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Cuaderno-Dramaturgia2-FINAL

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¿La función debe continuar? (Re)pensando el teatro en tiempos de coronavirus 
desde el curso de Dramaturgia 2
© Pontificia Universidad Católica del Perú – Facultad de Artes Escénicas, 2020
Av. Universitaria 1801, San Miguel, Lima 32
Teléfono: (511) 626-5800
E-mail: fares@pucp.pe
Dirección URL: http://facultad.pucp.edu.pe/artes-escenicas
Derechos reservados, prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, 
total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.
Coordinador de la Edición: Gino Luque
Corrección de Estilo: Jessica Romero
Diseño Gráfico: Diego Acosta
Nota preliminar
Las opiniones discutidas por los estudiantes son completamente de su autoría. La 
información presentada en los ensayos tiene la intención de ahondar en las posturas 
y experiencias particulares de los estudiantes con respecto a la pandemia actual. Por 
ello, no reflejan necesariamente la postura de la Facultad de Artes Escénicas o de la 
Pontificia Universidad Católica del Perú. 
Presentación
El arte como medio de comunicación y transformación en tiempos 
de la pandemia mundial / por Martina Alvarado
Hacer un ensayo sobre la situación del teatro durante la pandemia 
y no deprimirse en el intento. (Un texto breve para mi parcial de 
dramaturgia dividido en tres actos) / por Jano Baca 
¿Crisis es oportunidad? / por Sant Castello
Levantarnos y seguir / por Israel Caleni
¿Adaptarse o ir en contra? / por Eliana Córdova
Cuarentena, coronavirus, todo lo demás y el teatro. En ese orden / 
por Daniela Feijoó
Cuando el conflicto es el contacto. Teatro, distancia y coronavirus / 
por Lea Freyre
Stop. Inhala, exhala, ¿crea? Continúa / por Carlo Mario Pacheco
El teatro en la pandemia del siglo XXI desde los ojos de 
una millennial / por Yaremís Rebaza
El teatro en los tiempos del COVID-19 / por Farah Salaverry
Paren todo, continúen en casa / por Paloma Scargglioni
No estaba muerto, estaba en cuarentena / por Franco Silva
Índice
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En no pocas ocasiones durante estos últimos meses, a propósito de la situación 
inédita que estamos viviendo a escala mundial a causa del coronavirus, ha venido a 
mí, con cierta inquietante insistencia, el título de una canción que la banda de rock 
R.E.M. compusiera hacia finales de la década de 1980 (y que nada tenía que ver, por 
tanto, con la actual pandemia): It’s the end of the world as we know it (and I feel fine) [Es el 
fin del mundo tal como lo conocemos (y me siento bien)]. Por momentos, el carácter 
apocalíptico de la frase ha atravesado mis reflexiones. En otros, sin embargo, a 
pesar de la absoluta incertidumbre frente al futuro inmediato (y no tan inmediato) 
y a la sensación de fin de una era, he encontrado razones para resistir al pesimismo 
y la oscuridad. Así, he transitado, a lo largo de este tiempo, por el miedo, la incredu-
lidad, la rabia, la apatía y la angustia, pero también he experimentado el asombro, 
la esperanza y la ilusión. No obstante, más allá de cualquier emoción posible, las 
preguntas sobre el futuro han permanecido ahí interpelándome.
Con relación al curso de Dramaturgia 2, que me tocó impartir este semestre, 
me he preguntado frecuentemente qué sentido tenía enseñar a las y los estudiantes 
unas técnicas de escritura para un tipo de teatro que quizá ya no volvería a existir 
(o, al menos, no como lo conocimos hasta ahora). Por más que el curso, tal como yo 
lo planteo, esté dedicado al estudio y puesta en práctica de los procedimientos del 
denominado drama contemporáneo, me preguntaba si estas formas de escritura, 
que se caracterizan por poner en crisis las nociones y principios del drama clásico, 
tendrían alguna vigencia en estos tiempos, y, por tanto, qué tan contemporáneas 
resultaban, pero, sobre todo, qué tan útiles podrían resultar como herramientas 
para contar historias desde el teatro hoy (y también mañana). Me respondía que 
debía enseñarlas porque las alumnas y los alumnos debían conocerlas. Pero también 
porque les estaba dando a conocer un determinado conjunto de procedimientos 
de escritura y los estaba entrenando en su uso para que puedan elegir con qué 
quedarse y qué descartar, pero especialmente para que puedan decidir, luego, cómo 
emplear estos recursos para contar sus propias historias desde su circunstancia 
Presentación
personal y desde su sensibilidad. Así, si lo contemporáneo, citando a Giorgio Agam-
ben, es lo intempestivo, aquello que mantiene una relación problemática con su 
tiempo, el propósito del curso, desde el campo de la escritura teatral, seguía siendo 
proporcionar a las alumnas y los alumnos herramientas para que puedan entender 
su propio tiempo, pero también para que puedan ir más allá de este.
Precisamente, por ello, de forma paralela a la lectura de textos dramáticos y a 
los ejercicios de escritura, me pareció oportuno, hacia la mitad del curso, pedir a las 
y los estudiantes que escribieran una reflexión sobre cómo percibían y experimen-
taban la situación del teatro en estos momentos, en los que, al menos en nuestro 
medio, no se puede hacer tal como lo habíamos venido haciendo hasta antes de 
la pandemia. Las reflexiones resultantes, formuladas a manera de breves ensayos, 
están recogidas en este cuaderno virtual. Todas ellas superan, con creces, el ca-
rácter de tarea o asignación de un curso universitario, que fue el marco que las 
propició. Son, más bien, testimonios lúcidos, honestos, valientes y comprometidos 
de un grupo de artistas en formación que comparten los mismos interrogantes que 
nos planteamos, en estos momentos, todas y todos quienes hacemos teatro; que 
experimentan los mismos miedos y ansiedades, la misma confusión y la misma 
frustración que las y los profesionales del medio; y que ensayan respuestas originales 
con sensibilidad, creatividad e ilusión. Reflexionemos, pues, junto con ellas y ellos. 
Porque quizá sí que es el fin del mundo (o de un cierto mundo) tal como lo conocía-
mos… y quizá, extrañamente, sí nos debamos sentir bien por ello.
Gino Luque
Coordinador de la Especialidad de Teatro 
de la Factultad de Artes Escénicas 
Profesor del curso Dramaturgia 2
El arte escénico: ¿qué significa? ¿Qué es? Es un medio de comunicación que se 
da en un espacio material, en el que vemos a artistas en su materialidad. Es una 
forma para expresar un discurso. Es sociedad, comunicación, lenguaje, expresión, 
diálogo, realidad, imaginación, sonidos, experiencias, sensibilidad, transforma-
ción y público, entre otros aspectos. Me quiero detener en el último punto mencio-
nado: ¿se puede hablar hoy en día del fin de la existencia del público en las artes 
escénicas? Si bien no existe un solo tipo de público para un proyecto escénico, ¿los 
que están tras pantallas aún siguen siendo público de teatro? La concepción que te-
níamos sobre lo que era el teatro se difuminó cuando nos sumergimos a un mundo 
donde el color de la luz se apagó. ¿Se apagó el teatro? Jamás imaginamos que el telón 
se nos cerrara, así como todo allá afuera. 
Para Carnevali (2020) el teatro implica estar presente por medio de la fisicalidad. 
Más allá de eso, en la actualidad, convivimos con diferentes plataformas digitales y 
virtuales, que permiten una transmisión casi inmediata de la información; suponen, 
por lo tanto, que las personas se encuentran más pendientes de las redes. El teatro 
jamás se fue y jamás se irá, porque existe una teatralidad tanto en nosotros mis-
mos como en la realidad que nos rodea afuera. Aun así, en tiempos de pandemia, 
¿cómo es la experiencia teatral? Las compañías, teatros o artistas independientes 
han encontrado diversas formas para seguir vivos en una sociedad que parecía irse 
para abajo y donde la esperanza se perdía. Los artistas nos empapan de humor y 
anécdotas con el propósito de hacer reír a las personas en el confinamiento. Como 
señala Rafael Spregelburd (2020), “Los artistas hacemos un trabajo que nos encanta, 
entonces siempre queremos trabajar” (p. 112). Esto se evidencia también con los 
artistas independientesque plantean formas teatrales en plataformas digitales de 
streaming de pago, como Netzun; o en plataformas de acceso gratuito. Por ejemplo, 
El arte como medio de comunicación y transformación en tiempos 
de la pandemia mundial
por Martina Alvarado
martina alvarado 9
Mateo Garrido Lecca y otros actores conocidos presentan todos los domingos en 
un canal de YouTube videos de humor acerca de la pandemia. ¿Se reirán las gene-
raciones futuras con el humor que estamos creando? ¿O solo será un registro en un 
medio digital, que luego pasará al olvido? Quizás nos encontramos en un tiempo en 
el que a los artistas no les interesa tanto la posible trascendencia de sus obras en 
el tiempo, sino seguir transmitiendo y comunicando contenido para mantenerse 
conectados con las personas. Nos encontramos en un momento en el que se busca 
hacer reír al público, que se siente atrapado en la soledad del encierro. 
El humor también está presente en los memes, como los que se hacen sobre 
Martín Vizcarra, presidente del Perú. Muchos lo critican, muchos lo apoyan y 
muchos no lo entienden. ¿Asume también el presidente una teatralidad? El sábado 
veintitrés de mayo se publicaron lineamientos para aminorar las restricciones de 
la cuarentena a nivel nacional. Sin embargo, Vizcarra no fue claro ni específico. 
¿Pretendió voluntariamente Vizcarra que los peruanos no entendamos con claridad 
su mensaje? ¿Será esa su teatralidad? Al inicio de la pandemia, el presidente daba 
mensajes a la nación diariamente, siempre a la hora del almuerzo. Conforme pasaron 
los días, cada vez se le oía menos. De modo paralelo, los aplausos, que al inicio de 
la cuarentena se escuchaban todas las noches, poco a poco se fueron extinguiendo. 
