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entre tus manos complet - Pedro Samuel

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Entre tus manos 
 
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“ENTRE TUS MANOS” 
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Capítulo 1 
Cerré los ojos recostándome en la silla, estaba realmente agotada, estaba 
siendo un día ajetreado, toda la mañana había tenido que asistir a varias 
reuniones, algunas fuera de la oficina todas acompañando a mi jefe, 
Fabrizio Benedetti, a sus 28 años era el actual dueño del mayor banco de 
inversiones del mundo, el cual generaba muchísimo dinero, también se 
hacía cargo de una cadena hotelera bastante famosa. 
Él era un hombre bastante alto, de ojos grises, cabello negro, tenía una 
barba de pocos días la cual siempre se veía cuidada, unos labios carnosos, 
un cuerpo bien trabajado, sin lugar a duda era un hombre muy atractivo, las 
revistas del corazón lo catalogaban como el "soltero de oro", era muy 
codiciado por muchas mujeres, pero él casi siempre las ignoraba, también 
solía salir en la revista Forbes, en la lista de los empresarios más ricos. 
Pero todo lo atractivo que tenía se iba por el retrete con su carácter 
podrido, casi siempre estaba de mal humor, era frio, cruel, arrogante, si 
tenía la oportunidad de aplastarte como a una cucaracha con tal de 
conseguir su objetivo, lo haría sin que le temblara el pulso, tenía grandes 
influencias, era el tipo de hombre con el que no quisieras tener problemas. 
Todos sus empleados le temíamos, trabajar para él era someterse a mucha 
presión, tenía que salir todo absolutamente perfecto de lo contrario te 
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ganarías tu primer Strike, él solo te permitía tener 3 errores al siguiente 
estabas despedido y no había disculpas que valieran, por desgracia para 
mí, llevaba dos, todos los días temía el tercer y último. 
El primero me lo gané a las dos semanas de trabajar para él, tropecé con la 
alfombra de su despacho haciendo que la taza de café que le llevaba en 
manos se derramara sobre él y unos papeles. 
Ese día me grito tantas cosas y ni una bonita, en silencio lo soporte todo 
hasta que decidió echarme de su despacho, llore en el servicio llena de 
rabia e impotencia, jamás me habían tratado como él lo había hecho. 
Paso un año en el que me esforcé para no cometer ningún error, lo logre, 
pero muy a mi pesar me gane el segundo strike, por culpa de una novia que 
tenía en aquel entonces. 
Flash-Back 
Esperaba a Dianora Fusco, la novia de mi tan adorado jefe, me habían 
avisado desde recepción de su llegada, el resonar de unos zapatos de 
tacón me hizo mirar hacia el pasillo, la vi aparecer por este, era alta, piel 
clara, cabello rubio hasta la mitad de la espalda, de ojos azules que miraba 
a todos con arrogancia, era muy bonita eso sin duda. 
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– Buenos días, señorita Fusco– la salude con una sonrisa cuando llego a mi 
altura– Él señor ahora está reunido, tome asiento por favor– señale los 
sillones individuales color crema, ella me miro de arriba abajo con desdén, 
sonrió con arrogancia pasando a mi lado, rápidamente la agarre de la 
muñeca– Por favor no..– 
– Suéltame estúpida– se soltó de mi agarre de forma brusca– ¿Quién te 
crees que eres para tocarme?–pregunto mirándome con cierto asco, respire 
hondo para no matarla en ese mismo instante 
– Lo siento, pero de verdad no puede pasar– dije mirándola con súplica, ella 
sonrió de lado se acercó a mí de forma amenazante 
– Tú no eres nadie, para decirme dónde puedo o no pasa– quise decir algo, 
pero me callo haciendo un gesto con la mano, giro sobre sus tacones 
retomando su camino, antes de que pudiera volver a detenerla entro– Oh, 
no sabía que estabas reunido, tu secretaria no me dijo nada– dijo con falsa 
inocencia mirándome con burla, mire a mi jefe el cual me miraba furioso 
con aquellos ojos grises que parecían una tormenta, quise decir algo, pero 
simplemente no salió ningún sonido de mi garganta 
– Está bien Dianora, espera a que acabe con los señores– ella asintió 
dándose la vuelta me miro con una sonrisa arrogante, paso por mi lado, 
golpeando mi hombro y salió dejándome ahí temblando por la represalia 
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que me esperaba– Usted también puede retirarse– me dijo de forma gélida 
asentí cerrando rápidamente la puerta, suspire recostándome un poco 
sobre esta 
– Tráeme un té– me ordeno sentándose en los sillones con las piernas 
cruzadas, apreté los puños con fuerza, conté mentalmente hasta diez para 
no lanzarme sobre ella, y arrastrarla por toda la oficina, con resignación fui 
hasta la cocina a preparar el dichoso té. 
Flash-Back End 
Suspire recordando aquello, al muy desgraciado no le importó nada de lo 
que había pasado, me gane un enorme regaño y mi segundo strike, lo peor 
de todo es que ese mismo día termino con ella, sacudí la cabeza alejado 
esos pensamientos, de nada me serviría llorar sobre la leche derramada. 
– ¿Almorzamos?– levante la cabeza viendo a Donia mi compañera 
– ¿Qué haces tú por estas alturas?– pregunte con una sonrisa 
– Invitarte a comer, vamos– mire mi reloj, ya era la hora de comer y no me 
había dado cuenta, me levante cogiendo mis cosas, mientras hablábamos 
fuimos hacia el ascensor, una vez que llegamos al piso de la cafetería 
cogimos algo de comer y nos sentamos en una mesa vacía 
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– ¿Tú qué opinas del nuevo rumor?– la mire sin entender mientras comía– 
¿No lo has oído?– 
– Donia, trabajo en la última planta, allí estoy sola con el ogro, lo único que 
escucho son sus gritos– 
– Cierto, dicen que es impotente – casi me ahogo con la bebida al escuchar 
aquello– Y que por eso las novias le duran muy poco– 
– ¿En serio dicen eso?– pregunte incrédula a lo que ella asintió– Vaya...–
fue lo único que fui capaz de decir estaba atónita 
– Yo no me lo creo, él debe ser una máquina sexual– 
– ¡Donia!– exclamé mirándola con algo de diversión 
– ¿Vamos, nunca lo has pensado?– pregunto con una sonrisa pícara 
mientras subía y bajaba sus cejas haciéndome reír 
– ¿Estás loca?, por supuesto que no– 
– ¿No?, Pues yo sí, tiene un cuerpo que parece esculpido por los 
mismísimos dioses, esos labios que parecen gritar bésame...– dijo cerrando 
los ojos como si estuviera imaginándolo, mi risa se intensificó 
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– No niego que sea atractivo...– dije algo más calmada– Pero con ese 
carácter tan podrido que tiene, Fabrizio Benedetti se me hace el hombre 
más feo del mundo, además es un completo imbécil– comente 
encogiéndome de hombros, vi como ella palidecía drásticamente 
– Un carácter podrido y un imbécil...me encanta saber la opinión de mis 
empleados sobre mí– me quede totalmente paralizada, mi respiración se 
cortó unos segundos, un escalofrío me recorrió por completo, con miedo 
me gire, encontrándome con esos ojos grises que me miraban con frialdad 
– Se... Señor, yo...– 
– A mi despacho– interrumpió mi tartamudeo, se dio la vuelta dejándome 
más blanca que el papel 
– Estoy jodida– susurré dándome un golpe en la frente con la mano ¿cómo 
podía ser tan estúpida? 
– Lo siento si yo no hubiera abierto la boca...– 
– Tranquila, es mi culpa, fui yo quien lo insulto– me levante con una sonrisa 
triste, sabía lo que venía, maldita sea mi gran boca. 
Miraba con temor la puerta de madera, no me atrevía a tocar, quizás si no 
entraba se olvidaría del asunto, sacudí la cabeza, era absurdo, él no dejaría 
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pasa por alto algo así, tanto si entraba como si no, estaba despedida, eso 
era un hecho. Respire profundamente un par de veces intentando controlar 
mi nerviosismo, toque dos veces deseando que no se escuchara nada del 
otro lado. 
– Pase– mordí mi labio inferior con fuerza, volví a respirar hondo y abrí la 
puerta, estaba sentado detrás de su escritorio con los codos apoyados en 
la mesa, me miraba fijamente– Siéntate– asentí desviando la mirada, me 
estaba poniendo más nerviosa de lo que ya estaba, cerré la puertadetrás 
de mí, camine hacia la silla con las piernas temblando y me senté. 
– Señor... Yo... Siento mucho todo, por favor no me despida– suplique 
mirando sus ojos encontrando un bloque de hielo, sin despegar la mirada 
me puso delante unos papeles los cuales mire con miedo 
– No lo haré, a cambio de que acepte mi propuesta– 
– ¿Qué propuesta?– pregunte mirándolo confusa 
– Cásate conmigo– me quede en shock ¿realmente escuche bien?, sacudí 
ligeramente la cabeza 
– Disculpe pero... ¿Me ha pedido que me case con usted?– pregunte 
incrédula 
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– Así es, necesito una esposa y eres la más indicada para esa función– 
– Creo que ha perdido el juicio, ¿es esto una broma?– pregunte mirando a 
todos lados en busca de cámaras o algo, pero no había nada 
– Lleva tres años trabajando conmigo, sabe de sobra que nunca bromeo– 
– Lo sé, solo es que...no lo entiendo, ¿Por qué yo?–pregunte anonadada 
– Por tus palabras escuchadas recientemente, sé que no te enamorarás de 
mí...ni yo de ti, como es evidente– sonrió de lado con arrogancia, fruncí el 
ceño por sus palabras ¿me estaba llamando fea el muy imbécil?, apreté los 
puños, mordí el interior de la boca para no soltar alguna brutalidad que 
complicara más mi situación, respire hondo y le mire con el ceño fruncido. 
– No voy a casarme con usted– me levanté, di media vuelta dispuesta a 
salir de ahí 
– Entonces, considérese despedida– mis pasos se detuvieron en seco, me 
gire viendo como sonreía con malicia, un escalofrío me recorrió por toda la 
espalda, conocía esa sonrisa, solo la ponía cuando estaba a punto de 
conseguir lo que quería– Además, si aceptas yo me encargaría de la 
operación de tu hermano– 
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– ¿Cómo sabe de mi hermano?– pregunte mirándolo con los ojos 
entrecerrados 
– Soy el jefe, debo saberlo todo de mis empleados– 
– Mi hermano pertenece a mi vida privada, y ahí usted no tiene derecho 
alguno– me crucé de brazos con el ceño fruncido, él volvió a sonreír 
haciendo que mi enfado aumentase más 
– En eso tienes razón, pero debo saber todo lo posible de la vida de una 
persona si deseo que esta, haga lo que quiero– se levantó y a pasos 
seguros se acercó a mí hasta quedar a solo un metro de distancia 
– ¿Me está chantajeando?– cuestione atónita 
– Chantaje... Que palabra más fea– comento con burla 
– ¡¿Cómo diablos quiere que se llame a lo que está haciendo?!– explote 
llena de rabia, volví a respirar hondo contando mentalmente, recuperando 
un poco mi calma 
– Llámalo trueque... Tú te casas conmigo y a cambio haré que tu hermano 
consiga su trasplante mañana mismo si quieres– 
– ¿Y si no acepto?– sus ojos brillaron con intensidad, termino de acercarse 
a mí, su mano se posó en mi mentón levantándolo haciendo que sus ojos 
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grises chocasen con los míos color miel, el olor embriagante de su perfume 
inundo mis fosas nasales haciendo que algo en mi estómago se removiera 
inquieto 
– De no aceptar, haré de tu vida un verdadero infierno Daniela, y que tu 
hermano jamás logre ese trasplante– susurro de forma hostil contra mi oído 
haciendo que mi sangre se helara, todo lo que estaba sintiendo hace tan 
solo un instante fue reemplazado por el verdadero pavor, se alejó con una 
sonrisa cínica, él lo sabía, me tenía entre sus manos, yo, ya era 
completamente suya. 
Capítulo 2 
Era suya, sabía que su amenaza no era algo dicho al viento, él siempre 
cumplía con lo que decían lo había visto numerosas veces hacer caer en 
desgracia a las personas que se oponían a él o se cruzaban en su camino, 
ellos volvían suplicando clemencia, pero él jamás daba su brazo a torcer. 
– ¿Por qué yo?– cuestione en un susurro, pero lo bastante alto para que me 
escuchara– Hay tantas mujeres deseando ser la señora Benedetti, yo no lo 
deseo– 
– Justo porque no lo deseas... No quiero una mujer empalagosa, ni que me 
recrimine estupideces, tampoco escenas de celos, tú eres perfecta para 
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ese papel– volvió a levantar mi mentón, sus ojos brillaban con maldad ¿así 
sería mirar al diablo?, un nudo se había instalado en mi garganta y mis 
piernas temblaban ligeramente 
– ¿Puedo pensarlo al menos?– se alejó de mí sin dejar de mirarme 
– Claro que puedes, tienes 5 minutos para decidir– dijo mirando su reloj de 
muñeca, sentí mi garganta secarse, me sentía tan acorralada– Tic tac, 
señorita Moretti...– con un dedo imitaba las agujas del reloj 
– Está bien... Me casaré– susurre cerrando los ojos con fuerza, intentando 
evitar que mis lágrimas salieran 
– Perfecto– escuche como sus pasos se alejaban de mí lo cual me hizo 
soltar el aire, que ni siquiera sabía que estaba conteniendo, ni desde 
cuándo– Firma– 
– ¿Puedo leerlo antes?– soltó una sonora carcajada, causándome un 
escalofrío que estremeció todo mi cuerpo 
– Puedes leerlo antes o después, eso no cambiara que lo firmes y nos 
casemos– tenía razón, no había escapatoria para ello, me extendió un 
bolígrafo, respire hondo obligando a mi cuerpo para que se moviera hacia 
el escritorio y no para que saliera corriendo en dirección opuesta. 
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Con pasos temerosos me acerque, cogí el bolígrafo mire los papeles, no 
quería hacerlo, podría marcharme y denunciarlo, pero no llegaría a nada, él 
haría que nadie me creyese, porque seamos sinceros a quien le creería la 
gente ¿a mí o a él?, que era un hombre lleno de influencias, además era lo 
mejor para mi hermano. 
Cerré los ojos contando mentalmente hasta tres, sin querer volver a 
pensarlo abrí los ojos estampando mi firma en aquel contrato, al hacerlo me 
invadió una fuerte sensación de haberme vendido, no a un demonio, sino a 
un humano, uno que no comprendía lo que era tener piedad, a un humano 
que tampoco parecía poseer alma, ni conciencia, mi abuela tenía razón al 
decir, que había seres humanos con más maldad que los demonios, nunca 
la había creído, hasta el día de hoy. 
– Perfecto– dijo cogiéndolo– Aquí tienes una copia para que puedas leerlo 
con calma– me tendió una carpeta la cual cogí sin mirarlo, sabía que ahora 
mismo estaba sonriendo de forma triunfal– Puedes irte a casa, mañana 
