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1a Método socrático y Platón_compressed - Heber Zarazúa

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HISTORIA 
DELA ' . 
PSICOLOGIA 
De la Antigüedad 
a nuestros días 
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1 
IV. LA ENSE~ANZA DE LOS SOFISTAS y 
EL MÉTODO SOCRATICO 
1. EL DESCUBRIMIENTO DE LA SUBJETIVIDAD 
Los escritos de los sofistas no han sobrevivi~o más que en fragm 
tos que plantean un delicado problema de mterpretación y han en. 
frido el infortunio histórico de llegarnos sobre todo a través de ~u-
comen tarios críticos de Platón y de Aristóteles; por tanto han os 
1 od .fi d ' pa-sado a la posteridad envueltos en reproc 1es c 1 ca os, de una va}i. 
dez que dista de ser incon~estable .. ~o cabe la _me_nor duda de que 
su actitud desenvu~lta hac1~ la rehg1ón los per1ud1có e~ }a opinión 
del público y q_ue desempenó un papel en la reprobac1on que ge-
neralmente suscitan. 
El autor belga Eugene Dupréel, al someter a un examen crítico 
toda la documentación que les concierne, ha emprendido la tarea de 
rehabilitar su memoria.1 Les reconocen una sinceridad que se les sue-
le negar, y solamente imputa a Gorgias algunos de los rasgos de ca-
rácter con que se caracteriza a los sofistas en general: un humor des-
envuelto y el gusto por la paradoja. 
Pero, sea cual fuere el aspecto moral de su pensamiento, éste tie-
ne un valor singular desde el punto de vista psicológico, pues fue-
ron ellos los primeros en poner a la luz, con sorprendente perspica-
cia, lo que hoy llamamos subjetividad humana. Antes de ellos se 
puede dudar de que los hombres hayan tenido verdaderamente cons-
ciencia de un problema inherente a la realidad humana como tal, 
es decir, en cuanto implica la presencia en el mundo de un ser que 
siente, que quiere y que piensa, cuya 'existencia condiciona, a la vez, 
las preguntas y las respuestas. Gracias a la acción de los sofistas se 
efectúa, a este respecto, una inversión de las perspectivas abiertas 
por. sus precursores, cuyo interés se dirigía de golpe al contexto de 
la vida humana. En efecto, su enseñanza versó sobre el hombre como 
ta~, con sus exigencias propias de inteligencia y de moralidad. Y 
mientras que en 1a misma época Sócrates que les debe mucho, car-
garía todo el acento en el hombre en ge;eral en la humanidad que 
se esfuerza por descubrir en el individuo particular, parece ser que ª 
ellos les impresionaron más las diferencias individuales hasta el pun· 
to de culminar -aunque esto no sea absolutament~ seguro- en 
1 Les sophistes Protagoras Gorgias, Prodicus, Hihhias. tditions dn GriffOll, 
Neuchate], 1948. ' ,.,,., 
48 
LOS SOFISTAS Y EL Mll:TODO SOCRATICO -t9 
una fonna de individualismo intransigente, pragmático en Protágo-
ras, más teórico en Gorgias. 
2. EL RELATIVISMO DE PRorÁcow 
La famosa máxima de Protágoras: 2 "El hombre es la medida de 
todas las cosas, de la existencia de las que existen y de la no exis-
tencia de las que no existen" 8 ha dado lugar a interpretaciones di-
versas. Si se entiende por "hombre" el ser humano en general, nos 
encontramos en presencia de una profesión de fe humanista. Así 
comprendió las cosas F.C.S. Schiller, que proclamó a Protágoras pa-
dre del pragmatismo preconizado por él.4 En Platón, por el con-
trario, la máxima se presenta como la expresión de un relativismo 
puramente individual. Al hombre de Protágoras nos lo recordarlan 
entonces algunos personajes de Pirandello, amurallados en sus cono-
cimientos instantáneos y transitorios. El ilustre sofista habría queri-
do demostrar no solamente que los individuos, aun colocados de lrr 
misma manera frente a un objeto, lo perciben diferentemente en 
razón de su estructura particular," sino que el mismo hombre, colo-
cado ante un objeto que ha percibido anteriormente, experimentará 
otra impresión porque él mismo ha cambiado.ª 
Lo que importa, de uier modo, ~~firmación de Protágo-
ras de que el ocimien im osible en el sentido de una a re-
hen~ión de las cosas_ en s1 mismas, y que se sitúa, forzosamente, en 
el nivel de lo que Kant llamaría el mundo fenoménico. La volun-
tad de atenerse al plano de lo humano aparece en esta otra declara-
ción, casi igualmente célebre: "De los dioses, no sé si son, ni cuál 
es su figura. Muchas cosas impiden saberlo, la oscuridad ( del asun-
to) y la brevedad de la vida humana." 7 
A la idea de una verdad inscrita en la realidad como tal, Protágo-
ras opone la de la verdad que se desprende al contacto con esta rea-
1 Amigo de Pericles y de Eurípides, Protágoras fue contempomneo, de mayor 
edad, de Demócrito ( nacido hacia 460 a. c.), de Anaxágoras ( nacido hacia 
500 a. c.) y de Empédocles ( que qui7.á nació en el mismo afio que él). Parece 
que el dilema planteado por Heráclito y Parménides fue uno de los fermentos 
esenciales de su reflexión. 
8 Platón, Teetetes, 152 a; trad. esp. en Diálogos, Universidad Nacional de Mé-
xico, 1922, p. 30. 
