrar de su cara. Mis pantalones están abajo. Trato de gritar, de protestar, pero hay una mordaza en mi boca. Uno de los hombres pone sus putas manos en mis nalgas y las separa. Ellos están picando mi ano con el extremo de algo y grito a través del dolor mientras ellos están penetrándome una y otra vez. Me concentro en las cosas que voy hacerles cuando sea libre para evitar perder el conocimiento por el dolor. Porque seré libre. Esta no era la manera en la que estaba destinado a salir. Pienso en venganza. Removerles a todos sus dientes uno a uno con alicates. Un tipo en el club sabe cómo en una manera que maximiza la pérdida de sangre. La victima muere en una lenta muerte dolorosa por perdida de dientes. Eso es claro únicamente después de removerles los intestinos a través de sus anos con una llave inglesa. Ellos piensan que lo que están haciéndome es torturar. Estos cabrones no tienen ni puta idea de lo que torturar es. Estoy tan quieto que uno de ellos le pregunta a otro si he perdido el conocimiento. Mis ojos están cerrados cuando siento la presencia de alguien en frente de mí. Él pica mi ojo y no reacciono. Estoy en el peor dolor que alguna vez he sentido en mi vida, pero he encontrado mi lugar de calma y no voy a dejarla hasta que pueda matar a cada uno de estos hijos de puta. Estoy guardando mi energía para cuando de verdad pueda utilizarla. Soy un puto Beach Bastard. Perras siempre han estado abriendo fuego por mí desde que la tinta todavía estaba fresca en mi acta de nacimiento. Esta no es mi primera vez siendo aprisionado y torturado. Lo más probable es que no sería mi última. Nunca hay una duda en mi mente de que voy a morir ahí. Nunca. Mi mordaza es removida y escucho el inconfundible sonido de una bragueta siendo abierta. Casi me rio para mí mismo porque sé lo que está a punto de venir. Pero él no. Él ríe a sus amigos cuando empuja su pequeña verga gorda en mi boca. Lucho contra la bilis subiendo en mi garganta. Mi reflejo a luchar. Estoy perfectamente quieto por uno, dos, tres segundos. Los tres segundos más largos de mi vida. Cierro mis dientes alrededor de su verga hasta que mis dientes se encuentran a la mitad. Cuando él grita y trata de quitarse yo aprieto más fuerte y tiro mi cabeza a un lado. Sangre caliente llena mi boca y no puedo evitar reír mientras el hombre salta alrededor en dolor. Mi risa esta fuera de control mientras su sangre se derrama en los lados de mi boca y escupo lo que queda de su verga a la tierra. El sonido de tiroteo estalla y cuerpos comienzan a caer. Hay una explosión y la hoguera me manda navegando en el aire. Aterrizo con un ruido sordo en el césped y espero para ser desatado. Porque sé que es King. Sé que él viene por mí. Y sé que es justo tiempo de matar ahora. En un parpadeo King está arrastrando un atado y mitad consciente Eli dentro de su camioneta y estoy poniendo una bala en uno de los últimos hombres de Eli en el muelle cuando escucho su voz. Y entonces de pronto no estoy cubierto en sangre ni acabando con una vida. Estoy sentado junto a la más hermosa chica que alguna vez haya visto en mi vida. La chica de mi mejor amigo. La chica de King. – Habría sido una buena puta motorista por ti. – dice ella, y mi verga salta en atención dentro de mis pantalones. Sus grandes ojos azules están desenfocados. Sus pupilas del tamaño de la puta luna, pero de alguna manera el modo en que ella está mirándome me hace creer que ella está viendo más allá de mí. Más allá de mi mierda. Más allá del motorista y al hombre dentro. En ese momento ella es la única persona en el mundo que puede ver más allá del chaleco y debo de ser suicida porque estoy dispuesto a sufrir la ira de King para estar con ella. Ni siquiera me importa si ella está borracha. Hará lo que tengo que decirle más fácil. Pero en este momento no me importa nada excepto poner mis labios en los de ella. Rosados, gruesos, hermosos. Los imagino alrededor de mi verga y mis pantalones se aprietan