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El juego de los dioses

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EL JUEGO DE LOS DIOSES 
Escribe Máximo Kinast 
 
 
SUPONGAMOS QUE… 
 
Hay temas, ideas, que la mente se niega a pensar. Quizás porque son sutilezas, o quizás por 
temor a lo desconocido… No lo sé, pero de esos temas quiero escribir. 
 
Supongamos que no existimos, que somos un sueño o un programa de software, como en 
Matrix. Supongamos que todo es un juego de seres superiores, o una investigación científica y 
nosotros somos sus conejillos de indias. 
 
Esta idea no es nueva ni original. André Maurois (1885 – 1967) escribió El Pesador de Almas, 
una novela que trata de un médico que consigue pesar el alma de una persona recién fallecida. 
 
Pero su contemporáneo, el célebre escritor italiano Giovani Papini (1881 – 1956) en su libro 
Gog (o en el Libro Negro) escribió un par de cuentos sobre el mismo tema, en el que un sabio 
tenía unos barriles conectados a cables eléctricos que iba a algo (también imaginado en esa 
época) que podemos llamar un computador y dentro de cada barril había un ser virtual -que se 
creía real- que vivía en un barrio, con casas, con familias, con árboles, todo virtual, pero para 
el ser virtual que estaba dentro del barril eran seres y cosas reales, tan reales como él mismo. 
 
Stanislav Lem (1921 – 2006) es un escritor polaco de excelentes relatos de humor en ciencia 
ficción, o mejor dicho de fantasía ficción, donde su personaje Ijon Tichi (que por lo insólito de 
las situaciones que protagoniza nos recuerda Las aventuras del barón Münchausen) también 
conoce un personaje que tiene guardada en una caja el alma de un ser humano y se la ofrece en 
venta. 
 
¿Qué pensarías si de pronto supieras con certeza que eres un ser virtual y que todo -
absolutamente todo lo que crees que existe- es virtual? ¿Si de pronto tuvieras la certeza de que 
eres un insignificante peón en un juego de seres reales, muy superiores en todos a nosotros? 
 
Temo que no podrías probar que eres un ser real. Temo que ha de ser muy difícil demostrar que 
no somos seres virtuales, producto de un software como ocurre en Matrix. 
 
https://es.wikipedia.org/wiki/Andr%C3%A9_Maurois
https://es.wikipedia.org/wiki/Giovanni_Papini
https://es.wikipedia.org/wiki/Stanis%C5%82aw_Lem
https://es.wikipedia.org/wiki/Bar%C3%B3n_de_M%C3%BCnchhausen
O empezando por el principio, ¿cómo saber que las sombras no son la realidad si estamos 
encadenados en la caverna imaginada por Platón y no podemos ver hacia afuera? Si estuvieses 
atado en la caverna platónica ni siquiera podrías imaginar que hay ‘un afuera’ y menos que allá 
‘hay algo más’. 
 
Supongamos que somos seres virtuales. Nada es real en este planeta Tierra, ni en nuestro 
Universo, ni hay cosas físicas -aunque lo parezcan y nosotros creamos que son reales- porque 
todo, absolutamente todo es producto de un software del que formas parte. Sólo tú y nadie, ni 
nada más. Tú y tu existencia virtual que cree que todo a su alrededor y más allá, es real y tiene 
una existencia física. 
 
JUGUEMOS A SER DIOSES 
 
Supongamos que eres un ser de otra dimensión. Tu imagen es perfecta. Tu inteligencia es 
inmensamente superior a la de cualquier insignificante ser humano. Vives integrado en un 
universo que está interconectado en todas sus partes. Un universo de energía pura. No hay 
partículas ni ondas. No hay masa ni formas, ni vida ni muerte, ni movimiento ni cambios. Es 
un universo perfecto en el que existen millones de seres como tú. Inteligencias puras que no 
sufren desgaste, porque no hay entropía. 
 
Todos los habitantes de este universo se comunican, como un cardumen de peces o una bandada 
de gaviotas, al instante y se envían y reciben y comprenden y hacen suyos millones de mensajes. 
Y se aburren, porque saben todo. Conocen todos los secretos de la energía y del origen y de 
cómo y cuándo será el final… y se aburren. 
 