·• Humanimt philosophical m<rys, Londres, 1903. 
G "Tales como me parecen los objetos tales son para m~ y tales ~mo te pare-
cen a ti, tales son para ti ... " (Platón, Cratilo, 386 a; trad. e~p- cit., p. 191.) 
• Platón, Teetete,, 154 a; trad. esp. cit., p. 36. 
' Diels, 80 (74) B 4. 
SO LA NOClóN DE ALMA ENTRE LOS GRIEGOS 
Iidad, de la verdad como algo construido por el hombre. En es 
es sorprendente el. aspec~o m~erno de su pensamiento. Pues in to, 
duce la preocupación pnmo~dial del hombre en sociedad, sefiala tro. 
imPortancia de las . convenciones, expresa la exigencia de un vai!ª 
propio a la comumdad hu':Ilana, creadora de la cultura. Protá ; 
ras se percató de ~ue la V1rtud, por cuanto supone una Iectifi~a 
ción de las tendencias naturales, es en buena parte una cuestión d · 
educación. ~rates adoptaría nueva~~t~ esta i?ea situándola 
una perspectiva totalmente moral, al msistir en la identidad del b" 
· · d · 1en y del conocimiento que se a qmere. 
Diógenes Laercio dice que Protágoras fue el primero en declara 
que hay, respecto de todas las cosas, dos razonamientos que se op~ 
nen. ¡Nueva prueba de una singular clarividencia! Se le reprocha 
el haber enseñado, a este respecto, que el razonamiento más débil 
debería convertirse, en virtud del arte de la retórica, en el más fuer-
~
e.ª Se trataría de demostrar que lo negro puede ser blanco de 
convertir en justa una causa injusta. Las burlas de Aristófanes 'han 
revalecido en cuanto al sentido atribuible a esta función de la el0-
cuencia filosófica. Pero a este respecto Dupréel se muestra escéptico. 
~
El razona°:1iento "más débil" ¿no pod1!ª. ser aqu~l que, aun siendo el 
mejor, tuviera en contra suya a la opm16n cornente y vulgar? 
Si no se sabe gran cosa de fuente segura acerca de Protágoras 
no podemos dudar, empero, de que insistió en la importancia de: 
cisiva de la sensación para el conocimiento. Al decir de Platón,-!u 
escep_ticismo radical en cuanto al conocimiento del mundo exterior 
J tenía_pgr.. fuodamentp el p.apel exclusivo que atribuía a los _!enti-
dos. Se percató de que el acto de la percepción dependía de una 
determinada estructura sensorial, y que el escollo consistía en sus-
tancializar las cosas en esta materia; en mostrar, por ejemplo, que 
lo que llamamos color nace del encuentro de un sujeto y un objeto, 
y que no se está en presencia de una cosa que_ sería el color perci-
bido y de otra que sería la visión de este color.9 
Aprehendiendo las cosas bajo-el signo de la movilidad, ª. ej~plo 
de su maestro Heráclito, Protágoras sostuvo que la experiencia. es 
inseparable de una impresión producida por la entrada en relación 
de dos realidades, independientes primero la una de la otra, Y cu-
yos movimient~ se afectan recíprocamente. En otras pal~bras, pen: 
s6 que 1a cualidad de un objeto no constituía su propiedad per 
m~nent~, sino sólo un modo de su moyimiento o una fase de~~ 
existencia, y que de tal manera el es resultado 
8 Aristóteles, .Retórica, B 24. 1402 a 14 2 3. Diels, 80 ( 7 4) A 2 l. 
9 Véase Teetetes, 154 d; trad. esp. cit., pp. 42-43. 
rf~ 
WS SOFISTAS Y EL MtTOOO SOCRATICO 51 
un contacto establecidoentre algo exterior y un organismo, hallán-
dose .. así üno y otrcnnoclificados por este encuentro en el proceso 
perceptivo. 
Al parecer, Protágoras consideró que la memoria nos reconduce 
siempre a las percepciones originarias, que dejan su huella, pero con 
pérdida en relación con ellas. Así también, veía en las ideas go-l 
nerales una suerte de ilusión nacida de la creencia en la realidad de 
las palabras. Nominalista riguroso de modo precursor, consideraba los 
conceptos como etiquetas que recubren un saber constituido siem-
pre, en la medida en que es válido, por impresiones individuales. 
3. GORGIAS Y FL LENGUAJE 
Si Platón, a pesar de su aversión por la sofística, elogia a veces a 
Protágoras, se muestra particularmente severo con Gorgias.10 Hay 
una teoría de este último que se ha hecho célebre 11 y que se resu-
me de la siguiente manera : nada existe; aun si hubiese ser sería in-
cognoscible; y aun si hubiese ser y fuese cognoscible, sería incomu-
nicable a otro. 