más cuando mi pene decide que también a él le gusta la idea tanto como a mí. Cuando escucho el clic de una pistola detrás de mí sé que es King. El clic es una cortesía porque soy un amigo. Sé de primera mano que la mayoría de los que se encuentran del otro lado de su pistola no están extendidos a la misma cortesía de una advertencia. Miro de vuelta a lachica a la que llaman Doe y la quiero demasiado que casi puedo saborearla en mi lengua. Contemplo ignorando a mi amigo y tomando la bala. Creo que ella podría valerlo. Ella está enojada con King, y tiene todo derecho a estarlo. Ella acaba de verlo a él y a alguna perra. Casi quiero derribar de un golpe al hijo de puta yo mismo por hacerla enojar tanto. Pero, oh, carajo. Voy a decirle a King que se vaya a la mierda. Decirle que me dispare si de verdad eso es lo que quiere. Como yo lo veo, estoy a punto de corregir un error. Nunca debí haberla mandado con King en esa fiesta. Debí haberla llevado a mi cama y haberla mantenido ahí al segundo que puse mis ojos en ella. En su lugar mi estúpido culo la mandó arriba con King para poner una sonrisa en su cara. Como si ese cabrón alguna vez sonriera. Doe voltea y mira a King e incluso a pesar de todo el daño y enojo en su cara puedo ver claramente cómo se siente ella sobre él. Nunca había visto amor verdadero antes, pero sé que esto lo es y hace revolver a mi estómago porque sé en ese mismo momento que lo que estoy viendo es cosa real. Mierda, puedo sentirlo. Como electricidad cargando el aire entre ellos. Físicamente me duele desenvolver mis brazos alrededor de ella porque sé que es la última vez que voy a tocarla porque ella no me pertenecía. Nunca lo hizo. Nunca pudo. Camino más allá de King y lo empujo con mi hombro, dándole un cortés ‘vete al carajo’. Cuando regreso a la casa casi me desplomo cuando siento el aguijón en mi mero pecho. Duele demasiado que creo por un segundo que ese puto cambió de opinión y me disparó después de todo. Eso o estoy teniendo un ataque al corazón. Pero cuando abro mis ojos y miro abajo estoy viendo a mi mejor amigo Preppy, derramar sangre de su pecho y él está muriendo frente a mis ojos otra vez. La vida se drena de sus ojos y el dolor en mi pecho de intensifica. Miro y la mancha de sangre en mi pecho combina con la de Preppy. El dolor de vuelve insoportable. Pero el dolor no es por ninguna bala. Es porque no pude salvarlo. Y entonces un enjambre de abejas atacó. BZZZZZZ BZZZZZZ BZZZZZZ. ¿Abejas? BZZZZZZ BZZZZZZ BZZZZZZ. Mi teléfono desechable vibró en la mesa final, saltando alrededor y sonando el mismo sentimental tono de llamada que le había puesto a todos los teléfonos. Una puta melodía alegre que nunca parecía coincidir con mi tan alegre estado de ánimo. Estaba agradecido cuando paró de bailar. Estampé mi cara de vuelta en el colchón. Tres segundos más tarde comenzó otra vez, y otra vez lo ignoré. Tres segundos después de eso comenzó de nuevo. Sólo una persona tenía mi número y cuando dejé Logan’s Beach él me llamó cada día. Nunca contesté. Las llamadas se redujeron a una a la semana. Nunca contesté. Cuando las llamadas cesaron completamente sentí una mezcla de dolor y alivio. El teléfono zumbó por cuarta vez y ya no pude aguantar. Estiré mi brazo y presioné el botón verde, sosteniéndolo en mi oreja sin decir una palabra. – ¿Bear? ¿Bear eres tú? – una voz femenina preguntó. Doe. – Estoy muy contenta de que contestaras. No tienes que decir nada, pero necesitas regresar a casa. Algo sucedió. – dijo ella, la preocupación en su voz cortando a través de mi niebla. Me senté en la cama rápidamente. Tan rápido que vi estrellas. – No sé por dónde empezar. Es sólo que… – ella pausó y sonaba como si ella hubiera cubierto el receptor con su mano. – Eres muy molesto. – ella dijo, pero no a mí. Hubo una conmoción en la línea como si el teléfono hubiera sido pasado y sabía a exactamente quien fue pasado, incluso antes de escuchar su murmullo. – Voy hacer que te