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Vísceras Pélvicas

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Vísceras Pélvicas 
Las vísceras pélvicas comprenden las porciones inferiores del sistema urinario y del 
tubo digestivo, y el sistema reproductor. Aunque el colon sigmoideo y parte del 
intestino delgado se extienden por el interior de la cavidad pélvica, son vísceras más 
abdominales que pélvicas. La vejiga y el recto —auténticas vísceras pélvicas— son 
continuaciones inferiores de sistemas que se encuentran en el abdomen. A excepción de 
las características relacionadas con el hecho de que la uretra masculina es compartida 
por las vías urinarias y reproductivas, y de las relaciones físicas con los respectivos 
órganos reproductores, hay relativamente pocas diferencias entre los órganos digestivos 
y urinarios pélvicos masculinos y femeninos. 
Órganos del sistema urinario 
Los órganos pélvicos del sistema urinario (fig. 6-24 A) son: 
 Porciones pélvicas de los uréteres, que transportan la orina desde los riñones. 
 La vejiga urinaria, que almacena la orina temporalmente. 
 La uretra, que conduce la orina desde la vejiga urinaria hasta el exterior. 
 
Fig. 6-24. Vísceras genitourinarias. A) Recorrido de los uréteres, con los puntos de 
estrechamiento relativo normal. B) Urografía intravenosa. Las flechas señalan el 
estrechamiento pasajero de la luz de los uréteres debido a las contracciones peristálticas. 
Uréteres 
Los uréteres son tubos musculares, de 25-30 cm de largo, que conectan los riñones con 
la vejiga urinaria. Son retroperitoneales; sus porciones abdominales superiores se 
describen en el capítulo dedicado al abdomen. Cuando los uréteres cruzan la bifurcación 
de las arterias ilíacas comunes o el inicio de la arteria ilíaca externa, pasan sobre la línea 
terminal, abandonando el abdomen y entrando en la pelvis menor (fig. 6-24 A y B). Las 
porciones pélvicas de los uréteres discurren sobre las paredes laterales de la pelvis, 
paralelos al borde anterior de la incisura isquiática mayor, entre el peritoneo parietal 
pélvico y las arterias ilíacas internas. Frente a la espina isquiática se incurvan 
anteromedialmente, superiores al elevador del ano, para penetrar en la vejiga urinaria. 
Los extremos terminales de los uréteres están rodeados por el plexo venoso vesical (fig. 
6-19 B y C). 
Los uréteres discurren inferomedialmente a través de la pared muscular de la vejiga 
urinaria en sentido oblicuo, y entran en la superficie externa de la vejiga separados unos 
5 cm, pero sus aberturas internas en la luz de la vejiga vacía sólo están separadas por la 
mitad de esa distancia. Este recorrido oblicuo a través de la pared de la vejiga urinaria 
forma una «válvula» unidireccional; la presión interna de la vejiga urinaria llena 
provoca el colapso del recorrido intramural. Además, las contracciones de la 
musculatura vesical actúan como un esfínter, impidiendo el reflujo de orina hacia los 
uréteres cuando se contrae la vejiga, aumentando la presión interna durante la micción. 
La orina desciende por los uréteres mediante contracciones peristálticas; cada 12-20 s se 
transportan unas pocas gotas (fig. 6-24 B). 
En el hombre, la única estructura que pasa entre el uréter y el peritoneo es el conducto 
deferente (fig. 6-34); este cruza al uréter dentro del pliegue ureteral del peritoneo. El 
uréter se sitúa posterolateral al conducto deferente, y entra por el ángulo posterosuperior 
de la vejiga urinaria, justo superior a la vesícula seminal. 
En la mujer, el uréter pasa medial al origen de la arteria uterina y continúa hasta el nivel 
de la espina isquiática, donde la arteria uterina lo cruza superiormente. A continuación, 
el uréter pasa junto a la parte lateral del fórnix de la vagina y entra por el ángulo 
posterosuperior de la vejiga urinaria. 
Vascularización de la porción pélvica de los uréteres 
La irrigación arterial de la porción pélvica de los uréteres es variable, por ramas 
ureterales de las arterias ilíacas común e interna y de la arteria ovárica (fig. 6-25; tabla 
6-4). Las ramas ureterales se anastomosan a lo largo del uréter, formando un aporte 
sanguíneo continuo, que no implica necesariamente unas vías colaterales eficaces. En la 
mujer, las arterias más constantes que irrigan esta porción de los uréteres son ramas de 
las arterias uterinas. En el hombre, el origen de ramas similares son las arterias vesicales 
inferiores. La vascularización de los uréteres es muy importante para los cirujanos que 
intervienen esta región. 
El drenaje venoso de las porciones pélvicas de los uréteres acompaña generalmente a las 
arterias y desemboca en venas que reciben los mismos nombres. Los vasos linfáticos se 
dirigen sobre todo a los nódulos linfáticos ilíacos comunes e internos (fig. 6-20). 
 
Fig. 6-25. Vascularización del uréter. Las ramas que irrigan la mitad abdominal del 
uréter proceden de una dirección medial, mientras que aquellas que irrigan la mitad 
pélvica lo hacen desde una dirección lateral. Durante la cirugía, siempre que sea posible 
se evita su manipulación. Cuando es necesario realizar una tracción, esta se aplicará 
suavemente y en dirección a su vascularización, para evitar lesionar las pequeñas ramas. 
Inervación de los uréteres 
Los nervios de los uréteres derivan de plexos autónomos adyacentes (renal, aórtico, 
hipogástricos superior e inferior, fig. 6-26). 
Los uréteres están situados por encima de la línea de dolor de la pelvis y, por tanto, sus 
fibras aferentes (sensaciones dolorosas) siguen retrógradamente a las fibras simpáticas 
hasta alcanzar los ganglios sensitivos de los nervios espinales y segmentos T10-L2 o L3 
de la médula espinal. El dolor ureteral suele referirse al cuadrante inferior homolateral 
del abdomen, especialmente a la ingle (región inguinal). 
 
Fig. 6-26. Inervación de los uréteres. Fibras nerviosas de los plexos renal, aórtico e 
hipogástricos superior e inferior alcanzan el uréter, transportando fibras aferentes 
viscerales y simpáticas a los ganglios sensitivos de los nervios espinales y los niveles 
medulares T10-L2(3). Las fibras parasimpáticas de los segmentos medulares S2-S4 se 
distribuyen a la parte pélvica del uréter. Las fibras extrínsecas del SNA no son 
imprescindibles para el inicio y la propagación de la peristalsis ureteral. 
Vejiga urinaria 
La vejiga urinaria, una víscera hueca con fuertes paredes musculares, se caracteriza 
por su distensibilidad (fig. 6-27 A). La vejiga urinaria es un depósito temporal para la 
orina, y su tamaño, forma, posición y relaciones varían en función de su contenido y del 
estado de las vísceras vecinas. Se encuentra en la pelvis menor cuando está vacía, 
posterior y ligeramente superior a ambos pubis (fig. 6-27 B). Está separada de estos 
huesos por el potencial espacio retropúbico (de Retzius) y se encuentra inferior al 
peritoneo, descansando sobre los huesos púbicos y la sínfisis del pubis anteriormente y 
la próstata (varones) o la pared anterior de la vagina posteriormente (fig. 6-27 A y B). 
 
Fig. 6-27. Vísceras de las pelvis masculina y femenina. A) En esta pelvis masculina la 
vejiga urinaria está distendida, como si estuviese llena. Compárese su relación con la 
pared anterior del abdomen, la sínfisis del pubis y el nivel de la fosa supravesical, con la 
de la vejiga no distendida (vacía) de la ilustración B. B) En esta pelvis femenina se ha 
seccionado el útero por su plano sagital medio y se representa como si coincidiese con 
el plano medio del cuerpo, algo que rara vez ocurre. Con la vejiga vacía, la disposición 
normal del útero que se muestra en la ilustración —doblado sobre sí mismo (en 
anteflexión) en la unión entre el cuerpo y el cuello, e inclinado anteriormente (en 
anteversión)— hace que el peso del útero sea sostenido principalmente por la vejiga. La 
uretra se sitúa anterior y paralela a la mitad inferior de la vagina. 
La vejiga urinaria está relativamente libre en el tejido adiposo subcutáneo 
extraperitoneal, excepto por su cuello, que está sujetocon firmeza por los ligamentos 
laterales de la vejiga y el arco tendinoso de la fascia pélvica, en especial su componente 
anterior, el ligamento puboprostático en el hombre, y el ligamento pubovesical en la 
mujer (también fig. 6-14 A). En esta, como la cara posterior de la vejiga descansa 
directamente sobre la pared anterior de la vagina, la inserción lateral de la vagina al arco 
tendinoso de la fascia pélvica, el paracolpio, es un factor indirecto, pero importante, en 
el sostén de la vejiga urinaria (fig. 6-14 B). 
En los lactantes y niños pequeños, la vejiga urinaria se encuentra en el abdomen incluso 
cuando está vacía (fig. 6-28 A). Normalmente, la vejiga entra en la pelvis hacia los 6 
años de edad; sin embargo, no se sitúa por completo dentro de la pelvis menor hasta 
pasada la pubertad. En los adultos, la vejiga urinaria vacía se encuentra casi totalmente 
en la pelvis menor, con su cara superior a nivel del borde superior de la sínfisis del 
pubis (fig. 6-28 B). A medida que la vejiga urinaria se llena, asciende superiormente 
hacia el interior del tejido graso extraperitoneal de la pared anterior del abdomen y entra 
en la pelvis mayor (fig. 6-27 A). En algunas personas, una vejiga urinaria llena puede 
ascender hasta el nivel del ombligo. 
 