Tal tesis, que apuntaba sin duda a la ontología de Parménides, 
deja en la sombra a todos los demás aspectos del pensamiento de 
Gorgias. Se ha inferido nada menos que profesaba un nihilismo ra-
dical, que negaba todo valor así a la noción de verdad como a la 
de conocimiento. Sin considerar aquí esta cuestión, de orden esen-
cialmente metafísico, no parece que haya lugar a oponer, desde el 
punto de vista psicológico, su concepción a la de Protágoras. Está 
emparentada con ella por la idea de que el conocimieno es el pro-
ducto de dos elementos que se mezclan: uno proveniente del exte-
rior y el otro obra del sujeto mismo. Lo que parece constituir la 
verdadera originalidad de Gorgias es la tercera proposición de la te-
sis que se le atribuye, que se refiere a la comunicación. Denota 
que era Gorgias un espíritu sagaz. En efecto, el sujeto individual, 
cuando conoce, no está en las mismas condiciones que aquel al que 
~e dirige,. lo que quiere trasmitir encierra una experiencia particular, 
mcomumcable directamente, que el auditor no puede más que infe-
1º Siciliano como Empédocles, Gorgias, que habla adquirido una gran fama 
como ~rador, profesor de retórica y hombre político, interviene en Platón en el 
gran diál_og~ que lleva su nombre, e igualmente en el Fedro y en el Banquete. Es 
en esta ultima obra doude Agatón parodia uno de sus discursos y Sócrates lo ca• 
lifica de "orador tcm'ble". 
(7
~1 La cita sobre todo Sexto Empírico (Adv. Math., VII, 65, 599) . Diels, 82 
) B 3. 
52 LA NOCióN DE ALMA ENTRE LOS GRIEGQs 
rir a base de su propia experiencia. Todo el problema de 1 
u y de la función del lenguaje parece ponerse en tela de \~ª.turale.r , 
el valor del acuerdo que establece entr~ la~ percepciones I d~to, Por( 
el discurso y las que fundan la expenenc1a de sus aud 't 1 aut0r 
virtud de la idea singularmente avanzada de que el le
1 
ores_. En 
uede simbolizar ~ ás que c~n ~1g1i-os-.3tb~trarios las cos: gu:Je no 
ende expresar, se puede atnbmr a GQrg1as~ UnfionrinaJistiri e pre. 
cal, pero no se debe mferir, por fuerza, que eLJ!ihilisiño -;f {ªdi. 
nihilismo-=- fu~ él alJsoluto y permanente. -- ubo 
No es dudoso que la sofística--preparó en buena parte el ad . 
miento del escepticismo en Grecia, por obra de Pirrón de E~I-
(335-275 a. c.), que mostraría por las cosas exteriores una total in
1
di
3 
f7rencia, funda?ª _en la imposibilidad de conoc~r ~u. ~erdadera esen: cia y, por cons1gmente, de hacer sobre ellas algun JUICIO válido. Para 
Pirrón y sus discípulos, de los que Diógenes Laercio nos da una lis. 
ta en su Libro IX, el alma se encuentra relegada entre las nociones 
incomprensibles. Unos decretan que es inexistente y otros la juz. 
gan incognoscible. La Academia Nueva, al adoptar un escepticismo 
menos radical, sobre todo con Arcesilao y Carnéades parece haber 
admitido un dualismo del alma y del cuerpo. Pero no se conocen 
los detalles de su doctrina psicológica.12 
4. LA BÚSQUJIDA SOCRÁTICA 
Como los sofistas, Sócrates se interesa en el ser humano 13 ardien-
temente; pero el ser humano captado en una perspectiva esencial-
mente moral. Más que el individuo en la acepción psicológica del 
término, con sus facultades de percepción y de conocimiento, y en 
cuanto tal objeto posible de estudio, es la persona -diríamos hoy-
la que constituye el foco de su interés. Al alma como principio 
de movimiento y de vida, colocada en primer plano por los jonios, 
él añade como valor esencial la razón y el carácter moral; ve en 
12 Acerca de Pirrón y su posteridad, la voluminosa obra de Víctor Brochard 
sigue siendo fundamental (Les sceptiques grecs, París, Imprimerie Nationale, 1887): 
18 La figura de Sócrates, nacido en Atenas hacia el año 470 a. c., es casi 
legendaria. Es sabido que lo conocemos esencialmente a través de Platón Y de 
Jenofonte, que nos han dado retratos un poco divergentes. Moralista _un_ tan~o 
estrecho en Jenofonte, aparece en Platón como el portavoz de su prop10 ideahs• 
mo (sobre todo en la República). De la enseñanza que se le atribuye han sur· 
gido es~u_elas antagónicas, lo que no facilita el conocimiento de un hombre. que 
no escnb1ó nada. En estas circunstancias lo más cómodo es atenerse al te5an1o· 
nio de Aristóteles, que atribuye a Platón' la transfonnación de] mensaje ético de 
Sócrates en una verdadera metafísica de las ideas. 