hablaremos de los detalles– sin esperar nada más salí casi corriendo de 
ese despacho, me acerque a mi puesto, recogí todas mis pertenencias, fui 
al ascensor el cual llame con insistencia, necesitaba salir cuanto antes, 
pues una gran falta de aire me invadía. 
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Una vez en el garaje salí corriendo hasta mi coche, una vez en él, deje las 
cosas a un lado, me coloque el cinturón de seguridad, puse mis manos en 
el volante, y me quede mirando fijamente la pared, a cada segundo que 
pasaba apretaba con más fuerza mis manos, hasta el punto de que 
comenzaba a doler, mis lágrimas no se hicieron esperar, salían sin control 
alguno, me sentía atrapada, comprada, aterrorizada y usada. 
Al cabo de unos minutos logre tranquilizarme y me marche de la empresa, 
conduje hasta casa, antes de bajar la contemple con tristeza, no me sentía 
capaz de entrar en ella y ver a mi familia a la cara, suspire desviando la 
mirada limpie mi rostro con la mano, agarre mis pertenencias y salí, por 
ahora no tendría que preocuparme de que alguien me viera aún no habría 
nadie en casa. 
Al entrar en mi habitación deje caer las cosas al suelo, camine como si 
fuera una sonámbula hasta mi cama, me senté mirando a la nada, suspire 
acostándome, cerré los ojos intentando ignorar el fuerte dolor de cabeza 
que me estaba taladrando desde que salí de la oficina. 
Abrí los ojos con pereza, todo estaba a oscuras, mire a la mesita viendo mi 
despertador, eran las 20:30 mis ojos se agrandaron de la sorpresa había 
dormido casi toda la tarde, me senté recostando mi espalda contra la pared, 
todo lo que sucedió había vuelto a llegar a mi mente, pase mis manos por 
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la cara con frustración ¿de verdad había ocurrido todo eso? ¿O solo fue 
una horrorosa pesadilla? 
Aquella carpeta en el suelo, al lado de mi bolso me decía que todo fue 
bastante real, estaba siendo chantajeada para casarme con un hombre 
despreciable, las ganas de llorar volvieron a invadirme, las risas que 
provenían de la parte inferior de la casa hicieron que parase de golpe, 
respire hondo intentando tranquilizarme, no podía llorar, si salía así ahora, 
todos lo iban a notar y querrían saber el motivo. 
Si algo sabía con certeza es que ellos jamás debían saber acerca de esto, 
si lo hicieran me obligarían a rechazarlo, eso sería malo para todos, pero 
sobre todo para Gianni... Sin ese trasplante él moriría y eso era algo que no 
podría permitir. 
Unos golpes en mi puerta me sacaron de mis pensamientos, esta se abrió 
dejándome ver a mi madre que me miraba con una pequeña sonrisa, se 
apoyó en el marco de la puerta 
– Me sorprende que estés aquí desde temprano– 
– Ya... Es que me sentía mal– dije a lo que ella asintió 
Me quede contemplándola un momento, siempre me habían dicho que me 
aprecia muchísimos a ella, pero yo no lo veía así, ella tenía el cabello 
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castaño claro corto, ojos azules, tez blanca, en cambio yo tenía el cabello 
negro hasta la cintura, mis ojos color miel y mi tez ligeramente bronceada. 
– ¿Bajarás a cenar?– pregunto, sacándome de mis pensamientos 
– Claro, en cuanto me dé una ducha rápida– intente fingir una sonrisa, pero 
estoy segura de que solo me salió una mueca un tanto extraña, ella me 
miro por un instante, coloco una sonrisa enorme la cual me hizo sentir 
mejor solo con eso, asintió y salió dejándome otra vez sola. 
Con un suspiro me levante de la cama, abrí el armario sacando un pijama, 
fui al baño que había en mi habitación me mire en el espejo, tenía una cara 
horrible, se notaba que había estado llorando mi maquillaje estaba corrido, 
los ojos un tanto rojos, suspire recogiendo mi cabello en un moño alto, abrí 
la llave de la ducha, espere a que se calentara para entrar en esta. 
Baje las escaleras escuchando las voces de mi familia hablar 
animadamente, sonreí al verles sentados esperándome los amaba con 
locura y por ellos haría todo esto sobre todo por Él, Gianni mi hermano 
menor. 
Necesitaba un trasplante con urgencia, su corazón estaba tan dañado que 
esa era la única solución, tomaba medicamentos, pero solo eran soluciones 
temporales 
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– Vamos cariño siéntate– dijo mi madre dando un golpecito a la silla vacía 
que estaba a su lado, sonreí acercándome y uniéndome a la charla junto a 
las risas, olvidándome de todo. 
Después de pasar un buen rato con mi familia, se fueron a dormir en 
cambio yo no podía por dos motivos 1 había dormido mucho durante todo 
el día y 2 tenía delante de mí la carpeta con el contrato. La abrí con miedo 
a saber qué barbaridad me iba a encontrar, pase la primera página no 
decía nada importante solo que se comprometía a cumplir con su parte del 
trato, fui a la parte de las clausuras que era lo importante. 
1. No habrá divorcio. 
2. Habrá relaciones sexuales siempre que el señor Benedetti así lo 
disponga. 
3. Se tendrá un mínimo de dos hijos. 
4. En público se debe aparentar ser una esposa enamorada. 
5. Está totalmente prohibido que la señorita Moretti tenga un amante, en 
caso de tenerlo, se atendrá a las consecuencias. 
6. Se firmará un acuerdo prenupcial. 
7. Se firmará un contrato de confidencialidad. 
Palidecí al leerlas todos los puntos, estaba en shock ¿Cómo diablos podía 
pedirme esto?, ¿Sin divorcio?, ¿Un hijo?, ¿Qué tendría que abrirle las 
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piernas cuando él quisiera? ¿Acaso estaba demente?, desde luego que 
estaba demente. 
Si él pensaba que iba a aceptar todo esto sin pelear, estaba equivocado, 
había algo que tenía muy claro, no pensaba darle ningún hijo y mucho 
menos a acostarme con él, si quería tener una amante para que le diera 
todo el sexo del mundo quela tuviera, no le reclamaría nada, de hecho si 
quisiera yo misma se la buscaría. 
Suspire tirando lejos de mí las hojas, me recosté en la cama cerrando los 
ojos, deseando que mañana al despertar me diera cuenta de que fue todo 
una horrorosa pesadilla, por desgracia en el fondo sabía que no sería así y 
que cuando él dijera, tendría que dar el "sí quiero". 
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Llegaba tarde a la oficina, pero sinceramente poco me importaba, deje mis 
cosas encima del escritorio, con la carpeta en mano me dirigí a su 
despacho, sin tocar abrí la puerta de golpe llamando su atención. 
– ¿Qué forma de entrar es esa?– pregunto mirándome con el ceño fruncido 
– ¿Cómo diablos puede pedirme todo esto?– me acerque ignorándolo por 
completo– ¿Sin divorcio?– 
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– No sería bueno para mi imagen que mi esposa me pidiera el divorcio– 
comento mirándome fijamente 
– Me importa muy poco eso, no puede obligarme a permanecer a su lado 
toda la vida– me cruce de brazos mirándolo desafiante 
– Firmaste un contrato– dijo de lo más tranquilo devolviéndome la mirada 
desafiante, suspire asintiendo 
– Está bien, estaré atada a usted toda la vida, pero una cosa dejaré en 
claro...– apoye mis manos en el escritorio sin dejar de mirarlo– Nunca, me 
acostaré con usted y mucho menos le daré un hijo, por lo tanto, le sugiero ir 
buscando una amante– sus ojos brillaron con intensidad 
– Eres mía Daniela Moretti, por lo tanto harás lo que yo te diga– dijo con 
posesividad, se levantó e imitando mi posición sin romper el contacto visual 
– No soy un objeto para que haga conmigo lo que quiera– comente 
frunciendo el ceño, indignada por sus palabras 
– Te compre, así que haré contigo exactamente lo que quiera– rodeo la 
mesa acercándose a mí con aire intimidante– Si te digo que me des un hijo, 
me lo darás sin rechistar... Y si quiero que abras esas bonitas piernas, tú, 
las abrirás– sentí mis lágrimas agolparse en mis ojos, estaba sintiendo 
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mucha rabia e impotencia, sin pensarlo levante la mano abofeteándolo con 
fuerza. 
Tenía el rostro ladeado y la mejilla algo roja por la bofetada, me miro con 
los ojos ensombrecidos, cosa que me asusto causándome un 
estremecimiento, dio un paso hacia mí el cual yo retrocedí, al ver mi acción 
sonrió de lado con una mezcla de burla y malicia, me sentía una presa ante 
un gran depredador. 
– ¿Te doy miedo?– pregunto dando más pasos, yo negué intentando 
alejarme de él– ¿Seguro?, Porque yo diría que si– mi espalda choco contra 
la puerta, sin borrar su sonrisa coloco sus manos a ambos lado de mi 
cabeza, acerco su rostro al mío. 
Ladee la cabeza evitando mirarle, di un pequeño salto al sentir la punta de 
su nariz acariciaba mi cuello, mi piel se erizase al sentir su respiración 
chocar contra mi piel, mordí mi labio inferior sintiendo aquella sensación en 
mi estómago. 
El teléfono de mi mesa comenzó a sonar, se alejó por completo de mí, su 
mirada se veía un tanto perturbada, salí de su despacho con rapidez para 
contestar la llamada, pero esta se había cortado, solté un suspire de alivio 
al escuchar la puerta cerrarse, lleve mi mano hacia mi cuello, aún podía 
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sentir sus caricias, me deje caer en la silla mirando al techo ¿Qué diablo 
paso ahí? 
Durante el resto de la jornada laboral, habíamos evitado tener mucho 
contacto, algo un tanto complicado debido a que soy su secretaria. Cuando 
el reloj dio las siete de la tarde, recogí todas mis pertenencias y me fui sin 
siquiera avisarle, no era lo correcto, pero no quería verlo más por hoy. 
Una vez en casa me puse ropa cómoda, baje al salón y me senté a ver una 
serie con mis hermanos a la espera de la cena. Después de cenar 
comenzamos a jugar todos al Monopoly, en un momento de pausa del 
juego subí a mi habitación apor el móvil, lo cogí viendo que tenía varias 
llamadas perdidas, resople al ver que todas era de él, apague la pantalla 
iba a guardarlo, cuando comenzó a sonar, mordí mi labio debatiéndome 
entre sí contestar o no. 
– ¿Sí?– conteste finalmente 
– Al fin te dignas a contestar– dijo con cierto enfado en su voz 
– Lo siento señor, pero estaba ocupada– comente saliendo de mi habitación 
– Como sea, mañana cenamos con mi familia, desean conocerte– detuve 
mis pasos a mitad de la escalera 
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– Pero yo– el grito de mi madre hizo que me callara de repente, baje las 
escaleras corriendo hacia el salón, mi hermano Gianni estaba en el suelo 
con las manos agarrándose el pecho, estaba algo sudoroso, le costaba 
respirar 
– ¿Qué ocurre?– 
– Después le llamo– colgué para marcar rápidamente el número de 
urgencias y pedir una ambulancia. 
Había pasado una hora desde que la ambulancia trajera a mi hermano, 
ahora esperábamos a que el médico saliera para contarnos que ocurrió, no 
tardó en hacerse esperar 
– Tengo malas noticias– sentí mi cuerpo tensarse, siento que no me 
gustara lo que tiene que decir– Los medicamentos han dejado de hacerle 
efecto, ha sufrido un infarto– ante esas palabras sentí como mi mundo se 
desmoronaba en un instante 
– ¿Cómo es posible? El tratamiento estaba funcionando– reprocho Lorenzo 
mi hermano mayor 
– Y así era, pero como dije antes era algo temporal, la única opción que hay 
ahora mismo, es la operación, sin ella, no creo que viva más de unos días, 
lo siento mucho– mis piernas flaquearon casi caigo al suelo, pero Lorenzo 
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me agarro a tiempo, pase mis brazos por su cuello abrazándome a él 
comenzando a llorar. 
Miraba de forma ausente mi vaso de café, estaba en la cafetería para 
despejarme un poco, era todo tan injusto, la lista de espera era enorme y él 
no se encontraba ni entre los diez primeros. 
No podía parar de pensar en que un día de estos él moriría, de solo 
imaginar una vida sin Gianni mi pecho comenzó a doler con intensidad, 
cerré los ojos intentando evitar que mis lágrimas salieran, si aceptas yo me 
encargaría de la operación de tu hermano. Esas palabras hicieron eco en 
mi cabeza. Rápidamente saque mi móvil de mi bolso, lo desbloquee 
buscando su número en la lista de contactos 
– Aquí estas– me sobresalte al escuchar su voz 
– ¿Qué hace aquí?– pregunte mirándolo sorprendida, se sentó enfrente de 
mí cruzando los brazos 
– No contestabas mis llamadas, así que vine a ver qué ocurría– 
– ¿Cómo sabía que estaba justo en este hospital?– pregunte mirándolo con 
sospechas 
– Por el GPS de tu móvil– 
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– ¿Me ha rastreado el móvil?– él se encogió de hombros, suspire no era el 
momento– Da igual, necesito su ayuda... Dijo que podía conseguir el 
trasplante– Él asintió, suspire comenzando a jugar con mis dedos nerviosa– 
Hágalo... me acostaré con usted, le daré los hijos que quiera, pero se lo 
suplico... Ayúdeme– supliqué comenzando a llorar estaba desesperada, sus 
dedos en mi rostro hizo que abriera los ojos mirándole sorprendida por tal 
acción 
– Iré a hacer un par de llamadas– limpio mis lágrimas delicadamente, asentí 
en silencio, se levantó alejándose, respire hondo tratando de controlar mis 
lágrimas. 
–Cariño ¿Quién es ese jovencito?– pregunto mi madre sentándose mirando 
en dirección a Fabrizio 
– Él... es mi... prometido– dije intentando esquivar su mirada 
– ¿Desde cuándo tienes un prometido?– 
– Yo...prometo contarlo todo, pero ahora no– la mire con súplica ella asintió 
con una pequeña sonrisa la cual devolví. 
Al cabo de un rato vi como volvía, por suerte mi madre se había ido a 
llevarle un café a mi padre y a mi hermano, no era el momento para que se 
conocieran. 
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– Mañana tu hermano será operado– dijo sentándose y dándole un sorbo a 
mi café 
– ¿En serio?, ¿tan rápido?, ¿Cómo lo ha conseguido?– 
– Es mejor que no lo sepas, será por la mañana– se quedó callado al sentir 
mis brazos rodear su cuerpo por la espalda 
– Gracias...Gracias– susurre derramando lágrimas de felicidad 
– No me las des, técnicamente no te ha salido gratis– ignore sus palabras, 
apoye mi rostro contra su espalda y cerré los ojos 
– No importa, gracias...– 
– Cancele la cena con mi familia hasta que pase todo– asentí abriendo los 
ojos, me separe de él sintiendo mis mejillas un poco calientes 
– De...debería volver, seguro que el médico dará la noticia pronto– él asintió 
levantándose 
– Yo me voy– 
– No se vaya, mi madre sabe...que es mi prometido y si se va quizás piense 
mal de usted– desvié la mirada avergonzada 
Entre tus manos 
 
