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RESUMEN DE Teoria-psico-resumen-2 (1) - Andrea Perez

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TEORÍA PSICOANALÍTICA.
INTRODUCCIÓN.
UNIDAD 1. El psicoanálisis y su enseñanza.
Una dificultad del psicoanálisis. (1917 [1916])	
	
 Tras diferentes observaciones, en el psicoanálisis se ha desarrollado la teoría de la libido El psicoanálisis se ocupa de esclarecer y eliminar las perturbaciones llamadas neuróticas, buscándolas en la vida pulsional del alma.
La concepción popular divida a las pulsiones entre el hambre y el amor: pujan por conservar al individuo y aspiran a su reproducción. El psicoanálisis las divide entre las pulsiones de auto-conservación o yoicas y las pulsiones sexuales; la libido (apetencia sexual) se la considera la fuerza con que la pulsión sexual emerge en la vida anímica, considerándose análoga a lo que son el hambre, la voluntad, el poder, etc. en las pulsiones yoicas.
Para entender las neurosis, es necesario tomar a las pulsiones sexuales como las más importantes; se podría decir que constituyen las enfermedades específicas de la pulsión sexual. Se llega a decir que de la cantidad de la libido y de su posibilidad de satisfacerla y descargarla mediante esa satisfacción depende que un ser humano contraiga o no la neurosis (a través de las fijaciones que su libido ha experimentado en el curso de su desarrollo). El mayor éxito terapéutico se obtuvo en la clase de neurosis que surgen del conflicto entre las pulsiones yoicas y las sexuales, donde: los reclamos de las pulsiones sexuales aparecen ante el yo como peligros que amenazan con la auto-conservación o auto-respeto; el yo se pone a la defensiva denegando a las pulsiones sexuales la satisfacción deseada por una satisfacción sustitutiva que lleva a los síntomas neuróticos.
La terapia psicoanalítica busca, entonces, desentrañar el proceso represivo, guiando el conflicto hacia un mejor desenlace, mejorando la salud del individuo. Se indaga en aquellas representaciones-objeto a las cuales su libido está ligada para liberarla y ponerla a disposición del yo nuevamente, ya que en el principio del desarrollo individual toda libido se anuda a la persona propia: inviste al yo propio. Más tarde acontece, por apuntalamiento en la satisfacción de las necesidades vitales, que la libido desborda desde el yo sobre los objetos exteriores (aquí es donde pueden diferenciarse las pulsiones sexuales de las yoicas).
Al estado en el que la libido se mantiene unida al yo se lo llama narcisismo. 
Al individuo se le atribuye un proceso cuando pasa del narcisismo al amor de objeto. Aunque se cree que cierto monto de libido siempre permanece junto al yo. El yo es un gran reservorio del que fluye la libido destinada a los objetos y al que ella refluye desde los objetos.
Tras este desarrollo de la teoría de la libido se señala que el narcisismo universal, el amor propio de la humanidad, ha recibido tres afrentas de la investigación científica:
A. Cosmológica: el hombre creyó, en los comienzos de su investigación, que la Tierra era el centro del universo, mientras que el Sol, la Luna y los planetas se movían alrededor de ella. Esto garantizaba su papel dominante en el universo, que acompañaba con su inclinación de sentirse amo del mundo.
B. Biológica: en el curso de su desarrollo cultural, el hombre se creyó amo de sus semejantes los animales. Los caracterizó como carentes de razón y se atribuyó a sí mismo un alma inmortal, pretendiendo un linaje divino que le permitió desarmar su lazo de comunidad con el mundo animal. Los estudios de Darwin destruyeron esta arrogancia.
C. Psicológica: el hombre se siente soberano de su propia alma. Él se ha creado, en el núcleo de su yo, un órgano de vigilancia que examina sus propias mociones y acciones para determinar si armonizan con sus exigencias. Si no lo hacen, son inhibidas. La conciencia noticia al yo de todos los procesos significativos que se desarrollan dentro de la vida anímica; y la voluntad, guiada por esas noticias, ejecuta lo que el yo ordena, modifica lo que querría consumarse de manera autónoma. Aun que esa alma no es tan simple; son instancias superiores y subordinadas (jerárquicas), impulsos que se esfuerzan por su ejecución independientemente unos de otros, debido a la variabilidad de pulsiones y vínculos con el mundo exterior.
En ciertas enfermedades no es así: el yo se siente incómodo, se encuentra con límites a su poder en su propia casa, su alma. Y esos huéspedes extraños parecen más poderosos que los sometidos al yo; o sobrevienen impulsos que parecen ajenos, por eso se desmienten, y se toman medidas preventivas contra ellos y redobla su vigilancia.
El psicoanálisis responde: no es algo ajeno, es una parte de tu propia vida anímica que se apartó de su conocimiento y del imperio de su voluntad. Por eso la defensa es tan débil, es una lucha entre una parte de su fuerza contra otra parte. Lo anímico no coincide con lo consciente para el individuo. Además, esas noticias en la conciencia son incompletas y sospechosas, hasta a veces se llega al punto en conocer los acontecimientos cuando ya se consumaron y no se puede cambiar.
Así se instruiría el psicoanálisis al yo. Aquí se puntúan dos cosas: que la vida pulsional de la sexualidad propia de cada uno no puede dominarse plenamente, y que los procesos anímicos en sí son inconscientes, volviéndose accesibles al yo solo de manera sospechosa e incompleta –el yo no es el amo en su propia casa.
Conferencias de introducción al psicoanálisis. (1916-17 [1915-17])
Primera conferencia. Introducción.
El psicoanálisis es una modalidad de tratamiento médico de pacientes neuróticos, donde hay un intercambio de palabras entre el analizado y el médico. El paciente habla, cuenta sus vivencias pasadas y sus impresiones presentes, se queja, confiesa sus deseos y sus mociones afectivas. El médico escucha, tratando de dirigir las conexiones de pensamiento del paciente, y empuja su atención a ciertas direcciones, le da esclarecimientos y observa las reacciones de comprensión o rechazo que provoca en el enfermo. Las palabras son importantes para el psicoanálisis, ya que despiertan sentimientos y son el medio universal con que los hombres se influyen los unos a los otros. Por eso, no hay que despreciar el empleo de la palabra en la psicoterapia.
El intercambio de palabras entre el analista y su paciente no puede tener terceros oyentes. Las comunicaciones que se dan en el análisis ocurren con la condición de que se haya establecido un particular lazo afectivo entre los involucrados; callaría tan pronto notara la presencia de un solo testigo indiferente, ya que en esas comunicaciones se pone en juego lo más íntimo de la vida anímica, todo lo que él como persona socialmente autónoma tiene que ocultar a los otros y, además, todo lo que no quiere confesarse a sí mismo.
Ahora, si no existe ninguna certificación objetiva del psicoanálisis ni posibilidad alguna de hacer demostración pública del mismo, ¿cómo se puede aprenderlo y convencerse de la verdad de sus declaraciones? El psicoanálisis se aprende primero en uno mismo, por el estudio de la personalidad propia. Esto no coincide con lo que se llama “observación de sí”, pero puede subsumírselo (inluir, englobar) a ella. Existe una serie de fenómenos anímicos frecuentes que tras alguna instrucción técnica pueden ser objeto del análisis de uno mismo. Más lejos se llega cuando uno se hace analizar por alguien experto, si se vivencian en el yo los efectos del análisis y poder descubrir finamente la técnica del procedimiento.
Hay una segunda dificultad. Si se tiene en cuenta un punto de vista médico, donde hay fundamentos anatómicos para las funciones del organismo y sus perturbaciones, y que pueden encontrarse explicaciones químicas, físicas y biológicas, se va a encontrar con una controversia al hablar de la vida psíquica que corona el funcionamiento de este organismo complejo. Por eso puede ser ajeno, y se lo mira con desconfianza, se le niega el carácter de cientificidad.
Ni la filosofía, ni la psicología descriptiva, ni la psicología experimental son capaces de explicar la relación que hay entre lo corporal y lo anímico oponerles al alcance las claves para la comprensión de una perturbación posible en las funciones anímicas. Dentro de la medicina, por momentos, hasta los propios psiquiatras dudan de que las clasificaciones descriptivas merezcan el nombre de una ciencia. Los síntomas que componen esos cuadros clínicos no les corresponden alteraciones registrables en el órgano anatómico del alma. Y estas alteraciones solo son registrables con influencia terapéutica cuando se las puede individualizar como efectos colaterales de una afección orgánica por lo demás.
Aquí es donde el psicoanálisis intenta llenar esa laguna. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica, que permita hacer inteligible el encuentro entre la perturbación corporal con la anímica.
Una tercera dificultad se rige en dos de sus tesis, trayendo un prejuicio intelectual y otro estético-moral.
La primera de esas declaraciones dice que los procesos anímicos son inconscientes, y los procesos conscientes son actos regulares y partes de la vida anímica total. Por el contrario, se está habituado a identificar lo psíquico con lo consciente. A la conciencia se la considera con el carácter definitorio de lo psíquico, y a la psicología como la doctrina de los contenidos de la conciencia. El psicoanálisis debe plantear esa contradicción; le es imposible tomar como supuesto la identidad de lo consciente y lo anímico. Su definición de lo anímico dice que consiste en procesos como sentir, pensar, querer; y está obligado a decir que también existen pensamientos inconscientes, y hay un querer inconsciente. Entonces, ¿se hace coincidir lo psíquico con lo consciente o debe extendérselo más allá? Con el supuesto de que hay procesos anímicos inconscientes se ha reorientado al mundo y a la ciencia.