"- -~ 
LOS SOFISTAS Y EL Mll:TODO SOCRATICO S3 
ella la sede de esa personalidad espiritual que su método quiere 
instaurar y consolidar, para hacerla plenamente duefía del cuerpo 
que anima. De_ tal ~odo,. su ~eta es buscar, en las fluctuaciones 
de la vida sensible, m~ables capaces de dar sostén a ese pa-
pel del alma en cuanto su1eto ra_zonabl~ d~l _conocimiento y de la 
acción. Las descubre en las noc10nes ( 1ustic1a, verdad virtud feli-. . . , , 
cidad, belleza) que a su JU1c10 expresan la verdadera naturaleza del 
hombre y las cuales se esfuerzan en definir en su esencia idéntica 
y permanente. Su iden~ficación de la moral y de la verdadera cien-
cia poshtla que la acción humana puede y debe estar sometida a 
principios válidos para el ser humano en general, por cuanto todo 
individuo posee una naturaleza profunda, sustraída a las vicisitudes 
temporales. Lo que es bueno o verdadero para uno debe ser bueno 
y verdadero para los demás. La investigación socrática envuelve una 
universalidad de derecho orientada toda ella sobre un aspecto de la 
vida que, indudablemente, se descuida demasiado en nuestros dias: 
el de los valores encamados por la existencia del ser humano y del J 
sentido que confiere a la vida. A las convenciones, a los prejuicios, 
a las ideas recibidas sin examen, Sócrates opone la existencia de una 
reflexión capaz de instaurar una vida moral que se determina con 
pleno conocimiento de causa. La tentativa expresa una elevadísima 
coincidencia subjetiva, y se ha observado que con el "demonio" que 
él invoca, fuente profunda de su inspiración, aparece una suerte de 
esbozo de la "Profesión de fe del vicario saboyano", y del imperativo 
categórico de Kant. Antes del cristianismo, este moralista invita a 
sus contemporáneos a un incesante examen de conciencia, al esfuer-
zo sostenido de una toma de consciencia de sí para sí y en relación 
con otro, con vistas a un progreso moral, que considera es lo único 
verdaderamente importante. Esfuerzo que perseguirá para con todos 
y contra todos, hasta su misma muerte. Su con6cete a ti mismo 
se inscribe en esta mira esencialmente ética. El conocimiento no 
versa sobre la realidad del alma, de la cual no duda, sino sobre sus 
riquezas ocultas que hay que descubrir para volverse mejor; si exhor-
ta a los atenienses a este conocimiento de sí mismos por sí mismos, 
es porque lo mueve una convicción profunda de que saldrán ganan-
do en firmeza moral, de que ya no se dejarán impresionar por las 
argucias de los sofistas. 
Por lo que respecta a la naturaleza y al destino del alma así en-
tendida, la dificultad de distinguir ,entre sus propias ideas y las de 
Platón no nos permite más queconjeturas. Baste con obseiy~ que 
la concepción socrática supone, en todo caso! una fe meta.física: la 
de una racionalidad inmanente a las profundidades de la vida. 
\ 
Ó:N DE ALMA ENTRE LOS GRIEGos LA NOCI 
5'f • ología está totalmente subordinada 1 En Sócrates la P.s6ic función del sentido que se trata da da ética . trospecc1 n á . e ar ' 
1 ser la m El hombre socr tico es un ser que qu· a la 
~onducta humana: tud de una tendencia más o menos ~ere alean. 
1.3r la dicha en Vlízr misma de sus deseos. Y este ser debe ccura, Pos. 
0 la ra • f t h 1 °Illp tulada com b' puede satis acer es e an e o. Pero la h b· _ren. 
der qu~ sólo ;~e::~ sólo pooía afirmar, sin den:iostrarla, laª i~1da~ 
dialéctica de_d tre los objetos del deseo y el bien, entre lo d enti. 
dad estableci ª psicológico del término- y el fin del h esea. 
ble -en el .~en etafísico-· finalmente, entre el bien, la beU:bre 
-en el sen ti, b?l mSu "sólo sé que nada sé" es un procedimient ,dl~ 
. t d y lo u . 1 . º6 d o J. 
VIr u f d d en realidad en a conv1cc1 n e que el contra 
dá tico un a o 1 od 1 b , ste c 1' b' ueda del placer o de p er, y a usqueda del sobe entre a usq bed f l · 
b. 0 es sino aparente, y que o ece a una a ta de disce rano ien, n . f. . t d 1 b. , . r-. . to un conocimiento msu 1c1en e e 1en, umca garantía mm1en , a 'ó · t I ' d I felicidad humana; la acc1 n JUS a es, pues, a que esta guiada 
e ª n conocimiento claro, fundado a su vez en una elucidación 
por u · d 1 b" 1 . l teórica, y es a esta ciencia e 1en a o que nos qmere levar su 
ramosa mayéutica. 
El lazo de la razón y las pasiones se mantiene en cuanto el hom. 
bre esclarecido, que obra entonces forzosamente bien, según Sócra-
tes, pone su pasión en esa acción buena. Pero no deja de ser cierto 
que todo el dominio verdaderamente "psicológico", por ejemplo, el 
de los conflictos que surgen entre los mandamientos de la concien-
cia moral (por no hablar de las vicisitudes de esta última) y las fuer-
:ais instintivas se halla ausente de tal concepción exclusivamente éti-
ca y, a pesar de las apariencias, más preocupada por una idea de lo 
humano que por los hombres en su diversidad concreta. Parece que 
Sócrates fue un hombre de salud física y moral excepcionales, ani-
mado por una f7 no menos excepcional en el poder de esa razón ?u• 
~ana que expenmentaba en sí mismo. La mayor ceguera a sus 01°s, 
hemos d~ creer el testimonio de Platón,1• es desconocer que la 
ayor desdicha, peor que la enfermedad del cuerpo es "vivir con 
un alma no sana · · . ' · ' " E ' , smo corrompida, y además mjusta e 1mp1a • 
ble~ pocas pala~ras, la concepción socrática del alma es insepara· 
to en:1~: ~l~:fia de la sa?id~ría, ciencia por excelencia, p~r c~~n-
valor templ as las <lemas vutudes particulares ( piedad, 1usticia, 
que posi~tza Y de una sabiduría que se puede enseñar, pue~t 
gada a expres!r ~a r~r sobre el alma de tal manera que se vea o I· 
H . erdad de que está preñada. 