Entonces deciden crear un universo virtual o real -para ellos es lo mismo- y crear galaxias y 
estrellas y planetas y agujeros negros y quásares y poner vida en algunos planetas. Y entonces, 
para empezar, tuercen un poquito de nada en el espacio vacío y crean un quarck y luego otro y 
otro y muchos más. Y cada quarck tiene una masa y un momento y se mueven y se atraen y son 
tantos que chocan y se aglomeran y se juntan y se aprietan y sus masas se atraen y se comprimen 
en un punto, un agujero negro que sigue atrayendo quarcks y haciéndose cada vez más masivo 
y más pequeño hasta alcanzar una dimensión nula y una masa infinita y en ese instante, en ese 
preciso y singular instante, explota. 
Y nace nuestro universo. El patio de juego de nuestros dioses, en el que ensayan diferentes 
formas de vida y eligen planetas y montan un colosal juego, cuyas reglas sólo ellos conocen. Y 
juegan y observan las especies que aparecen bajo las formas que toma la vida en cada lugar. Y 
a las criaturas mejor dotadas para sobrevivir le dan una pisca de albedrío, muy poco, casi nada, 
pero algo nos dan y nos observan. 
 
El Juego de los Dioses es caótico, imprevisible, pero el caos es otra forma de orden y de 
organización fuera del alcance de nuestro intelecto. Y para ellos en su juego, todo y todos, tú y 
yo y la Tierra y los animales y las plantas y los planetas y las estrellas y las galaxias y el 
Universo son prescindibles y si se vuelven a aburrir pueden inventar otro juego y borrar todo lo 
obrado y todo desaparece, porque somos prescindibles y efímeros y virtuales. 
 
¿Qué harías tú si fueses un dios? Estarías en un mundo sin variedad, sin días ni noches, sin 
lluvias ni viento. Sabrías todo lo que es posible saber. No tendrías necesidad de nada, ni de 
aprender ni de comer ni de respirar, porque no tendrías un cuerpo. Serías una forma perfecta 
que no necesita maquillaje ni cortarse el pelo. Y no tendrías obligaciones ni deberes ni derechos, 
porque serías autosuficiente. ¿De qué conversarías con tus pares, si todos son iguales a ti y 
sabes todo lo que piensan y lo que sienten? ¿Puedes imaginar algo más aburrido? Es muy 
posible que junto a los demás dioses crearas un universo e inventaras un juego, sólo para hacer 
algo y no aburrirte. 
 
Y DIOS ENTRA EN ESCENA 
 
Ya era hora, porque en ese universo perfecto en el que viven los dioses no hay espacio para 
nosotros los seres humanos, reales o virtuales, pero hemos desarrollado algo, quizás sólo es 
vanidad, como afirma el Eclesiastés y resuena en la leyenda de La Creación de Gustavo Adolfo 
Bécquer (1836 – 1870). 
 
O quizás en algún momento tomamos conciencia de existir y -confundidos por este gran 
descubrimiento- nos separamos de la Naturaleza, sin saber que somos parte de ella, de la 
Pachamama. Quizás comimos un fruto prohibido -la ayahuasca o el hikuri, más conocido como 
peyote- y alcanzamos un conocimiento reservado sólo para los dioses. 
 
https://es.wikipedia.org/wiki/Gustavo_Adolfo_B%C3%A9cquer
https://es.wikipedia.org/wiki/Gustavo_Adolfo_B%C3%A9cquer
No lo sé, pero es verdad que hay algo en nosotros los humanos que nos hace diferentes. Podría 
ser una zona pequeña en nuestro cerebro que nos incita a creer en lo sobrenatural, o quizás -
como dice Yuval Noah Harari (1976 -) en algún momento aprendimos a imaginar y eso nos 
permitió crear un mundo imaginario y distinguirnos de otras formas de vida que sólo pueden 
entender conceptos relacionados con el mundo real. 
 
 
https://es.wikipedia.org/wiki/Yuval_Noah_Harari

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