El telón se fue bajando lentamente y de forma silenciosa. ¿Acaso se debe a una falta 
de credibilidad hacia el gobierno? Me resulta importante recalcar que esta pande-
mia desnudó lo frágil y desorganizadas que eran ciertas organizaciones, así como 
el sistema de salud y el de cultura en el Perú. Día a día, afuera de nuestras casas, 
se presenta una nueva teatralidad. Se impuso como norma que un día salgan solo 
mujeres; y otro, solo hombres. Progresivamente, empezó a haber más y más per-
sonas en las calles. Entonces, tras pocos días, se suspendió la norma de salida por 
género. ¿Atiende el gobierno realmente a las necesidades de su país o simplemente 
copia modelos de fuera? 
Otro tema importante a atender es la realidad de la informalidad que el Perú 
vive. ¿Qué se pensó hacer con este sector de nuestro país? ¿Por qué recién se hicieron 
pruebas en los mercados después de dos meses de confinamiento? ¿Supuso un trato 
justo? ¿Y los bonos de 380 soles que no llegaban a las familias más vulnerables? Lo 
único que produjeron fue la aglomeración de personas en los bancos. Posterior-
mente, se pensó en llevar canastas con alimentos, por lo se designó cierta cantidad 
de dinero a las municipalidades para encargarse de esa tarea. Sin embargo, en 
muchos casos, hubo corrupción y las autoridades se aprovecharon de las circuns-
tancias, por lo que las canastas tampoco tuvieron la llegada esperada.
¿la función debe continuar?10
Más allá de todo lo comentado con respecto al contexto en el que nos encontra-
mos, ¿se ha pensado en los artistas en algún momento? ¿Qué importancia tiene la 
cultura en nuestro mundo actual? ¿Qué porcentaje de la población representamos 
los artistas? Tomando en cuenta la realidad actual y que somos un país en el que el 
arte no es valorado por la mayoría de ciudadanos, claramente, el sector de las artes 
es al que se le presta menos atención en esta pandemia. En la mayoría de colegios 
peruanos, se da mayor importancia a cursos como matemáticas o comunicación, y 
los cursos artísticos son vistos como “complementarios”. Si no se incentiva la apre-
ciación del arte desde la educación escolar, ¿cómo pretendemos generar sensibili-
zación al arte en la población adulta? Existen de por sí diferentes prejuicios sociales 
con respecto a la labor y el lugar del artista. ¿Será el mismo pensamiento que se 
replica en el Gobierno? Es cierto que quizá hay menos personas que se dedican a 
las artes que a otras profesiones, pero no por esto tendríamos que ser desatendidos, 
menos aún en un Estado democrático que, en principio, debería representar a todos 
sus ciudadanos por igual. Como afirma García (2020), una sociedad necesita estar 
viva y esto solo se dará cuando volvamos a los escenarios. Por ello, es importante 
que las personas le encuentren un valor al arte y a la cultura. 
Más allá del momento en el que nos encontramos, el mundo y la historia siguen 
cambiando, aunque la economía, nosotros, nuestra libertad y nuestra posibilidad 
de creación en contacto con las personas se hayan detenido. Creo que, después de 
esta etapa, le daremos más valor a las cosas físicas. Entonces, ¿qué pasará con el 
teatro después de la pandemia? ¿Las personas irán? Las personas han pasado ya 
casi tres meses frente a pantallas sin poder dialogar. Personalmente, considero que 
lo que hace que una sociedad se mantenga viva es la convivencia y co presencia, 
como sucede en el teatro. 
En el sector de danza, ha habido una ola de clases en vivo de coreógrafos de todas 
partes del mundo: ya no tienes que estar en un salón rodeado por treinta personas, 
sino que compartes clase con miles de personas en movimiento en sus propias casas. 
Claramente, la experiencia no es la misma, pero creo que a veces en la soledad del 
aprendizaje también se pueden encontrar diversas cosas y reflexiones, así como 
cuestionamientos. Podemos dejar de pensar en compararnos con los demás y en 
enfocarnos en nosotros mismos para mejorar. Definitivamente, la tecnología nos 
ha ayudado mucho en el encierro: no sé qué haríamos sin ella. Aun así, abunda la 
nostalgia por reencontrarnos con los demás. 
martina alvarado 11
Si bien la historia es cambiante, también se repite. Pienso que el teatro es cíclico 
también. Por ello, creo que, al reencontrarnos después de que acabe la crisis por el 
COVID-19, las personas le darán más valor a la fisicalidad y a la presencia en vivo; 
si bien no dejaremos de usar plataformas como Netflix, vamos a buscar también 
actividades de mayor contacto con los demás. 
Frente a los planteamientos creativos que se proponen en estos tiempos, me 
planteo diferentes preguntas. En primer lugar, parto de la experiencia del espectador. 
¿Diremos que, de ahora en adelante, se hace un nuevo teatro? ¿Qué es el teatro en 
estos tiempos de digitalización? ¿Qué es para el espectador el teatro actualmente? 
¿Qué tanta importancia se les está dando a las obras virtuales que surgen si tenemos 
Netflix? ¿Realmente los espectadores pagarán por ver teatro mediante plataformas 
como ZOOM? Incluso si el costo de la “entrada” es simbólico, el tema del pago puede 
ser controversial, pues, para ver obras de manera virtual, necesitamos conexión 
a internet y esta puede fallar inesperadamente. ¿Es realmente la experiencia del 
espectador la misma? La experiencia de escuchar una voz que viene del escenario 
no es igual a la de escuchar una voz virtual, que incluso puede parecer robotizada 
en ocasiones. La experiencia de ver una obra en casa no es igual a la sensación de 
estar en el teatro a oscuras, en silencio, sin distractores. Evidentemente, en casa, el 
espectador no dedica toda su atención a la obra; además, se presentan distracciones 
familiares y/o laborales: ¿realmente se respetan los horarios laborales del teletra-
bajo? ¿Cuánto tiempo le puede dar una persona al arte? Por otro lado, hay también 
aspectos positivos de la experiencia digital para el espectador. Por ejemplo, me-
diante un solo pago, todas las personas presentes en el mismo lugar pueden ver la 
obra; en cambio, en la experiencia presencial, cada espectador paga una entrada 
correspondiente a su butaca. Entonces, si antes de la pandemia una familia de cinco 
personas no podía invertir en ir al teatro, quizá ahora sí.
Por otro lado, viendo la situacióndesde la perspectiva de la producción, ¿cuánto 
porcentaje de la ganancia neta va directamente a las artes en esta época de pan-
demia? ¿Quiénes aún consideran ver una obra como algo prioritario, considerando 
que muchas personas se han quedado sin trabajo por varios meses? Otro aspecto 
importante concierne a las horas de las obras. Antes de la pandemia, en la mayoría 
de casos, las obras se daban entre las 7 y 10 de la noche, a pesar del tráfico infer-
nal de Lima. ¿Cómo pretendíamos que el espectador llegara a las 7:00 de la noche 
cuando, en muchas ocasiones, salía de trabajar a las 6:30? Ahora, la transformación 
teatral también se refleja en los horarios. Muchas obras que se han presentado con 
¿la función debe continuar?12
anterioridad se están subiendo a plataformas digitales. De este modo, el especta-
dor puede elegir en qué momento del día verla. En cambio, en el teatro presencial, 
siempre hay un horario fijo.
Otro formato de obras digitales se presenta por medio de plataformas que per-
miten verlas en vivo. A diferencia de lo que ocurre con las películas y los programas 
de televisión, que están grabados y editados en una calidad alta, las obras de teatro 
aludidas no presentan una alta calidad de imagen. Por ello, a mi parecer, este tipo 
de obras no cumplen con las expectativas en relación, sobre todo, a la forma más 
que al contenido. Entonces, ¿por qué el espectador seguiría eligiendo pagar por una 
baja calidad de resolución de imagen, considerando que también puede acceder a 
servicios de transmisión de películas y programas de televisión? Aun así, el teatro 
no ha perdido su potencial comunicador, sobre todo desde el contenido que presenta. 
Lo más importante de estas indagaciones es pensar en la experiencia del espec-
tador. Esto me lleva nuevamente a casos problemáticos, como comparar las expe-
riencias de obras presenciales frente a cómo serían recibidas potencialmente por 
medio de la virtualidad. Por ejemplo, cuando vi la obra Los regalos de la Compañía 
de Teatro Físico, me di cuenta de la catarsis que provocaba en los espectadores: 
muchas personas se veían conmovidas e incluso lloraban. ¿Se podrá lograr algo si-
milar por medio de una pantalla? Vale reflexionar sobre el contenido que queremos 
comunicar al espectador. ¿Queremos que llegue como lo tenemos pensado y definido? 
En el teatro presencial, podemos medir y visualizar cómo será la experiencia del 
público, pues podemos hacer un análisis previo de las circunstancias en las que se 
verá la obra. En cambio, en el teatro en tiempos de pandemia, no sabemos en qué 
circunstancias el espectador verá el proyecto escénico. ¿En qué espacio lo verá? ¿Lo 
verá solo o en compañía? Sabemos que en la sala no se puede hacer ruido y menos 
hablar, excepto en el intermedio. Asimismo, al inicio se menciona que se apaguen 
los celulares. Si bien se pueden mencionar este tipo de pedidos en una experiencia 
virtual de teatro, ¿qué tanta consciencia tendrá las personas para apagar los celulares 
si están en sus casas? Normalmente, se apagan para no distraer a los intérpretes 
ni a los demás espectadores con el ruido o la luz de la pantalla. La experiencia tea-
tral virtual puede comunicar, pero no podemos medir qué se comunica finalmente, 
pues la experiencia en cada casa será un mundo distinto. 
Por último, considero importante que usemos este tiempo para preguntarnos 
sobre nuestras ocupaciones: ¿las hacemos por obligación o placer? Vemos a los 
artistas reinventándose creativamente, viviendo y moviéndose. Amamos lo que ha-
cemos y, por ello, el arte siempre será un placer. Es lo que nos mantiene en pie, por 
martina alvarado 13
lo que el teatro seguirá su camino. Así como transformamos un escenario en una 
obra y llegamos a un espectador, el teatro también se va a transformar y llegará a 
nuevas audiencias. Queda pensar en cómo será la experiencia del espectador, pero 
tomando en cuenta que no podemos controlarla ni medirla.