La segunda declaración es que mociones pulsionales que son designadas como sexuales desempeñan un papel importante en la causación de enfermedades nerviosas y mentales; más aún, que esas mociones sexuales participan en las más elevadas creaciones culturales, artísticas y sociales.
¿Cómo se explica esto? Se cree que la cultura fue creada bajo la satisfacción pulsional, y a su vez es recreada por los individuos que van ingresando en la comunidad de los hombres, que repiten ese sacrificio de satisfacción pulsional, a favor del todo. Entre estas fuerzas pulsionales, están las sexuales, que desempeñan un papel importante; estas se subliman en el proceso, es decir, desvían sus metas sexuales y se dirigen hacia otras, que se sitúan socialmente en un plano más elevado, no sexual. Así, las pulsiones sexuales no quedan bien domadas; existe un peligro para todo individuo que ingrese a la sociedad y sus pulsiones sexuales se rehúsen a ese empleo. La sociedad encuentra una amenaza para su cultura cuando se emancipan las pulsiones sexuales y regresan a sus metas originarias. La sociedad, entonces, convierte lo ingrato en lo incorrecto y pone en entredicho las verdades del psicoanálisis con argumentos lógicos y fácticos, pero lo hace a partir de fuentes afectivas y sostiene estas objeciones como prejuicios, contra todo intento de réplica.
Dieciseisava conferencia. Psicoanálisis y psiquiatría. (1916-1917)
En esta conferencia se presenta la concepción psicoanalítica de los fenómenos histéricos. Freud presenta, a modo de ejemplo, un caso de los pacientes que asisten a sus consultas y no cierran la puerta tras sí; esta acción surge siempre y cuando no haya nadie en la sala de espera; están llenas de sentido, tienen un motivo y un propósito, de los cuales, la persona en cuestión no anoticia en su conciencia. Podría decirse que es una forma de reproche por parte del paciente, como esperando a que en la sala de espera hubiese un gentío, y esto lo perturba. Por lo tanto, deja la puerta abierta para hacerle pagar al médico tal situación.
Un segundo caso es el de una señora que, llevada a la consulta por su yerno, duda de la fidelidad de su marido. Esto ocurre a partir de la llegada de una carta anónima que acusa la infidelidad por parte de este hombre. Más en detalle, lo que sucedió fue que: la señora tenía conversaciones íntimas con su mucama. Esta muchacha perseguía con gran hostilidad a una ex compañera de escuela por haberle ido mejor en la vida que a ella. Una vez hablaban estas dos mujeres, y la mucama le comenta a la señora de un hombre que habían recibido en la casa, que se sabía que no vivía con su mujer, sino que tenía una relación con otra. La señora, de pronto dijo: “para mí sería lo más terrible enterarme de que mi buen esposo tiene también una relación”. Al día siguiente recibió esa carta anónima que le comunicaba eso mismo que ella había conjurado. Ella concluyó que era su mucama la que había envidado la carta, ya que la supuesta amante del marido era esa señorita que la mucama perseguía con tanto odio. Luego de esto, le hace reproches a su marido, y él niega tales acusaciones.
A este tipo de ideas, inaccesibles a argumentos lógicos y reales, se las llama ideas delirantes. La señora padece de un delirio de celos.
Ahora, si una idea delirante no puede ser apartada refiriéndola a la realidad, no ha de provenir de esta. ¿Y de dónde vendría entonces? Existen ideas delirantes del más diverso contenido, ¿por qué, en nuestro caso, son los celos el contenido del delirio? El psiquiatra diría: “Ideas delirantes se presentan en aquellas personas en cuyas familias han aparecido repetidas veces estas y otras perturbaciones psíquicas” (transmisión hereditaria). Pero, ¿es todo lo que ha cooperado en la causación de esta patología? ¿Se tendrá que tener como indiferente que se haya desarrollado este tipo de delirio y no otro? 
¿El psicoanálisis puede desempeñarse mejor en este caso? Primero, fue la paciente quien provocó esa carta anónima que sirve de apoyo a su idea delirante, cuando, el día anterior le confiesa a la mucama que su máxima desventura sería que su marido la engañase con una muchacha joven. La idea delirante cobra así una cierta independencia de la carta; ya antes, había estado presente como temor – ¿o como deseo?—en la enferma. En las dos sesiones que se presentó, había dejado caer algunas observaciones que permitieron una interpretación determinada, que echa luz a la génesis de su delirio de celos. Había en ella un intenso enamoramiento por un hombre joven (su yerno, el que la llevó al consultorio). De este enamoramiento ella no tenía noticia, o si la había, era muy poca; dada la relación de parentesco este enamoramiento podía enmascararse fácilmente por una “ternura inocente”. Un enamoramiento así, que sería algo monstruoso, no pudo devenir consciente, pero persistió inconscientemente ejerciendo presión. Y el alivio inmediato lo ofreció el mecanismo del desplazamiento, que con tanta regularidad toma parte en la génesis de los delirios de celos. Así, no solo ella, sino también su marido, mantenían una relación amorosa con una persona joven, liberando a su conciencia moral del peso de la infidelidad.
En primer lugar: la idea delirante posee pleno sentido y motivos, dejando de ser algo incomprensible o disparatado. En segundo lugar: es necesaria como reacción frente a un proceso anímico inconsciente concluido por otros indicios, y a esta dependencia debe su carácter delirante, su resistencia a la lógica y a la realidad. Es a su vez, algo deseado, una suerte de consuelo. En tercer lugar: la vivencia que hay tras la contracción de la enfermedad determina que habría de engendrarse una idea de celos delirantes y ninguna otra cosa.
Freud hizo este análisis para comparar la psiquiatría con el psicoanálisis. ¿Hay contradicción entre ambos? La psiquiatría no aplica los métodos técnicos del psicoanálisis, omite todo otro anudamiento con el contenido de la idea delirante y, al remitirse a la herencia, proporciona una etiología muy general en vez de poner de manifiesto la causación más particular y próxima. ¿Pero hay contradicción? ¿No es una complementación? ¿Acaso el factor hereditario se contradice con la vivencia? En la psiquiatría no hay nada que pueda rebelarse contra el psicoanálisis.Entonces, son los psiquiatras quienes se resisten al psicoanálisis, no la psiquiatría.
¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial. (1926)
Introducción.
“Legos” = “no médicos”. Los neuróticos son enfermos, los legos son no médicos, el psicoanálisis es un procedimiento destinado a curar o mejorar enfermedades nerviosas, y no es permitido a los legos ejercer el psicoanálisis en neuróticos.
Todas esas personas se reconocen enfermas y acuden a médicos, de quienes se espera la eliminación de esas perturbaciones nerviosas. Además, ellos manejan las categorías en que se coloca a esas enfermedades. En cada caso las diagnostican con diversos nombres. Examinan los órganos donde se manifiestan los síntomas. Aconsejan interrumpir el modo de vida habitual, reposo, procedimientos vigorizantes, tónicos, y de ese modo obtienen alivios pasajeros… o no consiguen nada. Por fin, los enfermos se enteran de que hay personas que se especializan en tratar esa clase de sufrimientos y entran a analizarse con ellos.
Entre ellos no ocurre otra cosa sino que conversan. El analista no emplea instrumentos, ni siquiera para el examen, y tampoco prescribe medicamentos. El analista hace venir al paciente a determinada hora del día, lo hace hablar, lo escucha, luego habla él y se hace escuchar.
Los tratamientos analíticos requieren meses y aun años. La palabra es un poderoso instrumento, el medio por el cual nos damos a conocer a otros nuestros sentimientos, el camino para cobrar influencia sobre el otro.
Es preciso preparar al paciente. Se lo exhorta a ser totalmente sincero son su analista, a no mantener en reserva nada de lo que se le pase por la mente, y luego a remover todas las coartaciones que le harían preferir no comunicar muchos de sus pensamientos y recuerdos.
PRIMERA PARTE: De la defensa al aparato a deseo.
UNIDAD 2. Primeros planteos freudianos y sus referentes.
Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos. (1893)
Los fundamentos para los síntomas histéricos deben buscarse en el ámbito de la vida psíquica.
Charcot ayudó a comprender las parálisis traumáticas que aparecían en la histeria. Un individuo hasta cierto momento sano es sorprendido por un trauma. Este trauma debe ser grave (que se conecte con una representación de peligro mortal), una amenaza para la existencia, y debe tener una relación particular con una parte del cuerpo. No debe haber una lesión real grave.
Charcot aclara esto utilizando el recurso de la hipnosis y la sugestión, produciendo en el enfermo histérico artificialmente la parálisis. Los enfermos informan que en el momento del trauma sintieron realmente la sensación de que se les había destrozado el brazo, por ejemplo.
La parálisis espontánea traumática establece su analogía con la parálisis producida por sugestión; la génesis del síntoma está determinada por las circunstancias del trauma.
Freud se interesaba por conocer también los síntomas en la histeria no traumática. Es preciso poner al enfermo bajo la hipnosis para descubrir el origen de cierto síntoma, cuándo apareció por primera vez y qué recuerdan a raíz de ello. En este estado aparece el recuerdo que está oculto durante el estado de vigilia. Tras los fenómenos de la histeria se esconde una vivencia teñida de afecto.
1era tesis: existe una total analogía entre parálisis traumática y la histeria. La única diferencia es que en la traumática intervino un gran trauma, mientras que en la histeria común rara vez se comprueba un solo gran suceso, sino que se asiste a una serie de sucesos plenos de afecto: toda una historia de padecimiento.
