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PenagosAndres-2019-RecorridoDefinicionesFelicidad

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UN RECORRIDO POR LAS DEFINICIONES DE LA FELICIDAD Y SUS IMPLICACIONES 
 
ESTADO DEL ARTE 
 
 
 
ANDRÉS CAMILO PENAGOS MARÍN 
 
 
 
ASPIRANTE AL TÍTULO DE ESPECIALISTA EN 
PSICOPATOLOGÍA Y ESTRUCTURAS CLÍNICAS 
 
 
ASESORA: MARICELLY GÓMEZ VARGAS 
MAGISTER EN PSICOLOGÍA 
 
 
 
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 
 
 
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS 
 
DEPARTAMENTO DE POSGRADOS 
 
MEDELLÍN 
2019 
2 
 
AGRADECIMIENTOS 
Quiero expresar mi gratitud a cada una de las personas que contribuyeron al desarrollo de 
este trabajo de forma directa o indirecta. Primeramente, a mi madre: sin su apoyo 
incondicional nada de esto hubiese sido posible. A Catherine, por su constante colaboración 
y compañía, aun cuando el camino se presentó cada vez más implacable. A Sebastián, 
quien me inspiró el estudio de la felicidad. A mis amigos y camaradas. A cada uno de mis 
compañeros de especialización con quienes tuve la oportunidad de ampliar mis 
conocimientos en cada encuentro a través de distintas discusiones y experiencias. 
Especialmente a Karen, Julián, Melissa, Catalina, Daniela, Nicolás y José, pues hicieron 
más llevadero y fascinante cada viaje. A cada profesor de la especialización por mantener 
viva mi ansia de saber. Así mismo, a la universidad de Antioquia por mantener sus puestas 
abiertas. Finalmente, a mi asesora Maricelly por su paciencia, comprensión y precisa 
orientación. A todos ellos mis más sinceros agradecimientos. Este trabajo es para ustedes. 
 
 
 
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Tabla de contenido 
Resumen ............................................................................................................................................. 4 
Introducción ....................................................................................................................................... 5 
Memoria metodológica ..................................................................................................................... 6 
Conceptualización de felicidad: manifestaciones empíricas y principios teóricos .................... 18 
Componentes de la felicidad y conceptos relacionados ................................................................ 38 
Población y problemáticas de salud mental: una aproximación contextual a la felicidad ....... 56 
Conclusiones .................................................................................................................................... 72 
Recomendaciones ............................................................................................................................ 73 
Referencias bibliográficas............................................................................................................... 74 
 
 
4 
 
Resumen 
La presente investigación es un recorrido por las características de la felicidad y conceptos 
relacionados según los desarrollos de la psicología. En él se describen las 
conceptualizaciones, se identifican los conceptos relacionados y se reconocen las 
problemáticas de salud mental y poblaciones asociadas a la felicidad en una muestra 
bibliográfica. La población examinada en esta investigación fue documental: libros, artículos 
de revista, trabajos de grado y artículos de investigación. Se realizó un análisis transversal 
para identificar similitudes, coyunturas, tendencias y diferencias. Se encontró que brindar 
una definición puntual, universal y precisa que pueda constituir un principio soberano de lo 
que es la felicidad resulta complejo; no obstante, pese a su indeterminación, la psicología 
encontró importante apoyo en corrientes como la hedónica y la eudaimónica de la filosofía, 
o inclusive en pensadores particulares propiamente dichos. De allí resultaron concepciones 
acerca de la felicidad como: un fin, un bien, una virtud, una experiencia placentera, un estado, 
el resultado de una evaluación subjetiva, bienestar psicológico, bienestar subjetivo, bienestar 
propiamente dicho; una emoción o un afecto positivo, un logro, un camino o una forma de 
recorrerlo. Se recomienda hacer revisión del fenómeno imperativo cultural que empuja hacia 
la felicidad, así como hacia el positivismo, pues parece que tiene implicaciones clínicas 
importantes. Así mismo llevar a comprobación empírica las relaciones hasta aquí 
establecidas entre felicidad y otros elementos y realizar una revisión teórica juiciosa que 
permita realizar la distinción entre términos como felicidad y bienestar; felicidad y placer; 
felicidad y optimismo; felicidad y positividad. 
Palabras clave: Felicidad, Salud mental, Psicología, Hedonismo, Eudaimonía. 
Abstract 
The present research is a journey through the characteristics of happiness and related 
concepts according to the developments of psychology. It describes the conceptualizations, 
related concepts, mental health problems and populations associated with happiness in a 
bibliographic sample. The population examined in this research was documentary: books, 
journal articles, grade papers and research articles. A cross-sectional analysis was carried out 
to identify similarities, conjunctures, trends and differences. It was found that providing a 
specific, universal and precise definition that could constitute a sovereign principle of what 
happiness is, its complex; However, despite its indeterminacy, psychology found important 
support in currents such as the hedonic and the eudaimonic of philosophy, or even in 
particular thinkers themselves. From there resulted conceptions about happiness as: an end, 
a good, a virtue, a pleasant experience, a state, the result of a subjective evaluation, 
psychological well-being, subjective well-being, well-being; an emotion or a positive affect, 
an achievement, a way or a way to go through it. It is recommended to review the cultural 
imperative phenomenon that pushes towards happiness, as well as towards positivism, since 
it seems to have important clinical implications. Likewise bring to empirical verification the 
relationships established here between happiness and other elements and perform a judicious 
theoretical review that allows to make the distinction between terms such as happiness and 
well-being; happiness and pleasure; happiness and optimism; happiness and positivity. 
Keywords: Happiness, Mental health, Psychology, Hedonism, Eudaimonia. 
 
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UN RECORRIDO POR LAS DEFINICIONES DE LA FELICIDAD Y SUS 
IMPLICACIONES 
 
Introducción 
 
Hoy por hoy, el ser humano se las ve de alguna u otra manera con el asunto de la felicidad. 
Ya sea a partir de una pregunta particular o víctima del bombardeo mediático que insta a 
ser feliz. Pese a que siempre se ha pensado que hay en los miembros de la especie humana 
una tendencia natural hacia la felicidad, como uno de los fines más loables propios de la 
existencia ¿Hasta qué punto realmente se puede dar una definición de tal fenómeno? 
Habitualmente, cuando en una conversación se pregunta a otro sujeto por su felicidad, 
podrá responder, efectivamente, si es feliz o no y por qué, diciendo en relación a este 
último punto una serie de manifestaciones empíricas que su propia experiencia le ha 
indicado le producen felicidad. Aunque allí ya de por sí aparece una dimensión 
especialmente subjetiva, es, sobre todo, cuando la pregunta por definición emerge que 
aparecen un sinfín de respuestas imaginables. Es paradójico, pues a pesar de que 
aparentemente todo el mundo tiene que ver con la felicidad, probablemente la ha 
experimentado, puede dar cuenta de algunas experiencias relacionadas con la misma, puede 
señalar que cierto tipo de personas es más feliz que otras, aún con todo eso no exista una 
suerte de principio universal que determine su definición. 
 A continuación, el lector se encontrará con un recorrido por los intentos de 
definición de este concepto al interior de la psicología que, empero, se ha apoyado en otras 
disciplinas para tal fin. Seguidamente, se topará con algunas de las implicacionesque este 
fenómeno puede tener, así como los conceptos que se han relacionado con la felicidad a lo 
largo de la literatura, inclusive, para definirla a partir de los mismos. Finalmente, hallará 
una aproximación más contextual, a saber, qué relación tiene la felicidad con cierto tipo de 
poblaciones y otros fenómenos, específicamente, aquellos que se constituyen como 
problemáticas de la salud mental propiamente dicha. Este recorrido, aunque no garantiza 
brindar una respuesta última, permitirá mostrar un estado de la cuestión sobre la felicidad 
en la disciplina psicológica y abrirá, así mismo, la posibilidad de generar interrogantes que 
permitan seguir pensando este asunto con un lente crítico. 
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Memoria metodológica 
 