Finalmente, quizás este tiempo nos lleve a darle más valor a la materialidad de 
las cosas y a las cosas simples que tenemos en nuestro alrededor. El teatro es la ma-
terialización de una acción, que es percibida por un espectador. Las experiencias 
hoy en día han cambiado por la digitalización, pero jamás se ha perdido la comu-
nicación ni el convivio en el teatro. Como menciona Anne Bogart (2001), “Consi-
dero el teatro como un arte, porque creo en su poder de transformación” (p. 13). La 
transformación siempre ha estado en el arte; quizás en este tiempo se está dando de 
forma más rápida y drástica, y por la imposición de la coyuntura en la que vivimos. 
Quizás la pregunta esté en cómo creamos para el mundo de hoy y el que se viene. 
Tengo esperanza en que el teatro renacerá, así como ha sucedido en otros periodos 
históricos. Todo se transforma, y el arte y el teatro no son la excepción. Llenemos el 
mundo de movimiento artístico en esta época de inmovilidad social.
Referencias bibliográficas
Bogart. A. (2001). La preparación del director [Trad. D. Luque]. Barcelona: Alba Editorial. 
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A. 
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento 
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
El martillo (Primer acto)
Cuando empezaba el 2020, yo era de aquellos privilegiados que ya tenía el año 
entero programado. Culminaba la carrera este año, iba a terminar de grabar una 
novela, empezaría ensayos para un musical grande que se iba a estrenar en junio y 
tenía un par de giras al interior del país ya confirmadas. Además, tenía planeados 
un par de proyectos independientes para fin de año y muchas ideas en la cabeza 
por ser aterrizadas. Vivo en un departamento con mi mejor amigo, que también 
es actor; mi novia, que es actriz; y la mejor amiga de mi novia, que es economista 
y dibujante (ha hecho un par de afiches de mis proyectos y es muy buena). Este era 
un año prometedor. Para ser sinceros, en enero, para mí el coronavirus solo era un 
meme sobre las cosas raras que pasan en China. 
Recuerdo muy bien el fin de semana en que se anunciaba el inicio del estado de 
emergencia en nuestro país. Fue un domingo por la noche. Un par de días antes, el 
viernes, me llegó un correo que me avisaba sobre la cancelación de aquel musical 
grande. El lunes siguiente, llegó el correo para confirmar que se cancelaba la gira. 
Así, los proyectos se fueron suspendiendo. A partir de entonces, creo que se sintió 
el martillazo. Es interesante esta figura del martillazo. Lo primero que pienso es 
en lo violento del acto cuando uno aplica un martillazo a un clavo. El clavo no es 
consciente de la intempestiva fuerza de choque que va hacia él. El clavo solo está 
ahí, existiendo. Más o menos así estaba, creo yo, nuestro medio. Todo proyecto, 
toda temporada, toda tesis… todo se suspendió de un momento a otro. Ayer, veía 
por Jano Baca
Hacer un ensayo sobre la situación del teatro durante la pandemia 
y no deprimirse en el intento. (Un texto breve para mi parcial de 
dramaturgia dividido en tres actos) 
jano baca 15
una entrevista a Eduardo Adrianzén realizada por Carlos Orozco (2020) y me quedé 
con una frase muy interesante del dramaturgo: “Esta es la primera vez que se puede 
decir que algo nos pasó a todos”. 
Cuando el clavo recibe el martillazo, cambia. Tiene dos opciones: o se hunde 
profundamente en la superficie que tenía como soporte o se dobla. Yo creo que 
nuestro trabajo se hundió doblado. Y no es fatalismo. Muchos otros amigos y yo 
no sabíamos qué pasaría. Muchos creían quesería una situación de tres meses en 
los que teníamos que adecuarnos, pero pensaban que en el trimestre final del año 
todo se retomaría con fuerza. Yo era de los que sospechaba que no iba a ser así. Con 
toda posibilidad de trabajo suspendida, pero privilegiado y suertudo, empecé mi 
estrategia para estirar mis ahorros. Tenía dos frases en la cabeza: “¿Cómo se me 
ocurrió aventurarme a vivir solo de la actuación a los veinticinco años?” “¿Estuve 
viviendo solo de la actuación durante un año? ¡Qué bien!”. Ese primer martillazo 
fue un shock muy potente para todos y su potencia radica en que no nos dio tiempo 
para prepararnos. 
Existe un anime llamado Neon Genesis Evangelion, en el que todo el tiempo se 
habla y se teme la llegada de un “tercer impacto”. En nuestra realidad, acabábamos 
de recibir nuestro “tercer impacto”. Y no había plan de contingencia. 
La danza (segundo acto) 
En Argentina, Carlos Rottemberg puso afuera de uno de sus teatros la frase 
“Bajemos el telón para cuidarnos. Habrá tiempo para volver al teatro”. Además, Ro-
ttemberg afirmó que la temporada 2020 ya tenía que darse por cancelada (Área Uni-
versitaria de Realizaciones Audiovisuales de la Universidad Nacional del Noroeste 
de Buenos Aires, 2020). Como en toda profesión, el teatro también tiene distancias 
sociales. Como ya he mencionado, el año pasado fue un año de mucha suerte para mí. 
También lo fue para mis roommates. Sin embargo, la cuarentena fue evidenciando lo 
frágil que es nuestro sector. Lo primero que noté es que, como artistas, en este país 
nos hemos acostumbrado a vivir mucho del día a día o, como mucho, del mes a mes. 
Logramos vivir de un corto universitario, tres eventos, una temporada en el teatro 
y cualquier otro “cachuelo” (o “freelo” para darle más charm). De esa manera, 
nuestra vida funciona. Aun con ese ritmo de vida intenso, tenemos tiempo para ex-
perimentar con procesos creativos que nos alimentan el alma, pero no el estómago. 
¿la función debe continuar?16
Vivimos en la constante búsqueda de enriquecer y ennoblecer nuestro quehacer 
cultural. Creo que es el interés básico de un artista. Ya la situación era complicada 
antes de la pandemia y ahora lo es incluso más: de la crisis pasamos a más crisis. 
¿Qué se hace cuando todo para? De golpe, debes estar metido en tu casa, no tienes 
espacio para ensayar... ni siquiera hay un proyecto para ensayar. Se han congelado 
eventos y cortos universitarios. La obra en la que te ibas a presentar se cancela un 
par de semanas antes de su estreno. Ahora, sabes que ese evento que hiciste el fin 
de semana pasado fue el último ingreso económico que habrá en un buen tiempo. 
Lo segundo que demostró (y está demostrando) la crisis es que somos necios. 
Luego del complejo proceso de adaptación al encierro, apareció, nuevamente, ese 
interés por seguir haciendo algo de alguna manera. Mis compañeros de departa-
mento y yo nos embarcamos en un proyecto muy interesante. Ensayamos una obra 
en nuestra sala durante dos semanas y la representamos a través de una plataforma 
de streaming. Aun así, ninguno de los cuatro, ni si quiera la directora del proyecto 
(que nos dirigía a distancia) nos animamos a llamar a la obra “teatro”: y es que falta 
ese elemento cinestésico necesario en todo hecho escénico. El teatro puede carecer 
de todo menos de público. Sí, el público está también ahora, pero nos mira desde 
su casa, incapaz de entregarnos respuesta directa. Y nosotros somos incapaces de 
saber si lo que estábamos haciendo estaba en sintonía. No quiero que se me malin-
terprete: el actor no debe trabajar pendiente de la risa o el llanto del espectador en 
algún momento determinado de la función. Aun así, vivimos ávidos de ese contacto 
invisible, de sentir las respiraciones y las vibraciones de todo ser vivo que se en-
cuentre donde se hace teatro. 
Hicimos ese salto al vacío no solo por nuestras ganas de ganar dinero, sino tam-
bién por nuestros deseos de contar algo. En lo poco que llevo en esta carrera, he 
descubierto que, si no tienes algo que contar, no tienes nada. No solo tenemos el 
afán, sino también la necesidad de contar. 
Estoy convencido de que nuestro objetivo no es competir con plataformas de 
streaming como Netflix o Amazon Prime, o programas de televisión como Esto es 
guerra. Creo que nuestro propósito es empezar a entender cómo va a funcionar esta 
situación. Aquella persona que consumía teatro, eventualmente, va a preguntarse 
qué estarán haciendo esos actores que iba a ver de vez en cuando en el Teatro Piran-
dello, el Teatro Mocha Graña o el Teatro Ricardo Blume. También se preguntará qué 
estarán haciendo los dramaturgos, directores, profesores, luminotécnicos, vestua-
ristas y escenógrafos, entre otros.
jano baca 17
La nueva convivencia (Tercer acto) 
Ahora que estamos entrando en este proceso de reactivación económica, debemos 
ir con calma. Nuestro país es un gran ejemplo del ensayo y error. Si me preguntan a 
mí en qué debemos preocuparnos ahora, tengo dos respuestas.
Por un lado, debemos trabajar ya en un protocolo de bioseguridad. Durante este 
periodo de reactivación, las industrias que sacarán ventaja en cuanto a su retorno 
serán aquellas que se organicen rápido y presenten ante las autoridades competentes 
un protocolo. He escuchado que algunos se están organizando ya en la elaboración 
de este para las industrias culturales. Lo aplaudo y lo apoyaré apenas salga. Además, 
debemos hacer la bulla necesaria para que haya un verdadero interés político por 
la reactivación de nuestro medio. Actualmente, nuestra representación política 
tambalea. Nuestra notoriedad a nivel gubernamental (y nacional) se ha debido a un 
escándalo terrible. Si creemos que es el único, pecamos de inocentes. Algo se pudre 
en Dinamarca y también en ese edificio que está a la altura de la avenida Aviación con 
Javier Prado. Es momento de que todos tomemos interés por las políticas culturales. 
Tal vez, no queremos participar de ellas, cosa que es válida. Aun así, debemos estar 
informados sobre quién está a cargo, quién se está moviendo y quién se está benefi-
ciando a costa del trabajo de tantos otros. 
