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3 King Lawless-1 - Ivan Torres

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Sinopsis 
 
Ella es remilgada y decente. Él es cuero y sin leyes. Nunca funcionará 
entre ellos. Es una mentira que ellos casi la creen. 
 
 
Prólogo 
Bear 
Nací un Bastard. 
Un soldado, en el ejército sin leyes de los Beach Bastard Motorcycle Club. 
Preparado para un día tomar el mazo de mi viejo. 
El deber vino antes que mi consciencia, antes que la familia, antes que 
todo. 
Yo no escogí esta vida, me escogió a mí, y vivirla vino con saber, y aceptar, 
que cada mañana que me levantaba a mear, podía ser mi último día sobre 
la Tierra. 
O, dependiendo de mis órdenes… el último de alguien más. 
Ser un motorista, un Bastard, no sólo estaba en mi sangre. No sólo lo 
vivía. 
Lo respiraba. 
Lo bebía. 
Jodidamente lo amaba. 
Era todo. 
Hasta que ya no lo fue. 
No recuerdo el momento exacto en que pasó, quizás después de mi primer 
asesinato, quizás el día en que fui parchado, pero pasó. Aceite de motor, 
cuero, violencia, y una afición por matar a los enemigos del club, 
reemplazó la sangre en mis venas. 
 
Me convertí más motorista que hombre. 
Y estaba orgulloso. 
Nunca pensé en ello como un problema, pero también nunca pensé que 
llegaría el día cuando ya no sería un Beach Bastard. 
Pero llegó. 
Y ya no lo era. 
Un día dejé mi chaleco y caminé hacia la puerta fuera del MC, había 
volteado mi reloj de arena y colocado la caducidad en mi vida. 
Una vez Bastard, tú eras siempre un Bastard. 
O estabas muerto. 
Ellos vendrían por mí. Pero la puta cosa era que no era el pensamiento de 
mis hermanos ponerme bajo tierra lo que más me molestaba, era la 
incertidumbre. 
Sabía todo sobre ser un motociclista. 
No sabía ni mierda sobre ser un hombre. 
Había sido torturado al borde de la muerte, violado por la diversión de 
mis captores. Después de eso nunca perdí la ventaja que me mantenía con 
vida. Esa lucha. La cosa dentro que te hacer latir tan rápido que se siente 
como que va a latir su camino fuera justo a través de tu pecho, y decirte 
que no importa la situación, que tú no sólo saldrás al carajo de eso, sino 
que vas a quemar a cada hijo de puta vivo que trató de deshacerte de ti. 
Había sido golpeado, pero nunca había sido quebrado. 
Hasta Thia… 
 
 
 
Capítulo 1 
Thia 
Diez años de edad… 
No sé dónde todo fue mal. 
Nunca entendí ese dicho. Porque mirando hacia atrás en mi vida puedo 
determinar con precisión el día exacto, la hora exacta cuando todo cambió 
y dio un giro que nadie pudo haber predicho. 
Especialmente yo. 
Tres semanas antes de mi cumpleaños número once, había montado mi 
pequeña bicicleta roja por los cuatro kilómetros al Stop-n-Go. Papá quería 
que dejara una caja de naranjas así que la había atado a una patineta y 
até una cuerda desde las llantas delanteras al asiento de mi bici con una 
cuerda que había encontrado en el bote viejo de mi papá. – ¿Vigilaras el 
mostrador, Cindy? – Emma May preguntó, meneando sus caderas de lado 
a lado, ella hizo su camino hacia la puerta, colgando su pequeño bolso 
cuadrado en su mano. – Sólo voy a ir al salón de belleza de en seguida por 
un momento. Probablemente nadie siquiera vendrá. – agregó, 
recargándose sobre el mostrador ella abrió la vieja caja registradora 
usando una serie de botones y golpes con su puño en un lugar en el fondo. 
Sacó algo de efectivo y me sonrió de vuelta, empujando la puerta de cristal 
que sonó cuando la abrió y de nuevo cuando se cerró. 
 
 
Emma May tenía razón. Ella me había pedido vigilar la tienda antes y 
nadie nunca había entrado. 
Hasta ese día. 
No es como si estuviera ansiosa de llegar a casa. Mamá había comenzado 
a actuar extraño. Limpiando los pisos por horas hasta que la madera 
perdiera su brillo. Hablando sola en la cocina. Cada vez que le preguntaba 
acerca de ello, ella actuaba como si no supiera de que le estaba hablando. 
Papá me dijo que estaría bien y simplemente estar lejos de ella y darle su 
espacio. 
Hice lo que me dijo y me alejé tanto como pude, la mayoría del tiempo sin 
llegar a casa hasta sólo después de la puesta de sol. 
Vigilar la tienda era una buena razón como cualquiera para prolongar mi 
llegada a casa. 
Después de una hora me puse nerviosa. Enderecé la pared de cigarros 
detrás de la registradora, traté de poner los hot-dogs en los rodillos, eso 
no funcionó, y traté de leer una revista, pero no entendía que ‘Diecisiete 
Posiciones para Hacerlo Sufrir’ significaba. 
Si alguien estaba con dolor, ¿por qué no simplemente iban a ver al doctor? 
¿o a un dentista? Ahí es a donde fui cuando tenía un dolor de muelas. 
Me había rendido con las revistas y estaba recargada en un viejo taburete 
que crujía cada vez que giraba en él. Con mis pies sobre el mostrador, le 
cambié al canal en la pequeña televisión en blanco y negro que estaba 
puesta sobre un directorio telefónico en la esquina del mostrador. Los 
únicos dos canales que llegaron fue uno de películas de vaqueros y el canal 
del clima. Ambas imágenes eran borrosas y el único sonido saliendo de 
 
 
las bocinas era el sonido de la estática y ruido blanco. Traté de apagar 
toda la cosa, pero nada estaba funcionando, a lo mucho sólo había logrado 
hacerlo más fuerte. Se hizo tan fuerte que no pude escuchar las 
motocicletas aparcando en el estacionamiento o el sonido de las campanas 
de la puerta contra el cristal. 
Jalé el enchufe de la toma de corriente. Todavía estaba sosteniendo el 
cable cuando levanté la vista a unos ojos de un velludo extraño. 
Y su pistola. 
– Todo lo que tienes. – él ordenó, apuntando con su pistola a la caja 
registradora. Él estaba haciéndose de lado a lado y sus ojos estaban 
inyectados en rojo. 
– No sé cómo… – empecé, pero el hombre me interrumpió. 
– ¡Simplemente hazlo! – ordenó, haciendo a la pistola cliquear, él saltó 
así que su pecho estaba descansando sobre el mostrador y la pistola 
estaba sólo a centímetros de mi cabeza. Me bajé del taburete y lo 
empujé sobre la registradora, subiéndome en él me senté sobré mis 
rodillas e intenté la complicada combinación de botones que Emma 
había usado cuando ella la había abierto. 
Nada. 
– ¡Vamos! ¡Ahora, niña! – el hombre gritó, gruñendo impaciente. 
– Estoy tratando, tal vez estoy golpeando el lugar equivocado. – traté de 
nuevo, esta vez golpeando más al final que arriba. Él hombre vino 
hacia mi lado de la registradora. Olía como aquella vez que mi 
hermanito se enfermó en el asiento trasero de la camioneta en nuestro 
camino a Savannah. 
 
 
– Escucha pequeña perra. – dijo él, levantando su arma en el aire como 
si él fuera a golpearme con ella. Salté de la silla y me protegí a mí 
misma debajo del mostrador. 
La puerta sonó anunciando que había sido abierta y una voz resonó a 
través de la habitación, sacudiendo la vitrina llena de frascos de vidrios 
de carne seca casera. – ¿Qué coño estás haciendo? – la voz preguntó. El 
hombre con la pistola se congeló con su mano todavía en el aire. 
– Estoy cobrando, hijo de puta. – el hombre articuló mal las palabras. 
Un colorido brazo llegó atravesando el mostrador y agarró al hombre del 
cuello jalándolo sobre el contador como si él no me pasara más que un 
bicho. Hubo una conmoción y las campanas anunciaron la puerta 
abriéndose y cerrándose. 
Fueron unos minutos más antes de salir de mi escondite debajo del 
mostrador, arrastrándome de vuelta a la silla me incliné justo cuando la 
puerta se abrió. Entró un hombre rubio usando el mismo tipo de 
vestimenta de cuero como el hombre de la pistola, excepto que este no 
estaba usando camisa debajo de ella. Tenía músculos que podías ver 
debajo de su piel como los luchadores en la televisión, excepto que no tan 
grande, su piel estaba decorada con tatuajes, uno grande cruzando de su 
hombro hacia debajo de su brazo. Los mismos coloridos tatuajes del brazo 
que acababa de jalar al tipo con la pistola. 
Sus brillantes ojos eran de la misma forma como la nueva piscina de 
Maxwell. Un profundo azulbrillante. Su cabello rubio arenoso estaba 
peinado hacia atrás, largo arriba y rapado a los lados. Una Mohawk, creo 
que así lo llaman en las películas. – ¿Eres la única aquí? – preguntó, 
escaneando la habitación, escrudiñando en los tres pequeños pasillos. 
 
 
Asentí. 
– Tú eres a la que Skid acaba… – no pudo terminar la oración. 
Inclinándose adelante él apoyó sus manos sobre el mostrador y respiró 
hondo. Sus coloridos tatuajes extendidos en la parte de arriba de sus 
manos y sus dedos. Tenía tres grandes anillos plateados en cada una 
de sus manos. Él tenía pelo en su rostro y hasta ese momento, cuando 
alguien habló de barbas, siempre me había imaginado el largo pelo de 
alambre blanco creciendo de las barbillas de viejos magos feos usando 
largas túnicas y grandes sombreros puntiagudos. La barba de este 
hombre era un poco más oscura que su cabello y sólo un centímetro o 
dos más largo. 
Él no era un mago. O viejo. 
O feo. 
– Tu cabello es genial. – dije. Él tenía todo genial. Más que genial él 
era… 
¿Bonito? ¿Podía ser bonito un chico? 
No, él no era bonito. 
Él era hermoso. 
– Gracias, cariño. – dijo él, inclinándose sobre el mostrador. Él olía como 
a la camioneta de mi padre cuando él estaba cambiándole el aceite y 
al jabón de lila que la señora Kitchener hacía cada verano. – Tu cabello 
es genial también. – era la primera vez en mi vida en la que me 
sonrojaba. Mis mejillas se pusieron calientes cuando el hombre se dio 
cuenta, él sólo sonrió más alegre y se inclinó más cerca. 
 