Planteamiento del problema 
La felicidad es un fin o propósito que busca alcanzar o mantener el ser humano 
(Freud, 1930). Sin embargo, el concepto de felicidad es tan indeterminado que a pesar de 
que todos quieren alcanzarla no pueden decir de forma definitiva y sistemática cómo 
hacerlo (Kant, 1785). A pesar de ello, hay un evidente interés académico y cultural en el 
asunto de la felicidad, que va desde lo individual a lo colectivo, enlazando la felicidad a 
distintas variables y constructos que parecen influir en la felicidad y viceversa. En lo que 
respecta a la felicidad, se han realizado diferentes estudios desde distintas disciplinas, 
pasando del terreno de la reflexión filosófica a estudios científicos propiamente dichos. Es 
por ello que la psicología en los últimos años se ha sumado al estudio de la misma, 
estableciendo correlación con sus constructos más habituales como se podrá ver a lo largo 
de la presente revisión. 
Ahora bien, a nivel internacional, destaca la participación de oriente medio en la 
investigación sobre felicidad y variables asociadas. Es así como, una indagación realizada 
en Turquía por Sariçam (2014) se propuso evaluar la relación entre felicidad subjetiva y 
esperanza en 435 estudiantes universitarios utilizando para este fin la Escala de Esperanza 
Integrativa y la Escala de Felicidad Subjetiva (SHS). De este modo, observó que los 
elementos que más se relacionan con la felicidad subjetiva de forma positiva son la 
confianza, el optimismo frente al futuro y las relaciones sociales, así como los factores de la 
esperanza, resaltando que la ausencia del factor perspectiva tenía una correlación negativa 
con la felicidad subjetiva. 
 Al mismo tiempo, Tabrizi & Akbari (2014) en la ciudad de Rasht, Irán, revisaron la 
relación entre felicidad y calidad de vida, y la salud psicológica en 150 mujeres, estudiantes 
de segundo grado de bachillerato a través de tres cuestionarios: OHI, WHOQOL-100 y 
RspwB. Hallaron que existe una relación significativa entre felicidad, calidad de vida y 
salud psicológica, siendo esta una relación directamente proporcional. Adicionalmente, en 
Pakistán, Shafiq et al (2015) exploraron la relación entre felicidad y salud mental en 100 
estudiantes universitarios (70 mujeres, 30 hombres). Para ello, utilizaron el GH-12 y la 
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SHS como instrumentos de recolección, lo que les permitió establecer, en consonancia con 
el estudio de Tabrizi & Akbari (2014), que existe una relación directamente proporcional 
entre felicidad y salud mental, sin diferencias significativas por género. 
Mientras tanto, en lo que respecta al contexto hispanoparlante también hay 
diferentes revisiones recientes. Para ilustrar mejor, en un estudio realizado en España 
(Panadero et al, 2013) con personas sin hogar se revisó la felicidad general manifestada por 
esta población. Contó con una muestra de 235 participantes y recolectó la información a 
través de una entrevista. Es así como hallaron que, en Madrid, el 46,7% las personas sin 
hogar se consideran felices. Simultáneamente el 21,2% se consideraba infeliz; así como el 
28,5% dijo no ser “ni feliz ni infeliz”. Así mismo, determinaron que las variables asociadas 
a la felicidad en esta población son la percepción de apoyo social, el estado salud, las 
expectativas de futuro y ser religioso, lo que contrastaba con estudios en la población 
general donde el nivel de ingreso y las redes sociales parecen un factor determinante en el 
bienestar y la felicidad. También en el país vasco, López et al (2017), realizaron un estudio 
cualitativo con 48 docentes de básica primaria sobre la percepción que tienen de felicidad-
bienestar a través de entrevistas con un enfoque de psicología positiva. De donde resultó 
que la percepción de los profesores es que la felicidad no depende del nivel de ingresos, de 
lo laboral, tener pareja o ser joven, sino que resaltaron la personalidad y el factor genético-
ambiental como determinantes de la felicidad. 
Ese mismo año, Morán et al (2017) desarrollaron una investigación acerca de la 
relación entre la felicidad y los rasgos-tipos de personalidad en 378 universitarios 
españoles, a través de la escala PANAS (afecto positivo/negativo), el cuestionario NEO-
FFI (dimensiones de personalidad) y la SWLS (escala de satisfacción con la vida por sus 
siglas en inglés). De esta forma, encontraron que quienes puntuaron alto en la categoría de 
autorrealización en el PANAS son quienes experimentan un mayor nivel de felicidad, aquí 
equiparado a bienestar subjetivo, en contraste con quienes se aproximaban a la categoría de 
autodestrucción que, al parecer, su capacidad de sentir felicidad era inferior. Además, 
encontraron una relación entre felicidad y neuroticismo bajo con alta extraversión, 
componentes que constituyen la personalidad resiliente o auto-constructiva en términos de 
la NEO-FFI. 
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Al mismo tiempo, Herrera & Perandones (2017) en Badajoz, España, estudiaron 
también la relación entre felicidad subjetiva y personalidad, combinando además sentido 
del humor, en 454 docentes de los cuales el 65.6% eran mujeres. Los instrumentos que 
utilizaron fueron la SHS, la MSHS (sentido del humor) y el BFI-10 (personalidad). Acorde 
con el estudio de Morán et al (2017) encontraron una correlación inversamente 
proporcional entre neuroticismo y felicidad, al igual que una correlación directamente 
proporcional entre el rasgo de personalidad extraversión, ligado al sentido humor, y 
felicidad en los docentes. No obstante, en este estudio también hallaron que el sentido de 
responsabilidad de los docentes y una actitud de apertura hacia experiencias vitales 
contribuyen a experimentar felicidad. 
Por su parte, y dando paso al contexto latinoamericano, Muratori et al (2015) 
realizaron un estudio comparativo sobre felicidad y bienestar psicológico entre España y 
Argentina, contando con 193 argentinos y 162 españoles residentes en su respectivo país, 
con el ánimo de realizar una aproximación a la incidencia de variables sociodemográficas y 
la mediación de la felicidad en función del bienestar psicológico. Para ello aplicaron las 
escalas de Felicidad subjetiva y de Bienestar psicológico. De esta forma, establecieron que 
al parecer los españoles son más felices y los argentinos cuentan con mayor bienestar 
psicológico, aunque en general, en ambos países se evidencian altos niveles de felicidad y 
satisfacción con la vida, lo que concordó con otras investigaciones de esa misma línea. Así 
mismo, encontraron que probablemente la felicidad es un importante mediador en las 
relaciones interpersonales e influye en los niveles de bienestar psicológico. 
Igualmente, en un estudio realizado por Gerstenbluth et al (2008) en la región de 
Río de la Plata que agrupa población de Argentina y Uruguay, utilizando un modelo Probit, 
determinaron la probabilidad de que un individuo sea feliz y las variables que se 
correlacionan a ello. Para este propósito utilizaron medidas auto-reportadas de satisfacción 
con la vida y estado de salud individual. De este modo, encontraron que el principal 
determinante de la felicidad es el estado de salud, por lo que tener una buena saludaumenta 
entre 31% y 46% la probabilidad de ser feliz en población uruguaya y entre 15% y 27% en 
población argentina. Así mismo, concluyen que el nivel de ingreso tiene un impacto 
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importante en la felicidad, en contraste con la baja influencia que tiene sobre el estado de 
salud. 
De igual modo, en Bolivia, Mercado (2014) indagó sobre el concepto de felicidad 
en 40 jóvenes universitarios a través de una entrevista semi-estructurada. De ahí resultó que 
una parte de la población veía la felicidad como un estado duradero, independiente de 
factores externos mientras que la otra parte lo entendía como una consecuencia, es decir, un 
sentimiento agradable y pasajero, producto de una experiencia particular, siendo 
fundamentalmente las mujeres las que apuntan a esta visión. Cabe destacar que al igual que 
otras de las investigaciones aquí presentadas, el autor resalta la filiación como elemento 
crucial en la felicidad para la población investigada. Por otro lado, Moyano (2017) 
identificó la relación entre estrategias de enfrentamiento, salud mental y felicidad en 162 
empleados de una universidad que se hallaba en un proceso de huelga. Para ello, utilizó 
como instrumentos la escala de felicidad subjetiva y estrategias de enfrentamiento junto con 
la escala de Goldberg, encontrando que la salud mental y la felicidad están relacionado con 
el uso del humor, hallazgo similar al de otras investigaciones. Igualmente encontraron que 
la salud mental y la felicidad no tienen variación dependiendo del nivel de escolaridad 
académica entre los trabajadores. 
Por otra parte, en Costa Rica, Núñez et al (2015) investigaron la relación entre 
felicidad y autoestima, con un enfoque de psicología positiva, en 55 estudiantes de la 
licenciatura en enfermería intercultural. Para ello aplicaron la escala de autoestima de 
Robenberg y la escala de felicidad de Lima. De este modo, hallaron que existe una relación 
importante entre autoestima y felicidad sobre todo en los puntos de satisfacción para la vida 
y alegría de vivir. No obstante, en el punto de sentido positivo de la vida se encontró una 
relación negativa. Así pues, concluyen que la autoestima es un elemento que puede predecir 
de la felicidad. Utilizando el mismo instrumento, Castilla et al (2016) realizaron un estudio 
descriptivo comparativo, sobre la felicidad y sus diferencias según sexo y edad en 402 
estudiantes universitarios peruanos, manteniendo una proporción equitativa de hombres y 
mujeres. Los resultados encontrados apuntan a que las mujeres son más proclives a sentir 
felicidad, así como una correlación directamente proporcional entre edad y felicidad, a 
mayor edad, mayor felicidad. A su vez, Rodríguez et al (2017) usaron dicha escala en 
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población mexicana para realizar una evaluación psicométrica de la misma, revisando qué 
tanto puede medir la felicidad en otras poblaciones. Para ello se valieron de dos muestras 
heterogéneas de 600 personas cada una. A pesar de que su objetivo era la validación 
psicométrica del instrumento, encontraron que, para esta población, la felicidad más que 
una experiencia, es sobre todo una actitud socialmente aprendida y que tiene un alto 
componente adaptativo en esa cultura. 
En esta misma línea, Vera et al (2011) evaluaron las propiedades psicométricas de 
la escala de felicidad subjetiva realizando dos aplicaciones con distintos objetivos, en un 
primer momento con 300 participantes y posteriormente con 779 con el ánimo de establecer 
la validez y confiabilidad del instrumento para la población chilena. Además, examinaron 
la convergencia de este instrumento con otros como la escala de depresión de Beck, 
cuestionario Big Five y cuestionario de optimismo disposicional. Así pues, concluyen que 
los resultados obtenidos apuntan a adecuadas propiedades psicométricas del instrumento 
para medir la felicidad, resaltando que la media de felicidad aumenta en la población adulta 
respecto a la adolescente. En el mismo país, Pavez et al (2012) revisaron los factores 
protectores y de riesgo asociados a la ansiedad en 711 personas de la ciudad de Santiago de 
chile, aplicando para ello 4 escalas que miden ansiedad, depresión, felicidad y optimismo. 
Es así que resaltan la felicidad junto con el optimismo, aunque con menor impacto, como 
los principales factores protectores frente a los dos tipos de ansiedad (rasgo y estado), 
hecho que los autores resaltan que concuerda con otras investigaciones recientes, así como 
el papel que juega la depresión como factor de riesgo. 
Por su parte, Carrasco y Sánchez (2008), afirmando que en la cultura mexicana es 
observable la intensidad con la que el amor y la felicidad se viven, así como la dependencia 
de estas variables ligada a los grupos de referencia, exploraron en 105 adultos de la capital 
de ese país la relación entre experiencias emocionales de felicidad y amor a través de 
preguntas abiertas. De ahí resultó a nivel cognoscitivo que tanto la felicidad como el amor 
modulan de forma positiva la recepción y la interpretación de los acontecimientos; así 
mismo, a nivel afectivo produce “alegría, optimismo, bienestar, tranquilidad y buen sentido 
del humor” (p. 34). Por último, a nivel conductual destaca la tendencia a relacionarse 
directamente proporcional con el estado de felicidad. 
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En esta misma ciudad Sánchez & Méndez (2011) exploraron las diferencias 
respecto al sexo y relaciones entre elementos que median en la felicidad y el bienestar 
subjetivo, tales como cultura, recursos personales, auto-monitoreo y regulación emocional 
en diferentes esferas de funcionamiento de 203 estudiantes universitarios (102 hombres, 
101 mujeres) mediante la utilización de diez instrumentos diseñados, para medir las 
variables intervinientes en la experiencia de felicidad. De este modo, encontraron, al igual 
que en otras investigaciones, una facilidad por parte de las mujeres para el entendimiento 
de la emoción, así como para su expresión, hecho que además concuerda con un alto 
puntaje en extroversión encontrado en otras investigaciones. Sin embargo, no se encontró 
una correlación significativa de este hecho con el bienestar subjetivo. En contraste, 
resaltaron una dificultad para la expresión emocional en los hombres que sí mostró una 
relación positiva con el bienestar subjetivo. En consonancia con otras investigaciones, 
encontraron también en las relaciones interpersonales un factor influyente en la felicidad, 
aunque los hombres resaltaron el rol de los amigos y las mujeres el de la pareja. 
También en México, Pozos et al (2013) estudiaron el significado de felicidad en 
general y la felicidad en pareja, además de sus diferencias por sexo y estado civil en 200 
personas que sostenía una relación de pareja (100 hombres, 100 mujeres), de las cuales 82 
estaban casadas. Como resultado, exponen que independiente del sexo y del estado civil la 
población resalta el papel del amor, la familia, la pareja, los hijos, los amigos y los bienes 
materiales como factores influyentes para la felicidad en general. En cuanto a ser feliz con 
la pareja, observaron que las mujeres refieren el tiempo y los hombres la convivencia. Por 
otra parte, las personas casadas refirieron elementos como los hijos, los padres y el 
compromiso como factores que aumentan la felicidad en contraste con aquellos que tienen 
noviazgo que resaltan elementos como divertirse, convivir y tener relaciones sexuales. En 
el mismo país, Nava & Ureña (2017) abordaron las valoraciones con énfasis en los 
dominios semánticos de un grupo de 264 adolescentes acerca de lo que significa ser feliz. 
Encontraron que los adolescentes relacionan la felicidad con atributos personales, entre los 
que destaca la salud como principal eje de la felicidad, aunque también mencionaron la 
importancia de tener familia y amigos para ser feliz. Debido a esto, determinaron que esta 
población tiene dominios semánticoscon un valor suficiente valiosos para cultivar una vida 
dichosa. 
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Finalmente, en cuanto a Colombia, Amigó & Hernández (2012) estudiaron la 
relación entre felicidad, euforia, depresión, ansiedad y hostilidad en 557 residentes del 
departamento de Arauca, utilizando un instrumento para medir cada variable. De este 
modo, confirmaron que la naturaleza de la felicidad es tanto estable (rasgo) como 
transitoria (estado). Así mismo, encontraron que la felicidad está inversamente relacionada 
con la ansiedad, la depresión y la hostilidad (emociones negativas). Por último, se adhieren 
a las conclusiones de otros estudios que apuntan a la relación entre felicidad y los factores 
de personalidad extraversión (positivamente) y neuroticismo (negativamente). Ese mismo 
año, Álvarez (2012) investigó las creencias acerca de la felicidad en 600 adultos de la 
ciudad de Bucaramanga a través de la validación de una escala. De esta manera, estableció 
que la felicidad es un constructo multidimensional atravesado por una naturaleza 
biopsicosocio-cultural, con elementos positivos y negativos que coexisten brindando la 
posibilidad de un carácter estable y otro transitorio, conclusión similar a la que llegan otros 
estudios. 
Ahora bien, a pesar de que la felicidad ha sido estudiada ampliamente en los últimos 
años por la psicología, es de suma importancia precisar las características de la felicidad 
para esta disciplina, además de su relación con otros constructos abordados por la 
psicología misma, como los expuestos hasta este punto. Es así, como el presente ejercicio 
se propone resolver la pregunta: 
Pregunta de investigación 
¿Cuáles son las características de la felicidad y los conceptos asociados a esta según los 
desarrollos de la psicología? 
Justificación 
Siendo la felicidad uno de los temas que ha despertado más intereses de la 
psicología, puntualmente de la psicología positiva, es menester, precisar las características 
de la misma, así como revisar factores que a lo largo de la investigación se han asociado a 
este concepto, como el bienestar subjetivo o incluso la misma salud mental. De este modo, 
se ampliará la visión sobre este eje, ganando terreno para la psicología frente a otras 
disciplinas, como la filosofía, que ha sido la que principalmente se ha preocupado por 
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abordar la felicidad. Lo que simultáneamente permite generar interrogantes para posteriores 
revisiones sobre este concepto, permitiendo además, el diseño de programas y proyectos de 
intervención para las poblaciones contando con dicha base conceptual, que las 
investigaciones han mostrado como factor protector frente a distintas problemáticas o que 
correlaciona positivamente con otros factores. 
Objetivos 
General 
Identificar las características de la felicidad y conceptos relacionados según los desarrollos 
de la psicología en una muestra bibliográfica. 
Específicos 
Describir las conceptualizaciones de felicidad según los desarrollos de la 
psicología. 
Identificar los conceptos relacionados a la felicidad según los desarrollos de la 
psicología. 
Reconocer las problemáticas de salud mental y tipo de población asociadas a la 
felicidad según la muestra bibliográfica revisada. 
 