En la parálisis traumática el trauma psíquico es el afecto del terror. El esquema de histeria traumática como lo formuló Charcot vale para la histeria común. Toda histeria puede concebirse como una histeria traumática en el sentido del trauma psíquico, y que todo fenómeno está determinado con arreglo a la índole del trauma.
Un solo ocasionamiento no alcanza para fijar un síntoma, pero si este mismo síntoma se presenta varias veces con un cierto afecto, luego se fija y permanece.
No en todos los casos es tan transparente la determinación del síntoma por el trauma psíquico. A menudo ella sólo consiste en una referencia simbólica entre el ocasionamiento y el síntoma histérico. Existe un propósito de expresar el estado psíquico mediante uno corporal, para lo cual el uso lingüístico ofrece los puentes.
Breuer enseña que entre el trauma psíquico y el fenómeno histérico existe un nexo. Si se consigue llevar al enfermo hasta un recuerdo bien vívido, se verá que está totalmente gobernado por un afecto, y si se lo constriñe a expresar en palabras ese afecto, desaparecerá el síntoma como síntoma permanente. El recuerdo de ese suceso era mucho más vivo que el de otros. Este recuerdo posee una intensidad desacostumbrada y ha conservado su pleno afecto. ¿Por qué tales recuerdos de quizá muchos años atrás, siguen conservando esta fuerza?
2da tesis: si un ser humano experimenta una impresión psíquica en su sistema nervioso se acrecienta algo que llamaremos “suma de excitación”. En todo individuo que conserve su salud tiende a volver a empequeñecer esa suma de excitación. El acrecentamiento acontece por vías sensoriales, y su empequeñimiento por vías motrices. Si a alguien le sobreviene algo, reaccione por vía motriz. De esta reacción depende cuánto restará de la impresión psíquica inicial. La palabra es el sustituto de la acción.
Si la reacción de un trauma psíquico está interceptada, el recuerdo de él conserva su afecto que tuvo en su origen. Una afrenta devuelta, aunque sea sólo de palabra, se recuerda de otro modo que de una que se debió tolerar. De lo contrario conserva su afecto, y se vivencia como una mortificación que se padece calladamente. Si el sujeto no puede abraccionar, el suceso se puede convertir en un trauma psíquico. Si la persona tramita la ofensa de alguna manera u otra, siempre se logra que el recuerdo pierda intensidad, y al quedar despojado de afecto, con el tiempo se desgaste.
En el histérico el recuerdo ha permanecido vívido. Los traumas psíquicos no fueron abreccionados por completo, no fueron tramitados.
Dos condiciones bajo las cuales los recuerdos devienen patógenos: 1) cuando el trauma fue tan grande que no pudo ser tramitado. Es probable que la persona no quiera reaccionar ante un trauma psíquico. 2) Otro motivo por el cual puede faltar la descarga motriz es porque las vivencias en sí son ínfimas, pero que cobraron una alta significatividad por sobrevenir en momentos particularmente importante de una predisposición patológicamente acrecentada.
Trauma psíquico frente al cual no se reaccionó suficientemente. En la terapia, mediante la hipnosis, se lo vivencia por segunda vez, y se lo constriñe a completar la reacción. Con ello se libera el afecto estrangulado, y se cancela el efecto de esa representación, se cura la histeria, consumando la reacción no tramitada. 
Para Charcot cesa la causa, cesa el efecto. Para Freud cesa el efecto, cesa la causa.
Todos los síntomas histéricos responden a un mecanismo que no es orgánico, es psíquico. Se utiliza el método hipnótico porque a través de él se podía dar cuenta de la primera vez en que aparecían los síntomas. Hallada la causa desaparecía el síntoma momentáneamente.
La causa del síntoma era un trauma. Lo traumático es la representación que se tuvo de ese suceso. No es el hecho en sí mismo, sino el efecto de l temor que causa para quien lo piensa. Es un trauma psíquico. Éste se expresa mediante un estado corporal. El habla representa un acto de descarga para liberar el afecto estranguladoà que no tiene descarga.
TESIS: hay algo que se acumula que se debe liberar. Lo que se recibe por vía perceptiva se descarga por vía motriz. La palabra es la descarga de la acción. La descarga es para que el principio de constancia permanezca.
La histérica padece de reminiscencia (olvido). Freud sabe la causa del síntoma, pero no aun de la histeria.
Charcot. (1893)
Charcot empezó a consagrar su interés casi exclusivamentea la histeria. Sostenía el carácter auténtico y objetivo de los fenómenos histéricos. Mientras que la persona sana podría comunicar la impresión que la aflige, la histérica respondería que no la conoce, y de tal suerte quedaría planteado el problema: ¿a qué se debe que el histérico caiga presa de un afecto sobre cuyo ocasionamiento afirma no saber nada? Su uno mantiene la inferencia de que es forzoso que exista un proceso psíquico correspondiente, pero además da crédito a la aseveración del enfermo, que desmiente ese proceso; y si uno reúne los múltiples indicios de los que surge que el enfermo se comporta como si empero supiese el porqué, si explora su biografía y descubre en esta una ocasión, un trauma, apropiada para producir justamente tales exteriorizaciones afectivas, todo ello impone una solución: el enfermo se encuentra en un particular estado anímico en que ya no todas sus impresiones ni sus recuerdos se mantienen cohesionados en una entramadura única, y en que cierto recuerdo puede exteriorizar su afecto mediante fenómenos corporales sin que el grupo de los otros procesos anímicos, el yo, sepa la razón de ello ni pueda intervenir para impedirlo. Y no se obtiene que la teoría de una escisión de la conciencia, como solución del enigma de la histeria, estaría demasiado lejos de lo que pudiera imponerse como evidente a nuestro observador imparcial y desprevenido.
Se describieron las múltiples formas del ataque histérico. De igual modo, se estudiaron la situación y frecuencia de las llamadas “zonas histerógenas”, su vínculo con los ataques, etc. Se halló histeria en el sexo masculino, con una frecuencia que no se habría sospechado.
Nació la necesidad de profundizar en la etiología de la histeria. Charcot propuso para ella una fórmula simple: la herencia cuenta como única causa; de acuerdo con ello, la histeria es una forma de la degeneración; todos los otros factores etiológicos desempeñan el papel de causas de oportunidad.
Charcot fue el primero que explicó la enfermedad. Empeñado en el estudio de las parálisis histéricos que se generan después de traumas, se le ocurrió reproducirlas artificialmente luego de haberlas diferenciado con esmero de las parálisis orgánicas. Para ello se valió de pacientes histéricos a quienes ponía en estado de sonambulismo mediante hipnosis. Consiguió demostrar que esas parálisis eran consecuencia de representaciones que en momentos de particular predisposición habían gobernado el cerebro del enfermo. Así quedaba esclarecido por primera vez el mecanismo de un fenómeno histérico.
Sólo aquellos opositores al hipnotismo decían que la hipnosis carecía de toda significatividad como medio terapéutico.
Tanto sobrestimaba Charcot el papel causal de la herencia que no dejó espacio alguno para la adquisición de neuropatías, y no separó las afecciones nerviosas orgánicas de las neurosis con la suficiente nitidez en el campo de la etiología ni en ningún otro.
La herencia y la etiología de la neurosis. (1896)
Mis objeciones son de un orden doble: argumentos de hecho y argumentos derivados de la especulación. Empezaré por los primeros, ordenándolos con arreglo a la importancia que les concedo.
I. a. Se ha solido considerar nerviosas y demostrativas de una tendencia neuropática hereditaria afecciones que muchas veces son extrañas al dominio de la neuropatología y no necesariamente dependen de una enfermedad del sistema nervioso.
b. Todas las afecciones nerviosas halladas en la familia del enfermo, sin tener en cuenta su frecuencia y su gravedad, se han aceptado para imputar a aquel una tarea nerviosa hereditaria.
c. Si puede haber neuropatías adquiridas por hombres no predispuestos, ya no se podrá negar que las afecciones halladas entre los ascendientes de nuestro enfermo acaso fueron, en parte, adquiridas. Así, ya no se podría invocarlas como pruebas concluyentes de la disposición hereditaria que se imputa al enfermo en razón de su historia familiar.
d. Quienes han seguido a Fournier y a Erb con respecto al papel etiológico de la sífilis en la tabes dorsal y la parálisis progresiva han advertido que es preciso admitir influjos etiológicos poderosos cuya colaboración es indispensable para la patogenia de ciertas enfermedades que la herencia, por sí sola, no podría producir. Sin embargo, Charcot mantuvo una estricta oposición.
e. Es indudable que ciertas neuropatías pueden desarrollarse en el hombre perfectamente sano y de familia irreprochable.
f. En la patología nerviosa tenemos la herencia similar y la herencia llamada disímil. Respecto de la primera no se hallará nada más que decir. Pero la herencia disímil consiste en el hecho de que los miembros de la familia se muestran afectados por las neuropatías más diversas, funcionales y orgánicas, sin que se puede dilucidar una ley que dirija ka sustitución de una enfermedad por otra ni el orden de su sucesión a través de las generaciones. Junto a individuos enfermos hay en esas familias personas que permanecen sanas, y la teoría de la herencia disímil no nos dice por qué cierta persona soporta la carga hereditaria sin sucumbir a ella, no por qué otra persona enferma elegiría tal afección nerviosa en lugar de otra. No es la herencia la que preside la elección de la neuropatía que se desarrollará en el miembro de una familia predispuesta, sino que cabe suponer la existencia de otros influjos etiológicos de naturaleza menos comprensible, que merecerían entonces el nombre de etiología específica de tal o cual afección nerviosa. Sin la existencia de ese factor etiológico especial, la herencia no habría podido nada.
