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P-Martinez-2014

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Las etnografías anglicanas del Chaco paraguayo. 
Antropología, interculturalidad y colonialidad 
 
Alejandro Martínez1 
 
Introducción 
 
El proceso de evangelización del Chaco paraguayo transitó por un momento clave a 
finales del siglo XIX cuando misioneros de la South American Missionary Society (en 
adelante SAMS), entraron en contacto con indígenas Enxet2, habitantes del sector 
central de esa región. La historia de las misiones anglicanas establecidas en el gran 
Chaco ha comenzado a estudiarse en forma sistemática solo recientemente, recibiendo 
su actividad en el Chaco argentino la mayor atención por parte de antropólogos e 
historiadores. Particularmente las contribuciones de los misioneros anglicanos a la 
antropología de Sudamérica en general y del Paraguay en particular recién están 
comenzando a ser abordadas en forma sistemática por lo que entendemos que el 
análisis aquí propuesto constituye un aporte a esa problemática así como a los 
estudios sobre interculturalidad y colonialidad, en el sentido que le otorga a este 
concepto Anibal Quijano (2000). 
 
Esta asociación religiosa, enrolada en la Iglesia Anglicana, produjo ya desde sus inicios 
distintos materiales de “interés antropológico” realizadas por misioneros laicos, como 
las primeras “etnografías” sobre los Enxet de Seymour Hawtrey o Wilfrid Barbrooke 
Grubb, los aportes en materia lingüística llevados a cabo por Richard Hunt o las 
fotografías e informes de Andrew Pride. Entre los primeros antecedentes figura además 
la revista The South American Missionary Magazine (en adelante SAMM), órgano de 
prensa de la misión. Esta publicación, de aparición mensual, resulta una valiosa fuente 
 
1
 Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social (LIAS), Facultad de Ciencias Naturales y Museo 
(UNLP). Ayudante Diplomado Antropología Sociocultural I (FCNyM-UNLP), e-mail: 
alephmartinez@hotmail.com 
2
 Los misioneros anglicanos durante el período que aquí trabajamos se refieren a este pueblo como 
Lengua en un principio y como Lengua-Maskoy más tarde. Aquí utilizaremos la denominación Enxet 
siguiendo a a Kidd (1995) 
de datos sobre los pueblos chaquenses ya que funcionaba como un canal de 
divulgación tanto de la correspondencia como de los informes elaborados por estos 
misioneros. 
 
Las narrativas misioneras, tal como sostendremos aquí, constituyen un tipo de 
textualidad que mediante recursos estilísticos y temáticos hace que las voces indígenas 
estén presentes, ausentes o se hagan explícitas. Entenderemos que la producción 
antropológica de los misioneros estuvo ligada al carácter de las relaciones que ellos 
entablaron con los pueblos indígenas entre quienes se establecieron, sosteniendo que 
sus discursos no son el simple resultado de la imposición de una perspectiva externa, 
sino que sus temas y argumentos surgen de su cercana relación con la vida indígena. 
En ese marco, pensaremos las respuestas de los indígenas en términos de resistencia, 
entendida ésta a partir del análisis de los modos complejos en que los pueblos 
responden a las estructuras y procesos de dominación. En tal sentido aquí 
consideraremos a la práctica antropológica como una actividad colectiva y dialógica 
dando cuenta de la naturaleza colectiva de la producción de conocimientos y de las 
interacciones con ámbitos no académicos. 
 
Una de las quejas más frecuentes en contra de la etnografía misionera se refiere a su 
supuesta naturaleza amateur. En ese sentido es nuestra intención hacer historia 
cuestionando la separación entre “aficionados” y “profesionales”, distinción que desde 
la historia de la ciencia, se vuelve anacrónica para el período que nos interesa estudiar. 
Hacia fines del siglo XIX nada garantizaba el estatus de los etnógrafos profesionales 
como los mejores intérpretes de la vida indígena en oposición a viajeros y misioneros. 
De hecho, estos últimos pasaban mucho más tiempo haciendo trabajo de campo y 
dedicando sus vidas enteras a ello. Comenzaremos refiriéndonos a las circunstancias 
que propiciaron la llegada de los misioneros de la SAMS al Chaco paraguayo. Luego 
haremos hincapié en las narrativas misioneras haciendo un recorrido en primer lugar 
por algunas de las publicaciones de esta sociedad para pasar seguidamente a analizar 
el papel de la fotografía, especialmente en su relación con el texto. Finalmente 
consideraremos las características del conocimiento antropológico producido por los 
anglicanos en el contexto de su relación con los Enxet. 
 