 
– ¿Por qué estás aquí toda sola? ¿No creen en las leyes de trabajo infantil 
en Jessep? 
– No sé qué es eso, pero realmente nadie viene mucho aquí desde que 
abrieron la nueva autopista. Estaba sólo cuidando la tienda mientras 
Emma May iba al salón de belleza. Ella dijo que volvería enseguida, 
pero si ellos van a hacer a Emma May hermosa yo creo que ella va a 
tardar un rato. 
El hombre rió y levantó sus cejas. – Escucha, dulzura. Lamento lo de mi 
amigo. – él me dio una pequeña sonrisa. – Él está enfermo por un largo 
recorrido y estaba siendo realmente estúpido. 
– Parecía más como a borracho para mí. Tal vez con resaca, pero 
deberías decirle que no beba y maneje. 
– ¿De dónde vienes? – él parecía divertido. Quería hacer lo que fuera 
necesario para mantener esa mirada en su rostro. – Sí, largos viajes 
pueden hacerle eso a las personas. Pero, ¿tú estás bien? ¿él no te hirió 
en absoluto? ¿lo hizo? 
Sacudí mi cabeza. – No, estoy bien y tú no tienes por qué sentirlo. Estaba 
estirándome por la escopeta de Emma May justo cuando entraste. – 
levanté la escopeta de los ganchos bajo el mostrador así él podía verla y 
moví de arriba abajo el eje. El hombre le dio un vistazo al arma y se dobló 
en un ataque de risa. La puse de vuelta bajo el mostrador. – ¿Qué es tan 
gracioso? – pregunté. 
– Oh, Dios, no puedo esperar para decirle a Skid que casi lo mata una 
pequeña niña. – sus ojos lagrimearon mientras continuaba riendo, 
profundo y fuerte. 
 
 
– No soy una pequeña niña. – alegué. – Cumpliré once el siguiente mes. 
¿Cuántos años tienes? 
– Tengo veintiuno. – él sonrió incluso más grande y de pronto ya no 
estaba enojado con él por llamarme pequeña niña. Si él seguía 
sonriéndome así él podía llamarme como quisiera. 
– ¿Cuál es tu nombre, cariño? – preguntó. 
– Soy Thia Andrews. – dije orgullosamente, extendiendo mi mano para 
él como mi papá me había enseñado a hacer cuando me presentara a 
mí misma. 
– ¿Thia? – preguntó, dándome la misma extraña mirada que las 
personas hicieron cuando escucharon mi nombre por primera vez. 
– Diminutivo de Cynthia, pero no como Cindy. Hay doce niñas en mi 
clase y tres de ellas son Cindy así que estoy feliz de ser Thia y no una 
Cindy. – saqué mi lengua e hice ademan de meterme el dedo en mi 
garganta. Odiaba el nombre Cindy, aunque cuando mi papá me 
propuso Thia como una alternativa mi mamá se rehusó a usar el nuevo 
apodo y se había apegado a llamarme Cindy. – ¿Cuál es tu nombre? 
Él puso mi mano en la suya. – Me dicen Bear, cariño. – su piel era cálida, 
excepto por el frío metal de sus anillos. Yo lucía muy pequeña y pálida 
comparada con Bear, mi mano parecía como una mano de muñeca. – 
Tengo un amigo que estrechaba manos de niño también. 
– Mi padre dice que es cortés. 
– Tu papi tiene razón. 
– Tu amigo el que estrecha manos, ¿es amable como tú? – pregunté. 
– No diría exactamente que soy amable. Pero, ¿mi amigo? Él es… 
simplemente digamos, que es diferente. – Bear dijo con una risa. 
 
 
– Diferente es bueno. Mi profesor dice que soy diferente porque tengo 
cabello rosa, aunque también dicen que tengo un problema ‘habla 
fuera de turno’. – dije, con todo el conocimiento prolífico de una niña 
de diez años. 
– A veces diferente es realmente bueno, niña. – Bear coincidió. 
– ¿Bear es tu verdadero nombre? – pregunté. - ¿Tu apellido es Pardo o 
algo? 
– Nop. – dijo él. – Bear es sólo un apodo que mi club me dio. Todos los 
miembros llevan apodos, excepto que nosotros los llamamos nombres 
de ruta. 
– ¿Estás en un club? – pregunté con entusiasmo. – ¡Eso es genial! Sin 
embargo, si tu nombre no es Bear, ¿cuál es? 
– ¿Puedes guardar un secreto? – él susurró, mirando alrededor para 
asegurarse que nadie estaba escuchando. – No le he dicho mi nombre 
a nadie en años. Incluso mi viejo me llama Bear. Pero, ¿mi verdadero 
nombre? Es Abel. Y ahora tú eres una de las pocas personas que lo 
saben. 
Abel. 
– Ese es realmente un buen nombre. – aunque Bear también le quedaba. 
Él era más alto que mi papá y tenía un montón de músculos y sus 
manos eran grandes como patas de oso. 
Él estiró su mano a su bolsillo trasero y sacó un clip con billetes doblados. 
Más dinero de que alguna vez había visto. 
Más de lo que estaba en mi alcancía del cerdito de Toy Story en mi 
habitación. 
Más de lo que estaba en la caja registradora de Emma May. 
 
 
Bear sacó tres de los billetes y los puso en el mostrador. – ¿Para qué es 
eso? – pregunté, mirando a su mano la cual estaba parcialmente 
cubriendo el dinero mientras él lo deslizaba hacia mí y lo soltaba. 
– Ahí, son trecientos dólares. 
– ¿Qué quieres comprar? Puedo correr hacia el salón y traer a Emma 
porque esta fea caja registradora… 
– No voy a comprar nada. Es para ti. Por tu ayuda hoy. Por no… 
– ¿Trecientos dólares por no llamar al alguacil? – pregunté, captando lo 
que estaba diciendo. 
Trecientos dólares para una niña de diez años podrían haber sido también 
un millón de dólares. 
– Considéralo un agradecimiento por no dispárale. – Bear corrigió. 
– Está bien. Emma May se habría enojado sobre la sangre de todos 
modos. – Emma May odiaba el desorden. 
Bear rio otra vez y sonrió. – Eres graciosa, niña. ¿Lo sabes? 
– ¿Lo soy? – había sido llamada loca, rara, extraña, parlanchina, pero 
nunca graciosa. Decidí que me gustaba ser llamada graciosa. 
– Sí. – dijo él, empujando el dinero más cerca de mí. Él levantó la vista 
y miró alrededor del mostrador. – ¿No hay cámaras aquí? 
– Nunca he visto una, pero Emma es tacaña, eso es lo que mi mamá dice 
porque ella usó flores falsas en su boda, así que tal vez no compró 
cámaras. – solté, ansiosa de decir lo que sea para obtener otra sonrisa 
de Bear. 
– Asegúrate de mantener este dinero seguro. Escóndelo en algún lado. 
No le digas a nadie. Es un secreto entre tú y yo. – dijo él con un guiño. 
Traté de devolver el guiñó, pero pude pestañear ambos ojos a él como 
 
 
la genio en las viejas repeticiones de I Dream of Genie. Bear estiró su 
mano y empujó algunos de mis alborotados cabellos fuera de mi cara, 
metiéndolo detrás de mi oreja. Sus dedos eran ásperos, pero amables, 
y cuando él retiró su mano no quería nada más que mi cabello se 
saliera de vuelta así él podría hacerlo de nuevo. 
– No quiero tu dinero. – solté. Había ido a la tienda de un dólar la 
semana pasada con mis tres dólares y no pude encontrar una sola cosaque de verdad quisiera. Cosas de trecientos era mucho más de lo que 
podía querer. 
– Bueno, en mi mundo cuando alguien hace un favor, nosotros 
devolvemos el favor. – dijo Bear, descansando su barbilla en su mano. 
Mis ojos cayeron en el anillo de su dedo de en medio, una calavera con 
una piedra brillante en el centro del ojo. Bear bajó la vista siguiendo 
mi mirada. – ¿Te gusta? – preguntó, quitándose el anillo de su dedo. 
– Sí, nunca vi algo como eso. 
Bear lo sostuvo entre dos dedos y lo miró como si lo estuviera viendo por 
primera vez. Él estaba callado y su frente arrugada como si estuviera 
pensando algo de la misma manera en que la mía hizo cuando hice mi 
tarea de matemáticas. – Tengo una idea. – dijo, poniendo el anillo en el 
mostrador. – Este anillo, es una promesa. En mi club cuando le damos 
esto a alguien representa una promesa. 
– ¿Una promesa de qué? – pregunté, mirando fijamente el anillo, 
asombrada, como si estuviera suspendido en el aire. 
– Un favor, lo que sea que necesites. Significa que te lo debo. 
– ¿A mí? 
 
 
– Sí. – dijo él, metiendo los billetes de vuelta a su bolsillo. Él deslizó el 
anillo en mi pulgar, era tan grande que tuve que cerrar mis dedos 
alrededor de él para mantenerlo en su lugar. 
– Guao. ¡Genial! – levanté la vista a sus ojos y sonreí. – Gracias. Lo 
mantendré seguro lo prometo y no lo usaré a menos que sea súper 
importante. 
– Sé que no lo harás. – dijo Bear. Una garganta se aclaró y ambos 
miramos hacia el sonido. Parado por la puerta estaba otro hombre 
usando el mismo tipo de chaleco. 
– Tenemos que irnos, hombre. Chop llamó. Tenemos que regresar al MC 
en veinte minutos. 
– Tengo que irme, cariño. Asegúrate de mantener eso seguro, ¿está bien? 
– Bear dio golpecitos con sus dedos en mi puño. 
– No voy a decirle a nadie. Lo juro. – dije, haciendo una cruz sobre mi 
pecho, algo que sólo haces cuando estás realmente seguro sobre la 
promesa que estabas haciendo y quería que Bear supiera cuán segura 
estaba sobre mantenerme callada. 
Con un guiño y un tintineo de la campana contra la puerta, se había ido. 
Yo miraba mientras él le daba una palmada en la parte trasera de la 
cabeza del hombre velludo que trató de robar la tienda. Ellos 
intercambiaron algunas enojadas palabras antes de ponerse los cascos y 
dirigirse de vuelta al camino. El tercer hombre siguiendo cerró atrás. 
Ni treinta segundos antes de que el último motociclista se hubiese ido, 
Emma May entró por la puerta. – ¿Algo emocionante pasó mientras no 
estaba? – llamó, dirigiéndose al cuarto trasero. 
 
 
Puse el anillo en el bolsillo trasero de mis shorts. Luego crucé mis dedos 
detrás de la espalda. 
– No, señora. Ni una cosa. 
 