II. Esto empeñado desde hace años en la investigación de la etiología de las grandes neurosis.
He hallado razones para situar, junto a la histeria, la neurosis de obsesiones. Por mi parte había averiguado que las obsesiones están ligadas a la histeria más íntimamente de lo que se creería.
Histeria y neurosis de obsesiones forman el primer grupo de las grandes neurosis, que yo he estudiado. El segundo contiene la neurastenia de Beard: la neurastenia propiamente dicha y la neurosis de angustia.
En cuanto a la etiología de las neurosis, los influjos etiológicos pueden dividirse en tres clases: 1. condiciones, que son indispensables para que se produzca la afección respectiva, pero que son de naturaleza universal y se las encuentra de igual modo en la etiología de muchas otras afecciones; 2. causas concurrentes, que comparten el carácter de las condiciones en cuanto a funcionar en la causación de otras afecciones lo mismo que en la de la afección considerada, pero que no son indispensables para que esta última se produzca; 3. causas específicas, de naturaleza estricta y que sólo aparecen en la etiología de la afección de la cual son específicas.
Y bien: en la patogénesis de las grandes neurosis la herencia cumple el papel de unacondición poderosa en todos los casos y aun indispensable en la mayoría de ellos. Las mismas causas específicas no producirían ningún efecto patológico manifiesto si actuaran sobre un individuo sano, mientras que en una persona predispuesta su acción hará estallar la neurosis, cuyo desarrollo e intensidad serán conformes al grado de esta condición hereditaria.
Como causas concurrentes o accesorias de las neurosis se pueden enumerar todos los agentes banales que hallamos en otros campos: emociones morales, agotamiento físico, enfermedades agudas, intoxicaciones, accidentes traumáticos, etc. Sustento la tesis de que ninguno de ellos entra de manera regular o necesaria en la etiología de las neurosis.
No se llega, sin embargo, a comprobar una relación constante y estrecha entre una de esas causas banales y tal o cual afección nerviosa.
Las cusas concurrentes banales podrán entonces reemplazar la etiología específica por su proporción cuantitativa pero nunca sustituirla por completo. Si entonces una causa banal sobreagrega su acción, ello bastará para que la neurosis devenga manifiesta. Pero en tales circunstancias será indiferente la naturaleza del agente banal que se agregue: emoción, trauma, enfermedadinfecciosa o otro; el efecto patológico no se modificará con arreglo a esta variación, pues la naturaleza de la neurosis estará siempre dominada por la causa específica preexistente.
¿Cuáles son pues, esas causas específicas de las neurosis?
Cada una de las grandes neurosis enumeradas tiene por causa inmediata una perturbación particular de la economía nerviosa, y estas modificaciones patológicas funcionales reconocen como fuente común la vida sexual del individuo, sea un desorden de la vida sexual actual, sea unos acontecimientos importantes de la vida pasada.
La neurastenia no reconoce otra etiología específica que el onanismo o las poluciones espontáneas.
La neurosis de angustia se revela fácilmente como el efecto específico de diversos desórdenes de la vida sexual, que no carecen de un carácter común a todos ellos. Todos esos agentes, perturban el equilibrio de las funciones psíquicas y somáticas en los actos sexuales, e impiden la participación psíquica necesaria para que la economía nerviosa se libre de la tensión genésica.
Concluiré diciendo que la patogénesis de la neurastenia y de la neurosis de angustia puede muy bien prescindir de la cooperación de una disposición hereditaria. Pero si la herencia está presente, el desarrollo de la neurosis sufrirá su influencia formidable.
Para la segunda clase de las grandes neurosis, histeria y neurosis de obsesiones, la solución de la cuestión etiológica es de una simplicidad y una uniformidad sorprendentes. Debo mis resultados al empleo de un nuevo método de psicoanálisis. Por medio de este procedimiento uno persigue los síntomas histéricos hasta su origen, que todas las veces halla en cierto acontecimiento de la vida sexual del sujeto, idóneo para producir una emoción penosa. Remontándome hacia atrás en el pasado del enfermo, paso a paso y dirigido siempre por el encadenamiento de los síntomas, de los recuerdos y de los pensamientos despertados, he llegado por fin al punto de partida del proceso patológico y no pude menos que ver que en todos los casos sometidos al análisis había en el fondo la misma cosa, la acción de un agente al que es preciso aceptar como causa específica de la histeria.
Sin duda se trata de un recuerdo que se refiere a la vida sexual, pero que ofrece dos caracteres de la mayor importancia. El acontecimiento del cual el sujeto ha guardado el recuerdo inconsciente es una experiencia precoz de relaciones sexuales con irritación efectiva de las partes genitales, resultante de un abuso sexual practicado por otra persona, y el período de la vida que encierra este acontecimiento funesto es la niñez temprana, hasta los ocho a diez años, antes que el niño llegue a la madurez sexual.
Experiencia sexual pasiva antes de la pubertad: tal es, pues, la etiología específica de la histeria.
Un episodio sexual pasivo que ocurra después de los ocho a diez años de edad ya no podrá echar los cimientos de esta neurosis.
¿Cómo quedar convencido de la realidad de esas confesiones de análisis que pretenden ser recuerdos conservados desde la primera infancia, y cómo prevenirse de la inclinación a mentir y la fácil inventiva tribuidas a los histéricos? Los enfermos jamás cuentan esas historias espontáneamente, ni en el curso del tratamiento ofrecen nunca al médico de una sola vez el recuerdo completo de una escena así. Sólo se logra despertar la huella psíquica del suceso sexual precoz bajo la más enérgica presión del procedimiento analizador y contra una resistencia enorme, y por eso es preciso arrancarles el recuerdo fragmento por fragmento, y en tanto se despierta aquel en su conciencia, ellos caen presa de una emoción difícil de falsificar.
¿Es concebible que una experiencia sexual precoz, sufrida por un individuo cuyo sexo está apenas diferenciado, se convierta en la fuente de una anomalía psíquica persistente como la histeria? Se puede dar una respuesta satisfactoria a la primer pregunta: justamente por ser infantil el sujeto, la irritación sexual precoz produce un efecto nulo o escaso en su momento, pero se conserva su huella psíquica. Luego, cuando en la pubertad se desarrolle la reactividad de los órganos sexuales hasta un nivel casi inconmensurable con el estado infantil, de una manera u otra habrá de despertar esta huella psíquica inconsciente. Merced al cambio debido a la pubertad, el recuerdo desplegará in poder que le faltó totalmente al acontecimiento actual. Hay por así decir, acción póstuma de un trauma sexual.
Hasta donde yo lo veo, este despertar del recuerdo sexual después de la pubertad, tras haber sucedido el acontecimiento mismo en un tiempo remoto antes de ese período, constituye la única eventualidad psicológica para que la acción inmediata de un recuerdo sobrepase la del acontecimiento actual.
Creo comprender que esta relación inversa entre el efecto psíquico del recuerdo y el del acontecimiento contiene la razón por la cual el recuerdo permanece inconsciente.
Las ideas aquí expuestas, cuyo punto de partida es un resultado del psicoanálisis, a saber, que siempre se halla como causa específica de la histeria un recuerdo de experiencia sexual precoz, no concuerdan con la teoría psicológica de la neurosis propuesta por Janet ni con ninguna otra.
Todos los acontecimientos posteriores a la pubertad no son en verdad más que unas causas concurrentes, como decía Charcot, para quien la herencia nerviosa ocupaba el lugar que yo reclamo para la experiencia sexual precoz.
La neurosis de obsesiones depende de una causa específica del todo análoga a la de la histeria. También aquí se halla un acontecimiento sexual precoz ocurrido antes de la pubertad. Hay una sola diferencia, que parece capital. Hemos descubierto en el fondo de la etiología histérica un acontecimiento sexual pasivo, una experiencia sufrida con indiferencia o con un poquitín de amargura o de espanto. En la neurosis de obsesiones se trata, por el contrario, de un acontecimiento que ha causado placer, de una agresión sexual inspirada por el deseo (en el caso del varoncito) o de una participación con goce en las relaciones sexuales (en el caso de la niña). Las ideas obsedentes, no son otra cosa que unos reproches que el sujeto se dirige a causa de este goce sexual anticipado, pero unos reproches desfigurados por un trabajo psíquico inconsciente de transformación y de sustitución.
El hecho mismo de que tales agresiones sexuales ocurran a edad tan tierna parece denunciar el influjo de una seducción anterior, de la cual la precocidad del deseo sexual sería la consecuencia.
Estoy convencido de que la herencia nerviosa por sí sola no puede producir las psiconeurosis si está ausente la etiología específica de estas, la irritación sexual precoz.
Las neuropsicosis de defensa. (1894)
Enlace entre histeria, fobias y representaciones obsesivas.
I. Histeria: supuesto de escisión de conciencia con formación de grupos psíquicos separados. Según Janet la escisión de conciencia es un rasgo primaria de la alteración histérica. Estigma psíquico: estrechamiento del campo de conciencia.