El establecimiento anglicano en el Chaco paraguayo 
 
Desde fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX se produjo un importante avance 
en la globalización del protestantismo con el surgimiento de distintas sociedades 
misioneras que buscaron propagar el evangelio con rumbo a Asia, África, Oceanía y 
Sudamérica. Una de estas sociedades fue la Patagonian Missionary Society fundada 
por el marino inglés Allen Gardiner3 en 1844 con el objeto de evangelizar a los 
indígenas de Sudamérica. Esta sociedad misionera, al igual que todas las que 
formaban parte de la Iglesia Anglicana, había sido creada y se hallaba mantenida por 
particulares, y su comité se hallaba conformado por la asociación de laicos y religiosos 
que se desarrollaba no sin conflictos entre ambas partes (Seiguer 2006). 
 
Entre 1845 y 1848 Gardiner emprendió dos expediciones, una al Chaco boliviano y otra 
a la Patagonia; ambas fallaron al intentar entrar en contacto con los pueblos indígenas 
de esas regiones. Una nueva expedición a Tierra del Fuego fue realizada entre 1850 y 
1852; allí fallecieron Gardiner y sus seis compañeros. Luego de esta pérdida la 
sociedad misionera continuó su labor, estableciéndose en la Isla Keppel (Islas 
Malvinas) en 1856 y en Lota (Chile) en 1860. En 1864 la Patagonian Missionary Society 
pasó a llamarse South American Missionary Society [en adelante SAMS], un cambio de 
nombre que se debió a la intención de no circunscribir su trabajo solamente a la 
Patagonia y “llevar el evangelio” a los pueblos indígenas de todo el continente. 
 
En ese marco, el establecimiento en el gran Chaco cobró nueva fuerza, especialmente 
debido a una serie de circunstancias que propiciaron el establecimiento anglicano en 
esa región hacia finales de la década de 1880. Una vez finalizada la Guerra de la Triple 
 
3
 Allen Gardiner (1794-1851) fue un marino y misionero inglés quien dejó la Royal Navy en 1834 para 
dedicarse a recorrer Zululandia, Nueva Guinea, Bolivia, Chile y la Patagonia en busca de un lugar 
adecuado para establecer una misión entre los “infieles”. En 1838 Gardiner viajó a Buenos Aires como 
repartidor de biblias o colporter de la British and Foreing Bible Society (Seiguer 2006, 2007). 
Alianza, Paraguay había quedado devastado y con una gran deuda externa. A fin de 
saldar las cuentas se comercializó una gran extensión de tierras consideradas fiscales, 
aunque muchas de ellas estuvieran pobladas por pueblos indígenas4 (Bartolomé: 
2000). Una buena parte de los compradores, de origen inglés, se agruparon en la 
Compañía de Tierras Anglo-Paraguaya, que llegó a poseer más de 800.000 hectáreas5 
en aquel país, lo que se correspondía con el hecho de que para finales del siglo XIX los 
británicos eran el poder dominante en Paraguay (Kidd 1995)6. Mucha de la tierra 
adquirida por esa compañía pertenecía a la porción paraguaya del Gran Chaco, una 
región que se hallaba ocupada por varios pueblos de cazadores, recolectores y 
horticultores7, y donde hasta ese entonces no había logrado establecerse ningún 
asentamiento blanco permanente y todas la “entradas” se hacían en compañía de una 
partida militar. 
 
En razón de que el estado paraguayo no se hallaba interesado en llevar adelante la 
empresa colonizadora de los territorios chaqueños, esta venta, ademásde saldar parte 
de la deuda contraída, dejaba en manos privadas y extranjeras esa estratégica tarea8. 
Como señalamos más arriba, el comité de la SAMS estaba integrado por un conjunto 
socialmente heterogéneo, había en él religiosos, miembros de la aristocracia, militares 
y comerciantes, lo que proveyó a esa sociedad de una influyente red de contactos 
alrededor del mundo y especialmente en Sudamérica, ya que algunos de sus miembros 
 