Por otro lado, estas circunstancias deben ser un llamado a unirnos como gremio. 
No puede ser que lo único que hayamos tenido en común en años sea el desempleo. 
Del entrampamiento en el que nos encontramos hoy en día pueden salir muchas 
cosas. Una de ellas debe ser la consciencia de que necesitamos ser una sola voz 
para preocuparnos por cortar la informalidad de nuestro trabajo, sentirnos más 
protegidos entre nosotros mismos, fortalecer espacios de representación, reforzar 
la sostenibilidad de las industrias culturales, y trabajar en instalarnos como una 
opción firme y sólida para el consumo de todos. Sueño con la utopía de que en algún 
momento una obra de teatro sea una opción a considerar frente al cine, al fútbol y 
otras alternativas de entretenimiento masivo. Cuando eso pase, tendremos que 
renovarnos. ¿Por qué no intentarlo? Igual de utópica fue la decisión de dedicarse a 
las artes escénicas y aquí estoy: más convencido que nunca de que no me equivoqué. 
Amo mi trabajo, lo extraño mucho y estoy ansioso por volver a hacerlo.
¿la función debe continuar?18
Referencias bibliográficas
Área Universitaria de Realizaciones Audiovisuales (AURA) de la Universidad Na-
cional del Noroeste de Buenos Aires (UNNOBA). (2020, 7 de mayo). Carlos Rot-
temberg. Diálogos en tiempos de pandemia N° 7 [Archivo de video]. Recuperado 
de https://www.youtube.com/watch?time_continue=3&v=Fs056nXkiBM&featu-
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Orozco, C. (2020, 26 de mayo). Eduardo Adrianzén sobre recesión, el futuro de la TV 
y la agenda de los medios [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtu-
be.com/watch?v=PZLDbij_Usw 
A lo largo de la historia mundial, han existido miles de crisis de distintas índoles, 
tanto a nivel nacional como mundial. Todas las crisis dejan huellas positivas y nega-
tivas, frente a las que la humanidad se adapta, muta, evoluciona y aprende.Debido 
a estos cambios, aparecen también nuevas exigencias. 
Una crisis muy conocida es la de la bolsa de valores de Nueva York. La economía 
mundial tiembla por la crisis de Estados Unidos, la gran potencia económica. Algo 
similar ocurrió durante la Primera y Segunda Guerra Mundial: gran parte de los 
países europeos y de otras partes del mundo temblaron por lo que comenzó como 
un conflicto entre naciones. ¿Qué pasó cuando Chile se enfrentó a Bolivia y Perú 
salió en su defensa? ¿Tembló el mundo? Creo que no. Más allá de eso, lo que quiero 
resaltar es que las crisis afectaron a quienes les importaba la paz y la calma. Hoy, la 
“crisis” del COVID-19 les importa a todos, pues nos hemos visto afectados por ella. 
No sabemos si esta crisis acabará en meses o años; en todo caso, dejará una huella 
en toda la humanidad: cambiará el comercio, la atención al público, el turismo, el 
deporte y el arte.
En estos meses de confinamiento, he escuchado que “ni siquiera los nazis 
detuvieron el teatro”. ¿En verdad estamos tan limitados? ¿Hasta dónde puede llegar 
la magia del teatro? Los artistas independientes no tenemos trabajo, los proyectos 
se han postergado y no recibimos el poco ingreso que teníamos. Nuestras billeteras 
dan sin recibir. 
El teatro es la interacción en vivo entre el espectador y la historia sobre las tablas, 
las emociones que el público recibe por medio de la actuación de actrices y actores, 
el juego de luces que maravillan los ojos de las personas en platea, el sonido (cantos, 
música, efectos) que viajan por el espacio del teatro. El teatro es todo eso y mucho 
más. Entonces, por más espléndida que sea la trama, la actuación o la música que 
¿Crisis es oportunidad?
por Sant Castello
¿la función debe continuar?20
se emplea, ver una obra por medio de una pantalla no es teatro. Nos encontramos 
detenidos: la magia del teatro vive en el presente del espacio escénico, en el “ahora” 
cuando se da vida a esa historia de ficción.
Es cierto que hay personas que solo van al teatro para pasar el rato y no está 
mal. Para ellos es mero entretenimiento. Asistir al teatro no consiste solo en sentarse 
a ver la historia que nos cuentan, sino en verse introducido en un mundo irreal 
desde el momento en que se apagan las luces y se escucha o ve el primer momento 
de la historia en vivo. No intento explicar por qué el teatro es increíble (porque lo 
es); lo que busco es resaltar lo importante que es que el teatro sea una experiencia 
vivida en carne y hueso frente a un escenario.
Debido al confinamiento, más que nunca ingresamos a las redes sociales, que 
nos permiten conectarnos con cualquier parte del mundo, siempre y cuando tenga-
mos una buena conexión a internet. La falta de entretenimiento nos ha convertido 
en creadores de entretenimiento: me sorprende la cantidad de talentos artísticos en 
las imitaciones que se ven en TikTok, los increíbles tutoriales para hacer un queque 
en casa o los divertidísimos videos de bromas a papás. También vemos ahora un 
predominio de la educación virtual: es el medio por el que se dan las clases de los 
colegios y las universidades, así como talleres de danza, canto, o para aprender a 
tocar un instrumento. Las clases virtuales no son novedad: lo nuevo es que ahora 
dominan el ámbito educativo. Incluso, estamos haciendo de manera más frecuente 
las compras del mercado de manera virtual ¿Será que la opción para comprar de 
manera virtual antes de la pandemia nos estaba preparando para esta situación? 
¿Qué pasará cuando termine el confinamiento y volvamos a las calles? ¿Será la 
presencialidad algo del pasado y solo en muy pocos ámbitos será un requisito? ¿Ya 
no requerirá el teatro de presencialidad?
Las aplicaciones nos han permitido “socializar” a distancia. Desde nuestros 
hogares, a través de una pantalla, nos divertimos; estudiamos; e, incluso, hemos 
visto “teatro” desde el celular, la tablet o la laptop ¿En realidad hemos visto teatro? 
A partir de lo que he explicado previamente sobre cómo entiendo el teatro, puedo 
decir que, por más obras que he visto en estos meses, no he visto teatro. 
El teatro corre el riesgo de perder el poco público que asistía. La sala casi vacía 
corre el riesgo de estar totalmente vacía, por más teatro comercial que se haga. El 
miedo social se las va a cobrar con las salas de teatro, no sabemos hasta cuándo. 
Tal vez en un año podremos volver a pisar las tablas, pero, ¿cuántas butacas se 
llenarán? El teatro consiste en la comunicación en vivo entre platea y escenario. Si 
no hay platea, ¿qué haremos? Yo no tengo la solución, pero pienso en las primeras 
sant castello 21
etapas del teatro, cuando los artistas iban a los pueblos con su arte y montaban es-
cenarios para el público. No es la solución ni digo que lo probemos, sino que a veces 
es necesario dar un paso atrás para tomar el impulso que nos permita correr hacia 
adelante. Tal vez ahora estemos limitados para hacer teatro en un establecimiento 
cerrado y es posible que esta situación dure por muchos meses. Aun así, una crisis 
puede ser una oportunidad, si sabemos cómo verla y aceptarla.
Por un lado, estaba ella. Ya habían puesto la grabación de la tercera llamada. 
Tenía esos nervios normales de un estreno. Por otro lado, estaba él, sentado en su 
mueble, escuchando que en China se estaba propagando un nuevo virus por culpa 
de alguien que hizo una sopa de murciélago. Ella ya tenía que entrar a escena. Se 
equivocó en su primera línea, pero nada le importó; lo solucionó y siguió. Él escu-
chaba otras teorías, como que el virus había sido creado a propósito por Estados 
Unidos con el fin de destruir a China. De todas maneras, era un virus tan lejano 
que iba a tardar mucho en llegar hasta Perú. La obra transcurría con normalidad. 
Ella, a pesar de no estar concentrada, cantó y brilló. Él apagó su televisor y se fue 
a dormir. Ella terminó función y se fue a dormir. La única diferencia entre los dos 
era que él mañana volvería a prender su televisor, pero ella no volvería a subir al 
escenario por tiempo indefinido. Así fue como el coronavirus mató una de sus más 
grandes ilusiones.
Desde que tengo uso de razón, mi familia pensó que me dedicaría a algo relacio-
nado a los negocios o la arquitectura. El arte siempre fue un pasatiempo que ocupaba 
un taller del colegio o de verano. Claramente, no debía tomar más de mí. Aun así, 
internamente, siempre quise estudiar teatro. No sé si quería ser actor. Creo que en 
la época entre los trece y dieciséis años lo que quería era ser famoso. En mi aún pe-
queña y errada cabeza, estaba todo claro: actuar era sinónimo de fama, lo cual era 
sinónimo de éxito, lo cual era sinónimo de dinero. Mi primer gran choque contra la 
realidad fue cuando empecé a estudiar teatro profesionalmente y me di cuenta de 
que mis ideas estaban totalmente erradas. Tome consciencia de que la tasa de des-
empleo era muy alta y la probabilidad de vivir netamente de hacer teatro era cada 
vez más lejana, y lo que más me asustaba decir era que los actores no tenían trabajo. 
Levantarnos y seguir 
por Israel Caleni
israel caleni 23
Después, dejé de tenerle miedo a eso. Ya la industria poco a poco se iba abriendo 
con nuevos talentos, más producciones y más personas interesadas en hacer arte. 
Sin embargo, siento que todo se vino nuevamente abajo por culpa de este famoso virus. 
Creo que ahora vuelvo a tener miedo, quizá incluso más miedo que antes: en este 
momento, ya he invertido años de mi vida en una profesión que parece derrumbarse.