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– Entiendo, pero deberías dejar de hablarme de "Usted", será raro que mi 
prometida me hable así– 
– Eso, será complicado– comente caminando hacia la salida de la cafetería 
seguida de él, de repente su mano en mi muñeca me hizo para, le mire sin 
comprender, sonrió de lado entrelazando nuestras manos, haciendo que 
sintiera una especie de corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, sin soltarme 
fuimos hacia el ascensor. 
Mi mente no paraba de pensar en cómo iba a reaccionar mi familia, ante el 
hecho que estaba a punto de presentarles a...mi prometido, detuve mi 
andar de golpe llamando su atención 
– ¿Qué digo si me preguntan por el inicio de la relación?– la verdad no 
habíamos hablado de todo esto correctamente 
– Bueno, tenemos un año de relación, tú te enamoraste de mí y me 
confesaste tus sentimientos– solté su mano mirándole con el ceño fruncido 
– ¿Por qué yo me enamore primero?– pregunte cruzándome de brazos 
– Soy el jefe yo decido la historia– 
– No me importa, usted se enamoró y usted se confesó– dije entrando al 
ascensor, seguida de él 
Entre tus manos 
 
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– ¿Por qué debería dejar que sea así?– 
– Bueno, eso ayudaría a acallar los rumores– dije presionando el botón de 
la quinta planta 
– ¿Qué rumores?– pregunto mirándome confundido 
– Los rumores de que es impotente– me miro sorprendido, solté una 
carcajada, jamás le había visto esa expresión 
– No soy impotente– frunció el ceño 
– Eso es lo que dicen– dije entre risas, la situación era verdaderamente 
cómica 
– Puedo demostrarte lo bueno que soy en la cama– se acercó a mí, coloco 
sus brazos a ambos lados de mi cuerpo atrapándome entre él y el 
ascensor, pare de reír de forma abrupta, sonrió de forma coqueta 
– N...No es momento para esto– comente sintiéndome nerviosa, intente 
alejarlo, pero solo conseguí que pegase más su cuerpo al mío causándome 
un estremecimiento, acerco su rostro al mío, sentí mis mejillas arder, su 
aliento choco contra mí erizándome los pelos de la nuca. 
– Tranquila, no tengo pensado hacerlo en estos momentos– dijo con una 
sonrisa coqueta, presiono más su cuerpo sobre el mío, se inclinó dándole 
Entre tus manos 
 