4
 Este despojo fue posibilitada gracias a un decreto promulgado en 1825 por el cual se requirió que todos 
los ciudadanos presentasen ante las autoridades gubernamentales sus títulos de propiedad de la tierra; 
todas las tierras cuyos ocupantes no poseyeran título de propiedad serían consideradas fiscales. 
5
 South American Missionary Magazine, Vol. 22, Julio 2, 1888, pág. 161. 
6
 Cabe señalar aquí que la formación de latifundios en el Paraguay había tenido un primer impulso a 
partir de la expulsión de los jesuitas, cuyas extensas posesiones territoriales fueron distribuidas de forma 
que propició la formación de grandes concentraciones de tierras en manos de particulares. Como señala 
Tedesca: “el origen del latifundio en el Paraguay, o de la realidad latifundiaria, no se dio recién después 
de la venta de las tierras públicas entre 1883 y 1885 -una vez finalizada la guerra contra la triple alianza- 
sino ya a fines del siglo XVIII.” (Tedesca 2009: 2) 
7
 Entre los que podemos nombrar a los Ayoreo, Nivaklé, Choroti, Lengua, Angaité, Sanapana, Toba, 
Caduveo y Chamacoco (Renfehldt 2010). Aquí nos ocuparemos principalmente del pueblo Enxet (o 
Enxet sur), del tronco lingüístico Maskoi, en cuyos territorios se establecieron primeramente los 
anglicanos. 
8
 Según el Obispo anglicano Stirling, quien visitó la misión establecida a orillas del río Paraguay hacia 
1889, el gobierno de ese país, al poner en venta los territorios chaqueños, nunca había considerado a 
los indígenas que allí habitaban, “… excepto quizás como ferae naturae.” (South American Missionary 
Society Magazine, Vol. 23, 1889, pág.195, mi traducción). 
formaban parte de la Compañía de Tierras Anglo-Paraguaya. Este momento es 
considerado como el comienzo de la colonización del Chaco ya que del gran atractivo 
que significaban los beneficios económicos que podrían obtenerse de la explotación 
forestal9 y las haciendas ganaderas, esos territorios estaban aún bajo dominio casi 
exclusivamente indígena. En este sentido la instalación de los misioneros anglicanos 
fue seguida por emprendedores privados que sacaron ventaja de un territorio que 
ahora, al menos en parte, resultaba seguro (Kidd 1992). De esta manera puede decirse 
que la acción misionera contribuyó a producir cierta seguridad, y por ende dotó de 
mayor rentabilidad a esas tierras. Asimismo se hacía necesario que los nuevos 
terratenientes entablaran relaciones pacíficas con los pueblos chaquenses, a fin de 
lograr no solamente la penetración y el asentamiento en su territorio, sino también su 
concurso, en tanto mano de obra barata y adaptada a las particularidades del clima 
chaqueño. En este último punto los anglicanos serían también de fundamental ayuda. 
 
Un grupo de tres misioneros fue enviado a Paraguay a mediados de 1888. Iban 
encabezados por Adolfo Henriksen quien había sido agente de la British and Foreign 
Bible Society en la ciudad argentina de Rosario. Los comienzos no fueron sencillos y 
estuvieron plagados de dificultades, llegando a complicarse seriamente la continuidad 
de la misión con la muerte de Henriksen apenas un año después de llegado. Sin 
embargo se decidió seguir adelante y rápidamente fue enviado al Paraguay un joven 
misionero que se encontraba trabajando en la Isla Keppel (Islas Malvinas), Wilfrid 
Barbrooke Grubb quien se desempeñó como Superintendente de la misión durante casi 
30 años. Luego de la muerte de Henriksen, Grubb se dedicó a en principio a tareas 
relacionadas con la exploración. En compañía de Pedro Freund, un poblador local de 
origen danés y que tenía a su cargo la mensura de los territorios chaqueños comprados 
por la Compañía de Tierras Anglo-Paraguaya, recorrió los ríos Monte Lindo y Verde. Ya 
que las intenciones de los anglicanos eran alejarse de la costa y adentrarse en territorio 
chaqueño estas exploraciones eran de importancia para determinar la navegabilidad de 
 
9
 En 1872 el francés Emilio Poirier descubrió que el árbol de quebracho colorado, que está ampliamente 
diseminado en el este del gran Chaco, poseía grandes cantidades de tanino (Wilhelmy y Rohmeder, 
1963: 258) 
 
esas corrientes fluviales que, de haber sido practicables, hubieran solucionado muchos 
de los problemas de transporte y comunicación que debieron enfrentar, al menos, 
durante las siguientes dos décadas. De esa forma el avance hacia el oeste se realizó 
construyendo caminos y edificando varios puestos misioneros. Hacia 1910 los 
anglicanos habían construido una extensa red de caminos apropiadas para el traslado 
de carretas de bueyes, cubriendo una distancia total de 700 kilómetros, la cual 
interconectaba sus misiones (Grubb 1911:294). 
 
Las narrativas misioneras 
 
El principal órgano de prensa y difusión de las actividades de la SAMS era su revista 
The South American Missionary Magazine de aparición mensual y que fue fundada en 
1867. En esta revista se compilaban cartas personales y laborales de los misioneros 
con informes, mapas y fotografías. Se incluían muchas veces artículos periodísticos y 
científicos considerados de interés y publicados en otros medios. También se daba 
cuenta de las actividades no sólo de las misiones de la SAMS sino también de las 
parroquias y congregaciones de la Iglesia Anglicana ubicadas en otros puntos de 
América del Sur y de Inglaterra. En efecto es posible seguir a través de esta 
publicación en forma detallada y cronológicamente el proceso que llevó al 
establecimiento anglicano el Chaco paraguayo. 
 