En oposición a Janet, Breuer propone los estados hipnoides. Para él la escisión de conciencia puede interpretarse como primaria en el sentido de Janet. 1) La escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo. El enfermo no se propone escindir su conciencia, el propósito es otro pero no logra alcanzarlo, sino que genera esta escisión de conciencia. En otros casos la escisión de conciencia tiene un papel mínim. Aquellos casos en que se interceptó la reacción frente al estímulo traumático, y que luego serán tramitados y curados por “abreacción”: las histerias de retención puras. 2) Histeria de defensa: pacientes que gozaban de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se presentó a su yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla, no confiando en poder solucionar con su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicciónque esa representación inconciliable le oponía.
En los pacientes analizados ese olvido no se logró, sino que llevó a diversas reacciones patológicas que provocaron una histeria, o una representación obsesiva o una psicosis alucinatoria. Una vez que la huella mnémica y el afecto a la representación están ahí, ya no se los puede extirpar. Por eso una solución aproximada es convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación. En la histeria el modo de volver inocua la representación inconciliable es traponer a lo corporal la suma de excitaciónà conversión. Esta conversión puede ser total o parcial y sobrevendrá en aquella inervación motriz o sensorial que mantenga un nexo más íntimo con la vivencia traumática. Esta sensación alucinatoria permanecerá allí hasta que sobrevenga una conversión en la dirección inversa.
El afecto del método catártico de Breuer consiste en volver a guiar la excitación, con conciencia de la meta, de lo corporal a lo psíquico, para descargar la excitación por medio del habla.
El factor característico de la histeria es la conversión. Con esta postura, Breuer y Freud se alejan de la postura de Janet.
II. Representaciones obsesivas.
Si en una persona predispuesta a la neurosis no está presente la capacidad convertidota y para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda en la conciencia, pero su afecto, liberado, se una a otras representación, en sí no inconciliables (enlace falso), y así devienen representaciones obsesivas.
En todos los casos analizados, la vida sexual es la que proporciona un afecto penoso. En una serie de casos los enfermos comunican que la fobia o representación obsesiva sólo aparecieron después que el empeño voluntario hubo alcanzado en apariencia su propósito. No todos tienen en claro el origen de las representaciones obsesivas.
El divorcio entre la representación sexual y su afecto, y el enlace de este último con otra representación adecuada pero no inconciliable, son procesos que acontecen sin conciencia. Los enfermos suelen mantener en secreto sus representaciones obsesivas toda vez que son conscientes de su origen sexual. En estas representaciones la alteración íntegra permanece en el ámbito psíquico y el vínculo entre excitación psíquica e inervación somática no ha experimentado cambio alguno como en el caso de la histeria.
III. Psicosis alucinatoria
Existe una modalidad defensiva más enérgica y exitosa que consiste en que el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que confusión alucinatoria. Consiste justamente enrealzar aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad. Se puede decir que el yo se ha defendido de la representación insoportable mediante refugio en la psicosis. El yo se arranca de la representación insoportable pero esta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esta operación se deshace de la realidad objetiva.
El monto de afecto o la suma de excitación es algo susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga que se difunde sobre las huellas mnémicas.
Histeria de defensa: ante una representación inconciliable con el yo se produce una defensa que separa la representación y el afecto. La representación queda debilitada en un segundo campo psíquico diferente de la conciencia. Cuando actúa la defensa el destino de la representación es siempre el mismo, lo que cambia es el afecto. Este se convierte, hace un falso enlace con otra representación.
En el caso de la neurosis obsesiva, el enlace se produce con una representación conciliable; en el caso de la histeria se produce la conversión (el síntoma activa la representación). Las representaciones inconciliables son de carácter sexual.Las neurosis son: histeria, neurosis obsesiva y fobias. 
UNIDAD 3. Primera clínica freudiana: la psicoterapia de la histeria.
Sobre la psicoterapia de la histeria. (1895)
Descubrimos que los síntomas histéricos desaparecían enseguida y sin retomar cuando se conseguía despertar con claridad del recuerdo del proceso ocasionador y cuando el enfermo describía el proceso de manera detallada y expresaba en palabras el afecto. Se le permite a su afecto estrangulado el decurso a través del decir.
Algunos enfermos no eran hipnotizables, se rehusaban a ellos, por lo tanto debería recurrir a otro camino. Cuando en la primera entrevista entre Freud y sus pacientes algunos decían no recordar la ocasión primera de su síntoma, y otros tenían un recuerdo oscuro que no podían seguir, Freud insistía en que ellos lo sabían, y así afloraban nuevos recuerdos. Ordenaba a los enfermos a acostarse y cerrar los ojos para concentrarse. Es decir que un esforzar podía hacer salir a la luz una serie de representaciones patógenas. Esto contrajo una teoría según la cual mediante mi trabajo psíquico yo tenía que superar en el paciente una fuerza que contrariaba el devenir-consciente (recordar) de las representaciones patógenas. Esa podría ser la misma fuerza psíquica que cooperó en la génesis del síntoma histérico. Freud averiguó que todas las representaciones eran de naturaleza penosa, de tal índole que a uno le gustaría no haberlas vivenciado, preferiría olvidarlas. De ello se desprendía la idea de defensa. Ante el yo del enfermo se propuso una representación inconciliable que convocó una fuerza de repulsión del lado del yo cuyo fin era la defensa frente a esa representación inconciliable. Con esta defensa la representación correspondiente fue esforzada afuera de la conciencia y del recuerdo y en apariencia era imposible pesquisar su huella psíquica. Pero ella debía estar presente, pero se resistía cuando se dirigía la atención hacia ella.
Por lo tanto el no saber de los histéricos era en verdad un no querer saber, más o menos consciente, y la tarea del terapeuta consistía en superar esa resistencia de asociación mediante un trabajo psíquico. Esta operación se consuma en principio mediante un “esforzar”.
Se necesitaba un recurso más poderoso que “usted lo sabe, dígalo”. Freud le aplica al enfermo una presión sobre su frente, y le asegura que mientras dure esa presión verá ante sí un recuerdo en forma de imagen o en el pensamiento como ocurrencia. Le dice que no tiene permitido reservárselo, y que sólo así podrán hallar lo buscado. Este método podría corresponderse a una “hipnosis momentánea reforzada”.
La representación patógena supuestamente olvidada se la puede hallar mediante unas asociaciones de fácil tránsito, sólo se trata de remover algún obstáculo. Ese obstáculo parece ser la voluntad de la persona. No siempre afloran recuerdos olvidados mediante el método de la presión, sino que emerge una representación que dentro de la cadena asociativa es un eslabón entre la representación de partida y la buscada, o una representación que constituye un nuevo punto de partida de una nueva serie de pensamientos y recuerdos, a cuyo término se sitúa la representación patógena. Entonces la presión no descubrió la representación patógena, pero ha señalado el camino y la dirección hacia ella.
En otros casos la presión evoca un recuerdo que causa asombro en el enfermo porque ha olvidado su vínculo con la representación de partida. Este método hace aflorar pensamientos que el enfermo nunca quiere reconocer como los suyos, que él no recuerda, y en ese transcurso se convence de que esas representaciones y no otras, producen el cierre del análisis y la cesación de los síntomas.
El procedimiento de la presión sólo sirve por un momento, ya que en los casos serios vuelve sobre sus propósitos y prosigue su resistencia. Una de ella es cuando el enfermo no cumple su promesa de decirtodo cuanto se le ocurra, es algo superior a sus fuerzas. Durante el trabajo el enfermo deja traslucir con posterioridad los motivos de una resistencia que al comienzo no quería confesar. El proceso de la defensa consistió en tornar débil la representación fuerte, arrancarle el afecto. El recuerdo patógeno es enunciado por el enfermo como inesencial y lo enuncian sólo con resistencia.
El retorno de imágenes tiene menos dificultades que el retorno de pensamientos. El enfermo desmonta la imagen al trasponerla en palabras. El trabajo se orienta siguiendo la propia imagen mnémica. Cuanto persiste la imagen significa que aún tiene algo por descubrir de ella. La imagen permanece ininteligible cuando falta lo esencial del vínculo con la persona o tema. Puesto que el enfermo sólo se libera del síntoma histérico reproduciendo las impresiones patológicas causadoras y declarándolas bajo una exteriorización de afecto, la tarea terapéutica consiste sólo en moverlo a ello, y una vez solucionada esa tarea no le resta al médico nada más por corregir o cancelar. El médico es el único capaz de levantar la resistencia.
Entonces, a raíz del trabajo terapéutico uno se ve llevado a la concepción de que la histerias e genera por la represión, desde la fuerza motriz de la defensa, de una representación inconciliable, de que la representación reprimida permanece como una huella mnémica débil (menos intensa) y el afecto que se le arrancó es empleado para una inervación somática: conversión de la excitación. Entonces en virtud de su regresión, la representación se vuelve causa de síntomas patológicos, es decir patógena ella misma. A este tipo de histeria se la puede llamar histeria de defensa. Otras clases de histeria son la hipnoide y la histeria de retención. La histeria hipnoide y de defensa no coinciden. En la histeria de retención ha de hallarse una porción de defensa.
Dificultades de contenido por las cuales no se puede responsabilizar a los enfermos:
Para llegar al material psíquico patógeno deben eliminarse resistencias que bloquean su camino. Los enlaces correctos con representaciones no patógenas existen y fueron guardados en su memoria. Los síntomas histéricos están enlazados. No hay un único recuerdo traumático, sino series de traumas parciales y encadenamientos de ilaciones patógenas de pensamiento.