* * * 
Bear 
La luz del sol del medio día estaba deslumbrando. Skid no era el único 
con resaca. Habíamos estado de fiesta en Coral Pines con algunas chicas 
hasta que el sol salió esta mañana. Skid simplemente no ha aprendido 
todavía el valor de las gotas para los ojos y el café fuerte. 
El cabrón tiene suerte de que no lo noquera justo ahí en el 
estacionamiento de esa puta gasolinera. 
– ¿Perdiste la puta cabeza al asaltar una gasolinera? Especialmente una 
que está en el mismo condado igual que el club. No sé qué te dijeron 
cuando te parcharon, hermano, pero no somos un grupo de putos 
delincuentes juveniles. No montamos alrededor para asaltar 
gasolineras o hacer cualquier cosa más que haga correr el riesgo 
trayéndonos un problema. Tenemos mierda yendo justo ahora y 
estúpida mierda como esta podría mandarnos a todos servidos de 
verdad. ¿Y quién coño apunta una pistola en jodidas niñitas? Debería 
dispararte para enseñarte una lección. ¿Dónde está tu cerebro, 
hombre? – le di un manotazo atrás de su cabeza y sus lentes de sol 
cayeron al suelo. – Novato. – grité por encima a Gus. – ¿Por qué no 
 
 
hacemos mierda estúpida en este momento? ¿Por qué no apuntamos 
armas a niñas? 
– Tenemos mierda importante sucediendo. Tenemos que mantener un 
bajo perfil. – Gus respondió secamente. – Y porque eso simplemente 
está jodido en general. 
– Colega. – dijo Skid, frotándose los ojos. – Todavía estoy ebrio de anoche 
de esta mañana de lo que sea. Lo siento, fue una puta estupidez. Sólo 
no le digas a Chop, ¿está bien? – él se agachó para recoger sus lentes y 
en serio pensé en patearlo en la cabeza. Pero después me calmé un 
poco cuando pensé en toda la estúpida mierda que había hecho cuando 
recién fui parchado, mierda que podría haber traído el inferno abajo a 
mi viejo si él alguna vez supiera. 
– Sólo y únicamente esta vez. Es todo lo que tienes. Tu único pase. 
Empujas mierda como esta otra vez y tú lidias con Chop por tu propia 
cuenta y no estaré ahí para ir a tu rescate. – monté mi moto. 
– ¿Qué fue toda esa platica sobre el anillo? – Gus preguntó. – Esa es la 
primera vez que escucho de eso. ¿Me perdí de algo que se supone tengo 
que saber? ¿Se supone que tengo que entregar un anillo también? 
Porque no tengo ninguno tan estupendo como la calavera que le diste. 
– Gus siempre fue ansioso para aprender y la posibilidad de que él 
pudiese haberse perdido de algo lo hizo verse nervioso. 
– No, hombre, todo eso fue pura mierda. Un anillo a cambio para que 
ella no llamara a la puta ley o a su mami y papi para decirles lo que el 
gran motociclista malo hizo. – dije. 
– Listo. – dijo Gus, poniéndose sus guantes. 
– ¿Le diste a la niña tu anillo de calavera? ¿No tenía esa cosa un 
diamante? 
 
 
– Claro que lo tenía, y tú me pagaras cada puto centavo. – encendí el 
motor, el rugido de la moto cobrando vida entre mis muslos. 
Me reí todo el camino a casa ante la cara de Skid cuando le dije que me 
debía. 
Nunca pensé acerca de ese día o esa chica otra vez. 
Hasta siete años después, cuando todo regresó y me golpeó en el culo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 2 
Thia 
Siete años después 
Silencio. 
Más aterrador que cualquier explosión de armas o fuego de cañón. Más 
ruidoso que un trueno y diez veces más estremecedor. 
Cargando uno de los famosos pays de manzana de la señora Kitchener 
con una mano y sosteniendo el manubrio de mi bicicleta con la otra, 
conduje las piedras y los hoyos en el estrecho camino de tierra que dirigía 
a la pequeña casa de campo donde vivía con mis padres. 
Cada día cuando llego a casa de mi trabajo de medio tiempo en el Stop-n-
Go era recibida por las voces discutiendo de mis padres. Con ninguna otra 
casa alrededor sus voces llegaban por encima de los árboles y las 
escuchaba bien antes de ver la luz en la ventana. 
Antes de que mi hermano menor muriera nunca los había escuchado 
pelear en absoluto. Cuando Sunlandio Coorporation decidió importar sus 
naranjas, cancelando sus contractos de largo plazo con el huerto de mi 
familia, los dimes y diretes se volvieron en toda regla gritos llenos de odio. 
Puse mi bicicleta en la tierra, cuidadosamente cambiando el pie de una 
mano a la otra. Incapaz de agacharme a atarme la agujeta de mi zapato 
que se había deshecho en el camino, sacudí mi pie mientras caminaba, 
asegurándome de no tropezar sobre las agujetas sueltas. 
 
 
Escalofríos corrieron por mi piel húmeda causándome picazón con 
pequeñas protuberancias, haciendo los pequeños vellos en la parte 
trasera de mi cuello y brazos erizarse como si estuviera a segundos de ser 
golpeada por un rayo. 
Es cuando lo noto. 
El silencio. 
– ¿Mamá? – llamé, pero no hubo respuesta. 
– ¿Papá? – pregunté mientras abría la puerta de malla. La lámpara a 
un lado de la mesa estaba encendida, la pantalla de la lámpara estaba 
inclinada de lado como si estuviera también preguntándose qué 
demonios estaba sucediendo. 
Escuché una pelea en el cuarto trasero. – ¿Están allá atrás? – pregunté, 
poniendo el pay en la barra. Hice mi caminó hacia el pasillo, empujando 
la puerta de la habitación de mis padres para abrirla, pero estaba vacía. 
Lo mismo en el único baño y en mi habitación.Al final del pasillo, la puerta de la vieja habitación de mi hermano estaba 
resquebrajada. Mi madre, había mantenido la habitación de Jesse como 
un santuario desde que él había fallecido, había siempre mantenido la 
puerta cerrada y susurrado cuando ella estaba en el pasillo como si él 
estuviera ahí tomando una siesta y ella no quisiera despertarlo. 
– ¿Mamá? – pregunté de nuevo, lentamente empujando la puerta. 
– Pasa, Cindy. Estamos aquí adentro. – dijo ella alegremente. Era la 
primera vez que había escuchado la voz de mi madre tomar un tono 
feliz en años, aunque odié que ella me llamara Cindy. 
Hizo que mi estómago se revolviera. 
 
 
Algo estaba muy mal que casi no quería ver lo que me estaba esperando 
del otro lado de la habitación. 
Y tenía razón. 
No quise. 
Porque ahí estaba mi madre, sentada en la vieja mecedora que ella usaba 
para leerle a Jesse, agarrando su dinosaurio favorito, meciéndose para 
adelante y para atrás y para adelante y para atrás, apretando el muñeco 
de peluche en su pecho y frotándolo contra éste. 
Sus ojos estaban enrojecidos con oscuros círculos debajo de ellos, y aun 
así tenía una sonrisa en su rostro. – Estoy tan feliz de que estés en casa 
Cindy-loo-hoo. – dijo ella, usando el apodo del Dr. Seuss el cual ella había 
dejado de usar hace años. – ¿Estás lista para irte? – ella preguntó. 
– ¿A dónde? ¿Ir a donde, mamá? ¿Dónde está papá? 
– Tu padre no quiso esperar así que él ya se fue, pero quería que vinieras 
con nosotros así que esperé por ti. – su sonrisa era grande, pero sus 
ojos estaban brillando y estaban completamente vacíos de cualquier 
emoción. 
– ¿A dónde fue? – pregunté otra vez, entrando más en la habitación. 
– No te preocupes, nos reuniremos con él pronto. Sólo quería hablar con 
Jesse primero. – dijo ella, acariciando el dinosaurio. 
– Mamá, Jesse está muerto. – le recordé. – Murió hace años. 
Mamá asintió y sus ojos se movieron al poster de Star Wars y luego a la 
pila de Legos en la esquina. – Lo sé, tontita. 
– Bien, porque pensé por un segundo que estabas diciendo que… 
 
 
– Sólo quería hacerle saber que vamos a reunirnos con él pronto. – dijo 
mamá. Fue entonces, cuando ella cambió el peluche de un brazo al otro, 
que noté la pistola en su regazo. 
– ¿Mamá? – pregunté, mi cuerpo entero empezando a temblar con 
conocimiento de lo que ella realmente estaba diciendo. – Dime dónde 
está mi papá. – susurré. 
– Ya te dije. Se ha ido. Se fue sin nosotros porque no podía esperar más. 
Él siempre fue un hombre impaciente. – ella sacudió su cabeza y rodó 
sus ojos. – Tú eres un montón como él en tantas maneras. – ella cantó. 
– ¿Por qué tienes una pistola, mamá? 
– Tontita, ¿de qué otra forma vamos a reunirnos con Jesse y tu padre? 
Quiero decir, ya sé que existen otras maneras, pero creo que esta es la 
más rápida y la más eficiente. Después de todo, no queremos 
mantenerlos esperando demasiado tiempo. – ella dijo, dándole 
palmaditas la espalda del dinosaurio como si ella estuviera sacándole 
el aire. De atrás a adelante ella continuó meciendo, nunca rompiendo 
el lento y estable ritmo. La silla crujiendo con cada movimiento sobre 
el piso laminado. 
Di otro paso hacia ella esperando arrebatarle la pistola de la mano, pero 
ella vio a donde yo estaba mirando y levantó el arma, ondeándola en el 
aire. – No-oh. Tu padre quería ser el que la sostuviera, pero yo insistí. 
Este es un trabajo para mami y para nadie más. Ya es tiempo de que 
tomara control y cuidado de esta familia. Teniéndonos a todos en el mismo 
lugar para empezar. 
Mi pie sobre los entarimados sonando tan silencioso como un tambor. – 
Ahora, Cindy. Tú nunca fuiste buena esperando por tu turno, pero la 
buena noticia es que tú serás la primera. 
 
 
– ¿A dónde mandaste a papá a encontrarse con Jesse? – pregunté, 
lágrimas punzando detrás de mis ojos, pero la adrenalina corriendo a 
través de mis venas previno que se derramaran. 
– No veo por qué eso importa. – dijo mamá, soplando un mechón de rizos 
negros que había caído sobre sus ojos. – Pero si debes saber que él se 
fue en nuestra habitación. Tal vez deje un poco de blanqueador para el 
alguacil, las manchas rojas son lo peor, especialmente en los azulejos 
blancos. – dijo ella con la misma inquietante voz alegre con la que me 
había saludado. 
Di un paso hacia atrás y mamá continuó viéndome, sonriendo una sonrisa 
llena de dientes de oreja a oreja. Ella no me siguió cuando me giré y abrí 
la habitación de su recámara. Estaba vacía. 
Mi mamá se ha vuelto loca. Eso no significa que papá esté muerto. Ella 
podía estar mintiendo. Ella podía estar inventándolo. 
Rodeé la cama. 
Por favor que esté vivo, por favor que esté vivo. 
En el suelo a un lado de la cama contra la pared estaba el cuerpo de mi 
padre sin vida, sus ojos y su boca ambos abiertos, congelados en sorpresa. 
Jadeé y cubrí mi boca. – No, no, no, no, ¡no! – grité 
Me alejé de mi padre del pasillo y cuando miré al cuarto mi mamá ya no 
estaba en la mecedora. Corrí para salir por la puerta, pero corrí 
directamente a la suave bata de satín rosa de mi madre. 
– ¿Estás lista, cariño? – ella preguntó, inclinando la cabeza de lado. La 
pistola estaba en sus manos, pero no estaba levantada. 
 