Tal como señaló Langer (1994) uno de los problemas relacionado a la historia de la 
misiones es que las fuentes más importantes para estudiarlas son los documentos 
elaborados por los mismos misioneros. En efecto, se corre el riesgo de tomar por 
válidas o verosímiles, afirmaciones que no son sino parte del discurso apologético y de 
auto-representación construido por los mismos misioneros. Sin embargo, aquí 
buscaremos desarmar esta “distorsión” en las fuentes buscando signos de la presencia 
indígenas en el sentido sugerido por Comaroff & Comaroff quienes refiriéndose a los 
textos de los misioneros coloniales en Sudáfrica sugieren que algunos subtextos 
emergentes pueden ser identificados en ellos, donde “la voz del otro silencioso se 
vuelve audible a través de los informes desconcertantes sobe su comportamiento 
“irracional”, su burla o su resistencia” (Comaroff & Comaroff 1991: 37) 
 
Esas exploraciones, los recorridos realizados a pie, en carretas tiradas por bueyes o 
montando a caballo, y los conocimientos adquiridos de los indígenas que visitaba y que 
lo acompañaban en sus viajes contribuyó a que Grubb lograra conocer en cierto detalle 
la geografía chaqueña y a los indígenas que allí habitaban. De este modo para 1900, 
una década después de la llegada de los anglicanos al Chaco nos encontramos con la 
primera publicación firmada por Grubb fuera del contexto de la SAMS, en la revista de 
la Sociedad Geográfica Escocesa (Scottish Geographical Magazine) (Grubb 1900). El 
artículo está dividido en dos grandes partes, la primera de ellas dedicada a la 
descripción de la geografía, el clima, y la biología del Chaco paraguayo, mientras que 
en la segunda parte se describía a los pueblos indígenas10. 
 
Algunas de las opiniones más duras y denigrantes sobre los Enxet que Grubb incluyó 
en este artículo no habían aparecido ni volverían a aparecer con frecuenciaen su 
discurso. En varios pasajes los califica (o al menos a la mayoría de ellos) como 
“vividores” (spongers) y “holgazanes” (loafers)11, señalándolos como los responsables 
del “cáncer que come de raíz la vida industrial de esta gente”: 
 
“El indio industrioso se reunirá alrededor y apoyará a aquel que pueda 
mostrarles como avanzar, vivir con mayor confort, y liberarse de las 
relaciones de abuso [sponging relations]. Los que tienen inclinaciones 
industriales son pocos, pero su número pronto crecerá. Nuevas 
necesidades [wants] deben ser creadas, y cuando tales se vuelvan 
 
10
 Dos décadas después y cerca del final de su carrera como misionero en el Chaco, Grubb volverá a 
publicar un artículo en un revista geográfica para el que utilizó como base mucho de lo escrito aquí 
(Grubb 1919) 
11
 Llama la atención además que Grubb no se halla referido así a los Enxet en las cartas e informes 
publicados con anterioridad en la revista de la SAMS. 
necesarias para la vida, la gente trabajará para tenerlas, y el hábito de la 
industria crecerá.”12 (Grubb 1900: 424-425, mi traducción) 
 
En este corto pasaje se puede ver con claridad que la intención del misionero no era 
comprender en profundidad los rasgos culturales del pueblo que estaba tratando de 
convertir, sino más bien buscaba identificar aquellos diacríticos que resultaran 
contraproducentes para su empresa y sus objetivos a fin de buscar su erradicación. 
 
Al año siguiente de esta publicación aparece en la revista del Instituto Antropológico de 
Gran Bretaña e Irlanda un artículo firmado Seymour Hawtrey13 sobre los Lengua de 
Paraguay (Hawtrey 1901). En este artículo, a diferencia del publicado por Grubb el año 
anterior, dedicaba solamente la introducción para describir las principales 
características geográficas de la región ocupada por los Enxet. Todo el texto restante 
se desarrollaba de acuerdo a los puntos establecidos en los cuestionarios 
antropológicos elaborados por el Instituto Antropológico de Gran Bretaña e Irlanda y 
conocidos como Anthropological Notes & Queries (N&Q). Según Urry la demanda para 
N&Q en 1899 era muy grande por eso se realizó una tercera edición de ese libro. Entre 
1870 y 1900 el trabajo de los misioneros se vio incrementado y mientras el cuestionario 
lograba una circulación mayor, los beneficios de su utilización comenzaban a sentirse 
en la gran cantidad de hechos e informes etnográficos publicados entre 1890 y 1900. 
De hecho el Instituto Antropológico Real fue uno de los primeros cuerpos en 
beneficiarse de ese aumento en la observación antropológica y su revista se 
incrementó en tamaño, principalmente para incluir más material (Urry 1972:49). 
 