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un mordisco a mi cuello, haciendo que jadeara sorprendida y algo excitada– 
Pero cuando te haga mía, todo tu cuerpo temblara de puro placer– susurro 
alejándose, sentía mi rostro arder, las puertas del ascensor se abrieron él 
salió como si no hubiera pasado nada, se dio la vuelta mirándome, extendió 
su mano la cual cogí con algo de duda, entrelazo nuestros dedos, con 
suavidad tiro de mí sacándome del ascensor. 
Capítulo 4 
La presentación a mi familia había sido algo tensa e incómoda, pero se 
disipó en cuanto el médico anuncio la operación, había sido programada 
para el día siguiente, todos quedaron confundidos, pero felices porque la 
operación se realizaría. 
Mi padre decidió quedarse con Gianni, nos mandó a todos a casa, Fabrizio 
se había ofrecido para llevarnos, el trayecto fue bastante silencioso e 
incómodo, al llegar tanto mi madre como mi hermano se lo agradecieron 
aunque el último lo hizo a regañadientes, ambos entraron en casa 
dejándonos solos. 
– Gracias por todo– volvía agradecer apoyándome en el coche 
contemplando la luna, estaba brillando con intensidad 
– Deja de agradecérmelo– 
Entre tus manos 
 
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– Igual… Gracias– le miré con una sonrisa y para mi sorpresa me la 
devolvió, sin rastro alguno de burla, malicia o arrogancia, aquello hizo que 
se viera atractivo, me paralice un instante ante mi pensamiento, gire la 
cabeza hacia el lado opuesto sintiendo mis mejillas sonrojarse. 
– Tu hermano parece odiarme– 
– Mi hermano odia a todos los chicos que se me acercan– dije sin 
atreverme a mirarlo 
– Entiendo, celos de hermano…– 
– ¿Miedo por ello?– pregunte con algo de diversión 
– No tengo miedo de nadie y menos tendría miedo de un pequeño cachorro 
de león– rodé los ojos, por un segundo me había olvidado que hablaba con 
él– ¿Tu otro hermano es igual? – 
– No, Gianni tiene otra perspectiva, él quiere que encuentre el amor– 
– ¿Esperas al amor de tu vida? – 
– Amor… Eso ya no es para mí– no contesto, un silencio incómodo se 
estableció en el ambiente 
Entre tus manos 
 
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– Será mejor que entres, mañana vendré temprano– asentí sintiendo un 
gran cansancio en todo el cuerpo, había sido un día duro 
– Buenas noches– susurre impulsando mi cuerpo alejándolo del coche, di 
unos pasos, pero me detuve, gire sobre mis talones quedando enfrente 
suya, me puse de puntillas y bese su mejilla, antes de cualquier reacción de 
su parte, corrí hacia casa avergonzada por mi acción. 
Una vez dentro me recosté en la puerta intentando controlar mi agitada 
respiración, coloque una mano en mi pecho sintiendo mi corazón bombear 
a toda prisa, no sabía si fue por el hecho de correr o por el beso. 
Había pasado una semana la operación había resultado un éxito total, para 
alivio de todos, ahora solo le quedaba recuperarse con tranquilidad, con 
respecto a Fabrizio, había intentado evitar quedarme a solas con él todo lo 
posible, aún me sentía avergonzada por lo vivido en el ascensor y luego 
aquel beso en la mejilla, lo bueno es que no le había visto mucho debido a 
que él tenía trabajo. 
– ¿Por qué nunca nos dijiste que tenías novio?– pregunto Gianni de 
repente, haciendo que todos me mirasen esperando la respuesta, suspire 
resignada sentándome en el pequeño sillón de la habitación, ya no podía 
seguir retrasando esta conversación 
Entre tus manos 
 
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– P… Porque es mi jefe, no sabía cómo abordarlo– mordí mi labio inferior 
jugando con mis dedos nerviosa 
– ¿Tu jefe?, ¿hablas del mismo del que hablabas mal todos los días?– me 
maldije mentalmente al escuchar a Lorenzo, tenía razón prácticamente 
todas las noches despotricaba en su contra 
– Sí, bueno, al principio le odiaba, era un tirano, pero sin quererlo nos 
fuimos acercando más, hasta que sucedió… Y sí, sé que hablaba mal de él, 
pero hubiera sido sospechoso dejar de hacerlo de repente ¿no creéis?– 
sentía las miradas en mí, no me atrevía a levantar la vista del suelo, temía 
bastante que si lo hacía descubrirían la mentira, un silencio algo incómodo 
se sentía en el ambiente, unos golpes en la puerta llamo nuestra atención 
disipando un poco el ambiente 
– Hora de la comida– dijo una enfermera entrando con una bandeja, una 
vez que se fue, el silencio volvió a reinar 
– No me cae bien, hay algo de él que no me gusta– mire a Lorenzo cruzar 
sus brazos con el ceño fruncido, si él supiera la verdad, sería capaz de ir a 
por Fabrizio para golpearlo hasta el cansancio y eso sería catastrófico 
– Bueno hijo, tendrás que respetarlo, es el prometido de tu hermana– dijo 
mi mamá por primera vez desde que comenzó esta conversación 
Entre tus manos 
 
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– Si él te hace feliz, nadie tiene derecho a meterse– comento mi papá 
dándome un beso en la frente 
– Me hace feliz– dije mirando a Gianni, sin lugar a duda me había hecho 
feliz, gracias a él mi hermano estaría a mi lado por más tiempo, así que si, 
por el momento era inmensamente feliz. 
Al día siguiente me levante a las 7 de la mañana como de costumbre, me 
arregle y salí de casa, hoy volvía a la oficina aunque él no me dijo cuando 
tenía que hacerlo, solo me dio permiso para falta el tiempo que necesitase 
debido a la situación de mi hermano, pero hacía una semana que no iba y 
dado que él estaba mejor era hora de volver. 
Una vez en la oficina, la gente me miraba algo sorprendida, me dedicaban 
una sonrisa algo triste lo cual no comprendía, subí hasta el último piso en el 
cual se encontraba mi mesa y el despacho de Fabrizio. 
Al llegar me detuve de forma abrupta, había una chica de cabello rubio el 
cual llevaba atado, tez blanca, vestida con un vestido negro corto, algo 
escotado, como se descuidara se le saldría una pechuga, estaba sentada 
en mi silla con las piernas cruzadas. 
– ¿Tú quién eres?– pregunte mirándola confundida 
Entre tus manos 
 
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– Soy Octavia Fontana, la secretaria del señor Benedetti, ¿tiene cita?– 
pregunto mirándome con sus ojos color ámbar con un toque de verde 
– ¡¿Qué, desde cuándo?!– exclame sorprendida 
– Desde hace unos días, pero eso no importa, ¿Quién eres?– cuestiono 
mirándome de arriba abajo– Si no tiene cita, por favor concerté una y 
vuelva, en caso de ser una admiradora, márchate, Fabrizio no tiene tiempo 
para perder en una mujer… Como tú– dijo de forma despectiva, apreté los 
puños con fuerza, esta mujer me acaba de insultar con una indirecta, no me 
agradaba en absoluto 
– Dile que quiero verlo– exigí ignorando mis ganas de pegarle, pero ella 
comenzó a reírse con burla 
–Si no te vas, llamaré a seguridad– me amenazo descolgando el teléfono 
– Llámalos y veamos a quien echan– al ver como comenzaba a marcar en 
el teléfono, dirigí rápidamente mis pasos hacia el despacho, abrí la puerta 
llamada su atención 
– Señor, lo siento se metió sin autorización– rodé los ojos ante su cara de 
sufrida, ¿ahora sí que era “señor”?, hace un momento lo había llamado por 
su nombre 
Entre tus manos 
 
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– No importa, déjanos solos– escuche como la puerta fue cerrada, él se 
recostó en la silla sin dejar de mirarme– Se te está haciendo costumbre 
entrar de esa forma a mi despacho– 
– ¿Por qué tiene una secretaria nueva?– pregunte cruzándome de brazos 
– Necesitaba una– se encogió de hombros 
– Haberme llamado– 
– Estabas con tu familia, sería cruel que te hiciera trabajar estando tu 
hermano en el hospital– 
– Antes no le hubiera importado en lo más mínimo– dije acercándome al 
escritorio 
– Antes, no eras mi prometida– respire hondo ante sus palabras– Daniela, 
por el amor de dios comienza a tutearme– 
– Es complicado dejar de hacerlo– dije suspirando– voy a volver a trabajar 
así que, échela– 
– No– 
– ¿No?, ¡¿Por qué diablos, no?!– grite molesta, solo se encogió de 
hombros, sentía la ira apoderarse de mí así que conté mentalmente hasta 
Entre tus manos 
 
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10 intentando calmarme– ¿Entonces me está despidiendo?– pregunte 
indignada 
– No te despido, solo– 
–Si no me estás despidiendo ¿Cómo se llama a esto que estás haciendo?– 
cuestione interrumpiéndolo 
– Tómalo como un ascenso, serás mi esposa– 
– Sí, lo seré, pero no pienso ser una mujer florero, quiero trabajar– volví a 
interrumpirle a lo que él asintió 
– No lo serás, tu trabajo será estar a mi lado cuando vaya a eventos o 
viajes de negocio– 
– Eso es ser una mujer florero– dije apretando los dientes– Ok, que se 
quede como su secretaria, pero yo seré su asistente– 
– ¿Tanto deseas estar a mi lado?– lo mire sin entender, él sonrió con 
diversión– Si eres mi asistente y a la vez mi esposa, estás conmigo las 24 
horas del día y todos los días de la semana– me quede callada procesado 
sus palabras 
– Creo que mejor buscaré trabajo en otro sitio– 
Entre tus manos 
 