 
– Yo, yo, yo necesito decirle algunas cosas a Jesse también. – dije, 
corriendo rápidamente hacia a la habitación 
Ella se golpeó a sí mima en la frente con el cañón de la pistola. – Tonta 
yo, claro que sí. Estaré esperando justo aquí y entonces después de 
reunirnos tendremos helado. 
– Sí, sí, sííííííí, helado está bien, mamá. – dije, arrastrando los pies. 
Pasándola de lado y fingí que estaba dando vuelta a la habitación de 
Jesse, ella movió sus hombros para hacerme espacio, y yo tomé la única 
oportunidad que tenía y corrí a toda velocidad, esquivándola mientras 
hacía una carrera en la dirección opuesta hacia la puerta. 
La pared junto a la puerta explotó mientras una bala desagarraba en el 
yeso de cien años. Mi madre estaba riéndose mientras yo saltaba los 
escalones del porche. Uno de los cordones de mis zapatos se atoró en la 
barandilla y volé adelante través del aire, aterrizando sobre mi pecho. El 
aire salió de mis pulmones y me giré sobre mi espalda, desesperadamente 
boqueando por aire. 
– Tú hablaste tu salida del viaje a la casa de Nana el año pasado, no vas 
a salirte de esto. – mi madre dijo mientras ella miraba abajo hacia mí 
frente al porche. De reojo ubiqué el viejo rifle de mi padre contra el 
frente de la casa. Él solía usarlo para asustar a los bichos de comerse 
las naranjas. No creo que haya sido usado desde la cosecha anterior. 
He estado fuera en los elementos por meses. 
Las posibilidades eran que la cosa no funcionara. 
– No estoy saliéndome de ello, mamá. – dije, mientras pude finalmente 
extraer un respiro. Lentamente, caminé-arrastré sobre mis pies y 
manos, de costado hacia la casa. 
 
 
Hacia la única oportunidad que tenía de sobrevivir. 
– Simplemente pensé que podríamos hacerlo juntas, ya sabes, irnos al 
mismo tiempo. – dije, imitando su alegre voz lo mejor que pude. 
– Oh, Cindy, esa es una encantadora idea. Siempre fuiste la dulce, ya 
sabes. Voluntariosa. Y un terror a veces, pero también podías ser muy 
dulce. Me encantaba la manera en que solías jugar con mis collares y 
mis pendientes cuando eras una bebé. – mamá puso la pistola contra 
su pecho y suspiró. 
– ¿Puedes hacerme un favor, mamá? ¿puedes usar el viejo rifle de papá? 
De esa manera tengo algo de qué hablarle a él cuando lleguemos ahí. 
Y yo puedo usar la pistola con la que lo mandaste con Jesse. Será 
divertido y ya sabes es difícil para mí encontrar cosas para hablar con 
papá. 
– Sabes. – dijo ella, recogiendo el rifle. Escalé sobre mis pies y flaqueé, 
sosteniéndome del revestimiento así no me caería. – Deseo que tu 
padre hubiera pensado en algo lindo como esto. Habría sido mucho 
más fácil. Deberías haberlo oído suplicandoy gritando. – ella dejó salir 
una breve carcajada. – Suplicando. – ella inspeccionó el arma para 
asegurarse que estaba cargada y luego me la arrojó. La atrapé y me 
aseguré que estaba cargada justo como ella lo hizo. – ¿Puedes creerlo? 
Tu padre… suplicando. Fue bastante ridículo. 
Debajo de la luz de la luna la piel de marfil de mi madre brilló. Siempre 
había envidiado sus largos rizos negros y sus naturales labios rosados. 
Para mí ella siempre se había parecido a Blancanieves. Solía mirarla 
escoger naranjas en el huerto para su famosa mermelada de naranja, y 
preguntarme por qué quedé atascada con cabello rosáceo, ojos verdes, y 
pecas, en lugar de su buena apariencia. 
 
 
Blancanieves de pie alta en su bata de satín manchada de sangre apuntó 
el rifle hacia mí. Con mi corazón martilleando en mi pecho levanté la 
pistola hacia ella. – Te amo, bebé. Te veo en el otro lado. – dijo ella. 
Lágrimas se acumularon en mis ojos. Sólo tendría una fracción de 
segundo. Incluso si el arma se atascaba como a menudo en el primer jalón 
del gatillo, no lo haría en el segundo. 
Mi madre sonrió mecánicamente con ensanchados ojos. 
Luego Blancanieves jaló el gatillo. 
Sostuve mi respiración, pero nada sucedió. Ella golpeó a un costado del 
rifle como ella había visto a mi padre hacerlo un millón de veces antes y 
justo antes de que ella fuera capaz de poner su dedo alrededor del gatillo 
otra vez, disparé. 
Sangre se esparció contra el revestimiento, volviendo a la pintura pelada 
blanca en rojo brillante. 
Mamá había tenido razón en una cosa. 
Fue rápido. 
Me tiré sobre mis rodillas y agarré mi pecho. Mi mente en blanco. No 
podía formar un pensamiento coherente. Mis dos padres estaban muertos 
y no sabía que debía hacer. A quien debería llamar. 
Mis dos padres estaban muertos. 
Mataste a tu madre. 
Lloré en la noche; perdida, asustada, y absolutamente sola. 
 
 
Estiré mi mano bajo mi camisa y busqué consuelo en la manera en que a 
menudo hacía cuando mis padres habían estado peleando, en apretar el 
anillo que usaba en una cadena debajo de mi camisa. 
Froté el frio metal entre mis dedos. Un rayo golpeó la torre de agua y fue 
en ese momento cuando la respuesta llego a mí. Sabía a donde tenía que 
ir. 
A quien tenía que ir. 
 
 
 
Capítulo 3 
Thia 
Estaba lloviendo. 
Era verano en Florida. 
Estaba siempre lloviendo. 
En algún lugar durante los cuarenta minutos del viaje en bicicleta de la 
casa de campo en Jessep a Long Beach había perdido toda sensación en 
mis pies mientras pedaleaba a lo loco contra la fuerza de la inclinada 
lluvia. 
Había tratado de tomar la vieja Ford de mi papá. El colgador de llaves 
frente a la puerta estaba vacío, el cual dejaba sólo otro lugar donde ellas 
pudieron haber estado. Obligué a mis piernas a avanzar a la habitación 
que tenía al cuerpo sin vida de mi padre. Viéndolo antes no aminoró el 
impacto de caminar alrededor de la cama y encontrar a mi padre 
extendido en un incómodo ángulo contra la pared, su cabello todavía 
húmedo con su sangre. 
– Papi. – lloré, parándome sobre el río de sangre que empezó como un 
charco detrás de su cabeza y se hizo más y más delgado hasta que dejó 
la habitación de mis padres, esparcido y filtrado en el espacio entre la 
pared y el piso, expandiéndose a la izquierda y derecha, recubriendo 
los blancos bordes en rojo fresco. 
 
 
Mi familia entera estaba muerta, pero no tenía tiempo de pensar en ello 
y estaba agradecida porque el peso de lo que pasó estaba amenazándome 
con aplastarme donde estaba. 
Algo dentro de mí, un final rayo de luz, me dijo que, si podía simplemente 
llegar a Bear, entonces todo estaría bien. Él no podía hacer que todo esto 
se fuera. 
Pero él podía hacerlo bueno. 
Él te hizo una promesa. Él te ayudará. Él puede hacer el pensamiento por 
ti. Simplemente tienes que llegar ahí. 
No pude acercarme a mirar en los bolsillos de mi papá. Tocarlo 
simplemente lo haría más real. 
Sin otra opción más, recogí mi bici de la tierra e hice mi camino. 
Cada rotación de mis piernas hacía que los músculos de mis muslos se 
sintieran más y más pesados. La única cosa que me impulsaba adelante 
era la salvación que esperaba encontrar cuando alcanzara la casa club de 
Beach Bastards. 
Cuando alcanzara a Bear. 
 
 
 
Capítulo 4 
Thia 
La lluvia no había cesado para cuando llegué a la puerta. Un delgado 
chico de guardia afuera en un taburete. A través de su transparente 
poncho de plástico podía ver el parche en su chaleco que decía NOVATO. 
Él me miró mientras acostaba mi bici y cojeaba hacia él, los músculos de 
mis piernas todavía no recibían el mensaje de que ya no estaba 
pedaleando. – Necesito ver a Bear. – dije. – Por favor. ¿Puedes decirle que 
Thia está aquí para verlo? Thia de la gasolinera. Necesito hablar con él. 
Es muy importante. 
– ¿Qué tan importante? – el novato preguntó, moviendo el palillo de 
dientes que colgaba de sus labios un lado al otro con su lengua. 
Quitándome mi cadena y sosteniéndola en alto así él podía ver el anillo 
de calavera de Bear colgando de ella. – Así de importante. 
El novato miró el anillo escépticamente antes de bajarse del asiento. Él 
tomó la cadena de mi mano y desapareció detrás de la chirriante puerta 
de metal. Cuando él volvió diez minutos después fue como si fuera otra 
persona. – Soy Pecker. – anunció, parándose a un lado así yo podía entrar. 
– ¿Cuál dijiste que era tu nombre otra vez? – una sonrisa reemplazó su 
ceño fruncido anterior. 
– Thia. – dije, entrando en la casa club de los Beach Bastards, aunque 
yo lo hubiera llamado más como un recinto. Era un viejo motel o un 
complejo de apartamentos. Tres pisos de altura con habitaciones 
abiertas a los miembros rodeaban un patio abierto debajo donde una 
 
 
vacía piscina yacía en el centro. A un lado estaba una puerta de cristal 
que lucía como si hubiera sido un viejo bar o restaurante y lucía como 
si los Bastards todavía lo utilizaran para su original propósito. El bar 
estaba completamente abastecido y varios hombres, todos usando 
chalecos, jugando billar en unas de las tres mesas. 
– ¿Dónde está Bear? – pregunté otra vez. Fuera de la lluvia y bajo la 
protección de una serie de voladizos, mi mandíbula comenzó a temblar 
y mis dientes castañeaban. Mi húmeda camiseta sin mangas y mis 
shorts se pegaban a mi cuerpo. Mi cabello yacía liso y sin vida contra 
mi frente y mejillas, goteando agua en mis ojos. 
– Bear está ocupado ahora mismo, pero me dijo que puedes esperar por 
él en su habitación. – dijo Pecker mientras lo seguía arriba por un 
tramo de escaleras al segundo piso, sosteniéndome del barandal de 
aluminio por apoyo. Me corté el dedo de en medio en un punto 
puntiagudo, chupando la gota de sangre que se juntó en la superficie. 
– Lo siento, debería haberte advertido sobre eso. 
La lluvia caía sobre el patio con tal ferocidad que los Bastards no 
necesitarían una manguera para llenar su vacía piscina. El pequeño 
voladizo no era protección de la lluvia ladeada. 
Pecker se detuvo frente una puerta verde oscura y la abrió, indicándome 
que entrara. – Él te verá aquí. – él dijo con una risa. Entré en la oscura 
habitación, pero me di la vuelta cuando escuché a la puerta azotarse 
detrás de mí. 
– ¿Dónde conseguiste esto? – una amenazadora voz preguntó. Mi 
garganta se apretó y lentamente me giré para encarar al poseedor de 
la voz. En la esquina de la cama estaba sentado un hombre que se 
 