Los puntos que resultan más interesantes en el trabajo de Hawtrey se desarrollan hacia 
el final del artículo. Al igual que Grubb (1900) vuelve a hacer énfasis en el “socialismo” 
indígena y en la ausencia de un poder centralizado, aunque sin valerse de los 
agresivos términos del anterior, señalando que: 
 
12
 “The industrious Indian will flock round and support one who can show them how to advance, live in 
more comfort, and get free of their sponging relations. The industriously inclined are few, but the number 
would soon increase. New wants must be created, and when such become necessaries of life, the people 
will work to get them, and the habit of industry will grow.” (Grubb 1900: 424-425) 
13
 Seymour H. C. Hawtrey había pasado 4 años misionando en el Chaco paraguayo, entre 1897 y 1901. 
 
“Aquí podemos observar los principios de socialismo que están tan 
profundamente instilados en las mentes de estos indios. A diferencia de 
muchas otras tribus nativas que tienen sus jefes y caciques, los nativos 
Lengua dirigen sus vidas casi exclusivamente por medio de la opinión 
pública. Los llamados jefes no son, ciertamente, más que un mejor 
nombre para ellos de los que sería “Padre de familia” (…) Un joven jefe 
dijo una vez al Superintendente de la South American Mission, ¿Por qué 
no me das regalos? Mis seguidores esperan que les de cosas, y lo hago; 
tú eres mi jefe, pero veo que tu no me das ningún regalo.”14 (Hawtrey 
1901: 292, mi traducción) 
 
Nuevamente vemos que la falta de interés de los misioneros por conocer con cierta 
profundidad determinados aspectos de la cultura Enxet, nos priva de los que pudieron 
haber sido interesantes datos sobre su economía, reciprocidad, los dones y la 
obligación de hacer regalos. El “socialismo” indígena, junto con su nomadismo y el 
infanticidio, por ejemplo son considerados como los principales impedimento para 
lograr el programa de sedentarización y proletarización del indígena que intenta llevar a 
cabo el misionero a través de su evangelización. En este sentido vemos como para los 
anglicanos los procesos de evangelización y civilización no pueden separarse sino que 
van unidos sin solución de continuidad (Seiguer 2006) 
 
Pero ese proceso no sucede sin conflicto ni oposición por parte del indígena. Cuando 
se refiere al infanticidio, una práctica que en ese momento se hallaba extendida entre 
los Enxet, dice Hawtrey que para ellos es una práctica justificada y aunque podrían 
tener más razones de las que él esgrime, prefieren guardárselas. En este mismo 
sentido señala que cuando se los interroga sobre cuestiones relacionadas con sus 
 
14
 “We may here glance at the principles of socialism which are so deeply instilled in the minds of these 
Indians. Unlike many other native tribes who have their chiefs and head men, the Lengua natives rule 
their lives almost exclusively by public opinion. So-called chiefs there are, certainly, but a better name for 
them would be “Father of the Family.” (…) A young chief once said to the Superintendent of the South 
American Mission, “Why do you nor give me presents? My followers expect me to give them things, and I 
do so; you are my chief, but I find you do not give me any presents.” (Hawtrey 1901: 292) 
creencias es difícil saber que pasa por su cabeza ya que son sumamente reservados 
en estos asuntos y son conscientes además de cómo sus creencias son vistas con 
desaprobación por parte de los misioneros15. 
 
Posteriormente a estos artículos en revistas especializadas, y mientras seguía 
editándose la revista de la sociedad, los anglicanos publicaron entre 1904 y 1914 tres 
libros sobre el Chaco paraguayo, sus pueblos indígenas y sus experiencias entre ellos. 
El primero de estos libros, publicado en 1904 y titulado “Among the Indians of the 
Paraguayan Chaco: A story of missionay work in South America” (Grubb 1904). 
Aclarando más abajo que había sido “contado” o “dicho” por (told by) “W. B. Grubb y 
sus compañeros de trabajo en la Misión Chaco de la South American Missionary 
Society”. Los dichos de estos misioneros habían sido editados por Gertrude Wilson. 
Aunque fue bien recibido por parte de la crítica, debido principalmente a que traía 
información de primera mano respecto a una región y un pueblo indígena bastante 
desconocidos entonces en la metrópolis, también fue blanco de fuertes críticas. 
Siguiendo a este libro se publicaron dos más, editados por Henry Morrey Jones, en 
1911, “An Unknown people in an unknown land” (Grubb 1911) bastante más extenso 
que el primero y con algunas ilustraciones más. Este libro fue el que más éxito 
comercial tuvo ya que se editó cuatro veces16. Aquí se amplió bastante la información 
que se había dado en el primer libro. En 1914 apareció el que sería el último libro 
publicado por los anglicanos, “A church in the wilds” (Grubb 1914) un poco más corto 
que el anterior y con la mitad de imágenes. 
 