Fig. 6-28. Vejiga urinaria y uretra prostática. A) La vejiga del lactante se sitúa casi 
completamente en la cavidad abdominal. B) Vejiga y próstata del adulto; se muestra su 
localización pélvica y las caras de la vejiga. C) Sección coronal de la vejiga urinaria y la 
próstata por el plano de la uretra prostática. 
Al final de la micción, la vejiga de un adulto normal no contiene prácticamente nada de 
orina. Cuando la vejiga urinaria está vacía es algo tetraédrica (fig. 6-28 B), y 
externamente presenta cuatro partes: vértice, cuerpo, fondo y cuello. Las cuatro 
superficies o caras (una superior, dos inferolaterales y una posterior) se aprecian mejor 
al observar una vejiga vacía y contraída extraída de un cadáver, cuando la vejiga tiene 
más bien un aspecto de barca. 
El vértice de la vejiga apunta hacia el borde superior de la sínfisis del pubis cuando la 
vejiga está vacía. El fondo de la vejiga es opuesto al vértice y está formado por la pared 
posterior, ligeramente convexa. El cuerpo de la vejiga es la parte más grande, y se 
encuentra entre el vértice y el fondo. El cuello de la vejiga es donde convergen 
inferiormente el fondo y las caras inferolaterales. 
El lecho vesical está formado por las estructuras que se encuentran en contacto directo 
con la vejiga. A cada lado, el pubis y la fascia que cubre los músculos obturador interno 
y elevador del ano están en contacto con las caras inferolaterales de la vejiga (fig. 6-28 
C). Sólo la cara superior está cubierta por peritoneo. Por lo tanto, en el hombre, el fondo 
está separado centralmente del recto sólo por el tabique fascial rectovesical y 
lateralmente por las vesículas seminales y las ampollas del conducto deferente (fig. 6-27 
A). En la mujer, el fondo está estrechamente relacionado con la pared anterior de la 
vagina (fig. 6-27 B). La vejiga urinaria está envuelta por una fascia visceral de tejido 
conectivo laxo. 
Las paredes de la vejiga urinaria están compuestas, fundamentalmente, por el músculo 
detrusor. Hacia el cuello de la vejiga masculina, sus fibras musculares forman el 
esfínter interno de la uretra, de contracción involuntaria. Al eyacular, el esfínter se 
contrae para evitar la eyaculación retrógrada de semen al interior de la vejiga urinaria. 
Algunas fibras discurren radialmente y ayudan a abrir el orificio uretral interno. En el 
hombre, las fibras musculares del cuello de la vejiga se continúan con el tejido 
fibromuscular de la próstata, mientras que en la mujer estas fibras se continúan con las 
fibras musculares de la pared de la uretra. 
Los orificios ureterales y el orificio uretral interno se encuentran en los ángulos del 
trígono vesical (fig. 6-28 C). Los orificios ureterales están rodeados por asas de la 
musculatura del detrusor, que se estrechan cuando se contrae la vejiga urinaria, para 
ayudar a evitar el reflujo de orina hacia el interior del uréter. La úvula vesical es una 
ligera elevación del trígono; normalmente es más prominente en los varones de edad 
avanzada, debido al agrandamiento del lóbulo posterior de la próstata (fig. 6-30 A). 
Vascularización de la vejiga urinaria 
Las arterias principales que irrigan la vejiga urinaria son ramas de las arterias ilíacas 
internas (tabla 6-4). Las arterias vesicales superiores irrigan las porciones 
anterosuperiores de la vejiga. En el varón, el fondo y el cuello de la vejiga están 
irrigados por las arterias vesicales inferiores. 
En la mujer, las arterias vesicales inferiores son sustituidas por las arterias vaginales, 
que envían pequeñas ramas a las porciones posteroinferiores de la vejiga (fig. 6-17 B). 
Las arterias obturatriz y glútea inferior también proporcionan pequeñas ramas a la 
vejiga urinaria. 
Los nombres de las venas que drenan la vejiga se corresponden con los de las arterias, y 
son tributarias de las venas ilíacas internas. En el hombre, el plexo venoso vesical se 
continúa con el plexo venoso prostático (fig. 6-19 C), y el plexo combinado envuelve el 
fondo de la vejiga y la próstata, las vesículas seminales, los conductos deferentes y los 
extremos inferiores de los uréteres. También recibe sangre de la vena dorsal profunda 
del pene, que drena en el plexo venoso prostático. 
El plexo venoso vesical es la red venosa que se asocia más directamente con la propia 
vejiga. Drena, principalmente, a través de las venas vesicales inferiores en las venas 
ilíacas internas; sin embargo, puede drenar, a través de las venas sacras, en los plexos 
venosos vertebrales internos. En la mujer, el plexo venoso vesical envuelve la porción 
pélvica de la uretra y el cuello de la vejiga, recibe sangre de la vena dorsal del clítoris y 
se comunica con el plexo venoso vaginal o uterovaginal (fig. 6-19 B). 
Inervación de la vejiga 
Las fibras simpáticas para la vejiga urinaria son conducidas desde los niveles torácicos 
inferiores y lumbares superiores de la médula espinal hacia los plexos vesicales 
(pélvicos), principalmente a través de los plexos y nervios hipogástricos, mientras que 
las fibras parasimpáticas procedentes de los niveles sacros de la médula espinal son 
conducidas por los nervios esplácnicos pélvicos y los plexos hipogástricos inferiores 
(fig. 6-29). 
 
Fig. 6-29. Inervación de la vejiga y de la uretra. Las fibras simpáticas presinápticas 
de los niveles medulares T11-L2 o L3 que participan en la inervación de la vejiga, la 
próstata y la uretra proximal viajan a través de los nervios esplácnicos lumbares hasta el 
sistema de plexos aórtico/hipogástrico, estableciendo sinapsis en los plexos en su 
camino hacia las vísceras pélvicas. Las fibras parasimpáticas presinápticas para la vejiga 
se originan en las neuronas de los segmentos medulares S2-S4 y pasan desde los ramos 
anteriores de los nervios espinales S2-S4, a través de los nervios esplácnicos pélvicos y 
de los plexos hipogástrico inferior y vesical (pélvico), hasta la vejiga. Hacen sinapsis 
con neuronas postsinápticas situadas en la pared de la vejiga o cerca de ella. Las fibras 
aferentes viscerales que conducen información refleja e impulsos dolorosos desde las 
vísceras subperitoneales (inferiores a la línea de dolor de la pelvis) siguen 
retrógradamente las fibras parasimpáticas hasta los ganglios espinales S2-S4, mientras 
que las que conducen sensaciones dolorosas desde el techo de la vejiga (superior a la 
línea de dolor de la pelvis) siguen retrógradamente las fibras simpáticas hasta los 
ganglios sensitivos de los nervios espinales T11-L2 o L3. El tronco simpático pélvico 
(sacro) inerva fundamentalmente el miembro inferior. Los nervios somáticos que se 
muestran en la ilustración se distribuyen por elperiné. 
Las fibras parasimpáticas son motoras para el músculo detrusor de la pared vesical, e 
inhibidoras para el esfínter interno de la uretra del varón. Por ello, cuando las fibras 
aferentes viscerales se estimulan por estiramiento, la vejiga se contrae de forma refleja, 
el esfínter interno se relaja (en el varón) y la orina fluye hacia el interior de la uretra. El 
adulto suprime este reflejo hasta que tiene oportunidad de orinar. La inervación 
simpática que estimula la eyaculación provoca, simultáneamente, la contracción del 
esfínter interno de la uretra para evitar el reflujo de semen al interior de la vejiga. Una 
respuesta simpática no relacionada con la eyaculación (ej. la sensación de pudor cuando 
se está de pie ante el urinario con gente esperando) puede hacer que el esfínter interno 
se contraiga, interfiriendo con la capacidad para orinar hasta que tenga lugar la 
inhibición parasimpática del esfínter. 
Las fibras sensitivas de la mayor parte de la vejiga urinaria son viscerales; las 
aferencias reflejas y dolorosas (ej. por distensión excesiva) de la porción inferior de la 
vejiga siguen el trayecto de las fibras parasimpáticas. La cara superior de la vejiga está 
cubierta por peritoneo y se encuentra, por tanto, por encima de la línea de dolor (tabla 6-
3 B y C); así, las fibras para el dolor de la porción superior de la vejiga urinaria siguen 
el curso de las fibras simpáticas de forma retrógrada hasta los ganglios sensitivos de los 
nervios espinales torácicos inferiores y lumbares superiores (T11-L2 o L3). 
Uretra masculina proximal (pélvica) 
La uretra masculina es un tubo muscular (18-22 cm de largo) que conduce la orina 
desde el orificio uretral interno de la vejiga urinaria hasta el orificio uretral externo en el 
extremo del glande del pene (fig. 6-27 A). La uretra también proporciona una salida 
para el semen (espermatozoides y secreciones glandulares). Con fines descriptivos, la 
uretra se divide en cuatro porciones, que se muestran en las figuras 6-27 A y 6-30, y se 
describen en la tabla 6-6. La porción intermedia distal y la uretra esponjosa se 
describirán con más detalle junto al periné. 
La porción intramural (preprostática) de la uretra tiene un diámetro y una longitud 
variables, dependiendo de si la vejiga se está llenando (el cuello vesical está contraído 
tónicamente, de modo que el orificio uretral interno es pequeño y se encuentra alto) o 
vaciando (el cuello está relajado, por lo que el orificio es ancho y bajo). 
La característica más destacada de la uretra prostática es la cresta uretral, una cresta 
media entre surcos bilaterales, los senos prostáticos (fig. 6-30). Los conductos 
prostáticos secretores desembocan en los senos prostáticos. El colículo seminal es una 
eminencia redondeada en el centro de la cresta uretral con un orificio en ojal que se abre 
en un pequeño fondo de saco, el utrículo prostático. El utrículo prostático es el 
vestigio del conducto uterovaginal embrionario, cuyas paredes circundantes constituyen, 
en la mujer, el primordio del útero y de la vagina. Los conductos eyaculadores 
desembocan en la uretra prostática a través de diminutas aberturas longitudinales 
situadas adyacentes y, ocasionalmente justo en el orificio del utrículo de la próstata. 
Así, en este punto se unen las vías urinarias y reproductoras. 
 
Fig. 6-30. Interior de la vejiga y la uretra masculinas. A) Se han eliminado las 
porciones anteriores de la vejiga, la próstata y la uretra. Se ha eliminado una parte de la 
pared posterior de la vejiga para mostrar la porción intramural del uréter y el conducto 
deferente posterior a la vejiga. El pliegue interureteral discurre entre las 
desembocaduras de los uréteres en la luz de la vejiga, señalando el límite superior del 
trígono vesical. La prominencia de la pared posterior del orificio uretral interno (en el 
extremo de la línea directriz que señala este orificio) se convierte, cuando está 
exagerada, en la úvula de la vejiga. Esta pequeña proyección está producida por el 
lóbulo medio de la próstata. La fascia prostática envuelve los plexos venosos 
prostáticos. B) Ampliación del recuadro en A que muestra las glándulas bulbouretrales 
embebidas en el espesor del esfínter externo de la uretra. 
 