 
parecía demasiado a lo que recordaba de Bear, excepto que este 
hombre tenía cabello canoso y su rostro lleno de gruesas líneas. 
Él sostenía en alto el anillo de Bear. 
– ¿Dónde está Bear? ¿Es usted su papá? – pregunté, abrazando mis 
brazos alrededor de mi cintura. El hombre se puso de pie y se rió, 
cerrando la distancia entre nosotros. Retrocedí para evitar el contacto, 
mi cabeza se golpeó contra la puerta. 
– No estoy seguro de que me escucharas, cariño. – dijoél con fingida 
sinceridad. – Pero te hice una puta pregunta y no sé quién te crees que 
eres o dónde crees que estás, pero te diré. – él se inclinó hacia abajo 
para mirarme con familiares ojos azules. – Soy Chop. De Chop Chop 
porque… – él se rió y corrió un calloso dedo por mi mejilla, me retiré y 
él agarró mi cara tan fuerte que mi boca se abrió y apretó mis mejillas 
hasta que ellas se tocaron en medio. – Bueno, tú no tienes necesidad 
de saber esa historia ahora, ¿o sí? Yo manejo esta mierda. El parche 
en mi chaleco lo dice. Tú estás en mi casa así que dime de donde coño 
sacaste eso antes de meterlo en tu puta garganta y ahogarte con él. – 
Chop levantó la cadena otra vez, la luz de la lámpara se reflejaba en 
el diamante en el ojo de la calavera. 
Chop podía tener el mismo color que los ojos de Bear, pero ellos no 
sostenían ninguna belleza. Los de Chop quemaban con inestabilidad, 
rabia, y violencia. 
Esto fue un error. 
Había ido al recinto buscando… ¿qué exactamente estaba buscando? 
¿ayuda? ¿protección? ¿seguridad? Todo lo que sabía era que, en esa 
 
 
habitación, con el padre de Bear a unos cuantos centímetros de mi cara, 
sentía todo menos seguridad. 
Cuando no contesté enseguida, Chop se encogió de hombros. – Está bien 
tenlo a tu manera. – fue cuando presionó el anillo a mis labios que de 
repente encontré mi voz. 
– Bear me lo dio. – solté. 
– ¡Mentira! ¿Dónde lo conseguiste? – él rugió, otra vez tratando de forzar 
el anillo entre mis labios. 
– ¡Yo tenía diez años! – grité y cuando abrí mi boca el anillo se deslizó 
adentro y golpeó contra mi garganta. Me atraganté y Chop dio un paso 
atrás, examinando el anillo en la luz de la lámpara. No sabía si él 
quería que continuara, pero lo hice de todas formas. – Él me lo dio en 
Jessep cuando tenía diez años porque le hice un favor. – no sabía si 
metería en problemas a Bear diciéndole a Chop lo que exactamente 
había sucedido así que lo mantuve ambiguo. – Me dijo que si alguna 
vez necesitaba su ayuda que viniera aquí y le mostrara el anillo y él 
me ayudaría. 
Chop me calló con la mano. – Cierra la boca. – mandó, todavía girando el 
anillo alrededor de su mano como si él no creyera que estaba allí. Una 
retorcida sonrisa tomó lugar en su cara y dejó salir una carcajada. – Él es 
un puto hombre muerto andante, pero el chico ha sido siempre gracioso. 
– ¿Qué significa eso? – pregunté, insegura de que si la nueva ronda que 
castañeo de dientes era por estar congelada o asustada. 
– Significa que mi chico te entregó esto porque nunca esperó que 
aparecieras. – dijo Chop, poniendo el anillo en un bolsillo cosido en el 
 
 
interior del chaleco. – Él no habría hecho ni mierda por ti, excepto 
quizás mostrarte su verga. 
– ¡No! Él dijo que era una promesa de motociclista. Es su manera… 
– Cariño, nosotros no tenemos tales códigos y lo sé porque todos nuestros 
códigos tienen que ver con matar. Como, qué, dónde, a quién, y cuándo. 
¿Bear me mintió? 
Sí, Bear mintió y yo fui una estúpida niñita que se lo creyó. Él nunca quiso 
ayudarme. Él simplemente no quería que lo delatara. 
– ¿Puedo al menos hablar con él? – pregunté con una última pizca de 
esperanza. No importaba que el anillo que había estado cargando por 
siete años fuera una broma. Todavía necesitaba ayuda. – Sólo 
necesito… 
– Bear ya no es un Beach Bastard. Él se quitó su chaleco como el marica 
que es y salió por la puerta porque es un cobarde. Él ya no es un 
motociclista. Él no es un amigo. Él no es ni siquiera un puto hombre. 
¿Sabes lo que es él? – Chop preguntó, parándose otra vez frente a mí. 
Sacudí mi cabeza, congelada en el lugar por su mirada. – Él. Está. 
Muerto. Un puto muerto quien acaba de pasar a estar todavía 
respirando. – Él presionó su nariz en el espacio entre mi cuello y mi 
hombro e inhaló. Me encogí y traté de alejarme, pero su musculoso 
cuerpo me mantuvo atrapada. – Pero voy a arreglar eso realmente 
pronto. – él susurró, su aliento caliente contra mi oreja me hizo sentir 
que estaba a punto de vomitar. 
– Si él no está aquí, entonces debería simplemente irme. – dije, cada 
alarma interna que tenía alcanzando ensordecedores volúmenes 
dentro de mi cabeza. 
 
 
Corre. Corre. Corre. 
Busqué detrás de mí por la perilla de la puerta y cuando la encontré le di 
un giro, pero no cedió. – Cerraduras exteriores. – dijo perversamente, sus 
cejas saltando sugestivamente. 
Agarrándome de los hombros él me arrojó sobre el suelo, aterricé de lado 
y dolor rasgó a través de mis costillas. Chop se arrodilló y se puso a 
horcajadas sobre mí, sus muslos manteniéndome prisionera sobre la sucia 
alfombra. – Él escogió a ese puto King sobre sus hermanos. Y él va 
jodidamente a pagarlo. 
– ¡Déjame ir! – gimoteé, retorciéndome debajo de él, tratando de 
liberarme, pero él estaba atascado en su lugar como la perilla de la 
puerta. Traté de golpear mis puños contra su pecho, pero él agarró mis 
muñecas y las retorció dolorosamente. – ¡Por favor! ¡Sólo déjame ir! – 
chillé. 
– No te preocupes, pequeña. No voy a matarte. De hecho, voy a 
asegurarme que uno de los chicos te dé un aventón. 
– ¿Lo harás? – pregunté, sabiendo que él no estaría encima de mi 
cortándome la circulación de las manos si su único plan fuera dejarme 
en otro lugar. 
– Lo haré. Los chicos van a dejarte a primera hora de la mañana. 
– ¿De la mañana? – pregunté, sólo la mitad de la palabra audible, el 
resto vino en un susurro sin respiración. 
– Sí, en la mañana. Porque primero queremos asegurarnos que si Bear 
te ve sabrá que es hombre muerto, pero él quiere seguir respirando, 
mejor que no sea lo suficientemente estúpido para pararse en este lado 
de la calzada. 
– Está bien, déjame ir. Si lo veo le daré el mensaje. – prometí. 
 
 
– No, chica estúpida. Tú eres el mensaje. – Chop empujó mis manos por 
encima de mi cabeza con una mano y se inclinó, mordiendo mi pezón a 
través de la camiseta. 
Fuerte. 
Chillé y Chop se incorporó y rió, admirando la fresca mancha de sangre 
en mi camiseta donde sus dientes acababan de estar. – Los hermanos y 
yo vamos a divertirnos contigo, perra. 
– ¿Hermanos? – pregunté, o al menos pensé que pregunté porque Chop 
levantó su puño y lo golpeó contra mi mandíbula, haciéndome ver 
estrellas. Su imagen sonriente sobre mí parpadeó como si alguien 
estuviera encendiendo y apagando las luces. Un segundo lo veía y al 
siguiente estaba todo negro, aunque sabía que estaba ahí porque el 
aplastante peso arriba de mí nunca se fue. – Él no me conoce. No le 
importara. No hagas esto. ¡Por favor no lo hagas! 
Chop me ignoró. – Espera a que Murphy tenga una probada tuya. Le 
gusta romper a jovencitas como tú. – Chop suspiró. – Cuando te vimos 
entrar, ya le había prometido que guardaría tu coño para él, aunque 
supongo que una probada no hará daño. – Él sentó se vuelta sobre sus 
rodillas y justo cuando pensé que iba a solarme, me dio la vuelta con un 
brazo, mi cabeza golpeándose contra el vestidor. Me quito mis húmedos 
shorts y mi ropa interior con un rudo tirón. 
– ¡No! – grité, pateando mis piernas. 
Chop usó su rodilla para separar mis piernas, y usando uno de sus dedos 
él toscamente lo forzó dentro de mí. Sentí su larga uña arañar mis 
paredes internas. Sentí cada cresta de su dedo hasta que su anillo le 
impidió de seguir más allá. – Tan jodidamente apretada. Realmente es 
 
 
una pena que sea un Bastard que mantiene sus promesas a sus hermanos. 
Tú tendrás que recordarle eso a Bear cuando lo veas. – sacó su dedo de 
mí y mi interior pulsó por la lesión. Levanté mi mejilla de la alfombra y 
volteé para mirar a Chop quien me guiñó antes de meterse su dedo en su 
boca. – Sabes tan jodidamente bien, cariño. Es una pena que vayamos a 
arruinar este cuerpecito tuyo, porque nosotros podríamos usar algún 
nuevo coño por aquí. 
Chop desabrochó su cinturón y bajó sus pantalones con una mano, todavía 
inclinándose sobre mí, una mano todavíame mantenía prisionera. Su 
enorme erección se liberó de sus pantalones y giré mi cabeza hacia el piso 
no queriendo ver lo que estaba a punto de sentir. Apreté mis muslos y 
traté de empujar mis piernas juntas, pero otro golpe más al lado de mi 
cara me despojó de la voluntad de pelear. Reemplazándolo con la 
vertiginosa imagen de la habitación girando mientras mi cabeza 
aterrizaba contra la alfombra. Traté de levantar mi cabeza otra vez, pero 
mi cuello no pudo soportarlo. Mi cabeza estaba muy pesada. Era 
demasiado. 
Todo era demasiado. 
Chop liberó mis brazos cuando sintió la lucha en mí extinguirse, 
empujando mis piernas abiertas más amplias con su rodilla. Sentí su 
caliente y pesada erección sobre mi espalda. Él susurró en mi oreja, sus 
palabras más allá de frías. – Voy a estropear este lindo ano tuyo. Voy en 
seco así que esto va jodidamente a doler. – él corrió sus dientes por mi 
oreja, mordiendo mi lóbulo. – Pero primero una prueba para ver cuán 
apretado este culo realmente está. 
 