arrepientas de esa lista boca tuya después de que los niños se vayan a la cama. No necesitaba escuchar esa mierda. Era trabajo difícil soportar el constante dolor de cabeza que golpeaba entre mis orejas y necesitaba regresar a ello. – ¿Estás ahí? – King preguntó. Respondí con un gruñido y el sonido de mi encendedor mientras encendía un cigarro. El humo abrió mis pulmones y mandando justo suficiente nicotina a mi cerebro para hacer que las oxidadas llantas en mi cabeza comenzaran a girar otra vez. – Estoy aquí. – dije en caso que no escuchara mi gruñido, mi voz seca y rasposa. Me estiré por mi botella de Jack Daniels, pero estaba vacía. La incliné hacia atrás y abrí mi boca, los restos cayeron en mi boca. Uno, dos, tres, hecho. – Te oyes como puta mierda. – dijo King. – Pues hola para ti también. – canté. – Tenemos una situación aquí más importante que el sonido de tu puta voz y tanto como me gustaría encargarme por ti, no sabría por dónde empezar. – ¿Qué? – Gus estuvo aquí… Puta mierda. Salté de la cama, y otra vez fue demasiado rápido porque caí al piso con un golpe sordo. El teléfono se desplazó a través de la alfombra. Girándome sobre mi espalda agarré el teléfono y otra vez lo sostuve en mi oreja. Al menos no perdí mi tabaco, pensé, crucé los ojos para ver el cigarro todavía colgando en mis labios. – ¿Qué coño está pasando ahí? – King preguntó. Miré al reloj en la mesita de noche. – No te preocupes por eso. Por lo que deberías preocuparte es por qué un hermano está en tu puta casa a las tres de la mañana. – el MC estaba detrás de mí. Tanto como a ellos les encantaría deshacerse de King, matar civiles trajo demasiada bronca, pero todavía no podía pensar en una sola razón de por qué Gus estaría ahí, sino otra que deshacerse de mi amigo más cercano para llegar a mí. – Él ya no está aquí. Tenía a una chica con él. – ¿Gus tiene una chica? Él es un hijo de puta raro, pero bien por él, supongo. – dije. – No, cierra la puta boca y escucha… – Tengo un dolor de cabeza del tamaño del puto Gran Cañón, así que corta el rollo y dime qué carajos es tan importante en la mitad de la noche que un mensaje no puedo haber sido suficiente. – dije. El techo encima de mí tenía negruzco moho creciendo en las esquinas y si cerraba uno ojo podía prácticamente ver las manchas difusas de esporas lentamente creciendo en problemas pulmonares a largo plazo. – Es la una de la tarde. – King corrigió. – Y acabo de mandarte una foto. Chécala. – dijo King. Cliqueando sobre los mensajes un número rojo apareció sobre la verde burbuja. Cliqueé en el icono y cuando la imagen apareció contuve el aliento. Era una chica. Desnuda, herida y ensangrentada. Su cabello era un raro matiz entre rojo y rubio. ¿Rosa quizás? O tal vez eso era sangre en su cabello. – ¿La tienes? – King preguntó. – Ya la estoy viendo, pero, ¿por qué carajo me estás mandando una foto de una chica muerta? – pulsé el altavoz así podía hablar con King y mirar la imagen al mismo tiempo. Ella parecía familiar. Sus ojos estaban cerrados y su alocado cabello colorido estaba cubriéndole la mayoría de su rostro. – No soy Preppy, este tipo de mierda no pone duro a mi pene. – No es una chica muerta, pendejo. Ella está viva, pero ella está aquí y está bastante golpeada. – Entonces llévala a un puto hospital… – comencé, listo para terminar con la conversación y sobornar a una de las sirvientas de ir a la licorería por mí. – ¡Bear! – King soltó. – Ella está aquí, en el garaje. Gus la salvó antes de que el MC pudiera hacerle algo peor de lo que ya le hicieron, pero él escuchó a tu padre decir de que él iba a dejarla ahí, para ti. ¿Por qué coño el MC haría esto? No tenía que pensarlo demasiado. Conociendo a mi viejo y como él operaba, sabía que había sólo una razón por la que él golpearía a una indefensa chica. Bueno, de hecho, había unas cuantas. Pero había sólo una razón de por qué la golpearía y la abandonaría en algún lugar, sabía que sería informado de ello. Para