Marco conceptual 
Definir la felicidad, decía Kant (1785), no es fácil, en tanto este es un concepto muy 
indeterminado que los elementos que permiten definirlos son de naturaleza empírica, es 
decir, parten de la experiencia. Kant desliga la felicidad de diferentes elementos como la 
riqueza, pues esta podría traer consecuencias como la envidia y las conspiraciones en contra 
de la integridad de quien las posee. Así mismo la separa del conocimiento y del saber, pues 
afirma que una visión más aguda de los hechos podría revelar males ocultos para el sujeto y 
que no podrá evitar, así como deseos o imperiosas necesidades que ya bastante le dan qué 
hacer. Igualmente lo aleja de la salud y una larga vida, pues estas no son garantía de una 
existencia alejada de la miseria. Por lo que resalta que la felicidad no puede ser determinada 
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por un principio, porque para tal cosa sería indispensable la omnisciencia. Es por ello que 
no existe un imperativo que direccione la realización de determinadas cosas que conduzcan 
a la felicidad. Así para definir la felicidad se debe acudir a consejos empíricos derivados de 
la experiencia particular de cada sujeto, que, de cierto modo, apuntan al bienestar. Es así 
como la idea de felicidad exige un máximum de bienestar en el estado actual y en todo 
estado futuro. 
La psicología desde una de las más recientes tendencias como lo es la psicología 
positiva ha definido la felicidad como “un estado de satisfacción, más o menos duradero, 
que experimenta subjetivamente el individuo en posesión de un bien deseado” (Alarcón, 
2009, p. 137). 
Metodología 
Enfoque metodológico 
El paradigma en el que se adscribió esta investigación fue el interpretativo, según 
Krause (1995), en este paradigma se postula principalmente una realidad que depende de 
los significados que las personas le atribuyen a cada cosa, básicamente desde este 
paradigma la realidad social se construye a través de significados, en este caso, significados 
acerca de la felicidad y los conceptos asociados a esta a la luz de la psicología. Así pues, la 
tarea del investigador desde el paradigma interpretativo, no es más que un estudio detallado 
del proceso de interpretación que los actores sociales hacen de su realidad, haciendo énfasis 
en el proceso de comprensión del investigador. 
Diseño metodológico 
El diseño metodológico privilegiado para este proyecto fue el cualitativo, en el cual 
se concibe la investigación como el conjunto de procedimientos que propician la 
construcción de conocimiento sobre la base de conceptos. Lo cualitativo, se refiere 
principalmente a la cualidad de las descripciones, relaciones y desarrollo de características 
específicas del objeto de estudio (Krause, 1995). 
 