Gorgurs, 479 b· · 1922, p. 180. ' trad. esp. en Diálogos, Universidad Nacional de MéioCO, 
-
V. LA PSICOLOGlA DE PLATóN 
1. LA ESPIRITUALIDAD DEL ALMA Y SU D~TINO 
Si SE admite la distinción establecida tradicionalmeme entre las 
doctrinas de Sócrates y de Platón, la obra de este último se nos 
aparece como un intento de conferir un estatuto ontológico a la 
intuición que tuvo Sócrates del alma humana como esencialmente 
moral. De tal manera constituye, más que una psicología en la 
acepción moderna del término, lo que podríamos llamar una meta.-
psicología, inscrita en un contexto de fuerza y riqueza incompara-
bles. "El alma -declara- es, luego de las divinidades, lo que de 
más divino hay para el hombre y lo que más directamente le in-
teresa." ( Leyes, V.) * 
Mientras que los pensadores que le precedieron, inclusive cuando 
sintieron -como fue el caso de Anaxágoras- la exigencia de carac-
terizar al alma por oposición a la vida natural, no la separaron com-
pletamente de una determinada materialidad, aunque fuese de una 
materialidad muy sutil, Platón quiere demostrar que es absolutamen-
te incorpórea, y repudia todas las teorías anteriores que, al identifi-
car el alma con un elemento o con una mezcla de elementos, le 
parecen comprometer irremediablemente su carácter espiritual y su 
destino sobrenatural.1 
Para apoyar su tesis, recurre a varios argumentos: el alma posee 
desde siempre la verdad; es el principio de todo movimiento; simple 
e indivisible, y por tanto no compuesta, escapa por fuerza a la des-
composición; es capaz de una reminiscencia que demuestra su exis-
tencia anterior; por participar en la idea de vida, se encuentra in-
vestida de una actividad eterna, que excluye la muerte. De tal modo 
Platón concibe la vida psíquica como independiente de la vida del 
cuerpo, al que gobierna tal como el alma universal, de la que es 
una porción, rige los movimientos del universo. Si se encuentra en 
la tierra mezclada a la materia y al devenir es por haber sido arro-
jada, por una suerte de caída; y de este cuerpo que habita aqui en 
la tierra aspira a hl,erarse como de una prisión. Su destino es volver 
* Trad. esp.: La, leyes, en Di41ogor, VIII, por J. Bcrgua, Ediciones Ibéricas, 
Madrid, 1960. 
1 Véase sobre todo Fedón, 70 ab, 84 b, 86 bd, 92 b, La República, III, 386d 
(tmd. esp.: La República o el Eitado, 2• ed., Buenos Ai1CS-México, 19-H, F.s-
pasa-Calpe Argentina) . 
55 
56 LA NOCIÓN DE ALMA ENTRE LOS CRJEcos 
tria originaria a través de reencarnaciones suces. 
ª sbu. pa tal fin tiene' como condición su liberación del ivas. Abo. 
ra 1en, 1 ] ] muna . 1 Se lleva a cabo, de ta manera, en e a ma human o Illa. :::o· ontológico, pues se ha1la d~garrada en~e la oscuraª,nun con. 
d eternidad divina y los atractivos de la vida terrestre E OSta}gia e una 1 d d b 1 · sta · Ca es capaz de calmar a se e a so uto que la pose Vida nun . 1 e, y d be mprender que su tarea consiste en e evarse por encima de 
1 
e 
del cuerpo, en VC:ncer las te~t~cion~, en huir. de] muna; pla. 
sus seducciones, en aVIvar su n:mmiscenci~ de _las ideas que hi de 
nocido en la realidad suprasensible. La dialéctica, capaz de s co. 
Ja multiplicidad de los datos sensoriales y de disipar la ilusió~Perar 
a ellos se adhiere, le permite lanzarse por esta vía liberadora• ig q~e 
mente el amor, qu~ despiert~ en ella el recuerdo de la idea' deu~~ 
Bello reflejada en cierta medida por las cosas y por los seres y qu 
la conduce a la p~cu~a?ión por, e~ bien absoluto, cuyo esplendo; 
domina el mundo mtehg1ble, el umco que es verdaderamente real 
A los ojos de aquel que está orientado hacia la verdadera realidad· 
aquella en la que nada pasa ni muere, el mundo natural pierde s~ 
poder de seducción. De tal modo, en esta vida misma se da un 
paso decisivo, y la muerte podrá constituir una liberación para el 
alma, que se sustraerá a la rueda de los nacimientos y recuperará 
su verdadero habitat. Platón nos cuenta cómo fue precipitada el 
alma en la materia y en el devenir; enumera los castigos y las re-
compensas que la aguardan en el más allá, pero poniendo cuida-
do en precisar que se trata de símbolos. Así, las almas no purifi-
cadas por la filosofía descienden al Hades para recibir el pago que 
se han merecido. Penas eternas en el Tártaro les serán infligidas 
a las que se han endurecido en el mal; las demás, después de una 
larga estancia en el Hades, eligen el cuerpo ( de un ser humano ? 
de un animal) que habrán de ocupar; y esta elección está detenm-
n_ada por ~1 pasivo o el activo que han adquirido en una encama-ción antenor. 
2. EL PROCESo DEL CONOCIMIENTO 
Protágoras, qu~ hacía depender todo conocimiento ?e las sens~i 
Clones, Platón obJeta que la ciencia no se puede reducir a ellas. 