Vascularización de la uretra masculina proximal 
Las porciones intramural y prostática de la uretra están irrigadas por las ramas 
prostáticas de las arterias vesical inferior y rectal media (figs. 6-15 a 6-17 A). Las venas 
de las dos porciones proximales de la uretra drenan en el plexo venoso prostático (fig. 6-
19 C). 
Inervación de la uretra masculina proximal 
Los nervios de la uretra masculina derivan del plexo nervioso prostático (fibras 
simpáticas, parasimpáticas y aferentes viscerales; fig. 6-29). Este plexo es uno de los 
plexos pélvicos (una extensión inferior del plexo vesical), que se origina como una 
extensión específica de órgano del plexo hipogástrico inferior. 
Uretra femenina 
La corta (aproximadamente 4 cm de longitud y 6 mm de diámetro) uretra femenina 
discurre anteroinferiormente, desde el orificio uretral interno de la vejiga urinaria (fig. 
6-27 B), posterior y luego inferior a la sínfisis del pubis, hasta el orificio uretral externo. 
La musculatura que rodea el orificio uretral interno de la vejiga femenina no está 
organizada en un esfínter interno. 
El orificio uretral externo se localiza en el vestíbulo, la hendidura entre los labios 
pudendos menores de los genitales externos, directamente anterior al orificio vaginal. 
La uretra se sitúa anterior a la vagina (formando una elevación en la pared anterior de la 
vagina; fig. 6-39 B) y su eje es paralelo al de esta (fig. 6-27 B). La uretra pasa con la 
vagina a través del diafragma pélvico, el esfínter externo de la uretra y la membrana 
perineal. 
Hay glándulas uretrales, sobre todo en su parte superior. Un grupo de glándulas situadas 
a cada lado, las glándulas parauretrales, son homólogas de la próstata. Estas glándulas 
tienen un conducto parauretral común, que se abre (uno a cada lado) junto al orificio 
uretral externo. La mitad inferior de la uretra está en el periné, y se comenta en esa 
sección. 
Vascularización de la uretra femenina 
La sangre llega a la uretra por las arterias pudenda interna y vaginal (figs. 6-16, 6-17 B 
y 6-18 A). Las venas acompañan a las arterias y reciben los mismos nombres (fig. 6-19 
B). 
Inervación de la uretra femenina 
Los nervios de la uretra se originan en el plexo nervioso vesical y el nervio pudendo. El 
patrón es similar al del varón (fig. 6-29), dada la ausencia de un plexo prostático y un 
esfínter interno de la uretra. Las aferencias viscerales desde la mayor parte de la uretra 
discurren en nervios esplácnicos pélvicos, aunque la terminación recibe aferencias 
somáticas del nervio pudendo. Tanto las fibras aferentes viscerales como las somáticas 
proceden de cuerpos celulares en los ganglios sensitivos de los nervios espinales S2-S4. 
Recto 
El recto es la porción pélvica del tubo digestivo que se continúa, proximalmente, con el 
colon sigmoideo (fig. 6-31), y distalmente con el canal anal. La unión rectosigmoidea 
se sitúa anterior a la vértebra S3. En este punto, las tenias del colon sigmoideo se 
dispersan y forman una capa longitudinal externa continua de músculo liso, y 
desaparecen los apéndices omentales grasos (fig. 6-56). 
 
Fig. 6-31. Colon sigmoideo entrando en la pelvis menor y convirtiéndose en el 
recto. El colon sigmoideo es intraperitoneal y está suspendido por el mesocolon 
sigmoideo, pero el recto, a medida que desciende, pasa a ser retroperitoneal y luego 
subperitoneal. Se ha eliminado el peritoneo superiormente al promontorio del sacro y la 
fosa ilíaca derecha, revelando el plexo hipogástrico superior situado en la bifurcación de 
la aorta abdominal, y la arteria ilíaca interna, el uréter y el conducto deferente cruzando 
la línea terminal para entrar en lapelvis menor. 
El término «recto» se acuñó en estudios antiguos en animales para describir la parte 
distal del colon; sin embargo, el recto humano se caracteriza por diversas flexuras. El 
recto sigue la curvatura del sacro y el cóccix, y forma la flexura sacra del recto. El 
recto termina anteroinferiormente el vértice del cóccix, inmediatamente antes de dar un 
brusco giro posteroinferior (la flexura [ángulo] anorrectal del canal anal) que se 
produce cuando el intestino atraviesa el diafragma de la pelvis (elevador del ano). El 
ángulo de unos 80o que forma la flexura anorrectal es un mecanismo importante para la 
continencia fecal; se mantiene durante la situación de reposo por el tono del músculo 
puborrectal y por su contracción activa durante las contracciones peristálticas, si no se 
produce la defecación. El recto tiene forma de S en la vista lateral, con las flexuras de la 
unión rectosigmoidea superiormente y la unión anorrectal inferiormente. 
Cuando el recto se observa anteriormente, se aprecian tres flexuras laterales del recto 
bien marcadas (superior e inferior en el lado derecho, e intermedia en el lado 
izquierdo) (fig. 6-32). Las flexuras se forman en relación con tres pliegues internos 
(pliegues transversos del recto): dos en el lado izquierdo y uno en el lado derecho. Los 
pliegues descansan sobre porciones engrosadas de la capa muscular circular de la pared 
rectal. La porción terminal dilatada del recto, situada directamente superior y sostenida 
por el diafragma pélvico (elevador del ano) y el ligamento anococcígeo, es la ampolla 
del recto (figs. 6-27, 6-31 y 6-32). La ampolla recibe y retiene la masa fecal que se va 
acumulando hasta que sea expulsada con la defecación. La capacidad de la ampolla para 
relajarse y acomodar la llegada inicial y las llegadas posteriores de materia fecal 
constituye otro elemento esencial para el mantenimiento de la continencia fecal. 
El peritoneo cubre las caras anterior y lateral del tercio superior del recto, sólo la cara 
anterior del tercio medio y ninguna superficie del tercio inferior, porque es 
subperitoneal (tabla 6-3). En el hombre, el peritoneo se refleja desde el recto hacia la 
pared posterior de la vejiga urinaria, donde forma el suelo del fondo de saco 
rectovesical. En la mujer, el peritoneo se refleja desde el recto hacia la porción posterior 
del fórnix de la vagina, donde forma el suelo del fondo de saco rectouterino. 
En ambos sexos, las reflexiones laterales del peritoneo desde el tercio superior del recto 
forman las fosas pararrectales (fig. 6-31), que permiten que el recto se distienda cuando 
se llena de heces. 
El recto descansa posteriormente sobre las tres vértebras sacras inferiores y el cóccix, el 
cuerpo o ligamento anococcígeo, los vasos sacros medios y los extremos inferiores de 
los troncos simpáticos y los plexos sacros. En el hombre, el recto se relaciona 
anteriormente con el fondo de la vejiga urinaria, las porciones terminales de los 
uréteres, los conductos deferentes, las vesículas seminales y la próstata (figs. 6-13 D y 
6-27 A). El tabique rectovesical se sitúa entre el fondo de la vejiga urinaria y la ampolla 
del recto, y está estrechamente relacionado con las vesículas seminales y la próstata. En 
la mujer, el recto se relaciona anteriormente con la vagina, y está separado de la porción 
posterior del fórnix y del cuello del útero por el fondo de saco rectouterino (figs. 6-13 D 
y 6-27 B). Inferior a este fondo de saco, el débil tabique rectovaginal separa la mitad 
superior de la pared posterior de la vagina del recto. 
 
Fig. 6-32. Arterias y venas del recto y del canal anal. A) A pesar de su nombre, las 
arterias rectales inferiores, que son ramas de las arterias pudendas internas, irrigan 
principalmente el canal anal. Las tres flexuras laterales agudas del recto reflejan la 
forma en que la luz discurre entre los pliegues rectales transversos (mostrados en la 
parte B) en la cara interna. B) Sección coronal del recto y el canal anal que muestra la 
irrigación arterial y el drenaje venoso. Los plexos venosos rectales interno y externo se 
relacionan fundamentalmente con el canal anal. Las flexuras y los pliegues rectales 
transversos ayudan a sostener el peso de las heces. 
Vascularización del recto 
La continuación de la arteria mesentérica inferior, la arteria rectal superior, irriga la 
porción proximal del recto (fig. 6-32). Las arterias rectales medias derecha e izquierda, 
que suelen originarse de las divisiones anteriores de las arterias ilíacas internas en la 
pelvis, irrigan las porciones media e inferior del recto. Las arterias rectales inferiores, 
que se originan en las arterias pudendas internas en el periné, irrigan la unión anorrectal 
y el canal anal. Las anastomosis entre las arterias rectales superiores e inferiores pueden 
proporcionar una posible circulación colateral, aunque las anastomosis con las arterias 
rectales medias son escasas. 
La sangre del recto drena a través de las venas rectales superior, medias e inferiores (fig. 
6-32 B). Se producen anastomosis entre las venas portales y sistémicas en la pared del 
canal anal. Como la vena rectal superior drena en el sistema de la vena porta hepática, y 
las venas rectales medias e inferiores drenan en la circulación sistémica, esta 
comunicación es un área clínicamente importante de la anastomosis portocava (fig. 5-75 
A). El plexo venoso rectal submucoso rodea el recto y comunica con el plexo venoso 
vesical en el hombre y con el plexo venoso uterovaginal en la mujer. 
El plexo venoso rectal consta de dos porciones (fig. 6-32 B): el plexo venoso rectal 
interno, profundo a la mucosa de la unión anorrectal, y el plexo venoso rectal externo, 
externo a la pared muscular del recto. Aunque estos plexos se denominan rectales, son 
principalmente «anales» por su localización, función y relevancia clínica («Drenaje 
venoso y linfático del canal anal»). 
Inervación del recto 
El recto está inervado por los sistemas simpático y parasimpático (fig. 6-33). La 
inervación simpática procede de la médula espinal lumbar, a través de los nervios 
esplácnicos lumbares y los plexos hipogástricos (pélvicos), y a través de plexos 
periarteriales de la arteria mesentérica inferior y las arterias rectales superiores. La 
inervación parasimpática procede de los niveles S2-S4 de la médula espinal, y discurre 
por los nervios esplácnicos pélvicos y los plexos hipogástricos inferiores derecho e 
izquierdo, hasta el plexo rectal (pélvico). Como el recto es inferior (distal) a la línea de 
dolor de la pelvis (tabla 6-3 B y C), todas las fibras aferentes viscerales siguen a las 
fibras parasimpáticas, retrógradamente, hasta los ganglios sensitivos de los nervios 
espinales S2-S4. 
 