mandar un mensaje. El caer en cuenta se asentó mientras King continuaba hablando, aunque no podía escuchar lo que él estaba diciendo. Era el cabello rosa. No lo habíavisto en un largo tiempo. No desde… – Mira su puta mano, pendejo. – King ladró, trayéndome de vuelta al presente. Podía prácticamente ver a través del teléfono la vena en su cuello que siempre pulsaba cuando él estaba enojado. Usé mis dedos para hacer zoom en su mano y mi respiración se atoró en mi garganta cuando vi lo que ella estaba agarrando entre sus dedos. Un anillo. Un anillo Bastard de calavera. Mi anillo Bastard de calavera. – Estoy en camino. Capítulo 6 Bear El entumecimiento que había sido bueno conmigo durante los últimos varios meses había sido reemplazado con el enojo familiar que me llevó mi vida entera. El enojo que me permitió tomar vidas. El enojo que me permitió odiar enemigos a los que nunca había conocido. Como sea, este nuevo tipo de enojo burbujeando dentro de mí era por uno y un sólo hombre. Chop. Todavía estaba medio borracho. Era difícil no estarlo. Si quería estar completamente sobrio tomaría meses limpiar mi sistema. Tal vez años. Las líneas rotas de la autopista se mezclaron en una larga raya de blanco y amarillo mientras presionaba el acelerador, el motor chilló y gruñó en protesta. La línea roja del velocímetro pulsaba con vacilación, subiendo más y más alto mientras presionaba el viejo camión de pan al límite. Le había dado el anillo a la niña como una puta broma. Una manera de aplacarla, de hacerla sentir bien por no llamar a la puta policía. Nunca esperé que ella apareciera en el maldito MC. ¿Qué pudo haber necesitado de mi ayuda de todos modos? Yo honestamente pensé que ella olvidaría todo sobre el anillo y la historia falsa detrás de él. Estaba tan jodidamente equivocado. Sólo porque era la misma chica que en la foto que King me mandó no quería decir que no era todo una elaborada trampa por Chop para tenerme de vuelta en Logan’s Beach. Mi viejo era un come vergas, pero era un come vergas inteligente. Él no vendría por mí en público, y con toda la vigilancia alrededor de la casa de King él se aseguraría d estar tan lejos de La Calzada como sea posible. Pero, ¿la chica? Ella podría estar en la nómina de putas de los Bastards por todo lo que sabía. Todo lo que ella necesitaba hacer era guiarme a un lugar tranquilo sin vigilancia así los Bastards podían tomarme de vuelta al club y colgarme a la mitad del patio así ellos podrían arrojar latas de cerveza a mi cuerpo hasta que yo empezara a oler. Pero, ¿que si ella realmente estaba sólo yendo al MC porque ella necesitaba mi ayuda? Me necesitaba para cumplir una promesa que yo no había tenido intenciones de algún día llevarla a cabo. En la foto ella estaba agarrando el maldito anillo como si fuera la más preciosa cosa en el mundo para ella. Sentí un jalón del final de mi puto intestino, pero como cada indeseada emoción agitándose en mi cerebro, empujé esa mierda marcha atrás. Mi estúpida broma terminó en la puerta de King. El plan era llegar a Logan’s Beach y silenciosamente limpiar el desastre que hice. Entonces mandaría a la chica a su camino de regreso. Cada zarpazo en el camino me causaba levantar la vista y mirar al espejo retrovisor. Las ventanas negras estaban ennegrecidas y tan inservibles como un monje con una verga de veinticinco centímetros. Mi moto estaba atada en la parte trasera del camión con pesadas correas de nylon que se unían a ganchos en el piso. Una bestia mecánica atada desperdiciándose cuando estaba destinada a estar volando en el camino. Como yo. Había rentado el camión bajo un alias de una chatarrería que operaba únicamente en papel, sin sistema informático de ningún tipo. No estaba escondiéndome del club. No era un puto cobarde, pero no estaba cerca de advertir mi llegada y poner la familia de King en riesgo tampoco. No me estaba escondiendo, sólo necesitaba tiempo. Tiempo de hacer lo que no estaba jodidamente