-tal fuese el caso, el enfermo que siente su enfermedad, la conoce-n , . , . t en u na me1or que el médico. En realidad, la ciencia se as!en ª Esto 
luga! q~e no son las sensaciones perpetuamente cambiant~-. to, 
no ~~pide que Platón, inclusive en este nivel del conocn~tºtin· 
com1a ya el movilismo radical que atribuyea Pitágoras. d 15 ob-
gue entre las sensaciones conforme a un detenninado grn<lo e 
LA PSICOLOG1A DE PLA TóN 57 
jetividad que les es propia. ~ues una impresión cualquiera no podría 
estar completamente desprovista de ella aun si el objeto se encuentra 
modific~do en cierta medida ni si ella misma es perturbada por él, 
y deja siempre trasparentar algo de ese objeto. Si el color, por ejem-
plo, no fuese una suerte de fuego, si no perteneciese a las especies 
susceptibles de obrar sobre el fuego ocular, no habría ninguna per-
cepción de color. Por otra parte, es abusivo pretender que toda 
sensación es completamente original con relación a las que la han 
precedido, sin que haya nada que reconduzca a una experiencia an-
terior. La observación común prueba lo contrario: un dedo aparece 
a la vista como un dedo, ya sea que pertenezca al extremo o al 
medio de una mano o que sea grande o pequeño (Rep., VII, 523). 
Todo conocimiento implica una determinada permanencia, y si los 
objetos se hallasen en perpetua transformación el pensamiento no 
podría hacer de ellos presa alguna (Cratilo, 439-440) . Esta permaü 
nencia no es menos necesaria del lado del sujeto del conocimien-
to, y por eso este último no puede descansar en las sensaciones. 
Entra en ello otro elemento, decisivo: la actividad racional, qu 
coordina lo semejante. Esta actividad es inseparable en Platón de 
su condición metafísica, y el famoso "mito de la caverna" expresa el 
despego necesario de la simple existencia y el acercamiento a las ideas 
eternas. Igualmente la reminiscencia, recuerdo latente de nuestro 
origen supraterrenal y de las realidades que el alma ha encontrado, 
nos pone en el camino del verdadero conocimiento, abierto sola-
mente al que se desprende del mundo sensible. 
Cuando Platón, en el Menón, nos muestra a Sócrates interrogan-
do a un muchacho esclavo de manera que le conduce a descubrir, 
por sí mismo, la solución de un problema geométrico: construir un 
cuadrado cuya superficie sea el doble de la de otro cuadrado dado, 
lo hace para demostramos que este ser inculto llevaba en sí mism~ la 
solución; y esto significa, para Platón, haberla conocido en una vida 
anterior. Instaura así una suerte de técnica de las reminiscencias, 
para rebasar el estadio de las creencias y de las opiniones y alcanzar 
el verdadero saber. Es con esta perspectiva innatista como llega a 
sacar a luz la actividad propia del espíritu, su capacidad de j~gar Y 
de razonar, distinta de las sensaciones. Se sabe la importancia que 
tuvo a sus ojos el pensamiento matemático gracias al cual -a pesar 
d~ _las apariencias variables según la magnitud y la distancia- el es-
pmtu llega a hacer inteligibles las proporciones de los c~erp?5 Y sus 
movimientos. Ve en la matemática un sistema de coordmac1ón fun-
?ado en principios cuya esencia es bien definida : nú~ero~ _pares e 
impares, superficies, ángulos. . . Pero como no puede 1ustíf1car por 
tr 
LA NOCióN DE ALMA ENTRE LOS GRIEGos 
ss b d . 
. tales n.icipios, Platón la su or ,1na a la dialécti , 
sí m1sm::ciuce e! el dominio en que la razoni en su sobera ca, qne 
nos m~ tido verdadero de todo lo que existe, y donde nía, d~ 
cubre e 1:ºios rincipios que permiten el c~nocimiento dclPª¾ 
a plena t uct~ra profunda. En este estadio de conoc¡Illie lln1ver. so en su es r r d nto sen sib]e está completamente ec ipsa o. . 
3. UNA PSICO-FISIOLOGÍA FINALISTA 
Pero cualquiera que pu~a ser su preoc~pación por reservar una ac. 
tividad lo más independ1~ntemente pos1~le al alma :-que estará en 
el cuerpo como está el piloto en. s~ nav10, al que ~ebe conducir 
gobernar- el problema del conoc1m1ent~ Y. de la acción remiten fo;. 
zosamente a Platón al ser humano constituido por un organismo; ad. 
mite, por lo demás, qu~ el alma, en el _transcurso de sus pe!egrinaci0-
nes, sufre una influencia que ~bstacuhza retarda la realización de 
su destino, y que, por eso mismo, mantiene forzosamente con el 
cuerpo relaciones de un cierto orden. Pero, ¿de qué orden? La respues-
ta no es fácil, independientemente de las dificultades intrínsecas de 
la doctrina, por cuanto las afirmaciones de Platón a este respecto 
expresan los pasos dados por un pensamiento que nunca descansa 
en la satisfacción de sí mismo. 
En el Fedro, Platón compara al alma con un carro de dos caba-
llos conducido por un cochero. El cochero simboliza la razón, uno 
de l?s caballos la energía moral y el otro el deseo. Esta división tri-
partita se encuentra de nuevo en la República: 
Si el alma de cada uno de nosotros se divide en tres partes. . . a mi 
parecer · · · .ª ~tas. • . corresponden tres placeres., propios de cada una; 
Y por con.si~mente, tres clases de deseos y de dominaciones. 