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– Eso ni pensarlo, está bien, buscaré en que puedas trabajar– dijo 
rápidamente con un deje de posesividad en su voz, ignore ese hecho ysonreí triunfal al conseguir lo que quería 
– ¿Por qué no quiere despedirla?– pregunte con curiosidad 
– Me gusta cómo trabaja– ¿acaso este idiota está diciendo que yo no 
trabajo bien?, ¿hoy es el día de tirarme indirectas?, un pequeño tic me 
apareció en el ojo izquierdo, estaba haciendo uso de todo mi autocontrol 
para no tirarle algo a la maldita cabeza 
– ¿Le gusta cómo trabaja? ¿O es que se quiere acostar con ella?– comente 
cruzándome de brazos, me sentía enfadada, él se levantó mirándome 
fijamente, se acercó a mí quedando a escasos centímetros. 
Capítulo 5 
– ¿Celosa de esa posibilidad?– pregunto con una sonrisa burlona 
– Por mí, como si se acuesta con media Italia, no estoy celosa– di media 
vuelta dispuesta a marcharme, pero su mano en mi muñeca me lo impidió, 
tiro de mí estrechándome entre sus brazos con fuerza– Suéltame– exigí 
removiéndome intentando liberarme 
Entre tus manos 
 
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– Tranquila, con la única que me acostaré de ahora en adelante, será solo 
contigo– susurro en mi oído, mi respiración se cortó por unos segundos, 
sentía mis piernas temblar ligeramente, esa maldita sensación en mi 
estómago apareció poniéndome nerviosa, mis mejillas comenzaron a 
calentarse, levante la mirada chocando con sus ojos grises los cuales 
tenían un toque de diversión. 
Poco a poco fue acercando su rostro al mío, su respiración erizaba mi piel, 
el aroma de su perfume era tan embriagante, un escalofrío me recorrió por 
todo el cuerpo al sentir sus labios rozar levemente los míos. 
– Señor, disculpe la interrupción, pero la reunión está a punto de 
comenzar– unos toques a la puerta y la voz de la nueva secretaria al otro 
lado me hizo volver al mundo, me alejé de él dándole la espalda totalmente 
avergonzada 
– No te vayas, volveré pronto– asentí sin saber si me había visto o no. 
Una vez que escuche como se cerraba la puerta, me desplome en el sillón 
escondiendo mi rostro entre mis manos ¿Qué rayos estuvo a punto de 
pasar?, Daniela, sin lugar a duda creo que estás enloqueciendo. 
Al cabo de una hora y media esperando, apareció con el ceño fruncido, 
rodé los ojos como siguiera haciéndolo se le quedaría como expresión 
Entre tus manos 
 
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natural, detrás de él entró la secretaria, al verme me dirigió una mirada 
despectiva la cual ignore 
– ¿Qué haces aquí?– me pregunto enfadado haciendo que ella sonriera con 
burla 
– Tú me dijiste que esperara, pero veo que no estás de humor, mejor me 
voy– me levante recogiendo mis cosas 
– No, quédate, hay cosas de las que tenemos que hablar– paso una mano 
por su cabello con exasperación revolviéndolo, se sentó en su sillón 
soltando un suspiro 
– ¿Puedo saber qué pasó?– 
– Problemas con la inauguración del nuevo hotel en París, por lo tanto 
tendré que viajar mañana– 
– ¿Desea que reserve las habitaciones en el hotel?– pregunto con voz 
melosa y una sonrisa coqueta 
– Solo para ti, quiero que mandes a que limpien mi apartamento allí– 
– ¿Acaso ella ira?– cuestione enarcando una ceja 
Entre tus manos 
 
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– Soy su secretaria, mi deber es acompañar al señor a sus viajes– me miro 
con superioridad a lo que bufe rodando los ojos 
– Claro… Me olvidaba de eso, bien como no pinto nada más aquí me voy– 
me coloque el abrigo dando media vuelta en dirección a la puerta 
– Prepara tu maleta, pasaré por ti temprano– detuve mis pasos y me gire 
mirándolo impresionada al igual que Octavia– Estaría mal, que fuera a la 
ciudad del amor sin mi prometida– ante sus palabras sentí algo removerse 
en mi interior, desvié la mirada a Octavia la cual estaba roja de celos, 
aquello me causo gracia, seguro pensaba que lo iba a poder conquistar en 
el viaje, solté una pequeña risa, asentí marchándome de ahí. 
– ¡Dani!– gritaron mi nombre una vez salí del ascensor, me gire viendo a 
Donia acercarse a mí corriendo 
– Hola– salude una vez llego a mí 
– Nada de hola, no sabes cuánto siento que te despidiera por mi culpa– se 
disculpó afligida, a lo que yo sonreí 
– Tranquila, no me despidió, vamos a tomar un café y té cuento– la agarre 
del brazo caminando hacia la salida, pero ella me detuvo 
– No puedo irme, tengo trabajo– 
Entre tus manos 
 
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– vamos, no te pasara nada de eso me ocupo yo– me miro no muy 
convencida, pero asintió, ambas salimos y nos dirigimos a una cafetería 
cercana la cual estaba medio vacía, pedimos algo de beber y nos sentamos 
– ¿Cómo es que no te despidió?, todos hemos visto a la nueva secretaria 
pavonease como si fuera la dueña– 
– Bueno, digamos que sÍ, pero no– me miro más confusa que antes a lo 
que suspire– Ok, te lo diré sin rodeos… Me voy a casar con él, por eso 
tiene una nueva secretaria– casi se atraganta con su café al escucharme, 
me miro sorprendida 
– ¿Cómo es posible?, tú siempre has dicho que no querías nada con él– 
– Bueno, aún no lo queríamos hacer público, por él qué dirán, ya sabes, así 
que fingía– me recosté encogiéndome de hombros 
– ¿Desde cuándo estáis juntos?– 
– Año y medio más o menos– me sorprendí de lo fácil que se me estaba 
haciendo mentir 
– Vaya, quien lo diría– nos quedamos en silencio por unos minutos, hasta 
que decidimos cambiar de tema y hablar de cualquier otra cosa. 
Entre tus manos 
 
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Al cabo de un rato tuvo que marcharse, yo me quede mirando a la gente 
pasar, reflexionando sobre todo lo que estaba pasando en mi vida en tan 
corto tiempo 
– Han pasado 4 años y estás más hermosa que antes– dijo una voz detrás 
de mí, me gire encontrándome con unos ojos marrones que me miraban 
con diversión 
– ¡Stefano!– me emocione al reconocerlo, me levante abrazándolo con 
fuerza– ¿Cuándo has vuelto?– pregunte separándome de él y nos 
sentamos 
– Hace unos días, me gusta saber que te alegra mi regreso– 
– Pues claro que me alegra, aunque nuestra relación terminase, yo te sigo 
considerando mi amigo– sonreí haciendo que él también lo hiciera 
– Bueno, yo volví con la esperanza de recuperar algo más que tu amistad– 
dijo con una sonrisa agarrando mi mano entre las suyas acariciándola con 
suavidad, me quede sin palabras no me esperaba algo así, una mano me 
agarro por el brazo levantándome, me encontré con los ojos grises de 
Fabrizio, brillaban de furia 
– ¿Puedo saber que pasa aquí?– pregunto con voz ronca 
Entre tus manos 
 
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– ¿Quién eres tú?– Stefano me agarro por el otro brazo tirando de mí 
acercándome a él– ¿Estás bien?– pregunto colocando su mano en mi 
mejilla, Fabrizio la retiro de forma brusca 
– No la toques– siseo molesto, ambos se miraban con furia, el ambiente era 
muy tenso 
– Basta… Los dos– dije interponiéndome entre ambos, suspire mirando a 
Stefano– Él es Fabrizio, mi prometido– me miro impresionado, dibujo una 
sonrisa triste 
– Entiendo, siento la confusión– se disculpó tendiéndole la mano, pero la 
miro con desagrado sin aceptarla 
– Será mejor que me marche, ya nos veremos– yo asentí algo avergonzada 
por toda esta situación, hizo un gesto con la mano y se marchó dejándonos 
solos 
– Nos vamos– asentí sin atreverme a mirarlo, el tono de su voz era hostil, 
recogí mis cosas con rapidez, me tomo del brazo con fuerza, comenzó a 
caminar arrastrándome con él. Ambos salimos de la cafetería, él seguía sin 
soltarme del brazo y su agarre cada vez era más fuerte 
Entre tus manos 
 
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– Me hace daño– dije por lo bajo para que nadie escuchara, pero me ignoro 
por completo, una vez delante de su coche, abrió la puerta del copiloto, hizo 
un gesto con la cabeza, suspire entrando en este 
Cerró la puerta con algo de fuerza, cerré los ojos conteniendo mi enfado, se 
estaba comportando como un auténtico animal y eso no iba a permitirlo, 
cuando entro, arranco conduciendo hacia una dirección desconocida para 
mí, tampoco iba a preguntarle, no pensaba dirigirle la palabra por ahora. 
Apoye mi cabeza contra el cristal contemplando el paisaje, cerrélos ojos 
disfrutando del movimiento del coche hasta que sin querer me quede 
dormida. 
Capítulo 6 
Abrí los ojos sintiéndome un tanto aturdida, mire a mi alrededor dándome 
cuenta de que estaba en una habitación desconocida, me senté en la cama 
algo asustada, instintivamente mire mi cuerpo, solté un suspiro de alivio al 
ver que estaba vestida. 
Me levante acercándome a un espejo donde mire mi reflejo, tenía el cabello 
algo revuelto, comencé a peinarlo con mis dedos, ¿Cómo llegue aquí? Lo 
último que recordaba era estar en el coche con Fabrizio, suspire 
comprendiendo al instante que él me trajo aquí, debía ser su casa, me aleje 
del espejo buscando con la mirada mis pertenencias. Estaban en uno de 
Entre tus manos 
 
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los sillones individuales junto a la ventana, me acerqué colocándome los 
zapatos. 
Al salir de la habitación, me percaté de que había dos puertas más, dirigí 
mis pasos hacia las escaleras, las baje con cuidado, una vez abajo dirigí la 
mirada hacia el ventanal, tenía vistas a la ciudad, por la altura parecía que 
estábamos en los pisos superiores. 
Mire a mi alrededor, era un Pent-house muy bonito, tenía una decoración 
sencilla, pero se notaba el lujo algo normal en él. 
– Veo que has despertado– me sobresalte al escuchar su voz de repente, 
me gire viéndolo sentado en la mesa con varios papeles delante, parecía 
estar trabajando, se había quitado la americana quedando solo con su 
camisa blanca la cual marcaba un poco sus músculos. 
– ¿Qué hago aquí?– pregunte desviando la mirada, quería matarme, lo veía 
atractivo, pero no debía ser así 
– Te quedaste dormida y te traje– 
– Pudo haberme dejado en mi casa– comenté mirándolo con seriedad, el 
suspiro, levantándose, se acercó a mí con las manos guardadas en los 
bolsillos del pantalón 
Entre tus manos 
 