A pesar de las notables diferencias que estos tres libros tiene entre sí en cuanto a 
número páginas, ilustraciones y mapas, títulos y diferente organizaciónen capítulos y 
con un enfoque y hasta estilo distinto; tienen en común que se trata de obras dirigidas a 
un pública masivo y no restringido como en el caso de las publicaciones realizadas en 
revistas científicas. En estos últimos casos la información era organizada en acuerdo a 
la audiencia que tenía enfrente, podía tener un énfasis hacia la geografía o las 
 
15
 Del mismo modo Hawtrey también señala que los Enxet no utilizan palabras extranjeras para nombrar 
objetos o animales foráneos. 
16
 La segunda edición data de 1914, la tercera de 1925 y hubo una cuarta, en español, en 1993. 
posibilidades económicas del Chaco (Grubb 1900, 1919), o concentrarse en responder 
a los ítems considerados de interés por la antropología británica (Hawtrey 1901) A lo 
largo de este rápida enumeración de distintos textos producidos por las anglicanos 
sobre los Enxet, podemos señalar que si bien hay tópicos que se muestran recurrentes 
y atraviesan los distintos formatos literarios, también podemos afirmar que la escritura y 
la textualidad anglicana -a pesar de que en la mayoría de los casos la autoría fue 
atribuida a una misma persona- tenía una fuerte caga de pragmatismo. 
 
En este sentido se debe tener en cuenta debemos tener presente que la SAMS era una 
sociedad misionera más bien modesta si la comparamos con organizaciones como la 
London Missionary Society o la Church Missionary Society, y en comparación con estas 
su presupuesto era bastante restringido, además que no recibía financiación estatal ni 
de la Iglesia Anglicana. Por ello no debería resultar extraño que tuviera problemas de 
cierta consideración en lo económico-financiero. Es frecuente encontrarse al recorrer 
las páginas de la revista con pedido de fondos o la organización de colectas o ventas 
de productos, para tratar de solventar algún presupuesto negativo. Relevando el 
material de las sesiones del Comité puede tenerse una idea más acabada de la misión, 
su funcionamiento y sobre todo la labilidad de la institución. A pesar de las constantes 
referencias de los misioneros hacia el progreso de su obra, la continuidad de la misión 
era puesta en duda con frecuencia, especialmente por falta de fondos. De este modo si 
bien la venta de la revista y los libros producía alguna ganancia para las SAMS, su 
principal utilidad residía en su carácter de instrumento de prensa y difusión del trabajo 
de la misión, a través de los cuales podría ganarse adeptos, y donaciones, que 
contribuyesen con las finanzas. Incluso las lecturas y artículos publicados en revistas 
especializadas pueden ser entendidas en este contexto17. 
 
La fotografía y la construcción de una “mirada misionera” 
 
 
17
 “The financial position”, un artículo publicado en 1903 habla de un déficit que ya venía mencionando 
en las anteriores entregas. El déficit ese año llegaba a casi 900 libras esterlinas, y para solventarlo piden 
colaboraciones a través de la revista. 
Para 1893 aparecen las primeras fotografías referidas a la misión y los indígenas del 
Chaco paraguayo impresas mediante este procedimiento en la revista mensual de la 
SAMS. Hasta ese momento la escasez de imágenes de indígenas publicadas nos lleva 
a interrogarnos sobre las características del vínculo establecido entre misioneros y 
Enxet, aunque es posible que esta situación haya estado relacionada con los grandes 
cambios que estaban ocurriendo en el personal de la misión. Adolfo Henriksen fallece 
en setiembre de 1889 y es reemplazado por Wilfrid Barbrooke Grubb quien tendrá un 
destacado desempeño tanto en Paraguay como en Argentina, sin embargo y a 
diferencia de su predecesor la fotografía no será su fuerte. Entre ese año y 1893 las 
imágenes de la revista, que son todavía litografías, provenían de fotos que habían sido 
tomadas por Henriksen. Al parecer Grubb no tenía una especial inclinación ni interés 
por la práctica fotográfica, a lo que también pudo haber contribuido el hecho de hallarse 
sin compañía durante la primera etapa de su trabajo en Paraguay18. A pesar de que los 
avances tecnológicos hubieran permitido una utilización más frecuente y eficaz de las 
imágenes fotográficas estas aún no jugaban un papel significativo en la narrativa 
misionera. Esta situación, sin embargo, comenzaría a revertirse hacia mediados de la 
década de 1890, especialmente debido a la llegada de misioneros familiarizados con la 
fotografía y la apertura de un estudio fotográfico en Villa Concepción, la ciudad 
paraguaya más cercana a la misión. 
 
 
18
 Luego de la muerte de Henriksen, los dos misioneros que lo acompañaban, Robins y Barttlet 
emprendieron el regreso a Inglaterra, por lo que, durante algunos años, Barbrooke Grubb fue el único 
misionero de la SAMS en el Chaco paraguayo. 
 