Fig. 6-33. Inervación del recto y del canal anal. Para que quede más claro, se han 
retraído lateralmente los nervios esplácnicos lumbares y pélvicos, y los plexos 
hipogástricos. 
Órganos genitales internos masculinos 
Los órganos genitales internos masculinos comprenden los testículos, los epidídimos, 
los conductos deferentes, las vesículas seminales, los conductos eyaculadores, la 
próstata y las glándulas bulbouretrales (fig. 6-34). El testículo y el epidídimo se 
describen en el capítulo dedicado al abdomen, y se consideran órganos genitales 
internos por su situación durante el desarrollo y su homología con los ovarios 
femeninos, internos. Sin embargo, debido a su localización posnatal externa y a que en 
la disección se encuentran al disecar la región inguinal de la pared anterior del 
abdomen, se comentan en el capítulo dedicado al abdomen. 
 
Fig. 6-34. Sección medial de la pelvis masculina y el periné (mitad derecha). Se 
muestran los órganos genitales: testículo, epidídimo, conducto deferente, conducto 
eyaculador y pene, con las estructuras glandulares accesorias (vesícula seminal, próstata 
y glándula bulbouretral). El cordón espermáticoconecta el testículo con la cavidad 
abdominal, y el testículo se sitúa externamente en una bolsa musculocutánea, el escroto. 
Conducto dererente 
El conducto deferente es la continuación del conducto del epidídimo. El conducto 
deferente: 
 Posee unas paredes musculares relativamente gruesas y una luz diminuta, lo que 
le confiere una rigidez parecida a la de un cordón. 
 Empieza en la cola del epidídimo, en el polo inferior del testículo (fig. 5-21). 
 Asciende posterior al testículo, medial al epidídimo. 
 Es el componente principal del cordón espermático. 
 Penetra en la pared anterior del abdomen a través del conducto inguinal. 
 Cruza sobre los vasos ilíacos externos y entra en la pelvis. 
 Discurre junto a la pared lateral de la pelvis, donde se sitúa externo al peritoneo 
parietal. 
 Se une finalmente al conducto de la vesícula seminal para formar el conducto 
eyaculador. 
Durante el recorrido pélvico del conducto deferente, ninguna otra estructura se 
interpone entre él y el peritoneo, con el cual establece contacto directo. El conducto 
cruza superior al uréter junto al ángulo posterolateral de la vejiga, y discurre entre el 
uréter y el peritoneo del pliegue ureteral para alcanzar el fondo de la vejiga urinaria. 
En el hombre, la relación entre el conducto deferente y el uréter es similar, aunque con 
una importancia clínica menor, a la que existe en la mujer entre la arteria uterina y el 
uréter. La base evolutiva de esta relación se muestra en la figura 6-35. Posterior a la 
vejiga, el conducto deferente se sitúa, primero, superior a la vesícula seminal, y después 
desciende medial al uréter y la glándula (fig. 6-36 A y B). En este punto, el conducto 
deferente se ensancha para formar la ampolla del conducto deferente antes de su 
terminación. 
 
Fig. 6-35. Estructuras que cruzan el uréter masculino en el abdomen y la pelvis. 
Durante el desarrollo, cuando los testículos descienden inferior y lateralmente desde su 
localización original (medial a la posición de los riñones en la pared posterior del 
abdomen) hasta el conducto inguinal para atravesarlo, el uréter es cruzado por los vasos 
testiculares en el abdomen y por el conducto deferente en la pelvis. Esta relación se 
mantendrá durante toda la vida. 
Vascularización del conducto deferente 
La diminuta arteria del conducto deferente suele tener su origen en una arteria vesical 
superior (a veces inferior) (figs. 6-16 y 6-34), y su extremo se anastomosa con la arteria 
testicular, posterior al testículo. Las venas de la mayor parte del conducto drenan en la 
vena testicular, incluido el plexo venoso pampiniforme. Su porción terminal drena en el 
plexo venoso vesicular/prostático. 
Vesículas seminales 
Cada vesícula seminal (glándula vesicular o seminal) es una estructura alargada (de 
unos 5 cm de largo, aunque en ocasiones es mucho más corta) que se encuentra entre el 
fondo de la vejiga y el recto (figs. 6-34, 6-36 y 6-37). Las vesículas seminales son 
estructuras situadas oblicuamente, superiores a la próstata, y no almacenan 
espermatozoides a pesar de lo que implica el término «vesícula». Secretan un espeso 
líquido alcalino con fructosa (una fuente de energía para los espermatozoides) y un 
agente coagulante que se mezcla con los espermatozoides cuando pasan hacia los 
conductos eyaculadores y la uretra. 
Los extremos superiores de las vesículas seminales están cubiertos por peritoneo, y se 
sitúan posteriores a los uréteres, donde el peritoneo del fondo de saco rectovesical los 
separa del recto. Los extremos inferiores de las vesículas seminales están estrechamente 
relacionados con el recto, separados de él sólo por el tabique rectovesical (fig. 6-34). El 
conducto de la vesícula seminal se une al conducto deferente para formar el conducto 
eyaculador. 
 
Fig. 6-36. Cara posterior de las vísceras pélvicas masculinas y disección posterior 
de la próstata. A) Se han eliminado la pared posterior de la pelvis, el recto y el tabique 
rectovesical. Los ligamentos umbilicales, al igual que la vejiga urinaria, están 
totalmente rodeados por fascia extraperitoneal o subperitoneal (en gran parte eliminada 
en esta disección). B) Los conductos eyaculadores están formados por la unión del 
conducto de la vesícula seminal y el conducto deferente. El utrículo prostático, vestigial, 
que normalmente se ve como una invaginación en las vistas anteriores, aparece en esta 
disección posterior como una evaginación situada entre los conductos eyaculadores. 
Vascularización de las vesículas seminales 
Las arterias de las vesículas seminales derivan de las arterias vesical inferior y rectal 
media (figs. 6-16 y 6-37; tabla 6-4). Las venas acompañan a las arterias y reciben 
nombres similares (fig. 6-19 C). 
Conductos eyaculadores 
Cada conducto eyaculador es un tubo delgado, que se forma por la unión del conducto 
de una vesícula seminal con el conducto deferente (figs. 6-34, 6-36 y 6-37). 
Los conductos eyaculadores (con una longitud aproximada de 2,5 cm) se originan cerca 
del cuello de la vejiga y discurren juntos, anteroinferiormente, a través de la porción 
posterior de la próstata y a los lados del utrículo prostático. Los conductos eyaculadores 
convergen para desembocar, mediante diminutos orificios semejantes a una ranura, en 
los colículos seminales, sobre o en la abertura del utrículo prostático (fig. 6-30). Aunque 
estos conductos atraviesan la próstata glandular, las secreciones prostáticas se unen al 
líquido seminal en la uretra prostática, después de la terminación de los conductos 
eyaculadores. 
Vascularización de los conductos eyaculadores 
Las arterias del conducto deferente, generalmente ramas de las arterias vesicales 
superiores (aunque con frecuencia proceden de las inferiores), irrigan los conductos 
eyaculadores (fig. 6-37). Las venas se unen a los plexos venosos prostático y vesical 
(fig. 6-19 C). 
 
Fig. 6-37. Porción pélvica de los uréteres, vejiga urinaria, vesículas seminales, 
porciones terminales de los conductos deferentes y próstata. La vesícula seminal y la 
ampolla del conducto deferente del lado izquierdo se han disecado separándolas de su 
entorno y seccionándolas longitudinalmente. También se ha eliminado parte de la 
próstata, para exponer el conducto eyaculador. La membrana perineal se encuentra entre 
los genitales externos y la porción profunda del periné (receso anterior de la fosa 
isquioanal). Es atravesada por la uretra, los conductos de las glándulas bulbouretrales, 
las arterias dorsal y profunda del pene, los nervios cavernosos y el nervio dorsal del 
pene. 
Próstata 
La próstata (con unas dimensiones aproximadas de 3 cm de largo, 4 cm de ancho y 2 
cm de profundidad anteroposterior) es la mayor glándula accesoria del aparato 
reproductor masculino (figs. 6-34, 6-36 y 6-37). La próstata, del tamaño de una nuez, 
rodea la uretra prostática. La porción glandular constituye unos dos tercios de la 
glándula; el otro tercio es fibromuscular. 
La cápsula fibrosa de la próstata es densa y vasculonerviosa, e incorpora los plexos 
nerviosos y venosos prostáticos. El conjunto está rodeado por la capa visceral de la 
fascia pélvica, la cual forma una vaina prostática fibrosa, que es delgada anteriormente, 
se continúa anterolateralmente con los ligamentos puboprostáticos, y posteriormente es 
gruesa y se continúa con el tabique rectovesical. La próstata tiene: 
 Una base estrechamente relacionada con el cuello de la vejiga. 
 Un vértice que está en contacto con la fascia en la cara superior del esfínter de la 
uretra y los músculos perineales profundos. 
 Una cara anterior muscular, cuyas fibras musculares, la mayoría orientadas 
transversalmente, constituyen un hemiesfínter vertical (rabdoesfínter) a modo de 
canal, que forma parte del esfínter de la uretra. La cara anterior está separada de 
la sínfisis del pubis por grasa retroperitoneal en el espacio retropúbico oprevesical. 
 Una cara posterior, relacionada con la ampolla del recto. 
 Caras inferolaterales, que se relacionan con el elevador del ano. 
Aunque no están claramente diferenciados desde el punto de vista anatómico, se suelen 
describir los siguientes lóbulos prostáticos (fig. 6-38 A): 
 El istmo de la próstata (comisura de la próstata; tradicionalmente, el «lóbulo» 
anterior) se encuentra anterior a la uretra. Es sobre todo fibromuscular y 
representa la continuación superior del músculo esfínter externo de la uretra 
hasta el cuello de la vejiga, y contiene poco o ningún tejido glandular. 
 Los lóbulos derecho e izquierdo de la próstata, separados anteriormente por el 
istmo y posteriormente por un surco longitudinal central poco profundo, pueden 
subdividirse a efectos descriptivos en cuatro lobulillos indistintos, definidos por 
su relación con la uretra y los conductos eyaculadores y —aunque menos 
evidente— por la disposición de los conductos y el tejido conectivo: 
1. Un lobulillo inferoposterior se sitúa posterior a la uretra e inferior a los 
conductos eyaculadores. Es la cara de la próstata que se palpa mediante 
tacto rectal. 
2. Un lobulillo inferolateral, directamente lateral a la uretra, que forma la 
mayor parte del lóbulo derecho o izquierdo. 
3. Un lobulillo superomedial, profundo al lobulillo inferoposterior, que 
rodea el conducto eyaculador homolateral. 
4. Un lobulillo anteromedial, profundo al lobulillo inferolateral, 
directamente lateral a la uretra prostática proximal. 
 