Una de las cosas que más disfruto en la vida es el contacto humano. ¿Cómo 
seguir con el teatro sin contacto real? No lo sé. Hace unos días, veía un video en 
el que salían algunos de los maestros que me formaron en la facultad. Decían que 
en muchas escuelas internacionales se dictan clases de teatro por internet, pero, 
en nuestra facultad, aún no se ha implementado ese tipo de metodología por la 
variedad de puntos de vista sobre la enseñanza y cómo manejarla. En la charla, se 
concluíaen que es muy difícil hacer o enseñar teatro sin cuerpos vivos, sin cuerpos 
presentes que tengan contacto. La energía que se crea al tener cuerpos presentes en 
un ensayo o una obra hace que el actor refuerce la acción. ¿Cómo puedo reemplazar 
un abrazo, una agarrada de manos, la caricia en el pelo ajeno, un beso, el olor de 
otro? No lo sé.
Cuando empezó la cuarentena y estaba encerrado en casa, recuerdo que mi 
mamá solía decirme que iban a presentar diferentes obras de teatro por televisión, 
que esas obras eran muy buenas y mil cosas más. Yo le decía que no quería verlas. 
No me gusta ver teatro por televisión y sé por qué. Si voy a ver algo por televisión, 
prefiero que sea una serie o película: tiene mejores efectos, hay muy buenas actua-
ciones, y lo mejor es que está pensada y hecha para el formato de televisión. Me 
sentía un poco mal, porque no nacía en mí ver teatro a través de una pantalla. Sigo 
creyendo que lo rico del teatro es sentir la presencia de los actores, la energía que 
emanan, los errores que puedan cometer y, sobre todo, la sensación indescriptible 
que tengo al entrar a un teatro.
Hace unas semanas, me empezó a llegar mucha publicidad de micro obras de 
teatro por diferentes plataformas en línea, obras en las que participan muchos de mis 
amigos. La idea me encantó, principalmente porque eran mis amigos. Poco a poco, me 
di cuenta de que eso también me demostraba que el teatro no había muerto: siempre 
que haya gente con ganas de hacer, el teatro seguirá vivo. También me llevó a plan-
tearme otras preguntas: ¿por qué el público escogería ver teatro en línea cuando 
puede ver series o películas mucho más elaboradas? ¿Son estas obras en línea en 
verdad teatro? ¿Qué me asegura que los intérpretes estén actuando en vivo y no sea 
una grabación? Muchas de estas preguntas me llevaban a desistir nuevamente de 
¿la función debe continuar?24
este formato que se estaba dando. No quiero criticarlo, pues quizá llegaré a hacerlo 
en algún momento. Sin embargo, no llega a convencerme del todo. No sé qué tanto 
pueda reemplazarse el teatro en su versión original.
En este panorama, no todo tiene por qué ser negativo. Hay dos cosas que me en-
señó el teatro que son necesarias para el mundo entero en estos tiempos de corona-
virus si queremos seguir viviendo. La primera es la empatía; cuando estamos viendo 
una obra, nos reímos, nos asustamos y lloramos, porque nos sentimos identificados 
con los personajes, porque vemos algo de nosotros en ellos. Se dice mucho que no 
venceremos el coronavirus si pensamos solo en el bienestar individual. Todos tene-
mos que ser conscientes y solidarios para poder ganar esta batalla. Sabemos que las 
sociedades en las que vivimos nos llevan a ser seres bastante individualistas, más 
preocupados por el bien propio que por el bien común; sin embargo, es importan-
te que tengamos una actitud empática entre nosotros, porque de eso dependerá el 
bienestar y progreso de todo el Perú. Ser solidarios, escuchar al otro, acompañarlo 
en su sufrimiento o ayudarlo es aquello que nos hace humanos y nos enriquece 
como personas. La segunda enseñanza del teatro consiste en la apertura de la 
vulnerabilidad; a lo largo de la formación en teatro, fui descubriendo que mi mejor 
herramienta es saber cuánto me conozco y cuán honesto puedo mostrarme frente 
a los demás. A partir de eso, mostramos nuestra vulnerabilidad, que nos hace ricos 
como actores y personas. Relaciono este aprendizaje con la situación actual, porque, 
como sociedad, siempre nos hemos creído fuertes. Hasta hace no mucho tiempo, 
pensábamos que el dinero es que lo que mueve el mundo y que sin dinero no so-
mos nada. Hoy, podemos ver que no somos nada comparados con la inmensidad del 
mundo, pues este puede detenernos cuando se le antoje. Entonces, lo primordial es 
el derecho a la vida y a la salud. Creo que el lado positivo de esta pandemia es que 
nos hace ver que no estábamos yendo por el camino correcto como sociedad, es 
decir, nos ha permitido aprender sobre lo valiosos que somos los seres humanos.
Una de las frases que más ronda en mi cabeza en los últimos meses es “Ya nada 
volverá a ser como antes”. Tal vez, nada será igual, pero el teatro es poderoso y 
volverá, como antes o de manera renovada. El teatro regresará con nuevos cono-
cimientos; y tendremos la conciencia de que, si algo vuelve a pasar y nos tumba, 
podremos levantarnos y seguir.
“‘Nadie sabe lo que viene’, dice el hombre en el centro del escenario, iluminado 
por los cenitales. ‘No tengo ingresos. Todo colapsa. Sin ayuda, aguanto esta situa-
ción más o menos 90 días. ¿Y qué viene después? ¿Qué sigue? ¿Qué será de nosotros? 
¿Y de qué se supone que vamos a vivir?’” (Schimmelpfennig, 2020, párr. 6). Mientras 
leía los artículos de referencia para escribir este ensayo (Schimmelpfennig, 2020; 
Spregelburd, 2020; Carnevali, 2020; García, 2020), me puse a pensar hacia dónde 
podría encaminar mi reflexión sobre la situación actual de la pandemia y el futuro 
del teatro. Llegué a la conclusión de que tenía que empezar por cómo me siento yo 
frente a esta situación para poder entablar una relación con el contexto actual del 
ámbito que corresponde a mi carrera: el teatro. A partir de ello, me di cuenta de 
que siento exactamente lo mismo a lo mencionado en ese extracto del artículo de 
Roland Schimmelpfennig. Creo que ese también es el sentir de muchos artistas 
jóvenes y no tan jóvenes.
El COVID-19 llega a nuestro país, declaran cuarentena, nadie entiende qué 
sucede y las personas entran en descontrol. Las temporadas teatrales se posponen: 
surge más desconcierto. Aparentemente, es una pausa momentánea en el sector 
artístico. Sin embargo, se incrementa el miedo. Prolongan la cuarentena. Las 
temporadas pasan de ser pospuestas a canceladas. El Ministerio de Cultura no se 
pronuncia; y la ansiedad y el estrés se apoderan cada vez más de actores, directores, 
dramaturgos, gestores y productores, entre otros. Las redes colapsan. La necesidad 
de no parar es latente. ¿Virtualizar el teatro? ¿Se puede virtualizar el teatro? ¿Talle-
res de actuación por ZOOM? ¿Obras de teatro por ZOOM? Artistas independientes 
empiezan a generar contenido. Empresas privadas anuncian su regreso con diversas 
propuestas virtuales. Y la crisis no para.
¿Adaptarse o ir en contra?
por Eliana Córdova
¿la función debe continuar?26
El futuro es una gran incertidumbre. Sabemos que el teatro no va a morir, por-
que, como dice Alberto Isola, el teatro ha sobrevivido a todo y nunca han podido 
con él. El problema es que no sabemos cuándo va a regresar. No hay certeza de nada 
y eso genera ansiedad. Sin embargo, toda crisis es una oportunidad, y de la preca-
riedad nace la creatividad, ¿no? O por lo menos para sentir eso es que se habla de 
una reinvención creativa. Sin embargo, siguiendo a Carnevali (2020), si bien nunca 
terminamos de reinventar nuestro oficio, ¿hasta qué punto lo vamos a reinventar? 
Al enfocarnos en lo que está aconteciendo ahora y en un futuro cercano, podemos 
observar que ya existen una serie de propuestas de “teatro” virtual y otras que vie-
nen en camino. Sin embargo, tengo sentimientos encontrados con respecto a lo que 
acabo de mencionar y me resulta complicado no renegar sobre esta situación.
En primer lugar, el teatro, como dice Schimmelpfennig (2020), es lo opuesto al 
aislamiento, porque es un lugar de libertad y diálogo: es donde la gente se reúne. A 
través del escenario y del texto, la sociedad entra en un diálogo consigo misma. Por 
lo tanto, es absurdo y hasta ridículo pretender virtualizarlo. El teatro es un hecho vivo 
y presencial. Es la manifestación física de algo que necesita del contacto, y, sobre 
todo, del convivio entre actor y espectador. Eso no existe a nivel virtual. Entonces, 
¿por qué se cree que se está ofreciendo teatro por ZOOM? ¿Acaso esta especie de 
virtualización de un convivio se considera teatro? ¿Realmente estas propuestas en 
las que hay dos o más actores interactuando por ZOOM, a partir delas diferentes 
situaciones que plantean, pueden ser consideradas teatro? Esta cuestión me resuena 
todo el tiempo.
Al mismo tiempo, pienso que necesitamos trabajar. Más allá de cómo uno concibe 
el teatro y todas las cuestiones que surgen por esta nueva manera de abordarlo, el 
desempleo momentáneo o indefinido para unos y otros nos lleva a reinventarnos y 
generar contenido con las herramientas que nos ofrece el mundo virtual. Así como 
decía Alberto Isola en una entrevista que le hizo Denise Arregui (2020) en su nue-
vo programa #EnConstrucción, uno tiene que “embrace” la situación que estamos 
atravesando. Como señala Isola, en un principio, uno siempre se resiste al cambio, 
pero, después de un tiempo, terminas aceptándolo, porque es necesario. Tenemos 
que plantearnos la pregunta: ¿adaptarse o ir en contra de esto? De todas maneras, la 
necesidad de hacer nos obliga a adaptarnos, ya sea por una necesidad económica o 
por una necesidad más personal relacionada al hecho de no sentirse inútiles en es-
tas circunstancias; en otras palabras, tenemos la necesidad de sentir que podemos 
contribuir a través de nuestro arte. Menciono esto porque creo que es importante 
eliana córdova 27
recalcar que es necesario aceptar nuestra realidad para poder transformarla, sobre 
todo cuando los artistas nos encontramos tan vulnerables en un contexto que nos 
pone a prueba día a día.