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– ¿Quién era ese idiota?– 
– No es ningún idiota, es mi amigo– 
– ¿Amigo?, no me hagas reír, un amigo no te mira como lo hacía él, así que 
dime la verdad– su mirada era bastante penetrante, el tono de su voz hostil 
– Es mi ex novio, pero quedamos como amigos cuando se marchó– 
– No quiero que vuelvas a verlo– ordeno dándose la vuelta 
– Usted no es nadie, para prohibirme nada– dije con enfado, él se giró 
mirándome con frialdad 
– Soy tu prometido, próximamente tu marido, eso me da el derecho de 
decidir– comento acercándose a mí cogiéndome del brazo sin dejar de 
mirarme fijamente 
– Cierto, lo será… Pero yo no soy un objeto, ni soy una mujer con la que 
pueda barrer el suelo– me solté bruscamente de su agarre desafiándolo 
con la mirada 
– Daniela, no me provoques– dijo tenso, podía ver su vena del cuello 
hinchada 
– ¿O qué? ¿Va a pegarme?– pregunté a lo que me miro sorprendido 
Entre tus manos 
 
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– Jamás haría una barbaridad así ¿por quién me tomas?– 
– Eso dígamelo usted, porque poco le importo sacarme de aquella cafetería 
casi arrastras– suspiro pasando su mano por el rostro algo exasperado– No 
le importó el daño que me hacía, dígame algo ¿será igual cuando nos 
casemos?– cuestione con los brazos cruzados 
– Te pido disculpas por eso, no debí reaccionar así, pero no me gustó nada 
lo que vi y menos lo que escuche– quede impresionada, era la primera vez 
en tres años, que escuchaba una disculpas salir de sus labios 
– ¿Acaso está usted celoso?– pregunte con una sonrisa burlona 
devolviéndole lo de esta mañana, sus ojos brillaron de cierta forma que no 
supe entender, me agarro de la muñeca tirando de mí pegándome por 
completo a él, paso sus manos por mi cintura, se inclinó hasta quedar a la 
altura de mi oído 
– Quien sabe– susurro causándome un estremecimiento que me recorrió 
por completo, deslizo hacia arriba una de sus manos hasta colocarla detrás 
de mí cuello, iba a quejarme, pero antes de que cualquier palabra pudiera 
saliera de mi boca, me silencio uniendo nuestros labios. 
Por un momento me quede estática sin poder creerme lo que estaba 
pasando y sin saber qué hacer, sus labios se movían suavemente sobre los 
Entre tus manos 
 
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míos, cerré los ojos y con torpeza comencé a corresponder el beso, con 
cada roce una corriente electrizante recorría todo mi cuerpo, la punta de su 
lengua toco mis labios estremeciéndome, abrí la boca permitiendo que se 
introdujera y comenzase a dominar la mía con gran agilidad, su mano se 
enredó en mi cabello. 
La falta de oxígeno en mis pulmones era cada vez más necesaria, poco a 
poco nos fuimos separando, pero antes de hacerlo del todo, mordió 
levemente mi labio inferior. 
Apoye la cabeza en su pecho sintiendo su respiración igual de agitada que 
la mía, podía sentir mis labios un poco hinchados debido a la intensidad del 
beso. 
La lucidez atravesó mi mente como un rayo, dándome cuenta de lo que 
acababa de pasar, sentía mis mejillas calentarse de golpe, esto no estaba 
bien, me aleje de él como si su cuerpo quemase, me miro sin comprender, 
di unos pasos hacia atrás evitando su mirada he intentaba esconder mi 
rostro con el pelo. 
– D… Debo irme– me agaché recogiendo mis cosas que había dejado caer 
por el beso, di media vuelta y salí prácticamente corriendo hacia la puerta. 
Entre tus manos 
 
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Tocaba el timbre de forma insistente, mi cuerpo todavía temblaba por el 
beso, aún podía sentir sus labios contra los míos, su mano ascendiendo 
hasta mi cuello, el ruido de la puerta me sobresalto sacándome de mis 
pensamientos 
– ¡¿Pero quién?!– Grito enfadada Julia mi mejor amiga– Dani– la mire de 
arriba abajo, estaba empapada cubriéndose solo con un albornoz– ¿Qué 
ocurre?– pregunto haciéndose a un lado dejándome entrar, fui directa al 
salón dejando mis cosas encima del sofá 
– ¿Debo tener una razón para visitar a mi mejor amiga?– pregunte 
mirándola algo nerviosa, ella entrecerró los ojos mirándome con sospecha 
– Daniela… Nos vimos ayer en el hospital y la forma en la que casi quemas 
mi timbre, me hace pensar que algo pasa– suspire dejándome caer en uno 
de sus sillones– ¿Tan grave es?– pregunto sentándose a mi lado, asentí 
mirando un punto fijo de la pared– Me visto y hablamos– 
Escuche como sus pasos se perdían en alguna de las habitaciones, respire 
hondo cerrando los ojos, la imagen del beso golpeo con fuerza mi cabeza, 
mordí mi labio inferior, maldita sea, ese beso había sido el mejor que me 
habían dado en mi vida, me hizo vibran y aun ahora, podía sentir todas las 
sensaciones. 
Entre tus manos 
 
ILEAN Página 49 
 
Me levante de golpe, camine un poco en círculos por el salón, revolví mi 
cabello con frustración, esto estaba mal, no podía sentir algo por él, 
siempre lo había odiado, esto era algo tan surrealista no podía pasarme, no 
señor. 
– Bien, cuéntame– dijo ofreciéndome una cerveza la cual cogí, no era muy 
fan de esta, pero ahora mismo lo necesitaba con urgencia 
– Tienes que prometerme 2 cosas– di un gran sorbo a la lata a lo que ella 
asintió– La primera no me interrumpirás y la segunda, esto que te diré no 
puede salir de aquí– 
– Lo prometo– asentí mordiendo una de mis uñas con nerviosismo, suspire 
comenzando a relatarle todo lo sucedió en estos días, cuando termine nos 
sumimos en un silencio el cual comenzaba a incomodarme 
– ¡Por dios, di algo!– grite exasperada levantándome caminando de un lado 
a otro 
– Cálmate– 
– ¡¿Cómo quieres que me calme?!, ¡Julia, me bese con él y eso no debió 
pasar!–exclame alterada ante su tranquilidad 
Entre tus manos 
 
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– Solo correspondiste un beso, no exageres, cuando éramos más jóvenes 
correspondías muchos, además que lo hicieras no significa que sientas 
algo– 
– Tienes razón… No significo nada– asentí volviendo a sentarme intentando 
calmarme 
– Pero por tu reacción diría que es todo lo contrario– dijo sonriendo a lo que 
la mire con el ceño fruncido– No me mires así, solo quiero decir que hay 
dos opciones de lo que te está pasando– 
– ¿Cuáles?–pregunte soltando un suspiro 
– La primera es que te gustaba desde antes, pero debido a su carácter, 
estos se opacaron por así decirlo y con todo lo del contrato están 
resurgiendo– 
– No, imposible, ¿Cómo iba a gustarme ese… Ogro?– negué 
frenéticamente 
– Gustándote, te recuerdo que tu jefe es un hombre muy atractivo– rodé los 
ojos ante sus palabras 
– Si es atractivo, pero es un ser despreciable, que me chantajeo para que 
accediera a casarme con él– 
Entre tus manos 
 
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– Cierto, pero tú misma has dicho que se ha estado comportando diferente 
desde aquello– asentí pensando en esa sonrisa sincera que me dedico, 
aquella sensación en mi estómago apareció 
– Solo actúa…– 
– ¿El beso también fue actuado?– la mire mordiéndome el labio 
recordándolo, de solo hacerlo comencé a sentir mis mejillas sonrojarse, la 
escuche reír, agarre un cojín lanzándoselo– Ok, calma, la segunda opción, 
posiblemente sientas agradecimiento por él, al fin y al cabo le ha salvado la 
vida a Gianni– 
– Si… Debe ser eso, agradecimiento…– masajeé el puente de mi nariz– 
Gracias por escucharme, aunque sinceramente creo que has generado 
más dudas en mí– ella me guiño un ojo a lo que sonreí. 
Capítulo 7 
Mire el reloj de mi muñeca faltaban 10 minutos para que Fabrizio pasara a 
recogerme y nos fuéramos a la ciudad del amor, al pensar en eso un 
cosquilleo se instaló en mi estómago, coloque una mano en mi rodilla 
intentando controlar el tic que estaba teniendo en la pierna. 
Entre tus manos 
 
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El timbre de mi casa sonó asustándome, suspire levantándome de las 
escaleras, me acerque a la puerta, con mano temblorosa la abrí 
encontrándome con sus ojos grises 
– Bu… Buenos días– dije desviando la mirada avergonzada, a mi mente 
había llego la imagen del beso 
– ¿Lista?– pregunto a lo que yo asentí, volví a entrar agarrando la maleta, 
salí de casa cerrando la puerta, iba a volver a cogerla, pero él se me 
adelanto, mordí mi labio mirando su espalda 
Cuando llegamos al coche me abrió la puerta con caballerosidad, sonreí 
algo avergonzada, al entrar mi sonrisa desapareció de golpe al ver a 
Octavia mirándome con una sonrisa burlona 
– ¿Qué haces tú aquí?– pregunte con una ceja alzada 
– El señor paso a recogerme– su sonrisa se ensanchó a lo que yo solo 
respire hondo apretando los puños, cuando Fabrizio entro le mire con los 
ojos entrecerrados, pareció no entender mi mirada así que solo rodé los 
ojos apoyando la cabeza en la ventana mirando el paisaje. 
Al llegar al aeropuerto subimos al Jet privado, esos dos estaban sentados 
juntos hablando de los problemas con la inauguración, mientras yo estaba 
en un sillón individual intentando ver una película, pero realmente solo 
Entre tus manos 
 
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miraba como Octavia, no paraba de tocar “accidentalmente” el brazo de 
Fabrizio y este estúpido ni cuenta se daba, o si se daba cuenta no le 
importaba, resople levantándome, dirigí mis pasos hacia la cocina 
– ¿Desea algo?– pregunto la azafata con una sonrisa la cual correspondí 
– Un poco de agua estaría bien– dije a lo que ella asintió dándose la vuelta 
para servírmelo 
– Déjanos solos– me tense al escuchar su voz detrás de mí, la azafata 
asintió marchándose muy a mi pesar, deslizo sus manos alrededor de mi 
cintura causándome esa maldita corriente eléctrica, como cada vez que me 
tocaba– ¿Estás enfadada?– pregunto pegado su cuerpo al mío 
– No tengo motivos para estarlo– me separe de él agarrando el vaso con 
agua bebiéndomelo– Puedes volver con tu secretaria, creo que aún tenéis 
trabajo– me apoye en la encimera mirando cualquier punto de la pequeña 
cocina menos a él, sentí sus pasos acercarse, coloco su mano en mi 
mentón haciendo que voltease a mirarlo 
– Estás celosa– rodé los ojos apartando su mano 
– ¿Celosa yo?– pregunte a lo que él asintió, solté una suave risa negando 
con la cabeza– Lo que la secretaria Barbie y tú hagáis, me trae totalmente 
sin cuidado– me encogí de hombros, deje el vaso a un lado, pase a su lado 
Entre tus manos 
 