Fig. 6-38. Lobulillos y zonas de la próstata en cortes anatómicos y en imágenes 
ecográficas. A) Sección anatómica que muestra unos lobulillos mal delimitados. B) Se 
ha introducido un transductor ultrasónico en el recto para estudiar la próstata, localizada 
anteriormente. Los conductillos de las glándulas de la zona periférica se abren en los 
senos de la próstata, mientras que los conductillos de las glándulas de la zona central 
(interna) se abren en los senos de la próstata y en el colículo seminal. 
El lóbulo medio embrionario origina los lobulillos (3) y (4). Esta región tiende a sufrir 
una hipertrofia hormonal en edades avanzadas, formando un lóbulo medio que se sitúa 
entre la uretra y los conductos eyaculadores, y está estrechamente relacionado con el 
cuello de la vejiga urinaria. Se cree que el aumento de tamaño del lóbulo medio es la 
causa, en parte, de la formación de la úvula vesical, que puede proyectarse en el orificio 
uretral interno (fig. 6-30). 
Los urólogos y los ecografistas suelen dividir la próstata en zonas periférica y central 
(interna) (fig. 6-38 B). La zona central es comparable al lóbulo medio. 
Los conductillos prostáticos (20 a 30) se abren, principalmente, en los senos 
prostáticos que se encuentran a cada lado del colículo seminal en la pared posterior de la 
uretra prostática (fig. 6-37). El líquido prostático, poco espeso y de aspecto lechoso, 
proporciona el 20%, aproximadamente, del volumen del semen (una mezcla de 
secreciones producidas por los testículos, las vesículas seminales, la próstata y las 
glándulas bulbouretrales, que proporciona el vehículo para transportar los 
espermatozoides), y desempeña un papel en la activación de los espermatozoides. 
Vascularización de la próstata 
Las arterias prostáticas son fundamentalmente ramas de la arteria ilíaca interna (tabla 6-
4; figs. 6-17 A y 6-37), en especial las arterias vesicales inferiores, pero también de las 
arterias pudenda interna y rectal media. Las venas se unen para formar el plexo venoso 
prostático, alrededor de la base y los lados de la próstata (figs. 6-19 C y 6-37). Este 
plexo, entre la cápsula fibrosa de la próstata y la vaina prostática, drena en las venas 
ilíacas internas. El plexo venoso prostático se continúa superiormente con el plexo 
venoso vesical y se comunica posteriormente con el plexo venoso vertebral interno. 
Glándulas bulbouretrales 
Las dos glándulas bulbouretrales (glándulas de Cowper), del tamaño de un guisante, 
se sitúan posterolaterales a la porción intermedia de la uretra, básicamente embebidas en 
el esfínter externo de la uretra (figs. 6-30 B, 6-34, 6-36 y 6-37). Los conductos de las 
glándulas bulbouretrales pasan a través de la membrana perineal con la porción 
intermedia de la uretra y desembocan, mediante aberturas diminutas, en la porción 
proximal de la porción esponjosa de la uretra en el bulbo del pene. Su secreción, de 
aspecto mucoso, entra en la uretra durante la excitación sexual. 
Inervación de los órganos genitales internos de la pelvis masculina 
Los conductos deferentes, las vesículas seminales, los conductos eyaculadores y la 
próstata están ricamente inervados por fibras nerviosas simpáticas. Las fibras simpáticas 
presinápticas se originan en cuerpos celulares del núcleo intermediolateral de los 
segmentos medulares T12-L2 (o L3). Atraviesan los ganglios paravertebrales del tronco 
simpático para pasar a ser componentes de los nervios esplácnicos lumbares 
(abdominopélvicos) y de los plexos hipogástrico y pélvico (fig. 6-29). 
Las fibras parasimpáticas presinápticas de los segmentos S2-S3 de la médula espinal 
atraviesan los nervios esplácnicos pélvicos, que también se unen a los plexos 
hipogástrico inferior y pélvico. Las sinapsis con neuronas simpáticas y parasimpáticas 
postsinápticas se producen en los plexos, cerca de las vísceras pélvicas, o de camino 
hacia ellas. En el orgasmo, el sistema simpático estimula la contracción del esfínter 
interno de la uretra para impedir la eyaculación retrógrada. 
Simultáneamente estimula unas contracciones rápidas de tipo peristáltico del conducto 
deferente, y la contracción y secreción combinadas de las vesículas seminales y la 
próstata proporcionan el vehículo (semen) y la fuerza que expulsa los espermatozoides 
durante la eyaculación. No está clara la función de la inervación parasimpática de los 
genitales internos. Sin embargo, las fibras parasimpáticas del plexo nervioso prostático 
forman los nervios cavernosos que llegan a los cuerpos eréctiles del pene, que producen 
la erección de este (fig. 6-64). 
Órganos genitales internos femeninos 
Los órganos genitales internos femeninos comprenden los ovarios, las tubas uterinas, el 
útero y la vagina. 
Ovarios 
Los ovarios son las gónadas femeninas, con forma y tamaño de almendra, donde se 
desarrollan los ovocitos (gametos o células germinales femeninas). Son también 
glándulas endocrinas que producen hormonas reproductoras. Cada ovario está 
suspendido de un corto pliegue peritoneal o mesenterio, el mesoovario (fig. 6-39 A). El 
mesoovario es una subdivisión de un mesenterio más grande del útero, el ligamento 
ancho. 
En las mujeres prepúberes, la cápsula de tejido conectivo (túnica albugínea del ovario) 
que forma la superficie del ovario está cubierta por una capa lisa de mesotelio ovárico o 
epitelio de superficie (germinal), una monocapa de células cúbicas que confiere a la 
superficie un aspecto mate y grisáceo, que contrasta con la superficie brillante del 
mesoovario peritoneal adyacente con el cual se continúa (fig. 6-39 B). 
Tras la pubertad, el epitelio de superficie del ovario se va volviendo cicatricial y 
distorsionado debido a la rotura repetida de folículos ováricos y a la salida de ovocitos 
durante la ovulación. La cicatrización es menor en las mujeres que han estado tomando 
anticonceptivos orales que inhiben la ovulación. 
Los vasos sanguíneos, los vasos linfáticos y los nervios ováricos cruzan la línea 
terminal, pasando hacia y desde la cara superolateral del ovario dentro de un pliegue 
peritoneal, el ligamento suspensorio del ovario, que se continúa con el mesoovario del 
ligamento ancho. El ovario también se fija al útero mediante el corto ligamento propio 
del ovario, que discurre medialmente dentro del mesoovario. En consecuencia, los 
ovarios suelen encontrarse lateralmente entre el útero y la pared lateral de la pelvisdurante la exploración pélvica manual o ecográfica (fig. 6-40). El ligamento propio del 
ovario es un resto de la porción superior del gubernáculo ovárico del feto (fig. 5-17 B), 
y conecta el extremo proximal (uterino) del ovario al ángulo lateral del útero, justo 
inferior a la entrada de la tuba uterina (fig. 6-39 A). 
Dado que el ovario está suspendido en la cavidad peritoneal y su superficie no está 
cubierta por peritoneo, el ovocito expulsado en la ovulación entra en la cavidad 
peritoneal. Sin embargo, su vida intraperitoneal es corta, ya que normalmente es 
atrapado por las franjas (fimbrias) del infundíbulo de la tuba uterina y conducido hacia 
la ampolla, donde podrá ser fecundado. 
 
Fig. 6-39. Genitales femeninos internos. A) Material de disección aislado formado por 
los ovarios, las tubas uterinas, el útero y estructuras relacionadas. En el lado izquierdo 
se ha eliminado el ligamento ancho. B) Sección coronal que muestra la estructura 
interna de los órganos genitales femeninos. El epoóforo está formado por una serie de 
túbulos rudimentarios situados en el mesosálpinx (mesenterio de la tuba uterina). El 
epoóforo y el apéndice vesicular son vestigios del mesonefro embrionario. 
 