“No podemos hacer teatro, pero sí podemos actuar”, menciona dos veces Miguel 
Iza durante una conversación con Alejandra Guerra como parte de las transmisio-
nes que realiza casi a diario por medio del canal del Colectivo Del Bardo (2020), li-
derado el mismo Miguel Iza. Tras mencionar esta frase, Alejandra Guerra se queda 
pensando y dice “Sí, es cierto. No podemos hacer teatro, pero sí podemos actuar. La 
cuestión está en el cómo.” Esta conversación se llevó a cabo a inicios de abril. Am-
bos, así como muchos, todavía consideraban y/o sentían ajena la idea de participar 
o producir un taller o una “obra” virtual.
¿Cómo se ensaya virtualmente? ¿Monólogos en vivo? ¿Hacemos lecturas dramati-
zadas por ZOOM o cualquier otra plataforma? ¿Qué pasa con la enseñanza del teatro 
en la modalidad virtual? Se supone que la actuación radica en el trabajo con el otro, 
la intuición, la escucha y la interacción. Entonces, ¿es posible hacerlo de manera 
virtual? ¿Qué posibilidades surgen? Definitivamente, en este contexto, nacen nuevos 
lenguajes, nuevas expresiones actorales y nuevos géneros. El arte y la tecnología se 
alían para transformar el dolor, la incertidumbre, la pena, la ansiedad en libertad 
creativa. Todo se transforma. Cambia el contenido. Cambia la forma. Por más que 
Carnevali (2020) diga que reducir el teatro a un fenómeno audiovisual es lo peor 
que se puede hacer, lamentablemente, es lo que nos toca. Cambian los espacios, o, 
mejor dicho, adaptamos nuestro espacio en pro de generar espacios de comunidad 
e interacción. Surge la imposibilidad de ejercer nuestra propia humanidad, porque 
desaparece el contacto y esa acción que nos permite reconocernos constantemente 
en el otro. El contacto ha cambiado y ahora nos relacionamos a distancia. 
Hoy en día, casi finales de mayo, este fenómeno de reinvención creativa ya es 
tangible. Hay propuestas de todo tipo. Hay obras cortas en vivo a través de diver-
sas plataformas virtuales, tanto sobre temas relacionados al contexto actual como 
sobre otro tipo de temas. Hay lecturas dramatizadas en vivo y otras grabadas. Hay 
videos de canciones de musicales grabados por los actores desde sus casas. Y, de 
seguro, irán surgiendo nuevas propuestas. La enseñanza virtual se ha focalizado en 
talleres de voz, de monólogos, de dramaturgia, de canto. Hay cursos dirigidos a ni-
ños, jóvenes y adultos. Nada puede reemplazar al hecho teatral en sí ni la enseñanza 
presencial de algo tan vivencial como el teatro, pero, al menos, esta es la forma de 
no perder contacto con él momentáneamente.
¿la función debe continuar?28
Más allá de lo que vivimos ahora, ¿qué va a pasar cuando todo esto termine? 
¿Realmente va a terminar esta situación? ¿Qué va a pasar cuando exista la posibi-
lidad de volver a las salas? Creo que, cuando exista la posibilidad de hacer teatro 
de manera presencial y vivencial en un futuro quizá un poco lejano, van a surgir 
nuevas formas de hacer teatro y va a haber espectadores con nuevas necesidades. 
Así como ahora se están encontrando nuevos lenguajes, nuevas formas de contacto 
y nuevos espacios a nivel virtual, más adelante aparecerán innovaciones cuando 
nos reencontremos de manera presencial. Va a ser parte del proceso de adapta-
ción a la nueva cotidianidad que va a dejar el coronavirus. El aforo en las salas 
no será el mismo, y la interacción con el público y la distribución del espacio en 
las salas cambiarán. 
En la transmisión del Colectivo Del Bardo (2020) previamente comentada se 
mencionó también el teatro de calle como espacio de creación. Miguel Iza señalaba 
que, en un escenario ideal, podría concretarse algún proyecto de teatro callejero 
si se contara con ayuda de las distintas municipalidades. Si bien tanto Alejandra 
Guerra como Miguel Iza recalcaban que estaban proponiendo ideas “al aire”, es im-
portante plantearlas para estar preparados a lo que vendrá. Otro punto curioso que 
mencionaron sobre el quehacer actoral fue el tipo de actores y actrices que vamos 
a ser después de la pandemia. No era algo en lo que había pensado antes, pero le 
encontré mucho sentido. Como actores, estamos al servicio de la obra; nuestra fun-
ción radica en contar historias que tienen incidencia en lo social de alguna u otra 
manera. Así como el teatro se reinventa, también lo hace uno como ser humano. Eso 
repercute directamente en nuestro trabajo. También los directores y dramaturgos, 
que son agentes importantes en un proceso creativo, van a tener otras motivaciones, 
visiones e intereses que van a influir en cómo van a desempeñar su oficio. 
Creo que también es importante reflexionar sobre cómo esta situación nos afec-
ta netamente como comunidad teatral. Somos conscientes de que somos un grupo 
reducido. Aun así, muchas veces no se considera que nuestra comunidad está di-
vidida también en grupos muy diferentes; en ese sentido, hay tanto artistas con 
diferentes privilegios, así como una población significativa que se encuentra ex-
tremadamente vulnerable. Las condiciones en las que se hacía teatro en Lima an-
tes de la pandemia ya eran de por sí muy distintas entre producción y producción; 
por ejemplo, en algunas producciones, los actores recibían sueldo fijo y pagos por 
ensayos, mientras que en otras la ganancia económica dependía únicamente de la 
taquilla. La mayoría de compañías y grupos de teatro, sobre todo cuando son inde-
pendientes, suelen depender de auspicios externos o la participación en concursos 
eliana córdova 29
de ayudas económicas para poder obtener financiamiento para sus obras. Entonces, 
en las condiciones en las que nos encontramos, ¿qué pasa con muchos artistas de 
nuestro sector, que viven de cada producción? ¿Alguien se ha puesto a pensar en 
ellos? Además del caso limeño, ¿qué pasa con el teatro en provincia?
Últimamente, no solo ha aumentado el número de artistas, sino también el 
número de colectivos, compañías y grupos teatrales. Ahora, por el contexto en el 
que nos encontramos, se encuentran desempleados indefinidamente y tampoco 
tienen la certeza de tener las mismas oportunidades que antes cuando culmine la 
pandemia, porque la demanda y el consumo de productos culturales se va a reducir. 
Probablemente, lo poco que se consuma va a ser lo más conocido, que es el teatro 
comercial. ¿Qué pasará con el sector independiente? ¿Cómo se puede lidiar con la in-
certidumbre de la incertidumbre? El Ministerio de Cultura no se pronuncia. Van más 
de sesenta días sin respuesta. Nosotros también estamos en situación de emergencia. 
Sin embargo, como de costumbre, parece que no somos prioridad.
Finalmente, pienso en qué tanta relevanciava a tener el sector cultural y espe-
cíficamente el teatro. ¿Qué teatro le va a ser útil a la sociedad? O, mejor dicho, ¿va 
a ser útil el teatro en la sociedad post pandemia? ¿Cuáles van a ser realmente las 
prioridades de los distintos grupos sociales después de la crisis económica que esta-
mos atravesando? ¿Consumir teatro o cualquier manifestación artística va a ser una 
prioridad? ¿O va a ser un privilegio sectorizado? Estas interrogantes me remiten a 
Schimmelpfennig (2020) y García (2020) cuando mencionan que los teatros están 
habitados por fantasmas. Tal vez puede ser una visión desalentadora pensar en los 
teatros vacíos tras la pandemia. En todo caso, no podemos lidiar con el miedo que 
nos invade actualmente y que va a condicionar nuestras acciones cuando podamos 
volver a reunirnos. Lo más triste es que va a ser un miedo a nosotros mismos, a nues-
tra misma especie, a nuestra interacción como seres vivos, a nuestra humanidad. 
Ese va a ser el gran enemigo del teatro.
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¿la función debe continuar?30
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to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
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Tengo veintitrés años y en los dos últimos años me fue muy bien en el rubro 
laboral. Y, de repente, todo paró. Hay momentos en los que me pregunto si necesi-
tábamos, como mundo, una pausa; y mi respuesta es siempre sí. Sin embargo, nadie 
se la imaginaba de esta manera: no se ha resumido a una pausa para la reflexión, 
sino que ha traído consigo el peligro de perder vidas. Además, ha conllevado a 
problemas económicos y sociales, pues carencias que van desde lo íntimo a lo 
macrosocial se han visto destapadas. De repente, todo se empieza a desestabilizar, 
el pánico se apodera de la situación, y la desesperación se vuelve protagonista con 
el paso de los días. 
El orden de importancia (en todo caso, desde lo que puedo percibir) de los asun-
tos de esta crisis es el siguiente: en primer lugar, se encuentra la cuarentena. El 
punto de conversación de la mayor parte de la población es la extensión o levanta-
miento de la cuarentena, más allá del virus. El segundo punto, lógicamente, es el 
virus y todo lo que ha acarreado. Entre las consecuencias, se encuentran trabajos 
inactivos, y, por ende, personas y sectores en crisis. Dentro de la larga lista de ru-
bros afectados, existe uno que es parte de nuestra cultura, aunque en la práctica no 
se le reconoce el mérito debido y, al parecer, es una de las últimas preocupaciones: 
el teatro. 
El teatro es más que un acto de representación. Incluso, me atrevería a tomar 
las herramientas utilizadas en el teatro para entender este confinamiento. El teatro 
es estar presente. En este momento, uno, dentro de sus cuatro paredes, no puede 
evitar dar una vuelta al pasado e intentar proyectarse al futuro; por ello, es 
necesario darnos cuenta de que el “aquí” y el “ahora” son lo único que podemos 
transformar. Además, debemos tener todos nuestros sentidos abiertos para captar 
cualquier señal de alerta, como sucede en el teatro. Otro de los puntos importantes 
Cuarentena, coronavirus, todo lo demás y el teatro. En ese orden 
por Daniela Feijoó
¿la función debe continuar?32
es el accionar. Al individuo le suceden cosas: la clave está en cómo reacciona ante 
ellas y qué acciones realiza concretamente para conseguir un objetivo. Esa es la 
ruta que varios estamos tomando en esta cuarentena. 