 
Presionó su pulgar dentro de mí y el dolor disparó en mi columna una y 
otra vez como si estuviera siendo apuñalada. Entre más hondo presionaba 
más sentía dolor. 
Más dentado el cuchillo de convertía. 
Usé toda la fuerza que me quedaba para hablar. – Y tú decías que Bear 
ya no es un hombre. 
– ¿Qué fue eso, niña? – Chop preguntó, presionando más lejos dentro de 
mí hasta que colapsé contra el brazo sosteniéndome. 
– Tú me dijiste que Bear no es un hombre. Eres tú el que no es un 
hombre. Tú eres nada. ¡Eres una puta basura! – gemí mientras el dolor 
se intensificaba. 
– Fui lo suficientemente amable para darte un calentamiento. – Chop 
removió su pulgar, pero cualquier alivio que sentí fue temporal porque 
él agarró su eje y lo presionó firmemente contra el apretado manojo de 
niervos que él acababa de lesionar. – No más de eso. – traté de 
prepararme mentalmente a mí misma para el dolor, pero no había 
cantidad de preparación que pudiera prepararme para lo que estaba 
por venir. 
Él iba a partirme a la mitad. 
Lo sentí comenzar a empujar, aguda y punzante sensación. 
Entonces se fue. 
Chop se fue. 
Cristal voló a través del aire mientras la ventana explotaba, rompiéndose 
en millones de trozos, recubriendo cada superficie en la habitación, 
 
 
incluyendo mi piel, con diminutos fragmentos espinosos que se clavaron 
a mí como pequeñas estrellas Chinas. 
Girando. La habitación. Todo estaba girando. 
Griterío, pisadas y golpes sonaron afuera de la habitación. La puerta se 
abrió y se cerró de golpe varias veces. 
El sólido piso debajo de mí desapareció y fue reemplazado con balanceo, 
sacudidas y una ligera vibración de un vehículo. 
Abrí uno de mis hinchados ojos. – ¿Quién eres tú? – pregunté. Sombras 
ocultaban al conductor. La lluvia acribillaba el parabrisas más rápido de 
lo que el limpiaparabrisas podía limpiarla. 
– Soy Gus. – dijo secamente, con cero emoción en su voz. 
– Hola, Gus. – canté deliriosamente, mientras las vueltas regresaban. 
Mi cabeza cayó otra vez contra la ventana del pasajero. 
Gus, la lluvia, la casa club, Chop, mis padres, todo comenzó a 
desvanecerse. Más y más lejos hasta que estaba rodeada de nada. 
Deliciosa nada. Quería existir en ella tanto como pudiera tenerme. 
Viviendo en un estado permanente de nada sonaba como una buena idea. 
Quizás, ¿así es como se siente la muerte? 
¿Estaba muriendo? 
No sabía, y con toda honestidad, en ese momento… 
 Me importaba un carajo. 
Oscuridad vino por mí. No la combatí. Cerrando mis ojos le permití 
tragarme entera, dándole la bienvenida de tomarme. Una parte de mí 
 
 
esperando que pudiera mantenerme ahí por siempre. No quería despertar 
jamás para enfrentar la realidad de lo que mi vida se había convertido en 
tan corto tiempo. 
No era una vida en absoluto. 
Era una pesadilla. 
 
 
 
Capítulo 5 
Bear 
No estaba borracho. 
Estaba más allá de borracho. 
Una nueva palabra necesitaba ser inventada para el nivel de jodido que 
estaba. 
Retorciendo cabello negro en mi mano, lo jalé hacia atrás fuerte, 
provocando un gemido de cualquiera que su nombre fuera que estaba 
lamiendo mis bolas. Su amiga, tenía el mismo color de cabello, sólo que 
más corto, enrolló un condón sobre mi verga y se hundió sobre éste. 
La habitación del motel estaba oscura, las cortinas tan gruesas que podía 
ser medio día y no lo habría sabido. 
Día, noche. Todo se había mezclado. 
El lugar apestaba a semen, sudor y mariguana. No había preguntas de lo 
que había estado haciendo por los últimos varios días que había estado 
aquí. 
Dormir era inútil porque siempre que me quedaba dormido no había nada 
de paz en eso. Lo cual era debido a los recurrentes sueños que había 
estado tratando de evitar, y un bastante poquito que ver con la cantidad 
de masa de coca que estaba esnifando por mis fosas nasales. 
¿Me vine? ¿Qué tan jodidamente triste es eso? 
¿Incluso lamentable? 
 
 
No me importaba ni un carajo. 
No importaba que ahí hubiera dos de ellas, pudieron haber sido dos mil, 
todas húmedas y listas para doblarse y esperar, y no hubiera cambiando 
ni una puta cosa. 
Lo que sea que había pasado, al menos había terminado. 
Ni siquiera recordaba donde conocí a las chicas o incluso cuando, y no 
sabía sus nombres porque nunca me molesté en preguntar. Por la mirada 
de ellas este no era su primer rodeo. Puede que ellas no hubieran sido 
putas de club, pero podía detectar su tipo desde la cima de una montaña, 
y estas chicas tenían BBB escrito en toda su cara. 
Tenía la repentina e inmediata urgencia de estar solo. 
Ahora. 
Encendí un cigarro y aventé el encendedor de vuelta a la mesita de noche, 
mirándolo girar y girar hasta que se cayó del borde. – ¡Váyanse al carajo! 
– solté, ondeando mi mano en la dirección de la puerta, entrecerrando los 
ojos para asegurarme que estaba indicando a la salida y no al baño. 
Sip. Salida. 
Di en el clavo. 
Corriendo alrededor de la habitación como una cucaracha después de 
prender las luces, la del cabello corto buscaba por su ropa y zapatos. Una 
vez que ella encontró lo que estaba buscando sacudió el hombro de la otra 
chica que estaba todavía en la cama, desnuda y sobre su estómago. – 
Clarissa, tenemos que irnos. – ella volteó a verme y mi expresión le 
recordó fuerte. – Ahora, Clarissa, tenemos que irnos, ¡AHORA! 
 
 
Clarissa gruñó y se volteó de lado, apretando las sabanas a su amplio 
pecho. – Estoy durmiendo, Julie. Déjame en paz. La abuela no va a 
recogernos de la iglesia hasta las doce. Puedo dormir hoy. 
Julie siguió tratando de despertar a su amiga, sin suerte. 
Con cada tica tac del viejo reloj en la pared sentí mi sangre hervir. 
Mientras la segunda manecilla hizo clic en el número diez fue como un 
estruendo en mis oídos. 
Levanté un pesado cenicero de cristal de un lado de la mesa y lo lancé 
contra la pared, creando un hoyo del tamaño de una pelota de basquetbol 
en la placa de yeso y un sonido que explotó a través del silenciado espacio 
como que un tornado acabara de estrellarse a través de la ventana. 
Cenizas volaron del agujero en la pared, nublando el pequeño espacio con 
el hedor de cigarros rancios. 
Clarissa saltó de la cama, alerta y despierta como si ella hubiera estado 
levantada por horas. Ella agarró su bolso, y su triste excusa de vestido 
del piso en su camino afuera–dejando sus zapatos detrás, y la puerta 
abierta. Julie estaba cerca de sus tacones mientras las dos corrieron 
desnudas a la luz del día, la cual era cegadoramente brillante que todo lo 
que podía ver era blanco. 
Supongo que eso contesta a mi pregunta sobre si es de noche o de día. 
Balanceándome sobre mis pies me levanté de la cama, protegiéndome los 
ojos de la luz, me tropecé sobre la puerta y la cerré de golpe girándome de 
nuevo y cayendo sobre el duro colchón. 
Apagué mi cigarro en el piso, y por el estado de agujeros en la alfombra 
podía decir que no era la primeravez. La botella media vacía de JD me 
 
 
llama desde el lado de la cama. Agarrándola del cuello, incliné mi cabeza 
hacia atrás y vertí el líquido color ámbar dentro de mi boca. No me 
molesté en envolver mis labios a la botella por miedo a disminuir el flujo 
del whiskey. Lo bebí en grandes tragos hasta que mi garganta quemó 
como si estuviera en llamas, y la botella estaba vacía. Dejé caer mi cabeza 
de nuevo, esta vez sobre la almohada que olía a coño. La arrojé al piso y 
presioné mi cara en el puro colchón. 
Bueno, estás manejando esta mierda jodidamente bien, querido Bear. Mi 
amigo muerto dijo en mi cabeza. Preppy era tan claro en mi mente como 
él lo hubiera sido si estuviera sentado en la esquina de la cama. Soy un 
fiestero, pero esto no es una puta fiesta. Aquí es donde las fiestas mueren. 
Este hijo de puta está a punto de necesitar uno de esos disparos al corazón 
de Pulp Fiction. 
– Cierra la puta boca, Prep. ¿No se supone que la gente muerta esté 
callada? Porque si es así, tú, mi amigo sin vida, estás fracasando en 
esta cosa de la muerte. – dije en voz alta. 
– Es tan tierno que pienses que estar muerto podía hacerme cerrar la 
puta boca. Y no he terminado todavía, querido Bear. Fuiste muy malo 
con esas putas y las putas son mis personas favoritas siempre. Nada 
genial, hombre. Genial en absoluto. 
– Haré una nota de eso. – dije, mientras la habitación comenzaba a girar. 
Cerré mis ojos en un esfuerzo por hacer que las vueltas se detuvieran, 
pero no funcionó. Pateé una de mis piernas fuera de la cama y anclé 
mi pie al piso, pero mi nivel de sobriedad estaba más allá de que el 
viejo truco funcionara. 
Cuando abrí mis ojos otra vez no solamente la habitación giraba incluso 
más rápido, sino que podía casi jurar que vi a Preppy de pie cerca de mí, 
 
 
mirándome con un ceño fruncido en su usual rostro alegre, su corbata de 
moño arremolinándose alrededor creciendo más y más oscura mientras 
oscuros halos llenaban mi visión. 
Estaba viendo a mi fallecido mejor amigo. 
Yo tenía razón. 
Un completo nuevo nivel de embriaguez. 
– ¡Esto de revolcarse en tu propia mierda está comenzando a deprimirme 
y estoy jodidamente muerto! 
Fue la última cosa que escuché, o pensé, o como quiera que esta rara 
comunicación entre mi jodido cerebro funcionara antes de que mi visión se 
convirtiera completamente negra y la oscuridad me tragara. 
Pero incluso copiosas cantidades de whiskey no pudieron salvarme de los 
sueños. 
Siento calor contra mi costado tan cerca que quema. Escucho el crepitar del 
fuego y cuando abro mis ojos puedo ver las ascuas del fuego explotar en el 
aire. Siento la chamusquina de mi piel cuando una aterriza en la parte de 
atrás de mi cuello. 
Trato de levantarme, pero no puedo. No puedo mover mis brazos tampoco. 
Estoy sobre mi estómago, acostado a través de un conjunto de baratas sillas 
de plástico. 
Estoy atado. 
Hombres, varios de ellos alrededor de mí. Se están riendo. Empujándome. 
Golpeándome en la cara. Pateándome a los costados. En un momento las 
sillas se caen de lado y yo me voy con ellas, seguro me fracturé una costilla 
 