En el material psíquico de esta histeria en primer lugar estuvieron presentes un núcleo de recuerdos en los cuales ha culminado el recuerdo traumático. En torno a este núcleo se hallan una muchedumbre de un material anémico de diversa índole que presenta una triple estratificación:
1- Ordenamiento lineal o cronológico que tiene lugar dentro de cada tema singular. Recuerdos singulares en orden cronológico. Dificultan el trabajo del análisis por la peculiaridad de invertir, en la reproducción, la secuencia de su génesis, la vivencia más fresca y reciente aparece primero como “hoja de cubierta”, y la hoja de cierre está constituida por aquella impresión con que en realidad empezó la serie.
2- Los temas están estratificados de manera concéntrica en torno del núcleo patógeno. Son estratos de resistencia, y con ellos zonas de igual alteración de conciencia dentro de las cuales se extienden los temas singulares. Los estratos más periféricos contienen aquellos recuerdos que se rememoran con facilidad y fueron siempre claramente conscientes; cuanto más hondo se indaga, con mayor dificultad se afloran los recuerdos, hasta que en la proximidad del núcleo, se tropieza con aquellos que el paciente desmiente aun en la reproducción.
3- Este tercer ordenamiento es el más esencial. Es el ordenamiento según el contenido de pensamiento, el enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, enlace al cual en cada caso puede corresponderle un camino irregular y de múltiples vueltas. Este ordenamiento posee un carácter dinámico. Podría figurarse como un esquema que siga la marcha del encadenamiento lógico con una línea quebrada que por los más enredados caminos fuera de los estratos superficiales a los profundos, y regresa a los primeros, viéndose obligado a tocar todas las estaciones.
4- También puede ocurrir que en el material patógeno haya en juego más de un núcleo. Puede haber muchos estratos y caminos de pensamiento para establecer una conexión entre ambos núcleos patógenos.
La terapia consiste en disolver la resistencia y así facilitar a la circulación el camino por un ámbito antes bloqueado.
En el yo conciencia sólo puede ingresar un único recuerdo, ya que el enfermo se preocupa sólo por la reelaboración de ese recuerdo y olvida lo que ya ha pasado. Si el dominio de este único recuerdo patógeno tropieza con dificultades, el trabajo se atasca; debe relajar la resistencia. No se puede avanzar en forma directa hacia el núcleo patógeno. Uno empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda. Hay que adueñarse de un tramo del hilo lógico, pues sólo con su guía puede adentrarse en lo interior. Los lugares desde donde penetrar en lo profundo se ocultan con todo cuidado.
En la exposición del enfermo se encuentran lagunas y fallas que no quiere reconocer. Por medio de estas lagunas en la primera exposición del enfermo, a menudo cubiertas por “enlaces falsos”, se encuentra uno con cierto tramo del hilo lógico en la periferia y desde ahí, mediante el procedimiento de la presión, facilita el ulterior camino. Es muy raro poder llegar hasta el interior por el mismo hilo, ya que suele cortarse antes. Si esto ocurre por una resistencia cuyo estrato es todavía impenetrable, debe tomarse otro hilo lógico, que posiblemente conduzcan a lo mismo que el primero.
Superando las resistencias se obtiene noticia sobre los temas almacenados en ese estrato y sobre lso hilos lógicos que lo recorren. Se llega tan lejos que se encuentra una vía regia para avanzar hacia el núcleo de la organización patológica. Si se ha colegido en un nexo correcto, se le comunica al enfermo.
Toda reminiscencia singular del análisis posee un significado. Aún los recuerdos que carecen en sí de importancia, son indispensables como elementos de transmisión, ya que a partir de ellos pasa la asociación entre dos recuerdos de plena pertinencia.
Una reminiscencia que ha sido tramitada nunca retorna por segunda vez, si lo hace es porque se anudará a la imagen un nuevo contenido de pensamiento. Es decir que la tramitación no había sido completa.
Cuando entre las tareas del análisis se encuentra la eliminación de un síntoma, se observa que reaparece o surge con intensidad reforzada. La intensidad del síntoma se incrementa cuanto más hondo se entra en uno de los recuerdos patógenos pertinentes, alcanza la altura máxima poco antes de que estos últimos sean declarados, y desciende de repente tras una declaración completa. Esta oscilación de la intensidad del síntoma histérico se repite cada vez que uno ataca un recuerdo nuevo, patógeno respecto de ese síntoma.
Cada vez que se adquiere un esclarecimiento nuevo en la articulación del trabajo, el enfermo se siente aliviado, goza como de un presentimiento de la liberación que se acerca, y cada detención del trabajo, aumenta la carga psíquica que lo oprime, se acrecienta su sensación de desdicha. Sólo con la última palabra del análisis desaparece el cuadro clínico en su totalidad.
Las representaciones que constituyen el núcleo patógeno, son las que con mayor dificultad reconoce el enfermo como recuerdos. En estos análisis, una ilación de pensamiento es perseguida desde lo consciente hacia lo inconsciente.
El método de la presión puede fracasar por dos motivos: 1) Puede que el lugar donde se indaga no halla nada para recoger. 2) Puede que se haya tropezado con una resistencia que todavía no es capaz de vencer. Un tercer caso ocurre cuando se ve perturbado el vínculo del enfermo y el médico. Esto puede ser por tres motivos: a) cuando la enferma se cree menospreciada o ha escuchado cosas desfavorables del médico o del tratamiento. b) cuando la enferma cae en dependencia sexualdel médico. c) cuando la enferma se espanta por transferir al médico las representaciones penosas que afloran el contenido del análisis. La transferencia sobre el médico acontece por enlace falso.
Debe volverle consciente al enfermo ese “obstáculo”.
 Freud plantea una triple estratificación para explicar el material psíquico de una histeria.
1- Ordenamiento lineal cronológico
2- Estratificación concéntrica entorno al núcleo patógeno
3- Ordenamiento dinámico mediante líneas uniformes
En el hablar del paciente aparecen los sueños que luego van a interesarle.
El método psicoterapéutico cancela la acción eficiente de la representación originariamente no abreaccionada porque permite a su afecto estrangulado el decurso a través del decir, y la lleva hasta su rectificación asociativa al introducirla en la conciencia normal (en estado de hipnosis ligera) o al cancelarla por sugestión médica. 
La hipnosis demostró no ser efectiva porque no todos eran hipnotizables, y había que encontrar aquello que caracterizaba a la histeria. En la neurastenia no hay mecanismo psíquico. La neurosis obsesiva, tajantemente separada de ésta, posee una etiología semejante a la histérica, y una vasta posibilidad de reducirla mediante psicoterapia. También separados de la neurastenia están las neurosis de angustia, y poseen una etiología diversa. Sobrevienen por una acumulación de una tensión psíquica sexual, que si bien no tiene un mecanismo psíquico, influye sobre la vida psíquica. Junto a la neurastenia y a la neurosis de angustia se le suma la hipocondría como neurosis actual (etiología puramente física). Las mas de las veces la neurosis son mixtas, las neurosis obsesivas y la histeria se suelen combinar en una neurosis de angustia. Y se presentan juntas porque sus factores etiológicos se contaminan. Es importante en la terapia separar las partes histéricas de la neurosis de angustia y la neurastenia, porque puede darse una expresión precisa al valor terapéutico del método catártico, el cual es impotente frente a estas dos últimas. Otra barrera es que no influye sobre las causas por lo tanto no puede impedir nuevos síntomas. La génesis de las neurosis está las más de las veces sobre-determinada. La eliminación de los productos de la enfermedad ejercen un efecto curativo al prestar apoyo al yo normal empeñado en la defensa y precaverlo del avasallamiento, limitando la neo-producción de síntomas patológicos. Fortalece al sistema nervioso del enfermo en su capacidad de resistencia. El grupo psíquico escindido desempeña el papel del provocador del cual surge una cristalización en el lugar donde está predispuesto a producirse.
El método de Breuer (hipnosis) era necesario para ensanchar la memoria y hallar los recuerdos patógenos ausentes en la conciencia, pero había pacientes no hipnotizables, porque se rehusaban a éste método. La forma de sortear la hipnosis y acceder a estos recuerdos fue por un esfuerzo consciente de los pacientes de recordar, y la persuasión del médico. A esto le agrega la presión en la frente (hipnosis reforzada). De ésta forma disocia la atención del enfermo de su acción consciente, su voluntad. El paciente tenía que superar una fuerza que contrariaba el devenir consciente de las representaciones patógenas. Esta es la misma fuerza que cooperó en la génesis del síntoma. Tales representaciones eran de naturaleza penosa, aptas para provocar vergüenza, reproche, dolor psíquico, menoscabo, inconciliable con las representaciones ya reunidas, que provocó la repulsión. Esa defensa que expulsó de la conciencia la representación, se presentaba cuando intentaba dirigir la atención hacia ella, y se mostraba como resistencia. La representación se volvió patógena justamente por la represión.
Conversión: divorcio R/A
Repulsión: de R inc. (1º momento)
Resistencia: búsqueda R inc. (2º momento)
Defensa
 Conversión: divorcio R/A
Repulsión: de R inc. (1º momento)
Resistencia: búsqueda R inc. (2º momento)
Defensa
Conversión: divorcio R/A
Repulsión: de R inc. (1º momento)
Resistencia: búsqueda R inc. (2º momento)
Defensa
Rep. Incon.
Afecto
Represión
Inervación
Disociación 
(Defensa)
 Grupo Psíquico separado
	
La representación patógena está en las cercanías y se la puede alcanzar mediante asociaciones, solo se necesita remover algunos obstáculos, que son la voluntad de la persona. El recuerdo que aflora es un eslabón dentro de la cadena asociativa, en cuyo término se encuentra la representación buscada. 