 
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Estrategia metodológica 
La estrategia metodológica fue el Estado del arte, ya que lo que se pretendía era 
hacer una exhaustiva revisión bibliográfica de la felicidad. En el estado del arte se rescata y 
se difunde de manera reflexiva el conocimiento acumulado sobre un objeto de estudio 
determinado. Este tipo de investigación se hace sobre la producción teórica existente sobre 
el tema elegido para exponer la lógica y la dinámica que se presentan en la explicación, 
descripción o interpretación del fenómeno en cuestión (Vélez & Galeano, 2002). 
Ahora bien, Vélez y Galeano (2002) hacen una aclaración importante y es el hecho 
de nombrar de manera específica lo que es un estado del arte sobre fuentes documentales en 
investigación cualitativa, al respecto nos dicen que es un intento de revelar las relaciones y 
conexiones temáticas presentes en los materiales documentales que se encuentran sobre el 
tema específico, se pueden también señalar vacíos y necesidades haciéndolos accesibles a 
la comunidad académica. 
Unidad de análisis 
Características de la felicidad y conceptos relacionados 
Categorías de análisis 
 Conceptualización de felicidad: consta de las ideas y relaciones establecidas por 
autores de la psicología y el psicoanálisis alrededor de este eje. 
 Identificación de variables asociadas: se trata de puntualizar y describir las variables 
asociadas a la felicidad y qué tipo de relación guardan. 
 Problemáticas de salud mental y población asociada a la felicidad: se trata de 
reconocer problemáticas de salud mental asociadas al estudio de la felicidad y 
poblaciones asociadas a esta. 
Técnicas de recolección y análisis de datos 
La técnica de recolección de datos empleada en este proyecto fue la Matriz 
Bibliográfica y de Contenido, la cual se encuentra basada en una propuesta del grupo de 
investigación de la Universidad de Antioquia Psyconex: Psicología, Psicoanálisis y 
Conexiones,se trata de un instrumento en Excel que permite introducir los diferentes 
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textos que conforman el universo de la investigación -incluye libros, artículos de revista, 
trabajos de grados, etc.- para posteriormente ser aplicados los criterios de inclusión y 
exclusión para su ulterior análisis. 
Por su parte, la técnica de análisis de datos que fue tomada como referencia es una 
Matriz Analítica de Contenido, también propuesta por el grupo Psyconex, siendo esta un 
instrumento que se diseñó en Excel, la cual permite relacionar los textos de la muestra con 
las categorías de análisis y posibilita la organización de la información de tal manera que se 
facilite su lectura y análisis (Gómez, Jaramillo & Galeano, 2015). 
Población y muestra 
Población: La población a utilizar en esta investigación fue documental, 
específicamente libros, artículos de revista, trabajos de grado y artículos de investigación. 
Muestra: Para seleccionar los textos pertinentes para la matriz bibliográfica se tuvo 
en cuenta los siguientes criterios: 
 La felicidad como tema central, este parámetro con el fin de reducir los resultados 
de búsqueda lo más posible y garantizar la pertinencia de los textos. 
 La accesibilidad de los textos fue un asunto fundamental en la búsqueda y revisión 
de los artículos, pues este criterio permitió que el material bibliográfico utilizado 
fuera de fácil acceso de manera digital. 
Descripción de las fases del proceso metodológico 
El proceso metodológico que se desarrolló en la investigación es el propuesto por 
Gómez, Galeano y Jaramillo (2015): 
 La planeación: En este momento de la investigación se tuvieron en cuenta todos los 
requisitos administrativos para la realización de la investigación, se delimitó el tema 
a investigar y se realizó el primer acercamiento documental para elegir fuentes 
relacionadas con el tema. La lectura del tema permitió al investigador tener un 
panorama más claro sobre lo que desea investigar con ellos pudo plantear la 
pregunta, la justificación, los objetivos y el marco conceptual. 
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 Diseño y gestión: En este momento de la investigación se estableció el universo, la 
muestra y las categorías de análisis; también se realizó una lectura lineal del 
material encontrado. 
 Análisis, elaboración y formalización: En esta última fase se realizó un análisis 
transversal para identificar las similitudes, coyunturas, tendencias y diferencias que 
permitieron responder a cada objetivo específico y, por ende, al objetivo general. 
También consistió en la escritura del informe final y la socialización ante la 
comunidad científica. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Conceptualización de felicidad: manifestaciones empíricas y principios teóricos 
 
Al parecer, desde muy temprano en la historia, el ser humano se ha cuestionado, por 
diversos asuntos relacionados con su existencia, haciendo un esfuerzo por explicarse 
aquello que le sucede en la misma, en últimas, tratando de bordear con palabras allí donde 
advino la experiencia. Aunque es difícil precisar el momento histórico en que la pregunta 
formal del hombre por la felicidad emerge, esta es vista por algunos autores como la 
aspiración milenaria de la humanidad. Paradójicamente, no hay una definición última que 
sea lo suficientemente satisfactoria para todos, aunque su componente de deseabilidad 
social es clara para cualquiera (Sánchez & Méndez, 2011). Inclusive, algunos autores 
(Carrasco & Sánchez, 2008) afirman que el hombre es egoísta e implacable en su búsqueda. 
Ahora bien, a través de distintas disciplinas y doctrinas, la humanidad ha tratado de 
cernir la definición de la felicidad. En la muestra bibliográfica revisada, se evidencia que, 
cronológicamente, las primeras formas de pensamiento en dar una respuesta fueron la 
filosófica y la religiosa. Para los antiguos filósofos representaba el mayor bien y la 
motivación esencial para toda acción humana (Pulido, 2018). Sin embargo, aún hoy la 
disciplina psicológica se ha apoyado allí para entender la felicidad, utilizando para su 
investigación frecuentemente marcos teóricos filosóficos, en lugar de definiciones 
conceptuales construidas al interior de la psicología. 
Así pues, tal apoyo parte desde Sócrates (Citado en Nava& Ureña 2017), quien 
afirmaba que los seres humanos desean siempre lo bueno, ligando la felicidad a la posesión 
de bienes, aunque allí Platón (Citado en Nava & Ureña, 2017), quien lleva registro del 
pensamiento socrático a través de los diálogos, no especifica el tipo de bienes al que se 
refiere: “Habíamos convenido –recordé- que si poseyésemos muchos bienes seríamos 
felices y dichosos” (p. 444). No obstante, Platón desarrolla una línea de pensamiento 
diversa a la de su maestro, proponiendo que la felicidad consistía en un estado a través del 
cual el alma tiene un encuentro con Dios. En su posición dualista cuerpo/alma, es sobre esta 
última donde cae especial peso cuando se trata de alcanzar la felicidad, para lo que propuso 
19 
 
que si el alma se dedica a actividades superiores del intelecto como la contemplación1, 
tenderá por tanto a una vida feliz (Brisson, citado en Nava& Ureña, 2017). 
Si bien estos dos pensadores asocian la felicidad con la posesión de bienes, luego 
con la actividad intelectual, esto advierte muy pronto del núcleo problemático de la 
cuestión y es precisamente la complejidad de la definición del concepto, pues se puede dar 
cuenta de los diversos factores que se asocian al ser feliz, que habitualmente tienen gran 
trascendencia en cada sujeto, lo que les ha vuelto estudio de diversas áreas del 
conocimiento; sin embargo, esto va un poco más allá y permite deducir un carácter 
práctico, es decir, si se hacen ciertas cosas, se alcanzará el estado de felicidad. A ello se 
anuda el planteamiento de Aristóteles, que junto al de Platón, propone la felicidad como 
una bondad, a saber, una inclinación natural hacia el bien, y la virtud, que hace referencia al 
control emocional (McMahon, 2006 citado en Carrillo et al, 2014). 
Sobre este último punto hay otro elemento a resaltar y es que otra acepción que 
tienen las virtudes consiste en el desarrollo armónico de ciertas capacidades que permiten a 
los seres humanos enfrentarse con algunas circunstancias de la vida (Domínguez, & Ibarra, 
2017). No obstante, como afirma Lyubomirsky, (Citado en Núñez et al 2015) Aristóteles 
hace una apuesta más allá afirmando sobre la felicidad que es el fin último al que aspira el 
hombre; no obstante, aquí la felicidad no es reducida al placer, los honores o la riqueza, 
sino que se presenta como una forma de ser acorde al sistema de valores de una cultura 
particular (Silva, citado en Sánchez & Méndez, 2011). 
En concordancia con su antecesor Sócrates, Aristóteles también ubica la felicidad en 
la dinámica de los bienes; sin embargo, considera ésta no sólo como un fin, como se 
planteó previamente, sino como un bien en sí misma, hay que decir también, que la 
consideró el más excelso de los bienes en lo concerniente a la actividad humana (Nava& 
Ureña 2017) y como la única cosa que pena alcanzar en vida como señala García (2010) 
quien además asevera que alcanzar una felicidad duradera depende del cultivo de los 
talentos y capacidades, en otras palabras, ir siguiendo la senda del desarrollo de las 
 
