Logo Studenta

La gente que crece

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Socialidad: Belaúnde – La gente que crece
Durante la pubertad, los muchachos y muchachas son llamados “gente de la planta que hace crecer” (eco pai) y sometidos a ritos de maduración del cuerpo, de diferenciación por género y de preparación a la vida en pareja:
1- Las muchachas menstruantes: Hasta hace unos veinte años, durante su primera menstruación, las muchachas eran aisladas en una casita llamada “casa de la suciedad” (sitsi hue’e) donde permanecían por un periodo que variaba entre diez días y varios meses. Hoy en día, la joven es aislada durante una semana en un rincón de la casa. 
La condición de una muchacha durante su primer periodo es particularmente delicada. 
Por una parte, se considera que podría desangrarse. Su reclusión es vista como una manera de controlar el flujo de sangre (Vickers 1989:234). Se dice también, para reforzar la sanción ritual de la reclusión, que la desobediencia de la joven podría causar una catástrofe cosmológica: Al no mantener una postura estable, la muchacha podría hacer vacilar el soporte de la tierra y se precipitaría en el mar de llamas que la rodea. Por otra parte, se considera que su cuerpo está suave como el de un recién nacido y puede quedarse impregnado con todo tipo de rasgos negativos. Es esencial que se mantenga inmóvil en la medida de lo posible, para evitar esto. Cuando acaba su reclusión, es importante que mantenga una actitud reposada y lenta, que evite correr y alborotarse. De no ser así, se podría convertir en un venado rojo, el animal que representa la locura femenina.
Cuando termina la reclusión, sus actividades se concentran por unas semanas en la cocina: En este ritual, el aprendizaje de la higiene menstrual y el aprendizaje de la manera correcta de cocinar y de servir van a la par (Si la joven no aprende a compartir su comida, podría volverse glotona y mezquina).
2- Los muchachos tejedores: Los ritos de pubertad masculinos han dejado de ser celebrados públicamente debido a la conversión reciente a la religión evangélica. Hoy en día, sólo se mantienen vivos los aspectos rituales ligados al desarrollo de las capacidades productivas de los jóvenes: A partir de los catorce o quince años, los muchachos se internan solos al monte a cazar y pescar. Cuando regresan a la casa, acompañan a sus padres en sus tareas y se ocupan fabricando canastas, cernidores, abanicos y hamacas. Hasta hace veinte o treinta años, los muchachos de una misma generación eran llevados al interior del monte en una casa especial, llamada “casa de yaje”(yaje huee) donde mantenían una dieta estricta que prohibía el dulce, la sal, las grasas animales y las relaciones sexuales. El objetivo principal era lograr que los jóvenes desarrollaran el don de la visión chamánica y aprendan a contactar a la “gente verde” del cielo.
La gente del cielo, llamada también “gente viviente”, baja para encontrarse con los jóvenes adolescentes y enseñarles las labores masculinas. El adjetivo “viviente” (paico) se debe, a que estos seres divinos dan vida, “hacen vivir” bien a los jóvenes. La casa, llamada “madre viviente” (paico jaco) porque ensena a vivir bien a los muchachos, es la encarnación material de este modelo de sociabilidad: Al aprender el modelo de sociabilidad de la “gente viviente”, los muchachos se disponen a ser esposos generosos, capaces de ofrecer a sus esposas todo lo que necesitan para unirse a ellos y criar juntos a sus hijos.
3- El primer matrimonio: El ritual del primer matrimonio completa el proceso de diferenciación por género. Para ser considerados plenamente mujeres y hombres, los jóvenes son guiados ritualmente para formar una relación formal de pareja. 
Para ser mujer ante los ojos de las otras mujeres y ante los ojos de los hombres, una muchacha debe encontrarse en una relación de género con su esposo y viceversa.
La ceremonia del matrimonio se llama huejaye (“estar echados juntos en la hamaca”): Un hombre y una mujer declaran públicamente su relación al compartir una hamaca. 
La cuestión del parentesco de los novios es difícil de aclarar debido a que actualmente la población Airo-Pai está muy disminuida y las antiguas prácticas matrimoniales han sido deterioradas. El matrimonio entre parientes cercanos es sancionado negativamente. Es necesario que los novios sean “un poco lejanos”, como dicen ellos, para que su unión sea posible. El matrimonio entre primos hermanos no está permitido, pero la unión de primos lejanos es considerada correcta. También es importante que los novios pertenezcan a comunidades distintas, aunque hoy en día la exogamia local no es estrictamente respetada.
La relación de parentesco adecuada o preferida para la unión matrimonial se remonta a las abuelas de los novios (que sean primas paralelas por línea materna).
En los sermones matrimoniales, ambos padres comienzan su discurso recordando a los jóvenes que es su deseo el casarse, a pesar de que la decisión no fue tomada por ellos: Si los jóvenes se negaran a someterse al ritual, esta falta de respeto hacia la autoridad paterna sería una demostración de mala crianza. Al obedecer, los jóvenes demuestran que comprenden la validez de las enseñanzas en la ceremonia propuesta por sus padres.
Las palabras de consejo describen las responsabilidades de los esposos el uno hacia el otro: Esta relación es concebida a similitud de la relación de crianza. La esposa cuidadosa actúa como una madre y viceversa. Al convertirse en padre y madre el uno del otro, se preparan para criar juntos a sus hijos. La fertilidad de la pareja también es teatralizada en el uso ritual de la hamaca para unir a los jóvenes en un “nido” común.
Aunque tiene una gran importancia ritual, el primer matrimonio rara vez es duradero. La mayoría de las parejas se separan al cabo de unos meses y vuelven a formar nuevas parejas, hasta que encuentran una relación estable. Las segundas, y siguientes uniones, no son objeto de celebración porque, como dicen ellos, los novios “ya saben”.
Entre los Airo-Pai tanto el yerno como la nuera deben demostrar respeto y ser particularmente atentos con sus suegros. Sin embargo, no se puede decir que los jóvenes trabajen especialmente para estos. Durante los primeros años del matrimonio, la ayuda de los suegros es más importante que la de la pareja, ya que estos son jóvenes con poca experiencia y menos capacidad de aguante. A medida que los jóvenes van madurando y los suegros envejeciendo, la contribución de los jóvenes se vuelve más importante pero sin llegar nunca a convertirse en una dependencia unilateral.
4- La reciprocidad de servicios: La vida matrimonial es concebida como un flujo de mutuos servicios: Un hombre debe elaborar lo que su esposa necesite para llevar a cabo las tareas del hogar. Desde el punto de vista de la mujer, estos objetos son prueba convincente del amor de su esposo y de su deseo que la pareja se integre de manera armoniosa en la comunidad. También tiene la obligación de conseguir mercancías indispensables.
Las mujeres preparan la mayoría de la comida y la bebida que sustenta a sus esposos diariamente. Las actividades de los esposos son inseparables. El uno no puede realizar sus tareas sin la previa contribución del otro. Las acciones de un esposo o de una esposa son mensajes a los cuales el otro debería contestar por voluntad propia. En realidad, los esposos no siempre corresponden con la debida rapidez a los pedidos de sus parejas. En estos casos los padres les recuerdan sus obligaciones o uno de ambos recurre a las quejas públicas.
El verdadero motor de relación es el deseo compartido de prodigar cuidados a sus hijos.
1

Continuar navegando