 
contra el ladrillo de la hoguera en el proceso. Hay una orden para que me 
enderecen, y es hecho inmediatamente. 
Cuando ellos colocan de nuevo las sillas levanto mi cabeza para ver a Eli, 
el hombre responsable de mi estado actual, sentado con las piernas 
cruzadas y un cigarro en su boca. Cuando el humo se despeja de su cara 
revela su divertida sonrisa. 
La que voy a borrar de su cara. 
Mis pantalones están abajo. Trato de gritar, de protestar, pero hay una 
mordaza en mi boca. Uno de los hombres pone sus putas manos en mis 
nalgas y las separa. Ellos están picando mi ano con el extremo de algo y 
grito a través del dolor mientras ellos están penetrándome una y otra vez. 
Me concentro en las cosas que voy hacerles cuando sea libre para evitar 
perder el conocimiento por el dolor. 
Porque seré libre. 
Esta no era la manera en la que estaba destinado a salir. 
Pienso en venganza. Removerles a todos sus dientes uno a uno con alicates. 
Un tipo en el club sabe cómo en una manera que maximiza la pérdida de 
sangre. La victima muere en una lenta muerte dolorosa por perdida de 
dientes. Eso es claro únicamente después de removerles los intestinos a 
través de sus anos con una llave inglesa. 
Ellos piensan que lo que están haciéndome es torturar. 
Estos cabrones no tienen ni puta idea de lo que torturar es. 
Estoy tan quieto que uno de ellos le pregunta a otro si he perdido el 
conocimiento. Mis ojos están cerrados cuando siento la presencia de alguien 
en frente de mí. Él pica mi ojo y no reacciono. Estoy en el peor dolor que 
 
 
alguna vez he sentido en mi vida, pero he encontrado mi lugar de calma y 
no voy a dejarla hasta que pueda matar a cada uno de estos hijos de puta. 
Estoy guardando mi energía para cuando de verdad pueda utilizarla. 
Soy un puto Beach Bastard. 
Perras siempre han estado abriendo fuego por mí desde que la tinta todavía 
estaba fresca en mi acta de nacimiento. 
Esta no es mi primera vez siendo aprisionado y torturado. 
Lo más probable es que no sería mi última. 
Nunca hay una duda en mi mente de que voy a morir ahí. 
Nunca. 
Mi mordaza es removida y escucho el inconfundible sonido de una bragueta 
siendo abierta. Casi me rio para mí mismo porque sé lo que está a punto de 
venir. 
Pero él no. 
Él ríe a sus amigos cuando empuja su pequeña verga gorda en mi boca. 
Lucho contra la bilis subiendo en mi garganta. Mi reflejo a luchar. Estoy 
perfectamente quieto por uno, dos, tres segundos. 
Los tres segundos más largos de mi vida. 
Cierro mis dientes alrededor de su verga hasta que mis dientes se 
encuentran a la mitad. Cuando él grita y trata de quitarse yo aprieto más 
fuerte y tiro mi cabeza a un lado. 
Sangre caliente llena mi boca y no puedo evitar reír mientras el hombre 
salta alrededor en dolor. 
 
 
Mi risa esta fuera de control mientras su sangre se derrama en los lados de 
mi boca y escupo lo que queda de su verga a la tierra. 
El sonido de tiroteo estalla y cuerpos comienzan a caer. Hay una explosión 
y la hoguera me manda navegando en el aire. Aterrizo con un ruido sordo 
en el césped y espero para ser desatado. 
Porque sé que es King. 
Sé que él viene por mí. 
Y sé que es justo tiempo de matar ahora. 
En un parpadeo King está arrastrando un atado y mitad consciente Eli 
dentro de su camioneta y estoy poniendo una bala en uno de los últimos 
hombres de Eli en el muelle cuando escucho su voz. Y entonces de pronto no 
estoy cubierto en sangre ni acabando con una vida. Estoy sentado junto a 
la más hermosa chica que alguna vez haya visto en mi vida. 
La chica de mi mejor amigo. 
La chica de King. 
– Habría sido una buena puta motorista por ti. – dice ella, y mi verga 
salta en atención dentro de mis pantalones. Sus grandes ojos azules 
están desenfocados. Sus pupilas del tamaño de la puta luna, pero de 
alguna manera el modo en que ella está mirándome me hace creer que 
ella está viendo más allá de mí. Más allá de mi mierda. Más allá del 
motorista y al hombre dentro. En ese momento ella es la única persona 
en el mundo que puede ver más allá del chaleco y debo de ser suicida 
porque estoy dispuesto a sufrir la ira de King para estar con ella. 
Ni siquiera me importa si ella está borracha. Hará lo que tengo que decirle 
más fácil. Pero en este momento no me importa nada excepto poner mis 
 
 
labios en los de ella. Rosados, gruesos, hermosos. Los imagino alrededor 
de mi verga y mis pantalones se aprietan más cuando mi pene decide que 
también a él le gusta la idea tanto como a mí. Cuando escucho el clic de 
una pistola detrás de mí sé que es King. El clic es una cortesía porque soy 
un amigo. Sé de primera mano que la mayoría de los que se encuentran 
del otro lado de su pistola no están extendidos a la misma cortesía de una 
advertencia. Miro de vuelta a lachica a la que llaman Doe y la quiero 
demasiado que casi puedo saborearla en mi lengua. 
Contemplo ignorando a mi amigo y tomando la bala. 
Creo que ella podría valerlo. 
Ella está enojada con King, y tiene todo derecho a estarlo. Ella acaba de 
verlo a él y a alguna perra. Casi quiero derribar de un golpe al hijo de 
puta yo mismo por hacerla enojar tanto. Pero, oh, carajo. 
Voy a decirle a King que se vaya a la mierda. Decirle que me dispare si de 
verdad eso es lo que quiere. Como yo lo veo, estoy a punto de corregir un 
error. Nunca debí haberla mandado con King en esa fiesta. Debí haberla 
llevado a mi cama y haberla mantenido ahí al segundo que puse mis ojos 
en ella. 
En su lugar mi estúpido culo la mandó arriba con King para poner una 
sonrisa en su cara. 
Como si ese cabrón alguna vez sonriera. 
Doe voltea y mira a King e incluso a pesar de todo el daño y enojo en su 
cara puedo ver claramente cómo se siente ella sobre él. Nunca había visto 
amor verdadero antes, pero sé que esto lo es y hace revolver a mi estómago 
 
 
porque sé en ese mismo momento que lo que estoy viendo es cosa real. 
Mierda, puedo sentirlo. Como electricidad cargando el aire entre ellos. 
Físicamente me duele desenvolver mis brazos alrededor de ella porque sé 
que es la última vez que voy a tocarla porque ella no me pertenecía. Nunca 
lo hizo. 
Nunca pudo. 
Camino más allá de King y lo empujo con mi hombro, dándole un cortés 
‘vete al carajo’. Cuando regreso a la casa casi me desplomo cuando siento 
el aguijón en mi mero pecho. Duele demasiado que creo por un segundo 
que ese puto cambió de opinión y me disparó después de todo. Eso o estoy 
teniendo un ataque al corazón. 
Pero cuando abro mis ojos y miro abajo estoy viendo a mi mejor amigo 
Preppy, derramar sangre de su pecho y él está muriendo frente a mis ojos 
otra vez. La vida se drena de sus ojos y el dolor en mi pecho de intensifica. 
Miro y la mancha de sangre en mi pecho combina con la de Preppy. El 
dolor de vuelve insoportable. 
Pero el dolor no es por ninguna bala. 
Es porque no pude salvarlo. 
Y entonces un enjambre de abejas atacó. 
BZZZZZZ BZZZZZZ BZZZZZZ. 
¿Abejas? 
BZZZZZZ BZZZZZZ BZZZZZZ. 
Mi teléfono desechable vibró en la mesa final, saltando alrededor y 
sonando el mismo sentimental tono de llamada que le había puesto a 
 
 
todos los teléfonos. Una puta melodía alegre que nunca parecía coincidir 
con mi tan alegre estado de ánimo. 
Estaba agradecido cuando paró de bailar. Estampé mi cara de vuelta en 
el colchón. 
Tres segundos más tarde comenzó otra vez, y otra vez lo ignoré. 
Tres segundos después de eso comenzó de nuevo. 
Sólo una persona tenía mi número y cuando dejé Logan’s Beach él me 
llamó cada día. 
Nunca contesté. 
Las llamadas se redujeron a una a la semana. 
Nunca contesté. 
Cuando las llamadas cesaron completamente sentí una mezcla de dolor y 
alivio. 
El teléfono zumbó por cuarta vez y ya no pude aguantar. Estiré mi brazo 
y presioné el botón verde, sosteniéndolo en mi oreja sin decir una palabra. 
– ¿Bear? ¿Bear eres tú? – una voz femenina preguntó. 
Doe. 
– Estoy muy contenta de que contestaras. No tienes que decir nada, pero 
necesitas regresar a casa. Algo sucedió. – dijo ella, la preocupación en 
su voz cortando a través de mi niebla. 
Me senté en la cama rápidamente. Tan rápido que vi estrellas. 
– No sé por dónde empezar. Es sólo que… – ella pausó y sonaba como si 
ella hubiera cubierto el receptor con su mano. – Eres muy molesto. – 
 
 
ella dijo, pero no a mí. Hubo una conmoción en la línea como si el 
teléfono hubiera sido pasado y sabía a exactamente quien fue pasado, 
incluso antes de escuchar su murmullo. – Voy hacer que te arrepientas 
de esa lista boca tuya después de que los niños se vayan a la cama. 
No necesitaba escuchar esa mierda. Era trabajo difícil soportar el 
constante dolor de cabeza que golpeaba entre mis orejas y necesitaba 
regresar a ello. 
– ¿Estás ahí? – King preguntó. Respondí con un gruñido y el sonido de 
mi encendedor mientras encendía un cigarro. El humo abrió mis 
pulmones y mandando justo suficiente nicotina a mi cerebro para 
hacer que las oxidadas llantas en mi cabeza comenzaran a girar otra 
vez. 
– Estoy aquí. – dije en caso que no escuchara mi gruñido, mi voz seca y 
rasposa. Me estiré por mi botella de Jack Daniels, pero estaba vacía. 
La incliné hacia atrás y abrí mi boca, los restos cayeron en mi boca. 
Uno, dos, tres, hecho. 
– Te oyes como puta mierda. – dijo King. 
– Pues hola para ti también. – canté. 
– Tenemos una situación aquí más importante que el sonido de tu puta 
voz y tanto como me gustaría encargarme por ti, no sabría por dónde 
empezar. 
– ¿Qué? 
– Gus estuvo aquí… 
Puta mierda. 
 