1 Contemplación es la traducción latina de la palabra griega “teoría” 
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virtudes, donde resalta el rol crucial de la familia y los gobiernos para generar entornos que 
favorezcan esta posibilidad. 
 Del mismo modo, al interior de la filosofía surgen dos corrientes de pensamiento 
que pensaron la felicidad: la hedonista, de donde destaca el pensamiento de Epicuro de 
Samos, y la eudaimónica que surge a partir del pensamiento aristotélico en relación al 
desarrollo de las virtudes. A pesar de que ambasformas de pensar la felicidad constituyen 
una línea de investigación que parece estar íntimamente relacionada por un equivalente 
proceso psicológico de estudio, al parecer la diferencia se halla fundamentalmente en que 
los indicadores para determinarla, empíricamente, resultan diversos. (Blanco & Díaz, 
citados en López et al, 2017). Sobre esta aparente contraposición, ya había señalado Fierro 
(2008) que hay que remontarse al léxico griego para entender que hedonismo proviene de 
hedoné que quiere decir placer, y eudaimonía se ha traducido generalmente como felicidad 
o inclusive, bienestar. Sin embargo, tal traducción no parece ser la más precisa del término, 
por lo que algunos han propuesto florecimiento personal o prosperidad en su lugar (Fierro, 
2008). 
 En este orden de ideas, la corriente hedonista, considera la felicidad como la suma 
de momentos placenteros, así como la satisfacción de los deseos de forma inmediata 
(Domínguez & Ibarra, 2017). Ryff y Keyes (Citados en Sánchez & Méndez, 2011), 
arriesgan a proponer un rasgo universal de la felicidad a partir del pensamiento de esta 
corriente, es decir una característica más o menos transversal a todas las culturas, pues 
exponen que, en términos generales, los seres humanos prefieren lo placentero sobre 
aquello que no lo es. La felicidad quedaría condicionada entonces a la consecución de 
experiencias placenteras. Este planteamiento había sido esbozado ya por Arístipo, a la 
altura del cuarto siglo antes de cristo, proponiendo que el objetivo de la vida debe ser 
experimentar la mayor cantidad de placer, siendo la felicidad el conjunto de momentos de 
esta índole (Moccia, 2016). 
Cabe mencionar que, Sariçam (2016) separa estos dos elementos como tiempos 
lógicos al interior de la felicidad. El primero de ellos lo denomina el nivel hedónico que se 
trata del nivel de ciertos efectos que llevan al individuo a calificar una experiencia como 
agradable. En segundo lugar, pone un componente cognitivo a lo que denominó 
21 
 
contentamiento, que hace referencia al grado en que una persona percibe que su aspiración 
se cumple. Es así como, desde la perspectiva hedonista, sólo se puede dar cuenta de la 
felicidad de forma retroactiva, es decir, realizando una revisión al conjunto de experiencias 
placenteras conseguidas, lo que da por resultado un cómo los individuos se sienten acerca 
de sus vidas. En esta vía, Kahneman (citado en Baptista et al 2016) se interesó por revisar 
qué podría hacer que las experiencias o incluso la vida misma fuese grata o no. Al respecto 
afirmó que se trata de maximizar las recompensas, propender por eventos relacionados con 
la obtención de algún placer y minimizar aquellos asociados al displacer o el dolor. Tal 
forma de hacer, constituye básicamente una política para el individuo que perseguirá 
activamente buenas experiencias, como refiere el autor, y buscará reducir el impacto de las 
vivencias negativas, este es el énfasis esencial del pensamiento hedónico, en últimas, 
aumentar la frecuencia de momentos placenteros o sentimientos de placer, buscando 
obtener lo que cada quién desea (Baptista et al 2016). 
Algo semejante hicieron Andrews y Withey (citados en Sánchez & Méndez, 2011) 
al definir las características de lo que denominarían, en esta lógica, como una experiencia 
interna positiva, es decir, el equivalente a ese momento de evaluación de momentos 
placenteros de forma retroactiva. Señalaron que tal experiencia consta de una emoción 
placentera, cierto nivel de satisfacción vital y la ausencia de sentimientos negativos. 
Posteriormente, a estos puntos, Ryff (citado en Sánchez & Méndez, 2011) agregaría 
autorealización y crecimiento personal. Estas aseveraciones de alguna manera, aunque 
parecen relacionarse con la lógica hedonista de búsqueda de placer, constituyen un nivel 
más abstracto, pues implica un nivel de subjetivación mayor. En otras palabras, no parece 
ser posible equiparar la búsqueda de placer y evitación del displacer hedonista, a la 
autorealización. Así mismo, es posible que no todas las experiencias placenteras, traigan 
consigo crecimiento personal. 
En efecto, otros autores como Feather y Newton (citados en Álvarez, 2015) han 
realizado apreciaciones que asocian a la corriente hedonista una concepción de felicidad en 
términos de desapego y liberación espiritual, proponiendo además una visión de la 
existencia como provisional, relativa y probabilística. Exponen que la lógica hedonista 
tiene cierta relación con la impulsividad en tanto aspira a la consecución de experiencias 
22 
 
placenteras, en últimas, satisfacción de los deseos y necesidades, sin restricciones 
aparentes, es decir, seguir los instintos (Álvarez, 2015). 
De igual manera, algunos autores han visto lo hedónico simplemente como un 
componente de la felicidad, es decir, únicamente la consecución hedonista de experiencias 
placenteras no basta para dar cuenta de lo que la felicidad es. Al parecer, la búsqueda de 
experiencias placenteras del hedonismo, aunque tiene un indicativo práctico importante 
sobre cómo alcanzar aparentemente la felicidad, no realiza de forma explícita una 
definición de la felicidad, simplemente la presenta como una consecuencia de la búsqueda y 
obtención de tales vivencias, vale decir, si logran el efecto esperado, es la felicidad. De 
hecho, el pensador inglés Jeremy Bentham en 1817 propone un principio alrededor de la 
constante búsqueda de placer hedonista y la evitación de dolor: principio de utilidad o de 
mayor felicidad (Carrillo et al, 2014) Aun así, Avia (2008) afirma que el planteamiento 
hedonista de la felicidad a pesar de mostrar efectos pragmáticos importantes, aunque de 
corta duración, es insuficiente para su comprensión. 
 En contraste, aparece entonces la corriente eudaimónica que centra su 
conceptualización en aspectos del lado de la razón. De hecho, la felicidad desde esta 
perspectiva parece complementaria a la perspectiva hedonista. Se trata pues de una 
evaluación acerca de en qué medida se han cumplido ciertas cosas en la vida de cada quien, 
cuando la valoración refleja el logro potencial individual a través de ciertas características 
personales que permiten un buen ajuste al medio (Muratori et al, 2015). Quienes son más 
cercanos a esta forma de concebir la felicidad, la entienden como un estado de plenitud y 
armonía psíquica que da cuenta de un desarrollo de las virtudes, especialmente, de la razón 
(Rodríguez et al, citados en Muratori et al, 2015). 
El énfasis de la perspectiva eudaimónica está puesto sobre el crecimiento personal y 
sentido de vida, por lo que el desarrollo de virtudes tales como ser competente, autónomo, 
auténtico, congruente y sociable, en síntesis, un constante movimiento al desarrollo de 
potencialidades personales que se encaminan en la autorealización (Baptista, 2016). Hay 
que mencionar que desde el eudaimonismo la felicidad se ha comprendido como bienestar 
psicológico, experiencia óptima, elementos relacionados con la autorealización; y plenitud 
vital (Ryff; Csikszentmihalyi; Maslow; Rogers; citados en Rodríguez, 2015). Lo anterior, 
23 
 