Fig. 6-40. Ovarios y útero tal como se aprecian en una ecografía. El diagrama de la 
derecha es una interpretación gráfica de la imagen. 
Tubas uterinas 
Las tubas uterinas (antiguamente denominadas oviductos o tubas de Falopio) 
conducen al ovocito, liberado mensualmente desde un ovario durante la edad fecunda, 
desde la cavidad peritoneal periovárica hasta la cavidad uterina. También son el lugar 
habitual donde tiene lugar la fecundación. Las tubas uterinas se extienden lateralmente 
desde los cuernos (astas) uterinos, y se abren a la cavidad peritoneal junto a los ovarios 
(fig. 6-39 A y B). 
Las tubas uterinas (con una longitud de unos 10 cm) se sitúan en un estrecho 
mesenterio, el mesosálpinx, que forma los bordes anterosuperiores libres del ligamento 
ancho. En la disposición «ideal», tal como suelen representarse, las tubas se extienden 
posterolateralmente de forma simétrica hacia las paredes laterales de la pelvis, donde se 
arquean anteriores y superiores a los ovarios sobre el ligamento ancho, situado 
horizontalmente. En realidad, los estudios ecográficos demuestran que a menudo la 
posición de las tubas es asimétrica, de forma que con frecuencia una de las dos se sitúa 
superior o incluso posterior al útero. 
Cada tuba uterina puede dividirse en cuatro porciones que, de lateral a medial, son: 
1. El infundíbulo, el extremo distal, en forma de embudo, que se abre a la cavidad 
peritoneal a través del orificio abdominal de la tuba uterina. Las digitaciones 
del infundíbulo, las franjas, se extienden sobre la cara medial del ovario; una 
gran franja ovárica se fija al polo superior del ovario. 
2. La ampolla, la porción más ancha y larga, que se inicia en el extremo medial del 
infundíbulo; la fecundación del ovocito suele tener lugar en la ampolla. 
3. El istmo, la porción de paredes gruesas, que entra en el cuerno uterino. 
4. La porción uterina, el corto segmento intramural que pasa a través de la pared 
del útero y desemboca, por el orificio uterino de la tuba uterina, en la cavidad 
uterina al nivel del cuerno uterino. 
Vascularización de los ovarios y las tubas uterinas 
Las arterias ováricas se originan en la aorta abdominal (fig. 6-16; tabla 6-4) y 
descienden a lo largo de la pared posterior del abdomen. Al nivel de la línea terminal 
cruzan sobre los vasos ilíacos externos y entran en los ligamentos suspensorios del 
ovario (fig. 6-39 A), dirigiéndose a las caras laterales de los ovarios y las tubas uterinas. 
Las ramas ascendentes de las arterias uterinas (ramas de las arterias ilíacas internas) 
discurren por las caras laterales del útero, para alcanzar las caras mediales de los ovarios 
y las tubas (figs. 6-18 B y 6-41). Las arterias ovárica y uterina ascendente se bifurcan 
finalmente en ramas ováricas y tubáricas, que irrigan los ovarios y las tubas desde 
direcciones opuestas y se anastomosan entre sí, proporcionando una circulación 
colateral de orígenes abdominal y pélvico para ambas estructuras. 
Las venas ováricas que drenan el ovario forman un plexo venoso pampiniforme en el 
ligamento ancho, cerca del ovario y la tuba uterina (fig. 6-41). Las venas del plexo 
suelen fusionarse para formar una sola vena ovárica, que abandona la pelvis menor con 
la arteria ovárica. La vena ovárica derecha asciende para drenar en la vena cava inferior; 
la vena ovárica izquierda drena en la vena renal izquierda (fig. 6-19). Las venas 
tubáricas drenan en las venas ováricas y el plexo venoso uterino (uterovaginal) (fig. 6-
41). 
 
Fig. 6-41. Irrigación arterial y drenaje venoso del útero, la vagina y los ovarios. Se 
ha eliminado el ligamento ancho a ambos lados del útero para mostrar las ramas 
anastomosadas de la arteria ovárica, procedente de la aorta, y la arteria uterina, 
procedente de la arteria ilíaca interna, que irrigan el ovario, las tubas uterinas y el útero. 
Las venas siguen un patrón parecido, fluyendo retrógradamente respecto a las arterias, 
pero son más plexiformes, como el plexo pampiniforme relacionado con el ovario y los 
plexos continuos uterino y vaginal (en conjunto, plexo uterovaginal). 
Inervación de los ovarios y tubas uterinas 
Los nervios descienden junto a los vasos ováricos desde el plexo ovárico, y 
parcialmente desde el plexo uterino (pélvico) (fig. 6-42). Como los ovarios y las tubas 
uterinas son intraperitoneales y, por tanto, se sitúan superiores a la línea de dolor de la 
pelvis (tabla 6-3), las fibras aferentes viscerales de la sensibilidad dolorosa ascienden 
retrógradamente con las fibras simpáticas del plexo ovárico y los nervios esplácnicos 
lumbares hasta los cuerpos celulares de los ganglios sensitivos de los nervios espinales 
T11-L1. Las fibras aferentes viscerales reflejas acompañan a fibras parasimpáticas 
retrógradamente, a través de los plexos hipogástrico inferior y uterino (pélvico), y los 
nervios esplácnicos pélvicos, hacia cuerpos celulares en los ganglios sensitivos de los 
nervios espinales S2-S4. 
 
Fig. 6-42. Inervación de los ovarios y los genitales femeninos internos. Además de 
transportar fibras autónomas (motoras viscerales), estos nervios incluyen fibras 
aferentes viscerales desde los órganos. La porción inferior de la vagina no se ha 
representado porque recibe inervación somática. 
Útero 
El útero (matriz) es un órgano muscular hueco, con paredes gruesas y forma de pera. El 
embrión y el feto se desarrollan en el útero. Sus paredes musculares se adaptan al 
crecimiento del feto y posteriormente proporcionan la fuerza necesaria para su 
expulsión durante el parto. El útero no gestante (no grávido) se sitúa generalmente en la 
pelvis menor, con el cuerpo apoyado sobre la vejiga urinaria y su cuello entre esta y el 
recto (fig. 6-43 A). 
El útero es una estructura muy dinámica, cuyo tamaño y proporciones cambian con los 
diversos cambios vitales. 
 
Fig. 6-43. Útero y vagina. A y B) Se muestra la disposición del útero in situ (A) y 
aislado (B), en secciones sagitales medias. A) Cuando la vejiga está vacía, el útero 
típico se dispone en anteversión y anteflexión. B) Las dos partes principales del útero, el 
cuerpo y el cuello, están separadas por el istmo. Es importante conocer las subdivisiones 
adicionales de estas partes principales para, por ejemplo, describir la localización de 
tumores, las zonas de inserción de la placenta, y plantearse las consecuencias. C) Vista 
aumentada de la zona recuadrada en A. Adviértase en (A) y (C) que los ejes de la uretra 
y de la vagina son paralelos, y que la uretra se adhiere a la pared anterior de la vagina. 
La inserción de un dedo en la vagina puede ayudar a guiar la inserción de una sonda en 
la vejiga a través de la uretra. D) Sección transversal de los órganospélvicos inferiores 
femeninos cuando atraviesan el suelo de la pelvis a través del hiato urogenital (el 
espacio situado entre los lados derecho e izquierdo del elevador del ano) que muestra la 
disposición habitual de las luces, sin distender. 
El útero adulto suele estar en anteversión (apuntado anterosuperiormente respecto al eje 
de la vagina) y anteflexión (el cuerpo del útero está flexionado o inclinado 
anteriormente, en relación con el cuello del útero, creando el ángulo de flexión), de 
manera que su masa se sitúa sobre la vejiga urinaria. Por lo tanto, cuando la vejiga 
urinaria está vacía, el útero se sitúa típicamente en un plano casi transversal (figs. 6-43 
A y B, y 6-44 A). La posición del útero varía con el grado de repleción de la vejiga 
urinaria (fig. 6-44 B) y el recto. Aunque su tamaño varía considerablemente, el útero no 
gestante suele medir 7,5 cm de largo, 5 cm de ancho y 2 cm de fondo, y pesa 
aproximadamente 90 g. El útero puede dividirse en dos porciones principales (fig. 6-43 
B): el cuerpo y el cuello. 
 