Esos puntos nos sirven en la vida diaria, pero, ¿y en el teatro en sí? Salas cerradas, 
estrenos pospuestos, temporadas y ensayos cancelados todo el año. Tales medidas 
se toman, porque el teatro congrega gente, lo que no necesariamente cumple con 
la orden de distanciamiento. Por eso, en estos tiempos, ronda la pregunta sobre la 
posible extinción del teatro por estas circunstancias. Yo pienso que no. Al menos, el 
coronavirus no lo hará. El ser humano se encuentra en constante cambio: aunque 
ahora haya sido casi obligado a ello, el cambio, finalmente, lleva a la evolución. El 
teatro va a evolucionar. Por el momento, tener respuestas sobre cómo es incierto, 
porque en estos momentos todo lo está siendo. Estamos viviendo el presente con 
mucha carga de incertidumbre, sin ser conscientes de que en un futuro habremos 
estado en el camino de la evolución para nuevas formas de expresar, y nuevas 
formas de incluir y hacerle justicia al tiempo. Ahora, nos encontramos buscando 
maneras de mantener el teatro y sentirlo vivo, de recibir ese momento de magia 
que los que hacemos y consumimos teatro conocemos. La diferencia es que, como 
siempre, no podemos ignorar nuestro contexto.
A su vez, es interesante pensar en cómo nos va a dejar esta situación como socie-
dad y seres humanos. Sin duda, dejará material potente para dramaturgos, actores 
y actrices, que son tanto generadores de historias, así como seres sensibles. Esto 
pondrá a prueba a todos los artistas: será un desafío hablar de un tema que todo el 
mundo conoce y ha vivido, evitando ser repetitivo y generando nuevas preguntas, 
más allá de todas las que nos hemos planteado durante el confinamiento. 
Más allá de esas perspectivas, está también la cara no tan esperanzadora de 
la moneda, que abraza a muchos artistas desempleados. Antes de la pandemia, el 
mercado teatral era ya complicado, por lo que ahora, en medio de una crisis, las 
dificultades no hacen más que intensificarse. Se ha dejado de lado a todo el personal 
que normalmente trabaja en una sala abierta. La situación se vuelve más desespe-
ranzadora al ver la cantidad de artistas independientes que existen en el medio, 
sumada al desamparo y descuido por parte del Gobierno hacia las artes. Entonces, 
nos topamos con más interrogantes: ¿en verdad se le está dando importancia al arte 
en nuestra sociedad y a los que trabajamos en este sector? Ahora, el verdadero reto 
para nosotros es sobrevivir en este contexto.
daniela feijoó 33
En las últimas semanas, se ha visto mucha producción virtual, que va desde 
material de obras de teatro disponibles para descargar y obras en línea que han 
surgido en este espacio de confinamiento, así como nuevos formatos para contar 
historias. Definitivamente, estas formas no se comparan a la mística que proyecta 
la presencia de un escenario y sus butacas, sino que, a mi parecer, responden a la 
necesidad por no perder el contacto ganado con el público y generar ingresos. De 
cierta manera, estos formatos apelan a la añoranza del pasado, de lo que se podía 
disfrutar antes de que el virus llegara a nuestras vidas. Es una forma de hacernos 
creer que estamos ahí sin estar. Y esto es lo que más me preocupa. Al inicio, comenté 
que el teatro no se va a extinguir, al menos no por el coronavirus. Sin embargo, con-
centrar todo el material en la red, y buscar formas infinitas de producir de manera 
audiovisual utilizando la denominación “teatro” o lo que se le asemeje sí nos pue-
den llevar de forma peligrosa por dos caminos: deformar la experienciadel teatro, 
o inyectar y acumular el interés por tener la experiencia del mismo. Hay que recor-
dar que somos la generación Z, en su mayoría, los que manejamos el mundo de las 
redes. Por ende, somos los que estamos consumiendo principalmente este tipo de 
contenido. También me atrevo a decir que somos los que están dejando (y aquí me 
incluyo) que el teatro y toda expresión que requiera desprenderse por un segundo 
de la realidad para hacer una introspección se extinga. En ese sentido, el acceso a 
información masiva por medio de internet (característico de esta época) y la cua-
rentena no son una buena combinación.
Debo aceptar que las primeras semanas o, incluso, hasta el primer mes decidí 
tomarme la cuarentena como un descanso, sin ignorar lo que la situación implica. 
Asumí ese tiempo para reencontrarme, pues, por el ritmo tan rápido con el que 
vivimos, es normal que a veces nos perdamos un poco. Así, pude hacer una vis-
ta rápida del pasado, apreciar lo que he venido construyendo y agradecer por las 
oportunidades. Sin embargo, la escritura de este ensayo coincide con un periodo 
de más de sesenta días de confinamiento, en el que he tenido tiempo para darle 
vueltas a todo lo mencionado previamente. He tenido días de mucha producción y 
creatividad que he sabido aprovechar. Por otro lado, también he tenido momentos 
de vértigo, sobre todo después de producir varias cosas y seguir encerrada. El no 
encontrar un rumbo a veces me invade. En momentos como estos, me pregunto qué 
debería hacer con mi arte en esta época, no tanto desde un punto personal, sino a 
nivel social. ¿Debería hacer algo? ¿Debería darme espacio para no hacer nada si no lo 
quiero hacer? ¿Tengo cierta responsabilidad como artista por promover y preservar 
el arte en esta época de cuarentena? Pienso que sí, pues es el campo en el que me 
¿la función debe continuar?34
desarrollo y no quiero que se extinga, pero ¿qué tanto espacio debo darme sin sen-
tirme culpable? Es decir, ¿a cuánta gente realmente le está moviendo ese deseo y no 
solo la necesidad de generar ingresos para el día a día?
Esta situación nos está poniendo a prueba a todos: a nuestra resistencia, nues-
tras pasiones y convicciones. ¿Qué tanto estamos dispuestos a dar o no dar para 
contribuir al pozo del bien común? De repente, algunas de las cosas que tenían todo 
el sentido del mundo dejaron de tenerlas. Después de esto, ¿tendremos realmente 
la capacidad de sacar algo productivo que no quede solo en palabras teñidas por 
el momento? ¿Le daremos más importancia a los asuntos relacionados a nosotros 
mismos y primaremos nuestro bienestar? El arte tiene la virtud de hacerme confiar 
en que la respuesta será afirmativa. 
Llegar, encontrar tu asiento, ojear la revista Folk, saludar a alguien a la distan-
cia con quien podrías intercambiar unas breves palabras al salir, ver el escenario, 
imaginar todo lo que puede pasar ahí esta noche, saber que lo que imaginas no se 
acerca a lo que estás por presenciar. Tercera llamada. Entran las últimas personas a 
paso acelerado. Risas, conversaciones y celulares que se están apagando. Las luces 
de la sala se van poco a poco. Escuchas un caballo relinchar y una caída. Llega una 
última pareja algo avergonzada, que se sienta en la última fila. Terminan de encen-
derse las luces en el escenario y entra una muchacha vestida de hombre: “Hipogrifo 
violento / que corriste parejas con el viento, / dónde, rayo sin-” Suena un celular, 
un bendito celular en el teatro. Te arruinaron la entrada de Rosaura. Volteas a ver 
quién es y frunces el ceño Alguien emite un grosero “Shhhh”. Finalmente, el celular 
se apaga y volvemos a sumergirnos en el sueño del teatro.
Esta vez, nada de eso pasó: solo cogiste tu celular o tu laptop, y te sentaste a ver 
una grabación de La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca. Nada te interrumpió 
realmente, pues pudiste poner pausa y retroceder las veces que quisiste. ¡Oh, gran 
video teatro! ¿Gracias por alejarnos de las interrupciones de los desconsiderados 
teléfonos celulares durante la función...? En verdad, cuánto darías por sentir esa in-
dignación por aquella persona que, sentada a unos metros de ti, ha olvidado (quiero 
creer) apagar su celular. Quieres sentirlo, porque están juntes. Lo interesante de esa 
visita al teatro también es que nunca se repetirá, así vayas a ver todas las funciones. 
La magia del teatro está en el presente, en el convivio, la conexión, el contacto 
humano que se eterniza en una vivencia única cada vez que somos parte de él.
¿Y ahora? Imposible estar en grupos de más de cinco personas. El toque de que-
da, el distanciamiento social… y que ni se nos ocurra abrazar a alguien. Convivio. 
No te abrazo hoy para abrazarte mañana. Está bien, pero, ¿y el teatro? Si vemos 
indispensable el convivio para que se dé el rito teatral, ¿qué está pasando (y pasará) 
Cuando el conflicto es el contacto. Teatro, distancia y coronavirus
por Lea Freyre
¿la función debe continuar?36
con el teatro en tiempos de distanciamiento social? La verdad es que, a pesar de 
que no se pueda en estricto hacer teatro debido a que no podemos estar juntes, se 
están gestando y presentando nuevas e interesantes formas de diálogo entre una 
resistencia virtual teatral y les consumidores de entretenimiento. ¿Podemos llamar 
teatro a las grabaciones de funciones, al video teatro interactivo o al video Live 
de Instagram?