· ·_-~ pnmera de esas partes es aquella por la que el hombre co-
~oce, d segunda es aquella por la que el hombre incita· la tercera ~:fa emasia<las fonnas para ser comprendida bajo un n'ombre par-
más ;;e¾~ro _ya la hemos designado por lo más notable y por lo que 
causa de bm_a 1 en .ella. La hemos llamado apetito concupiscible ª 
her, al amor ;ºa"'f'"' de los deseos que nos arrastran a comer, 1¡"-
mado amiga de lasos· demás placeres de los sentidos; y ]a hemos. 1 a-
para satisfacer est 1quezas, porque el dinero es el medio más eficaz 
a e ase de deseos {Rep. IX, 581 d, e). 
Ahí Platón espe T 
energía moral el p:h~ q~e la razón tiene como sede la cabeza, la 
y deseo el abdomen. 
LA PSICOLOGIA DE PLATóN 59 
La misma manera de ver se encuentra de nuevo en el Timeo * 
esa obra de la vejez, en la que Platón nos cuenta cómo el arquit~-
to del un~~erso, "Aut~r y obrero de los seres divinos", encargó a sus 
propios hi1os la génesis de los mortales ( 69 c). 
Nos encontramos en presencia de una psico-fisiología finalista que 
explica "por qué" ~s ~es. p~rt~ d_el_ al~a ocupan ese lugar distin-
to en el cuerpo. S1 el pnnc1p10 d1vmo del alma tiene su sede en 
la cabeza, separada_ del pecho por el cuello, es porque quiere perma-
necer, todo lo posible, protegido de las mancilladuras provenientes 
del alma inferior; como esta última contiene "una parte naturalmen-
te mejor, y otra peor", la primera está situada más cerca de la ca-
beza, entre el diafragma y el cuello, para que pueda contribuir, en 
concierto con la razón, a contener los apetitos; y estos últimos tie-
nen su sede lo más lejos posible del alma deliberadora, "en el in-
tervalo que separa el diafragma del ombligo" (Timeo, 69, 70, 71 ). 
La médula es considerada por él como lazo que une al alma con 
el cuerpo. La sangre tiene su fuente en el corazón, nudo de todos 
los vasos, y se refresca en los pulmones. El aire, o pneuma, penetra 
en el cuerpo humano por vías definidas, desde la boca y los pulmo-
nes hasta el corazón. De ahí, corre por el organismo entero, rige la 
vida, el equilibrio de las funciones, los movimientos del pensamiento. 
De la concepción platónica se desprende que sólo la parte supe-
rior del alma tiene el privilegio de la inmortalidad: una inmortali-
dad cuyo carácter personal no parece ser nada dudoso: 
En fin, cuando los lazos que reúnen los triángulos en la médúla, 
rotos. . . no pueden atar ya, los lazos del alma se aflojan y con ello, 
ésta, libre y vuelta a su naturaleza, escapa, llena de alegría porque todo 
cuanto es contra natura es doloroso, mientras que lo conforme a ella, 
agradable. He aquí por qué, si la muerte causada por enfermedades 
o~das es dolorosa ta violenta, la que llega tras la vejez, de acuer-
d con los deseos de a naturaleza nada tiene de enosa trae con-
__ sigo más bien alegna que o or. (;'imeo, 8 . e.) 
E~ el Fed6n, igualmente, Platón declara que el alma que se bar-
nutrido de la verdad divina no teme "desparramarse en el mo-
ment_o en que se separará del cuerpo, o dispersarse al soplo _de __ 
los Vientos, o partir en vuelo y, una vez partida, ya no estar en nm-
guna parte" ( 84 a, b) . 
La afirmación de la inmortalidad personal había de constituir uno 
• Tmd. esp. en Di41ogo,, VII, por J. B. Bergua, Ediciones Ibéricas, Ma-
drid, 1960. 
L 
60LA NOCIÓN DE ALMA ENTRE LOS CRIEcos 
de los motivos importan_t~ del prestigio d~ que disfrutaría Pla . 
entre los apologistas cnshanos, desde 'ustmo hasta San .A~~n 
S. mbargo podemos preguntamos, al igual que en el caso d n. m e ' · 16g · d 1 t ' ' e los . ·os si la consecuencia 1ca e a eona no sena el retorn ~~:a individual al alma universal r ~ósmica. Por otra parte, º
8
/el 
e enci.al del alma si el elemento d1vmo que hay en ella es ú . lo s , . . 1 , t l n1ca mente la facultad cognoscitiva o a razon, a parece que las f · 
Cl·ones los apetitos, los deseos, por cuanto son producto deª ec. 
' hb ' d od b · · su unión con el cuerpo, no a ~an e er so rev1V1r a la destruc. 
ción de este último; la cuestión C?ns1ste enton~es en s~~r cómo 
y por qué esta alma, puro pensamiento, ha podido precipitarse en 
la prisión del cuerpo. 
Todo lo que Platón escribe, en el Timeo en _par~cul~r, acerca de 
las cualidades sensibles se inserta en la perspectiva finalista que pre. 
side su e ción del alma tripartita, tal como sus comentarios s0-
bre el í ado ( espejo liso y brillante, sede de l~ adivinaci_(m), sobre 
la i nacio sobre el o ( en el que las impurezas se deposi. 
tan, o que explica su hinchazón en caso d~ fiebre), sobre los intes-
tinos (largos y sinuosos, a fin de que los alimentos permanezcan lar-
go tiempo en el cuerpo para que el hombre se vea liberado de una 
perpetua preocupación alimenticia), sobre la médula, los músculos, 
los huesos y los tendones que reúnen los huesos y la médula; sobre 
la carne, la cabeza, la piel, los cabellos, las uñas, los aparatos circula-
torio y respiratorio, sobre la digestión y la asimilación, sobre el des-
equilibrio de los alimentos, la degeneración de los tejidos y la forma-
ción de los humores, sobre la bilis, la pituita. . . (Timeo, 61-86). 