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dispuesta a volver a mi asiento, en un movimiento rápido me hizo girar, 
arrinconándome entre su cuerpo y el mueble, inclino su rostro quedando a 
mi altura mirándome con una sonrisa un tanto burlona 
– Lo estás y te diré por qué, número uno, el tono enfadado de tu voz, 
número dos tu actitud…– iba acercando su rostro al mío quedando a 
escasos centímetros– Y tu mirada– susurro contra mis labios, causándome 
un estremecimiento, cerré los ojos esperando el beso, pero un carraspeo 
nos interrumpió 
– Perdón que interrumpa, pero la azafata dice que pronto aterrizaremos y 
deben sentarse– la estridente voz de Octavia llego a mis oídos, la maldije 
internamente 
– Ahora vamos– dijo Fabrizio sin dejar de mirarme, escuche sus pasos 
alejarse, dejándonos solos otra vez– No lo sabes… Pero con la mirada 
dices muchas cosas– me beso fugazmente en los labios sorprendiéndome, 
sonrió con diversión marchándose, dejándome sonrojada mirando como 
una idiota su espalda, sintiendo un fuerte latido de mi corazón. 
Primero pasamos al hotel, iba a bajar, pero él me lo impidió, solo se 
hospedaría Octavia, nosotros iríamos a un apartamento que tenía, ella 
antes de bajar me dedico una mirada de desdén y a él una totalmente 
enamorada, rodé los ojos ante eso. 
Entre tus manos 
 
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Al llegar al apartamento quede embelesada con las vistas, daba a la Torre 
Eiffel, me dio un pequeño recorrido era bastante grande tenía tres baños y 
dos habitaciones, estábamos en la más grande cuando comento que 
dormiríamos juntos en esa. 
– Desde luego que no voy a dormir con usted– comente cruzándome de 
brazos, sentándome en la cama 
– ¿Por qué algunas veces me hablas de Usted y otras no?– pregunto 
mirándome algo confuso 
– Me acostumbro poco a poco a tutearte, fueron casi 3 años hablándote de 
usted– dije encogiéndome de hombros– No me cambies el tema– 
– Daniela, debes acostumbrarte a dormir conmigo, pronto tendrás que 
hacerlo– me tense ante eso 
– No ponía nada de eso en el contrato– me levante caminando hacia la 
salida, pero él me detuvo agarrándome del brazo 
– Eso va implícito en la parte en que la que debemos acostarnos– me soltó 
acercándose a mí a lo que yo retrocedí hasta chocar con la cama– Quizás 
deberíamos comenzar con todo de una vez– me tomo de la cintura 
pegándome a él 
Entre tus manos 
 
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– ¿Qué todo?– pregunte sintiendo como sus labios recorrían toda la 
longitud de mi cuello 
– Mejor te lo enseño– susurro con cierto tono seductor, sin darme tiempo a 
responder mordió mi cuello arrancándome un jadeo. 
Ante ello me sonrojé violentamente, pero no tuve tiempo para pensar en 
eso, sus labios atraparon los míos de forma un tanto agresiva, sin pensarlo 
comencé a corresponder con la misma intensidad, sus manos se deslizaron 
debajo de mi camisa acariciando mi piel, di un pequeño salto ante la 
invasión, pero aun así no dije nada al contrario, deslice mis manos hasta 
los botones de su camisa desabotonando los cuatro primeros 
– voy a hacerte completamente mía– susurro contra mi oído logrando que 
todo los pelos de mi cuerpo se erizase, se alejó de mí, me miro por un 
momento para acto seguido empujarme suavemente hacia la cama. 
Mordí mi labio inferior contemplándolo, esa camisa manga larga blanca que 
marcaba sus músculos, su pantalón de traje azul marino apretado, que no 
dejaba nada a la imaginación, pues su erección era tan evidente, algo en 
mí gritaba que parase, llamaba de forma desesperada a la cordura. 
Me levante y de un impulso, lo agarre por la camisa tirando de él hacia mí, 
iniciando un beso hambriento el uno por el otro, se sentó en la cama 
Entre tus manos 
 
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conmigo encima a horcajadas haciendo que mi falda se subiera, lleve mis 
manos a su camisa terminando de desabotonarla, nos separamos por la 
falta de aire, nos mirábamosfijamente, en sus ojos había lujuria. 
Le quité la camisa dejando su torso tan bien trabajado al descubierto, mordí 
mi labio comenzando a acariciarlo suavemente, sus manos se posaron en 
mi cintura, me levanto ligeramente acomodándome mejor sobre él, una ola 
de excitación me recorrió al sentir su erección hacer presión contra mí, 
sonrió con sensualidad ante mi cara de sorpresa. 
Me incorpore quitándome la camisa tirándola al suelo, me incline sobre él 
tomando sus labios, sus manos ascendían por mi espalda hasta llegar a mi 
sostén, jugueteo un poco con el cierre antes de desabrocharlo, me aleje un 
poco de él rompiendo el beso, lo deje caer cubriendo mis pechos con las 
manos. 
– No te cubras, quiero verte– comento incorporándose, lo miré algo 
indecisa, iba a quitar mis manos, pero su móvil comenzó a sonar– Ignóralo– 
susurro contra mis labios, el sonido ceso, pero volvió a escucharse, suspiro 
cogiéndome por la cintura haciéndome a un lado, cerré los ojos 
recostándome en la cama sin dejar de cubrir mis pechos. 
Por lo que oí tenía que ir al hotel, escuche sus pasos moverse por la 
habitación, suspire sintiéndome por un lado aliviada, por poco cometía una 
Entre tus manos 
 
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absoluta locura, pero por otro, frustración, mi cuerpo gritaba de excitación, 
aún sentía sus manos recorrer mi piel. 
Capítulo 8 
Al cabo de unos minutos él salió del baño, tenía la camisa puesta y su 
erección había desaparecido por completo, yo también me volví a poner 
todo 
– Me voy al hotel– comento colocándose la americana 
– Espera, ¿Qué pretendes que haga aquí?– pregunte haciendo que me 
mirase a lo que rodé los ojos– Pensé que venía a trabajar, pero por lo que 
parece no es así– se acercó a mí sacando su cartera y entregándome una 
tarjeta de crédito 
– Ve de compras– 
– Te dije que no soy una mujer florero– dije entrecerrando los ojos 
– Lo sé, pero como tú misma has dicho, pensabas que venías a trabajar, no 
habrás traído algo adecuado para la inauguración– me cruce de brazos 
frunciendo el ceño 
– Traigo algo adecuado– 
Entre tus manos 
 
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– ¿Algo que diga que eres mi prometida?– me quede en silencio, él tenía 
razón mi vestido era demasiado sencillo, suspire cogiéndola con 
resignación 
– Pienso comprar lo más caro que vea– comente esperando una mala 
reacción de su parte, pero solo sonrió asintiendo 
– Espero que lo hagas– antes de irse me beso de forma fugaz, en cuanto 
se fue gruñí enfadada tirándome de espaldas a la cama. 
Estaba hastiada, cansada, agobiada, hacia una maldita hora que no paraba 
de probarme vestidos y ninguno me gustaba o eran muy descarados o no 
tenían gracia alguna. 
Desesperada entré en la última tienda que visitaría por ahora si no quería 
terminar tirándome de los cabellos, esto sin Julia era una tortura, ella era 
quien me asesoraba. 
Suspire probándome un vestido largo de corte sirena en color borgoña, de 
encaje con cuentas, mangas cortas, escote hombros caídos, se ceñía a mi 
cuerpo resaltando mis curvas, sonreí contenta, era el vestido perfecto. 
Salí contenta de aquella tienda, no había sido muy caro por lo tanto lo 
había pagado con mi propio dinero, por suerte tenía zapatos y 
complementos no tendría que comprar nada más. 
Entre tus manos 
 
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Mire mi reloj de muñeca, aún era temprano como para volver al 
apartamento, un escalofrío recorrió mi cuerpo, hacía bastante frío cosa 
normal estábamos aún en enero, vi una pequeña cafetería la cual era muy 
bonita, sonreí contenta, me haría bien algo caliente. 
Al entrar un delicioso olor a café y bollería recién hecha inundo mis fosas 
nasales haciendo que mi estómago gruñera un poco. 
A la caída de la noche volví al hotel, me había entretenido hablando con mi 
familia, Gianni ya estaba en casa, eso me tenía muy feliz, también hablé 
con Julia, se había enfadado por no haberla llamado en la búsqueda del 
vestido, tuve que prometerle una tarde de compras. 
Al entrar en el apartamento todo estaba a oscuras, señal de que Fabrizio no 
había regresado aun, fruncí levemente el ceño ¿tanto se había alargado la 
reunión?, ¿o acaso estaba cenando con Barbie?, sacudí ligeramente la 
cabeza alejando esos pensamientos, eso no debía importarme, fui hacia la 
habitación saque el vestido volviendo a ponérmelo, me saque unas cuantas 
fotos para enviárselas a Julia. 
Estaba tan entretenida escribiendo mensajes, que me tense al sentir un 
cuerpo pegarse al mío y unas manos en mi cintura, mire al espejo 
encontrándome con el reflejo de Fabrizio su reflejo lo cual me relajo 
Entre tus manos 
 
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– Casi me da un maldito infarto– me queje con una mano en mi pecho 
– Me gusta– susurro apartando mi cabello con delicadeza hacia un lado, 
dejado mi cuello libre, comenzó a depositar pequeños besos en este, sentí 
mis piernas temblar, me mordí el labio cerrando los ojos disfrutando de 
aquello, de pronto se detuvo alejándose, haciendo que le mirase algo 
confusa– No es momento para esto, cámbiate para ir a cenar– asentir algo 
aturdida, fui hacia la cama, cogí mi ropa y fui hacia el baño. 
Al entrar en este me recosté en la puerta mirando fijamente al suelo, 
¿estaba sintiendo algo por él?, no era normal todo lo que me provoca con 
solo un roce, mis piernas temblaban ligeramente, mi estómago era un 
revuelto de emociones, suspire alejándome de la puerta, deje la ropa en el 
lavamanos, lleve mi mano hacia el cierre comenzando a bajarlo. 
Salimos del apartamento, caminamos durante unos minutos, miraba todo a 
mi alrededor fascinada, nos detuvimos delante de un hotel, en letras 
doradas ponía el nombre de la cadena de hoteles que le pertenecían, lo 
mire algo confusa, solo sonrió, entrelazo nuestras manos caminando hacia 
la entrada, al hacerlo quede sorprendida, era bastante bonito, había un 
largo pasillo hasta el mostrador, con espejos de agua en el centro, a los 
lados 14 lámparas que emulaban las formas de los árboles y de sus ramas 
que brillaban e iluminaban el espacio. 
Entre tus manos 
 