seguro. Durante los últimos meses la única cosa que había cumplido fue ser un yermo por alcohol, coca, y un coño flojo y tan pronto como me encargara de mis asuntos iba a volver a ello. Mi viejo no era lo suficientemente estúpido para llevar nuestra pelea a las calles, pero él era lo suficientemente estúpido para mandarme un mensaje al golpear a una chica que él sabía le había dado mi promesa de protegerla. ¿Hace cuánto fue eso? ¿Seis, siete años? Parecía como toda otra vida. Una donde yo estaba muy seguro de mi lugar dentro del club. Una donde yo estaba contenido siendo un soldado ingenuo al que su principal preocupación eran los coños y las fiestas. Coños. Había estado hasta las rodillas en ellos desde que tenía doce. Desvirgado de la misma manera que todos los otros chicos preadolescentes que crecieron en el club. Un miembro mayor, para mí fue mi viejo, me sentó en medio de una habitación lleno de hermanos ya ebrios o drogados o ambos, mientras una puta medio desnuda el doble de mi edad me daba un triste estriptís con una vieja canción de Bon Jovi, cada hermano que había conocido desde que nací miraba. Ella se arrodilló y me succionó antes de sentarme y girarla de vuelta a mí. Ella se sostuvo en el reposa manos por apoyo cuando ella se hundió en mí, tomando mi verga dentro de su coño. El público alentó y la mano derecha de mi viejo, Tank, sacudió una botella de Bud, pinchando la tapa con su cuchillo, regando cerveza encima de mí y de la puta antes de que inyectara mi carga en menos de veinte segundos. El mejor puto día de mi vida. Daría lo que fuera para tener esos días de vuelta. Para ser felizmente ignorante de toda la jodida mierda que me hizo eventualmente voltearme a mis hermanos y quitarme mi chaleco. Era feliz siendo simplemente una hormiga más en su hormiguero, haciendo su trabajo sin cuestionar. Mi vida fuera del club siempre hizo rechinar a Chop. El hecho de que estuviera cerca a los civiles, es decir, Preppy y King, nunca le sentó bien. Él tomó cada oportunidad que tuvo para advertirme de dejarlos y recordándome de donde las lealtades se necesitaban para mentir y como los de afuera causaban nada más que problemas en nuestro mundo. Nunca lo vi de esa manera. King y Preppy eran útiles para el club. Los Bastards se inclinaban por ellos cuando algo era de muy alto perfil para nosotros, y ellos se inclinaban por nosotros cuando ellos necesitaban una limpieza. Ellos adoptaron a mis hermanos y abrieron sus casas para nosotros y nuestras maneras salvajes de festejar. Chop incluso fue tan lejos como para ofrecerles chalecos. Parcharlos. Yo creo que él hizo eso porque el hecho de que él no tuviera poder sobre ellos estaba volviéndolo furioso. Por supuesto ellos dijeron que no. King era un toro que corría en su propia dirección y Preppy era el burro salvaje, corriendo entre las balas sin una dirección en absoluto. Salí de mi camino y tomé cada oportunidad para mostrarle a Chop que mis lealtades estaban con él. Con el club. Jalé gatillos bajo demanda. Enterré sus problemas profundos en el bosque sin vacilación. Viví mi vida de acuerdo a nuestro código y no al de nadie más. Pero nunca fue suficiente. Entre más me presionaba con su idea de que con el fin de tomar el mazo necesitaba perder a mis amigos, menos lo quería. Comencé a pasar menos y menos noches en el recinto y más noches en mi improvisado apartamento en el garaje de King. Habíamos hecho fiestas en su patio para mis hermanos quienes habían adoptado a King y Prep, no sólo como mis amigos, sino como amigos del club. Preppy murió en nuestro club varios meses atrás porque había un traidor entre mis hermanos. Una rata. Chop estaba más preocupado sobre la sangre en el concreto que la muerte de Preppy o el traidor en su medio. Y eso es cuando me golpeó. La razón por la que Chop estaba preocupado sobre mis lealtades era porque él tenía razón de estar preocupado. Cuando todo se redujo a eso. Vida o muerte. Una pistola apuntando