Figura 1 “Mr. R. J. Hunt and Chaco Indians” (SAMS Magazine, Vol.29, 1895) 
Justamente la fotografía que aparece en la figura 1 fue tomada en Villa Concepción 
hacia 1895 y pertenece a una serie de imágenes donde por primera vez los misioneros 
y los Enxet son retratados juntos, posando de acuerdo a la usanza de la fotografía de 
estudio de finales del siglo XIX. Debemos tener en cuenta que la ciudad de Concepción 
se encontraba a más de 100 kilómetros de los toldos Enxet y que los muchachos que 
aparecen retratados eran quienes tenían mayor contacto con los misioneros, 
trabajando para ellos como guías y cargadores en los constantes viajes que estos 
realizaban por el territorio chaqueño19. Es tal vez gracias a esa relación que pudieron 
ser llevados deliberadamente a al estudio del fotógrafo. Dada la desconfianza mostrada 
por los indígenas a los instrumentos mecánicos20 y a la ausencia de un fotógrafo 
experimentado en la misión, podemos pensar que los anglicanos no deseaban que la 
 
19
 En efecto, una de las fotografías tomadas en esta sesión es la de Keamapsithyo, quien luego fue 
llamado Philip, uno de los dos primeros Enxet bautizado por los anglicanos en 1899. (Grubb 1914) Los 
viajes por territorio chaqueño fueron de las actividades que más ocuparon a los anglicanos en la pimera 
etapa de su establecimiento esa región. Según Grubb 
20
 Así lo señalaba Barbrooke Grubb “Antes la visión de una cámara, una linterna mágica, o un juguete 
mecánico los llenaba de sospecha e incluso terror.” (SAMS Magazine, Vol.32, 1898, pp.29, mi 
traducción) 
introducción repentina de la cámara fotográfica en el contexto de la misión eche a 
perder su esfuerzo por ganarse la confianza de los Enxet. 
 
Esta imagen fue acompañada por una extensa leyenda escrita por este mismo 
misionero, que buscaba propiciar una lectura inequívoca de esa fotografía. En este 
sentido Hunt comienza marcando la diferencia entre un misionero y un esclavista: “La 
foto adjunta no es la representación de un salvaje ranchero y su dos esclavos indios, 
sino la imagen de un pacífico misionero en el Chaco Paraguayo con un par de sus 
habitantes.”21 Debemos tener en cuenta que esta revista se distribuía entre el público 
inglés y que para ese entonces muchos misioneros protestantes británicos eran activos 
militantes antiesclavistas. De ese modo, observamos que en el contexto de la narrativa 
misionera, imagen y texto participaban de un complejo mecanismo donde una y otro se 
reforzaban mutuamente con la intención de construir un relato que no diera lugar a 
equívocos, y donde anglicanos y Enxet aparecían compartiendo y participando de una 
existencia cotidiana en un contexto armónico e igualitario. 
A medida que la misión anglicana se iba expandiendo y afianzando en territorio Enxet 
aumentaba la necesidad de documentar ese proceso, lo que paralelamente incrementó 
el uso del medio fotográfico, valorado tanto por su capacidad de registrarcomo de 
testimoniar el “progreso de la misión”. En este sentido no era extraño encontrar 
reminiscencias de la fotografía tipológica o antropométrica en las fotografías tomadas 
por los misioneros, ya que las convenciones de ese género fotográfico, y su lenguaje 
formulado para representar al “nativo” también influenciaron a muchos fotógrafos 
quienes no tenían intereses antropológicos explícitos (Figura 2) (Geary 1986). 
 
 
 
21
 SAMS Magazine, Vol. 29, 1895, pp.103, mi traducción. 
 
Figura 2. Muchacho lengua. Andrew Pride, circa 1900 (Museo Pitt Rivers) 
 
 
 
 
 
 
Consideraciones finales 
 
A lo largo de esta ponencia vimos como las relaciones interculturales establecidas 
entre misioneros anglicanos e indígenas Enxet se dieron en un marco de lo que se 
denomina colonialidad en tanto “lado oscuro de la modernidad” (Quijano 2000). Vimos 
también que la textualidad de los anglicanos tenía un carácter que calificamos como 
prágmatico ya que pasaba ciertos tópicos recurrentes, estaba orientada tanto por los 
objetivos civilizatorios y evangelizatorios de la misión, como por los mismos rasgos de 
labilidad de esa empresa, reflejados por ejemplo en los vaivenes económicos que 
experimentaba. Algo similar sucedía en el caso de las imágenes fotográficas, su 
composición y su relación con el texto que las acompañaba. Vimos que la fotografía y 
su epígrafe eran combinados por los anglicanos de modo de no producir efectos 
equívocos en los lectores, especialmente entre aquellos que consumían la literatura 
misionera en las metrópolis. Por otra parte y tal vez buscando cubrir a las fotografías 
con cierta “autoridad antropológica” se buscaba reproducir las formas de composición 
de la imagen acuñadas en la antropología física. 
 