Fig. 6-44. Imágenes de las vísceras pélvicas. A) Como el útero se dispone casi 
horizontalmente cuando está en anteversión y anteflexión sobre la vejiga, en esta TC 
transversa aparece la mayor parte de su cuerpo, incluido el fondo. B) Cuando la vejiga 
urinaria está completamente distendida provoca la retroversión del útero y disminuye su 
ángulo de flexión, por lo que se produce pasajeramente una retroversión y una 
retroflexión uterinas. Compárese con la figura 6-43 A. 
El cuerpo del útero, que forma los dos tercios superiores de la estructura, incluye el 
fondo del útero, la parte redondeada del cuerpo que se sitúa superior a los orificios 
uterinos de las tubas uterinas (fig. 6-39 B). El cuerpo del útero se sitúa entre las capas 
del ligamento ancho y puede moverse libremente (fig. 6-39 A). Tiene dos caras: vesical 
(relacionada con la vejiga) e intestinal. El cuerpo está separado del cuello por el istmo 
del útero, la región relativamente constreñida del cuerpo (alrededor de 1 cm de 
longitud) (figs. 6-39 A y B, y 6-43 B). 
El cuello del útero es el tercio inferior, estrecho y cilíndrico, del útero, con una 
longitud de aproximadamente 2,5 cm en la mujer adulta no gestante. A efectos 
descriptivos se divide en dos porciones: una porción supravaginal, entre el istmo y la 
vagina, y una porción vaginal, que protruye en la vagina (fig. 6-43 B) y rodea el 
orificio (externo) del útero, siendo a su vez rodeada por un estrecho receso, el fórnix 
de la vagina (fig. 6-43 C). La porción supravaginal del cuello está separada de la vejiga 
urinaria, anteriormente, por tejido conectivo laxo, y del recto, posteriormente, por el 
fondo de saco rectouterino (fig. 6-43 A). 
La cavidad uterina, con forma de hendidura, tiene una longitud aproximada de 6 cm 
desde el orificio del útero hasta la pared del fondo (fig. 6-39 B). Los cuernos uterinos 
son las regiones superolaterales de la cavidad uterina, por donde entran las tubas 
uterinas. La cavidad uterina se continúa inferiormente como el conducto del cuello del 
útero. Este conducto fusiforme se extiende desde un estrechamiento dentro del istmo 
del cuerpo del útero, el orificio anatómico interno, a través de las porciones 
supravaginal y vaginal del cuello, comunicándose con la luz de la vagina a través del 
orificio externo. La cavidad uterina (en particular el conducto del cuello del útero) y la 
luz de la vagina constituyen conjuntamente el canal del parto a través del cual pasará el 
feto al final de la gestación. 
La pared del cuerpo del útero consta de tres capas: 
1. Perimetrio, la capa serosa externa, formada por peritoneo apoyado en una 
delgada capa de tejido conectivo. 
2. Miometrio, la capa muscular media de músculo liso, que se distiende 
notablemente (se hace más ancha pero más fina) durante el embarazo. Las ramas 
principales de los vasos sanguíneos y los nervios del útero se localizan en esta 
capa. Durante el parto, la contracción del miometrio es estimulada 
hormonalmente a intervalos cada vez más cortos para dilatar el orificio del 
cuello del útero y expulsar el feto y la placenta. Durante la menstruación, las 
contracciones del miometrio pueden provocar espasmos dolorosos. 
3. Endometrio, la capa mucosa interna, que se adhiere firmemente al miometrio y 
participa de forma activa en el ciclo menstrual, variando su estructura en cada 
etapa. Si se produce la concepción, el blastocisto se implanta en esta capa; si no 
se produce la concepción, la superficie interna de esta cubierta se desprende 
durante la menstruación. 
El contenido de tejido muscular del cuello es notablemente inferior al del cuerpo del 
útero. El cuello es mayoritariamente fibroso, y está compuesto sobre todo por colágeno 
y por pequeñas cantidades de músculo liso y elastina. 
Ligamentos del útero 
Externamente, el ligamento propio del ovario se une al útero posteroinferior a la unión 
uterotubárica (fig. 6-39 A y B). El ligamento redondo del útero se une 
anteroinferiormente a esa unión. Estos dos ligamentos son vestigios del gubernáculo 
ovárico, relacionado con el descenso de la gónada desde su lugar de desarrollo en la 
pared posterior del abdomen (fig. 5-17 A). 
El ligamento ancho del útero es una capa doble de peritoneo (mesenterio) que se 
extiende desde los lados del útero hasta las paredes laterales y el suelo de la pelvis (fig. 
6-39 A). Este ligamento ayuda a mantener el útero relativamente centrado en la pelvis. 
Las dos capas del ligamento se continúan una con otra en un borde libre, que rodea la 
tuba uterina. Lateralmente, el peritoneo del ligamento ancho se prolonga superiormente 
sobre los vasos ováricos como ligamento suspensorio del ovario. Entre las capas del 
ligamento ancho a cada lado del útero, el ligamento propio del ovario se sitúa 
posterosuperiormente y el ligamento redondo del útero anteroinferiormente. La tuba 
uterina se sitúa en el borde libre anterosuperior del ligamento ancho, dentro de un 
pequeño mesenterio denominado mesosálpinx. De forma parecida, el ovario se 
encuentra dentro de un pequeño mesenterio llamado mesoovario en la cara posterior del 
ligamento ancho. La porción principal del ligamento ancho, inferior al mesosálpinx y al 
mesoovario, actúa como un mesenterio para el útero y es el mesometrio. 
El útero es una estructura densa que se sitúa en el centro de la cavidad pélvica. Los 
soportes principales del útero que lo mantienen en esa posición son dinámicos y 
pasivos. El soporte dinámico del útero lo aporta el diafragma pélvico. Su tono durante la 
sedestación, la bipedestación y la contracción activa durante los períodos de aumento de 
la presión intraabdominal (estornudo, tos, etc.) se transmite a través de los órganos 
pélvicos circundantes y la fascia endopelviana en que están embebidos. 
El soporte pasivo del útero se debe a su posición —la forma en que el útero se apoya 
normalmente en anteversión y anteflexión sobre la parte superior de la vejiga urinaria 
(fig. 6-43 A). Cuando aumenta la presión intraabdominal, el útero es comprimido contra 
la vejiga. El cuello del útero es la parte menos móvil del útero, debido al soporte pasivo 
proporcionado por condensaciones de fascia endopelviana (ligamentos), que también 
pueden contener músculo liso (figs. 6-13 y 6-14): 
 Los ligamentos cardinales o cervicales transversos se extienden desde el cuello 
del útero supravaginal y porciones laterales del fórnix de la vagina hasta las 
paredes laterales de la pelvis (fig. 6-14). 
 Los ligamentos uterosacros discurren, superiores y ligeramente posteriores, 
desde los lados del cuello del útero hasta el centro del sacro; pueden palparse en 
un tacto rectal. 
Conjuntamente, estos soportes pasivos y activos mantienen al útero centrado en la 
cavidad pélvica y resisten la tendencia de este a caer o ser empujado a través de la 
vagina. 
Relaciones del útero 
El peritoneo cubre el útero anteriory superiormente, excepto en el cuello del útero (fig. 
6-39 A). El peritoneo se refleja anteriormente desde el útero sobre la vejiga urinaria y, 
posteriormente, sobre la porción posterior del fórnix de la vagina hacia el recto (fig. 6-
43 A). Anteriormente, el cuerpo del útero está separado de la vejiga urinaria por el 
fondo de saco vesicouterino, donde el peritoneo se refleja desde el útero hacia el borde 
posterior de la cara superior de la vejiga. Posteriormente, el cuerpo y la porción 
supravaginal del cuello del útero están separados del colon sigmoideo por una capa de 
peritoneo y la cavidad peritoneal, y del recto por el fondo de saco rectouterino. 
Lateralmente, la arteria uterina cruza el uréter superiormente, cerca del cuello del útero 
(fig. 6-41). 
El siguiente es un resumen de las relaciones del útero (fig. 6-45): 
 Anteriormente (anteroinferiormente en la posición normal de anteversión): el 
fondo de saco vesicouterino y la cara superior de la vejiga; la porción 
supravaginal del cuello del útero se relaciona con la vejiga urinaria y sólo está 
separada de ella por tejido conectivo fibroso. 
 Posteriormente: el fondo de saco rectouterino que contiene asas de intestino 
delgado y la cara anterior del recto; en este lugar, únicamente la fascia visceral 
pélvica que une el recto y el útero resiste los aumentos de presión 
intraabdominal. 
 Lateralmente: el ligamento ancho peritoneal que flanquea el cuerpo del útero y 
los ligamentos cardinales, fasciales, a cada lado del cuello del útero y la vagina; 
en la transición entre los dos ligamentos, los uréteres discurren anteriormente y 
un poco superiores a la porción lateral del fórnix de la vagina, e inferiores a las 
arterias uterinas, generalmente unos 2 cm laterales a la porción supravaginal del 
cuello del útero (fig. 6-13 A). 
 
Fig. 6-45. Relaciones de las vísceras pélvicas femeninas. El peritoneo está intacto, 
revistiendo la cavidad pélvica y cubriendo la cara superior de la vejiga, el fondo y el 
cuerpo del útero, y gran parte del recto. En este cadáver en posición supina, la tuba 
uterina y el mesosálpinx cuelgan en los dos lados, impidiendo ver los ovarios. En 
general el útero está situado asimétricamente, como en esta ilustración. El ligamento 
redondo del útero sigue el mismo recorrido subperitoneal que el conducto deferente del 
varón. 
Vascularización del útero 
La irrigación del útero deriva principalmente de las arterias uterinas, con posible aporte 
colateral de las arterias ováricas (fig. 6-41). 
Las venas uterinas entran en el ligamento ancho con las arterias y forman un plexo 
venoso uterino a ambos lados del cuello del útero. Las venas de este plexo drenan en 
las venas ilíacas internas. 
Vagina 
La vagina es un tubo musculomembranoso (con una longitud de 7-9 cm) que se 
extiende desde la cara más superior de la parte vaginal del cuello del útero hacia el 
orificio vaginal, la abertura en el extremo inferior de la vagina (figs. 6-39 B y 6-43 A y 
C). El vestíbulo de la vagina, la hendidura entre los labios pudendos menores, contiene 
los orificios uretrales externos y vaginal, y las desembocaduras de las glándulas 
vestibulares mayores y menores. La parte vaginal del cuello del útero se encuentra 
anteriormente en la vagina superior. La vagina: 
 Sirve como conducto para el flujo menstrual. 
 Forma la parte inferior del canal del parto. 
 Recibe al pene y la eyaculación durante el coito. 
 Se comunica superiormente con el conducto del cuello del útero e inferiormente 
con el vestíbulo de la vagina. 
La vagina normalmente está colapsada. El orificio vaginal suele colapsarse hacia la 
línea media, de modo que sus paredes anterior y posterior contactan a cada lado de una 
hendidura anteroposterior. Sin embargo, superiormente al orificio, las paredes anterior y 
posterior están en contacto a cada lado de una cavidad potencial transversal, con forma 
de H en un corte transversal (fig. 6-43 D), salvo en su extremo superior, donde el cuello 
del útero las separa. La vagina se sitúa posterior a la vejiga urinaria y la uretra; esta 
última se proyecta en su pared inferior anterior (fig. 6-39 B). Asimismo, se sitúa 
anterior al recto, pasando entre los bordes mediales de los elevadores del ano 
(puborrectal). 
En el fórnix de la vagina, el receso alrededor del cuello del útero, se describen unas 
porciones anterior, posterior y laterales (figs. 6-39 A y 6-43 C). La porción posterior 
del fórnix vaginal es la porción más profunda y está íntimamente relacionada con el 
fondo de saco rectouterino. Cuatro músculos comprimen la vagina y actúan como 
esfínteres: pubovaginal, esfínter externo de la uretra, esfínter uretrovaginal y 
bulboesponjoso (fig. 6-46). 
Las relaciones de la vagina son (fig. 6-27): 
 Anteriormente, el fondo de la vejiga urinaria y la uretra. 
 Lateralmente, el elevador del ano, la fascia pélvica visceral y los uréteres. 
 Posteriormente (de inferior a superior), el canal anal, el recto y el fondo de saco 
rectouterino. 
 
Fig. 6-46. Músculos de compresión de la uretra y la vagina. Los músculos que 
comprimen la vagina y actúan como esfínteres son el pubovaginal, el esfínter externo de 
la uretra (especialmente la porción uretrovaginal del esfínter) y el bulboesponjoso. El 
compresor de la uretra y el esfínter externo de la uretra comprimen la uretra. 
Vascularización de la vagina 
Las arterias que irrigan la porción superior de la vagina derivan de las arterias uterinas; 
las que irrigan las porciones media e inferior de la vagina derivan de las arterias 
vaginales y de la pudenda interna (figs. 6-18 y 6-41). 
Las venas forman los plexos venosos vaginales a los lados de la vagina y en la mucosa 
vaginal (fig. 6-41). Estas venas comunican con el plexo venoso uterino como plexo 
uterovaginal, y drenan en las venas ilíacas internas a través de la vena uterina. Este 
plexo también se comunica con los plexos venosos vesical y rectal. 
Inervación de la vagina y el útero 
Únicamente entre un quinto y un cuarto inferior de la vagina es somático en lo referente 
a su inervación. La inervación de esta porción de la vagina procede del nervio perineal 
profundo, un ramo del nervio pudendo, que transporta fibras simpáticas y viscerales 
aferentes, pero no fibras parasimpáticas (fig. 6-47). Sólo esta parte que cuenta con 
inervación somática es sensible al tacto y a la temperatura, incluso a pesar de que las 
fibras somáticas y viscerales aferentes tienen los cuerpos celulares en los mismos 
ganglios espinales (S2-S4). 
 