afirma Rodríguez (2015), es un derivado de la ética aristotélica y conduce a un estado de 
bienestar en el que están presentes la salud y el desarrollo del potencial humano a través de 
los distintos desafíos existenciales. Así mismo, David, Boniwell y Conley Ayers (citados en 
Muratori et al, 2015) proponen utilizar el término felicidad en su sentido más amplio, que 
incluya ambas corrientes y otros conceptos propios de la psicología como bienestar 
subjetivo y crecimiento personal para comprender con mayor amplitud las implicaciones de 
lo que se denomina felicidad. 
Ahora bien, hasta este punto, se ha hecho evidente la relación de la felicidad con 
distintos conceptos, aunque probablemente no se pueda equiparar la definición de todos 
estos conceptos al de felicidad. Aun así,se encuentra en autores contemporáneos y clásicos 
tal tendencia, como el caso de Spinoza (citado en Fernández & Extremera, 2009), que en 
relación a la virtud afirma que la felicidad no es un premio o consecuencia de la virtud, sino 
que se trata en sí misma de la virtud, es decir de una posición ética que propende por actuar 
acorde a proyectos ideales como el bien. Lo anterior, de cierto modo se debe a que, como 
exponen Moghnie y Kazarian (citados en Ortiz et al, 2013) la felicidad es un concepto 
delimitado contextualmente, se construye y se define en una cultura particular. Lo anterior 
debe ser revisado con detenimiento, pues las implicaciones que tiene advertirán de un 
asunto problemático del que da cuenta la bibliografía, que resulta de cierto modo 
paradójico: por un lado, se encuentra una proliferación de definiciones y por otro la 
dificultad para definirla o al menos para generalizar la definición. De allí que estos autores 
aseveren que la felicidad no constituye un universal dado, en otras palabras, un principio. 
Por otra parte, de lo que dan cuenta las investigaciones son de distintos elementos que se 
han asociado a la felicidad y es de esa relación que extraen su comprensión de la misma, 
aunque no necesariamente ello apunte a una definición. 
En consecuencia, Rodríguez (2015) cuestiona la naturaleza invariable de la 
definición de felicidad, resaltando que es un concepto simbólico polisémico de naturaleza 
ético-teleológica con una potencia psicosocial capaz de influir en el devenir de la cultura 
misma, las instituciones y los modos de vida. Aunque la pregunta por la felicidad se puede 
rastrear desde decenas de siglos atrás, su valor en las políticas públicas es relativamente 
reciente, surge como producto de la modernidad. En concordancia, Fierro (2008) expone 
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que el significado de felicidad no es el mismo en diferentes tiempos y lugares. Asevera que 
aproximadamente el 67% de la humanidad está más preocupada por asuntos relacionados 
con la supervivencia como tener comida o llegar con algo de la paga al fin de mes, y aún 
más, dice que el afán de supervivencia suele confundirse siendo elevado al estatuto de 
felicidad propiamente dicha. Conforme a lo anterior, Bertossi (citado en Hernández et al, 
2017) muestra como la complejidad para el acceso a condiciones básicas de vida digna que 
garanticen alimentación, vivienda, salud, educación, entre otras cosas que ponen de relieve 
la desigualdad contemporánea, no pueden ser más que fuentes de infelicidad. No obstante, 
Csikszentmihalyi (citado en Hernández et al, 2017) afirma que el énfasis está en la 
interpretación de tales hechos provenientes del exterior, aunque resalta que no se trata de un 
evento meramente del azar, ni que tampoco el dinero puede servir como total garante de la 
felicidad. 
Cabe señalar que esto encuentra corroboración en investigaciones realizadas con 
distintas poblaciones, pues la comparación de niveles de felicidad entre distintos grupos 
muestra diferencias culturales, etárias y de género, lo que lleva a Alarcón (citado en Vera et 
al 2011) a señalar que es probable que las elaboraciones teóricas sobre la felicidad, así 
como los instrumentos para medirla, están atravesadas por los factores culturales del país 
donde son construidas. Además, la investigación, recientemente, ha dado cuenta de que el 
uso del término felicidad en la cotidianidad tiende hacia un significado difuso, y por lo 
demás, distinto a lo que han propuesto los teóricos (Diener & Biswas, citados en Rodríguez 
et al, 2017). Tal como reveló la escala de creencias acerca de la felicidad (Álvarez, 2012), 
la felicidad es un constructo multidimensional, a saber, bio-psico-sociocultural, y con 
aspectos estables y transitorios, y no unidimensional. Además, el autor señala que la 
naturaleza de la misma puede llegar a ser contradictoria o paradójica. Del mismo modo, 
Bekhet, Zauszniewski & Nakhla (citados en Mercado 2014) afirman que la felicidad se 
presenta como un afecto positivo al que todas las personas aspiran y de cierto modo pueden 
alcanzar, su definición está atravesada por una construcción social del lugar de residencia y 
cultura de la persona, y que aún más, la persona podrá construir su propia definición con 
base en estos elementos y a partir de allí considerarse o no feliz. 
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A continuación, y teniendo en cuenta la consideración del marco cultural donde son 
construidas, se explorarán un par de ejemplos de esta aseveración, comparando algunas 
consideraciones sobre la felicidad dadas por la cultura oriental, en contraste con algunas 
propias de la cultura occidental, con el ánimo de establecer enlaces y desenlaces entre las 
mismas de ser posible. En este orden de ideas, en Oriente la felicidad tiene una connotación 
de comunidad, que lleva a algunos autores (Kitayama et al, citados en Sánchez & Méndez, 
2011) a pensar en una felicidad de tipo interpersonal. Resaltan que la felicidad se ve 
amenazada cuando está enfocada en lo individual, y que depende en gran medida de las 
relaciones y apoyo social, esto en tanto implica una vinculación con otros. Cabe resaltar 
que uno de los primeros pensadores de los que se tiene registro del pensamiento oriental, 
Confucio (551 -479 a. C.) acuñó una metáfora para entender la felicidad, definiéndola como 
un camino, señalando que la felicidad no se encuentra en la cima de la montaña, sino en la 
manera de subirla (citado en Velado, 2014). Simultáneamente introduce una dimensión 
moral, diciendo que el hombre sólo tiene dos caminos posibles el del bien y el del mal, 
poniendo sobre el primero, la felicidad. Otros pensadores orientales más contemporáneos 
realizan una visión sintetizada de la felicidad como cualquier cosa positiva y buena en la 
vida y que genere alivio de la ansiedad frente a la muerte (Xin hua; Wu, Lu & Shih, citados 
en Sánchez & Méndez, 2011). 
A su vez la felicidad cristiana, de cierto modo, se relaciona con lo anteriormente 
mencionado en tanto tiene que ver con hacer el bien, a saber, la voluntad de Dios. El 
término más utilizado para hablar de felicidad desde esta perspectiva es la bienaventuranza. 
Aquellos que hagan la voluntad de Dios serán bienaventurados, algunas formas de hacerlo 
son amar, trabajar por la paz, ser compasivo, entre otras. Así mismo, gozarán de la 
bienaventuranza aquellos limpios de corazón, o que son perseguidos, humildes, mansos, 
etc. (Velado, 2014). En este punto cabe señalar una diferencia fundamental frente al 
pensamiento oriental y es que la felicidad aparece como una promesa luego de realizada la 
voluntad de Dios, es decir, es posterior a la experiencia, no es la experiencia misma, el 
camino, como diría Confucio. No obstante, no se debe desconocer el tinte moral que 
atraviesa ambos pensamientos, así como el énfasis particular del trabajo por la comunidad. 
26 
 
 En contraste, hoy por hoy, la felicidad en Occidente, al menos en Estados Unidos, 
ha tenido un vuelco importante sobre el individuo. No hay que descuidar esto, pues fue allí 
donde se dio el auge de la psicología positiva, disciplina que se ha encargado del estudio y 
comprensión de la felicidad con más ímpetu. Algunos autores (Sánchez & Méndez, 2011) 
afirman que en esta visión la felicidad depende críticamente del desarrollo de atributos 
positivos del yo, por lo que se trata, hasta cierto punto, de una cualidad interna que tiene su 
expresión como una especie de logro personal. Empero, no todo el pensamiento de la 
psicología positiva se agota en ello. En adelante se explorará la diversidad de concepciones 
elaboradas al interior de la misma, que de algún modo recogen una parte de lo hasta aquí 
esbozado e integran un saber atribuido al campo de la disciplina psicológica. No obstante, 
se deben tener en cuenta un par de consideraciones previas antes de ahondar en esta 
propuesta. 
En primer lugar, es importante tener en cuenta que el método utilizadopor la 
psicología positiva no tiene por objetivo descifrar las causas recónditas de la felicidad, tan 
sólo se centrará en las manifestaciones empíricas que permitan entender esa experiencia 
denominada felicidad (Tkach y Lyubomirsky, citados en Moccia, 2016). En segundo lugar, 
como exponen Zelenski, Murphy y Jenkins (citados en Moccia, 2016) es importante señalar 
que es posible que no se pueda definir el fenómeno en terminología científica pues la 
felicidad ha demostrado ser multifacética y se da cuenta de ella en distintos discursos. En 
tercer lugar coexisten posiciones opuestas al interior de la psicología positiva donde 
algunos autores como Layard (citado en Shafiq et al, 2015) aluden un carácter objetivo a la 
felicidad pues todos los individuos la experimentan de la misma manera y tras similares 
condiciones, mientras que, otro sector de esta disciplina con representantes como Gilbert 
(citado en Shafiq et al, 2015) defienden la idea de que la felicidad es una experiencia 
altamente subjetiva y de naturaleza idiosincrática al sujeto, en otras palabras, la felicidad 
hace alusión a una experiencia de satisfacción subjetiva de una persona y solo vivida por 
ella (Castilla et al, 2016) en contraste con la psicología social, que la define como un 
conjunto de sentimientos positivos que dependen de los lazos y están entretejidos en 
armoniosas formas de relaciones sociales (Niiya, Ellsworth & Yamaguchi, citados en 
Sánchez & Méndez, 2011). 
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Dicho lo anterior, si se analizan los antecedentes de la psicología positiva, los 
primeros referentes son los antiguos filósofos griegos, en especial, Aristóteles por su interés 
particular en el desarrollo de la eudaimonía de la que se extrae una doctrina de tipo moral 
en tanto trata la felicidad como un bien, que puede ser alcanzado a través del cultivo de las 
virtudes (Moccia, 2016), como fue señalado con anterioridad. Así mismo, esta disciplina 
retoma la concepción de que los seres humanos comparten como meta común la felicidad y 
el bienestar (Buss, citado en Vera et al 2011). 
Ahora bien, considerar la felicidad como un bien, ha permitido que su definición sea 
construía a partir de la dimensión del tener. Es allí donde aparecen definiciones acordes a 
ciertas propiedades, oportunidades, características o cualquier cosa considerada positiva en 
la vida. Algunos ejemplos de ello son tener salud, familia, amigos, trabajo, autoestima, 
entre otros elementos (Moyano, 2016). La otra dimensión que aparece es la de ser o estar, 
que alude a una posición simbólica del sujeto en la que las condiciones vitales le parecen 
favorables, empero tal dimensión suele entremezclarse con la del tener pues expresiones 
tales como estar rodeado de personas amadas, puede decirse también como tener cerca a las 
personas amadas, tales diferencias semánticas no constituyen en absoluto una radicalidad 
(Moyano, 2016). 
Es por ello que estas definiciones suelen ser muy frecuentes en las investigaciones, 
se suele inferir a partir de la presencia de ciertos elementos el nivel de felicidad de la 
población. Algunos autores lo utilizan como un dominio semántico separando la posesión 
de bienes materiales, como tener casa, de los bienes inmateriales como tener familia 
(Nava& Ureña 2017). Es el caso de la investigación realizada por Nava & Ureña (2017) 
donde tomando como población una muestra estudiantil encontraron la estrecha relación de 
la felicidad con la vida afectiva pues aluden la satisfacción de una necesidad interna de 
afecto. Otros en cambio, han trabajado la posesión de bienes de diversa naturaleza como un 
indicador que se relaciona con el logro de la felicidad (Alarcón, citado en Castilla et al, 
2016). Alarcón (Citado en Pozos et al, 2013) define la felicidad como una experiencia 
satisfactoria que sucede en un individuo, como un tipo de plenitud que experimenta en 
posesión de un bien deseado. 
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No obstante, advierte Fierro (2008) que en tal concepción se ha subvertido una 
lógica mercantil que ha vuelto, hasta cierto punto, la felicidad un producto más del 
mercado, encuadernándola en libros de superación personal, o empacándola en 
publicidades de algunos productos que prometen la felicidad, verbigracia, el lema 
corporativo de Coca-Cola: destapa la felicidad. Simultáneamente, señala que hay un 
prejuicio social frente a quien no es feliz, pues con tantas alternativas al alcance del sujeto, 
desde comprar un libro para corregir el curso de las cosas hasta una bebida con la fórmula 
mágica de la felicidad, no estar feliz representaría una anomalía inaceptable: “ponte trágico 
o simplemente dramático y tendrás dificultades: nadie querrá saber de ti, nadie querrá leerte 
o escucharte” (p. 10). La felicidad aparece entonces como una responsabilidad de la 
persona propia, constituyendo un mandato social (Rodríguez 2015) En esta misma línea de 
pensamiento, Bejar (2015) expone cómo esta centralización sobre el individuo ha hecho 
que se genere un yo sobre cargado, fundamentalmente, por la aparente coacción cultural de 
ser positivo y mostrarse feliz. Esta realidad llevó a Bayés (2009) a preguntarse si acaso 
existe una tendencia natural en el ser humano a la tristeza, y si acaso el sentimiento de 
felicidad es una respuesta, una suerte de defensa, de lo inherente a la condición humana. 
Pocas investigaciones al parecer han abordado este fenómeno, a futuro resultaría interesante 
revisar esta noción con detenimiento, pues parece ser que tiene implicaciones clínicas 
importantes que deben ser pensadas al interior de la disciplina psicológica. 
Por otra parte, otro elemento retomado por la psicología positiva de la corriente 
eudaimónica es la evaluación subjetiva posterior que se realiza sobre la experiencia, cuando 
se determina que tales vivencias han sido satisfactorias, afirman algunos autores que serán 
abordados a continuación, eso es la felicidad. Tomando como punto de partida a Diener 
(citado en Rodríguez et al, 2017), quien afirma que en tanto la felicidad es de naturaleza 
subjetiva, cada ser humano será juez de su propia felicidad, será él quien a través de esta 
evaluación particular podrá establecer si es feliz o no, lo que de cierto modo resuena con el 
planteamiento de Schopenhauer (citado en Nava& Ureña 2017), que partiendo de que la 
concepción del mundo es interna, es decir, subjetiva, no podría esperarse otra cosa que la 
felicidad dependa de tal. 
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Acorde a esta forma de pensar, aparecen distintos autores frecuentemente 
referenciados a lo largo de la muestra documental consultada, especialmente, dos de ellos 
Diener y Veenhoven, psicólogo y sociólogo respectivamente. El primero de ellos, concibe 
la felicidad como una experiencia de tipo emocional que tiene su origen en la percepción o 
apreciación subjetiva sobre la satisfacción con la vida (Sánchez & Méndez, 2011). De igual 
manera, resalta que va acompañada por una sensación individual de bienestar, consecuencia 
de elevados niveles de satisfacción personal (Núñez et al 2015); por lo demás, para Hervás 
(citado en Núñez et al 2015), esto tendrá una implicación importante en la salud mental. En 
otras palabras, Diener (citado en Tabrizi & Akberi, 2014) considera la felicidad como un 
resultado posible de una especie de autoevaluación sobre la calidad de vida. Así mismo, 
expone que la felicidad sería el resultante de una comparación entre sucesos recientes y los 
estándares de vida que el sujeto establece, por lo que, si el balance entre estos da por 
resultado que los acontecimientos actuales son mejor que los estándares, la persona sentirá 
felicidad (Hernández et al, 2017). Tal evaluación puede ser dada sobre la totalidad de la 
vida o simplemente de algunas de sus facetas (Quiceno et al, 2012). 
Dicho lo anterior, cabe resaltar que el autor pone el elemento cognitivo, la 
evaluación, como égida para experimentar la felicidad o el goce de vida que iría en la vía delo emocional (Rodríguez, 2015). Es decir, es un proceso cognitivo, evaluación, que traerá 
consigo una consecuencia de tipo emocional: la felicidad. Otros autores (Castilla et al, 
2016) han señalado sobre esta evaluación que tiene una influencia importante en la 
percepción de sí y del contexto circundante. Por otra parte, Diener introduce en su 
definición otro elemento que será revisado con mayor detenimiento posteriormente, pero 
que se ha venido esbozando a lo largo de las elaboraciones teóricas previamente expuestas. 
Se trata de la percepción de bienestar subjetivo que emerge del proceso cognitivo de 
evaluación y satisfacción vital (Álvarez, 2012). En síntesis, para el autor la felicidad se 
puede traducir en la fórmula: Felicidad = estados afectivos positivos - estados afectivos 
negativos + satisfacción vital + crecimiento personal (López et al, 2017). 
 En concordancia, el planteamiento de Veenhoven apunta a que la felicidad es el 
grado en que un sujeto evalúa como positiva la calidad global de su vida en la actualidad 
(Núñez et al 2015). Se trata de una evaluación elogiosa del panorama general de la vida y la 
30 
 