Atravesando estas cuestiones se encuentra el tema de la resistencia indígena. Vimos 
que a pesar del sesgo que recubre los documentos elaborados por los propios 
misioneros fue posible visibilizar en ellos rastros de oposición, de resistencia ya sea 
como respuesta o como silencio. Acordando con los argumentos planteados por Jean y 
John Comaroff22 para el caso sudafricano, sostenemos que la misionalización 
anglicana del Chaco paraguayo no fue un asunto de religiosos británicos infundiendo 
en pasivos indígenas sudamericanos la cultura de la modernidad europea o las formas 
del capitalismo industrial. En este sentido es interesante rescatar las palabras de Ana 
Teruel (2005) cuando señala, refiriéndose a los franciscanos que actuaron en el Chaco 
argentino, que la situación de los indígenas en tanto vencidos no significó que ellos 
actuaran como una masa maleable según la voluntad y el deseo de los franciscanos, 
sino que la misión se transformó más bien en un ámbito de negociación intercultural. 
 
Finalmente deseaba detenerme especialmente en algunos fragmentos de una reseña 
sobre el libro “An unknown pople in an unknown land” pues puede resultar útil para 
observar una cuestión que acompañó la relación entre antropólogos y misioneros 
particularmente durante los años en que la antropología estaba en su período de 
“formación”, si lo vemos desde el presente. Un momento donde aún estaba vigente la 
división del trabajo antropológico entre “el campo” frecuentado por viajeros, 
exploradores, militares, administradores coloniales y misioneros, y “el gabinete”, como 
 
22
 Comaroff & Comaroff, 1991. 
lugar reservado para el etnólogo o antropólogo23. En su reseña de este libro decía 
Sidney Hartland: 
 
“Los misioneros tienen una gran oportunidad para el estudio 
antropológico, pero cuan pocos de ellos están suficientemente 
interesados en los pueblos que van a convertir para penetrar a “el fondo 
de sus mentes”! Están tan preocupados con sus propias ideas y sus 
propios objetos, que no parece adjudicar ninguna importancia al estudio 
de las características mentales y los principios de su civilización (tal como 
es) de los paganos entre ellos (…) Cientos de observaciones tan 
ingenuas como las recién citadas delatan una actitud mental que 
desprecia, desde la altura de sus prejuicios, las “supersticiones” paganas, 
y vuelve a su posesor totalmente incapaz, mientras mantenga esa actitud, 
de comprender concienzudamente la grey que tiene que cristianizar y 
civilizar, y consecuentemente obstaculiza su trabajo (…) Lo que deseo, en 
el interés tanto de la ciencia como de la civilización, es que los misioneros 
deben comenzar con algún conocimiento antropológico. No sólo les 
permitirá dar cuenta de su grey (…) sino que los ayudará enormemente 
en sus esfuerzos evangelizadores. Mayor experiencia puede permitir al 
Sr. Grubb y sus colegas, si sólo abandonaran algunos de sus prejuicios, 
penetrar en las ideas que subyacen a las costumbres sobre las cuales 
sus reportes son al presente tan defectuosos y tan superficiales” (Hartland 
1906: 122-124) 
 
Es interesante esta crítica en el sentido de que no cuestiona el proceso civilizatorio ni la 
evangelización a la que se veían sometidos los pueblos indígenas sino que está 
dirigida específicamente al modo en que los misioneros llevaban adelante esa tarea, y 
a la clase de conocimiento antropológico que producían, un conocimiento que según el 
autor era imprescindible para poder llevar adelante la tarea que se les había 
 
23
 Aunque hay ya para este momento ejemplos de antropólogos que durante este período realizaron 
tanto trabajo en el campo como en el gabinete (como Lewis Morgan o Franz Boas) la división del trabajo 
descripta no había sido aún puesta en tela de juicio ni mucho menos abandonada. 
encomendado. A pesar de lo críticos que suenan estos fragmentos es importante notar 
que no se trata de cuestionar el proceso civilizatorio y de evangelización por el que 
estaban transitando los pueblos indígenas del Chaco, sino que más bien están 
orientados a señalar las carencias y refinar las herramientas con que cuentan los 
misioneros para llevar adelante esa tarea, señalando la importancia que para ello 
tendría un conocimiento antropológico “elemental”. En ese sentido en ningún momento 
se cuestiona el lugar otorgado al misionero en la división de trabajo antropológico de 
fines del siglo XIX. El grueso de la crítica a la “antropología misionera” por parte de los 
“antropólogos profesionales” estaba aún por venir. 
 
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