Para que el método de la presión funcione, el enfermo tiene que exteriorizar todo cuanto se le venga a la mente sin juzgarlo. La resistencia se esconde tras excusas, y lo más interesante suele estar disfrazado de banal. Cuando hablan con menosprecio de una ocurrencia, o desmienten su existencia, es signo de defensa lograda: tornó débil una representación fuerte, le arrancó el afecto. Las imágenes también permanecen mientras tengan algo que decir. Con éste procedimiento uno tiene la dirección por la cuál investigar. El enfermo sólo se libera de síntomas histéricos reproduciendo las impresiones patológicas causadoras y declarándolas bajo una exteriorización de afecto, y el analista debe moverlo a ello. 
La hipnosis mostró estar llena de resistencias, lo mismo que el análisis en pacientes en estado de vigilia, y tuvo los mismos efectos que se encontraron por medio de la sugestión. 
Histeria de defensa: se genera por la represión desde la fuerza motriz de la defensa de una representación inconciliable. La representación reprimida se vuelve una huella mnémica debilitada, y el afecto inerva una zona del cuerpo (conversión de la excitación). En virtud de la represión la representación se vuelve patógena.
Histeria hipnoide: la representación deviene patógena porque ésta, concebida en un particular estado psíquico, permanece fuera del yo. Ninguna fuerza la apartó del yo, y en estado sonámbulo puede introducírsela en la conciencia. No hay resistencia. En la práctica el estado hipnoide debía su segregación a la circunstancia de imperar un grupo psíquico escindido por vía de defensa. Por lo tanto ambos casos de histeria coinciden en sus raíces.
La más de las veces no se tiene un síntoma único, y tampoco se puede esperar un recuerdo traumático y una representación patógena, sino varios. El material psíquico se compone de un núcleo de recuerdos (vivencias o ilaciones de pensamientos), y una muchedumbre de material mnémico (en torno al núcleo, que es preciso reelaborar), y posee una triple estratificación: ordenamiento lineal cronológico (con la secuencia de su génesis invertida en la reproducción); concéntrico en torno al núcleo patógeno (estratos de resistencia creciente hacia el núcleo y zonas de igual alteración de conciencia; los estratos periféricos contienen recuerdos concientes, y más cerca del núcleo inconscientes), ambos dos de carácter morfológico; y según el contenido del pensamiento (enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, por una línea quebrada). Posee un carácter dinámico, se corresponde a un sistema de líneas ramificadas y convergentes en puntos nodales, que desde ahí vuelven a devanarse, y en el núcleo desembocan varios hilos de trayectorias separadas o que muestran conexiones laterales. Esto muestra el sobredeterminismo de los síntomas. 
Puede ser que en el material patógeno haya en juego más de un núcleo, por ejemplo cuando hay un segundo estallido histérico con su propia etiología pero enlazado con el primero. El núcleo patógeno no se puede extirpar del Yo pues sus estratos más externos traspasan hacia los sectores del Yo normal al cual también pertenecen. Los estratos internos se enajenan del Yo más y más sin que la frontera de lo patógeno comience visiblemente. No se comporta como un cuerpo extraño sino como una infiltración por la resistencia. La terapia consiste en disolver la resistencia y facilitar el camino por un ámbito antes bloqueado. 
El estrechamiento de conciencia se lleva a cabo por el intento de reprimir un recuerdo el cual le genera resistencias al enfermo. La reelaboracióntropieza con dificultades, y el paso a la conciencia se obstruye. Este material patógeno se filtrará y alcanzará la conciencia como descompuesta en fragmentos. La terapia tiene que recomponer la organización conjeturada. Avanzar directamente hacia el núcleo es infructuoso. Primero hay que mantenerse en la periferia del producto psíquico patógeno, superando leves resistencias mediante el método de la presión, para avanzar un breve trecho; luego el enfermo empieza a colaborar por sí solo, siguiendo este camino, y aportando material que será importante más adelante, aunque ahora se presente inconexo (ensanchamiento periférico). Para adentrarse más hay que adueñarse de un tramo del hilo lógico. Los relatos del enfermo poseen lagunas y enlaces falsos, el nexo está roto, y por detrás de éstos puntos débiles se puede acceder a los estratos más hondos, facilitado por el procedimiento de la presión. 
Todo elemento que surge en análisis, como imágenes mnémicas, son pertinentes, o indispensables como elementos de trasmisión puesto que sólo a través de ellos pasa la asociación entre dos recuerdos importantes. Una reminiscencia no retorna si ya fue tramitada. El síntoma retorna con más fuerza cuando se entrometió en la región de la organización patógena que contiene la etiología de éste, y desciende tras una declaración del recuerdo. Si no se puede llevar a cabo se produce el síntoma que reemplaza la acción psíquica (de acuerdo a la teoría de la conversión). Una serie ininterrumpida lleva desde los restos mnémicos (de vivencias y actos de pensamientos llenos de afectos), hasta los símbolos mnémicos (los síntomas). 
Respecto al fracaso del procedimiento de la presión puede ser que no haya nada para recoger, que haya una resistencia, o que el nexo entre el paciente y el analista esté perturbado. Éste obstáculo sobreviene en tres casos:
-Enajenación personal: se siente menospreciada o desconfía del médico o el tratamiento; se resuelve por esclarecimiento
-Miedo al acostumbramiento: dependencia
-Enlace falso: transferencia de las representaciones penosas al médico. Primero aflora en la conciencia el contenido del deseo sin los recuerdos colaterales (contextuales), y en virtud a la compulsión de asociar, se toma al analista como sujeto del deseo; despierta el mismo afecto que en su momento ese deseo. Éste es un síntoma neoproducido y hay que tratarlo como un síntoma antiguo. Para la paciente el trabajo sigue siendo superar el afecto penoso por tal representación, y es indiferente si el tema es el pasado o el reciente. 
Frau Cäcilie. (1895)
 Paciente con numerosos traumas psíquicos y diversas manifestaciones. Su vida estaba como fragmentada. Tuvo reminiscencia de todos los traumas de su vida. En la hipnosis, con efecto retardado afloraba el llanto y la desesperación con la que hubiese querido acompañar su relato. Luego de ello se sentía bien por unas horas.
Mediante la hipnosis curaba sus síntomas, pero aparecían nuevamente más tarde.
Simbolización: sintió como si… Mecanismo de la simbolización intermedio en cierta medida entre el mecanismo de la autosugestión y el de la conversión. Sensaciones corporales de origen psíquico. El dolor afloraba cuando se resolvía el problema respectivo. Simbolización de expresión lingüística.
Caso Cäcilie: Neuralgia facial como síntoma histérico por simbolización. Cuando se reconstruyen escenas anteriores, se encuentra el primer ataque de neuralgia, en el que se vislumbra una conversión por simultaneidad. Fue una visión dolida a raíz de la cual emergió un reproche que la movió a refrenar (esforzar hacia atrás) otra serie de pensamientos. La neuralgia era el signo de una excitación psíquica, que fue despertada por eco asociativo desde la vida de los pensamientos por conversión simbolizadora. La simbolización busca de los dolores que estén presentes, uno conveniente y persistente. También están presentes la sugestión y la conversión. La sensación despierta la representación como interpretación de ésta, y la representación crea la sensación como simbolización. La histeria reestablece para sus inervaciones más intensas el sentido originario de la palabra, cuyas sensaciones pertenecen a la expresión de las emociones. 
Tenía una singular forma de presentimiento, que era un vislumbre de lo que estaba listo en lo inconsciente y la conciencia procesa la representación que afloraba como repentina y ocurrencia. 
Para Janet la histeria es una enfermedad de endebles, en la que se produce una escisión de la psique. La escisión sobreviene porque su actividad psíquica está dividida y el pensar consciente dispone sólo de una parte de la capacidad operativa.
UNIDAD 4. El tropiezo con lo inconsciente.
La proton pseudos histérica (caso Emma). (1895)
La compulsión histérica es un proceso primario, y la fuerza que mueve este proceso es la defensa del Yo. Sucede en el ámbito sexual. 
Emma salió de una tienda presa de un afecto de terror, y se despiertan los pensamientos que se reían de su vestido, y uno le gustó sexualmente. Sin embargo, los recuerdos despertados no explican ni la compulsión ni el determinismo del síntoma. 
Hay un segundo recuerdo, que tuvo en el momento de la Escena I. Siendo una niña fue dos veces a una pastelería y el encargado le pellizcó los genitales. Se reprochó haber ido una segunda vez. La escena I se entiende por la escena II. La conexión asociativa entre ambas es la risa, que en la escena I le recordaba inconscientemente a la del pastelero de la escena II. El recuerdo despierta un desprendimiento sexual, que se traspone en angustia, y en miedo a que repitan el atentado. Devienen consiente el desprendimiento sexual (el empleado le ha gustado), el vestido y la risa. Los enlaces falsos son: que se ríen de su vestido, y que un empleado le ha gustado. El material que ha devenido conciente es: el vestido, la risa, los empleados y el placer sexual. El atentado y el pastelero quedan inconscientes. No ingresa en la conciencia el eslabón de interés, sino un símbolo de éste, el vestido. El desprendimiento se anuda al recuerdo del atentado, sin embargo, no surgió en la vivencia. El recuerdo despierta un afecto que la vivencia no despierta, porque la alteración de la pubertad posibilita otra comprensión de lo recordado. El recuerdo solo con efecto retardado ha devenido trauma. 