 
Salté de la cama, y otra vez fue demasiado rápido porque caí al piso con 
un golpe sordo. El teléfono se desplazó a través de la alfombra. Girándome 
sobre mi espalda agarré el teléfono y otra vez lo sostuve en mi oreja. 
Al menos no perdí mi tabaco, pensé, crucé los ojos para ver el cigarro 
todavía colgando en mis labios. 
– ¿Qué coño está pasando ahí? – King preguntó. 
Miré al reloj en la mesita de noche. – No te preocupes por eso. Por lo que 
deberías preocuparte es por qué un hermano está en tu puta casa a las 
tres de la mañana. – el MC estaba detrás de mí. Tanto como a ellos les 
encantaría deshacerse de King, matar civiles trajo demasiada bronca, 
pero todavía no podía pensar en una sola razón de por qué Gus estaría 
ahí, sino otra que deshacerse de mi amigo más cercano para llegar a mí. 
– Él ya no está aquí. Tenía a una chica con él. 
– ¿Gus tiene una chica? Él es un hijo de puta raro, pero bien por él, 
supongo. – dije. 
– No, cierra la puta boca y escucha… 
– Tengo un dolor de cabeza del tamaño del puto Gran Cañón, así que 
corta el rollo y dime qué carajos es tan importante en la mitad de la 
noche que un mensaje no puedo haber sido suficiente. – dije. El techo 
encima de mí tenía negruzco moho creciendo en las esquinas y si 
cerraba uno ojo podía prácticamente ver las manchas difusas de 
esporas lentamente creciendo en problemas pulmonares a largo plazo. 
– Es la una de la tarde. – King corrigió. – Y acabo de mandarte una foto. 
Chécala. – dijo King. 
Cliqueando sobre los mensajes un número rojo apareció sobre la verde 
burbuja. Cliqueé en el icono y cuando la imagen apareció contuve el 
 
 
aliento. Era una chica. Desnuda, herida y ensangrentada. Su cabello era 
un raro matiz entre rojo y rubio. 
¿Rosa quizás? O tal vez eso era sangre en su cabello. 
– ¿La tienes? – King preguntó. 
– Ya la estoy viendo, pero, ¿por qué carajo me estás mandando una foto 
de una chica muerta? – pulsé el altavoz así podía hablar con King y 
mirar la imagen al mismo tiempo. Ella parecía familiar. Sus ojos 
estaban cerrados y su alocado cabello colorido estaba cubriéndole la 
mayoría de su rostro. – No soy Preppy, este tipo de mierda no pone 
duro a mi pene. 
– No es una chica muerta, pendejo. Ella está viva, pero ella está aquí y 
está bastante golpeada. 
– Entonces llévala a un puto hospital… – comencé, listo para terminar 
con la conversación y sobornar a una de las sirvientas de ir a la 
licorería por mí. 
– ¡Bear! – King soltó. – Ella está aquí, en el garaje. Gus la salvó antes 
de que el MC pudiera hacerle algo peor de lo que ya le hicieron, pero 
él escuchó a tu padre decir de que él iba a dejarla ahí, para ti. 
¿Por qué coño el MC haría esto? 
No tenía que pensarlo demasiado. Conociendo a mi viejo y como él 
operaba, sabía que había sólo una razón por la que él golpearía a una 
indefensa chica. Bueno, de hecho, había unas cuantas. Pero había sólo 
una razón de por qué la golpearía y la abandonaría en algún lugar, sabía 
que sería informado de ello. 
Para mandar un mensaje. 
 
 
El caer en cuenta se asentó mientras King continuaba hablando, aunque 
no podía escuchar lo que él estaba diciendo. Era el cabello rosa. No lo 
habíavisto en un largo tiempo. No desde… 
– Mira su puta mano, pendejo. – King ladró, trayéndome de vuelta al 
presente. Podía prácticamente ver a través del teléfono la vena en su 
cuello que siempre pulsaba cuando él estaba enojado. 
Usé mis dedos para hacer zoom en su mano y mi respiración se atoró en 
mi garganta cuando vi lo que ella estaba agarrando entre sus dedos. 
Un anillo. Un anillo Bastard de calavera. 
Mi anillo Bastard de calavera. 
– Estoy en camino. 
 
 
 
Capítulo 6 
Bear 
El entumecimiento que había sido bueno conmigo durante los últimos 
varios meses había sido reemplazado con el enojo familiar que me llevó 
mi vida entera. El enojo que me permitió tomar vidas. El enojo que me 
permitió odiar enemigos a los que nunca había conocido. Como sea, este 
nuevo tipo de enojo burbujeando dentro de mí era por uno y un sólo 
hombre. 
Chop. 
Todavía estaba medio borracho. Era difícil no estarlo. Si quería estar 
completamente sobrio tomaría meses limpiar mi sistema. Tal vez años. 
Las líneas rotas de la autopista se mezclaron en una larga raya de blanco 
y amarillo mientras presionaba el acelerador, el motor chilló y gruñó en 
protesta. La línea roja del velocímetro pulsaba con vacilación, subiendo 
más y más alto mientras presionaba el viejo camión de pan al límite. 
Le había dado el anillo a la niña como una puta broma. Una manera de 
aplacarla, de hacerla sentir bien por no llamar a la puta policía. Nunca 
esperé que ella apareciera en el maldito MC. ¿Qué pudo haber necesitado 
de mi ayuda de todos modos? Yo honestamente pensé que ella olvidaría 
todo sobre el anillo y la historia falsa detrás de él. 
Estaba tan jodidamente equivocado. 
 
 
Sólo porque era la misma chica que en la foto que King me mandó no 
quería decir que no era todo una elaborada trampa por Chop para 
tenerme de vuelta en Logan’s Beach. 
Mi viejo era un come vergas, pero era un come vergas inteligente. Él no 
vendría por mí en público, y con toda la vigilancia alrededor de la casa de 
King él se aseguraría d estar tan lejos de La Calzada como sea posible. 
Pero, ¿la chica? 
Ella podría estar en la nómina de putas de los Bastards por todo lo que 
sabía. Todo lo que ella necesitaba hacer era guiarme a un lugar tranquilo 
sin vigilancia así los Bastards podían tomarme de vuelta al club y 
colgarme a la mitad del patio así ellos podrían arrojar latas de cerveza a 
mi cuerpo hasta que yo empezara a oler. 
Pero, ¿que si ella realmente estaba sólo yendo al MC porque ella 
necesitaba mi ayuda? Me necesitaba para cumplir una promesa que yo no 
había tenido intenciones de algún día llevarla a cabo. 
En la foto ella estaba agarrando el maldito anillo como si fuera la más 
preciosa cosa en el mundo para ella. Sentí un jalón del final de mi puto 
intestino, pero como cada indeseada emoción agitándose en mi cerebro, 
empujé esa mierda marcha atrás. 
Mi estúpida broma terminó en la puerta de King. El plan era llegar a 
Logan’s Beach y silenciosamente limpiar el desastre que hice. Entonces 
mandaría a la chica a su camino de regreso. 
Cada zarpazo en el camino me causaba levantar la vista y mirar al espejo 
retrovisor. Las ventanas negras estaban ennegrecidas y tan inservibles 
como un monje con una verga de veinticinco centímetros. Mi moto estaba 
 
 
atada en la parte trasera del camión con pesadas correas de nylon que se 
unían a ganchos en el piso. 
Una bestia mecánica atada desperdiciándose cuando estaba destinada a 
estar volando en el camino. 
Como yo. 
Había rentado el camión bajo un alias de una chatarrería que operaba 
únicamente en papel, sin sistema informático de ningún tipo. No estaba 
escondiéndome del club. No era un puto cobarde, pero no estaba cerca de 
advertir mi llegada y poner la familia de King en riesgo tampoco. 
No me estaba escondiendo, sólo necesitaba tiempo. 
Tiempo de hacer lo que no estaba jodidamente seguro. 
Durante los últimos meses la única cosa que había cumplido fue ser un 
yermo por alcohol, coca, y un coño flojo y tan pronto como me encargara 
de mis asuntos iba a volver a ello. 
Mi viejo no era lo suficientemente estúpido para llevar nuestra pelea a 
las calles, pero él era lo suficientemente estúpido para mandarme un 
mensaje al golpear a una chica que él sabía le había dado mi promesa de 
protegerla. 
¿Hace cuánto fue eso? ¿Seis, siete años? 
Parecía como toda otra vida. 
Una donde yo estaba muy seguro de mi lugar dentro del club. Una donde 
yo estaba contenido siendo un soldado ingenuo al que su principal 
preocupación eran los coños y las fiestas. 
Coños. 
 
 
Había estado hasta las rodillas en ellos desde que tenía doce. 
Desvirgado de la misma manera que todos los otros chicos 
preadolescentes que crecieron en el club. Un miembro mayor, para mí fue 
mi viejo, me sentó en medio de una habitación lleno de hermanos ya ebrios 
o drogados o ambos, mientras una puta medio desnuda el doble de mi 
edad me daba un triste estriptís con una vieja canción de Bon Jovi, cada 
hermano que había conocido desde que nací miraba. Ella se arrodilló y 
me succionó antes de sentarme y girarla de vuelta a mí. Ella se sostuvo 
en el reposa manos por apoyo cuando ella se hundió en mí, tomando mi 
verga dentro de su coño. 
El público alentó y la mano derecha de mi viejo, Tank, sacudió una botella 
de Bud, pinchando la tapa con su cuchillo, regando cerveza encima de mí 
y de la puta antes de que inyectara mi carga en menos de veinte segundos. 
El mejor puto día de mi vida. 
Daría lo que fuera para tener esos días de vuelta. Para ser felizmente 
ignorante de toda la jodida mierda que me hizo eventualmente voltearme 
a mis hermanos y quitarme mi chaleco. 
Era feliz siendo simplemente una hormiga más en su hormiguero, 
haciendo su trabajo sin cuestionar. 
Mi vida fuera del club siempre hizo rechinar a Chop. El hecho de que 
estuviera cerca a los civiles, es decir, Preppy y King, nunca le sentó bien. 
Él tomó cada oportunidad que tuvo para advertirme de dejarlos y 
recordándome de donde las lealtades se necesitaban para mentir y como 
los de afuera causaban nada más que problemas en nuestro mundo. 
 
 
Nunca lo vi de esa manera. King y Preppy eran útiles para el club. Los 
Bastards se inclinaban por ellos cuando algo era de muy alto perfil para 
nosotros, y ellos se inclinaban por nosotros cuando ellos necesitaban una 
limpieza. Ellos adoptaron a mis hermanos y abrieron sus casas para 
nosotros y nuestras maneras salvajes de festejar. 
Chop incluso fue tan lejos como para ofrecerles chalecos. Parcharlos. Yo 
creo que él hizo eso porque el hecho de que él no tuviera poder sobre ellos 
estaba volviéndolo furioso. 
Por supuesto ellos dijeron que no. King era un toro que corría en su propia 
dirección y Preppy era el burro salvaje, corriendo entre las balas sin una 
dirección en absoluto. 
Salí de mi camino y tomé cada oportunidad para mostrarle a Chop que 
mis lealtades estaban con él. Con el club. Jalé gatillos bajo demanda. 
Enterré sus problemas profundos en el bosque sin vacilación. Viví mi vida 
de acuerdo a nuestro código y no al de nadie más. 
Pero nunca fue suficiente. 
Entre más me presionaba con su idea de que con el fin de tomar el mazo 
necesitaba perder a mis amigos, menos lo quería. Comencé a pasar menos 
y menos noches en el recinto y más noches en mi improvisado 
apartamento en el garaje de King. Habíamos hecho fiestas en su patio 
para mis hermanos quienes habían adoptado a King y Prep, no sólo como 
mis amigos, sino como amigos del club. 
Preppy murió en nuestro club varios meses atrás porque había un traidor 
entre mis hermanos. 
Una rata. 
 
 
Chop estaba más preocupado sobre la sangre en el concreto que la muerte 
de Preppy o el traidor en su medio. Y eso es cuando me golpeó. La razón 
por la que Chop estaba preocupado sobre mis lealtades era porque él tenía 
razón de estar preocupado. 
Cuando todo se redujo a eso. Vida o muerte. Una pistola apuntando

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