Para poder problematizar las formas de lo que quiero llamar “resistencia virtual 
teatral”, primero quisiera repasar algunas partes esenciales de lo que llamamos 
“teatro”. Hace un par de años, cuando éramos libres para tener talleres presenciales 
con invitados internacionales, tuve la suerte de ser parte de un taller de performance 
con Juan Domínguez. Ya sé, performance: eso no es teatro. Aun así, con Juan entendí 
uno de los puntos más importantes (creo ahora) sobre el convivio entre personas, 
ya sean actrices, espectadores, técnicos de luces y acomodadores, entre otros: la 
complicidad de estar juntes presenciando un hecho irrepetible. La complicidad en 
el sentir miedo o deseo, o en el reír o llorar tan cerca une del otre. La complicidad 
en el saber que todes hemos vivido ese pedazo de intimidad en una sala oscura 
durante quince o noventa minutos. La complicidad de quien se conmueve, de quien 
se revoluciona, de quien asume el reto, de quien no se convence, de quien acepta, 
de quien cuestiona. Todes ahí, en una misma sala, experimentamos miles de cosas: 
diferentes, similares, pero juntes. El inicio de una conversación, de una idea, de un 
cambio, de un suspiro. Así, revolucionades ante un acto vivo, ante la belleza mis-
ma de la muerte. Compartimos un pedazo de vida: vemos como se presenta ante 
nosotres y lo vemos morir momento a momento, puesto que es irrepetible. En un 
complot que realizamos en el taller con Juan (del que no estoy permitida hablar) 
sentí la importancia de les otres. En un mismo espacio, comprendí que, incluso si 
no hablábamos o nos mirábamos, todes estábamos viviendo lo mismo, de diversas 
maneras, pero juntes y estábamos conectándonos.
Es difícil pensar que esa conexión ocurra a través de una cámara y una pantalla. 
Es imposible que sea la misma conexión en verdad. Y claramente es muy difícil afir-
mar que las obras que se están presentando en línea sean teatro como lo conocemos. 
Sin embargo, hay que detenernos en ese punto. “Como lo conocemos…” Claramente, 
esta situación pandémica es bastante nueva para nosotres. No hemos vivido algo 
similar en este mundo globalizado y capitalista que conocemos. O, como lo hemos 
conocido. Todo está cambiando. Como ha dicho recientemente Zizek (2020), la caída 
del capitalismo se está dando de manera radical y lo triste es que necesitábamos 
esta catástrofe para llegar a eso. El coronavirus ha logrado lo que miles de grupos 
lea freyre 37
activistas no han logrado con respecto a la contaminación ambiental en tantos 
años. El coronavirus está logrando que repensemos las necesidades que creíamosbásicas e incluso nos está haciendo reconsiderar el modelo explotador de trabajo 
que propone el capitalismo. ¿Por qué ha logrado esto? Porque la amenaza es el con-
tacto de quien sea, en donde sea. No se puede ver ni diferenciar: la amenaza está 
en todos lados. Así, el terror se instaura una vez más en nosotres. La particularidad 
de este es que esta vez es tan grande que incluso impide que nos juntemos clandes-
tinamente, como se hacía en tiempos de guerra. Quizás al terror lo acompaña una 
gran responsabilidad; y lo motiva algún tipo de amor, que es el amor a la vida. No 
te abrazo, porque te amo, porque quiero cuidarte. Ese podría ser uno de los slogans 
de la cuarentena. 
Volviendo a nuestro tema principal, ¿qué pasa ahora con el teatro? No lo sabemos. 
Aun así, podemos detenernos a mirar lo que está sucediendo ahora y especular. 
El contenido en línea es extensísimo, inagotable. Las personas de teatro, con to-
das esas ganas que tenemos de conectar y transformar, estamos utilizando las he-
rramientas para crear nuevas formas de encontrarnos en línea: por video teatro, 
Live, teatro por ZOOM u otras formas que vayan apareciendo. No son el teatro que 
conocíamos, pero, si algo persiste del teatro, es su espíritu transgresor. Carnevali 
(2020), en relación al teatro en los tiempos de coronavirus, hace una observación 
interesantísima sobre el uso del lenguaje en nuestras vidas, y la normalización de 
un estado de emergencia o de guerra a través del lenguaje que usamos. También nos 
recuerda que el teatro trasgrede. Esto parte de la misma etimología de la palabra 
“teatro”, que viene de “observar” en griego antiguo. Es claro que lo que sucede en 
el teatro no es mera observación, pues las más íntimas emociones se ven también 
implicadas. Tomando en cuenta ese espíritu transgresor y transformador, ¿espera-
mos seguir viendo solo el teatro que conocemos? Algo que me queda claro es que 
las resistencias virtuales teatrales, que estamos presenciando y a las que tanto les 
reclamamos por no ser teatro, están aquí para buscar ese contacto que nos pare-
ce ahora tan lejano. Buscan hallar esa complicidad que tanto disfrutamos y, sobre 
todo, están aquí para recordarnos, entre tanta virtualidad, nuestra humanidad. 
Cuando el peligro es el contacto, la pérdida de libertad es aún más grande que 
en tiempos de guerra. Si bien la experiencia del video teatro no es la experiencia 
teatral, ¿qué podemos hacer sino explorar y explotar las herramientas que tenemos 
para asir en nuestras manos la libertad para encontrarnos y conectarnos, así sea 
a través de una pantalla? Esta pandemia, este conflicto del contacto y el distancia-
miento es un bajón. Si algo sabemos los teatristas es que el conflicto siempre va a 
¿la función debe continuar?38
estar presente, y tenemos todas las herramientas para enfrentarlo y superarlo con 
lo que nos depare el futuro: siempre con el corazón en la mano y los brazos abiertos, 
anhelando esa conexión y complotando para resistir. 
La ausencia del contacto quizás nos haga reflexionar sobre cuáles son las conexio-
nes que queremos, que necesitamos y que nos nutren. Quizás las circunstancias nos 
pongan en perspectiva y nos hagan priorizar el contacto que nos saque del estado de 
aletargamiento, el contacto que nos haga sentir vives. Espero que así comencemos a 
tener relaciones más sanas con nuestro entorno; que busquemos ser cada vez más 
cercanes de las maneras que valen la pena; que usemos nuestro tiempo en aprender, 
mejorar y amar; que prioricemos la belleza y el amor antes que el consumo. Quizás 
todas estas cosas maravillosas pasen cuando reconsideremos la importancia del 
contacto y quizás nos encontremos con la sorpresa de que, en unos meses, cuando 
la pesadilla de la pandemia acabe, los teatros estarán llenos de personas que han 
entendido la importancia de estar presentes.
Sigamos resistiendo. Nos vemos en el teatro.
Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A. 
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
Zizek, S. (2020). El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill. En P. Amadeo 
(Ed.), Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 21-
28). La Plata: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).
Nos pusieron pausa a la vida. Alguien (o algo) agarró el control remoto univer-
salmente universal y presionó el botón de pausa. Todos nos quedamos estáticos 
por un momento con rostros de asombro, terror o incertidumbre. El virus logró 
lo inlograble: puso en pausa (al menos por un momento) nuestro agitado ritmo 
de vida. También nos despojó de algunos derechos y nos exigió un estilo de vida 
diferente al que estábamos acostumbrados.
¿Estábamos? Debería decir “estamos acostumbrados”, porque, en realidad, es 
solo un momento para muchos. Para algunas personas la usurpación de derechos 
fundamentales ha sido cosa de todos los días. La diferencia esta vez consiste en que 
todos tenían que someterse al confinamiento, un estado del cual todavía no sabemos 
cuándo saldremos: parece no tener fin.
Sin embargo, poco a poco, el mundo ha vuelto a andar. Ha sido en cámara lenta, 
y, como no podía ser de otra manera, el arte y el teatro también se hicieron presentes. 
Hablar de la situación actual del teatro me conflictúa. De golpe y muy intempestiva-
mente, uno puedo gritarse a sí mismo: “¡¿Por qué estudiaste una carrera que no sirve 
para nada?!” Luego, me tengo que recordar que solo se trata de estos momentos. 
Desde nuestra perspectiva contemporánea utilitarista, en “estos momentos” el teatro 
es inútil, pues asumimos que todo debe tener una función concreta. En realidad, el 
teatro nos da mucho: nos acerca, nos motiva, nos afecta, nos conflictúa. Quizá en 
“estos momentos” no puede hacerlo, pero en otros momentos lo hizo y lo volverá a 
hacer definitivamente en el futuro.
Aun así, son “estos momentos” los que nos tocan vivir; no los “otros momentos”, 
correspondientes al añorado futuro. Para entonces, quizá todo haya vuelto a la nor-
malidad y esta etapa de crisis quede como una anécdota muy necesaria para recor-
darnos que nada es eterno. O quizá no. Quizá todo cambie para siempre.
Stop. Inhala, exhala, ¿crea? Continúa 
por Carlo Mario Pacheco
¿la función debe continuar?40
Como actores, buscamos el cambio. Analizamos el cambio de un personaje, 
el giro en la trama, el cambio de espacio o simplemente buscamos esa obra que 
significa algo distinto para cada uno. No puedo mentir: me gusta el cambio. Me gusta 
que las cosas cambien. Aun así, ¿cuánto cambio puedo tolerar? Más allá de que me 
guste el cambio, si absolutamente todo cambia, habrá algo que seguramente no 
me cuadrará. Justamente, hay algo en el cambio que está pasando el teatro que no 
me cuadra.
El teatro virtual, o teatro por streaming, ha sido una respuesta a cómo hacer 
teatro durante este confinamiento. Cuando lo comparamos con el que conocíamos 
(hablo en pasado y como si hubiera muerto, porque coincido un poco con los que di-
cen que el mundo que conocíamos ha dejado de existir), tenemos altas expectativas. 
Antes de que aparecieran diferentes obras de teatro virtual, al inicio de la cuaren-
tena, me dije “¿Qué sigue ahora? ¿Teatro por ZOOM?” Reí. Dos semanas después… 
sucedió exactamente eso. 
Hay algo que es indudable: la vida en aislamiento aburre. El ser humano bus-
ca ser excitado y emocionado de diferentes maneras. Como se menciona en una 
famosa película en la que reviven dinosaurios solo para el entretenimiento del ser 
humano, Life finds a way. Y era obvio que el teatro encontraría una manera, porque 
lo necesitaba. Porque lo necesitábamos.
Ahora, nos encontramos en el apogeo de las obras por ZOOM. Hay quienes opinan 
que no es teatro y hay quienes no dudaron, como Los Productores u Odisea 2020, y 
se embarcaron en la aventura. Honestamente, ¿importa saber en este momento si 
es teatro o no? ¿No es acaso necesario desfogar esta