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EL SUELO - Moreno Ayala Novali

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EL SUELO 
UN RECURSO NO RENOVABLE
El suelo, un recurso no renovable.
El suelo es la capa superficial de la corteza terrestre, vital para el funcionamiento de los ecosistemas. 
Es el sustrato sobre el cual se desarrolla una gran diversidad de vida vegetal y animal.
 En él se alberga una cuarta parte de la biodiversidad del planeta.
 Un gramo de suelo sano contiene millones de organismos tales como vertebrados, lombrices, insectos, nematodos, ácaros, hongos, bacterias y actinomicetos. 
Actúa como filtro y transforma los contaminantes producidos por el hombre. 
Está compuesto por agua, aire, minerales y materia orgánica. 
Se encarga de brindar la regulación climática y la purificación del agua. 
Además, es hábitat de gran variedad de especies.
 También proporciona alimentos, fibras y combustibles.
La materia orgánica y los microorganismos que habitan el suelo aportan y liberan los nutrientes, unen las partículas minerales entre sí, con lo cual se crean condiciones para que las plantas respiren, crezcan, absorban agua y desarrollen sus raíces, contribuyendo a prevenir la erosión. 
De igual forma, el suelo abastece, purifica y retiene el agua: un metro cúbico de suelo puede almacenar 600 litros, dando oportunidad al desarrollo de los cultivos en tiempo de sequías.
El suelo es un recurso no renovable, ya que su degradación es mayor a su capacidad de renovación. 
En su preservación se inicia y termina la cadena alimenticia. 
Si se corta la base de la cadena, se altera fuerte e irremediablemente el ecosistema.
 Una de sus principales amenazas es la erosión, que afecta a la producción de hasta 95 por ciento de los alimentos que consumimos.
A nivel mundial, existen 32 grupos de suelos reconocidos por el sistema internacional de clasificación Base Referencial Mundial del Recurso Suelo (WRB). El Banco Mundial estima que, de esos grupos, 37.4 por ciento se destina para aprovechamiento agrícola.
El suelo está considerado como un recurso fundamental contra el hambre, contra la resiliencia ante inundaciones y sequías; y contribuye a mitigar el cambio climático, a mejorar la seguridad alimentaria y a asegurar un futuro sostenible para las generaciones futuras, así como al desarrollo de las actividades agrícolas y a la alimentación de la humanidad.
En México hay una gran diversidad de suelos: 87 por ciento de los tipos de suelo que hay en nuestro planeta.
México cuenta con 26 de los 32 grupos de suelos que existen en el mundo, entre los cuales predomina el suelo leptosol, con 28.3 por ciento; regosol, con 13.7; phaeozem, con 11.7; calcisol, con 10.4; luvisol, con 9; vertisol, con 8.6, cambisol, con 4.3; arenosol, con 1.8; y otros tres con 12.2.
Los suelos fértiles de México representan 29.3 por ciento del territorio: phaeozem, 11.7 por ciento; luvisol, 9.0; y vertisol, 8.6.
Una de las problemáticas del suelo es el crecimiento urbano, que invade tierras agrícolas. 
El abuso de productos químicos y fertilizantes contra las plagas y enfermedades; para la falta de nutrientes y el aumento del rendimiento de los cultivos, es otro factor que ha contribuido a la pérdida de suelos productivos, mayor emisión de gases de efecto invernadero, sobreexplotación de agua, contaminación y deforestación.
La pérdida de 20.8 por ciento de los suelos productivos se debe al desplazamiento de materiales. 
Esto incluye la erosión hídrica y eólica: pérdida del suelo, formación de dunas, deformación del terreno y azolve causados por el manejo inapropiado del terreno.
La degradación química representa el mayor impacto en los suelos de México, ocasionada por la
 eutrofización, 0.6; 
la salinización/alcalinización, 3.2; 3.5; y 
disminución de la fertilidad, 92.7 por ciento 
respectivamente, como principales factores que disminuyen el rendimiento de los cultivos.
Algunos objetivos de la Agenda 2030 relacionados con el suelo:
• Objetivo 2. Hambre cero. Se enfoca en el aumento de la producción agrícola, siguiendo prácticas agrícolas sostenibles.
• Objetivo 12. Producción y consumo responsables. Garantiza modalidades de producción y consumo sostenibles sin poner en riesgo las tierras de cultivo y evita el desperdicio de alimentos.
• Objetivo 15. Vida de ecosistemas terrestres. Promueve enfoques sostenibles para la gestión de los recursos naturales, de los suelos, de los bosques y de la degradación de la tierra para promover un equilibrio entre la acción de conservación y el desarrollo .

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