intensidad apreciativa con que cada quien la vive. Dicho de otra manera, se trata de qué 
tanto le gusta cierta persona la vida que lleva (Muratori et al, 2015). Cabe resaltar que para 
el autor la felicidad es un estado mental que puede ser medido a través de ciertas técnicas o 
preguntas directivas (Shafiq et al, 2015), y que tiene tres dimensiones: cognitiva, emocional 
y social (Mablaghi citado en Tabrizi & Akberi, 2014). También, propone tres formas de 
manifestación de la felicidad que no deben confundirse: hedónica, satisfacción propiamente 
dicha y experiencia, cumbre o felicidad global (Muratori et al, 2015), sobre esta última 
recae la posibilidad de que tal concepción se cristalice, constituyendo un punto de 
estabilidad que dará paso a una actitud hacia la vida (Sánchez & Méndez, 2011). 
 De igual manera, se podría decir que para el autor la satisfacción vital producto de la 
valoración global podría ser un equivalente de la felicidad global, elemento que 
frecuentemente queda reducido a la dimensión cognitiva. Así mismo, el balance positivo de 
emociones pareciera estar más cercano al hedonismo, sin embargo, resalta que la 
evaluación positiva de tales es justamente lo que se entiende por felicidad (Muratori et al, 
2015), pues cabe resaltar que para el autor es condición primaria para la felicidad que el 
resultado de la evaluación sea la vida como un todo positivo (Sariçam, 2014). Otras lecturas 
del autor apuntarán a que también se puede dar la experiencia de felicidad si tal evaluación 
se aplica a un área específica, como la familiar, la laboral, etc. (Pozos et al, 2013). 
 A su vez, otros autores han realizado apreciaciones y precisiones sobre esta forma 
de concebir la felicidad. Shafiq et al (2015), insisten particularmente en la ausencia de 
emociones negativas como condición indispensable para la felicidad. Lyubomirsky (Citada 
en Carrillo et al, 2014), diría que tal razonamiento se reduce al componente afectivo, en el 
cual se consideran aquellas sensaciones experimentadas como placenteras, pero que no van 
solas. Siempre van acompañadas del componente cognitivo, es decir, de la evaluación 
subjetiva del individuo que puede establecer que a pesar de la presencia de emociones 
negativas hay cierto nivel de logro de sus aspiraciones, lo que se traduciría en felicidad. 
Morán et al, (2017) señalarán que es a partir del componente cognitivo que se deduce la 
sensación de bienestar, característica previamente enunciada. De igual manera, Scorsolini 
& Santos (citados en Hernández et al, 2017) subrayan tal experiencia como interna y sobre 
31 
 
la cual el individuo puede emitir un juicio sobre su sentir y el nivel de satisfacción que esta 
genera. 
De este modo, algunos autores (Tabrizi & Akberi, 2014), han propuesto la felicidad 
como la forma científica de llamar la evaluación subjetiva que hacen los individuos de sus 
vidas. Otros por su parte (Fierro, 2008) afirman que la palabra felicidad sólo es una forma 
de llamar a un conjunto muy amplio de estados anímicos y experiencias positivas 
deseables, que, por lo demás, tiene un campo muy amplio, en tanto puede ser 
experimentada de diversas maneras, es decir, hay distintos modos de ser afectado por la 
misma. Queda en evidencia, nuevamente, cómo las corrientes hedónica y eudaimónica 
siguen atravesando las definiciones sobre la felicidad, una ubicada del lado de la 
experiencia subjetiva de satisfacción y la otra de la evaluación posterior de tal experiencia, 
respectivamente (Muratori et al, 2015). 
Aunque esta es la concepción de felicidad más utilizada en investigación, a saber, 
valoración global subjetiva de la vida (Herrera & Perandones, 2017). Otros autores como 
David, Boniwell y Conley (citados en Herrera & Perandones, 2017) proponen utilizarla en 
un sentido más amplio que incluya las nociones de bienestar psicológico y bienestar 
subjetivo, las cuáles también han sido ampliamente trabajadas en investigación, a tal punto, 
que se han hecho equivalentes al término de felicidad. De igual manera, hasta cierto punto 
se ha igualado satisfacción hacia la vida o bienestar vital con la felicidad misma. (Castilla et 
al, 2016). Álvarez (2012) expone como los participantes de su investigación, sobre 
creencias acerca de la felicidad, la enmarcaban en una percepción de bienestar vital. En esta 
misma línea de pensamiento Shafiq et al (2015) exponen que tales concepciones dan cuenta 
de la naturaleza endógena y subjetiva de la felicidad y que de cierto modo apuntan a una 
vida placentera o una buena vida. Sin embargo, los autores proponen un tipo de felicidad 
que apunta a una vida significativa o llena de sentido que puede ser más valiosa que la 
simple satisfacción de los deseos del yo o la obtención simple y llana de placer. 
Ahora bien, Muratori et al (2015) señalan que, aunque bienestar subjetivo y 
bienestar psicológico tienen relación, son distintas facetas del funcionamiento psicológico 
positivo del sujeto que apuntan a un concepto macro que es el bienestar. De igual manera 
exponen que dado que el término felicidad tiene un uso contextual, obteniendo diferentes 
32 
 