Manuscrito K. (1896)
Neurosis de Defensa:
Son aberraciones patológicas de estados afectivos normales: del conflicto (histeria), del reproche (neurosis obsesiva), de la afrenta (paranoia), del duelo (amencia alucinatoria aguda). Conducen a un daño permanente del Yo. La ocasión tiene que cumplir dos condiciones: ser sexual e infantil. 
Hay una tendencia defensiva normal, desinclinación a guiar la energía psíquica de modo que genere displacer. La ley de constancia rige los mecanismos psíquicos. Pero no se puede volver contra percepciones, sino solo contra recuerdos y representaciones cognitivas. Es nociva cuando el recuerdo actual es mayor al desencadenado originariamente. Este es el caso de las representaciones sexuales. Entre la vivencia y el recuerdo se interpola la pubertad, que acrecienta el efecto de la reanudación. 
El displacer que surge de una estimulación sexual prematura no es producto de los diques psíquicos, ya que con una libido alta no se siente asco, moral o vergüenza. En la vida sexual existe una Fuente Independiente de Desprendimiento de Displacer. 
Pasos de la neurosis de Represión: 
1. Vivencia sexual prematura, traumática, por reprimir.
2. Síntoma Primario: se despierta su recuerdo y se reprime... Síntoma Egocintónico.
3. Estado de defensa semejante a la salud.
4. Retorno de las representaciones reprimidas; nuevo síntomas Yoicos (enfermedad)... Síntoma Egodistónico.
5. Avasallamiento o curación. 
Lo que hace la diferencia en cada neurosis es como retorna lo reprimido o la modalidad del síntoma. 
Neurosis Obsesiva:
Vivencia primaria provista de placer: activa (Varón), pasiva (Mujer), que recordada ocasiona la desligazón de displacer, y genera un reproche conciente. Ambos (recuerdo y reproche) sonreprimidos, y en la conciencia se forma un síntoma contrario: escrupulosidad de la conciencia moral. 
Antes de la vivencia primaria se descubrió una vivencia enteramente pasiva, y es el encuentro de esta vivencia con la placentera lo que agrega displacer al recuerdo placentero y permite la represión. La vivencia pasiva al ser tan temprana no puede impedir la génesis de la vivencia placentera (displacer placer represión). Lo determinante sería la cronología en relación la una con la otra y con el momento de la madurez sexual. 
El retorno de lo reprimido es el reproche inalterado, conciencia de culpa carente de contenido. Se liga a un contenido desfigurado según el tiempo y el contenido (sustituto). La representación obsesiva es un producto de compromiso, correcto según afecto (reproche) y categoría, falso por el tiempo y análogo. 
El Yo conciente se contrapone a la representación obsesiva ayudada por el síntoma contrario, pero puede ocurrir un avasallamiento del Yo por la representación obsesiva. Se producen síntomas nuevos de defensa secundaria. Por lo tanto hay tres clases de síntomas:
- Primario de la defensa: escrupulosidad de la conciencia moral.
- De compromiso de la enfermedad: representaciones o afectos obsesivos.
- Secundario de la defensa: obsesión caviladora, obsesión de guardar o mirar, beber (dipsomanía), ceremonial, etc.
Cuando se es conciente del reproche, suele ser solamente el último eslabón de una cadena asociativa, el primer eslabón está reprimido, y la obsesión se arroja sobre eslabones intermedios. La fuerza displacentera que despierta los reproches reprimidos son estados de libido actual insatisfecha. La tensión sexual cotidiana puede mudárseles en reproche o síntomas defensivos. 
Para la curación hay que reelaborar representaciones intermedias de compromiso, que se vuelven obsesivas, deshacer las sustituciones y mudanzas, y volver al reproche primario y su vivencia. 
Histeria:
Presupone la vivencia primaria displacentera pasiva. Empieza con un avasallamiento del Yo, el aumento de la tensión es tan grande que el Yo no le ofrece resistencia, se ve precisado a consentir una exteriorización de la descarga.
La represión y la formación de síntomas defensivos sobreviene tras el recuerdo, y se mezcla el avasallamiento con la defensa (síntoma y ataque). La represión acontece con formación de una representación fronteriza entre el Yo conciente y el recuerdo traumático. El resultado es el desplazamiento de la atención a lo largo de la serie de representación coligada por simultaneidad. Cuando se exterioriza en el cuerpo, esta zona pasa a ser una representación fronteriza y un símbolo de lo reprimido. 
Nuevas puntuaciones sobre la neuro-psicosis de defensa. (1896)
Introducción
En un breve ensayo publicado en 1894 he reunido la histeria, las representaciones obsesivas, así como ciertos casos de confusión alucinatoria aguda, bajo el título de “neuropsicosis de defensa”, porque se había obtenido para estas afecciones un punto de vista común, a saber: ellas nacían mediante el mecanismo psíquico de la defensa(inconsciente), es decir, a raíz del intento de reprimir una representación inconciliable que había entrado en penosa oposición con el yo del enfermo.
 
 I. La etiología “específica” de la histeria
Que los síntomas de la histeria sólo se vuelven inteligibles reconduciéndolos a unas vivencias de eficiencia “traumática”, y que estos traumas psíquicos se refieren a la vida sexual, he ahí algo que Breuer y yo hemos declarado ya en publicaciones anteriores. Lo que hoy tengo para agregar atañe por un lado a la naturaleza de estos traumas sexuales, y por el otro al período de la vida en que ocurrieron. Para la causación de la histeria, es preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez temprana (el período de la vida anterior a la pubertad), y su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales (procesos semejantes al coito).
No son las vivencias mismas las que poseen efecto traumático, sino sólo su reanimación como recuerdo, después que el individuo ha ingresado en la madurez sexual.
No puedo indicar con seguridad el límite máximo de edad hasta el cual un influjo sexual nocivo entra en la etiología de la histeria; dudo, sin embargo, de que una pasividad sexual después del octavo año, y hasta el décimo, pueda posibilitar una represión si esta última no es promovida por una vivencia anterior. En cuanto al límite inferior, llega hasta donde alcanza el recuerdo, vale decir, ¡hasta la tierna edad de un año y medio, o dos años!. Su huella nunca se descubre en el recordar consciente, sino sólo en los síntomas de la enfermedad.
Todas las vivencias y excitaciones que preparan u ocasionan el estallido de la histeria en el período de la vida posterior a la pubertad sólo ejercen su efecto, comprobadamente, por despertar la huella mnémica de esos traumas de la infancia, huella que no deviene entonces consciente, sino que conduce al desprendimiento de afecto y a la represión.
En mi primera comunicación sobre las neurosis de defensa quedó sin esclarecer cómo el afán de la persona hasta ese momento sana por olvidar una de aquellas vivencias traumáticas podía tener por resultado que se alcanzara realmente la represión deliberada y, con ello, se abriesen las puertas a la neurosis de defensa. Ello no podía deberse a la naturaleza de la vivencia, pues otras personas permanecían sanas a despecho de idénticas ocasiones. No era posible entonces explicar cabalmente la histeria a partir del efecto del trauma; debía admitirse que la aptitud para la reacción histérica existía ya antes de este.
Ahora bien, tal predisposición histérica indeterminada puede reemplazarse enteramente o en parte por el efecto póstumo del trauma infantil sexual. Sólo consiguen “reprimir” el recuerdo de una vivencia sexual penosa de la edad madura aquellas personas en quienes esa vivencia es capaz de poner en vigor la huella mnémica de un trauma infantil.
Las representaciones obsesivas tienen de igual modo por premisa una vivencia sexual infantil (pero de otra naturaleza en la histeria).
 
II. Naturaleza y mecanismo de la neurosis obsesiva
En la etiología de la neurosis obsesiva, unas vivencias sexuales de la primera infancia poseen la misma significatividad que en la histeria; empero, ya no se trata aquí de una pasividad sexual, sino de unas agresiones ejecutadas con placer y de una participación, que se sintió placentera, en actos sexuales; vale decir, se trata de una actividad sexual.
Conjeturo que una agresión sexual prematura presupone siempre una vivencia de seducción.
La naturaleza de la neurosis obsesiva: las representaciones obsesivas son siemprereproches mudados, que retornan de la represión y están referidos siempre a una acción de la infancia, una acción sexual realizada con placer.
En un primer período ocurren los sucesos que contienen el germen de la neurosis posterior. Pone término a este período el ingreso en la maduración sexual. Ahora, el recuerdo de aquellas acciones placenteras se anuda un reproche, y el nexo con la vivencia inicial de pasividad posibilita reprimir ese reproche y sustituirlo por un síntoma defensivo primario. Escrúpulos de la conciencia moral, vergüenza, desconfianza de sí mismo, son esos síntomas, con los cuales empieza el tercer período de la salud aparente, pero en verdad, de defensa lograda.
El período siguiente, el de la enfermedad, se singulariza por el retorno de los recuerdos reprimidos, vale decir, por el fracaso de la defensa. Lo que deviene consciente como representación y afecto obsesivos, sustituyendo al recuerdo patógeno en el vivir consciente, son unas formaciones de compromiso entre las representaciones reprimidas y las represoras.
Existen dos formas de la neurosis obsesiva, según que se conquiste el ingreso a la conciencia sólo el contenido anémico de la acción reproche, o también el afecto-reproche a ella anudado. El primer caso es el de las representaciones obsesivas típicas. El contenido de la representación obsesiva está doblemente desfigurado respecto

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