4. Los TRASTORNOS PSÍQUIOOS Y LOS FACTORES INOONSCIENTES 
Particularmente curiosa es la actitud objetiva que observa Platón al 
tratar los trastornos psíquicos; en las descripciones que nos da, el 
caracter_ólogo disputa con el moralista. Si admite que las enferme-
dades tienen a menudo causas externas: abuso de alimentación, ex-
c~os s~xuales, desproporción entre los gastos físicos y la alimenta-c1on, piensa también 
· · · qu~ 1~ mayor parte de los reproches que se hacen a los hombres 
ªf prop sit1o de ~u intemperancia en los placeres cual si en realidad uesen vo untanamente . . , 
viciosos, son reproches injustos, 
pues nadie es malo . . 
mala educació " porque qmere, smo que llega a serlo por una 
el alma padec~ 
0 
por una mala disposición del cuerpo" de la que ª causa del cuerpo: 
LA PSICOLOGlA DE PLATóN 61 
por ejemplo, .l?s humores ~e las pituitas, agrias o saladas, y todos los 
humores y bilis que atraVIesan el cuerpo, no encontrando •una salida 
exterior, son retenidos dentro. Entonces mezclan sus emanaciones a 
los movimientos del alma, y la producen _enfermedades de todas cla-
ses, más o menos graves y numerosas, según el _.1;1úmero e importancia 
de las curaciones. Y ello porque lanzándose a los tres lugares . en que 
el alma reside, sea cual sea aquel en que caigan, causeµ alli tristezas 
y penas de todas clases, tanto ,la audacia como la cobardía, volviendo 
al hombre olvidadizo y perezoso de inteligencia. . · 
Si añadimos a esto la influencia de las malas instituciones políti- · 
cas y de la corrupción del medio, que nadie se preocupa por refor-
mar, se comprende la existencia del mal: 
Por lo que serla preciso.....acu.fillLaJos padres mejor que . a los hijos; 
a los. maestros de prefereµcia a los discípulos. En todo caso, ~01,ios 
debemos esforzamos cuanto nos sea posible, mediante el estudio '('edu-
cación), la ciencia, y una buena disciplina., en huir de la maldad y 
alcanzar la virtud, su contraria (Timeo, 86-87). · . 
En cuanto al sistema de educación que preconiza Platón en la 
República no podríam9s decir que recurra a la -psicología, pues· '.·con-
siste en orientar y aun 'en obligar al individuo a seguir una vía ha::. 
i.ada por Platón el filósofo. Sin embargo, esta pedagogía :abunda en 
observaciones penetrantes, por ejemplo, a propósito de los apetitos{ 
y de los deseos que se manifiestan en los sueños, en las cuales po-
demos ver una especie de presciencia del papel de inconsciente des-
crito por el psicoanálisis. En unos, nos dice, -estos deseos "gracias 
a la razón" se desvanecen enteramente o •son débiles o pocos . en 
número; mientras que en otros ... son. "más 'numerosos y al mismo 
tiempo los más fuertes"; · · 
son los que se despiertan durante el sueño,, cuando esta parte del alma,' 
q~e es racional, pacífica y a propósito para mandar, está como dQr-
nuda, y la parte animal y feroz, excitada por el vino ,y por la buena 
comida, se rebela y, rechazando el suefio, intenta escaparse y satis- A!! 
facer sus apetitos. Sabes que en tales momentos esta parte del alma 7 
a todo se ofrece, como si se hubiera libertado violentamente de to-
las leyes de la convenienci.¡i y del pudor; no distingue nada, ni 
dios, ni hombre, ni bestia. Ningún asesinato, ningún alimeµto indigno 
!e causa horror; en una palabra, no hay acción por· extravagante y por 
infame que sea, que no esté pronta a ejecutar ( Re¡,. IX, 571 ) . 
Inclusive, se encuentran en Platón observaciones-que podrían in-
terpretarse hoy en el sentido de una determinada plasticidad del "in~ 
62 LA NOCIÓN DE ALMA ENTRE LOS GRIEGo s 
·ente" 0 de la repercusión favorable sobre éste de consci , . . . S d' frut , d 1 una v'd preocupada por el eqmhbno. e 1s ara e reposo, escribe, 1 a 
cuando un hombre observa una conducta sobria y arreglada· . . . . l t h d , cuan do antes de entregarse al suefto reamma a an ore a . e su razón, alimen: 
tándola con reflexiones saludables, conversando consigo mismo; cuand 
sin saciar la parte animal, le concede lo que no puede rehusarle pa o, 
que se tranquilice y no turbe. . . la parte inteligente del alm'a . r~ 
cuando se acuesta tranquilo y sin resentimiento ... ; cuando todo 
me en él, menos su razón, que se mantiene despierta ... , 
y si se ha tratado de calmar con la reflexión la efervescencia de los 
sentimientos, es entonces también cuando: 
... el espíritu ve más en claro la verdad, se intima con ella y no se 
siente turbado por fantasmas impuros y sueños criminales. 
Pues la consideración de estos últimos toma manifiesto que 
• • • hay en cada u~o de nosotros, incluyendo a los que parecen más 
duefios de sus pasiones, una especie de deseos crueles, brutales, sin 
freno, como lo prueban los ensueños. . . ( Rep. IX, 572.)

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