significados culturales, esto ha llevado a generar confusión en su uso (Oishi citado en 
Muratori et al, 2015). Eso ha hecho que algunos autores opten por una conceptualización de 
felicidad que se identifique con el placer, lo que de cierto modo se remonta a la tradición 
hedonista, otros la han mezclado con otros elementos como el compromiso y el significado, 
asociados de algún modo a la corriente eudaimónica, sin embargo, la tendencia 
mayoritariamente observada es definir la felicidad, ocultándola de cierta manera, tras la 
palabra bienestar (García, 2010). 
De este modo, algunos autores proponen el bienestar subjetivo como una dimensión 
de la felicidad, refiriéndose a un estado de conformidad entre lo que se es y lo que se siente, 
o entre lo que se hace y se experimenta internamente (Seligman citado en Álvarez, 2012). 
Otros autores han propuesto el bienestar subjetivo como un sinónimo propiamente de la 
felicidad altamente marcado por el factor cognitivo previamente mencionado, que en 
síntesis tiene que ver con un nivel de afecto positivo alto en contraposición a un nivel bajo 
de afecto negativo (García, 2010), dicho sea de paso, definición altamente ligada a la 
corriente hedónica, de allí que autores como Sariçam (2014), la piensen simple y 
llanamente como un estado de bienestar y satisfacción. De modo que la felicidad podría ser 
entendida como el predominio de experiencias emocionales positivas y la baja frecuencia 
de vivencias negativas (Scorsolini & Dos santos, 2010). 
No obstante, otros autores como Hudson (citado en Pelechano et al, 2016) 
argumentan una diferencia importante sobre este punto, en tantofelicidad como 
sentimiento, sentirse bien (well feeling) no necesariamente apunta al bienestar (well being), 
pues esta última apunta de alguna manera a un ideal moral, que se ha pensado desde la 
antigua Grecia hasta el movimiento conocido como la ilustración. Mas, Mercado (2014) 
sostiene que esta perspectiva de la felicidad como sentimiento habitualmente es 
manifestada por las personas como difícil de alcanzar, introduciendo la lógica de que a 
mayor esfuerzo mayor recompensa. 
 Por otra parte, lo anterior da para pensar otra cuestión y es hasta qué punto el ser 
humano en su implacable búsqueda de la felicidad le apunta al bienestar, o inclusive a su 
salud mental, lo que tendría un importante impacto en la clínica psicológica. Aunque una 
investigación realizada por Morán et al (2017) encontró una estrecha relación entre el tipo 
33 
 
de personalidad autoconstructivo con altos niveles de felicidad o como lo denominan allí 
niveles altos de afecto positivo, mientras que en el tipo de personalidad autodestructivo 
donde se evidencia menor nivel de felicidad, también se encontraron bajos niveles de 
bienestar. 
Desde otro punto de vista, Moyano (2016) argumenta que la felicidad no podría 
entenderse reducida simplemente a bienestar, pues esta habitualmente se refiere a una serie 
de estados relacionados y que agrupados pueden dar como consecuencia la felicidad, por 
ejemplo la tranquilidad, la estabilidad económica y emocional, entre otras, que agrupan las 
esferas física, psicológica y social, los cuales pueden servir como indicadores objetivos, 
aunque en últimas siempre el individuo es quien refiere sentirse o no feliz, resaltando 
nuevamente la naturaleza subjetiva de la cuestión, lo que pone también sobre la mesa hasta 
qué punto son objetivables los indicadores de felicidad. Por lo demás, el autor resalta que, 
en una visión estrictamente psicológica, la felicidad es una emoción que combinada con 
otras emociones positivas daría por consecuencia el bienestar. 
Lo anterior introduce una forma de entendimiento de la felicidad como una 
emoción. Tabrizi & Akberi (2014) acuñan esta definición con el ánimo de sortear la 
ambigüedad misma del concepto y la proponen como una emoción que fluctúa entre 
satisfacción básica y profundo sentimiento de placer. Tal emoción puede emerger a partir 
de una estimulación interna, es decir de la evaluación subjetiva que previamente se 
desarrolló, o de una fuente externa relacionada con la interacción con otros o la obtención 
de un bien deseado (Sánchez & Méndez, 2011), así mismo los autores explican que por este 
motivo la felicidad suele vincularse con el desarrollo de ciertas actividades o con ciertos 
objetivos vitales (Sánchez & Méndez, 2011). Adicionalmente, esta perspectiva de la 
felicidad como emoción tiene una alta relación con su entendimiento como proceso 
psicobiológico, comprendida desde esta perspectiva como un estado producido por la 
liberación de dopamina, sustancia asociada con la sensación de placer (Mercado, 2014). Por 
esta razón, se encuentra relacionada con la estimulación de los denominados centros de 
placer del encéfalo, localizados dentro del hipotálamo y del sistema líbico (Carrasco & 
Sánchez, 2008). 
34 
 
 Hay que señalar además que la psicología positiva hasta cierto punto se apoyó 
también apoyó su propuesta en la corriente humanista de la psicología, retomando grandes 
autores como Rogers que pensó la felicidad en la vía de un constante descubrir particular de 
cada quien de su propio potencial humano, dado que en su línea de pensamiento el autor 
concibe al ser humano como un proyecto inacabado (Álvarez, 2012). De igual manera para 
Rogers (Citado en Álvarez, 2012, las condiciones de libertad y proyecto de vida que 
apuntan a la autodeterminación y la autoconfianza, son condicionales para que aparezca la 
felicidad, proceso que en su conjunto denomina actualización. De igual manera, la corriente 
humanista acuña la metáfora de la felicidad como un camino, proveniente del pensamiento 
oriental, aunque precisa que esta no se trata de un fin en sí mismo, sino como una forma de 
recorrer tal camino, no se trata de una búsqueda, es decir, alude a la interpretación de los 
hechos como piedra angular de la felicidad, en la cual no hay un énfasis sobre el sujeto, 
sino que siempre está en consideración con los otros (Velado, 2014). 
Así la psicología positiva, apoyada en esta corriente y de cierto modo, 
contradiciendo la sabiduría popular que piensa la felicidad como algo externo que debe ser 
encontrado, la poner como un proceso, una suerte de viaje interno (Bejar, 2015). Hay que 
resaltar que esta corriente que de algún modo influenció en cierta parte la propuesta de la 
psicología positiva acerca de la felicidad se puede ligar a la concepción eudaimónica de la 
felicidad, acuñando términos como bienestar psicológico que se traduce como una clara 
muestra del desarrollo de las virtudes, así como la propuesta de autorrealización 
desarrollada por Maslow y la actualización de las capacidades del ya nombrado Rogers 
(Baptista et al 2016). Estos planteamientos dicen Baptista et al (2016) están inspirados en la 
ética aristotélica hasta cierto punto, dado que apuntan a un pleno desarrollo del ser humano 
en la vía de las virtudes emergentes del constante encuentro con los desafíos existenciales. 
Adicionalmente Rodríguez (citada en Pulido, 2018) muestra como tal estado retroalimenta 
los múltiples ámbitos hasta aquí esbozados, es decir, así como la experiencia plena y la 
autorrealización contribuyen a la aparición de la experiencia emocional denominada 
felicidad, tal vivencia también contribuye a la conservación y realización de estos procesos, 
estableciendo así una lógica bidireccional. 
35 
 
Ahora bien, estas consideraciones introducen otra forma de entendimiento de la 
felicidad en tanto logro o como resultado de tal consecución, en otras palabras, saber o 
establecer un valor sobre las acciones realizadas de buena manera que hacen pensar que los 
esfuerzos han valido la pena, contribuyendo al éxito sobre una meta personal o grupal 
pueden traducirse en felicidad (Moyano, 2016). Por ello algunos autores (Snyder & Lopez 
citados en Scorsolini, 2013) dicen que la felicidad sólo puede ser alcanzada en el trabajo 
constante por un objetivo específico, apuntando a la satisfacción de deseos, necesidades y 
reducción del estrés. 
Aunque Sabán (2014) problematiza la cuestión poniendo en tela de juicio el fracaso 
o no cumplimiento de tales objetivos aludiendo que, en la psicología del misticismo judío, 
tal fracaso podría constituir toda una victoria interior, enfatizando en que tal paradoja daría 
cuenta de que no todos los objetivos materiales o inmateriales que se propone el individuo 
necesariamente están conectados con la felicidad. Lo anterior podría abrir una discusión 
acerca de si en efecto la felicidad está relacionada con los distintos logros sociales como 
completar una carrera universitaria, tener cierto tipo de trabajo, abundancia material, 
reconocimiento, entre otros, pero harían faltas más resultados de investigaciones que 
apoyen esta posición controversial para desarrollarla formalmente. 
De igual manera Fierro (2008) controvierte sobre la tendencia a considerar la 
felicidad en relación a las pequeñas cosas y los eventos menores. El autor resalta tras las 
indicaciones prácticas, que de algún modo son elevadas a un lugar casi divino en tanto que 
constituyen momentos únicos, se ha cifrado la felicidad. Por ello advierte sobre la 
utilización de tales elementos por parte de algunos autores como estrategia comercial, 
pretendiendo vender una fórmula mágica sobre la felicidad, apoyándose en la sabiduría 
popular y el pensamiento hedonista, psicólogos y otros escritores, sugieren que la felicidad 
se alcanza a través de la realización de actividades determinadas como un paseo al aire 
libre, reencontrarse

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