Fig. 6-47. Inervación de los órganos genitales internos femeninos. Los nervios 
esplácnicos pélvicos, que se originan en los ramos anteriores S2-S4, aportan fibras 
parasimpáticas motoras al útero y la vagina (y fibras vasodilatadoras para el tejido 
eréctil del clítoris y del bulbo del vestíbulo, que no se muestran). Las fibras simpáticas 
presinápticas atraviesan el tronco simpático y pasan por los nervios esplácnicos 
lumbares para hacer sinapsis en ganglios prevertebrales con fibras postsinápticas; estas 
últimas fibras viajan por los plexos hipogástricos superior e inferior hasta alcanzar las 
vísceras pélvicas. Las fibras aferentes viscerales que conducen los impulsos dolorosos 
desde estructuras intraperitoneales (como el cuerpo del útero) viajan con las fibras 
simpáticas hasta los ganglios sensitivos de los nervios espinales T12-L2. Las fibras 
aferentes viscerales que conducen los impulsos dolorosos desde estructuras 
subperitoneales, como el cuello del útero y la vagina (es decir, el canal del parto), viajan 
con fibras parasimpáticas hasta los ganglios sensitivos de los nervios espinales S2-S4. 
La sensación somática procedente del orificio vaginal también alcanza los ganglios 
sensitivos de los nervios espinales S2-S4, a través del nervio pudendo. Además, las 
hormonas provocan contracciones musculares del útero. 
La inervación de la mayor parte de la vagina(los tres cuartos a cuatro quintos 
superiores) es visceral. Los nervios de esta porción derivan del plexo nervioso 
uterovaginal, que discurre con la arteria uterina en la unión de la base del ligamento 
ancho (peritoneal) y la parte superior del ligamento cervical transverso (fascial). El 
plexo uterovaginal es un plexo pélvico que se extiende hacia las vísceras pélvicas desde 
el plexo hipogástrico inferior. A través de este plexo discurren fibras simpáticas, 
parasimpáticas y aferentes viscerales. 
La inervación simpática se origina en los segmentos torácicos inferiores de la médula 
espinal y discurre a través de nervios esplácnicos lumbares y la serie de plexos 
intermesentérico-hipogástrico-pélvicos. La inervación parasimpática se origina en los 
segmentos S2-S4 de la médula espinal y discurre a través de nervios esplácnicos 
pélvicos hacia el plexo hipogástrico inferior-uterovaginal. La inervación aferente 
visceral de las porciones superior (intraperitoneal; fondo y cuerpo) e inferior 
(subperitoneal; cuello) del útero y de la vagina difiere en cuanto a su recorrido y 
destino. 
Las fibras aferentes viscerales, que transportan sensaciones dolorosas desde el fondo y 
el cuerpo del útero intraperitoneales (superiores a la línea de dolor de la pelvis), viajan 
de forma retrógrada con las fibras simpáticas hacia los ganglios sensitivos de nervios 
espinales torácicos inferiores-lumbares superiores; las que proceden del cuello del útero 
y la vagina subperitoneales (inferiores a la línea de dolor de la pelvis) discurren 
retrógradamente con las fibras parasimpáticas hacia los ganglios sensitivos de los 
nervios espinales S2-S4. Las dos vías diferentes que siguen las fibras para las 
sensaciones dolorosas viscerales son clínicamente relevantes, ya que ofrecen a las 
embarazadas distintas modalidades de anestesia para el parto. Todas las fibras aferentes 
viscerales del útero y la vagina que no están implicadas con sensaciones dolorosas (las 
que transportan sensaciones inconscientes) siguen también la última vía. 
Drenaje linfático de las vísceras pélvicas 
La mayoría de los vasos linfáticos de la pelvis sigue al sistema venoso, acompañando a 
las tributarias de la vena ilíaca interna hasta los nódulos ilíacos internos, directamente o 
a través de los nódulos linfáticos sacros (fig. 6-48). Sin embargo, las estructuras 
situadas superiormente en la porción anterior de la pelvis drenan a los nódulos ilíacos 
externos, una vía linfática que no es paralela al drenaje venoso. Desde los nódulos 
ilíacos externos e internos, la linfa fluye por los nódulos linfáticos ilíacos comunes y 
lumbares (de la cava/aórticos), drenando a través de los troncos linfáticos lumbares en la 
cisterna del quilo. 
 
Fig. 6-48. Drenaje linfático de las vísceras pélvicas. 
 
Drenaje linfático del sistema urinario 
La parte superior de la porción pélvica de los uréteres drena principalmente en los 
nódulos ilíacos externos, mientras que la inferior drena en los nódulos ilíacos internos 
(fig. 6-48 A; tabla 6-7). Los vasos linfáticos procedentes de las caras superolaterales de 
la vejiga pasan a los nódulos linfáticos ilíacos externos, mientras que los que vienen del 
fondo y el cuello pasan a los nódulos linfáticos ilíacos internos. Algunos vasos del 
cuello de la vejiga drenan en los nódulos linfáticos sacros o ilíacos comunes. La 
mayoría de los vasos linfáticos de la uretra femenina y de la porción proximal de la 
uretra masculina pasan a los nódulos linfáticos ilíacos internos. No obstante, unos pocos 
vasos procedentes de la uretra femenina también pueden drenar en los nódulos sacros y, 
desde la uretra femenina distal, a los nódulos linfáticos inguinales. 
Drenaje linfático del recto 
Los vasos linfáticos de la mitad superior del recto se dirigen hacia los nódulos linfáticos 
mesentéricos inferiores, muchos de ellos pasando por los nódulos linfáticos 
pararrectales, localizados directamente sobre la capa muscular del recto, y/o por los 
nódulos linfáticos sacros (fig. 6-48 B; tabla 6-7). Los nódulos mesentéricos inferiores 
drenan en los nódulos linfáticos lumbares (de la cava/aórticos). Los vasos linfáticos de 
la mitad inferior del recto drenan directamente en los nódulos linfáticos sacros o, 
especialmente desde la porción distal de la ampolla, siguen a los vasos rectales medios 
para drenar en los nódulos linfáticos ilíacos internos. 
Drenaje linfático de las vísceras pélvicas masculinas 
Los vasos linfáticos del conducto deferente, los conductos eyaculadores y las porciones 
inferiores de las vesículas seminales drenan en los nódulos linfáticos ilíacos externos 
(fig. 6-48 C; tabla 6-7). Los vasos linfáticos de las porciones superiores de las vesículas 
seminales y la próstata desembocan principalmente en los nódulos ilíacos internos, pero 
parte del drenaje de estos últimos pasa a los nódulos sacros. 
Drenaje linfático de las vísceras pélvicas femeninas 
Los vasos linfáticos de los ovarios se unen a los de las tubas uterinas y a la mayor parte 
de los del fondo del útero, y siguen las venas ováricas a medida que ascienden hacia los 
nódulos linfáticos lumbares derechos e izquierdos (de la cava/aórticos) (fig. 6-48 D; 
tabla 6-7). 
Los vasos linfáticos del útero drenan en muchas direcciones, viajando a lo largo de los 
vasos sanguíneos que lo irrigan y de los ligamentos que se insertan en él: 
 La mayor parte de los vasos del fondo y de la porción superior del cuerpo del 
útero discurren paralelos a los vasos ováricos hacia los nódulos linfáticos 
lumbares (de la cava/aórticos), aunque algunos procedentes del fondo, 
especialmente los que están cerca de la entrada de las tubas uterinas y las 
inserciones de los ligamentos redondos, discurren por el ligamento redondo del 
útero hacia los nódulos linfáticos inguinales superficiales. 
 Los vasos de la mayor parte del cuerpo del útero y algunos del cuello del útero 
discurren por dentro del ligamento ancho hacia los nódulos linfáticos ilíacos 
externos. 
 Los vasos del cuello del útero también discurren junto a los vasos uterinos, por 
dentro de los ligamentos cervicales transversos hacia los nódulos linfáticos 
ilíacos internos, y junto a los ligamentos uterosacros hacia los nódulos linfáticos 
sacros. 
Los vasos linfáticos de la vagina drenan las distintas porciones de la vagina del 
siguiente modo: 
 Porción superior, hacia los nódulos linfáticos ilíacos internos y externos. 
 Porción media, hacia los nódulos linfáticos ilíacos internos. 
 Porción inferior, hacia los nódulos linfáticos ilíacos comunes y sacros (fig. 6-48; 
tabla 6-7). 
 Orificio vaginal, hacia los nódulos linfáticos inguinales superficiales. 
 
	Vísceras Pélvicas
	Órganos del sistema urinario
	Uréteres
	Vascularización de la porción pélvica de los uréteres
	Inervación de los uréteres
	Vejiga urinaria
	Vascularización de la vejiga urinaria
	Inervación de la vejiga
	Uretra masculina proximal (pélvica)
	Vascularización de la uretra masculina proximal
	Inervación de la uretra masculina proximal
	Uretra femenina
	Vascularización de la uretra femenina
	Inervación de la uretra femenina
	Recto
	Vascularización del recto
	Inervación del recto
	Órganos genitales internos masculinos
	Conducto dererente
	Vascularización del conducto deferente
	Vesículas seminales
	Vascularización de las vesículas seminales
	Conductos eyaculadores
	Vascularización de los conductos eyaculadores
	Próstata
	Vascularización de la próstata
	Glándulas bulbouretrales
	Inervación de los órganos genitales internos de la pelvis masculina
	Órganos genitales internos femeninos
	Ovarios
	Tubas uterinas
	Vascularización de los ovarios y las tubas uterinas
	Inervación de los ovarios y tubas uterinas
	Útero
	Ligamentos del útero
	Relaciones del útero
	Vascularización del útero
	Vagina
	Vascularización de la vagina
	Inervación de la vagina y el útero
	Drenaje linfático de las vísceras pélvicas
	Drenaje linfático del

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