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Subimos al ascensor el cual era de cristal, fuimos hasta la última planta, al 
salir, mis ojos chocaron con unos ámbares que me miraban de forma altiva, 
rodé los ojos con fastidio, tenía la esperanza de no cenar con ella 
– Señor, aquí tiene lo que me pidió– dijo entregándole una bolsa negra– 
También ya está todo preparado–sonrió forzadamente 
– Perfecto, entonces eres libre hasta mañana– 
– Claro, que tenga una linda velada– sus palabras no podían sonar más 
falsas, vi cómo se alejaba, iba a preguntar, pero un brazo en mi cintura 
guiándome hacia el restaurante me silencio. Atravesamos todo el sitio hasta 
salir al balcón, donde había una mesa con calefacción pegada al balcón 
con vistas a la Torre Eiffel 
– ¿Cenaremos aquí?– pregunte a lo que él solo asintió se acercó a una de 
las sillas y la aparto, me hizo una señal para que me acercara– Todo un 
caballero– comente riendo levemente, mientras me sentaba 
– Soy un caballero y te lo demostraré– susurro en mi oído causándome un 
estremecimiento, se sentó sin dejar de sonreír, gire la cabeza hacia el 
paisaje quedando maravillada con las luces de la ciudad 
– Es una vista preciosa– 
Entre tus manos 
 
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– Desde luego que lo es– deje de mirar la ciudad para mirarle a él, en vez 
de contemplar el paisaje me contemplaba a mí, me mordí el labio, 
agachando el rostro sintiendo algo revolotear en mi estómago 
La cena trascurrió sin ningún sobresalto o alguna insinuación por su parte, 
cosa que agradecía porque desde ayer no paraba y necesitaba un 
descanso, hablamos del trabajo, de mi hermano y de la cena con su familia 
seria al volver. 
Realmente sabia poco de su familia, sé que tenía una hermana, que su 
madre murió y su padre se suicidó cuando él tenía diecisiete años y que 
quedaron a cargo de un tío 
– Tengo algo para ti– dijo haciendo que lo mirase 
– ¿El qué?– preguntea lo que el saco una caja negra de terciopelo 
colocándola delante de mí, la abrió mostrando un anillo precioso, parecía 
ser de oro blanco, tenía un gran diamante en el centro, en los laterales 
pequeñas incrustaciones de diamantes rodeándolo– Yo… Esto es 
demasiado– comenté en un susurro sin poder dejar de mirarlo 
– Serás mi esposa, nada es demasiado para ti– dijo cogiendo el anillo y mi 
mano, lo deslizo por mi dedo con delicadeza 
Entre tus manos 
 
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– Es muy bonito– lo miré quedando embobada por la sonrisa que tenía y 
esos ojos grises que me miraban de una forma que no sabía descifrar 
Después de cenar volvimos al apartamento en un silencio cómodo, al llegar 
él fue al baño para darse una ducha, yo agarre mi camisón de seda negro 
con tiras y fui a otro baño para darme también una ducha rápida. 
Entre en la habitación, él aún no salía, fui hacia mi maleta, saque un libro y 
me metí en la cama comenzando a leer. 
A los minutos la puerta del baño se abrió, mire hacia esta, quedando 
totalmente paralizada, el libro se me escurrió de las manos, Fabrizio había 
salido solo con una toalla rodeando su cintura, pequeñas gotas de agua 
rodaban por todo su torso hasta perderse en su bajo vientre, mordí mi labio 
era una visión muy sensual. 
– ¿Te gusta lo que ves?– pregunto mirándome con una sonrisa coqueta 
– ¿Por qué no se ha vestido en el baño?– cuestione apartando la vista 
intentando ocultar mi sonrojo 
– Tendrás que acostumbrarte, duermo desnudo– lo mire sorprendida, vi 
como acerco su mano a la toalla con intención de quitársela 
Entre tus manos 
 
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– ¡Idiota!– grite sintiendo como el calor de mis mejillas había aumentado y 
mis palpitaciones se aceleraban, me acote rápidamente tapándome por 
completo, escuche su risa a lo que yo gruñí 
– Tranquila, me vestiré– suspire ante sus palabras, sentía como se movía 
por la habitación hasta que la cama a mi lado se hundió 
– ¿Q…Qué haces?– pregunte nerviosa sentándome en la cama mirando 
cómo se acomodaba 
– Voy a dormir… A no ser que tú prefieras hacer, otra cosa– me miro con 
picardía 
– Quita esa sonrisa de estúpido, no haremos nada, además nunca 
acordamos que dormiríamos juntos– 
– Veo que con el tiempo la gatita saca las garras– sonrió de lado 
guiñándome un ojo, bufe rodando los ojos ante sus palabras 
– Bien, iré a dormir a la otra habitación– dije con intención de levantarme, 
antes de que me fuera me agarro por muñeca tiro de mí atrapándome entre 
sus brazos pegándome a él 
– No seas infantil, somos adultos, prometo no hacer nada– beso mi cabeza 
y me soltó despacio, asentí en silencio sintiendo algo revoloteando en mi 
Entre tus manos 
 
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interior, me acomode en la cama, cerrando los ojos intentando controlar los 
latidos de mi corazón. 
Capítulo 9 
El día siguiente fue muy aburrido, Fabrizio había estado fuera organizando 
la inauguración, por suerte la noche sería entretenida. Cuando llego al 
apartamento yo estaba maquillándome, sin decirme nada entro deprisa al 
baño. 
Al cabo de unos minutos salió a medio vestir con unos pantalones negros, 
el cual le marcaba bien el trasero y la camisa blanca a medio abotonar, 
suspire mirándolo atreves del espejo ¿desde cuándo era tan sexy?, sacudí 
la cabeza dejando de mirarlo, debía acabar de arreglarme o de lo contrario 
llegaríamos tarde, subí el cierre del vestido. 
– ¿Lista?- pregunto abotonándose los botones de la chaqueta de su 
esmoquin negro 
– Espera…– me acerque a él colocándome delante deslice mis manos 
hacía su pajarita y la coloque recta– Ahora si– le mire con una pequeña 
sonrisa la cual me devolvió, mi corazón dio un latido con fuerza, eso me 
aterro, él me gustaba y ya no podía seguir negándomelo. 
Entre tus manos 
 
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Salimos del apartamento, fuera se encontraba una limusina negra 
esperándonos, entramos en esta, me sentía nerviosa, ya me había 
anunciado que hoy delante de las cámaras anunciaría el compromiso, al 
llegar vi que había bastantes periodistas los cuales comenzaron a tomar 
fotos nada más llegar la limusina 
– ¿Preparada?– pregunto a lo que negué con la cabeza, sonrió besando mi 
frente, salió del coche en cuanto el chofer abrió la puerta, al salir me ofreció 
la mano, respire hondo aceptándola, una vez fuera todos comenzaron a 
hacer preguntas sobre mí, sacaban fotos sin contemplación– Es mi 
prometida, nos casaremos dentro de dos meses– me sorprendí ante eso, 
pero no lo demostré, solamente lo miré sin dejar de sonreír, las preguntas 
siguieron por un rato más, comenzaba a sentirme aturdida– No más 
preguntas por ahora– al decir eso los de seguridad apartaron a los 
periodistas dejando camino para que entráramos hacia el hotel. 
Nada más entrar vi a Octavia que nos esperaba, la mire de arriba abajo, iba 
con un vestido verde el cual llevaba lentejuelas, un escote en “V” hasta un 
poco más arriba del ombligo, aperturas a ambos lados de las piernas, era 
un vestido muy sugerente e inapropiado. 
Ella me miro con una mezcla de desprecio y odio, mientras que yo a ella 
con indiferencia, fuimos hacia el salón donde se celebraría la fiesta, quede 
Entre tus manos 
 
ILEAN Página 68 
 
maravillada con la decoración, el lugar estaba repleto de gente importante, 
políticos, empresarios de mucho éxito, modelos, futbolistas, etc. 
Había pasado unas dos horas, Fabrizio ya había dado su discurso de 
inauguración, la cena había sido servida y ahora nos encontrábamos de un 
lado a otro saludando a todas las personas importantes, mi cara 
comenzaba a doler de la falsa sonrisa que debía tener. 
– Quiero sentarme, llevamos mucho rato en esto– susurré de forma 
lastimera un momento que nos encontrábamos solos 
– Saludaremos a unos cuantos más y tomamos un descanso– dijo 
acomodando un mecho de cabello detrás de mí oreja haciendo que me 
sonrojase levemente– Por cierto, lo estás haciendo bien– beso la comisura 
de mis labios con suavidad, sentí el cosquilleo en mi estómago, lo mire algo 
embelesada, un flash me hizo volver en sí, mire hacia el lado en el que 
provenía, un fotógrafo nos sacó una foto. 
– Será una linda portada– me giré en dirección de esa voz femenina, una 
chica de cabellos castaños, ojos azules, llevaba un vestido rojo algo ceñido 
muy bonito 
– Isabella, has venido– me soltó y la abrazo con cariño 
Entre tus manos 
 
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– No iba a perder la oportunidad de conocer a tu prometida– me miro con 
una sonrisa la cual devolví– Soy Isabella, la hermana– me tendió la mano, 
se la estreche con gusto 
– Daniela Moretti, es un placer– 
– Terminamos de saludar y podremos hablar tranquilos– ella asintió, 
nosotros seguimos saludando, al ver lo cansada que estaba decidimos 
hacer un receso. 
Suspire aliviada sentándome en una mesa la cual estaba asignada a 
nosotros, la hermana de Fabrizio se sentó a mi lado en silencio, desde mi 
posición veía como él se movía con soltura entre todas esas personas, se 
notaba que estaba acostumbrado a este tipo de eventos, también note 
como muchas mujeres le lanzaban miradas sugerentes, sonrisitas 
coquetas, pero él las ignoraba de hecho me miraba a mí, cosa que me 
hacía sonreír. 
– ¿Te gusta?– pregunto de repente, la miré sin entender a lo que ella rio un 
poco– Mi hermano– 
– Claro que me gusta… Me voy a casar con él– 
– No hace falta que fijas, yo lo sé todo– la mire sorprendida lo que ella me 
guiño un ojo– Ahora te pregunto, ¿sientes algo por mi hermano?– desvié mi 
Entre tus manos 
 
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mirada hacia Fabrizio, tenía el rostro sin expresión alguna, pero podía 
notarse su buen humor, quizás también lo notaba por todos los años 
trabajados con él 
– Siento algo por él…– susurre sin dejar de mirarlo, me di cuenta de lo que 
había dicho, era la primera vez que lo admitía en voz alta y me sonroje 
– Tranquila, no se lo diré– dijo rápidamente con una sonrisa– Hay ciertas 
cosas, que los hombres deben

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